Estereotipos+y+Prejuicios

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1 Bruno M. Mazzara Estereotipos y prejuicios Madrid: Acento Editorial, 1999 Introducción. Dos fenómenos persistentes Estereotipos y prejuicios son térmi- nos cargados negativamente en nuestra sociedad. Aspiramos a ser individuos cuyo pensamiento está libre de estereotipos y prejuicios y se acerca a la objetividad. A su vez, es un tema crucial en diversas discipli- nas, por dos motivos: (1) ¿es posible un conocimiento objetivo del mundo? y (2) ¿la existencia de estereotipos y prejuicios muestra algo de la naturaleza humana que debe tener consecuencias en el papel que ha de desempeñar la sociedad? C1. Prejuicios y estereotipos en acción Da la impresión de que nuestra época de racionalidad tecnológica reduce el protagonismo de estereotipos y prejui- cios. Sin embargo, se observa más bien que coexisten pero menos arrogantes, sujetos a una justificación racional. El término prejuicio se refiere a la existencia de un juicio que se establece antes de contar con experiencia sobre el objeto que se juzga o, al menos, antes de que la experiencia se haya interpretado objetivamente. Se usa en sentido de “juicio erróneo”, precisamente por proceder de un procedimiento incompleto de análisis de la realidad. En su acepción más específica, consideramos que los objetos de esos jui- cios erróneos son grupos sociales y que, además, los juicios tienen un carácter ne- gativo. Prejuicio es, pues “la tendencia a considerar de modo injustificadamente desfavorable a un determinado grupo so- cial” (12). Las personas no manejamos direc- tamente la realidad sino imágenes cogniti- vas de ésta, construidas como simplifica- ciones que permiten interpretar los aconte- cimientos desde la coherencia con esas imágenes que denominamos estereotipos. En una acepción más específica, los este- reotipos se refieren a grupos sociales y tienen una carga negativa, es decir, se trata de “un conjunto coherente y bastante rígido de crestereotiponcias negativas que un cierto grupo comparte respecto a otro gru- po o categoría social” (16). Tres variables se utilizan habitualmente para definir los estereotipos: (1) el grado en que es com- partido por un grupo social y que, por tanto, forma parte de la cultura; (2) el grado en que se generaliza a todo el grupo objeto o se consideran excepciones; y (3) el grado en que es rígido e inamovible o es un fe- nómeno contingente cuya eliminación es planteable. En esta línea, se puede considera que el estereotipo es el núcleo cognitivo del prejuicio. Existen tres dimensiones muy rele- vantes en torno de estereotipos y prejuicios que pueden explicar los diferentes acerca- mientos sociológicos, así como las diferen- tes actitudes políticas, científicas e indivi- duales con respecto a cómo abordar este- reotipos y prejuicios: 1. Por un lado, considera que estereotipos y prejuicios son manifestaciones muy ligadas a los objetos sobre los que se aplican, por lo que siempre hay que re- ferirse a estos términos en plural e in- vestigar cada causa concreta. Por otro, considerar que estereotipos y prejuicios son manifestaciones de una misma na- turaleza común: la común disposición negativa hacia el otro. 2. Por un lado, considerar que estereoti- pos y prejuicios no tienen una base de verdad, sino que se fuerzan los hechos y las interpretaciones. O bien, conside- rar que los estereotipos y los prejuicios se construyen sobre unas diferencias y características reales de los grupos- objeto, pero diferencias que son exage- radas e incluso deformadas. Esta se- gunda postura sostiene que la solución se encuentra en ser conscientes de esas diferencias, en su justa medida, en que diferencia no significa relación de superioridad o inferioridad. 3. Por un lado, considerar que estereoti- pos y prejuicios son elementos explica- tivos suficientes. O bien, considerar que hay que tener en cuenta aspectos históricos, culturales, económicos, so- ciales o políticos para entender los pro- cesos de discriminación. Algunos ejemplos son:

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Bruno M. Mazzara Estereotipos y prejuicios Madrid: Acento Editorial, 1999

Introducción. Dos fenómenos persistentes

Estereotipos y prejuicios son térmi-nos cargados negativamente en nuestra sociedad. Aspiramos a ser individuos cuyo pensamiento está libre de estereotipos y prejuicios y se acerca a la objetividad. A su vez, es un tema crucial en diversas discipli-nas, por dos motivos: (1) ¿es posible un conocimiento objetivo del mundo? y (2) ¿la existencia de estereotipos y prejuicios muestra algo de la naturaleza humana que debe tener consecuencias en el papel que ha de desempeñar la sociedad?

C1. Prejuicios y estereotipos en acción

Da la impresión de que nuestra época de racionalidad tecnológica reduce el protagonismo de estereotipos y prejui-cios. Sin embargo, se observa más bien que coexisten pero menos arrogantes, sujetos a una justificación racional. El término prejuicio se refiere a la existencia de un juicio que se establece antes de contar con experiencia sobre el objeto que se juzga o, al menos, antes de que la experiencia se haya interpretado objetivamente. Se usa en sentido de “juicio erróneo”, precisamente por proceder de un procedimiento incompleto de análisis de la realidad. En su acepción más específica, consideramos que los objetos de esos jui-cios erróneos son grupos sociales y que, además, los juicios tienen un carácter ne-gativo. Prejuicio es, pues “la tendencia a considerar de modo injustificadamente desfavorable a un determinado grupo so-cial” (12). Las personas no manejamos direc-tamente la realidad sino imágenes cogniti-vas de ésta, construidas como simplifica-ciones que permiten interpretar los aconte-cimientos desde la coherencia con esas imágenes que denominamos estereotipos. En una acepción más específica, los este-reotipos se refieren a grupos sociales y tienen una carga negativa, es decir, se trata de “un conjunto coherente y bastante rígido de crestereotiponcias negativas que un cierto grupo comparte respecto a otro gru-

po o categoría social” (16). Tres variables se utilizan habitualmente para definir los estereotipos: (1) el grado en que es com-partido por un grupo social y que, por tanto, forma parte de la cultura; (2) el grado en que se generaliza a todo el grupo objeto o se consideran excepciones; y (3) el grado en que es rígido e inamovible o es un fe-nómeno contingente cuya eliminación es planteable. En esta línea, se puede considera que el estereotipo es el núcleo cognitivo del prejuicio. Existen tres dimensiones muy rele-vantes en torno de estereotipos y prejuicios que pueden explicar los diferentes acerca-mientos sociológicos, así como las diferen-tes actitudes políticas, científicas e indivi-duales con respecto a cómo abordar este-reotipos y prejuicios: 1. Por un lado, considera que estereotipos

y prejuicios son manifestaciones muy ligadas a los objetos sobre los que se aplican, por lo que siempre hay que re-ferirse a estos términos en plural e in-vestigar cada causa concreta. Por otro, considerar que estereotipos y prejuicios son manifestaciones de una misma na-turaleza común: la común disposición negativa hacia el otro.

2. Por un lado, considerar que estereoti-pos y prejuicios no tienen una base de verdad, sino que se fuerzan los hechos y las interpretaciones. O bien, conside-rar que los estereotipos y los prejuicios se construyen sobre unas diferencias y características reales de los grupos-objeto, pero diferencias que son exage-radas e incluso deformadas. Esta se-gunda postura sostiene que la solución se encuentra en ser conscientes de esas diferencias, en su justa medida, en que diferencia no significa relación de superioridad o inferioridad.

3. Por un lado, considerar que estereoti-pos y prejuicios son elementos explica-tivos suficientes. O bien, considerar que hay que tener en cuenta aspectos históricos, culturales, económicos, so-ciales o políticos para entender los pro-cesos de discriminación.

Algunos ejemplos son:

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1. La cuestión femenina.- La ya histórica reivindicación de igualdad entre hom-bres y mujeres se encuentra todavía le-jos de conseguirse en la práctica. Aun-que en los países más avanzados al respecto la legislación ha conseguido ya esta meta, los estereotipos y prejui-cios siguen manejándose en este ámbi-to. “Se considera a las mujeres más emotivas, amables, sensibles, depen-dientes, poco interesadas en la técnica, cuidadosas de su aspecto, naturalmen-te solícitas; los hombres, por el contra-rio, se perciben como agresivos, inde-pendientes, orientados al mundo y a la técnica, competitivos, seguros de sí mismos, poco emotivos” (22). Esto se observa en las noticias, en la publici-dad, en el mundo laboral... Y son com-partidos (aunque con desigual inciden-cia) tanto por hombres como por muje-res.

2. El prejuicio étnico-racial.- “Es el campo en el cual los prejuicios y los estereoti-pos se encuentran más extendidos” (23). Es muy llamativo e inequívoco constatar que “Se ha producido una progresiva y sensible reducción del pre-juicio manifiesto y de la aversión explí-cita con respecto a las minorías étni-cas, pero la hostilidad sobrevive de forma enmascarada y sutil, adaptada para convivir con los valores univer-salmente aceptados de tolerancia y de igualdad” (23).Un sinfín de sutilidades y de datos experimentales refuerzan esta observación. Así, por ejemplo, las acti-tudes ante la inmigración se escudan en aspectos económicos y de seguri-dad y se justifican con expresiones del tipo “yo no soy racista, pero...”. Se asume que los inmigrantes viven en condiciones de miseria no por sus es-casas posibilidades económicas, sino por sus hábitos o su cultura, su natura-leza en definitiva, que subyace a su tendencia a delinquir. Se favorece, con ello una segregación efectiva.

3. Los caracteres nacionales.- Forman parte del saber popular y sirven para identificarse e identificar a los otros, según su nacionalidad. “El contenido de tales estereotipos es bien conocido: los alemanes son rígidos y obstinados, conformistas y respetuosos con la auto-ridad, amantes del orden y de la efi-ciencia, sensibles a las razones de la colectividad más que a las del indivi-duo; los ingleses son reservados y con-trolados, formales, dotados de sentido

práctico y de humor, pero carecen de entusiasmo, siguen las reglas, son indi-vidualistas y competitivos; los italianos son fantasiosos y simpáticos, orienta-dos hacia la comunidad particular (so-bre todo la familia) más que al colectivo social, inconstantes y superficiales, es-pontáneos y sinceros, preocupados más por las apariencias que por la esencia; los franceses no soportan la autoridad, son narcisistas y arrogantes, tienen gran sentido estético, se intere-san por la especulación teórica más que por la experiencia y manifiestan li-bremente sus emociones; los nortea-mericanos son informales y espontá-neos, ingenuos y poco creativos, tienen gran competencia técnica, son confor-mistas y subordinados, interesados en los valores de la igualdad pero, al mis-mo tiempo, muy competitivos” (28-29). Los caracteres nacionales recuperan con claridad los debates sobre estereo-tipos y prejuicios. Es fácil asumir cierta base de verdad que permite realizar previsiones sobre el comportamiento de un individuo según su nacionalidad. Pero los grados de generalidad y rigi-dez deben permitir asumir la variabili-dad individual y actualizar la imagen mediante la experiencia.

4. El antisemitismo.- Los judíos, como grupo, han sufrido el comportamiento negativo de otros grupos, de forma sis-temática al menos desde el siglo IV. En la base de verdad del estereotipo se encuentra: (1) su profunda religiosidad define hasta los detalles de su vida co-tidiana y marca diferencias con los otros; (2) concepción de minoría que les lleva a trabajar por cohesionarse y diferenciarse del resto; (3) “Durante mucho tiempo, las únicas actividades que se les consistieron fueron el co-mercio y el préstamo de dinero, activi-dades marginales y consideradas infe-riores hasta la Edad Media, pero que les permitieron alcanzar una condición ventajosa a medida que las transfor-maciones de la estructura productiva mundial hicieron del intercambio de mercancía y de dinero el centro de la actividad económica” (34). Esta activi-dad ha terminado constituyendo el ras-go principal del estereotipo, apoyada fuertemente por la alta solidaridad intra-grupo, por encima de los contextos na-cionales y sociales y derivada finalmen-te en la idea del complot judío interna-cional, encaminado a ocupar los pues-

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tos de poder económico, político y cul-tural.

5. La marginalidad social.- Los estereoti-pos nos permiten responder con cierta agilidad ante individuos desconocidos pero de quienes tenemos una imagen de grupo: es abogado o joven de ex-trema derecha. Pero constituyen tam-bién la línea de discriminaciones socia-les, aún sin una base de verdad. Por ejemplo:

a. Edad: los jóvenes son vistos con una mezcolanza de aspec-tos tanto positivos como nega-tivos, que llevan a generar pro-cesos discriminatorios. “A dife-rencia de lo que sucedía en el pasado y sucede todavía en culturas diferentes, los ancia-nos son vistos en general de manera negativa, y el estereo-tipo que se les aplica compren-de una serie de rasgos consi-derados opuestos al logro del éxito que caracteriza a nuestra sociedad actual” (38). Curio-samente, el prejuicio hacia los ancianos es considerarles de-masiado sujetos a prejuicios que les lleva a concebirles co-mo incompetentes. [Y: dado el valor positivo y protagonista del progreso tecnológico en verti-ginoso avance, se discrimina al aciano por ser depositario, so-bre todo, de experiencias, es decir, de pasado y poco adap-table a los cambios. La cultura o la sabiduría se valora por de-bajo de la adaptación a los cambios tecnológicos].

b. Minusvalías.- El minusválido fí-sico se identifica con rasgos psicológicos de emotividad y dependencia, y son valorados con el mismo patrón de compe-tencia con que se discrimina a los ancianos. El disminuido psíquico ha sufrido todo tipo de discriminaciones, aunque en algunas culturas y momentos históricos ha sido objeto inclu-so de veneración. “Pero en nuestra cultura occidental mo-derna, en la que prevalecen los valores de racionalidad, efi-ciencia y adhesión a las nor-mas sociales compartidas, la presencia de personas que piensan y actúan según crite-

rios diversos es vista como in-cómoda y amenazadora” (41).

c. Homosexualidad y drogadic-ción.- Ambos comportamientos gozan y han gozado de acep-tación en algunas culturas. In-cluso se ha considerado muy positivo mantener relaciones sexuales con individuos del propio sexo así como alterar estados de conciencia con sus-tancias determinadas. pero mayoritariamente, hoy se con-sideran desviaciones morales que implican peligrosidad so-cial y que sufren el castigo co-mún no sólo de la acusación de perversión sino del SIDA. De hecho, los logros obtenidos por los homosexuales para ser re-conocidos y aceptados se han anulado en parte debida a su asociación con el SIDA. De es-ta forma, homosexualidad y drogadicción se desprecian abiertamente, son estereotipos que frecuentemente no se ocul-tan.

C2. Las explicaciones

En las explicaciones de estereoti-pos y prejuicios se recurre a muchos crite-rios. Uno de ellos es el de naturalidad o excepcionalidad. Una postura mantiene que los estereotipos y prejuicios son con-sustanciales a la naturaleza humana y hay que aprender a vivir con ellos. La otra pos-tura sostiene que los estereotipos y los prejuicios pueden ser controlados y reduci-dos del mismo modo que han surgido. El segundo criterio genera dos formas de interpretar el origen: individual (las caracte-rísticas físicas o psíquicas del individuo le llevan a considerar estereotipos, por lo que la solución pasa por actuar sobre los indivi-duos, por ejemplo reeducándolos) o social (los estereotipos y los prejuicios surgen de interacciones sociales, de relaciones de poder, de pertenencia a grupos...). Ambos criterios generan cuatro combinaciones sobre las que pueden identificarse las dis-tintas teorías explicativas. Considerar estereotipos y prejuicios como excepcionales tal vez justifique mejor actuar sobre ellos, pero también permite relajarse precisamente en su condición de excepcionalidad, así como alimentar la idea de que quienes generan o mantienen los estereotipos y prejuicios son “los demás”.

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Considerarlos como naturales tiene el peli-gro de reforzar la idea de que son inevita-bles, pero estimula el estudio de su natura-leza y, por tanto, la posibilidad de actuar sobre ellos con medios que afecten a nivel político y social. → El fundamento biológico de la hostilidad contra los diferentes. En la explicación naturalista o so-ciobiológica, la evolución ha propiciado individuos que compiten contra otros de su propia especie para conseguir objetivos (como la subsistencia) y que se alía con algunos para conseguirlo. De esta forma, la evolución ha llevado a que las personas tendamos a rechazar a “los otros” y aceptar a “los nuestros”. Del mismo modo, se sos-tiene una versión naturalista evolutiva que considera la cooperación como el elemento que mantiene la supervivencia de la espe-cie. La curiosidad por lo nuevo, la simpatía por los otros, permiten ampliar las posibili-dades de la especie para evolucionar. Pa-rece que ambas tendencias coexisten, si bien aún aceptándolas sólo permiten asu-mir una base biológica para el fenómeno de los estereotipos y prejuicios, pero no expli-can en sus matices ni le dan carácter de inevitabilidad. → La necesidad psicológica de simplificar el mundo En la explicación psicológica, se llama la atención acerca de la importancia que tiene la formación de categorías en el individuo. Las categorías son comporta-mientos en una realidad simplificada, que manejamos para hacer visible nuestro comportamiento. Las categorías permiten tomar decisiones en tiempo real. Pero alcanzan el estado de este-reotipo o prejuicio mediante la inclusión de aspectos superfluos (que no interesan para tomar decisiones de comportamiento) y terminan siendo precisamente los aspectos más relevantes para clasificar a las perso-nas o los grupos. “Por ejemplo: es total-mente razonable esperar que un arquitecto sepa proyectar viviendas y conozca las matemáticas; es un poco menos cierto, aunque no del todo ilógico, esperar que, por su formación y su trabajo, tenga una mentalidad más pragmática y racional que romántica e idealista; se vuelve un elemen-to de estereotipo negativo o causa indebida de discriminación considerar por ello a esta persona, aún a despecho de pruebas en

contrario, como distante y poco generosa.” (53) → Pertenencia social. Las relaciones entre grupos y la propia imagen. En la explicación sociológica, se llama la atención hacia los procesos de formación de la identidad individual, a partir de la semejanza con su grupo y la diferen-cia con otros grupos. Algunas experiencias han mostrado el poder de estos conceptos. Cuando se han creado grupos artificiales, mediante una característica superflua pero clara, que les diferencia entre sí, se obser-van espontáneamente reacciones de hosti-lidad y de competición. Otros experimentos (Henri Tajfel) muestran que los individuos están dispuestos a centrarse en promover la diferencia entre su grupo y los demás más que otros criterios (como la ganancia común) aún cuando los grupos se forman artificialmente e, incluso, cuando no se conoce a ningún miembro de ningún grupo (ni el propio ni el ajeno). Los mecanismos para conseguir favoritismo hacia el propio grupo se centran en: ver lo positivo y no lo negativo, confir-mar los hechos que interesan y refutar el resto o asignar al grupo los éxitos y al resto los fracasos. El grupo propio se percibe como más heterogéneo que los demás. “Desde esta perspectiva, los estereotipos y prejuicios no serían más que la manifesta-ción en el lenguaje, en las imágenes, en las actitudes y el comportamiento del favoritis-mo por el grupo de pertenencia” (59). Asumir una base natural en los estereotipos no significa que éstos deban ser negativos. → Pertenencia sociocultural y hostilidad frente al otro Mantener la predisposición de las personas por sentirse pertenecientes a un grupo no implica la discriminación de los demás. “Sentirse parte de una comunidad significa dar y recibir constante confirma-ción del modelo cultural, dar sentido a lo que se hace, a la propia historia, a los pro-yectos de futuro, saberse parte de un sis-tema de reglas que se conocen bien y que nos hacen sentirnos más seguros. Como consecuencia de todo esto, existe una ten-dencia casi universal al etnocentrismo” (62). Los enemigos no son sólo aquellos que amenazan la supervivencia del grupo, sino también quienes ponen en duda su identidad o su misión o percepción del

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mundo. “La operación de identificar al dife-rente es tan útil para la definición de la identidad de grupo que la condición de enemigo generalmente está exagerada y, en algunos casos, inventada adrede con la función de consolidar la cohesión de aquél.” (62). “Respetar y defender la cultura propia se convierte en un valor en sí, y la lucha contra el enemigo llega a sentirse casi como un deber moral, como un fin que justificaría hasta la transgresión de otros valores, como los de la igualdad o el respe-to a la persona.” (63). → La construcción social del prejuicio Prejuicios y estereotipos pueden ser concebidos como sedimentos históricos de una comunidad, procesos de percepción y construcción de la realidad que van con-formándose con el tiempo. Aquí ya no in-teresa el porqué sino el cómo. Así, por ejemplo, las categorías sociales no existen por sí mismas sino que se construyen co-mo resultado de una percepción social que da sentido a diferenciar a los individuos dentro de grupos de iguales. ¿Por qué exis-te la categoría “homosexual”, por ejemplo, y no la categoría “gente alta”? Con ello, el lenguaje no sólo transmite estereotipos, sino que es la sede de su creación, bien por la comunicación interpersonal o por los medios de comunicación. Esta perspectiva adolece e la des-preocupación por las causas de los prejui-cios y estereotipos, conocimiento funda-mental para la intervención. → Las causas excepcionales de estereoti-pos y prejuicios Cuando se considera que estereo-tipos y prejuicios surgen como accidente o excepción, automáticamente se sitúan en los otros, concibiendo al “nosotros” como racional y objetivo, libre de estas imperfec-ciones. Aquí se sitúa el llamado prejuicio racional: “Yo no soy racista, pero...”. Algu-nas concreciones son: 1. Las minorías como chivo expiatorio.-

Según una aproximación psicoanalista, los individuos que no pueden traducir la energía de su ilusión por conseguir un objetivo, sufren una frustración que se focaliza inicialmente hacia el obstáculo que impide la satisfacción del objetivo. Pero si no es posible descargar la energía (en forma de agresividad) so-bre ese objetivo (por ejemplo, porque es demasiado poderoso), el individuo

“canaliza” su agresividad hacia otros elementos, generalmente grupos socia-les débiles y minoritarios, que sirven como chivo expiatorio. Existen eviden-cias experimentales y estudios estadís-ticos. que permiten asociar frustracio-nes y penurias económicas con aumen-to de prejuicios contra minorías. Otra explicación psicoanalítica considera los prejuicios también como un proceso de “proyección”, donde los individuos ve en los demás aquello que consideran negativo y deben reprimir en sí mis-mos.

2. La personalidad autoritaria.- Los traba-jos de Theodor Adorno con respecto al antisemitismo mostraron que las per-sonas con mayor prejuicio contra los judíos tenían rasgos de personalidad comunes: “plena confianza en los valo-res tradicionales de la clase media, fuerte conformismo, una imagen nega-tiva del ser humano con tendencia a ver por todas partes peligros y amena-zas, comportamiento sumiso frente a la autoridad, hostilidad hacia los grupos externos, pero también ante todas las desviaciones y los marginados, excesi-va preocupación por la sexualidad y una marcada rigidez mental que tiende a ver el mundo dividido en claras con-traposiciones, con escasa tolerancia por cualquier tipo de ambigüedad, aceptación sin críticas de los estereoti-pos y, en definitiva, una percepción dis-torsionada de la realidad” (70). La ex-plicación psicoanalítica indica que “El individuo débil se identifica con el poder y busca protección en cualquier forma de certeza; su hostilidad frente a los di-ferentes y su aceptación de los este-reotipos negativos hacia ellos manifies-ta esa necesidad de protección y un ni-vel casi patológico de insuficiencia per-sonal” (70). Estos autores, aunque se centran en una explicación individual, defienden el papel de la cultura y de los procesos de socialización para la for-mación de estos individuos.

→ Las condiciones de conflicto y de enfren-tamiento Según la teoría del “conflicto real”, el estilo social de competición pronuncia la importancia de estereotipos y prejuicios. al comparara sociedades más o menos com-petitivas, se observa una presencia más o menos importante, respectivamente, de los prejuicios. De hecho, éstos se pronuncian

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entre poblaciones cuando surgen conflictos reales debidos a pugnas de cualquier ori-gen. Según el modelo de “pérdida relativa”, las personas valoran su situación actual en función de tres referentes: su situación anterior, la situación ideal y la situación en la que se encuentran otros. Cuando la sen-sación de “pérdida relativa” se aplica a grupos (no están como antes, como debe-rían estar o como están otros), surgen an-tagonismos no sólo con respecto a los gru-pos que se consideran causantes o culpa-bles o injustamente beneficiarios, sino tam-bién hacia grupos débiles.

C3. Las estrategias de defensa Sea cual fuere el modelo explicati-vo de prejuicios y estereotipos, abre puer-tas para la intervención en la comunidad, orientada a prevenir los efectos negativos. Aunque las teorías explicativas son muy dispares, permiten vías de actuación com-partidas. Considerando además que el origen de los estereotipos y prejuicios pue-de ser variado, cobra fuerza la idea de con-siderar múltiples aproximaciones para solu-cionar en la práctica el problema de este-reotipos y prejuicios. Ya hemos dicho que los estereoti-pos surgen de la tendencia a categorizar grupos. Estas categorías se definen con características concretas y pueden ser objeto de comprobación empírica. Para ello, los individuos establecen hipótesis y contrastan los datos. Sin embargo, este contraste no es objetivo. las personas ten-demos a percibir y recordar mejor los hechos que confirman nuestras hipótesis y pasar por alto u olvidar el resto, que ade-más no pueden entrelazarse con sentido con nada, pues no suelen contemplarse hipótesis alternativas. En un experimento con turistas israelíes que visitaban Egipto, se comprobó que los prejuicios se reducían sensiblemente al suministrar mecanismos interpretativos alternativos, principalmente mediante información y explicaciones sobre Egipto y la situación sobre sus habitantes. Otro de los mecanismos de este-reotipos y prejuicios es el de la autorreali-zación de las profecías: las personas ten-demos a comportarnos cumpliendo las expectativas que se poseen sobre noso-tras. Ocurre, por ejemplo, con los roles sexuales o con las categorías de edad. Un efecto similar es el llamado “efecto Pigma-lión”: nuestro comportamiento, generado por expectativas sobre algunas personas, favorece que éstas terminen comportándo-

se de tal modo que confirman las expecta-tivas. Este efecto se ha estudiado mucho en educación escolar, comprobando que las expectativas y percepciones que los profesores tienen de sus alumnos propician que éstos terminen comportándose del modo esperado por el profesor, incluso con respecto a su rendimiento intelectual. Para provenir estos efectos, es necesario traba-jar para relajar la rigidez, tanto de quienes ejercen el estereotipos como de quienes sufren sus consecuencias, entre otros as-pectos, suministrando información real sobre los grupos, propiciando que el grupo estereotipador reconozca sus propias ca-racterísticas y suministrando mecanismos alternativos. → Estrategias para la convivencia La convivencia de grupos diferen-tes puede ser posible como de hecho lo es y lo ha sido. Por eso es importante obser-var qué soluciones ha adoptado la socie-dad para permitir la coexistencia de grupos sociales diferenciados, sin hostilidad. Bási-camente han sido tres:

1. La asimilación: el grupo poderoso absorbe al minoritario, obligando a éste a renunciar a su identidad grupal y acogerse a la del otro.

2. La fusión: el encuentro de dos cul-turas y estilos de vida da como re-sultado una nueva cultura que to-ma sus componentes de las dos anteriores. la motivación es conse-guir una síntesis final mejor valora-da.

3. El pluralismo cultural: no hay susti-tución de la diversidad, sino cultivo de la coexistencia de las diferen-cias, que contribuye a un enrique-cimiento del patrimonio cultural del conjunto.

Parece que esta tercera postura es la mejor valorada, pero también la más difícil de llevar a cabo, pues requiere un mayor esfuerzo institucional, para facilitar una estructura social que permita la coexis-tencia de formas muy diferentes de enten-der la relación individuo-sociedad, la vesti-menta, la alimentación, los hábitos, la rela-ción con el aparato productivo, etc. Pero esta solución plantea algunos riesgos:

1. El prejuicio diferencialista: de acuerdo, existe otra forma de ver el mundo, pero cada uno en su sitio, minimicemos las probabilidades de contacto.

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2. El relativismo excesivo: algunos comportamientos o creencias pue-den entrar dentro del apartado de los gustos, hábitos o formas admi-sibles de percibir el entorno, pero otros comportamientos no deberían ser objeto de respeto, como los que en sí implican desigualdad, agresión física, sometimiento, falta de libertad, etc.

[Y: la práctica tal vez mejor valorable es una mezcla entre síntesis y pluralidad. Por defecto sería esta última la prioritaria, el objetivo manifiesto, salvo en aquellos as-pectos que atañen a los derechos funda-mentales, en cuyo caso se acude a la sín-tesis, es decir, a adoptar lo mejor de cada cultura en contacto, lo que entra ya en as-pectos de ética. Debe evitarse cualquier apropiación de la ética. Por el contrario, debe propiciarse una discusión y replan-teamiento continuos de los conceptos éti-cos, accesibles a todos los miembros de todos los grupos sociales implicados en una situación de contacto o coexistencia.] En la práctica, observando no sólo los problemas étnicos, sino sexuales, de edad, etc., el proceso de convivencia más frecuente es la asimilación. Para proyectar una buena relación de convivencia, se suele pensar que basta con facilitar que los grupos compartan un mismo espacio, es decir, facilitar el contac-to real. Esta actitud se basa en la creencia de que estereotipos y prejuicios surgen ante el desconocimiento, ante una informa-ción insuficiente sobre los demás. Al poner en contacto (eliminando barreras urbanísti-cas o legales, por ejemplo), se facilita el conocimiento mutuo. Sin embargo, esta estrategia ha llegado a ser contraproducen-te en la práctica en no pocas ocasiones. El contacto es importante, pero insuficiente. Es necesario: (1) suministrar procedimien-tos alternativos de interpretación, (2) favo-recer que la interacción sea profunda y prolongada, (3) debe preverse la obtención de satisfacciones, (4) debe basare en la cooperación, (5) no deben existir discre-pancias de poder que favorezcan una rela-ción desigual ya de entrada, (6) y es indis-pensable el apoyo institucional y cultural. La mayoría de las iniciativas enca-minadas a favorecer la coexistencia se han centrado en realizar un trato igualitario a todas las personas, unas mismas exigen-cias y una interacción que sigue el mismo patrón. Si bien esto implica un importantí-simo adelanto con respecto al comporta-miento de segregación, sin embargo no

muestra los resultados esperados porque ignora las diferencias reales que existen entre grupos y la necesidad de los indivi-duos (acorde con su identidad) de pertene-cer a un grupo. En la práctica, este hábito puede generar en procesos de fusión que no se mantienen al sufrir la tendencia de la identificación social de los individuos, o en procesos de asimilación, donde el grupo mayoritario dicta los estándares morales y de rendimiento por los que se mide a todos los individuos. La escuela ha sido un cam-po de intensas experiencias que muestran lo anterior. La única solución efectiva parece ser educar en el respeto y en la tolerancia a las diferencias y a la identidad. Cada indivi-duo se concibe a sí mismo y a su grupo de una forma diferente a como concibe y se conciben otros y esta circunstancia es la que se pretende hacer objeto de conviven-cia: el reconocimiento de la diversidad, convencidos de que son posibles muchas formas de ser y de ver el mundo. Este pro-ceder tiene una ventaja añadida: cuando la interacción con un individuo de un grupo objeto de prejuicio ha generado satisfac-ciones, se suele interpretar como una ex-cepción que confirma la regla; sin embargo, si el individuo no puede juzgarse como excepcional porque exhibe abiertamente su identidad de grupo, la conclusión que man-tiene el prejuicio es inviable.

Conclusión Tres factores generan y mantienen los estereotipos y prejuicios, de manera perfectamente integrada: (1) la necesidad cognitiva de simplificar el mundo en catego-rías; (2) la necesidad biológica, psicosocial y cultural de pertenecer a grupos y diferen-ciarse de otros; y (3) los acontecimientos históricos. Para intervenir en este contexto es indispensable, primero, actuar sobre las causas estructurales e institucionalizadas; y, acto seguido, actuar sobre los aspectos psicosociales.