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Conceptualización de la discapacidad Esta línea de investigación se ha definido por los trabajos en su mayoría historiográficos teniendo en cuenta cómo ha “evolucionado” el concepto de discapacidad a través de las épocas. Se caracteriza por un enfoque a largo plazo en el cual se intentan establecer las nociones de discapacidad en correlación al espacio y tiempo, contextualizando las abstracciones que la sociedad ha construido en su convivencia con el fenómeno. Uno de los pilares más regulares que se logran identificar en este tipo de tratados defiende que: a grandes trazos, y de forma general, se puede decir que todo concepto tiene aunado en sí, ideas tanto colectivas como individuales que reflejan las percepciones en torno a un tema. Además, el uso de un término en concreto, implica una matización lingüística que responde a un determi nado posicionamiento. Así, la discapacidad como significante puede contener un sinnúmero de concepciones, las cuales, una a una, revelan una postura particular en su empleo. Al respecto Albretch (1992) afirma: Todas las sociedades tienen personas con deficiencias; modelos conceptuales para identificar, interpretar y tratar las discapacidades y políticas sociales elaboradas para las personas en situación de discapacidad. Independientemente del tiempo o contexto, las deficiencias y las discapacidades son 1

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Proyecto de investigación sobre prácticas de inclusión educativa de personas con discapacidad.

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Conceptualización de la discapacidad

Esta línea de investigación se ha definido por los trabajos en su mayoría historiográficos

teniendo en cuenta cómo ha “evolucionado” el concepto de discapacidad a través de las

épocas. Se caracteriza por un enfoque a largo plazo en el cual se intentan establecer las

nociones de discapacidad en correlación al espacio y tiempo, contextualizando las

abstracciones que la sociedad ha construido en su convivencia con el fenómeno.

Uno de los pilares más regulares que se logran identificar en este tipo de tratados defiende

que: a grandes trazos, y de forma general, se puede decir que todo concepto tiene aunado en

sí, ideas tanto colectivas como individuales que reflejan las percepciones en torno a un

tema. Además, el uso de un término en concreto, implica una matización lingüística que

responde a un determi nado posicionamiento. Así, la discapacidad como significante puede

contener un sinnúmero de concepciones, las cuales, una a una, revelan una postura

particular en su empleo. Al respecto Albretch (1992) afirma:

Todas las sociedades tienen personas con deficiencias; modelos conceptuales para

identificar, interpretar y tratar las discapacidades y políticas sociales elaboradas para las

personas en situación de discapacidad. Independientemente del tiempo o contexto, las

deficiencias y las discapacidades son fenómenos que exigen una explicación. Murdock

anota en su estudio de 139 sociedades, incluyendo aquellas con niveles culturales

ampliamente dispares, que cada sociedad identifica y responde a la discapacidad (a) en

términos de teorías causales; (b) en principios de la lógica y la ciencia moderna; o (c) de

acuerdo con teorías de causas sobrenaturales en las cuales se relaciona la deficiencia con

entidades tales como el alma, los fantasmas, los espíritus o los dioses. Una sociedad con una

cultura y un orden social determinados produce, reconoce, define e interpreta las

deficiencias. (p.37)

Por tal motivo, al aproximarnos a las teorías y conceptos anclados a la discapacidad, es

necesario tener en cuenta varios factores de análisis. López Gonzáles (2006) propone los

siguientes componentes a estimar:

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Considerar su procedencia: es decir, rastrear si dichas nociones se gestan en la

experiencia personal de la discapacidad, si surgen de los profesionales que trabajan

directa o indirectamente con estas personas, o si se tratan de integrar ambas

perspectivas, de tal suerte que se pueda tener una base contextual sobre la cual

cimentar los usos y representaciones anidadas a tal abstracción.

La relación entre pensamiento y acción: en correspondencia con el punto anterior,

es de vital importancia indagar por la relación existente entre lo que la gente cree y

entiende sobre una realidad, y la manera que actúa en consecuencia.

El propósito y aplicabilidad de las teorías: lo que exige reconocer la dimensión y

significado político que conlleva la teorización de la discapacidad, ya que, como

hace notar la autora:

Intentar definir una realidad supone situarse frente a ella, pero, además, implica de

algún modo tomar partido en la actuación práctica, cuando se trata de un aspecto de

la vida humana tan peculiar como es el tema –de la discapacidad– que abordamos.

(López Gonzáles, 2006, p.2)

Coordenadas espacio-temporales: situarnos en un momento histórico enmarca el

panorama científico sobre el tema. Concretamente, cuando se aspira a clarificar y

recapitular las concepciones y teorías circundantes a la discapacidad, este aspecto

nos permite entender por qué se consideraba el fenómeno de tal forma, sin caer en

juicios equívocos. Esto se debe a la multidimensionalidad y complejidad de la

temática, la cual tiende a variar drásticamente tanto en lo espacial como en lo

temporal.

Sin embargo, la tendencia a identificar, interpretar y tratar la discapacidad, pese a su

carácter científico, no necesariamente deviene en definiciones que puedan ser ajustadas a

todos los países ni en conceptualizaciones de permanencia constante en el tiempo o que

sean únicas y homogéneas. Cuervo & Gómez (2007) resaltan este hecho tras hacer una

exhaustiva revisión de la literatura de los últimos años, encontrando que las múltiples

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referencias1 ilustran directrices divergentes en las perspectivas relacionadas con la

conceptualización de la discapacidad en los diferentes contextos; y añaden que:

[…] definir discapacidad es un ejercicio complejo y controversial por cuanto la

discapacidad en sí misma es heterogénea y existen muchos tipos de discapacidades y

condiciones de salud similares que pueden afectar a las personas en formas distintas. (p.17)

Por otra parte, los ejercicios de conceptualización no se orientan únicamente a afirmar qué

es o no la discapacidad, también se erigen como un asunto nuclear en las implicaciones

políticas y prácticas (medición de prevalencia de discapacidad, formulación de política,

construcción de sistemas de información, entre otros), que inciden de manera directa en la

vida de las personas con discapacidad.

En concordancia, autores como Chatterji, Ustun y Bickenbach, dan razón de esta cualidad

práctica del quehacer conceptual constituido acerca de la discapacidad, al hacer hincapié en

la necesidad de que los investigadores, además de definir claramente el término, destaquen

la importancia de esa significación en el uso efectivo local, nacional e internacional, con

objetivos conscientes que persigan mejoras, desde la provisión de servicios de cuidado

médico, hasta propósitos de bienestar en general para la población.

Respecto a los intentos por acotar el concepto, se han desarrollado avances que permiten

presentar un informe del recorrido de los modelos conceptuales de la discapacidad y sus

definiciones en una línea de tiempo. Cuervo & Gómez (2007) destacan que Altman realizó

una revisión de los modelos teóricos de discapacidad e identificó sus similitudes y

diferencias, fortalezas y debilidades, y las orientaciones con que éstos pueden usarse (p.

19). Tal estudio, hace énfasis en las discrepancias que pueden surgir al momento de la

aplicabilidad de las definiciones a ámbitos administrativos, políticos y de salud, ya que la

confluencia de valoraciones en una misma persona, desatan incompatibilidades, incluyendo

o excluyendo al individuo desde una determinada concepción.

1 Ver Anexo 1. Literatura sobre conceptualización de la discapacidad 1992-2006: 32 documentos conceptuales investigativos.

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Sabiendo que, la conceptualización de la discapacidad se enmarca en el escenario político y

en los valores colectivos y paradigmas científicos de cada época, los contextos socio-

culturales van dando lugar a diferentes momentos y arquetipos para su interpretación. En

Colombia, el trabajo de Teresita Sevilla puede ser de utilidad para establecer qué mirada de

la discapacidad impera hoy en día y cómo afecta la particularidad de las prácticas e

identidades sociales que construye la persona con discapacidad, con relación a los

estereotipos que se han reproducido a lo largo de la historia.

En un comienzo, la imagen religiosa de la discapacidad como un castigo, una maldición

proveniente de malos comportamientos, pecados e incumplimientos a la ley divina,

provocaba repudio moral que repercutía social y económicamente, dejando a la población

con discapacidad en una situación que desconocía su humanidad, la desligaba de sus

derechos e impedía el acceso y desempeño a actividades que implicaban vivir en compañía

con el resto de la comunidad. Este modelo moral, lejos del control de los afectados,

manejaba una discriminación estructural e institucional que condenaba a la población al

ostracismo, dejando su existencia en la invisibilidad física, afectiva y social (Sevilla, 2009).

Con el auge del cristianismo en Occidente, la promoción de una mirada compasiva y llena

de piedad hacia las personas con discapacidad, tildadas como víctimas dependientes del

asistencialismo y protección de los demás, logra el cubrimiento básico de sus necesidades

en manos de organizaciones y grupos de voluntarios que los atendían como a cualquier otro

personaje marginal, al estar imposibilitados de participar activamente como ciudadanos o

desarrollarse educativa, profesional y públicamente. Las ayudas que emanaban de este

modelo caritativo, canalizaban el espíritu benevolente de quienes se comprometían a cuidar

de los que habían caído en desgracia, careciendo de un sentido de responsabilidad social

que llamara a acciones directas de instituciones gubernamentales.

Más adelante en el Renacimiento, el adelanto en la comprensión del cuerpo y

comportamientos humanos, desarrolló un modelo médico cuyas acciones estaban encaminas

en pro de una inserción de las personas con discapacidad, desde procedimientos de

rehabilitación y normalización bajo un marco de salud-enfermedad que determinara el

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grado de las deficiencias biológicas que causaban la discapacidad. Así, el interés de la

comunidad académica y económica fue en aumento, en la medida que la intervención

médica a cada particularidad física requería tratamientos especializados, impulsando la

retroalimentación e innovación, teniendo en cuenta un enfoque individual-biológico.

En resumen, hasta hace poco tiempo, la discapacidad era considerada como un problema de

nacimiento o adquirido a lo largo de los años, que presentaban ciertos sujetos, y cuyo

estudio y tratamiento correspondía a los especialistas del área médica o psicológica

(generalmente con orientación psicopatológica), al tratarse de situaciones caracterizadas por

la anormalidad o la desviación (López Gonzáles, 2006). No es hasta más adelante, con el

auge de grandes cambios sociales, culturales y científicos acaecidos en el siglo XX, que se

motivó la aparición de nuevos enfoques en la concepción de lo que es la discapacidad y,

con ello, una mayor especialización de los profesionales acuñados tanto en la investigación,

práctica y tratamiento de las personas con discapacidad.

Como se puede observar, todas las anteriores percepciones se encuentran estrechamente

vinculadas con los cambios en la concepción del ser humano en sí mismo, sus funciones,

competencias y limitaciones. Simultáneamente, las ideologías y políticas dominantes en

cada época histórica, contribuyeron a esa relación dialéctica con que las interpretaciones,

acerca de las diferencias humanas y las correspondientes prácticas o tratamientos dirigidos

a los grupos sociales que conforman estas personas con discapacidad, fueran objeto de

abstracción para intervención desde las distintas estancias correlacionadas con la población

y su bienestar.

Partiendo de esa imbricación permanente entre ideología y ciencia, y a la luz de las

aproximaciones sociológicas, López Gonzáles (2006) sugiere identificar etapas diferenciadas

en la investigación y actuación práctica en el campo de la discapacidad. De igual forma,

cabe la necesidad de aclarar que si bien dichas etapas se presentan de manera sucesiva en su

momento de aparición y época de mayor influencia, no han pretendido la sustitución o

abandono de las anteriores; de hecho los trabajos correspondientes a las distintas

perspectivas continúan coexistiendo y son defendidos por diferentes sectores científicos.

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La discapacidad como condición individual.

Esta corriente se centra en la premisa de que el sujeto es el déficit, y de acuerdo a ello, se

sustenta que la discapacidad es un “problema” fundamentalmente suscrito a la base natural

o biológica del individuo. Estas deficiencias físicas, fisiológicas o funcionales, deben ser

sometidas al estudio de la ciencia natural desde un enfoque clínico y psicométrico que

desglose la concepción organicista del fenómeno. Por lo tanto, al aplicarse un método

positivista, se interesa por la categorización de síntomas y formas características de cada

tipo de discapacidad.

Dada esta tipificación, se pueden orientar las agendas de investigación (entre ellas la

tecnológica) y la guía práctica que rija los sistemas de servicios para los sectores con

discapacidad (Egea & Sarabia, 2004). Igualmente, esa labor investigativa pretendía

interferir en el control social de la población con discapacidad. Así, al anexar esta

condición a un sujeto en concreto, se le lograba mantener recluido en un espacio acorde a

sus necesidades, en el cual se destinaban toda clase de ayudas y medicaciones para superar

o al menos hacer más amigable la condición –temporal o permanente– en la que se

encontraba.

De allí surge una gran variedad de centros, instrumentos técnicos y personales

especializados en los diferentes tipos de discapacidad. Estos lugares eran y son capaces de

ejercer una vigilancia y control constante sobre sus pacientes, regulando cualquier anomalía

y particularidad, excluyendo inmediatamente cualquier medida de carácter social o político

que pudiese sumarse a las asistencias médicas.

Perspectivas sociopolíticas.

En los análisis sociopolíticos de la discapacidad convergen las contribuciones de dos

corrientes científicas: por un lado, la tradición de origen estadounidense del

interaccionismo y del funcionalismo estructural; y por el otro, las teorías materialistas de

Marx y Engels, en donde se afirma que la discapacidad y la dependencia son la “creación

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social” de un tipo particular de organización social basada en la economía del capitalismo

industrial (López Gonzáles, 2006).

Versiones construccionistas sociales: Interaccionismo y funcionalismo.

El heraldo de estas explicaciones ponen en velo la “realidad” objetiva de la discapacidad,

afirmando que ésta debe entenderse como una etiqueta negativa que unas personas aplican

a otras, creando y a su vez reforzando, un mecanismo de marginación social.

Interaccionismo simbólico.

El aporte más palpable desde esta variante ha sido la proporción de una base conceptual y

un modelo de investigación fenomenológica para el campo de la discapacidad. Uno de sus

presupuestos básicos, considera que las personas, como seres sociales, son capaces de

otorgar significado a las cosas y situaciones que viven en interacción con el entorno (dentro

del cual se incluyen sus pares) (Bogdan, 1989). Así, las personas con discapacidad

terminan por edificarse a sí mismas en concordancia con esas significaciones que se les

imponen desde afuera, las cuales dialogan constantemente con las que se van interpretando

individualmente en su cotidianidad.

La agenda de investigación desde esta perspectiva se ha focalizado en la reflexión de la

relación existente entre identidad y proceso de etiquetado, lo que ha contribuido a

comprender la importancia de los factores actitudinales y ambientales, ampliando la

perspectiva de la discapacidad fuera del individuo, hacia una nueva valoración en la

interacción.

Los análisis inspirados en el trabajo de Erving Goffman y la instrumentalización del

concepto de “estigma”, aunque han sido ampliamente difundidos, así mismo han sido

objeto de críticas por parte de la comunidad académica y la misma población de personas

con discapacidad. Esta visión de la discapacidad desde la perspectiva de la

“estigmatización”, ha tenido una enorme repercusión en la formación de profesionales en el

campo de los servicios dirigidos a las personas con discapacidad, lo cual ha intervenido

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negativamente en la comprensión y actuación práctica en el campo. Al ahondar en esa idea

de la tragedia personal, en donde los sujetos o grupos “estigmatizados” sufren el signo de la

imperfección y desviación, se refuerza la posición patológica del fenómeno, recalcando la

concepción de que el individuo con discapacidad es el “culpable” y único recipiente de la

discapacidad (López Gonzáles, 2006).

Sumado a las críticas anteriores, se considera que la interpretación del fenómeno de la

discapacidad desde la perspectiva de estigma, no trasciende el nivel de análisis

interpersonal, dejando a un lado las evidentes relaciones estructurales latentes en el

ambiente.

Análisis funcionalistas de la discapacidad.

Las versiones funcionalistas con interés en la comprensión de la discapacidad, se encargan

del estudio alrededor del surgimiento y mantenimiento del fenómeno, a partir de un análisis

socio-histórico de las estructuras políticas de la sociedad.

Con el ascenso del Estado de Bienestar, surgen nuevas problemáticas en relación con el

sistema de distribución de bienes. Cuando el principal motor de la sociedad es el trabajo, y

el acceso al mercado laboral se encuentra fuertemente restringido por la lógica misma del

sistema, se es prioritario atender a la población que se halla excluida, creando nuevos

servicios para dar respuesta a sus necesidades. Por lo tanto, la definición y categorización

de la discapacidad pasará a ser contundente según las consideraciones médicas que den la

clasificación de qué tan funcional es el individuo en términos competitivos en la esfera

laboral. En otras palabras, el enfoque de capacidades dictará los parámetros para la

evaluación individual de la discapacidad, señalando quiénes se integrarán al sistema como

fuerza de trabajo, y quiénes dependerán de las ayudas asistencialistas y proteccionistas

brindadas por el Estado.

En esta línea, varios críticos europeos y estadounidenses han debatido la función de la

rehabilitación como “el negocio de la discapacidad”, ya que las personas se han convertido

en mercancía y objeto de interés comercial. Conjuntamente, se ha puesto en juicio el papel

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paternalista del Estado y sus instituciones especializadas en la distribución de bienes y

servicios. En consecuencia, los movimientos constituidos por personas con discapacidad,

proponen trabajar hacia otro tipo de organización de capitales y servicios, donde se priorice

la información, capacitación, autogestión y control, en pro de una inclusión efectiva que no

reproduzca las condiciones de marginalidad y aislamiento, sino un empoderamiento de las

propias personas usuarias (López Gonzáles, 2006).

Versiones materialistas de la discapacidad. El creacionismo social.

La idea pilar en este enfoque es el de la discapacidad como realidad “producida” –o

“creada”– desde las estructuras económicas y políticas de la sociedad, lo que rompe en

mayor parte con las corrientes planteadas anteriormente. Acá, las personas con

discapacidad constituyen un grupo social oprimido por las causas estructurales y no tanto

por los condicionamientos de su particularidad como individuo ni las representaciones

colectivas que se establezcan sobre el fenómeno.

La efervescencia de estas nuevas perspectivas y el movimiento social de la discapacidad,

llevó a que la Unión of the Physically Impaired Against Segregation (UPIAS) manifestara

su concepción de la discapacidad, generando que la Organización Mundial de la Salud-

OMS, en la Clasificación Internacional de las Deficiencias, Discapacidades y Minusvalías,

legitimara el discurso inspirado desde la propia población con discapacidad en 1980.

Dado lo anterior, se tiene la noción que las versiones materialistas de la discapacidad se han

encargado de abrir escenarios políticos para la discusión de qué conceptos y qué demandas

tiene el sector en sí, ya que ellos mismos son los que reconocen sus necesidades y por tanto

los que verdaderamente llevan la vocería al respecto de la distribución de bienes y

servicios, el alcance de sus capacidades y demás ítems correspondientes al bienestar

colectivo e individual de su población.

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Representaciones culturales de la discapacidad.

De la mano de la antropología, aquí se inscriben los estudios que analizan la historia de la

discapacidad, haciendo énfasis en los aspectos comunes y diferenciales de las

representaciones, manifestaciones y respuestas sociales al fenómeno, en las distintas

comunidades y áreas geográficas.

Shakespeare, es uno de los exponentes más significativos de la presente corriente, ya que

plantea que la discapacidad no depende únicamente de la discriminación material y

estructural a la que se ven sometidas las personas, sino que a su vez, es la expresión

discursiva de un prejuicio socialmente construido y reproducido en la cultura, lenguaje y

socialización de los individuos. El autor, basado en los aportes feministas, define el

prejuicio como un proceso de objetivación de las personas con discapacidad, a causa de los

rasgos fisiológicos que expresan su condición (Shakespeare & Watson, 2001).

Con base a la anterior caracterización, de cómo se ha estudiado la discapacidad como

concepto, surgen en América Latina acciones en corresponsabilidad de múltiples sectores

tanto de la esfera pública como privada, que buscan promover una mejor calidad de vida

para esta población desde diferentes enfoques; es decir, se pasa de un plano académico e

inmerso en la abstracción de la discapacidad como objeto de estudio, a una

instrumentalización de dichos estudios, análisis e investigaciones, en el diseño,

formulación, ejecución y retroalimentación de diversas iniciativas de carácter político,

social y económico. En general, se cimienta como base la realidad del subcontinente

latinoamericano en cuestión de matices demográficos, los cuales ayudan a imbricar

acciones concretas y eficaces, según las particularidades que cada región, país o unidad

territorial tiene, con respecto a la población con discapacidad.

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Debate actual.

Modelo Social de la discapacidad.

Como se ha visto, las limitaciones o deficiencias físicas en los cuerpos humanos han estado

presentes a lo largo de la historia de la sociedad. Así mismo, los grupos sociales han

desarrollado mecanismos de comprensión de tales eventualidades involucrando nociones

tanto desde el ámbito espiritual y religioso, como hasta el lógico y racional. En principio, y

como es natural, las conceptualizaciones sociales determinan un conjunto de medidas por

adoptar para intervenir los eventos existentes. De esta forma, las atenciones de tipo social y

político a la discapacidad se presentan bajo diversas modalidades de acción en las que,

históricamente, se aplican métodos de rehabilitación, aislamiento, caridad, entre otras.

En esta medida, y en correlación con Sevilla (2009), se hace evidente que las concepciones

relacionadas con la discapacidad que una sociedad maneje, juegan un papel definitivo en el

diseño de las políticas, acciones y programas encargadas de su tratamiento. Moreno (2008)

señala que las construcciones de orden histórico en virtud del entendimiento de la

discapacidad no se han caracterizado por manejar una secuencia lineal, por consiguiente, no

existe una superposición por parte de ninguna noción sobre las demás; de ahí que «al día de

hoy, coexisten diversidad de concepciones incluyendo aquellas que pueden considerarse

arcaicas» (p.6).

A nivel general, las diversas maneras de interpretar la discapacidad han derivado en

visiones del cuerpo donde el mismo aparece «dañado» o «deforme», respondiendo a

eventos como posesiones satánicas, expresiones de la divinidad, evidencia de inferioridad

genética o enfermedades (Seelman, 2003; Davis, 1997, citados en Moreno, 2008, p. 6). Esto

ha dado pie para la construcción de una concepción generalizada de la discapacidad

conocida como «el modelo médico de la discapacidad», en particular lo concerniente a la

cuestión de la salud física o, dicho de otra manera, la enfermedad.

De otro lado, de acuerdo con Amudson (2000, citado en Moreno, 2008, p. 6) existe una

visión neutra a propósito de la discapacidad, entendida como la expresión ontológica de la

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multiplicidad del cuerpo humano en términos biológicos. Así, partiendo de esta premisa, la

discapacidad ha de comprenderse no en términos de positivo o negativo, sino de

aproximación y entendimiento de la amplia gama de posibilidades que el cuerpo humano

desarrolla para su funcionamiento. En el año 1980, la OMS desarrolló un modelo médico

para la Clasificación Internacional de Deficiencias, Discapacidades y Minusvalías-CIDDM,

en el cual hubo importantes avances para la comprensión de la discapacidad; no obstante,

dicha clasificación fue duramente criticada «por no reconocer el papel fundamental que

juega el ambiente en el desempeño de las personas y en la condición discapacitante»

(Moreno, 2008, p. 7).

Esta es una primera evidencia material acerca de cómo las concepciones generalizadas de

un fenómeno determinan un producto institucional. En este estadio, la condición médica

como factor fundamental para la existencia de la discapacidad, deficiencia o minusvalía, se

encuentra centrada en el individuo y no en su entorno, de manera que es al individuo

mismo al que debe intervenirse para superar o subsanar la discapacidad.

Ahora bien, considerando la crítica principal que se formuló al modelo médico de la OMS,

un cambio drástico ocurrió con respecto al foco del problema de la discapacidad en las

sociedades, esto es, que el significado «se desplazó para localizarse por fuera del cuerpo, en

su totalidad, como una acción negativa de las sociedades cuyas prácticas impiden los

desempeños y la participación de las personas con deficiencias corporales» (Moreno, 2008,

p. 7).

La presión por parte de las organizaciones civiles de personas en condición de

discapacidad, la academia, y en general los interesados en el tema tanto desde el punto de

vista médico como político y social, lograron influenciar el escenario internacional a tal

punto que, a nivel general, en los países en vía de desarrollo, se está introduciendo esta

perspectiva en sus agendas de desarrollo. Con relación a lo anterior, López expone que:

Con las variaciones propias de los contextos en que se ha ido desarrollando, el movimiento

de las personas con discapacidad de forma generalizada ha asumido gran parte de las ideas

y aportaciones ofrecidas por las últimas líneas de investigación y elaboración teórica sobre

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discapacidad –en donde confluyen distintos campos del saber (psicología, sociología,

pedagogía, economía, política, entre otros) – […]. Pero, además, ha supuesto un avance

importante ya que estas aportaciones son tomadas como base conceptual para reinterpretar

sus propias experiencias, definirse como colectivo, y emprender su acción político-social.

(López Gonzáles, 2006, pág. 7)

Las barreras sociales.

En concreto, hay un elemento que permite entender la discapacidad como fenómeno

externo al cuerpo físico del sujeto: la existencia de barreras sociales. Estas pueden definirse

como todos aquellos condicionantes que integran el ambiente externo al cuerpo de la

persona con discapacidad, ya que interfieren de manera negativa en las formas en que

participan, se desenvuelven, interactúan y desarrollan. Dichas barreras pueden radicar en la

discriminación, la falta de disposición para el acceso a lugares públicos, el menosprecio de

los aportes realizados por estas personas, entre otras cosas.

De acuerdo con ello, en la medida en que las barreras sociales estén controladas, la

discapacidad de las personas puede verse reducida; mientras que, por el contrario, cuando

existen mayores barreras sociales, se incrementa el impacto que tendrá la discapacidad en la

vida del individuo. Brandt y Pope (1997) desarrollaron un modelo, a propósito de esta

explicación, el cual ha sido ampliamente aceptado por la comunidad académica que trata

esta temática.

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Gráfica 1. Modelo relacional de discapacidad de Brandt y Pope (1997).

De acuerdo con el modelo, puede interpretarse que en la medida en que la cultura sea más

favorable a la aceptación y comprensión de la discapacidad, el uso de la tecnología facilita

la asistencia a los problemas físicos y, en términos generales, en tanto que los

funcionamientos sociales de las personas con discapacidad no se vean afectados por

limitaciones de orden externo a su condicionante físico, la discapacidad puede verse

reducida a un mínimo razonable que permita la interacción en sociedad.

Lo anterior, es producto de una concepción según la cual la discapacidad no radica

exclusivamente en las limitaciones de orden genético, biológico y físico, sino que aparece

por cuanto no permite la interacción y la aparición en sociedad. De esta manera, las

comunidades deben integrar mecanismos de nivelación de las capacidades físicas reducidas

de las personas con discapacidad, e implementar los recursos necesarios para que, a la

larga, las barreras sociales de orden cultural puedan ser eliminadas, de forma que se

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posibilite la concepción de la discapacidad como una muestra de diversidad y no como

síntoma de inferioridad.

Para las décadas de los años 60’s y 70’s del siglo XX, en el contexto de Estados Unidos,

Gran Bretaña y países escandinavos, emergen diversos movimientos sociales de minorías

(afro descendientes, pertenecientes a alguna etnia, mujeres y personas con discapacidad),

que denuncian su condición marginal y aclaman por el reconocimiento de sus derechos

civiles como ciudadanos y ciudadanas en situación de igualdad social. Dichos colectivos

rechazan la discriminación en instituciones apartadas y sometimientos a constantes

programas de rehabilitación, al optar por un empoderamiento que les devuelva el control de

sus propias vidas; así mismo, al ser promovidos desde las mismas personas con

discapacidad, familias y cercanos, también se hacen partícipes de este grupo en ascenso.

En este orden de ideas, se puede apreciar una progresiva aceptación de los nuevos análisis,

sus postulados y propuestas de acción práctica, lo cual desata no solo un auge de interés

intelectual por comprender más a fondo las múltiples dimensiones de la discapacidad, sino

a su vez la sensibilización y movilización de las propias personas implicadas. Tal desarrollo

de las teorías sobre discapacidad ha conformado el denominado modelo social de

discapacidad en las dos últimas décadas. Resumiendo, las principales ideas de este modelo

son:

Ser parte de una sociedad organizada por y para la gente sin discapacidad. De tal

forma, se considera la existencia de diversos elementos en el entorno físico o social

que fungen como limitantes y restricciones para el pleno desarrollo de la vida

personal. Esos obstáculos son definidos como barreras que pueden ser:

actitudinales, idiomáticas, lingüísticas, culturales, organizacionales, institucionales y

en la distribución de servicios, relacionales y estructurales. Para sintetizar, el

modelo social de la discapacidad concibe el fenómeno más como una restricción

social y ambiental que aísla y segrega a la persona de la plena participación en la

vida social, que como una “desviación” del individuo en sí.

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Se ha interesado especialmente por estudiar los diferentes tipos de discapacidad y

sus implicaciones de manera inter-relacional. Esto se ha conquistado gracias a la

constante reflexión y análisis de las mismas personas con discapacidad en el ámbito

académico. En suma, se ha creado una tendencia colectivista que se opone a los

modelos que atiendan al sujeto individualmente, fomentando el empoderamiento

desde el enfoque de capacidades –tanto personales como organizacionales (de

carácter local, nacional e internacional)– en pro del cambio social desde la lucha

política (Ferreira, 2008).

Autores como Tom Shakespeare y Nicholas Watson, han criticado fuertemente el

modelo social, defendiendo que, en el esfuerzo por argumentar la discapacidad

como algo más inherente a las estructuras y procesos sociales, se ha descuidado la

incidencia del fenómeno en las vidas de las personas. Por lo tanto, proponen una

reconceptualización de la discapacidad, en donde las interpretaciones que trabajen

desde la acción, y las que se han enfrascado en lo contextual, dialoguen a merced de

una comprensión general del fenómeno mucho más acertada (Shakespeare &

Watson, 2001).

A continuación se expone el concepto de diversidad enfocado a la discapacidad como

construcción social, el cual es integrador tanto de los factores externos a la persona como

los que competen a su individualidad.

Discapacidad y Diversidad.

Otra de las perspectivas que tiene cabida en el debate actual, es lo referente a las cuestiones

de la diversidad, en donde han surgido preguntas relevantes “acerca de “quién es el otro”, o

“cómo es el otro”, o “qué hacemos con el otro”, o “cómo nos preparamos para trabajar con

el otro” (Skliar, 2008, p. 3). Sin embargo, dado que esta idea supone la diferencia entre

unos otros y un nosotros, nunca se ha reflexionado sobre esta caracterización excluyente.

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Desde la visión de Skliar (2002) la diversidad se podría interpretar como una categoría

organismos para promover una política de apertura. No obstante, cuando la diversidad,

desde esta perspectiva, se pone en circulación, hay un ejercicio de colonización y de poder,

por cuanto la diversidad implica un conjunto de tecnologías dirigidas a la planeación,

distribución de recursos, clasificación y, en fin, una multiplicidad de elementos que se

movilizan para solucionar las necesidades requeridas de los otros.

Aquí inicia el ejercicio de poder, pues quien habla lo hace desde un lugar estratégico de

enunciación que le posibilita hablar del Otro y para el Otro, intentando cubrir todas sus

necesidades. Aunque desde el discurso jerárquico de la diversidad, se hable del Otro, en ese

escenario no hay espacio para que los otros hablen por sí solos, o para que los otros nos

hablen.

En su texto “Alteridades y pedagogías. O... ¿y si el otro no estuviera ahí?” de Skliar, el

discurso especializado acerca del Otro, imprime una práctica que se va naturalizando en el

tiempo, que consiste en la incapacidad de conversar con el otro cara a cara y por el

contrario, hablar siempre desde el discurso especializado; confundimos al ciego con el

discurso de la ceguera, al loco con el discurso del déficit cognitivo y al pobre con la

categoría de pobreza.

Como parte de esta discusión, (Contino, 2013) da cuenta de que muchas de las

disposiciones de política pública hacia la población con discapacidad se encuentran

regladas por personas –profesionales, funcionarios– sin ningún tipo de discapacidad,

configurando una asimetría que determina un escenario particular: el de la normalidad

(término de Michel Foucault). De ahí se compone una relación dicotómica entre el

individuo sano, normal, y la anomalía que se encuentra en la patología. En esta dirección, el

producto de ello es “el parámetro de una normalidad única inventado en el marco de

relaciones de asimetría y desigualdad. Relaciones asimétricas que producen tanto exclusión

como inclusión excluyentes” (Angelino, 2009, p.51-52, citado en Contino, 2013, p.239).

17

Page 18: Estado Del Arte inclusión educativa

De acuerdo a lo anterior, es muy usual que junto a la diversidad se introduzca el término:

Tolerancia que no es otra cosa para Skliar, que la frase enmascarada de “Eres detestable,

pero yo concedo e l poder de soportarte”, es decir, quien habla de la tolerancia nos

concede gracias a su “infinita generosidad”, la oportunidad de vivir, de participar así sea

desde un esquema de la colonización.

Otro elemento ligado a diversidad es el concepto de multiculturalidad, definido por

Camilieri “[…] según su etimología, para [referirse] a la simple pluralidad de elementos en

juego, a situaciones de coexistencia entre culturas o subculturas diversas, así como al

estudio de los efectos espontáneos de esa coexistencia” (Camilieri, 1993) por otro lado, el

multiculturalismo interviene en las dinámicas de inclusión, sin embargo, pese a que se han

integrado para materializarse en programas, estos no han afectado de ninguna manera la

existencia de problemas relacionados con la exclusión.

Para profundizar el multiculturalismo como elemento clave, Contino recurre a Zizek (2003)

donde el capitalismo global expone al multiculturalismo como su principal ideología, en

tanto trata a cada cultura local como si se tratara de un colonizado, por lo que debe ser

presentada y estudiada respetuosamente. Ese respeto, es uno de los principales síntomas de

reafirmar una superioridad propia. Lo anterior se liga a la principal postura de Contino,

planteando que:

Si tales dificultades continúan reproduciéndose, [aquellas dinámicas de exclusión a

p(UNESCO, 2005 )esar del multiculturalismo y la inclusión], no se fundamentan tanto

en detalles que habrían que continuar perfeccionando, sino justamente en que la

estructura básica del sistema capitalista mundial no se vea afectada, es decir, las

aparentes batallas en torno a las minorías excluidas sólo serán una válvula de escape

transitoria y destinada a fracasar. (p.177)

Lo anterior posibilita exponer que, hay una fallida concepción de las grupos minoritarios en

las sociedades por parte de la doctrina neoliberal, según la cual el diseño de medidas

apropiadas de inclusión, pueden subsanar las manifestaciones de exclusión. No obstante, en

tanto el multiculturalismo es una expresión misma de la dominación que plantea una visión 18

Page 19: Estado Del Arte inclusión educativa

de respeto y acercamiento desde una posición dominante, el desarrollo de tales medidas de

inclusión son sólo “nuevos eufemismos que se utilizan para diseñar los actuales circuitos de

la segregación” (de la Vega, 2009, p.23; citado en Contino, 2013, p. 238).

Se dice entonces que en una sociedad multicultural y diversa como la actual, las políticas

públicas no deben ser unidimensionales, sino tener en cuenta que los bienes que

distribuyen, tienen como receptor a un público cada vez más heterogéneo. De esta manera,

estamos pasando de una sociedad mono cultural, donde la diversidad no forma parte del

elemento cultural, a una sociedad donde la diversidad forma parte de la sociedad y se

convierte en una cultura. Éste es el elemento clave en este proceso de cambio. Así, estamos

en un proceso de construcción de este nuevo contexto donde el elemento de cohesión es

importante; este proceso que haga que la diversidad sea vista como positiva es fundamental

y es lo que debemos hacer (Zapata Barrero, 2009)

A partir de esto, las políticas públicas deben orientarse a lograr la coexistencia de diferentes

culturas y tradiciones en una esfera pública inicialmente ocupada por una cultura

dominante, y ser capaces de gestionar la diversidad, que se ha convertido en sí misma en

una forma de cultura (Zapata Barrero, 2009)

Con la perspectiva de diversidad y multiculturalidad anteriormente mencionada, se destaca

que ni los entes gubernamentales, organizaciones sociales y población en general, han

tomado conciencia de la diversidad en todas sus formas, obstruyendo el interés por integrar

a la población con discapacidad. Tales actitudes se erigen como las barreras más

infranqueables a las que un sector de la población se puede enfrentar, debido a la

complejidad para transformar estructuras mentales establecidas y fortalecidas con el paso

del tiempo.

19

Page 20: Estado Del Arte inclusión educativa

Discapacidad e inclusión.

Discutir el concepto de inclusión implica examinarlo no solo desde su diversidad sino las

múltiples dificultades que lo segmentan. A nivel semántico, incluir e integrar tienen

significados similares, lo cual ha llevado a que ambos términos se utilicen indistintamente,

sin embargo “en los movimientos sociales, inclusión e integración representan filosofías

totalmente diferentes, aun cuando tengan objetivos aparentemente iguales […] la inserción

de las personas con discapacidad en la sociedad (Adirón, 2005).

20

Page 21: Estado Del Arte inclusión educativa

INCLUSIÓN INTEGRACIÓN

Transformación

frente a la

Inserción en frente

a la sociedad.

La inserción es total e incondicional en las diferentes áreas exigiendo transformaciones profundas.

La inserción es parcial y condicionada evidenciando transformaciones superficiales...

Desde los sistemas. Exige rupturas en los sistemas Pide concesiones a los sistemas

Cambios en beneficios de la sociedad.

Cambios que benefician a toda y cualquier persona (no se sabe quién “gana” más, sino que TODAS las personas ganan).

Cambios mirando prioritariamente a las personas con discapacidad (consolida la idea de que ellas “ganan” más).

Adaptaciones de la sociedad.

La sociedad se adapta para atender las necesidades de las personas con discapacidad y, con esto, atiende a las necesidades de TODOS

Las personas con discapacidad se adaptan a las necesidades de los modelos que ya existen en la sociedad, que hace solamente ajustes.

Defender los derechos.

Defiende el derecho de TODAS las personas, con y sin discapacidad.

Defiende el derecho de las personas con discapacidad.

Calidad de inclusión o integración al sistema.

Trae para dentro de los sistemas los grupos “excluidos” y, paralelamente, transforma esos sistemas para que se vuelvan de calidad para TODOS

Inserta a los sistemas grupos de “excluidos que puedan probar que son aptos” (sobre este aspecto, las cuotas pueden ser cuestionadas como promotoras de la inclusión)

Uso del adjetivo para la calidad de vida.

El adjetivo inclusivo es utilizado cuando se busca calidad para TODAS las personas con o sin discapacidad (escuela inclusiva, trabajo inclusivo, recreación inclusiva, etc.).

El adjetivo integrador es utilizado cuando se busca calidad en las estructuras que atienden apenas a las personas con discapacidad consideradas aptas (escuela integradora, empresa integradora, etc.).

Individualidad u homogeneidad.

Valoriza la individualidad de las personas con discapacidad (personas con discapacidad

Como reflejo del pensamiento integrador, podemos citar la tendencia a tratar a las personas

21

Page 22: Estado Del Arte inclusión educativa

pueden o no ser buenos funcionarios, pueden o no ser cariñosos etc.).

con discapacidad como un bloque homogéneo (ejemplos: sordos se concentran mejor; ciegos son excelentes masajistas).

Perspectiva de limitación.

No quiere disfrazar las limitaciones, porque ellas son reales.

Tiende a disfrazar las limitaciones para aumentar la posibilidad de inserción.

Caracterización de la discapacidad frente a la sociedad.

No se caracteriza apenas por la presencia de las personas con y sin discapacidad en un mismo ambiente.

La simple presencia de las personas con y sin discapacidad en el mismo entorno tiende a ser suficiente para el uso del adjetivo integrador.

Concepción de la discapacidad.

A partir de la certeza que TODOS somos diferentes, no existen “los especiales”, “los normales”, “los excepcionales”, lo que existen son personas con discapacidad.

Incentiva a las personas con discapacidad a seguir modelos, no valorizando, por ejemplo, otras formas de comunicación como la de señas. Sería un bloque mayoritario y homogéneo de personas sin discapacidad rodeadas por los que presentan.

Cuadro 1. Basado en Adirón, F (2005), p. 2.

Para resolver la controversia existente entre estos dos términos, puede decirse que es a

partir de la utilización que vaya a dársele, la principal manera de determinar la significación

que se quiera aplicar. A continuación se podrá hacer una revisión de lo que implica la

integración y la inclusión desde distintas miradas, siendo pertinente aclarar que el concepto

de inclusión se pone sobre la mesa toda vez que la integración toma sus bases de dicho

concepto.

Teniendo en cuenta los conceptos anteriormente nombrados y analizados, la inclusión se

considera relevante en esta línea de investigación ya que es un enfoque que responde

positivamente a la diversidad de las personas y a las diferencias individuales, entendiendo

que la diversidad no es un problema, sino una oportunidad para el enriquecimiento de la

22

Page 23: Estado Del Arte inclusión educativa

sociedad, a través de la participación activa en la vida familiar, la educación, el trabajo y en

general en todos los  procesos sociales, culturales y en las comunidades (Unesco, 2005).

Así mismo, en el texto “La inclusión para las personas con discapacidad: entre la igualdad y

la diferencia” (García Ruiz & Fernández Moreno, 2005) se analizan tres miradas de la

inclusión. Una mirada liberal que contribuye a compensar desigualdades en el sistema, un

enfoque Marxista que favorece el desarrollo de procesos coordinados en programas sociales

y económicos, luchando por reducir la desigualdad y la exclusión, y, por último, el enfoque

pos estructuralista, el cual sitúa el concepto de inclusión desde una “actitud”, un sistema de

valores y creencias, que implican reconocer lenguajes enfocados a reorientar y deconstruir,

exigiendo ofrecer propuestas de actuación que impidan la transformación de las diferencias

en símbolo de la marginación.

Estos puntos de vista evidencian que a nivel teórico las perspectivas que abordan el tema de

la inclusión dan cuenta de una ávida exclusión dentro de las dinámicas propias de las

prácticas que pretender ser inclusivas, las cuales se fundamentan sobre un orden de tipo

político. De acuerdo con lo anterior, Contino (2013), expresa que la mayoría de iniciativas

que se encuentran dirigidas a la atención de la población a ser incluida –para este caso

particular la población en situación de discapacidad– tienen un enfoque público en cuanto a

su origen, diseño e implementación. Dicho de otra manera, la atención a la discapacidad es

un problema público, del cual deben ser ampliamente participes las instituciones de

naturaleza pública, de quienes deben esperarse iniciativas de normatividad, política pública,

y programas especiales de atención.

Dentro de esta lógica conceptual, el autor retoma una definición de política pública que

permite la concepción de la discapacidad como un “problema” al cual debe atenderse. De

acuerdo con ello, una política pública es:

Un curso de acción, una definición de principios en relación con un objetivo público

definido en forma democrática (…) que debería ser objeto de intervenciones por parte

de instituciones públicas [lo cual implica que] la política pública tiene como

23

Page 24: Estado Del Arte inclusión educativa

antecedente la percepción de un problema o una situación que remite la búsqueda de

equilibrio. (Ferrero & Diodati, 2008, p. 11, citado en Contino, 2013, p. 236)

Ello no solo permite visualizar la discapacidad como una situación objeto de intervención,

sino que, adicionalmente, le otorga un carácter de manejo netamente político. Con respecto

a la inclusión, se pone sobre la mesa en la medida en que esta ha sido la vía por la cual el

Estado ha propendido la atención de la discapacidad; esto es, la inclusión ha sido una

estrategia que contempla amplias dinámicas para su ejercicio, a manera de discurso, ley,

reglamento, política, programa, sistema de salud, entre otras.

Por otro lado, el diseño de políticas que conlleven a contrarrestar los efectos de la

discapacidad en la población, produce un efecto naturalizador en la medida en que todo

aquello que tenga que ver con la discapacidad “requiere una política pública o una

formación específica por parte de quienes se encuentran en posición de realizar alguna

acción inclusiva, siempre referida a una función profesional o de la esfera del gobierno”

(Contino, 2013, p. 237).

Esto es evidencia de una primera esfera de exclusión, dentro del discurso de la inclusión

como estrategia; sin embargo, uno de los elementos más llamativos de la inclusión y todas

las medidas y programas que corresponden a este concepto –aún muy difuso– es que

estaban siendo pensados, diseñados e implementados por población que no se encuentra en

situación de discapacidad. Esto, más allá de suponer que existe un tipo de profesional o

funcionario especializado en el tratamiento de una problemática de salud pública

determinada por la existencia de discapacidades, configura un escenario dicotómico en el

que se opone la gente discapacitada a la no discapacitada. Así, de acuerdo con Contino

(2013) “el inconveniente de ello se haya por cuanto en el desarrollo de este tipo de

programas públicos hay quienes se encuentran legitimados y capacitados para ello, y

conviven con quienes no lo están” (p. 237).

Con todo esto, no se ha presentado como tal una definición de inclusión que sea

consecuente con la exclusión inherente a sus dinámicas. Contino (2013) sugiere

conveniente analizar la inclusión de acuerdo con el concepto de “dispositivo” (Foucault, 24

Page 25: Estado Del Arte inclusión educativa

1985). Foucault se refiere al dispositivo como : “un conjunto heterogéneo que incluye

discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes,

medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales,

filantrópicas, brevemente, lo dicho y también lo no-dicho, éstos son los elementos del

dispositivo. El dispositivo mismo es la red que se establece entre estos elementos”

(Foucault, 1944). Así, el dispositivo no es una figura en particular sino simbólica, es una

formación que responde a algo de naturaleza esencialmente estratégica, que manipula

relaciones de fuerza con el fin de llevarlas en una dirección concreta para cumplir con

determinados objetivos. A la luz de este concepto, se concibe que la inclusión no hace

parte aislada de un sistema conceptual sino que, más bien, existe un marco teórico, político

e ideológico en el cual encuentra fundamento, y dentro del cual se justifica.

Decididamente, la inclusión –así como la discapacidad– se alimenta de los derechos civiles

y de los Derechos Humanos, y se piensa en función de incluir a un grupo social, que para el

(ŽiŽek, 2003)caso presente son las personas en situación de discapacidad, como oposición

a un modelo de sociedad que excluye a algunos de sus miembros.

El concepto que sirve de catalizador entre el “dispositivo” y la inclusión como exclusión es

el de multiculturalismo, pues es este, de acuerdo al razonamiento de Contino (2013), la

ideología del neoliberalismo. En esta dirección, y recurriendo a Zizek (2003), el autor

dispone que el neoliberalismo por medio del multiculturalismo concibe a cada cultura local

como si se tratara de un colonizado, tal que debe ser tratada y estudiada respetuosamente.

Dicho respeto es uno de los principales síntomas de reafirmar una superioridad propia. Esta

superioridad se desarrolla en el marco de relaciones asimétricas en las que se anteponen

seres humanos normales, sin ningún tipo de diagnóstico de discapacidad, a personas con

condiciones físicas o cognitivas que se consideran diferentes.

Contino (2013) realiza un planteamiento general, que se resume de la siguiente manera:

Si tales dificultades continúan reproduciéndose [aquellas dinámicas de exclusión a

pesar del multiculturalismo y la inclusión], ello no se funda tanto en detalles que

25

Page 26: Estado Del Arte inclusión educativa

habrían que continuar perfeccionando, sino justamente en que en tanto que la

estructura básica del sistema capitalista mundial no se vea afectada, las aparentes

batallas en torno a las minorías excluidas sólo serán una válvula de escape transitoria y

destinadas a fracasar. (p. 238)

Con esto, el autor pretende significar que hay una fallida concepción de las grupos

minoritarios en las sociedades por parte de la doctrina neoliberal, según la cual, el diseño de

medidas apropiadas de inclusión pueden subsanar las manifestaciones de exclusión. Sin

embargo, en tanto el multiculturalismo es una expresión misma de la dominación que

plantea una visión de respeto y acercamiento desde una posición dominante, el desarrollo

de tales medidas de inclusión son sólo “nuevos eufemismos que se utilizan para diseñar los

actuales circuitos de la segregación” (de la Vega, 2009, p.23; citado en Contino, 2013, p.

238).

Así, varios autores2 se refieren al término de “inclusión excluyente”, aludiendo a un estado

en el que existen “formas de inclusión que marcan una vez más la sensación de estar

adentro, pero diferenciada de los otros no discapacitados. […] políticas públicas para los

discapacitados diferenciadamente de las demás acciones del Estado” (Almeida, et al, 2009,

p. 59; citado en Contino, 2013, p. 238). Dicho de otra manera, en el campo de la política

pública de la discapacidad, la inclusión no representa realmente un ingreso al sistema, sino

la disposición de nuevos escenarios marginales y la legitimación de espacios excluyentes,

los cuales se caracterizan por tener un enfoque diferenciador, que se construye de una

población a otra que se encuentra en una situación particular. En suma, este panorama y la

asimetría de las relaciones entre quienes proponen y quienes son usuarios de los programas

de discapacidad, donde se configura un estado de normalidad, determinan tanto exclusión

como inclusión excluyentes.

Según la lógica de Contino (2013) los recursos de la biopolítica (leyes, políticas públicas,

programas) “no deberían ser concebidos como formas incompletas o imperfectas de pensar

la problemática, sino como la máxima modificación posible de ser realizada sin conmover

los fundamentos político-económicos de la sociedad actual” (p. 239). Dicha sociedad 2 Almeida, Angelino, Priolo & Sánchez, (2009); y Vallejos (2009).

26

Page 27: Estado Del Arte inclusión educativa

actual, que se haya sobre la base del neoliberalismo, dispone de herramientas de acceso que

se flexibilizan hasta cierto límite, tal que no afecten las estructuras sociales, políticas y

económicas vigentes.

Esta elaboración teórica da para que el autor se cuestione en dónde radica la vigencia del

dispositivo de discapacidad a pesar de sus aparentes paradojas, da cuenta de que el fracaso

de las medidas de inclusión es el éxito de las mismas de acuerdo a su propósito y diseño. La

respuesta puede ubicarse comprendiendo que todo dispositivo no sólo tiene una utilidad

manifiesta, sino que cuenta también con beneficios impensados. A partir de esta urgencia,

se crean modelos médicos, pedagógicos y educativos (seminarios, formación, posgrados);

“la ‘discapacidad’ y la ‘rehabilitación’ se han convertido en mercancía y por lo tanto se ha

transformado en iniciativa comercial” (Barnes, 1996, p. 61; citado en Contino, 2013, p.

240).

Dadas estas consideraciones, la inclusión puede concebirse como un dispositivo, esto es un

conjunto de prácticas discursivas, estructuras institucionales, disposiciones normativas, y

enunciados de carácter ideológico, moral, político y ético, que actúan en conjunto o en red,

de manera que sirva en este momento histórico como una estrategia de atención o

resolución a un problema de carácter público y, por ende, político. Dicha estrategia

propende por establecer una oposición a una sociedad que excluye a grupos sociales que la

integran, pero que no resulta ser tan flexible en tanto responde a dinámicas estructurales del

sistema económico dominante a nivel global, y se desarrolla a través de relaciones

asimétricas donde el antagonismo está determinado por una concepción de normalidad, es

decir, de gente sana frente a gente no sana. Es así como la inclusión, en palabras de Contino

(2013) “se proclama a cada instante […] casi a la manera de un ensalmo mágico” (p. 236);

en consecuencia, es una estrategia que se incorpora a diversos ámbitos de la vida en

sociedad.

La solución a este entramado del dispositivo, a partir de la lupa justamente del concepto de

dispositivo, es la posibilidad de cartografiar estrategias que puedan ser vistas como

instrumentos y útiles que puedan servir para luchar contra este contexto., “[…] luchas que

27

Page 28: Estado Del Arte inclusión educativa

no deberá librar el profesional o el funcionario público reproduciendo la asimetría de saber

propia del binarismo de los discursos sociales, sino el mismo colectivo implicado en la

mencionada problemática” (Contino, 2013, p. 240).

De todo lo dicho hasta el momento, y si bien los supuestos teóricos de la integración y la

inclusión son distintos, el objeto de ambas estrategias es similar, y corresponde a la

inserción de los grupos excluidos en la sociedad que los excluye y discrimina. De ahí que

tanto la inclusión como la integración, pese a sus distintos enfoques, hayan sido

implementadas en diferentes ámbitos de la vida social, entre las que se encuentra el

educativo y laboral.

En cuanto a la inclusión educativa, de esta puede decirse que surge de la necesidad de

“proporcionar a los alumnos una formación plena que les permita confrontar su propia y

esencial identidad, además de construir una concepción de la realidad que integre a la vez el

conocimiento y la valoración ética y moral de la misma” (Ley 115, 2003, preámbulo). Esto

se desarrolla en un contexto en el cual se demanda, por parte de una sociedad cambiante y

en constante tecnificación, una formación a los estudiantes para hacerle frente a las

exigencias del entorno.

Según Parra Dussan (2004), con la integración educativa se pretende ofrecer una escuela

“abierta, flexible y plural, en la que el derecho a la diferencia y el respeto a la libertad de

cada alumno […] a desarrollar al máximo sus capacidades, son los pilares básicos” (p. 30-

31). Los alumnos a los cuales se hace referencia incluyen a aquellos con discapacidades

físicas, sensoriales o psíquicas y, en la medida en que estos alumnos requieren de recursos

necesarios para que puedan alcanzar los objetivos trazados, ordenando al sistema disponer

de tales recursos, comenzando a trabajar el concepto de necesidades educativas especiales.

Dos son los principios a los que debe atender la integración en educación para personas con

discapacidad, i) que la respuesta educativa debe respetar las diferencias individuales; y ii)

que esta respuesta siempre que sea posible debe darse en el contexto de una escuela

ordinaria (Parra Dussan , 2004, p.31). Con estas estrategias, los alumnos con necesidades

28

Page 29: Estado Del Arte inclusión educativa

especiales de educación pueden interactuar con el resto de sus compañeros en una misma

aula, pudiendo desarrollar al máximo sus capacidades, su inteligencia, personalidad y

autonomía.

Por otro lado, el ámbito laboral es otro de que se ha permeado por la estrategia de la

integración, buscando hacer que las personas en situación de discapacidad no se vean

excluidos de este tipo de tareas y ambientes. Este tipo de integración ha resultado también

complicado puesto que se enfrentan múltiples barreras sociales, como aquellas en la cuales

los empresarios imaginan que al contratar personas en situación de discapacidad les

conllevará responsabilidades inexistentes, o también aquellas según las cuales los

compañeros de trabajo no favorecen un clima apto para el trabajo, generando entornos de

rechazo.

Según Parra (2004) la integración laboral a la población de personas con discapacidad debe

fijarse como objetivo, “el empleo integrado normalizado de estas personas, entendido como

empleo igual y en las mismas condiciones de cualquier trabajador” (p. 31-32). Sin embargo,

esta búsqueda de la normalidad situacional en el trabajo es sujeto de múltiples debates, pues

las necesidades de las personas en situación de discapacidad también sugieren una serie de

alternativas que les permitan desempeñarse, en función de las desventajas con las que

cuentan con respecto a sus demás compañeros de trabajo. De acuerdo con estos elementos,

más precisamente:

La integración laboral debe ser entendida como el proceso por medio del cual la

persona con discapacidad logra ubicarse o reubicarse, según sus posibilidades,

intereses y expectativas, en un cargo en condiciones de pre-requisitos y desempeño,

con base en las garantías convencionales laborales para la población en general y

aquellas especiales según las características de discapacidad, en el continuo leve –

moderado – severo. (2004, p. 32)

Así, esto debe darse como un resultado de unos procesos de acompañamiento individual en

cuanto a su rehabilitación, capacitación o formación y experiencias, de la mano con

esfuerzos institucionales a adaptar espacios aptos de trabajo, a la dotación de equipos y

29

Page 30: Estado Del Arte inclusión educativa

herramientas que faciliten las labores a realizar, y un desarrollo en el clima laboral que

contribuya a la superación de barreras arquitectónicas y sociales.

Justicia social

Introducción – enfoque imperante en estos días. Elementos:

Tradición del Contrato social

Dentro de las teorías de la justicia social, producidas desde la tradición occidental, una de

las ideas más reconocidas, influyentes y duraderas ha sido la del contrato social, “según la

cual un conjunto de individuos racionales se unen en busca de un beneficio mutuo y

acuerdan abandonar el estado de naturaleza para gobernarse a sí mismos a través de la ley”

(Nussbaum, 2007, p. 28). Sin embargo, esto se basa en una concepción específica de la

persona, una en la que todos los seres humanos cuentan con una serie d(Rawls, 2003)e

caracterísitcas inmanentes a ellos: racionalidad, lenguaje y actitudes mentales y físicas más

o menos equivalentes. (García Guzmán, 2009).

Lo problemático de mantener como supuesto esa noción de ser humano, es que, al ser ellos

mismos los que definen y pactan los principios políticos para su convivencia, se están

dejando de lado a las personas que no cumplen con esa serie de parámetros o, como se diría

desde el enfoque de las capacidades defendido por Nussbaum, capacidades para participar

en la eleeción de tales principios. Esto implica, que las personas que no cumplen con esos

rasgos mencionados (racionalidad, lenguaje y actitudes mentales y físicas), como las

personas con discapacidad, quedan, inmediatamente, excluidas de ser reconocidas y

contribudir en igual medida dentro de la sociedad.

John Rawls, uno de los exponentes más renombrados en lo concerniente a la justicia social,

basó su teoría desde el supuesto del contrato social y ahondó, entre muchos otros aspectos,

en el concepto político de la persona, describiendo que los ciudadanos, nacidos libres e

iguales, poseen dos facultades: la capacidad para formarse su propia concepción del bien y

la capacidad de tener un sentido de justicia. Por un lado, la capacidad para formarse una

30

Page 31: Estado Del Arte inclusión educativa

propia concepción del bién, permite que los sujetos sean racionales en cuanto pueden

perseguir lo que cada quien considere como una vida valiosa. En la otra mano, el sentido de

la justicia facilita el ser razonables en tanto se es capaz de respetar los términos equitativos

de la cooperación social. Ambas facultades, entonces, se estipulan como condiciones

necesarias y suficientes para ser miembros normales y plenamente cooperantes de una

sociedad, en la consecución de la justicia social. (García Guzmán, 2009)

Lo anterior ilustra cómo es que la justicia social, desde la perspectiva contractualista, no

garantiza un trato justo e igualitario a aquellos que no encajen dentro del supuesto de

persona racional dotada con un conjunto de capacidades, pues, al no ser incluidos en el

establecimiento de los principios de justicia regentes, se verán desconocidas sus

necesidades y condiciones particulares, las cuales se apocarán a la sombra de los

requerimientos de los individuos que habualmente sí han sido tomados en cuenta en la

elección de tales preceptos.

Impacialidad y diferencia

No obstante, pese a rozar con lo irreal, esta idea del sujeto ha servido como piedra angular

en la edificación de las instituciones que propenden por la justicia social al interior de una

sociedad. Es decir, dado que en la construcción de las instancias justas se tiene como base y

referente principal, el que el individuo posee unas cualidades intrínsecas a él mismo, la

definición de instituciones ha debido plantentearse en esa línea. Dos de los principios más

dicientes respecto a cómo el contrato social contribuye a la fundamentación de las

estructuras los principios de imparcialidad y la diferencia.

La imparcialidad, se destaca por la omisión de las diferencias que pueden existir entre los

individuos, lo que asegura que todos se encuentren en una condición de igualdad en el

momento de elegir los principios de la justicia; es decir, a la que se refiere Rawls como

“una sociedad que satisfaga los principios de justicia como imparcialidad se acerca en lo

31

Page 32: Estado Del Arte inclusión educativa

posible a un esquema voluntario, ya que cumple con los principios que consentirían

personas libres e iguales bajo condiciones que son imparciales” (Rawls , 2003)

El acompañamiento individual anteriormente mencionado en cuanto a capacitación,

formación y experiencias dirigido a la población de personas en condición de discapacidad,

va de la mano con la concepción de justicia social que en palabras de Hoyos (2008), se trata

de observar si es suficiente garantizar una justicia como imparcialidad, en los momentos

donde se carece de atención a los individuos en términos económicos, sociales y políticos,

cuyas perspectivas son derivadas de la estructura social o si lo realmente importante, son

los resultados que esas diferencias producen en ella.

Lo anterior, de acuerdo con lo que se determina a (Sen , 2000)partir de la imparcialidad y

la diferencia, donde que para Hoyos (2008):

Los principios de justicia que destaca Rawls determinados por una imparcialidad, y en

condiciones de garantizarla, son elegidos en una situación hipotética en la que los

individuos no conocen esa condición particular en la cual están inmersos y el lugar que

ocupan en la sociedad, esto se conoce como velo de la ignorancia. Enmarcados en esto, las

personas escogen estos principios entre un abanico de posibles concepciones de justicia, y

entre estas la justicia como equidad, donde (Kukathas & Pettit , 2004), la definen como “la

concepción que sobreviviría a un examen crítico comparativo en la posición original: las

concepciones utilitaristas, egoístas, perfeccionistas y demás, serían rechazadas, y quedaría

la concepción de la justicia como equidad”.

Como segundo punto en el abordaje de la justicia social, el término de diferencia, donde

Sen realiza una crítica a la visión de Rawls, mencionando que existe un elemento

fundamental para la evaluación de la justicia y es esa diferencia entre cada individuo, lo

que caracteriza que si esta no es tomada en cuenta, es muy probable que no se lleguen a

condiciones igualitarias, ya que tratar a todos por igual puede resultar en un trato desigual

para aquellos que se encuentran en una posición desfavorable; que es precisamente lo que

Rawls propone favoreciendo a los más desfavorecidos (Van Parijs, 1994).

32

Page 33: Estado Del Arte inclusión educativa

Según el andamiaje teórico de Rawls, se tiene un claro enfoque que contempla el conceder

a los grupos minoritarios, entre ellos la población de personas en condición de

discapacidad, una maximización de los bienes primarios, que comprenden a su vez los

bienes sociales, como los derechos y las libertades públicas. Los bienes sociales,

entendidos como empleo, ingreso, educación, salud, inteligencia, además del poder y las

oportunidades vinculadas a las posiciones sociales, las bases del respeto a uno mismo, o

incluso a los salarios y la riqueza, entre otros. Los bienes primarios como los derechos y la

libertades públicas y en un sentido más amplio se puede hablar de valores sociales, y son

caracterizados como aquellos que las personas necesitan en tanto ciudadanos libres e

iguales, y como miembros plenos de una sociedad, capaces de colaborar con los otros

(talentos, funcionamientos, etc.) (Molina Béjar, 2005).

En este sentido, la discapacidad es entendida como una situación, condición temporal o

permanente, que deja al individuo que la vive, en un estadio donde sus oportunidades

pueden verse potencialmente truncadas de acuerdo a los bienes de carácter corporal y

funcional que no se encuentran en paridad con las personas que no presentan ningún tipo de

limitación que pueda incurrir en una discapacidad. Por tanto, la noción de fondo señala una

diferenciación, sea ésta fácilmente identificable o no, de las personas con y sin

discapacidad, con base a esas dotaciones genéticas con que nace cada individuo para

desarrollarse personal y socialmente.

La justicia sería entonces, “lo que lleva a que el hombre pueda realizarse plenamente en

cualquier ámbito” (Molina Béjar, 2005, p.259), de una u otra forma, nivelando la

distribución de bienes que la naturaleza dispuso, por lotería genética, o por condiciones

accidentales para cada quien. Dicha repartición, que tiene como correlato una justicia

entendida como categoría moral y política, sería impulsada desde las instituciones, cuyos

parámetros se fijarían bajo el principio de propender por lo correcto para todos y no lo

bueno para pocos. Así mismo, el proceso anterior iría de la mano con la exigencia a las

instituciones sociales por el reconocimiento y visibilidad de las personas con discapacidad

como sujetos políticos, en cuanto la justicia implica prácticas y luchas por la posibilidad de

elección, participación y afirmación de derechos .33

Page 34: Estado Del Arte inclusión educativa

Por su parte, Sen considera una serie de factores que pueden incidir en la transformación

que hace el individuo, asumiendo con gran importancia la heterogeneidad personal, la

diversidad relacionada con el medio ambiente, las diferencias de clima social, las

diferencias entre las perspectivas relacionales y la distribución dentro de la familia, es

decir, cuando se considera esa heterogeneidad, en que la tenencia de los bienes primarios

puede suministrar poca información sobre la naturaleza de la vida que pueden llevar los

individuos y particularmente sobre el bienestar que pueden alcanzar (Hoyos Gómez ,

2008).

Es así que para Van Parijs (1994),

[…] una sociedad es más justa que otra si las libertades fundamentales son mayores y

distribuidas más igualmente, cualquiera que sea la distribución de otros bienes primarios; y

entre dos sociedades semejantes en el plano de las libertades fundamentales, la más justa es

la que asegura mayor igualdad de oportunidades para todos, cualquiera que sea el grado en

que se cumpla el principio de la diferencia. (p. 18)

Este mismo sentido caracteriza la heterogeneidad para Sen como elemento central a la hora

de hablar de la justicia, ya que considera que tratar como iguales a las personas que no lo

son en razón de una diversidad humana, puede llevar a una desigualdad. A lo que plantea

que "somos diversos, pero lo somos de maneras diferentes”, y esas diversidades se pueden

asumir al sexo, raza, edad, dotación genética o condición de discapacidad.

La heterogeneidad, discurre en que debe tomar en cuenta los diversos estados subjetivos,

para preguntarse sobre qué quiere la población desde todas sus multiplicidades, priorizando

lo que las personas con privaciones solicitan a merced de su bienestar, contribuyendo a

construir una sociedad justa que tiene en cuenta la capacidad para la participación y la

promueve durante toda la vida, no solo estableciéndola, sino protegiéndola y manteniéndola

activa y efectiva. En consecuencia, las personas con discapacidad se movilizan en pro del

reconocimiento de la población como miembros cooperativos en una sociedad, como

ciudadanos partícipes activos y contribuyentes al desarrollo, tanto de ellos mismos como

individuos, como de una comunidad a la que pertenecen.

34

Page 35: Estado Del Arte inclusión educativa

Otra cuestión a valorar dentro de la justicia es la igualdad utilizada por Rawls y Sen, donde

para el primero, debe primar en el campo de las libertades y de las oportunidades, pero Sen

va a considerar que no es posible alcanzar una verdadera igualdad en estos ámbitos si no se

tiene en cuenta la igualdad de capacidades, es decir, no es la libertad considerada en

términos de la tenencia de unos bienes determinados que tendrían que ser distribuidos de

manera equitativa, sino la libertad de realización de un individuo, la libertad de elegir

aquellas alternativas que se ajustarían más a lo que sería valorado por ese individuo en

términos de proyecto de vida (Sen, 2000).

Esas capacidades relacionadas por Sen (2000), refieren que:

[…] la capacidad de una persona para realizarse supone en un sentido muy básico la

oportunidad de perseguir sus objetivos, pero aquí el concepto de igualdad de oportunidades

no está asociado a la disponibilidad de algunos medios o a la igual aplicabilidad o no de

algunas barreras o constricciones específicas. (p. 17 )

Lo que está asociado con la igualdad de capacidades, que supone tomar en consideración la

diversidad humana. Es así, como podría considerarse que las personas en condición de

discapacidad tienen una libertad más reducida en términos de sus libertades reales de

elección, lo que Sen considera que frente a cualquier valoración de la desigualdad es

necesario diferenciar entre la realización y la libertad para realizarse.

Por otra parte, la concepción de desarrollo que no redunda únicamente de manera causal y

lineal en una bonanza económica, dota de mayor importancia a la idea que la calidad de

vida se va mejorando a medida que las libertades van abundando cada vez más. Es

consecuente, que la teoría del desarrollo y la práctica del mismo, no se quede en una serie

de estatutos inmodificables, ya que en realidad la libertad de cada individuo de definir, por

sí mismo, qué aporta a su bienestar, es lo que debería añadirse a la discusión pública, en

clave de efectuar cambios sociales más contundentes.

35

Page 36: Estado Del Arte inclusión educativa

Entonces, cuando la libertad de participación y la discusión social van de la mano, el diseño

de políticas de carácter no solo económico sino también social, estará encaminado hacia

una acción pública auténticamente realizable (Álvarez, 2001).

Resumiendo, Álvarez (2001), condensa que:

El fondo de la propuesta de Sen consiste en defender que una teoría de la justicia como

equidad debería incorporar de manera directa y básica las libertades concretas y efectivas

que pueden ser disfrutadas por personas diferentes, por personas con objetivos posiblemente

diversos, razón por la que es importante considerar el grado preciso de las libertades de que

disponen para poder proponerse vivir vidas diferentes. Unas vidas diferenciadas que,

además, cada quien puede tener diferentes razones para valorar. (p.10)

Ahora bien, desde este entendimiento de la justicia social, el desarrollo humano se

concatena con el desarrollo social y económico, al no poderse desprender la riqueza

económica, el fortalecimiento de las instituciones sociales y una distribución más justa de

los recursos, de la libertad que cada persona materializa en la capacidad de elegir la vida

que ella misma valora como digna y la consecución de la misma.

Por otro lado, la justicia que ha logrado imponerse de manera más fuerte en Occidente tiene

sus raíces en la teoría contractual, la cual basa su fundamento en que el ejercicio contractual

imprime unos criterios de autonomía, racionalidad e igualdad entre los seres humanos. Para

Nussbaum (2012) los presupuestos teóricos de la justicia contractual, dejan hoy en día

varias dudas acerca de su efectividad y producen desde sus mismos fundamentos formas de

exclusión.

En contraste, los planteamientos desarrollados por Rawls frente al tema, dejan por fuera de

la justicia y por ende de la participación a tres sectores a saber: la población discapacitada,

los animales y demás seres vivos y las relaciones entre las naciones; de esta forma si la

racionalidad es el criterio fundamental de las relaciones contractuales, quedan por fuera de

este ejercicio las personas con discapacidades mentales, físicas y sensoriales por no

alcanzar los estándares de productividad de la sociedad contemporánea. En este mismo

36

Page 37: Estado Del Arte inclusión educativa

rango, las mujeres, a las que la institución familiar anula y desvaloriza su trabajo en el

hogar; de igual manera también son excluidos de este ejercicio político los animales, los

cuales son objeto de agresiones y condiciones miserables de vida (Nussbaum , 2011).

A este presupuesto de la justicia moderna, Nussbaum (2011) propone el tema de las

capacidades como manera de zanjar y superar la exclusión social. Éstas, son entendidas

sencillamente como lo que es capaz de realizar cada individuo y además, carece de tintes

morales y religiosos, ya que es un concepto político que tiene que ver con las condiciones

para tener una vida digna.

Sin embargo, algunos pensadores cuestionan la teoría de las capacidades de Nussbaum al

encontrarla muy universal; a lo que la autora se defiende argumentando que la teoría de las

capacidades no es en modo alguno fundamentalista, sino por el contrario, mínimos básicos

que independientemente de posturas religiosas o políticas, los seres humanos estarían de

acuerdo en promover.

Para ilustrar este tema, Nussbaum expresa con relación a las capacidades y el correlato de

la libertad, que la diferencia entre el que ayuna y el que aguanta hambre, radica en que el

primero lo hace a voluntad basado en su libertad como capacidad de decisión, mientras que

en el segundo son las condiciones sociales, económicas y políticas las que obligan a

mantener esta situación; por ello, el ejercicio de inclusión de las personas con discapacidad,

mujeres y animales, no es un acto de caridad, sino un hecho de justicia social fundamentado

en la defensa de la dignidad humana.

Ahora, es importante reflexionar que desde una visión no tan alejada a la propuesta por

Nussbaum, en la actualidad las reivindicaciones de justicia social se evidencian desde dos

supuestos, uno de ellos pretende una redistribución más justa de los recursos y la riqueza; y

el otro, una política de reconocimiento donde se acepte la diferencia y se reconozcan las

diferentes identidades que en la actualidad con los procesos de globalización se vuelven

más híbridas y complejas.

37

Page 38: Estado Del Arte inclusión educativa

lidera la teoría de la redistribución no se puede aplicar solamente a orientaciones políticas

centradas en la clase social, pues son los nuevos movimientos identitarios los que pueden

hablar del cómo les afecta  ampliando así las teorías que hablan de la igualdad y la

redistribución de la riqueza. Para él, ni la redistribución ni el reconocimiento por separado

bastan para superar la desigualdad y la injusticia en la actualidad. Es por ello que propone

una salida para resolver la desigualdad, intentando superar una visión unidimensional en

reivindicación de la justicia, por medio de la redistribución y el reconocimiento, que

configuran una justicia bidimensional, en la cual la prioridad es la redistribución y cuyo

proceder se limita a mejorar el bienestar económico de la sociedad. (Fraser, 2006)

Con la política del reconocimiento, se reivindica un mundo que acepte la diferencia, donde

la integración a la mayoría o la asimilación de las normas culturales dominantes, no sea a

partir de un respeto igualitario, advirtiendo abiertamente que es usual encontrar una

disociación práctica e intelectual de los conceptos, es decir, la dicotomía entre la

redistribución y el reconocimiento es una “falsa antítesis” (Fraser, 2006).

Debe subrayarse que “las dos categorías de la justicia son dimensiones fundamentales y

mutuamente irreductibles de la justicia” (Fraser & Honneth, 2006) y que por separado

ninguna de las dos es suficiente. Tenemos así, que las bases normativas de las

reivindicaciones políticas demandan una distribución más justa de los recursos y la riqueza,

como también un cambio cultural que permita el merecido respeto a la diferencia. Con

relación a esto, aparecen las comunidades bivalentes, las cuales “pueden sufrir la mala

distribución socioeconómica y el mal reconocimiento cultural de forma que ninguna de

estas injusticias es un efecto indirecto de la otra, sino que ambas son primarias y co-

originales” (1996, pág. 27).

Para superar la referida “falsa antítesis” y poder lograr que el reconocimiento y la

redistribución coexistan, es necesario entender que la bidimensionalidad no es ni la

excepción ni la norma. Así como las clases sociales, grupos que se caracterizan por

ajustarse a criterios de justicia del nivel redistributivo, pueden llegar a necesitar

38

Page 39: Estado Del Arte inclusión educativa

compensaciones de reconocimiento, las discriminaciones de género, raza, y religión –entre

otras–, también pueden condicionar desagravios de orden económico y material.

Entonces el tema de reconocimiento, según Fraser (1997), es un tema de justicia, el cual se

trata como una cuestión de estatus social. De esta manera, ser reconocido de forma errónea

no implica sufrir una identidad distorsionada o haber sufrido el rechazo sino ser

representado de un modo que impide la participación como iguales en la vida social. En

estos términos, son las instituciones sociales las encargadas de plantear estrategias en las

cuales sea posible la igualdad de condiciones de los diferentes grupos identitarios en la

participación e involucramiento de los mismos como actores políticos y sociales.

En este sentido, un conflicto de justicia social requiere soluciones tanto distributivas como

de reconocimiento, aunque no debe confundirse esa coexistencia con una causalidad

recíproca (Fraser, 2006). Esto debería implicar cambios en distintos niveles, que van desde

reconocer positivamente la diversidad, hasta transformar sustancialmente el bloque de

esquemas sociales de representación.

Sin embargo, no es tarea fácil y no se puede ser sumiso a la hora de justificar una

reivindicación del reconocimiento, pues la paridad participativa es el medidor que juzgará

si los reclamantes de la redistribución o reconocimiento impiden esa igualdad de

condiciones. Por esto Ferreira (2008) propone tratar la paridad participativa de manera

intergrupal, es decir, de minorías a mayorías, y a su vez, de manera intragrupal donde se

puedan evaluar los efectos internos que de las prácticas minoritarias puedan excluirse de las

globales. Lo cual no quiere decir que se deba tratar como una decisión, por el contrario, se

dará a través del diálogo y la argumentación participativa donde se pueden poner en juego

las diferentes posiciones y enriquecerlas para tomar un cambio de parecer o una nueva

decisión.

La exclusión ha de ser el argumento primordial de la política pública, en la medida que

incluir a los “menos favorecidos” es un ejercicio moral, pero mayormente político, en el

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cual se remueven o compensan las desventajas no merecidas. Así, la política pública,

dirigida a la intervención de las diferentes problemáticas que aquejan a la población de

personas con discapacidad, contendría ciertos principios que en el presente documento nos

hemos esmerado por definir y caracterizar, como lo son: el respeto a la dignidad humana y

el derecho a la igualdad, con la finalidad de reivindicar la posibilidad de ser diferente. En

otras palabras, la política pública, además de brindar acciones concretas para aminorar los

efectos que mantienen en una situación de exclusión a la población de personas con

discapacidad, defiende la idea de que la naturaleza humana es diversa y variada.

Siendo así, y a modo de síntesis, la exclusión es resultado de la forma en que el sistema

institucional de una sociedad procesa los hechos de la naturaleza, inclúyase enseguida las

limitaciones que posiblemente desemboquen en algún tipo de discapacidad. Con respecto a

ello, y en correlación con la manera en que las instituciones apuntan a maximizar los bienes

primarios sociales para toda la población en general, pero mostrando especial importancia

hacia quienes presentan niveles escasos o diferentes de bienes primarios naturales. Molina

(2005) hace la salvedad de que esta redistribución no se hace en clave de compensar el

déficit, sino de potencializar las oportunidades.

En correlación con la libertad para realizarse expuesta por Sen, la exclusión podría medirse

según la oportunidad o restricción en la capacidad para participar en las múltiples

actividades que una persona puede desarrollar en su diario vivir, lo cual incurriría en

precisar que la exclusión, en este sentido, es un fenómeno multidimensional que, según el

juicio de Molina (2005) “ expresa la situación de una sociedad fragmentada, caracterizada

por la negación o inobservancia de los derechos sociales, económicos y culturales de un

conjunto de la población” (p. 205).

Esa exclusión, entonces, dejaría de ser una, para trascender a varias, donde se pueden

establecer, entre muchas otras, unas de carácter económico, de capital social, de capital

humano y otras en lo referente a la vulneración de derechos. Económica por la incapacidad

de generar ingresos suficientes para satisfacer las necesidades básicas; de capital social,

debido a los pocos e ineficientes mecanismos que median la participación social de los

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Page 41: Estado Del Arte inclusión educativa

individuos; de capital humano por la falta de acceso y calidad en los servicios que hacen

parte los procesos en la formación de capacidades (como bien lo es la educación); y de

vulneración de derechos políticos y sociales, ya que se impide la efectiva garantía de éstos

por parte del ciudadano.

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