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Este domingo IV de Pascua es llamado del Buen Pastor,Pastor y Puerta para acceder a la luz, a la libertad, a la Vida
por tal motivo la lectura de Juan puede dividirse en dos partes.
En cambio, las ovejas no reconocen la voz de los extraños,
y no sólo no los siguen, sino que huyen de ellos.
En la primera parte (Jn 10, 1-6),
Jesús se revela compara con al pastor del rebaño, que entra por la puerta del corral, y se
contrapone con el ladrón y asaltante, que no entra por la puerta
sino saltando el cerco.
Al pastor, el cuidador o portero,
le abre la puerta.
El pastor entra al corral, donde otros pastores también
guardan su rebaño, llama por su nombre a sus propias
ovejas, ellas conocen su voz, y él
las saca del corral, camina delante
de ellas, y sus ovejas lo siguen.
Él viene a dar vida y vida en abundancia. Quien por Él entra, se salvará.
En la segunda parte (Jn. 10, 7-10), Jesús afirma que Él es la
Puerta del rebaño. Lo afirma dos
veces: “Yo soy la puerta”.
Como se entra por la puerta, hay que entrar por Él.
Como por una puerta se entra y también se sale, Él es la
puerta por donde el rebaño sale para ir alimentarse, para encontrar
pastos.
Jesús, continuando la contraposición no viene, como el ladrón y asaltante, no viene
a quitar, sino a dar.
Al hablar de pastor, la Biblia designaba a veces, a Dios mismo, único rey de Israel; a veces pensaba en el Rey-Mesías, enviado
por Dios (1 Sam 17:34-36.23; Ez 34:23; Is 31:4) que vendría a reunir las ovejas dispersas de su pueblo, para que vivieran seguras en su
tierra.
Jesús es la Pastor, que ha venido para cumplir lo anunciado; pero no lo hará en la forma esperada.
Es suyo todo aquel que da crédito a su palabra y reconoce su voz.
Suyo son los que creen, y solamente ellos.
Los judíos pensaban que el pastor
les devolvería su antigua prosperidad; serían una nación
privilegiada, en medio de las demás por las que sentían rencor y desprecio.
Jesús, en cambio, dice claramente
que su pueblo no se confunde con la nación judía.
El reúne a su pueblo por la sola atracción de sí
mismo.
El va a sacar de entre los judíos a aquellos que son suyos; lo mismo sacará
a sus ovejas de otros corrales, es decir, de otras naciones para guiarlas
como único rebaño, a ese pueblo sin fronteras, hacia donde él sabe.
“Yo soy el Buen Pastor” (Jn. 10, 11). Jesús se aplica a Sí mismo esa imagen y título
que tiene un valor mesiánico.
Lo dice en el mismo sentido en que dice Jesús “Yo soy” el Pan de Vida,
la Luz del mundo, la Vid verdadera, la Puerta, la Resurrección y la Vida,
el Camino, la Verdad y la Vida, la fuente de Agua Viva.
Todas estas imágenes representan los mismo: Jesús ha venido al mundo,
la Palabra que preexiste al mundo y se hace Hombre, para que los hombres tenga vida y la tengan en abundancia (Jn 10,10).
Él mismo es el Don, la Salvación, la Vida.
En cambio, el que pretende venir para robar o hacer una venganza
en las ovejas de su vecino, ése lo hace calladamente; no entra por la puerta; entra por otra parte.
Según la costumbre palestina, el redil está hecho con un muro
de piedra o con una simple empalizada de madera.
Un “portero,” vela durante la noche para defender el rebaño
de posibles robos.
Si el pastor tiene que entrar en el redil, entra por la puerta,
que le abre el “portero”.
El pastor, que entra por la puerta del redil por la mañana, va a sacar sus ovejas. Es frecuente que en un redil se
guarden las ovejas de diversos dueños. El pastor, llama a sus ovejas. Estas conocen su voz
y su llamada característica.
Si se repite este grito, se revuelven y huyen, pues no conocen la voz del extraño.
En Oriente, el pastor llama de tiempo en tiempo a sus ovejas a su presencia lanzando un grito
agudo.
Ellas conocen su voz y le siguen; pero, si un extraño lanza
el mismo grito, se paran al punto
y levantan la cabeza, como alarmadas.
Jesús enumera las cualidades del buen pastor: se preocupa por sus ovejas,
las defiende, las conoce y es conocido por ellas, da la vida por ellas,
quiere que también otras ovejas vengan y formen un solo redil.
Mientras que el pastor mercenario se busca a sí mismo, no da la vida por sus ovejas ni se preocupa por ellas.
Jesús es la puerta, donde encontrarán los que le sigan, el buen pasto espiritual, para
su rebaño.
Hoy son muchas las falsas puertas que presentan los
medios, el consumismo, el dinero,
la pornografía, los mensajes subliminales que degradan
al hombre, pero es a través de Jesús que uno entra y goza la
paz que sobrepasa
cualquier alegría humana.
El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir; y Jesús nos dice: «Yo he venido para que tengan vida,
y la tengan en abundancia».
‘Escuchar la voz del Señor’. He aquí la mejor parte. Aquel tesoro escondido por el cual bien valdría la pena
sacrificar todos los halagos y vanidades del mundo.
La libertad nos ha de llevar a una mayor fidelidad porque da un sentido digno y noble a la vida.
Saber escuchar es uno de los rasgos
del verdadero creyente.
Escuchar es abrirse a la verdad del mensaje de Jesús que es
liberador de tinieblas, errores y
esclavitudes.
Pero es preciso aprender a huir de todas las voces que no sean
las del Buen Pastor.
Saber escapar, de la frivolidad de la imaginación,
de la disipación de los sentidos, de la irreflexión y la
charlatanería.
Amar el silencio y la soledad como el precioso santuario de nuestra unión con Dios, el lugar de la paz y la serenidad
del alma, del encuentro profundo con nosotros mismos.
Dice Jesús: Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral
y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá
un solo rebaño y un solo Pastor, el único, el Buen Pastor.
Después de la Ascensión de Jesús, Él sigue siendo el Pastor Bueno y sólo a Él
le pertenece el rebaño.
Cuando confíe a Pedro la tarea de apacentar sus ovejas (Jn. 21, 15-23),
lo investirá de un oficio pastoral que le pertenece y es propio del único Pastor Bueno.
Y el rebaño seguirá a Jesús, Buen Pastor, en Pedro. Y es Pedro quien primeramente deberá seguirle: “Sígueme”
(Jn 21, 19).
Pero para poder ejercerlo, Pedro debe entrar por la
puerta del rebaño, que es Jesús.
Jesús le llamará por su nombre
y le preguntará tres veces si lo ama, porque por el
amor se identificará, se hará
Pedro una sola realidad con
Jesús.
El relato del Buen Pastor enseña
las cuatro “notas” de la Iglesia, del rebaño de Cristo:
a) Una: Será un solo rebaño.
b) Santa: Cristo da la vida para que tengan “vida abundante.”
c) Católica: Al redil cristiano de Israel se añaden las ovejas de la gentilidad.
d) Apostólica: Fundada por los apóstoles designados por Jesús quien pidió a Pedro que apaciente sus ovejas y le entregó las llaves del Reino.
Toda la enseñanza de este concepto de Iglesia rebaño, se desenvuelve bajo el concepto de un rebaño sensible,
pues es social, y para eso tiene sus “pastores.”
Jesús, Buen Pastor, protege a tu Iglesia de sus
enemigos.
Que Tu Misericordia nos acoja, y nos cuide.
Que reconozcamos Tu Voz, escuchemos Tu Palabra, y te
sigamos.
Que por Ti entremos y que por Ti salgamos.
Envíanos al campo mundo, como misioneros, para
testimoniar que Tú has venido para dar Vida
en abundancia.
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