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F Espiritualidad de la personal oraClon ISAÍAS RODRÍGUEZ Especialista en temas de espiritualidad Trataré de ser más bien esquemático, aunque quizás a veces algo reitel'ativo. No tocaré directamente algunos problemas que podrían plantearse, como, por ejemplo, verticalismojhorizonta- lismo, escatologismojencamacionismo, pero que no creo nece- sario exponerlos, dada la orientación de estas reflexiones. I. ALGUNOS ASPECTOS DE LA VIDA CRISTIANA 1. La vida cristiana es una vida en Cristo Es una vida 1 fruto de una nueva concepción 2 y un nuevo nacimiento 3. Es una vida en Cristo; el cristiano es creado en Cristo 4, en el que tiene su vida 5, y sin la unión con él no puede poseerla 6. Está llamado a la comunión con Cristo, que vive en él 7. Esta vida en Cristo es una comunión vital con El, una par- ticipación de la vida divina. Cristo es la vid; el cristiano es el sarmiento que recibe la savia de la vida divina 8. Ha de actua- 1 Jo 10,10; 20,31. 2 Tt 3,5. 3 Jo 3,5; 1 Jn 3,9; 5,1. 4 Ef 2,10. 5 Rom 6,1-14. Cfr. Rom 6,4; Ef 2,5; Gal 3,27; Col 3,3; 1 Jn 5,11-12; Jo 8,12; 6; 4,14. 6 Jn 15,1-8. 7 Gal 2,20; 1 Cot 1,9. B Cfr. Jn 15. REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 43 (1984), 597-627.

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Espiritualidad de la personal

oraClon

ISAÍAS RODRÍGUEZ

Especialista en temas de espiritualidad

Trataré de ser más bien esquemático, aunque quizás a veces algo reitel'ativo. No tocaré directamente algunos problemas que podrían plantearse, como, por ejemplo, verticalismojhorizonta­lismo, escatologismojencamacionismo, pero que no creo nece­sario exponerlos, dada la orientación de estas reflexiones.

I. ALGUNOS ASPECTOS DE LA VIDA CRISTIANA

1. La vida cristiana es una vida en Cristo

Es una vida 1 fruto de una nueva concepción 2 y un nuevo nacimiento 3. Es una vida en Cristo; el cristiano es creado en Cristo 4, en el que tiene su vida 5, y sin la unión con él no puede poseerla 6. Está llamado a la comunión con Cristo, que vive en él 7. Esta vida en Cristo es una comunión vital con El, una par­ticipación de la vida divina. Cristo es la vid; el cristiano es el sarmiento que recibe la savia de la vida divina 8. Ha de actua-

1 Jo 10,10; 20,31. 2 Tt 3,5. 3 Jo 3,5; 1 Jn 3,9; 5,1. 4 Ef 2,10. 5 Rom 6,1-14. Cfr. Rom 6,4; Ef 2,5; Gal 3,27; Col 3,3; 1 Jn 5,11-12; Jo 8,12;

6; 4,14. 6 Jn 15,1-8. 7 Gal 2,20; 1 Cot 1,9. B Cfr. Jn 15.

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 43 (1984), 597-627.

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!izarse en una comunión interpersonal con Cristo. Cristo es hom­bre que vive, resucitó de entre los muertos y ya no morirá ja­más; por otra parte, es persona divina, presente y viva en todo momento, en toda situación y lugar, como Dios que es. La co­munión de vida con Cristo nos lleva no sólo a participar del Espíritu y de la gracia de Cristo, sino también a vivirlos en co­municación personal con El. Esta comunicación con Cristo ha de tener una doble vertiente, la individual y la comunitaria, al ser el cristiano una persona individual y un miembro de la Iglesia.

Pablo VI, hablando de la comunión individual, interior, in­visible con Cristo, dijo: «Este sentido de comunión interior con Cristo, de convivencia personal con El, de inhabitación de nues­tra alma en El (cfr. Ef 3,17), debería siempre arder como una lámpara encendida dentro de nosotros y debería modi­ficar bastante aquella conciencia de nosotros mismos que lla­mamos nuestra personalidad, ni estorbar por esto nuestra es­pontaneidad, ni manifestarse en mojigatería» 9. Una comunica­ción, pues, que influya en la persona y en la vida, marcándolas con su sello peculiar, y que dejará sentir su influencia también en la vida de la Iglesia. Añade Pablo VI; «8i deseamos renovar la vida de la Iglesia como comunión, debemos tener sumo cui­dado por establecer en nosotros mismos esta comunión personal y sobrenatural con Cristo, es decir, alimentando un amor vivo, animado por la gracia y por la conversación interior con El, pre­sente dentro de nosotros» 10. La comunión con Cristo es comu­nión transformativa, tiende a transformarnos en El: «Vivo yo, ya no yo, es Cristo quien vive en mí» 11. Cuando este vivir Cris­to en nosotros sea pleno y perfecto, será plena y perfecta nues­tra comunión con El. Es también comunión de amor. Nace de amor, tiende al amor, vive y se desarrolla en el amor. Cristo nos ama y por eso se nos comunica. Nuestra respuesta a esa co­munión amorosa de Cristo ha de ser respuesta de amor, de un amor que ha de invadir toda la vida del cristiano y ha de cris­talizar en oración; que a medida que se intensifica y progresa, intensifica y hace progresar nuestra comunión con Cristo. Como veremos en seguida, la comunión con Cristo es comunión tam­bién comunitaria, de muchos en Cristo.

9 Audiencia geenral, 29 octubre 1969, en Ecclesia, 8-XI-1969, p. 1523. !O Disc_ cito, ibid., p. 1524_ 11 GaI2,20.

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2. La vida cristiana es una vida personal

Es algo que atañe a la persona y el cristiano ha de vivirla como persona. La vida cristiana es vida divina 12, es vida de hijos de Dios que llegan a serlo por su fe en Cristo 13 y por la participación de su filiación 14. Somos hijos, en verdad, de Dios 15,

que recibimos el Espíritu que clama: ¡Abba! ¡Padre! 16. Dios nos predestinó a ser hijos suyos por Jesucristo 17, que es el pri­mogénito entre muchos hermanos 18.

La relación de filiación, lo mismo que la de fraternidad, es una relación personal. El cristiano, hijo de Dios, posee una vida que le capacita para vivir la vida propia de un hijo de Dios; es más, le exige vivirla como tal. Por otra parte, es una vida cuya finalidad ha de asumir y tratar de conseguir como persona consciente, libre y responsablemente.

3. La vida cristiana' es una vida de comunión con Dios, ele relaciones interpersonales con El y con los hombres

Estas relaciones tienen su expresión fundamental en el amor. La vida cristiana es comunión con el Padre y con su Hijo Jesu­cristo 19, es una comunicación con Dios, una relación interper­sonal entre Dios y los hombres, fruto de un acercamiento de Dios al hombre y de una aceptación de Dios por parte del hom­bre. Esa comunión con Dios está llamada a invadir totalmente al cristiano, potenciándolo y divinizándolo. La vida cristiana en este sentido es un proceso de divinización y una vida deífica o divinizada.

La vida humana cuenta entre sus elementos las relaciones del hombre con sus semejantes. Es relacional. Esta característica está asumida, elevada y transformada por la vida cristiana. El amor fraterno es primordial en ella. Echa sus raíces en la pa­ternidad de Dios, en la confraternidad con Cristo y la inserción

12 2 Pe 1,4. 13 Gal 3,26 14 Gal 4,5. 15 1 Jn 3,1. 16 Gal 4,6·7; cfr. Rom 8,14-17. 17 Ef 1,5. 18 Rom 8,29. 19 1 Jn 1,3.

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en El. La vida cristiana es vida en Cristo; Cristo es punto de confluencia y relación, principio de comunión de unos con otros.

Pero la vida cristiana es ante todo vida de relación con Dios. Es vida de un hijo de Dios, a imagen de su Hijo Jesucristo, ins­pirado y animado con su mismo Espíritu, el Espíritu Santo. Lleva, pues, una vida de comunicación y contacto personales, filiales y, de algún modo, fraternales con Dios y con Cristo, res­pectivamente.

El amor cristiano es un amor de amistad 20, Y la amistad es una mutua relación profunda. Por otra parte, la inhabitaCÍón de las Divinas Personas en el justo es una realidad básica 21. Es acercamiento continuo y permanente de Dios que ansía y pro­cura comunicar su misma vida, sumergir en ella y divinizar. Es una donación de Dios que invita y llama a la donación del hom­bre a Dios. La palabra comunión (griego, koinonia) en el Nue­vo Testamento «caracteriza las relaciones del cristiano con cada una de las tres divinas personas» 22. Es principio de vida y de impulso, término de encuentro personal. Las divinas personas se comunican y están para comunicarse. Impulsan y esperan el acercamiento y comunicación del hombre justo. Por el bautismo el hombre queda consagrado a las tres Personas Divinas; ya no se pertenece a sí mismo. La vida cristiana es una vida de co­munión ontológica, vital y personal con las Divinas Personas 23.

4. La vida cristiana concreta es también eclesial y comunitaria

Es comunión de vida, de fe, de esperanza y de caridad vi­vidas comunitariamente en Cristo y en fuerza de su Espíritu, en dirección a Dios y en dirección a los demás. «Todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para construir un solo cuerpo» 24, el de Cristo, su Iglesia 25. Todos los bautizados son uno en Cristo Jesús 26. La vida cristiana tiene que ser una vida comunitaria,

20 M. LLAMERA, La amistad teologal entre los hombres y Dios, en Teología esp., 18 (1974), 139-177. T. ALVAREZ, Carita amicizia con Dio, en AA. VV., La carita, dinamismo di comunione l/ella Chiesa, Roma, 1971, pp. 71-88.

21 Jn 14,23.17; 1 Cor 6,19. 22 Cfr. D. SESBOÜE-J. GUlLLET, Comuni6n, en X. LlÍoN-DUFOuR, Vocabulario de teolo-

gio Mblica, Barcelona, 1967, p. 148. 23 Cfr. Vaticano II: UR 15; PO 14.3; UR 7; OT 8. S. JUAN DE LA CRUZ, LB, 4,14. 24 1 Cor 12,13. 25 Cfr. Ef 4,3-6; 1 Cor 10,17. 26 Gal 3,28.

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personal, no gregaria, de relaciones interpel'sonales con Dios y con los demás. «La comunión de Vida -escribe el P. Alo11S0-, de conocimiento y de amor, la recíproca y total presencia e in­habitación de las Tres Divinas Personas entre sí y en cada cris­tiano, es principio, origen y modelo supremo de la comunión de vida -en fe y en amor--~· de los cristianos entre sí y con la Trinidad. Y esto es el cristianismo esencialmente: una comunión de vida con las Tres Divinas Personas, expresada y significada por una comunión externa con los hombres» 27, «La Iglesia es una comunión de vida con Dios en Jesucristo, significada y ex­presada externamente por una comunión de amor con los her­manos» 28, La Iglesia, según el Vaticano n, es comunidad de fe, esperanza y caridad 29, comunión de vida, de caridad y de ver­dad 30. Los hijos de Dios constituyen una familia 31, la familia de Dios 32; son piedras vivas edificadas en casa espiritual 33, tem­plos, moradas de Dios en el Espíritu 34, La Iglesia es el nuevo pueblo de Dios, el pueblo mesiánico; tiene como fin dilatar más el reino de Dios 35; este compromiso alcanza a todos los discí­pulos de Cristo 36. «La Iglesia ora y trabaja para que la totalidad del mundo se integre en el Pueblo de Dios, Cuerpo del Señor y templo del Espíritu Santo, y en Cristo, Cabeza de todos, se rin­da al Creador universal y Padre todo honor y gloria» 37.

5. La vida cristiana terrenal entraña una constante tendencia escatológica

Actualiza en este mundo los frutos de la redención de Cris­to. Es una realidad que salva inicial y verdaderamente. Pero en esperanza de la redención plena en la vida eterna. Actualiza im­perfectamente, pero proyecta y lanza hacia la meta. Su perfec-

27 S. MARÍA ALONSO, El cristianismo como misterio, Salamanca, 1971, p. 274. 28 Ibid., p. 314. 29 LG 8; cfr. n. 42.1. 30 LG 9.2; cfr. 1 Jn 1,2-3; 2 COI' 13,13; Jn 14,20; 17,23. Cfr. CB 39,5. 31 LG 51.2. 32 Ef 2,19. 33 1 Pe 2,5. 34 Ef 2,21-22. Cfr. 1 COl' 3,16-17. 35 LG 9.2. 3. LG 17. 37 Ibid. Cfr. LG 4.2. Sobre la Iglesia comunión: A. BANDERA, La Iglesia, misterio de

comun;611, Salamanca, 1965; J. HAMER, La Iglesia es tilia comUlli611, Barcelona, Estela, 1965; R. MORETTI, La Chiesa comunione nello Spirito Santo, en AA. VV., La carita, dinamismo di COlllllllione lIella Chiesa, Roma, 1971, pp. 47-70.

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ción total no se encuentra en este mundo, sino en el otro. Aquí es algo inacabado. Es semilla que florece en la eternidad; es camino en esperanza hacia lo definitivo; es pregusto de las rea­lidades últimas y eternas; es vida que relativiza lo que es de este mundo; es aspiración afectiva y efectiva a la posesión fa­cial de Dios. Como dice el Vaticano II: la Iglesia, «mientras paulatinamente va creciendo, anhela simultáneamente el reino consumado y con todas sus fuerzas espera y ansía unirse con su Rey en la gloria» 38; «caminando en el tiempo presente busca la ciudad futura y perenne (cfr. Hebr 13,14)>> 39, peregrina en esperanza hacia la meta de la patria celeste 40. El cristiano es Iglesia y está inserío en su vida. Como ella «no tiene aquÍ ciu­dad permanente, sino que busca la futura» 41.

6. La vida cristiana en la etapa presente es una realidad histórica

Como realidad histórica no puede prescindir de los condi­cionamientos que la historia humana le impone. Los hombres de cada época tienen sus gustos y preferencias, tienen sus proble­mas y dificultades, buscan remedios y soluciones. De estos gus­tos y preferencias, de estos problemas, dificultades y necesida­des no están exentos ni ajenos los cristianos que han de ser hombres y mujeres de su tiempo en lo que todo esto tiene de legítimo. Dice bellamente el Vaticano II: «Los gozos y las es­peranzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hom­bres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el Reino del Padre y han recibido la bue­na nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género hu­mano y de su historia» 42.

38 LG 5. 39 LG 9.3. 40 UR 2.5. 41 LG 44.3. 42 GS 1.

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El cristiano en su vida no ha de evadirse de estas realidades. Por eso los matices de la vida cristiana en 10 que no es esencial e inmutable pueden variar.

7. Dimensiones fundamentales de la vida cristiana peregrinan te son la fe, la esperanza y la caridad 43

Enseña el Vaticano II: «Una misma es la santidad que cul­tivan en los múltiples géneros de vida y ocupaciones todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, y, obedientes a la voz del Padre, adorándole en espíritu y verdad, siguen a Cristo po­bre, humilde y cargado con la ClUZ, a fin de merecer ser hechos partícipes de su gloria. Pero cada uno debe caminar sin vacila­ción por el camino de la fe viva, que engendra la esperanza y obra por la caridad, según los dones y funciones que le son pro­pios» 44. Es clara la importancia que en la vida espiritual da San Juan de la Cruz a las virtudes teologales. Ellas son los únicos medios próximos de unión con Dios en esta vida y están pre­sentes y actuantes en todo el proceso espiritual cristiano.

La vida teologal está Íntimamente conectada con la presen­cia activa de las Divinas Personas inhabitantes en el cristiano. Es la vertiente dinámica y operativa de la gracia. Las Personas Divinas inhabitando están comunicándose, actuando y transfor­mando la vida del hombre en vida de Dios, provocando una respuesta a esa donación. Se dan a sí mismas en afán de ser cOl'1'espondidas. El cristiano, por su parte, ha de acoger este don personal, ha de cOl'1'esponder activamente, ha de vivir en todo su ser la transformación y participación en la vida trinitaria. Esta tarea corresponde a las virtudes teologales 45, a través de las cuales Dios sigue comunicando su verdad y su luz, su fuerza, su riqueza, su amor.

Entre los aspectos y funciones de la vida teologal cabe re­cordar su carácter personal; es la respuesta personal del cris­tiano a Dios que se le da en su realidad personal; su carácter

43 Cfr. F. RUIz, Introducción a San JI/an de la Cruz, BAC, Madl'id, 1968; I. RODRíGUEZ, La vida teologal según el Vaticano JI y San Jtlan de la CrtlZ, en RE, 27 (1968), 470-492; Juan José DE LA INMACULADA, San Jllan de la Cruz, doctor de la le, ibid., pp. 493-510; K. WOJTYLA, La fe segtÍn San Jllan de la Cruz, BAC, Madrid, 1979.

44 LG 41.1; cfr. n . .32.2. 45 Cfr. F. RUIz, o. c., pp. 445 y ss.

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unitario: «Sin caminar a las veras con el traje de estas tres vir­tudes es imposible llegar a la perfección de unión con Dios por amor» 46. Su carácter totalitario: embarca y compromete a toda la persona de cara a Dios y moviliza todas las energías 47. Carác­ter trascendente: coloca al cristiano y le hace vivir en lo tras­cendente, mira a lo trascendente de la persona y de la vida. Tiene funciones diversas: purificativa, transformativa, dispositi­vo-unitiva, y reviste variados aspectos: cristológico, eclesial, tri­nitarÍo y escatológico 48.

n. VALORES ESPIRITUALES DE LA ORACIÓN PERSONAL

Advirtamos antes de nada que, al hablar de valores espiri­tuales de la oración personal, miramos a ésta en sí misma y en toda su amplitud. Se podía considerar la oración en el sujeto orante con todos sus posibles defectos y limitaciones, sobre todo en su aspecto de desarrollo y progreso en la persona, en sus múltiples dimensiones: purificativa, iluminativa, transformativa y unitiva. Pero dejamos este camino, aquí imposible de seguir. Consideramos, pues, también la oración mística y contemplativa, aunque no entramos en su análisis detallado. La oración lleva consigo vivencias espirituales que brotan de la misma entraña del ser cristiano. Lo que no quiere decir que todo cristiano tenga que vivirlas de la misma manera y en el mismo grado e idéntica intensidad. No consideramos los valores humanos. Hay valores que lleva consigo la oración en su misma contextura y hay otros que pueden ser fecundados por ella; lo que supone en la ora­ción un valor de irradiación.

1. La oraci6n en sí misma. Consideraciones generales

A mi entender, el valor grande de la oración personal le vie­ne de su conexión con la vida teologal, sobre todo con el amor en su vertiente de amor a Dios. Esto es 10 más sublime (es el primer precepto y fin de todos los demás) y actúa lo que no

46 S. JUAN DE LA CRUZ, 2N 21,12. 47 F. Rurz, o. C., p. 452. Cfr. 2N 9; 28 6,6; CB 35,5. 4B Cfr. I. RODRíGUEZ, a. c.

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acabará aquí y continuará en la vida. eterna. Es, desde la gracia y la caridad subjetivas, la respuesta en el Espíritu Santo a la gracia y amor de Dios que amó antes y sigue amando. En la ex­periencia mística está presente, pues, como dice San Juan de la Cruz: «nunca da Dios sabiduría mística sin amor, pues el mis­mo amor la infunde» 49. La oración personal plena supone en el orante la vida divina en sus elementos llamados habituales, y es actuación y expresión de esa vida. Es conocimiento y es amor, sobre todo amor, y es esperanza que se actúan y se perfeccionan en fuerza de su dinamismo y de la acción del Espíritu Santo. En esta perspectiva teologal, la oración al actualizar el amor a Dios y potenciarlo se acerca más a la vivencia escatológica. Ella aminora en algo la incapacidad que, según Santo Tomás, tiene el cristiano peregrinante de que su afecto tienda a Dios siempre y con todas sus fuerzas 50. Aunque ese aminorar más bien sea del cristiano perfecto que actualiza en la oración todo su amor a Dios.

La vida cristiana es comunión con Dios en Cristo por el Es­píritu Santo. La oración es esa comunión actualizada en cuanto interrelación personal. La oración contribuye positivamente a que la comunión con Dios alcance niveles personales profundos, no se quede solamente en una comunión ontológica y vital, sino que sea también personal en 10 que personal tiene de comunicación y de interrelación, de vivencia consciente y querida en el otro, de encuentro de personas. Dios por su benevolencia hace en nosotros así el querer como el obrar 51. Pero también en nuestros corazones el Espíritu Santo clama: ¡Abba! ¡Padre! 52 No se trata, pues, de solas relaciones vitales, aunque las incluya, sino de relaciones interpersonales. La acción de Dios produce efectos vitales, provoca actos vitales, y también actos vitales de comu­nicación interpersonal. No son simples actos personales, como pueden ser los actos sobrenaturales conscientes y asumidos res­ponsablemente. Estos últimos actos, cuando se les añade el ca­rácter oracional, suben, a nuestro entender, de calidad. Son ofrenda personal a Dios o escucha o aceptación personal de Dios, según los casos. Entendemos lo oracional en cuanto contacto y comunicación dil'ecta y amorosa con Dios.

492N 12,2. 50 S. TOMÁS, 2-2, q. 164, a. 2. 51 Cfr. Filp 2,13; 2 Cor 3,5. 52 Gal 4,6.

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La oraClOn personaliza fuertemente el V1VIr cristiano. Dice Bernard, a propósito de la contemplación: «La actividad contem-

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plativa (.,.) desarrolla una función harto importante en la vida l' cristiana para que podamos considerarla facultativa. Sin duda, puede adoptar muchas formas, y es difícil determinar la medida y el modo en que convienen a cada uno para garantizar el cre-cimiento de su vida espiritual. Una cosa, sin embargo, es cierta: la oración contemplativa es el ejercicio espiritual que más con-tribuye a la personalización de la vida de fe» 53. La oración cris-tiana convierte el vivir cristiano en intimidad divina de amor y de fe, en algo que se desenvuelve en intimidad y que se vive en lo profundo de la persona, aunque tenga su caparazón de acti-vidad exterior humana. «Ya sólo en amar es mi ejercicio» 54.

Creo que esto es algo muy congruente con el carácter de la Nue-va Alianza que entabla comunión de todos con Dios en Cristo. Las relaciones entre Dios y los hombres no quedan limitadas a la comunicación colectiva, sino que llegan a 10 íntimo y personal del cristiano. Se vive en Dios y en Cristo no sólo vitalmente, sino personalmente en el sentido dicho 55, Es vivir en fe, pero en la línea que perdurará en la vida eterna. Lo que aquí es fe y experiencia de penumbra de «viseo», allí será visión facial 56,

La felicidad eterna a que se dirige se encuentra no en la pose-sión de un bien infinito, sino en la unión inmediata con la Per-sona infinita 57, La redención de Cristo, reconciliación de todo con Dios, mete al hombre en la amistad de Dios, en el vivir en Dios y en la compenetración con Dios; le mete en el diálogo eterno con las Divinas Personas, aquí inicialmente, e inefable y definitivamente en la vida gloriosa. La oración es poner en mar-cha esta vivencia dialogal, que a medida que progresa va alcan-zando mayor plenitud y puede llegar en esta etapa peregrinante a expresiones sublimes como las experiencias descritas por los Doctores místicos del Carmelo. Toda la vida cristiana es, en al-guna forma, y tiende por su naturaleza a la unión y comunica-

53 Ch. A. BERNARD, Contemplación, en Nuevo Diccionario de Espiritualidad, Madrid, 1983, p. 260.

54 S. JUAN DE LA CRUZ, CB 28,8 y 9. 55 Vemos expresión maravillosa de esto en las vivencias del matrimonio espiritual na~

tradas por Santa Teresa de Jesús en Las Moradas del Castillo inferior, y por San Juan de la Cruz en El Cántico espiritual y en la Llama de amor viva.

56 Cfr. J. V. RODRÍGUEZ, San luan de la Cruz, evangelista :Y testigo de lo eterno, en RE, 33 (1974), pp. 236·238.

57 Cfr. I. RODRÍGUEZ, La oración personal del cristiano, EDE, Madrid, 1984, p. 141.

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clOn personal con Dios, que se revela esplendorosa en su meta definitiva de la gloria. La oración personal vive la unión en fe y amor, y acentúa la tensión escatológica. La unión es más plena y personalizada en la oración mística. Por otro lado, la oraClOn es gratuidad, respuesta a la gratuidad del don de Dios. Son es­pacios gratuitos para el que da y se da gratis 58.

El vivir cristiano es glorificación y alabanza divinas en Cris­to, es amor divino en ejercicio, es vida vivida en Dios, es acción de gracias, es unión con Dios. Todo esto 10 actualiza y lo vive de manera especial la oración y adquiere niveles insospechados en las cumbres místicas 59.

Valores ec/esiales

«Es característico de la Iglesia ser a la vez humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embar­go, peregrina, y todo esto de suerte que en ella 10 humano esté ordenado y subordinado a lo divino; 10 visible, a 10 invisible; la acción, a la contemplación, y 10 presente a la ciudad futura que buscamos (cfr. Hebr 13,14)>> 60. Tres puntos destacamos en este enjundioso texto: 1) la Iglesia dada a la contemplación; 2) la Iglesia peregrina hacia la ciudad futura que buscamos; 3) la ordenación en ella de lo humano a lo divino, de 10 visible a 10 invisible, de la acción a la contemplación, de 10 presente a la ciudad futura.

La Iglesia contemplativa 61

La Iglesia, dijo Pablo VI, «es una sociedad de oración»; «es la familia de los adoradores del Padre 'en espíritu y en verdad'

58 Cfr. Mt 10,8. 59 San Juan de la Cruz detalla los primores de la alabanza divina del alma: Ll 3,82-85.

Sobre la fuente doctrinal, cfr. M. A. DfEZ, La «!'eentrega» del amor asl en la tierra como en el cielo. Influjo de un opúsculo pseudotomista en San Juan de la Cruz, en Epbemeri­des Carmeliticae, 13 (1962), 299-352.

60 Vat. JI, SC 2. 61 O. DOMfNGUEZ, Necesidad de la vida contemplativa ell la Iglesia, comunidad orante,

en AA. VV., Contemplación, Madrid, 1973, pp. 221-240; R. PALMERO RAMOS, Dimensi6n contemplativa de la Iglesia, en AA. VV., Oraci6n y vida cristiana, EDE, Madrid, 1977, pp. 278-294.

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On 4,23)>> 62. «La Ecclesia orans es un coro de voces vivas sin­gulares, conscientes, amorosas» 63, Esta vivencia eclesial, aparte de en la liturgia 64, se vive y se manifiesta por la oración personal, tan pedida por el Vaticano II 65. La oración tiene en sí misma un gran valor espiritual en el Reino de Dios. Por otro lado, la acción eclesial no puede desvincularse de la oración, La acción del cristiano ha de encontrar refuerzo en ella y ha de ser fruto y expresión de un contacto personal con Dios en Cristo. La Igle­sia reconoce el valor y la dignidad de la vida estrictamente con"" templativa 66, La entrega personal directa a Dios tiene un valor excepcional: valor espiritual en sí misma, valor de testimonio para los demás y valor de fecundidad apostólica.

Una razón profunda de esta fecundidad apostólica la da San Juan de la CIUZ al hablar del valor del amor puro solitario y contemplativo 67. En definitiva, es la primacía del amor a Dios sobre toda otra obra y acción 68. El amor a Dios de alguna ma­nera iguala con él 69. La labor de abnegación y purificación es­pirituales es acrisolar el oro del amor, liberándolo de todo ele­mento extraño que impida su acción y expansión, y dejándolo en toda su pureza y nitidez, reflejo vivo de Dios Amor. El valor del amor a Dios en la Iglesia lo comprendió, experimentó y vivió admirablemente Santa Teresita: «Comprendí -dice- que el amor encierra todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y todos los lugares ... en una palabra, ¡que el amor es eterno! (oo.) en el corazón de la Iglesia mi Madre, yo seré el amoroo. ¡Así lo seré todo! ¡Así mi sueño se verá realizado! » 70 La persona orante no ha de prescindir en su oración del Reino de Dios. San Pablo oraba por las comunidades cristianas, trabajaba y oraba y daba gracias a Dios 71. Con su

62 Audiencia del 22·IV·1970, en Ecclesia, 2 mayo 1970, p" 581. 63 ¡bid", p. 582. 64 Cfr" SC 10; LG 17. 65 Todo cristiano: SC 12; LG 42; DV 25; ministros de la palabra: DV 25; los sacer·

dotes: PO 14; 18; LG 42; objetivo en su ministerio: PO 5; los misioneros: AG 25; candidatos al sacerdocio: OT 4,8; LG 41. Los religiosos: PC 5; 6"

66 Cfr. los textos del Vat. II: AG 18.4; 40J; PC 7" Cfr. PABLO VI, Discurso de clausura del Conc" Vat" II, 7 diciembre 1965, n" 4, en Calle Vat. JI, Constituciones. Decretos" Declaraciones" Legislación poscancilia/', BAC, 3." ed., Madrid, 1966, pp. 1024· 1025: el acto contemplativo, el acto más alto y más pleno del espíritu.

67 CB 292·3 68 3S 27,5 .. 69 CB 28,1; cfr. 32,6. 70 Obras completas. Versi6n de E. G. Setién, 4." ed., Burgos, 1975, p. 213. 71 Cfr. ]. M. CASTILLO, O/'ación y existencia cristiana, Salamanca, 1969, pp. 205·223.

Cfr. PO 6.6.

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oraclOn y su vida santa puede el cristiano llegar a todos los hombres y ayudar a la salvación del mundo 72.

La Iglesia peregrina

Busca y anhela su etapa definitiva 73 y no deja de tender ha~ cia ella 74. Esta dimensión de primicia y de apertura y tensión hacia lo definitivo se vive y se regusta de modo especial en la oración sobre todo por la esperanza. El orante anhela el Reino consumado, espera y ansía unirse con su Rey en la gloria, gime y ansía estar con Cristo, se asocia a los dolores de Cristo y con El sufre, es consciente de poseer las primicias del Espíritu. Toda verdadera oración cristiana es un anticipo de vida futura. En las etapas místicas hay un anticipo especial de los bienes esca­tológicos, como puede verse en Santa Teresa y en San Juan de la Cruz 75.

La Iglesia Esposa 76

Lo recuerda el Vaticano II: la Iglesia es también descrita como esposa inmaculada de Cristo 77. La persona orante (esposa de Cristo por el bautismo 78 con que se incardina a la Iglesia Es­posa) vive el desposorio con Cristo en la respuesta amorosa y fiel, en la unión y entrega sumisa, en el agradecimiento por los do~ nes recibidos, regalos, al fin, de desposorio con su carga de amor esponsal, en el anhelo de compenetración y de transforma-

72 AA 16.7. 73 A. A. ORTEGA, La índole escatológica de la Iglesia y el misterio trinitario, en

Estudios Trinitarios, 2 (1968), 295-321; M. AUGE, La comunidad eclesial colocada en la tensión entre el mundo actual y el mundo futuro, en Claretianum, 10 (1970), 139-162; J. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Escatologia y vida contemplativa, en AA. VV., Contemplación, Madrid, 1973, pp. 195-204; B. JIMÉNEZ DUQUE, Dimensiones de la oración cristiana, en AA. VV., Oración y vida cristiana, EDE, Madrid, 1977, pp. 139-141; J. V. RODRÍGUEZ, San Juan de la Cruz, evangelista y testigo de lo etemo. Apuntes de escatología saniua­nista, en RE, 33 (1974), 233-275; E. TOURóN DEL PIE, Escatología anticipativa y proyec­tiva e/1 «Moradas». U/1 ensayo de escatología mistica teresiana, en RE, 41 (1982), 567-599.

74 Hay textos muy expresivos del Vat. JI; cfr. LG 5.2; 6.5; 48.4; 7.5. 75 Art. cit. de TOURÓN y de ROnIÚGUEZ. 76 Cfr. A. IBÁÑEz ARANA, El tema del mafl'imonio de Dios con Israel en el A. T., en

Lamen, 9 (1960), 404-426; IDEM, La Iglesia, esposa de Cristo en el N. T., ibid., 10 (1961), 97-132; R. BRUNET, Figures et images de l'Eglise, en Dict. de splritualité, IV (Pa­ris, 1959), 384-401; A. ALCALÁ, La Iglesia. Misterio y misión, Madrid, 1963.

77 LG 7.8. 78 STA. TERESA, CE 38,1; S. JUAN DE LA CRUZ, CB 23,6.

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clOn en El, en la fecundidad apostólica de su amor. La Iglesia Esposa se considera en destierro hasta que aparezca con su es~ poso en la gloria 79, donde tendrá su consumación el desposorio iniciado en la tierra. Jesucristo es el Esposo de la Iglesia, el Nue­vo Israel de Dios 80. San Juan de la Cruz, en sus Romances, aplica el simbolismo del desposorio a Cristo y a la Iglesia; en el Cántico espiritual, a Cristo y a las almas, con referencias en el comentario a la Iglesia. Para él, como para Santa Teresa, el matrimonio espiritual es la cima del edificio espiritual en esta vida y el término del itinerario oracional 81. Es como la antesala del desposorio eterno. El alma esposa, en el Cántico espiritual, termina deseando ser trasladada del matrimonio espiritual en esta Iglesia militante al glorioso matrimonio de la Iglesia triun­fante 82. El estado de matrimonio espiritual místico entraña unas vivencias y unas comunicaciones divinas maravillosas, inefables, que a vida eterna saben, y que son preludio de la comunicación gloriosa y eterna.

La Iglesia comunión 83

Nos interesa aquÍ el elemento interno. Como ya dijimos con el Vaticano I1, la Iglesia es comunidad de fe, esperanza y cari­dad, comunión de vida, de caridad y de verdad 84. La Iglesia es comunidad orante, pero no apaga las voces individuales que oran. La oración vive la comunión de los santos, influye bene­ficiosamente en la vida de la Iglesia, fortalece la comunión ecle­sial, potencia y vive el elemento espiritual y divino del Cuerpo místico. La oración es transmisora de vida en la Iglesia, de amor a Dios y a los hombres.

79 LG 6.5. 80 Cfr. 2 COI' 11,2; Ef 5,25-32; Mc 2,19-20; Jn 3,9. En los profetas es frecuente lla­

mar a Dios Esposo de Israel: cfr. Os 2,16.19.21; Is 54,6; Jer 2,2; 3,1-14; 50,1; 60,10; Ez 16,7-8; Salm 45; Cant 1-8. Con esta metáfora o símbolo expresaban la Alianza entre Dios y su pueblo. Cfl". J. SALGUERO, en Profesores de Salamanca, Biblia comentada, to­mo VII, BAC, Madrid, 1965, como a Apoc 19,7.

81 Al hablar de desposorio aquí no nos referimos al desposorio espiritual místico, como distinto del mAtrimonio, sino en sentido general, como lo emplea el Doctor Místico (cEl'. CB 23) Y que incluye también el matrimonio espiritual.

82 CB 40,7. La mística esponsal parte de un fondo más típicamente bíblico y cris­tiano que la mística de la esencia. El fondo es el de la Alianza. Cfr. G. MOIOLI, Mlstica c/'istiat/a, en Nuevo Diccionario de Espiritualidad, Madrid, 1983, p. 935.

83 A. BANDERA, La oraci6n como elemento esencial de la coml/nidad eclesial, en AA. VV., Oraci6n y vida cristiana, EDE, Madtid, 1977, pp. 265-277.

84 LG 8; 9.2. Cfr. 42.1.

T

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Valores cl'istoló gicos

En la oración el cristiano imita a Jesús orante, contribuyen­do a que la Iglesia muestre ante los hombres a Cristo 85, entre­gado a la contemplación 86. Pero esta imitación de Cristo no es algo meramente exte1'l1o. La oración cristiana es oración de Cris­to, el único mediador ante el Padre. El cristiano ora con el im­pulso oracional recibido de Cristo, impulso que llega a través del Espíritu y la gracia de Cristo. La oración es expresión de la vida que recibe de Cristo y por la que está inserto en El. La gracia cristiana, al recibirse en la persona, al perfeccionarla, al moverla a vivir la comunión con Dios, desemboca en oración. Prescindimos aquí de las teorías personalistas en la explicación de la gracia, en las cuales se acentúa más aún su dimensión ora­cional. La amistad divina se vive, se pedecciona y se l'egusta en la oración. El orante se asocia a Cristo en su obra salvadora, en su obediencia consciente y glorificación al Padre. Se une a Cristo como mediador; participa de sus sentimientos filiales y dirige también a El su oración.

Si vivimos la fe como adhesión y entrega personal a Cristo, si vivimos la esperanza y la confianza en El y el amor personal a El, la oración a Cristo ha de ser algo medular en nuestra exis­tencia y vivir cristianos. El cristiano, en la oración a Cristo, vive interiormente su entrega personal a El, entrega en fe, en confianza, en amor; entrega que culmina en trasnformación, en vivir la vida de Cristo en plenitud. Esta oración a Cristo, en la medida en que se vive, nos hace vivir la oración al Padre en el Espíritu Santo; tiende vitalmente a hacernos a la condición de Cristo, a introduci1'l1os en su vida, viviendo de su gracia y de su Espíritu, a identificarnos con la vida interior de Cristo en sus relaciones con los hombres y, por tanto, en su amor a los hombres, amor revestido en 10 posible con los matices y calida­des del amor de Cristo a ellos. El es el médico, el abogado ante

85 Cfr. J. LEBRETON, Contemplation dans la Bible, en Dict. de spiritualité, Il, 1645-1698; 1. RODRÍGUEZ, La oración personal, pp. 31-32; J. CABA, La oración de petición. ES/lidio exegético sobre los evangelios sinópticos y los escritos ioaneos, Roma, 1974; IDEM, La oración de petición «en nomb"e de ]estÍs» en el Evangelio, en AA. VV., La oración, fuerza vital de la Iglesia, Madrid, 1978, pp. 53-72; B. JIMÉNEZ DUQUE, Dimen­siones ... , pp. 133-135; B. HARING, Centrarse en Dios, Barcelona, 1976, pp. 9-67; J. GALOT,

La oración, intimidad filial, Bilbao, 1969; S. CASTRO, Cristo y Sil reperCllsiólI en la vida espiritual segtÍn el Vaticano n, en RE, 34 (1975), 195-197; ANÓNIMO, El peregrino ruso, EDE, Madrid, 1982, 5.' ed.

86 Cfr. LG 46.1.

1 I

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el Padre, el camino, la verdad y la vida; es el Salvador. La ora­ción nos acerca a El en actitud de recibir salud, protección, vida, luz, salvación. Cristo es imagen perfecta del Padre; conocerle y verle es conocer y ver al Padre 87. Es el amigo fiel que nunca falla, estupendo compañero en el itinerario oracional B8. Cristo es el centro de la creación 89; recapitula en sí todas las cosas, que vistas a la luz de la fe conducen a El, todas están llamadas a integrarse en el Reino de Dios y pueden ser lugar de encuentro personal con Cristo. Por la oración a Cristo el hombre asume y vive la creación como escenario de Cristo y a Cristo como el Pontífice y el culmen del universo. Cristo, dice el Vaticano n, es el centro de la humanidad, gozo del corazón humano y ple­nitud de todas sus aspiraciones (1. c.). El corazón del hombre encuentra en Cristo su gozo y la plenitud de sus legítimas aspi­raciones. Con la oración nos acercamos a esa fuente y ella nos va llenando. Pero hay que ir vaciándose de todo lo que no es Dios. Es la nada desnuda de San Juan de la Cruz. Entonces el alma 10 encuentra todo en Cristo 90, La oración a Cristo, por tanto, nos coloca con El en medio de la creación, en medio de la historia, en medio del corazón humano. Nos introduce allí, porque nos introduce en Cristo, hacia el cual converge todo. Todo empuj.'} hacia Cristo cuando se es dócil a El. La oración a Cristo es descanso, sedante y quietud, pero es también dina­mismo, llamada a la eficacia y a la conquista. Es la quietud de Cristo, pero también su tarea. De este modo, «vivificados y re­unidos en su Espíritu, caminamos como peregrinos hacia la con­sumación de la historia humana, la cual coincide plenamente con su amoroso designio: restaurar en Cristo todo lo que hay en el cielo y en la tierra» 91.

La inhabitación trinitaria

El fin del hombre es la glorificación de Dios, la cual co­mienza aquí y se consuma en la visión facial de Dios Trino y

B7 Cit. Jn 14,9. 88 Cfr. STA. TERESA, V 22; 6M 7. La oraci6n es escucha de Cristo, Palabra del

Padre. Cfr. 2S 22. 89 Cfr. GS 45. 90 Cfr. Ol'aci6n de alma el1amorada, en Obras completas. Ed. J. V. Rodríguez. EDE,

Madrid, 1980, pp. 114·116. 91 GS 45.

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Uno en la gloria 92. El cristiano ha de alabar a Dios 93. La inha­bilitación trinitaria es una presencia real y sustancial, activa y comunicativa. Las Divinas Personas se dan y comunican la vida divina; son principio impulsor de la actividad sobrenatural; in­vitan a un encuentro gozoso y disfrute amoroso; son, en este sentido, objeto de disfrute, fruitivo 94.

En la experiencia teresiana la presencia trinitaria es una pre­sencia dinámica, operativa, cuya meta es la comunión interper­sonal divino-humana 95. Esto mismo puede apreciarse en San Juan de la Cruz. De este modo converge hacia la experiencia mística trinitaria en la oración, empujando hacia el encuentro definitivo de la gloria. Por otra parte: «Toda relación o comunión entre personas comporta un diálogo entre las mismas» 96.

La Trinidad en relación con la oración personal aparece como principio y como término, y la misma oración es cierta partici­pación de la vida trinitaria. Principio. El Espíritu Santo ora en nosotros con gemidos inefables; ora y da testimonio de nuestra filiación 97. La acción del Espíritu Santo va siendo mayor a me­dida que la persona orante va negándose a sí misma y progre­sando en su oración 98. Dios, el Espíritu Santo 99, es el principal agente, guía y movedor en este negocio. El Espíritu Santo dis­pone a la unión divina y la realiza 100. Dios infunde el apetito sobrenatural de sí mismo 101. En el estado de matrimonio espi­ritual calificado, el Espíritu Santo hace todos los actos y mueve a ellos, hace llamear de amor al alma 102. Las tres Personas de la Santísima Trinidad son las que hacen en ella la divina

92 Cfr. B. APERRIBAY, Influjo cal/sal de las divinas personas en la experienGÍa mística, en Verdad y Vida, 7 (1949), 75·97; A. M. GARCÍA ORnÁs, La Persona Divilla en la espi­ritualidad de Santa Teresa, Roma, 1967; J. DANIELOU, Trinidad J' contemplaci6/1, en AA. VV., Contemplaci6n, Madrid, 1973, pp. 149-158; J. M. ALONSO, T"illidad y contell!­placi611, ibid., pp. 159-185; Juan DEL SAGRADO CORAZÓN, La vida contemplativa a la luz del Vaticalto JI J' del misterio de la Santísima Trinidad, Salamanca, 1967; J. V. RODRÍ­GUEZ, Trinidad y vida mística e/l San Juan de la Cruz, en Estudios Trinitarios, 16 (1982), 217-239; J. GARCÍA ROJO, Oral" ell el Espíritu, en RE, 42 (1983), 73-86. Pablo VI, audien­cia del 22-1V-1970, relacionó la oración con la inhahitación trinitaria: cfr. Ecclesia, 2 mayo 1970, p. 582.

93 Ser alabanza de gloria de la Santísima Tl'inidad fue el ideal de Isabel de la Tri-nidad.

94 STO. TOMÁS, 1, q. 43, c. y ad 3. 95 Cfr. GARCÍA ORDÁs, o. C.

96 B. ]IMÉNEZ DUQUE, arto cit., p. 129. 97 LG 4. 98 LB 3,46-47. 99 LB 3,29; 3,46. 100 CB 17; 22,2; 202; LB 1,17. 101 LB 3,75. ) 102 LB 1,3·4; cfr. 4,14.

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unión 103. Aclara San Juan de la Cruz que aunque nombra las tres por causa de las propiedades de los efectos, todas Tres obran en uno. La oración, comunicación amorosa, congruamente llevará una presencia calificada del Espíritu Santo, perfecciona­dor de la obra de Cristo y Amor personal en la Trinidad. Sin embargo, su acción depende de él y de su beneplácito, y no está limitada ni cautiva.

Término. Jesucristo nos enseñó a oral' dirigiéndonos al Pa­dre. La Iglesia en su liturgia se dirige frecuentemente al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo. San Juan de la C1'llZ tiene un hermoso texto en que expone el aspecto frutivo del recogi­miento oracional en Dios inhabitante 104. En las oraciones y co­municaciones místicas cabe la experiencia de las Divinas Perso­nas. Ampliamente narra la suya Santa Teresa 105. San Juan de la Cruz describe con lenguaje frecuentemente simbólico o meta­fórico diversas gracias y múltiples matices de la acción y expe·· rienda trinitaria: experiencia de Dios inhabitante 106; comunica­ción de las Tres Divinas Personas 107; transformación tt'Ínita­da 10B, con su inefable aspirar de Dios en el alma y del alma en Dios 109; realidad incluida en nuestra filiación adoptiva 110; trans­formación en Dios por participación de El y de sus atributos 111; el alma da al Amado la misma luz y calor de amor que recibe 112; hay comunión e intercambio de bienes 113; transformada el alma en el Espíritu Santo 114, ama por el Espíritu Santo, que la hace vivir en Dios espiritualmente y sentir vida de Dios 115. Conoci­miento de los misterios de Cristo 116, en que el alma se trans­forma y alaba a Dios con el mismo Dios 117, etc.

103 LB 2,1. 104 CB 1,8; cfr. n. 6. 105 Cfr. CC 14; 15; 21; 36; 41; 42; 43; 54,18-22; 60; 7M 1,7-10; 2,5; V 27,9; 39,25;

de la presencia de Dios: V 18,15; 5M 1,10. 106 LB 4,14-15_ 107 LB 1,6; 3,80. 108 CA 38,2. 109 CB 39,4-5; CA 38,2·4; cfr. LB 4,16-17. 110 CB 39,5; CA 38,4. 111 LB 3,1-17. 112 LB 3,77-80. 113 LB 3,79; cfr. CB 36,5. 114 CB 38,3. 115 LB 1,6. 116 CA 35-36. 117 CB 39,9-10.

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En el matrimonio espiritual el alma «muy bien siente y de ordinario goza» al Amado inhabitante 118,

Cierta participación de la vida tril1itari(~

Aparece por lo que acabamos de decir. La participación de la divina naturaleza 119 lleva a participar al mismo Dios, «que será obrando en él acompañadamente con El la obra de la San­tísima Trinidad, de la manera que hemos dicho por causa de la unión sustancial entre el hombre y Dios. Lo cual, aunque se cumple perfectamente en la otra vida, todavía en ésta, cuando llega al estado perfecto, como decimos, ha llegado aquí el alma, se alcanza gran rastro y sabor de ella, al modo que vamos di­ciendo, aunque como habemos dicho no se puede decir» 120,

Las elevadas gracias místicas descritas en la Llama de amor viva son expresión de la realidad de la inhabitación 121. Dios «dijo que en el que le amase vendrían el Padre, Hijo y Espíritu Santo y harían morada en él; lo cual había de ser haciéndole a él vivir y moral' en el Padre, Hijo y Espíritu Santo en vida de Dios, como da a entender el alma en estas canciones» 122; «ilus­trando el entendimiento divinamente en la sabiduría del Hijo, y deleitándole la voluntad en el Espíritu Santo, y absorbiéndola el Padre poderosa y fuertemente en el abrazo abisal de su dul­zura» 123.

Hijos de Dios

La filiación divina del cristiano es inseparable de la inhabi­tación trinitaria. Es una participación de la filiación de Cris­to 124. Como recalca San Juan, somos de verdad hijos de Dios 125.

El cristiano en que moran las Personas Divinas tiene espíritu filial; el Espíritu Santo le impulsa a llamar a Dios Padre, a sen­tirse hijo y a dejarse conducir por el Espíritu de Dios 126, Todo

l18 LB 4,15. ti" 2 Pe 1,2-5. 120 CB 39,6; cfr. LB 4,3-5 y 17. l2l Cfr. Jn 14,23. 122 LB pról. 2. 123 LB 1,15; cfr. CB 32,6; LB 1,13. 124 Gal 4,5. 125 1 Jn 3,1. 126 Cfr. Rom 8,14-16; Gal 4,6.

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fiel cristiano, por su vida en Cristo, puede tener acceso al Padre en un mismo Espíritu 127" Partícipe de la filiación de Cristo, mi­rará al Padre con la mirada de Cristo, le amará con el corazón de Cristo y le invocará con la plegaria de Cristo 128.

E! comportamiento normal del cristiano que se deja condu­cir por el Espíritu Santo será el de un verdadero hijo: de co­municación y de amor afectivo y efectivo para con Dios. La inhabitación trinitaria se convierte, de algún modo, en un anti­cipo de la herencia eterna. Dios se nos da para divinizamos y para que le amemos y gocemos de su comunión. Este conocl" miento y amor gozosos en las comunicaciones místicas SOI1 como cierto anticipo y sabor de vida eterna. Esas gracias místicas, por otro lado, SOI1 expresión y expansión, como ya queda indicado por San Juan de la Cruz, de nuestra filiación divina 129.

Las virtudes teologales

En la oración se actúan la fe, la esperanza y la caridad o amor teologales, que son medios imprescindiblrs para caminar hacia la unión divina y vivirla. Actúan primordialmente su di­mensión vertical, de relación directa con Dios. La oración su­pone la realidad personal de Dios y la posibilidad de comuni­carse con El. A través de las virtudes teologales el cristiano pue­de entablar comunicación personal con Dios, el Dios de la fe. En la oración se vive y se profundiza la fe, se aviva y fortalece la esperanza y se vive el amor. La fe conecta con Dios, el Dios personal, pone la persona orante cara a Dios; le hace consciente de la presencia viva y personal de Dios; acoge, actualiza la luz de Dios. Se vive y profundiza la fe, alimentando el espíritu con sus verdades y realidades, penetrando más hondamente la Pala­bra de Dios y adquiriendo un mayor conocimiento de Dios y de Cristo, proyectando su luz sobre la vida personal en todas sus direcciones. Se profundiza en la fe que escucha, acepta, ahonda, asimila y vive la Palabra de Dios. La oración, por la acción sobre todo del Espíritu Santo, es iluminación de la misma fe. El contenido de la fe es alimento de la oración personal.

127 Ef 8,18. 128 E. ANCILLI, Preghiel'fl, en Diz. Ene. Spiritufllita, n, p. 1489. 129 Cfr. CB 39,4-5.

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La vinculación de la oración con la Palabra de Dios ha de ser asidua, como asidua ha de ser la lectura de la Sagrada Es­critura. El Vaticano 11 «recomienda insistentemente a todos los fieles, especialmente a los religiosos, la lectura asidua de la Es­critura para que adquieran la ciencia suprema de Jesucristo (Filp 3,8)>>, pues «desconocer la Escritma es desconocer a Cris­to» 130. A la lectma ha de acompañar la oración 131. Por otra par­te, con la oración, el alimento de la Escritura alumbrará el en­tendimiento, confirmará la voluntad y encenderá el corazón en amor a Dios, será firmeza de fe para los hijos de la Iglesia 132.

La Palabra de Dios es invitación y llamada a la oración. En la revelación de sí mismo y en la manifestación del misterio de su voluntad, «Dios invisible movido de amor habla a los hombres como a amigos (cfr. Ex 33,11; Jn 15,14-15), trata con ellos (cfr. Bar 3,38) para invitarlos y recibirlos en su compañía» 133.

«En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amo­rosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos» 134.

Por lo demás, los libros del AT «expresan un vivo sentido de Dios, contienen enseñanzas sublimes sobre Dios y una sabiduría salvadora acerca del hombre, encierran tesoros de oración y es­conden el misterio de nuestra salvación» 135. El cristiano en la oración, bajo la influencia del Espíritu Santo, va penetrando y saboreando esas realidades y adentrándose en el mundo de lo divino. «La Tradición con la Escritura de ambos Testamentos son el espejo en que la Iglesia peregrina contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta el día en que llegue a verlo cara a cara, como El es (cfr. 1 Jn 3,2)>> 136. Con la oración crece la com­prensión de la Palabra divina y se enriquece en este sentido el caudal de la Tradición recibida. Dice el Vaticano JI: «Esta Tra­dición apostólica va creciendo en la Iglesia con la ayuda del Espíritu Santo; es decir, crece la comprensión de las cosas y palabras transmitidas, ya por la contemplación y estudio de los fieles que las repasan en su corazón (cfr. Lc 2,19.15), ya por la

130 DV 25. 131 [bid. 132 Cfr. DV 23 y 21. 133 DV 2. 134 DV 24. 135 DV 15. 136 DV 7.

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Íntima inteligencia que experimentan de las cosas espirituales, ya por la proclamación de los obispos» 137.

La oración aparece, pues, como vía de profundización en la fe 138. En la oración se aviva la luz de la fe y se facilita su pro­yección en la vida 139. El cristiano seglar ha de aprender a verlo, a juzgarlo y a hacerlo todo a la luz de la fe 140; que todo lo ilu­mina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la eterna vocación del hombre 141.

En la oración se aviva y fortalece la esperanza. Por ésta el orante se centra en Dios solo, trata de fortalecerse con la for­taleza divina confiando fuertemente en El, se despoja de toda otra cosa; está atento al Señor y espera ser llenado por El; man­tiene una actitud receptiva y al mismo tiempo de anhelo y ansia de Dios. Todo esto al no ser realidad vital perfecta desde el principio en la persona orante exige un proceso de tensión y di­namismo hacia esa meta que, impulsados por el Espíritu Santo, va transformando al orante 142. No nos detenemos a relacionar las experiencias místicas con la dimensión escatológica de la vida cristiana. Sólo recordamos la importancia de la oración para vi­vir esta dimensión.

Se vive el amor. La creación y la redención son designios amorosos de Dios. Su amor preventivo y causativo es una lla­mada a una respuesta amorosa, respuesta posibilitada por el mis­mo amor de Dios que nos amó primero. El amor personal que brota de la persona amante termina en la persona amada y pos­tula comunicación entre ambas. Llena esta exigencia la oración personal, trato de amistad con Dios. El amor une a Dios y trans­forma en El. La persona orante se entrega a El y responde a Dios y al amor con que le ama. Asume los intereses de Dios como propios; se deja amar de Dios, para después conesponder al amor recibido. La oración actualiza lo mejor de la vida teo­logal y es elemento valiosísimo para su presencia y eficacia en la vida cristiana de cada día.

137 DV 8.2.3. 138 Cfr. DV 5; cfr. n. 8.3. 139 LG 48.2. 140 AA 29.3.6. 141 GS 11.1; cfr. AA 16,5; 4.3. 142 Cfr. STA. TERESA, V 15,11; CV 4,3-4; 8,1; S. JUAN DE LA CRUZ, 3S 3,6; 6,3.

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2. La oración personal y otros valores de la vida cristiana

La oración personal incluye entre sus valores un valor fe­cundan te y vitalizador de otros valores cristianos, sobre todo por su dinámica teologal.

Oración personal y liturgia

No podemos extendernos en estudiar este punto, pero no hay duda que la oración personal ayuda tanto a que la ejecución del acto litúrgico 143 por parte del ministro, como la participación en él sean cuales deben ser. Igualmente prepara para recibir más abundantemente sus frutos y a que se puedan obtener los fines de santificación de los hombres y de culto a Dios.

La unión a Cristo y a su Iglesia, de quienes son actos los actos litúrgicos, se encuentra beneficiada por la oración perso­nal; lo mismo, la conexión con el misterio redentor que se ac~

tualiza en la liturgia. La oración personal coloca en un clima teologal en el que se puede vivir más hondamente el misterio litúrgico. En la celebración eucarística por la oración personal se vive en los ritos introductorios la conversión; se escucha la palabra de Dios; se la acepta con docilidad; se la asimila y se la proyecta hacia la vida; se une a los fines latreútico, eucarísti­co, impetratorio, propiciatorio y satisfactorio del sacrificio, a Cristo víctima, y se ofrece con El al Padre. Se une más profun­damente a Cristo glorioso en la comunión, comunicándose y compenetrándose con El y dejándose invadir por El; se sinto­niza con la oración que por el sacerdote y la asamblea litúrgica la Iglesia eleva al Padre.

En la liturgia sacramental la oración puede contribuir a una obtención más plena del fin pedagógico que, como signos, pre­tenden los sacramentos. «No sólo suponen la fe -dice el Va­ticano I1-, sino que a la vez la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y cosas; por eso se llaman sa­cramentos de la fe. Confieren ciertamente gracia, pero también

143 Cfr. M. LLAMERA, Orací6n litúrgica )' oraci6n particular, en Teologia espiritual, 5 (1961), 461-478; Adolfo DE LA MADRE DE DIOS, COlltemplaci6n y litt!1'gia, en RE, 24 (1965), 5-36; A. TABERA, COlltemplaci6n )' liturgia, en AA. VV., COlltemplaci611, Madrid, 1973, pp. 3-48; T. URQUIRI, COlltemplaci6n y litllrgia, ibid., pp. 349-357; ]. ORDóÑEz MÁRQUEz, La oraci611 littÍrgica, en AA. VV., Oraci611 y vida cristiana, EDE, Madrid, 1977, pp. 97-126; F. ]UBERÍAS, BI/scaré, Seña/', fU /'ostro, Maddd, 1982, pp. 71-87.

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su celebración prepara perfectamente a los fieles para recibir con fnlto la misma gracia, rendir el culto a Dios y practicar la ca­ridad» 144. Algo similar cabe decir de los sacramentales 145.

En la liturgia de las horas no es preciso insistir, ya que por su mismo carácter de oración es más fácil deducir el papel de la oración personal en ella 146. Los tiempos litúrgicos, por un lado, han dado pábulo a la oración personal y, por otro, han encontrado en ella una manera de ser vividos fuertemente. Sin la oración personal la liturgia corre el riesgo de empobrecimien­to interior y de caer en ritualismo, en práctica puramente for­mal 147. Para terminar digamos que los fnltos de la liturgia per­duran y se perfeccionan con la ayuda de la oración personaL

Oración personal y vida cristiana

Nos referimos a la purificación, la abnegación y desprendi­miento, a las virtudes morales 148 (y algo a las teologales en su proyección en la vida diaria). La oración personal entraña ejer­cicio de estos valores, fortalece y ayuda para él, y lo exige en la vida, aun fuera de los momentos oracionales. Las virtudes morales. La oración personal despierta deseos y anhelos de vida moral virtuosa. Como ejercicio y vivencia teologal exige que la vida se conforme con los postulados de la fe, de la esperanza y de la caridad, lo cual no podría ser realidad concreta sin la existencia de las virtudes morales. Estas hacen que la vida sea asumible y pueda ser elevada por la vida teologal. Como unión con Dios, postula la conformidad con la voluntad divina, con­formidad que ha de extenderse a toda la vida, incluyendo la moral. La oración es impulsora de vida virtuosa, es algo que ha de perfeccionar todas las virtudes. La amistad divina que se vive en la oración ha de reflejarse en el comportamiento espiritual del orante. El amor a Dios exige todas las demás virtudes. Las virtudes morales son un aspecto de las obras que han de acom­pañar a la oración, según Santa Teresa 149.

144 se 59. 145 ¡bid., n. 60. 146 Cfr. ibid., nn. 83-86. 147 PABLO VI, Audiencia, 22 abril 1970, en Ecclesia, 2 mayo 1970, p. 582. 148 M. LLAMERA, Necesidad de la 0l'aci6n ell la vida cristialla, en AA. VV., Oraci611 y

vida cristiana, EDE, Madrid, 1977, pp. 33-70. 149 Cfr. 1. RODRÍGUEZ, La 0l'aci611 personal, pp. 115-119.

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La oraClOn contemplativa, en su fase purificativa, lleva con­sigo el ejercicio de muchas virtudes, además de las teologales, como enseña San Juan de la Cruz 150. Vivir las virtudes teolo­gales en su expansión horizontal es consecuencia de su dimen­sión vertical que ha de vivirse en la oración. La oración es bús­queda de Dios y ésta ha de extenderse a la vida y a la práctica de la mortificación y de las virtudes: Buscando mis amores ... 151

La oración perfecta en las elevadas cimas místicas va acompa­ñada de obras y virtudes, florecidas en el amor divino, escogidas en las frescas mañanas de la vida o de actos de amor de Dios o en la sequedad y dificultad del espíritu 152.

La purificación

La oración personal entraña en sí misma un valor purifica­tivo, al menos radicalmente, por lo que lleva de ejercicio de amor a Dios; a veces la labor purificativa viene favorecida por el esfuerzo que la oración exige al orante, por la dificultad de su ejercicio o por el dolor que le acompaña 153. Resalta este as­pecto purificativo en la contemplación de las noches pasivas, so­bre todo en la del espíritu, tan magistralmente descritas por San Juan de la Cruz en La noche oscura. La luz y la llama de amor tienen profundos efectos purgativos.

La oración del cristiano imperfecto le exige un esfuerzo y un empeño purificativo en su vida, pues 10 piden el trato y amor a Dios. La actitud constante de conversión cristiana encaja en la actitud orante y teologal. La abnegación y el desprendimiento. Sin ellos no puede darse total purificación. El centro de la vida y de la oración cristianas es Dios; no puede ser el cristiano orante, ni las demás personas, ni las cosas. Los apegos desorde­nados a las personas o a las cosas o a sí mismo son centros que retardan o impiden, según los casos, que el centro de la vida sea totalmente Dios. La abnegación cristiana es una consecuen­cia del seguimiento de Cristo 154 y de servil' a un solo Señor 155.

150 IN 12-13; 2N 11, etc. 151 CB 3. 152 CB 30,8.4.5. l5J Cfr. A. GUERRA, Presencia del dolor en la orac;611 teresiana, en RE, 40 (1981),

499-526. 154 Mt 16,24; Me 8,34; Le 9,23. 155 Mt 6,24.

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Sin abnegación y sin desprendimiento la nueva vida en Cristo no logra plenitud; quedan centros, pequeños o grandes, sin su influjo, al margen de la redención de Cristo. La oración personal exige que la vida no gire en torno a algo creado, ni esté some­tida en última instancia a ello, sino que sea para Cristo y para Dios. A medida que el cristiano se entrega y une a Dios en la oración, la beligerancia del yo tiene que ir disminuyendo hasta llegar a vivir en plenitud 10 de San Pablo: Vivo yo, ya no yo; vive en mí Cristo 156, Según Santa Teresa, el desprendimiento de todo lo creado, junto con la humildad y amor de unas con otras, es fundamental para poder ser contemplativa 157.

La oración personal y el apostolado

Ya se dijo algo del valor apostólico de la oración en sí mis­ma 158 y de la ayuda que en ella encuentra el apóstol para que su labor sea fecunda. Se llamó a la oración alma de todo apos­tolado (título de un famoso libro). El Vaticano JI no utiliza esta terminología y habla de que la caridad es como el alma de todo apostolado. Es la caridad que comunican y alimentan los sacra­mentos, sobre todo la Ecaristía 159. Esta caridad o amor «hacia Dios y hacia los hombres» «es el alma de todo apostolado» 160,

Todo ejercicio de apostolado debe tener su origen y su fuerza en la caridad 161. El apostolado se ejercita en la fe, en la espe­ranza y en la caridad 162, Apostolado y oración tienen un punto de convergencia en la vida teologal, sobre todo en el amor. La fecundidad del apostolado seglar depende de la unión vital de los seglares con Cristo 163, que se nutre entre otros elementos

156 Gal 2,20. 157 Camino de P. de Valladolid, caps. 4 y sigs. 158 Ch. A. BERNARD, Contemplación, pp. 254-255; S. DE FIORES, Espiritualidad apostólica,

en Nuevo Dicciol1ario de Espil'ítualidad, pp. 79-84. Deda Pablo VI: «El apostolado per­dería sus raíces interiores, sus expresiones mejores y originales, sus más altas finalidades, si el apóstol no fuese hombre de oración y de meditación» (Alocución a los párrocos y cuatesmeros de Roma, 9 febrero 1970, en Ecclesia, 28 febrero 1970, p. 271); J. M. MESA, Contemplación y acción, en AA. VV., Contemplación, Madrid, 1973, pp. 405·412; H. SAN­SÓN, Espiritualidad de la vida activa, Barcelona, 1964; J. SUDBRACK, Prognosis de una futura espiritualidad, Madrid, 1972; F. Rmz SALVADOR, Caminos del Esplritu, Madrid, 1978, pp. 366-373.

159 AA 3.1. 160 LG 33.2. 161 AA 8.1. 162 AA 3.2. 163 AA 4.1.

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por la oraClOn personal. El amO!' a Dios vivido en la oraClOn conduce, por un lado, al amor de los hombres, sus hijos, cuyo bien desea y procura, y por otro, a la compenetración con la vo­luntad divina (voluntad salvífica que el orante hace suya de al­guna manera), con Dios SalvadO!', que entraña el plan salvador divino y postula colaboración en su realización. El apostolado auténtico estimula en el apóstol el hambre de O!'ación, consciente de que necesita, normalmente, caldear el cO!'azón en amor di­vino y vivir desde Dios su misión apostólica. El mismo aposto­lado ha de ser expresión de amor a Dios y al prójimo. El amor vivido en la acción apostólica llevará el anhelo de vivir su di­mensión Íntima personal en el trato directo y amoroso con Dios. «El apostolado, se ha escrito, produce directamente oración por su misma naturaleza: el mensaje que transmite, la persona de Cristo que representa, la finalidad salvífica que se propone» 164.

«El apostolado exige oración y la crea. Es decir, crea una ora­ción a su medida. Tenemos entonces la oración apostólica, asi llamada con toda propiedad porque tiene su origen y su cons­tante animación en el apostolado. Hay que evitar un equívoco desde el principio. No es oración utilitaria, sólo para poder tra­bajar mejor, coger fuerzas. Eso no sería oración teologal, ni ora­ción cristiana. La oración es alabanza, trato de amistad per­sonal» 165.

La oración compromete ante Dios y ante su Reino, y urge consiguientemente al apostolado dentro de la vocación de cada uno. Un apostolado que también el seglar puede hacer es el de la oración y el sacrificio 166.

Oración personal y compromiso temporal

El cristianO seglar ha de vivir su compromiso temporal desde una vida teologal y actuando su triple función sacerdotal, pro­fética y regia. Las enseñanzas del Vaticano II van por esta línea.

La oración personal ayudará al cristiano a vivir todo esto, lo mismo que el testimonio teologal de Cristo que ha de dar 167.

Por otra parte, la realización cristiana de este compromiso lleva

164 F. RUIZ SALVADOR, Camillos del Esplrittl, 2.' ed., EDE, Madrid, 1978, p. 322. 165 Ibid., p. 372. 166 AA 16.7. 167 LG .35.2; 41.7.

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consigo la vivencia de cierta oración personal. Ciertos aspectos esenciales de esta realización lleva, según creemos, implícita la oración personal. Dicha realización, además de ejecutar las ta­reas temporales, ha de realizarlas con espíritu evangélico, im­pregnarlas de él y ordenarlas a la gloria de Dios; ha de reali­zarlas restaurando, si es preciso, su relación a Dios y encua­drarlas en el designio divino. Por la oración personal se toma conciencia de esta realidad y se vive en unión personal 10 que objetivamente se está realizando 168. Congruente con la glorifica­ción objetiva que reflejan las cosas por sí mismas en su ser, acompañará la glorificación formal, libre y consciente de la peroo

sana que a través de las cosas alaba y glorifica al Creador y Redentol'.

El compromiso temporal es para el seglar lugar de encuentro con Dios; él es vocación de Dios y voluntad de Dios; allí Dios lo llama, lo convoca, lo espera. Allí, por su parte, el seglar ha de unirse a la voluntad divina, a Dios que quiere aquello; ha de glorificarle; ha de vivir el amor a Dios; a través de ello ha de caminar hacia la vida eterna y ha de santificarse. Viviendo consciente y amorosamente estas realidades vivirá en clima de oración. De este modo las realidades y tareas temporales se vi­ven como citas de Dios que son. En ellas el seglar se une a Dios, le escucha, le responde, vive con El y para El.

Por lo demás el mantenerse en esa visión sobrenatural y amoldar sus vivencias y comportamiento a ellas será fruto de la oración personal que actualiza la vida teologal cara a Dios e influye en su proyección hacia la vida y hacia las cosas. Por todo esto aparece que la oración del seglar no puede ser alie­nante, y habrá de estar ligada de alguna manera al compromiso temporal 169. La contemplación del cristiano no ha de contentarse con ver a Dios en las cosas y en las realidades terrenas; ha de impulsar a transformar lo que en ellas no esté conforme al de­signio divino y a perfeccionarlas en lo que sean perfectibles. Ello supone una visión actuante en fe de las cosas y una constatación de 10 imperfecto y desordenado que en ellas pueda existir 170.

168 LG 36; AA 7; 31,b. RODRíGUEZ, o. c., pp. 70-71. GS 72; AG 21.2; AA 5; LG 31.2; 34; 38; 17; AG 9.

169 Cfr. A. GiUDICI, Escatofagia, en Nuevo Diccionario de Espiritualidad, pp. 442-443. 170 Cfr. T. GOFFI, Mundo, en Nuevo Diccionario de Espiritualidad, pp: 995-997.

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ORACION PERSONAL

lB. ¿UNA ESPIRITUALIDAD DE LA ORACIÓN PERSONAL

CRISTIANA?

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Supuesta y asentada la importancia de la oraClOn personal para todo cristiano, teóricamente no cabe duda de que la vida cristiana puede ordenarse de manera que la oración personal ten­ga existencialmente un relieve y una cabida especiales dentro del conjunto 171. Puede darse, incluso, más o menos relieve en ello, cuando se la combina con otros elementos de la vida cristiana. Puede manifestarse esa especialidad de la oración por sus rit­mos, dando una mayor duración o una mayor freeuencia en su práctica; por la ordenación de los actos de la vida cotidiana en orden a favorecer la oración personal (lectio divina, silencio, re­cogimiento ... ); por su carácter más marcado de ideal inmediato con que se quiere vivir la vida cristiana, influyendo en toda ella a través de sus ramificaciones en orden a la vida concreta de cada día. El carácter -dentro de la ol'ación~ más o menos dirigido a la contemplación o a la acción, a lo escatológico o a lo encarnacionista, y las mismas modalidades que puede tener la oración personal en cada sujeto, parecen menos adecuados para formal' una espiritualidad oracional, si bien no quedan ex­cluidos totalmente, sobre todo en el caso de no ser tan radical la presencia o preferencia existencial de la oración en el con­junto de la vida. Todo ello puede ser consecuencia de un ca­risma 172. Sin embargo, creo que para una espiritualidad propia-

171 C. CATENA, Contemplazione e azione allraverso i secoli, en Carmelus, 15 (1968), 57-122. P. RIBES MONTANÉ, La oración del apóstol seglar consagrado, en AA. VV., Ora­ción y vida cristiana, Madrid, 1977, pp. 315-331. AA. VV., COlltemplación, Madrid, 1973. M. Cardo GoNzÁLEz MARTÍN, La vida contemplativa en la Iglesia y en la sociedad hoy, en AA. VV., Vida monástica femenina, Madrid, 1975, pp. 43-59. A. M. GOICHON, La vie contemplative est elle possible dans le monde?, Bruges, 1952. S. GATTO, Vita contem­plativa, alliva, mista, en Diz. Ene. Spiritllalíta, n, p. 2012-2020; F. Rurz SALVADOR, CamillaS del Espiritu, 2.' ed., EDE, Madrid, 1978, pp. 575-613. A. MATANIC, Spiritualita, en Diz. Ene. Spiritualita, n, pp. 1778-1780; cfr. también pp. 1780-1781 (con biblio­grafía). Sobre escuelas de espiritualidad: ]. DE GurBERT, Lecciones de teologla espiritual, Madrid, 1953, pp. 119-134. G. CANTINI, De spiritualibus scholis catholieis, en Antollia­IIU1I1, 19 (1944), 259-269. IDEM, Le seuole cattoliche di spiritualitil, en La Sellola Cat/oliea, 78 (1950), 103-125. S. PANI, I prineipi fondamentali delta spiritualita cat/olica secando le varíe scuole di spiritualita, Roma, 1954. Feliciano DE VENTOSA, Método para llegar a deetrmil1ar las diversas escuelas de espiritualidad, en Naturaleza y Gracia, 2 (1955), 133-150; Lucien Marie DE SAINT ]OSEPH, Ecole de spiritualité, en Dict. de Spirítualité, t. IV, 116-127. Pío xn, Radiomensaje a las Religiosas de clausura de todo el mUlldo (julio­agosto 1958), en Ecclesia, 1958, pp. 117-122, 145-149.

172 Cfr. A. GUERRA, Introducción, en ANÓNIMO, El peregrino rIlSO, 5." ed., EDE, Ma­drid, 1982, p. 40.

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mente dicha ha de añadirse la experiencia; de lo contrario se quedaría en una teoría espiritual.

El campo de la espiritualidad oracional experimentada en la Iglesia ha sido cultivado por las personas consagradas, sobre todo de las Ordenes contemplativas. Como escribe Bernard: «Los monjes han perpetuado su tradición hasta nuestros días, en que hemos visto surgir nuevas formas de vida contemplativa menos retiradas del mundo, como por ejemplo la de los Hermanos y Hermanitas de Jesús; más aún, incluso han vuelto a resurgir ciertas formas de eremitismo» 173. Hay también Institutos secu­lares. Tal es el de Notre Dame de Vie, fundado en Venasque (Francia) en 1932, que, sin ser únicamente contemplativo, da gran importancia en la formación y en la vida de los miembros a la oración. Ya Pío XII habló de una forma de vida contem­plativa privada, de personas consagradas en el mundo: «Pode­mos confirmar esta observación a propósito de un género de vida en el que se tiende a la perfección por los tres votos y de una manera privada, independiente de las formas canónicas pre­vistas en la Constitución apostólica Sponsa Christi, pero en la vida contemplativa. Sin duda que las condiciones exteriores ne­cesarias para este género de vida son más difíciles en la práctica que las de vida activa, pero a veces es posible encontrarlas. Es­tas personas no tienen protección de ninguna clausura canónica y practican la soledad y el recogimiento de manera heroica ( ... ). La Iglesia no desconoce tal forma de vida contemplativa, a la que otorga, en principio, su aprobación» 174.

En las mismas Ordenes contemplativas no todas dan la mis­ma importancia a la oración privada; como tampoco dan el mismo relieve a la oración litúrgica. Sus miembros vacan a Dios en el doble sentido del vocablo castellano: dedicarse enteramen­te a algo y cesar en las ocupaciones. Sus elementos: silencio, so­ledad, asidua oración, penitencia, trabajo, clausura. Aspectos teo­céntrico y trinitario, cristo lógico y pneumático, eclesial. Sus fun-

173 Contemplaci6n, en Nuevo Diccionario de Espiritualidad, p. 250. X. Pikaza ha con­siderado e interpretado diversos modelos de relación entre acción y contemplación, ora· ción y trabajo (modelos monacal, apostólico, liberador, de inserción activa en el mundo del trabajo). Cfr. PlKAZA, 25 temas de oraci6n. Para retiro espiritual y compromiso cris­tiano, Madrid, 1982, pp. 161-171.

174 Radiomensa;e, en Ece/esia, 1958, p. 118.

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ciones en la vida de la Iglesia: orante, fuente de vida y creci­miento, apostólica, epifánica o de signo. Recordemos finalmente su dimensión escatológica.

En general, puede afirmarse que todos los religiosos han dado marcada importancia a la oración personal 175.

175 pe 5·6.