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    Espacios y movilidad de la

    gente negra en el Pacfico Surcolombiano: hacia laconstruccin de una sociedadregional?

    Odile Hoffmann

    Resumen

    En Colombia, la Constitucin de 1991 y la Ley 70 de 1993 reco-nocen derechos territoriales a las poblaciones negras ribereas del Pacfi-co, al atribuirles ttulos colectivos sobre territorios ancestralmente ocu-

    pados y explotados, previa organizacin de los campesinos en Consejoscomunitarios encargados de manejar los territorios en el futuro. El art-culo explora las transformaciones que esto implica en la organizacin re-gional, basndose en un anlisis espacial que recalca tres modelos de es-tructura socio-espacial. Se puede as combinar tiempos y espacios, y ana-lizar el papel que los distintos actores sociales, econmicos y polticosjuegan en estas transformaciones.

    Palabras claves: territorio, anlisis espacial, actores tnicos, comunida-des negras, Pacfico, Colombia.

    Abstract

    Spaces and mobility of black people in the Colombian SouthPacific: toward the built of a regional society?

    In Colombia, the 1991 Constitution an the Law 70 of 1993assure territorial rights to the black populations of Pacific coast,attributing them collective titles on the previously occupied and

    exploited territories and previous organization of peasants under theCommunities Counsels, which are responsible to guide the ethnic

    Estudos Afro-Asiticos,Ano 24, no 3, 2002, pp. 43-74

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    territory for the future. The article analyze the transformations on theregional organization of this process, based on the spatial analysis thatholds three models of social-spatial structure. Therefore, it is possible to

    combine times and spaces, and analyze the role played by differentsocial, economical and political actors in these transformations.

    Keywords: territory, space analysis, ethnic actors, black communities,

    Pacific coast, Colombia.

    Rsum

    Espaces et mobilit des noirs dans le Pacifique sud colombien: vers la

    construction dune socit rgionale ?En Colombie, la Constitution de 1991 et la Loi n 70, de 1993,

    reconnaissent le droit au territoire aux populations noires de la cte duPacifique par lattribution de titres collectifs pour des territoires ancestrales occups et exploits , autour lorganisation pralable despaysans dans des Conseils Communautaires chargs de diriger cesterritoires dans lavenir. Cet article tudie les transformations que celaimplique pour lorganisation rgionale, en se fondant sur une analyse delespace qui met en relief trois modles de structures socio-spatiales. On

    peut ainsi associer les temps et les espaces et analyser le rle que lesdiffrents acteurs sociaux, conomiques et politiques jouent dans cestransformations.

    Mots-cls: territoire, analyse spatiale, acteurs ethniques, communautsnoires, Pacifique cte, Colombie.

    Odile Hoffmann

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    E n Colombia, los cambios constitucionales y legislativos haciaun reconocimiento del multiculturalismo (1991 y 1993) lle-varon a reconocer la existencia de un nuevo actor social, las comu-nidades negras, y nuevos derechos asociados. Entre ellos, los mssignificativos en cuanto propiciaron una movilizacin poltica ex-tensa, son los derechos territoriales. La Ley 70 de 1993 permite alos campesinos negros organizados en Consejos Comunitariosreclamar ttulo colectivo sobre sus territorios ancestrales, los quevienen ocupando sin ttulo legal, en tierras de la Nacin, desde va-rias generaciones atrs. En su vertiente territorial, la Ley cobija alas poblacionesrurales, ribereas, del Pacfico:tres caractersticasque son restricciones serias ya que cubren una proporcin muy re-ducida de las poblaciones negras en el pas. Slo 13% de la pobla-cin negra nacional vive en el Pacfico, y la mitad de ellos residen

    enlascabeceras,oseaenmediourbano.Conocidasestaslimitacio-nes (y los debates y estudios que merece (cf. Urrea, Ramrez y Vi-fara, 2001), queda interesante observar las transformaciones queconocencercadeunmediomillndepersonasysobretodounare-gin muy extensa, a raz de una dinmica tnica y territorial nuevaa partir de 1991.

    Ponemos el espacio al centro del anlisis, viendo en ste tan-to una construccin social como una dimensin que orienta lo so-cial. Es decir, el espacio es consubstancial a la vida social y poltica,

    es producto y productor de sentido social. Los cambios en el espa-cio geogrfico traducen y revelan, mas no corresponden automti-camente a las transformaciones sociales, econmicas, culturales opolticas de una regin dada. Intervienen mltiples procesos deinercia, defeedbacko de autonomizacin entre los distintos cam-pos de la vida en sociedad, y entre los distintos niveles geogrficosescalas considerados. La aproximacin espacial busca subrayarlos procesos de cambio, las rupturas y las continuidades en los dis-positivos socio-geogrficos. Para esto, a partir de un estudio de

    caso regional en el litoral pacfico (Tumaco, Nario), analizamostres patrones espaciales dispositivos socio-espaciales que nos

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    permiten resaltar los principales motores de los cambios sociales,econmicos y polticos.

    Aqu un punto de conceptualizacin se impone. No se trata

    de describir la evolucin de un espacio regional, que ira cambian-do con el paso del tiempo. O sea, no suponemos una relacin cro-nolgica entre los tres dispositivos socio-espaciales estudiados,menos una evolucin lineal en el tiempo de uno a otro. No se tratapues de describir etapas de desarrollo, en un sentido normaliza-do, de cuya secuencia hubiramos sacado tres momentos. Hoy endalostresdispositivosomodeloscoexistenenelPacficosur,yve-remos como los tres incluyen elementos tradicionales y moder-nos, es decir, calificados como tales en la etapa actual.

    Sin embargo, es imprescindible recordar que un espacio sloexiste en el tiempo, que hereda y forja memoria social, que nuncase puede analizar independientemente de su contexto histrico.

    Algunas configuraciones espaciales tienen antecedentes histricosms lejanos que otras, o van perdiendo fuerza o importancia mien-tras otra se impone, desde lgicas externas o endgenas, etc. Lejosde ser imgenes fieles de la realidad, las configuraciones analiza-das aqu son ensamblajes de elementos dinmicos que fijamos pormedio del anlisis, como representacin de realidades mltiplesde las cuales slo rescatamos algunas facetas. Representan unasperspectivas, unas maneras de ver y comprender el mundo, queno excluyen en absoluto otras perspectivas igualmente vlidas,pero que remiten cada una a lgicas distintas de organizacin delespacio y de la sociedad. No habr pues contradiccin en el hechodequelosdosolostresmodeloscoexistaneneltiempo,comotam-poco se pueden soslayar los procesos de evolucin de unas o mscaractersticas espaciales, debido a procesos mayores que trasfor-man radicalmente la estructura geogrfica de la regin (la aperturade una carretera, de un canal, la desaparicin de fuentes de em-

    pleo, etc.). Los trminos de dispositivos, configuracin, pa-trn o modelo pretenden traducir esta complejidad socio-espa-cio-temporal,sindeterminacindeunauotradimensinsobrelasdems.

    Asumiendo estas limitaciones analticas, pensamos que laaproximacin espacial permite una visin global de los procesospertinentes localmente. Global en cuanto no disocia lo polticode lo econmico, y estos de lo cultural, etc. Para cada configura-cin nos obligaremos a cierta disciplina, viendo sistemticamente

    los aspectos econmicos, territoriales, polticos, y sus relacionesmutuas. Pero local en cuanto concierne una extensin espacial

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    determinada,ylapoblacinqueenellareside:lareginsurdelPa-cfico colombiano.

    La Ley 70 de 1993 tiene una doble dimensin, territorial y

    tnica (Hoffmann, 2001). Territorial en cuanto pretende legiti-mar derechos agrarios ttulos de propiedad a sus detentores his-tricos en una porcin precisa del pas. Etnica en cuanto subordi-na estos derechos a la pertenencia de los beneficiarios a las comu-nidades negras entendidas estas como etnia, al lado de los indge-nas. En ambas vertientes, las innovaciones legislativas se basaronen el reconocimiento de una especificidad, agraria y tnica, delos habitantes del Pacfico, es decir en la existencia de una configu-racin socio-espacial muy peculiar, que se podra calificar comodispositivo fluvial-ribereo. Veremos cmo, aislada y enfatizadapor medio de la reconstruccin conceptual de los legisladores yasesores, esta especificidad conforta una imagen ideal tpica delas comunidades negras rurales en el Pacfico.

    El segundo dispositivo analizado aqu el de la moderniza-cin, al contrario, pone el acento en los procesos de indiferen-ciacin y universalidad de las sociedades locales, insertas en proce-sos globales de escolarizacin, urbanizacin y proletarizacin. Aveces se combina con el anterior, a veces le es opuesto, pero los dossiempre se mantienen cercanos y con mltiples nexos familiares,polticos, econmicos.

    Finalmente, el tercer dispositivo socio-espacial el de lamovilizacin poltico-tnica evidencia la emergencia de confi-guraciones nuevas, resultados de cruces mltiples entre los anteri-ores y algunos nuevos, segn un proceso de mestizaje tal y comolo entiende Gruzinsky (1999): una combinacin distinta, nueva,elaborada a partir de elementos tomados de patrones originales di-ferenciados.

    Nuestra argumentacin seguir lgicamente este hilo.1 Des-

    pus de una rpida contextualizacin geogrfica regional, analiza-remos los tres dispositivos para responder estas preguntas princi-pales: cmo se trasforman las estructuras espaciales territorios,redes, lugares nodales?, cmo intervienen los distintos niveles oescalas, desde lo local hasta lo nacional, en estas transformacio-nes?, cules son los actores que intervienen en estos procesos?, y con qu recursos y medios y qu tipo de interaccin tienen unoscon otros?

    El Pacfico cubre la franja occidental de Colombia, frente

    al ocano. Admirablemente descritas por West (1957) en los aos1950, las tierras bajas del Pacfico son separadas del interior del

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    pas por la cordillera occidental que funge como un obstculo a lacirculacindehombresymercancas.Hastahoyapenasdosvasdecomunicacin terrestre relacionan el litoral con el mundo andino,

    al centro y al sur de la regin: las carreteras Cali-Buenaventura yPasto-Tumaco. Fuera de estas, la circulacin es fluvial o martima.Cubiertas de bosques y con una pluviometra que acerca los mayo-res niveles del mundo (7000 mm anuales en Choc), estas tierraseran de poblamiento indgena (embera y waunana al norte, awa alsur) hasta la llegada de algunos colonos atrados por la riqueza au-rfera de los ros (desde el siglo XVI, pero sobre todo en los dos si-glos siguientes). Las minas, con su organizacin social esclavista,sembraron las bases de un nuevo tipo de poblamiento. Despus delaemancipacinlegaldelosesclavos(1851)yconlacadadelaac-tividad minera en la zona (fines del siglo XVIII), migraciones im-portantes de poblacin negra, venida desde el interior del pas y lospiedemontes mineros, contribuyeron a poblar los ros, mientraslos grupos indgenas se retiraban hacia las cabeceras de los ros. Asnaci una organizacin social y geogrfica original, constituidapor pequeos poblados negros distribuidos a lo largo de los ros,sobre tierras baldas, al margen de la norma jurdica, y en mu-chos aspectos de la sociedad nacional.

    La zona sur del pacfico sigui estas mismas pautas, pero co-noci a fines del siglo XIX y primeras dcadas del XX un auge co-mercial basado en la explotacin silvestre del caucho, la tagua yms tarde la madera. As se instalaron algunos negociantes no ne-grosenelpuertodeTumaco,quesedesarrolladesdeentonces,conmucha dificultad, hasta volverse una ciudad de 12.000 habitantesen 1951, y 45.000 en 1973.

    El anlisis concierne a esta regin de Tumaco, que corres-ponde grosso modo al municipio del mismo nombre (120.000 ha-bitantes en 1993, de los cuales la mitad viven en la ciudad misma).

    Mantiene nexos estrechos con los dems municipios del litoral na-riense, o sea del departamento de Nario (cuya capital, Pasto, seubica en la cordillera), y con la ciudad de Cali, metrpoli regionaldel occidente del pas, segunda ciudad del pas (2,2 millones de ha-bitantes) y tercera entre las reas metropolitanas.

    1. El dispositivo fluvial-ribereo: la cuestin del territorio

    Uno de los interrogantes ms apremiantes en la actualidaddel Pacfico tiene que ver con las aplicaciones y las implicaciones

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    delaLey70de1993conrespectoalaorganizacinterritorial.Unaprimera etapa de la investigacin consiste en el anlisis de las con-figuraciones territoriales vigentes antes de la Ley 70. En la zona de

    estudio, esta fase se llev a cabo con base en un intenso trabajo decampo en e l r o Mejicano, en la ensenada de Tumaco(1997-1999). Este ro, a unas cuatro horas de Tumaco en canoa,cuenta con cinco veredas principales, de 100 a 600 habitantes, es-tablecidas desde finales del siglo XIX con la instalacin de pobla-dores negros originarios de Barbacoas, ciudad minera vecina (Ri-vas, 1999).

    Lasmodalidadesdemanejoyapropiacindelosespacios,eneste ro, muestran algunas caractersticas similares a las sealadaspara todo el Pacfico en la literatura especializada. Los habitantesexplotan los recursos naturales combinando tiempos y espacios:cultivos de vega y de colinos (coco, cacao, arroz), explotacin ma-derera en los interfluvios forestales, pesca en los ros o en los este-ros, cacera, adems de una artesana domstica (canastas, herra-mientas). En algunas zonas tambin perdura una actividad de mi-nera de oro por mazamorreo. Segn las temporadas en el ao, al-gunas actividades son ms importantes que otras, y no todas sonrealizadas por todos: hombres y mujeres participan del cultivo,pero la cacera y el trabajo de la madera (y en general todas las acti-vidades realizadas en el bosque) son exclusivamente realizadas porlos hombres. Las mujeres se encargan de las labores domsticas. Aeste sistema polivalente habra que aadir trabajos de extraccinsilvestre con fines de comercializacin, desde por lo menos a finesdel siglo XIX. En efecto, los habitantes de los ros, que son campe-sinos, pescadores y cazadores, trabajaban tambin para los nego-ciantes establecidos en la ciudad, para abastecerles en materia pri-ma exportable como la madera fina, el caucho o la tagua (una nuezde palma, tambin llamada marfil vegetal). Integraban as, al reali-

    zar la extraccin primaria, las redes internacionales de explotacindel medio forestal tropical. Estos negocios se agotaron con la com-petencia de materias derivadas del petrleo (aos 1930-40); slosigue la extraccin de madera, ya no madera fina cuya exportacinfue prohibida en los aos 1940, sino de construccin para el mer-cado nacional (cf. Restrepo y Del Valle, 1996).

    La organizacin social y econmica muestra as mismo ras-gos compartidos por el conjunto de los pobladores del litoral delPacfico, debido en gran parte a su historia comn de migracin y

    de constitucin reciente (uno o dos siglos) de los pueblos. Tresaspectos han sido particularmente subrayados en los estudios: en

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    el Pacfico las redes de parentesco jugaron un papel preponderanteen la construccin de las veredas, y siguen estructurando parte dela vida social local;2 el espacio regional se organiza alrededor de la

    unidad espacial ro que funge como lugar de reconocimiento so-cial y poltico, tanto individual como colectivamente (cf. Lo-sonzcy, 1997; Ulrich, 1998); la combinacin flexible de activida-des econmicas supone unas relaciones ambiguas de insercin/de-pendencia de las producciones campesinas frente a los mercadosexternos nacionales e internacionales, desde el siglo XIX hasta hoy(por ejemplo con la madera y el coco). Recordemos que se trata delocalidades asentadas en terrenos legalmente considerados comobaldos, es decir que no gozan, en su gran mayora, de ttulos depropiedad. Las normas locales de apropiacin son las que rigen elderecho de unos y otros a usar y trabajar las tierras.

    A este panorama ya conocido y descrito, la investigacin lle-vada a cabo en Tumaco ha podido aportar precisiones y matices, yaque encontramos fenmenos hasta entonces poco explorados porlos estudiosos.

    Aun si el ro aparece como la unidad fundamental de orga-nizacin y percepcin del espacio social, existe una multiplicidadde espacios de referencia a escalas inferiores la vereda, el estero, elcolino o superiores la ensenada, la regin (de Tumaco en estecaso), o la gran regin del Pacfico. Se evidenciaron distintas mo-dalidades de adscripcin y legitimacin en un territorio, y su com-binacin para construir una nocin compleja de pertenencia,que est basada en tres pilares fundamentales: el parentesco, la re-sidencia y el trabajo. Segn los contextos locales, ser uno u otroregistrodelegitimacinelqueseractivado,lasmsdelasvecesencombinacin con los dems. Este sistema polivalente, abierto, in-tegra la flexibilidad de las prcticas migratorias y matrimonialesque amplan singularmente los espacios de convivencia e inter-

    cambio (Hoffmann, 1999b).Enelmismoordendeideas,senotalaflexibilidaddelasnor-

    mas de apropiacin y transmisin de las tierras en los ros (Rivas,1999): a cada lugar o espacio corresponden ciertas normas localesde apropiacin, que pueden variar en el tiempo y en funcin de losusos y objetivos asociados a los mismos (recoleccin, cultivos deautoconsumo o de renta, cacera, explotacin maderera).3 Por unlado se pueden diferenciar reglas de acceso a los colinos (parcelascultivadas por un individuo o una familia) o al centro (zona bos-

    cosa, de uso colectivo a los habitantes del ro) bajo el criterio de laapropiacin individual o colectiva. Pero otros matices aparecen,

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    cuando por ejemplo se reconoce como legtima la recoleccin deciertos productos (silvestres o hasta frutos cultivados como el ba-nano o el coco) en terrenos ajenos, siempre que se trate de recolec-

    cin para autoconsumo familiar, mientras la misma prctica es so-cialmente sancionada para otros productos (madera) u otros fines(venta). El criterio de la subsistencia se impone al de la apropia-cin, sin por lo tanto acabar en una propiedad comn: existenmecanismos locales de regulacin y los abusos se ven reprimidospor la comunidad.

    Otro de los hallazgos consisti en reconocer una gran varia-cin en las prcticas matrimoniales y familiares de los habitantesrurales. No encontramos un modelo privilegiado de alianza matri-

    monial ni de tipo de hogares4

    que sera especfico de las socieda-des negras del Pacfico. La matrifocalidad o los hogares extensosno son regla ni siquiera son frecuentes. Encontramos, al contrario,una amplia gama de situaciones (hogares nucleares o compuestos,uniones estables o sucesivas, etc.) que coexisten en una misma ve-reda, o en el seno de una misma familia, sin que se puedan recono-cer regularidades o patrones de comportamiento socialmente va-lorados. Se resaltan incluso procesos de consolidacin y estabiliza-cin en las composiciones de los hogares, que se observan sobre

    todo en las veredas de cierta importancia demogrfica5

    (Hoff-mann, 1999b). Esta tendencia se verifica en los hogares afroco-lombianos de la capital vallecaucana, Cali (Urrea, 1999), como enlos de Tumaco y de los pueblos grandes donde predominan los ho-gares unifamiliares y nucleares, con promedio de 4 a 5 miembrospor hogar y cierta estabilidad de las uniones.

    La aproximacin multi-escala (la regin, el ro, la localidad,la familia) pone en evidencia la insercin de los territorios ribere-os en espacios regionales de diversa amplitud. Cualquiera que sea

    la perspectiva adoptada (desde la reproduccin econmica, lasnormasdeapropiacindelespacio,lasformasdeadscripcinterri-torial, las prcticas matrimoniales o familiares), vemos cmo eluniverso de los ros se construye en interaccin con otros, a la vezque conserva o adquiere rasgos propios y distintos a los vecinos. Sibien existen fuerzas que tienden al aislamiento y marginacin delos ros (a nivel econmico principalmente), tambin existen prc-ticas que apuntan a la comunicacin y a veces a la integracin re-gional, por ejemplo mediante las migraciones circulares y, de for-

    ma mucho ms anclada en la cultura del Pacfico, la movilidad delas poblaciones (Vann 1999).

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    La descripcin de este dispositivo fluvial-ribereo tradicio-nal llev a cuestionar algunos estereotipos que durante muchotiempo pesaron sobre los estudios y sobre los mismos habitantes

    del Pacfico, como son las supuestas especificidades de las poblaci-onesnegrasencuantoalasunionesmltiples,lamatrifocalidad,lamigracin pendular, la propiedad colectiva, etc.6 EnelPacfico,lasprcticasylasnormasdeapropiacindelespacio,entendidasensusentido amplio como unas maneras de estar en el mundo, con-forman efectivamente un sistema muy distinto al de las pobla-ciones andinas, por ejemplo. Pero son resultado de construccionessociales, en tiempos y espacios concretos, y no reflejan una especi-ficidad cultural inmutable y perenne.

    Este debate sobre la especificidad cultural se refleja en lascategoras analticas usadas en las descripciones. Tomaremos elejemplo del trmino campesino, que sigue suscitando polmicaentre los estudiosos del tema. Desde hace varios aos, Aprile(1992a y 1992b) y Mosquera (2000) ya han descrito el modelo depoblamiento ribereo que asocia el hbitat lineal, a lo largo de losros, con un uso y control del espacio rural productivo organizadoen colinos y lotes apropiados individualmente, segn una lgi-ca campesina de explotacin de los recursos naturales. Sin em-bargo, otros estudiosos refutan esta interpretacin, arguyendo dela alta movilidad y precariedad de los asentamientos en el Pacfico,resaltando adems el manejo colectivo del espacio (los centros).Planteamos que no existen contradicciones entre ambas interpre-taciones. Los pobladores negros son campesinos en cuanto tienenuna relacin privilegiada con el campo, del cual sacan medios desubsistencia y reproduccin, y el cual modelan en funcin de lgi-cas sociales de negociacin y control del espacio, combinando mo-dalidades individuales y colectivas. Es menester aclarar que paranosotros, dado el contexto socio-geogrfico del litoral, ser cam-

    pesino supone obviamente combinar las actividades de agricultu-raconlasdepesca,recoleccinycacera,ascomo,cadavezms,eltrabajo asalariado permanente o temporal, en los campos o en laciudad.Sepuedeexplicarlareticenciadeciertosacadmicosausarla categora de campesinos por la voluntad de tomar distanciafrente a la tradicin andina e indgena que tradicionalmente seasocia a esta. Traduce el afn de particularizar la situacin de lospobladores negros con el fin de contrarrestar la invisibilidad delas comunidades negras por parte de los polticos y de las instan-

    cias gubernamentales como el INCORA Instituto ColombianodeReformaAgraria.Sinembargo,enelplanoacadmico,estapos-

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    tura conlleva el riesgo de esencializar una identidad negra cul-tura lmente dist inta , y de sos layar una dimensin so-cio-econmica que los mismos habitantes negros reivindican al

    nombrarse campesinos y/o agricultores.Como se puede constatar, esta descripcin del dispositivofluvial-ribereo enfatiza la diversidad y la flexibilidad en las for-mas de acceso, apropiacin y manejo del espacio, as como en lascaractersticas sociodemogrficas de las poblaciones. Estamosfrente a lgicas de funcionamiento que no admiten lmites fijos nicompartimentos ni en el espacio ni en la sociedad, menos annormas rgidas y fijas en el tiempo. Al contrario, este dispositivopermite la integracin y la circulacin de hombres y mujeres, ascomo de ideas y valores, en un espacio globalmente organizado al-rededor del ro pero no restringido a l.7 Podemos reconocer unaterritorialidadasociada a este modelo, que combina y articula va-rias escalas (ver figura).

    El nivel del ro y los ros vecinos (en el caso del Mejicano,este conjunto lo representa la ensenada de Tumaco) en el que se dala movilidad de proximidad; es el espacio de nupcialidad privile-

    giado en un primer momento histrico, despus de la fundacinde las veredas, donde se construyen las primeras redes de parentes-

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    co; es tambin el espacio de relaciones sociales e intercambios dia-rios (de comida, bienes, servicios, trabajo e informaciones).

    Este mbito interacta fuertemente con la ciudad de Tu-

    maco, que se conecta con los ros al formar parte del espacio denupcialidad en las generaciones siguientes, pero sobre todo encuanto lugar de migracin, de trabajo, de acceso a servicios pbli-cos (educacin y salud) y a veces de doble residencia.

    Ms all de esta bipolaridad (ros-ciudad), el espacio ribe-reo siempre mantuvo nexos estrechos con ciertos lugares exterio-res a la regin inmediata, que fungen como polos de atraccinadentrodelagranregindelPacfico(lasciudadesdeBuenaventu-ra o Cali, o la costa norte de Ecuador). Sea para el comercio o paraviajes ms duraderos, la movilidad entre estos lugares contribuye aconstruir y mantener un espacio amplio de referencia, propio delas poblaciones negras, donde se reconocen en familia.

    Finalmente, no se debe olvidar que los ros se conectan almbito exterior ms lejano desde por lo menos el siglo XIX, aun-que sea casi siempre en condicin subalterna y de discriminacin.Este nexo representa el acceso al mercado global y la moderni-dad, ambos muchas veces y hasta recientemente en manos de fo-rneos. Las relaciones entre ambos espacios son esencialmente re-guladas por el mercado (negocio de productos de extraccin de laselva como la tagua, el caucho, la madera).

    Este dispositivo espacial escalonado, desde lo micro localhacia lo regional, se asocia a un dispositivo de control polticomarcado por la fragmentacin entre mltiples jefes polticos loca-les, cada uno manejando los espacios locales de los ros, integradosa redes laxas del partido liberal (por razones histricas, el partidoconservador nunca alcanz grandes fuerzas en el Pacfico sur, cf.

    Agudelo, 1999). En el plano econmico, traduce la yuxtaposicin,y en ocasiones la combinacin, entre distintas lgicas de produc-

    cin y acumulacin, de autoconsumo y sobrevivencia asociadas aactividades de extraccin y monetarizacin, estando las primerasen posicin de subordinacin sistemtica frente a las segundas. Elsistema regional de poder poltico conforta esta marginacin delos ros que se sobrepone a la diferenciacin socio-tnica: las po-blaciones negras estn asociadas al espacio local rural; los blancosurbanos, deciden y se encargan de las relaciones con la esfera glo-bal. Es de notar que esta configuracin traduce un sistema de do-minacin pero no corresponde a realidades de segregacin espacial

    desde hace por lo menos medio siglo: hoy la ciudad de Tumaco espredominantemente habitada por moradores negros (hasta un

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    90% segn informes municipales de 1998). Hasta los aos 1990,se puede decir que nadie del exterior se interesa por el Pacfico ru-ral, ni el Estado y sus instancias de gobierno, ni el sector poltico

    nacional que lo deja todo en manos de algunos poderes locales, nisiquiera la Iglesia que empieza a movilizarse a fines de los aos1980.

    Este modelo socio-espacial, con todas las riquezas socio-culturales que significa para las veredas negras, por un lado, y to-das las frustraciones que implica para sus poblaciones rurales mar-ginadas, por otro, era generalizado en el litoral pacfico hasta losaos 1950. Sigue vigente y dominante en la mayor parte de la re-gin hasta hoy. Retomando aspectos parciales del mismo, e inter-pretndolos bajo la luz de las especificidades culturales de las po-blaciones negras, varios acadmicos y militantes lucharon por elreconocimiento de derechos territoriales en el Pacfico, dandopaso a la formulacin de la vertiente territorial de la Ley 70 (Aro-cha, 1999; Wade, 1994; Hoffmann, 1998; Agudelo, 1999). Que-ran as prevenir un acaparamiento de tierras y un despojo de terri-torio que se venan dando en algunas partes con gran celeridad,como lo vemos en el segundo modelo propuesto.

    2. La modernizacin en el Pacfico Sur (aos 1950-70)

    A partir de los aos 1940-60, la llegada de capital agroindus-trial forneo a la regin del litoral, sea bogotano, valluno o de losLlanos (adems de algunos extranjeros que histricamente siem-pre han estado ah), conlleva nuevas formas de explotacin de losrecursos locales y del trabajo: intensificacin del asalariado, prole-tarizacin del o la trabajador(a) y su familia. Explotacin masivade la madera en terrenos baldos dados en concesin a grandes

    empresas, haciendas ganaderas, plantaciones de palma africana ypiscinas de camaronicultura, contribuyen a trastornar el paisajedellitoral,sobretodoenlosalrededoresdelaciudaddeTumaco.

    Esta dinmica est apoyada por el Estado en dos vertientesprincipales: la asistencia tcnica y la regularizacin en la tenenciade la tierra. La primera se traduce por la implantacin de una esta-cin agronmica en Tumaco, destinada a difundir las tecnologasapropiadas a los sistemas modernos de produccin (semilla me-

    jorada, pesticidas y fertilizantes), sobre todo para el arroz por el

    lado campesino, la palma africana por el empresarial. La regulari-zacindelapropiedadestacargodelINCORA.Estainstitucin

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    procede a entregar ttulos individuales de propiedad sobre algunospredios campesinos, muchas veces asociando la entrega del ttuloalotorgamientodecrditosagrcolasporlaCajaAgrariaparacul -

    tivos tecnificados (arroz principalmente). Los fracasos tcnicosllevan en numerosos casos al no reembolso de crditos, seguido deembargos por parte de la Caja Agraria que vende los predios a losgrandes empresarios ganaderos y/o agrcolas. As, la moderniza-cin agrcola en esta zona se traduce en prdida de tierras y de re-cursosparaloscampesinos(Agier,1999a),yeneldesarrolloespec-tacular de haciendas ganaderas y de palma africana alrededor de lacarretera Pasto-Tumaco (aos cincuenta y sesenta).

    En otras partes del litoral nariense intervinieron tambinrazones naturales para socavar la viabilidad del sistema anterior-mente descrito: una plaga afect los cultivos de coco desde Timbi-qu hasta la frontera, en 1972-74, y, sobre todo, el maremoto de1979 dej muertos y tierras cubiertas de aguasal, inservibles pormuchos aos, provocando salidas y migraciones hacia las cabece-ras municipales, y a veces hacia el exterior (Tumaco y Cali).

    Mencin especial se debe a un fenmeno socio-natural: laapertura del canal Naranjo, en 1979, en la parte central-nortedellitoralnariense.Eseao,unnegociantedecidiabriruncanalpequeo entre los ros Sanquianga y Pata, para facilitar el trans-portedesustrozosdemaderahaciaelnorte,sincontarconundes-niveldevariosmetrosentrelasdosextremidadesdelcanal,yconlafuerza de las aguas que modificaron drsticamente sus cursos. Elro Pata, el ms importante de la zona, cambi de rumbo, reorien-tando de esta manera los flujos de mercanca, actividad y dinerohacia el norte. Los pueblos instalados sobre el viejo ro perdieronsu medio de comunicacin y sus recursos haliuticos, mientras laspequeas localidades del norte se convirtieron brutalmente enpueblos nodales para la actividad econmica (extraccin forestal).

    Los compradores de madera llegaron, con su cortejo de trabajado-res, comerciantes, prostitutas, aventureros y otros menos bienve-nidos (narcotraficantes, paramilitares). Estos cambios en la confi-guracin espacial y socioeconmica regional provocaron la ruptu-ra de los lazos de la zona norte Nario con el puerto de Tumaco, ysu acercamiento al de Buenaventura.8 Tambin significaron tras-tornos ecolgicos (agotamiento de recursos marinos) y fsicos (enlas intensidades y direcciones de las corrientes fluviales y marti-mas) que amenazan a pueblos enteros.

    Estas dcadas representan entonces, en tiempos y por facto-res variados segn los lugares, aos de transformacin drstica

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    para los campos del pacfico sur. El modelo de campesinado mvily mltiples recursos (caza, pesca, madera) se vuelve insostenible yesteseinsertacadavezms,encondicindedependenciaagudaya

    que no dispone de capital ni asistencia tcnica, en las nuevas es-tructuras de produccin, trabajo y comercializacin impulsadaspor el capital agroindustrial y maderero.9

    Los patrones de territorialidad evolucionan tambin bajo elimpulso de otras dimensiones de la modernizacin: la generaliza-cindelaescolaridad,ladifusindemediosmasivosdecomunica-cin, y la aceleracin de la emigracin que llega a superar, en inten-sidad, a la tradicional movilidad y circulacin de proximidad.Eltrptico identificado anteriormente como fundamento de la pertenen-cia territorial residencia/parentesco/trabajo se desbarata ya seabrusca o paulatinamente, segn los casos.

    Los sistemas de residencia incluyen ahora nuevas modalida-des, como la doble residencia (ro-Tumaco) y la emigracin dehombres y sobre todo mujeres jvenes a Tumaco y Cali mientras sedebilitan los lazos inter-ros. Paralelamente las redes de nupciali-dad se distienden y abarcan nuevos espacios o puntos (los de emi-gracin), modificando profundamente las relaciones de parentes-co que solan estructurar los espacios rurales. Tercer pilar del mo-delo anterior, el trabajo mismo ya no es suficiente para asegurar lareproduccin social, ni siquiera familiar, en el ro (agotamiento delas buenas tierras y problemas de produccin ya evocados).

    Producto de estas dinmicas, la ciudad de Tumaco conoceun crecimiento demogrfico sin precedente (dobla su poblacinentre 1960 y 1973). Familias enteras, o mujeres con sus hijos van ala ciudad en busca de mejores opciones para la escolaridad y la sa-lud. Los jvenes encuentran trabajo en los aserraderos que por es-tos aos (1960-70) se multiplican (cf. Restrepo, 1997) o en lasplantaciones de palma africana recin instaladas. Las jvenes salen

    del campo, preferencialmente para Cali o las grandes ciudades delpas, muchas veces para emplearse en el servicio domstico. La po-blacin de la ciudad de Tumaco cambia con estas olas de migra-cin -algunos hablan de la recolonizacin negra de la ciudad, an-teriormente dominada por las lites blancas -, pero las infraestruc-turas (agua, luz, viviendas) no siguen el ritmo, desembocando enuna fisonoma urbana fragmentada y altamente marginada (Res-trepo, 1999).

    Este franco abandono de la regin surea se debe entender

    tambin a la luz del sistema poltico regional que impera en estosaos, a saber un gamonalismo exacerbado (cf. Helfrich, 1998) li-

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    deradoporAlbertoEscruceraconocidocomoBeto.Estejefepo-ltico liberal logra tener un casi monopolio poltico en esta regindurante 30 aos (1950-80), con base en un clientelismo muy per-

    sonalizado por un lado, y el apoyo pasivo de los grupos liberales aescala nacional por otro. La edad de oro del betismo aprove-cha la modernizacin y el crecimiento de Tumaco para consolidarsu feudo, logrando adhesin popular al enaltecer la identidad tu-maquea, explotando de esta manera los viejos antagonismosgeopolticos entre el litoral poblacin negra, liberales- y la sierravecina poblacin andina, conservadores (Hoffmann 1999a).

    Frente a las innovaciones econmicas y territoriales arribamencionadas, muchos nativos rurales mencionan los procesos de

    ruptura que vivieron, frente a la prdida de sus tierras o de su auto-noma. Pero no existen, en aquella poca, formas de expresin co-lectiva que traduzcan este malestar. El dispositivo poltico est blo-queado por el betismo, y las movilizaciones populares todavano se desarrollan. Sin embargo, empiezan a elaborarse estrategiasde adecuacin a las nuevas lgicas. Al principio son individuales,pero anuncian cambios culturales y sociales que tienen implicacio-nessobrelaconfiguracinregional.Asporejemplo,senotannue-vas solidaridades entre el campo y la ciudad, en las que las redes de

    parientes juegan un rol decisivo. Son ellas las que, en un primermomento,permitenlainstalacindelosnativosdelosrosenlaci-udad migracin- o ms puntualmente les abre los espacios urba-nos que necesitan (salud, escuela, diligencias administrativas). Loscampesinos se van apropiando de la ciudad y empiezan a dejar suhuella en la fisionoma urbana, en las viviendas por ejemplo (cf.

    Alvarez, 1998). Se construye as una nueva identidad tumaqueaque incluye a los migrantes de origen rural. La especificidad ru-ral se desvanece; los habitantes de los ros experimentan una diver-

    sificacin de sus modelos de territorialidad y se acenta cada vezms la combinacin de actividades rurales y urbanas. En esta din-mica el polo urbano de Tumaco funge como el referente principaldeloshabitantesdelaregin,tantoruralescomourbanos.Sevuel-ve ciudad verdadera hacia la dcada del noventa, aunque todavano logra consolidarse como modelo urbano complejo y acabado(cf. Agier, 1999b).

    La configuracin espacial que resulta de estos procesos pol-ticos, econmicos y territoriales se distingue de la anterior por sus

    tendencias a la fragmentacin y dislocacin espacial, a la vez refle-jo y factor de dispersin de los actores locales. Los territorios lo-

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    cales, rurales, cambian de morfologa, a la vez que las redes sereorientan en el espacio geogrfico y social. Veamos.

    Se encoge el espacio local ribereo. Las relaciones entreros se debilitan, y las territorialidades tradicionales pierden piso amedida que se afianzan relaciones didicas entre cada ro y la ciu-dad. Este fenmeno es claramente perceptible al analizar los espa-ciosdenupcialidadquecadavezmsseestructuranalrededordelaciudaddeTumaco(lamayoradeloscnyugesdelosnativosdelosros son originarios de la ciudad). Pero igualmente se constata, en

    una menor frecuencia, de intercambios econmicos y polticos en-tre ros, a favor de relaciones de cada uno con la ciudad.Correlativamenteseimponenlospolosurbanoscomopar-

    te ntegra de los espacios ribereos: Tumaco, como ya hemos nota-do, pero tambin Cali, destino de emigracin temporal y muchasveces definitiva, todava ms para las mujeres que para los hom-bres. Se consolidan las redes de migracin, en las que las relacionesde parentesco y de paisanaje juegan un papel fundamental (Arbo-leda, 2001; Urrea y Murillo, 1999). No hay pues disociacin entre

    territorio rural y redes de migracin hacia las ciudades, unos yotras se confortan mutuamente.

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    La principal innovacin reside en el lugar cada da ms im-ponente que ocupan agentes econmicos externos muy potentes,como son el capital agroindustrial (palma africana) y maderero; en

    algunas zonas de la regin, las mejor ubicadas y de mejor calidadagronmica,lleganacontrolartantoelaccesoalastierrascomolasfuentes de empleo, lo que hace de ellos los principales actores deldispositivo socio-espacial.

    Enestecontextogeo-econmico,seafianzaelcontrolpol -tico de la regin desde el clientelismo betista, asociado a la pocapresencia del Estado central. Es ms, como se puede ver en laactualidad, se establecen alianzas polticas entre los gobiernos mu-nicipalesyelsectoragroindustrial,llegandoasauncontrolmulti-dimensional de la regin.

    Es difcil, en esta configuracin, reconocer un espacioregional coherente. Se trata ms bien de un conjunto de redesyuxtapuestasqueactivanlamigracin(ysonactivadasporella),enarticulacin con territorios que, si bien se mantienen como espa-cio de reconocimiento cultural y social para sus miembros, nocumplen la funcin de reproduccin que les correspondan anteri-ormente.

    3. Tiempos de movilizacin tnica: vuelve el territorio

    En Colombia el contexto nacional de los aos 1980 estmarcado por las medidas de apertura econmica, descentraliza-cin y democratizacin,10 y por las dinmicas polticas que desem-bocan en la Constituyente y la Constitucin de 1991 y posterior-mente en la Ley 70 de 1993. Esta oleada de reformas fue precedidapor fuertes movilizaciones polticas en todo el pas (numerosos pa-ros cvicos y protestas), expresiones de la crisis del modelo cliente-

    lista redistribuidor. Este conjunto heterogneo de reformas, rup-turas y participacin popular tambin se dio en el Pacfico sur, aso-ciado a procesos regionales de transformacin econmica, polticay de reivindicacin identitaria.

    A nivel econmico, se acenta el afianzamiento del capitalagroindustrial alrededor de Tumaco (cf. Escobar, 1996) con unapresin creciente sobre los recursos en tierras y trabajo en la zonade la carretera, para ampliar las reas de palmicultura que hoy so-brepasanlos20.000hectreas(CEGA,1999).Elfracasodelinten-

    to de industrializacin maderero en los aos 1970, aliado a la pre-carizacindelaagriculturacampesinaydelapescaartesanalfrente

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    a los industriales, provoca un desempleo muy alto y un desconten-to generalizado que encuentra expresiones variadas.

    La movilizacin popular suscita, a la vez que se fortalece con

    ella, la emergencia de actores locales apoyados por las ONGs (PlanPadrino), los programas de desarrollo que por estos aos se imple-mentan en el Pacfico en Tumaco es sobre todo la CVC 11 y laIglesia catlica que inicia una lnea de Pastoral negra en los aos1980. Sean masivas o puntuales, a veces violentas,12 estas expresio-nes populares (cf. Pardo, 1997) participan de una misma reivindi-cacindeprotagonismofrenteaunEstadoausenteyuncapitalcu-yaslgicasyexigenciasinvadentodaslasesferasdelavidaregional.Las vas tradicionales de negociacin clientelista se agotan y el be-tismosedebilitayconlalgunasredesregionalesdellitoralnari-ense ligadas al caudillo, mientras se estructura una competenciapoltico-electoral alrededor de fracciones locales del liberalismo(cf. Helfrich, 1998; y tambin Hoffmann, 1999a).

    Nacida de la misma demanda por ms participacin, en elcontexto de la Constituyente, otra vertiente de la movilizacin seorganiza en torno a la reivindicacin tnica negra (Agudelo,1999a). La coordinacin regional del Proceso de ComunidadesNegras Palenque (en un principio unificada y hoy bastante frag-mentada y debilitada) acompaa las organizaciones de base paraconstituir consejos comunitarios y promover la titulacin de terri-torioscolectivos,enelmarcodelaLey70.Enesteproceso,campe-sinos, lderes y asesores externos combinan esfuerzos, y a veces seenfrentan entre s, para elaborar los expedientes necesarios a la ti-tulacin colectiva de las tierras de las comunidades negras (cf. Vi-lla,1998).EstoimplicaseguirlaspautasmarcadasporlaLey,entrelas cuales est la necesidad de reconstruir la memoria social y geo-grfica de la comunidad (historia de la fundacin y genealogas).Esto significa llevar una reflexin colectiva acerca del territorio, de

    laidentidad,ydelarelacinentreambos.Setratapuesdeconstru-ir consensos o de lograr imposiciones en torno a nuevos concep-tos que van asociados a la figura de territorio colectivo de comu-nidades negras: la identidad tnica, la gestin colectiva, pero tam-bin el significado y el papel de nuevas instituciones locales comoel Consejo Comunitario, la Asamblea de Pobladores o la Junta deGobierno, entre otras.

    La titulacin de territorios colectivos, lejos de reducirse alsimple reconocimiento de derechos territoriales anteriormente

    adquiridos, determina nuevas formas de manejar y dividir el espa-cio y nuevas relaciones entre los actores interesados. En este largo

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    caminar, los campesinos a veces se apropian de nuevas tcnicas ymodos de pensar su espacio, por ejemplo mediante la elaboracinde mapas y la reconstruccin histrica de sus territorios. Por su

    lado, los asesores y militantes, urbanos en su mayora, aprenden oreaprenden valores rurales y pueden llegar a modificar algunosde sus planteamientos terico-polticos para tomar en cuenta cier-tas prcticas locales que haban soslayado (Hoffmann, 2000a). Seda as, alrededor del espacio local y de su control, una interaccinentre mbitos sociales distintos pero reunidos en esta ocasin lasolicitud de titulacin.

    A la fecha (octubre 2001) se realizaron once titulaciones deterritorios colectivos de comunidades negras en Nario (concer-nientes a 155 localidades y 360 000 hectreas), mientras otras tan-tas estn en trmites (21 solicitudes, para 270 localidades y 430000 hectreas, cf. INCORA, 2001). La titulacin de los territorioscolectivos de la Ley 70 conoce una aplicacin diferencial en fun-cin de los actores presentes. En Choc donde se planean macro-proyectos y donde se enfrentan guerrillas, paramilitares y narco-traficantes, los beneficiarios campesinos de los territorios recintitulados son masivamente desplazados por las violencias. En Na-rio los territorios eran hasta hace poco tiempo relativamentepoco codiciados por estos actores, lo que permiti una moviliza-cin campesina y un proceso de titulacin conforme a la Ley (contodoslosmaticesamparadosporlasambigedadesdelamisma,cf.

    Agier y Hoffmann, 1999). Pero, como lo veremos ms adelante,los recursos econmicos y geoestratgicos de la regin sur tambindespertaronelintersdemuchosactoreslegaleseilegales,armadoso no, cuyo encuentro y confrontacin llevan, hoy, al aumento es-pectacular de la conflictividad regional (Snchez, 2001; Hoff-mann, 2001).

    La interaccin entre los niveles nacionales, regionales y loca-

    les, por una parte, la retroalimentacin entre procesos polticos,econmicos y culturales, por otra parte, desembocan en la ltimadcada en profundas transformaciones en las lgicas del funcio-namiento regional. Entre otras, la dimensin migratoria adquiereotro matiz, con impactos evidentes en las estructuras demogrficasde los lugares de expulsin y de llegada. Las tendencias demogrfi-cas en el Pacfico se acercan a los perfiles generalizados en el pas,marcados entre otras caractersticas por unas tasas de masculini-dad altas en el campo y una feminizacin de las ciudades. No salen

    losmsjvenes,nilosmspobres,sinoquesenotaunaumentodemigracin de sectores con mayor capital escolar. Los destinos mis-

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    mos de migracin se diversifican. Al lado de Cali y Ecuador apare-

    cen Nario-interior, Putumayo, Venezuela (encuesta en el roMejicano 1998; y Vann, 1999). Sin embargo, es notorio que al-gunas de estas redes se consolidan, especialmente las que unen laregin de Tumaco con Cali.

    Se pueden hacer varias lecturas polticas de esta nueva confi-guracin socio-espacial, entre ellas dos principales: una que apun-tahacialaconstruccindeunasociedadregional,otraqueenfatizalas fuerzas de fragmentacin del espacio social y poltico. Serancomo dos posibles escenarios futuros, que presentamos antes de

    describir, en conclusin, una situacin presente ms bien aterra-dora. hacia la construccin de una sociedad regional Los ltimos

    aos propiciaron la emergencia de actores locales ms potentes,diversos y numerosos. Hoy los lderes de las organizacionestnico-territoriales, pero tambin los polticos, las ONGs o losgremios pueden acogerse a instrumentos de legitimacin nuevos yreconocidos como son la Ley 70, las medidas de descentralizacinoelintersrenovadodelgobiernocentralparalazona,porrazones

    poltico-estratgicas. Para los pobladores negros, y aunque sea demanera dispersa y fragmentada, se elaboran nuevos espacios de au-

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    tonoma alrededor de los territorios colectivos titulados y de unvasto territorio-regin de las comunidades negras en el Pacfico.Esto les permite asegurar el control de las tierras a la vez que les

    abrenuevasvasdeinsercinenlosprogramas,gubernamentalesono, que se encargan de financiar proyectos alternativos de desa-rrolloenelPacfico.Elterritoriosevuelverecursoens,sobretodoen el marco de proyectos de desarrollo sostenible que pretendenprivilegiar las comunidades campesinas y tnicas por su papel en laconservacin de los recursos naturales. Como se analiz con deta-lle en un consejo comunitario (ACAPA, municipio de Pizarro), latitulacin colectiva puede dar paso a un empoderamiento por par-te de las comunidades o de algunos de sus lderes con sus eviden-tes limitaciones, llegando incluso a fomentar una nueva institu-cionalidad local basada en la defensa de la biodiversidad (Rivas,2000). Por otro lado, cierto desarrollo econmico se da alrededorde las actividades agro-industriales y del desarrollo urbano, conpasos hacia la integracin con la sierra vecina y el interior del pas(Pasto). La marginacin geogrfica de la regin frente al pas, eter-na fuente de queja por parte de los tumaqueos, tendra a dismi-nuir. Estos dos pilares de la dinmica regional los territoriosnegrosyelsectoragroindustrialseapoyanenrecursosydiscursoslegitimados de afuera pero reapropiados y movilizados por actores

    locales (discurso tnico y biodiversidad por un lado, progreso eco-nmico e integracin macroregional por otro).

    La sociedad regional se podra desarrollar con base en lacomplementariedad entre estos dos proyectos, siempre y cuandoexistan canales de discusin y negociacin entre ambos. En el con-texto del Pacfico el trmino sociedad regional no es neutro ni re-trico. En efecto el vocablo sociedad casi no se oye cuando se ha-bla del Pacfico, que todava se percibe como un espacio donde vi-ven grupos, poblaciones, comunidades, veredas, gente,

    palabras seguidas inmediatamente del adjetivo negro o negra.La concepcin mayoritaria sigue viendo en el Pacfico colombianoun conjunto de entidades sociales elementales y separadas, signifi-cantes sobre todo por su pertenencia tnico-racial. De alguna for-ma,seopone,talycomolohacaTnnies(1922)ensuteoraclsi-ca, la sociedad (gesellschaft), noble en su modernidad, a la co-munidad (gemeinschaft) reducida a ciertos territorios y ciertos re-gistros de legitimacin.13 La nocin de comunidades negras ela-borada desde la Constitucin por intelectuales y militantes tni-

    cos, reviste ciertamente otro significado, que entre otras cosas re-basa fronteras geogrficas para proponer un sentido ciudadano

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    de la identidad tnica. Las comunidades negras de hoy se reivin-dican como parte activa de la Nacin y de la modernidad. Sin em-bargo, esta innovacin conceptual y poltica no puede borrar si-

    glos de estigmatizacin y de reduccin de toda una poblacin or-ganizada a su sola caracterstica cultural o racial. Proponeracuar el trmino de sociedad regional traduce la voluntad dedesparticularizar el Pacfico, reconocindole unas dinmicas soci-ales, econmicas y polticas que se entienden por el contexto actu-al y sus antecedentes histricos, ms que por una supuesta especi-ficidad cultural negra. En cuanto miembros de una sociedad re-gional como existen otras en el pas (la regin paisa, la regin cos-tera, etc.), los habitantes se entienden como ciudadanos, a la vezque como comunidades negras.

    De la misma manera, el trmino regin (ms comn es cier-to) representa todava un reto para los habitantes, las organizacio-nes y los polticos para concebir acciones que derivan en una ver-daderaconstruccinregional.NoescasualidadquelaAgendaXXIpara el Pacfico (2000) haya adoptado como lema Hacer regin,en aras de juntar iniciativas y propuestas de desarrollo para los pr-ximos 25 aos.

    La segunda interpretacin resalta los factores de posiblefragmentacin social, poltica y territorial. Las dinmicas actualesconsolidan lgicas poltico-territoriales por parte de grupos que selegitiman en registros distintos, llegando en concreto a una yuxta-posicin de espacios de estatutos diversos: territorios colectivos decomunidades negras, resguardos indgenas, grandes plantacionesprivadas,concesionesmadereras,reservasnaturales,etc.Peroeles-pacio no es extensible, y empiezan a darse situaciones de compe-tencia territorial que adquieren matices tnicos, socioeconmicoso polticos segn los casos. Cada grupo lucha por obtener recur-sos propios, amparado en un dispositivo jurdico-legal y un apara-

    to institucional especfico (Ley 70 para las comunidades negras,Ley 60 para los indgenas, leyes fundamentales de la propiedadprivada para los agroempresarios). La fragmentacin territorial,tnica y poltica tiene entonces sustento legal, cuando los habitan-tesdelosdistintostiposdeterritoriosnoseacogenalasmismasle-gislaciones.

    De hecho, los conflictos entre organizaciones tnico-territo-riales negras y grupos indgenas sean familias o resguardos ente-ros se multiplican a medida que se confirman las titulaciones de

    territorios colectivos (sobre todo en Choc). En Nario los con-flictos oponen principalmente los consejos comunitarios a empre-

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    sarios agroindustriales palmicultores. Estos ltimos se apoyan enlas polticas nacionales de desarrollo de la agricultura comercialpara afianzar su presencia iniciada en los aos 1950 y proseguir

    una expansin espectacular en los ltimos meses, en especial en laregin del Mira. Compitiendo por espacio con proyectos de terri-torios colectivos, promueven entre los pequeos agricultores ne-gros un proyecto de desarrollo agrcola en asociacin con ellos,prometindoles crdito, asesora tcnica y garanta de compra delproducto. Les ofrecen adems ciertas facilidades para titulacionesindividuales de sus parcelas, con lo que se enfrentan brutalmente alos Consejos Comunitarios que gestionan la titulacin colectivasobre las mismas tierras. En efecto, en la lgica agroindustrial, laconsolidacin de los derechos de propiedad es condicin necesariapara suscitar mayor circulacin de bienes, productos y trabajado-res,eintegraralospobladoresnegrosensusistemadeproduccin.

    Ambos proyectos, el empresarial y el tnico-territorial, se en-frentan en condiciones de enorme desigualdad de recursos econ-micosypolticos.Elprimerogozadecapitalpropioyapoyonacio-nal indefectible, mientras el segundo difcilmente logra reunir es-fuerzos y voluntades para construir un proyecto alternativo.

    Hace unos meses (en Agier, Barbary, Hoffmann, Quintn,Ramrez y Urrea, Espacios regionales, movilidad y urbanizacin,dinmicas culturales e identidades en las poblaciones afrocolom-bianas del Pacifico sur y Cali. Una perspectiva integrada. Informefinal para COLCIENCIAS, del Proyecto CIDSE-IRD aCOLCIENCIAS, 2000), podamos presentar as las tendenciasopuestas de un dispositivo socio-espacial muy original, y discutirsobre sus posibles desarrollos. En aquel momento nos preguntba-mos: cunto tiempo puede durar esta situacin esquizofrnica,donde cohabitan en un mismo espacio actores anclados en lgicasde poder y de expansin territorial, bien armados aunque sea con

    armas de distintos tipos (econmica, poltica, militar)? Todo pare-ce indicar que ya tenemos respuesta, y que la historia regional sefue por el camino del enfrentamiento y la violencia, como veremosa continuacin.

    Conclusin: el devenir ya es pasado. Una regin hacia laanomia

    En los ltimos meses la situacin se ha vuelto preocupante.Los cultivos de coca se extienden en los campos. El control de las

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    tierras bajas productoras de coca por un lado, y la constitucin deun corredor entre la zona de despeje de las FARC y el Oceano Pac-fico por otro,14 llevan las guerrillas a acentuar su presin sobre el

    pacfico. Al mismo tiempo, las fuerzas paramilitares, presentesdesde hace algunos aos en la zona de Tumaco,15 buscan oponersea estas tentativas y amenazan a todos los activistas de la sociedadcivil, incluyendo en estos a los militantes tnicos, sus asesores deONG o de la Iglesia Catlica, los sindicalistas, etc. El ejrcitoabandon en los aos recientes sus bases de Caunap y de Candeli-lla de la Mar esta ltima pronto recuperada por paramilitarespero refuerza su presencia en la ciudad de Tumaco con la creacinrecientedeunaunidadnavalquetendraasucargoelcontroldelazona de frontera internacional.16 Finalmente, denuncias reiteradasconciernen a los grandes agentes econmicos que, sintindoseamenazados por la situacin de crisis, pagan actores armados porsu proteccin a la vez que aprovechan la situacin para ampliar suscapitales. En particular, la palmicultura busca expandirse, como loacabamos de ver, compitiendo por el espacio con los futuros terri-torios colectivos de los Consejos Comunitarios negros.

    Asumo el riesgo de alimentar el pensamiento apocalptico,peroquieroprecisarqueestainterpretacinreposaenhechoscom-probados. Asesinatos selectivos, desplazamientos colectivos, ame-nazas a lderes que buscan refugio en las capitales y hasta masacresson denunciados por ONGs serias (Amnesty Internacional) comopor la Iglesia: en Llorente-Tumaco en febrero 2001, en el AltoNaya en abril del mismo ao (acciones compartidas entre fuer-zas guerrilleras y paramilitares), en Imbili-Mira tambin en2001... El 19 de septiembre 2001 fue asesinada Yolanda Cern,que era pilar del trabajo de la Pastoral con las comunidades negrasen Nario.

    La regin parece seguir un proceso de aborto regional, de

    dislocacin social, poltica y territorial. Las personas y grupos in-volucrados en los movimientos sociales no pueden competir conlos recursos que se ofrecen por parte de los agentes legales (los pal-micultores) o ilegales (la coca o los paramilitares). En situacioneseconmicas de extrema precariedad, las poblaciones tanto ruralescomo urbanas pueden vislumbrar estas alternativas como una so-lucin a corto plazo a sus dificultades del momento, y se alejan decualquier movilizacin que les exija tiempo y recursos, sin ofrecergaranta de xito. Por su parte, las dinmicas polticas tradiciona-

    les (poltico-electorales esencialmente) parecen volver a sus cau-ces antiguos marcados por el clientelismo. Despus de un inter-

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    medio cvico en el que se eligi un alcalde nativo y cercano al sec-tor popular de Tumaco (Newton Valencia, 1997-2000), el debatepolticolocalsereducedenuevoaunenfrentamientoentrelastres

    facciones del liberalismo que se comparten el poder local desdehace dcadas (cf. Hoffmann, 1999a).El manejo complejo del espacio por parte de los distintos ac-

    tores locales y regionales nos lleva a plantear la categora de capi-tal espacial, siguiendo a Levy (1994): un capital multivalor (poly-valent), que como cualquier capital es canjeable, es decir suscep-tible de generar intereses realizables bajo otras modalidades, po-lticas y econmicas principalmente, pero tambin en capitalsocial o capital cultural (cf. Levy, 1994). En el contexto nacionalcolombiano esta categora analtica es de evidente pertinencia paraentender las actuaciones de los grupos guerrilleros y paramilitaresen el marco de las negociaciones de paz; el control territorial es de-cisivo para adquirir poder de negociacin, la zona de despeje sevolvi uno de los capitales ms estratgico de los que disponen lasFARC en la actualidad.

    En el Pacfico se vuelve asimismo una nocin que ayuda aentender los procesos contradictorios que se tejen alrededor de lasreivindicaciones tnicas. Los territorios colectivos representan amenudo, para las poblaciones rurales negras que ya lograron la ti-tulacin, su nico capital reconocido por las agencias guberna-mentales. Se volvieron as un recurso para acceder al mundo de lasinstituciones, pero en el mismo momento son tambin un escena-rio de competencia con los vecinos. El espacio tnico es ahora co-diciadoypeleadoencuantotal,mientraselmismoespaciogeogr-fico se ha vuelto objeto de inversiones financieras cuantiosas porpartedeactoresforneosalaregin.Elcontrolylaapropiacindelespacio es objeto de negociacin y competicin, arreglos, y accio-nes llevadas por actores que disponen de medios disproporciona-

    dos entre s y tienen objetivos variados (movimientos sociales,perotambinaccionesindividuales,sociedadcivil,partidos,etc).

    Los procesos de transformacin socio-espacial que hemosdescrito, y los esquemas quepresentamos para cada configuracin,demuestran una vez ms que el espacio geogrfico no determinanunca, de por s, dinmicas sociales o polticas particulares, peroque stas tampoco se pueden librar de la dimensin espacial. Losejemplos citados mostraron como un territorio marginado y aisla-do se vuelve estratgico en el marco del conflicto armado, cuando

    otra microregin decae por culpa de una iniciativa individual quele quit todos sus recursos (el canal Naranjo). Algunas polticas

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    conciernen tierras y espacios concretos (los ros) mientras otras sefundan en criterios tnicos, pero todas tienen consecuencias sobrela organizacin regional. La morfologa del espacio regional cam-

    bia segn las funciones que asumen sus distintas partes para losdistintos actores, en un contexto histrico dado.Las dinmicas socio-espaciales se asocian a cambios de otro

    orden, sea econmico, cultural o poltico. En estas interacciones elanlisis evidenci procesos de retroalimentacin entre los nivelesdelcentroydelasperiferias,delolocalydeloglobal.Lastransfor-maciones poltico-tnicas, por ejemplo, suponenprocesos creativospor parte de los actores individuales y colectivos que intervienenen ellas, como pueden ser procesos de invencin/recuperacin dela tradicin para algunos, o de elaboracin de nuevos esquemas departicipacin ciudadana para otros. En ambos casos exige de losactores, campesinos de base o dirigentes de organizacin tni-co-territorial, una cierta capacidad para jugar con los distintos ni-veles y registros de legitimacin.

    Por otra parte, los actores intervienen con capitales sociales,polticos, econmicos y culturales variados y sumamente desigua-les. La negociacin entre los actores locales, entre ellos y el Estadoo los actores regionales, es en s una innovacin que requiere de unaprendizaje, a veces brusco e incluso violento. En este proceso deaprendizaje aparece una nueva categora sociopoltica: la de losmediadores(brokers en ingles o courtiers en francs), com-puesta por asesores, dirigentes, militantes de ongs o expertos loca-les. Son personas capaces de manejar lenguajes distintos y de ela-borar traducciones entre dos mundos (por ejemplo el campesinoy el administrativo, o el empresarial y el poltico), y sobre todo songente que saben de los dos mundos, porque, de alguna manera,pertenecen a ambos. En momentos de fuerte recomposicin comoes el caso en Colombia, se vuelven rpidamente actores polticos

    que aspiran a recomponer los escenarios polticos y las maneras deintervenir en ellos. En el Pacfico, son ellos los que difunden losdiscursos universales (etnicidad, derechos humanos, medioam-biente, biodiversidad) hacia el campo, a la vez que controlan los re-cursosmonetariosqueestnasociadosatravsdelaelaboracindemltiples proyectos que hoy estructuran la vida asociativa en elPacfico como en otras regiones del pas y del planeta.

    La modernizacin (escolarizacin, comunicacin, entradade capital) y la modernidad (etnicizacin, ecologizacin de los

    discursos) implican nuevos modelos de sociabilidad en los que laCiudadjuegaunpapelpreponderante.Laurbanizacindelaspo-

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    blaciones del Pacfico es un hecho que ya no se puede menos-preciar, tanto en las regiones (Buenaventura, Quibd, Guapi, Tu-maco) como en las principales ciudades del pas, por efecto de las

    migraciones. Cali, destino principal de los migrantes del Pacficosur, adquiere una posicin central en el dispositivo so-cio-migratorio de nivel macroregional y aun nacional (cf. artculode FU-OB). Estos cambios vuelven ms complejas las construcci-ones identitarias que se han elaborado principalmente, hasta hoy ypara las comunidades negras, desde lo rural y lo territorial (cf. art-culodeAgieryQuintnenestemismonmero),peroqueataenatoda la poblacin afrocolombiana.

    Notas

    1. Este anlisis da cuenta de los resultados del proyecto de investigacin llevado a caboentre 1996 y 2000, por el CIDSE-Universidad del Valle (Colombia) y el IRD (Fran-cia): Organizacin social, dinmicas culturales e identidades de las poblacionesafrocolombianas del pacfico y suroccidente en un contexto de movilidad y urbani-zacin, coordinado por F.Urrea y M.Agier, en el cual participaron media docena deinvestigadores. En este artculo me refiero bsicamente a resultados obtenidos porN. Rivas, sociloga, C. Agudelo, tambin socilogo, y yo, gegrafa. Otros investiga-dores aportaron elementos, los menciono en el texto.

    2. Cf. el modelo aldeano parental de Gilma Mosquera y Jacques Aprile (1999).3. Estas caractersticas tambin se haban recalcado, desde otro punto de vista, en el tra-

    bajo de Restrepo en la costa norte de Nario (Restrepo y del Valle,1996).4. Al contrario de lo que encontr Nancy Motta por ejemplo, en el Salahonda de los

    aos1970,loquelallevainterpretarlasdinmicasfamiliaresentrminosdematri-focalidad y alta movilidad matrimonial. Cf. Motta (1975).

    5. Coincidiendo con lo encontrado por Mosquera y Aprile (1999).6. Este cuestionamiento tambin se dio, en el proyecto, desde otro enfoque, con las mi-

    radas antropolgicas de Pedro Quintn (1999) y las de Alfredo Vann (1999) sobremigracin.

    7. Es por esta razn que no usamos el trmino territorio en esta configuracin so-cio-espacial; en cambio, ser fundamental en el tercer modelo analizado, el de la mo-vilizacin poltica, que se construy en gran parte sobre esta nocin.

    8. A tal punto que hoy los municipios del norte reclaman su secesin de Nario paraacogerse al Departamento del Valle (El Pas, 2 de julio de 1999).

    9. En la ensenada de Tumaco, cf. Arocha (1999).10. Entre las medidas importantes asociadas a la ley de descentralizacin est la eleccin

    de alcaldes populares, en lugar del nombramiento de los alcaldes por el gobernadordel Departamento, como era antes.

    11. Corporacin para el Valle del Cauca. Institucin encargada de los proyectos de de-

    sarrollo en la parte sur del Pacfico colombiano hasta fines de los 1990 en que se cons-tituyencorporacionesencadadepartamento.EnNario,laCVCfueparticularmen-

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    te activa en la dcada de los noventa, por sus programas de desarrollo rural en coope-racin con Holanda.

    12. En 1988 unas manifestaciones en contra del deterioro del servicio pblico en Tuma-co terminan por una confrontacin violenta en el centro de la ciudad, la destruccin

    de edificios pblicos, varios incendios y hasta una persona muerta. Este episodio esconocido como el Tumacazo en referencia al Bogotazo, de 1948, que marc el ini-cio de la violencia en Colombia.

    13. La concepcin de comunidad cerrada y autnoma, y su evolucin hacia la integra-cin a la sociedad, fue desarrollada, entre otros, por Redfield, Robert (1944).

    14. En una entrevista conun periodista en mayo 1999, Marulanda expresabaclaramentelas aspiraciones de las FARC a controlar una va al mar en la zona sur del pas.

    15. LosparamilitaresanunciaronsullegadaaTumacoparael10deenerode1999(voxpopuli) y empezaron acciones de limpieza social contra delincuentes el ao si-guiente.

    16. Muchos son los que denuncian incursiones del ejrcito en el trfico de coca en lazona, y sus lazos con los paramilitares.

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