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ESPIGADOR@S DE LA CULTURA VISUAL
OTRA NARRATIVA PARA LA EDUCACIÓN DE LAS
ARTES VISUALESFernando Hernández
Universidad de Barcelona
INTRODUCCIÓN: CONSTRUIR UNA NARRATIVA ALTERNATIVA PARA
LA EDUCACIÓN DE LAS ARTES VISUALES1 DESDE LOS ESTUDIOS
SOBRE LA CULTURA VISUAL
Como forma de reproducción cultural, la pedagogía (y la Educación de las artes visuales, añadiría yo) está implicada en la construcción y organización del conocimiento, los deseos, los valores y las prácticas sociales. Henry Giroux (1992)
Quisiera comenzar señalando una posición que orienta tanto la fundamentación como la
propuesta educativa que se hace en este libro. No considero que los Estudios de cultura
visual (ECV) constituyan una nueva disciplina, si como tal entendemos un marco
conceptual y metodológico articulado de manera singular y sistemática. Cultura Visual,
que en algunos contextos también se denomina Estudios Visuales (Elkins, 2003; Brea,
2005), es un reciente campo de estudios en torno a la “construcción de lo visual en las
artes, los media y la vida cotidiana” (Dikovitskaya, 2005: 1). Desde esta definición se
configura un área de investigación y una iniciativa curricular (inicialmente en la
universidad y ahora también para en la Escuela como atestigua este libro) que se centra
en “la imagen visual como el punto central en los procesos mediante las cuales los
significados se producen en contextos culturales” (Ídem, 1).
Como he planteado en otros trabajos recientes (Hernández, en prensa a, d) tanto los
Estudios Visuales como los de Cultura Visual emergen a finales de los años 80 en el
ámbito de un debate que cruza y trasciende diferentes disciplinas, y que produce una
relación entre saberes vinculados a la Historia del arte, los Estudios de medios, la
Antropología, los Estudios cinematográficos, la Lingüística y la Literatura comparada
1 En esta publicación utilizo denominaciones como Educación de las Artes Visuales y Educación de las Artes. Cuando me refiere a la primera lo hago desde la materia curricular dentro de la cual se inscriben títulos como Educación Visual y Plástica en España, Arte Educación en Brasil y Visual Arts Education en algunos países de habla inglesa. Cuando utilizo el segundo término lo hago como traducción de la denominación ‘Arts Education’ e incluye a las diferentes artes que están en la Escuela: música, artes visuales, teatro,….
con las teorías post-estructuralistas y los Estudios culturales2. El punto en el que
convergen estas aproximaciones es en el aserto de que las disciplinas relacionadas con
las Ciencias Humanas y Sociales son más artefactos de lenguaje que resultados de una
búsqueda de verdad (Eagleton, 2005).
En este debate, en lo que denominamos Cultura Visual confluyen una serie de
propuestas intelectuales en torno a las prácticas culturales relacionadas con la mirada y
las maneras culturales de mirar en la vida contemporánea, en particular sobre esas
prácticas que nos ofrecen representaciones de nuestro tiempo y de cómo repensamos
las narrativas del pasado. Julie Matthew (2005: 206) identifica la emergencia de este
nuevo campo como respuesta a la necesidad de “investigar y analizar una cultura
dominada por imágenes visuales”.
Al referirme a la noción de ‘representación’ tengo en cuenta la posición de Stuart Hall
(1997: 25) quien considera que “ni las cosas por sí mismas, ni los usuarios del lenguaje,
pueden fijar el sentido del lenguaje. Las cosas no significan: nosotros construimos el
sentido usando sistemas de representación –conceptos y signos-”. Para Hall, este sería el
sentido del abordaje ‘construccionista’ del lenguaje. De acuerdo con este enfoque no
debemos confundir el mundo material, donde las personas y las cosas existen, con las
prácticas simbólicas y los procesos a través de los cuales la representación, el sentido y
el lenguaje operan. Tal posición no implica negar la existencia del mundo material, sino
entender que no es éste el que confiere el significado a todo, sino el sistema de lenguaje
que estamos utilizando para representarlo.
Desde estas premisas, para Hall, la representación es la producción de sentido por
medio del lenguaje, y en esa producción utilizamos signos “para simbolizar, referir
objetos, personas o eventos en el llamado mundo ‘real’. Pero también se pueden referir
a cosas imaginarias y mundos fantásticos o ideas abstractas que no son, en el sentido
más obvio, parte de nuestro mundo material” (Hall, 1997: 28).
Por esta razón el término Cultura Visual describe una diversidad de prácticas e
interpretaciones críticas en torno a las relaciones entre las posicionalidades subjetivas y 2 De aquí la ignorancia interesada que demuestran quienes consideran que la emergencia de los Estudios de cultura visual es exclusiva del debate que se produce desde finales de los años sesenta entre los especialistas de la Historia del arte.
las prácticas culturales y sociales de la mirada. Desde este punto de vista, cuando en
este libro me refiero a la Cultura Visual estoy hablando del giro cultural que orienta la
reflexión y las prácticas en torno a las maneras de ver y visualizar las representaciones
culturales, y en particular, las maneras subjetivas e intrasubjetivas de mirar el mundo y a
uno mismo.
En segundo lugar me refiero a algunas metodologías ya existentes, pero revisadas a la
luz de planteamientos post-estructuralistas y de otras alternativas teóricas (ver cuadro 2,
en el capítulo 2) en torno a las producciones visuales (obras artísticas, imágenes de la
cultura popular, producciones virtuales, realizaciones de los propios alumnos,
profesores o visitantes…).
Como resultado de este giro cultural, se ha producido (aunque esta sería una explicación
externalista que no cierra los porqués de la emergencia de los ECV) las propuestas de
transformación de la educación de las artes en ECV. Algunos autores como Amadio,
Truong y Tschurenev (2005:8) han interpretado la aparición de este campo de
investigación como una emergencia dentro de los Estudios culturales (de hecho en
algunos círculos se ha considerado que los ECV sería la aproximación a lo visual desde
los Estudios culturales). Debido a que esta aproximación parece que amplía las fuentes,
reorganiza el contenido de la formación de profesores3 y pone un fuerte énfasis en la
interdisciplinaridad o la transdisciplinariedad y la integración curricular, algunos
consideran que la perspectiva de los ECV supone un cuestionamiento de la existencia de
la Educación de las artes visuales.
Por otra parte, debido a que los ECV se presentan con una fuerte agenda política y de
crítica social autores como Amadio, Truong y Tschurenev (2005:8) consideran que los
3 Cuando escribo esta última versión del texto estoy siguiendo una interesante discusión entre algunos miembros de la sección de Educación Superior de la National Association of Art Education de Estados Unidos, sobre las finalidades de la formación de los estudiantes universitarios. Mientras que hay quienes ponen el énfasis en la dualidad docentes/artistas, otros hablan de formar a profesionales con liderazgo, capaces de articular propuestas bien fundamentadas teóricamente y de tener una presencia pública caracterizada por su coherencia, rigor y exigencia intelectual. En cierta manera es este el debate que surge entre quienes consideran que la formación de educadores y artistas se debe plantear en torno a las prácticas tradicionales del arte (saber hacer y el saber estético universalista) y quienes consideramos que eso no es suficiente. Que se requiere una formación que explore otras referencias teóricas (considerando teoría en el sentido apuntado por Eagleton (2005) de ser capaces de dar cuenta de lo que fundamenta a lo que pensamos y hacemos) y que considere la práctica rescatando el sentido reflexivo de la experiencia y la necesidad de elaborar una crítica a las prácticas de visualidad.
ECV en la educación afrontan cuestiones que conectan con las planteadas por la Escuela
de Frankfurt y que inspiraron al comienzo de los años 70 el concepto de ‘comunicación
visual’. De esta manera, al decir que lo que ahora se plantea ya fue dicho hace treinta
años lo desvaloriza, sin considerar no sólo la diversidad de fuentes de las que esta
propuesta se nutre, sino también las diferentes interpretaciones que se han ido
articulando cuando las llevamos a la educación. Propuestas que, por cierto, poco tienen
que ver con aprender formas de comunicación visual, más propias de las
aproximaciones de la ‘visual literacy’ de orientación perceptiva y semiótica (Hernández,
2006).
La abertura hacia los ECV no trata de reformar (una vez más) el lugar de las artes
visuales en la educación y de abrir sus contenidos (por ejemplo, a las manifestaciones
de la cultura popular). Desde mi punto de vista, se trata de afrontar un desafío de mayor
calado. Adquirir un ‘alfabetismo visual crítico’4 que permita a los aprendices analizar,
interpretar, evaluar y crear a partir de relacionar los saberes que circulan por los ‘textos’
orales, aurales, visuales, escritos, corporales, y en especial por los vinculados a las
imágenes que saturan las representaciones tecnologizadas en las sociedades
contemporáneas.
Vivimos y trabajamos en un mundo visualmente complejo, por tanto debemos ser complejos a la hora de utilizar todas las formas de comunicación, no solo la palabra escrita. Si no se enseña a los estudiantes el lenguaje del sonido y las imágenes, ¿no deberían ser considerados como analfabetos de la misma manera que lo sería si salieran de la universidad sin poder leer o escribir?Debemos aceptar el hecho de que aprender como comunicar con gráficos, música, cine, es tan importante como comunicar con palabras. Comprender sus reglas es tan importante como hacer que una frase funcione.De lo que estoy hablando es de aprender la gramática, pero también aprender como expresarte tu mismo. George Lucas (en Daly, J. 2004: 38)
4 Utilizo el término ‘alfabetismo’ para diferenciarlo de ‘analfabetismo’ y de ‘alfabetización’ y como traducción (provisional) del término inglés ‘literacy’. He tomado este término del artículo de Iole Maria Naviero Trindade (2004) A invenção de múltiplas alfabetizações e (an)alfabetismos. Educação e Realidade, 29 (2), 125-142, quien a su vez señala que así aparece traducido por Tomaz Tadeu da Silva y otros autores. Si bien en Brasil también se traduce por ‘letramento’, no he encontrado que sea un sinónimo que resuma la complejidad de la noción de ‘literacy’. Sobre todo si aparece asociada, como es mi caso, al movimiento que emerge a partir de las propuesta del “New London Group” (1997) en torno a las ‘new literacies’ o ‘multipleliteracies’ que en este caso sería ‘nuevos alfabetismos’ y ‘múltiples alfabetismos’
Quienes se muestran críticos (Eisner, 2001; Aguirre, 2004) con esta perspectiva
consideran que de seguirla, las artes visuales en la educación dejarían de orientarse
hacia hablar del Arte, valorar la educación estética y centrarse en la práctica artística.
Además, la experiencia del arte sería sustituida por ‘hablar’ sobre las artes visuales y la
cultura popular. Sobre este particular quisiera señalar, que no conozco ninguna
aproximación a la Educación de la cultura visual que deje de lado las artes visuales y
que no dé importancia a la producción de representaciones visuales. Lo que quizá sí que
suceda es que, de la misma manera que en la actualidad hay muchos artistas que ya no
pintan al óleo, hacen acuarelas o esculturas con barro, también el sentido de la teoría y
la producción varía en la consideración de la Educación de la cultura visual. Por un
lado, respecto a las fuentes y los medios utilizados (más relacionados con problemáticas
sociales y culturales emergentes y con las actuales tecnologías visuales). Y por otro,
con una finalidad que va más allá de producir un resultado ‘bonito’ o una experiencia
estética personal. En el proyecto de trabajo que se presenta en el capítulo 5, los
estudiantes no sólo hablan, discuten sobre fuentes diversas, establecen relaciones, sino
que dan sentido a todo ello, construyendo diferentes tipos de representaciones visuales.
Por todo ello, si utilizo la noción de Cultura Visual para plantear un giro en la
Educación de las artes visuales, es porque asumo que estamos viviendo en un nuevo
régimen de visualidad. Una consecuencia de este reposicionamiento en relación a
diferentes prácticas educativas (no sólo en la Escuela) es que nos lleva a plantearnos la
necesidad de ayudar a los niños, niñas y jóvenes, pero también a los educadores, a ir
más allá de la tradicional obsesión por enseñar a ver y promover experiencias artísticas.
En un mundo dominado por dispositivos visuales y tecnologías de la representación (las
artes visuales actúan como tales) nuestra finalidad educativa podría ser facilitar
experiencias reflexivas críticas. Experiencias que, como señala Nancy Pauly (2003),
permitan a los estudiantes comprender cómo las imágenes influyen sus pensamientos,
sus acciones, sus sentimientos y la imaginación de sus identidades e historias sociales.
CAPÍTULO 1: CAMBIOS QUE RECLAMAN OTRA NARRATIVA PARA LA
EDUCACIÓN DE LAS ARTES VISUALES
La propuesta que voy a presentar no surge de un afán por producir novedades para ser
consumidas por los educadores. Mi punto de partida es observar primero algunas de las
parcelas de la realidad que se supone crean nexos con la Educación de las artes visuales,
para desde la reflexión sobre ellas, explorar algunos caminos que puedan servir para
establecer puentes con esas nuevas emergencias. De forma breve, en este capítulo me
gustaría llevar a lector a prestar atención a cuatro focos de interés:
(a) La relevancia que han cobrado las representaciones visuales y las prácticas
culturales de la mirada en las construcciones de sentido y en las subjetividades en el
mundo contemporáneo.
(b) El papel de las manifestaciones de cultura popular en la construcción de las
subjetividades de la infancia y la juventud.
(c) Las nuevas necesidades de la educación en unos tiempos inciertos y para
unos sujetos en tránsito, para quienes aprender resulta con frecuencia una obligación y
en muy pocas ocasiones una experiencia apasionante, y
(d) Las propuestas de los productores visuales (dentro y fuera del campo de las
artes) que cuestionan los límites en las artes visuales y, sobre todo, la importancia de ‘lo
visual’ y la visualización en las sociedades contemporáneas.
Hay una cierto paralelismo entre estos cuatro ejes y los que plantean Freedman y Suthr
(2004) cuando definen porqué es necesario introducir cambios en la Educación de las
Artes teniendo en cuenta la creciente cultura visual:
(1) Los cambios en las ideas sobre las identidades personales y comunitarias.
(2) El interés de los niños y las niñas en los nuevos media, especialmente en las
tecnologías visuales.
(3) La naturaleza fluida de los límites disciplinares y de la importancia del
conocimiento interdisciplinar, y
(4) El reconocimiento de la importancia de la interpretación crítica.
En diálogo con esta aportación, Tavin (2005) señala lo que caracteriza a la novedad de
la propuesta actual del giro a la cultura visual en la Educación de las artes visuales:
El actual inventario de imágenes y tecnologías asociadas con una
cultura visual de carácter global.
Las nuevas relaciones entre los seres humanos y sus experiencias
como sujetos en red.
Las nuevas maneras de teorizar sobre la visualidad y,
El creciente número de citas/visión/lugares5 dentro del campo de la
Educación de las artes visuales.
El lector puede sumar o completar estos argumentos con los suyos. Lo que creo que
coincidimos los cuatro es en la necesidad de señalar una serie de cambios (en los
saberes, las experiencias de subjetividad, los medios, las finalidades de la educación)
que nos conducen a plantear la necesidad de revisar los fundamentos de la Educación de
las artes visuales teniendo en cuenta las aportaciones provenientes de los Estudios de la
cultura visual. Esta revisión me lleva a realizar una propuesta que denomino ‘Educación
para la comprensión crítica y performativa de la cultura visual’ (ECCPCV) que sirve
de referencia para articular otra manera de aproximarnos a la Escuela: abriendo puertas
para que circule y se renueve el aire no sólo en la Educación de las artes visuales sino
en la narrativa dominante en la educación (no sólo en la Escuela, sino también en los
museos, proyectos culturales, actividades de ONG, etc).
La relevancia de la visión y la visualidad en el mundo contemporáneo
Se habla mucho en estos tiempos sobre ‘lo visual’ y la mirada (Mitchell, 2000; Walker y
Champlin, 2002; Mirzoeff, 1998, 2003; Brea, 20056). Se nos dice que vivimos en un
mundo donde tanto el conocimiento, como muchas formas de entretenimiento son
visualmente construidas. Donde lo que vemos tiene más influencia en su capacidad de
crear opinión, proyectar la subjetividad y posibilitar la inferencia de conocimiento que
lo que oímos o leemos. Se habla, utilizando una metáfora bélica, que vivimos en un
mundo en el que las imágenes nos bombardean7. Por eso no resulta extraño que hoy se
5 Según jagodzinsi (2004:40, citado por Tavin, 2005:5) cite (citas) es lo que es decible; sight (visión) lo que es visible; y site (lugares) lo que es ‘sentible’. 6 Las referencias señaladas son sólo un ejemplo que podría hacerse mucho más extenso. En las revisiones realizadas por Elkins (2003) y Dikovitskaya (2005) se pueden encontrar un exhaustivo listado de autores que, desde posiciones diversas, han planteado la necesidad de investigar las prácticas sociales vinculadas a la visión y la mirada. 7 Jennifer Eisenhauer (2006) realiza una lúcida reflexión sobre el discurso que media esta metáfora, en el sentido en que prefigura la dualidad de que unos producen y otros reciben de forma pasiva y sin
habla con preocupación del incremento de ‘analfabetos visuales’ y se oigan voces que
reclaman reestructurar la Escuela, los museos y las universidades, de manera que en
estas instituciones se pueda aprender prácticas vinculadas a un nuevo alfabetismo visual
(visual literacy), de la misma forma que existe un interés por incorporar la perspectiva
de los múltiples alfabetismos a la educación fundamental8.
Las personas analfabetas del siglo XXI serán aquellas que no sepan construir narrativas con imágenes. Bigas Luna, director de cine9
Pero hay cierta confusión sobre lo que todo esto quiere decir, y en particular, sobre a
qué nos referimos cuando hablamos de lo visual y de las imágenes. Como nos ha
señalado Mitchell (1994:13) en su libro Picture Theory “todavía no sabemos qué son las
imágenes, qué relación tienen con el lenguaje, cómo operan en los observadores y en el
mundo, cómo es comprendida su historia, y qué se ha de hacer con y sobre ellas”. Por
tanto, aunque es cierto que el mundo, o al menos ciertas partes de él, es cada vez más
visual (y esto es en sí mismo un factor a tener en cuenta) no está claro, como nos
recuerda Rose (2001: 2) “qué significa lo que se ve, y lo qué, cómo y quién ve y no
ve”. Ni está claro cómo se pueden abordar los temas relacionados con lo visual por
medio de estudios empíricos o en la Escuela. Aunque hay mucha producción sobre las
cuestiones visuales, no hay casi guías sobre métodos de interpretación y de cómo usar
esos métodos, no sólo para la investigación sino para la educación. Y no me refiero a
métodos que podríamos denominar tradicionales, como los basados en el estudio de la
forma y el contenido, la iconografía y la iconología, e incluso en una semiótica
estructuralista, sino a los métodos de interpretación e investigación aparecidos a partir
del debate postestructuralista y de las aportaciones de la Historia cultural del arte, los
Estudios culturales, los Estudios feministas y de los de medios, entre otros saberes.
Pero lo que no cabe duda es que la importancia de lo visual se ha producido (está
teniendo lugar) en lo que Heywood y Sanwell (1999) consideran como uno de los
debates más creativos de los últimos años. Un debate que ha dado lugar a programas
de investigación en la teoría crítica contemporánea, la filosofía postmoderna, la teoría
estética, la desconstrucción y los Estudios culturales, en torno al campo de la
capacidad de acción y resistencia a este bombardeo.8 En el siguiente capítulo presento un recorrido más pausado por la noción de ‘múltiples alfabetismos’.9 El País, 13 de febrero de 2004.
‘visualidad’ (la mediación cultural en la mirada y la representación10), haciendo de él
uno de los temas centrales en el pensamiento crítico actual. En este sentido Heywood y
Sanwell (1999:ix) señalan que a “lo largo de la década de los noventa hemos
presenciado una explosión de interés en la investigación fenomenológica, semiótica y
hermenéutica en torno a las texturas de la experiencia visual y de manera más amplia en
una nueva apreciación de las mediaciones históricas, políticas, culturales y tecnológicas
de la percepción visual humana en el contexto de una teoría más ‘holística’ y ‘reflexiva’
de la condición humana. Recientemente esta temática ha recibido nuevos impulsos
derivadas de un amplio rango de teorías semióticas que se han dibujado sobre el
pensamiento social y filosófico”.
Todo lo anterior ocurre, sin perder de vista lo que nos recuerda Hall (1997:9), que “hay
que enfatizar que no hay una respuesta simple o ‘correcta’ a la pregunta, ¿qué quiere
decir esta imagen? o ¿qué esta diciendo ese anuncio? Dado que no hay una ley que
pueda garantizar que las cosas tengan ‘un significado verdadero’, o que los significados
cambian en el tiempo, el trabajo en esta área ha de ser interpretativo - no un debate entre
quien tiene razón y quien está equivocado, sino entre significados e interpretaciones
igualmente plausibles, aunque en ocasiones compitan y se contesten. La mejor manera
de ‘afrontar’ estas lecturas contrapuestas es mirar de nuevo un ejemplo concreto y tratar
de justificar una de esas ‘lecturas’ de manera detallada en relación con las prácticas y
formas actuales de significación, y lo que los significados que te parece que se
producen”.
Esta nueva realidad, en lo que respecta a las referencias y campos de investigación en
las Ciencias Sociales entorno a la visión y la visualidad, es uno de los argumentos para
revisar la fundamentación de la Educación de las artes visuales. Como también las
problemáticas vinculadas a las representaciones sobre la infancia y la juventud.
Cambios en las representaciones sociales sobre la infancia y la juventud
10 Como señala Foster (1988) la dimensión cultural transforma el ver en visualidad. Para ampliar la perspectiva abierta por Foster en torno a la visualidad se puede consultar el trabajo reciente de Nicholas Mirzoeff (2006) On Visuality. Journal of Visual Culture, Vol. 5, (1), 53-79.
Desde hace casi una década una de mis preocupaciones se centra en estudiar los
cambios que se están produciendo en las representaciones de la infancia y la juventud,
tanto en los saberes académicos como en la cultura popular y las prácticas de consumo
(Hernández, 1999a, 1999b, 1999c, 2004). Mi interés por estos cambios no es sólo
cultural y sociológico sino porque considero que han de ser tenidos en cuenta a la hora
de plantear una nueva narrativa para la educación (Hernández, 2002, 2005).
No digo nada nuevo si afirmo que, desde una perspectiva culturalista y
construccionista, la infancia y la adolescencia son realidades sociales, discursivas, y
como tales cambiantes, producto de cada época y contexto (Buckingham, 2001). Por
este motivo, las categorías de edad/periodo que se utilizan para clasificar a los
individuos en términos de estados de desarrollo relacionados con parámetros
cronológicos y biológicos tienen el mismo efecto que las categorías de raza/etnia, clase
social, género o religión que suelen presentarse como naturales y no problemáticas. Sin
embargo, en todos estos casos, y en particular en el que nos ocupa, es importante
plantearse como las categorías ‘infancia’ (con los conceptos asociaciones de niño/niña)
o ‘adolescente’ están epistemológica y culturalmente construidas y, como tal, tienen
efectos epistemológicos y políticos (Patel Stevens, 2005: 272). Además de afectar a las
prácticas de subjetivización que los individuos construyen para corporeizar, desde sus
relaciones con los otros y consigo mismo, su sentido de ser (subjetividad).
Es en este punto que considero que las representaciones visuales contribuyen, a modo
de espejos, a la constitución de maneras y sentidos de ser, que se derivan e interactúan
con las formas de relación que cada ser humano establece con las pautas y agentes de
socialización y culturalización en las que se encuentra inmerso desde su nacimiento y a
lo largo de la vida. Estas formas de relación contribuyen a dar sentido a su manera de
sentirse y de pensarse, de mirarse y de mirar, no desde una posición determinista sino en
constante interacción con los otros y con su capacidad de acción (agency).
En este marco, en el que las subjetividades se construyen y transitan de maneras
reflexivas y corporeizadas, la relevancia de las representaciones visuales adquiere un
papel fundamental. No sólo por su omnipresencia, sino por su fuerte poder persuasivo:
se asocian a prácticas culturales (lo que significa forman parte de lo que está pasando),
se vinculan a experiencias de placer (se presentan de forma agradable, con una retórica
visual y narrativa atractiva y produce satisfacción) y se relacionan con formas de
socialización (los sujetos se sienten parte de un grupo con el que se identifica).
Pero además, las representaciones visuales conectan con la constitución de los deseos,
en la medida en que enseñan a mirar y a mirarse, y contribuyen a construir
representaciones sobre sí mismos y sobre el mundo (lo que constituye la realidad). Un
medio para comprender estos cambios, que tienen una profunda repercusión en la
educación, es aproximándonos desde una perspectiva crítica a las representaciones
visuales con las que se vinculan los niños, las niñas y los jóvenes, prestando especial
atención a sus formas de apropiación y resistencia.
En esto sentido soy de los que piensan que en una narrativa alternativa para la
educación habría que tener en cuenta la distancia que se produce entre lo que Giroux
(en Steinberg y Kincheloe, 2000) ha denominado ‘pedagogía cultural’ (que tiene que
ver con el papel que juega las representaciones y las manifestaciones de la cultura
popular con la que niños, niñas y jóvenes se relacionan fuera de la Escuela, y que tienen
un importante papel en la constitución de sus subjetividades) y la ‘pedagogía escolar’
(lo que se supone que la escuela enseña y los valores que pretende transmitir en su
propuesta educativa).
Esto significaría reconocer que se produce una distancia entre cómo educa la Escuela y
cómo educan los medios de la cultura visual popular (el cine, los videojuegos, la música
popular, las teleseries, Internet, los dibujos en la televisión, la publicidad,…) y las artes
visuales. Distancia que es necesario tener en cuenta, no sólo desde la esfera de la
educación de los medios, sino también como parte de la Educación de las artes visuales.
Sobre todo debido al papel relevante que, como veremos en el siguiente apartado, está
adquiriendo en las prácticas artísticas la relación con las representaciones de la cultura
popular y las emergencias sociales.
Cambios en los límites de las artes visuales
Desde los inicios década de los noventa el mundo del arte ha comenzado a mostrar una
serie de cambios que se percibían como incipientes en décadas anteriores y que, como
ha apuntado con acierto Arthur Danto, reflejan el estado del arte después del fin del arte.
En este contexto, tanto lo que se presenta como obra de arte, como el papel social que
asumen los artistas se muestra en medio de una enorme diversidad. En esta situación
aparecen diferentes artistas que optan por actuar como ‘contadores de historias11’,
‘rescatadores de voces silenciadas’, ‘cronistas de la cultura popular’, ‘espejos de la
memoria’ que buscan “crear realidad para contrarrestar la nube de ficción que nos
envuelve” (Ramoneda, 2000)12.
Todo ello en una búsqueda que, como señala Bonito Oliva13 “tiende a las instalaciones,
a la contaminación de materiales, calientes y fríos, vídeo, fotografía y pintura. Es decir
el trabajo sobre la comunicación y la implicación del espectador (…) Hoy el artista se
plantea el problema de la comunicación. Se trata de comunicar, pero ¿qué? La
informática comunica productos espectaculares, simplificados; el arte, en cambio, crea
productos complejos que plantean preguntas más que ofrecer respuestas”. Para ello se
utiliza un lenguaje artístico que es cada vez más internacional, legible y compartido, que
con frecuencia proyecta problemáticas particulares, como “formas de resistencia y una
voluntad ética de mantener el contacto con las propias raíces, que los artistas reflejan
enfatizando su identidad cultural o de género sexual” señala José Luis Brea14, frente a la
presión homogeneizadora fruto de la globalización económica y cultural.
11 En una entrevista de Celia Prado (2001) a la fotógrafa Tracey Moffatt le pregunta: -“Dijiste en una ocasión: “Si no me ocupo de la verosimilitud, no me ocupo de captar la realidad; me ocupa de crearla yo misma”. Asocio esto, en el caso de tu obra, con fábulas para adultos. ¿Te consideras una contadora de historias?- Sí, sí me considero una contadora de historias, en el sentido de que me gusta que haya elementos de narrativa en mi trabajo fotográfico. Me gustaría que el espectador mirase la imagen y le añadiese su propia lectura”.12 Josep Ramoneda, ‘Los creadores y la realidad’ El País, 10 de enero de 2000 (Suplemento de Cataluña, p. 3).13 ‘Es imposible que hoy el arte sea transgresivo’ El País, 9 de febrero de 2000 (p.37).14 ‘La globalización agrada al arte’ El País, 13 de febrero de 2000 (p.46).
Ilustraciones 2, 3 y 4. Ejemplos de cambios en la narrativa de las artes visuales en diferentes exposiciones organizadas por la Fundació ‘la Caixa’
Además, se ha ido configurando una mirada ‘social’ y ‘política’ en un buen número de
artistas, como Rogelio López Cuenca, (la emigración y la memoria), Guillermo Gómez-
Peña (los archivos del anticlericalismo), Rineka Dijkstra (ilustración 1) (las
representaciones del cuerpo). A los que uniría, como parte de una larga lista, los
nombres de Tracey Moffat15, Jeff Wall, Sophie Call (ilustración 3), Jorma Puranen,
Patrick Tato, Alicia Candiani, Andreas Gursky, Hasn Haacke, Alfredo Jar, Komar y
Melamid, Gabriel Orozco, Pratibha Parmar, Yinka Shonibare, Kim Sooja, Toumo
Tammenpää, Krzysztof Wodizcko, Kara Walker y Chris Woods.
La exposición de la ilustración 2 reunió a varios de los autores mencionados, quienes
tienen en común utilizar su poder mediador desde lo visual para crear espejos en los
que se refleja la realidad cambiante en la que estamos viviendo y las formas de
subjetividad que se producen en relación con ella. Sobre todo en relación con el cambio
en los papeles sexuales y la presión del culto al cuerpo, la resistencia ante la
colonización cultural y económica y el rescate de la memoria de los subordinados. 15 De quien Martin Hentschel escribe que su obra fotográfica “no trata de ser una declaración
sociológica. Las fotografías iluminan la dimensión psicosocial mucho más abruptamente, de manera breve y selectiva”). En Hentschel, Martin (2001) Emblemas de exposición-Scarred for life. Exit, 4, 58-60.
En cualquier caso, el arte y la literatura engloban una enorme cantidad de ideas y experiencias que son difíciles de reconciliar con el escenario político actual. También plantean problemas de calidad de vida en un mundo en que la propia experiencia parece frágil y degradada. ¿Cómo se puede crear arte digno en semejantes condiciones? ¿No sería necesario transformar la sociedad para prosperar como artista? Además, aquellos que se dedican al arte hablan el lenguaje del valor más que el del precio. Se dedican a obras cuya profundidad e intensidad ponen de manifiesto la exigüidad de la vida cotidiana en una sociedad obsesionada por el mercado. También están entrenados para imaginar alternativas a lo real. El arte favorece que uno fantasee y desee. Por todas estas razones es fácil entender por qué son los estudiantes de arte y de filología antes que los ingenieros químicos quienes suelen levantar barricadas.
Terry Eagleton (2005:51)
Estas nuevas miradas se proyectan en las tecnologías (net-art), en la utilización de
imágenes de archivo (Gómez Isla, 2000), en una hibridación de géneros y propuestas
(Zbingiew Libera), debido a que, tal y como señala Johanna Drucker (1999), las artes
visuales, para la creación de sus representaciones, se muestran cada vez más
(de)pendientes de la cultura de los medios de comunicación y de las formas de
visualidad generadas en la vida cotidiana.
Esta pluralidad de propuestas en las prácticas artísticas es debida a que “lo que
llamamos arte se ha diluido en la vida, en la publicidad y en los múltiples estímulos
visuales que acosan al hombre y la mujer de hoy”16. Además, “la influencia del arte
visual es ahora tremenda y todo el mundo muestra interés”, porque “revelan aspectos
escondidos de la sociedad y exponen el mundo tal y como es. Son comentarios sobre el
mundo real, sobre los medios, los pobres, la calle, la música, las drogas… Tratan de
estos problemas, añaden erotismo y se lo pasan en grande”17. A lo que hay que añadir la
reconceptuación del sentido del Arte (como presencia, y no sólo como representación) y
de la identidad del artista (que se transforma en productor, alejando su imagen de la idea
moderna de vate sagrado o del luchador insobornable) (Shimer, 2004 [2001]). Lo que
nos hace pensar que si las prácticas artísticas están cambiando en sus fundamentos,
medios y géneros parece adecuado que lo haga el enfoque y las prácticas de su
enseñanza en la Escuela, museos y centros de arte.16 Combalía, Victoria (2002) La sangre es buena (a veces) El País, 2 de enero, (Suplemento Cataluña,
p.2).17 “Norman Rosenthal: Lo que une a los jóvenes artistas británicos es la falta de pretensión” El País, 17 de febrero de 2001. Suplemento Babelia (p.5). Norman Rosenthal, secretario de exposiciones de la Royal Academy de Londres y responsable de muestras como ‘Sensation’ (1997) y ‘Apocalypse’ (2000).
La necesidad de nuevos saberes para la educación
Hoy un docente, o cualquier persona interesada por la educación, que quiera
comprender lo que está aconteciendo en el mundo en el que vive y, sobre todo, que trate
de interpretar y dar respuesta a lo que afecta a la construcción de las subjetividades de
quienes acuden a la Escuela no se puede limitar ‘a saber la asignatura’ o a tener unos
conocimientos de psicopedagogía. Si en todos los campos del saber, el problema de los
límites y los deslizamientos es una cuestión que está a la orden del día; si vivimos en
una sociedad de complejidades en la que por primera vez, nos encontramos con que el
ciclo de renovación del conocimiento es más corto que el ciclo de la vida del individuo;
si las subjetividades se configuran a base de fragmentos y emergencias,… se requiere
no sólo un replanteamiento radical del sistema educativo, sino apropiarnos de otros
saberes y de otras maneras de explorar e interpretar la realidad alternativos a las actuales
disciplinas escolares. Saberes que ayuden a dar sentido a lo emergente y cambiante y a
comprendernos a nosotros mismos y al mundo en el que vivimos, tanto por parte del
profesorado como del alumnado.
Hasta ahora han sido disciplinas como la psicología, la pedagogía, la sociología y la
antropología las que han tomado la educación como objeto de estudio. Pero desde hace
unos 20 años han ido conformándose una serie de campos disciplinares, como lo
Estudios culturales, de medios, de la cultura visual,...que están utilizando unas nociones
y aproximaciones metodológicas que permiten representar y comprender problemas
nuevos o hasta ahora silenciados en la Escuela. Problemas como la relación de los
jóvenes con los nuevos saberes y con la creación de nuevas expresiones de subjetividad
(a través, por ejemplo, de los espacios en Internet, o de su relación con la música y las
imágenes). Pero también con nuevos valores estéticos y de relación con la realidad
(como los que se derivan de la posibilidad de acceso, análisis, apropiación,
transformación, creación reproducción de imágenes, sonidos y estrategias de
presentación). Formas de relación a las que se accede no sólo como pasatiempo sino
mediante la inmersión en industrias culturales a las cuales muchos jóvenes acceden y
de las que forman parte, pero que no son tenidas en cuenta por los docentes, los
planificadores y los responsables de las políticas educativas. Campos que quedan
excluidos del currículo o que se hacen presente en las aulas de manera anecdótica y
ocasional.
La clave de la educación no depende del acuerdo entre partidos ni delsuperpoder de un partido. Los partidos son cada vez más excéntricos respecto a la sociedad juvenil y a la transformación que representa su clase de cultura, a la que consideran, como consecuencia, excéntrica, necesitada de una fuerte corrección. Diagnostican el fracaso de los muchachos como efecto de la falta de autoridad, la pérdida de la virtud del esfuerzo, la inasistencia a las aulas y los frecuentes cambios en la ley. No se preguntan, en cambio, por qué los alumnos se esfuerzan tan poco, por qué no respetan a los profesores o por qué no atienden, en general, durante las clases. ¿No será que los contenidos y las formas de la enseñanza se encuentran en una crisis sustantiva y extensiva, tan radical como universal? (…)
Toda ley que el Parlamento apruebe en sus salones, ajena a la revolución cultural, será reprobada enseguida en las clases. Porque ¿si el productor de la ley ignora la condición de este nuevo sujeto, cómo puede esperar que el discente se convierta en un satisfecho consumidor? Si los políticos y los claustros desdeñan la clase de cultura que respetan los jóvenes ¿cómo no pronosticar que serán correspondidos con igual desdén? Vicente Verdú (2005)18
Los Estudios de la cultura visual, nos permiten acercarnos a estas nuevas realidades
desde una perspectiva de reconstrucción de los propios referentes culturales y las
maneras de mirar(se) y ser miradas de los niños, las niñas, los jóvenes, las familias y
los educadores. Reconstrucción que no sólo puede ser de carácter histórico, sino que
parte de lo que está aconteciendo, mediante el trabajo de campo o el análisis y creación
de textos e imágenes. Al tiempo que pone el énfasis en la función mediadora de
subjetividades y relaciones, de formas de representación y de producción de nuevos
saberes de estas nuevas realidades. En el caso de la educación esta tarea tiene que ver
tanto la propia función mediadora de la Escuela como institución como con el papel del
currículo en la afirmación/exclusión de formas de poder y saber y de unas
representaciones que se autorizan frente a otras que se excluyen.
Por las problemáticas educativas que se abordan desde esta perspectiva (Giroux, 1996;
Da Silva, 1995; Walkerdine, 1998) alguien puede pensar que se han de afrontar en la
educación fuera de la Escuela, que hacen referencia al estudio de los medios de
comunicación, o que, como algunos autores del campo de la Educación de las Artes
Visuales parecen haber dado a entender (Freedman, 2000; Ballenge-Morris y Sthur,
2001), se trata de incorporar el estudio de las manifestaciones de la cultura popular y
de las TIC como parte integral del currículo escolar de Educación de les artes visuals.
18 El País, 17 de noviembre 2005.
Nada más alejado de las intenciones y los marcos que abordan los Estudios de la cultura
visual.
En el caso de la educación se trata de acercarse a esos “lugares” culturales, donde niños
y niñas y, sobre todo los jóvenes, están encontrando hoy muchas de sus referencias para
construir sus experiencias de subjetividad. Unas referencias que no suelen ser tenidas en
cuenta por los docentes, entre otras razones, porque las consideran poco relevantes,
desde un enfoque de la enseñanza centrada en algunos contenidos disciplinares y en una
visión de la Escuela de base objetivista y descontextualizada.
Pero la Escuela no puede continuar basando su finalidad educadora en transmitir en un
conocimiento disciplinar defendido por unos especialistas, que tal y como ha
evidenciado Goodson (1999) buscan, sobre todo, legitimarse a si mismos y al tipo de
visión del mundo que median y proyectan desde sus disciplinas y, sobre todo, en los
libros de texto. Estas visiones hegemónicas excluyen muchas cuestiones fundamentales
(tanto en las experiencias como en los conocimientos) que tienen un papel esencial en
la comprensión y actuación sobre el mundo y en el conocimiento de sí mismo, de los
niños, las niñas y los jóvenes.
Frente a esta posición dominante, autores como Morin (1999; 2000) sostienen que es
necesario redefinir las funciones de la escuela para poder comprender y utilizar los
saberes que ayudan a dar sentido al mundo que estamos viviendo; o Chomsky (2001)
quien desde un crítica radical a los actuales sistemas escolares, plantea la necesidad de
desmontar la enseñanza que pretende la domesticación de los ciudadanos y
desintelectualizar a los educadores. La alternativa sería afrontar el reto de ampliar los
horizontes de la democracia y de la ciudadanía y construir un mundo menos
discriminatorio, más democrático, menos deshumanizado y más justo; o Postman
(1999) quien defiende con pasión la necesidad de una nueva narrativa para la escuela,
que tenga en cuenta las prioridades del alumnado y del mundo contemporáneo; o
Charlot (2001:18-20) quien plantea la una aproximación al aprender como forma de
“apropiarse de un saber, de una práctica, de una forma de relación con los otros y
consigo mismo”, dejando de ser la acción de un ‘yo epistémico” (“el sujeto del
conocimiento racional”) para pasar a ser una aventura del ‘yo empírico’ (“el sujeto
portador de experiencias”).
Estas y otras voces reclaman que el proyecto de la Escuela necesita entrar en una nueva
narrativa que dialogue con las situaciones cambiantes que afectan tanto a los sujetos
pedagógicos como a las relaciones sociales, las representaciones culturales y los
conocimientos. Esto requiere por parte de los adultos, la exigencia de discernir los
elementos que constituyen las culturas del grupo-clase. Lo que significa conocer no sólo
los valores culturales que están apoyando y silenciando con sus objetivos de
aprendizaje, sino prestar atención a cómo se construye ese tipo de culturas dentro y
fuera del aula. Además de llevar a cabo lo que Giroux (1996) denomina una
«recuperación cultural». Acción que reclama que la producción de conocimientos, las
experiencias de subjetividad y la participación en la Escuela puedan abordarse como
cuestiones éticas, políticas y pedagógicas. Esta recuperación cultural es la que permite
al educador afrontar cómo los objetos, los discursos y las prácticas construyen
posibilidades que favorezcan (o no) el ejercicio de experiencias de ciudadanía que
tengan como referente la noción de democracia radical (Lummis, 1996), en la cual es la
gente la que tiene y ejerce de forma directa el poder.
En la actualidad, recuperar el poder en la Escuela implica, entre otras decisiones,
autorizar-se y visibilizar sin paternalismo las voces de los que no tienen voz. Posición
que se convierte una necesidad inaplazable frente a la burocracia y el control que rige
hoy las políticas educativas que impiden, por ejemplo, pensar y llevar a la práctica una
‘nueva narrativa’ por parte de los diferentes miembros de la comunidad educativa. Una
narrativa que considere que lo pedagógico, no se reduce a la simple práctica de
enseñanza y aprendizaje, sino que es también una práctica política. Lo que implica estar
en guardia frente a los discursos que tratan, bajo la apariencia de neutralidad y de
objetivismo, de dibujar visiones del mundo y representaciones del sujeto, que excluyen
y marginan muchas de las representaciones identitarias existentes.
De aquí viene la importancia, como nos recuerda Giroux (1995), de que un proyecto
educativo ‘radical’:
Trate a los estudiantes, el profesorado y las familias como portadores de
memorias sociales diversificadas; con derecho a hablar y representarse a sí mismos en
la búsqueda de aprendizaje y autoafirmación.
No olvide que el currículo es una construcción social, un producto cultural, que
refleja un campo de lucha en el que los diferentes grupos tratan de imponer sus
significados. Donde los contenidos no son objetivos ni neutrales, sino sujetos a la
disputa e interpretación de los diferentes grupos que tratan de imponer su hegemonía.
No abandone la preocupación por explorar la relación entre cultura,
conocimiento y poder. Frente a los profesionales ‘científicos y objetivos’ que defienden
una supuesta inocencia ideológica e institucional, se ponga de manifiesto que siempre
trabajamos y hablamos desde el interior de relaciones de poder histórico y socialmente
determinadas.
Esta manera de entender el currículo permite explorar -interpretándolas y
desconstruyéndolas- las formas de representación, los objetos y los usos cotidianos que
la Escuela excluye (todo saber que no forme parte de los saberes reductores del
currículo), que se transitan entre los márgenes, pero que están contribuyendo, de una
manera poderosa, a construir las subjetividades de los niños, las niñas y los jóvenes. De
aquí la conexión con una propuesta educativa que se plantea desde la Cultura Visual,
otra narrativa para la Educación de las artes visuales.