Espectadores, Los Alumnos Del Siglo 21

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Comunicar, 24, 2005, Revista Científica de Comunicación y Educación; ISSN: 1134-3478; páginas 105-112 Espectadores, los alumnos del siglo XXI Virginia Funes es profesora e investigadora de la Universidad Nacional de Lanús en Buenos Aires (Argentina) ([email protected]). 1. La experiencia de ser espectadores Cotidianamente los profeso- res de los centros educativos se enfrentan con un alumna- do apático y desmotivado. Sin embargo, ni apatía ni desmotivación es lo que demuestran cuando dejan de ser alumnos y se convierten en espectadores de televi- sión, de cine, de las tecnologías, de las pantallas de la PC. Espectador es aquel sujeto cuya experiencia social se da, fundamentalmente, a partir de las conexiones vía los sentidos, vía las percepciones; y no tanto a tra- vés de la conciencia o a través de la palabra. Virginia Funes Buenos Aires (Argentina) R E F L E X I O N E S Cotidianamente los profesores de los centros educativos se enfrentan con un alumna- do apático y desmotivado. Sin embargo, ni apatía ni desmotivación es lo que demues- tran cuando dejan de ser alumnos y se convierten en espectadores de televisión, de cine, de las tecnologías, de las pantallas del PC. Si en el siglo XIX tenemos al ciudada- no, y en el XX tenemos al parlante, en el siglo XXI tenemos la figura del espectador, cuya experiencia social fundamental es la experiencia de la multiplicidad de conexiones con el flujo de la información. Si para aprender a leer y a escribir inventamos la escue- la, ¿qué dispositivos tenemos para aprender a mirar? Parece que tenemos que apren- der nosotros de los jóvenes mediáticos. Nowadays, teachers often face apathethic and demotivated pupils. Nevertheless, these students do not show either apathy or demotivation when they stop being students and become spectators: of television, of cinema, of new technologies, of PC displays. If in the 19 th century we had citizens and in the 20 th century we had speakers, in 21 th cen- tury we have the figure of the spectator, whose main social experience is the multipli- city of connections with the flow of information. If school was created to learn reading and writing, what do we have to learn watching? It seems that the media youngsters should teach us the way to. DESCRIPTORES/KEY WORDS Espectador, generación mediática, cultura hipermediatizada, cultura escolar, formación docente, educación audiovisual. Spectator, media generation, hyper-mediatized culture, school culture, teacher training, audiovisual education. Spectators, the XXI student (Recibido: 09-06-04 / Aceptado: 30-09-04)

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Los nuevos alumnos y los nuevos estimulos que hacen de ellos, espectadores

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C o m u n i c a r, 24, 2005, Revista Científica de Comunicación y Educación; ISSN: 1134-3478; páginas 105-112

Espectadores, los alumnos del siglo XXI

Virginia Funes es profesora e investigadora de la UniversidadNacional de Lanús en Buenos Aires (Argentina)([email protected]).

1. La experiencia de serespectadoresCotidianamente los profeso-res de los centros educativosse enfrentan con un alumna-

do apático y desmotivado. Sin embargo, ni apatía nidesmotivación es lo que demuestran cuando dejan deser alumnos y se convierten en espectadores de televi-sión, de cine, de las tecnologías, de las pantallas de laPC. Espectador es aquel sujeto cuya experiencia socialse da, fundamentalmente, a partir de las conexionesvía los sentidos, vía las percepciones; y no tanto a tra-vés de la conciencia o a través de la palabra.

Virginia FunesBuenos Aires (Argentina)

R E F L E X I O N E S

Cotidianamente los profesores de los centros educativos se enfrentan con un alumna-do apático y desmotivado. Sin embargo, ni apatía ni desmotivación es lo que demues-tran cuando dejan de ser alumnos y se convierten en espectadores de televisión, decine, de las tecnologías, de las pantallas del PC. Si en el siglo XIX tenemos al ciudada-no, y en el XX tenemos al parlante, en el siglo XXI tenemos la figura del espectador,cuya experiencia social fundamental es la experiencia de la multiplicidad de conexionescon el flujo de la información. Si para aprender a leer y a escribir inventamos la escue-la, ¿qué dispositivos tenemos para aprender a mirar? Parece que tenemos que apren-der nosotros de los jóvenes mediáticos.

Nowadays, teachers often face apathethic and demotivated pupils. Nevertheless, thesestudents do not show either apathy or demotivation when they stop being students andbecome spectators: of television, of cinema, of new technologies, of PC displays. If inthe 19th century we had citizens and in the 20th century we had speakers, in 21th cen-tury we have the figure of the spectator, whose main social experience is the multipli-city of connections with the flow of information. If school was created to learn readingand writing, what do we have to learn watching? It seems that the media youngstersshould teach us the way to.

DESCRIPTORES/KEY WORDS

Espectador, generación mediática, cultura hipermediatizada, cultura escolar, formacióndocente, educación audiovisual.Spectator, media generation, hyper-mediatized culture, school culture, teacher training,audiovisual education.

Spectators, the XXI student

(Recibido: 09-06-04 / Aceptado: 30-09-04)

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En el siglo XIX aprendimos a leer, en el siglo XXaprendimos fundamentalmente a escuchar, aprendi-mos el valor de la palabra, de la comunicación. Y enel novísimo XXI, da la impresión de que el desafío esaprender a mirar.

En el siglo XIX se inventa la escuela pública y, conella, la experiencia de constitución de una figura: lafigura del ciudadano, básicamente a través de la prác-tica escolar de la lecto-escritura. Dicho de otra mane-ra, la práctica esencial de constitución de esa subjetivi-dad es la lectoescritura sobre la que se asienta la expe-riencia escolar del ciudadano. En el siglo XX, apren-dimos el valor de la palabra y aprendimos el valor deescuchar. Tenemos en este siglo dos figuras esenciales,Freud y Saussure. Con Freud la experiencia de la pa-labra es aprender a escuchar algo implícito en lo explí-cito, algo latente en lo manifiesto.

Por su parte, Saussure también desentraña un va-lor esencial en la lengua, que no era del todo eviden-te hasta su época y que es la función comunicativa dela lengua. Hasta Saussure, el lenguaje era fundamen-talmente la gramática, la historia de la lengua, la evo-lución de la lengua. Hasta la aparición de Saussure nose había revelado este papel esencial de la palabra,que es su función social, su función comunicativa. ParaSaussure, la lengua es la institución social por excelen-cia porque es la que hace lazo entre los individuos y esla que permite la comunicación, experiencia socialbásica, elemental.

¿Y qué pasa en el siglo XXI? En el siglo XIX tene-mos al ciudadano, en el siglo XX tenemos al parlante,al hablante. La subjetividad propia del siglo XX es ladel hombre definido como aquel que ha adquirido lapalabra. Pensar y hablar en el siglo XX, en toda laexperiencia de las ciencias sociales, son sinónimos. Enel siglo XXI tenemos la figura del espectador.

¿Cómo es esta figura del espectador? Todavía estoes un gran interrogante para nosotros, básicamenteporque estamos constituidos en la experiencia de lapalabra, en la experiencia de la interpretación. Pero noen la experiencia de la conexión, de las tecnologías,que requieren más operaciones conectivas que inter-pretativas. La figura del espectador es la figura deaquél cuya experiencia social fundamental es la expe-riencia de la multiplicidad de conexiones con el flujode la información. No sólo es la experiencia del quemira algo, sino aquél cuya vía de conexión al flujo dela información son los sentidos.

Para aprender a leer y a escribir inventamos laescuela. Ahora bien, ¿qué dispositivos tenemos paraaprender a mirar? Da la impresión que las teorías de lacomunicación que tienen su base en la subjetividad del

parlante no son eficaces a la hora de remitir a estaexperiencia. Y da la impresión también que acerca deesta experiencia del mirar, de ser espectadores tene-mos que aprender nosotros de los jóvenes mediáticosy no tanto de enseñar a ver.

Para la generación mediática, «la tele» es el datoprimero del mundo, no es algo que está en el mundopor fuera de la experiencia cotidiana. Es esta genera-ción de los jóvenes que pueden hacer las tareas esco-lares y comer, al mismo tiempo que miran la televisión.La generación mediática es la de estos jóvenes, quepueden conectar simultáneamente una, dos, tres víasde información; pueden estar hipersaturados y no co-lapsan.

Mientras los jóvenes de la generación de los sesen-ta y los setenta formaran –en el sentido de «educó»–su conciencia y su identidad a través del libro –sóloconocieron el cine como producto audiovisual com-pleto–, nuestros jóvenes actuales la formaron en laépoca de la televisión y la cultura de la imagen. Losdispositivos sociales de la cultura mediática han cons-tituido estos sujetos, estos jóvenes que conocemos yque son, a su vez, los sujetos de nuestra labor educa-tiva como profesores. Incluso el papel de la familia seve limitado en la construcción de campos de significa-ción; las reuniones familiares ya no son habladas. Elencuentro familiar está mediado –en la forma de unatecnicidad– por los nudos del relato televisivo, y elintercambio se produce sólo en los momentos de catá-lisis –en los que nada se altera– del relato televisivo.

Mientras el cine inducía a la exterioridad desde unlugar público, la televisión arrastra hacia la exteriori-dad desde un recinto privado. El cine está más unidoa la vídeo-reproducción, donde la producción y lacomercialización de esta nueva tecnología y este nue-vo género –que tuvo una extensión inusitada al co-mienzo de los noventa– inicia un nuevo concepto, yuna nueva realización de la libertad, unida a la impo-sibilidad técnica de la censura y a una cultura de larepetición. La libertad está relacionada con el aburri-miento y posee un criterio de elección derivado de lanovedad. Nuestros jóvenes nacieron con televisor acolor y con el arrullo de las voces electrónicas. Loselementos de ficción y los fragmentos de realidad leshan llegado como productos acabados, que muestran,más que sugerir. Para ellos todo es visible, y tambiéntodo es escuchable. Y, como dice Paul Virilio (1990),ya todo llega sin que sea necesario partir.

Nuestros jóvenes no han sido entrenados en los«grandes relatos». Por un lado, están más adiestradosen el zapping y, por otro, más bien su tiempo es el delos vídeo-clips. En una época velocísimamente cam-

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biante –donde es muy difícil saber dónde está la «trans-f o rm a c i ó n»–, la forma «control-r e m o t o» es la efectivaparticipación del hombre, desde su ambiente íntimo,en la vertiginosa transitoriedad y diversidad de la admi-nistración post-industrial. La posibilidad de cambiarcon alucinante inmediatez incentivos, mensajes, lumi-nosidades, palabras, imágenes, es controlada desde elcontrol remoto que da al individuo el poder armar unsentido más allá de la emisión. Por otro lado, el com-plejo que llamamos vídeo-clip, es una forma de sobre-estimulación basada en una efectista fragmentación. Elbombardeo de colores e imágenes hace posible la con-sideración de cada una de ellas absolutamente separa-das, tanto en tiempo como en espacio. Esta visión im-plica sumergirse en la indiferencia, la disipación, el de-sarraigo continuo y la disolución de la idea de futuro,que queda suplantada por la imagen de la transitorie-dad (reforzada por modelos económicos de crecienteexclusión y por dispositivos sociales depredadores).

Entonces, si la diferenciaentre esta generación mediáti-ca y la nuestra es tan radical,valdría la pena hacerse una se-rie de preguntas. Por ejemplo:cómo miran los jóvenes, qué mi-ran, qué ven cuando miran, y so-bre todo, cómo es el pensa-miento producido en la cone-xión, cómo se piensa cuando seestá conectado.

Consecuentemente, corr e s-ponde plantear una tesis parad i s c u t i r: bajo ciertas condicio-nes, la televisión produce subje-tividad. Dicho de otra forma, esposible la experiencia de losmedios pero, ¿en qué sentido es posible?

2. El gran desafío: educar al aburridoQuizás, para comenzar a pensar qué es esto de la

experiencia de la información tengamos que pensaralgo del orden de las condiciones socio-culturales enlas que vivimos y algo del orden de los cambios. Po-dríamos bautizar la época en la que vivimos como «laera de la fluidez». En principio, la fluidez nombra unasituación, un medio radicalmente distinto del medio enel cual, por ejemplo, se funda la escuela. La escuela esuna institución fundada y pensada para habitar en unmedio sólido, estable, en condiciones regulares, entiempos de progreso. Es decir, la escuela forma a loshombres del mañana; la escuela supone la existenciade una regularidad temporal que se puede pensar en

etapas: presente, pasado y el mañana. La escuela esuna institución que se desarrolla, se reproduce y setorna eficaz en consonancia con otras institucionesestatales, fundamentalmente con la familia; es decir, laescuela como soporte o como pilar del estado-nación.Esto quiere decir que las instituciones estatales, cuyaimagen paradigmática es la escuela, funcionan todasinterconectadas y en sintonía porque existe el estado.

La era de la fluidez es la era del desvanecimientodel sólido. Si en tiempos de solidez, si en tiempos esta-tales, se sufre por la sujeción, se sufre por opresión, sesufre por encierro, en la era de la fluidez se sufre pordispersión. Uno puede decir el estado sujeta, la auto-ridad y la ley sujetan, los mandatos sujetan. Ahorabien, de esta sujeción, cómo se sale: emancipándose.A través de a ruptura, a través de la crítica, crítica delsentido, todas las figuras de la emancipación del sigloXX son, tanto en lo metafórico como en lo más con-creto, figuras que remiten a la salida del encierro: ele-

var el nivel de conciencia, entender algo, que se hagala luz, romper con la dominación, romper con el pa-triarcado.

La era de la fluidez es la era de la subjetividadsuperflua. El capital financiero agrega valor, no porexplotación de obreros, sino por estrategia de inver-sión. Entonces la humanidad, que fue necesaria parael estado, deviene superflua para el capital. Este sufri-miento por superfluidad es el tipo de sufrimiento pro-pio de la información.

Esta experiencia de la superfluidad, de la palabrasuperflua, de la palabra que no produce nada ni en elque la dice ni en el que la recibe; esta experiencia espropia del sufrimiento contemporáneo. Del sufrimien-to por desvanecimiento general del sentido.

Entonces, cuál es la relación con los medios, si ya

La cultura mediática, en cuanto transformadora de prácticas,saberes y representaciones sociales, opera también desdedentro de la cotidianeidad, más allá de las situaciones específicas de «recepción» de los medios, de las condiciones de «audienciación» o del carácter de «público», «consumidores» o «usuarios» de los sujetos,extendiéndose a todas las formas de la vida social.

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la palabra, la lectura crítica, no es una operación mássobre el fluir de la información. Ésta es la pregunta quenos tenemos que hacer. Ver televisión fragmenta, fisu-ra, no por los malos valores que difunde; fragmentapor el tedio que produce, fragmenta porque satura,fragmenta porque todo se vuelve igual como el «zap-ping». Hay una amenaza de superfluidad, de extin-guirse que nos alcanza a todos.

Por consiguiente, el desafío que nos presenta escómo educar al aburrido. Esta figura que se nos pre-senta como la figura sintomática de la subjetividadcontemporánea. ¿Qué hace la escuela con el aburri-do?, ¿cómo es la pedagogía del aburrido?, ¿qué se ha-ce con este sujeto que está conectado, que está abru-mado, saturado en la conexión pero, sin embargo, eso

es mejor que extinguirse en la dispersión general de lainformación?

En condiciones de fluidez nada deja marca, todose siente pero no hay capacidad de intelección. Lasaturación sería la experiencia de un sensorio total-mente saturado pero a una velocidad tal que la con-ciencia no puede percibir de qué se trata. La expe-riencia del aburrimiento, de la superfluidad, de la satu-ración sería, entonces, la experiencia de un medio queno anuda, no conecta, que no traza, que no deja hue-lla. En este medio tan fluido cualquier operación queinduzca a un sentido, que anude, que cohesione, esuna operación subjetivante. Pero hay que pensar dequé se trata la ligadura, la cohesión, el encuentro, eldiálogo con otro en estas condiciones de fluidez.

3. La cultura escolar y la cultura hipermediatizadaComo bien se expresó con anterioridad, si la es-

cuela desde hace unos años, ha visto desafiada suhegemonía, en cuanto institución socializadora central

y habilitadora para actuar socialmente, mucho más seha visto cuestionada, bombardeada y sometida a diver-sas reformas y experimentaciones la formación docen-te. Pero, además, lo que viene a desarreglar la legitimi-dad y la acción docente en lo cotidiano es, también, lapersistente emergencia de formas y prácticas, de sen-sibilidades y lenguajes, de ritualidades y de posicionesfrente a «lo escolar» que se producen al ritmo de lacultura mediática.

La noción de cultura (Huergo, 1999) alude a uncampo de lucha por el significado, en el que se refle-jan una multiplicidad de valores, voces e intenciones.Una cultura comprende prácticas y representacionessociales que afirman o niegan determinados valores,intereses y compromisos que forman parte de un capi-

tal simbólico en posición hege-mónica o subordinada.

Nos encontramos con elproblema de dos culturas quese imbrican y, a la vez, entranen pugna en la cotidianeidad yen los espacios educativos, yante las cuales necesitamos resi-tuar la formación docente. Po r-que el problema de la form a-ción docente no tiene tanto quever con las cuestiones instru-mentales que se dirimen en tor-no a qué técnicas usar y cómo,o por qué medios enseñar. Elproblema de la formación, co-mo el de cualquier «matriz de

identidad» operante como «habitus» (Bourdieu, 1991),disponible como operador práctico, tiene más que vercon la cultura.

Por un lado, la cultura escolar comprende un con-junto de prácticas, saberes y representaciones produ-cidas y reproducidas a partir de la institución escolar.Pero también incluye las modalidades de comunica-ción y transmisión de saberes para poder actuar social-mente (más allá de la escuela) que operan de acuerdocon la «lógica» escolar. En este sentido, la cultura esco-lar es una forma de producción, transmisión y repro-ducción que tiende a la organización racional de lavida social cotidiana.

Por otro lado, con el concepto de cultura mediáti-ca, en cambio, hacemos referencia a una categoría tra-bajada desde la semiótica, la sociología y otras discipli-nas. Este concepto, o el de «sociedad mediatizada» (Ve-rón, 1992) e incluso «hipermediatizada (Verón, 1997),alude a un diferencial de poder, a la capacidad mode-ladora del conjunto de las prácticas, los saberes y las

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Hoy los educadores tienen que enfrentarse con una situación de aprendizaje en la que la información adquiridapor los sujetos viene incrustada en una visión ideológicaenvuelta en el celofán del espectáculo. Separar una de otrasupone organizar situaciones de aprendizaje que hagan posible el debate, la interpretación; contexto que requierededicar más tiempo al debate que a la exposición...

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representaciones sociales que tienen en la actualidadlos medios masivos y las nuevas tecnologías, o mediosdesmasificados (Bettetini y Colombo, 1995). Esta cul-tura indica el proceso de transformación en la produc-ción de significados por la existencia de esas tecnolo-gías y medios. La cultura mediática, en cuanto trans-formadora de prácticas, saberes y representaciones so-ciales, opera también desde dentro de la cotidianei-dad, más allá de las situaciones específicas de «recep-ción» de los medios, de las condiciones de «audien-ciación» o del carácter de «público», «consumidores»o «usuarios» de los sujetos, extendiéndose a todas lasformas de la vida social. La cultura mediática en cuan-to configuradora de nuevos sujetos que se forman –ensentido de que se educan– a través de alfabetizacio-nes, no controladas, ni reguladas, ni ordenadas ni mu-cho menos certificadas por la cultura escolar.

Es así que la confusión que crea en los docentes lacultura mediática (sumada al cuestionamiento juvenil asu autoridad y a la deslegitimación social de su activi-dad) hace que el docente, regularmente, segregue elsentido de la cultura mediática. Esto significa que aíslasu sentido de la trama de sentidos sociopolíticos de locultural; enfrentan a la cultura mediática como algo se-parado, cerrado sobre sí, clausurado, y por eso, en-frentado con la cultura escolar que ha sido consagra-da y congelada en su (de-)formación.

¿Cómo pueden los profesores comprender unacultura mediática indisciplinada, no académica, incier-ta y oscura?, ¿cómo educar a los sujetos construidospor esa cultura, sino como incorregibles, improducti-vos, rezagados y sujetos a una pavorosa confusión?Tradiciones y obsesiones impiden comprender a lacultura mediática y obstaculizan el trabajo educativocon los sujetos juveniles que ella ha contribuido a con-figurar. Pero más aún, contribuyen en mayor medida aestructurar un conformismo –aunque muchas vecesaparezca en formas de oposición– que a imaginar laformación del docente como intelectual transforma-dor.

La estructuración del conformismo propio de lade-formación docente produce dos grandes actitudesfrente a la cultura mediática:

• La primera proviene de un imaginario extendi-do, que produce una significación de los docentes co-mo «guardianes del aura» en el «nicho escolar». Wal-ter Benjamin (1987), analizando el cine, percibió queel «aura» se desmoronaba a causa de la reproductibili-dad técnica de las obras artísticas, y junto con ella seatrofiaba «lo culto», dejando espesor a la cultura. Eldesmoronamiento del «aura» produce una transforma-ción total de las percepciones sensoriales –un nuevo

«sensorium»– y, junto a esos cambios en la sensibili-dad, una transformación en la socialidad. Frente a lasingularidad, la autenticidad y la perduración (vincula-das con la tradición), emerge la fugacidad, la masivi-dad y la repetición (vinculadas con la reproduccióntécnica). Sin embargo, el «aura» queda en su último re-ducto: el «nicho» de la cultura escolar. Este nicho cus-todiado por los docentes es el lugar desde el cual toda-vía se lucha contra la barbarie, la confusión y la degra-dación cultural.

Desde esta situación se producen dos formas derechazo o de negación. La primera es la negación delos medios de comunicación y las nuevas tecnologíasde la información, por los efectos que producen en lossujetos, tanto en términos de deformación cultural(porque desafían el imperio del libro y la obra de arte),como en términos de invasión cultural manipuladora yconsumista.

La segunda es la negación y el ocultamiento delpropio consumo cultural: los docentes, por lo general,prefieren decir que consumen sólo obras serias (comolos libros) o productos televisivos y fílmicos culturales,escamoteando el consumo de la telenovela, de la co-media y del cine de producción industrial genérico.

La segunda actitud frente a la cultura mediáticaentreteje lo que podemos denominar un nuevo opti-mismo pedagógico, que adquiere consistencia por losmenos en tres imágenes.

La primera se hace presente en el orden prácticoy consiste en reducir el problema de la cultura mediá-tica a los medios y las nuevas tecnologías, y suturarlopor la vía de sostener el carácter educativo de estas in-novaciones. Las mismas deben ser tomadas como mo-delo por la escuela, haciendo de la actividad educati-va un proceso entretenido, encaminado a la eficacia yla productividad o reducido a la formación de los ciu-dadanos como consumidores o usuarios.

La segunda imagen contiene la creencia de quelos avances tecnológicos se corresponden con unavida más feliz y, por lo tanto, el uso de medios y nue-vas tecnologías en educación mejoran la calidad de lamisma. Es la ilusión de que la «salida de la crisis» seproducirá gracias a las altas tecnologías de la comuni-cación que, como observa Mattelart (1996), cumpli-rían un papel similar al de la religión, en cuanto posi-bilidad de re-ligar o re-unir a la humanidad. Las nue-vas tecnologías de la información y la comunicaciónhan instalado un nuevo sueño de un mundo mejor:una «tecnoutopía». La ilusión también se ha instaladoen el proceso de enseñanza y aprendizaje.

La tercera imagen es, acaso, la mejor intenciona-da. Es la representación de que es posible «educar al

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receptor». En esta línea se halla inscripta la propuestade los mexicanos Orozco y Charles que representan elgiro hacia lo subjetivo y hacia las acciones de los agen-tes. Orozco (1991) ha insistido en el papel de laescuela como comunidad de interpretación; así, la ins-titución escolar y los profesores actuarían en la cons-trucción de la racionalidad de los consumidores, quecontribuye a la interacción y la decisión racional enbase a la información y la transparencia, propias de laacción de los agentes en el mercado.

4. El contexto audiovisual y la formación docenteConvencidos de que el aprendizaje se torna efec-

tivo cuando se incorpora a estructuras de conocimien-to que ya posee el sujeto, es decir cuando es social-mente significativo en cuanto responde a competen-cias ideológicas que provienen de múltiples voces queinteractúan en su vida personal, donde los medios au-diovisuales ejercen una educación no formal, pero nopor ello menos real que la sistematizada educaciónescolar, es que hemos intentado contextualizar el mun-do referencial en el que se halla inserta la práctica do-cente y con ella los profesores.

La profesión docente no sólo se halla atravesadapor las múltiples mediaciones que articulan lo escolarcon lo político, lo económico y lo cultural, sino tam-bién con las diversas matrices de identidad articuladasa través de las sucesivas tradiciones en la formación delos profesores.

Al respecto, entendemos por tradiciones de for-mación docente a las configuraciones de pensamientoy de acción que construidas históricamente, se mantie-nen a lo largo del tiempo, en cuanto están institucio-nalizadas, incorporadas a las prácticas y a la concien-cia de los sujetos (Davini, 1995). Podemos ver some-ramente estas tradiciones:

• El modelo conservador/tradición académica/eldocente enseñante: aquí el profesor es un mero trans-misor de contenidos. Según esta tradición lo esencialen la formación y acción de los docentes es que co-nozcan sólidamente la materia que enseñan, conside-rando la formación pedagógica innecesaria. Es visiblela influencia del pensamiento positivista que subyace aesta posición. En la Argentina, esta tradición tiene susorígenes en la enseñanza universitaria que, hasta co-mienzos del siglo XX, tenía el monopolio de la forma-ción de profesores para la enseñanza media. Merceda esta influencia el saber se ofrece parcializado enáreas de conocimiento. Por supuesto dentro de estemodelo los medios no son considerados ámbito de co-nocimiento.

• El modelo tecnológico/tradición eficientista/el

docente técnico: este modelo prevaleció entre los se-senta y setenta, desarrollando al profesor como un es-pecialista en técnicas y recursos para solucionar pro-blemas. Aquí el docente se transforma en un mero eje-cutor de programas creados fuera de la realidad delcentro educativo. El papel que le cabe a los medios esel de ser meros instrumentos técnicos que racionalizanel proceso. La psicología conductista significó una baseimportante para los propósitos de este modelo y delanterior. Dentro de un «modelo de caja negra», o deinput-output, permitía establecer un enfoque de ense-ñanza centrado en la definición precisa de objetivosoperativos y control de resultados. Esta tradición seacuñó en la Argentina al amparo de la ideología desa-rrollista, la cual postula la necesidad de llegar a la so-ciedad industrial «moderna» superando el estadio desubdesarrollo propio de las sociedades «tradicionales».El objetivo de esta filosofía social es llegar a ser unasociedad progresista, entendida fundamentalmente co-mo el estadio del progreso técnico. Se trataba, enton-ces, de tecnificar la enseñanza sobre la base de la ra-cionalidad, con economía de esfuerzos y eficiencia enel proceso y en los productos. En función de este mo-delo, el profesor es visto esencialmente como un técni-co, que interviene controlando procesos cuya finali-dad es la productividad y la innovación.

Esta limitación tecnológica se traslada a los mediosy sigue afianzada en un amplio sector de la comunidadeducativa donde se toman a los medios y a las nuevastecnologías como instrumentos y aparataje y no comoámbitos de conocimiento propios.

• El modelo del profesional autónomo y activo,surgido en el marco de las reformas educativas a nivelmundial y con el corpus teórico desarrollado a partirde los 80. En diversos países de América Latina y enArgentina se desarrolló un debate sobre este modelo,en un contexto de efervescencia en materia de trans-formación política por la recuperación de las institucio-nes de la democracia, ante al agotamiento de los go-biernos autoritarios en diversos países. «En todos loscasos fueron cuestionados los mecanismos de controlpolítico sobre las instituciones y el reformismo tecno-crático que supone que la realidad va a cambiar porun cambio de planes de gabinete» (Davini, 1995: 45).

A partir de lo expuesto podemos preguntarnos,¿cómo pedirle a este profesor «atravesado» por estasdiversas matrices contextuales, culturales, políticas eideológicas, que incorpore a su vez otra cultura, unacultura mediática que se presenta incierta, polisémica,desordenada, fragmentada? Es evidente que los cen-tros educativos, y con ellos sus profesores/as, han so-portado la presión del cambio con crisis y contradic-

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ciones. Éstas se traducen en malestar docente, refor-mas, insuficiencia de recursos, desmotivación de losestudiantes, desorientación, incertidumbre.

En este complejo cuadro axiológico y cultural enque nos movemos, es crucial que nos plateemos cómopasar de la «sociedad de la información» a la «socie-dad del conocimiento», ya que este reto se va a verreflejado en todos los ámbitos educativos, desde lasestrategias metodológicas que podamos emplear en elaula hasta la formación del profesorado.

Para Fontcuberta (2000), hablar de la sociedad delconocimiento supone dar un paso adelante respecto alconcepto de sociedad de la información. La diferenciaentre ambas es que la primera está constituida pordatos y la segunda por significados. El conocimientoimplica asimilación, análisis y reflexión. Por el contra-rio, la simple recepción de información no nos presu-pone personas más informadas y mucho menos quehemos alcanzado el estado del conocimiento.

Según lo que desarr o l l á b a-mos con anterioridad, hoy loseducadores tienen que enfren-tarse con una situación deaprendizaje en la que la infor-mación adquirida por los suje-tos viene incrustada en una vi-sión ideológica envuelta en elcelofán del espectáculo. Se-parar una de otra supone orga-nizar situaciones de aprendizajeque hagan posible el debate, lainterpretación; contexto que re-quiere dedicar más tiempo aldebate que a la exposición, mástiempo al análisis de los datosadquiridos que a la adquisición de información, másespacio para discutir los criterios de selección que parala elaboración de los datos.

Frecuentemente se observa que un verdaderoabismo separa las experiencias pedagógicas propias dela práctica docente y la formación que el profesor traeal iniciar su tránsito en la universidad, y el mundo enel que viven los alumnos a los cuales educan. Este de-sajuste entre la institución educativa y su contexto po-ne de manifiesto, de cierta forma, la desconexión delos signos que utiliza la sociedad y que forman nuestroentorno comunicacional y los signos que utilizan, pre-ferentemente, los diversos sistemas escolares centra-dos en la palabra impresa (Aparici, 1993).

Es generalizada la falta de capacitación de los edu-cadores para apropiarse del lenguaje de los medios ysus posibilidades a favor de la educación. Lo mismo

sucede, pero en forma amplificada, si pensamos enuna educación para la comprensión de las nuevas tec-nologías de la información y la comunicación. Se pue-de hablar, con las excepciones del caso, de analfabe-tismo tecnológico de profesores en todos los niveles.Se observa que la característica más difundida con res-pecto a la tecnología es la de un consumo de produc-tos tecnológicos y no de una comprensión, apropia-ción y uso de sus posibilidades.

Al integrar estas últimas reflexiones, se configuraun nuevo y comprometido replanteo: docentes media-dores en la construcción del conocimiento, alertadospara que éste no se torne frágil ni el pensamiento po-bre, conscientes de los distintos modos de conocer elmundo y de la necesidad de abrir puertas de acceso alconocimiento disciplinario valiéndose de los medioscomo llaves facilitadoras, son docentes que no puedenreproducir acríticamente recetas universalistas. Frentea exigencias de criticidad, creatividad e imaginación,

¿hacia dónde se orientaría una formación docenteacorde?

5. ConclusionesLa actualidad vivida en las aulas imponen un com-

promiso impostergable: repensar la enseñanza. Recu-perarla en dos sentidos: como práctica humana o acti-vidad intencional que compromete moralmente aquien la realiza o tiene iniciativas con respecto a ella,y como práctica social en tanto sólo puede ser com-prendida en el marco del funcionamiento de la estruc-tura social de la que forma parte (Contreras Domingo,1990). Es claro, entonces, que no debemos descono-cer que toda experiencia en educación audiovisualremite a una teoría pedagógica, y ésta a su vez partici-pa de un planteamiento político referido a un proyec-to social en concreto (Masterman, 1993). Desde la

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Considerar a la formación docente no como un proyecto,como un programa en acto, como algo a realizar durante undeterminado período preparatorio en el marco de una institu-ción educativa superior, sino como el proceso complejo deconfiguración de identidad cuya manifestación es un habitusen el que intervienen múltiples complexiones socioculturales.

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problemática que nos ocupa, implicaría cuestionarse:para qué hoy instaurar una enseñanza diferente de losmedios audiovisuales en nuestro país y cómo hacerlopara desvanecer las tradiciones que atraviesan concronicidad nuestras instituciones educativas.

Intentar hacerlo supone, a nuestro parecer, con-ceptualizar la práctica docente (además de como unapráctica comunicacional en la trama de la cultura, quese configura en torno a una identidad docente) comoun objeto de transformación. Un objeto de transfor-mación puede ser construido a partir del análisis histó-rico-crítico de la práctica y constituirse en generadorde conocimiento a partir de la acción sobre él. Enotras palabras, no trabajar para una «adaptación» consentido pragmático a las prácticas como se dan en losambientes de trabajo, o sea, de un «acomodamiento»al habitus. Proponemos considerar a la formación do-cente no como un proyecto, como un programa en ac-to, como algo a realizar durante un determinado perío-do preparatorio en el marco de una institución educa-tiva superior, sino como el proceso complejo de confi-guración de identidad cuya manifestación es un habi-tus (Bordieu,1991) en el que intervienen múltiples com-plexiones socioculturales (entre ellas el espacio ins-titucional que se propone intencionalmente formar do-centes), conformadoras de un determinado imagina-rio, un cuerpo y un discurso reconocible en la prácti-ca docente.

Hablamos de una des-naturalización de la docen-cia, por la vía de un proceso dialéctico de reflexiónsobre la práctica y sobre la reflexión en la acción comoeje de formación. Esta postura exige preguntarse porlas concepciones de enseñanza, de aprendizaje y deconocimiento que las sustentarían, sin disociarlas delanálisis de las condiciones políticas, sociales y econó-micas que enmarcan el contexto institucional dondeacontecerán. Supone indagar las relaciones explícitase implícitas entre la cultura audiovisual y la académica,preguntarse cómo afecta la incorporación de los me-dios a la estructura organizativa y a las relaciones depoder de la escuela, reconocer que la enseñanza delos medios integra planteos no sólo pedagógicos ydidácticos sino éticos, estéticos y politicoideológicos.

En la práctica, esto implica al menos tres procesos.El primero es «desnaturalizar» la cultura mediática, yrepensar la cultura mediática en la trama más comple-ja de la cultura como campo de lucha por el significa-do. Es decir, reconocer la cultura como campo dondese está jugando las hegemonías y donde se puede posi-bilitar o impedir la autonomía.

El segundo, es reconocer lo político en la culturamediática. Esto tiene que llevarnos a evaluar la articu-lación entre ésta y las nuevas formas de control y dis-ciplinamiento, el nuevo «sentido común» con que jue-ga el concepto-trampa de la globalización, y a recono-cer la contribución que muchas de las formas de lacultura mediática hacen al entramado de una narrati-va neoliberal y tecnocrática.

El tercer proceso es reconocer las negaciones enla cultura mediática. En nuestra época, se tratan deimponer las reglas y lógicas de la globalización sobre lasuposición de un «vacío cultural» (o al menos sobreuna mediatización globalizada sin límites con identida-des diluidas y «anoréxicas» en el consumo) para poderentrar en el «primer mundo». Es imprescindible, en-tonces, reconocer cómo juega la cultura mediática enla construcción de estos discursos y cómo en ella sejuega la política. Y a partir de esa situación, reconocerlas negaciones que se dan en la cultura mediática parasuperarlas: negaciones que se inscriben en las basesmateriales de la sociedad, en la expresividad cultural yen las novedosas prácticas de estructuración del con-formismo social.

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