Espiritualidad laical

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  • Espiritualidad laical Si nos acercamos por un momento a las narraciones de los Evangelios, podemos observar cmo Jess durante su vida introduce a sus discpulos en una forma nueva de vivir, en una manera nueva de relacionarse, en perspectivas inditas para contemplar los acontecimientos y los sucesos, para vigilarlos para darles solucin. En las vsperas de su pasin, transmite la confianza de que no les dejar solos, de que el Espritu seguir hablando de l. Y en su despedida despus de resucitado les hace el encargo, les da la misin: id por todo el mundo y anunciad el Evangelio, les hace partcipes de su propia misin: como el Padre me ha enviado, as tambin os envo yo. (cfr. Mc 16,15; Jn 20,21). O en el lenguaje de las parbolas: Id tambin vosotros a mi via ( Mt 20,4.7). En el lenguaje del tema que nos ocupa, diramos que espiritualidad y misin son dos caras de la misma moneda. La misin es el envo, el encargo; la espiritualidad, una forma de vida que transparenta la familiaridad con los sentimientos de Jess, sus modos de hacer y mirar, de relacionarse con los hombres y con Dios. En el libro de los Hechos de los Apstoles vemos cmo se va realizando esta proclamacin de la Buena Noticia y cmo van naciendo las primeras comunidades. La dimensin comunitaria de la fe aparece desde el inicio ligada a la misin y al sostenimiento de la forma de vida orientada por el espritu de Jess. Los cristianos se reconocen como hermanos, tal como Jess haba dicho: todos vosotros hermanos (Mt 23,8). Realizan obras de caridad (cfr. Hc 4,34-37), hacen oracin (cfr. Hc 12,12). En los textos hay nombres propios, hay nombres de profesiones diversas: mdicos, comerciantes; hay esclavos y seores y esclavos, en fin gentes de toda condicin: hombres y mujeres, matrimonios, viudas, clibes. El final de la Carta los Romanos (16, 5-13) es un ejemplo muy bello de cmo en una comunidad cada persona es importante, todos los colaboradores se han fatigado de distintos modos en su implicacin por extender la buena noticia del Seor. La misin de evangelizar no es una tarea de individuos aislados, el encargo se recibe como miembros de un solo cuerpo, sabiendo que uno slo es el Seor, y que lo que a cada uno se le ha dado es para la utilidad comn (1Cor 12,4-7). Amigos de Jess, miembros de un pueblo santo, templos vivos, que sabindose unidos fuertemente a Cristo, como los sarmientos a la vid, van tomando conciencia a impulso del Espritu de ser y estar en el mundo al modo de la sal y al modo de la luz. El envo a realizar esta misin de la buena noticia con la palabra y con la vida, es recibida como una vocacin a participar de la santidad de Dios. Hoy, despus del Vaticano II, comprendemos bien unas palabras de San Gregorio Magno recogidas en la exhortacin post-sinodal Christifideles laici, quien, predicando al pueblo, comenta de este modo la parbola de los obreros de la via: Fijaos en vuestro modo de vivir, queridsimos hermanos, y comprobad si ya sois obreros del Seor. Examine cada uno lo que hace y considere si trabaja en la via del Seor (ChLn. 2). Es decir, participar en la misin evangelizadora es inseparable de nuestra espiritualidad, que no es otra cosa que nuestro modo de vivir, y de actuar a impulso del Espritu. (ChL n. 2).