Estudios Clínicos Cap. 9 (R. Rodulfo)

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Estudios Clínicos. Del Significante al pictograma a través de la práctica psicoanalítica. R. Rodulfo (1992) Desde el Jugar hacia el Trabajar. Un aporte a la concepción de la adolescencia como estructura

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Estudios Clínicos. Del Significante al pictograma a través de la práctica psicoanalítica. R. Rodulfo (1992)

Desde el Jugar hacia el Trabajar. Un aporte a la concepción de la adolescencia como

estructura

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• Reflexión sobre operaciones o “trabajos” simbólicos que deben cumplirse en el tiempo de la adolescencia.

La problemática del trabajar como modo decisivo de la inclusión en el mundo adulto.

• El movimiento que lo condujo a sus teorizaciones sobre el jugar, también lo llevó a investigar las transformaciones del jugar a partir de la pubertad y cuáles serían sus funciones esenciales. Pensando distintos momentos claves de la niñez y la adolescencia en términos de tareas simbólicas fundamentales.

H°: “una de esas tareas fundamentales (…) es la metamorfosis de lo esencial del jugar infantil en trabajar adulto”. Asumiendo al adolescente como “operador en el cual y por medio del cual se efectiviza esta compleja mutación” (p. 143)

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• Complementa su hipótesis planteando que si la tarea de la transformación del jugar en el trabajar adulto, no se realiza o queda gravemente fallida al final de la adolescencia, se afecta de un modo fundamental todo lo que sea del orden del trabajo en el adulto joven. Ello no implica necesariamente un fracaso desde el punto de vista social.

• “¿Qué es lo que puede ser la clave de esta mutación tan importante, donde jugar implica trabajar?”

Que el deseo migre de un campo al otro e invista subterráneamente el trabajo tal como lo venía haciendo con el juego. Desde este punto de vista, dicha mutación no puede medirse sólo con parámetros de tipo social; la adaptación social sería un resultado no buscado más que la meta central. La presencia del desear llevaría a la realización subjetiva en el trabajar, a esa “inversión libidinal cumplida”. Características que comienzan a observarse al final de la adolescencia.

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• La consolidación exitosa del cambio del jugar en trabajar, dependerá del grado de inserción del desear en las actividades adultas que realice.

• En su teorización, se pregunta por los destinos ante el fracaso o la transformación fallida que ligue el jugar en trabajar ya que “la mutación ‘total’ del jugar en trabajar es asintótica, punto de fuga utópico”. (p.145) Resalta la idea de ligazón, por ser central en su teoría: “esa cierta sustitución que la segunda praxis hace de la primera no es verdaderamente lograda si no queda un cierto lazo por el cual la ‘regresión’ –aquí en el sentido menos patológico imaginable del término- o la reversibilidad permanecen al modo de resto”. (p. 145)

• Propone cuatro destinos:

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1. Seudoadaptación: Destino frecuente que traduce una escisión altamente estabilizada, y por tanto muy patológica, entre jugar y trabajar; el jugar subsiste como virtualidad, mientras que el trabajar está orientado exclusivamente a adaptar al sujeto a los deseos predominantes en el campo social. A veces este proceso viene ininterrumpidamente operando desde la infancia. Es eminentemente pasiva, alienante y desprovista de todo auténtico placer libidinal para quien la padece, puede proseguir indefinidamente, muchas veces con costos adicionales de tipo psicosomático o depresiones larvadas.

2. Consolidación parcialmente exitosa, con inhibiciones y/o síntomas neuróticos: También muy frecuente, se caracteriza por un cierto monto de represión que grava la creación de vínculos de pasaje ente jugar y trabajar; por ello, es de pronóstico más favorable.

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Por ejemplo: fracaso neurótico en exámenes, inhibiciones más o menos severas en el estudio, repetitivas pérdidas de interés en tareas que en su momento le atrajeron, etc.

3. Moratoria psicosocial indefinida en sus plazos: a) como a la espera de que el medio proporcione oportunidades de rectificación que el originario no provee; b) como síntoma de un estancamiento neurótico, parapeto al deseo y a la necesidad de crecimiento (ante el riesgo que implica asumir el deseo propio, operan mecanismos de defensa). Por ejemplo: sueños diurnos como única actividad subjetiva (dar la espalda a la realidad), prooblemáticas fóbicas…

4. Francas desestructuraciones: Variadas formas de psicopatía y respuestas de tipo psicótico. Señala que sería equivocado establecer una correlación directa con el grado de compromiso psicopatológico ya que muchas veces en ellas se observan posibilidades de circulación de algo lúdico

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hacia el mundo del trabajo, a modo de reserva de salud que incidiría en las posibilidades de recuperación del paciente. En otros casos aparentemente más “benignos” observa cierta viscosidad que no deja fluir el deseo de jugar hacia el trabajar, limitando las posibilidades terapéuticas cuando se propone trabajar más allá del síntoma.

• Llegado este punto, el autor insiste en una “caracterización de la adolescencia como un inmenso campo transicional de ensayo, un verdadero laboratorio de experiencias, juegos a ser ‘como si…’, tanteos, vacilaciones, respuestas cuya intensidad ‘patológica’ no debe ocultarnos su transitoriedad, identificaciones alternadamente alienantes y lúdicas, etc.” (p. 147) Resalta en ello, la extrema fragilidad del proceso adolescente, que no es autónomo, dada su fundamental dependencia de ciertas condiciones de funcionamiento del medio.

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• Acá considera la exposición a un tipo de estimulación (al consumo, al deseo, al fantasear, etc.) que choca con una escasez radical de ocasiones, no sólo en el ‘mercado del trabajo’ sino en tanto ocasiones de jugar con la futura identidad. Escasez que retroactúa sobre la estimulación original convirtiéndola en una sobre-estimulación frustrante que excede las posibilidades de simbolizarla, pudiendo desencadenar respuestas de tipo antisocial o neurótico grave. (p. 148)

• Algunos factores y mecanismos que tienen un papel determinante en el paso cualitativo que media entre el juego y el trabajo:

1) Oposición entre Yo Ideal y el Ideal del Yo: el primero funciona como un ya-ahí, un monumento presente cuya perfección a la vez fascina y aplasta al sujeto y que lo opone al Ideal del Yo, dimensión asintótica, que implica necesariamente el futuro, el quizás llegar a ser, modelo al cual el sujeto intenta adecuarse.

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• La inercia de la adhesión al Yo Ideal, cuya misma idealización impide todo ensayo posible, toda puesta en marcha de un proceso; malogra la función más global de la adolescencia (p. ej, ideal familiar que le preexiste, no necesariamente propio del sujeto). Ello imposibilita todo movimiento, todo devenir, volviendo muy difícil que la dimensión del trabajo pueda constituirse, como tal intrínsecamente ligada a un ideal por venir.

“… el Ideal del Yo es lo que resulta del Yo Ideal ‘pasado’ por el campo del juego” (p. 149)

2) Correlación positiva entre la posibilidad de pasaje de la posición hijo a la posición padre, y la posibilidad de pasaje del jugar al trabajar: división entre el trabajo que queda del lado de un padre nunca destituido de su lugar por el sujeto y del juego que queda del lado del por siempre hijo. (p. 149)

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• Alude acá a un “punto de estructura” (…) “Todo niño debe apoyarse, en su crecimiento incesante, en lo que haya de cierto proyecto anticipatorio familiar referido a él, proyecto en el que se producirá el encuentro con los ideales de esa familia” (p. 149)

• Para el autor, la adolescencia se revela como un período crítico donde, por primera vez, se ponen en evidencia ciertas fallas o agujeros en ese proyecto anticipatorio. Como efecto inmediato, el adolescente se encuentra con que ya no tiene materiales que extraer del archivo familiar. La problemática del trabajo se manifiesta en cierta forclusión: el sujeto choca con una particular impotencia (que originariamente no es suya, sino del discurso familiar) para dar significado al trabajar que no ha sido realmente simbolizado por sus ancestros. La falla mencionada es “como un agujero” en el Ideal del Yo. (p. 150)

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• “Si el Ideal del Yo carece de la categoría del trabajar y de cierta imago anticipatoria del sujeto como adulto trabajando, el crecimiento del adolescente acusa esa carencia como de la falta de un motor para seguir avanzando.” (p. 150)

• De igual forma que el proceso antes mencionado, aunque de diferente composición, encontramos la desublimación que se produce a medida que la articulación del jugar con el trabajar se revela como un problema que no se puede resolver y empieza a afectar otras áreas de la existencia del adolescente dañando, incluso, aquellas que hasta ese momento habían funcionado creativamente.

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• ¿Cuáles y de qué tipo son las alteraciones que debe experimentar el jugar para transformarse en capacidad de trabajar?:

Su hipótesis no se debe entender como identidad.

La conversión en trabajo del “todo puede servir” (noción de bricolage en Lévi-Strauss) como principio supremo del jugar infantil, característico del proceso primario; implica una serie de redimensionamientos dirigidos al proceso secundario “donde ese todo se muta en algo”.

Junto con ello, se debe pasar de un código privado a uno consensual.

Esto involucra también, el salto de lo familiar a lo extra-familiar.

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• “Si el jugar culmina en la construcción subjetiva de modelos reducidos que ayudan entre otras cosas a hacer más soportable el peso de la realidad una vez que se ha introducido en esos espacios transicionales, el trabajar a su turno va a implicar otro tipo de retorno en principio, al menos, más transformador de aquélla. Siempre que, rebote paradójico, ese trabajar conserve el núcleo desiderativo (que expresa deseo) esencial del jugar, sin lo cual la acción potencialmente transformadora se aplanará en rutina.” (p. 151)