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 El Archivo de la Frontera es un proyecto del Centro Europeo para la Difusión de las Ciencias Sociales (CEDCS), bajo la dirección del Dr. Emilio Sola, con la colaboración tecnológica de Alma Comunicación Creativa. www.cedcs.org [email protected] [email protected] www.miramistrabajos.com HISTORIA DE UN DESENCUENTRO. España y Japón, 1580-1614. Emilio Sola Colección: E-Libros – Historia de un desencuentro Fecha de Publicación: 5/05/2012 Número de páginas: 122 I.S.B.N. 978-84-690-5859-6 Licencia Reconocimiento – No Comercial 3.0 Unported. El material creado por un artista puede ser distribuido, copiado y exhibido por terceros si se muestra en los créditos. No se puede obtener ningún beneficio comercial. Archivo de la Frontera: Banco de recursos históricos. Más documentos disponibles en www.archivodelafrontera.com 

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    El Archivo de la Frontera es un proyecto delCentro Europeo para la Difusin de las CienciasSociales (CEDCS), bajo la direccin del Dr. EmilioSola, con la colaboracin tecnolgica de AlmaComunicacin Creativa.

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    HISTORIA DE UN DESENCUENTRO.Espaa y Japn, 1580-1614.

    Emilio Sola

    Coleccin: E-Libros Historia de un desencuentroFecha de Publicacin: 5/05/2012Nmero de pginas: 122I.S.B.N. 978-84-690-5859-6

    Licencia Reconocimiento No Comercial 3.0 Unported.

    El material creado por un artista puede ser distribuido, copiado yexhibido por terceros si se muestra en los crditos. No se puedeobtener ningn beneficio comercial.

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    HISTORIA DE UN DESENCUENTROEspaa y Japn, 1580-1614

    INDICE

    Nota inicial

    INTRODUCCION. Japn a finales del siglo XVI. La poblacin y la cristiandad del Japn.El comercio hispano-japons.

    CAPTULO I: 1. Primeros contactos hispano-japoneses hasta 1580. 2. La cristiandad deJapn y la embajada a Roma de 1582. 3. Los aos de gobierno de Gonzalo Ronquillo dePealosa (1580-1583). 4. Los corsarios japoneses y las Filipinas.

    CAPTULO II: 1. El gobernador Santiago de Vera y la fama de la cristiandad japonesa.

    2. Las embajadas del daimyo de Hirado y de la ciudad de Nagasaki. 3. Ambigedad de lasituacin tras el gobierno de Santiago de Vera.

    CAPTULO III: 1. Hideyoshi Toyotomi, nuevo seor del Japn. 2. Avisos de Japninquietantes para los hispanos. 3. La primera embajada de Harada en Manila. 4. Laembajada de Juan Cobo a Hideyoshi Toyotomi. 5. La segunda embajada de Harada.

    CAPTULO IV: 1. Embajada de Pedro Bautista y envo de franciscanos a Japn. 2. Laembajada de Pedro Gonzlez de Carvajal. 3. Embajada de Jernimo de Jess. 4.Optimismo en Manila y proyectos expansivos. 5. LaRalacin de las cosas de Japndelfraile mrtir Martn de Aguirre o de la Ascensin. 6. Triunfo castellano-mendicante en lacorte hispana.

    CAPTULO V: 1. Navegacin y prdida del galen San Felipe. 2. Los martirios deNagasaki de febrero de 1597. 3. Polmicas sobre los sucesos de Nagasaki. 4. Reaccin enManila y en la corte espaola.

    CAPTULO VI: 1. Embajada de Luis de Navarrete y contestacin de Hideyoshi. 2. Japna la muerte de Hideyoshi Toyotomi. 3. Nuevas perspectivas de las relaciones hispano-

    japonesas. 4. Embajada de Jernimo de Jess. 5. La cuestin de los breves pontificios.

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    CAPTULO VII: 1. Los holandeses en Extremo Oriente. 2. La embajada de PedroBurguillos. 3. La prdida del galenEspritu Santo. 4. Las relaciones hispano-japonesashasta 1608.

    CAPTULO VIII: 1. Recrudecimiento de la cuestin de los breves pontificios. 2. La

    intervencin del Consejo de Estado. 3. Triunfo en la corte hispana de los castellano-mendicantes. 4. El nuevo breve de Paulo V.

    CAPTULO IX: 1. Rodrigo de Vivero y Velasco en las islas Filipinas. 2. El viajeaccidental del galen San Franciscoa Japn. 3. Rodrigo de Vivero en Yedo y Suruga. 4.Gestacin de la embajada de Alonso Snchez a Espaa. 5. Rodrigo de Vivero y JuanCevics, dos posturas enfrentadas.

    CAPTULO X: 1. La expedicin de Sebastin Vizcano. La embajada del daimyo deSenday Date Masamune. 3. La embajada de Alonso Muoz a Espaa. 4. Sebastin

    Vizcano y Luis Sotelo en Mxico. 5. La embajada de Hasekura Rokuyemon en Madrid yen Roma. 6. La embajada de Diego de Santa Catalina y fin de las relaciones oficialeshispano-japonesas. 7. Final.

    A MODO DE CONCLUSIN, con dedicatoria y envos finales.

    APNDICE BIBLIOGRFICO.

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    Nota inicial

    A lo largo del presente trabajo aparecer con frecuencia la denominacin de partido aplicada a

    cada uno de los grupos de opinin y accin en Extremo Oriente; prescindiendo de matizacionesexcesivas y poco prcticas, se refiere esta denominacin a los dos grupos fundamentales que seenfrentaron en Asia en el siglo XVI y primeros aos del XVII, o sea, a los portugueses y a loscastellanos; al grupo portugusque pretenda que la colonizacin y explotacin comercial deExtremo Oriente se llevara a cabo desde las tierras de la India Oriental portuguesa, con base enGoa estaban muy unidos los jesuitas, pues ellos haban llevado a cabo la evangelizacin yatencin espiritual de las tierras controladas por los portugueses. Al grupo castellano o espaolse haban de uniren cierto modo como reaccin en parte por necesidades que se irn viendo alo largo de este trabajolos agustinos, los dominicos y, sobre todo, los franciscanos. De ah ladenominacin de partido jesutico-portugus y partido castellano-mendicante dada a estos dosgrupos, manifestacin del encuentro de intereses de las Coronas ibricas en el Pacfico.

    Igual problema terminolgico apareci con las acciones de pillaje contra las costas filipinas ylos barcos espaoles y chinos llevadas a cabo por japoneses particulares; las palabras corsarios ypiratas se usaron indistintamente y sin demasiadas precisiones. La terminologa de ladocumentacin espaola de la poca condicion, a veces involuntariamente, la de este trabajo.

    En cuanto a las abreviaturas utilizadas en las notas documentales, responden a los archivossiguientes:

    A.G.I. Archivo General de Indias de Sevilla.A.G.S. Archivo General de Simancas de Valladolid.R.A.H. Real Acacemia de la Historia de Madrid.B.N.M. Biblioteca Nacional de Madrid.B.P.O. Biblioteca del Palacio de Oriente.A.S.N. Archivo Histrico Nacional de Madrid.A.M.H. Archivo del Ministerio de Hacienda de Madrid..

    INTRODUCCIN

    En el primer decenio del siglo XVII, el fracaso de las relaciones hispano-japonesas fue una delas manifestaciones clave de la crisis del imperio espaol en Asia, crisis paralela a la que habacomenzado a manifestarse tambin en Europa an en vida Felipe II. Las Molucas, Formosa,

    Camboya y otros puntos del sudeste asitico y China fueron tierras que protagonizaron lasltimas tentativas de la ya dbil fuerza expansiva hispnica. Japn no fue ms que unprotagonista ms, aunque el de mayor personalidad propia en sus relaciones con los espaoles,as como el que hizo abrigar ms fundadas esperanzas en la posibilidad de crear una polticaasitica ambiciosa.

    Los proyectos del gobernador Francisco de Sande (agosto,1575-junio,1580) de conquista deChina tras la embajada del agustino fray Martn de Rada, que el jesuita Alonso Snchez hizollegar a la Corte espaola (1586); las expediciones a las Molucas, la de 1582, capitaneada porJuan Ronquillo, sobrino del gobernador Ronquillo de Pealosa, y la de 1589, al mando delcapitn Pedro Sarmiento, as como la de 1593, en la que encontr la muerte el gobernadorGmez Dasmarias a manos de los remeros chinos sublevados; la labor de este gobernador(mayo, 1590-octubre,1593) por dotar de fuerza militar defensiva y ofensiva a las Filipinas y el

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    entusiasmo de su hijo y sucesor provisional en la gobernacin Luis Prez Dasmarias por todolo que fuesen campaas fuera de las islas espaolas que le llev a preparar con su dinero unaexpedicin a Camboya; los proyectos contra la isla Hermosa como paso previo a una futuraintervencin en el continente asitico, as como diferentes planes de alianza con diversospueblos extremo-orientales, eran manifestacionesnormales en los medios castellanos deFilipinas del ltimo cuarto del siglo XVI y apoyados por amplios sectores de la poblacin deun espritu expansivo que an no se haba perdido en la vanguardia del imperio espaol enOriente.

    Pero las islas Filipinas en aquellos momentos no eran un punto de partida idneo paraambiciosos planes. Las islas del sur del archipilago, e incluso algunas regiones de la misma islade Luzn , eran un foco continuo de problemas para los espaoles; los envos de fuerzasmilitares desde Mxico eran insuficientes; la afluencia de mercaderes chinos y japonesescrearon una poblacin numerosa de estos pueblos en Manila que en ocasiones puso en peligro eldominio espaol con sangrientos levantamientos, como el de los sangleyes (chinos) la vsperade San Francisco de 1603, sofocada con ayuda de los japoneses. Los portugueses, por otra parte,no vieron con buenos ojos aquel agresivo proceder de los espaoles de Filipinas, tan contrario a

    sus usos fundamentalmente comerciales, e incluso acusaron en la Corte a los castellanos deemprender o iniciar demasiadas campaas con escasas fuerzas, lo que haca que los pueblos deExtremo Oriente, no sometidos tras semejantes campaas, recelasen cada vez ms de sus nuevosvecinos, recelo este que repercuta negativamente en los intereses comerciales de la Corona dePortugal.

    En la corte espaola los asuntos de Extremo Oriente eran algo lejano. Durante los aos dereinado de Felipe II la poltica europea y la reciente unin en su persona de las Coronas dePortugal y Espaa (1580) aconsejaron una actuacin moderada en Asia que evitase excesivosgastos, por un lado, y conflictos con los portugueses, por otro. Felipe III tambin recomenduna poltica amistosa con los vecinos de las islas espaolas. La gobernacin de Filipinasconservaba, sin embargo, cierta iniciativa en lo que haba que hacer en el Pacfico, como lo

    muestran las empresas concebidas a finales de siglo, pero iniciativa condicionada por la escasezde medios para llevar a cabo los proyectos que fuesen un poco ambiciosos.La presencia de los frailes y el importante lugar que ocupaba su labor evangelizadora en lamente de los rectores del imperio espaol condicion tambin la actuacin desde las Filipinas.Los problemas estrictamente frailunos se fueron confundiendo cada vez ms con los problemaspolticos y comerciales o econmicos. Un texto de don Francisco de Huarte al comentar laembajada de fray Luis Sotelo es expresivo al respecto: Las controversias entre frailes, sus celos

    y paliadas ambiciones, particularmente las que han arado las Indias, Usa las conoce mejor, y

    cun fcilmente por trminos modestos se abrasan unos a otros, con que no me atrever a

    calificar nada de los que han venido ni quedan en el Japn; pero a pocas brazas descubrir la

    sonda de Usa cuanto convenga, que la ma es muy limitada.1 En el caso concreto del Japn, lapugna entre mendicantes agustinos incluidos en ese grupoy jesuitas fue particularmente

    dura.

    La aparicin de los holandeses en el sudeste asitico fue factor decisivo para poner fin a losltimos intentos expansivos de los espaoles en Asia. Los holandeses, sin ninguna preocupacinextraeconmica o extracomercial que pudiese entorpecer sus relaciones con los pueblosasiticos, pronto medraron en aquellos mares. La lucha contra los corsarios holandeses eingleses en menor medidapolariz todas las fuerzas que tenan los espaoles en Filipinas,teniendo que renunciar a cualquier intento de poltica agresiva en el Pacfico. Entre las fcilesconquistas holandesas all estuvo la amistad del Japn de los Tokugawa.

    1

    A.G.I. Filipinas, legajo 1, ramo 4, nmero 224. Copia de carta de don Francisco de Huarte para elmarqus de Salinas, de 4 de noviembre de 1614.

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    A la muerte del gobernador don Juan de Silva (abril, 1609-abril, 1616), precisamente en unafracasada expedicin a las Molucas, el archipilago filipino estaba atravesando por un momentomuy difcil; una carta del provincial de la Compaa de Jess, padre Valeriano de Ledesma, enla que describe el acoso holands y la penuria econmica por el poco trato de las naves de Chinay Nueva Espaa siete navos, dice, de China han venido hogao donde solan venir cincuentao sesenta--, es uno de los documentos ms plsticos a este respecto2. El aire desalentado de todala carta y la peticin de ayuda muestran una triste imagen de la vanguardia del imperio espaolen Asia. Las relaciones con Japn, una pieza ms en el juego de poderes en Extremo Oriente,acababan de definirse desfavorablemente a los intereses hispano-portugueses.

    Las relaciones hispano-japonesas no fueron algo excepcional al margen de los sucesoscontemporneos, sino que estaban conectados con ellos e incluso con los acontecimientoseuropeos.

    La pugna hispano-portuguesa domin durante aos, sobre todo los iniciales, las relacionesespaolas con Japn, hasta el punto de que don Santiago de Vera no aprovech todo lo que lmismo hubiera deseado las ofertas del daimyo o seor feudalde Hirado, debido a la

    hostilidad portuguesa a un inicio de relaciones castellanas con aquel pas. La unin de lascoronas portuguesa y castellana en la persona de Felipe II no cambi el statusen ExtremoOriente ms de lo que lo hizo en los otros territorios de los imperios ibricos. Los consejos deIndias y de Estado, sin embargo, apoyaron claramente las pretensiones y planes espaoles paraExtremo Oriente frente al de Portugal, como se trasluce con claridad de las consultas de losprimeros aos del siglo XVII. A partir de 1608 la tensin entre portugueses y castellanos cedisu puesto a la creada entre las dos alas extremas delpartidocastellano, la partidaria de amplioscontactos con Japn y la que deseaba que estos contactos fueran limitados y no ms amplios quelos mantenidos hasta entonces.

    La pugna hispano-holandesa e hispano-inglesa se manifest prontamente en el Pacfico einfluy mucho en las relaciones entre los castellanos y los japoneses. Debido a la lejana de la

    metrpoli de aquellas regiones y a su papel secundario en el imperio hispnico, el empujeholands, y en menor medida el ingls aunque la presencia del ingls William Adams en lacorte Tokugawa fue importante--, tuvieron xitos ms rotundos; uno de ellos fue el dominio enmuy pocos aos de todo el comercio occidental con Japn, desplazando a portugueses yespaoles. La debilidad espaola comenz a sentirse antes en el Pacfico que en el Atlntico,antes en el mar de la China y en el mar de Japn que en Europa. En 1610 el gobernador Juan deSilva se quejaba de que los japoneses iban ya desestimando (a los castellanos)y haciendomucha estima de los holandeses3, que como Vuestra Majestad no enva armada tiene muy

    perdido el crdito en estas partes4.

    Las motivaciones espaolas y japonesas en los contactos entre ambos pueblos eran diferentes.A los japoneses les mova un inters exclusivamente comercial y econmico; para que

    acudiesen comerciantes occidentales a sus costas y puertos, los daimyos llegaron a permitir, eincluso favorecer, la predicacin de los frailes cristianos. Tokugawa Ieyasu, muerto HideyoshiToyotomi, se apresur a restaurar las relaciones amistosas con los espaoles, interrumpidastrgicamente con los sucesos de febrero de 1597 en Nagasaki los martirios de Nagasaki, prontopopularizados en el mundo catlico europeo--, y lleg a proponerles el plan ms ambicioso queJapn ofreci a Occidente antes del siglo XIX: el comercio hispano-japons entre Amrica yAsia, la concesin de la educacin marinera de un pueblo esencialmente marinero y la

    2R.A.H. Manuscritos, 9-2667, legajo 1, nmero 24. Copia de carta del padre Valeriano de Ledesma alrey, de 20 de agosto de 1616.3A.G.I., Mxico, legajo 2488. Carta de don Juan de Silva al rey, de 16 de julio de 1610.4

    A.G.I., Filipinas, legajo 20, ramo 2, nmero 83. Carta de don Juan de Silva al rey, de 16 de julio de1610.

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    explotacin de la plata del Japn. Todo haca suponer una alianza hispano-japonesa en ExtremoOriente que, dadas las caractersticas de los dos pueblos, prometa ser decisiva para el futuro deAsia Oriental. Pero los espaoles no llegaron a asimilar un tipo tan peculiar de colonizacinenel que los dos pueblos, de culturas aunque dispares parejas en importancia, se situaban enposicin de igualdad, teniendo que renunciar a los usos tradicionales que haban venidoutilizando en su expansin en Africa, Amrica y Asia.

    Las motivaciones castellanas no eran exclusivamente comerciales y econmicas. Eran, enprimer lugar, espirituales, al menos tal y como se expres con reiteracin en la documentacinoficial espaola y en escritos de carcter ms privado; la evangelizacin del pas fue la metainmediata que se propusieron los castellanos y, en algunas ocasiones, previa para una mayorapertura de contactos. Matiz retrico, pero tambin real, de hecho. Pero los aspectoseconmicos de la cuestin no eran, por ello, secundarios; ni los estratgicos y militares, muchasveces de pura supervivencia.

    El comercio hispano-japons era el de mayor importancia para las Filipinas despus delcomercio con los chinos y al margen del obligado y vital contacto con Nueva Espaa. El partido

    castellano-mendicante defendi con brillantez este comercio frente al partido jesutico-portugus, hasta conseguir el apoyo de la corte espaola a sus deseos. Mas cuando los espaolesde Filipinas vieron peligrar el monopolio que tenan del comercio entre Extremo Oriente yAmrica con la apertura comercial del puerto de Acapulco a los japoneses, todos los logros delpartido castellano-mendicante se derrumbaron. Fue un motivo econmico lo que produjo ladesunin y crisis del partido castellano y el consiguiente desacierto o fracaso sin ms en lasrelaciones con Japn. La consecuencia inmediata de no ver los japoneses satisfechas susexigencias econmicas y comerciales, siempre diferidas, fue el cambio de actitud ante lospredicadores del cristianismo y el trato de favor dado ya abiertamente a los comerciantesholandeses. La privanza de William Adams, el fracaso de Sebastin Vizcano, as como laactuacin de algunos cristianos japoneses en actos ilegales y en la oposicin poltica a losTokugawa, confluyeron desfavorablemente para las relaciones hispano-japonesas.

    En la documentacin castellana se cita el miedo al pueblo japons como factor importante parano acceder a los deseos de Tokugawa Ieyasu antes expresados. Esto, ms que una causaefectiva, fue una disculpa de los espaoles de Filipinas para que no triunfara en la Corte el alaextrema del partido castellano, encabezada entonces por Rodrigo de Vivero, puesto queanteriormente se haba hablado de un temor similar de los japoneses a los castellanos y susmtodos expansivos: la conversin al cristianismo de una poblacin previa a la ocupacin, yaexperimentada anteriormente en Amrica y en otros puntos de Asia.

    La colonia espaola de las Filipinas tampoco hubiera podido sostenerse ante una actitudagresiva japonesa. A finales del siglo XVI, adems de una treintena de encomiendas reales, nollegaban a 250 los encomenderos en Filipinas, y se calculaba en algo ms de medio milln el

    nmero de filipinos cristianos, atendidos por menos de ciento cincuenta misioneros, ms de lamitad de ellos agustinos.

    JAPN A FINALES DEL SIGLO XVI

    Los aos que van de 1580 a 1614 fueron decisivos en la historia japonesa. Aquel pas extremo-oriental pas en ese tiempo de una situacin interna catica, a causa de las guerras civiles entrelos diferentes daimyos, a una paz firme mantenida durante todo el siglo XVII y el XVIII bajo elgobierno de los Tokugawa. Los dos artfices de este cambio interno de Japn, Hideyoshi

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    Toyotomi y Tokugawa Ieyasu, cubren con su activa presencia dicho periodo de tiempo, elcomprendido entre 1580 y 1614, aos lmite tambin de las relaciones hispano-japonesas.

    Las consecuencias sociales del periodo de guerras internas anteriores a la unificacin del pasbajo Hideyoshi fueron grandes. Los daimyos y el shogn autoridad suprema real, frente almikado o emperador, autoridad suprema terica y divinizada, mero rehn del shogn con losTokugawahaban tenido muchos gastos, lo cual repercuta directamente en su fuentefundamental de riqueza, que era la tierra. Entre la cuarta y la quinta parte de las tierrascultivadas del pas eran del shogn y las restantes estaban controladas por los daimyos. Elprolongado periodo de guerras haba obligado a los campesinos, con excesivos impuestos, aabandonar sus tierras y pasar a formar parte de las tropas del los daimyos; las bandas debandidos armados eran muy abundantes y contribuan a acrecentar el malestar interno del pas.Los samurais o vasallos que tenan derecho a las armas, a lo largo del siglo XVI fueronabandonando el campo e instalndose en las ciudades fortificadas. Hay abundantes testimoniosde los espaoles sobre la militarizacin del Japn en aquella poca, pero la ms extremadaopinin, sin duda exagerada en cuanto a cifras que da, es la de Juan Guerra de Cervantes:Encatorce provincias, escribe, sac un teatino por curiosidad, haba once millones de soldados

    armados

    5

    .Cifra hiperblica, por no decir imposible.

    La poblacin campesina de Japn viva en unas condiciones similares a los siervos de la Europafeudal. Tenan prohibicin expresa de abandonar la tierra y emigrar a las ciudades; debancultivar lo que quisiera el daimyo y sus vestidos y viviendas estaban sujetos a precisas leyessuntuarias; para el pago de sus impuestos, que oscilaban entre el cincuenta y el sesenta porciento de lo producido, los campesinos se agrupaban en asociaciones voluntarias, as como parasus trabajos del campo; el daimyo poda exigir a sus vasallos toda clase de prestacionespersonales. La dura condicin de los campesinos fue vista y juzgada con frecuencia por losespaoles en sus escritos; lleg a inspirar, incluso, un justo ttulo para la intervencin en Japn6.

    El cultivo fundamental era el arroz, pero tambin se daban cultivos de mijo, cebada, trigo, soja,

    verduras y te en las zonas altas. Haba en el campo una artesana o produccin industrial para elconsumo de la casa y para satisfacer la demanda de algn comerciante de la ciudad; lleg adarse cierta emigracin invernal del campo a la ciudad con este motivo. Productos industrialesde importancia eran la seda, la laca, el ndigo, el algodn y el camo. El camo de Japnaparece peridicamente y desde fecha muy temprana entre las compras efectuadas por losespaoles de Filipinas7. En la costa los campesinos alternaban sus trabajos agrcolas con lapesca.

    La industria japonesa slo atenda a la demanda de las clases privilegiadas; los artesanos delvestido, muebles, espadas o armas en general, etc. se agrupaban alrededor de las fortalezas delos daimyos y del shogn; la gran perfeccin tcnica de sus trabajos y el buen gusto convertanen obras de arte muy apreciadas los objetos de uso ms simple. La economa era de tipo natural

    podra decirse--, consuman lo que producan y tan slo compraban sal, metales, medicinas y,los pueblos del interior, pescado.

    5A.G.I. Filipinas, legajo 36, ramo 3, nmero 101. Carta de Juan Guerra de Cervantes a un hermano suyo,de 13 de julio de 1605.6A.G.I., Filipinas, legajo 18, ramo 6, nmero 248. Relacin de las cosas de Japn para don Luis PrezDasmarias, hecha por fray Martn de la Ascensin. Se comenta con bastante extensin la dureza de lasrelaciones vasallo/seor en Japn. Una sumaria exposicin de la situacin de Japn a finales del XVI yprincipios del XVII est en las obras de Allen, Historia econmica de Japn, Madrid, s.f., cuya primeraedicin inglesa es de 1949, de la que se han hecho numerosas ediciones, y de Bersihand, Historia deJapn, Barcelona, 1969, cuya edicin espaola est llena de errores de todo tipo, pero de fcil localizaciny manejo.7

    A.G.I., Filipinas, legajo 7, ramo 2, nmero 89. Cuentas de las Filipinas; agosto de 1608; aqu se citantambin otros productos que anualmente llevaban los espaoles de Japn.

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    La obra de Hideyoshi Toyotomi, una vez bajo su control personal todo Japn, incluy la mejorade la agricultura y la supresin del bandolerismo; su reforma de los impuestos, sin embargo, loshizo ms pesados para los campesinos como en un veinte por ciento. Las campaas militaresllevadas a cabo en su poca de gobierno en Japn movilizaron a gran nmero de hombres delcampo; los cuales, al convertirse en soldados, vean mejorar su modo de vida.

    Hideyoshi intent centralizar el poder y para ello cre una clase feudal nueva que le ayud en elgobierno y en la administracin de sus posesiones; eran los bugyo, en nmero de cinco, que seencargaron de los trabajos pblicos, finanzas y agricultura, polica y asuntos criminales, justiciay cultos. Pero no intervinieron en los asuntos de los hano grandes feudosde los daimyosprincipales.

    Los samurais, que en el siglo XIX llegaron a ser un sexto de la poblacin del Japn, con la pazpasaron a ser una clase no trabajadora y dependiente directamente de las concesiones deldaimyo. Los pobres eran los que reciban poca ayuda del seor mientras que los privilegiadospodan llegar a desempear funciones administrativas en el han.

    Hideyoshi no pudo ostentar el ttulo de shogn por ser de origen humilde. Utiliz el dekuampakuprimero y luego el de taico, de donde vienen las denominaciones ms frecuentes querecibi de los espaoles, Cuambacondonoy Taicosama. Al igual que l, una nueva clase dehombres salidos del pueblo consiguieron elevarse hasta cargos influyentes; un ejemplo deinters relacionado con los espaoles fue Harada, apoyado en el comercio exterior. Elbudismoms democratizante que el shintoismoy la guerra ayudaron a este fenmeno tancontrario a la tradicional rigidez de la estamentacin social japonesa.

    Con Hideyoshi Japn comenz a lograr un ritmo de estado moderno, paralelamente a lo quesuceda en Europa; su obra, sin embargo, no fue completa. El verdadero artfice de laorganizacin definitiva de un estado japons fue Tokugawa Ieyasu.

    La guerra civil que dividi a Japn en dos grandes bandos poco despus de la muerte deHideyoshi fue fundamental para la futura distribucin de poderes en el archipilago. Las trescategoras ms importantes de la nobleza militar japonesa fueron los 176 daimyos que se habanreconocido vasallos de Ieyasu antes de la batalla de Sekigahara, losfudai, los 96 que noreconocieron su autoridad hasta despus de dicha batalla, los tozama, y las tres familias de losTokugawa, los tozanque. La reparticin de las tierras del archipilago se hizo teniendo en cuentaesta clasificacin de los daimyos; cada tozamatena sus dominios rodeados de territorios de los

    fudai, de manera que era difcil una coalicin entre ellos. Los Tokugawa tenan, por otra parte,el derecho de cambiar de feudo a los daimyos.

    La institucin del sankin-tokaituvo gran importancia en el Japn moderno. Para poder controlar

    an ms a los daimyos se les oblig a permanecer en Yedo, la actual Tokio, largos periodos detiempo al ao y, cuando se ausentaban de la ciudad y estaban en sus dominios, dejaban enrehenes a su mujer e hijos. En el viaje anual a Yedo los daimyos deban llevar un presente deimportancia al shogn; este hecho origin un amplio comercio interior, mayor importancia deldinero, incremento en las vas de comunicacin; en definitiva, fue uno de los factores que msinfluyeron en la superacin de la economa natural tradicional japonesa. El viaje anual de losdaimyos a la corte del shogn est comentado con particular detenimiento en la relacin delviaje de Sebastin Vizcano a Japn, ya que sus contactos con el daimyo de Senday, DateMasamune, tuvieron lugar durante una de las visitas de ste a la corte shogunal8.

    8B.N.M. Manuscritos, legajo 3046, folios 86 a 118. Copia de la relacin que Sebastin Vizcano envi al

    virrey de Nueva Espaa de su expedicin en busca de las islas Ricas de Oro y Plata y a Japn, de 8 defebrero de 1614.

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    Tokugawa Ieyasu almacen grandes riquezas durante sus aos de gobierno. Por un lado, seapropi de los bienes de los daimyos enemigos y, por otro, durante su mandato fuerondescubiertas y puestas en produccin nuevas minas de plata. Para la explotacin de dichasminas el shogn lleg a pensar en la ayuda tcnica de los espaoles, expertos mineros conmtodos propios utilizados en las minas de Nueva Espaa y Per; as se lo manifest algobernador de Filipinas nada ms subir al poder, en la serie de embajadas inspiradas por elfranciscano Jernimo de Jess. Dichas minas fueron explotadas por los gobernantes. Elcomercio exterior tambin fue muy deseado y protegido por el shogn y contribuy a enriquecerel bakufu. Los espaoles de la expedicin que Sebastin Vizcano capitane en 1612 tacharon aIeyasu de viejo avaro9, pero fue su poltica econmica ahorradora y saneada la que dio fortalezaal nuevo rgimen de los Tokugawa durante aos.

    Esta monarqua absoluta y centralista se bas socialmente en el sistema feudal, en la poblacinagrupada en castas. Por debajo del shogn, de los bukey los kuge, o nobleza militar y cortesanarespectivamente , con ms de diez mil kokuo medidas de arroz de renta, estaba la casta militarformada por los pequeos daimyos y por los samurais. El pueblo llano, en el que se encontraban

    los campesinos, artesanos y comerciantes, tena una rgida estructuracin; los oficios eranhereditarios y se hallaban sometidos a las normas de las corporaciones, las cuales reformaronlos Tokugawa, y a las que ellos voluntariamente se sometan en asociaciones particulares.Finalmente, en el ltimo grado social estaban los parias o eta.

    Una interesante observacin reciente y muy global sobre el feudalismo japons es la que brindaPerry Anderson en su libro El Estado Absolutista (1979); a propsito de la intervencin deTakahashi en la polmica sobre la transicin del feudalismo al capitalismo a finales de los aoscuarenta del siglo XX, a raz de la publicacin del libro de Maurice Dobb de ese ttulo,Anderson explica que el matiz diferencial en la evolucin de ambos mundos vino dada por latradicin jurdica que el mundo feudal europeo conserv, el derecho romano y su precisanormativa en torno a la propiedad privada; tradicin jurdica que no incidi en el mundo feudal

    japons, y por lo tanto tampoco en su evolucin moderna.

    LA POBLACIN Y LA CRISTIANDAD DEL JAPN

    Todos los espaoles que visitaron Japn a finales del siglo XVI y principios del XVIIcoincidieron en la apreciacin de que era un pas muy poblado. Aunque hasta 1721 no se hizoun recuento oficial de la poblacin, se ha podido seguir la evolucin general de sta a travs dela historia. De los 3,6 millones de habitantes con que contaba Japn en el primer tercio del sigloIX, se pasara en los siglos X y XI a unos 4,4 millones, a unos 5,7 millones en los siglos XII y

    XIII, y en el siglo XIV a unos 9,7 millones. El fuerte proceso ascendente se vio interrumpido enel siglo XV, sobre todo a finales del siglo; las guerras, la despoblacin del campo, las malascosechas, pestes y otros males similares hicieron aumentar mucho la mortalidad, prolongndoseesta situacin desfavorable en el siglo XVI. La estabilidad que trajo Hideyoshi Toyotomi, y msan Tokugawa Ieyasu, hizo que el crecimiento de la poblacin llegase a alcanzar el 40 porciento en el siglo XVII. A finales de este siglo la poblacin era de unos 25 millones dehabitantes.

    Las ciudades fueron particularmente admiradas, y con frecuencia descritas, por los espaolesque visitaron Japn durante los aos de relaciones amistosas entre los dos pueblos. Don Rodrigode Vivero lleg a dar, incluso, cifras concretas sobre el nmero de habitantes de las ms

    9Ibidem.

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    importantes, hoy datos de gran inters10. Yedo, la actual Tokio, tena en el momento de la visitade Vivero 150.000 vecinos, en torno a 750.000 habitantes pudiera ser; Osaka unos 280.000vecinos --el espaol calcul unos 200.000 en Osaka y 80.000 en Sakay--, que supondran msde un milln de habitantes. Kioto, la ciudad de Meaco en la documentacin espaola, tendraunos 240.000, aunque Rodrigo de Vivero entusiasmado con su magnificencia y esplendor lededicara las siguientes palabras: Verifiqu que tena 800.000 hombres para arriba, y en lavecindad, aunque hall varios pareceres, unos que haba 400.000 vecinos, los que menos

    300.000, la verdad que seguramente es que no hay otro mayor lugar en lo que se conoce del

    mundo11. Curioso final hiperblico, ms adecuado sin duda a la mente del momento que los mso menos precisos clculos estadsticos. Las ciudades ms importantes tenan un rgimenespecial de gobierno y de administracin y algunas descripciones de los espaoles sonespecialmente detalladas al respecto.

    El comercio exterior, con los portugueses primero, con los espaoles despus y posteriormentecon los holandeses e ingleses, favoreci el desarrollo de algunas ciudades, sobre todo del sur delarchipilago. La ciudad de Nagasaqui, en el extremo sur de la isla de Kiusiu, haba crecido en lasegunda mitad del siglo XVI vertiginosamente por el comercio de los portugueses que desde

    Macao enviaban anualmente su navo con mercancas. Hirado haba recibido tambin beneficiosdel comercio con los extranjeros; en tiempos del gobernador Santiago de Vera el daimyo de laregin --Firando en la documentacin espaola-- escribi cartas a Manila con el deseo de abrircomercio estable entre sus tierras y el archipilago espaol. Ms tarde, ya a principios del XVII,Ieyasu quiso que el comercio con los espaoles de Filipinas lo recibiera un puerto de sus tierraspatrimoniales del Kant y que, adems del tradicional realizado por comerciantes japoneses queiban a las islas espaolas, se abriera otro similar al de los portugueses en Nagasaqui, as comouna nueva ruta entre Japn y Nueva Espaa.

    El nmero de cristianos japoneses alcanz cifras altas a finales del siglo XVI y principios delXVII, por obra, fundamentalmente, de la labor evangelizadora de los padres de la Compaa deJess. Los clculos son, en la documentacin espaola, muy variados; mientras Rodrigo de

    Vivero escriba que hacia 1610, ao en que estuvo en Japn, haba ms de 300.000 cristianosjaponeses12, Martn Castao deca que, hacia 1606, contados por las comuniones pasaban de600.00013. Las misiones de los jesuitas empleaban por entonces unas novecientas personas,tenan dos colegios, dos casas rectorales, 22 residencias, dos seminarios, ms de sesentahermanos y ms de 240 alumnos; cada ao bautizaban, cuando menos, cuatro o cinco milpersonas y, tras la muerte de Hideyoshi en 1598, llegaron a bautizar 70.000 japoneses en menosde dos aos. Estos datos, procedentes de fuentes de los mismos jesuitas, aunque pueden seroptimistas en cuanto a cifras, ms que cortos, dan una idea de la importancia de la accinevangelizadora de los hombres de la Compaa de Jess14.

    La influencia de los cristianos en la sociedad japonesa no fue despreciable; algunos hombres decalidad recibieron el bautismo. El ms importante de todos fue Konishi Yukinaga, don Agustn

    en la documentacin hispana, que lleg a ser uno de los dos jefes supremos del ejrcito japonsen las campaas de Corea. Su participacin contra Tokugawa Ieyasu en la batalla de Sekigaharale hizo caer en desgracia. Los cristianos estaban tambin muy conectados con el comercioexterior; con frecuencia eran cristianos los comerciantes y hasta toda la tripulacin de algunos

    10R.A.H. Coleccin Muoz, tomo X, folios 3 a 57. Manuscritos 9-4789. Copia de la relacin de Rodrigode Vivero sobre su estancia en Japn.11Ibidem.12Ibidem.13A.G.I. Filipinas, legajo 34, ramo 6, nmero 140. Memorial impreso de Martn Castao, posterior a1606.14Ibid. Filipinas, legajo 4, ramo 1, nmero 11 a. "Discurso en que se ve cunto importa al servicio de

    Dios y de Vuestra Majestad no abrirse la entrada en Japn a los religiosos por las Filipinas", sin fecha,anexo a doc. de febrero de 1612.

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    barcos de comercio que iban a Manila. La labor de los predicadores cristianos y el comercioexterior eran actividades paralelas no slo en la mente del pueblo sino tambin en la de losgobernantes.

    De particular inters es el hecho de que las expediciones comerciales pusieron en contactodirecto al pueblo japons con el archipilago espaol y con Amrica, originndose una corrientemigratoria japonesa hacia tierras espaolas. En 1593, siendo gobernador de Filipinas GmezPrez Dasmarias, la presencia de japoneses en la ciudad de Manila fue considerada como unpeligro para la soberana espaola sobre las islas15. Dos aos despus, Francisco de las Misascalculaba en unos mil los japoneses que cada ao se quedaban en Manila16. El recelo hacia estapoblacin extranjera ces cuando cesaron las seales de invasin de los ltimos aos degobierno de Hideyoshi en Japn.

    En 1603 haba en Manila una iglesia fuera de los muros de la ciudad en la que los agustinosatendan a los japoneses cristianos17, y durante el levantamiento de los sangleyes la vspera deSan Francisco de dicho ao los japoneses colaboraron con los espaoles en la lucha contra loslevantados; fray Juan Pobre capitane en aquella ocasin a cuatrocientos de ellos en algunas

    acciones en las que pusieron de manifiesto su belicosidad y fiereza en la lucha

    18

    . Ellevantamiento de los chinos, sin embargo, puso en guardia a las autoridades y habitantes deManila tambin contra los japoneses; de este momento es la primera peticin en orden a que seprohibiese a los que venan a comerciar al archipilago espaol quedarse de un ao para otro enla ciudad19. Las medidas no fueron adoptadas de inmediato; los japoneses siguieron viniendo aFilipinas y causaban, en ocasiones, pequeos disturbios de tipo privado; en respuesta a algunasquejas que se le hicieron al respecto, el shogn Ieyasu dio a las autoridades espaolas deFilipinas jurisdiccin sobre sus sbditos que estuvieran en territorio espaol20.

    Un incidente en 1607 que estuvo a punto de originar un levantamiento de los japoneses similaral de los chinos de 1603, volvi a poner de actualidad el peligro que significaba la poblacin

    japonesa en Manila; el gobernador Juan de Silva orden tomar las armas a los comerciantes

    japoneses durante su estancia en territorio hispano y adopt medidas para que ninguno de ellosse quedara en el archipilago21. No se pudo, sin embargo, suprimir la colonia japonesa enManila; stos se bautizaban y casaban en la ciudad para poder establecer all su residencia22; sunmero era elevado puesto que, segn clculos de don Juan de Silva, la cuarta parte de loshombres disponibles para la defensa de las Filipinas contra los holandeses eran japoneses23.

    En 1614 la Corte espaola, accediendo a las peticiones de los habitantes de Manila, dispuso quese mandase volver a su tierra a los japoneses que viviesen en la ciudad, aunque estuvierancasados, puesto que tambin en su pas podan guardar su fe24. Ese mismo ao la persecucin a

    15Ibid. Patronato, legajo 25, ramo 50. Declaraciones sobre los recelos de Japn, sin fecha, de hacia 1593.16Ibid. Filipinas, legajo 29, ramo 4, nmero 95. Carta de Francisco de las Misas al Rey, de 31 de mayo de1595.17Ibid. legajo 27, ramo 2, nmero 70. Carta de la ciudad de Manila al Rey de 4 de julio de 1603.18Ibid. legajo 60. Relacin del levantamiento de los sangleyes hecha en 1603.19Ibid. legajo 27, ramo 2, nmero 81. Carta de la ciudad de Manila al Rey de 9 de julio de 1604.20As puede apreciarse en diversas cartas de las embajadas de la poca, publicadas por Lera (Sucesos delas islas Filipinas de Antonio de Morga, publicada por Retana, Madrid, 1909, pp. 442-444).21A.G.I. Mxico, legajo 2488. Carta de Juan de Silva al Rey de 24 de julio de 1609.22Ibid. Filipinas, legajo 27, ramo 3, nmero 141. Carta de la ciudad de Manila al Rey, de 23 de junio de1614.23Ibid. Mxico, legajo 2488. Copia de carta de Juan de Silva al Virrey de la India, de 20 de noviembre de

    1614.24Ibid. Filipinas, legajo 329, tomo II. Real cdula del gobernador de Filipinas, de 9 de agosto de 1614.

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    la cristiandad japonesa hizo aumentar el nmero de japoneses en Filipinas con la llegada de losdesterrados cristianos25.

    Emigrantes japoneses aparecieron en otros territorios hispanos ms alejados de su lugar deorigen que las Filipinas; en la ciudad de Reyes, en Per, por ejemplo, haba poblacin japonesaen 1613, al lado de chinos, indios y espaoles26.

    EL COMERCIO HISPANO-JAPONS

    En el estudio hecho por P. Chaunu sobre el movimiento comercial del puerto de Manila, en unade sus obras ms importantes27, las entradas de barcos japoneses en dicho puerto, por el nmerode barcos, son como sigue:

    1591-------1 barco1596------ 1 barco1597------ 2 barcos1599------ 10 barcos1600------ 5 barcos1601------ 4 barcos1602------ 3 barcos1603------ 1 barco (aprox.)1604------ 6 barcos1605------ 3 barcos (aprox.)1606------ 3 barcos (aprox.)1607------ 3 barcos (aprox.)1609------ 3 barcos

    1620------ 3 barcosEl estudio detenido de la documentacin espaola puede aadir algo ms a lo reseado porChaunu, aunque en modo alguno lograr una precisin total. As, la lista anterior se puedeenriquecer con los siguientes datos:

    1585--- 1 barco procedente de Hirado28.

    1586--- 1 barco procedente de Hirado, que naufrag en la costa norte de Luzn29.

    1587--- 1 barco grande de Hirado30.

    1592--- 1 barco pequeo de Hirado que iba a Siam y fue obligado a volver a Manila31.1 barco de chinos y japoneses, en el que lleg la primera embajada de Harada

    (mayo de 1592)32.

    25B.N.M. Manuscritos, legajo 2348, folio 161 (antiguo 129). Relato de estos sucesos extrados de lahistoria escrita por Colin, Labor Evanglica, Madrid, 1663, pp. 704-706.26Ibid. legajo 3032, folio 246. Padrn de los indios que se hallaron en la ciudad de los Reyes del Per

    por Miguel de Contreras, 1613.27Les Philippines et le Pacifique des Ibriques (XVIe., XVIIe., XVIIIe.), Pars, 1960, 2 vols.28A.G.I. Filipinas, legajo 18, ramo 2, nmero 30 (similar 31 y 37). Carta de Santiago de Vera al Rey de20 de junio de 1585.29Ibid. ramo 3, nmero 65. Carta del gobernador de Filipinas al Rey de 26 de junio de 1587.30Ibid. ramo 4, nmero 68. Carta del licenciado Ayala, fiscal de la Audiencia, al Rey de 20 de junio de

    1588.31Ibid. nmero 93 y 94. Carta del licenciado Ayala al Rey de 15 de junio de 1589.

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    Noticia de 1 barco aprestado en Satsuma33.1594--- Se espera un navo en Manila. Llegan cartas de Japn sin duda en un barco japons.

    Fueron frailes a Japn, sin duda en barcos japoneses de comercio341603---Han vuelto todos (los supervivientes del galen Espritu Santo) en los navos que aqu

    vienen del trato, dice un doc. de la poca35.1610--- Hubo navos que hicieron viaje entre los dos archipilagos, en uno de los cuales se

    enviaron cartas y un presente a Japn desde Manila36.

    Hay que aadir a esto el navo anual que comenz a enviarse desde Manila a Japn en 1603,nada ms hacerse cargo de la gobernacin Pedro de Acua; en la primavera de 1604 estaba deregreso dicho navo en Manila37. A partir de entonces se repiti el envo cada ao; en 1604 conel capitn Cuevas38; en 1605, de regreso en Manila en enero del ao siguiente39; en 1606 y 1607con Moreno Donoso al frente de la expedicin diplomtico-comercial40; en 1608 despachadopor Rodrigo de Vivero41y, finalmente, en 1609 despachado por Juan de Silva42. En 1610 Juande Silva suspendi el envo del navo anual y envi las cartas que ste sola llevar en uno de losbarcos de comerciantes japoneses43. En aos sucesivos no se volvieron a enviar ms navos enforma continuada a Japn.

    Estos navos anuales que se enviaron desde Manila a Japn en los primeros aos del siglo XVIIaumentaron la importancia del trato comercial entre los dos archipilagos, segn se puedededucir del texto que sigue: Con la nao que esa Audiencia (de Filipinas) suele despachar cadaao a Japn suelen ir otras tres o cuatro de particulares, de manera que casi hay contratacin

    en forma44.

    El comercio con Nueva Espaa, que Ieyasu solicit a los espaoles por primera vez en 1599 demanera oficial, se redujo a cinco viajes entre Japn y Mxico:

    1610--- una nave japonesa va a Mxico con Rodrigo de Vivero.

    1611--- regreso de la nave a Japn con Sebastin Vizcano.1613--- una nave japonesa va a Mxico con Sebastin Vizcano y fray Luis Sotelo.

    1615--- regreso a Japn con fray Juan de Santa Catalina.

    32A.G.I. Filipinas, legajo 18, ramo 5, nmero 124. Carta de Gmez Prez Dasmarias al Rey de 31 demayo de 1592.33Ibid. nmero 125. Informe testifical hecho en Manila sobre las sospechas de invasin que se tuvieronen la ciudad, de 20 de abril de 1592.34Ibid. nmeros 158 y 168. Cartas de Luis Prez Dasmarias al Rey, de 15 de enero y de 23 de junio de1594 .35A.G.I. Filipinas, legajo 19, ramo 5, nmero 149. Carta de la Audiencia de Filipinas al Rey de 2 de julio

    de 1603.36A.G.I. Mxico, legajo 2488. Carta de Juan de Silva al Rey de 16 de julio de 1610.37A.G.I. Filipinas, legajo 7, ramo 2, nmero 47. Carta de don Pedro de Acua al Rey de 15 de julio de1604.38Ibid. legajo 79, ramo 4, nmero 77. Carta de fray Diego de Bermeo al gobernador de Filipinas de 23 dediciembre de 1604.39Ibid. legajo 7, ramo 2, nmero 75. Carta de Pedro de Acua al Rey de 6 de enero de 1606; noticia en lapostdata.40Ibid. legajo 60. Peticin de Moreno Donoso al Rey de 14 de agosto de 1620, enumerando servicios.Ibid. legajo 20, ramo 1, nmero 29. Carta de la Audiencia de Filipinas al Rey de 11 de julio de 1607.41Ibid. legajo 7, ramo 2, nmero 82. Carta de Rodrigo de Vivero al Rey de 8 de junio de 1608.42Ibid. legajo 163, ramo 1, nmero 1. Copia de un captulo de carta del gobernador de Filipinas al Rey de24 de julio de 1609.43

    A.G.I. Mxico, legajo 2488. Carta de Juan de Silva al Rey de 16 de julio de 1610.44A.G.I. Filipinas, legajo 329, tomo II, folio 97. Carta del Rey a Juan de Silva de 25 de julio de 1609.

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    1617--- una nave japonesa va a Mxico con fray Juan de Santa Catalina. No volvi a Japn y sutripulacin fue llevada a Filipinas para desde all pasar a Japn.

    El total de viajes aproximados entre Japn y territorio espaol aqu reseados, a lo largo de losaos de relaciones amistosas entre los dos pueblos, es:

    De Japn a Manila--- 61 viajesDe Manila a Japn--- 60 viajesDe Japn a Mxico--- 3 viajesDe Mxico a Japn--- 2 viajes

    Total, 126 viajes.

    Hay que aadir, aunque no fuesen viajes comerciales, el nmero de barcos espaoles que poraccidente llegaron a las costas japonesas, por haberse vendido la mercanca que llevaban ohaber sido confiscada por las autoridades de Japn; su influencia en los intercambioscomerciales se puede apreciar, por ejemplo, en el hecho de que el ao siguiente a la prdida delgalen San Felipe, el galen portugus que todos los aos era enviado a Japn desde Macao

    obtuvo pocos beneficios. En total, fueron los siguientes:1596--- el galen San Felipe, con carga de ms de un milln de pesos, confiscado porHideyoshi.1602--- el galen Espritu Santo; parte de su mercanca fue vendida en Japn y parte perdida.1609--- los galeones Santa Ana y San Francisco; el primero continu viaje a Mxico mientrasque el segundo vendi su mercanca en Japn.

    En cuanto a los productos trados de Japn, se hizo especial hincapi en las informacionesespaolas desde Filipinas en los bastimentosnecesarios para la ciudad, bien vveres --mantenimientosde la documentacin--, bien minerales, armas o mantas; se researon tambinotras mercaderasy, sobre todo, plata.

    Los bastimentos que se llevaban de Japn a Filipinas y que ms aparecen en la documentacinde la poca son: camo para jarcia, cobre, hierro, acero, salitre, mantas, plvora, clavazn,armas --catanas, municiones y balas, armas enastadas. Trigo, harinas, jamones, atn, cecinas45.Cosas necesarias para los almacenes de este campo(Filipinas), segn se escriba en 160746. En1587 se citaban tambin caballos y vacas entre las mercancas de un navo de Hirado quenaufrag en la costa norte de Luzn47. Don Antonio de Morga escriba que de Japn se traanpjaros cantores, que llaman simbarosy caballos que parecen frisones48. Don Rodrigo deVivero, adems de algunos productos que aparecen en la relacin anterior, deca que tambin setraan de Japn tocinos y frutas secas49. Don Juan Cevics, adems del hierro y el cobre, citabael plomo entre los minerales que los japoneses llevaban a Manila50. En las expedicionescomerciales a Mxico despus de 1610 se llevaron bastimentoscomo anclas, cables y velas,

    xarcias, hierro, municiones y pertrechos casi de balde, as como mantas y arroz51.

    45Aparecen citados estos productos en doc. cit. en nota 24, 26, 28 y 32, entre otros muchos.46A.G.I. Filipinas, legajo 20, ramo 1, nmero 29. Carta de la Audiencia de Filipinas al Rey de 11 de juniode 1607.47Ibid. legajo 6, ramo 3, nmero 67. Carta de Santiago de Vera al Rey de 26 de junio de 1586.48Sucesos de las islas Filipinas, edic. de Retana ya cit., p. 178.49A.G.I. Filipinas, legajo 193, ramo 1, nmero 14. Copia de carta de Rodrigo de Vivero al Rey desdeJapn, de 3 de mayo de 1610.50Ibid. legajo 4, ramo 1, nmero 8. Relacin del estado y cosas de Japn, por Juan Cevicos, de 20 de

    junio de 1610.51Doc. de la R.A.H. cit. en nota 6.

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    En cuanto a las mercaderasque se llevaron de Japn a Filipinas y Nueva Espaa, nunca se trattanto en la documentacin de ella como de los bastimentosni de manera tan precisa. MiguelLpez de Legazpi seal, antes de 1570, un comercio japons y chino con el archipilagofilipino; entre las mercaderasque llevaban estos comerciantes citaba seda, telillas, campanas,porcelanas, oloresy otras menudencias, pero deban corresponder stas ms al comercio chinoque al japons52. Posteriormente nunca se especific el contenido del trmino mercaderasen loreferente al comercio hispano con Japn, salvo al referirse a las pinturas, biombos, escritorios --o escribanas--, loza --o platos de China--, que llevaron los comerciantes japoneses a NuevaEspaa en 161753. Don Antonio de Morga da una amplia relacin, sin embargo, en su libroSucesos de las islas Filipinas: sedas tejidas de matices curiosos, biombos al leo y dorados,

    finos y bien guarnecidos, cuchillera, escritorillos, cajas y cajuelas de madera de barnices ylabores curiosas --lacadas--, entre otras cosas54.

    La plata japonesa jug un papel importante en los intercambios comerciales hispano-japoneses,hasta el punto que algunos comentaristas juzgaron la labor de portugueses, espaoles yholandeses como la de meros intermediarios en el comercio de seda china y plata japonesa55.Hubo normas muy precisas de la Corte espaola a este respecto, como ms adelante

    comentaremos.De las islas Filipinas los japoneses llevaron a sus tierras, en primer lugar, la seda que loscomerciantes chinos vendan en el archipilago espaol; este comercio de seda y otrasmercancas de China fue fundamental en el trato con los japoneses. Miguel Lpez de Legazpihaba sealado en 1570 --antes de la instalacin al ao siguiente en Manila-- que los chinos y

    japoneses llevaban de Filipinas, a cambio de sus productos, oro y cera56. No se especific luegoel contenido de las expresiones otras cosaso algo de lo que sobra en Filipinasque solanacompaar a la referencia a la seda y productos chinos que los japoneses compraban en las islashispanas. En 1604 se citaron entre stos los cueros de venado57, y en 1609 la pimienta, clavo ypaos de Nueva Espaa58. Don Antonio de Morga seala junto a lospellejos de venado, elpalocoloradoopalo brasil; seal tambin el que fuera oidor de la Audiencia de Manila otras cosas

    que se llevaban a Japn, pero la mayor parte de ellas fueron solamente como parte de lospresentes que se enviaron a Ieyasu: miel, ceras, vino de palmas y de Castilla, gatos de Alcaleayvidrios59. Mientras Rodrigo de Vivero indicaba, para defender el comercio entre Nueva Espaay Japn, que se podan llevar a aquel pas paos, ail, grana, cordobanes, frutas secas, vino,

    fresadas, sombreros y rajas60, Juan Cevicos escriba --desde una postura contraria a la de Viveroen elpartidocastellano-- que Japn solamente necesitaba seda y productos chinos61.

    Finalmente, se dio mucha importancia en determinado momento al comercio de tibores en losmedios espaoles; algunos se llegaron a pagar, segn Antonio de Morga, a dos mil taes de aonce reales, precio excesivo e incomprensible para los espaoles62. Hubo expertos que tasaban

    52A.G.I. Filipinas, legajo 6, ramo 1, nmero 5. Carta de Lpez de Legazpi al Rey de 23 de junio de 1567.53A.G.I. Contadura, legajo 903, 3. De lo procedido de derechos del diez por ciento de entrada demercaderas que vinieron de Japn en 1617.54Op. cit. , nota 48, p. 219.55A.G.I. Filipinas, legajo 34, ramo 6, nmero 140. Memorial impreso de Martn Castao.56Doc. cit. en nota 52.57A.G.I. Filipinas, legajo 7, ramo 2, nmero 49. Carta de Pedro de Acua al Rey de 15 de julio de 1604.58Ibid. legajo 329, tomo II, folio 97. El Rey a don Juan de Silva de 25 de julio de 1609.59Op. cit. en nota 48, p. 219.60A.G.I. Filipinas, legajo 193, ramo 1, nmero 14. Copia de la carta de Rodrigo de Vivero al Rey desdeJapn, de 3 de mayo de 1610.61Ibid. legajo 4, ramo 1, nmero 8. Relacin del estado y cosas de Japn por Juan Cevicos, de 20 de junio

    de 1610.62Op. cit. p. 184.

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    el valor de los tibores,segn se deja ver por algunos textos e indicaban cules eran los msapreciados de acuerdo con el gusto japons63.

    En cuanto al volumen de este comercio, en la documentacin se puede encontrar algunareferencia. As, en 1592 se dan cifras concretas al citarse la carga de un navopequeoque llega Manila procedente de Hirado; se dice que traa 400picos de harina y 30 de cobre, lo queequivale a unas 25 toneladas --25.304,8 kg.-- y casi dos toneladas --1.897,86 Kg.--respectivamente; adems, 1.600 mantas y 150 catanas o espadas japonesas64.

    En diversas cuentas, en 1606 y 1608, se calcul en 1.500 pesos el precio de camo queanualmente se traa de Japn y en 600 el de las balas de artillera65. El gasto anual de otrosproductos de los que se sabe que Japn era proveedor: salitre, 1.800 pesos; hierro, 2.000 pesos;clavazn, 2.800 pesos; mantas de velas, 2.250 pesos66.

    El gasto del navo anual que se envi a Japn desde 1603 hasta 1610 se calcul en una ocasinen 6.000 pesos y en 15.000 pesos en otra ocasin, tendindose en la primera a expresar unacantidad menor que la real y en la segunda al contrario67. El presente que en ese navo anual se

    enviaba a Ieyasu y a su hijo el shogn Hidetada, as como a otros nobles de la corte japonesa, secalcul en unos 800 pesos68.

    El galen San Felipe, perdido en Japn a causa del mal tiempo en el mar, supuso para loshabitantes de Manila la prdida de ms de un milln de pesos, milln y medio segn algunosclculos, y era la empresa ms importante desde el punto de vista comercial para los habitantesde las islas hispanas69. El volumen del comercio portugus con Japn se calcul en un milln ymedio de pesos anuales hacia 1606, siendo el galen de Macao la manifestacin ms importantey a veces nica de este comercio70; esta cifra se dio para contrastar la importancia de losintercambios luso-japoneses con el poco valor que alcanzaban los intercambios hispano-

    japoneses desde Filipinas.

    A estos datos hay que aadir uno final de gran importancia. La ltima expedicin comercialjaponesa que lleg a Nueva Espaa en 1617 llevaba una carga valorada en diez mil pesos,puesto que los derechos del diez por ciento que se cobraron en Acapulco supusieron 949 pesos,6 tomines y un grano de oro, segn los papeles conservados en Sevilla71.De esta serie de datos dispersos se puede concluir que el comercio con Japn alcanzaba los diezmil pesos aproximados por cada viaje comercial; sobre un total de 126 viajes, teniendo encuenta el amplio margen de error que tienen estos clculos, puede afirmarse que el total de losintercambios hispano-japoneses en los treinta aos de relaciones que aqu se consideran, nosuper el milln y medio de pesos, cifra en que se valor el promedio anual de los intercambios

    63

    A.G.I. Filipinas, legajo 29, ramo 4, nmero 92. Carta de fray Jernimo de Jess a Francisco de lasMisas de 10 de febrero de 1595.64Ibid. legajo 18, ramo 5, nmero 125. Informe testifical hecho en Manila el 20 de abril de 1592, ante lassospechas de invasin japonesa.65Ibid. legajo 29, ramo 6, nmero 143. Relacin de los gastos ordinarios de las Filipinas, 1606. Ibid.legajo 7, ramo 2, nmero 89. Cuentas de las Filipinas de 18 de agosto de 1608.66Ibidem.67Ibidem e ibid. legajo 193, ramo 1, nmero 14. Copia de carta de Rodrigo de Vivero al Rey desde Japnde 3 de mayo de 1610.68A.G.I. Filipinas, legajo 163, ramo 1, nmero 1. Copia de un captulo de carta de la Audiencia deFilipinas al Rey de 8 de julio de 1608.69Ibid. legajo 18, ramo 6, nmero 254. Carta de Antonio de Morga al Rey de 30 de junio de 1597.70A.S.V. Estado, legajo 2637. Consulta del Consejo de Indias de 30 de mayo de 1606.71

    A.G.I. Contadura, legajo 903, 3. De lo procedido de derechos del diez por ciento de entrada demercaderas que vinieron de Japn en 1617.

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    luso-japoneses o el galen San Felipe, por ejemplo, ste ltimo representando el volumeneconmico de un viaje Manila/Acapulco con carga especialmente rica.La importancia econmica de los intercambios hispano-japoneses, pues, estaba ms en lasposibilidades prometedoras que en la realidad de su trfico comercial.

    El comercio hispano-japons no lleg nunca a ser controlado por las autoridades espaolas. En1609 haba quejas de que en Manila no se quera pagar almojarifazgo, ni el tres ni el dos porciento72; tampoco se quera dejar hacer visita --inspeccin-- de las mercancas que llegaban aManila de Japn ni de las que salan de la ciudad para el archipilago vecino73. En 1608 seorden desde la corte espaola que no saliesen navos sin esos requisitos, pero no hubo lugar aaplicar esta medida ni mucha rigidez en su enunciado, al ordenarse su aplicacin benigna con laexpresin si hay disposicin y sustancia74. La plata no pagaba derechos por ser sacada de reinoextrao y la seda pagaba solamente derechos voluntarios75.

    El intercambio comercial resultaba beneficioso en cuanto a los bastimentosse refera por subuen precio en Japn. La afluencia de comerciantes japoneses a Manila y su trato directo conlos chinos ocasion males a los negocios de los hispanos porque, al pagar aquellos en plata,

    aumentaban los precios hasta en un ciento por ciento

    76

    . Don Pedro de Acua en 1604 advirti alos japoneses que no trajesen dinero para emplear en Manila sino solamente mercancas77; donJuan de Silva en 1610 escribi a Japn rogando al shogn que ordenase que no llevasen plata aFilipinas los comerciantes japoneses78.

    Para beneficiarse mejor de la plata japonesa se fue imponiendo en la corte espaola y enFilipinas el criterio de que era preferible ir a Japn con barcos hispanos a que los japonesesfueran a Manila; con ello se evitaba tambin el peligro que para el archipilago espaol suponala creciente poblacin japonesa en la ciudad79. Las disposiciones finales sobre el asunto nollegaron, sin embargo, a aplicarse.

    Don Rodrigo de Vivero bas el mayor peso de su argumentacin en favor de la ampliacin de

    lazos comerciales entre hispanos y japoneses en el hecho de que stos podan invertir su plata enproductos hispanos; aunque, segn su decir, la plata japonesa iba en inters de cuatroparticulares que la enviaban, con el tiempo podra sustituirse con sta la plata que se enviaba aFilipinas desde Mxico y Per80. El deseo oficial era que lo que se compraba a los chinos no sellevase a Nueva Espaa, puesto que ello supona salida de plata espaola hacia China, sino quese vendiese en Japn81.

    La realidad fue, sin embargo, muy otra. El comercio con china sigui siendo importante ycausando la fuga de la plata mexicana hacia Asia, mientras que la nueva ruta favorable a losintereses espaoles, de Japn a Manila, no prosper.

    72A.G.I. Filipinas, legajo 329, tomo II. El Rey a don Juan de Silva de 25 de julio de 1609.73Ibidem.74Ibidem.75Relacin de Juan Cevicos de 20 de junio de 1610 ya citada. A.G.I. Mxico, legajo 2488. Carta de Juande Silva al Rey de julio de 1610.76Ibidem.77A.G.I. Filipinas, legajo 7, ramo 2, nmero 49. Carta de Pedro de Acua al Rey de 15 de julio de 1604.78Carta de Juan de Silva citada en nota 75.79A.G.I. Filipinas, legajo 329, tomo II, folio 97. El Rey a don Juan de Silva de 25 de julio de 1609.80

    Carta de Vivero al Rey desde Japn ya citada en nota 49.81A.S.V. Estado, legajo 2637. Consulta del Consejo de Indias de 31 de marzo de 1607.

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    CAPTULO I

    1. PRIMEROS CONTACTOS HISPANO-JAPONESES HASTA 1580

    La vecindad geogrfica de los archipilagos japons y filipino hizo que el contacto entre ambosfuera inevitable y natural, an antes de que los espaoles se instalasen en las Filipinas. MiguelLpez de Legazpi lo advirti as y as lo escribi al rey Felipe II como una de las observaciones

    que haca de las nuevas tierras descubiertas; citaba la presencia de naves de mercaderes chinos yjaponeses --japones, como se dice en la poca-- que traan sedas, telillas, campanas, porcelanas,etc. y que en retorno se llevaban oro y cera82. Este comercio prehispnico es presumible que seprolongara en los aos siguientes a pesar de la falta de testimonios sobre el asunto. El padreColin seala en el mes de mayo de 1572 la llegada de los primeros navos de comercianteschinos a Manila, fundada como ciudad hispana el ao anterior por el propio Legazpi. De 1574es la primera alusin al comercio con los chinos enla corte espaola de Madrid; Felipe II, en carta al gobernador Guido de Lavezares, ordenaproteger a los comerciantes chinos, que traen muchas sedas y otras cosas de que se podracobrar almojarifazgo, as como que les haga muy buen tratamiento, procure su amistad ycomercio de manera que se pueda tratar con ellos y predicar el santo evangelio83.

    Testimonios indirectos, demasiado concisos pero claros, permiten suponer que los japonesesmantuvieron con Filipinas un comercio directo, menor que el de los chinos pero suficiente paraque en Japn se conociese a los nuevos dominadores del archipilago vecino. En la memoria deltiempo de Legazpi, como toda memoria de pocas fundacionales plena de oralidadymitificadorade alguna manera, se resalta en su viaje a Mindoro el inicio de las relacioneschino-espaolas en el Oriente84de forma harto simblica; apresa un junco chino quetransportaba esclavos filipinos, paga el rescate a los chinos y deja volver a sus tierras a losliberados. Un comercio de esclavos activo en la regin se deja traslucir --el gesto lo repetira elnieto de Legazpi Juan de Salcedo-- en el que no dejaran de participar tambin los japoneses.

    En agosto de 1572 muri Legazpi y Guido de Lavezares --ya anciano tambin, veterano de laexpedicin de Villalobos de treinta aos atrs-- dej la gobernacin de Ceb y se hizo cargo del

    gobierno de Manila. Durante su mandato el pirata Limahon --o Limahong-- amenaz a Manilacon ms de veinte embarcaciones y tres mil hombres, entre chinos y japoneses, segn clculosde testigos presenciales de los hechos aos despus85. Un oficial japons de nombre Siocon

    82A.G.I. Filipinas, legajo 6, ramo 1, nmeros 5 y 14. Cartas de Miguel Lpez de Legazpi al Rey de 23 dejunio y 25 de julio de 1567 y 1570 respectivamente.83A.M.H. Coleccin de reales decisiones sobre asuntos de comercio en la Asia e Islas Filipinas desde 16de noviembre de 1568 hasta diciembre de 1769, formada en virtud de Real Orden de 9 de febrero de

    1798, por don Juan Miguel Represa, tomo I, folios 43-44. Copia de carta de Felipe II a Guido deLavezares. Madrid, 21 de abril de 1574.84As se expresa en una Historia de Filipinas relativamente reciente, de Antonio M. Molina, Madrid,1984, Instituto de Cooperacin Iberoamericana, en 2 vols.85

    R.A.H. Manuscritos 9-2667, legajo 1, nmero 7. Enumeracin de hechos acaecidos en Filipinas hasta1653, por fray Alonso Bernal.

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    protagoniz algunas escaramuzas y llegaron a reunirse flotillas de hasta sesenta naves, accionesespectaculares como la quema final del palacio del pirata o los envos de prisioneros a Chinacon la embajada en la que participaron los agustinos Martn de Rada y Jernimo Martn. En elverano de 1575, poco despus de solucionado el peligroso incidente, lleg a Manila el nuevogobernador, el oidor de la Audiencia de Mxico Francisco de Sande. Con los comerciantes,comenzaban a llegar tambin piratas a las costas de Luzn. Hasta despus de 1580, en el caso delos japoneses en concreto, estas acciones no preocuparon en Manila, sin embargo. Slo a partirde ese ao comenzaron a aparecer constantemente en las cartas enviadas desde Filipinas a laCorte las acciones de piratera86.

    El mayor obstculo que los espaoles encontraron para su asentamiento en el Pacfico fue laoposicin portuguesa. Los portugueses haban incluido China y Japn en su demarcacin y lasislas Filipinas eran un lugar problemtico por su situacin ms oriental que China y msoccidental que Japn. El embajador espaol en Lisboa, Juan de Borja, trataba en 1570 de unaexpedicin a Japn desde Nueva Espaa, expedicin que debi fracasar pues no hubo msalusiones a ella87; esta frustrada expedicin anterior a 1570 no era un hecho aislado, sino unams entre las navegaciones que por aquellos aos se hacan por portugueses y por hispanos, en

    plena disputa de demarcaciones en el Pacfico y con considerable ventaja de tiempo por parte delos portugueses. En 1574 Felipe II, en carta a Guido de Lavezares, trataba de la necesidad deque se tuvieran buenas relaciones con los portugueses en aquellas reas geogrficas tanlejanas88.

    Antes de 1580 Japn aparece en los escritos geogrficos espaoles, aunque con problemas dedistancias importantes, y recurriendo a lo ya descubierto y conocido por los portugueses; as,aparece en unaDemarcacin y divisin de las Indias, annima y sin fecha, de cinco o diez aosantes de 1580, de la que se conserva copia manuscrita en la Biblioteca Nacional de Madrid. Fuepublicada, pues en 1580 Juan Bautista Gessio hace una dura crtica y rectifica datos del libroSumario de las Indias tocante a la ciencia geogrfica, cuyo contenido es el de la demarcacincitada. Este libro al que alude Gessio, dadopor mandado del Consejo, pudo ser el fruto de las

    navegaciones y exploraciones de estos aos de asentamiento espaol en el Pacfico89

    . Aos mstarde, Hernando de los Ros Coronel dibuj un mapa de Luzn en el que estn sealados la costade China, Macao, la isla Hermosa y el camino para Japn90; pero ya es muy posterior --casi dosdecenios--, cuando estn ms claras las rutas martimas del sudeste de Asia.

    2. LA CRISTIANDAD DE JAPN Y LA EMBAJADA A ROMA DE 1582

    La predicacin de Francisco Javier hasta su muerte en 1553 y la de sus compaeros de laCompaa de Jess fue bien recibida en Japn e incluso amparada por algunos nobles; veinte

    86

    A.G.I. Filipinas, legajo 6, ramo 2, nmero 56. Carta de Gonzalo Ronquillo de Pealosa al Rey de 16 dejunio de 1582.87A.S.V. Estado, legajo 387, folio 15. Puntos de cartas de don Juan de Borja, embajador en Lisboa, alRey de 28 de junio y 13 de julio de 1570. Ibid. folio 16. Carta del mismo al Rey de 14 de julio de 1570.Ibid. legajo 388, folio 216. Minuta de carta a don Juan de Borja de 29 de agosto de 1570.88Doc. citado en nota 83.89B.N.M. Manuscritos, legajo 2825, folio 71 vto. Copia de la Demarcacin y divisin de las Indias,anterior a 1580, sin resea de autor. R.A.H. Coleccin Muoz, legajo 9-4803, folios 8 a 31. Copia delparecer dado por Juan Bautista Gessio sobre cierto libro de cosmografa dado por mandado del Consejo,copiado de un documento de Simancas de 11 de junio de 1580. Se refiere este documento al anterior, puescoinciden las dimensiones criticadas por Gessio con las dadas por el ms. de la Biblioteca Nacional deMadrid.90A.G.I. Mapas, Filipinas, nmero 6. Mapa de la isla de Luzn, Hermosa y parte de la costa de China, por

    Hernando de los Ros Coronel. Manila, 27 de junio de 1597. Colores, con grados de longitud y latitud;escala, 90 leguas los 14 centmetros; tamao, 41 por 42 centmetros.

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    aos despus de la llegada de Javier, los misioneros cristianos podan residir y predicar en lacapital, Kioto. Favoreca la evangelizacin, aparte la vala personal de los predicadores, ladesunin interna de los diferentes daimyos japoneses y el deseo de mantener un contactocomercial fuerte con aquellos extranjeros que se les presentaban como expertos navegantes yque les haban enseado el uso del fusil. La labor evangelizadora de los jesuitas era paralela alcomercio portugus desde Macao, y pronto Nagasaki se convirti en un floreciente puertocomercial japons.

    Los progresos de la cristianizacin de Japn fueron espectaculares. Justo en el momento de launin de las coronas portuguesa e hispana, los jesuitas prepararon una gran embajada a Europaque hiciera ms conocida y hasta popular dicha gran labor misionera. Fue la embajada de losdaimyos de Arima, Omura y Bungo que en 1582 sali de Japn, va Ocano Indico, y en marzode 1585 estaba en Roma. El impacto fue grande. La corte pontificia se volc en su recibimientoy se hablaba de Japn como del reino que iba a sustituir en la Cristiandad a las nacioneseuropeas desde haca poco tiempo separadas de Roma. El papa Sixto V recomendpersonalmente los embajadores al rey de Espaa, que desde 1580 lo era tambin de Portugal.Los padres jesuitas negociaron por entonces la creacin de un obispado en Japn y se mostr el

    xito misionero japons como una empresa brillantemente llevada a cabo por la corona dePortugal.

    Esta embajada, de la que hay abundante documentacin y sobre la que se publicaron numerososescritos en la poca, estaba organizada en un momento histrico oportuno91. Un verdaderomanifiesto para tiempo de confusin en cuanto a las demarcaciones de influencia en Oriente conla presencia relativamente reciente --poco ms de un decenio-- de los hispanos en Filipinas. Elque podramos llamarpartidojesutico-portugus haba dado el primer paso importante parafijar su postura y defender sus intereses con esta embajada. Parecan contar con el apoyopontificio representado en el breve de Gregorio XIII del 28 de febrero de 1583, dado cuando laexpedicin diplomtica iba ya camino de Europa. Defenda la cristianizacin de Japn de lasinjerencias de otros predicadores y fue ratificado por Sixto V en los das en que la embajada

    estaba en Roma.

    Pronto este intento va a ser desbordado por los acontecimientos, sin embargo, y por laformacin de unpartidocastellano-mendicante con intereses econmicos, polticos yreligioso/misioneros opuestos a los delpartidojesutico-portugus.

    3. LOS AOS DE GOBIERNO DE GONZALO RONQUILLO DEPEALOSA (1580-1583)

    Cuando en 1582 la embajada que los padres de la Compaa de Jess organizaron a Roma salide Japn, en las islas Filipinas comenzaban a aparecer los primeros sntomas de lo que haba dellegar a ser un deseo ferviente de los mendicantes --agustinos incluidos--, y que ya haba sidoprevisto por los portugueses y los jesuitas: el paso de Filipinas a Japn.

    Con Legazpi haban ido los agustinos a las islas Filipinas, encargados de la evangelizacin, y en1577, durante el gobierno de Francisco de Sande, haban llegado los franciscanos, fray Diego deAlfaro con diecisiete compaeros ms. Una expedicin a Borneo capitaneada por el propiogobernador Sande para apoyar al sultn Sirela --durante la cual muere Martn de Rada-- y un parde expediciones a Mindanao, mostraban la fuerza expansiva de la colonia hispana. El primer

    91Hay diversas cartas en portugus sobre dicha embajada en A.S.V. Secretaras Provinciales, libros 1459,

    1550 y 1551. El breve de Sixto V de 26 de mayo de 1585 recomendando a los embajadores a Felipe IIest en el mismo A.S.V., Estado, legajo 946, folio2.

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    obispo de Manila, el dominico Francisco Domingo de Salazar, y los primeros jesuitas, el padreAlonso Snchez y el padre Sedeo, llegaron en 1581, despus de la llegada, el verano del aoanterior, del nuevo gobernador Gonzalo Ronquillo de Pealosa, alguacil mayor de la Audienciamexicana nombrado gobernador y capitn general tras comprometerse a llevar consigo a Manilaa 600 espaoles a su costa, militares y civiles.

    Estos acontecimientos debieron influir en el deseo de jesuitas y portugueses de remarcar suinfluencia en la zona. Poco tiempo antes se haba intentado tambin, aunque sin xito, unamisin diplomtica desde Manila a China con fray Martn de Rada, clara expresin de ese idealexpansivo92. La corte hispana era sensible a este ambiente; en 1580 Felipe II, en carta aRonquillo de Pealosa, se interesaba por los papeles de fray Martn de Rada justo en elmomento en que se preparaba una magna embajada de Madrid a China que haban de llevar losagustinos93.

    As, en abril de 1582 sali de Manila el custodio de la orden de San Francisco con siete frailes,con destino a Macao. No tenan el beneplcito del gobernador Gonzalo Ronquillo y tanto stecomo el obispo Salazar se quejaron de esta actitud de los franciscanos, llegados a aquellas

    tierras con gran gasto de la real hacienda y que las abandonaban para pasar a la predicacin enChina y Japn94. Esta primera postura oficial sobre la cuestin, parece respetuosa con laspretensiones del partido jesutico-portugus, aunque la razn dada sea el abandono de su misinen Filipinas, al lado de una clara actitud de los franciscanos de considerar a las Filipinas comoun punto de partida para pasar a otros lugares de Asia. Esta postura ser importante en laformacin delpartidocastellano-mendicante. La actitud de los franciscanos, al cambiar lascircunstancias durante el gobierno de Santiago de Vera, ser recogida en lo poltico y en locomercial por los hispanos y motivar el enfrentamiento entre los dospartidos.

    Finalmente, la situacin estratgica de las Filipinas comenz a apreciarse en todo su valor. Eltestimonio de ms inters fue el del obispo Salazar, que lleg a proponer la gobernacin deFilipinas como punto de partida de un vasto plan de conquista y evangelizacin de China95,

    hacindose eco de otras propuestas similares ms antiguas y ya desautorizadas por Felipe II en1577. As haba escrito al gobernador Francisco de Sande:En cuanto a conquistar la China, queos parece se deba hacer desde luego, ac ha parecido que por ahora no conviene se trate de

    ello, sino que se procure con los chinos buena amistad y que no hagis ni acompais con los

    corsarios enemigos de los dichos chinos, ni deis ocasin para que tengan justa causa de

    indignacin con los nuestros96. Aquellas propuestas, resucitadas durante el gobierno deRonquillo de Pealosa, suponan una clara injerencia de los castellanos en los asuntos de lacorona de Portugal, an despus de la unificacin de las dos coronas.

    92

    La embajada de Martn de Rada a China --junio/octubre de 1575-- , con instrucciones muy precisas, ylas noticias y material que trajo el agustino estn muy ligados a laHistoria de las cosas ms notables,ritos y costumbres del gran reino de Chinade Gonzlez de Mendoza, Roma, 1585, primera historia deChina aparecida en Europa.93A.M.H. Coleccintomo I, folio 93. El Rey a Ronquillo de Pealosa de 24 de abril de 1580. Ibid.,folios 95 a 106, diversas decisiones reales sobre preparativos de embajada a China.94A.G.I. Filipinas, legajo 6, ramo 2, nmero 56. Carta del gobernador de Filipinas al Rey de 16 de juniode 1582. Ibid. legajo 74, ramo 1, nmero 26. Relacin del estado de las cosas eclesisticas de Filipinaspor el obispo de Manila, de 18 de junio de 1582.95A.G.I. Filipinas, legajo 74, ramo 1, nmero 28. Carta del obispo de Filipinas al Rey de 18 de junio de1583. Ibid. nmero 24, Ibid. de la misma fecha. A.G.I. Filipinas, legajo 84, ramo 1, nmero 33. Carta defray Francisco Ortega al Rey de 18 de diciembre de 1580.96A.M.H. Coleccin de reales decisiones, tomo I, folios 70-73. El Rey a Francisco de Sande de 29 de

    abril de 1577, acusando recibo de carta del gobernador de 10 de abril de 1576, tras intento frustrado de unsegundo viaje de Martn de Rada a China.

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    La reaccin inmediata a este movimiento de los espaoles de Filipinas apareci, de maneraparalela a la embajada de la cristiandad japonesa a Roma, en las razones que el padre AlejandroValignano --visitador de la Compaa de Jess en la India Oriental y en Japn-- daba para queno fuesen por el momento a Japn otros religiosos que los de la Compaa97. Era an unapostura poco extremista y llena de inteligentes juicios. Expona su postura en seis puntos orazones:

    1. Uniformidad en los hbitos y en lo exterior de los predicadores.2. Uniformidad en la predicacin, modo de administrar los sacramentos y de exposicin de ladoctrina.3. Experiencia de los jesuitas y necesidad de evitar los yerros de la inexperiencia de losprimeros aos de predicacin.4. Para crear una jerarqua nativa era suficiente la labor evangelizadora de los jesuitas.5. Problemas de supervivencia para los predicadores, sin limosnas del pueblo, an no preparadopara la comprensin de la pobreza evanglica.6. Miedo de los japoneses a que los predicadores fuesen agentes polticos del rey que losmantena.

    Al final haca una breve alusin a la unin de las dos coronas en la persona de Felipe II, en eltrasfondo poltico de toda la cuestin.

    Estas precauciones tericas haban de ser desbordadas poco tiempo despus por los primerosxitos reales del partido castellano al trabar relaciones directas con Japn.

    4. LOS CORSARIOS JAPONESES Y LAS FILIPINAS

    Las incursiones de los corsarios japoneses --tal vez piratas, mejor-- comenzaron a ser unapreocupacin para los hispanos de Manila tras 1580, durante el gobierno de Gonzalo Ronquillode Pealosa. En la expedicin de Juan Pablo de Carrin para poblar y fortificar ladesembocadura del ro Cagayn, en el norte de Luzn, hubo de hacer frente a otra expedicin

    japonesa que pretenda instalarse en aquellas tierras, posiblemente, como anteriormenteLimahong, el aventurero japons Tay Fusa.; Juan Pablo de Carrin consigui imponerse, yfund y fortific la ciudad de Nueva Segovia. Al mismo tiempo, fue necesario enviar unaarmada al mando de Juan Ronquillo para frenar la accin de los japoneses que, desde 1580,intranquilizaban la costa98.

    Lo que ms asombr e inquiet a los hispanos fue la fiereza y belicosidad de los japoneses, ascomo el buen armamento que traan: artillera, arcabucera, piquera y armas defensivas para el

    cuerpo; se rese que no eran indios, sino gente de coraje y valor, mucho ms buena que muchade la Berbera, y se comenz a insistir en la necesidad de refuerzos de hombres y armas para lasislas Filipinas99.

    97B.N.M. Manuscritos, legajo 3015, folios 206-207. Copia de las razones que el padre AlejandroValignano envi en 1583 para no ir a Japn otros religiosos que los de la Compaa.98A.G.I. Filipinas, legajo 29, ramo 3, nmero 62. Carta de Juan Bautista Romn al virrey de Mxico de25 de junio de 1582. Ibid., legajo 6, ramo 2, nmero 59. Carta del gobernador de Filipinas al virrey deMxico de 1 de junio de 1582. Ibid., nmero 60. Carta del gobernador de Filipinas al virrey de Mxico de20 de julio de 1583. A.G.I. Filipinas, legajo 74, ramo 1, nmero 24. Carta del obispo de Filipinas al Rey

    de 18 de junio de 1583. Sobre Tay Fusa, ver Molina, op. cit. I, p. 79.99Ver documentacin de nota anterior.

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    La accin de los corsarios --o piratas-- japoneses se repiti en los aos sucesivos sobre lascostas de Luzn y las naves de los comerciantes, hasta el punto de que el gobernador Santiagode Vera temi que peligrase el comercio con los chinos, que andaban temerosos y no se atrevana volver a su tierra100. Las expediciones corsarias japonesas podan ser conocidas en Manila --preparativos de naves o de gente-- por avisos de portugueses, jesuitas y otros predicadores,cuando los mendicantes pasaran a Japn, as como de comerciantes japoneses; el recelo hacialos japoneses era grande en Manila, por lo tanto101.

    Un nuevo incidente de 1588 vino a aumentar el clima de desconfianza. Don Agustn de Legazpiy otros indios ms principales de esta comarca, hijos y nietos de los que antes de la venida delos espaoles seoreaban la tierra102, tramaron una sublevacin contra los espaoles; a Manilahaba llegado de Japn el ao pasado de 1587 el capitn Juan Gayo con un navo y cantidad de

    japones--sic--con mercaderas, y don Agustn de Legazpi haba tomado con l particularamistad, convidndole muchas veces a comer y a beber en su casa. As concret con l,porlengua de Dionisio Fernndez, japn intrprete ladino, de que dicho capitn viniese de Japn a

    esta ciudad con gente de guerra y entrase en ella debajo de paz y trato y contrato, trayendo

    banderas a uso de espaoles para que entendiesen que vena de paz; y todos juntos, naturales y

    japones, daran sobre los espaoles y los mataran con mucha facilidad, y quedaran dueos dela tierra como antes eran. La conjuracin fue descubierta y desarticulada al ao y medio decomenzar a organizarse; los principales cabecillas fueron ejecutados y otros desterrados. Estefue la ms audaz de las acciones en las que intervinieron marinos japoneses, en este caso bajodisfraz de contratacin, y durante meses haban de sufrir sus consecuencias los comerciantesnipones103.

    La actividad de los corsarios --o piratas-- japoneses se haba convertido en algo normal. Ademsde los avisos de preparativos navales, los hispanos observaron cmo al ao siguiente de un buenbotn se poda esperar mayor nmero de naves corsarias; en diversas ocasiones, sobre todo eninformaciones de los aos de gobierno de Gmez Prez Dasmarias, se hizo notar que las islasespaolas tenan fama de ricas en oro en Japn.

    En cuanto al nmero de naves que cada ao iban al corso, puede hacerse un clculo sloaproximado. El aventurero Tay Fusa parece que lleg a reunir hasta 27 naves; Juan Pablo deCarrin debi enfrentarse a siete naves y unos mil hombres, segn alguno de susacompaantes104. Este nmero tan elevado de barcos y hombres no se volvi a repetir. En 1598,ao en el que hay un recrudecimiento del corso tras la vuelta de los soldados de Corea y lamuerte de Hideyoshi Toyotomi, llegaron a Luzn --junto con ocho o nueve naves decomerciantes que en aquellas circunstancias parecieron sospechosas-- cuatro de corsarios queactuaron por la zona de Ilocos y tres que llegaron a vista de Manila. Este nmero de siete naves

    100A.G.I. Filipinas, legajo 18, ramo 2, nmero 30. Carta del gobernador de Filipinas al Rey de 20 de juniode 1585.101Ibidem, legajo 4, nmero 68. Carta del fiscal de la Audiencia de Filipinas al Rey de 20 de junio de1588. Ibid., nmero 73. Carta del oidor de la Audiencia Antonio de Ribera Maldonado al Rey de 24 de

    junio de 1588.102Los entrecomillados siguientes corresponden a fragmentos de los documentos: A.G.I. Filipinas, legajo18, ramo 4, nmero 86. Carta del gobernador de Filipinas al virrey de Mxico de 20 de mayo de 1589.Ibid., nmero 85. Carta del mismo al Rey de 13 de julio de 1589. Ibid. nmero 89. Carta de la Audienciade Filipinas al Rey de 13 de julio de 1589. Ibid., nmero 93. Carta del licenciado Ayala al Rey de 15 de

    julio de 1589.103Carta del licenciado Ayala al Rey de 15 de julio de 1589, cit. en nota anterior.104

    A.G.I. Filipinas, legajo 6, ramo 2, nmero 59. Carta del gobernador de Filipinas al virrey de Mxico de1 de junio de 1582.

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    de corsarios pareci excesivo en comparacin con los que normalmente acudan, que no eranms de dos o tres105.

    Las correras de los japoneses por las costas de Luzn, sobre todo por la zona norte, seprolongaron hasta 1600. Tokugawa Ieyasu, a peticin del gobernador Francisco Tello, en unclima favorable a la ampliacin de las relaciones comerciales, mand ajusticiar a ms decincuenta corsarios en Nagasaqui; el castigo pareci de gran dureza a los mismos espaoles,pues alcanzaba a las mujeres e hijos de los culpables, pero pareci solucionar el problema. En1603 no lleg a Luzn ningn barco de piratas106.

    CAPITULO II

    1. EL GOBERNADOR SANTIAGO DE VERA Y LA FAMA DE LACRISTIANDAD JAPONESA

    En febrero de 1583 mora el gobernador Ronquillo de Pealosa --durante su funeral un incendioen la iglesia de San Agustn destruy casi en su totalidad Manila-- y su sobrino Diego Ronquillogobern hasta la llegada del nuevo gobernador, en mayo de 1584, Santiago de Vera, ex-alcaldede Mxico. Toda la inquietud de aos anteriores haba de desembocar en contactos directos --diplomticos ya-- entre ambos archipilagos.

    Un par de meses despus de la llegada del nuevo gobernador Vera, dos agustinos y dos

    franciscanos salieron de Manila para procurar ver otras tierras, apoyados en una carta de FelipeII del aos anterior a los agustinos de Filipinas; a causa del mal tiempo en el mar, llegaron a lascostas de Hirado, en Japn, y all estuvieron ms de dos meses esperando ocasin para viajar aMacao, en donde estaban an en el verano de 1587107. Los dos principales protagonistas de estaaventura eran fray Francisco Manrique, prior y vicario general de los agustinos, y el franciscanodescalzo fray Juan Pobre. En Hirado conocieron personalmente el gran desarrollo de lacristiandad japonesa, el futuro prometedor de la evangelizacin de aquellas tierras, as como elambiente suspicaz anticastellano tanto en los medios comerciales portugueses de Macao y Japn

    105Ibid., ramo 6, nmero 154. Carta del gobernador de Filipinas al Rey de 12 de julio de 1599. Ibid.,legajo 18, ramo 7, nmero 154. Carta del gobernador de Filipinas al Rey de 12 de julio de 1599.106

    El gesto de Tokugawa Ieyasu fue muy comentado en la documentacin espaola. Un ejemplo, A.G.I.Filipinas, legajo 74, ramo 3, nmero 68. Relacin sobre el estado de Japn en 1600. Ibid., legajo 19, ramo3, nmero 79. Carta del gobernador de Filipinas al Rey de 23 de marzo de 1602. Sobre el fin de lasincursiones de los corsarios japoneses, A.G.I. Filipinas, legajo 7, ramo 2, nmero 47. Copia de trozos deuna carta del gobernador de Filipinas al Rey de 15 de julio de 1604. Ibid., nmero 49. Carta delgobernador de Filipinas al Rey de la misma fecha.107R.A.H. Coleccin Muoz, 9-4807, folios 83-163. Copia del itinerario del padre custodio de losdescalzos Martn Ignacio de Loyola, sin fecha. A.G.I. Filipinas, legajo 84, ramo 2, nmero 67. Carta defray Juan de Plasencia, custodio de los descalzos, al Rey de 18 de junio de 1585. Ibid., legajo 18, ramo 2,nmero 30. Carta del gobernador de Filipinas al Rey de 20 de junio de 1585. Ibid., legajo 6, ramo 3,nmero 67. Car