Esther: Una dama misteriosa

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Entrevista a Esther por Blanca Miosi

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n una entrada anterior hablé acerca de mi incursión en los foros literarios, esta vez me referiré a una persona en particular que pertenece al foro Prosófagos. Se trata nada menos que de una de sus participantes más influyentes: Esther. Creo haber escogido el adjetivo correcto.

Es bien sabido que los escritores somos básicamente egocéntricos. ¿Por qué, si no, dedicamos gran parte de nuestro tiempo a construir historias para que otros las lean? Y esperamos con verdadero placer vernos reconocidos, ¡vaya!, parte de nuestra personalidad está reflejada en nuestros escritos, porque tanto los cuentos, relatos, novelas, así como los poemas, son una extensión de nosotros mismos. Podemos analizar la mente de Gustavo Adolfo Bécquer detrás de Volverán las oscuras golondrinas, imaginamos cómo debió ser vivir al lado de la reina del misterio Agatha Christie; admiramos la mente lúcida de Herman Hesse tras leer El lobo Estepario, y nos es casi imposible distanciar la personalidad de Don Quijote de la de su autor, Cervantes, porque en definitiva somos lo que escribimos, y así es como deseamos que el mundo nos recuerde, no como la figura anodina que muchas veces subyace detrás de una obra, ya que sabemos que cuando recordamos a un autor de inmediato nos viene a la mente su impronta, y en la mayoría de los casos, la que más nos impactó. Difícilmente podríamos recordar a García Márquez sin situarlo en Macondo, y hacernos la ilusión de que detrás de él se yergue la figura del inolvidable Aureliano Buendía. De tal manera que cada uno de nosotros cuando escribe un cuento, deja en sus líneas su alter ego, y al exponerlo al público, lo que menos deseamos es que otros le encuentre errores. Los foros nos enseñan más que a salir del cascarón, a enfrentar el mundo, y el que verdaderamente desea participar en uno tendrá que aprender otras virtudes además de la escritura, como la humildad y la perseverancia, y muy especialmente: la diplomacia. Justamente aquí quería llegar. No es fácil decir: «Tu cuento está mal escrito» y esperar un aplauso. Sin embargo, en Prosófagos tenemos la suerte de contar con una persona que lo dice y todo el mundo la aplaude. ¿Cómo lo logra? Voy a tratar de averiguarlo para ustedes, queridos amigos. Hoy entrevistaré a Esther, la participante a la que muchos le debemos por sus atentas lecturas. Una persona

Epor Blanca Miosi

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que encuentra florituras en el texto y nos hace llegar a las nubes. Pero no se confíen. Líneas debajo del mismo texto encontrarán a la dama de hierro. Sin embargo, los que conocemos a Esther sabemos que es sensible, servicial, emotiva y sobre todo: muy buena persona. Dejo que ella misma hable un poco de sí.

Blanca. ¿Cómo fue que te animaste a participar en un foro literario? Esther. Buscaba información sobre libros en el Google... y llegué a Bibliotecas Virtuales; así supe que existía algo llamado «foros literarios». Estuve curioseando… Me registré, pasé un par de semanas en los foros de lectores, y al final encontré valor para acercarme al foro de prosa. Creo que si me animé a participar fue porque percibí, leyéndolo, un ambiente interesante en lo literario, y pese a las peleas (ah, sí, sí), cordial. El primer cuento que subí me tuvo temblando de pánico hasta que empezaron a aparecer los comentarios; pánico porque dijesen que era un desastre, que no sabía ni cómo juntar el verbo con el sustantivo. Por suerte comentaron que parecía lindo; que era algo tonto y encima no se entendía demasiado, pero estaba escrito lindo. Entonces respiré: había con qué empezar a trabajar para escribir algo mejor la siguiente vez.

Blanca. Creo que tu vida real está ligada al mundo de la educación, ¿tu activa participación en los foros tiene algo que ver con el hecho de que sientas disposición a la enseñanza? Esther. Sí, estoy ligada al mundo de la educación. Pero no creo que la participación en los foros tenga que ver con ello; es más, resisto militantemente la idea de que un foro sea un símil virtual de un aula o de un espacio académico de aprendizaje. Sí es cierto que determinadas cuestiones tienen que ver con la teoría o la práctica educativa; por ejemplo, mi también resistencia militante a la agresión despiadada como mecanismo para «enseñar a escribir» no surge de la virtualidad, surge de la experiencia adquirida en el ámbito educativo. El docente no sabe qué hay en la mente del estudiante, y el estudiante no sabe qué hay en la mente del docente: solo tienen la palabra, el símbolo, como nexo, como vehículo, y cada uno de ellos deberá decodificar los símbolos que le ofrece el otro, para luego construir en su propia mente el mensaje. ¿Existe, acaso, una diferencia significativa con respecto a lo que sucede entre el lector y el autor, mediados a través de la palabra, del símbolo escrito, en un texto literario? No. De hecho, en didáctica de las ciencias hay investigadores que estudian los textos de ciencias bajo la perspectiva de que son textos narrativos; y la utilización de diferentes estructuras narrativas impacta sobre qué concepción de ciencia que adquiere el estudiante. En algún momento de la historia nos diversificamos, nos especializamos, categorizamos: esto es biología, aquello es didáctica, lo de más allá es arte. Y tendemos a olvidar que hace veinticinco siglos Aristóteles habló de física, filosofía, poética… el todo como una unidad. La unidad la da la mente humana, claro está, que es la misma en cualquier percepción y/o elaboración del mundo exterior o del mundo interior. Llegado el momento, escribir una novela fantástica, enseñar ciencias o participar de un foro… todo, ideológicamente, forma parte de una unidad. Desde este punto de vista, entonces, no la participación en sí misma, pero sí la forma de participar guarda una estrecha relación con mi trabajo en educación.

Blanca. Lees casi todo lo que se publica en el foro, pero de ninguna ma-nera es una lectura superficial, y es tan buena que en ocasiones notas matices que ni el autor tenía previstos. ¿Podrías decirnos cuál es el método que usas?

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Esther. Jajajaja… ¡Qué vergüenza! No, no puedo decirlo, no lo sé. Es empírico. Costumbres adquiridas al leer mucho. Leer mucha literatura, de «la de verdad», leer libros académicos con fuerte carga de abstracción teórica. Leer exámenes intentado interpretarlos posiblemente ayude mucho. Una parte importante, justamente, es no leer en forma superficial. Eso no es leer, no hay forma de disfrutar de la lectura si se lee a las apuradas. Pero mis lecturas no son nada del otro mundo; vos sabés, Blanca, que muchas veces las lecturas tuyas o de otros compañeros son sustancialmente mejores que las mías, y que también los demás encuentran matices en mis cuentos de los cuales no me había «noticiado». Todos tenemos una forma particular de leer, y en el conjunto, todas son útiles e interesantes. Solo el constatar cuántas lecturas diferentes se pueden extraer de un mismo texto es importante para su autor; en definitiva, es también lo que sucedería a «campo abierto», si publica su obra.

Blanca. Algunas veces tus comentarios exceden las tres páginas, pues no sólo diseccionas el texto, sino que haces una lista de los errores gramaticales, sintácticos, ortográficos y en algunos casos de construcción de las ideas, ¿cuánto tiempo te toma hacerlo? Esther. Bastante, sí. Sus buenos ratos. Aunque la práctica hace que el tiem-po invertido sea menor que el que puede parecer.

Blanca. ¿Qué es lo que te motiva? Esther. Ah. Buena pregunta. Hay cuestiones netamente individualistas: me aburriría enseguida si me limitara a leer superficialmente; como decía, así no se disfruta de la lectura. O a opinar: «qué lindo, qué feo». No sirvo para eso. Y otras razones más generales. Los foros literarios forman parte de un entramado, cuya extensión y consistencia aún no se alcanza a determinar, pero que existe como una red dentro de la Red. Los hay de naturaleza diferente, y en ese sentido entiendo que no hay foros mejores o peores; en todo caso, hay foros en los que uno encuentra lo que busca y otros en los que no, pero en estos últimos, otros sí encuentran lo que buscan. Estoy en Prosófagos y no en otros, y eso es porque adhiero a los motivos que llevaron a fundarlo: ayudarnos entre todos a mejorar la escritura. Detenerme a comentar exhaustivamente es mi forma personal de expresar ese convencimiento; no es la única posible, por supuesto. Soy consciente, empero, de las limitaciones, y no hablo solo de las mías como lector; también de las que tiene el espacio como espacio de mejoramiento escritoril. Uno aporta al citar un fragmento de la RAE en un comentario; pero eso es circunstancial. Lo importante es otra cosa: darse cuenta de que no hay que esperar a que el otro te cite un fragmento de la RAE; hay que reconocer la existencia de gramáticas y usarlas por cuenta propia y continuamente. Uno aporta al sugerir eliminar el último párrafo para lograr un mejor final. Pero eso es circunstancial. Lo importante es otra cosa: darse cuenta de que no hay que esperar que el otro lo sugiera; hay que pensar por qué dijo eso, esa vez, y cómo uno no se dio cuenta cuando escribía o revisaba, y qué hace que el otro tenga razón o no tenga razón, y recorrer cuentos de buenos autores preguntándose, ¿y cómo construye sus finales? Los aportes en un comentario crítico tienen una validez limitada. Al final, lo que queda es lo mismo que en otras áreas: reconocer que el aprendizaje es, siempre, una cuestión íntima, de puertas adentro, que descansa en la voluntad propia y en el trabajo personal. Pero el caso es que los foros funcionan. Solo una fracción de las personas que participan llegarán a ser escritores que publican, y serán escasísimos aquellos que lleguen a ser grandes escritores; y no lo serán simplemente por participar de un foro literario virtual. Mas, para todos, los foros funcionan, por lo menos en algún momento: para aprender a escribir y a leer, para reconocer que no se está

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solo en esta cosa loca de escribir, para contactarse con otros, para abrir la mente y expandir el horizonte en la teoría o en la práctica literaria. Y esto es lo que verdaderamente hace que el esfuerzo valga la pena.

Blanca. Tienes la virtud de que nadie se sienta agraviado, aun cuando la lista de errores que señalas sea más larga que el propio cuento, ¿cómo lo logras? Esther. Y aquí llegamos a uno de los fantasmas, de los mitos forales más difundidos, jejejeje. Creo que lo primero a tener en cuenta es que no todos los que participan escribiendo en los foros literarios lo hacen por el mismo motivo. Están los que quieren escribir literatura, y eso implica aceptar que la única forma de escribir literatura —aunque sea por hobby— es hacerlo de la mejor forma posible. Esforzarse al máximo para intentar llegar al techo de lo mejor posible. Esther nunca llegará al techo de Ítalo Calvino, pero en algún lugar hay una Esther que escribe mil veces mejor que la actual, y si quiero decir «escribo literatura», aunque sea por hobby nomás, debo tratar de llegar a ella. Si existe ese convencimiento, y a despecho de ciertos mitos que circulan por la red, los autores aceptan con agrado las observaciones. Si no existe, no podemos hablar de que se pretenda escribir literatura. El caso es que muchos foreros lo que desean es otra cosa; desean contar historias, compartir con otras personas sus propias vivencias o las que surgen de su imaginación. En esta perspectiva, tan válida como la anterior, las observaciones sí pueden molestar… porque es algo que el autor no aprecia ni quiere, ya que no está en sus objetivos el aprender a escribir lo mejor posible. El problema es que ambos tipos de foreros escritores suelen convivir en los foros, y eso lleva a situaciones incómodas. Y el otro problema es: ¿cuál es el objetivo del lector que critica negativamente? Y aquí se abren muchas posibilidades, y algunas de ellas conducen a que el autor posiblemente se sienta agraviado. En mi experiencia personal existen algunas consideraciones que son básicas. Una de ellas: leer de verdad, y no lanzarse a hacer críticas negativas con lecturas superficiales; es el mínimo respeto que se le debe al autor. Otra, aceptar que el texto es del otro, no de uno, así que no hay por qué enojarse porque el otro no escribe como uno quiere: lo que importa es que uno escriba como uno quiere; el otro escribirá como él quiere. Comprender que no existe valoración humana que sea objetiva: eso es una falacia; quien se considera a sí mismo objetivo es un subjetivo que no sabe que lo es, y entonces no puede controlar adecuadamente su propia subjetividad. También, pensar que más allá de las cuestiones estrictamente formales se ingresa en cuestiones de estilo, siempre discutibles, siempre dependientes de un sinnúmero de factores; vale hacer sugerencias, pero no mucho más que eso. Reconocer que uno no es un profesor enseñando al alumno que no sabe. Eso, lo hace el director de un taller literario o el docente a cargo de un curso académico. Un foro es un espacio abierto, una comunidad horizontal; al fin y al cabo Borges no participa de los foros literarios y no solamente porque está muerto. Así que mejor bajarse del caballo y ser humilde tanto como escritor o lector. Hoy por hoy en Prosófagos está tan enraizada la costumbre de hacer lecturas críticas que todos (o casi todos) las dan por sentadas y además, son esperadas. Muchos ya nos conocemos… entonces es fácil. Basta con: «Oye, ese final no funciona bien. ¿Por qué no le metés tijeras?». O bien: «Se te escapó dos “iban” uno al lado del otro, y si es deliberada la repetición, compañero, te diré que hace bastante ruido al leer». Y ya, listo. A veces tengo la sensación de que si un autor no recibe aunque sea una arruga a planchar, se siente decepcionado, se impacienta, siente que está perdiendo el tiempo. Digamos, creo —de verdad, visceralmente y sin metáforas— en el manifiesto prosofágico:

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1) Estamos para el mejoramiento de la creación literaria: cada usuario participa para aprender de la crítica ajena y la propia, a los otros y a sí mismo. No publicamos para inflar el ego, sino esperando que nos enseñen dónde equivocamos y dónde, por casualidad, acertamos.

Ese convencimiento, creo, el autor lo siente, lo percibe. El autor percibe si quien le hace una observación lo hace con la intención de darle una mano en su escritura, o lo hace para demostrar cuán perfecto es él, qué fantásticos son sus conocimientos, o qué horrible le pareció lo que leyó. Como percibe si un halago es sincero, o es mera adulación o una forma de «sacarse de encima la tarea de comentar lo más rápido posible y sin arriesgarse».

Blanca. Tengo la impresión de que sabes que en el foro todos esperan que leas sus cuentos, ¿esto te crea alguna presión? ¿Sientes que le estás fallando a alguien cuando no lo haces? Esther. Sí que crea presión. No es responsabilidad de los demás, claro, sino de mí misma. No debiera. Pero… Todos tenemos nuestras tonterías. ¡En fin! Muchas veces envío un mensaje: «No he podido pasar, aguantame un par de días más». Generalmente me responden: «¡Pero mujer, no te hagas problemas, qué cosas tienes!». Y me siento más tonta todavía, jejejeje.

Blanca. ¿Qué sucede cuando te topas con un cuento que es un verdadero «tostón»? Esther. Si no logro encontrar algo positivo que decir, prefiero no comentar. Pero es raro encontrarse en esa situación. Por lo menos en Prosófagos es raro. En Bibliotecas Virtuales era más común, iba y venía muchísima gente que, creo, pasaba por los foros de lectores, tropezaba, y se caía por puro azar en Prosa. No, no creo, era así. ¿Te acordás? Yo recuerdo que incluso llegaban solicitando les hicierámos resúmenes de un libro para la escuela, cosas así. En fin, siempre tengo presente que en un principio, yo, no sabía escribir más que con cinco verbos: ser, estar, tener, haber y ver. No, siete: oir y caminar. Si me hubieran puesto violeta a críticas, me hubiese perdido de la maravilla de escribir, así, por puro goce. Y de aprender gracias a los consejos de los demás. Bueno, ahora que uno logró expandir el número de verbos a veinte, corresponde recordar que antes uno creía que eran siete, y entonces darle una mano a otros, ¿no? Y eso no se logrará si entrás en una crisis existencial ante un cuento que tenga bastantes fallos, y como resultado mordés al autor o pasás de largo. Porque, en principio (y hasta tanto se demuestre lo contrario) el autor solo se diferencia de uno en algo: en el 2009 sabe lo que uno sabía en el 2007. Ahora, si llegamos al tercer cuento y seguimos intentando adivinar si donde dice “hacia” se deseaba expresar “hacia” o “hacía”… entonces no leo más a ese autor. Es evidente que está en el foro equivocado. Vuelvo al manifiesto prosofágico:

6) Descuide: si es usted idiota, se lo diremos amablemente. Si quiere, hasta le ayudamos a mejorar. Pero nos revienta que se conforme con serlo. Porque nuestra idiotez no nos conforma es que estamos aquí.

No me conforma mi propia idiotez, así que… ¿por qué habría de conformarme la ajena?

Blanca. ¿Y cuando alguien te refuta lo que dices? Esther. Jajajaja... ¡Depende! Si da para continuar con el tema, sigo, me divierte, nos divertimos; a veces se llega a discusiones literarias sumamente interesantes, o terminamos divagando sobre las estrellas y las flores de colores. Y si no es así, pues… nada. Nunca olvido que el texto es del autor, no mío. Tiene

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siempre la última palabra, ¿no? Estamos en un foro, no en una Editorial… Así que si le parece bien dejar esos adjetivos, pues le parece bien y ya, no hay más que decir. Al fin y al cabo, la Literatura es ancha y profunda, y en ella caben estilos muy distintos. Uno aporta lo que le parece mejor y eso es todo.

Blanca. ¿Cómo ha influido en ti la lectura de los cuentos del foro en tu evolución como escritora? Esther. Muchísimo. Aprendí… aprendí un montón. Rescato, y adhiero totalmente a los dichos de Laren (Teo Palacios), en el artículo suyo del 3º número de Prosofagia: «Y ese “algo más” consiste, curiosamente y según mi experiencia, en ser él mismo quien ayude a otros. Porque, para ser mejor, hay que ser consciente de los fallos de uno mismo. Y la única manera de encontrarlos es verlos antes en otros. ¿Nunca has oído aquello de “ver la paja en el ojo ajeno”? Pues hay que encontrar esa paja en otros para luego poder buscarla, como si miráramos a través de un espejo, en nuestros propios escritos. Así agudiza uno la vista y el ingenio y crece gracias a los comentarios y rebatimientos del otro autor». La práctica de la lectura minuciosa de los cuentos de los compañeros me ayudó y me ayuda a encontrar no solo mis propias fallos; también a encontrar recursos estilísticos, ideas, formas de expresión, de construcción sintáctica, de estructura, personajes, narrador… lo que quieras. Y también me ayudó a aprender a leer de otra forma a los «grandes». ¡Importantísimo! Eso solo es suficiente para afirmar que uno realmente se ha beneficiado y se beneficia leyendo textos ajenos.

Blanca. ¿Sabes reconocer el talento? Esther. No lo sé. Cuando el talento llega ya con oficio hecho, es fácil reconocerlo. Cuando no es así, en fin, no creo poder afirmar que sé o que no sé reconocerlo, en cualquier situación y lugar. Por ejemplo, cuando llegué a Bibliotecas Virtuales, vos, Elisabet, Forke, Sierra, Ñam, ya manejaban bastante del oficio. Era fácil, entonces. Sin embargo, casi nadie leía a Naerum, y a mí me parecía que había algo realmente bueno en sus textos; y ya ves, pasaron apenas dos años y hoy es uno de los mejores escritores que han participado de Prosófagos. En cambio, con Pepsi me sucedió al revés; tardé varios cuentos en darme cuenta de lo que otros percibieron en el primero: que estábamos delante de alguien con un manejo espléndido del lenguaje y que lo utiliza para re-inventar la literatura, de un modo original y sin pedir permiso.

Blanca. ¿No se te ha cruzado en algún momento la idea de dedicarte a corregir de manera profesional? Esther. Sí, algunas veces me han hablado de esto. Pero es una tarea que exige dedicarse en serio. Hay que saber bastante más de lo que sé. Más que entender de correción profesional, poseo una suerte de detector de ruidos en la cabeza, una chicharra que suena cuando, al leer, detecta una anomalía, sea un verbo faltante o una rodilla deformando la esfera; luego intento analizar ese ruido. No es lo mismo que saber. Nada de lo que me falta no se puede aprender leyendo, estudiando y pensando, pero exige un tiempo que valdría la pena dedicarle solo si uno realmente estuviese seguro de apostar —laboralmente

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hablando— a futuro. Y no es mi caso. Digo laboralmente, porque en términos de literatura, me interesa más emplear ese tiempo en otras lecturas.

Blanca. ¿Cómo haces para que te rinda el tiempo? Entre tu trabajo, el foro, la revista Prosofagia, la edición final de las entrevistas... Esther. Mmm… ¿dormir poco? Eso. Algunos sacrificios. Fijate: ¡estuve seis meses sin aparecer en mi propio blog!

Blanca. ¿Alguna vez has sentido que tu trabajo no es reconocido? Esther. Más de una vez. No espero recibir aplausos; uno hace lo que hace porque así lo decidió; los otros no son responsables de esa decisión. Pero a veces me impaciento. Me refiero a otras cosas. A las que tienen que ver con una red social que subsiste por el conjunto, no por algunas personas. Si lo único que hacés es tomar, tomar, tomar, y nunca tenés tiempo o interés en dar algo… los hilos que sostienen esa red (y que son frágiles) se resienten. Es una clase de no-reconocimiento de orden social, de comunidad, de grupo: esperar que los demás construyan para disfrutar de los beneficios sin responsabilidad alguna. También en lo personal; existe una falta de reconocimiento que se traduce en la exigencia sin límites hacia el otro. Más de una vez he sentido que otras personas exigen que sea una suerte de robotito, siempre lista para hacer algo que los beneficie y siempre dispuesta a aceptarles cualquier exabrupto, plegarme a todo planteamiento ajeno, siempre obligada a pensar como piensan y poseyendo sus objetivos como propios. Si por ventura encuentran que tengo ideas propias y que no deseo resignarlas para adoptar las suyas, o que en verdad nadie me paga un sueldo para brindar un servicio, o que, como cualquier hijo de vecino me canso, tengo problemas personales, me deprimo, me enojo, se ofenden, incluso hasta con furia. Estas cosas son un no-reconocimiento que sí me molesta, porque tiene que ver con un posicionamiento humano, del tipo de «los derechos que exijo para mí no se los concedo a los demás». Mas… es también cierto que en todos lados pasa lo mismo, en los lados virtuales y en los lados reales. Vienen con el paquete: hay que asumirlo. Pero la mayoría de las personas no participan de estos no-reconocimientos. Hay mucha buena gente en los foros literarios. Mucha.

Blanca. ¿Has pensado en escribir? Me refiero a una novela, por ejemplo. Eshter. No, novelas no. Siento un enorme respeto por el escribir durante largo tiempo sobre un mismo mundo. Creo que necesitaría una calma que no poseo, un alejamiento de la realidad que me resulta imposible alcanzar. Sin contar con necesitar mayor calidad escritoril; hay cuestiones que todavía no manejo; y si no las manejo en un cuento breve, no puedo esperar manejarlas en una novela. Hay, también, mucho que me falta comprender sobre aspectos más teóricos. Sí he pensado en cuentos extensos, realmente extensos. Siempre he escrito con las tijeras al alcance de la mano; va siendo hora que las deje un poco de lado, a ver qué sale.

Blanca. Por último: ¿cómo te definirías? Esther. Jajajaja… Una persona común y corriente, Blanca. Que tiene un profundo amor por la literatura. Que lo comparte con otros amores de su vida. Nada especial, vamos, nada especial.

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Blanca. Muchas gracias, Esther por tus acertadas respuestas, ¿te gustaría decir algunas palabras? Estoy segura de que muchos estarán ansiosos por conocerte un poco más. Esther. Mmm… ¿Te parece? ¡Creo que ya he hablado para cubrir por lo menos varias entrevistas! El caso es que nada de lo que pueda hacer de positivo en un foro es una marca registrada mía: todo lo he aprendido de otros. Puedo aparecer como referente por una cierta permanencia, una cierta participación mayor, pero nada más que por eso. Ni siquiera Prosófagos ha sido idea mía: fue idea y fue construcción de Forke y de Sierra; y también les debo a ellos buena parte de lo que he aprendido sobre escribir y sobre comprender literatura. Parte de las ideas que he volcado en esta entrevista tampoco son originales mías: hay mucho de Elisabet en ellas, persona de una calidad humana como pocas veces se encuentra en la vida virtual o en la real, y que también me ha enseñado mucho sobre literatura. ¿Es posible, Blanca, que hoy podamos, vos y yo, delimitar hasta dónde cada una ha aprendido de la otra y hasta dónde no, en el oficio de escribir y en el oficio de ser? No lo creo. Y esa permanencia mía tampoco es marca registrada; hubiera abandonado la virtualidad más de una vez, si no contara con amigos que —al revés de los que exigen sin límites— han estado para darme apoyo cuando era necesario y para regañarme cuando se debía. El entramado, Blanca, siempre se trata del entramado… es lo que importa, y está constituido por muchas personas; una sola no hace, no produce, no existe sin las otras.

http://www.necesidadyazar.com.ar

Imágenes de La dama de Shanghai - 1947. Dirigida por Orson Welles y protagonizada por Rita Hayworth

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Esta entrevista se puede leer en el blog de Blanca Miosi:

http://blancamiosiysumundo.blogspot.com