Espejos en El Bicentenario Forster
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7/31/2019 Espejos en El Bicentenario Forster
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Espejos en el Bicentenario Por Ricardo Forster
15-04-2010 /
Ricardo Forster
Escribir el da a da de la poltica, sumergirse en la vorgine de los acontecimientos queparecen tener impactos decisivos mientras rpidamente se preparan para dejar su lugar alos prximos sucesos igual de impactantes y de efmeros, es el lmite y la obsesin delperiodismo poltico. La intensidad de las noticias suele devorarse la posibilidad misma deinterrumpir reflexivamente su presentacin deslumbrante que empieza a opacarse en elinstante en que la conocemos a travs de los medios. Las informaciones, los hechosmltiples y multvocos, se entrelazan de tal modo que obnubilan cualquier visin msamplia, de aquellas que buscan sobrevolar la coyuntura para poder hincarle el diente a unproceso histricamente ms abarcador y decisivo. Simplemente el da a da, la tirana de
los hechos efmeros, suele servir para anestesiar la mirada emancipada de los poderesmediticos, esos mismos que se ocupan de crear las condiciones desde las cuales elsentido comn, eso que otros denominan la opinin pblica, suele expresar la concepcindel mundo y de la vida de los dominadores de ayer y de hoy. Enceguecido por laelectricidad y el vrtigo de acontecimientos indescifrables, el individuo del presente, elhabitante de este tiempo multimeditico y espectacularizado, suele renunciar a lo que elviejo Kant, ms de dos siglos atrs, denominaba la autonoma del sujeto, su capacidad deusar la inteligencia para pensar por s mismo liberndose de todos los andadores y detodas las formas de heteronoma. En muchos aspectos, hemos quedado por detrs delpostulado kantiano.
No se preocupe el lector que no es mi intencin seguir incursionando por losandariveles de la reflexin filosfica ni tampoco meterme en las complejidades muchas
veces indescifrables de la sociedad de masas y de la cultura contempornea. Mi
objetivo es ms humilde y limitado. Intento comprender qu hay de nuevo en la
actualidad argentina. Qu diferencias nos separan de ese otro tiempo no tan lejano
atravesado por las herencias de la dictadura, las dificultades y las apuestas frustradas
de la transicin democrtica y esa dcada, la de los noventa, que redefini profunda y
decisivamente el ncleo mismo de la sociedad. Diferencias y, claro, continuidades.
Porque pensar la propia poca supone, siempre, mirarse en el espejo de lo que
fuimos, tratar de comparar para comprender mejor en qu nos parecemos y en qu
nos diferenciamos de aquello que en parte dejamos a nuestras espaldas.
De cara al Bicentenario, un acontecimiento que puede ser relevante si lo convertimos
en una auscultacin rigurosa y destemplada de nuestra travesa como nacin, o que
puede caer en la insignificancia si slo lo transformamos en una excusa para
autocongratularnos lanzando fuegos artificiales que diviertan a las multitudes sin abrir
ninguna interrogacin autocrtica de 200 aos de historia independiente, estamos ante
el desafo de pensarnos sin medias tintas ni retricas de la falsedad y la edulcoracin;pero alejados, tambin, de las falsas comparaciones, esas que nos dicen que hace
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100 aos ramos un pas lleno de oportunidades y de riquezas, gobernados por gente
seria y republicana, mientras que ahora naufragamos en nuestras propias
incoherencias.
Hace 100 aos, en el otro Centenario, la riqueza se la apropiaban unos pocos, habaestado de sitio y se reprima salvajemente a los trabajadores y a aquellos extranjeros
que se resistan a doblegarse a la ideologa de las clases dominantes se les aplicaba,
si eran anarquistas o socialistas, la ley de residencia, esa que los separaba de sus
familias y los devolva sin ms trmite a sus pases de origen. Interpretar el Prembulo
de la Constitucin Nacional era atributo de los dueos de la tierra y del capital, ellos
decidan quines eran hombres y mujeres de buena voluntad. Una democracia para
pocos y rigurosamente controlada capaz de garantizar la perpetuacin en el poder de
aquellos que se encargaran de relatar, hacia atrs y hacia adelante, la historia
verdadera del pas, de su pas. Ni trabajadores ni mujeres, tampoco indios
masacrados durante la campaa aniquiladora de Roca ni negros invisibilizados y
duramente castigados desde siempre hasta prcticamente hacerlos desaparecer del
imaginario acrisolado de un pas amplio y generoso en el que no se conoca, eso nos
contaron, el horror del racismo. Pero tambin, eso hay que destacarlo porque es
parte de nuestra laberntica y contradictoria historia, la creacin de un sistema
universal e igualitario de educacin pblica que, tal vez, represente lo mejor de esa
tradicin liberal laica de la generacin del ochenta. Porque a veces las filigranas de la
historia son enrevesadas y no siguen lneas claras y distintas, de esas que nos llevan
slo a los blancos o a los negros impidindonos percibir los matices que, en el caso de
la generacin del ochenta, los tiene. Su mejor donacin, en medio de una lgica del
poder excluyente y para pocos, fue la ley de enseanza pblica, gratuita y laica. No
estara nada mal recuperar, bajo las condiciones del presente, ese impulso
universalizador que le devuelva a la educacin pblica el lugar que le fue rapiado en
las ltimas dcadas y como consecuencia directa de las polticas neoliberales. La
decisin presidencial de hacer efectiva la asignacin universal para todos los nios del
pas y vincularla directamente a la escolarizacin implica tanto una medida de
reparacin imprescindible para los ms dbiles de nuestra sociedad como, tambin,
una fuerte seal de sostenimiento de la educacin pblica.
Un pas, una repblica que supo, tambin, construir algunas instituciones que seran
decisivas para la historia posterior y que vuelven compleja la recepcin, hoy, de
aquella poca de la que hoy hablan maravillas los republicanos de ltima hora que
escriben desde las columnas de prestigiosos diarios fundados por aquellos hroes de
antao, que se so para pocos y como granero del mundo, tierra frtil para
alimentar a las naciones y para enriquecer a sus dueos. Una repblica capaz de
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olvidar lo que vino despus, las luchas por la dignidad, los derechos y la inclusin.Un
relato que desde el presente deseara que no hubiera habido un 17 de octubre, que
aquellos derechos conquistados no hubieran sido otra cosa que un mal sueo para
reemplazarlos por la filantropa que emana de la Iglesia y de las damas de caridad. Un
relato sin rebeldes ni parias, sin indios ni negros, sin izquierdas insurgentes ni pueblo
con memoria y capacidad de resistencia; sin el Cordobazo y sin sindicatos. Un relato
construido desde la buclica visin de un crisol de razas, de una armona social
utopizada en algn relato gauchesco en el que el patrn y los peones son parte de la
misma comunidad. Un relato capaz de hacer invisible la brutal violencia de clase y
racial que se desencaden sobre los negros de nuestra historia y que tiene algunos
momentos terribles e inolvidables en la Semana Trgica de 1919, los fusilamientos de
la Patagonia unos aos despus, el bombardeo salvaje a Plaza de Mayo en el 55, los
comandos fascistas del lopezrreguismo y la noche del horror de la dictadura del 76.
Un modo sesgado de relatar la historia que apunta a ejercer, sobre el presente, la
violencia de una pedagoga neoliberal dizque republicana que denuncia las cadas
populistas que fueron impidiendo que los ideales del primer centenario marcasen el
itinerario de un pas que no supo ser fiel a sus fundadores y que se dej engaar por
los retricos de la demagogia populista. Para ellos lo inaugurado en mayo de 2003 es
lo ms parecido a una pesadilla, el retorno de los espectros del igualitarismo que, en
las condiciones de la Argentina actual (heredera de dcadas de degradacin y de
fragmentacin social), supone el avance hacia polticas de reparacin y hacia una
reconstitucin de ese mismo tejido social y cultural brutalmente daado por las
polticas neoliberales. No soportan que hoy vuelva a ser posible relatar de otro modo
aquello que nos constituy como nacin, que lo que viene habilitando estos ltimos
aos sea la posibilidad de mirar en espejo y de pasarle a la historia el cepillo a
contrapelo, ese que permite recoger las experiencias, los sueos y los dolores de los
olvidados de esa misma historia.
Intentar dar cuenta hoy de las derivas labernticas e intrincadas de la historia
argentina, ponernos de cara a la gesta de mayo, auscultar estos 200 aos, se vuelve
un desafo maysculo porque, entre otras cosas, la actualidad ya no est sometida a
las arbitrariedades del relato hegemnico que domin en los noventa. Hoy podemos
leer e interpretar desde un presente que ha reinstalado el desafo de una
distribucin ms equitativa de la riqueza, que nos habilita para salir de las trampas de
la ideologa neoliberal rescatando el papel del Estado y de lo pblico, que nos inscribe
en otra historia latinoamericana, que vuelve a hacer visibles a los negros yque inici
el arduo proceso de repolitizar la vida del pas. Tal vez por esto y por muchas otras
cosas que habra que destacar si tuviramos ms espacio pero que estn instaladas
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en los acontecimientos de este tiempo novedoso y excepcional que nos toca vivir y que
mucho tiene que ver con lo desplegado primero por el gobierno de Nstor Kirchner y,
ahora, por el de Cristina Fernndez, estemos en condiciones de saltar de las puras
exigencias del da a da para pensarnos mejor y ms profundamente como nacin
sabiendo que son muchas ms las deudas que lo efectivamente logrado en 200 aos
de historia, que sigue siendo intolerable la pobreza y la marginacin y que queda
todava lo fundamental por hacer a la hora de garantizar una mejor distribucin de la
riqueza. Pero hoy tambin hemos recuperado la certeza de que esas deudas
se inscriben en lo mejor de las tradiciones populares y se entraman con los mltiples
sueos de emancipacin soados desde los albores de la patria y que hoy regresan
sobre la escena actual.
Revista Veintitrs