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Esta actividad de análisis del registro de el texto de Pérez Reverte leído en clase nos puede servir, en su justa medida, de modelo de respuesta para otros textos. La que está subrayado puede servir de base para los futuros comentarios.

Vamos a realizar el análisis del registro empleado en el texto «Esa rayita chunga» de Arturo Pérez Reverte aparecido en el suplemento dominical «El Semanal». Pero, antes de empezar con dicho análisis, vamos a hacer una pequeña introducción sobre el concepto de variación.

Las personas que hablan una misma lengua forman una comunidad lingüística, pero no todas hablan igual, no todos los usuarios de un idioma se expresan del mismo modo. Las lenguas no son uniformes, sino que presentan variedades distintas, es decir, dentro de la unidad del idioma, comprobamos la existencia de variedades. Esto es lo que conocemos como variación lingüística. Con este concepto se da cuenta de las diferencias derivadas de los usos diversos que cualquier lengua presenta. Estas diferencias sobre un código lingüístico común dependen fundamentalmente de los factores de tiempo, espacio, grupo social y situación comunicativa, siendo esta diversidad un fenómeno fácilmente observable.

Los factores de variación que hemos mencionado se concretan en los denominados ejes de variación: la variación diacrónica, la diatópica, la diastrática y la diafásica. Según estos ejes podemos determinar la variedad diacrónica o histórica, diatópica o geográfica (dialectos), diastrática o social y diafásica o funcional (registros). La variación en el tiempo, que llamamos variación diacrónica, da cuenta de las maneras distintas de hablar según el momento histórico; la variación en el espacio o variación diatópica, que configura unas maneras de hablar afines entre grupos que conviven por proximidad geográfica, explica las variedades dialectales que posee una lengua a lo largo de su dominio lingüístico (dialectos); la variación según el grupo social o variación diastrática se produce en grupos de hablantes socialmente afines que generan una fraseología y unas maneras expresivas significativas para el grupo y, por último, la variación según la situación comunicativa o variación diafásica da lugar a las variedades funcionales o registros. Hasta este último caso hemos visto como la variación afectaba al usuario de la lengua, sin embargo en la variación diafásica aquello por lo que se ve influido es por el uso; por ello, la variedad funcional o registro es compatible con las otras variedades.

Y en esta última variedad vamos a centrar nuestro análisis que, en ningún caso, consistirá en asociarlo a un registro determinado, porque no existen etiquetas para todas las combinaciones posibles, sino que vamos a tratar de explicar las características que presenta el texto de acuerdo con los cuatro factores principales que determinan la elección de una determinada variedad funcional u otra. Es decir, los registros constituyen una variedad funcional de la lengua utilizada por quien habla o escribe de acuerdo con los temas (o el tratamiento del tema), con el canal utilizado, con los destinatarios, esto es, la relación entre los interlocutores y, por último, con las finalidades del intercambio lingüístico en una situación concreta de comunicación. Teniendo en cuenta lo expuesto, podemos analizar los rasgos característicos de un texto atendiendo a los factores anteriormente mencionados.

El primero tiene que ver con el tema y la esfera de la actividad evocada. La lengua que se utiliza para hablar de temas cotidianos difiere de la lengua usada para hablar de asuntos técnicos, estéticos, filosóficos, científicos…, es decir, especializados. Y para ello nos centraremos en el tipo de léxico aparecido. El tratamiento del tema debería ser general, de acuerdo con el ámbito de uso del texto, ya que su presencia en un medio de comunicación de masas así lo exigiría, por lo que el léxico tendría que ser común, conocido por todos, pero encontramos toda una serie de términos propios del mundo de la droga conocidos por un determinado grupo como podría ser «medio gramo» (línea 9), «empolvarse» (l. 10), «nevaditos» (l.10), «pirulas» (l. 11)… Es necesario notar la presencia para referirse a la cocaína, el término general, aparece «coca» (línea 2) que contrasta con la presencia de «perico» (línea 2). También vemos ese tratamiento más coloquial —aunque lo podemos relacionar con otros factores— con la presencia de una fraseología muy específica (tío, resumo la película, te pones hasta la cejas, pillos... la peña palma que te rilas), vocativos y expresiones de valor fático (tío, ¿comprendes?, oye...); términos de jerga juvenil (tu churri, mortadelos, nevadito, pirulos, pavita...); e incluso otro tipo de expresiones (acojonada, país de mierda, todo cristo, todo dios, gilipollas, carajote, putada...). Además el uso de recurso expresivos como metáforas del habla coloquial o de jerga: te resumo la película, hundiéndose en el mundo de la coca, nos está arrastrando, país de mierda; pillas un ciego, empolvares, un nevadito, mal rollo... ; el símil y la comparación: como si acabaras de salir de la ducha, es como jugar al póker con el diablo, como un imbécil, sangrar como un gorrino, y no faltan las enumeraciones: metes a tu novia..., lo pones... y te crees...; con la novia, con dos amigos y con un pobre hombre...; te harás mayor, tendrás un curro, te casarás. Junto con la presencia de este tipo de palabras o expresiones, también cabe señalar un léxico más elevado o culto por parte del emisor o cuando habla la madre: «lector acérrimo» (línea 5), «tahúr» (l. 14), «lúcido» (l.16), «epitafio» (l.21)…, cosa que nos permite afirmar la presencia de una gran riqueza léxica. La intencionada combinación de lo culto y lo popular caracteriza el artículo.

Si nos centramos en el canal de comunicación elegido para el intercambio lingüístico, estamos ante un canal escrito, cosa que permite, por ejemplo, un mensaje más elaborado con una mayor complejidad sintáctica pero, a pesar de esto, aquí nos encontramos con un texto que, de acuerdo con sus especiales características, no la presenta, esa complejidad, ya que la inmensa mayoría de las oraciones son sencillas, no presentando períodos oracionales muy extensos y que, además, abundan los rasgos de oralidad como la elipsis para acentuar el carácter coloquial del texto, la presencia emisor/receptor se observa en el uso de las formas verbales de primera y segunda persona del singular (primera: «voy», «diga», «resumo», «repito»... segunda: «sepas», «comprendes»...), del plural asociativo («vamos a poner») y en la presencia continua del receptor mediante las correspondientes marcas deícticas de segunda persona («te pones», «quieres», «te reconoces»...). Asimismo debería ser unidireccional pero, al adoptar una forma aparente de un diálogo fuertemente emotivo, la entonación acentúa la elipsis y los elementos apelativos como los vocativos y las muletillas de carácter interrogativo: «¿comprendes?» (línea 6) o oraciones interrogativas: «¿Te reconoces en el retrato» (l. 3-4) o «¿De verdad vas a hacernos a tu madre y a mí esa putada?» (l. 35).

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También hay que tener en cuenta la relación entre los interlocutores. Este factor nos proporciona información del distinto grado de formalidad que puede tener un texto y tiene que ver con el tipo de relaciones que establecen entre quienes participan en cada intercambio lingüístico y cómo se sitúan ante lo que dicen. Esto se manifiesta, entre otras formas, con el tratamiento de cortesía o de confianza. En una comunicación de este tipo se debería observar un tono de formalidad, con un tratamiento de cortesía o neutro, sin presencia de marcas de receptor; sin embargo, la libertad de que disfruta el articulista hace posible que encontremos un tratamiento de confianza, de tuteo, que observamos con la presencia de marcas deícticas de la segunda persona del singular como ya hemos señalado anteriormente en verbos («te pones», «quieres», «te reconoces»...), pronombres personales átonos: te /tú, posesivos de un solo poseedor: «tu madre» o la presencia de vocativos («amigo, colega, oye, tío») o de la interrogación ya señalada.

Además de estos tres factores, también contribuye a la selección del registro el propósito de la comunicación ya que el uso de la lengua difiere también según sean los objetivos del intercambio lingüístico. De hecho, todo texto tiene un propósito, por eso este factor está muy directamente relacionado con los tipos de textos. En este caso, con el propósito de convencer al receptor directo utiliza una serie de ejemplos muy cercanos a la juventud que es centro del texto además de apelar a los sentimientos más básicos como hemos visto con el tipo de argumentos y el estilo «conversacional» que emplea.

Señalemos como conclusión final que la explicación del registro del texto es el resultado de un conjunto de factores y no se reduce a la colocación de una simple etiqueta. Y, en este caso concreto, vemos como no sigue aquello que sería esperable en un texto de esta tipología, pero que sí se adecua al propósito que Pérez Reverte persigue con él.