ESPIRITUALIDAD PARA LA LIBERACIÓN BENHUR RODRIGO …

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1 ESPIRITUALIDAD PARA LA LIBERACIÓN BENHUR RODRIGO NAVARRO ABRIL, S.J Trabajo de Grado Directora Edith González Bernal PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAL DE TEOLOGÍA CARRERA DE TEOLOGÍA BOGOTÁ, D.C 2013

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ESPIRITUALIDAD PARA LA LIBERACIÓN

BENHUR RODRIGO NAVARRO ABRIL, S.J

Trabajo de Grado

Directora

Edith González Bernal

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAL DE TEOLOGÍA CARRERA DE TEOLOGÍA

BOGOTÁ, D.C 2013

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TABLA DE CONTENIDO

INTRODUCCIÓN……………………………………………………….…………………5

CAPÍTULO 1

1.1. LA PRAXIS COMO PUNTO DE PARTIDA DE LA REFLEXION……………22

1.1.1. EL SUJETO DE UNA PRAXIS…….…………………………………….....22

1.1.2. LA PRAXIS…………………………….……………………………….………..25

1.2. CATEGORÍAS ESPECÍFICAS DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN...29

1.2.1.DIOS Y LA OPCIÓN PREFERENCIAL POR LOS POBRES……….30

1.2.2.JESÚS Y EL REINO DE DIOS…………………………………………...33

1.2.3.EL ESPÍRITU SANTO Y LA GRACIA LIBERADORA……………….39

1.2.4.TEOLOGÍA DE Y PARA UNA ESPIRIRTUALIDAD DE LA

LIBERACIÓN…………………………………………………………...….43

CAPÍTULO 2

2.LA ESPIRITUALIDAD DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN……….…....47

2.1.ORACIÓN Y ACCIÓN…….…………………………………………….…......50

2.2.DIOS EN LA REALIDAD DE LOS POBRES…………………………….…54

2.3.INDIVIDUO, COMUNIDAD Y PUEBLO…………………………………...58

2.4.RELACIÓN INTERPERSONAL CON EL POBRE………………………….61

2.5.AMOR Y LIBERTAD………………………………………………………........65

CAPÍTULO 3

3.UNA ESPIRITUALIDAD QUE VIVENCIA UNAECLESIOLOGÍA DE LA

LIBERACIÓN……………………………………………………………………….............70

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3.1.LA MISIÓN DE LA IGLESIA Y LA OPCIÓN PREFERENCIAL POR LOS

POBRES………………………………………………………………………………..71

3.2.EL MODELO DE IGLESIA: LA IGLESIA DELOS POBRES….........76

3.3.ECLESIOLOGÍA DE Y PARA UNA ESPIRIRTUALIDAD DE LA

LIBERACIÓN………………………………………………………………………….82

CONCLUSIONES……………………………………………………………..............86

BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………………95

5

LA ESPIRITUALIDAD DE LA LIBERACIÓN: UNA DIMENSIÓN INTERIOR

INTRODUCCIÓN

Este trabajo de Grado hace eco a las palabras del Concilio Vaticano II que, en la

Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Actual, declara lo siguiente: “Los

gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo,

sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas

y angustias de los discípulos de Cristo.”1 Esto nos pone en el camino de una Iglesia que

se identifica con las alegrías y las tristezas, que son objeto de estudio y reflexión en

este trabajo.

Para el objetivo que nos proponemos, se indagará acerca de los rasgos fundamentales

de la dimensión interior que constituyen la denominada espiritualidad de la liberación.

Ahora bien, este ejercicio reflexivo está orientado por los teólogos de la liberación y

particularmente, por una lectura cuidadosa de los escritos de Gustavo Gutiérrez

especialmente en su obra: “Beber en su propio pozo.” Para Gutiérrez, la espiritualidad

es “una manera de ser cristiano.”2 La Espiritualidad no se refiere únicamente a aquellas

prácticas que son llamadas comúnmente “prácticas espirituales,” como, por ejemplo, la

oración o la Dirección Espiritual. Es más bien la forma como se fundamenta, en una

experiencia de encuentro con Jesús y se expresa en una forma de vida, una manera de

ser y de estar.

1 Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el Mundo Actual. Num:299. 2 Gutiérrez, Beber en su Propio Pozo, 53.

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La espiritualidad es el dinamismo que invita y llama al cristiano a vivir según el Espíritu

y a reconocer en Jesús la fuente y posibilidad de caminar bajo la acción del Espíritu.

De esta manera, la espiritualidad se evidencia mediante una vida en comunidad, en

solidaridad y compromiso especialmente con los pobres y marginados. En sus obras,

Gutiérrez señala dos aspectos fundamentales de esta espiritualidad: la Revelación, el

hecho salvífico, la gracia, el don y la iniciativa divina de encuentro; y el otro aspecto: el

proceso humano subjetivo de conversión, de apertura a la acción de Dios y a la

apropiación personal de una vida en solidaridad y entrega. En este sentido, la

espiritualidad está configurada por actitudes. La espiritualidad es “una actitud vital:

global y sintética, que [informa] la totalidad y el detalle de nuestra vida.”3

Con base en lo anterior la pregunta que guió esta investigación se ubica dentro de la

tradición espiritual cristiana: ¿Qué elementos propios de la “espiritualidad de la liberación”

contribuyen a una nueva reflexión sobre la dimensión espiritual de los hombres y mujeres? Se

trata entonces de ahondar en los recursos interiores que las personas creyentes,

agentes de pastoral, religiosos, religiosas o sacerdotes, han de desarrollar desde la

perspectiva de una espiritualidad de la liberación. Así, este trabajo sostiene que es

necesario recuperar la dimensión interior de una espiritualidad de la liberación para

alcanzar la liberación integral de los pobres.

La investigación que se presenta tiene varios objetivos. Uno de ellos es el gusto por el

trabajo pastoral en comunidades en vías de desarrollo. Otro es la preocupación por las

problemáticas a nivel religioso, particularmente por el tema de la Dimensión Espiritual,

Y por último, como requerimiento necesario para obtener el título de Licenciado en

Teología. La escogencia del tema surge a partir de los trabajos que he venido

desarrollando a lo largo de muchos años de vida religiosa y en años de trabajo

3 Gutiérrez, Teología de la Liberación: Perspectivas, 244.

7

comunitario, donde he visto hombres y mujeres consagrados (as) a las labores como

agentes de pastoral o líderes religiosos de una comunidad en particular. En el camino

de todos estos años ha estado vigente la pregunta de cómo vivir, desde el espíritu de

cada ser humano y según su experiencia de fe, un profundo y sincero acompañamiento

a las personas y comunidades vulnerables. Al llegar a la experiencia sacerdotal, me he

preguntado cuán importante es una recuperación de la Dimensión Espiritual para

alcanzar la liberación integral de los pobres y que todo aquello que se realiza como

trabajo comunitario, en función de los más vulnerables, tenga un sentido profundo

inspirado en la experiencia de fe, de un Dios que se interesa por la plenitud del ser

humano, y que por esa misma razón, se encarnó en la persona de Jesús.

La pregunta planteada, se justifica por una doble razón pastoral en relación con la

realidad de los pobres. La mayoría de la población en Latinoamérica y particularmente

en Colombia, vive en estado de pobreza. Basta con asomarse a cualquiera de los

barrios populares de las grandes ciudades en Latinoamérica para ver la situación de

pobreza en que vive la gente. Además del sufrimiento causado por factores sociales, los

pobres sufren también de dolencias relacionadas con su vida personal, interpersonal y

doméstica. Ante esta realidad, como cristianos creemos que Dios nos llama a colaborar

con el proceso de la liberación integral de los pobres. En efecto, lo que se llama aquí

“una espiritualidad de la liberación” es una respuesta cristiana al dolor que sufren estos

hermanos en Cristo. Este cuestionamiento se justifica en cuanto que una espiritualidad

de la liberación es una respuesta cristiana a la transformación de esta realidad para los

más necesitados de nuestras comunidades latinoamericanas.

La otra razón pastoral que justifica esta reflexión es la presencia cada vez más fuerte

de los movimientos Pentecostales y Carismáticos en Latinoamérica y en Colombia. La

denominada Renovación Carismática (RC) es parte de un fenómeno más complejo, que

consiste en la proliferación de grupos Pentecostales-Carismáticos tanto en la Iglesia

Protestante como en la Iglesia Católica. Este trabajo se refiere solamente a la RC

debido a que, en mi experiencia pastoral, he tenido más contacto con personas de ese

8

movimiento. El crecimiento de la RC en Latinoamérica se debe a un conjunto de

factores históricos, sociales y religiosos, cuyo análisis está fuera de los límites de esta

reflexión.4 En efecto, la RC no es el tema central de este trabajo. Sin embargo, va a

estar como telón de fondo a lo largo de él.

Lo que ahora se quiere subrayar son tres aspectos de la RC que son pertinentes para la

justificación del cuestionamiento planteado.5 Primero, la RC empezó atrayendo a

personas de clase media en Latinoamérica; sin embargo, los pobres están participando

cada vez más en los grupos y las asambleas de la RC. Segundo, uno de los ministerios

más importantes de la RC es la sanación del sufrimiento interior del individuo;

sufrimiento que es generalmente causado por problemas personales, interpersonales y

domésticos. Tercero, un aspecto, promulgado desde esta doctrina, es la experiencia de

Dios en la persona del Espíritu Santo. ¿Será que el crecimiento de la RC es fruto de su

acción? ¿No será que el Espíritu Santo, por medio de la RC, está tratando de decir algo

a los cristianos que colaboran en el proceso de la liberación integral de los pobres? En

otras palabras, ¿no será la RC un signo de los tiempos?6 Así pues, el cuestionamiento se

justifica en cuanto que toma en serio estas preguntas y da una interpretación de lo que

el Espíritu Santo está diciendo por medio del crecimiento de la RC en Latinoamérica, a

saber: la necesidad de recuperar la dimensión interior de una espiritualidad de la

liberación para alcanzar la liberación integral de los pobres.

Ahora bien, para llevar a cabo esta investigación fue necesario hacer un estado del arte

sobre el tema y para ello se tomó como punto de partida la reflexión que Gustavo

Gutiérrez desarrolló en su obra. En este sentido, Gutierrez toma como punto de partida

la escritura, teniendo en cuenta lo que hasta ahora en la tradición eclesial se ha venido

desarrollando7. Para él “El discipulado se arraiga en la experiencia de un encuentro con

4 Sobre la historia y la situación actual de la Renovación Carismática en Latinoamérica, Cfr. Boff, Gracia y

Liberación del Hombre: Experiencia y Doctrina de la Gracia, 271-273. 5 Cfr. Comblin, Cristianos Rumbo al Siglo XXI, 425, 6 Cfr. Comblin, El Espíritu Santo y la Liberación, 21. 7 Cfr. Gutierrez, Beber en su Propio Pozo 48

9

Jesucristo”8 Por lo tanto, vivir la espiritualidad cristiana supone una experiencia de

encuentro con Jesucristo, en la cual el cristiano es invitado a iniciar un camino de fe:

“No me eligieron ustedes a mí, sino que yo les he elegido” (Jn 15, 16). Es un camino

que se da en la libertad, -como todo encuentro- existe la posibilidad de no acogerlo. En

consecuencia, la acogida a este encuentro es en total libertad, lo que se convierte en

un “caminar según el espíritu”9. Ese caminar es una búsqueda constante del acaecer de

Dios en la vida del caminante.

Siendo así, la vida de un cristiano se vuelve una vida en el espíritu; es por ello que se

señala que la espiritualidad se da en “el terreno de la libertad de los hijos de Dios”10.

Para desentrañar ese caminar en el espíritu, Gutierrez va a tomar como textos base:

Rm 8 y Ga 5. Con ellos quiere ampliar el significado de una vida en el espíritu, tomando

como muestra el “seguimiento de Jesús como una vida según el Espíritu”11 Profundiza,

además, en el término carne para ampliar los límites de la condición humana en su

itinerario espiritual12. El término espíritu lo toma desde distintas perspectivas para

descubrir su variada significación dependiendo del contexto: “Por ello Espíritu designa

también la actitud que toma el ser humano; es el yo y sus intenciones”13. Otro término

ampliamente estudiado es cuerpo; el autor se apoya en los términos anteriores para

vislumbrar la variedad de connotaciones que puede tener el término en la teología que

San Pablo anuncia en los dos textos de estudio.

Gutiérrez presenta la libertad como constitutiva de la espiritualidad, manifestando que

es una libertad en función del otro y se adquiere en una vivencia pedagógica que tiene

su espacio a lo largo de ese camino de fe. En conclusión, la espiritualidad tiene como

tarea reconocer la presencia de Dios en la vida del cristiano. Esta tarea es posible

8 Ibid. 9 Cfr., Ibid. 10 Cfr., Ibid. 11 Ibid., 76. 12 Cfr., Ibid., 78. 13 Ibid., 84.

10

gracias al “carácter interpelador” de la escritura que nos posibilita una tensión

permanente por ir encontrando un sentido profundo a la experiencia de Dios.

El autor fundamenta la importancia del encuentro a través de algunos textos bíblicos

(Jn 1, 35-42 ; Mt 11, 2-6 ; Mc 8, 27-35) en donde se narran diversos diálogos de Jesús

con sus discípulos; con ello quiere profundizar la importancia del itinerario espiritual que

precede al ejercicio teológico. Al camino espiritual que experimenta el cristiano le sigue,

-según Gutiérrez- una reflexión sobre esa misma experiencia. A esa reflexión se le llama

Teología; por lo tanto, el objetivo que persigue un ejercicio teológico es la comprensión

de una experiencia de Dios; es la comprensión o entendimiento del seguimiento que

todo creyente o comunidad tiene de Jesucristo. No se puede hablar de Teología, si no

hay una experiencia espiritual en la que se apoye.

El ejercicio teológico permite que todo creyente en Jesucristo, pueda ir profundizando

su vivencia de Dios y a su vez interpretando su propia historia y la de los demás según

el espíritu. Para dar a entender estas ideas, Gutiérrez retoma la imagen del pozo de

agua. Considera que cada hombre o mujer tiene la posibilidad de beber en su propia

historia de fe, la experiencia de un Dios que sale al encuentro. Que todo ser humano

beba de su propio pozo (de su interioridad, de lo que tiene dentro, de lo que ha vivido)

es lo que se llama experiencia espiritual14. Según esta mirada, la teología tiene su punto

de partida en una experiencia de fe y cobra su sentido más propio en el interior “de la

iglesia y al servicio de su vida y su inserción en el mundo”15.

Un ejemplo paradigmático de ese “itinerario espiritual de liberación” es el éxodo del

pueblo judío, fuente de inspiración para muchas comunidades de la tradición “judeo-

cristiana”.16 Emprender el camino del éxodo es “romper con la muerte” e iniciar un

itinerario de liberación, en donde la inspiración es el “encuentro con Yahve” y la

14 Cfr., Ibid., 53. 15 Ibid. 16 Ibid., 98.

11

búsqueda constante de Dios como plenitud de una vida en el espíritu.17 En este

peregrinaje hay un conocimiento íntimo entre Dios y el hombre. Es la oportunidad en la

que Dios puede expresar todo su amor, y nosotros, sus elegidos, abrir el corazón para

dejarnos conocer de Dios en medios de nuestras limitaciones y frustraciones humanas.

Eso llevará a los israelitas a reconocer a su “Señor y su Dios”; podrán así observar sus

preceptos y seguir sus caminos. Creer en ese conocimiento recíproco es avanzar en el

amor mutuo, porque sabemos que el conocer bíblico tiene una connotación “íntima y

afectiva” 18

Aceptar la invitación de vivir en el espíritu, tiene como consecuencia asumir una misión

en el contexto de la historia humana, de esa comunidad donde se experimenta la fe,

desde este referente se testimonia el amor de Dios. Por ello, quien ha tenido la

oportunidad de encontrarse con el Señor, reconoce que “quien tiene al hijo, tiene la

vida” (1Jn 5,12) y de ello nace el testimonio.

Es por eso que en el contexto Latinoamericano, tiene un valor singular anunciar una

vivencia espiritual de liberación. Esa vida espiritual es la que clama mejores condiciones

de vida y oportunidades de desarrollo para millones de hombres y mujeres. Una

profunda vida espiritual siempre se proyecta en denunciar los contextos de muerte y

explotación para proponer espacios que dignifiquen la vida humana.

Finalmente, la obra “Beber en su propio pozo”, indica que las distintas experiencias

bíblicas, y la tradición eclesial, se expresan de múltiples formas como una vida en el

espíritu; en últimas, no es otra cosa distinta a una búsqueda constante por encontrar

las manifestaciones de Dios. De ahí, podemos constatar que la espiritualidad es una

realidad de la existencia humana que implica lo personal y lo comunitario. Pensar esta

espiritualidad de la liberación, es proyectar al hombre en su humanidad; es una

17 Cfr., Ibid., 99. 18 Ibid., 101.

12

experiencia de fe que tiene en cuenta la libertad de todo hijo (a) de Dios. Es una

espiritualidad contextualizada que se pregunta en cada momento cómo hacer que todo

ser humano viva las condiciones de vida necesarias para su desarrollo integral como

persona en comunicación con los otros.

Este trabajo de grado se pregunta por la necesidad de recuperar la dimensión interior

de una espiritualidad de la liberación para alcanzar la liberación integral de los pobres

en Latinoamérica. Para la comprensión de esta pregunta, es necesario definir algunos

conceptos que serán claves a lo largo de toda la reflexión. Estos términos son:

“espiritualidad,” “liberación y dimensión interior” y “los pobres.” Estos conceptos están

interrelacionados, tal como se explican a continuación:

Espiritualidad

La espiritualidad es “una manera de ser cristiano.”19 Espiritualidad no se refiere

únicamente a aquellas prácticas que son llamadas comúnmente “prácticas espirituales,”

como, por ejemplo, la oración y la dirección espiritual. Una espiritualidad es más bien

una forma de vida cristiana en relación con Dios, con el mundo, con los demás y con

uno mismo.20

Esta reflexión se enfoca en una espiritualidad de la liberación en Latinoamérica y

particularmente en Colombia. Muchas espiritualidades han aparecido a lo largo de la

historia del cristianismo. Las más conocidas son aquellas que están relacionadas con

personas que fundaron órdenes religiosas (por ejemplo, la espiritualidad franciscana y

la espiritualidad ignaciana). Todas las espiritualidades han surgido en circunstancias

históricas concretas. En los últimos cuarenta años, ha surgido en Latinoamérica una

19Ibid., 53. 20 Cfr. Jaén, Hacia una Espiritualidad de la Liberación,19.

13

espiritualidad que algunos teólogos han denominado: “espiritualidad de la liberación.”21

Así como hay varias teologías de la liberación, por ejemplo la teología feminista en los

Estados Unidos y la teología negra en Sudáfrica y los Estados Unidos, también se puede

decir que hay varias espiritualidades de la liberación.

Liberación y la Dimensión Interior

Los teólogos de la liberación en Latinoamérica afirman que el proceso de liberación

envuelve todas las dimensiones del ser humano, es decir, se trata de una “liberación

integral”22 o una “liberación total.”23 Para explicar esta totalidad de la liberación, se

afirma que la liberación tiene tres “niveles de significación” o “dimensiones.”24 Estos

tres niveles de la liberación están interrelacionados: “Los tres niveles mencionados se

condicionan mutuamente, pero no se confunden; no se dan el uno sin el otro, pero son

distintos: forman parte de un proceso salvífico único y global, pero se sitúan en

profundidades diferentes.”25

El primer nivel de la liberación es la “liberación económica, social y política.”26 Este

primer nivel abarca la “dimensión exterior” del ser humano. El resultado de la

liberación, en este primer nivel, es la de una sociedad justa.

El segundo nivel es la liberación personal. Por un lado, no se refiere a las personas en

plural, sino a la persona en singular.27 En otras palabras, el segundo nivel no se refiere

a la liberación del pueblo oprimido, sino del individuo oprimido. Sin embargo, la

liberación del individuo solamente es posible si el individuo está abierto a la comunidad

21 El término “espiritualidad de la liberación” lo utilizan, por ejemplo, Gutiérrez, Teología de la Liberación, 244;

Sobrino, Liberación con Espíritu: Apuntes para una Nueva Espiritualidad, 53; Comblin, “Espíritu Santo,” en

Mysterium Liberationis, tomo I. 641. 22 Gutiérrez, Teología de la Liberación, 44. 23 Sobrino, Liberación con Espíritu, 41. 24 Gutiérrez, Teología de la Liberación, 43, 91. 25 Gutiérrez, Teología de la Liberación, 224. 26 Ibid., 282. 27 Cfr., Ibid., 91.

14

y a la sociedad, como se verá más adelante. Por otro lado, el segundo nivel de la

liberación abarca diferentes aspectos del ser humano. El primer aspecto es la psicología

de la persona: “el hombre de hoy no aspira solo a liberarse de aquello que viniendo del

exterior, le impide realizarse en tanto que es miembro de una clase social, de un país o

de una sociedad determinada. Busca, igualmente, una liberación interior, en una

dimensión individual e íntima. Una liberación en un plano no solo social, sino también

psicológico.”28 El segundo aspecto es la conciencia.29 El tercer aspecto es la ética en la

convivencia humana.30 Por lo tanto, el segundo nivel de la liberación abarca la

dimensión interior que incluye aspectos personales como, por ejemplo, las

“convicciones, razones, deseos, sueños, quereres y elecciones”31 del ser humano.

Asimismo, la dimensión interior abarca aspectos de la convivencia humana como por

ejemplo la amistad y el hogar.32 El resultado de la liberación, en este segundo nivel, es

lo que se denomina el “hombre nuevo,”33 es decir, una persona libre.

Existe una dialéctica entre la dimensión exterior y la dimensión interior de la liberación.

La liberación social ayuda al proceso de la liberación personal. Sin embargo, el cambio

social no produce automáticamente el cambio personal: “liberarse de estructuras socio-

económicas opresoras no es suficiente para una liberación integral; se requiere una

transformación personal que nos haga vivir en honda libertad interior frente a todo tipo

de servidumbres.”34 Asimismo, la libertad personal es condición necesaria para una

auténtica liberación social. Sin embargo, el cambio personal no produce

automáticamente el cambio social: “hay también pretendidas transformaciones

personales sin consecuencias en el campo de lo social.”35 Por lo tanto, una liberación

28 Ibid., 84. 29 Cfr., Ibid., 143-144. 30 Cfr., Ibid., 44. 31 Trigo, ¿Ha Muerto la Teología de la Liberación? 70. 32 Cfr. Goizueta, Caminemos con Jesús, 120-121. 33 Gutiérrez, Teología de la Liberación, 43, 92, 282. 34 Ibid., 43. 35 Gutiérrez, La Verdad Los Hará Libres, 190.

15

integral implica un compromiso total, tanto con el proceso de la liberación personal

como con el proceso de la liberación social.

Finalmente, el tercer nivel de la liberación es la liberación del pecado. El pecado

personal y social ejerce su fuerza en los seres humanos:

El pecado oprime al hombre, dentro de sí mismo, y se manifiesta en presiones

internas, temores o angustias que paralizan la acción. El hombre puede saber

que peca, puede querer no pecar, pero hay en su psicología fuerzas tales que no

le permiten hacer lo que realmente desea.

El pecado oprime al hombre desde afuera, por medio de presiones exteriores.

Las más fuertes le vienen de la educación, de la familia, del ambiente inmediato,

del ambiente de la escuela, del grupo, o bien del mundo cerrado de la vida de

cada día.

El pecado proviene también de las presiones de las fuerzas económicas, políticas,

de las dominaciones del dinero o de las armas. El hombre se hace cómplice del

pecado que le viene desde afuera. Comete el pecado y lo sufre a la vez.36

Es importante subrayar que la liberación del pecado no es un evento que sucede aparte

de la liberación social y de la liberación personal. Más bien, la liberación del pecado

acontece en la liberación social y en la liberación personal. El resultado de la liberación

en este tercer nivel es la comunión con Dios, con los seres humanos y con uno

mismo.37 Por lo tanto, existen tres dimensiones de la liberación integral: “liberación

social, liberación personal y (...): liberación del pecado (…)”38 De estos tres niveles, esta

reflexión sostiene que el segundo nivel, es decir, la dimensión interior de la liberación

36 Comblin, “Gracia,” en Mysterium Liberationis, 87. 37 Cfr. Gutiérrez, Teología de la Liberación, 282. 38 Gutiérrez, “¿Dónde dormirán los pobres?,” 44.

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es la que necesita ser recuperada para alcanzar la liberación integral de los pobres en

Latinoamérica.

Los Pobres

Cuando los teólogos de la liberación hablan de la liberación de los pobres, ¿a qué

pobres se están refiriendo? El término pobreza designa, en primer lugar, “la pobreza

material, es decir, la carencia de bienes económicos necesarios para una vida humana

digna de ese hombre.”39 Más tarde se habla de otros significados del término “pobreza.”

Por ahora, lo que se quiere subrayar es que al hablar de la liberación de los pobres,

esta reflexión se refiere fundamentalmente a los pobres materiales. En este sentido, la

“pobreza significa muerte,”40 porque a los pobres les hace falta lo básico para vivir.

El mundo de los pobres, sin embargo, es un “universo complejo.”41 La mayoría de la

gente pobre en Latinoamérica “habita en las zonas suburbanas de las grandes

ciudades.”42 Esto no quiere decir que no haya pobres en el campo. Mucha gente del

campo sigue siendo pobre. No obstante, debido al constante movimiento migratorio del

campo a la ciudad, la mayoría de los pobres ahora viven en los barrios populares de las

grandes ciudades latinoamericanas. Por esta razón, al hablar de los pobres, en este

trabajo, se está haciendo referencia, sobre todo, a los “pobladores de barrio.”43

Además de la pobreza material, existen otras formas de pobreza que nacen de la

opresión y la exclusión. Por ejemplo, la opresión que sufren muchas mujeres y la

segregación que sufren muchos indios en Latinoamérica.44 En este sentido, se puede

definir al pobre y al excluido no solamente en categorías socio-económicas de clase

39 Gutiérrez, Teología de la Liberación, 323. 40 Gutiérrez, Beber en su Propio Pozo, 16. 41 Gutiérrez, Teología de la Liberación, 22. 42 Trigo, ¿Ha Muerto la Teología de la Liberación?, 41. 43 Cfr., Trigo, ¿Ha Muerto la Teología de la Liberación?, 42. Sobre el fenómeno de migración del campo a la

ciudad y sobre la cultura del barrio en Latinoamérica. Cfr. Comblin, Cristianos Rumbo al Siglo XXI. 44 Cfr. Gutiérrez, Teología de la Liberación, 23-24.

17

social, sino también con las categorías de género (hombre-mujer), generacional (joven-

adulto), raza y cultura (blanco-negro-indio); entre éstos caben también los excluidos

por identidad sexual. Sin embargo, es importante señalar que el ser mujer o el ser indio

no es condición suficiente para ser considerado “pobre” en Latinoamérica. En efecto,

hay mujeres e indios en Latinoamérica que tienen dinero y son aceptados en la

sociedad. En cambio, todos los pobres materiales ni tienen lo básico para vivir ni son

aceptados en la sociedad. Los pobres materiales “se ven marginados precisamente

porque son pobres.”45 Si la persona materialmente pobre es además mujer,

homosexual, minusválido o indio, “tenemos entonces a una persona doblemente

oprimida.”46

Por lo tanto, al hablar de los pobres, en este trabajo, se refiere específicamente a los

pobres materiales, aquellos que no tienen lo básico para vivir, aquellos que viven en los

barrios populares de las grandes ciudades de Latinoamérica, pero especialmente en

Colombia. Al hablar de estos “pobres”, la reflexión se refiere sólo indirectamente a

aquellos que sufren opresión y exclusión a causa de su género, edad, raza, cultura,

identidad sexual o discapacidad física.

De esta manera es necesario recuperar la dimensión interior, es decir, aquello que el

Padre Gutiérrez llama el segundo nivel de la liberación, o una espiritualidad de la

liberación, es decir, una manera de ser cristiano en relación con Dios, con el mundo,

con los demás y con uno mismo; para alcanzar la liberación integral de los pobres en

Latinoamérica, es decir, la liberación integral de los pobres que viven en los barrios

populares de las grandes ciudades en Latinoamérica.

La propuesta de esta investigación está relacionada con la idea de profundizar en los

elementos propios de la espiritualidad de la liberación que contribuyen a una nueva

45 Comblin, Cristianos Rumbo al Siglo XXI, 104. 46 Jaén, Hacia una Espiritualidad de la Liberación, 83.

18

reflexión sobre la dimensión espiritual de los hombres y mujeres en sus procesos de

liberación personal y comunitaria.

De esta manera la investigación responde a los siguientes objetivos específicos:

Evidenciar algunas categorías específicas de la Teología de la Liberación a partir

de la praxis y de la dimensión interior y la espiritualidad.

Explicitar algunos rasgos característicos de la espiritualidad en la teología de la

liberación.

Presentar las implicaciones eclesiológicas de una espiritualidad en clave de

liberación para los hombres y mujeres.

Para llevar a feliz término estas metas y propósitos, fue necesario acudir al método que

han enseñado los teólogos de la liberación. Así, el primer momento de una teología de

la liberación es la praxis, y el segundo momento, es la teoría de esa praxis47 En esta

propuesta metodológica se define “teología” como la “reflexión crítica de la praxis

histórica a la luz de la Palabra.”48 Por lo tanto, hay un “momento previo” a la teología

propiamente dicha.49 Como dice Clodovis Boff, “antes de hacer teología es preciso hacer

liberación.”50 Podemos preguntarnos entonces: ¿en qué consiste una praxis de la

liberación? A lo cual tenemos que responder que una praxis de la liberación ha de

incluir por ende, los tres niveles antes mencionados: liberación económica, social y

política, liberación personal y liberación del pecado.

En este sentido, una praxis de la liberación envuelve a las acciones humanas que

fomentan la transformación social. Así mismo, una praxis de la liberación ha de

promover por un lado, la transformación personal; y por el otro, ha de tomar en

47 Cfr. Gutiérrez, Teología de la Liberación, 38. 48 Ibid.,70. 49 Cfr. Boff, “Epistemología y método de la teología de la liberación,” en Mysterium Liberationis, tomo I, 99. 50 Boff, “Epistemología y método,” 99.

19

consideración a las acciones humanas que liberan del pecado, en cuanto que éstas son

originadoras y transformadoras de los ámbitos personal y social.

Una vez que la praxis se ha desarrollado, sigue la reflexión teológica propiamente dicha.

El método de una teología de la liberación entonces tiene tres pasos concretos: ver,

juzgar y actuar.51 Veamos a continuación, cada uno de estos procesos:

“Ver”, consiste en conocer los hechos y analizar sus causas. Este paso utiliza una

“mediación analítica”.52 El teólogo conoce y analiza los hechos no sólo con la ayuda

especializada del economista, el sociólogo y el psicólogo, sino también con la ayuda de

los pobres. “el pobre, en su sabiduría popular, sabe mucho más de pobreza que

cualquier economista.”53

“Juzgar”, hace referencia a considerar los hechos desde la perspectiva de Dios. Este

segundo paso utiliza una “mediación hermenéutica.”54 El teólogo interpreta los hechos

con la ayuda de la palabra de Dios, la tradición, la doctrina social de la Iglesia y la

teología. En este sentido, este es el paso propiamente teológico.

Finalmente, “Actuar”, que consiste en la transformación del mundo interior y exterior de

los pobres según los criterios que se han desarrollado en los pasos anteriores. Si el

paso anterior necesitaba de una mediación hermenéutica, este tercero demanda de una

“mediación práctica.”55 El teólogo abre perspectivas y hace propuestas que promuevan

el cambio personal y social. Por lo tanto, una teología de la liberación, “sale de la acción

y lleva a la acción.”56 En una teología de la liberación existe una “relación circular” entre

51 Los teólogos de la liberación aprendieron este método de la Acción Católica. Comblin, Cristianos Rumbo al Siglo

XXI, 26-28. 52 Cfr., Clodovis Boff, “Epistemología y método,” 101-106. 53 Boff, “Epistemología y método,” 106. 54 Boff, “Epistemología y método,” 107-112. 55 Boff, “Epistemología y método,” 112-113. 56 Boff, “Epistemología y método,” 112.

20

ortopraxis y ortodoxia,57 o “dentro de esa dialéctica mayor de teoría (...) y praxis (...) es

donde actúa la teología de la liberación.”58

Pero entonces, ¿en dónde cabe una espiritualidad en esta relación entre teoría y praxis

de la liberación? Para dar respuesta a lo anterior, sostenemos que una espiritualidad es

lo que integra tanto la teoría como la praxis de la liberación: “lo que sustenta la práctica

y la teoría (teología liberadora) es una experiencia espiritual,”59 pues, existe una

dialéctica real entre teoría y espiritualidad. Una teología de la liberación procede de una

espiritualidad de la liberación.60 A su vez, el análisis teológico es útil e inspirador para

desentrañar lo que es la espiritualidad en relación con la humanidad.61 Pero existe,

también una dialéctica entre praxis y espiritualidad.

En la espiritualidad hay una necesidad, una práctica de la liberación. Por lo tanto, para

que el espíritu tenga su espacio y su material más adecuado y posible, es necesaria la

acción evangélica, como punto fundamental en el desarrollo de la historia. La práctica

necesita mística para mantenerse como condición de posibilidad para la liberación de

los pobres, volverse creativa y generadora de una liberación cada vez más amplia62. Por

lo tanto, y como lo hemos venido exponiendo, existe una dinámica entre praxis,

teología y espiritualidad de la liberación.

Puesto que una espiritualidad de la liberación es lo que integra una praxis y una

teología de la liberación, este trabajo de grado busca explicitar la necesidad de

recuperar la dimensión interior de la liberación sobre todo en el plano espiritual. Si las

actitudes no cambian, las ideas y las acciones tampoco van a cambiar.

57 Gutiérrez, Teología de la Liberación, 38; Idem., La Verdad Los Hará Libres, 145. 58 Boff, “Epistemología y método,” 100. 59 Sobrino, Liberación con Espíritu, 87. 60 Cfr. Gutiérrez, Teología de la Liberación, 36. 61 Cfr. Sobrino, Liberación con Espíritu, 87. 62 Cfr., Ibid., 42.

21

Siguiendo el método de una teología de la liberación, este trabajo propone como

fundamento metodológico un desarrollo procesual que se manifiesta de la siguiente

manera: El primer capítulo explica la praxis que origina la reflexión. Esta explicación de

la praxis supone el “ver,” es decir, el primer paso del método. En este capítulo se

desarrolla la reflexión que se origina a partir de la praxis, y las categorías específicas de

la teología de la liberación. El segundo capítulo expone algunos rasgos característicos

de una espiritualidad de la teología de la liberación; y el tercer capítulo presenta

aspectos de una eclesiología de la liberación. La explicación de una teología, una

espiritualidad y una eclesiología de la liberación supone el “juzgar,” es decir, el

segundo paso del método de una teología de la liberación. Finalmente, se presentan las

conclusiones de la investigación teniendo en cuenta el acompañamiento como camino

de recuperación de la dimensión interior en una praxis, una teología y sobre todo en

una espiritualidad de la liberación. La propuesta del acompañamiento supone el

“actuar,” es decir, el tercer paso del método de una teología de la liberación.

22

CAPÍTULO 1

1.1. LA PRAXIS COMO PUNTO DE PARTIDA DE LA REFLEXIÓN

Una praxis implica un sujeto. Este capítulo, explica en primer lugar quién es el sujeto de

una praxis y, posteriormente, la praxis que origina este ejercicio reflexivo.

1.1.1 El Sujeto de una Praxis

Los pobres son el sujeto de la liberación en Latinoamérica. Esto quiere decir que los

pobres son el sujeto de una praxis, de una teología y de una espiritualidad de la

liberación. Para entender esta afirmación, es necesario tener en cuenta tres distinciones

conceptuales. La primera distinción conceptual es la siguiente: el sujeto de la liberación

es “individual y grupal.”63 Sin embargo, cuando se dice que el sujeto de la liberación es

el individuo, necesariamente se refiere al individuo abierto a la comunidad y a la

sociedad. Más tarde se explicará este asunto. Por ahora, lo que se quiere subrayar es

que los pobres pueden ser el sujeto de la liberación como individuos y como

colectividad.

La segunda distinción conceptual es el sujeto de la liberación, que implica tres

definiciones de pobreza: la material, la espiritual, y la solidaria.64 Primero, la pobreza

material, como se dijo antes, es la carencia de bienes materiales necesarios para vivir.

En este sentido, pobres son los que sufren “carencia de alimento y de techo,

imposibilidad de atender debidamente sus necesidades de salud y educación,

explotación del trabajo, desempleo permanente.”65 Segundo, la pobreza espiritual es la

63 Cfr. Sobrino, Liberación con Espíritu, 23, 66, 110. 64 Gutiérrez, Teología de la Liberación, 27. 65 Ibid., 22.

23

actitud de apertura o disponibilidad a hacer la voluntad de Dios.66 En este sentido,

pobres son los que están dispuestos a hacer la voluntad de Dios, entendida ésta en el

sentido de la tercera bienaventuranza (Mt 5,3). Tercero, la pobreza solidaria es el

compromiso con la causa de los pobres. En este sentido, pobres son los que colaboran

en el proceso de la liberación integral de los pobres materiales.67

Por lo tanto, cuando se dice que los pobres son el sujeto de la liberación, hay que tener

en cuenta estas tres definiciones de pobreza. Cuando los teólogos de la liberación en

Latinoamérica dicen que los pobres son el sujeto de la liberación, ellos están hablando

principalmente de los pobres materiales. Por ejemplo, cuando Gutiérrez dice que “es a

los pobres a quienes toca el papel protagonista en su propia liberación,”68 se está

refiriendo a los pobres materiales. Sin embargo, es importante subrayar que los pobres

materiales no son automáticamente sujeto de la liberación. Ser materialmente pobre no

es condición suficiente para ser sujeto de la liberación.

En efecto, en el mundo de los pobres “se presenta, también, indiferencia hacia los

demás, perspectivas individualistas de la vida, abandonos de familia, abusos unos de

otros, mezquindades y cerrazón a la acción humana.”69 Los pobres materiales son el

sujeto de la liberación únicamente cuando abrazan los otros dos tipos de pobreza;

únicamente cuando son pobres espirituales (es decir, cuando están abiertos a la acción

de Dios) y pobres solidarios (es decir, cuando están comprometidos con su propia

causa). Asimismo, cuando se dice que los pobres son el sujeto de la liberación, hay que

tener en cuenta que el término “pobres” incluye también a personas que no son pobres

materiales, pero que sí son pobres espirituales y pobres solidarios. Esta afirmación se

comprenderá mejor en el siguiente punto.

66 Según Gutiérrez, la pobreza espiritual también se denomina “infancia espiritual” Beber en su Propio Pozo, 164;

Idem., Teología de la Liberación, 330-332. 67 Cfr. Gutiérrez, Teología de la Liberación, 334-338. 68 Ibid., 166. 69 Gutiérrez, Beber en su Propio Pozo, 162.

24

La tercera distinción conceptual es la siguiente: el sujeto de la liberación está

compuesto por tres tipos de personas: los pobres, los agentes de pastoral y los

teólogos. Esta triple composición del sujeto de la liberación se ve claramente en

relación con la teología. Una teología de la liberación tiene tres niveles: el nivel

profesional, el nivel pastoral y el nivel popular.70 Los tres niveles no están aislados, sino

interrelacionados. El nivel profesional de una teología de la liberación se refiere a la

reflexión elaborada por teólogos profesionales como, por ejemplo, Gustavo Gutiérrez y

Jon Sobrino. El nivel pastoral se refiere a la reflexión elaborada por agentes de pastoral:

obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que están comprometidos con la

causa de los pobres. El nivel popular de una teología de la liberación se refiere a la

reflexión elaborada por los pobres, sobre todo cuando se reúnen en comunidad para

comentar la Biblia. Para “cada uno de esos niveles se refleja la misma cosa: la fe

confrontada con la opresión. Sin embargo, cada uno refleja, esa fe, a su modo.”71

Por lo tanto, la “fe confrontada con la opresión,” que se manifiesta en la teología de

Gustavo Gutiérrez, es la misma fe que se manifiesta cuando un campesino del nordeste

brasileño reflexiona sobre su propia fe.72 Sin embargo, para que la reflexión de los

teólogos profesionales y la de los agentes de pastoral refleje la misma fe de los pobres,

es necesario que tengan un “contacto mínimo con el mundo de los propios

oprimidos.”73 Además de ese contacto mínimo, para que la reflexión de los teólogos

profesionales y la de los agentes de pastoral realmente refleje la fe de los pobres, es

necesario que estén dispuestos a aprender de los pobres. Por esta razón, los teólogos

70 Cfr., Boff, “Epistemología y método,” 91-98. A estos tres niveles, Boff los llama respectivamente “teología

profesional,” “teología pastoral” y “teología popular” de la liberación, 91-92. 71 Boff, “Epistemología y método,” 91. 72 Al respecto Boff, compara los tres niveles de una teología de la liberación con un árbol 91-92. Las raíces son el

nivel popular. El tronco es el nivel pastoral. Y las ramas son el nivel profesional. Lo que Boff quiere decir con esta

imagen es lo siguiente. El nivel profesional es el nivel más conocido o visible de una teología de la liberación, como

las ramas de un árbol. Sin embargo, una teología de la liberación tiene un nivel menos conocido, el nivel popular, el

cual es menos visible como las raíces de un árbol. Finalmente, el nivel pastoral es lo que comunica o conecta el nivel

profesional y el nivel popular. La misma “savia,” es decir, la misma comprensión de la fe sube y baja por el árbol.

La imagen del árbol me parece limitada sobre todo porque, en una teología de la liberación, los agentes de pastoral

no necesitan servir de puente entre los teólogos profesionales y los pobres. Los teólogos profesionales necesitan

estar en contacto directo con los pobres para hacer una teología de la liberación. (Ibid., 92) 73 Boff, “Epistemología y método,” 100.

25

profesionales, los agentes de pastoral y los pobres pueden ser el sujeto de una teología

de la liberación. Lo mismo se puede decir de una praxis de la liberación y de una

espiritualidad de la liberación. Sin embargo, es necesario recordar en este punto las tres

definiciones de pobreza que se nombraron anteriormente: la pobreza material, la

pobreza espiritual y la pobreza solidaria. En efecto, los pobres materiales – ya se dijo

antes – son el sujeto de la liberación únicamente cuando abrazan la pobreza espiritual y

la pobreza solidaria. Asimismo, los teólogos profesionales y los agentes de pastoral –

que no son pobres – son el sujeto de la liberación solamente cuando abrazan la

pobreza espiritual y la pobreza solidaria.74

En realidad, los pobres son a la vez sujetos y destinatarios de una praxis de liberación,

en otras palabras, los pobres son el sujeto de la liberación de los pobres. En cuanto

destinatario de la liberación, se trata, entonces, de los pobres materiales, y en cuanto

sujeto de la liberación, los pobres son tres tipos de personas: los teólogos

profesionales, los agentes de pastoral y sobre todo los pobres materiales, siempre y

cuando estos tres tipos de personas abracen la pobreza espiritual y la pobreza solidaria.

1.1.2. La Praxis

La praxis que origina la reflexión de este trabajo de grado está compuesta por tres

partes: mi propia experiencia, la praxis de varios agentes de pastoral que he conocido

en mis años como jesuita y la praxis de mucha gente pobre que he tratado en mi

experiencia pastoral.

Desde que entré a la Compañía de Jesús en 1999, he sido enviado varias veces a

distintas zonas de Colombia y de Brasil, en Suramérica, para realizar apostolados

diversos. Algunas experiencias pastorales se desarrollaron en la ciudad, sobre todo en

74 Según Leonardo Boff, “el pobre no es solo el que nada tiene, sino también el que tiene, que es, junto a otros, el

principal agente en la construcción de una convivencia más generadora de vida y de felicidad colectiva” ...Y la

Iglesia Se Hizo Pueblo, 22.

26

barrios populares; otras en pueblos y veredas. Algunos trabajos pastorales fueron más

regulares, durante los fines de semana; otros más puntuales, han ocurrido durante una

Semana Santa o una Navidad. Dependiendo de cada lugar, el trabajo consiste,

básicamente, en organizar celebraciones litúrgicas con la gente, leer y comentar la

palabra de Dios con distintos grupos, visitar casas, compartir la comida, llevar la

comunión a los enfermos y preparar reuniones para jóvenes y catequistas.

Estas experiencias me dieron la oportunidad de conocer a la gente de los barrios

populares, personas pobres que padecen la injusticia y la exclusión. Ahí pude ver cómo

los hombres sufrían porque no tenían un trabajo que les diera suficiente dinero para

comprar alimento, para ellos mismos y para sus familias. Sin embargo, ante la pregunta

de si había alguna manera de cambiar la situación de pobreza, ellos se encogían de

hombros. Para los pobres, “lo de cambiar la sociedad será para más tarde: es una meta

muy abstracta al lado de las necesidades inmediatas más apremiantes.”75

Pude ver también cómo los hombres tenían problemas para ser fieles a sus parejas y

cómo se refugiaban en el alcohol los fines de semana. Los más jóvenes se preguntaban

cómo no terminar envueltos en la guerrilla, el narcotráfico o en las bandas

delincuenciales. Algunos me contaron cómo sus padres habían abusado de sus madres,

de sus hermanas y, en algunos casos, de ellos mismos.

Durante estos años también he tenido la oportunidad de conocer muchos agentes de

pastoral que han estado comprometidos con los pobres: Obispos, Sacerdotes,

Religiosos, Religiosas y Laicos que viven en barrios populares para estar junto a los

pobres y luchar con ellos. Muchos de estos agentes pastorales han estado

comprometidos en la elaboración y realización de proyectos que han ayudado al

desarrollo del barrio, ayudando en tareas tales como la instalación de servicios básicos

(luz eléctrica, agua potable y alcantarillado) o la construcción de un centro médico, una

75 Comblin, Cristianos Rumbo al Siglo XXI, 171.

27

calle asfaltada o una escuela. En efecto, se nota en ellos un gran interés en este tipo de

proyectos sociales. Sin embargo, también se nota en algunos falta de tiempo para

atender a la gente persona-a-persona; casi no se dan tiempo para escuchar a una

persona que viene a contarles de sus problemas en la casa. En su práctica, se nota una

falta de acompañamiento personal a los pobres.76

Finalmente, durante estos mismos años, he tenido la oportunidad de conocer mucha

gente pobre que participa en los grupos de oración y en las asambleas de la

Renovación Carismática (RC). Para ellos, las reuniones y asambleas de la RC son un

lugar en donde pueden encontrar al Señor. En dichas reuniones y asambleas, ellos

sienten la unción del Espíritu Santo. Esa experiencia de Dios es para ellos una

experiencia de sanación, como una catarsis que los purifica y les da fuerza para seguir

afrontando los problemas de cada día.

Lo que se puede detectar en este conjunto de prácticas cristianas se revela como una

práctica de algunos agentes de pastoral que están comprometidos con los pobres y

enfocan su trabajo y su servicio sobre todo en la dimensión exterior de la liberación y

tienden a olvidarse de la dimensión interior. Según Gutiérrez, “los aspectos sociales

ocupan un lugar capital en un continente en el que las estructuras socio-económicas

sirven a los poderosos, en desmedro de los débiles de la sociedad. Pero lo que

entendemos por práctica liberadora no se reduce a dichos aspectos. La complejidad del

universo del pobre y del insignificante nos obliga a estar atentos a otras dimensiones de

la vida cristiana.”77

Precisamente, el problema hoy en día es que algunos agentes de pastoral han reducido

la práctica liberadora a los aspectos sociales, políticos y económicos, y han dejado de

estar atentos a los aspectos personales, interpersonales y domésticos de la vida de los

76 Esta descripción no refleja la práctica de todos los agentes de pastoral en Latinoamérica, sino solamente la

práctica de algunos. Sin embargo, para seguir el método de una teología de la liberación, debo partir de mi propia

experiencia. Además, es posible que otros estén de acuerdo con la descripción que he ofrecido. 77 Gutiérrez, Teología de la Liberación, 33, el subrayado es mío.

28

pobres. En efecto, hay que reconocer esta falencia cuando se dice que “hay en el ser

humano una dimensión de su libertad que a veces es descuidada debido a las urgencias

del compromiso por la justicia.”78

Sin embargo, los pobres siguen sufriendo interiormente por problemas que no están

directamente relacionados con aspectos sociales, políticos y económicos, sino más bien

con aspectos personales, interpersonales y domésticos. Puesto que la RC ofrece un

ministerio de sanación que presta atención a la dimensión interior de la persona, los

pobres han optado por participar en sus grupos y asambleas. En efecto, por medio de

su praxis, los pobres están manifestando que es importante prestar atención a la

dimensión interior de la liberación.

Por lo tanto, es necesario que los agentes de pastoral que colaboran en el proceso de la

liberación integral de los pobres recuperen la dimensión interior en su praxis liberadora.

Sin embargo, esta recuperación es necesaria no solamente en el plano de la praxis, sino

también en el de la teología – que da sustento conceptual a la praxis – y sobre todo en

el plano de la espiritualidad – que integra tanto una praxis como una teología de la

liberación.

78 Gustavo Gutiérrez, El Dios de la Vida Lima: Instituto Bartolomé de las Casas, Centro de Estudios y Publicaciones

1989, Ediciones Sígueme 1992, 190.

29

1.2. CATEGORÍAS ESPECÍFICAS DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

La teología es un lenguaje o un discurso sobre Dios.79 La teología de la liberación se

diferencia de otras teologías por dos aspectos principales.80 El primero es el método, en

el cual la praxis funda su prioridad. El segundo es la perspectiva desde la cual se hace

la reflexión teológica. En una teología de la liberación, la reflexión teológica se hace

desde la perspectiva de los pobres. La realidad de los pobres es el “lugar teológico,” es

decir, el lugar desde donde se hace teología.81 La situación de los pobres constituye un

reto para la teología pues le plantea la siguiente pregunta: “¿Cómo encontrar un

lenguaje sobre Dios en medio del dolor y la opresión en que viven los pobres?” En otras

palabras, “¿cómo decirle al pobre, a quien se le imponen condiciones de vida que

expresan una negación del amor, que Dios lo ama?”82 Precisamente una teología de la

liberación busca responder esta pregunta.

Este apartado analiza la teología de la liberación en las distintas temáticas que ésta

aborda. No obstante, no pretende exponer todos los aspectos de una teología de la

liberación, pues un estudio así está fuera de los límites de este trabajo de grado. Más

bien, busco explicar aquellos aspectos que competen y son relevantes al tema de la

dimensión interior y la espiritualidad.

Con el ánimo de desarrollar los conceptos de una teología de la liberación, hemos

dividido esta segunda sección en cuatro apartados que se encuentran interrelacionados.

El primero desarrolla la noción de Dios y la opción preferencial por los pobres. El

segundo explica la noción del Jesús histórico y la centralidad del reino de Dios. El

tercero presenta la noción del Espíritu Santo y la gracia liberadora. El cuarto expone lo

que se comprende como teología de y para una espiritualidad de la liberación. Para

desarrollar estos tres apartados, en el primero se pregunta por: ¿qué hace Dios,? para

79Cfr. Gutiérrez, Hablar de Dios, 11; Idem, Teología de la Liberación, 37. 80Cf. Gutierrez, Teología de la liberación, 57-67. 81Cfr., Sobrino Jon, Jesucristo Liberador: Lectura Histórico-Teológica de Jesús de Nazaret, 47. 82Gutiérrez, Teología de la Liberación, 39.

30

luego preguntarse, quién es Él. El segundo y tercero, siguen el mismo orden de

preguntas con respecto a Jesús, y al Espíritu Santo. Este orden de preguntas se debe a

que, epistemológicamente, “el hacer de Dios” es “el acceso al ser de Dios”. En otras

palabras, los seres humanos conocen quién es Dios por medio de la acción de Dios en

la historia.83 Ontológicamente, sin embargo, el ser de Dios es la fuente del “hacer de

Dios”. Por lo tanto, aunque los seres humanos reconozcamos que Dios es liberador por

su acción liberadora en la historia, realmente, “Dios libera porque es liberador.”84 En

realidad, el actuar y el ser de Dios forman una unidad. Finalmente, para concluir el

capítulo, el cuarto apartado indica la relación entre los aspectos teológicos desarrollados

en las tres primeras secciones y una espiritualidad de la liberación.

1.2.1. Dios y la Opción Preferencial por los Pobres

¿Cuál es, entonces, la acción de Dios en la historia? La respuesta es sencilla y clara:

“Dios nos ama”. Esa acción es iniciativa y gratuidad de Dios. Como dice la primera carta

de Juan, Dios “nos amó primero.” (1 Juan 4:19) Dios ama a todos los seres humanos;

sin embargo, Dios ama preferentemente a los pobres y excluidos de este mundo: “Dios

dirige su mensaje de vida a todo ser humano, sin excepción, al mismo tiempo

manifiesta su amor preferente por los pobres y oprimidos”85 En efecto, el gran desafío

para todos los cristianos consiste en “mantener al mismo tiempo la universalidad del

amor de Dios y su predilección por los últimos de la historia.” 86 La opción preferencial

por los pobres, por lo tanto, es “una opción teocéntrica.”87 Dios ama preferentemente a

los pobres, no porque los pobres sean buenos, sino porque Dios es bueno. La opción

preferencial por los pobres “no tiene por motivo último las virtudes y merecimientos de

los pobres, sino la bondad y libertad de Dios.”88

83Cfr. Gutiérrez, El Dios de la Vida, 31. 84 Ibid., 139. 85Ibid., 228. 86Gutiérrez, Teología de la Liberación, 28. 87Gutiérrez, Teología de la Liberación, 30; Idem., cfr. “Pobres y opción fundamental,” en Mysterium Liberationis,

tomo I, 308. 88Gutiérrez, Hablar de Dios, 193; Idem., cfr, Teología de la Liberación, 30.

31

Amar significa dar vida.89 Por eso, Dios quiere vida para los pobres; la voluntad de Dios

es liberar a los pobres de la muerte y de aquello que causa una “muerte antes de

tiempo,”90 es decir, la pobreza material y la exclusión. En efecto, Dios quiere vida para

todos los seres humanos; en este sentido, la voluntad de Dios es salvar a todos de la

muerte y del pecado. No obstante, desde la perspectiva de los pobres, es más

apropiado hablar de salvación en términos de liberación.91 La palabra “liberación”

expresa adecuadamente la dimensión histórica de la salvación. Para una teología de la

liberación, la salvación no es algo que ocurre fuera de este mundo. No hay dos

historias: una historia de la salvación y una historia de la humanidad. Por el contrario, la

historia es una: “La historia de la salvación es la entraña misma de la historia

humana.”92 Dios salva en la historia, y para subrayar esta dimensión histórica de la

salvación desde la perspectiva de los pobres, es adecuado decir que Dios libera. Por lo

tanto, amar, dar vida y liberar significan lo mismo en un Dios que actúa en la historia a

favor de los pobres.93

Ahora bien, para una teología de la liberación, el Dios que libera al pueblo oprimido es

un eje transversal en la Biblia: “La opción preferencial de Dios por el pobre, por el débil,

por el último, atraviesa toda la Biblia.”94 En este sentido, para el pueblo de Israel, el

Éxodo es “la experiencia histórica de la acción de Yahvé en la liberación de la opresión

egipcia.”95 Las palabras que dirige Yahvé al pueblo de Israel son bastante conocidas:

“¡He oído la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído el clamor que le arrancan sus

opresores y conozco sus angustias! Voy a bajar para librarlo del poder los egipcios.”

(Éxodo 3:7-8)

89Cfr. Gutiérrez, El Dios de la Vida, 27-29. 90Gutiérrez, La Fuerza Histórica de los Pobres, 98. 91Cfr. Gutiérrez, Teología de la Liberación, 42, 210-214. La dimensión histórica de la liberación no anula la

dimensión futura de la salvación. Por el contrario, para una teología de la liberación, la dimensión futura de la

salvación orienta y lleva la historia a su plenitud. 92Ibid., 194. 93Ibid., Cfr., 42; Idem., El Dios de la Vida, 27-29. 94Gutiérrez, El Dios de la Vida, 218; Idem., cfr., Teología de la Liberación, 29. 95Gutiérrez, El Dios de la Vida, 32.

32

Por tanto, la liberación del pueblo de Israel demuestra que Dios es un Dios que ve la

realidad de los pobres y reacciona ante esa realidad; esta forma de reaccionar de Dios

es lo que Sobrino llama el “principio de misericordia.” La acción de Dios “supone algo

previo ante lo que Dios reacciona. Y eso previo es la aflicción, los clamores, los

sufrimientos, la opresión de un pueblo... La revelación de Dios es, pues, re-acción al

sufrimiento que unos seres humanos inflige a otros: el sufrimiento de las víctimas. A

esta re-acción la hemos llamado ‘misericordia.’96

Podríamos preguntar entonces: ¿En qué sentido entendemos la misericordia? A lo cual

tendríamos que responder que la misericordia no es un mero sentimiento; es, más bien,

un “principio”, en el doble sentido de la palabra, pues por un lado, la misericordia está

en el inicio del proceso de una acción liberadora; y por el otro, es la norma que

conduce la acción liberadora de Dios. Además, “la misericordia se torna necesariamente

en justicia.”97 En este sentido, para una teología de la liberación, Dios es un Dios que

hace justicia,98 y establecer la justicia significa “tener en cuenta los derechos de todos y

en especial las necesidades de los pobres.”99

Por lo tanto, ¿quién es este Dios que actúa en la historia? Probablemente la definición

más corta y más exacta de quién es Dios, es la que se encuentra en la primera carta de

Juan: “Dios es amor.” (Juan 4:8) No obstante, para una teología de la liberación, el

amor tiene un componente liberador; por lo tanto, el Dios que se ha manifestado en la

historia es un Dios liberador de los pobres. Así, los teólogos de la liberación han

utilizado distintos nombres para hablar de este Dios liberador. Por ejemplo, para

Gustavo Gutiérrez, Dios es “el Dios de la vida,”100 o para Jon Sobrino, Dios es “un Dios

96Jon Sobrino, La Fe en Jesucristo: Ensayo desde las Víctimas, 128; Idem., cfr. El Principio-Misericordia: Bajar de

la Cruz a los Pueblos Crucificados, 32-33. 97Sobrino, La Fe en Jesucristo, 128. 98Cfr. Gutiérrez, El Dios de la Vida, 61. 99Ibid., 242-243. 100Así se titula uno de los libros de Gutiérrez.

33

justo, parcial y liberador de las víctimas.”101 Otra manera de decir que Dios es un Dios

que da vida, y que, por lo tanto libera, es la denominación “Padre.”102 Sin embargo,

Jesús es quien enseña a sus discípulos a orar a Dios llamándolo “Padre.” (Lucas 11:2)

Además, el Espíritu es el que nos “hace hijos adoptivos y nos permite clamar: ‘Abba,’ es

decir, ‘Padre.’ (Romanos 8:15) Jesús y el Espíritu Santo son precisamente los temas de

las dos secciones siguientes.

2.2. Jesús y el Reino de Dios

“El Dios de la vida se hace presente en la historia humana. Esta presencia alcanza su

máxima y radical expresión en la encarnación de Jesús, Hijo de Dios.”103 En efecto, para

los cristianos, Jesucristo es la máxima manifestación de Dios en la historia. Para una

teología de la liberación, el punto de partida metodológico para la comprensión de la

persona de Jesucristo es el Jesús histórico.104 Desde el Jesús histórico se accede al

Cristo de la fe.105 El término “Jesús histórico” se refiere a “la realidad de Jesús de

Nazaret, su vida, su misión y su destino.”106

El Jesús histórico tiene dos aspectos principales: “su hacer historia” (lo externo de

Jesús) y “la historicidad de su subjetividad” (lo interno de Jesús). Los evangelios

expresan estos dos aspectos del Jesús histórico en dos términos, “reino de Dios” y

“Padre,” respectivamente. Reino de Dios y Padre son dos términos que se

complementan.

101Sobrino, La Fe en Jesucristo, 126. 102Gutiérrez, El Dios de la Vida, 28. 103Ibid. 104Cfr. Sobrino, Jesucristo Liberador, 59, 60-64. La elección del Jesús histórico como punto de partida

metodológico de la comprensión de la persona de Jesús se debe, según Sobrino, a dos razones básicas. Primero, para

confesar con sentido que Jesús es el Cristo se necesita saber primero quién es Jesús. Segundo, el Jesús histórico

salvaguarda la verdadera fe en Cristo. 105Ibid., Cfr., 80-81. 106Ibid. 59.

34

Sin embargo, para una teología de la liberación, “a la totalidad de Jesús se accede

mejor partiendo de su actividad exterior en favor del reino y avanzando desde ahí a su

relación interior con Dios.”107 Por lo tanto, haremos mención, inicialmente al “Jesús

histórico” y posteriormente al “Cristo de la fe". Asimismo, el Jesús histórico tiene dos

subtemas: la práctica externa de Jesús (su anuncio del reino de Dios) y lo interno de

Jesús (su relación con Dios-Padre).

Un aspecto central del Jesús histórico es su práctica de anunciar el reino de Dios.108

Con las siguientes palabras se inicia la vida pública de Jesús en el evangelio de Marcos:

“Después del arresto de Juan, Jesús se fue a Galilea, proclamando la buena noticia de

Dios. Decía: “El plazo se ha cumplido. El reino de Dios está llegando. Conviértanse y

crean en el evangelio.” (Marcos 1:14-15) Pero entonces, ¿qué es el reino de Dios? la

noción de reino de Dios expresa una “realidad total” o una “realidad última” desde la

cual se pueden organizar y jerarquizar los demás aspectos de la fe y de la teología.109

La noción de Reino de Dios tiene cuatro componentes principales: el reinado, el sujeto

del reinado, los destinatarios del reinado y la respuesta al reinado. Primero, el término

“Reino de Dios” expresa el “reinado de Dios.” Según Sobrino, “el Reino de Dios tiene

dos connotaciones esenciales en el Antiguo Testamento: a) el regir de Dios en acto, b)

Como transformador de una realidad histórico-social de injusticia y desigualdad en otra

buena y justa. Por ello, más que de “reino” de Dios, hay que hablar antes de “reinado”

de Dios... Así, pues, el “reinado” de Dios es la positiva acción por la que Dios

transforma la realidad; y el “reino” de Dios es lo que ocurre sobre este mundo cuando

es Dios quien realmente reina: una historia, una sociedad, un pueblo transformados

según la voluntad de Dios.”110

107Ibid., 95-96. 108Ibid., Cfr., 76, 95-96. 109Ibid., Cfr., 164-166 ; Idem., “Centralidad del Reino de Dios en la teología de la liberación,” en Mysterium

Liberationis,tomo I, 474. 110Sobrino, Jesucristo Liberador, 100-101.

35

La noción de Jesús sobre el reino de Dios está en continuidad con el Antiguo

Testamento.111 Por lo tanto, el reino de Dios, anunciado por Jesús, expresa, por un

lado, la acción de Dios en la historia, y por el otro, la consecuencia de esa acción. Es

decir, una sociedad justa: “el reino de Dios trae necesariamente consigo el

restablecimiento de la justicia en este mundo.”112 En consecuencia, el reino de Dios es

otra manera de hablar de liberación. La voluntad de Dios de reinar en la historia es

igual a la voluntad de Dios de liberar.

En otras palabras, el reino de Dios es la liberación integral de los hombres y mujeres,

que no se reduce a la dimensión exterior. El reino de Dios incluye también la realización

personal de los seres humanos.113 Sin embargo, el aporte del reino a la realización

personal no acontece fuera del reino en el sentido colectivo y de realidad social. El reino

de Dios incluye también la lucha contra el pecado personal y social. Por lo tanto, el

“reino es un proceso que se da históricamente en la liberación.”114Puesto que “el reino

es liberador, ese reinado se tiene que notar en todos los niveles en que se dan las

esclavitudes: físicas y espirituales, personales y sociales.”115

En segundo lugar, el sujeto del reinado es Dios. Es Dios el que tiene la voluntad de

reinar.116 El reino es de Dios. “El reino es pura iniciativa de Dios, don y gracia;”117 así

mismo el reino “es ante todo un don.”118En tercer lugar, los primeros destinatarios del

reinado son los pobres.119 “Dichosos los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios,”

111Ibid., Cfr., 105. 112Gutiérrez, Teología de la Liberación, 334. Aunque subraye la dimensión histórica del Reino de Dios, una teología

de la liberación no desconoce la dimensión futura del Reino de Dios. Aunque una teología de la liberación no deja la

aparición del Reino de Dios para el final de la historia, dice Sobrino, “solo al final se dará su plenitud” (Jesucristo

Liberador, 171). Asimismo, Gutiérrez, dice que “el hecho histórico, político, liberador es crecimiento del reino, es

acontecer salvífico, pero no es la llegada del reino, ni toda la salvación” (Teología de la Liberación, 225). 113Cfr. Gutiérrez, Teología de la Liberación, 224. 114Ibid., 225. 115Sobrino, Jesucristo Liberador, 171, el subrayado es mío. 116Cfr. Gutiérrez, El Dios de la Vida, 139. 117Sobrino, Jesucristo Liberador, 107. 118Gutiérrez, Teología de la Liberación, 225. 119Cfr. Sobrino, Jesucristo Liberador, 110.

36

afirma Jesús en el evangelio. (Lucas 6:20) El reinado de Dios es preferencialmente una

opción hacia los pobres.120

El Reino está orientado significativamente a los pobres y por medio de éstos a toda la

humanidad. En efecto, cuando la vida del reino llegue a aquellos que nunca la han

tenido, es decir, a los pobres, sólo entonces se podrá hablar de la universalidad del

reino de Dios.121 En este sentido, el reino significa un “reino de vida mínima” para los

pobres, es decir, un reino en donde los pobres tengan, por lo menos, lo esencial para

vivir.122

En cuarto lugar, la respuesta positiva de los seres humanos al reinado de Dios consiste

en una aceptación activa. Puesto que el reino es puro don de Dios, la respuesta positiva

de los seres humanos consiste en la acogida de ese don. Sin embargo, la aceptación del

reino no es una actitud pasiva. Por el contrario, aceptar el reino consiste en cumplir la

exigencia que éste implica. El acontecer del reino nos llama a transformar el contexto,

repudiar la dominación de los poderosos, y construir tejido social desde unas relaciones

fraternas y justas. Solamente en este sentido se puede decir que los seres humanos

“construyen el reino,” expresión que los teólogos de la liberación les gusta utilizar

mucho.123 Los seres humanos, y sobre todo los pobres, son constructores del reino en

cuanto que participan de la acción liberadora de Dios: “para Jesús el reino es, en primer

lugar, un don, sólo partiendo de esto se entiende el sentido de la participación activa

del hombre en su advenimiento.”124

Jesús anuncia el reino de Dios por medio de su propia vida, que a su vez, no es otra

cosa que su práctica. En el evangelio de Lucas, donde se cuenta el comienzo de la vida

pública de Jesús está marcado por el anuncio programático de su misión: “El espíritu

120Ibid., Cfr., 115. 121Ibid. 122Ibid., 117. 123Ibid., 168, 177. 124Gutiérrez, Teología de la Liberación, 271.

37

del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los

pobres; me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos, a dar vista a los ciegos,

a libertar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor.” (Lucas 4:18-19) Al

aplicarse a sí mismo las palabras del profeta Isaías, Jesús señala claramente que su

misión es el anuncio de la buena nueva a los pobres, anuncio que tiene como eje su

liberación. En este sentido, la práctica de Jesús consiste precisamente en la realización

de esa misión. En el quehacer de Jesús se manifiesta la opción preferencial de Dios por

los pobres y excluidos de la sociedad.125

Es importante resaltar, que un aspecto de la práctica liberadora de Jesús consiste en la

denuncia y el desenmascaramiento de la opresión estructural causada por el poder

religioso, político y económico del momento.126 La práctica liberadora de Jesús va

acompañada de signos, como por ejemplo, los milagros y la acogida a los excluidos de

la sociedad. Los milagros, muestran la misericordia de Jesús.127

Jesús ve la realidad de los pobres y re-acciona ante esa realidad; su reacción ante el

dolor de los pobres y excluidos es lo que se ha denominado misericordia.128 Sin

embargo, “para Jesús, la misericordia tiene que ver con lo último y, por lo tanto, con

Dios. Es algo teologal, no simplemente ético.”129

En otras palabras, la misericordia de Jesús refleja la misericordia de Dios. Para reflejarla

por medio de su práctica, Jesús debe estar en afinidad con Él. Como esperamos

mostrar más adelante, la oración es lo que le ayuda a Jesús a estar en afinidad con su

padre Dios.

125Cfr. Comblin, Cristianos Rumbo al Siglo XXI, 103. 126Cfr. Sobrino, Jesucristo Liberador, 220-233. 127Cfr. Sobrino, Jesucristo Liberador, 125. 128Cfr. Sobrino, El Principio-Misericordia, 34-35. 129Sobrino, Jesucristo Liberador, 126.

38

La acogida de Jesús a los excluidos consiste sobre todo en el gesto de “acercarse” a

ellos.130 Este sencillo “gesto de amistad” es lo que libera interiormente a los pobres y

excluidos. Por medio de su acogida, Jesús les dice: “tú eres más de lo que otros

piensan, incluso más de lo que tú mismo piensas.”131 En efecto, por medio del gesto de

acogida, él “ensancha al otro su horizonte.”132 Jesús no se impone al otro, sino que lo

invita a ser responsable de su propia libertad: “Quien es tratado como libre, despierta a

la libertad,”.133

Por lo tanto, por medio del gesto de acogida, Jesús manifiesta que “Dios salva desde

adentro. El poder con que se acerca el reino es un poder recreador, no mágico. Aparece

la suma delicadeza de Dios, que quiere transformar todo, el cuerpo y el corazón.”134

Ahora, ¿quién es Jesús para una teología de la liberación? ¿En qué sentido comprende

ésta la persona de Jesús? Una respuesta inicial que encontramos es la siguiente: Jesús

es el mediador del reino. Es más, Jesús no sólo es el mediador del reino, sino también

su iniciador. “el reinado de Dios, reinado de vida, es el sentido último de la historia

humana, pero su presencia se inicia desde ahora a partir de la atención de Jesús por los

últimos de esa misma historia.”135Por tanto, podemos sostener entonces que en cuanto

iniciador y anunciador del reino en sus obras y sus palabras, Jesús es liberador de los

pobres y excluidos de la sociedad.

No obstante, hay que resaltar que Jesús no hubiera podido ser mediador del reino sin

una relación íntima con Dios. La relación de Jesús con Dios-Padre tiene dos aspectos.136

Por un lado, Jesús se relaciona con un Dios que es Padre, pues éste se le ha mostrado

a él como alguien bueno, como alguien con un amor tierno para él. Por eso, Jesús

130Cfr., Ibid., 133. 131Cfr. Sobrino, El Principio-Misericordia, 145-146. 132Comblin, Cristianos Rumbo al Siglo XXI, 104. 133Ibid. 134Sobrino, Jesucristo Liberador, 135. 135Gutiérrez, El Dios de la Vida, 42. 136Cfr. Sobrino, Jesucristo Liberador, 187-203.

39

confía absolutamente en el Padre, en él descansa su corazón. Por el otro, Jesús se

relaciona con un Padre que es Dios.

El Padre se le ha mostrado a Jesús como misterio, como alguien a quien él no puede

manipular. Por eso, Jesús muestra una total disponibilidad y obediencia hacia Dios. Esta

relación de Jesús con Dios-Padre se expresa en la oración, que es un “ponerse

realmente ante Dios.”137 La oración de Jesús es algo distinto de su práctica; sin

embargo, está relacionada con ésta. Gracias a la oración, Jesús está en afinidad con

Dios, y en cuanto que está en afinidad con Dios, Jesús puede manifestar la misericordia

de Dios por medio de su práctica liberadora.

Como explica Sobrino, después de la resurrección se pasa del “Jesuanismo” al

“cristianismo,” es decir, se pasa del Jesús histórico al Cristo de la fe. Esto se expresa en

títulos de dignidad para mostrar y confesar la fe en Jesucristo: “por su anuncio e inicio

del reino de Dios, [Jesús] va apareciendo en la línea del ungido, el ‘mesías’ que

responde la esperanza de salvación del pueblo pobre y oprimido. Y por su relación con

Dios-Padre va apareciendo en la línea del ‘hijo.’”138 Es así como Jesucristo aparece

también en relación con los seres humanos: “el ‘Mesías’ busca seguidores y el ‘hijo’

quiere que todos llamen Padre a Dios,”139 es decir, Jesús aparece como hermano y

como alguien que llama para seguirle.

1.2.3. El Espíritu Santo y la Gracia Liberadora

En el proceso de la liberación integral de los pobres, se habla por lo general de la

experiencia del “Dios liberador.” Sin embargo, esta experiencia no es otra cosa que la

experiencia del Espíritu Santo.140 En efecto, “el Padre actúa [libera] por medio del

137Sobrino, Jesucristo Liberador, 185. 138Ibid., 208. 139Ibid. 140Cfr. Comblin, “Espíritu Santo,” 620-621.

40

Espíritu Santo.”141 Que la gente no nombre al “Espíritu Santo” como el autor del

proceso de la liberación refleja en gran medida el aparente “cristomonismo” tanto en la

teología de la liberación latinoamericana como en la teología en general. No obstante,

como expondremos a continuación, la pneumatología está presente a lo largo y ancho

de toda la teología de la liberación. Lo importante por tanto, es descubrir lo que

podríamos denominar la pneumatología de la liberación y darle relieve. Siguiendo el

mismo método que hemos venido empleando, vamos a presentar primero qué hace el

Espíritu Santo para luego explicar sus gracias y fundamentos.

La acción del Espíritu Santo se encuentra estrechamente relacionada con la noción de

“gracia.” La gracia es el efecto de su acción tanto en los seres humanos, en particular,

como en la sociedad en general. El Espíritu Santo es el autor de esa acción efectiva en

las personas y en la sociedad. Con el ánimo de lograr una mayor claridad, puede ser útil

que realicemos aquí la distinción entre el Espíritu y la gracia.

No obstante, resulta un tanto artificial separar la acción del Espíritu Santo de los efectos

que ella produce. Como dice Comblin, “hay poca utilidad en contemplar separadamente

al Espíritu Santo y los efectos que produce (gracia). Lo que realmente importa es que

siempre recordemos la presencia activa del Espíritu Santo y no lo que sucede en

nosotros.”142En este sentido, lo que Comblin está criticando es un sesgado

“antropocentrismo” entre la fe cristiana y la teología. La fe cristiana trata de Dios y los

seres humanos, específicamente de la relación de Dios y los seres humanos.

Desde la perspectiva de una teología de la liberación, la acción del Espíritu Santo

consiste sobre todo en liberar a los pobres y excluidos. “Donde está el Espíritu del

Señor hay libertad,” afirma el apóstol San Pablo en la carta a la comunidad de Corinto

141Comblin, “Gracia,” 88. 142Comblin, “Gracia,” 92.

41

(2 Corintos 3:17) Por lo tanto, “el Espíritu Santo produce libertad.”143 Podemos afirmar

que la gracia es una “gracia liberadora.”144

Una forma de expresar la acción liberadora del Espíritu Santo es por medio de la noción

de “renovación.” El Espíritu Santo produce un nuevo nacimiento de la persona, genera

un “hombre nuevo” (Juan 3:3-8). Ahora, el Espíritu no sólo renueva el interior de la

persona, sino que “renueva la faz de la tierra” (Salmo 134:30) En este sentido, una

sociedad justa es el resultado de la acción del Espíritu Santo, pues renovación interior y

renovación exterior se encuentran estrechamente relacionadas: “Nadie puede entrar en

el reino de Dios, si no nace del agua y del Espíritu” (Juan 3:5). Así, la gracia no sólo es

personal, sino también social o estructural.

Podemos ahora preguntarnos, ¿quién es el Espíritu Santo desde la perspectiva de una

teología de la liberación? ¿Cuál es el rol que juega en el proceso de liberación interior?

Para la teología de la liberación, el Espíritu Santo es la fuerza liberadora de Dios.

Comblin por ejemplo, va a nombrar tres imágenes de la tradición cristiana que ayudan

a profundizar esta noción del Espíritu Santo como fuerza liberadora de Dios: amor, vida

y don.145

Las tres imágenes se encuentran estrechamente relacionadas entre sí. Que Dios es

amor es lo primero que afirma al iniciar el capítulo. Luego, que el Padre no sólo ama a

su Hijo, sino que ama a los seres humanos en su Hijo, y este amor se manifiesta en el

Espíritu Santo y que Dios es vida; tal y como lo planteamos anteriormente. El amor da

vida. Por lo tanto, el Espíritu Santo es la vida misma que Dios da a los seres humanos.

Finalmente, que Dios es don gratuito, como se explicó a partir de la perspectiva del

reino. Ahora, es importante subrayar que la gratuidad de Dios, desde la perspectiva del

Espíritu, es puro don y gracia.

143Comblin, El Espíritu Santo y la Liberación, 87; cfr., Idem., “Espíritu Santo,” 622-630. 144Boff, Gracia y Liberación del Hombre, 151. 145Cfr. Comblin, El Espíritu Santo y la Liberación, 226-230.

42

A través de la gracia es Dios mismo quien se da a los seres humanos. Por lo tanto, la

respuesta positiva de éstos al don del Espíritu Santo es la acogida activa. La acción del

Espíritu Santo no anula la acción de los seres humanos, por el contrario, la gracia

perfecciona su libertad: “la presencia de la gracia de Dios hace al actuar humano más

plenamente humano, con más iniciativa, más espontaneidad, más autonomía, que si la

gracia no estuviera presente.”146

Así, el Espíritu Santo es la fuerza del amor gratuito de Dios, “fuerza de vida que libera

al ser humano.”147 Como sostiene Comblin, “todos los atributos del Espíritu [amor, vida,

don] señalan movimientos.”148 En efecto, el Espíritu Santo es la fuerza de Dios que

pone en movimiento el proceso histórico de la liberación integral de los pobres: “La

gracia es el mismo movimiento de la liberación, o sea, el alma de ese movimiento.”149

Vivir en el Espíritu implica una actitud, un modo de vivir, un proceso que acontece a

partir de una experiencia que impregna toda la vida, experiencia que es movida por el

Espíritu Santo hacia un proceso de conversión, un acto de libertad que se orienta hacia

la solidaridad. Una espiritualidad profundamente encarnada, que supera dualismos, que

integra al ser humano, y que tiene en cuenta su falibilidad.

El itinerario es un proceso, en el que tiene lugar la ruptura; así lo evidencia el proceso

del éxodo y la noche oscura de Juan de la Cruz, que plantea, en su inicio, la ruptura

con la muerte, la esclavitud, la carencia, en un recorrido penoso y a la vez glorioso,

pues la búsqueda y el encuentro con Dios constituyen su sentido definitivo. Es asumir

una praxis basada en la creencia de un Dios liberador. Un Dios que hace seres humanos

abiertos al servicio y entrega cotidiana y como coautor de las distintas tareas de la

existencia humana.

146Comblin, “Gracia,” 88. 147Gutiérrez, Beber en su Propio Pozo, 96. 148Comblin, El Espíritu Santo y la Liberación, 240. 149Comblin, “Gracia,” 90.

43

1.2.4. Teología de y para una Espiritualidad de la Liberación

Desde la perspectiva de una teología de la liberación, Dios es un Dios liberador que

protagoniza, en colaboración con los seres humanos, el proceso histórico de la

liberación integral de los pobres. Sin embargo, tomando la imagen de San Ireneo, “el

Padre actúa por medio de sus dos manos, el Verbo y el Espíritu Santo. Las dos manos

son iguales en fuerza y valor. Las dos manos actúan conjuntamente. No son idénticas.

Cada una produce una acción diferente, pero las dos se complementan y de ellas

procede un resultado final.”150 El resultado de la acción armónica del Hijo y el Espíritu

Santo es la liberación integral de los pobres: “El Padre libera a su pueblo por medio de

la acción convergente del Hijo y del Espíritu Santo.”151

Por lo tanto, podemos afirmar que la espiritualidad de la liberación es precisamente una

de las formas en que Jesús y el Espíritu Santo actúan conjuntamente para la liberación

integral de los pobres. Al final del segundo momento de este capítulo, afirmamos que

después de la resurrección los cristianos empiezan a entender la vida cristiana como

seguimiento de Jesús. “Lo que ocurre, es que en cada época se suele actualizar de una

determinada manera ese seguimiento. Esto ocurre de hecho y debe ser así de derecho.

Jesús debe ser seguido, proseguido, actualizado en la historia, no imitado. Lo que

actualiza a Jesús es el Espíritu.”152

En este sentido, existe una dialéctica entre Jesús y el Espíritu Santo: Jesús dice que

conviene que él se vaya para que llegue el Espíritu Consolador, (Juan 16:7) pero lo que

hace el Espíritu Santo es remitir a Jesús, quien se hace presente a lo largo de la historia

por medio del Espíritu.153 El Espíritu actualiza la vida de Jesús en los seres humanos, y

150Comblin, El Espíritu Santo y la Liberación, 185. 151Ibid., 186. 152Sobrino, “Espiritualidad y seguimiento de Jesús,” 460. 153Cfr., Ibid.

44

esa espiritualidad es precisamente ese “rehacer a lo largo de la historia la estructura

fundamental de la vida de Jesús.”154

En consecuencia, una espiritualidad es una renovación o actualización del seguimiento

de Jesús inspirada por el Espíritu Santo en una época histórica concreta. Así, una

espiritualidad de la liberación es una actualización de la misión liberadora de Jesús

inspirada por el Espíritu Santo para la época histórica concreta en que están viviendo

los pobres en Latinoamérica. La espiritualidad de liberación debe formar cristianos

abiertos a contemplar las realidades de exclusión, discriminación, muerte y humillación,

propias de una sociedad enraizada en el consumo exacerbado, la corrupción en todas

las instituciones y la destrucción de la creación. Contemplando esas realidades, quienes

viven esta espiritualidad, deben propiciar mecanismos de transformación de sus

contextos más próximos, actualizando la misión de Jesús con la cual se construye el

reino que Dios propone para todos.

Una espiritualidad de la liberación integra una teología de la liberación. Como hemos

tratado de sostener a lo largo del capítulo, una teología de la liberación entre tanto

abarca todas las dimensiones de la vida de los pobres. Dios es un Dios que ama

preferentemente a los pobres y, por lo tanto, quiere liberarlos en todas sus

dimensiones. Esta totalidad de la liberación se manifiesta en el anuncio del reino de

Dios por parte de Jesús.

El reino de Dios es un don. Acoger activamente el don del reino implica no sólo la

restauración de relaciones justas en la sociedad, sino también la restauración interior de

los pobres. La totalidad del reino de Dios se manifiesta en la práctica de Jesús, quien no

sólo denunció a los poderes religiosos, políticos y económicos que oprimían a los pobres

(denuncia que busca un cambio en las estructuras), sino que también acogió a los

pobres y excluidos acercándose a ellos (acercamiento que busca un cambio en las

154Ibid., 459.

45

personas). Es precisamente esta práctica de Jesús la que se alimenta de su relación

personal con Dios-Padre, especialmente en la oración.

Así, la totalidad de la liberación se manifiesta en la acción del Espíritu Santo, quien no

sólo renueva la faz de la tierra, sino que también renueva al ser humano por dentro.

Estos aspectos teológicos que se relacionan con la dimensión interior de la liberación

son los que necesitan ser recuperados por muchos agentes de pastoral que colaboran

en el proceso de la liberación integral de los pobres.

La recuperación de los aspectos teológicos que se relacionan con la dimensión interior

de la liberación dará sustento conceptual a la recuperación de la dimensión interior,

tanto en el plano de la praxis como en el plano de la espiritualidad. De esta manera, los

agentes de pastoral podrán colaborar en un proceso que realmente abarque la totalidad

de la liberación de los pobres.

Este capítulo se ha constituido en dos secciones. La primera de ellas plantea la praxis

como punto de partida donde se presenta el sujeto que implica la praxis y la praxis que

abre el camino para desarrollar los objetivos de este trabajo. En realidad, los pobres

son a la vez sujetos y destinatarios de una praxis de liberación. Los pobres son el sujeto

de la liberación de los pobres.

En cuanto a los destinatarios de la liberación, se trata de los pobres materiales. En

cuanto sujeto de la liberación, los pobres son tres tipos de personas: los teólogos

profesionales, los agentes de pastoral y sobre todo los pobres materiales, siempre y

cuando estos tres tipos de personas abracen la pobreza espiritual y la pobreza solidaria.

La praxis para esta reflexión surge a partir de realidades contextuales de seres

humanos en distintas esferas de la vida cristiana, y por ello, cobra su sentido más

pleno, pues aquello que mueve las entrañas de la existencia humana es lo que “habla la

vida”.

46

La segunda presenta algunas categorías de la teología de la liberación, pertinentes para

ahondar en la pregunta central de la reflexión; para una teología de la liberación, el

amor tiene un componente liberador; por lo tanto, el Dios que se ha manifestado en la

historia es un Dios liberador de los pobres.

En ese sentido es que Jesús anuncia el reino de Dios, un reflejo de su propia vida, que

a su vez, no es otra cosa que su práctica, práctica que tiene fundamento en la acción

del Espíritu Santo y se encuentra estrechamente relacionada con la noción de “gracia.”

La gracia es el efecto de su acción, tanto en los seres humanos en particular como en la

sociedad en general.

En consecuencia, desde la perspectiva de una teología de la liberación, Dios es un Dios

liberador que protagoniza, en colaboración con los seres humanos, el proceso histórico

de la liberación integral de los pobres. Este análisis es el que va abriendo camino para

una reflexión que conduzca a la recuperación de la dimensión interior de una vida

cristiana vivida desde los procesos liberadores de los pobres.

Finalmente, en este primer capítulo hemos estructurado dos argumentos centrales: en

primer lugar, los pobres como sujeto que emerge de una praxis concreta de una

teología y de una espiritualidad de la liberación, en articulación con las praxis que

originó la reflexión de este trabajo de grado y que se articuló a partir de tres

componentes: mi propia experiencia personal, la praxis de varios agentes de pastoral

que he conocido en mis años como jesuita y la praxis de mucha gente pobre con la que

he tratado en mi experiencia pastoral. Y en segundo lugar, las categorías específicas de

la teología de la liberación. Llegados a este punto de nuestra reflexión, podemos dar un

paso más y desarrollar lo relacionado con la espiritualidad de la “Teología de la

liberación”. Esta tarea será el objetivo del siguiente capítulo.

47

CAPÍTULO 2

2. LA ESPIRITUALIDAD DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

En el capítulo anterior hemos establecido los cimientos que nos permiten fundamentar

el concepto de espiritualidad que está en la base de la Teología de la Liberación. Por

tanto, este trabajo de investigación sostiene que una espiritualidad es “una manera de

ser cristiano,” que la espiritualidad es un “estilo de vida” cristiana o “una manera de

vivir la fe.”155 Esta definición quiere decir que una espiritualidad no se refiere solamente

a aquellas prácticas que son llamadas comúnmente “espirituales,” como por ejemplo la

oración y la dirección espiritual, sino más bien, una espiritualidad que abarca la

totalidad de la vida del cristiano, es decir, todas las dimensiones de la persona. Una

espiritualidad es un seguimiento de Jesús.

En este sentido, “no hay aspecto de la existencia humana que escape al seguimiento de

Jesús. Ese camino abarca todas las dimensiones de nuestra vida... La espiritualidad no

se restringe a los aspectos, así llamados, religiosos: la oración o el culto. No es algo

sectorial, sino total. Se trata de toda la existencia humana, personal y comunitaria, que

se pone en marcha.”156

La vida cristiana está conformada sobre todo de relaciones. “la espiritualidad no es otra

cosa que el espíritu del sujeto, personal y grupal, en cuanto relacionado con la totalidad

de la realidad.”157 En consecuencia, una espiritualidad es “una manera precisa de vivir

‘ante el Señor,’ en la solidaridad con todos los hombres, ‘con el Señor’ y ante los

hombres.”158 A estas relaciones con Dios y los seres humanos, hay que añadirles las

relaciones con el mundo y con uno mismo. Una espiritualidad es la actitud que tiene un

cristiano en su relación con Dios, con el mundo, con los demás y consigo mismo. Una

155Gutiérrez, Teología de la Liberación, 36. 156Gutiérrez, Beber en su Propio Pozo, 117. 157Sobrino, Liberación con Espíritu, 23, el subrayado es mío. 158Gutiérrez, Teología de la Liberación, 245, el subrayado es mío.

48

espiritualidad es “una actitud vital: global y sintética, que [informa] la totalidad y el

detalle de nuestra vida.”159

“Toda gran espiritualidad está ligada a los grandes movimientos históricos de su

época.”160 En efecto, una espiritualidad es una actualización del seguimiento de Jesús

inspirada por el Espíritu Santo en una época histórica concreta. Así sucede con San

Francisco de Asís, cuyo “camino espiritual se halla estrechamente vinculado a los

movimientos de los pobres que representan una reacción social y evangélica, frente a la

riqueza y al poder alcanzados por la iglesia en esa época.”161

Un ejemplo claro de ello es también San Ignacio de Loyola, cuya espiritualidad tiene

como contexto la edad moderna y los movimientos protestantes. Y así sucede con una

espiritualidad de la liberación en Latinoamérica, que está conectada con un movimiento

histórico denominado la “irrupción del pobre.”162 Esta irrupción consiste en una serie de

movimientos populares que surgen en algunos países, especialmente en Latinoamérica,

entre los años sesenta y setenta del siglo pasado. Estos movimientos buscan sobre todo

la liberación de los pobres.163

Cada espiritualidad abarca la totalidad de la vida cristiana; sin embargo, cada

espiritualidad organiza de distinta manera los diferentes aspectos de la vida cristiana.

La diferencia entre una espiritualidad y otra no radica en los aspectos de la vida

159Gutiérrez, Teología de la Liberación, 244, el subrayado es mío. En vez de “actitud,” Sobrino prefiere hablar de

“espíritu.” Por ejemplo, en vez de hablar de la “actitud solidaria” con que el cristiano se relaciona con el pobre,

Sobrino prefiere hablar del “espíritu de solidaridad” con que el cristiano se relaciona con el pobre (Liberación con

Espíritu, 122). Asimismo, Sobrino dice que Jesús lleva a cabo su “práctica con espíritu,” por ejemplo con espíritu de

misericordia (Jesucristo Liberador, 77-78). Lo que quiere decir esta expresión es que la práctica de Jesús muestra

una actitud misericordiosa con los pobres. El problema con el término “espíritu” es que se puede confundir con el

“Espíritu,” ya sea el Espíritu Santo o el Espíritu de Jesús Resucitado. Por ejemplo, cuando Sobrino afirma que “vida

espiritual no es otra cosa que vida con espíritu y, más en concreto, vida con el espíritu de Jesús” (Liberación con

Espíritu, 10), ¿se refiere a una vida configurada por las actitudes de Jesús o a una vida en la cual el Espíritu habita?

Parece que Sobrino se refiere más a lo primero. Sin embargo, la expresión “vida con espíritu” es ambigua. Para no

caer en esta ambigüedad, prefiero evitar el uso del término “espíritu” y hablar más bien de “actitud.” 160Gutiérrez, Beber en su Propio Pozo, 39. 161Ibid. 162Gutiérrez, Teología de la Liberación, 21. 163Cfr. Gutiérrez, Beber en su Propio Pozo, 40-41.

49

cristiana (que, en general, suelen ser los mismos), sino “en el orden nuevo que se crea

entre ellos, en el modo de hacer la síntesis.”164

En efecto, “una determinada espiritualidad significa siempre una reordenación de los

ejes fundamentales de la vida cristiana partiendo de una intuición central.”165 En el caso

de una espiritualidad de la liberación, la intuición central es la opción preferencial de

Dios por los pobres.

Este capítulo va a explicar precisamente una espiritualidad de la liberación y la síntesis

que ella hace de algunos aspectos de la vida cristiana. No se pretende aquí exponer

todos los aspectos de una espiritualidad de la liberación en Latinoamérica, más bien, se

enfoca en aquellos aspectos que competen al tema de la reflexión que se quiere

plantear. Desarrolla aquellos aspectos espirituales que expresan la totalidad de la

liberación.

Para explicar, más detalladamente este tema, voy a plantear primero tres aspectos que

una espiritualidad de la liberación no tiene, pero que sí están presentes en otras

espiritualidades. Una espiritualidad de la liberación difiere del elitismo, del

espiritualismo y del individualismo que está presente en otras espiritualidades.166 Con

respecto a lo primero, una espiritualidad de la liberación no es elitista en cuanto que no

es propiedad de un grupo exclusivo, sino que pertenece a una masa constituida

mayoritariamente por gente pobre. Esta afirmación implica dos aspectos. Primero, es

una espiritualidad que tiene como eje central la opción preferencial por los pobres. En

otras palabras, la opción preferencial por los pobres es una actitud espiritual. Segundo,

es una espiritualidad cuyo sujeto principal son los pobres: “el pueblo oprimido y

creyente se hace cada vez más agente de una manera de ser cristiano, de una

espiritualidad”167.

164Gutiérrez, Beber en su Propio Pozo, 118. 165Ibid. 166Cfr., Ibid., 20-26. 167Ibid., 41.

50

En efecto, la espiritualidad de la liberación es la de aquellos pobres materiales que

están abiertos a la acción de Dios (pobreza espiritual) y responden positivamente a esta

acción por medio de la solidaridad con los demás pobres (pobreza solidaria). En su

manera de vivir la fe cristiana, ellos manifiestan que se trata una espiritualidad de la

liberación. Asimismo, agentes de pastoral que no son pobres materiales también

representan una espiritualidad de la liberación cuando están abiertos a la acción de

Dios en sus vidas (pobreza espiritual) y responden positivamente a la acción de Dios

por medio de la solidaridad con los pobres materiales (pobreza solidaria).

Con respecto a los otros dos aspectos – el espiritualismo y el individualismo – Una

espiritualidad de la liberación mantiene la relación entre oración y acción; y entre Dios y

la realidad histórica. También establece una relación entre individuo, comunidad y

sociedad, y conserva la relación interpersonal con el pobre. Todas estas relaciones

están, a su vez, en mutua relación. Dichas interacciones son precisamente los temas de

las secciones de este capítulo. La primera sección explica la relación entre oración y

acción. La segunda sección trata sobre la relación entre Dios y la realidad. La tercera

sección expone la relación entre individuo, comunidad y sociedad. La cuarta sección

trata sobre la relación interpersonal con el pobre. Finalmente, para concluir este

capítulo, la quinta sección recoge lo dicho en las secciones anteriores por medio de la

explicación de la relación entre amor y libertad, y concluye en la necesidad de recuperar

la dimensión interior en el ámbito de una espiritualidad de la liberación.

2.1. Oración y Acción

Una espiritualidad de la liberación es incompatible con todo tipo de espiritualismos. Un

cristiano espiritualista es aquél que “manifiesta poco interés por las tareas temporales,

y revela una gran insensibilidad a la presencia y necesidades de personas reales y

51

concretas.”168 El desinterés por la historia y por los demás se debe a la manera intimista

con que el cristiano se relaciona con Dios.169 (Es necesario aclarar que se está hablando

de “intimismo,” no de “intimidad,” que es un aspecto importante para una espiritualidad

de la liberación, como se verá más adelante).

Para un cristiano espiritualista, la relación con Dios es tan íntima que la relación con la

historia y con los demás se vuelve secundaria o incluso innecesaria. Una relación

intimista con Dios aleja al cristiano de lo que sucede en la historia, sobre todo de las

vicisitudes que sufren los pobres en la historia. A diferencia de un “espiritualismo de

evasión,”170 una espiritualidad de la liberación mantiene la relación entre oración y

praxis (que es el tema de esta sección), y la relación entre Dios y la realidad histórica

de los pobres.

¿Qué es praxis? ya se explicó en la introducción, pero vale la pena repetirlo. Desde la

perspectiva de la liberación, praxis se refiere a acciones que liberan integralmente a los

pobres. La praxis liberadora es histórica, es decir, una praxis que sucede en la historia y

la afecta, no solo es la historia de la sociedad y de los pueblos, sino también la historia

personal de los que están envueltos en el proceso de liberación, ya sea como sujetos o

destinatarios de la liberación. Por lo tanto, praxis necesariamente implica relación con la

historia y relación con los demás, especialmente los pobres. Precisamente, al integrar

una praxis liberadora que se relaciona con la historia y con los pobres, una

espiritualidad de la liberación se diferencia de los espiritualismos ahistóricos.171

Al hablar de la oración, se hace referencia a la relación del cristiano con Dios.172 La

oración es un encuentro personal con Dios. La oración es el encuentro con “un Tú con

el que podemos dialogar.”173 La oración es en realidad “un diálogo de amor” entre Dios

168Gutiérrez, Beber en su Propio Pozo, 25. 169Cfr. Casaldáliga y Vigil, Espiritualidad de la Liberación, 125. 170Puebla, 826. 171Casaldáliga y Vigil, Espiritualidad de la Liberación, 125. 172Cfr. Ibid., 169. 173Jaén, Hacia una Espiritualidad de la Liberación, 86.

52

y el ser humano.174 El amor de Dios es un don gratuito para los seres humanos. En este

sentido, “la oración es una experiencia de gratuidad.”175

El don de Dios es Dios mismo quien se entrega a los seres humanos. En otras palabras,

la oración es una experiencia del Espíritu de Dios que se da a los seres humanos. En

efecto, la persona de Jesús hace que la relación con Dios en la oración sea más

concreta y personal. Amar a Dios es amar a esta persona en particular: Jesús de

Nazaret. Dios no puede ser amado en lo abstracto. Puesto que la oración es un

encuentro personal con Dios, puesto que es un diálogo de amor con Dios, la oración

necesariamente implica intimidad con Dios (que no es igual al intimismo que separa al

cristiano de los demás).

Una espiritualidad de la liberación mantiene la relación entre oración y acción. En ella se

deben articular de manera dialéctica las dos partes [la oración y la práctica]; haciendo

consideración de dos espacios abiertos en permanente tensión. Esta relación se puede

explicar por medio de dos términos: “gratuidad” (del amor de Dios en la oración) y

“eficacia” (de la acción liberadora). Se trata de un doble movimiento: “Eficacia del

compromiso como exigencia de la gratuidad del Señor, pero también... el movimiento

inverso: la contemplación como demanda y elemento vivificador de una acción

histórica.”176 En este punto se puede encontrar referencia a una máxima de la

espiritualidad ignaciana: “ser contemplativos en la acción”. Que no es otra cosa distinta

que estar atento a la acción de Dios en la historia de hombres y mujeres.

Sin embargo, es importante precisar que, para una espiritualidad de la liberación, la

gratuidad está “más allá de la búsqueda de la eficacia.”177 La oración corresponde a

“ese acto ocioso, ’ese tiempo desperdiciado’ que nos recuerda que el Señor está más

174Gutiérrez, Beber en su Propio Pozo, 144. 175Gutiérrez, Teología de la Liberación, 247. 176Gutiérrez, Beber en su Propio Pozo, 147. 177Casaldáliga y Vigil, Espiritualidad de la Liberación, 173.

53

allá de las categorías de lo útil y lo inútil.”178 En este sentido, la relación con Dios no es

“utilitaria.”179

Asimismo, se dice que “el altísimo valor de la relación con Dios sólo se realiza cuando la

relación es incondicionada.”180 En efecto, solo se puede amar auténticamente cuando se

experimenta un sentimiento de gratuidad incondicional. Por lo tanto, en la oración, Dios

no le pone condiciones al ser humano. En este sentido, afirmar que el compromiso es

una “exigencia” de la gratuidad de Dios, no se está diciendo que el compromiso con los

pobres sea una “condición” que Dios le pone al cristiano para darle su amor. El amor de

Dios, vale la pena repetirlo, es un don gratuito.

Cuando se dice que la gratuidad de Dios implica una exigencia, lo que se quiere decir es

que el amor de Dios exige una respuesta por parte del ser humano. El cristiano no

puede evadir el hecho de que Dios le está dando su amor y, por lo tanto, el cristiano

debe dar una respuesta, ya sea positiva o negativa. Para una espiritualidad de la

liberación, una respuesta positiva al amor de Dios implica el compromiso con los

pobres. En este sentido, la gratuidad del amor de Dios trae consigo la exigencia del

compromiso con los pobres.

Por lo tanto, “la oración liberadora debe impulsar a una acción como tal, y a su vez, la

acción liberadora debe invitar a la oración. Si una determinada acción sociopolítica me

aleja de Dios o me predispone en contra de la oración, debo mirarla como sospechosa.

Y si una oración me aleja del amor efectivo a los pobres y me encierra espiritualmente

dentro de mí mismo, debo desconfiar de ella.”181 Sin embargo, también es importante

recordar que la oración no es instrumento de la acción, ni la acción es instrumento de la

oración; si esta instrumentalización sucede, entonces también hay que desconfiar del

tipo de oración o acción que se esté haciendo.

178Gutiérrez, Teología de la Liberación, 247. 179Trigo, ¿Ha Muerto la Teología de la Liberación?, 72. 180Ibid. 181Jaén, Hacia una Espiritualidad de la Liberación, 114.

54

La relación entre gratuidad y eficacia hay que verla más bien a través de la óptica del

agradecimiento. La experiencia de gratuidad genera una respuesta de agradecimiento

en el cristiano que se siente amado por Dios, y de una actitud de agradecimiento

emerge una generosidad en la entrega. En otras palabras, la praxis liberadora es una

acción de gracias a Dios por tanto amor recibido.

En este sentido, es cierto que “solo el amor gratuito va hasta la raíz de nosotros

mismos y hace brotar de allí un verdadero amor.”182 Hay una segunda manera de ver la

relación entre oración y acción que está muy conectada con la siguiente característica

de una espiritualidad de la liberación. Por eso, voy a explicar primero la segunda

característica de esta espiritualidad, y luego explicaré la segunda manera de ver la

relación entre oración y acción.

2.2. Dios en la Realidad de los Pobres

Para una espiritualidad de la liberación, la oración no es el único lugar de encuentro con

Dios. A Dios se lo encuentra también en la historia de los seres humanos.183 La

presencia de Dios en la vida de los seres humanos es “la consistencia propia de la

historia.”184 La expresión de San Ignacio de Loyola: “encontrar a Dios en todas las

cosas, y en todas las cosas a Dios”185 es una invitación para buscar y hallar a Dios en la

historia de los seres humanos, o para leer los signos de los tiempos, lo cual es

necesaria una actitud de vigilancia. En otras palabras, para encontrar a Dios en la

historia se necesita una actitud de contemplación.

182Gutiérrez, Teología de la Liberación, 246. 183Cfr., Ibid., 227-228. 184Gutiérrez, Beber en su Propio Pozo, 144. Gutiérrez a veces utiliza la expresión “densidad del presente.” Incluso,

uno de sus libros se llama así. Sin embargo, él nunca define qué es esa densidad del presente. Una posible

interpretación es que la “densidad del presente” se refiere a la presencia de Dios en la historia actual de los seres

humanos. El presente tiene “densidad” porque está impregnado de la gracia de Dios. 185 Constituciones de la Compañía de Jesús # 288

55

Dios se manifiesta en la historia de la realidad. A través de la realidad, Dios se

comunica con el cristiano.186 Para Sobrino, la realidad se refiere sobre todo a la realidad

de los pobres. Sin embargo, la realidad de los pobres no se trata solamente del mundo

económico, político y social de los pobres. La realidad de los pobres contiene también el

mundo del hogar, que es el lugar donde acontece gran parte de la vida cotidiana.

Asimismo, la realidad de éstos incluye su mundo interior, sus sueños y deseos.

Ese mundo complejo de los pobres es el lugar privilegiado para encontrarse con Dios.

Dios se encuentra tanto en el mundo exterior como en el mundo interior de los pobres

transformando estructuras sociales y transformando los corazones y las mentes de los

pobres. Por eso, el mundo de los pobres es el lugar privilegiado para encontrar al Dios

liberador.

Dios no solo está en el mundo de los pobres, sino en los pobres mismos. Dios es

“alguien que se revela en la historia y se hace, al mismo tiempo, presente en el corazón

de cada uno.”187 En efecto, Dios está presente en todos los seres humanos. Por lo

tanto, Dios está presente en los pobres. En este sentido, los pobres son mediación de la

revelación de Dios; ellos son sacramento de la presencia de Dios.188 Por lo tanto, una

espiritualidad de la liberación ve en los pobres y en toda clase de explotados,

marginados y excluidos, la presencia sacramental del Señor. Decir que los pobres son

sacramento de Dios incluye varios aspectos.

Los pobres son sacramento de Dios cuando ellos demuestran con sus vidas el amor de

Dios. No todos los pobres manifiestan en sus vidas el amor, la misericordia y la justicia

de Dios. En efecto, hay pobres que no optan por los pobres, sino que optan por ser

ricos. En otras palabras, hay pobres que, buscando ser como los ricos, se olvidan del

dolor que sufren sus hermanos los pobres.

186Cfr. Sobrino, Liberación con Espíritu, 32-33. 187Gutiérrez, El Dios de la Vida, 15. 188Cfr. Sobrino, Liberación con Espíritu, 52; Idem., Jesucristo Liberador, 319.

56

Esos pobres no son, así a secas, sacramento del Señor. Los pobres son sacramento de

Dios cuando abrazan la pobreza espiritual y la pobreza solidaria. Cuando los pobres

optan por los demás pobres, se convierten en sacramento de la opción preferencial de

Dios por los pobres. Por lo tanto, los pobres no son simple y automáticamente

sacramento de Dios; su misión es actuar como sacramento del Dios liberador.

Por lo tanto, el cristiano puede hallar a Dios en el encuentro con los pobres. Sin

embargo, el encuentro con los pobres no es un encuentro “desde afuera.” El encuentro

con los pobres implica un compromiso que tiene varios aspectos. Primero, el encuentro

con los pobres es necesariamente ir y entrar en el mundo de los pobres. Segundo, el

encuentro con los pobres requiere estar abiertos al mundo de los pobres y verlo en toda

su crudeza.

En este sentido, una espiritualidad de la liberación comienza “con un acto de profunda

honradez hacia lo real, reconociendo en un primer momento las cosas tal cual son.”189

La realidad de los pobres, como ya se dijo antes, es ante todo una realidad de muerte.

No obstante, para reconocer esa realidad, es necesaria una actitud de honradez con la

realidad. En otras palabras, una espiritualidad de la liberación se caracteriza por un

“realismo elemental.”190 Tercero, si el cristiano está abierto a ver el mundo de los

pobres en toda su crudeza, entonces esa realidad provocará en él una conmoción

interior. Esa conmoción de las entrañas, como se dijo antes, es lo que Sobrino llama

misericordia, por lo tanto, el cristiano puede pasar de la misericordia al amor práctico,

es decir, a la búsqueda de la liberación integral de los pobres. En este sentido, “conocer

a Dios es obrar con justicia.”191

189Sobrino, Liberación con Espíritu, 25. 190Casaldáliga y Vigil, Espiritualidad de la Liberación, 51. 191Gutiérrez, Teología de la Liberación, 233, 238, 246.

57

A Dios se lo puede conocer en la realidad de los pobres; sin embargo, conocer la

realidad de los pobres implica entrar en su mundo y comprometerse con ellos. Por esa

razón, tener experiencia de Dios implica una práctica del derecho y la justicia sobre

aquellos que están en condiciones de pobreza y exclusión de un sistema social192

Por lo tanto, el contacto con la realidad de los pobres trae consigo la exigencia de una

respuesta, que conlleva la gratuidad del amor de Dios. A través de ésta la realidad, Dios

le presenta al cristiano su amor y su misericordia ante el sufrimiento de los pobres y su

voluntad de liberarlos integralmente, y le plantea al cristiano la siguiente pregunta:

“¿quieres colaborar conmigo en el proceso de la liberación de los pobres?” El cristiano

puede responder sí, lo cual significa comprometerse con el proceso de la liberación

integral de los pobres, o el cristiano puede responder no, lo cual significa dar la espalda

a este poceso de liberación.193

En este sentido se comprenden las palabras del Hijo del hombre en el juicio final según

el Evangelio de Mateo: “Cuanto hicieron con uno de éstos, mis hermanos más

pequeños, conmigo lo hicieron... Cuanto dejaron de hacer con uno de estos pequeños,

dejaron de hacerlo conmigo.” (Mt 25, 40-45) En efecto, una movilización (por más

sencilla o pequeña que sea) para transformar las condiciones de vida de los más

excluidos o marginados es una respuesta al amor de Dios; de ésta manera se podría

decir que se corresponde de manera objetiva a Dios.194 Sin embargo, el amor al pobre

no es una “ocasión” o un “instrumento” para amar a Dios. Uno no ama al pobre para

amar a Dios.

A través de la realidad de los pobres, Dios le presenta al cristiano su opción preferencial

por ellos, y le invita al cristiano a optar por los pobres también. En efecto, la opción

preferencial por los pobres consiste en amar lo que Dios ama,195 en ser compasivos con

192Cfr. Sobrino, Liberación con Espíritu, 54. 193Cfr., Ibid., 26. 194Cfr., Ibid., 33. 195Cfr. Gutiérrez, Dios de la Vida, 57.

58

los pobres así como Dios es compasivo (“con-pasión” significa literalmente “padecer

con” el otro). Puesto que la opción preferencial por los pobres implica una identificación

con la situación de éstos, y con el Dios liberador, la opción preferencial por los pobres

es fundamentalmente una actitud espiritual.196

Para encontrar a Dios en la realidad de los pobres y para tener esta “afinidad con Dios”

es necesaria una actitud de contemplación, y para alcanzar una actitud contemplativa

es imprescindible hacer oración. Ésta es la segunda manera de comprender la relación

entre oración y acción. Por medio de la oración se puede alcanzar ese estado que en la

espiritualidad ignaciana se denomina: “contemplativo en la acción”. Sin embargo, es

importante no confundir la oración y la acción. Cuando un cristiano está realizando la

praxis de la liberación, él no está haciendo oración. Si un cristiano confunde la oración y

la acción, eliminará los momentos de oración en su vida con el pretexto de hacer

oración en la acción. Y si un cristiano elimina la oración, él terminará convirtiéndose

más en un trabajador social que en un agente de pastoral. Su praxis liberadora perderá

profundidad cristiana. Por lo tanto, es necesario mantener la “distinción” (que no es

igual a “separación”) entre oración y acción para conseguir ese estado de

contemplación en la liberación.

2.3. Individuo, Comunidad y Pueblo

Una espiritualidad de la liberación es incompatible con todo tipo de individualismos.

Según Gutiérrez, el individualismo “tiene mucho de repliegue intencional e interesado

para mantenerse en las aguas tranquilas de la privacidad. A ella vendrán otros, quizá, a

tocar a la puerta y se les abrirá como quien hace un favor.”197 En efecto, una

espiritualidad individualista abraza lo que Goizueta llama “una antropología

individualista”198.

196Cfr., Goizueta, Caminemos con Jesús, 79-82. 197Gutiérrez, Beber en su Propio Pozo, 170. 198Goizueta, Caminemos con Jesús, 85.

59

Según esta antropología, el individuo es anterior a sus relaciones. El individuo no

necesita relacionarse con otras personas para configurarse como persona. Las

relaciones con otras personas no son esenciales, sino secundarias. El individuo decide

entrar o no entrar en relación con otras personas. Las relaciones con otras personas

son extrínsecas, opcionales. Por lo tanto, para una antropología individualista, la

comunidad es algo extrínseco al individuo. Existe una dicotomía entre individuo y

comunidad. Asimismo, existe una dicotomía entre comunidad y sociedad.199 Por lo

tanto, en una antropología individualista, la comunidad es un conjunto de individuos

aislados y autosuficientes.

A diferencia de una espiritualidad con tinte individualista, una espiritualidad de la

liberación mantiene la relación entre individuo, comunidad y sociedad. Una

espiritualidad de la liberación abraza lo que Goizueta llama “una antropología

orgánica”200. En un organismo vivo, cada parte está en relación con las demás partes.

Si no hubiera esa relación, el organismo y las partes de ese organismo morirían,

dejarían de existir. En este sentido, para una antropología orgánica, cada individuo está

en relación con las demás personas.

El individuo está intrínsecamente definido y constituido por su relación con las demás

personas. El individuo es esencialmente relacional. Si un individuo se separa de las

demás personas, simplemente deja de existir como persona, pasa a ser nadie.201 Por lo

tanto, para una antropología orgánica, la comunidad es algo intrínseco al individuo. La

comunidad es como un organismo que existe a partir de las relaciones entre los

individuos.

199Cfr., Ibid., 87-88. 200Goizueta, Caminemos con Jesús, 81. 201Cfr., Ibid.

60

De la misma manera, la sociedad es también un organismo que se constituye a partir

de las relaciones entre diferentes grupos y comunidades. Una espiritualidad de la

liberación consiste en un “movimiento pendular,” en el cual “tenemos que caminar del

individuo al grupo, del grupo a la sociedad y, luego, volver de la sociedad al grupo y del

grupo al individuo.”202 Por lo tanto, el sujeto de una espiritualidad de la liberación

puede ser el individuo o la comunidad, pero no cada uno en su ámbito aislado y

autosuficiente; sino un individuo comunitario y una comunidad abierta a colaborar en el

desarrollo de sus miembros.

En consecuencia, un individuo concibe a la comunidad como condición necesaria para

su propia existencia y la comunidad respeta la libertad de todos sus miembros como

garantía de su sentido colectivo. Una espiritualidad de la liberación no cae en

individualismos, pero tampoco cae en “comunitarismos.”203 Esta realidad de relaciones

entre seres humanos es también lo que para San Pablo es el concepto de “Cuerpo de

Cristo” (1Cor 12,12-31).

En otro sentido, el sujeto de una espiritualidad de la liberación es una “espiritualidad

colectiva”204 porque se trata de un camino que hace el pueblo en su conjunto y no

personas aisladas. Éste sujeto es el pueblo que se preocupa por el mundo y que está

abierto a trabajar con otros pueblos para solucionar los problemas del mundo.

En efecto, para una espiritualidad de la liberación, la relación con Dios ocurre también

en esta relación entre individuo, comunidad y pueblo. “Dios no se abre hacia una sola

persona, sino a cada persona dentro de su comunidad y a cada comunidad dentro de la

comunidad de comunidades que es el pueblo de Dios.”205 Es necesario subrayar la

dimensión individual de la relación con Dios para mostrar lo que hay de intransferible

202Jaén, Hacia una Espiritualidad de la Liberación, 31. 203Cfr. Comblin, Cristianos Rumbo al Siglo XXI, 100. 204Gutiérrez, Beber en su Propio Pozo, 43. 205Comblin, “Gracia,” 83.

61

en esa relación. Sin embargo, en esa relación con Dios, la persona es un individuo

dentro de un pueblo.206

En otras palabras, el “pueblo,” en cuanto comunidad dentro de la cual vive, cree y

realiza su vida cristiana, es una dimensión esencial en la comunicación de Dios a los

hombres y en la respuesta de los hombres a Dios. Esto no hace desaparecer lo

personal-individual ni en el ser amado y exigido por Dios ni en su respuesta a Dios,

pues cada hombre tiene un rostro concreto ante Dios, y la aceptación y la respuesta de

la fe no pueden ser delegadas a otros. Pero todo ello acontece dentro de un pueblo y

de tal manera, que, cristianamente, la apertura a los demás, la disponibilidad a dar, y a

recibir de él y dentro de él, es esencial en la construcción del creyente, incluso en

cuanto creyente personal-individual.207

2.4. Relación interpersonal con el pobre

Esta cuarta característica de una espiritualidad de la liberación incumbe especialmente a

los cristianos que no son pobres materiales, pero que colaboran en el proceso de

liberación integral de los pobres. Ella consiste en el amor a los pobres. En una

espiritualidad con tinte individualista, el individuo se mantiene encerrado en sí mismo,

el individuo es su propio centro.

En cambio, en una espiritualidad de la liberación, el individuo sale de sí mismo para ir a

la otra persona, el individuo se des-centra. Este des-centrarse es lo que comúnmente se

llama “amor al prójimo,” y para esta espiritualidad el prójimo es sobre todo el pobre y

excluido.208 El amor a los pobres incluye varios aspectos que se van a analizar en esta

sección.

206Cfr. Sobrino, Jesucristo Liberador, 173. 207Sobrino, Liberación con Espíritu, 76-77. 208Cfr. Ibid., 45.

62

Primero, el amor a los pobres es amor a personas concretas. En efecto, el amor es

siempre una relación personal. El amor a los pobres es siempre amor a personas que

tienen rostros y nombres concretos. Por lo tanto, no existe algo así como un amor a la

colectividad de pobres. “La solidaridad no es con ‘el pobre’ en general, sino con

personas de carne y hueso.”209 Sin embargo, el amor personal a los pobres no está

exento de peligros. Hay que, por ejemplo, evitar caer en una caridad de tipo

individualista... El prójimo no es solo el hombre tomado individualmente. Es, más bien,

el hombre considerado en la urdimbre de las relaciones sociales. Es el hombre ubicado

en sus coordenadas económicas, sociales, culturales, raciales. Es, igualmente, la clase

social explotada, el pueblo dominado, la raza marginada. Las masas son también

nuestro prójimo... Esto nos lleva lejos del lenguaje privatizante del encuentro yo-tú. La

caridad es, hoy, una “caridad política.”210

Este texto que se acaba de citar hay que leerlo con cuidado porque se puede

malinterpretar. No se está oponiendo al amor personal a los pobres. Lo que está

diciendo es que se deben evitar deformaciones del amor al prójimo. Por un lado, hay

que evitar “el lenguaje privatizante del encuentro yo-tú,” pues en efecto, el amor tiene

el peligro de entenderse como una relación “tú y yo” que separa a las dos personas del

resto del mundo.

Por otro lado, hay que evitar “una caridad de tipo individualista.” En efecto, el amor al

prójimo tiene el peligro de entenderse únicamente como caridad asistencialista, es

decir, un “yo” que hace una obra de caridad a un “tú.” Estas dos deformaciones del

amor al prójimo pierden de vista que el amor al prójimo implica una “caridad política.”

Esta caridad política incluye dos aspectos. Por un lado, quiere decir que el amor

consiste en la práctica de la liberación. Un amor acertado hacia los pobres se orienta a

la incansable tarea de su liberación.

209Gutiérrez, Beber en su Propio Pozo, 136. 210Gutiérrez, Teología de la Liberación, 242.

63

Puesto que la liberación es integral, el amor incluye la liberación en su dimensión

política. El amor debe tomar la “forma de la justicia.”211 En este sentido, es una caridad

política. Por otro lado, una caridad política quiere decir que el amor al prójimo no

considera al individuo como una persona aislada y autosuficiente (es decir, no ve al

pobre con los ojos de una antropología individualista), sino que considera al individuo

como una persona en “la urdimbre de las relaciones sociales” (es decir, ve al pobre con

los ojos de una antropología orgánica).

De esta manera, se puede comprender la siguiente afirmación: “El amor político busca

ser eficaz... Para entender la eficacia que se busca hay que tener en cuenta en primer

lugar a los destinatarios de ese amor. Estos son personas consideradas como

colectividad, grupo o clase social; en cualquier caso, no es el individuo “pobre” como

tal, sino la polis, el mundo de los pobres.”212

Segundo; el amor a los pobres implica la liberación en su dimensión política, pero no se

reduce a ella. El amor debe tomar la forma de la justicia, sin olvidar o subvalorar otras

ineludibles maneras del amor. El amor a los pobres se circunscribe también a las

relaciones interpersonales e íntimas con esos “pobres”. En otras palabras, este amor

envuelve una auténtica amistad con ellos. “Sin amistad, sin cariño, sin ternura... no hay

verdadero gesto solidario.”213

En otras palabras, sin amistad no se puede colaborar en el proceso de la liberación

integral de los pobres. En efecto, el fundamento de la opción preferencial por los

pobres es la amistad con personas que tienen rostros y nombres concretos. No existe

algo así como una opción preferencial por los pobres en general. Lo que existe es una

opción por pobres de carne y hueso. La amistad convierte la opción preferencial por los

pobres en algo concreto y real.

211Sobrino, Resurrección de la Verdadera Iglesia, 283. 212Sobrino, Liberación con Espíritu, 101. 213Gutiérrez, Beber en su Propio Pozo, 136.

64

Cuando el amor a los pobres se reduce a la búsqueda de la justicia social, o cuando la

liberación se reduce a la dimensión política, los pobres se convierten en un concepto

abstracto que se puede manipular.

Tercero, la amistad implica un “amor entre iguales.”214 En otras palabras, en el amor no

hay superior e inferior, no hay uno que valga más que el otro. Por lo tanto, en la

relación interpersonal entre el agente de pastoral y el pobre, es necesario que exista

esta igualdad en el amor.

Siguiendo éstas ideas, el amor implica el reconocimiento del “otro,” el reconocimiento

de lo que es único en el otro. En efecto, “el pobre,” “tiene muchas veces una cultura

con sus propios valores; ser pobre es un modo de vivir de pensar, de amar, de orar, de

creer y esperar, de pasar el tiempo libre, de luchar por su vida.”215 Por lo tanto, amar al

pobre significa reconocer los valores propios de su cultura. Aún más, amar “no es

solamente reconocer al otro el derecho a ser diferente, sino ayudarle a ser diferente; es

decir, a crecer en su propia personalidad.”216 Por lo tanto, el amor al pobre implica

potenciar sus valores, reconocerlos y amarlo en todas sus dimensiones.

Además, el amor no consiste solo en dar, sino también en recibir. En efecto, “amar es

recibir de la diferencia del otro, abrirse a la diferencia para enriquecerse con lo que ella

ofrece.”217 Por lo tanto, la relación interpersonal entre el agente de pastoral y el pobre

consiste en un mutuo dar y recibir.218 Si la relación consistiera solo en dar al pobre y no

recibir nada de él, esa uni-direccionalidad manifestaría una “superioridad” del agente de

pastoral y un desprecio a los valores del pobre.

En este sentido, la Iglesia de los pobres, que una espiritualidad de la liberación integra,

es una Iglesia en donde se practica la reciprocidad del amor. “la Iglesia de los pobres

214Cfr. Gutiérrez, Teología de la Liberación, 34; Idem., Beber en su Propio Pozo, 136. 215Gutiérrez, Teología de la Liberación, 22-23. 216Comblin, Cristianos Rumbo al Siglo XXI, 101. 217Ibid. 218Sobrino llama “solidaridad” a este “mutuo proceso de dar y recibir” (El Principio-Misericordia, 215)

65

se expresa con plenitud cuando los agentes pastorales y el pueblo de los pobres se van

haciendo cristianos juntos, es decir, mutuamente. Esta reciprocidad de dones por la que

pastores, religiosas y religiosos y laicos pobres se van llevando unos a otros en su fe,

en su esperanza y en su amor es la primera eclesialidad.”219

Para estar dispuestos a recibir de los pobres, se necesita humildad. Sin una actitud de

humildad, los agentes de pastoral terminan convirtiendo a los pobres en instrumentos

de sus propios proyectos. En el momento en que los pobres se convierten en objetos

pasivos de las acciones de los agentes de pastoral, deja de existir la Iglesia de los

pobres.

2.5. Amor y Libertad

Una espiritualidad de la liberación mantiene un sano equilibrio entre amor y libertad. La

libertad de la persona es un don de Dios. Sin embargo, “Dios no le dio al hombre una

libertad acabada, completa... Dios le dio a los hombres la capacidad de conquistar su

libertad de hacerse libres a sí mismos.”220 En efecto, la libertad es una vocación y una

tarea. La conquista de la libertad es un proceso que se desarrolla día tras día:

La vocación a la libertad se realiza en las luchas triviales de la vida cotidiana, en medio

de tantos y tantos condicionamientos, de tantas necesidades, de tantas restricciones y

de tantas dependencias. La libertad emerge en medio de tanta inercia, de tanta

resistencia. La menor de estas resistencias no es la que se encuentra en el propio

sujeto: el miedo a la libertad, el miedo a tener que tomar decisiones y asumir la

responsabilidad, aceptar la pereza, la timidez y la inseguridad.221

219Trigo, “La Iglesia de los pobres,” 118; cfr. Sobrino, “Comunión, conflicto y solidaridad eclesial,” en

MysteriumLiberationis,tomo II, Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino, editores(San Salvador: UCA Editores, 1991), 238. 220Comblin, Cristianos Rumbo al Siglo XXI, 79. 221Ibid., 83.

66

La libertad consiste en liberarse de dos extremos: la exagerada autoestima (que sería

una variación del individualismo del que se habló antes) y la poca autoestima. Por un

lado, para liberarse de la poca autoestima, la persona necesita amarse a sí misma.

Debemos conocernos y amarnos en nuestra propia “mismidad”. Este amor a uno mismo

incluye la búsqueda de un equilibrio personal. Nadie puede reemplazar al otro en este

proceso de aprendizaje. Sin embargo, se tiene experiencia de libertad en relación con el

otro: “Nadie libera a nadie”.

Tampoco nadie se libera por sí solo. Nos liberamos en comunidad. En efecto, aunque

nadie puede reemplazar al otro en la tarea de aprender a valorarse a sí mismo, los

demás sí pueden ayudar al otro en esa tarea, sobre todo por medio del amor. La

libertad significa también “control de las fuerzas físicas, de las fuerzas del inconsciente,

libertad de las múltiples fuerzas políticas y económicas que provienen de una historia

compleja y de las relaciones mutuas entre individuos y grupos.”222

Por otro lado, para liberarse de la exagerada autoestima, la persona necesita amar a los

demás. En consecuencia, la libertad no consiste en una “superación personal.” Más

bien, la libertad consiste en ser “libres para amar.”223 Como dice el apóstol San Pablo:

“Han sido llamados a la libertad... Sírvanse los unos a los otros por amor.” (Gálatas

5:13).

El amor, como ya se dijo antes, consiste en un amor práctico. En otras palabras, amar

consiste en luchar por la liberación integral del ser amado. Por lo tanto, la libertad

radica en ser “libres para liberar.” En efecto, los hombres y las mujeres que asuman la

disposición de trabajar por la libertad pueden llegar a asumir un proceso auténtico de

liberación. Por consiguiente, en una espiritualidad de la liberación, existe una relación

esencial entre amor y libertad. Primero, una persona se ama a sí misma y se deja amar

por el otro para ser libre, pero esa libertad es para amar a los demás. Segundo, una

222Comblin, Cristianos Rumbo al Siglo XXI, 82. 223Gutiérrez, Beber en su Propio Pozo, 121.

67

persona ama al otro para ayudarle a amarse a sí mismo; así, el otro será libre para

amar a los demás. Cuando un cristiano asume responsablemente esta relación entre

amor y libertad, él o ella están dando una respuesta positiva al amor y a la libertad que

Dios les ha dado.

Esta relación entre amor y libertad tiene una doble aplicación. Por un lado, se aplica al

destinatario de la liberación y por otro, al sujeto de la liberación. Con respecto al

destinatario, la relación entre amor y libertad compete a la relación entre el primer y

segundo nivel de la liberación. En otras palabras, la relación entre amor y libertad

compete a la relación entre la dimensión exterior y la dimensión interior de la liberación.

En este trabajo reflexivo se ha ido insistiendo en que es necesario recuperar la

dimensión interior de la liberación para alcanzar la liberación integral de los pobres.

Habiendo explicado la relación entre amor y libertad, ahora se puede comprender mejor

por qué es necesario recuperar la dimensión interior de la liberación. Uno de los

aspectos de ésta recuperación, es el amor personal a los pobres.

En efecto, amando personalmente al pobre es como se puede ayudar al pobre a ser

libre interiormente, de la misma forma que se puede ayudar al pobre a valorarse a sí

mismo (segundo nivel de la liberación). Solamente cuando el pobre se ame y se valore

a sí mismo, él podrá asumir tareas de liberación social (primer nivel de la liberación).

Por lo tanto, la recuperación de la dimensión interior es esencial para alcanzar la

totalidad de la liberación.

Con respecto al sujeto de la liberación, la relación entre amor y libertad tiene que ver

con lo siguiente: “la solidaridad con los demás no pasa por un desequilibrio

personal.”224 Justamente, el individuo (ya sea el agente de pastoral, el teólogo o el

224Gutiérrez, El Dios de la Vida, 258

68

pobre mismo) no puede ser sujeto de la liberación de los demás si no es libre él mismo,

si no se ama y se valora a sí mismo.

Debemos “preguntarnos si maltratarnos con pretexto de servr a los otros hace que este

compromiso sea como debe ser: alegre y acogedor; realizado por alguien que no busca

en él [es decir, en el servicio a los otros] compensaciones a las cosas que se niega a sí

mismo.”225 Muchas personas han puesto entre paréntesis su propia vida para dedicarse

a la causa de los pobres. Estas personas se vuelven “máquinas de acción,” y perdieron

su sentido de humanidad.

La humanización de la persona no se da simplemente por una opción de servicio y

entrega a los demás. Conocemos, por medio del evangelio, que quien se dedica a

conservar su vida de manera particular, la pierde, y quien entrega su vida al servicio de

los otros, la gana. Ello es real, pero no siempre es así. Queda la posibilidad de perder

la vida y no recobrarla. Después de muchos años de trabajo algunas personas

dedicadas al servicio de otros, no han conseguido tener una actitud de humanización

acertada, y más bien tienen relaciones humanas de dureza.226

Por ello, el auténtico sujeto de la liberación no es aquél que se dedica solamente a la

liberación de los demás. También es el que se dedica a la liberación de su propia

persona, y no solo tiene la tarea de transformar la sociedad, sino que debe conquistar

su propia libertad. Para conquistar su libertad, el sujeto de la liberación necesita

recuperar la dimensión interior en su vida y “las relaciones personales bidireccionales, la

gratuidad, el silencio, la fiesta, el descanso.”227 Para conquistar su libertad, el sujeto

necesita recuperar la oración.

225Ibid. 226Cfr., Trigo, ¿Ha Muerto la Teología de la Liberación?, 75.

227Ibid., 75-76.

69

Este capítulo ha desarrollado varios aspectos de una espiritualidad de la liberación. Al

inicio del capítulo afirmamos que la intuición central de esta espiritualidad, es la opción

preferencial por los pobres. A partir de esa intuición, una espiritualidad de la liberación

organiza los distintos aspectos de la vida cristiana: la relación con Dios, con la realidad,

con los pobres y con uno mismo. Al exponer estos aspectos, se ha mostrado que una

espiritualidad de la liberación integra la totalidad de la liberación. Sin embargo, se ha

insistido en la necesidad de recuperar la dimensión interior de dicha espiritualidad, con

el fin de alcanzar la liberación integral de los pobres.

En consecuencia, se ha subrayado la importancia de la relación personal con Dios en la

oración, la relación con la realidad de los pobres (sobre todo su mundo interior y su

mundo doméstico), la relación orgánica del individuo con la comunidad y el pueblo, la

relación interpersonal con el pobre, y la libertad interior de la persona como condición

necesaria para ser sujeto de la liberación.

Estos aspectos relacionados con la dimensión interior de una espiritualidad de la

liberación son los que necesitan ser recuperados por muchos agentes de pastoral que

colaboran en el proceso de la liberación integral de los pobres. La recuperación de los

aspectos espirituales que se relacionan con la dimensión interior de la liberación, dará

sustento espiritual a la recuperación de la dimensión interior en el plano de la teología y

en el plano de la praxis. De esta manera, los agentes de pastoral podrán colaborar en

un proceso que realmente abarque la totalidad de la liberación de los pobres en

Latinoamérica

70

CAPÍTULO 3

3. UNA ESPIRITUALIDAD QUE VIVENCIA UNA ECLESIOLOGÍA DE LA

LIBERACIÓN

Que haya Iglesia es sobre todo voluntad del Dios liberador. Esto no quiere decir que la

Iglesia sea únicamente obra de Dios. En efecto, la Iglesia es obra de Dios y obra de los

seres humanos. Este capítulo se va a enfocar más en el aspecto humano de la Iglesia.

Por esa razón, quiero plantear, desde un principio, la dimensión divina de la Iglesia. “la

Iglesia solo se comprende en función de la realidad que ella misma anuncia a los

hombres… Su centro está fuera de ella: en la obra de Cristo y de su Espíritu,”228 y

Jesús como fundamento de esa Iglesia.

Al anunciar el reino de Dios y al convocar a los discípulos alrededor suyo, Jesús generó

un movimiento de renovación dentro del Judaísmo que fue la base de lo que, después

de la resurrección, se convertiría en la Iglesia. Por lo tanto, el origen de la Iglesia no se

encuentra en un punto específico de la vida de Jesús, sino en un proceso histórico que

incluye toda la vida de Jesús antes y después de la resurrección y en el envío del

Espíritu Santo. El Espíritu crea la Iglesia y es la vida de la Iglesia. El Espíritu Santo

actualiza la vida de Jesús en la historia de la Iglesia y actualiza la misión de la Iglesia en

la historia de la humanidad.229

Este capítulo analiza la Iglesia desde la perspectiva de una eclesiología de la liberación

en Latinoamérica. No pretende exponer todos los aspectos de una eclesiología de la

liberación. Un estudio así está fuera de los límites de este trabajo230. Se enfoca en los

aspectos de una eclesiología de la liberación que competen al tema de este trabajo

investigativo. Es decir, se desarrollan aquellos conceptos de la iglesia que expresan la

228 Gutiérrez, Teología de la Liberación, 297. 229 Cfr. Comblin, “Espíritu Santo,” 636. 230 Para tener una visión global de los puntos esenciales de una eclesiología de la liberación, lo mejor es leer el libro

de Quiroz Magaña Álvaro, Eclesiología en la Teología de la Liberación, Salamanca: Ediciones Sígueme, 1983.

71

totalidad de la liberación. Asimismo, se subrayan aquellos aspectos eclesiológicos que

están relacionados con la dimensión interior de la liberación. Este análisis da sustento

conceptual a la praxis de liberación que se propondrá en el último capítulo del trabajo.

Una eclesiología de la liberación en Latinoamérica – al igual que una teología de la

liberación – tiene dos aspectos principales.231 Primero, una eclesiología de la liberación

se hace desde la perspectiva de los pobres. En este sentido, surge la pregunta: ¿cómo

expresarle al más vulnerado que Dios lo ama? Su respuesta es fundamental para una

eclesiología de la liberación. Segundo, la praxis es el primer momento del método de

una eclesiología de la liberación. En este sentido, el ser de la Iglesia se comprende

desde el hacer de la Iglesia, es decir, desde su misión.232 Por lo tanto, y siguiendo el

método que se usó anteriormente, este capítulo se divide en tres secciones. La primera

desarrolla la misión de la Iglesia desde la perspectiva de una eclesiología de la

liberación; la segunda desarrolla el modelo de Iglesia según una eclesiología de la

liberación, y finalmente, la tercera sección indica la conexión entre los aspectos

eclesiológicos desarrollados en las dos primeras secciones y una espiritualidad de la

liberación.

3.1. La misión de la iglesia y la opción preferencial por los pobres

Desde la perspectiva de una eclesiología de la liberación en Latinoamérica, la misión de

la Iglesia es continuar la misión liberadora de Jesús a lo largo de la historia.233 La

misión de Jesús es anunciar la buena nueva a los pobres y oprimidos. Por lo tanto, la

misión de la Iglesia es continuar el anuncio del Reino de Dios a los pobres y excluidos.

La convicción central de una eclesiología de la liberación es que “el sentido integral del

reino se revela en la totalidad de la práctica mesiánica de Jesús, y que la Iglesia actúa

231 Cfr. Quiroz, Eclesiología en la Teología de la Liberación, 71-72. 232 Cfr. Quiroz, Eclesiología en la Teología de la Liberación, 82. 233 Cfr. Gutiérrez, El Dios de la Vida, 32-36; Sobrino, Resurrección de la Verdadera Iglesia: Los Pobres, Lugar

Teológico de la Eclesiología, 313.

72

como servidora del reino, precisamente, al hacer suya esa práctica.”234 Afirmar que la

misión de la Iglesia es anunciar el Reino de Dios a los pobres implica varios aspectos

que están interrelacionados y que se expondrán a continuación.

Primero, la misión de la Iglesia es colaborar con la acción liberadora de Dios. Como se

vio en el primer capítulo, la voluntad de Dios es salvar a los seres humanos de la

muerte y del pecado. La salvación, en su dimensión histórica y desde la perspectiva de

los pobres, es mejor comprendida como liberación.235 El proceso de una liberación

integral implica una colaboración activa por parte de los seres humanos. Por lo tanto, la

misión de la Iglesia es colaborar con Dios en el proceso histórico de la liberación

integral de los pobres. Dios es quien libera, y la Iglesia coadyuva en esa liberación, en

cuanto que participa de la acción liberadora de Dios.

Segundo, la misión de la Iglesia es anunciar el Reino de Dios. En su dimensión histórica,

significa, por un lado, la voluntad de Dios de reinar en las personas y en la sociedad, y,

por el otro, demostrar los efectos de ese reinado en la historia. El Reinado de Dios en la

historia produce personas libres y sociedades libres, siempre y cuando las personas y

las sociedades dejen reinar a Dios y colaboren con Dios en ese reinado. La misión de la

Iglesia, por lo tanto, es colaborar con Dios en su reinado.

En otras palabras, la iglesia anuncia el Reino de Dios en cuanto que colabora con Dios

para ese reinado. Solo en este sentido se comprende que “la Iglesia es un instrumento

excepcional, cuya misión consiste en instaurar el reino de Dios entre los hombres.”236 La

Iglesia no es quien instaura o realiza el reino de Dios, sino Dios. Sin embargo, la Iglesia

colabora o es instrumento de Dios para instaurar su Reino.

234 Quiroz, Eclesiología en la Teología de la Liberación, 133. 235 Vale la pena decir una vez más que una teología de la liberación no desconoce la dimensión futura de la

salvación y del Reino de Dios. Sin embargo, una teología de la liberación hace énfasis en la dimensión histórica de

la salvación y del Reino de Dios. 236 Ellacuría Ignacio, “Iglesia como pueblo de Dios,” en Escritos Teológicos, 327.

73

El término “Reino de Dios” es otra forma de expresar la acción liberadora de Dios en la

historia. Por lo tanto, decir que la misión de la Iglesia es anunciar el Reino de Dios es

otra forma de decir que la misión de la Iglesia es colaborar con Dios en el proceso

histórico de la liberación integral de los pobres.

Tercero, la misión de la Iglesia es anunciar el reino de Dios a los pobres y excluidos.

Los pobres son los principales destinatarios del Reino de Dios. Por lo tanto, los pobres

son los principales destinatarios de la misión de la Iglesia. En otras palabras, la Iglesia

participa de la opción preferencial de Dios por los pobres.

En la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín, la

Iglesia Latinoamericana empieza a esbozar la noción de “la opción preferencial por los

pobres.” Gracias a ese compromiso, y de acuerdo con Comblin, “la opción por los

pobres entró a formar parte del temario obligatorio de la Iglesia universal. Ya no es

posible ignorar o pasar por alto ese tema.”237

La expresión “opción preferencial por los pobres” queda institucionalizada en los

documentos de la Tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en

Puebla. El capítulo sobre “la opción preferencial por los pobres” empieza así: “Volvemos

a tomar, con renovada esperanza en la fuerza vivificante del Espíritu”; la posición de la

II Conferencia General que hizo una clara y profética opción preferencial y solidaria por

todas estas personas, es decir, por los pobres.

Afirmamos la necesidad de conversión de toda la Iglesia para una opción preferencial

por los pobres, con miras a su liberación integral.”238 Por lo tanto, esta opción

preferencial es lo que determina el hacer de la Iglesia como continuadora de la misión

de Jesús.

237 Comblin, Cristianos Rumbo al Siglo XXI, 40. 238 Puebla, Bogotá: Centro de Publicaciones del CELAM, 1990), 1134.

74

Es importante recordar que desde el principio, el sentido de “misericordia” es lo que

origina y acompaña la acción liberadora de un Dios que opta por los pobres; asimismo,

la misericordia es el principio estructurante de la práctica de Jesús, práctica que

manifiesta la opción preferencial de Dios por los más necesitados. La Iglesia, quien

continúa la misión de Jesús, también tiene a la misericordia como principio estructural

de su misión.239

Pero, qué es exactamente, “La misericordia”; es esa conmoción de las entrañas ante el

sufrimiento de los pobres, y que debe estar siempre en el origen de la misión de la

Iglesia y es lo que se mantiene a lo largo del proceso histórico de esa misión. La

misericordia es lo que hace a la Iglesia optar preferentemente por los pobres. En este

sentido, la Iglesia es la “Iglesia de la misericordia.”240

Cuarto; la misión de la Iglesia es anunciar la buena noticia del reino de Dios a los

pobres y oprimidos. La palabra “evangelio” significa buena noticia. Por lo tanto, “la

evangelización es la misión propia de la Iglesia.”241 La Iglesia evangeliza por medio del

anuncio de la palabra de Dios, como testimonio de vida de los cristianos y por medio de

la acción transformadora del mundo.242

La evangelización de la Iglesia se dirige a todos los seres humanos; sin embargo, en la

Iglesia Latinoamericana, los primeros destinatarios de la evangelización son los pobres:

“esta parcialidad no solo no se opone a la universalidad de la evangelización..., sino que

es la forma concreta de lograrla.”243

La evangelización de la Iglesia tiene como horizonte último el Reino de Dios.244 En este

sentido, el contenido de la evangelización tiene dos aspectos íntimamente

239 Cfr. Sobrino, El Principio-Misericordia, 38-41. 240 Ibid., 38. 241 Puebla, 4. 242 Cfr. Jon Sobrino, Resurrección de la Verdadera Iglesia, 282. 243 Ibid., 311. 244 Cfr., Ibid., 286.

75

interrelacionados: “la buena nueva como realidad trascendente, es decir, el amor de

Dios a los hombres..., y la buena nueva como realidad histórica, es decir, la realización

de ese amor en épocas determinadas de la historia.”245

El aspecto histórico del contenido de la evangelización entraña la dialéctica entre la

dimensión interior de la persona y la dimensión social de la liberación. Una tarea

evangelizadora tiene como objetivo, llegar al fondo del corazón del hombre y de las

comunidades. En últimas, lo que busca es una transformación personal y social. Por lo

tanto, el mensaje cristiano busca no solo afirmar la necesidad de cambiar las

estructuras, sino también insistir en la conversión del ser humano, que exige luego este

cambio.

No tendremos un continente nuevo sin hombres y mujeres nuevos.”246 Sin embargo, la

Iglesia demanda o insta a la transformación de las estructuras, dado que el sentido de

ser de éstas es contener aquello que puede ser desorientador para la vida del

hombre.247 Sobrino explica esta totalidad de la liberación en la evangelización de la

Iglesia en las siguientes palabras:

“Es evidente que la evangelización no puede ni debe olvidar el aspecto personal del hombre,

pues es claro en la fe cristiana el valor absoluto de la persona humana y la necesidad ineludible

de que ella misma tome decisiones que son inalienables. Pero en nuestro continente es también

claro que el valor de la persona humana y su misma capacidad de decidir están secularmente

amenazados y anulados en gran parte por las estructuras en que vive. Por ello la evangelización,

aunque no hará depender de la transformación de las estructuras la total renovación de la

persona, el hombre nuevo, deberá tomar absolutamente en serio el cambio de dichas estructuras

injustas, pues son la negación formal del reino de Dios en su aspecto comunitario y además uno

de los más serios obstáculos para que la misma persona, en cuanto individuo, recobre y crezca

en su dignidad de hijo de Dios”.248

245 Ibid., 289. 246 Medellín, “Justicia,” 3.Considero importante incluir las categorías de genero. 247 Cfr. Puebla, 438. 248 Sobrino, Resurrección de la Verdadera Iglesia, 294.

76

La evangelización tiene el gran reto de introducirse en las dinámicas de la historia, para

que entendiendo los cursos de ésta, pueda tener una palabra que devele las

inconsistencias de una sociedad fundada en las injusticias de un falso bienestar

personal o comunitario, que orienta su rumbo por caminos de inequidad, exclusión, y

nuevas esclavitudes plateadas por la tecnología y el consumismo.

3.2. El modelo de iglesia: La iglesia de los pobres

Desde la perspectiva de una eclesiología de la liberación en Latinoamérica, la Iglesia es

sobre todo “la Iglesia de los pobres.”249 La Iglesia de los pobres es, más bien, un

“nuevo modelo de Iglesia.”250 Este nuevo modelo ayuda a que la Iglesia se renueve por

dentro.

La Iglesia de los pobres tiene cuatro características principales. La primera característica

es que los pobres son el destinatario preferencial de la misión de la Iglesia. Que los

pobres sean los destinatarios preferenciales de la misión de la Iglesia es lo que se

explicó en la primera sección de este capítulo.

La segunda característica de la Iglesia de los pobres es que los pobres son el principal

sujeto de la Iglesia (como individuos, como grupo y como masa).251 “la Iglesia de los

pobres no es aquella Iglesia que, siendo rica y estableciéndose como tal, se preocupa

de los pobres; no es aquella Iglesia que, estando fuera del mundo de los pobres, le

ofrece generosamente su ayuda,”252 tampoco es “una institución de no pobres al

servicio de los pobres, que serían sus clientes, su feligresía.”253

249 Juan XXIII fue el primero en usar la expresión “Iglesia de los pobres” en un mensaje que dio el 11 de septiembre

de 1962, un mes antes de iniciar el Concilio Vaticano II: “Frente a los países subdesarrollados la Iglesia es, y quiere

ser, la Iglesia de todos y en particular la Iglesia de los pobres” (citado por Gutiérrez, Teología de la Liberación, 28,

y citado por Boff, ...Y la Iglesia Se Hizo Pueblo, 42. 250 Richard, La Fuerza Espiritual de la Iglesia de los Pobres, 19. 251 Cfr. Pedro Trigo, “La Iglesia de los pobres: ¿Ocaso o aurora?” en 10 Palabras Clave sobre la Iglesia en América

Latina, Pablo Richard, editor. Editorial Verbo Divino. Navarra 2003. 117. 252 Ellacuría, Conversión de la Iglesia, 207. 253 Trigo, “La Iglesia de los pobres,” 116.

77

Si la Iglesia es solamente una Iglesia para los pobres, entonces la Iglesia no es una

Iglesia de los pobres. Es más bien, aquella en la cual los pobres se presentan como

sujeto y principio de organización interna. Esta Iglesia contempla a los pobres como

‘centro’ del sentido de ser de la Iglesia. Pedro Trigo explica la centralidad de los pobres

en la Iglesia de la siguiente manera:

La Iglesia de los pobres es aquella en la que los pobres son no solo los destinatarios, sino los

sujetos privilegiados. Esto se tiene que notar en la marcha ordinaria de la Iglesia, no solo ni

principalmente en el sentido de que sean en gran parte pobres los que conformen sus actuales

estructuras (lo que también tiene que llegar a suceder) sino sobre todo en el sentido de que los

pobres, al asumir a la Iglesia como su casa, le vayan dando su tono, su clima, su ambiente, su

modo de estar, de relacionarse y de hacer las cosas, su lenguaje, sus temas, su problemática,

sus utopías, sus símbolos.254

Que los pobres sean el principal sujeto de la Iglesia significa que ellos son los

agentes primordiales de la misión de la Iglesia que se explicó en la sección anterior. La

Iglesia de los pobres es aquella en la que los pobres colaboran con Dios en el proceso

histórico de la liberación integral de los más necesitados. En efecto, y como su

consecuencia, los pobres tienen un “potencial liberador.”255 En otras palabras, en la

Iglesia de los pobres, los pobres hacen la opción preferencial por ellos mismos.

Sin embargo, es un avance que los mismos pobres opten por sí mismos. En una

sociedad dominada por la competencia, salir de la pobreza significa dejar atrás el

mundo de los pobres y dar la espalda a esa comunidad a la cual ellos pertenecían. No

obstante, los pobres logran optar por los pobres cuando se hacen conscientes de que

es Dios quien opta por ellos y que, por lo tanto, optar por ellos mismos es posible con

la gracia de Dios.256

254 Trigo, “La Iglesia de los pobres,” 145. 255 Ellacuría, “Iglesia como pueblo de Dios,” 328. 256 Cfr. Trigo, “La Iglesia de los pobres,” 142-143.

78

Asimismo, que los pobres sean el principal sujeto de la Iglesia significa, que además de

ser destinatarios privilegiados, son portadores del mensaje evangélico.257 Los pobres

tienen un “potencial evangelizador.”258 Sin embargo, los pobres no son evangelizadores

automáticamente. Llegan a ser evangelizadores en la medida en que ellos viven la

solidaridad, el servicio y la apertura para acoger el Dios liberador.259 En otras palabras,

y utilizando otra vez las tres definiciones de pobreza que se han planteado, los pobres

materiales evangelizan cuando abrazan la pobreza espiritual y la pobreza solidaria.

Solamente en este sentido se puede entender la afirmación: los pobres son “los

evangelizadores por antonomasia.”260

La tercera característica de una iglesia con este sentido es que ella está configurada por

comunidades de gente pobre. Ésta se manifiesta en la experiencia de las Comunidades

Eclesiales de Base (CEB). Las CEB son “una manifestación de la presencia de la Iglesia

de los pobres en América latina.”261 El fenómeno de las CEB “no se refiere a un

movimiento existente dentro de la Iglesia como pueden ser los ‘Cursillos de

Cristiandad,’ el ‘Catecumenado Cristiano,’ ‘Comunión y Liberación’ o el ‘Movimiento

Familiar Cristiano,’”262 más bien, las CEB representan un nuevo modo de entender la

estructura de la Iglesia a partir del sentido de comunidad.263

Las CEB concretizan la noción de Iglesia-comunión o Iglesia-comunidad: “En la Iglesia-

comunión prevalecen las relaciones comunitarias, es decir, las relaciones inmediatas,

primarias, afectivas y nominales. Las personas se conocen por su nombre, y comulgan

no solo una misma fe y esperanza, sino también la vida y sus luchas.”264 Además de

fomentar las relaciones interpersonales, como dice Puebla, las CEB son un lugar en

257 Cfr. Álvaro Quiroz Magaña, “Eclesiología en la teología de la liberación,” en Mysterium Liberationis, tomo I,

263. 258 Puebla, 1147. 259 Cfr. Puebla, 1147. 260 Trigo, “La Iglesia de los pobres,” 119. 261 Gutiérrez, Teología de la Liberación, 47. 262 Boff, ...Y la Iglesia Se Hizo Pueblo, 92. 263 Cfr. Boff, Eclesiogénesis, 40-41. 264 Cfr. Boff, ...Y la Iglesia Se Hizo Pueblo, 108.

79

donde los pobres pueden hacer juntos una toma de conciencia de su vida y su contexto

más próximo desde una mirada evangélica.265

El documento de Puebla declara que las CEB “constituyen un motivo de alegría y de

esperanza para la Iglesia.”266 Sin embargo, las CEB no han tenido el impacto que se

esperaba. Muchos cristianos, teólogos y agentes de pastoral en Latinoamérica que

vivieron la época posterior al Concilio Vaticano II, es decir, la época comprendida entre

las Conferencias de Medellín (1968) y Puebla (1979), esperaban que las CEB facilitaran

un modelo de Iglesia que viviera ese espíritu de Iglesia al servicio de la comunidad,

haciendo realidad la opción preferencial por los pobres. Pero ahora, después de muchos

años se corrobora que no se ha tenido éste impacto.267 En realidad, las CEB movilizaron

solamente a un mínimo de la población católica en Latinoamérica.268

La gran mayoría de miembros de las comunidades de base, son personas que viven en

la pobreza, y en condiciones de vida vulnerables.269 Por esta razón es que la comunidad

eclesial mantiene una característica de base. Sus participantes (en gran mayoría)

pertenecen a la clase inferior de la sociedad, son, por ejemplo: jornaleros, obreros,

subempleados, amas de casa, campesinos o clases sociales humildes. Sin embargo, es

importante anotar que las personas que participan en las CEB no son los más pobres

entre los pobres. Las CEB están conformadas en cierta manera por una “elite” entre los

pobres. Los pobres que participan en las CEB tienen una cierta (aunque vulnerable)

estabilidad de vida. En efecto, las CEB son un paso importante en el proceso de

configuración de una Iglesia de los pobres.

265 Cfr. Puebla, 629. Para una mayor explicación de lo que se hace comúnmente en las reuniones de las CEB, cfr.

Boff, ...Y la Iglesia Se Hizo Pueblo, 120-122; Idem., Iglesia: Carisma y Poder, 200-201. 266 Puebla, 96. 267 Comblin, Cristianos Rumbo al Siglo XXI, 18. 268 Según Comblin, “la teología de la liberación y las CEB no han movilizado más que un 5% de la población

católica” en Latinoamérica (Cristianos Rumbo al Siglo XXI, 50). 269 Boff, Eclesiogénesis, 64.

80

La cuarta característica de la Iglesia de los pobres es que ella vive y actúa en el mundo,

especialmente en el mundo de los pobres. La Iglesia no es un “no mundo,”.270 Por esa

razón, la Iglesia no puede ni debe replegarse sobre sí misma.

“La Iglesia está factualmente en el mundo, pero tiene la tendencia y la tentación recurrente a

crearse su propio ámbito de realidad (doctrinal, pastoral, litúrgica y canónica) que la distancia y

la defiende del mundo. Concretándolo desde lo que acabamos de decir, la tendencia y la

tentación consiste en estar en un mundo de mayorías pobres, sin que ello afecte esencialmente a

su fe, su misión, su teología, su organización interna, su dimensión de pueblo de Dios.”271

Lo que se afirma sobre la Iglesia, en general, no deja de aplicarse a la Iglesia de los

pobres. En efecto, la Iglesia de los pobres es aquella que está abierta al mundo, pero

especialmente, al mundo de los pobres. La Iglesia de los pobres se constituye como un

espacio comunitario donde se anuncia al mundo entero la experiencia de ser cristiano

teniendo en cuenta los contextos.272 Las CEB son comunidades que tratan de vivir en

contexto, siendo consciente del curso particular de la historia. Una fuente de inspiración

para su pleno desarrollo, es la lectura y reflexión del evangelio273

En ciertos lugares [las CEB] constituyen el único canal de expresión y movilización popular.

Organizan recogidas de firmas, trabajos conjuntos, explotaciones agrarias, cajas comunes,

iniciativas de resistencia a la expulsión de tierras, etc. A veces dan origen a movimientos

populares autónomos... Y cuando ya existen otros movimientos populares, las CEB procuran no

hacerles la competencia, sino que se articulan con ellos, proporcionándoles miembros y líderes,

apoyo y crítica al mismo tiempo.274

270 Gutiérrez, Teología de la Liberación, 298. 271Sobrino, “Los mártires latinoamericanos: Interpelación y gracia para la Iglesia,” en 10 Palabras Clave sobre la

Iglesia en América Latina, 89-90. 272 Cfr., Trigo, “La Iglesia de los Pobres,” 152. 273 Boff, Iglesia: Carisma y Poder, 202. 274 Boff, Iglesia: Carisma y Poder, 203. El problema hoy en día, como dice Comblin, es que las CEB se están

orientando más a las parroquias, y por lo tanto, han perdido su influencia social y el contacto con los más pobres.

Mientras las CEB se sigan encargando de actividades parroquiales, ellas ya no se interesarán de los más pobres. Para

que las CEB vuelvan a ser significativas en la Iglesia Latinoamericana, ellas necesitan retomar su interés por el

mundo de los pobres.

81

Otra manera de explicar esta característica de la Iglesia de los pobres, es decir, su

apertura y acción en el mundo de los pobres, es por medio de la noción de “pueblo de

Dios.” En Latinoamérica, la palabra “pueblo” significa (sociológicamente hablando) la

gran mayoría de gente pobre que vive en el campo y en la ciudad, personas indígenas,

negros, o mestizos. 275

Por lo tanto, el pueblo está conformado mayoritariamente por los pobres, y los pobres

conforman el pueblo. El pueblo no es automáticamente el pueblo de Dios. El pueblo, es

pueblo de Dios cuando los pobres que conforman el pueblo tienen fe en Dios. Para

algunos, “este pueblo se hace Pueblo de Dios cuando se reúne en torno a la Palabra de

Dios constituyendo comunidades cristianas y organiza una práctica inspirada en el

Evangelio y en la propia Tradición viva de la Iglesia.”276

Esta práctica, como se dijo antes, es de liberación. Por lo tanto, aquello que se

denomina pueblo, se vuelve “Pueblo de Dios” en cuanto se constituye en comunidades

de personas bautizadas, que trabajan de manera incansable por la liberación.277 Es

importante recalcar que, en Latinoamérica, el pueblo de Dios se refiere sobre todo a los

pobres. Si la mirada se desvía de los pobres, la noción de “pueblo de Dios” se mantiene

abstracta y vacía. Los pobres concretizan la noción de pueblo de Dios.

Puesto que el pueblo está conformado mayoritariamente por pobres, y puesto que los

pobres conforman el pueblo, una Iglesia de los pobres es una Iglesia del pueblo. Sin

embargo, no todo el pueblo forma parte de la Iglesia de los pobres. No todo el pueblo

es sujeto de la liberación.278 Aquellos que son pueblo de Dios son parte de la Iglesia de

los pobres. Solamente el pueblo que tiene fe en Dios – y que ha abrazado el proceso de

liberación que esa fe entraña – puede ser llamado propiamente Iglesia de los pobres.

275 Quiroz, “Eclesiología en la Teología de la Liberación,” 263. Para una explicación del desarrollo histórico del

concepto “pueblo de Dios,” cfr. Boff, ...Y la Iglesia se Hizo Pueblo, 58-71. 276 Cfr. Boff, ...Y la Iglesia Se Hizo Pueblo, 66. 277 Boff, Eclesiogénesis, 63. 278 Cfr. Trigo, “La Iglesia de los pobres,” 155.

82

El pueblo de Dios vive y actúa en medio del pueblo. El pueblo de Dios no es un pueblo

que vive en un territorio aparte. Por el contrario, la gente del pueblo de Dios se

entremezcla, convive, se relaciona con otra gente porque la misión del pueblo de Dios

es ser como la levadura que transforma la masa. El pueblo de Dios vive y actúa en

medio de otra gente para que las personas que no son libres se conviertan en personas

libres.

Por lo tanto, un pueblo de Dios que no vive en medio del pueblo carece de sentido. En

este sentido, la Iglesia de los pobres colabora con Dios para que “lo que antes no era ni

siquiera un pueblo pueda constituirse en pueblo de Dios.”279 Asimismo, la Iglesia de los

pobres libera al individuo integrándolo al pueblo de Dios. La Iglesia de los pobres no

ignora la libertad personal, pero considera que esa libertad alcanza su plenitud si el

individuo forma parte del pueblo de Dios.

En realidad, al explicar la cuarta característica de la Iglesia de los pobres, lo que se ha

hecho es volver al tema de la misión de la Iglesia. Como se vio en la primera sección de

este capítulo, la misión de la Iglesia es continuar la misión de Jesús, es decir, continuar

el anuncio del reino de Dios por medio de una praxis que libera integralmente a los

pobres y excluidos. Para poder cumplir esa misión, la Iglesia no puede alejarse del

mundo de los pobres. Por el contrario, la Iglesia debe estar en el mundo de los pobres

para que los pobres sean los destinatarios prioritarios de su misión liberadora y para

que ellos puedan ser su sujeto principal.

3.3. Eclesiología de y para una espiritualidad de la liberación

El ser y el hacer de la Iglesia confluyen en la noción de Iglesia como sacramento.280 El

sacramento es “un hecho visible... por el que se significa y se hace presente, en la

279 Ellacuría, “Iglesia como pueblo de Dios,” 327. 280 Para una explicación de la noción de Iglesia como sacramento, cfr. Boff, ...Y la Iglesia Se Hizo Pueblo, 30-39.

83

dimensión histórica de los hombres, la voluntad divina de la salvación.”281 En esta

definición, es necesario subrayar dos aspectos. El primer aspecto es que un sacramento

es un hecho o un acontecimiento.

En efecto, cuando se dice que la Iglesia es sacramento, hay que tener en cuenta que se

está hablando de la Iglesia como acontecimiento. De otro lado, “la eclesiología de la

liberación ha subrayado que la Iglesia - el pueblo de Dios - no es solo estructura, u

organización, sino también, y principalmente, acontecimiento; es convocación del

pueblo por parte de Dios y respuesta a Dios por parte del pueblo.”282 En efecto, la

configuración del pueblo de Dios es un proceso que acontece en la historia.

El segundo aspecto es que un sacramento es sacramento de salvación. Como se dijo en

el primer capítulo, desde la perspectiva de los pobres en Latinoamérica, la salvación

toma la forma de liberación. Por lo tanto, una eclesiología de la liberación, en lugar de

decir que la Iglesia es sacramento de salvación, afirma que la Iglesia de los pobres es

“sacramento de liberación.”283

Es más, la Iglesia de los pobres no solo es sacramento de liberación, sino que su misión

es actuar como sacramento de liberación.284 La Iglesia de los pobres es y actúa como

sacramento de liberación cuando los pobres colaboran con Dios en el proceso de la

liberación integral, es decir, cuando ellos mismos son seres libres, cuando viven en

comunidad, y cuando están abiertos al mundo para actuar en él. De esta manera, la

Iglesia de los pobres se convierte en sacramento de liberación para los que quieran

participar en ella.

281 Boff, ...Y la Iglesia Se Hizo Pueblo, 31. 282 Quiroz, “Eclesiología en la Teología de la Liberación, 264; cfr. Boff, Iglesia: Carisma y Poder, 201. 283 Boff, ...Y la Iglesia Se Hizo Pueblo, 43; cfr. Gutiérrez, Teología de la Liberación, 296-299, y Quiroz,

“Eclesiología en la Teología de la Liberación,” 262. 284 Cfr. Ellacuría, Conversión de la Iglesia al Reino de Dios, 180.

84

En cuanto sacramento de liberación, la Iglesia de los pobres invita también a los que no

son, realmente, pobres a participar en ella. La Iglesia de los pobres “no se vive en

América latina como alternativa sino como vocación de la Iglesia toda.”285 En este

sentido, los agentes de pastoral están llamados a participar en la Iglesia de los pobres.

En efecto, varios agentes de pastoral y personas consagradas a la vida religiosa y al

sacerdocio, han expresado una vivencia nueva de responder con sinceridad y fidelidad,

el servicio y la solidaridad con los pobres.

No obstante, esa entrega solidaria y generosa con los más vulnerables, no está libre de

caer en una actitud de imposición que elimine las maneras particulares con las que los

pobres entienden sus propias realidades.286 El peligro está en que los agentes de

pastoral quieran moldear la Iglesia de los pobres “a su imagen y semejanza”. En el

momento en que los agentes de pastoral empiecen a organizar la Iglesia según sus

propios criterios, la Iglesia deja de ser Iglesia de los pobres. La Iglesia de los pobres es

aquella en donde los pobres ponen el tono, en donde los pobres llevan la voz

cantante.287

Los agentes de pastoral están llamados a aportar y a colaborar en la Iglesia de los

pobres, pero sin imponer sus propios criterios, más bien dejando que los pobres sean

los protagonistas de la vida de la Iglesia. Los agentes de pastoral son capaces de

participar de una manera no-protagónica en la Iglesia de los pobres, si es que abrazan

una espiritualidad de la liberación, que fue el tema del capítulo anterior.

Una espiritualidad de la liberación integra una eclesiología de la liberación. Como se vio

en este capítulo, una eclesiología de la liberación en Latinoamérica abarca todas las

dimensiones de la vida de los pobres. La misión de la Iglesia es continuar la misión de

Jesús, que consiste en anunciar el reino de Dios.

285 Quiroz, “Eclesiología en la Teología de la Liberación,” 270. 286 Cfr. Gutiérrez, Teología de la Liberación, 34. 287 Cfr. Trigo, “La Iglesia de los pobres,” 135.

85

El reino de Dios, como se dijo en el primer capítulo, no solo implica la dimensión

exterior de la liberación, sino también la dimensión interior. Por lo tanto, la misión de la

Iglesia no solo se enfoca en el cambio de las estructuras sociales, sino también en la

conversión de las personas. Desde la perspectiva de una eclesiología de la liberación, la

Iglesia es sobre todo una Iglesia de los más necesitados. Esta afirmación significa que

los pobres son el sujeto principal de esa Iglesia.

La Iglesia de los pobres está organizada y configurada por comunidades de gente

pobre. La comunidad es el espacio donde se desarrollan las relaciones interpersonales.

Asimismo, la comunidad no solo está llamada a influir en el mundo exterior de los

pobres de tal manera que el pueblo que no es libre se convierta en un pueblo libre, sino

que también está llamada a influir en el mundo interior de los pobres de tal manera que

los pobres, que no son libres, conquisten su libertad.

Estos aspectos eclesiológicos que se relacionan con la dimensión interior de la liberación

son los que necesitan ser recuperados por muchos agentes de pastoral que colaboran

en el proceso de la liberación integral de los pobres. La recuperación de los aspectos

eclesiológicos que se relacionan con la dimensión interior de la liberación dará sustento

conceptual a la recuperación de la dimensión interior en el plano de la praxis.

Asimismo, la recuperación de los aspectos eclesiológicos que se relacionan con la

dimensión interior de la liberación dará sustento conceptual a la recuperación de la

dimensión interior en el plano de una espiritualidad de la liberación. Serán estos

aspectos en los cuales vamos a concentrarnos en nuestro último capítulo.

86

CONCLUSIONES

Al concluir esta investigación sobre la espiritualidad de la liberación, como una

dimensión interior, y al responder la pregunta, sobre qué elementos propios de la

espiritualidad de la liberación contribuyen a una nueva reflexión sobre la dimensión

espiritual de los hombres y mujeres, se concluye que: es necesario recuperar la

dimensión interior de la liberación sobre todo en el plano de la espiritualidad.

Los aspectos de una espiritualidad de la liberación que están relacionados con la

dimensión interior y que necesitan ser recuperados por muchos agentes de pastoral son

los siguientes: la relación con la realidad de los pobres (sobre todo su mundo interior y

doméstico), la relación interpersonal con el pobre, la relación personal con Dios en la

oración, la lectura de la palabra, la relación entre iglesia y comunidad y la libertad

interior de la persona como condición necesaria para ser sujeto de liberación.

- La necesidad de una relación con la realidad de los pobres (sobre todo su mundo

interior y doméstico)

El mayor reproche que se le puede hacer a la teología de la liberación es no haberle

prestado suficiente atención al verdadero drama sobre la situación muchas personas

que sufren altísimas necesidades materiales y espirituales, a su destino, a su vocación

y, por consiguiente, a la raíz de la cuestión de su libertad. Esto no quiere decir que en

su vida o en sus obras personales, los teólogos no le hayan prestado suficiente

atención. Esta ausencia ha permitido que algunos prosélitos o militantes precipitados

divulguen una concepción superficial del cristianismo que lo reduce a una simple

estrategia de lucha política o social. Esto llevó igualmente a que, en muchas ocasiones,

la oración fuera superficial o que se llegara a confundir con un ejercicio de

concientización.288

288Comblin, Cristianos Rumbo al Siglo XXI, 401-402.

87

Esta aparente desconsideración se puede observar, por ejemplo, cuando Sobrino afirma

que en América latina, “el problema mayor no es, en directo, el sentido de la vida del

individuo, sino el sinsentido de la tragedia de la realidad,”.289 Esta aparente ausencia

de la interioridad, pudo de alguna manera, divulgar o promocionar una aproximación

superficial al cristianismo, que lo reduciría simplemente a unas luchas políticas y/o

sociales.290 Precisamente, este trabajo considera que algunos agentes de pastoral (no

pocos), en su práctica, se han enfocado exclusivamente en la dimensión exterior de la

liberación, y han descuidado la dimensión interior de esa liberación. Lo que se evidencia

(especialmente en los pobres) es una necesidad de atención personal, de ser

escuchados y apoyados en sus vivencias afectivas familiares y sociales.291

La gente pobre, entendida desde las dimensiones que se han expuesto, ya no habla hoy

de cambiar estructuras, de salvar al pueblo o de instaurar el Reino de Dios. Se trabaja

más en promover la salvación individual o, familiar, lo cual es pertinente, más que la de

un pueblo, una salvación interior más que una salvación histórica. Este cambio se

muestra no solo en lo que “dicen” los pobres, sino también en lo que “hacen” los

pobres. Muchos de ellos ya no están participando tanto en las Comunidades Eclesiales

de Base, sino más bien en movimientos Carismáticos y Pentecostales.292

El énfasis de estos movimientos Carismáticos y Pentecostales está en la sanación del

sufrimiento interior de la gente; sufrimiento causado generalmente por problemas

personales, interpersonales y domésticos. Por lo tanto, por medio de su práctica

religiosa, muchos pobres están expresando que necesitan ayuda en los aspectos

personales, interpersonales y domésticos de sus vidas.

289Sobrino, Jesucristo Liberador, 75. 290Cfr. Comblin, Cristianos Rumbo al Siglo XXI, 402. 291 Cfr., Ibid., 395.

292Cfr., Ibid., 400.

88

-la relación interpersonal con el pobre.

La pregunta es: cómo recuperar la dimensión interior de la liberación. Este trabajo

propone, que una manera de recuperar la dimensión interior es por medio de la noción

del acompañamiento. El acompañamiento, como se verá, es parte esencial de una

práctica, una teología y una espiritualidad de la liberación. El acompañamiento es un

acontecimiento que sucede en la historia; es un proceso, un camino que recorrer.

Según Goizueta, acompañar no solo significa estar con la otra persona, sino también

caminar con la otra persona.293 En este sentido, Jesús es la persona paradigmática del

proceso de acompañamiento. Jesús invita a sus discípulos a “seguirle” (Marcos 1:17,

2:13).

Esta invitación implica que Jesús está en camino e invita a sus discípulos a caminar con

él, a acompañarle. Asimismo, Jesús es la persona que se acerca a los discípulos de

Emaús, camina con ellos, les acompaña (Lucas 24:15). En efecto, Jesús es quien pide a

otros su compañía, y Jesús es quien ofrece su compañía a otros.

El acompañamiento es siempre personal. No existe algo así como un acompañamiento a

la colectividad de pobres. Acompañar a los pobres significa acompañar a personas con

rostros y nombres concretos. Acompañar significa caminar junto al otro. Acompañar

significa ser compañero de camino; el acompañamiento implica una amistad. Una

característica esencial del acompañamiento es la empatía.294 La empatía consiste en

“hacer nuestro, el mundo del pobre.”295

En otras palabras, acompañar a los pobres implica una identificación afectiva con el

mundo del pobre. Como ya se dijo antes, el mundo del pobre no se refiere solamente al

mundo exterior, sino también a su mundo interior. Por lo tanto, acompañar al pobre

293Cfr. Goizueta, Caminemos con Jesús, 206. 294Cfr., Ibid., 206-207. 295Gutiérrez, Beber en su Propio Pozo, 45.

89

significa caminar con él en los momentos de alegría y tristeza de su vida personal,

interpersonal y doméstica. Este “acompañar al pobre” en los momentos de alegría y

sobre todo en los momentos de tristeza es lo que le ayuda en su proceso de liberación,

que es, a su vez, una libertad interior como condición necesaria para ser sujeto real de

la liberación.

El acompañamiento permite que el pobre experimente que él no está solo en sus

luchas. La experiencia de sentirse acompañado da fuerzas al pobre para salir adelante,

le da fuerzas para que conquiste su propia libertad. Si el pobre logra conquistar por lo

menos un mínimo de libertad personal, podrá asumir tareas de liberación social.

Además, el “agradecimiento de saberse acogido es el que lleva al descentramiento de

uno mismo, a la acción generosa, a vivir y desvivirse para que el experimentado amor

de Dios sea una realidad histórica en este mundo.”296

En otras palabras, el compromiso social con los demás es una de las maneras como el

pobre puede responder, agradecidamente, a ese Dios que le ha liberado interiormente a

través de ese proceso de acompañamiento.

El acompañamiento es una forma fundamental de la opción preferencial de Dios por los

pobres. En realidad, Dios es quien acompaña a los pobres en sus alegrías y sobre todo

en sus tristezas. Este acompañamiento de Dios a los pobres se manifiesta

especialmente en la práctica de Jesús, quien acompaña y se deja acompañar por los

pobres y excluidos.

Hoy, el Espíritu Santo sigue actuando e invita a la Iglesia a acompañar a los pobres y

excluidos en Latinoamérica. En efecto, por medio del acompañamiento a los pobres, los

cristianos colaboran con Dios en el proceso de la liberación integral de los pobres. A

través del acompañamiento, el pobre, el teólogo y el agente de pastoral pueden

296Cfr. Sobrino, El Principio-Misericordia, 151.

90

responder a lo que el Espíritu Santo está pidiendo hoy a la Iglesia latinoamericana:

recuperar la dimensión interior de la liberación integral de los pobres. El

acompañamiento a partir de los siguientes aspectos redundaría en dicha recuperación.

-la relación personal con Dios en la oración

Es necesario recuperar la dimensión interior en el plano de la práctica y la teoría. Es

importante que los agentes de pastoral recuperen aquellos aspectos de una teología y

una eclesiología de la liberación que están relacionados con la dimensión interior. En

consecuencia, una recuperación de aquellos aspectos teológicos y eclesiológicos que

están relacionados con la dimensión interior de la liberación dará sustento conceptual a

una recuperación de la dimensión interior en el plano de la praxis.

La voluntad de Dios de liberarnos en su dimensión interior se demuestra en la misión de

Jesús, que consiste en anunciar el Reino de Dios. Éste anuncio no es solo por medio de

la denuncia de los males cometidos por los poderes políticos, económicos y religiosos

de su época, sino también por medio de signos como, por ejemplo, la acogida a los

pobres y excluidos. En ese gesto de acogida, Jesús se acerca a ellos, y abre espacio

para un encuentro interpersonal. Ese gesto de amistad por parte de Jesús consiste en

un proceso pedagógico que libera interiormente a los pobres y excluidos, y la

trasformación personal que esa acogida trae consigo (metanoia) es una dimensión de la

práctica de Jesús a la que no se le ha dado suficiente énfasis. La misión de Jesús se

alimenta de su relación personal e íntima con Dios-Padre, especialmente en la oración.

-La lectura de la palabra

La acción de Dios implica una respuesta libre por parte de los seres humanos quienes

confían en su Creador y que han vivido un proceso de muerte y resurrección en su

historia social, familiar, política, económica y religiosa. Una respuesta orientada en

colaborar con Dios en su acción liberadora en la historia. El lugar de encuentro, de

91

relato histórico en lenguaje de parábolas es la lectura orante de la biblia. El género

literario de la sabiduría bíblica está presente en las narraciones de las experiencias de

encuentros personales y comunitarios con el Dios del amor que habla en el corazón del

hombre.

Se considera fundamental que en los agentes de la Pastoral haya una apertura de

espíritu para “aprender a aprender de la vida, leer la vida misma y aprehender de ella,

pero mirada con ojos de justicia según el amor de Dios” pues de otra forma serían solo

normas y reglas por cumplir y se daría lugar a las justificaciones de las expulsiones, las

exclusiones o las persecuciones.

Al aprehender de la vida y saberla interpretar en oración contemplativa “Espiritualidad”

se reconoce más a fondo el sentido bíblico-didáctico, el cual necesita de una adaptación

según contextos y circunstancias. De lo anterior, se desprende una novedad para la

hermenéutica y actualización de los relatos en la vida de la comunidad de personas que

desean ser libres.

-La relación entre iglesia y comunidad

Iglesia

La iglesia es quien acompaña espiritualmente a la comunidad, puesto que es una

manifestación de esa colaboración entre Dios y los seres humanos cuando anuncia en

su testimonio pastoral una acogida por los excluidos. De tal manera, la Iglesia continúa

la misión de Jesús de anunciar el Reino de Dios a los pobres y excluidos y que se

reafirma, permanentemente, en los momentos de celebración de la vida o de la muerte.

En otras palabras, el proceso de espiritualidad que provee la iglesia es la de anunciar el

amor de Dios en sus gestos y palabras; colaborar con Dios en la trasformación de

estructuras sociales para hacer válidos los derechos de los hombres y mujeres en

92

cualquier situación de condición de vida del ser humano, en otras palabras, colaborar a

la vez, en la trasformación de la vida interior de los pobres.

Sin embargo para que sea efectiva la liberación de los pobres, el proceso debe partir

con el sentido de acogida, como lo hizo Jesús; que ellos sean y se sientan los

destinatarios de la misión de la iglesia, y a la vez, sujetos de esa misión. Orar con ellos,

compartir el pan y enseñarles a ser solidarios en el reconocimiento de sus propias

riquezas diferentes a las materiales.

Comunidad

La comunidad como espacio de común - unión personal e interpersonal, más allá de un

lugar eclesial, debe convertirse en el espacio privilegiado para el encuentro

interpersonal entre los pobres, pues es allí donde se crece en lo social, se brindan

herramientas para consolidar una persona con identidad de grupo y de iglesia; todo

esto para brindar a la persona un acompañamiento en su crecimiento espiritual. Esto

conlleva a una conciencia abierta a un cambio de actitud y de perdón, para descubrir su

propia liberación personal y comunitaria, que se evidencia en el modo de ver y sentir

las cosas, de relacionarse consigo mismo, con el prójimo y con Dios.

Para plantear condiciones mínimas en una comunidad de agentes de pastoral, se

necesita de una experiencia de iglesia. Se trata de un proceso llamado “conversión”,

que invita a los agentes de pastoral a aceptar y vivir el amor de Dios presente en la

historia personal y común. La experiencia pastoral hace ver la dificultad de proponer un

modelo único de proceso comunitario, porque las experiencias son múltiples y todas son

válidas.

Evidentemente que la “Buena Nueva del Reino” se debe ir descubriendo

simultáneamente en cada una de las dimensiones analizadas, pues de lo contrario

puede caer en una dicotomía fe-vida.

93

No obstante conviene tener presente, desde una perspectiva pedagógica pastoral, los

desafíos específicos y los modos particulares de la experiencia pascual en el proceso

comunitario. Importa ir destacando el anuncio de Jesucristo como respuesta que

interpela y salva. Estar atentos para ir cada vez seleccionando y organizando, con

acierto, las diversas acentuaciones que va presentando el mensaje del evangelio, en

cuanto a los valores propios del Reino de Justicia de Amor y de Paz.

Se trata, por lo tanto, de acompañar a través de la experiencia comunitaria el proceso

de discernimiento espiritual y la atención a la dimensión social y afectiva. Estas

actitudes van, progresivamente, aprendiendo a reconocerse en la presencia y actuación

de Dios en la historia. Los desafíos principales serán despertar e iluminar a los agentes

de pastoral en una experiencia de Dios, descubriéndose llamados a una trascendencia y

comunicación con Dios Padre- madre. (Acontecimientos religiosos y valores con

contenido religioso, generosidad, solidaridad, bondad, justicia). Valorar la experiencia

de comunión, de participación y del sentido de pertenencia a un pueblo creyente con

una religiosidad propia: experiencia de Dios y experiencia del pueblo que se descubren

y potencian en una interdependencia.

A medida que se va avanzando en el proceso comunitario, los agentes de pastoral se

van haciendo más partícipes de la persona de Jesús de Nazaret en sus actitudes, vida

pública, dimensión humana, y sentido de pertenencia a la Iglesia (como cuerpo).

Posteriormente, como expresión de mayor madurez en su vida interior, se va haciendo

más evidente tanto el Cristo de Jesús- el resucitado, como la acción maravillosa que el

espíritu va generando en la vida de cada uno de los miembros de la comunidad, en su

historia personal y grupal, descubriendo, así, su misión particular.

La iglesia entonces como servidora, debe brindar el espacio para crecer como testigo y

apóstol en el pueblo, colaborando conjuntamente con los excluidos, la construcción del

94

Reino. Una Iglesia, que según Evangelii Nuntiandi: “Trata de suscitar cada vez más

numerosos cristianos que se dediquen a la liberación de los demás” (EN N° 38).

La pedagogía para los agentes de pastoral debe estar al servicio de la unificación de los

criterios de valoración y los criterios de acción, es decir, entre el modo de comprender

la realidad y el modo de intervenir en ella. Esto se traduce en la aspiración de unidad

entre Fe y vida. El agente de pastoral vive su vida como una praxis concreta de

liberación. Sus gestos tienen una resonancia social y política concreta, por medio de

esta resonancia él puede valorar la autenticidad de su proceso espiritual y de la vida

interior de otros.

Por eso, los que viven en la fe y en la esperanza, reconoce la potencia de Dios que

actúa en la pobreza y en todo el proceso para la liberación de toda opresión. Se trata

entonces de crear las condiciones propias para motivar y acompañar la dimensión

activa de la vida de los agentes de pastoral con la función crítica y profética de la fe en

Jesucristo.

La recuperación de estos aspectos espirituales que se relacionan con la Dimensión

Interior de la Liberación dará sustento espiritual a la recuperación de la dimensión

interior en el plano de la teología y en el plano de la praxis. De esta manera, los

agentes de la Pastoral podrán colaborar en un proceso que realmente abarque la

totalidad de la liberación de los pobres en Latinoamérica.

95

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