Espiritualidad Para La Formación de La Vida Consagrada

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  • Ciberteologia - Revista de Teologia & Cultura - Ano VI, n. 31 1

    Espiritualidad para la formacin de la

    vida consagrada contempornea

    Madeline Pozzebon*

    Resumen: El objetivo del presente trabajo es delinear trazos para una espiritualidad

    que responda a las ansias y necesidades de las personas que buscan integrarse en la

    vida consagrada en el contexto de vida contemporneo. Identificar posibles

    dificultades en el cultivo de una espiritualidad encarnada en la Palabra y en la praxis

    de Jesucristo en el cotidiano. Ofrecer bases tericas para reflexin, ahondamiento y

    presentacin de una espiritualidad basada en la persona de Jesucristo, con base en

    documentos ofrecidos por el Magisterio de la Iglesia. Despertar para el ejercicio de

    una vida espiritual personal y comunitaria con insercin en la vida eclesial, en el

    camino de la formacin para la vida consagrada en los das actuales.

    Palabras-clave: Espiritualidad, Jesucristo, vida consagrada, praxis de vida.

    Introduccin Se constata en la realidad actual cierta bsqueda por el espacio religioso. Buscar, sin

    embargo, no significa ahondarse en experiencia o conocimiento. Siendo la vida consagrada

    un estado de vida, que propicia y requiere una vida de espiritualidad basada en la persona

    de Jesucristo, se siente la necesidad de presentarle a los que la buscan un camino que

    contribuya para la integracin de la persona con la realidad que la misma vive en el

    cotidiano.

    En este trabajo se pretende reflexionar sobre nuevos paradigmas que se presentan en

    el contexto actual y que interfieren en cuanto al crecimiento, comprensin, maduracin y

    * Cursando la maestra en Teologa (rea: Teologa y Evangelizacin) en la Pontificia Universidad

    Catlica de Paran. E-mail: [email protected].

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    fortalecimiento de la vida espiritual que envuelve la vida consagrada. Se busca identificar

    factores que contribuyan y que dificulten la prctica de la vivencia de una espiritualidad

    renovadora para que esta sea capaz de, delante de nuevos candidatos y miembros efectivos

    de este estado de vida, atraer, permear y fijar races en la prctica evanglica de Jesucristo.

    Rescatando esos factores, se buscar delinear trazos de una espiritualidad que conduzca a la

    esencia vivir segn la praxis de Jesucristo, y clarifique el sentido de lo que es vivir la vida

    entregada por una causa que presupone perder todo para recibir a cambio el cntuplo. Pero

    no recibirlo en esta vida (Mc 10,17-31), concepto contrario al que rezan las ofertas y

    prcticas en el cotidiano.

    La realidad Nuestro tiempo tiene como caractersticas el avance de las ciencias con

    investigaciones y descubrimientos genticos, la ciberntica, la globalizacin y

    neoliberalismo, el relativismo y sincretismo religioso. La comunicacin es rpida, precisa y

    eficiente, nos permite contactos con los ms diversos lugares del planeta y con un nmero

    diversificado de personas.

    El ltimo documento elaborado por el Consejo Episcopal Latino-Americano (Celam),

    conocido como Documento de Aparecida, apunta los desafos del cotidiano diciendo:

    [...] se abre paso para un nuevo perodo de la historia con desafos y exigencias, caracterizado

    por el desconcierto generalizado que se propaga por nuevas turbulencias sociales y polticas,

    por la difusin de una cultura lejana y hostil a la tradicin cristiana, por la emergencia de

    variadas ofertas religiosas, que tratan de responder, a su manera, a la sed de Dios que

    manifiestan nuestros pueblos (n. 10).

    En ese contexto, se constatan situaciones dolorosas y desoladoras de hambre,

    enfermedades, pobreza, la miseria y falta de dignidad humana en que se encuentra el mayor

    nmero de la poblacin mundial. Juan Pablo II explicaba tal realidad ya en el inicio del

    tercer milenio:

    Nuestro mundo comienza el nuevo milenio, cargado de las contradicciones [...], que ofrece a

    pocos afortunados grandes posibilidades, dejando no slo a millones y millones de personas

    al margen del progreso, sino a vivir en condiciones de vida muy por debajo del mnimo

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    requerido por la dignidad humana. [...] El panorama de la pobreza puede extenderse

    indefinidamente, si a las antiguas aadimos las nuevas pobrezas, que afectan a menudo a

    ambientes y grupos no carentes de recursos econmicos, pero expuestos a la desesperacin

    del sin sentido, a la insidia de la droga, al abandono en la edad avanzada o en la enfermedad,

    a la marginacin o a la discriminacin social. [...] (Novo Millennio Ineunte, n. 50).

    Diariamente, se oye hablar de estrs, depresin, ansiedad, soledad y suicidios. Se

    prefiere vivir da a da, sin programas a largo plazo ni apegos personales, familiares y

    comunitarios. Las relaciones humanas se consideran objetos de consumo [...] (DAp, n. 46).

    Se percibe que, cuanto ms las personas viven en medio a grandes masas, ms se sienten

    solas, sin alguien para compartir la vida, el trabajo, lo que ven, sienten y experimentan.

    Es grande el nmero de las personas que dicen que en determinados momentos de la

    vida no encuentran, o no poseen, un amigo, o alguien para escucharlas; se quejan de que la

    vida es cada vez ms vaca, triste, solitaria y sin sentido delante de un mundo pleno de

    ofertas coloridas y envolventes. Lejos de llenar el vaco que en nuestra conciencia se

    produce por la falta de un sentido unitario de la vida, en muchas ocasiones la informacin

    transmitida por los medios slo nos distrae (DAp, n. 38). La rapidez de los medios de

    comunicacin produce el vaco y la no satisfaccin con el momento presente. El ansia por

    lo que todava no se posee se apodera de las personas que salen a buscar la certeza que no

    encuentran. Se percibe que el consumo que se introduce a la fuerza como necesidad bsica

    no es capaz de sustituir la necesidad del encuentro facial entre las personas, lo que es

    prioritario para mantenernos y volvernos ms humanizados.

    Este es el mundo real con el que nos deparamos, y la expresin ms comn es: el

    mundo est pasando por una crisis, crisis de valores, de ideas, de comportamientos, de

    tica. Esta nueva escala mundial del fenmeno humano trae consecuencias en todos los

    mbitos de la vida social, impactando la cultura, la economa, la poltica, las ciencias, la

    educacin, el deporte, las artes y tambin, naturalmente, la religin (DAp, n. 35). Aqu ni

    detallamos las consecuencias en los sectores de trabajo, de convivencia personal y familiar.

    Pero esta crisis no estara ligada al cambio constante que nosotros, seres humanos,

    vivenciamos cada da, por ser seres inacabados y siempre vidos de cambio, por aun

    cambiando constantemente nuestras ideas, comportamientos y actitudes? Con todo, tambin

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    es oportuno el cuestionamiento al respecto de los rumbos que damos a las crisis. Se sabe

    que lo realizado hoy ser la causa idealizadora del maana.

    Y la vida consagrada? Delante de las intemperies del mundo, la vida consagrada tambin conoci las

    dificultades provocadas por las crisis, pues quien busca perfeccionarse constantemente se

    depara con dudas, incertezas e incomprensiones, aun sabiendo que las mismas contribuyen

    para el crecimiento y la madurez. Es cierto que delante de los cambios ocasionados por la

    bsqueda del desarrollo interno y externo existe quien acoger o renegar, quien edificar o

    crear barreras. La vida consagrada, como institucin, no niega que:

    En estos aos de renovacin, [...] ha atravesado, como tambin otras formas de vida en la

    Iglesia, un perodo delicado y duro [...] un perodo no exento de tensiones y pruebas, en el

    que experiencias, incluso siendo generosas, no siempre se han visto coronadas por resultados

    positivos. [...] (Vita Consecrata, n. 13).

    Se sabe que tales experiencias acompaan las ms diferentes realidades y

    circunstancias de la vida y no sera diferente en el mbito de la vida consagrada. Aun

    porque, arriesgar por cosas nuevas, por lo diferente, siempre causa cierto impacto, recelo,

    desconfianza e inseguridad, hasta que lo diferente propio cree su espacio y muestre con el

    tiempo la ventaja que produce para quien lo acepta y coloca en prctica lo que trae a la

    superficie.

    Es en ese contexto donde encontramos la vida consagrada, una institucin que siente

    siempre el impacto de las transformaciones que se realizan en la humanidad, en la sociedad,

    tanto civil, como religiosa. Eso a partir de sus propias estructuras y caractersticas

    particulares de vivir la vida cotidiana y de colocar en prctica el sentido por el cual existe:

    ser seal y anuncio del Reino de Dios predicado, anunciado y vivido por Jesucristo. El

    documento Vita Consecrata, dedicado especialmente a las personas del estado de la vida

    consagrada, enfatiza que

    el fundamento evanglico de la vida consagrada se debe buscar en la especial relacin que

    Jess, en su vida terrena, estableci con algunos de sus discpulos, invitndoles no slo a

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    acoger el Reino de Dios en la propia vida, sino a poner la propia existencia al servicio de esta

    causa, dejando todo e imitando de cerca su forma de vida (Vita Consecrata, n. 14).

    En esa relacin estricta con el Maestro que llama y que enva, la vida consagrada

    encuentra su verdadero sentido de ser y actuar. La persona de Jesucristo, aquel que en todo

    supo realizar la voluntad de aquel que lo envi, su Padre, es el mentor y propulsor de la

    necesidad de transformar en accin la experiencia realizada en el encuentro con l.

    Dificultades en el camino Una situacin que aparentemente no se presenta contradictoria, mas que

    cotidianamente suscita cuestionamientos e inquietudes, ya sea de quien hace parte de la

    vida consagrada, o de quien en ella inicia una experiencia de vida, es la cuestin de como

    cultivar y mantener viva una espiritualidad verdadera y encarnada en la persona de

    Jesucristo. El cuestionamiento persiste cuando se busca, a travs de esa espiritualidad,

    asentar una prctica de vida personal en un mbito comunitario y social de acuerdo con la

    Palabra y la praxis de Jesucristo en tiempos que se presentan bajo los efectos de la

    ideologa dominante, que alude un modelo de vida individual, marcado por la competicin

    profesional, esttica corporal, ropa de marca, necesidad de aparatos electrnicos y todo

    aquello que satisfaga las necesidades del placer personal. Por eso que el proyecto de una

    vida que transciende en favor del otro parece ya no tener espacio.

    Para intentar responder a esa realidad cuestionadora y vida por resoluciones

    prcticas y rpidas, muchos apuntan caminos que traeran soluciones mgicas. Se puede

    inclusive citar la invasin de mtodos de orientacin para relajamiento, concentracin,

    introspeccin, bsqueda de equilibrio interior, los cuales, ofrecidos para cultivar una vida

    saludable a travs de una espiritualidad extica, propician, sin duda, de modo inmediato,

    alivio, relajacin, longevidad, consuelo espiritual y emocional, sin embargo no hacen otra

    cosa sino satisfacer el ego ante el vaco existencial que asalta la vida humana en nuestros

    tiempos. Surgen dudas, se declaran crticas, en fin, hay discusiones, tanto de parte de

    algunos miembros de la vida consagrada como de quien no hace parte de ella, con relacin

    a esa avalancha espiritual comercial que ofrece las ms variadas posibilidades de

    aventurarse por los caminos de la vida espiritual.

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    Entre jvenes o inclusive entre personas de ms experiencia, se escuchan las

    dificultades de adaptarse a los antiguos mtodos de ejercicio espiritual, hechos de silencio,

    concentracin, lectura, reflexin, comparacin del texto con la realidad, cuestionamientos

    que se reflejaran en la accin en la vida diaria. Hoy, no sera de extraar si esos pasos se

    sealaran como dificultades o como barrera para el ejercicio de una espiritualidad adecuada

    al cotidiano, que exige conexiones ininterrumpidas con los medios electrnicos de

    comunicacin. Por ejemplo: difcilmente encontramos quien se dedica todava totalmente

    apenas a una actividad sin dar la debida atencin a un telfono celular. La realidad exige

    conexin y comunicacin inmediatas.

    Objetivar los trazos de una verdadera espiritualidad ciertamente requiere apertura del

    propio ser. Segundo o Documento de Aparecida (n. 284),

    es necesario formar a los discpulos en una espiritualidad de la accin misionera, que se basa

    en la docilidad al impulso del Espritu, a su potencia de vida que moviliza y transfigura todas

    las dimensiones de la existencia. No es una experiencia que se limita a los espacios privados

    de la devocin, [...].

    La cita ensea que la accin misionera del discpulo se constituir por la constante

    docilidad al Espritu. El impulso del Espritu es siempre nuevo, transformador y capaz de

    renovar. Comenzamos a constatar que el camino espiritual exige un contacto ntimo con la

    persona de Jesucristo y su Espritu, que se convierten, en la vida del discpulo, en los

    orientadores para la vida de interiorizacin y accin.

    De hecho, se puede considerar un problema aceptar que el proyecto, la Palabra y la

    praxis de Jesucristo pasen por la interiorizacin del propio Yo para, entonces, convertirse

    en accin concreta. Que por el hecho de mantenerse en silencio, concentracin y

    meditacin bajo la inspiracin de la Palabra de Dios se abre espacio para que el Espritu

    conduzca a acciones en pro de la mayora de la poblacin que vive una situacin

    degradante. Despus, el problema gira en torno de aceptar y creer que una verdadera

    espiritualidad se forma a partir de la accin divina para ser ejercida en favor de los dems.

    O sea, hay dificultades en creer que a travs de la praxis espiritual personal o ejercida en la

    comunidad, tanto eclesial como social, hace diferencia en el empeo en situaciones que

    requieren actitudes a favor de la defensa de la vida y de la dignidad humana. No se puede

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    negar que por la docilidad al Espritu surgir una praxis de vida capaz de movilizar y

    transformar dimensiones y motivaciones del por qu ser y existir como seres humanos que

    somos y por eso la experiencia espiritual no se limita a un intimismo particular. El Espritu

    se hace or en el ntimo para que la persona pueda percibir mejor lo que clama a su alredor

    para, entonces, buscar como puede responder a aquello que le despierte inquietud.

    Otro problema surge delante de la necesidad de callar el propio ego para establecer un

    dilogo con lo Divino, creando espacio para escucharse y escuchar al otro. Se puede

    afirmar que esos son problemas a ser enfrentados en el contexto del mundo que se

    postmoderniza, donde se confunde individualidad e individualismo del ser, lo que

    constituye un gran desafo a ser vencido en el campo espiritual. El individualismo debilita

    los vnculos comunitarios y propone una radical transformacin del tiempo y del espacio,

    dando papel primordial a la imaginacin. [...] (DAp, n. 44). La prctica de la espiritualidad

    no excluye la individualidad de la persona, que fortalece el carcter de la accin personal e

    individual del ser. Ciertamente, la individualidad espiritual no puede ser confundida apenas

    con momentos de fuerte sentimentalismo o de sensaciones agradables que pasan por el

    cuerpo. La imaginacin puede contribuir para la creatividad, mas no es posible vivir sobre

    sus bases. La vida, en lo que se presenta de concreto, precisa corresponder adems del

    factor imaginacin, o sucumbir.

    Pero al final, qu es vivir, hoy, en los caminos de la vida consagrada, una

    espiritualidad que responda a las ansias de la vida cotidiana, que algunos caracterizan como

    Postmoderna, y que est de acuerdo con la Palabra y la prctica de Jesucristo? Qu

    sentidos pueden ser atribuidos a ella? Cules son los caminos apuntados para el

    crecimiento y madurez de los miembros de las comunidades religiosas, de las instituciones

    de vida consagrada, de los nuevos miembros que buscan tal estilo de vida?

    Esas indagaciones, de cuo religioso, que envuelven la vida consagrada precisan ser

    reflexionadas y debatidas, as como otros asuntos que envuelven el medio moderno, con sus

    influencias Postmodernas. Las ciencias se preocupan en dar respuestas a las situaciones

    existenciales que envuelven la humanidad en el cotidiano. Del mismo modo, es necesario

    presentar de forma renovada la valorizacin del medio religioso, en la bsqueda de la

    comprensin de las cuestiones emergentes que lo envuelven.

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    Caminos generadores de espiritualidad Iniciamos este trabajo observando la situacin general de la realidad y destacamos

    algunas dificultades de la vida cotidiana. Se percibe que las mismas conturban la prctica

    de una espiritualidad activa, personal y comunitaria dentro del mbito de la vida

    consagrada.

    En el intento de delinear tales pistas que respondan a las ansias de nuestros tiempos,

    abordamos directamente el Documento de Aparecida, documento actual que trata

    directamente de la realidad que nos afecta como prctica de vida cristiana y eclesial. A

    partir del referido Documento, apuntaremos posibles salidas para la concretizacin de la

    praxis de una espiritualidad basada en la persona de Jesucristo, pues la vida consagrada no

    se encuentra fuera de la realidad que vive la Iglesia.

    El Documento de Aparecida (n. 11) presenta directamente puntos cruciales que

    necesitan de atencin para llegar a los cambios anhelados:

    [...] Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra

    historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discpulos y

    misioneros. Ello no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hombres y

    mujeres nuevos que encarnen dicha tradicin y novedad, como discpulos de Jesucristo y

    misioneros de su Reino, [...].

    Para el Documento de Aparecida, el ansia que traer transformacin es el rescate de

    la novedad del Evangelio para darle nuevo impulso. Es buscar producir ramas nuevas del

    viejo tronco existente. El gran desafo anunciado que urge es convertirse en discpulos

    misioneros de Jesucristo. La consciencia de que somos discpulos de alguien nos coloca a

    camino y por eso nos volvemos seguidores y, en la conviccin, discpulos misioneros.

    Quien se presenta en el camino del discipulado sabe que ese alguien de quien debe ser

    discpulo es el propio Cristo.

    Conocer el referencial que nos predispone para el seguimiento en el discipulado se

    vuelve el compromiso para realizar una nueva misin. La oracin personal y comunitaria

    es el lugar donde el discpulo, alimentado por la Palabra y por la Eucarista, cultiva una

    relacin de profunda amistad con Jesucristo y busca asumir la voluntad del Padre. [...]

    (DAp, n. 255). El discpulo, por la intimidad en la oracin personal, crecer en el amor a su

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    Maestro. All aprende, conoce, ama y practicar lo que experiencia. Comunitariamente,

    puede compartir lo que lo mueve para ejercer tal misin confiada por la voluntad divina.

    Ambas contribuyen para el no aislamiento en una espiritualidad intimista y para no perder

    la referencia principal que debe conducir el ideal de la vida consagrada.

    La experiencia del encuentro con la persona real del Cristo es fundamental para que

    el discpulo se sienta llamado, convocado y enviado en una misin. El discpulo convencido

    de que realiz el encuentro con su Maestro no abandona su misin. Eso se vuelve parte

    esencial de la vida y experiencia espiritual. En la vida consagrada, se considera necesario

    un itinerario espiritual para que todo ese proceso se concretice. Tal itinerario no se realiza

    distante de la persona, de las palabras y actitudes de Cristo. La intimidad con el Maestro

    ayudar para que el discpulo no se pierda o se desve del camino propuesto a ser seguido.

    La experiencia del encuentro con la Palabra, con el sentir la voz de aquel que habla a

    los odos del corazn, llevar adelante el impulso para convertirse en un instrumento de la

    misin por todo el mundo.

    La Iglesia debe cumplir su misin siguiendo los pasos de Jess y adoptando sus actitudes (cf.

    Mt 9,35-36). l, siendo el Seor, se hizo servidor y obediente hasta la muerte de cruz (cf. Fl

    2,8); siendo rico, eligi ser pobre por nosotros (cf. 2Cor 8,9), ensendonos el itinerario de

    nuestra vocacin de discpulos y misioneros. [...] (DAp, n. 31).

    Esa actitud de servicio de Cristo, de olvidarse de s mismo y disponerse por una

    causa, es un clamor que se hace or. Servir sin requisitos particulares de atencin sobre s

    mismo.

    Nos preguntamos acerca de nuevos caminos, pero parece que estos ya existen. Se

    trata de convertir en nuevo lo que ya poseemos en nuestras manos y en nuestras vidas.

    Aqu est el reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para

    promover y formar discpulos y misioneros que respondan a la vocacin recibida y

    comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegra, el don del encuentro con

    Jesucristo. [...] (DAp, n. 14). Ser un fiel seguidor, sentirse el discpulo amado, amar el

    camino de vida elegido y convertirse en el discpulo misionero de aquel que hizo la

    invitacin para ponerse a camino. Esas parecen ser indicaciones de un itinerario que

    compone la trayectoria espiritual que tanto se anhela para nuevos tempos.

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    En este itinerario espiritual que comienza a ser trazado, el discpulo experimenta que

    la vinculacin ntima con Jess en el grupo de los suyos es participacin de la Vida salida

    de las entraas del Padre, es formarse para asumir su mismo estilo de vida y sus mismas

    motivaciones (cf. Lc 6,40b), correr su misma suerte y hacerse cargo de su misin de hacer

    nuevas todas las cosas (DAp, n. 131). Jesucristo es el nuevo, es el actual, es la novedad

    que el Evangelio trae y que debe ser puesta en el centro de nuestras vidas. l se manifiesta

    como novedad de vida y misin en todas las dimensiones de la existencia personal y social

    (DAp, n. 13). l es la semilla y el fruto de nuestras actitudes. Cuando la semilla de Cristo es

    semilla sembrada, cultivada y germinada por nuestra vida y nuestra accin, entonces

    estaremos siendo sus verdaderos discpulos. Estaremos convirtindonos en verdaderos

    misioneros que ya no hablan solamente por palabras, sino principalmente a travs de

    testimonios. Eso explica la necesidad de la experiencia espiritual personal en la vida del

    discpulo.

    El Documento de Aparecida tambin refuerza la necesidad de la integracin entre

    actitud personal y actitud comunitaria en la vida del discpulo. La necesidad de concretizar

    la vida de espiritualidad, en lo que respecta a la vida personal, en el comportamiento

    cotidiano. Hacemos referencia a esa necesidad ya que el propio Documento resalta la

    importancia del empeo de los jvenes de las casas de formacin para el empeo pastoral,

    pues

    las experiencias pastorales, discernidas y acompaadas en el proceso formativo, son

    sumamente importantes para corroborar la autenticidad de las motivaciones en el candidato y

    a ayudarle a asumir el ministerio como un verdadero y generoso servicio, en el cual el ser y el

    actuar, persona consagrada y ministerio, son realidades inseparables (n. 322).

    Las experiencias de la accin cotidiana son elementos colaboradores para confirmar

    las disposiciones de un discpulo para el servicio del Reino y de un candidato para el estado

    de la vida consagrada. El ser y el actuar de la persona, cuando caminan juntos, reflejan las

    seales positivas de una vida que convergen para el mismo fin. Enfocando el lado

    espiritual, la actitud se reflejar, tanto en el ser, como en la accin de la persona.

    As, la vida en el Espritu no nos cierra en una intimidad cmoda, sino que nos convierte en

    personas generosas y creativas, felices en el anuncio y el servicio misionero. Nos vuelve

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    comprometidos con los reclamos de la realidad y capaces de encontrarle un profundo

    significado a todo lo que nos toca hacer por la Iglesia y por el mundo (DAp, n. 285).

    Un camino verdadero de espiritualidad, ciertamente, es volver a Cristo presente en

    nuestro cotidiano a travs de nuestra vida, de nuestra accin, de nuestro trabajo, de nuestra

    solidaridad. La oracin personal, que consigue convertirse en accin concreta, hace que el

    Evangelio se vuelva vivo en el cotidiano.

    Por eso, la santidad no es una fuga hacia el intimismo o hacia el individualismo religioso,

    tampoco un abandono de la realidad urgente de los grandes problemas econmicos, sociales y

    polticos de Amrica Latina y del mundo y, mucho menos, una fuga de la realidad hacia un

    mundo exclusivamente espiritual (DAp, n. 148).

    Cuando logramos dirigirnos a las personas que estn a nuestro lado sonriendo,

    trabajando, caminando, cayndose, durmiendo por el piso o pidiendo nuestra ayuda,

    estaremos reviviendo a Cristo. Entonces, la espiritualidad cristiana ser viva, ser

    anunciadora de paz, de unin, de fuerza de hermanos que unen las manos para vivir en

    igualdad.

    La espiritualidad que consigue ultrapasar el lmite impuesto por sistemas consumistas

    e individualizantes puede ser considerada la espiritualidad que busca mantener vivo a

    Cristo y su proyecto de vida. Su Reino se estar concretizando a travs de sus discpulos

    misioneros. La experiencia de un Dios uno y trino, que es unidad y comunin inseparable,

    nos permite superar el egosmo para encontrarnos plenamente en el servicio al otro. La

    experiencia bautismal es el punto de inicio de toda espiritualidad cristiana que se funda en

    la Trinidad (DAp, n. 240).

    Existe la necesidad de hacer la experiencia de sentirse parte, y parte actuante, no slo

    de un proyecto, sino tambin de la vida de la persona que propone el proyecto a ser

    ejercido. Como dice el Documento de Aparecida, refirindose a la experiencia de los

    discpulos con el Maestro: sin olvidar nunca el encuentro ms importante y decisivo de su

    vida que los haba llenado luz, de fuerza y de esperanza: el encuentro con Jess, su roca, su

    paz, su vida (DAp, n. 21). Se entiende que la experiencia debe partir del encuentro

    personal, que no es experiencia individualista, sino que de la particularidad se debe partir

    para el todo. De la experiencia individual surge la necesidad de compartir y ampliar la

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    experiencia para con los dems, para, de este modo, formar la comunidad. Entonces la

    espiritualidad no abarca apenas el ser ntimo de la persona, sino que de esa experiencia

    ntima se desborda en actitudes concretas. La percepcin de las necesidades alrededor

    transforma la oracin en accin.

    Consideraciones finales No se deja de reconocer aqu que la vida consagrada, aun haciendo parte de esta

    institucin milenaria que es la Iglesia, a veces camina de modo tmido. Vemos, sin

    embargo, que ha buscado su espacio, ha dado pasos significativos en la bsqueda de la

    comprensin de s misma. Voces que luchan por el reconocimiento que la vida consagrada,

    en especial la femenina, merece y debe ocupar por derecho, no se callan y abren caminos de

    esperanza. Muestran que este estilo de vida no es el de una institucin que camina para la

    quiebra, sino de un grupo que cree en la posibilidad de soar juntos para llegar a la

    concretizacin de una realidad posible de ser vivida, buscando encontrar mejores

    soluciones para los conflictos cotidianos. Juan Paulo II, explicando la finalidad de la

    exhortacin apostlica Vita Consecrata para los estilos de vida religiosa en el mundo, ha

    dicho: [...] es preciso ms bien comprometerse con nuevo mpetu, porque la Iglesia

    necesita la aportacin espiritual y apostlica de una vida consagrada renovada y fortalecida

    [...] (n. 13). Con mpetu y vigor vendr la renovacin.

    Esas reflexiones nos conducen a concluir que el ejercicio de la espiritualidad en la

    vida consagrada es indispensable para la formacin de un discpulo misionero y que la

    espiritualidad solamente se convertir en un camino concreto de interiorizacin y accin a

    partir de los frutos que florezcan de la experiencia personal y comunitaria del discpulo en

    la vida de insercin eclesial y social. Como discpulos de Jesucristo, nos sentimos

    interpelados a discernir los signos de los tiempos, a la luz del Espritu Santo, para

    ponernos al servicio del Reino, anunciado por Jess, que vino para que todos tengan vida y

    para que la tengan en plenitud (Jo 10,10) (DAp, n. 33). Muchos signos surgen luminosos,

    pero pueden ofuscar la visin, como constatamos en la reflexin. Interpretados a la luz del

    Espritu Santo, cuando es realmente escuchado, los signos sern luces de seguridad para

    seguir el camino.

  • Ciberteologia - Revista de Teologia & Cultura - Ano VI, n. 31 13

    Una espiritualidad que busca volver a Jesucristo vivo y encarnado en la realidad es

    una espiritualidad de accin renovadora. Ser impulsada por el Espritu y poseer apertura

    para permitir su accin. No permitir paralizarse por eventuales dificultades que puedan

    presentarse en el cotidiano. Sabr superarse como necesidad de expandir la misionariedad,

    a la cual se siente convocado por ser discpulo.

    La realidad vigente clama por transformaciones concretas, rpidas y radicales, sobre

    todo cuando hay nuevos candidatos que buscan la vida religiosa como un estilo de vida

    propio. Por eso la cuestin insistente no se agota en estas pocas lneas de reflexin. Lo que

    se tiene para ofrecer, para responder a la nueva demanda en el rea de la vivencia de una

    espiritualidad encarnada en la persona y en la praxis de Jess en nuestros tiempos no

    aquieta el cuestionamiento que continuar surgiendo. Pues el propio ejercicio de la

    espiritualidad no es algo esttico, sino que demanda siempre nuevas formas de vida y

    accin en el cotidiano.

    Bibliografa CELAM. Documento de Aparecida. 7. ed. So Paulo: CNBB/Paulus/Paulinas, 2008.

    JOO PAULO II. Novo Millennio Ineunte. Disponible en:

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    ______. Vita Consecrata. Disponible en:

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