Espigador
-
Upload
fernanda-gomes -
Category
Documents
-
view
216 -
download
1
description
Transcript of Espigador
CAPÍTULO 2: LOS ESTUDIOS DE CULTURA VISUAL COMO MARCO PARA
PENSAR OTRA NARRATIVA PARA LA EDUCACIÓN DE LAS ARTES
VISUALES
La necesidad de revisar las narrativas dominantes en la Educación de las artes
visuales
Lo dicho hasta ahora me lleva a destacar que en la actualidad la Cultura Visual es
importante no sólo como objeto de estudio o como una parte fundamental de lo que
debería abordase en la Escuela, sino en términos de economía, negocios y de las nuevas
tecnologías. Además de ser una parte significativa de la experiencia diaria, de manera
que tanto productores como receptores se pueden beneficiar de su estudio. Esta
perspectiva que se coloca más allá de la celebración del placer y del consumo, puede
proporcionarnos una comprensión crítica del papel de las prácticas sociales de la
mirada y la representación visual, de sus funciones sociales y de las relaciones de
poder a las que se vincula, más allá de su mera apreciación o de las experiencias de
placer estético y de consumo que proporcionan.
La función de las artes a través de la historia cultural humana ha sido y continúa siendo la tarea de la ‘construcción de la realidad’. Las artes construyen representaciones del mundo, que pueden ser acerca del mundo que está realmente allí o sobre mundos imaginarios que no están presentes, pero que pueden inspirar a los seres humanos para crear un futuro alternativo para sí mismos.
Mucho de lo que constituye la realidad está construido socialmente, incluyendo cosas como el dinero, la propiedad, el matrimonio, los roles de género, los sistemas económicos, los gobiernos y males como la discriminación racial.
Las construcciones sociales que encontramos en las artes contienen representaciones de estas realidades sociales. Por lo tanto, el objetivo de enseñar arte es contribuir a la comprensión del paisaje social y cultural en el que habita cada individuo. Arthur Efland, (2004)[2002]: 229
La Educación de la cultura visual participa, en cierta manera, de la tarea que Debray
(1996) atribuye como objeto de estudio de la Medialogía, es decir, explorar las vías y
los medios de la “eficacia simbólica” centrándose, en el papel mediacional de los
diferentes artefactos y objetos ‘reales’ y virtuales. Tenerlo en cuenta nos lleva a
repensar las bases desde las cuales la relación entre las artes visuales y la educación se
han planteado y se proponen en la actualidad en las instituciones, en las prácticas
individuales y en la Escuela. Debido no sólo a los cambios señalados, sino a que la
realidad de muchas propuestas de Educación de las artes visuales se apoyan, tal y como
señala Hughes (1998: 41) “en procedimientos y prácticas que se basan en
procedimientos y prácticas del siglo XIX, la cuales se adhieren a visiones y propósitos
del arte confortables y sin pretensiones”.
Esta situación reclama revisar los fundamentos teóricos, epistemológicos, disciplinares
y pedagógicos de la Educación de las artes visuales. Para ello es importante tener en
cuenta que en las dos últimas décadas han aparecido una serie de perspectivas sobre las
maneras de mirar, representar y la propia concepción de la imagen, bajo el paraguas de
la Cultura Visual, que aportan nuevas reflexiones a lo que puede constituir el
fundamento, finalidades y experiencias para el aprendizaje ‘de’ y ‘por’ las artes
visuales en la Escuela.
“La educación de las artes es una actividad de aprendizaje sostenible y sistemática centrada en las habilidades, maneras de pensar y presentar cada una de las formas artísticas –danza, artes visuales, música, teatro- que producen un impacto en términos de mejorar las actitudes hacia la escuela y el aprendizaje, fomenta la identidad cultural y el sentido de satisfacción personal y de sentirse bien”.
“La educación por las artes utiliza pedagogías creativas y artísticas para enseñar todo el currículo, fomenta la mejora académica, reduce el abandono escolar y promueve transferencia positiva. Estos beneficios se llegan a conseguir allí donde se dan acuerdos para desarrollar programas de calidad. Si los programas no son de cualidad se inhiben los beneficios que aparecen como vinculados a programas de calidad”.
Anne Bamford, (2006)
Estos enfoques no han de considerarse como una amenaza, sino una invitación a
establecer puentes con otras bases epistemológicas, saberes disciplinares, nuevas
formas y medios de representación, así como con las emergentes metodologías para la
interpretación de la imagen, lo visual, y la visualidad ¿O es que el establecimiento de la
Escuela de los Anales como referente para la enseñanza de la historia supuso dejar de
enseñar historia? ¿O la introducción de posiciones relativistas en los estudios sociales
ha significado dejar de enseñar e investigar sobre ellos? Al contrario, han servido para
revisar concepciones marxistas o positivistas e introducir nuevas problemáticas y
nociones (narración, voces silenciadas, microhistoria, relato, diferencia…) en esos
campos.
Pero no debemos olvidar que esta necesidad de repensar los fundamentos de la
Educación de las artes visuales no es un fenómeno nuevo. A lo largo de la historia de
esta disciplina escolar se han planteado diferentes propuestas que han estado
sustentadas en uno o varios enfoques educativos y en nociones de arte, así como en una
serie de teorías que les han servido de fundamento epistemológico y pedagógico
(Aguirre, 2005; Arañó, 1989; 1994; Marín Viadel, 1993, 1997, 2000; Freedman, 1987;
Efland, 2002; Barragán, 1997; Errázuriz, 1998; Hernández, 1998). Además de dar
respuesta a unas condiciones sociales que han hecho necesarios estos cambios
(Freedman y Hernández, 1998).
Así, la tradición de la copia (de láminas, de esculturas en yeso, del natural) estaba
basada en la idea de mímesis, en la propuesta de que el arte debía imitar a la naturaleza
(Tatarkiewicz, 1988) y que se concretan en los presupuestos de las academias de arte
(Arañó, 1986).
La perspectiva expresionista se fundamentó en las propuestas del psicoanálisis
freudiano (para liberarse de los traumas), el auge de la creatividad, la posición dentro
del campo de arte que sostenía que éste tenía que reflejar su esencia (la forma se
transforma así en contenido, la voluntad del artista en referente esencial del arte) y en la
psicología del desarrollo (las etapas) (Agirre, 2001; Hernández, 2001).
La perspectiva disciplinar, que ha tenido como referencia la propuesta del DBAE en
Estados Unidos (Greer, 1987; Marín Viadel, 1988; Juanola y Calbó, 2002) y de la
Perspectiva Triangular en Brasil (Barbosa, 1998) se vio influenciada por la reforma
curricular planteada por Bruner (1963,1969), que señalaba la importancia de enseñar la
estructura de las disciplinas y que el conocimiento escolar había de ser de base
disciplinar. En el caso del arte, este conocimiento proviene de la historia del arte, la
práctica del taller, la estética y la apreciación (que en Estados Unidos se denomina
‘crítica’). Este enfoque supone un giro en la práctica artística personal que se desplaza
de “aprender en el arte” a “aprender sobre el arte”. De esta manera el arte comenzó a ser
entendido como un cuerpo significativo de conocimientos teóricos, y la Educación
artística se centró en cómo pensar, apreciar y consumir el arte (Amadio, Truong y
Tschurenev, 2006: 7).
La perspectiva formalista, analítica y dirigida hacia el aprendizaje del lenguaje del arte
(Balada y Joanola, 1984), que han tenido una notable presencia en las reformas
educativas de los años noventa en España y en varios países de América Latina (véase
los casos de Brasil, Chile y Argentina, entre otros) se construye sobre los fundamentos
de las propuestas pedagógicas de la Bahaus, la semiótica estructuralista y la iconología
(Hernández, 2001; Rifà, 2003).
Desde este somero recorrido por lo que constituye una periódica modificación de las
propuestas para la Educación de las Artes emerge la siguiente pregunta:
¿La Educación de las artes visuales puede incorporar las aportaciones de los
Estudios sobre la cultura visual para revisar sus fundamentos, finalidades y
prácticas pedagógicas de manera que pueda responder a los cambios en las
representaciones visuales y experiencias de subjetivización en las sociedades
contemporáneas?
Una primera respuesta a esta pregunta es que si bien en las propuestas elaboradas hasta
ahora en el campo diverso y fragmentado de los Estudios de la cultura visual no
emerge ni se deriva de manera explícita un planteamiento educativo, sí hay una serie de
aportaciones que pueden ser de utilidad para acercar el currículo de la Educación de las
artes visuales a algunas de las corrientes de pensamiento y de investigación actualmente
dominantes en relación con la aproximación cultural a lo visual y a la imagen. Estas
aportaciones podrían ser:
Una serie de elementos teóricos (la importancia del significado y el sentido en la
interpretación, el estudio histórico de la visualidad, la perspectiva crítica, la
performatividad, nociones como representación, mediación, sustituciones, narrativa,
etcétera),
Propuestas metodológicas (la intertextualidad, la desconstrucción, el análisis crítico
del discurso, entre otras),
Una actitud investigadora que presta atención al contexto cultural y al proceso de
recepción y no sólo al de producción de las imágenes y,
El interés entre la comunidad de investigadores en Educación de las artes visuales
en los temas que relacionan la cultura visual con la educación (Fischman, 2001).
Tener en cuenta estas aportaciones reclama un acercamiento contextualizado a los
artefactos relacionados con las representaciones visuales. Artefactos que van más allá
de los que han sido considerados como objetos artísticos por los historiadores y teóricos
del arte y que incorporan las manifestaciones de la cultura popular como mediadoras de
experiencias de subjetividad. Voy a tratar de realizar una primera argumentación de
esta posición, para luego pasar a presentar los aspectos de una propuesta educativa que
dialogue con algunas de estas aportaciones.
Los Estudios sobre la cultura visual como referente para la Educación de las artes
visuales: esbozar una propuesta educativa a partir de preguntas
Como nos recuerda Rogoff (1998), la aparición de la cultura visual como un campo de
investigación transdisciplinar y transmetodológico no significa otra cosa que una
oportunidad para reconsiderar, desde otro ángulo, algunos de los problemas más
espinosos del presente cultural. En su formulación tanto de los objetos de investigación
como de sus procesos metodológicos, la cultura visual refleja los tránsitos por los que
pasan desde los años sesenta diferentes campos de conocimiento (Historia del arte,
Lingüística y Crítica Literaria, Estudios de medios, culturales y feministas).
A la hora de categorizar este periodo, Rogoff señala que se ha producido un giro de
una fase de intensa actividad analítica en la que nos movimos desde finales de los años
70 y a lo largo de los 80, época en la que acumulamos una serie de instrumentos de
análisis, al momento presente –desde los años 90-, en el cual se están produciendo
nuevos objetos culturales. En este sentido apunta Rogoff que “estamos profundamente
enraizados en una comprensión de la desnaturalización epistemológica de las categorías
heredadas y de los temas mostrados a través de los modelos analíticos del pensamiento
estructuralista y el postestructuralista y la introducción de la teoría de la diferencia
sexual y cultural. Estos nuevos objetos de investigación van más allá del análisis y se
orientan a la representación de lenguajes nuevos y alternativos que reflejan las
preocupaciones contemporáneas mediante las que vivimos fuera de nuestras vidas”
(Rogoff, 1998: 15-16 ).
Una posición similar, pero con otro énfasis, es la que apunta Brea (2005: 6) quien
considera que estamos asistiendo a la emergencia de unos “Estudios artísticos que,
como tales, se constituirían básicamente como ‘estudios (culturales) sobre lo artístico’,
es decir, como estudios orientados al análisis y desmantelamiento crítico de todo el
proceso de articulación social y cognitiva del que se sigue el asentamiento efectivo de
las prácticas artísticas como prácticas socialmente instituidas”.
En este marco de giros y emergencias, participo de la opinión de Paul Duncum (2000:
101) de que todo ello también afecta a los fundamentos, objetivos y prácticas de la
Educación de las artes visuales. Lo que hace que estemos en un periodo de tránsito, en
el que se está produciendo un cambio en el objeto de estudio y de aprendizaje que pasa
del ‘arte’ a la ‘cultura visual’. Este cambio es tan importante como lo fue en la década
de los años 80 el paso de la auto-expresión a la orientación disciplinar. Sin embargo, lo
que en la actualidad se está planteando implica un cambio en la raíz de lo que puede ser
el fundamento y objetivo de la Educación de las artes visuales. La orientación
disciplinar si bien planteaba una perspectiva diferente, se dirigía hacia los mismos
objetos: los considerados como ‘artísticos’. Lo que significó un cambio de perspectiva,
no de ‘contenidos’.
A finales de los ochenta el modelo de formación estética que dominaba las instituciones del arte giraba obsesivamente en torno a la figura del autor. Las escuelas y facultades de arte formaban autores, los museos y galerías exponían autores y las publicaciones de todo tipo (revistas, ensayos y debates públicos) apoyaban y promovían autores. Formarse y estudiar una carrera universitaria para convertirse en autor es, como puede imaginarse, lo más paradójico (e incluso paranoico) que le pueda ocurrir. Carles Guerra (2006)
Este reconocimiento de que estamos en un periodo de transición también se observa en
las aportaciones de los libros de Efland, Freedman y Sthur (2003) y de Freedman
(2006), que lo vinculan a los debates generados bajo paraguas del postmodernismo, o
como lo denomina Carles Guerra (2006: 16-17) de la crítica a la Modernidad. En este
sentido Rachel Mason ya presagiaba a finales de pasada década que “la profesión (de
educadores de las artes visuales) está en la actualidad en un estado de transición entre el
modernismo y el postmodernismo, en el que la práctica es predominantemente moderna
pero el cambio postmoderno es inevitable” (Mason, 1999:59).
Pero los giros no se producen de golpe. Ya con anterioridad al presente tránsito, apunta
Duncum, se habían producido en la Educación artística –que también puede observarse
en otros países como España y Brasil en las décadas de los años setenta y ochenta en
algunas escuelas privadas-, una serie de iniciativas que planteaban incorporar las artes
populares (Duncum, 1987) y las manifestaciones de la cultura popular (Chapman,
1978). Y es que, como señala Kevin Tavin (2005:5)1, el giro hacia la cultura visual es
un “nuevo movimiento informado por ideas del pasado, con diferencias sustanciales
entre las teorías y las prácticas más antiguas”. En el siguiente cuadro presento lo que
estas aportaciones ofrecen, y que nos pueden conducir a detectar la génesis de similares
reivindicaciones en otros países (Marín, 2002; Barbosa, 2001).
Ir más allá de los estrechos límites del ‘high art’ y de la producción artística hacia el pensamiento crítico y la comprensión cultural (Lanier, 1957).Estudiar la cultura popular para el desarrollo de la consciencia crítica (Lanier en los años 70 y 80)Ampliar los objetos de la cultura popular y de masas que los estudiantes deberían evaluar de manera crítica (McFee, 1968)Explorar las relaciones entre responsabilidad social y las dimensiones físicas del entorno (McFee, 1971)Incorporar en la Educación de las artes visuales perspectivas antropológicas, cros-culturales y sociológicas sobre el arte, la cultura popular y el entorno natural y construido (McFee, en los años 80 y 90)Que el aprendizaje vaya más allá de la escuela y el aula, y eduque a un ciudadano ilustrado en una sociedad democrática (Chapman: a lo largo de su trayectoria)Desarrollar la preocupación por las dimensiones estéticas de la vida diaria en términos de significados personales valores sociales (Chapman, 1967)Propuesta de Educación Estética en la que se incluye un amplio espectro de objetos, imágenes y eventos, desde anuncios publicitarios a fiestas, bebidas y jardines (Chapman et al., 1970)El papel de la cultura popular en la sociedad contemporánea, en especial el papel de las ‘artes populares’. (Chapman)Favorecer una ciudadanía basada en el pluralismo liberal (Chapman)
1 En este artículo explora las aportaciones pioneras de algunos educadores en las artes visuales en Estados Unidos (Vicent Lanier, June King McFee, Laura Chapmn y Brent y Marjory Wilson) y su influencia entre los autores que desde finales de los 90 están planteado un giro hacia la Cultura visual en la Educación de las artes visuales.
Introducir una visión compleja, histórica, y culturalmente influenciada en las teorías del desarrollo sobre el arte infantil, en la que se incluyen la comprensión de la influencia de la cultura popular (Brent y Marjory Wilson, 1982).Prestar atención a las relaciones intertextuales entre la imaginería de fuera de la escuela y la que en ella se produce (Brent Wilson, 2003)Favorecer una ciudadanía que persigue un populismo democrático (Brent Wilson, 2003)
Cuadro 1. Antecedentes que reclaman cambios en la Educación de las Artes Visuales (basado en Tavin, 2005)
Estos autores proponían, sobre todo, una ampliación de los ‘objetos’ que podían ser
referentes de los conocimientos para el estudio en la Educación de las artes visuales.
Reclamaban la inclusión de manifestaciones de la cultura y el arte popular y el énfasis
en una educación estética vinculada a la cotidianidad. Sin embargo, lo hacían de
manera aditiva, como un añadido dentro de la corriente disciplinar dominante. Lo que
significaba que, en cierta manera, las Bellas Artes continuaban siendo el campo que
determinaba los objetos estudiados. Esta posición aditiva2 no vio acompañado su
esfuerzo por dirigirse hacia el imaginario que estaba fuera del ‘mundo del arte’, por
reconceptualizar la materia curricular asociada en cada contexto a la Educación de las
artes visuales (Duncum, 2001:101). Además, como también apunta Tovin (2005: 16-
17), aunque algunas de las ideas que ahora se encuentren en estos y otros autores
pueden vincularse a las que planteamos en la actualidad quienes consideramos los
Estudios sobre la cultura visual como un marco a tener en cuenta para construir otra
narrativa para la Educación de las artes visuales, no estamos hablando desde ‘el mismo’
lugar, aunque utilizamos términos como cultura popular, democratización, ciudadanía,
interdisciplinariedad, mirada cultural, etc. Voy a presentar algunas de estas diferencias.
En primer lugar, porque las teorías con las que dialogamos ahora no son las mismas
que servían de referentes hace veinte o treinta años. Si uno revisa el mapa disciplinar
con el que James Elkins (2003) relaciona los Estudios Visuales o/y de Cultura Visual, o
la larga lista de disciplinas a las que Walter y Chaplin (2002) vinculan la Cultura Visual
apreciará que muchos de esos campos de estudio no existían como tales hace tres
décadas. Una interesante concreción de esta diferencia podamos encontrarla, ya en
1993, en la localización que Nigel Thrift (en Mathiews, 2005:206) realiza de diez
2 Que es la que en la actualidad se puede observar en algunos ejemplos que dicen inscribirse en el estudio de la cultura visual, pero que lo que hacen es añadir las manifestaciones de la cultura popular de la misma manera que antes de hacía con las manifestaciones artísticas.
direcciones disciplinares en las Ciencias Sociales y las Humanidades a las que se
vincula al interés por la cultura visual:
1. Un interés sociológico por la creación y manipulación de la imagen en la
publicidad.
2. El interés de los Estudios culturales en la posibilidad del pastiche y la parodia
asociada con la réplica de imágenes en fotografías, películas, televisión y vídeo.
3. El interés de los Estudios social y cultural por la asociación de las imágenes con
la emergencia de la cultura de consumo y su papel en el consumo de un estilo y
la identidad del consumidor
4. Un interés sociológico por la utilización de metáforas y tropos visuales.
5. Un interés foucaultiano y feminista en los efectos disciplinarios de la mirada en
las estructuras del conocimiento masculino.
6. Un interés geográfico en el papel de la iconografía.
7. Un interés foucaultiano y feminista por la corporeïzación y la inscripción del
cuerpo.
8. Un interés por parte de los Estudios sociales y políticos por la construcción de
identidades nacionales y regionales.
9. Un interés geográfico por la imaginaria espacial.
10. Las aportaciones de teóricos de la imagen alemanes y franceses.
En segundo lugar, porque los temas y contenidos de la cultura visual se han ampliado,
incorporando, como señala Tovin (2005: 16-17) “un registro inclusivo de imágenes,
artefactos, instrumentos y aparatos, así como la experiencia de sujetos mediados y en
red en un siglo XXI globalizado (…)”.
En tercer lugar, porque enseñar y facilitar el aprendizaje desde la cultura visual en la
actualidad, permite utilizar unas metodologías de análisis diferentes que en el pasado y
que se “puede esbozar por ejemplo en las nuevas y más recientes y emergentes
imágenes, tecnologías y experiencias culturales que implican cibernética, imágenes
digitales, pantallas, realce óptico, mapas por satélite, simulación, vigilancia, y realidad
virtual” (idem, 17). En el cuadro 2, aparece un mapa de diferentes tipos de metodologías
de lo visual, en las que se mezclan ‘antiguas’ y ‘nuevas’ aproximaciones, que nos
amplían las maneras de acercarse a la visión, lo visual, y la visualidad.
Autor/es MetodologíasWalker y Champlin (2002) Forma y contenido, Análisis de contenido,
Iconografía e Iconología, Mitologías,Análisis del género y del tipoAnálisis de forma y estilo, Análisis semiótico,Estructuralismo, Reconstrucción, Contexto físicoHermenéutica
Prosser (1998) Antropología Visual, Sociología VisualInvestigación etnográficaAnálisis de evidencias fotográficas
Emmison y Smith (2000) Análisis de evidencias en dos dimensiones:Análisis cuantitativos, cualitativos, de anuncios, de tebeos y viñetas de diarios, etnometodológicos, de evidencias en tres dimensiones, semiótico de los objetos, sociológico, de museos, de objetos cotidianos, del entorno construido y de actividades de las personas
Leeuwen y Jewitt (2001) Análisis de contenido, Estudios CulturalesSemiótica e iconografía, Perspectiva terapéuticaAnálisis sociosemiótico, Análisis etnometodológico
Rose (2001) Interpretación compositivaAnálisis de contenido, Semiología, PsicoanálisisAnálisis del discurso: texto, intertexto y contexto*Análisis del discurso: instituciones.Estudios de audiencia
Emery (2002) Presenta siete marcos interpretativos para aproximarse a las obras de arte (que pueden hacerse extensivas a otras producciones de la cultura visual): Formalista, Desconstruccionista, de Género, Cultural, Semiótico, Psicoanalítico y Social realista.
Cuadro 2. Perspectivas metodológicas para el análisis de la visión, la visualidad y los artefactos de la cultura visual
Pero sobre todo, las diferencias con los autores señalados, se relacionan con lo que para
Kerry Freedman constituye el tema central de los debates postmodernos: el giro en la
esfera cultural. “Sobre todo por la emergencia de una cultura visual que todo lo abarca,
ha transformado de manera fundamental la naturaleza del discurso político, de la
interacción social, de la identidad cultural. La cultura visual está en expansión de la
misma manera que el campo de las artes visuales. Este campo incluye las bellas artes, la
televisión, el cine y el vídeo, la esfera virtual, la fotografía de moda, la publicidad, etc.
La creciente penetración de tales formas de cultura visual, y de la libertad con que estas
formas cruzan los límites tradicionales, se puede apreciar en la utilización de las bellas
artes en los anuncios publicitarios, en la imagen generada por ordenador en películas y
las exposición de vídeo en los museos” (Freedman, 2000: 315-316).
De aquí que no pueda concebirse a la cultura visual como una asignatura más, como
otra materia escolar, si todavía sigue teniendo sentido utilizar esta terminología del
siglo XVIII. Se trata de una perspectiva que tiene intención de establecer nexos entre
problemas, lugares y tiempos, con la finalidad de oponerse al potencial etnocentrista y
unidireccional de los enfoques que siguen estando presente en las concepciones
dominantes sobre las asignaturas y de cómo éstas se reflejan en los libros de texto y en
las propuestas y prácticas en el aula.
Llegados a este punto es importa recordar que existen diferentes aproximaciones a la
cultura visual, y que, como nos recuerda Duncum (2001), esta diversidad también se
refleja entre los educadores de las artes visuales que se han aproximado a la cultura
visual.
Una de estas aproximaciones presta atención a la función de las imágenes en y a través
de diferentes sociedades y en diferentes momentos. Este enfoque ya aparece en
Chalmers (1981) quien brinda ejemplos de cómo las manifestaciones de la cultura
popular que encontramos en los cómics, la televisión y los chistes políticos, desempeñan
un papel similar al que jugaba la pintura hace algunos años. Siguiendo esta perspectiva
es posible establecer relaciones entre la fotografía de una página en la Web con un
retrato de Van Gogh, desde la base que ambos actúan como sustituciones; también se
puede vincular el interior de la cúpula de la Capilla Sixtina con una telenovela, desde la
perspectiva que ambos son narraciones; o poner en relación imágenes de contextos
diferentes pero, que puestas juntas, construyen una nueva narrativa. Pero también es
posible, como nos presenta Mathews (2005) utilizar los chistes políticos generados a
partir del 11-S para explorar como se construye un discurso (basado en el miedo) que
naturalice sacrificar las libertades ciudadanas en favor de la seguridad y el control que,
supuestamente, nos ha de proteger del terrorismo.
Al mismo tiempo que se producen estas nuevas relaciones, continúan expandiéndose
debates en torno al canon en el mundo del arte, o sobre qué es o no es arte. Este debate
se produce al mismo tiempo que las imágenes tradicionales del mundo del arte dialogan
y conviven en los museos, las exposiciones, Internet, las revistas y las manifestaciones
de la cultura popular con otros objetos, imágenes y artefactos que amplían sus
significados y permiten establecer nuevas formas de comprensión. Esto significa, como
señala Mitchell (2000:210), que “el genio y la obra maestra no desaparecerán en el
contexto de la cultura visual pero el estatus, el poder, y los tipos de placer que nos
proporcionan serán más objetos de investigación que un ‘mantra’ para ser recitado de
manera ritual en presencia de incuestionables monumentos”.
En este sentido, Kerry Freedman (2000) señalaba un proceso que se podía observar la
relación entre las artes visuales y las imágenes de los medios de la cultura visual
popular, en particular de las relacionadas con el género. Incorporación que se realiza
mediante prácticas intertextuales, que no sólo se limitan a la cita reproductiva, sino a la
apropiación de un significado pre-existente incorporándolo en una nueva narrativa
(ilustración 5). Esto puede posibilitar, por ejemplo, que al investigar las
representaciones de género en los media, no pueda llevar a estudiar el género en las
imágenes de las artes visuales.
Ilustración 5: Ejemplo de intertextualidades entre las artes visuales y la cultura visual popular.
Por su parte Brent Wilson (2003) y Marjory Wilson (2000) plantean la necesidad de
explorar las conexiones entre el mundo del arte y la cultura popular. Para ello
recuerdan que Internet facilita grandes posibilidades para construir hipertextos que
combinen las imágenes que crean o que prefieren los estudiantes con las imágenes y las
ideas de los otros. Donde se puede acceder a casi todos los aspectos de la cultura visual,
planteando con ello el desafío de construir nuevas imágenes y actuar en función de
estas conexiones.
Las perspectivas anteriores se dirigen a poner en relación el mundo del arte con la
imaginería popular en base a un tema o un problema común. Esta vinculación puede ser
interesante para los educadores del campo de las artes visuales porque les permite
transitar de lo conocido hacia lo desconocido. Pero también porque permiten establecer
puentes, en forma de apropiaciones (procedimiento que está en el fundamento de las
prácticas artísticas) entre la cultura visual popular y las artes visuales que podrían
considerarse como tradicionales y que al relacionarse en situaciones de intertextualidad
produce nuevas representaciones y significados. Así acontece en las ilustraciones 6 y 7,
donde un referente religioso, el cuadro de la Última Cena de Leonardo – objeto de
actualidad y debate a raíz del libro de Dan Brown ‘El Código de Vinci’- se transforma
en un lugar para la indagación, como vemos en esta fotografía obtenida en una de las
salas destinadas para la educación de las Artes Visuales en una escuela de Sydney
(Australia). Que a su vez se pone en relación con la apropiación que el artista ha hecho
del mismo referente en un anuncio publicitario, donde no sólo se subvierte el canon de
representación dominante, sino que se transgreden los géneros –publicidad, arte,
propaganda-, se cuestiona la narrativa patriarcal, se pone en solfa la libertad de
expresión –en Italia este anuncio terminó siendo prohibido, y se da otra vuelta de tuerca
a los efectos persuasivos de la retórica publicitaria.
Ilustraciones 6 y 7: Ejemplos de relaciones entre la cultura popular y las artes visuales.
Si observamos desde otro punto de vista la ilustración 5, a pesar de su indudable interés
y de su ejemplaridad pedagógica, mantiene o persigue una cierta necesidad de
legitimación de los objetos, imágenes y artefactos de la cultura popular por parte las
artes visuales. Frente a ello, se podría considerar, como acontece en las ilustraciones 6 y
7, que hay perspectivas más radicales para el estudio de la cultura visual, entre las que
habría que considerar aquellas que destacan los aspectos socioeconómico y políticos a
los que se relacionan las imágenes, así como las que prestan atención a las diferentes
maneras de ver y mirar, desde diferentes posicionamientos culturales y sociales
(Duncum, 2001: 118).
En esta línea de explorar relaciones entre la Educación de las artes visuales y los
Estudios de cultura visual, Mitchel (2000:210) señala que aunque no existe una crítica
sistemática sobre la cual construir un currículo de cultura visual, existe una serie de
cuestiones y debates a los que denomina “la dialéctica de la cultura visual”. Para
afrontarla rechaza como imposible la idea de organizar un currículo como un estudio
integrador y basado en formas culturales convencionales que actúen como simples
réplicas de divisiones disciplinares existentes. En su lugar argumenta que “estudiar la
cultura visual puede facilitar a los estudiantes una serie de herramientas críticas para la
investigación de la visualidad humana, y no para transmitir un cuerpo específico de
información y valores”. Mitchel sugiere (2000 [1995]) algunas cuestiones para afrontar
en esta investigación sobre la visualidad humana:
¿Cuál es la frontera entre la cultura visual y la naturaleza visual? ¿Qué es una imagen? (¿Son todas las imágenes visuales?) ¿Cuál es la función de las imágenes en relación al inconsciente, la memoria, la fantasía y la percepción? ¿Cómo las imágenes comunican y significan? ¿Qué es una obra de arte visual? ¿Cuál es, en general, la relación entre arte y cultura visual? ¿Cómo los cambios en las tecnologías de la reproducción visual afectan a la cultura visual?
Estos interrogantes nos ponen en la pista de una visión del currículo no basado en la
transmisión de contenidos predefinidos, sino construido a partir de una serie de
interrogantes, que los aprendices pueden ampliar, al tiempo que indagan sobre posibles
caminos para darles respuestas. En esta línea de esbozar un currículo de cultura visual
a partir de preguntas, Irit Rogoff (1998:15-16) plantea las siguientes cuestiones:
¿A quién vemos y a quien no vemos? ¿Quién es privilegiado dentro del régimen de especularidad? ¿Qué aspectos del pasado histórico hacen circular en la actualidad representaciones visuales y cuáles nos? ¿Qué fantasías se nutren de qué imágenes visuales? ¿Cuáles son los códigos mediante los cuales algunos pueden mirar, otros aventurar una mirada furtiva y otros prohibirse mirar? ¿En qué discurso político
puede comprenderse mirar y retornar la mirada como un acto de resistencia política? ¿Podemos participar en la actualidad en el placer y en identificar las imágenes producidas por otros grupos culturales específicos a los cuales no pertenecemos?
Jennifer Eisenhauer (2006:155), en un interesante artículo en el que esboza una cierta
genealogía de la relación entre la cultura visual y la Educación de las artes en Estados
Unidos, sintetiza las preguntas planteadas por algunos de los autores que han ido
construyendo la perspectiva denominada como ‘Visual Culture Art Education’3:
¿Qué objetos e imágenes son considerados relevantes e importantes para un currículo de artes? ¿Cómo construimos las categorías de arte, cultura popular y lo visual? ¿Cuáles son las implicaciones de desdibujar y complicar tales categorías normativas? ¿De qué maneras las clases de arte pueden ser un lugar para que los estudiantes se impliquen en plantear cuestiones críticas sobre su mundo y experiencias diarias y cuál sería la importancia de hacerlo?
Estas preguntas van mucho más allá de las tradicionales cuestiones: ¿Qué vemos? ¿Qué
quiso significar el autor? ¿Cuándo se hizo? ¿Con qué lo relacionamos? Estas y otras
preguntas similares han sido las que los educadores han planteado a los alumnos o a los
visitantes de exposiciones, guiados por una concepción de la historia del arte que
considera a la representación visual como dotada de una verdad que la educación ha de
desvelar. Perspectiva que pone el foco en el proceso de producción y en el papel
hegemónico del artista, y que siguen el discurso que el romanticismo construyó en
torno al arte, el artista y la experiencia estética (Shiner, 2004 [2001]).
Como alternativa a esta concepción educativa centrada en el desciframiento, en
categorías normativas y en la lectura de las representaciones visuales como portadoras
de verdad, las cuestiones planteadas por Michell y Rogoff, y las que sintetiza
Eisenhauer, desplazan el objeto de estudio hacia los márgenes. Este desplazamiento
conlleva una aproximación crítica que duda de la verdad de la propia representación, la
pone en relación con otras imágenes, contextos e interrogantes (relaciones de poder, por
ejemplo), la vincula con las experiencias de los visualizadores de diferentes tiempos y
lugares y favorece prácticas de apropiación que las conecten con problemáticas actuales
o emergentes.
3 Esta denominación, propuesta por Duncum (2002), se construye con las siglas VCAE para contraponerla a la anterior narrativa dominante en la educación de las artes visuales, el DBAE. Darts, Duncum, Chapman, Freedman, Garoian & Gaudelius, Tavin y Taylor, son los educadores citados en el artículo.
En esta dirección, y como resultado del trabajo realizado con profesores de educación
infantil, primaria y secundaria en los últimos años desde la perspectiva de Educación
para la comprensión crítica de la cultura visual, han surgido las siguientes cuestiones
como posibles organizadoras de una propuesta educativa:
1. ¿Qué criterios necesitamos para dialogar de manera crítica con las manifestaciones públicas y propias relacionadas con la cultura visual?
2. ¿Cómo podemos desarrollar actitudes y procedimientos creativos que nos permitan comunicar nuestra manera de relacionarnos con el mundo, con los otros y con nosotros mismos?
3. ¿Qué proyectos de investigación podemos desarrollar sobre problemáticas que requieran interacción de saberes4?
4. ¿Cómo hacer público lo que vamos aprendiendo y vincularlo propuestas de intervención social?
5. ¿Cómo, mediante la comprensión crítica y performativa de la cultura visual podemos favorecer el conocimiento de sí mismo de los jóvenes y el reconocimiento de lo que pueden aprender de los otros?
6. ¿Cómo favorecer posicionamientos alternativos a los derivados del placer vinculado a la cultura visual?
Tanto estas preguntas, como las sugerencias que aparecen en la nota 26, constituyen una
propuesta para ser debatida, revisada, completada y adaptada a cada contexto. Es un
camino que se abre y que cada educador ha de encontrar su ubicación en relación con
las problemáticas que resultan próximas y con sentido para constituir experiencias de
aprendizaje.
Los alfabetismos5 múltiples y la educación desde la cultura visual
4 En este punto he ido comprobando que las problemáticas que se vinculan al deseo de aprender de los niños, las niñas y los jóvenes se relacionan con: a) el conocimiento de sí mismo (la subjetividad); b) la relación con el entorno; c) la formación de una mirada cultural. Cada uno de estos ejes recoge diferentes campos de indagación: a) Las representaciones del cuerpo; la masculinidad; la feminidad, lo queer, la moda, los mitos sociales y el ‘otro’; b) Artes visuales, cultura visual y vida cotidiana; el gusto como construcción social; la función discursiva de los relatos sobre el arte y los artistas; la estética de las experiencias de socialización; c) el entorno construido; el entorno simbólico (incluye la geometría en contexto); el entorno social. Temáticas que pueden abordarse poniendo en relación: el ‘espigueo’ de representaciones visuales; los contextos de producción, distribución y recepción; perspectivas metodológicas de interpretación y prácticas que se apropian y proyectan lo aprendido en nuevas representaciones visuales. Todo ello desde la perspectiva educativa de los proyectos de trabajo que veremos en el capitulo 5.
5 Ver nota 7 para la explicación de la noción de ‘alfabetismo’.
Esta misma tendencia de establecer una propuesta educativa a partir de preguntas lo
encontramos en la que, desde mi punto de vista, es una de las perspectivas más
interesantes a la hora de plantear la función de la Escuela. Me refiero a la propuesta que
están desarrollando desde 1999 las autoridades educativas y los docentes en
Queensland, Australia6. De entrada, puede sorprender a más de un lector que el
currículo sólo tenga nueve páginas, y que lo que las escuelas han de facilitar –y
planificar- que los alumnos aprendan esté organizado a partir de cuatro ejes temáticos
que se vinculan a otras tantas preguntas:
Caminos para a vida y los futuros sociales: ¿Quien soy y adónde voy? Alfabetizaciones múltiples y medios de comunicación: ¿Cómo doy sentido al mundo y me comunico con él? Ciudadanía activa: ¿Cuáles son mis responsabilidades en las comunidades, las culturas y las economías? Entorno y tecnologías: ¿Cómo describo, analizo y configuro el mundo que me rodea?
Sería el segundo eje el que se vincularía con la Educación de las artes visuales. La
perspectiva que plantean en Queensland está inspirada en las ideas del New London
Group (1996) y en lo que se ha venido a denominar como ‘alfabetismos múltiples’
(multipleliteracies) o ‘nuevos alfabetismos” (new literacies). En la práctica, adoptar esta
perspectiva significa que los educadores junto con los aprendices han de organizar
experiencias de aprendizaje que permitan:
Aprender a poner en relación medios de comunicación tradicionales y emergentes. Realizar valoraciones creativas y mostrarlas en diferentes formatos. Comunicarse utilizando lenguajes y formas de comprensión multiculturales. Tener un buen dominio de los diferentes alfabetismos (multimedia, aural, visual, escrito, performativo,…) y de la numeración (en el sentido de aprender a pensar matemáticamente).
¿Por qué introducir los alfabetismos múltiples en la Escuela? La pregunta no se
responde sólo desde la educación, pensando que hay que introducir nuevas
competencias, o que es un tema de expertos que llevan a la Escuela y a los foros donde
se reflejan sus preocupaciones teóricas y agendas de investigación. Hay que mirar hacia
6 Puede ampliarse información sobre este bases de esta propuesta en http://education.qld.gov.au/corporate/newbasics/html/curric-org/curricorg.html
el exterior de la Escuela, pues como señala Kress (2003:1) “no se puede pensar sobre
alfabetismo de forma aislada, al margen de una amplia serie de factores sociales,
tecnológicos y económicos”.
Si tuviera que plantear algunos ejes desde los que situar esta emergencia, por un lado
señalaría el impacto que tuvo la revisión que el New London Group (1996) realizó sobre
lo que significa la enseñanza y el aprendizaje de la lengua (la alfabetización) en una
época de cambios económicos, sociales y tecnológicos, donde no sólo es importante
aprender a leer los textos, sino –como escribió Paulo Freire- a interpretar el mundo para
actuar en él desde una concienciación que posibilite la emancipación.
Vinculado a esta primera aproximación surge la necesidad de ampliar la noción de
‘literacy’ (alfabetismo) en relación a los cambios en las sociedades contemporáneas, en
particular a la transformación que se produce al pasar de tener unos conocimientos e
informaciones en soporte analógico, a otros en soporte virtual. En este marco, la
alfabetización visual se replantea, pues la identificación de códigos y elementos de
lenguaje visual resulta no sólo inadecuada desde un punto de vista teórico, sino porque
resulta insuficiente para relacionarse con la complejidad que conllevan las actuales
representaciones y tecnologías de la visión.
Los ‘múltiples alfabetismos’ ofrecen un perspectiva para iniciar cambios radicales en la
enseñanza y el aprendizaje, al tiempo que nos mantienen en guardia en nuestras
opciones, exploraciones y los caminos que seguimos frente a las posturas que tratan de
canonizar bajo un nuevo nombre las políticas que estaban vinculadas a una ‘educación
alfabetizadora’ (liceracy education’) (Matthews, 2005).
En este sentido, la noción de ‘múltiples alfabetismos’ hace referencia en un sentido
amplio, y tal y como lo sintetiza Matthews, al impacto de la nueva economía y las
actuales condiciones culturales en las que las personas han de saber dar sentido al
mundo, a ellos mismos y a los otros. En este marco, dado que la comunicación (o el
ruido informativo) se mueve a través de nuevos textos y medios, y debido a que ‘el
alfabetismo’ tiene lugar, además de en medios escritos, a través de medios visuales, de
audio, gestuales y multimedia, se hace necesario cambiar el cómo pensar lo que quiere
decir ‘alfabetismo’ y las prácticas que lo promueven.
Estar alfabetizado hoy significa mucho más de lo que era para nuestros padres y abuelos. El profesorado se enfrenta con el desafío de enseñar a los estudiantes a leer, escribir y articularse a sí mismos, utilizando y combinando textos que expanden los modos de comunicación –lingüístico, visual, audio, gestual y espacial.
Ser en la actualidad un profesor quiere decir desarrollar las capacidades para enseñar, comunicar con, y ser comprendido por chicos y chicas con diferentes orígenes culturales y sociales, que con frecuencia tienen intereses, creencias y valores específicos que representan a diferentes grupos y micro-comunidades.
Con frecuencia el profesorado debe aprender a ser (multi)alfabetizado junto a sus estudiantes. Este hecho coloca en una situación precaria a muchos docentes acostumbrados a su posición de expertos del conocimiento. Esta situación requiere que el profesor cree las condiciones apropiadas para el aprendizaje y tenga en cuenta los mundos de experiencias de los estudiantes.
Planteamos que los repertorios para la enseñanza del pasado son insuficientes, y con frecuencia inapropiados, para trabajar con los estudiantes del presente y del futuro. Por este motivo los docentes deben expandir sus repertorios.
Learning by Design Project: http://l-by-d.com/literate_multiliterate.html
Es por eso que he incorporado de manera breve estas consideraciones en torno a los
‘múltiples alfabetismos’, porque pienso que sus planteamientos, al vincularlos a las
perspectivas de interpretación y performance en relación con la cultura visual, pueden
ayudar a los estudiantes a interpretar los nuevos medios y los múltiples discursos en
conflicto que a través de ellos circulan. Además de ayudarles a afrontar los nuevos
desafíos que compartan las nuevas prácticas y experiencias de visualización.
Llevando esta toma de postura al terreno pedagógico, de lo que se trataría es de conectar
la noción de ‘design’ planteada por Kress (2000), y que podría definirse como un
amplio metalenguaje que substituye al término ‘gramática’ y que se centra en las
condiciones de producción social e histórica de múltiples textos (lingüístico, visual,
aural, gestual, espacial y multimodal) de manera que los ‘múltiples alfabetismos’
permitan poner en relación:
La propia experiencia de los estudiantes (práctica situada)
La enseñanza de los metalenguajes (contenidos de la enseñanza)
Investigar el contexto cultural de los ‘designs’ (marco crítico)
Aplicar los ‘designs’ a nuevos contextos (transformar la práctica)
En un terreno práctico, esto significaría que a la hora de planificar las experiencias de
aprendizaje, se hace necesario pensar en, al menos, cuatro tipos de objetivos (Kalanzis,
Cope et al, 2005):
- Experienciales (¿qué voy a aprender de mi mismo?)
- Conceptuales (¿sobre qué vamos a pensar?)
- Conectivos (¿qué relaciones vamos a explorar y establecer)
- Aplicados (¿qué vamos a hacer con todo esto?)
Posición que nos coloca en la senda de las preguntas y en el camino de construir
experiencias de aprendizaje que planteen interrogantes e inviten asumir desafíos
mediante procesos de indagación con la finalidad de esbozar posibles respuestas. Pero
no como un camino donde todo está previsto y controlado de antemano. De esta manera
quizá, comencemos a cuestionar la narrativa dominante de la educación escolar y los
niños, las niñas y los jóvenes puedan encontrar que la Escuela puede un lugar que le
plantea retos, desde unas propuestas en las que ellos y ellas forman parte, y en la que
pueden llegar a escribir retazos de su propia historia.
No habría que olvidar que en un planteamiento educativo de este tipo, que toma
referentes de las aportaciones de los Estudios sobre la cultura visual, los Estudios
culturales, feministas y de los medios y de los alfabetismos múltiples, los signos no
son fijos (como plantean las aproximaciones perceptivas a la alfabetización visual –
Hernández, 2006-) sino el resultado de un proceso metafórico en el cual la analogía es
el principio constitutivo. Por tanto, los niños y las niñas y los jóvenes que acceden a
textos interactivos y multimedia a lo largo de sus vidas, desarrollan ‘estrategias
cognitivas mediante el ‘mapeo de textos’. Estas estrategias son diferentes a las de sus
predecesores que aprendían a comunicarse de acuerdo con las macroestructuras de los
sistemas de comunicación impresos, en las que se utilizaban los conceptos de emisor,
mensaje y receptor. Modelo comunicativo que ha sido cuestionado y revisado por su
reduccionismo y simplificación (Hall, 1980).
Lo que trato de plantear con lo dicho hasta ahora es el marco que contribuya a una
narrativa educativa en la que:
Se creen situaciones y propicien experiencias en las que se pueda aprender a
establecer relaciones entre imágenes, objetos, artefactos relacionados con las
experiencias culturales de la mirada, y ponerlos en relación con sus contextos
de producción, distribución y recepción.
Se investigue sobre los efectos de estas relaciones en las construcciones
subjetivas de diferentes audiencias e instituciones productoras y divulgadoras
de cultura visual.
Todo ello con la finalidad de establecer procesos de comprensión que permitan
detectar regularidades y diferencias y desvelar las posiciones de poder que el
conocimiento construido establece.
Al tiempo que posibilite elaborar/crear narrativas visuales, por procesos y
medios diversos, en las que se ponga en evidencia la capacidad de resistencia,
autoría y acción de los aprendices.
Una vez explorada la relación de algunos temas vinculados a los Estudios de cultura
visual con la Educación de las artes visuales, paso a plantear lo que podría constituir el
camino para llevarla a la praxis de la Escuela y otras instituciones educativas.