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2017 ESPAÑOL I GRUPOS: I – J – K - L TURNO: VESPERTINO

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2017

ESPAÑOL I GRUPOS: I – J – K - L TURNO: VESPERTINO

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Querido alumno, continuaremos trabajando de esta forma, por lo tanto necesito que elabores los trabajos que te encomiendo de la mejor manera posible. Realízalos en computadora para que me los envíes al siguiente correo electrónico y yo pueda revisarlos:

[email protected] Considera que la forma en como yo te confirmare que me ha llegado, será por medio de mi respuesta con la palabra: RECIBIDO; si no te contesto es que no me llegó tu trabajo. En cuanto termines, envíamelo, no debe pasar de esta semana, puesto que seguiré enviándote trabajos. Si tienes la posibilidad de trabajar con algún o algunos compañeros lo puedes hacer anotando los nombres de todos.

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Cuando me envíes tu compilación anota en el asunto los siguientes datos: NOMBRE COMPLETO GRUPO COMPILACIÓN DE MITOS Y LEYENDAS

Espero vernos pronto. Saludos.

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EMPEZARAS A ELABORAR LA COMPILACIÓN

1. Lee cada uno de los siguientes textos.

2. Anota sobre la línea roja si es mito o leyenda (debes clasificarlos

conforme la información que tienes en el cuaderno, la que te mande

en la parte 2; considerando las características de un mito y las

características de una leyenda).

3. En la línea azul debes anotar su clasificación, (ejemplo: si es

leyenda urbana o mito cosmogónico).

4. Posteriormente, organiza los textos conforme las partes de una

compilación, (la información la tienes en tu cuaderno), y agrega las

partes que te hacen falta para conformar la compilación.

5. Numera todas las páginas

6. Sigue este orden.

Portada.

Presentación.

Índice (debes anotar el título de cada una de las partes que

conforman la compilación y su respectivo número de página,

empezando por la presentación). Ejemplo:

ÍNDICE

PRESENTACIÓN……………………………………1

MITOS…………………………………………..……2

EL HILO DE ARIADNA……………………….........3

CUARTO SOL…………………………………..…..4

LEYENDAS……………………………….…………5

LA LLORONA………………………….………..…..6

EL CHUPACABRAS…………….………………....7

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Portada de mitos, (realiza una portada con una imagen y la

palabra MITOS, con letra grande resaltada).Ejemplo:

Ordena los textos de los mitos.

Portada de leyendas (realiza una portada con una imagen y la

palabra LEYENDAS, con letra grande resaltada, sigue el

ejemplo de la portada de mitos).

Ordena los textos de las leyendas.

MITOS

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Cuando el tunkuluchú canta…

En el Mayab vive un ave misteriosa, que siempre anda sola y vive entre las ruinas. Es el tecolote

o tunkuluchú, quien hace temblar al maya con su canto, pues todos saben que anuncia la muerte. Algunos dicen que lo hace por maldad, otros, porque el tunkuluchú disfruta al pasearse por los cementerios en las noches oscuras, de ahí su gusto por la muerte, y no falta quien piense que hace muchos años, una bruja maya, al morir, se convirtió en el tecolote.

También existe una leyenda, que habla de una época lejana, cuando el tunkuluchú era considerado el más sabio del reino de las aves. Por eso, los pájaros iban a buscarlo si necesitaban un consejo y todos admiraban su conducta seria y prudente.

Un día, el tunkuluchú recibió una carta, en la que se le invitaba a una fiesta que se llevaría a cabo en el palacio del reino de las aves. Aunque a él no le gustaban los festejos, en esta ocasión decidió asistir, pues no podía rechazar una invitación real. Así, llegó a la fiesta vestido con su mejor traje; los invitados se asombraron mucho al verlo, pues era la primera vez que el tunkuluchú iba a una reunión como aquella.

De inmediato, se le dio el lugar más importante de la mesa y le ofrecieron los platillos más deliciosos, acompañados por balché, el licor maya. Pero el tunkuluchú no estaba acostumbrado al balché y apenas bebió unas copas, se emborrachó. Lo mismo le ocurrió a los demás invitados, que convirtieron la fiesta en puros chiflidos y risas escandalosas.

Entre los más chistosos estaba el chom, quien adornó su cabeza pelona con flores y se reía cada vez que tropezaba con alguien. En cambio, la chachalaca, que siempre era muy ruidosa, se quedó callada. Cada ave quería ser la de mayor gracia, y sin querer, el tunkuluchú le ganó a las demás. Estaba tan borracho, que le dio por decir chistes mientras danzaba y daba vueltas en una de sus patas, sin importarle caerse a cada rato.

En eso estaban, cuando pasó por ahí un maya conocido por ser de veras latoso. Al oír el alboroto que hacían los pájaros, se metió a la fiesta dispuesto a molestar a los presentes. Y claro que tuvo oportunidad de hacerlo, sobre todo después de que él también se emborrachó con el balché.

El maya comenzó a reírse de cada ave, pero pronto llamó su atención el tunkuluchú. Sin pensarlo mucho, corrió tras él para jalar sus plumas, mientras el mareado pájaro corría y se resbalaba a cada momento. Después, el hombre arrancó una espina de una rama y buscó al tunkuluchú; cuando lo encontró, le picó las patas. Aunque el pájaro las levantaba una y otra vez, lo único que logró fue que las aves creyeran que le había dado por bailar y se rieran de él a más no poder.

Fue hasta que el maya se durmió por la borrachera que dejó de molestarlo. La fiesta había terminado y las aves regresaron a sus nidos todavía mareadas; algunas se carcajeaban al recordar el tremendo ridículo que hizo el tunkuluchú. El pobre pájaro sentía coraje y vergüenza al mismo tiempo, pues ya nadie lo respetaría luego de ese día.

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Entonces, decidió vengarse de la crueldad del maya. Estuvo días enteros en la búsqueda del peor castigo; era tanto su rencor, que pensó que todos los hombres debían pagar por la ofensa que él había sufrido. Así, buscó en sí mismo alguna cualidad que le permitiera desquitarse y optó por usar su olfato. Luego, fue todas las noches al cementerio, hasta que aprendió a reconocer el olor de la muerte; eso era lo que necesitaba para su venganza.

Desde ese momento, el tunkuluchú se propuso anunciarle al maya cuando se acerca su hora final. Así, se para cerca de los lugares donde huele que pronto morirá alguien y canta muchas veces. Por eso dicen que cuando el tunkuluchú canta, el hombre muere. Y no pudo escoger mejor desquite, pues su canto hace temblar de miedo a quien lo escucha.

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Maíz Huichol

Los huicholes estaban saturados de comer siempre lo mismo y querían algo que se pudiera tomar cada día pero de muy distintas maneras. Un muchacho oyó hablar del maíz y de los ricos guisos, de las tortillas y de la sopa que con este cereal se preparaba. Pero el maíz se hallaba muy lejos, al otro lado de la montaña. Eso no lo desanimó y comenzó a andar encontrándose una fila de hormigas. Sabía que eran las guardianas del maíz por lo que las siguió.

Después de caminar, el joven se quedó dormido y las hormigas se comieron toda su ropa, dejándole tan sólo con su arco y flechas. Sin ropa y con mucho hambre, el joven se lamentó. Un pájaro se posó en un árbol cercano y el joven le apuntó con su arco pero éste le increpó diciéndole que él era el padre del maíz. Lo invitó a su casa donde recibiría todo lo que andaba buscando. Cuando llegó se encontró con sus hijas, cinco doncellas muy bellas, llamadas Mazorca Blanca, Mazorca Azul, Mazorca Amarilla, Mazorca Roja y Mazorca Negra.

Mazorca Azul lo cautivó con su belleza y dulzura, pronto se casaron y regresaron al pueblo. Como no tenían casa, durmieron un tiempo en el lugar dedicado a los dioses. Como cosa de encanta-miento, la casa de los recién casados se llenaba todos los días con mazorcas que la adornaban como flores. La gente venía de todas partes pues Mazorca Azul les regalaba mazorcas a manos llenas. La esposa enseñaba a su marido cómo sembrar el maíz y cómo cuidarlo. Al enterarse de las delicias de la comida nueva muchos animales intentaron robarla. Mazorca Azul enseñó a la gente que debía prender fogatas cerca de las milpas para asustar a las criaturas que andaban en busca de los elotes tiernos. Los ancianos cuentan que Mazorca Azul, una vez que enseñó a las personas todo cuanto sabía sobre el maíz, se molió a sí misma y de esta manera entregó a la humanidad el riquísimo atole (bebida caliente de harina de maíz).

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El chom

En Uxmal, una de las ciudades más importantes de El Mayab, vivió un rey al que le gustaban mucho las fiestas. Un día, se le ocurrió organizar un gran festejo en su palacio para honrar al Señor de la Vida, llamado Hunab ku, y agradecerle por todos los dones que había dado a su pueblo.

El rey de Uxmal ordenó con mucha anticipación los preparativos para la fiesta. Además invitó a príncipes, sacerdotes y guerreros de los reinos vecinos, seguro de que su festejo sería mejor que cualquier otro y que todos lo envidiarían después. Así, estuvo pendiente de que su palacio se adornara con las más raras flores, además de que se prepararan deliciosos platillos con carnes de venado y pavo del monte. Y no podía faltar el balché, un licor embriagante que le encantaría a los invitados.

Por fin llegó el día de la fiesta. El rey de Uxmal se vistió con su traje de mayor lujo y se cubrió con finas joyas; luego, se asomó a la terraza de su palacio y desde allí contempló con satisfacción su ciudad, que se veía más bella que nunca. Entonces se le ocurrió que ese era un buen lugar para que la comida fuera servida, pues desde allí todos los invitados podrían contemplar su reino. El rey de Uxmal ordenó a sus sirvientes que llevaran mesas hasta la terraza y las adornaran con flores y palmas. Mientras tanto, fue a recibir a sus invitados, que usaban sus mejores trajes para la ocasión.

Los sirvientes tuvieron listas las mesas rápidamente, pues sabían que el rey estaba ansioso por ofrecer la comida a los presentes. Cuando todo quedó acomodado de la manera más bonita, dejaron sola la comida y entraron al palacio para llamar a los invitados.

Ese fue un gran error, porque no se dieron cuenta de que sobre la terraza del palacio volaban unos zopilotes, o chom, como se les llama en lengua maya. En ese entonces, estos pájaros tenían plumaje de colores y elegantes rizos en la cabeza. Además, eran muy tragones y al ver tanta comida se les antojó. Por eso estuvieron un rato dando vueltas alrededor de la terraza y al ver que la comida se quedó sola, los chom volaron hasta la terraza y en unos minutos se la comieron toda.

Justo en ese momento, el rey de Uxmal salió a la terraza junto con sus invitados. El monarca se puso pálido al ver a los pájaros saborearse el banquete.

Enojadísimo, el rey gritó a sus flecheros:

— ¡Maten a esos pájaros de inmediato!

Al oír las palabras del rey, los chom escaparon a toda prisa; volaron tan alto que ni una sola flecha los alcanzó.

— ¡Esto no se puede quedar así! gritó el rey de Uxmal Los chom deben ser castigados.

__ No se preocupe, majestad; pronto hallaremos la forma de cobrar esta ofensa —contestó muy serio uno de los sacerdotes, mientras recogía algunas plumas de zopilote que habían caído al suelo.

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Los hombres más sabios se encerraron en el templo; luego de discutir un rato, a uno de ellos se le ocurrió cómo castigarlos. Entonces, tomó las plumas de chom y las puso en un bracero para quemarlas; poco a poco, las plumas perdieron su color hasta volverse negras y opacas.

Después, uno de los sacerdotes las molió hasta convertirlas en un polvo negro muy fino, que echó en una vasija con agua. Pronto, el agua se volvió un caldo negro y espeso. Una vez que estuvo listo, los sacerdotes salieron del templo. Uno de ellos buscó a los sirvientes y les dijo:

—Lleven comida a la terraza del palacio, la necesitamos para atraer a los zopilotes.

La orden fue obedecida de inmediato y pronto hubo una mesa llena de platillos y muchos chom que volaban alrededor de ella. Como el día de la fiesta todo les había salido muy bien, no lo pensaron dos veces y bajaron a la terraza para disfrutar de otro banquete.

Pero no contaban con que esta vez los hombres se escondieron en la terraza; apenas habían puesto las patas sobre la mesa, cuando dos sacerdotes salieron de repente y lanzaron el caldo negro sobre los chom, mientras repetían unas palabras extrañas. Uno de ellos alzó la voz y dijo:

—No lograrán huir del castigo que merecen por ofender al rey de Uxmal. Robaron la comida de la fiesta de Hunab ku, el Señor que nos da la vida, y por eso jamás probarán de nuevo alimentos tan exquisitos. A partir de hoy estarán condenados a comer basura y animales muertos, sólo de eso se alimentarán.

Al oír esas palabras y sentir sus plumas mojadas, los chom quisieron escapar volando muy alto, con la esperanza de que el sol les secara las plumas y acabara con la maldición, pero se le acercaron tanto, que sus rayos les quemaron las plumas de la cabeza. Cuando los chom sintieron la cabeza caliente, bajaron de uno en uno a la tierra; pero al verse, su sorpresa fue muy grande. Sus plumas ya no eran de colores, sino negras y resecas, porque así las había vuelto el caldo que les aventaron los sacerdotes. Además, su cabeza quedó pelona. Desde entonces, los chom vuelan lo más alto que pueden, para que los demás no los vean y se burlen al verlos tan cambiados. Sólo bajan cuando tienen hambre, a buscar su alimento entre la basura, tal como dijeron los sacerdotes.

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El diluvio huichol

Una vez un huichol quiso roturar un pedazo de tierra para sembrar en él; pero los árboles que cortaba cada día aparecían crecidos de nuevo a la mañana siguiente.

Al quinto día quiso descubrir a qué se debía tan extraño suceso, y después de haber cortado algunos cuantos árboles, esperó. Al poco rato salió de la tierra una viejecita con un bordón en la mano, que, apuntando coa su vara a los cuatro puntos cardinales, hizo que nacieran de nuevo todos los árboles cortados. Era la anciana Nacahue, la diosa de la tierra, que hace brotar la vegetación. Después se dirigió al huichol y le habló; le dijo que su trabajo era inútil, pues antes de cinco días tendría lugar un gran diluvio, cuya aproximación se adivinaría por un viento fuerte que ie haría toser. Le aconsejó que se fabricase una caja de madera, que guardase en su interior cinco granos de maíz de cada color; cinco semillas de fríjol, también de distintos colores; cinco sarmientos de calabaza, para alimentar el fuego, y una perra prieta, y que se encerrase después en ella con todo. Así lo hizo el indio y la propia vieja cerró la tapa, sentándose después encima con una guacamaya en el hombro.

Todo sucedió como Nacahue había anunciado. Durante cinco años la caja flotó sobre el agua en todas direcciones y al sexto comenzó a descender, deteniéndose sobre una montaña, cerca de Santa Catalina, donde puede verse todavía.

Cuando el huichol salió de la caja la tierra seguía cubierta de agua; pero las guacamayas la separaron con sus picos en cinco mares. El suelo pudo secarse y de nuevo se cubrió de vegetación.

Nacahue regresó al cielo y el huichol siguió viviendo en la tierra, acompañado sólo de la perra. Cuando por las noches regresaba de su trabajo, encontraba siempre preparadas unas tortillas en su gruta. Un día se quedó acechando, para descubrir el misterio, y pudo ver cómo la perra se quitaba la piel, se convertía en una mujer y se disponía a hacer la comida. Entonces el huichol se apoderó de la piel y la arrojó a la lumbre, y sin hacer caso de los gritos de la mujer, la refrescó con el agua del nixtamal. Desde entonces no volvió a tomar forma perruna, vivió con él y los numerosos hijos que tuvieron poblaron la tierra.

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El toloache (La belladona)

Mucho tiempo antes de la conquista de Méjico por los españoles, vivía en este país un poderoso rey, padre de siete príncipes. Todos, como hijos de serrallo, tenían, poco más o menos, la misma edad.

Una noche, cuando el Rey dormía tranquilamente en su tienda, fue despertado por los lamentos de una niña, que, desnuda y hambrienta, había llegado, nadie sabía de dónde, al lugar donde el Rey descansaba. Conmovido éste por su extraordinaria belleza, la adoptó y educó con el cariño de un padre.

La niña crecía y su maravillosa belleza aumentaba, llegando a convertirse en una criatura tan fascinadora, que los siete hijos del Rey se enamoraron apasionadamente de ella. Desde entonces la paz dejó de reinar en el palacio y entre los hermanos se desencadenaron los celos y el odio. La joven, aunque los quería a todos, no amaba a ninguno, y los príncipes, para decidir cuál se casaría con ella, acordaron citarse para un combate fratricida, del que sólo pudiera sobrevivir uno de ellos.

Cuando el Rey se enteró de lo acordado, y creyendo que no había otro medio para impedirlo, ordenó a sus servidores que quitasen la vida a la hermosa doncella. Siguiendo éstos las órdenes de su señor, se la llevaron al monte, y allí, creyéndola muerta^ la abandonaron malherida.

Cuando la joven recobró el sentido, atemorizada, corrió sin rumbo a través de la selva; sus pupilas se dilataban, intentando ver en la oscuridad, y sus párpados se ennegrecieron por el terror. Entonces salió la Luna llena y el toloache abrió sus flores. Una de ellas habló, ofreciendo refugio a la fugitiva, y ésta, reduciéndose prodigiosamente de tamaño, se introdujo en el seno de la flor.

Allí vive desde entonces y allí sanaron sus heridas y encontraron alivio sus dolores. A cambio, el toloache adquirió sus facultades maravillosas. Su jugo ensombrece los párpados y dilata las pupilas; aplicado a la piel, calma los dolores y, tomada la hierba en infusión, puede hacer dormir, e incluso matar. Desde entonces, para ocultar a su protegida, sólo abre sus flores las noches de plenilunio, y ni los príncipes, sus siete enamorados, que la buscaron transformados en mariposas, pueden encontrarla, porque los insectos nunca se acercan al toloache, pues saben que el aroma que sus flores despiden es mortal.

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El feroz Tezcatlipoca

Tezcatlipoca, o «Espejo reluciente», era un dios azteca cruel y feroz, de vengativo carácter. Descendió del cielo deslizándose por un hilo de araña, y llegó al floreciente país de Tula, cuyos habitantes vivían pacíficamente gobernados por Quetzalcóatl, a a quien adoraban como único soberano, porque fueron instruidos por él en todas las ciencias industriales.

Tezcatlipoca auguró a los habitantes de Tula sus terribles desdichas, apareciendo en el país funestos presagios que alarmaban a sus habitantes, tales como surgir fuegos en todas las cumbres de las montañas, y las gentes, aterradas, contemplaron cómo un pájaro blanco surcaba los aires con el corazón traspasado por una flecha.

Pronto empezó el dios su obra devastadora. Dirigiéndose al palacio de Quetzalcóatl, se presentó ante el Monarca con fingidas muestras de amistad y afecto, el cual le recibió con franca hospitalidad, y allí se quedó cordialmente atendido. Propuso a Quetzalcóatl jugar una partida de bolos, que tuvo lugar en los regios jardines, ante multitud de espectadores. A la mitad se transformó Tezcatlipoca en un tigre de temible aspecto, y lanzó tan fuerte rugido, que asustó a la multitud, que, despavorida, huyó precipitadamente, arrojándose a un río próximo, donde pereció ahogada por la caudalosa corriente.

Tezcatlipoca acariciaba la idea de apoderarse del gobierno de Tula, y, transformado en un viejo hechicero, dio un bebedizo a Quetzalcóatl, que le hizo desear ardientemente marcharse a su país oriental. Pero antes quiso conquistar a su hija, y para conseguirlo se transformó en un hermoso mancebo, vendedor de pimienta, que apareció en el mercado de Tula, completamente desnudo, según la costumbre de los mercaderes extranjeros. La princesa, que le contempló desde una ventana de su palacio, quedó perdidamente enamorada del joven; pero, no atreviéndose a confesar a su padre aquel amor, por ser tan humilde, calló su pasión, haciéndole enfermar de gravedad. Alarmado el rey Huemac — que es lo mismo que Quetzalcóatl —, llamó a todos los médicos y sabios de su reino para que devolvieran la salud a su hija, y ellos descubrieron su amor por el doncel, comunicándoselo a su padre. Éste mandó llamar al joven y le ofreció la mano de su hija, entregándolo a sus criados para que le vistieran a usanza de su país. Él se dejó pintar y vestir al uso tolteca, y entró así al aposento de la princesa, que, al verle, se sintió curada de su mal, y, se desposaron.

El pueblo se indignó de que la hija del Rey se hubiera casado con un ser de tan pobre condición, y además extranjero, cuando había tantos nobles dignos de ella en el país, y, airados, se presentaron ante el Monarca para protestar enérgicamente. El Soberano, que interiormente estaba descontento con su yerno y que deseaba deshacerse de él, aplacó a los nobles, rogándoles calma para no precipitar los hechos, y todos se pusieron de acuerdo para enviarlo a la guerra contra los fieros habitantes de Coatepec, de donde probablemente no volvería, pereciendo en sus manos.

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Se ultimaron los preparativos y fue enviado a la guerra Toveyo —que era el nombre que allí usaba Tezcatlipoca—, junto con un grupo de hombres fracasados en el desempeño de sus cargos y que eran castigados con la guerra.

Los toltecas simularon un ataque para instigar a los bravos ejércitos de Coatepec, que contraatacaron con brío, envolviendo al pequeño grupo de Toveyo y los inútiles, a los que todos dieron por derrotados y muertos.

Con gran contento fueron a comunicarlo a Palacio, regocijándose también de ello el Rey. Y cuando más alegres estaban, llegó la noticia contraria: Toveyo, totalmente cercado, no sólo se había defendido con heroísmo, sino que, atacando él valerosamente, había derrotado al poderoso ejército enemigo, que sucumbió a sus manos, dejando convertido el campo de batalla en un cementerio enemigo. Aterrados quedaron ante el relato el Rey y los nobles, temiendo su vuelta triunfante a Palacio, donde seguramente tomaría venganza contra ellos.

En efecto, vuelto a la ciudad, Toveyo dio orden de organizar una fiesta esplendorosa, en la que tomarían parte todos los habitantes toltecas, mandándole que se reunieran en una gran llanura de verdes praderas y pintoresco paisaje, llamada Texcalapa. Cuando todos estaban reunidos, se presentó Toveyo, empezando él a cantar y bailar alegremente. Poco a poco fueron animándose hombres y mujeres que participaban en la danza, hasta que terminaron todos bailando en medio del mayor regocijo. Toveyo empezó a tocar su tambor mágico, a cuyo son bailaban sin descanso cuantos le oían, y, acelerando el ritmo, les iba excitando en sus movimientos, hasta que, presos de su loco vértigo, les hacía enloquecer, y, peleándose unos contra otros, y matándose muchos, sin cesar en aquella danza, de la que no podían parar, dominados de un terrible pánico, en medio de la más espantosa confusión, que llenaba de agudos y ensordecedores gritos la vasta llanura, se precipitaron en el fondo de un profundo barranco, por el que se despeñaba una gran catarata de agua, y roto por el dios el puente tendido sobre la gran cima, todos cayeron en el fondo del abismo y quedaron convertidos en piedras. Los pocos que se salvaron llegaron a la ciudad sin acordarse de nada, porque habían perdido la memoria con el maleficio de Toveyo.

No contento con esta catástrofe, el feroz Tezcatlipoca discurrió otra nueva, y al poco tiempo llamó a multitud de obreros para que trabajasen en un jardín que había pertenecido al anterior monarca Quetzalcoatl, antes de que emigrara a su país. Cuando todos estaban más afanados en su tarea, Toveyo, convertido en un famoso guerrero llamado Teguios, cayó sobre los trabajadores, los machacó con su coa o clava mejicana de madera, y mató a la mayoría de ellos; los demás huyeron con tal terror, que se tiraban y pisoteaban por los suelos, de modo que sucumbió en aquel jardín una enorme cantidad de obreros.

Su ferocidad aún no se sentía satisfecha, y con odio implacable hacia aquel país, se transformó en un brujo muy famoso y temido por los habitantes de Tula, que se llamaba Tlacavepan. En figura suya se presentó un día cuando más concurrido estaba el mercado de la ciudad, y allí se sentó, mostrando en su mano una muñequita que bailaba sola. Todos, curiosos, le rodearon para ver aquel prodigio, pensando que sería el espíritu del propio Huitzilochtli, y fue aumentando el número de espectadores, que, agolpándose en torno suyo, se atropellaban y aplastaban, acabando por morir gran número de ellos. El brujo, entonces, se dirigió al pueblo y les habló, confesándose causante de aquellas muertes, porque les había enloquecido con su muñequita mágica, y se creía, en justicia, merecer la muerte, lapidado. Las gentes, excitadas a la vista de los cadáveres, cogían piedras y las arrojaban contra él, hasta dejarle ensangrentado y muerto en medio del mercado. Pero al poco tiempo el cadáver del falso brujo comenzó a descomponerse, despidiendo un repugnante hedor, que contaminó el aire de gases venenosos, que, al respirarlo, les ocasionaba la muerte, cayendo intoxicadas cientos de personas.

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El sangriento cadáver del brujo habló a los supervivientes, aconsejándoles que, como autor de aquellas desgracias, fuese su cadáver arrojado fuera de la ciudad. Así que le oyeron, deseando verse libres de él, le ataron fuertes cuerdas para arrastrarle por el polvo hasta las afueras de Tula; pero por muchos esfuerzos que hacían no conseguían moverle del sitio por el enorme peso que había adquirido, como si estuviera clavado en la tierra. Cada vez era mayor el número de los que tiraban d° las cuerdas y sólo consiguieron romperlas y dar con sus huesos en el suelo.

Entonces el muerto les dijo que sólo podrían moverle cantando a la vez que él una cancioncilla que les enseñaría. Y comenzó a cantar una copla ininteligible; pero el pueblo, aunque no la entendía, se esforzaba por corearle, mientras tiraban de las cuerdas, y sólo así, tras de inmensos esfuerzos, lograron sacarle de la ciudad, arrojándole en unos escombros. Los poquísimos que quedaron con vida perdieron la memoria de lo sucedido.

Tezcatlipoca prosiguió su obra de exterminio contra los indefensos habitantes de Tula e hizo llover sobre el país gran cantidad de piedras, algunas de tamaño enorme, como la roca llamada Techcatl, que también cayó del cielo.

Al poco tiempo, el maléfico dios se transformó en una vieja, que recorría las calles de la ciudad pregonando y vendiendo unas banderitas que con sólo tocarlas enloquecían a todos los compradores, que, atraídos al pie de la roca Techcatl, llovida del cielo, con locura furiosa, se iban suicidando.

Ante tantas desgracias, la angustia de los habitantes no tenía límites; la mayoría había perecido y, para colmo de males, todos los alimentos almacenados en los depósitos se corrompieron y hubo necesidad de tirarlos, quedándose sin provisiones y, en consecuencia, un hambre feroz asoló al país, hasta causar un gran número de víctimas. Los pocos que quedaban, ya extenuados, aguardaban la muerte, cuando percibieron un sabroso olorcillo a maíz tostado, que les atraía irresistiblemente. La vieja hechicera se había puesto a tostar grandes cantidades de maíz en un paraje llamado Xochilta; el humo y el olor se extendían por toda la comarca y atraían hasta allí a los famélicos habitantes. Todos iban llegando con prodigiosa ligereza; pero caían muertos en torno a la vieja. Allí murieron los últimos toltecas y desapareció aquella desventurada nación, aniquilada por la ferocidad y el odio implacable de aquel funesto personaje que bajó a exterminarlos descolgándose por un hilo de araña.

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La Casa del Trueno

Cuentan los viejos que entre Totomoxtle y Coatzintlali existía una caverna en cuyo interior los antiguos sacerdotes habían levantado un templo dedicado al Dios del Trueno, de la lluvia y de las aguas de los ríos. Eran tiempos en los que aún no llegaban los hispanos ni las portentosas razas, conocidas hoy como totonacas, que poblaron el lugar de Veracruz que después llamaron Totonacan. Y siete sacerdotes se reunían cada tiempo en que era menester cultivar la tierra y sembrar las semillas y cosechar los frutos, siete veces invocaban a las deidades de esos tiempos y gritaban entonaban cánticos a los cuatro vientos o sea hacia los cuatro puntos cardinales, porque según las cuentas esotéricas de esos sacerdotes, cuatro por siete eran 28 y ventiocho días componen el ciclo lunar.

Siguen diciendo las viejas crónicas que se han convertido en asombrosas leyendas, que esos viejos sacerdotes hacían sonar el gran tambor del trueno y arrastraban cueros secos de los animales por todo el ámbito de la caverna y lanzaban flechas encendidas al cielo. Y poco después atronaban el espacio furiosos truenos y los relámpagos cegaban a los animales de la selva y a las especies acuáticas que moraban en los ríos.

Llovía a torrentes y la tempestad rugía sobre la cueva durante muchos días y muchas noches y había veces en que los ríos Huitizilac y el de las mariposas, Papaloapan, se desbordaban cubriendo de agua y limo las riberas y causando inmensos desastres. Cuanto más arrastraban los cueros mayor era el ruido que producían los torrentes y cuanto más se golpeaba el gran tambor ceremonial, mayor era el ruido de los truenos cuanto más relámpagos significaba mayor número de flechas incendiarias.

Pasaron los siglos…

Un día arribaron al lugar grupos de gentes ataviadas de un modo singular, trayendo consigo otras costumbres, otras leyes y otras religiones. Se decían venidos de otras tierras allende el gran mar de turquesas (Golfo de México) y tanto hombres, como mujeres y niños, tenían la característica de estar siempre sonriendo como si fueran los seres más felices de la tierra y tal vez esa alegría se debía a que después de haber sufrido mil penurias en las aguas tormentosas de un mar en convulsión habían por fin llegado a las costas tropicales, donde había de todo, así frutos como animales de caza, agua y clima hermoso.

Se asentaron en ese lugar al que dieron por nombre, en su lengua Totonaca y ellos mismos se dijeron totonacas.

Pero los sacerdotes, los siete sacerdotes de la caverna del trueno no estuvieron conformes con aquella invasión de los extranjeros que traían consigo una gran cultura y se fueron a la cueva a producir truenos, relámpagos, rayos y lluvias y torrenciales aguaceros con el fin de amedrentarlos.

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En los antiguos registros que los milenios han borrado, se dice que llovió mucho y durante varios días y sus noches, hasta que alguien se dio cuenta de que esas tempestades las provocaban los siete hechiceros, los siete sacerdotes de la caverna de los truenos.

No siendo amigos de la violencia, los totonacas los embarcaron en un pequeño bajel y dotándoles de provisiones y agua los lanzaron al mar de las turquesas en donde se perdieron para siempre.

Pero ahora era preciso dominar a esos dioses del trueno y de las lluvias para evitar el desastre del pueblo totonaca recién asentado y para el efecto se reunieron los sabios y los sacerdotes y gentes principales y decidieron que nada podría hacerse contra esas fuerzas que hoy llamamos sencillamente naturales y que sería mejor rendirles culto y pleitesía, adorar a esos dioses y rogarles fueran magnánimos con ese pueblo que acababa de escapar de un monstruoso desastre.

Y en ese mismo lugar en donde había el templo y la caverna y se ejercía el culto al Dios del trueno, los totonacas u hombres sonrientes levantaron el asombroso templo del Tajín, que en su propia lengua quiere decir lugar de las tempestades. Y no sólo se rindió culto al Dios del Trueno sino que se le imploró durante 365 días, como número de nichos tiene este pasmoso monumento invocando el buen tiempo en cierta época del año y la lluvia, cuando es menester fertilizar las cementeras.

Hoy se levanta este maravilloso templo conocido en todo el mundo como pirámide o templó de El Tajín en donde curiosamente parecen generarse las tempestades y los truenos y las lluvias torrenciales.

Así nació la pirámide de El Tajín, levantada con veneración y respeto al Dios del Trueno, adorado por aquellas gentes que vivieron mucho antes de la llegada de los extranjeros, mucho antes de la llegada de los totonacas, cuando el mundo parecía comenzar a existir.

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Quinto Sol

Durante el quinto Sol, bajo la adoración de Quetzalcóatl, los dioses se reunieron y decidieron establecer una nueva especie humana que poblara la tierra. Quetzalcóatl se dirigió a Mictlantecuhtli y le dijo que venía en busca de los huesos que estaban bajo su custodia. Este no quería entregárselos por lo que le pidió superar una prueba.

Tenía que hacer sonar el caracol que le ofrecía y darle cuatro vueltas alrededor del círculo interior. Pero el caracol no tenía agujero alguno por donde Quetzalcóatl pudiera entrar a darle vueltas. Entonces llamó a los gusanos para que hicieran los huecos y a las abejas para que entraran e hicieran sonar el caracol. Al oírlo, a Mictlantecuhtli no le quedó más remedio que entregarle los huesos. Inmediatamente se arrepintió por que los huesos pertenecían a las generaciones pasadas y su lugar estaba allí, en Mictlán.

Quetzalcóatl no cedió y al encaminarse hacia donde estaban aquellos huesos envió a su doble y les hizo creer que volvía para regresarlos a la vida. Estaban por separado los huesos de mujer y los huesos de hombre, sólo era cuestión de amarrarlos y para llevárselos. Quetzalcóatl ascendía ya del Mictlán y Mictlantecuhtli pensó que aún tenía tiempo para recuperar los objetos preciosos y ordenó a sus servidores cavar un hoyo. Dándose mucha prisa se adelantaron a Quetzalcóatl, que cayó muerto en sus profundidades. Éste al caer soltó los huesos, que rápidamente se esparcieron por toda la superficie.

Pero Quetzalcóatl resucitó y recogió de nuevo los restos. Fuera le esperaba la doncella Quilaztli, quien molió los huesos y los colocó en una vasija de belleza singular, mientras Quetzalcóatl descansaba de su misión.

Entonces se reunieron los dioses y Quetzalcóatl vertió su sangre sobre el polvo de los huesos. Todos hicieron penitencia y, por fin, decretaron el nacimiento de los humanos.

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La Vainilla

Cuentan que Xanath, hija de nobles totonacas, célebre por su belleza, vivía en un palacio cercano al centro ceremonial de Tajín, sede de su pueblo.

Cierto día en que la joven acudió a depositar una ofrenda sobre el plato colocado en el abdomen de Chac-Mool (“Mensajero Divino”), encontró casualmente a Tzarahuín (jilguero), un alegre doncel al que le agradaba silbar, y surgió entre ambos amor a primera vista.

Sin embargo, el romance mostró dificultades para prosperar, porque Tzarahuin era pobre y vivía en una choza humilde rodeada de tierra fértil en que abundaban las anonas, las piñas y las calabazas. A pesar de la diferencia de clases, los enamorados se reunían casi a diario, de manera fugaz, cuando el mancebo llevaba al mercado la cosecha de sus siembras, y en poco tiempo una sincera pasión se apoderó de sus corazones.

Una tarde en que Xanath pasó junto al templo sagrado de los nichos, la sorprendió la mirada penetrante del dios gordo, que se caracterizaba por su vientre abultado, la frente rapada y su triple penacho; y desde entonces el señor de la felicidad se dedicó a cortejarla. La doncella logró esquivarlo en un principio, más el astuto dios encontró la forma de revelarle sus sentimientos y, al ser rechazado, su alegría habitual se tornó en cólera y amenazó a la joven con desatar la furia de Tajín, si no accedía a sus reclamos amorosos.

La advertencia hizo temblar de miedo a Xanath, pero no traicionó a Tzarahuín.

El astuto dios gordo resolvió entonces ganarse la confianza del padre de la joven para que influyera en el ánimo de Xanath. Lo invitó a su palacio, le reveló secretos divinos y cuando manifestó interés por la linda muchacha, recibió completo apoyo para casarse con ella.

Xanath hubo de soportar un mayor acoso del testarudo dios y su padre la obligó a aceptar una nueva cita, que resultaría fatal, pues luego de haber dado otra negativa al señor de la felicidad, éste, irritado, lanzó un conjuro sobre la doncella y la transformó en una planta débil de flores blancas y exquisito aroma: la vainilla.

Y si bien el dios creyó vengarse, lo cierto es que mientras de él existen sólo vagos recuerdos, en cambio, tenemos muy presente en nuestros días a la planta orquidácea cuya esencia es muy apreciada en la cocina y la pastelería de muchas partes del mundo.

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Las criptas de Kaua

Al sur de Kaua, pueblo de la provincia de Valladolid, hay unas criptas profundas, cuyas galerías extensas y subterráneas forman un verdadero laberinto. Nadie las ha recorrido en su totalidad y se dice que una de ellas alcanza una extensión de veinticuatro kilómetros. Los turistas que las visitan pueden oír cómo el eco reproduce la voz bajo sus bóvedas hasta lo infinito; pero los viejos indígenas aseguran oír con claridad una voz que pregunta en la lengua aborigen: ¿Me quieres?, y estas palabras, como respuesta: «Como las plantas al rocío de los cielos, como las aves al primer rayo de sol matinal.» He aquí la leyenda que relatan sobre estas criptas:

Vivía una vez en la corte de Chichen sacerdote H’Kinxoc, padre de una doncella de maravillosa belleza. Se llamaba ésta Oyomal que quiere decir «Timidez». Eran muchos los que la pretendían; pero ella se mostraba amable con todos, sin dar a ninguno su preferencia. Entre sus adoradores se contaron pronto Ac y Cay, los dos príncipes hermanos. La pasión se encendió en sus pechos con tal fuerza, que se desencadenaron entre ellos la rivalidad y el odio. El sacerdote H’Kinxoc temía que estallase la guerra civil si Oyomal se inclinaba por uno de los dos jóvenes, y suplicaba continuamente a los dioses que esto no llegase a suceder. Pero Yacunah, el amor, dispuso las cosas de otra manera, y Cay, gallardo, varonil y valiente, rindió con sus poemas el corazón de Oyomal.

Encolerizado Ac por la fortuna de su hermano, envió contra él a sus guerreros, los cuales le sorprendieron cuando juraba amor a la bella Oyomal. El enamorado príncipe fue aprisionado en la hondonada de Kaua, mientras su dama era conducida al claustro de las vírgenes de Chichen Itzá, y el sacerdote H’Kinxoc fue encerrado en el santuario de Mutul. La cólera de Ac era enorme; pero su amor era aún mayor, y siguió cortejando solícitamente a la hermosa Oyomal. Todas las mañanas acudía al claustro de las vírgenes y le hablaba de su pasión; pero ella permanecía silenciosa. Todavía sonaban en sus oídos las apasionadas palabras de Cay: «¿Me quieres?» Y entretanto Cay, en la hondonada de Kaua, se repetía una y otra vez las que ella le había contestado: «Como las plantas al rocío de los cielos, como las aves al primer rayo del sol matinal.»

Y un día, inspirado por el amor, Cay tuvo la idea de construir, valiéndose de una mina, un largo e intrincado subterráneo desde su prisión a la de su amada. Y el amor, que nunca le abandonaba, le dio fuerzas para realizar su propósito. Oyomal pudo así un día escuchar realmente de los labios de Cay las palabras que incesantemente se repetía en su interior: ¿Me quieres? Pero su dicha fue corta. Se acababan de reunir los dos enamorados, cuando Ac penetró en la estancia y mandó a sus guerreros que prendiesen al fugitivo y diesen muerte a los guardianes que habían permitido su huida. Entonces habló Cay. Dijo que había venido por un camino desconocido, guiado sólo por el amor y que al amparo de él marcharía por el mismo con su prometida. Dicho esto, tomó en brazos a Oyomal y desapareció por el laberinto que lo había traído.

El encolerizado Ac salió en el acto a su persecución con sus guerreros a través de las criptas, y los fugitivos fueron alcanzados, recibiendo muerte y sepultura en el camino subterráneo que el amor había tendido entre ambos, Pero sus frases de amor se pueden escuchar todavía en las noches de enero cuando la brisa murmura dulcemente.