ESTADO FRANCÉS: NORMALIZANDO LA EXCEPCIÓN · julio, pocos días después del brutal atentado de...

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ESTADO FRANCÉS:NORMALIZANDO LA EXCEPCIÓN Hace pocas semanas se cumplía elprimer aniversario de la mayormatanza de la época reciente en elEstado francés: el 13 de noviembrede 2015, varios atentadosperpetrados por yihadistas enParís y su extrarradio dejaron 137muertos y centenares de heridos.En medio del caos, y con lapoblación aún en estado de shockpor los ataques, el Gobiernodecretó el estado de emergenciaen todo el país. Casi trece mesesdespués, ese régimen de excepciónsigue vigente y, a ojos de múltiplesobservadores, tiene visos deperennizarse… con catastróficasconsecuencias para el Estado dederecho.

Andrea OleaTeresa SuárezFotografía:

Texto:

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El pasado 9 de noviembre Bernard Cazeneuve,ministro del Interior francés, hacía balance deun año de estado de emergencia. Tras recordarla adopción de un nuevo plan de seguridad pú-

blica de 250 millones de euros, Cazeneuve enumerólos hitos del Ejecutivo en materia de lucha antiterro-rista: casi 80 mandatos de expulsión para ciudadanosextranjeros vinculados al yihadismo; 430 prohibicio-nes de abandonar el territorio francés para francesessospechosos de querer partir a Siria o Irak; cierre deuna veintena de mezquitas y salas de oración sospe-chosas; medio centenar de webs de «apología del te-rrorismo» bloqueadas y más de 300 desreferenciadasen los motores de búsqueda. Además, más de 500 de-tenciones, 426 sospechosos bajo custodia policial, másde 400 órdenes de arresto domiciliario, de las cuales95 siguen vigentes, 4.000 órdenes de registro ejecu-tadas y cerca de 600 armas incautadas, a lo que sesuma más de una decena de atentados desbaratados.

Las cifras impresionan pero numerosas voces ponenen duda la eficacia de las medidas tomadas, no soloporque un año después el país sigue confrontado almismo nivel de amenaza de atentados, sino porquedesde la implantación del estado de emergencia, lasdenuncias por violaciones de derechos fundamentaleshan explotado. La lucha antiterrorista del Gobiernode François Hollande supone «un serio golpe al Estadode derecho» en el Estado francés, aseguró a principiosde noviembre la Federación Internacional de DerechosHumanos (FIDH) con sede en París.

El estado de emergencia como forma jurídica per-mite al Ejecutivo no solo restringir fuertemente liber-tades como la de reunión o manifestación, sino quele otorga poderes extraordinarios para ordenar regis-tros en cualquier momento de la noche o el día, arres-tos domiciliarios con la sola sospecha de que el com-portamiento de una persona supone una amenazapara la seguridad y el orden público, o la incautaciónde archivos informáticos de sospechosos. Todo ellosin autorización judicial.

El Gobierno tiene potestad para promulgarlo deforma unilateral durante un máximo de doce días; apartir de ese momento, necesita el acuerdo de la cá-mara legislativa. De esta forma ha sido prorrogadohasta en cuatro ocasiones, la última el pasado 26 dejulio, pocos días después del brutal atentado de Nizaque acabó con la vida de 86 personas.

Represión al movimiento ecologista y sindical.Pese a tratarse de medidas excepcionales adoptadasen nombre de la lucha contra el terrorismo, desde elprincipio han sido aplicadas contra colectivos que

Arriba, las fuerzas especiales entran el 18 de noviembre de 2015 en el edificio deSaint-Denis donde se escondían varios autores de los atentados del 13-N . Abajo, un

joven deposita un ramo en la plaza de la República el día siguiente de losatentados. En la página siguiente, dos policías observan la torre Eiffel desde la

explanada de Trocadero en noviembre de este año.

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nada tienen que ver con el yihadismo. En diciembrede 2015, 26 activistas medioambientales fueron pues-tos bajo arresto domiciliario pocos días antes del iniciode la COP21 en París. Uno de ellos fue Joel Domenjoud,miembro del equipo jurídico de la red ecologista Coa-lition Climat. Su «crimen»: ser uno de los convocantesde una de las manifestaciones contra la convenciónclimática. «El propio François Hollande ha admitido reciente-

mente (en un controvertido libro publicado en octubrepasado) que el estado de emergencia le ha permitidoatar corto a los activistas. Esto es inadmisible», aseguraa esta revista su abogada, Muriel Ruef. «Estamos expe-rimentado un retroceso de las libertades, con más ymás restricciones al derecho de manifestación o pro-testa», afirma la abogada, que cree que «no se puedeelegir entre los derechos humanos y la lucha contra elterrorismo». Después de que el Consejo de Estado, lamás alta instancia judicial francesa, validara la medidade confinamiento, Domenjoud ha decidido llevar sucaso al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo.Los activistas ecologistas fueron los primeros, pero

no los únicos «daños colaterales» de la guerra decla-rada al yihadismo en el Estado francés. En marzo de2015 comenzó un masivo movimiento de protestacontra la reforma laboral decretada por el Gobierno.La bautizada como ley El Khomri (en referencia a laministra de Trabajo), que supone un duro golpe a lahasta ahora garantista legislación laboral francesa, seha convertido en una de las iniciativas gubernamen-tales más contestadas de los últimos años. Siempreen nombre de la amenaza terrorista, el Ejecutivo prohi-bió a al menos 25 personas participar en las protestasy canceló la celebración de varias marchas. Paralelamente, la represión policial en las manifes-

taciones contra esta ley se ha incrementado hasta co-tas nunca vistas. Sindicatos y manifestantes coincidenen señalar un aumento desmesurado de las medidascoercitivas durante y después de las protestas, quevan de la generalización de las llamadas nasses –téc-nica de acorralamiento, con el objetivo de aprisionary «cazar» a los participantes–, generalmente regadasde generosas cantidades de gas lacrimógeno, a las de-tenciones masivas y un uso inusitado de la violencia:manifestantes golpeados hasta la inconsciencia, dis-paros con balas de goma por la espalda, amenazas aperiodistas...El secretario general del sindicato CGT Policía, Ale-

xandre Langlois, llegaba a admitir que el estado deemergencia facilita estos comportamientos. «Ciertoscolegas se permiten ahora ciertas cosas que antes ja-más habrían estado autorizados a hacer», reconocíaen una entrevista en la web de “Reporterre”, coordi-

Virginie P.,cofundadora deBaytouna, unaasociación de apoyoa mujeresmusulmanas enriesgo de exclusiónsocial. Al lado,Guillaume Vadot,profesorinvestigador de laUniversidad de laSorbona ydenunciante deviolencia policial.

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nador de un exhaustivo informe sobre la violenciapolicial en las protestas.

Designando un enemigo interior. ¿Se están exce-diendo en sus prerrogativas las fuerzas policiales enel Estado francés bajo el pretexto de la amenaza se-curitaria? Asociaciones de defensa de los derechoshumanos como Amnistía Internacional o la FIDH nodudan en responder afirmativamente.

El pasado setiembre, Guillaume Vadot, investigadory profesor en la Sorbona, fue testigo de la detenciónde una mujer negra en el tren de Cercanías por no te-ner el billete de transporte. Ante los gritos de dolorde la mujer esposada, explica a 7K, tuvo el «acto re-flejo» de sacar el móvil y grabar la escena.

En ese momento, la Policía se volvió contra él. Ase-gura que, tras inmovilizarlo y quitarle el teléfono, logolpearon, dándole incluso una pequeña descarga conla pistola eléctrica; lo insultaron, tratándolo de «mari-cón», y lo amenazaron con violarlo y matarlo. Variostestigos presenciales han corroborado su versión delos hechos. «Me quitaron el móvil, borraron los ví-deos –posteriormente recuperados por un amigo in-formático– y me dijeron que estaba prohibido grabar,que estábamos en guerra contra Dáesh (acrónimo enárabe para designar al grupo Estado Islámico)», re-

cuerda. «Lo más alucinante es que establecieran unvínculo entre lo que estaba ocurriendo con una ope-ración antiterrorista en el marco del estado de emer-gencia: una señora negra sin billete de metro era equi-parada con una yihadista, y yo, por ponerme de sulado y filmarlo, me estaba convirtiendo en cómplice».Su caso ha tenido cierto eco mediático, que él empleapara denunciar una práctica «generalizada» contra lapoblación negra y árabe en el Estado.

Vadot reside en Saint-Denis, barrio sensible del ex-trarradio de París y lugar donde se escondieron variosde los autores de los atentados de noviembre de 2015.Se trata de una zona con una vasta población migrante,mucha de ella musulmana, donde la pobreza y el de-sempleo campan a sus anchas.

En este y otros barrios de la llamada banlieue fran-cesa, el estado de excepción se siente desde hace déca-das. Las detenciones y cacheos arbitrarios son monedacorriente y la población se considera marginalizada ycriminalizada. Las denuncias de registros domiciliariosabusivos se multiplican en estos barrios popularesdesde el pasado año. Virginie P., cofundadora de unhogar para mujeres musulmanas sin recursos, Bay-touna, relata la «traumática» intervención policial enesta residencia emplazada en Argenteuil, al noroestede la capital. «Irrumpieron en la casa quince policías y

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informe. Algunas personas «han sido convertidas enobjetivo solo por su práctica religiosa, en ausencia totalde elementos que indicaran que habían cometido unainfracción penal», insiste Amnistía.Yasser Laouati, expresidente del Colectivo Contra

la Islamofobia en el Estado francés (CCIF), es contun-dente: «El Estado ha designado un enemigo interior:los musulmanes que viven en Francia». Desde los aten-tados de enero de 2015 contra la revista satírica “CharlieHebdo” y un supermercado kosher, que dejaron 17muertos, las personas que practican el islam en el He-xágono se sienten cada vez más señaladas, y de pocosirve que recuerden que en los atentados también hanmuerto musulmanes, todo queda en el mismo saco.«No es que sea nuevo, pero cada vez es peor», lamentala cofundadora de Baytouna.De los 400 arrestos domiciliarios impuestos en estos

trece meses, la inmensa mayoría a ciudadanos de con-fesión musulmana, ninguno ha desembocado en la in-culpación del arrestado, según el sindicato de la Ma-gistratura, pese a lo cual, 95 personas siguen sometidasa esta sanción, algunas desde hace un año. «Este tipode medida suele tomarse en base a una ‘nota blanca’de los servicios de inteligencia, sin firma ni fecha, mu-chas veces basada en sospechas y no en la constataciónde un delito», denuncia Dominique Curis, redactoradel informe de AI.De los 4.000 registros efectuados en locales y do-

micilios privados en el último año, solo seis conduje-ron a la apertura de un proceso judicial. «Debemospreguntarnos si las medidas legales adoptadas han lo-

apuntaron con una pistola a la cabeza a la única chicaque se encontraba dentro en ese momento», recuerda.«Tenía 20 años. Le dijeron que era demasiado guapapara llevar velo, la llamaron sumisa, se mofaron de ella.Rompieron varias puertas y paredes, dejaron todo patasarriba, y después se marcharon con un ‘buenas noches’».Como en la mayoría de ocasiones, la operación no diolugar a ningún procedimiento judicial posterior, pese alo cual no hubo ni compensación económica ni excusas.«La única explicación que logramos arrancar a la pre-fectura fue que el registro se había producido porqueel hogar era frecuentado por ‘personas sospechosas’»,se indigna Virginie. Son solo dos ejemplos de controles o registros abu-

sivos, pero organizaciones como Amnistía Internacio-nal denuncian el aumento de este tipo de acciones yalertan de las consecuencias psicológicas que dejan enlos afectados. En un detallado informe llamado “Vidastrastornadas: el impacto desproporcionado del estadode emergencia en Francia”, la ONG relata decenas deintervenciones en las que las fuerzas policiales insul-tan, golpean y denigran a las personas contra las quepesa la orden de registro, en la inmensa mayoría delos casos, de confesión musulmana.«Las medidas de urgencia, en particular las órdenes

de registro y los arrestos domiciliarios, han sido apli-cadas de forma demasiado generalizada y en ciertoscasos, de forma arbitraria (…) restringiendo derechoscomo el derecho a la libertad, a la vida privada, a la li-bertad de reunión o de circulación, más allá de las exi-gencias impuestas por la situación» actual, afirma el

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De izquierda aderecha, fuerzasantidisturbioscargan contra losmanifestantesdurante lasmovilizacionescontra la reformalaboral del pasadomes de abril y dosmujeres pasean porlas calles del distritoXX de París, unbarrio de carácterpopular y migrante.

grado su objetivo –derrotar al yihadismo– y si no seha logrado, qué sentido tiene que siga instaurado elestado de emergencia», prevenía Vanesa Codaccioni,politóloga especializada en Derecho y autora del libro“Justicia de Excepción”, en unas jornadas dedicadas ahacer balance de los últimos meses.

Militarización del estado. Mientras, el Estado fran-cés se está convirtiendo en un estado militarizado yultrasecurizado. En la actualidad, 10.000 soldados pa-trullan el Hexágono, convirtiendo al país en el primerterreno de intervención del ejército galo por númerode militares. A ellos se suman otros 60.000 reservistasy 4.700 policías y gendarmes dedicados a la vigilanciade colegios y lugares de culto judíos. La Dirección Ge-neral de Seguridad Interior (DGSI) cuenta con 3.500agentes, de los cuales dos tercios se dedican a la luchacontra el yihadismo dentro del territorio francés. Enlas escuelas, junto a los simulacros de incendios, losniños aprenden cómo actuar en caso de atentado. En la universidad, docentes denuncian la celebra-

ción de conferencias co-organizadas entre la Admi-nistración y el Ejército o la Policía con un discursoque vincula el patriotismo a la defensa de la políticaantiterrorista, cuando no para alentar lisa y llana-mente el alistamiento militar.El ejecutivo ha aprobado sucesivamente tres gran-

des leyes contra el yihadismo que han ido incremen-tando los medios materiales y humanos así como elpresupuesto dedicado a la seguridad, sin que ello hayaimpedido que se produzcan nuevos atentados.

Tras los ataques de noviembre de 2015, un solemneFrançois Hollande declaraba oficialmente la guerra algrupo Estado Islámico en Siria e Irak, donde intervienedesde 2014. Muchos expertos achacan los ataques per-petrados en suelo francés desde hace más de un añoa las intervenciones militares occidentales en elmundo árabe. «La estrategia terrorista consiste enefectuar una provocación para obtener una reacción,que suscitará nuevos ataques. Es un círculo viciosoclásico», aseguraba Pierre Conesa, exalto funcionariodel Ministerio de Defensa y profesor en Science Po enuna entrevista a la cadena TV5.Tras la COP21, el régimen de excepción ha sido pro-

longado en tres ocasiones, primero para cubrir doseventos mayores como la Eurocopa y el Tour ciclista,y más tarde, como respuesta al brutal atentado enNiza. ¿El problema? «Va a seguir habiendo eventosmultitudinarios y seguirán produciéndose atentados,por lo que esto puede extenderse indefinidamente:siempre habrá una razón para prolongar el estado deexcepción», advertía la abogada Muriel Ruef. Comodándole la razón, el Gobierno ya ha anunciado que elrégimen actual seguirá vigente al menos hasta la pri-mavera de 2017, fecha de celebración de las eleccionespresidenciales.Dominique Curis, de Amnistía Internacional, aler-

taba del riesgo de perennización del actual régimen,incluso después de ser oficialmente derogado: «Lasdinámicas del estado de emergencia se están inser-tando en la justicia ordinaria. De seguir así, el estadode excepción no terminará nunca».