Estamos toda hora y media en la balanza de lo vivido y por vivir. Cuando tan débiles nos miramos es cuando sentimos que el rocío es con soles y no con nosotros. A todo día, a entera hora. Es un instante, un salto antes de la caída, un frágil cisne. Vernos así, crujidos en padecimientos —crónicos de lo impreciso— retrae el tronco más firme al suelo, le enrostra que solo existe a partir de una tierra inquieta, dolida, convaleciente, cubierta de piedras. Y las piedrecillas al baile de lluvia se bañan, y los barros brotan como lagunas. Luego la nube viene a recordarnos que atrás de ella hay Luna, hay sol; hay DOS. Desde ese dúo descendemos, pero cuando somos en dos un millón, o en dos docenas de momentos, se baja de una rama un cuervo y nos come un pedazo de cráneo, pero cuando vienen dos cuervos, se llevan casi la cabeza.

Entonces hay que aprender cosas de dos. Eso es el gris:

El Grisasol de la Luzaluna.inquieta, dolida, convaleciente, cubierta de piedras. Y las piedrecillas al baile de lluvia se bañan, y los barros brotan como lagunas. Luego la nube viene a recordarnos que atrás de ella hay Luna, hay sol; hay DOS.