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1 Félix Alberto Pertile
ESTUDIOS DE DERECHO
ADMINISTRATIVO
2 Estudios de Derecho Administrativo
FELIX ALBERTO PERTILE DOCTOR EN DERECHO POR LA U.C.C.
JUEZ DE CAMARA DE LA PCIA. DE CORDOBA EX PROFESOR DE DERECHO ADMINISTRATIVO DE LA U.C.C.
Estudios de Derecho Administrativo
Córdoba
1998
3 Félix Alberto Pertile
A mis padres:
Luis Félix Pertile
María Angélica Ortiz
A mi hijo:
Damián Alberto
4 Estudios de Derecho Administrativo
REFLEXION PRELIMINAR
El modelo occidental de Estado de Derecho constituye la concreta realidad de
un régimen jurídico político, donde el derecho es anterior a la actuación de la
administración pública, con la finalidad de preservar al administrado de las
extralimitaciones del poder.
La preocupación por el tema se inscribe en el orden de valores fundamentales
para la vida del hombre y está en consonancia con las virtudes de prudencia y justicia
y con el respeto por la libertad y el bien común.
La vida, en justicia y libertad, sólo es posible si además de la conciencia que
despiertan tales bienes, encuentra respaldo en los cuerpos normativos fundamentales
que garanticen tales exigencias. De este modo cumple el derecho en el régimen
republicano y democrático su finalidad esencial, exigiéndose asimismo, a través de
sus propias instituciones, las correcciones necesarias para sujetar la autoridad estatal
a un justo y razonable ejercicio del poder.
Partimos de la premisa que el ejercicio de la función administrativa por
cualquier órgano o departamento del poder, está en el Estado de derecho subordinado
a la ley y la jurisdicción. Analizando el argumento contenido en dicha premisa
advertimos que el juicio allí manifestado inviste calidad de principio rector para el
desenvolvimiento de la acción administrativa. No admitir tal evidencia significaría que
la propia razón de ser de la ley podría quedar desconocida y aniquilada sin remedio y
que el “Estado de derecho”, en cuanto tal, consumaría su propia destrucción.
El principio por el cual el “poder estatal se ejerce por órganos diferenciados”
para obtener la inexistencia del absolutismo, es la consecuencia de la aplicación del
concepto de “división de los poderes” que en realidad da lugar a una “separación de
funciones” vinculadas a una separación de órganos.
Al órgano judicial le compete juzgar todo lo concerniente a la actividad
administrativa.
Es nuestra intención que los diversos ensayos de este libro presenten aspectos
acerca del sometimiento de la Administración a la Jurisdicción, en cuanto ésta es la
revisora de la legitimidad de la conducta de aquélla. Fueron escritos en la década del
80, pero entendemos que la universalidad de sus temas les sigue otorgando vigencia.
En todos los ensayos se han formulado proposiciones sistemáticas, convincentes
por ser demostrables y practicables por su vitalidad, tratando de hacer una
contribución a la disciplina jurídica y un aporte al bien común.
En ese afán, consustancial a la labor doctrinaria, cultivamos el arte de la
definición, sujetándonos al clásico procedimiento de demostración por argumento y
prueba, sin omitir la confrontación de tesis opuestas como requisito ineludible del
análisis crítico.
5 Félix Alberto Pertile
Si en los diversos trabajos de esta presentación se llegase a apreciar
originalidad, ésta deberá ser entendida no como sinónimo de novedad, sino como el
regreso a las fuentes, a la esencia de lo teórico. No es precisamente “la moda” -esa
dictadura de lo efímero que se ejerce sobre los desertores de lo eterno, según la
expresión de Gustave Thibon-, lo que inspira nuestro denuedo, sino la búsqueda de la
verdad.
El pensamiento jurídico moderno del cual hicimos uso instrumental por el
perfeccionamiento de sus técnicas, para nada empañó la apreciación de la esencia del
derecho. El respaldo ontológico siempre estuvo presente, enseñándonos a distinguir, lo
cual lleva consigo jerarquizar y ordenar, a la vez que conocer las cosas por sus causas.
El autor
6 Estudios de Derecho Administrativo
I Los principios de legalidad y juridicidad en la
administración del Estado de Derecho
Sumario:
Nociones previas. El Estado de Derecho.
Caracterización. Los principios de legalidad y
juridicidad que rigen la actividad administrativa
en el Estado de Derecho. a. El principio de
juridicidad. b. El principio de legalidad.
Concepto y límites del instituto. III. Naturaleza.
IV. Presupuestos. V. Competencia funcional
7 Félix Alberto Pertile
NOCIONES PREVIAS
Las bases sobre las que descansa la organización del Estado de derecho, son
las siguientes1:
1) El Estado es un ente jurídico con personalidad pública, única e indivisible.
2) La soberanía se atribuye al pueblo, pero este gobierna por medio de sus
representantes.
3) La ley como expresión de la soberanía esta supra ordenando a los que mandan
y obedecen.
4) Ella se ordena al bien común y en esto se refleja su justicia.
5) La libertad y la igualdad son categorías que identifican al Estado regido por el
derecho.
6) La esencia del Estado es el Poder, que consiste en el atributo de dictar leyes y
de obligar a su acatamiento.
7) El fin moral del Estado es el Bien Común.
8) El control del ejercicio del Poder es exigencia del Bien Común.
Partimos del concepto de que el hombre es el centro de las instituciones
humanas. Sin él, ninguna puede existir ni concebirse. De este modo, el Estado tiene
lugar de medio en esa realización, no perdiendo tal ubicación ni siquiera en
actividades en las cuales tiene preeminencia.
El hombre, para alcanzar su desarrollo material y espiritual, necesita entre
otras cosas de la sociedad, la cual por intermedio del Estado habrá de proveer, en
distintas materias, lo pertinente a tal fin.
La sustancia del Estado es el Poder. Sin esta fuerza no podría asegurarse su
existencia; pero como el Poder le ha sido conferido para obtener un fin, allí radica la
condición de su ejercicio.
EL ESTADO DE DERECHO. CARACTERIZACION
La locución “Estado de Derecho” usada inicialmente por Von Mohl en 1832, fue
definida por Stahl y depurada por Gneist, conformando así la doctrina germana que
elaboró el concepto “Estado de Derecho”, con el fin de resistir a la arbitrariedad de los
príncipes. Fueron continuadores de esta teoría: Gierke Jellinek, Laband y Gerber,
quienes se destacaron como sus mejores expositores.
Orlando, en 1900, sostenía que la finalidad del Estado de Derecho es la de
garantizar la libertad de los ciudadanos, preservándolos del poder y del árbitro del
Estado2.
1 Confr. Sarría. Félix, Derecho administrativo, Ediciones Assandri, Cba., 1961, ps. 9 y 10.
8 Estudios de Derecho Administrativo
El término “Estado de Derecho” tuvo su desarrollo. En un primer tiempo
significó el respeto a la ley por parte del órgano ejecutivo. Con posterioridad, los
límites que el Estado de derecho impuso, se extendieron a la ley. Esta debió
subordinarse a principios superiores; principalmente el respeto a la Constitución, que
se concreto en el control judicial de dicha constitucionalidad. De esta forma los
habitantes fueron protegidos de los excesos de los poderes públicos en dos aspectos:
por una parte la administración se sujetó a la ley y por la otra el legislador a la
Constitución. Como se puede apreciar, se trataba de que los derechos individuales no
fueran desconocidos por los poderes públicos3.
Como dijimos, la locución “Estado de derecho” sufrió su evolución. Con el
desarrollo del constitucionalismo el concepto adquirió perfiles propios,
fundamentalmente su modelo occidental. De esta forma, su significación es la de un
régimen donde el derecho es anterior a la actuación de la Administración,
subordinándose ésta a la juridicidad. En tal contexto encuéntranse garantizados los
derechos esenciales de las personas, existiendo tribunales independientes para el
juzgamiento de las contiendas.
En nuestro país la Corte Suprema de Justicia de la Nación siguiendo este
criterio expresó: “Las disposiciones constitucionales establecidas en garantía de la
vida, la libertad y la propiedad de los habitantes del país, constituyen restricciones
establecidas principalmente contra las extralimitaciones de los poderes públicos”4
Como enseña Linares5, el Estado de Derecho es aquel que aparece dotado de
Constitución formal, con proclamación o aplicación en la práctica de fueros humanos,
de distinción de poderes, de justicia independiente legalizada, de legalización del
organismo administrativo, y que sólo debe dictar leyes generales, razonables,
igualitarias e irretroactivas.
El profesor uruguayo Prat6 hace también una enumeración de los elementos
característicos del Estado de Derecho, complementaria a la de Linares.
1) La admisión del principio de separación de poderes.
2) La admisión del principio de legalidad.
3) La determinación concreta de los límites de la acción de la administración
4) La existencia de contralores efectivos de la acción administrativa y,
fundamentalmente, la existencia de un contralor jurisdiccional7
2 Orlando, V. E., Primo trattato completo di diritto amministrativo, Milano, S.E.L., 1900, Vol. I, p. 35.
3 Gordillo, Agustín A., Tratado de Derecho Administrativo, Parte General, Macchi, 1974, t. 1, cap. III, p. 21.
Además, Carré de Malberg, R., Teoría General del Estado, Fondo de Cultura, México, 1948, ps. 450 y 451. 4 Corte Suprema de Justicia de la Nación. Fallos 137:254, in re “Carmen Salazar de Campo c/ Provincia de Bs.
As. s/ interdicto de recobrar”. 5 Linares, Juan Francisco, Fundamentos de Derecho Administrativo, Astrea, Bs. As., 1975, p. 18.
6 Prat, Julio A., De la desviación de poder, Bianchi Altuna, Montevideo, 1957, p. 30.
7 Prat, como muchos otros autores nacionales y extranjeros, utiliza el término contralor como sinónimo de
control. Entendemos que es un error ya que “control” se refiere a la función y “contralor” al funcionario. Sobre el uso de los vocablos “control” y “contralor” ver Bielsa, Rafael en “Boletín de la Academia Argentina de Letras”, 1936, t. IV, p.282 y ss.. Además del mismo autor, su prólogo al libro de Horacio Heredia, Contralor administrativos sobre los entes autárquicos, Depalma, Bs. As., 1942.
9 Félix Alberto Pertile
5) La extensión, en la medida de la mayor amplitud posible, del contralor
jurisdiccional a todos los actos administrativos.
Por nuestra parte, entendemos la “Responsabilidad del Estado” como otro
elemento integrativo de la concepción “Estado de Derecho”.
En el “Estado-policía”, La Administración se encontraba incondicionada
legamente, caracterizándose porque el administrado no tenia acción judicial alguna
para resistir las disposiciones de la autoridad8. En cambio, en el Estado de Derecho, la
administración presenta el condicionamiento impuesto por la ley. El individuo puede
demandar a fin de obtener el respeto de su derecho y la administración, debe realizar
su cometido sujeta a la norma legal. La necesidad del control jurisdiccional de la
Administración fundamenta y completa la teoría del Estado de derecho9.
LOS PRINCIPIOS DE LEGALIDAD Y DE JURIDICIDAD QUE RIGEN LA ACTIVIDAD
ADMINISTRATIVA EN EL ESTADO DE DERECHO
La actividad administrativa es jurídica. Rigen en ella ciertos principios
fundamentales que veremos a continuación:
a. El principio de Juridicidad
El distinguido talento de Fiorini lo lleva a decir que la Administración es acto de
Poder; es nítida manifestación del ejercicio de atribuciones. No es jurídica sólo es
razón de ejecutar la ley; lo es porque tal finalidad la realiza en virtud de atribución
constitucional. Cuando el órgano legislativo ordena ejecutar sus leyes, la
Administración no necesita que la norma le brinde atribuciones de potestad jurídica.
Esta ya existe y se fundamenta en la Constitución del Estado. Además, no puede
expresarse que la Administración ejecuta la ley, ya que el poder jurídico que le
concede la Constitución se extiende a su realización y aplicación de modo amplio,
efectivo, eficaz, oportuno y concreto. La ejecución de una ley no se agota en el
complimiento automático y formal, por parte de la actividad administrativa de una
prescripción legislativa. Cuando el Administrador ejecuta la ley, crea las relaciones
jurídicas que aquélla le atribuye, realizándola a través de su potestad.
En la Constitución Nacional se inscriben principios fundamentales de rango
superior y por encima de las normas legislativas. En ese sentido la juridicidad
proveniente de la Constitución es un venero normativo10.
8 Mayer, Otto, Deutsches Verwaltungsrecht, t. I, Berlín, 1924, p. 41.
9 Merkl, Adolfo, Teoría general del derecho administrativo, Madrid, 1935, p. 92 y ss.; Carré de Marberg, op.
Cit., p. 450; Marienhoff, Miguel S., Tratado de derecho administrativo, t. I, ps. 65 y 66; Real, Alberto R., El Estado de derecho, Montevideo, 1957, p. 602; Grevisse, Suzanne, “Pouvoir discretionale et son controle jurisdictionnelle” en Etudes et documents du Conseil d’Etat, Nª 28, 1976, p. 287. 10
Fiorini, Bartolomé A., Manual de derecho administrativo, La Ley, Bs. As., 1968, ps. 224 y 225.
10 Estudios de Derecho Administrativo
En definitiva, como lo expresa la Procuración del Tesoro de la Nación (Dictamen
128:526), el concepto de juridicidad es más extenso que el de legalidad,
comprometiendo a la Constitución como ley suprema del Estado y a los principios
generales del derecho.
b. El principio de legalidad
El principio de legalidad obtiene recepción normativa en el art. 19 de la
Constitución Nacional cuando expresa: “Ningún habitante de la Nación será obligado a
hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”.
De la correlación de esta norma con las prescripciones de los arts. 16, 17, 18 y
28 del mismo cuerpo constitucional, emergen requisitos de igualdad, razonabilidad,
restricción interpretativa, irretroactividad de la ley, etcétera11.
El principio de la legalidad administrativa se concreta en una serie de
derivaciones o consecuentes, que algunos tratadistas denominan “bloque de la
legalidad”, cuya sistematización hace Fiorini del siguiente modo12:
Normativa jurídica: La actividad administrativa se sustenta en normas jurídicas,
cualquier que fuera su fuente constitucional, legislativa o administrativa; general,
particular o individual. La totalidad del ordenamiento jurídico rige para cada caso
administrativo. A pesar que un hecho se encuadre en una norma determinada que le
ha sido destinada, siempre es aplicable la totalidad del ordenamiento jurídico positivo.
Jerarquía normativa: Ninguna norma, o acto, emanada de un órgano inferior
dejará sin efecto lo dispuesto por otra de rango superior. Ello hace a la unidad del
sistema y al normal desenvolvimiento del orden jurídico. Asimismo, cada acto
particular estará de acuerdo con la norma general.
Igualdad jurídica: La administración no puede actuar de manera desigual,
otorgando privilegios a unos o negando arbitrariamente derechos a otros (arts. 16, 28
y 86 inc. 2ª –actual art. 99 inc. 2ª- C.N.).
Razonabilidad: Toda norma administrativa, general o particular debe ser
producto jurídico del proceso de razonabilidad, es decir, que halle su justificación en
preceptos legales, hechos, conductas y circunstancias que lo causen. La razonabilidad
del acto corresponde al debido proceso de verificación de los hechos que lo justifican y
la apreciación objetiva que debe valorarlos. Debe existir una relación lógica, adecuada
y proporcionada entre los antecedentes y el consecuente, entre el objeto y el fin.
Subordinación de los órganos superiores a las normas generales: Todo acto
particular debe estar de acuerdo a la norma general aunque ésta provenga de un
órgano de jerarquía normativa inferior. Esta regla demuestra que la línea jerárquica de
los órganos no tiene relación con la atribución para crear normas especiales.
11
Dromi, Jose Roberto, Instituciones de derecho administrativo, Astrea, Bs. As. 1973, p. 464. 12
Fiorini, Bartolome A., Manual…, op. Cit., vol. I, p. 231.
11 Félix Alberto Pertile
Control judicial: Todos los actos de la administración pueden ser controlados
jurisdiccionalmente. Su injusticiabilidad repugna al principio de juridicidad.
Estas seis derivaciones han robustecido el sustento de la legalidad, impidiendo
en la acción administrativa la primacía de la voluntad privada del funcionario estatal,
quien deberá sujetarse al marco del sistema normativo.
LA EVOLUCION DEL CONCEPTO DE LEGALIDAD
La concepción clásica del principio de legalidad sostenía que el Estado estaba
habilitado para hacer todo lo que no le estuviera prohibido.
Por el contrario, la concepción moderna de dicho principio excluye cualquier
atribución jurídica que carezca de una base normativa de sustentación, de tal suerte
que la Administración obtiene legitimidad en su actuación, cuando tiene respaldo en
una regulación previa.
Es consustancial al Estado de Derecho el principio de libertad, según el cual el
hombre puede hacer todo lo que las leyes no le prohíben y no puede ser obligado a lo
que ellas no le mandan. Eso es así porque el ser humano no está forzado a justificar
su existencia ni su acción.
La solución contraria se impone para la autoridad estatal. Los órganos
institucionales no tienen más competencia que la otorgada por las normas jurídicas.
En caso de los particulares es procedente la interpretación amplia de la
libertad. Frente a la actuación del Estado, corresponde la estricta de la competencia.
La fórmula “todo lo que no está prohibido está permitido” es de rigurosa
aplicación en el ámbito de la actividad privada, no así en el espacio propio de la
Administración, es decir, cuando esta desenvuelve su cometido en el ejercicio de
potestades públicas.
En la Republica Argentina, el texto constitucional nos corrobora lo
anteriormente expresado porque el art. 19 de nuestra Carta Magna, está ubicado en el
Capítulo Unico de la Primera Parte, vinculado a “Declaraciones, derechos y garantías”
y se refiere expresamente a los “habitantes” de la Nación.
Consiguientemente, al no ser “habitante”, el Estado no goza de garantías. Sus
autoridades ejercen atribuciones y ellas sólo pueden ser actuadas dentro del límite de
la competencia asignada.’’
12 Estudios de Derecho Administrativo
II Función y organización administrativas
Sumario:
La función administrativa. 1. Consideraciones
generales. 2. Origen y fundamento de las
funciones jurídicas del Estado. 3. La función
administrativa y los diversos criterios para
definirla. 4. Clases de función administrativa. a.
En virtud de la naturaleza de las funciones. b. En
razón de la estructura del órgano. 5. La
organización administrativa. Concepto. a. Los
tipos de estructuras organizativas. b. La
organización administrativa. Requisitos para su
existencia. c. Principios que informan la
organización administrativa.
13 Félix Alberto Pertile
LA FUNCION ADMINISTRATIVA
1. Consideraciones generales
En forma previa al estudio de la organización administrativa, trataremos el tema de
las funciones jurídicas del Estado con especial atención hacia la función administrativa,
ya que la naturaleza del temario exige la aplicación del método deductivo y, por
consiguiente, transitar de lo general a lo particular será lo adecuado a la índole de las
cuestiones propuestas.
2. Origen y fundamento de las funciones jurídicas del Estado
Deseamos comenzar el tratamiento de la cuestión recordando un comentario del
insigne profesor Bartolomé Fiorini.
El citado autor hacía historia sobre el tema refiriendo “que en el viejo Estado, el
príncipe cumplía todas las funciones: era a la vez legislador, administrador y juez.
Concentraba las actividades estatales, consiguiendo con ello que, por una parte, la
carencia de sistematización produjera resultados deficientes y, por la otra, que el
monopolio de su autoridad se tradujera en despotismo. Estos motivos, uno de índole
técnica y otro de índole política, suscitaron la concepción de la teoría de la división de
los poderes. Platón y Aristóteles enunciaron sus principios, los cuales fueron
remozados por los sucesos del siglo XVIII. Antes de Montesquieu, el filósofo inglés
Juan Locke advirtió acerca de los beneficios que significarían para los pueblos, la
división de las funciones en el gobierno de los Estados. Montesquieu atendió a esas
reflexiones observándolas en la realidad política inglesa, para luego proclamar, como
principio dogmático, la separación de los poderes a fin de evitar el despotismo en el
Estado moderno. Su aporte, como tributario de ese pensamiento, fue la prohibición al
órgano de una función de participar en la actividad correspondiente a la de las otras
dos, concediéndole competencia y organización exclusivas y propias a cada una de
ellas. Las razones de eficiencia funcional y distribución del poder, que dieron lugar al
principio de la división del poder, tuvieron una influencia decisiva en las constituciones
de la época prolongándose todavía en nuestros tiempos. La que más peso tuvo fue la
razón de orden político, mientras que la otra, sistematización de la actividad orgánica
no encontró la misma suerte. El argumento político de la teoría se exageró,
relegándose el fundamento técnico funcional y alejando así la teoría de las razones
jurídicas. Por esta exageración se pretendió que los Poderes del Estado representaran
las tres funciones, sin que ninguna de ellas tuviera relación entre sí. La influencia de la
Biología hizo considerar erróneamente a los Poderes o Funciones como
personalizaciones cuya autonomía les otorgaba vida propia e independiente. Lo cierto
es que las tres funciones son tres áreas de un mismo proceso jurídico, que a pesar de
14 Estudios de Derecho Administrativo
ser formalmente diversas, están ligadas a través del orden jurídico, correspondiéndose
por una interacción reciproca y continua”13.
Luego de esta cita corresponde hacer las siguientes precisiones: 1º) El Poder es
esencial y definitivamente uno; 2º) El Poder no es el Estado o viceversa, sino que el
Estado posee el Poder, como uno de sus atributos; 3º) En el Estado existen tres tipos
de órganos: el legislativo, el administrativo y el judicial, los cuales permiten el ejercicio
de las respectivas funciones jurídicas.
Como lo expresa Altamira Gigena: “lo esencial de la división de poderes es la
división de funciones y la triple premisa a que da lugar la teoría de la división de
poderes, no es que cada poder legisle, administre o juzgue en lo relativo a su
actividad, sino por el contrario, que el que hace las leyes no sea el encargado de
aplicarlas ni de ejecutarlas, que el que las ejecute no pueda hacerlas ni juzgar de su
aplicación; que el que las juzgue no las haga ni las ejecute. De donde se deduce que
cada función es controlada por las otras funciones”14.
Se desprende de lo expuesto que la división de los poderes se concreta en una
separación de funciones relacionadas a una separación de órganos. Siéntase así el
principio por el cual “el poder estatal se ejerce por órganos diferenciados” con el fin de
lograr la inexistencia del absolutismo.15
Los órganos del Estado, con el objeto de realizar los fines de este último,
manifiestan a través de actos jurídicos y operaciones materiales, haciéndolo en virtud
de las atribuciones que el derecho objetivo establece16. Es necesario entonces
distinguir, por una parte las funciones jurídicas y, por la otra, los cometidos estatales.
Las funciones estatales son las actividades jurídicas permanentes que el Derecho
objetivo asigna a los órganos públicos para realizar el Bien Común; siendo los
cometidos estatales las diferentes tareas que realizan las entidades públicas de
conformidad al ordenamiento jurídico vigente.
La doctrina clásica atribuye al Estado tres funciones jurídicas: la legislativa, la
administrativa, la jurisdiccional. La función legislativa se traduce en la sanción de
reglas generales impersonales, permanentes e imperativas. La administrativa, también
denominada ejecutiva, se realiza a través de decisiones concretas, capaces de dar
satisfacción a las variadas dificultades que presenta la misión estatal. La judicial,
dirigida a proteger y decir el derecho frente a su desconocimiento o falta de certeza, se
desarrolla en el cauce de un proceso legal previamente organizado17.
13
Fiorini, Bartolomé A., Teoría de la justicia administrativa, Alfa, Bs. As., 1944, p. 40 y ss.. 14
Altamira Gigena, Julio Isidro, “El control de los actos administrativos por el Poder Judicial”, La Ley, t. 143, p. 846. 15
Gordillo, Agustín, Tratado de derecho administrativo, Macchi, 1974, Cap. VII, p. 2. 16
Conf. Sayagues Laso, Enrique, Tratado de derecho administrativo, t. I, Ed. Bianchi Altuna, Montevideo, 1963, p. 10; Prat, Julio A., De la desviación de poder, Ed. Martín Bianchi Altuna, Montevideo, 1957, p. 41. 17
Altamira Gigena, Julio Isidro, Responsabilidad del Estado, Astrea, Bs. As., 1973, p. 36, con cita de Faustino J. Legón.
15 Félix Alberto Pertile
Corresponde destacar que las funciones jurídicas del Estado se nos presentan en
grados diversos, como lo sostiene Abad Hernando18 cuando expresa: “Es indiscutible
en el Estado de derecho, y de fácil comprobación en la estructura de la Constitución
Nacional, que la actividad legislativa es de primer grado frente a la ley fundamental,
siendo la administrativa y jurisdiccional de segundo grado, o sea sublegales, que
dependen de la ley”.
3. La función administrativa y los diversos criterios para definirla
Los criterios tradicionales que se han seguido para definir esta función, han sido
el órgano o subjetivo y el material u objetivo. Posteriormente surgieron el mixto y el
residual.
Villegas Basavilbaso19, Bielsa20, Marienhoff21 y Cassagne22 en nuestro país.
Sayagues Laso23, García Trevijano Fos24, Rivero25 y Zanobini26 en la doctrina
extranjera, son tributarios de la concepción material de función administrativa que se
edifica sobre la base de la naturaliza interna del acto, prescindiendo de su agente u
órgano productor.
Otro sector de la doctrina27 se suscribe al criterio orgánico o subjetivo en
cualquiera de sus dos sentidos: el funcional (Administración como la mayor parte o
toda la actividad que desarrolla el Poder Ejecutivo) y el formal (Administración como
complejo de órganos y entes jurídicos encuadrados en el Poder Ejecutivo).
Quienes adoptan el criterio residual28 definen la función por vía de exclusión, es
decir, por la negativa, expresando que es actividad administrativa la que no es
legislativa, ni jurisdiccional, ni gubernativa.
18
Abad Hernando, Jesús Luis, Autonomía conceptual de las instituciones del derecho administrativo, U.N.C., Córdoba, 1967, p. 18, nota Nº 5. 19
Villegas Basavilbaso, Benjamín, Derecho administrative, Bs. As., 1949, t. 1, ps. 71-75. 20
Bielsa Rafael, “Derecho administrativo”, La Ley, Bs. As., 1964, t. 1, p. 209, nota 64 in fine. 21
Marienhoff, Miguel S., Tratado de derecho administrativo, Bs. As., 1974, t. 1, p. 60 y 79. 22
Cassagne, Juan Carlos, El acto administrativo, Bs. As., 1974, p. 71 y ss.s 23
Sayagues Laso, Enrique, op. cit. t. 1, p. 46. 24
García Trevijano Fos, José Antonio. Tratado de derecho administrativo, Bs. As., Ed. R.D.P. Madrid, 1964, p. 50. 25
Rivero, Jean, Droit administratif, Hutieme Edition, Dalloz, París, 1977, ps. 11-13. 26
Zanobini, Guido, Curso de derecho administrativo, Ediciones Arayú, Bs. As., 1954, vol. 1, Parte General, p. 21, traducción de Héctor Masnatta y Francisco Humberto Picone. 27
Diez, Manual Maria, Manual de derecho administrativo, Plus Ultra, Bs. As., 1980, t. 1, p. 22; Garrido Falla, Fernando, Tratado de derecho administrativo, Madrid, 1966, t. 1, p. 34; Santamaría de Paredes, Vicente, Curso de derecho administrativo, Madrid, 1903, p. 34 y ss.; Waline Marcel, Droit Adminitratif, París, 1963, p. 4. 28
Fleiner, Fritz, Instituciones de derecho administrativo, Ed. Labor, Madrid, 1933. p. 7, traducción de la octava edición alemana por Sabino A. Gendini; Dromi, José Roberto, Instituciones de derecho administrativo, Astrea, Bs. As., 1973, p. 160; Linares, Juan Francisco, Fundamentos de derecho administrativo, Astrea, Bs. As., 1975, ps. 58 y 59.
16 Estudios de Derecho Administrativo
Entre nosotros, Gordillo29 adhiere al criterio mixto, concluyendo que es función
administrativa la actividad que cumplen los tres Poderes (Ejecutivo, Legislativo,
Judicial) con exclusión de la que es materialmente legislativa y judicial.
Como sostiene Cassagne30: “En realidad la tesis de Gordillo, hállase
emparentada con las tradicionales concepciones de los autores de la Escuela de Viena
que definían a la administración pública en forma negativa, es decir, como la actividad
que restaba luego de delimitar las funciones legislativa y judicial, en sentido material.
Este punto de vista que ya propugnaba Merkl aparece también en autores modernos
como Adamovich, quién ante el fracaso de una definición que englobe en un concepto
único todos los actos que materialmente son administrativos, propone una noción
negativa de administración pública, afirmando que ella es toda actividad de los órganos
estatales o de entidades públicas que, considerados en sí mismos, no son actos
legislativos ni jurisdiccionales”.
Nos pronunciamos partidarios del criterio denominado material u objetivo y
advertimos que no deben confundirse las tres funciones jurídicas del Estado con las
actividades materiales que éste ejerce para satisfacer necesidades colectivas,
económicas y sociales.
Nuestra adhesión al denominado criterio material, se debe a que éste es el
único modo de explicar razonablemente las diferentes funciones estatales a partir de la
naturaleza de cada una de ellas, alcanzando su concepto a partir de la sustancia de la
función, sin reparar en la forma ni en el autor de los actos respectivos31.
Estamos, entonces, en condiciones de definir la función administrativa como la
actividad de los órganos estatales (legislativo, ejecutivo y judicial) desplegada de
manera permanente, concreta y práctica32, que se resuelve en dinamismo, efectividad,
eficacia y realización táctica, dentro de una estructura jerárquicamente organizada,
siendo en especificidad jurídica, de orden sublegal y subjurisdiccional como conquista
del Estado sujeto definitivamente al Derecho33 .
La actividad administrativa es, indudablemente, un fenómeno complejo,
integrado por fragmentos de conducta de uno o más individuos que se lleva a cabo en
nombre del Estado, y expresado en forma de actos y hechos de los cuales es
responsable34. Fruto entrañable y expresión primigenia de la función administrativa es
acto administrativo.
4. Clases de función administrativa
La doctrina ofrece varias clasificaciones de la función administrativa, las cuales
se han formulado sobre las bases de los distintos aspectos que ofrece el panorama de
la actividad administrativa.
29
Gordillo, Agustín A., Tratado de derecho administrativo, Macchi, 1974, Cap. VII, p. 42. 30
Cassagne, Juan Carlos, El acto…, op. cit., p. 67. 31
Marienhoff, Miguel S., Tratado…, op. cit., t. I. p. 79. 32
Idem nota 31. 33
Abad Hernando, Luis, Autonomía…, op. cit., p. 21. 34
Lazzaroni, Luis J., “Esencia del acto administrativo”, revista El Derecho, t. 84, p. 265.
17 Félix Alberto Pertile
No obstante lo anteriormente expresado, corresponde sostener –como lo hace
Dromi35- que la función administrativa es una, siempre la misma.
Las clasificaciones podrán tener valor didáctico, pero no siempre traducirán un
aporte sustantivo o esencial. Así, para el referido autor la función administrativa será
activa, consultiva, o de control, según el órgano que la ejerza, sin que exista un
órgano específico para cada función, ni tampoco una función administrativa específica
para cada órgano administrativo, sino que de acuerdo con las mismas clasificaciones
propuestas cada órgano puede ejercer más de una función. Como ejemplo debe
señalarse que el órgano activo puede decidir (función administrativa activa) y controlar
(función administrativa de control).
Hechas estas aclaraciones nos detendremos en el análisis respectivo siguiendo a
Marienhoff36, quién en primer lugar afirma que las primeras clasificaciones
fundamentales son dos: en virtud de la naturaleza de la función y en razón de la
estructura del órgano.
a. En virtud de la naturaleza de las funciones
Siguiendo este esquema, la Administración se clasificará en activa y jurisdiccional;
interna y externa; consultiva; reglada y discrecional y de control.
a) Administración activa es aquélla que decide y ejecuta; es la denominada
función administrativa propiamente dicha, siendo su característica
fundamental la de ser permanente. Sus resoluciones constituyen típicos
actos administrativos.
b) Administración jurisdiccional es la que resuelve las impugnaciones deducidas
por quienes están legitimados para ello, o cuando impone una sanción
administrativa. Sin embargo, corresponde advertir que la doctrina y la
jurisprudencia hállanse divididas con relación a la existencia o no de la
jurisdicción administrativa.
c) Administración interna y externa. La primera es la actividad que
desenvuelve el órgano administrador para su propia organización,
aceptándose que se trata de una actividad no jurídica. La segunda expresa
la actividad que el órgano administrador realiza por su vinculación con
terceros.
La actividad interna tiene por objetivo el mejor funcionamiento del órgano o
ente respectivo.
La actividad externa realiza la satisfacción de los intereses públicos que la
administración custodia.
d) Administración consultiva. Se distingue por ser una actividad preparatoria o
de colaboración que surge como respaldo técnico de la manifestación activa
de la administración.
35
Dromi, Jose Roberto, Manual de derecho administrativo, Astrea, Bs. As., 1987, t. I., ps. 58 y 59. 36
Marienhoff, Miguel F., Tratado de derecho administrativo, Abeledo-Perrot, Bs. As., 1970, t. I, p. 85.
18 Estudios de Derecho Administrativo
Sus órganos pueden ser colegiados (consejos, juntas, comisiones) o pueden
ser individuales (Procurador del Tesoro de la Nación, Fiscal de Estado en las
provincias).
Los pronunciamientos que se derivan como consecuencia del ejercicio de la
actividad consultiva se concretan en los denominados dictámenes que
fundamentalmente se dividen en facultativos y obligatorios. Presutti37
sostiene que la clasificación admite una tercera categoría: los vinculantes,
es decir aquéllos que la Administración está obligada a requerir aceptando
sus conclusiones. Pero, como sostiene el mismo Marienhoff38, ningún
dictamen de órgano consultivo puede tener tal alcance porque dejaría de
tener el carácter consultivo, debiéndose regir entonces por otras reglas.
Jamás la Administración estará obligada a seguir el temperamento adoptado
por el órgano consultivo, ya que dicho órgano no ejerce funciones que
impliquen “expresión de voluntad”.
e) Administración reglada y discrecional. Cuando la Administración ejerce su
actividad en forma reglada, encuéntrase directamente vinculada a la ley, la
cual contiene prescripciones que deben ser acatadas. En el ejercicio de
actividad discrecional la Administración se desenvuelve con mayor libertad
porque su obrar no está condicionado totalmente por normas legales, sino
por la finalidad legal a cumplir.
f) Administración de control. Trátase de aquella actividad que tiene por
finalidad verificar la legalidad de los actos que se dictan como consecuencia
de su ejercicio abarcando, incluso, la oportunidad o conveniencia de tales
actos.
El control, además, comprende tanto la actividad interna como la externa de
la Administración.
Corresponde a la actividad interna de la Administración: 1) el control
jerárquico en la Administración centralizada y 2) el control administrativo o
control de tutela sobre la administración descentralizada y autárquica. A su
vez el control externo se refiere en primer lugar a los terceros, a los
administrados, no a los órganos administrativos y en segundo término
cuando en ocasión de la medida de control sufra modificación el status
jurídico de un funcionario o empleado.
No necesariamente –sostiene Gianini- la procedencia del control está
supeditada a la relación de subordinación. La actividad de control puede
existir entre entidades y órganos de categoría semejante39
b. En razón de la estructura del órgano
37
Pressutti, Errico, Istituzioni di diritto amministrativo Italiano, 3º ed., Messina, t. II., p. 60. 38
Marienhoff, Miguel S., op. cit., p. 96. 39
Gianini, M. S., Lezione di diritto amministrativo Italiano, Milano, 1950, ps. 198 y 201.
19 Félix Alberto Pertile
A partir de tal premisa la actividad administrativa se clasifica en burocrática,
colegiada y autárquica.
a) Administración burocrática.
En esta categoría las funciones se encuentran asignadas a personas físicas que
actúan individualmente. Este tipo de administración hállase totalmente opuesto a la
colegiada, caracterizándose por el principio de la jerarquía mientras que en la
colegiada, la singularidad consiste en que el principio de la mayoría condiciona la
decisión del cuerpo.
b) Administración colegiada40.
La singularidad que ofrece esta actividad estriba en que las funciones son
atribuidas a una pluralidad de personas físicas de las cuales no actúan en forma aislada
sino conjuntamente y en un pie de igualdad entre sí y en forma intermitente.
Diversas son las fases que enmarcan el funcionamiento de un órgano colegiado:
1) Creación: la existencia del órgano colegiado siempre será consecuencia de
una norma jurídica, sea ésta de rango constitucional, legal (ley en sentido
formal) o reglamentaria (ley en sentido material).
2) Designación de los integrantes: el nombramiento de quienes lo componen
puede tener su origen en el mismo acto de creación o provenir de la
decisión de un órgano distinto al que lo instituyó.
La cantidad de sus integrantes depende de la norma que creó el órgano.
La duración de sus mandatos puede ser sine die o lo que es más común,
por tiempo determinado.
El instrumento legal de creación suele prever la designación de un
presidente, encargado de conducir el funcionamiento del órgano.
El secretario del cuerpo es el fedatario de los acuerdos a que se arriben,
labor refrendataria ésta que se debe imponer bajo pena de nulidad por
revestir el carácter de forma sustancial para la validez extrínseca del acto
administrativo.
Además, el referido funcionario es el encargado de organizar las demás
tareas administrativas (notificación de las convocatorias, registro de
asistencia, comprobación del quórum, elaboración del acta, etcétera). El
40
En este punto seguimos fundamentalmente las enseñanzas de Cassagne, Juan Carlos en su obra Derecho administrativo, Coop. de Der. y Cs. Soc., Bs. As., 1977, t. I, p. 184 y ss..
20 Estudios de Derecho Administrativo
secretario no deberá ser considerado integrante del colegio a los efectos
del quórum para deliberar y decidir.
3) Convocatoria: la intermitencia de la actuación del cuerpo hace que su
funcionamiento requiera de la convocatoria, salvo que las normas jurídicas
de creación determinen los días de deliberación o que se deje constancia
en el acta respectiva, al finalizar cada reunión de la realización del nuevo
encuentro.
4) Deliberación: condición indispensable para la validez del funcionamiento
colegial es la existencia de la deliberación como instancia previa al dictado
del respectivo acto administrativo.
La constitución y la deliberación exigen un mínimo número legal de
componentes, como condiciones de su válida existencia. tal requerimiento
advierte de la diferencia entre quórum estructural y quórum funcional.
Si las disposiciones que regulan el caso nada expresaran al respecto,
deberá estarse a la mayoría absoluta de los integrantes del cuerpo.
5) Decisión: la resolución adoptada, previa deliberación, es un acto jurídico,
acto administrativo simple porque constituye una sola voluntad que se
forma por intermedio de las personas físicas que lo integran.
Al término de la deliberación se labra el acta respectiva con las
alternativas de la sesión y las resoluciones adoptadas. Dicha acta será
firmada por todos los presentes como requerimiento ineludible de
existencia jurídica. Como expresa Cassagne41, la forma sola del secretario
no satisface el recaudo de las firmas de los integrantes del cuerpo.
Se trataría de un proyecto de decisión no susceptible de ratificación por
tratarse de un acto jurídicamente inexistente42.
c) Administración autárquica.
Se trata de aquella actividad que desenvuelve el Estado por intermedio de uno o
varios órganos dotados de personalidad jurídica.
Es una administración indirecta del Estado, que como técnica de organización
consiste en dotar de libertad funcional a la nueva entidad jurídica.
5. La organización administrativa
Concepto
41
Cassagne, Juan Carlos, Derecho administrativo, op. cit., p. 188. 42
Ver Dictámenes de la Procuración del Tesoro 99:115.
21 Félix Alberto Pertile
Hablar de organización es hacer referencia al orden y siendo éste una relación,
debemos partir de la idea de vínculo, en este caso de vínculo jurídico, como conjuntos
de normas que establecen los órganos y el sistema para la administración pública de
cada Estado.
La organización, como estructura normativa, habilita la realización de la actividad
necesaria con el objeto de alcanzar los fines encomendados a la Administración
pública. Se realiza en forma jurídica y alcanza todos los Poderes del Estado.
Se impone destacar sus características propias: la sistematización, la
coordinación, la unidad y el fin.
a. Los tipos de estructuras organizativas
García Trevijano Fos43 en la doctrina extranjera y Manuel María Diez en la nacional44
sostiene que la coordinación, por ser fundamental en toda organización, requiere una
ubicación racional para las partes en que aquéllas se dividen, distinguiendo tres
sistemas orgánicos:
a) Escalar piramidal o lineal puro: surge en cualquier forma orgánica,
considerándose el primero y más elemental. Obtiene su fundamento en la
jerarquía lineal que parte desde el administrador superior hasta el último
escalón inferior.
b) Funcional tayloriano: para Taylor lo esencial se concretaba en la división
del trabajo por especializaciones concretas. Este sistema contradecía al
principio de unidad de mando, atento que el escalafón inferior de
cualquier organización hállase sometido no a un superior único, como en
el sistema jerárquico puro, sino a varios, de los cuales acata órdenes, lo
que constituye un grave obstáculo para la agilidad y eficacia del sistema.
c) Línea y plana mayor: se trata de un sistema mixto que adopta del primero
la línea de mando del segundo los órganos.
Estructúrase sobre la base de que la línea de mando se circunscribiría a
dirigir y resolver los asuntos de la organización en función del principio
escalar y la unidad de mando, mientras que el staff (estado mayor de la
organización) debe poner a su disposición todo aquello que necesite, a fin
de obtener dicho resultado.
b. La organización administrativa. Requisito para su existencia
Los requerimientos esenciales que la doctrina45 enumera como necesarios para la
existencia de la organización, son los siguientes:
43
García Trevijano Fos, José Antonio, Principios jurídicos de la organización administrativa, Madrid, 1957, t. II, vol. I, p. 102. 44
Diez, Manuel María, op. cit., p. 23. 45
Confr. Diez, Manuel María, Derecho administrativo, Plus Ultra, 2º ed., t. II, p. 19 con cita de García Trevijano Fos, J. A..
22 Estudios de Derecho Administrativo
a) La existencia de competencias y atribuciones debidamente distribuidas.
b) La responsabilidad que comporta su ejercicio.
c) La preparación y habilidad personales.
d) La autoridad para imponerse a otros mediante órdenes, instrucciones,
etcétera, y que puede provenir del propio ordenamiento, o informalmente a
través de la personalidad del sujeto o por otras condiciones establecidas.
Autoridad y responsabilidad estarán así unidas y por consiguiente, a mayor
autoridad corresponderá mayor responsabilidad.
Para la doctrina citada la organización administrativa es el conjunto de
normas que establecen las atribuciones, la composición y el funcionamiento
de un aparato administrativo, siendo su finalidad la coordinación entre los
distintos organismos.
c. Principios que informan la organización administrativa
Autores nacionales y extranjeros46 sostienen que los principios de la organización
administrativa generalmente se expresan de modo descriptivo y asistemático. Tal
circunstancia acontece por la carencia de uniformidad que presenta la doctrina con
relación a la denominación y valoración de cada uno de ellos.
El enfoque general del tema nos advierte del relieve que alcanzan dos de ellos: el
principio de unidad y el principio de funcionalidad.
El primero expresa una propiedad fundamental de la organización administrativa
que satisface el requerimiento de cohesión interna, mientras que el segundo nos revela
la importancia que tiene la misión asignada a los órganos que integran la organización
administrativa, fundamentalmente en lo que hace a su ubicación y diferenciación con
otros órganos con el fin de que la competencia y la jerarquía pronuncien la
coordinación de la actividad administrativa.
No obstante lo anteriormente expresado, corresponde decidirnos por un intento
de sistematización que hacemos a continuación, siguiendo el criterio establecido por
Fiorini47. El célebre maestro distingue cinco principios: la dirección, la ejecución, la
jerarquía, la coordinación y el control.
1. La dirección
Se establece con relación a los órganos superiores, encontrando el cauce natural
de su expresión a través de los actos generales o particulares que determinan la
conducta debida a otros órganos que se encuentran estructurados en relación de
dependencia.
El principio de autoridad y la jefatura se integran de modo evidente en lo que
denominamos “la dirección”.
46
Confr. Cassagne, Juan Carlos, op. cit., p. 167 y Martinez Useros, Enrique, “Cuestiones de organiazación”, en Estudios en Homenaje a Jordana de Pozos, Madrid, 1961, p. 270. 47
Fiorini, Bartolomé A., Derecho administrativo, 2º ed. Actualizada, Abeledo-Perrot, Bs. As., t. I, p. 130 ss..
23 Félix Alberto Pertile
La jefatura traduce la aptitud de ordenar y mandar ya sea de manera general o
particular. El principio de autoridad, a su vez, manifiesta el contenido objetivo de la
resolución.
Surge del ejercicio de la dirección, la vigilancia con relación al acatamiento de sus
órdenes y el conocimiento de sus resultados mediante la información.
2. La ejecución
Es clara la distinción entre los órganos que deben decidir y aquéllos que deben
ejecutar.
La diferencia funcional entre ambos se estructura sobre la base de la prudencia
de la decisión y de la ejecución de lo decidido. El directivo no es ejecutivo y la decisión
no es acción. La ejecución se convierte en un presupuesto básico de la organización
administrativa.
A tal punto es cierto lo que afirmamos que en la estructura de la administración
hay órganos que tienen la atribución de la ejecución de resoluciones adoptadas por
otros órganos.
3. La coordinación
Para concretar la unidad funcional, el sistema requiere de la coordinación por la
vinculación que ésta ofrece frente a la diversidad de competencias.
A pesar de las funciones dispares que ejercen los variados órganos que
componen la actividad administrativa, las distintas competencias se armonizan a
través de la coordinación.
Aquello que fue separado por la norma legal que instituyó la competencia o la
descentralización, regresa a la unidad por el nexo que establece la coordinación, la
cual se manifiesta como una necesidad de la organización frente a la exclusividad de
las líneas y competencias que la jerarquía establece.
Refiere Fiorini, tratadista al que seguimos en este tema, que la mencionada
función cobró tal relieve, que en países como Italia se creó el Ministerio de las
Participaciones, que coordina la misión financiera y económica de los diversos entes
que conforman el sector público.
La coordinación ensanchó sus fronteras y así, a partir de su primera misión de
armonización, llegó a expresarse a través de actos de rectificación y decisión. El
desarrollo de su evolución la presenta con un aspecto de control especializado que se
ejerce sobre diversos órganos o sujetos no vinculados por relaciones de jerarquía.
A pesar de la mencionada evolución del referido principio siempre conserva en su
prístina acepción la original razón de ser: armonizar para la unidad.
4. La jerarquía
24 Estudios de Derecho Administrativo
Cuando se expresa la relación jerárquica, ésta ordena la distribución vertical de la
competencia funcional la que se ejerce a través de grados.
La existencia de la relación jerárquica se estructura sobre la base de la
competencia por materia, a fin de dar nacimiento a la existencia de los grados. De este
modo se conforma la subordinación dentro de una misma materia, estableciéndose la
relación interorgánica denominada jerarquía en la línea formada por grados.
Aparicio Méndez48 en este punto se expresa del siguiente modo: “la organización
jerarquizada dispone de una competencia de conjunto general que se encuentra en el
jerarca y se regula por grados, líneas y grados administrativos”.
La relación jerárquica, como consecuencia necesaria de la presencia de un
órgano superior, implica la dirección que ésta ejerce, además de la vigilancia, el
control y la aptitud para revocar las decisiones de los órganos de grado inferior.
La unidad, como viga maestra que sostiene el sistema de organización es
mantenida por la vinculación vertical de grados. Los cuales se entrelazan por la
subordinación que implica el vínculo jerárquico en la línea interorgánica.
5. El control
Con esta nominación se conoce a la entidad administrativa que garantiza la
correcta realización de su función. Esta locución se utiliza a fin de comprobar el
efectivo cumplimiento de la Administración, a través de la prevención, el ajuste y la
rectificación.
Suele a veces, el control manifestarse de manera oficiosa o en forma obligatoria
para determinados órganos, especialmente encargados para realizar tal cometido y
suele también hacerse presente en virtud de reclamos de terceros.
Los atributos de coherencia y unidad que nutren la actividad administrativa
tienen como sustento al control, el que se expresa como garante de la legitimidad, la
eficacia y la eficiencia de dicha actividad administrativa.
48
Mendez, Aparicio, La jerarquía, Montevideo, 1950, p. 58.
25 Félix Alberto Pertile
III La discrecionalidad administrativa
Sumario:
Capítulo I. La discrecionalidad administrativa. La
importancia de su estudio. Diversas definiciones
de la discrecionalidad. Qué es la
discrecionalidad. Nuestra definición. Los
fundamentos de su existencia. La teoría de
Linares. Los límites de la discrecionalidad.
Conclusiones. Capítulo II. El acto discrecional.
Distinción ontológica. El acto administrativo y la
discrecionalidad. Metodología. Conclusión.
26 Estudios de Derecho Administrativo
CAPITULO I
LA DISCRECIONALIDAD ADMINISTRATIVA
El profesor Marcel Waline expresó en una oportunidad49, que el Derecho
Administrativo es, fundamentalmente, el estudio del poder discrecional de las
autoridades administrativas y de su limitación con miras a la salvaguarda de los
derechos de terceros (administrados o agentes públicos).
Hemos querido ingresar al tratamiento del tema del brazo del maestro Waline,
con esa cita que nos pareció el fruto maduro de sus reflexiones, teniendo en cuenta
que las hizo veintiséis años después de su conocido trabajo de 193050. Además,
mencionamos la expresión de dicho autor, porque señala la importancia que el estudio
de la discrecionalidad tiene en nuestra disciplina.
Los trabajos de mayor notoriedad fueron encarados por autores franceses,
alemanes e italianos. Innegablemente, la mayor profusión fue de la doctrina francesa,
destacándose los de Laferrière51, Alibert52, Hauriou53, Duguit54, Eisenmann55,
Michoud56, Giraud57, el ya mencionado Waline, Bonnard58, Ludovici59 y Venezia60.
Los estudios alemanes contaron con escritores como Bernatzik61, Bühler62,
Mayer63, Jellinek –su mejor expositor-64, Tezner65 y Kelsen66.
49
Waline, Marcel, “Etendue et limites du contróle du Juge Administratif sur les actes de l’administration”, en Etudes et documents, Conseil d’Etat, fasc. Nº 10, París, 1956, p. 25. 50
Waline, Marcel, “Le pouvoir discrétionnaire de l’administration et sa limitation par le contróle jurisdictionnel” en Revue du Droit Public, París, 1930. 51
Laferrière, J. Traité de la juridiction administrative et des récours contentieux, Paris, 1896. 52
Alibert, R., “Le contróle jurisdictionnel de l’administration au mayon du récours pour excés du pouvoir”, Payot, París, 1926. 53
Hauriou, A. “Le pouvoir discretionnaire et sa justificatión”, Melanges Carré de Malberg, París, 1936. 54
Duguit, L., Traité de droit constitutionnel, Fóntenoing, París. 1911. 55
Eisenmann, Ch., “Le droit administratif et le príncipe de legalité”, en Etudes et documents, Conseil d’Etat, Nº 11, París, 1957, ps. 25-40. 56
Michoud, L., “Etude sur le pouvoir discrétionnaire de l´administration”, en Annales de l’Univ., Grenoble, 1913. 57
Giraud, E., “La notion du pouvoir discretionnaire”, en Revué Génerale de l’Administration, París, 1924. 58
Bonnard, R., Le contróle juristictionnel de l’administration, Delagrave, París, 1934. 59
Ludovici, R., L’evolution du pouvoir descrétionnaire de l’adminitration, Lille, 1937. 60
Venezia, J. C., Le pouvoir discrétionnaire, L.G.D.J., París, 1959. 61
Bernatzik, E. Rectsprechung und Materielle Rechtskraft, Manz, Wien, 1886. 62
Bühler, O., Die subjektiven oeffentlichen Rechte, Berlín, 1911. 63
Mayer, O., Deutsches Verwaltungsrecht, Humbolt, 2º ed., Berlín, 1924. 64
Jellinek, W., “Gesetz, Gesetzan Wengung und Zweckmaessigkeitser Wagung”, C. B. Mohr, Tubingen, 1912 y “Verwaltungsrechts”, 1929, J. Springer, Berlín, 1929. 65
Tezner, F., “Das Detournement du pouvoir und die Deutsche Rechtsbeschwerde”, en Jahrbuch des oeffentlichen Rechts, 1911. Zur Lehre des freien Ermessens, Berlín, 1925. 66
Kelsen, H., “Hauptprobleme der staatsreschtsiehre ent wickeit ans der lehre vom Rechtssatge,” J. C. B. Mohr (P. Siebech), Tubingen, 1912; y “Allgemeine Staatslhere”, J. Springer, Berlín, 1925.
27 Félix Alberto Pertile
En Italia, Giannini67, Biondi68, Levi69, Mortati70, Ferraris71 y Zanobini72. En Grecia,
Stassinopoulos73; en Inglaterra, Hamson74 y en nuestro país merecen especial mención
Fiorini75 y Linares76.
Diversas definiciones de discrecionalidad
Antes de formular nuestra definición acerca de la discrecionalidad, expondremos
el criterio que distintos autores tienen de ella.
Según Michoud77 el poder discrecional existe, siempre que una autoridad actúa
libremente, sin que la conducta a seguir esté determinada de antemano por una regla
de derecho.
Para Giraud78 hay poder discrecional cuando la administración no está obligada
por la ley a tomar una determinada conducta, lo que significa una cierta libertad de
decisión.
Por su parte, Stassinopoulos sostiene que el poder discrecional significa libertad
para determinar el sentido de una noción que deliberadamente la ley dejó
indeterminada79.
A su vez Bülher80 afirma que el poder discrecional existe en los casos en que la
administración no se encuentra ante un derecho subjetivo.
Zanobini81 define la idea diciendo que se trata de una determinada libertad de
elección y decisión a tomar medidas propias de determinada función.
Jellinek82 expresa que el poder discrecional es la delimitación personal de una
noción vaga, delimitación carente de errores y reconocida por la ley.
67
Giannini, M. S., Il potere discrezionale della pubblica amministrazione, Milano, 1939. 68
Biondi, P. La teoría generale della discrezionalitá nello stato moderno, 1933. 69
Levi, A., Attivitá lecita e attivitá discrezionale amministrativa, 1933. 70
Mortati, C., Potere descrezionale, Nuevo Digesto. 71
Ferraris, C., “Il potere discrezionale della pubblica amministrazione e l’autoritá giudiziaria”, Revista Trimetrale di Diritto pubblico, 1924. 72
Zanobini, G., “L’attivita amministrativa e la legge”, R. di D.P.I., 1924. 73
Stassinopoulos, M., Traité des actes administratifs, Collection de l’institud Francaise d’Athenes, Atenas, 1954. 74
Hamson, C. J., “Pouvoir discrétionnaire et contróle juridctionnel de l’administration”, L. G. D. J., París, 1958. 75
Fiorini, B. A., La discrecionalidad en la administración pública, Alfa, Bs. As., 1952. 76
Linares, J. F., Poder discrecional administrativo, Abeledo-Perrot, Bs. As. 1958. 77
Michoud, L., Etude sur lo pouvoir discretionnaire, op. cit., p. 9. 78
Giraud, E., La notion du pouvoir descretionnaireK, op. cit., p. 193. 79
Stassinopoulos, M., Traité des actes administratif, op. cit. p. 156. 80
Bülher, O., Die subjektiven…, op. cit. p. 21. 81
Zonobini, G., Curso de derecho administrative, Arayú, Bs. As., 1954, t. 1, 0. 24. 82
Jellinek, W., “Gesetz…”, op. cit., p. 99 y “Verwaltungsrechts”, op. cit., p. 28.
28 Estudios de Derecho Administrativo
Fiorini83 entiende que la discrecionalidad administrativa es una libertad
restringida y de segundo orden que debe realizar actos oportunos que respondan al fin
establecido en la ley que ejecuta.
Sarría84 la concibe como la libre iniciativa en la acción de oficio del gobernante
Altamira85 manifiesta que la discrecionalidad es sólo la posibilidad de apreciar
libremente la oportunidad o conveniencia de la acción administrativa, dentro de ciertos
límites.
Para los autores antes citados, la idea de discrecionalidad lleva consigo el
ingrediente de la libertad cual nota esencial del concepto. Esto es así porque si la
discrecionalidad es otorgada para la elección, ésta no puede llevarse a cabo sin tal
condición indispensable.
De todas maneras, corresponde precisar –como lo hace Zanobini- que la libertad
integrante de la discrecionalidad administrativa, tiene sus diferencias con la libertad de
los particulares. Mientras ésta abarca tanto los fines como los medios para alcanzarlos,
la discrecionalidad se limita solamente a los medios en razón de que los fines están
determinados obligatoriamente por la ley. Es más, incluso con relación a los medios, la
ley contiene determinación parcial y a veces total. Llega esto a tal extremo que la
obtención de un fin constituye un vicio de legitimidad del acto administrativo.
Entre medios igualmente permitidos, la administración también se inclina a dar
preferencia al más apto, útil y conveniente en relación con el fin que debe conseguir.
En este sentido, el uso de un medio inadecuado o inoportuno constituye vicio de
mérito. Es nítida entonces, la diferencia entre la discrecionalidad administrativa y la
libertad común. La primera es la facultad de elección propia del que actúa al servicio
de otro, para la consecución de fines ajenos. La última es la facultad de elección de
que cada uno dispone para dirigir la propia vida atendiendo los intereses particulares86.
Le debemos a Edmund Bernatzik haber sido el primero que fundamentó la
diferencia entre discrecionalidad y libertad individual. Lo hizo con una fórmula amplia
colocando como límite de la discrecionalidad la realización del interés público87.
¿Qué es la discrecionalidad?
La mayoría de las obras doctrinarias, los textos legales y los pronunciamientos
jurisdiccionales, utilizan las expresiones “facultad discrecional” o “competencia
discrecional”. Sin embargo, a medida que profundizamos en el análisis del tema,
advertimos la incorrección que significa predicar la discrecionalidad respecto del poder,
de la facultad, o de la competencia, en razón de que la discrecionalidad, como
83
Fiorini, Bartolomé, La discrecionalidad…, op. cit., p. 87. 84
Sarría, Félix, Derecho administrativo, Ediciones Assandri, Cba., 1961, p. 102. 85
Altamira, Pedro Guillermo, Curso de derecho administrativo, Depalma, Bs. As. 1971, p. 337. 86
Zonobini, G., Curso de derecho administrativo, op. cit., ps. 44 y 45. 87
Bernatzik, E., Rectsiprechung und materielle Rechtskraft, op. cit., p. 96.
29 Félix Alberto Pertile
expresión indicativa de una valoración, refleja el resultado de un juicio prudente, y
siendo la prudencia virtud de la inteligencia, sólo puede darse en el hombre, en
nuestro caso en el funcionario titular de la competencia administrativa.
El acto jurídico es una declaración de voluntad, pero lo es también de
inteligencia. Inteligencia y voluntad “ejercitan realmente dos funciones distintas sin
que tal diversidad funcional desquicie su esencial unidad, pues una y otra se causan y
compenetran recíprocamente sin confundirse”88
La discrecionalidad, en cuanto juicio de prudencia, manifiesta una operación de la
inteligencia, potencia que no la posee el poder; sino la persona que ejerce la
autoridad89
Como el poder no cuenta con inteligencia y por lo tanto no puede ser prudente,
necesariamente no puede ser discreto; consecuentemente, es absurdo predicarle la
discrecionalidad. Queda así demostrado que no hay poder, facultad o competencia
discrecionales. Lo cierto es el ejercicio discrecional del poder de la facultad o de la
competencia por parte de la autoridad, lo cual dará lugar a la existencia de la actividad
discrecional o discrecionalidad.
Así como el uso y la costumbre permitió la utilización de las expresiones
impropias “Poder Ejecutivo”, “Poder Legislativo” y “Poder Judicial”, también sucede lo
mismo con estas otras locuciones que nosotros criticamos y que difícilmente
desaparecerán del vocabulario jurídico cotidiano.
Después de estas precisiones conceptuales, corresponde definir la
discrecionalidad.
Nuestra definición
88
Tello, B. D., “La causación reciproca de las potencias espirituales”, Rev. Fac. Filosofía y Letras, año 1, Nº 2, 1953, Universidad Nacional de Tucumán. La República Argentina a pesar de tener tradición de estudios filosóficos, no tiene tradición filosófica. En ese sentido debemos admitir que sobre nuestras playas arribaron oleajes de sistemas filosóficos diversos. En un primer momento fue la escolástica clásica, posteriormente los nuevos aires suarecianos, siguiendo la visita del cartesianismo, del empirismo o sensualismo y, finalmente del positivismo. Estas sucesivas modas filosófica dependían de la política y no de la especulación original. Las escuelas de derecho en nuestro país no escaparon te tales circunstancias y las obras de derecho sostuvieron que el acto jurídico era una declaración de voluntad o exteriorización de voluntad, sin mayor referencia a la inteligencia. Entendemos original volver a las fuentes y reconocer en el acto jurídico, en este caso en el acto administrativo, la participación de la inteligencia además de la voluntad. Al estar el acto administrativo ligado a la inteligencia, es lógico sostener su razonabilidad. La razonabilidad, como calidad de lo razonable, proviene de la inteligencia, nunca de la voluntad. 89
Pérez Olea, Manuel en “La discrecionalidad administrativa y su fiscalización judicial” Estudios en homenaje al profesor López Rodó, vol. II, Ed. Universidad de Santiago de Compostela, Madrid, 1972, nota Nº 40, p. 95, expresa que la discrecionalidad es una forma de ejercitar la potestad por la administración, nunca una potestad en sí.
30 Estudios de Derecho Administrativo
La discrecionalidad es la modalidad de la actividad administrativa pública que
expresa el juicio prudente de la autoridad en el ejercicio de la competencia a ella
otorgada, con el fin de elegir dentro de ciertos límites y entre distintas alternativas
legales, la más justa, oportuna y conveniente, para satisfacer cualquier necesidad
relacionada con el interés público.
Los fundamentos de su existencia
El acto discrecional no debe ser expresión del fin particular del agente, sino sólo
del interés público tutelado. “En el acto arbitrario, en cambio, quien ejerce la función
aparece apartado de la ley manifestando una conveniencia no adecuada al bien
común; negando en definitiva el derecho y consustancial razonabilidad”90.
La discrecionalidad –dice Cassagne- supone siempre una habilitación normativa
que se configura por la atribución de una potestad, sin determinar el criterio que
servirá de base a la decisión del administrador. En este sentido la discrecionalidad se
presenta como un supuesto de remisión legal y no sólo como un margen de libertad91.
La modalidad de la función administrativa denominada discrecional, no obtiene
consagración al margen del ordenamiento jurídico; por el contrario, en tales
circunstancias, siempre tienen plena vigencia los principios de juricidad y legalidad a
través de sus distintas derivaciones o consecuentes92. Además, la discrecionalidad se
ejercita dentro de ciertos límites y en subordinación a las normas reguladoras de la
forma del acto administrativo93.
La discrecionalidad, en cuanto conforma un modo de actuar de la Administración,
no puede regularse en forma anticipada por las leyes, ni cabe su reducción a pautas
interpretativas apriorísticas.94
La discrecionalidad –sostiene Fiorini-, se da con muchísima frecuencia en la
actividad administrativa, en razón de la dinámica propia del servicio.
90
Luqui, Roberto Enrique, “El examen de la razonabilidad de los actos administrativos por el Poder Judicial” en rev. La Ley, t. 132, p. 385. 91
Cassagne, Juan Carlos, Derecho administrativo, Abeledo-Perrot, Bs. As., 1982, t. II, p. 138. El autor cita a diversos tratadistas que sustentan idéntica posición. 92
También en este sentido se expresó la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe el 6 de Abril de 1977 en autos “Crespo, Guillermo J. D. c/ Municipalidad de Tostado”: “La actividad discrecional de la administración presupone el acatamiento del orden jurídico imperante y debe tener por finalidad la realización del interés público”, La Ley, t. 1980-B, p. 757. 93
Confr. Scagliarini, Amadeo F. J., “Introducción al estudio de la discrecionalidad en el derecho administrativo”, en la Ley, t. 138, p. 1971, expresa: “La actividad discrecional que se desarrolle no puede ser violatoria de la letra o del espíritu de la norma jurídica de la que surge la competencia para llevar a cabo aquello discrecionalidad. Ello significa jurídicamente que la elección que la norma permite entre dos o más posibilidades, sólo es admitida dentro del marco de aquella”. 94
Waline, Marcel, “Alegato a favor del poder discrecional”, Revista Uruguaya de Estudios Administrativos, Montevideo, 1978, año 2, Nº 2, p. 75 y ss.. En el mismo sentido se expresa Dromi, Roberto, en su Obra Constitución, gobierno y control. Ediciones Ciudad Argentina, Bs. As., 1983, p. 236.
31 Félix Alberto Pertile
El espacio que se otorga a la discrecionalidad, surge de la necesidad técnica de la
administración para desenvolver su actividad. Cuando la norma legal no predetermina
una conducta, igualmente el administrador decidirá en función del fin público
protegido.
Ciertas notas típicas de la función administrativa, como la permanencia y el
dinamismo, no podrían darse sin el ejercicio discrecional del poder. De lo anterior de
desprende lo siguiente:
1) Por regla general la administración actúa discrecionalmente. Con menos
frecuencia realiza su actividad en forma reglada.
2) La discrecionalidad no es consecuencia de la omisión legislativa o de la
incapacidad o negligencia del legislador95, sino que “fluye de las
circunstancias que alteran la estabilidad de los intereses públicos
custodiados”96.
Es conveniente recordar que administrar es más que ejecutar, porque esto último
es cumplir lo ordenado, mientras que lo primero es concretar una determinada
concepción en forma eficaz, lo cual supone responsabilidad en la elección de los
medios para su realización.
El ejercicio discrecional del poder es condición indispensable para que el Estado
no sea arbitrario y los administrados no sufran las iniquidades que de ello se
desprende. Y como la libertad no debe ejercerse sin la correlativa responsabilidad, la
majestad de la justicia se impone en su resguardo97.
La teoría de Linares
Juan Francisco Linares distingue el arbitrio necesario u ordinario del
extraordinario o contingente. El primero, consagrado por el propio ser del derecho, es
el que posee todo órgano creador de éste, advirtiendo que la Administración, además
de ejercer cumple una actividad parcialmente creadora en la interpretación de la
norma general y en el dictado de actos administrativos individuales como aplicación de
aquella. El segundo, es el resultado de una técnica jurídica cuya característica es
otorgar cierta elasticidad a las limitaciones o imposiciones conceptuales normativas.
Este último arbitrio, entonces, proviene de fórmulas elásticas98 proponiendo como
ejemplo las siguientes:
95
Verçaitz, Miguel A., “Facultades discrecionales y facultades regladas, ligadas o vinculadas a la ley”, Enciclopedia Jurídica Omeba, t. XI, p. 810. 96
Fiorini, Bartolomé A., La discrecionalidad en la administración pública, op. cit., p. 48. 97
Fiorini, Bartolomé A., La discrecionalidad…, op. cit., p. 32. 98
Linares, Juan Francisco, Poder discrecional…, op. cit, p. 16 y ss., 167 y ss. y 282.
32 Estudios de Derecho Administrativo
a) Las que aluden ciertos tipos de conducta como dolo, culpa, tarifa justa y
razonable, debida diligencia, presunción de legitimidad, abuso del
derecho, determinadas reglas interpretativas y otras.
b) Las que refieren sólo valorizaciones jurídicas y no jurídicas como orden
público, interés público, utilidad pública, paz social, razonable, justo,
justicia buena y mala fe, moralidad, obscenidad y otras.
c) Las que mencionen ciertos estados sociales como fines: desarrollo,
adecuada o justa distribución de la riqueza, merma de la desocupación,
nacionalización o desnacionalización de empresas99.
Linares admite la posibilidad de la existencia y de la necesidad de normas que
brinden arbitrio extraordinario por medio de cláusulas flexibles, considerando que tal
arbitrio extraordinario sólo puede darse en la situación existencial antecedente por la
circunstancia del caso operativa o tiempo situacional, y no en la vaguedad de la
prestación o de sus medios o en la indeterminación del fin, en las que únicamente
habría arbitrio ordinario y no poder discrecional100.
Concluye Linares101 sosteniendo que el ejercicio del arbitrio asignado a la
administración debe ser razonable, tratándose de un deber jurídico y no moral que
viene impuesto a los órganos administrativos en virtud de los arts. 19 y 28 de la
Constitución Nacional, sin desconocer que, aun sin esas normas, puede fundarse el
deber de la Administración de administrar bien.
Los límites de la discrecionalidad
La actividad administrativa está condicionada no sólo por los límites concretos
establecidos a través de normas legales, sino también mediante límites jurídicos
elásticos o indeterminados, los cuales emergen como una limitación impuesta por todo
el orden jurídico y, fundamentalmente, en virtud de los principios generales del
derecho, consagrados como la referencia adecuada para el control de la
discrecionalidad.
En tal sentido corresponde señalar los siguientes: la razonabilidad, la igualdad, la
buena fe, la desviación del poder y los criterios técnicos.
La razonabilidad
La discrecionalidad que significa apreciación libre, necesita sustentarse en la
razón. La decisión administrativa discrecional será ilegítima si es irrazonable.
El principio de legalidad de la administración comprende no sólo sentido estricto,
sino también la exigencia de razonabilidad.
99
Linares, Juan Francisco, Fundamentos de derecho administrativo, Astrea, Bs. As., 1975, p. 134. 100
Linares, Juan Francisco, Fundamentos…, op. cit., p. 249 y ss., y 277 y ss.. 101
Linares, Juan Francisco, Poder discrecional…, op. cit., p. 282.
33 Félix Alberto Pertile
La decisión discrecional será ilegítima por transgredir la razonabilidad cuando:
a) Desprecie los hechos acreditados en el expediente o públicos y notorios.
b) Tenga fundamentación en hechos o pruebas inexistentes.
c) Esté ilógicamente motivada en argumentaciones incorrectas que
aparentan ser verdaderas.
d) Manifieste desviación de poder.
e) No guarde una proporción adecuada entre los medios que emplea y en fin
que persigue la ley (C.S.N., Fallos 248:800), o entre los hechos
acreditados y la resolución que sobre la base de ellos se adopta (carencia
de proporcionalidad).
f) Resuelva cosas que son opuestas o disponga en la parte resolutiva lo
contrario de lo que expresaba en los considerandos (la contradicción del
acto).
g) Se trate de objeto absurdo: la orden, por ejemplo, de caminar en sentido
lateral.
h) No dé los fundamentos de derecho o contenga un inexcusable error de
derecho. La razonabilidad, como fórmula elástica o límite jurídico elástico,
es también un principio general del derecho y una garantía en virtud del
art. 28 C.N., aun cuando la norma específica no se refiere a ella. Este
principio aunque parezca referirse a las leyes formales, se extiende
también a las leyes en sentido material y a los actos administrativos.
Linares la llama “garantía innominada del debido proceso sustantivo”,
distinguiéndolo así del proceso adjetivo o del proceso de defensa.
En general la jurisprudencia y en igual sentido también la doctrina de la
Procuración del Tesoro, han enumerado distintos supuestos, considerando a la
irracionabilidad como el género con varias especie. Otras veces ha expresado que
proporcionalidad y razonabilidad son sinónimos, o ha manifestado que arbitrariedad es
el género del cual son especies la desviación de poder, falta de fundamentación,
etcétera.
Siguiendo la doctrina predominante, la jurisprudencia y los pronunciamientos de
la Procuración del Tesoro, consideramos a la irrazonabilidad como género, con varias
especies, incluida la desviación del poder.
Son especie de irrazonabilidad los supuestos de: 1) arbitrariedad incluyendo la
falsa causa o falta de causa, la ausencia de motivación y la motivación insuficiente, 2)
la desproporción de los medios empleados respecto al fin perseguido, 3) la desviación
de poder ya mencionada y 4) la iniquidad.
Todo lo anteriormente expuesto nos hace concluir que la garantía de
razonabilidad, completa e integra la legitimidad, no siendo por consiguiente la ley
formal, el único fundamento de validez de los actos estatales, ya sean estas
expresiones de actividad reglada o discrecional.
La igualdad
34 Estudios de Derecho Administrativo
Como sostiene Cassagne, trátese de un principio que tiene origen en los
requerimientos de la justicia distributiva; no se refiere a la igualdad de estirpe
matemática, sino proporcional a la condición en que cada sujeto se encuentra frente al
bien común susceptible de distribución.
Esta garantía tiene raigambe constitucional (art. 16 C.N.) habiendo detenido
recepción en nuestro sistema jurídico a través de distintos sectores normativos como
por ejemplo: el acceso a la función pública, la selección de contratista, la creación y
aplicación de tributos, etcétera.
La igualdad de un concepto relativo. Afirmar lo opuesto es contrario a la
naturaleza de las cosas. Esta garantía cumple la finalidad de impedir que se
establezcan en las leyes, reglamentos y actos de alcance particular, distinciones
arbitrarias que den lugar al otorgamiento de privilegios indebidos102.
La igualdad prohíbe los tratamientos de favor por parte de la autoridad
administrativa en relación a los administrados. Existe igualdad cuando se adoptan
idénticas medidas en condiciones análogas. Contrariamente desaparece la igualdad y
surge la parcialidad cuando, en las mismas condiciones se niega a un administrado lo
que se le otorga a otro. La administración ante supuestos idénticos, debe decidir de
idéntica manera.
En distintos pronunciamientos la Corte Suprema de Justicia de la Nación sostuvo
que la igualdad ante la ley quiere decir tanto como deber ser igual la ley para los
iguales en iguales circunstancias (Fallos 269:279; 271:124; 279:282; 284:341). La
igualdad como principio y garantía se aplica a todas las actuaciones estatales y es
límite al ejercicio discrecional del poder.
La buena fe
Es otro principio general que rige todas las relaciones jurídicas. En tal sentido la
jurisprudencia en forma invariable ha sostenido que las declaraciones de voluntad
deben interpretarse de buena fe. La buena fe significa la creencia que una declaración
de voluntad tendrá en un caso sus efectos normales: idénticos efectos que han
producido para situaciones semejantes.
Distinguimos entre la buena fe-creencia y la buena fe-lealtad. La primera
consiste en ese estado de ánimo que permite confiar en la apariencia de un título
(subsistencia de un mandato o de una relación de empleo público). La segunda es el
deber de obrar en las relaciones jurídicas como lo haría una persona con sentido del
honor.
102
Cassagne, Juan Carlos. Derecho administrativo, Abeledo-Perrot, 1982, t. II, ps. 27 y 28. En el mismo sentido se expresó la C.S.J.N. en Fallos 115:111 y 132:410.
35 Félix Alberto Pertile
La buena fe también es aplicable a la relación entre la administración y
administrados, no debiendo aquella actuar de mala fe por acciones u omisiones que
induzcan al error o al engaño103.
Toda actuación administrativa debe tener una base moral y también la moral
debe ser el soporte de la actividad de los administrados. Una de las maneras en que la
moral se expresa es por la pureza de las intenciones y de la actuación de las partes, lo
cual significa buena fe.
No existe una buena fe “civil” por contraposición a una buena fe “administrativa”,
pero los fundamentos esenciales de la buena fe civil son de aplicación en materia de
buena fe administrativa104.
Criterios técnicos
Otros aspectos de la actividad de la Administración, son los límites técnicos los
que, cuando implican principios indudables en los que la opción no es posible,
constituyen regulación concreta y, por lo tanto, estarían comprendidos dentro de las
facultades de ejercicio reglado. Así, por ejemplo, en el caso en que existe una sola
alternativa técnicamente válida, la elección de una diferente resultaría violatoria de
límites concretos y por lo tanto reglados. Lo mismo ocurriría en aquellos casos en que,
ante un número “x” de alternativas válidas desde el punto de vista técnico, la
administración elige una vía técnicamente imposible. Habría en tales casos, también
una violación a límites concretos.
Si la técnica posibilita varias opciones, estaremos en el ámbito de la
discrecionalidad y la elección de una u otra posibilidad, sólo reconocerá límites
jurídicos-elásticos. Dicha afirmación será válida siempre que no exista otra limitación
jurídica concreta, por ejemplo respecto a precios, procedencia nacional de insumos,
etcétera, que reglarían en ese sentido, la actividad de la Administración.
La discrecionalidad que la ley concede a la Administración no significa que ésta
deba o pueda actuar en contra de las reglas técnicas cuando éstas sean claras y
uniformes; por ejemplo, la orden de clausura de un establecimiento donde funcione
una industria cuya actividad es peligrosa; la orden de demolición de un edificio,
etcétera, deben sustentarse en normas, principios y criterios técnicos, no jurídicos, de
los cuales la administración no tiene ninguna facultad para apartarse de ellos.
Los fundamentos técnicos se aprecian como necesarios para el dictado de una ley
o en un acto administrativo.
Queda demostrado que pueden enjuiciarse los resultados de tal discrecionalidad
si la Administración no respeta las reglas técnicas que la limitan105.
103
Dromi, José Roberto, Instituciones…, op. cit., p. 475. 104
Marienhoff, Miguel S., Tratado…, t. II, ps. 346 y 347. 105
Dromi, José Roberto, Instituciones…, op. cit., p. 476.
36 Estudios de Derecho Administrativo
Conclusiones
1) La discrecionalidad, por ser la expresión de la prudencia del funcionamiento,
sólo expresa calidad del ejercicio del Poder y no del Poder en sí. En ese sentido
son incorrectas las expresiones “Poder discrecional”, “competencia discrecional”
y “facultad discrecional”. Lo correcto es hablar del ejercicio discrecional del
Poder.
2) La discrecionalidad no es una potestad pública, sino una modalidad de la
actividad administrativa. Rigen para ella los principios de juridicidad y legalidad.
3) La discrecionalidad requiere una habilitación normativa a través de la atribución
pertinente, sin determinar el criterio para la decisión oportuna.
4) El Estado de derecho, antes que rechazar la discrecionalidad, la justifica,
otorgándole vida jurídica por reconocerla necesaria en el desenvolvimiento de la
función administrativa.
37 Félix Alberto Pertile
CAPITULO II
EL ACTO DISCRECIONAL
DISTINCION ONTOLOGICA
El universo, entendido como la totalidad de lo existente, no está compuesto por
una sustancia homogénea, sino que se manifiesta como un complejo sistema de seres
de distinta naturaleza que se relacionan estrechamente entre sí106. Esas relaciones van
desde lo físico a lo espiritual, haciendo evidente que todo lo que es, no sea
independiente del resto del universo, debido a que el ser de los entes se encuentra
presente en todos ellos, aunque no con el mismo modo de presencia.
Distinguimos tres clases de seres:
1) El ser real, que es aquel que existe o puede existir fuera de nuestro
pensamiento, por ejemplo: “este árbol”;
2) El ente de razón o ser puramente lógico, que es aquel que podemos
pensar, pero el cual no podrá nunca llegar a ser una realidad existente
fuera de nuestro pensamiento, por ejemplo: las negaciones y privaciones
(la nada, el mal, la ceguera);
3) Los seres lógicos con fundamento en la realidad, es decir, los conceptos
universales.
Siguiendo esta clasificación, decimos que la locución “acto administrativo”,
nominativa de una subespecie de actos jurídicos, expresa un concepto universal.
Indudablemente es así porque en sentido general, en tanto que abstracto, no existe “el
acto administrativo”. Sin embargo, la semejanza que hay entre los distintos actos
administrativos, en forma independiente de nuestro modo de pensar en ellos, es un
fundamento real para que podamos formarnos el concepto universal de “acto
administrativo”. En ese sentido, dicha noción aparece como la declaración jurídico-
formal de la función administrativa, supeditándose la validez de su existencia a las
condiciones para que su emisión o dictado establece el orden jurídico. Es así entonces
que, la locución “acto administrativo”, hace referencia a un ser lógico con fundamento
en la realidad, mientras la expresión “este acto administrativo” (por ejemplo, el
instrumento legal que concede la jubilación a la persona “X”), alude a la existencia de
un ser real, a aquel que existe o puede existir fuera de nuestro pensamiento.
Cada acto administrativo, nos permite señalar su propia sustantividad, es decir la
aptitud de existir en razón de sí y no en otro, lo cual indica la capacidad que posee
para ser sujeto lógico de las formas predicativas. Prueba de tal argumento son: su
106
Lazzaroni, Luis J., “Esencia del acto administrativo”, El Derecho, t. 84, p. 265.
38 Estudios de Derecho Administrativo
idoneidad para crear, modificar o extinguir derechos subjetivos, como así también, la
necesidad de un sistema de vías procedimentales y procesales para impugnar sus
vicios que, como tales, son privaciones de legalidad o juridicidad, lo que significa decir
“carencias del ser debido”.
El acto administrativo y la discrecionalidad
Si dirigimos nuestra atención a la función estatal por la cual el acto
administrativo se origina, se nos impondrá como evidencia el vínculo existente entre el
uno y la otra, como así también la subordinación de dicha función a la ley. Esto nos
permite inferir que cualquier acto administrativo se presenta necesariamente107
relacionado con la función administrativa y la norma legal habilitante para el ejercicio
de dicha función108.
Esta relación que precisamos genera consecuencias lógicas y jurídicas. En efecto,
cuando decimos “este acto es discrecional”, el vocablo “discrecional” acompaña al
sujeto “acto” para denotar la cualidad que se concreta en éste como resultado del
juicio prudente que realizó la autoridad administrativa, en forma previa a la emisión de
aquél.
La discrecionalidad, como modalidad del juicio efectuado por la autoridad,
siempre supone o necesita de un sujeto109 por su carácter de predicado, siendo incapaz
por tal motivo de existir en razón de sí, pudiendo solamente hacerlo en otro.
El juicio de la autoridad se traduce en el acto administrativo con tal diafanidad e
intensidad que aun la modalidad del primero no escapa a la suerte de su proyección en
el segundo.
De lo anterior podemos concluir que lo “discrecional” y lo “reglado”, son modos
diversos de ser que pueden predicarse del acto administrativo, sin que tales
circunstancias alteren esencialmente la entidad sustantiva a la cual ocurren o
sobrevienen110 y, por consiguiente, las propiedades de dicho acto jurídico (la
subordinación a la ley y la jurisdicción), también corresponden a los denominados
“acto discrecional” y “acto reglado”, en tanto administrativos.
Logra tal ordenación lo expresado precedentemente que su desarrollo
demostrativo tiene, en síntesis, cabida en el siguiente entimema: todo acto
107
Conf. Ferrater Mora, José, Diccionario de filosofía sudamericana, Bs. As., 1958, p. 946, acerca del concepto “necesario”. Utilizamos el vocablo en la siguiente acepción: es necesario lo que no puede ser de otro modo, es decir, lo que sólo existe de un modo. 108
Conf. El voto en disidencia del Dr. Jesús Luis Abad Hernando en autos “Martinoli, José M. suc. c/ Municipalidad de Córdoba”, fallo comentado por Marcelo M. Pearson en la Ley, t. B, 1982, p. 327. En tal pronunciamiento, el vocal del Tribunal Superior de Justicia de la Provincia de Córdoba sostiene que el acto administrativo es fruto entrañable de la legalidad objetiva. En igual sentido se expresa Amorth, Antonio, en su obra Il merito dell’atto amminitrativo, Milano, 1939, p. 16. 109
Nos referimos al sujeto y predicado lógicos, no a los gramaticales. 110
En nuestro ejemplo, la entidad sustantiva es la declaración administrativa que se expresará a través del órgano competente, en el contenido u objeto del acto administrativo.
39 Félix Alberto Pertile
administrativo es jurídico, luego, su modalidad discrecional también lo es.
Consecuentemente, una clasificación del acto administrativo en “reglado” y
“direccional”, no es caprichosa, sino al contrario, razonable en atención a que distingue
las diversas formas de manifestación de la actividad administrativa, según la
valoración efectuada por la autoridad que dictó la resolución. Así, cuando el funcionario
procedió prudentemente, discrecionalmente, esa nota no podrá estar ausente en el
acto jurídico que concreta la medida adoptada, dando lugar entones a la categoría
denominada “acto discrecional”, la cual expresará un modo de ser accidental del acto
administrativo.
Metodología
Esta distinción o clasificación se efectuará observando las reglas que a
continuación enumeramos siguiendo a Marienhoff111.
1) Se determinara el grado de vinculación entre la respectiva actividad de la
administración pública y el orden jurídico vigente. Se tendrá en cuenta, a
tales fines, si la potestad de la administración surge, en el caso, de la
Constitución o de la ley formal en atención a que la discrecionalidad no se
origina en la Constitución, sino en la legislación. Siempre se tendrá
presente que la regla general en este tema consiste en que la
actividad administrativa es discrecional. En caso de duda en esta
materia, la presunción jurídica es a favor de la discrecionalidad.
2) Si la emisión del respectivo acto se encuentra preferentemente sujeta a la
apreciación “subjetiva” de los hechos o circunstancias por parte del
órgano emisor, también estaríamos frente a un supuesto de
discrecionalidad.
3) La existencia de “formas” y de un “procedimiento” especial para el dictado
de un acto no es motivo suficiente para excluir la posibilidad de que el
acto respectivo sea discrecional. Muchas veces la ley prescribe formas
determinadas a fin de facilitar la revisión jurisdiccional sobre el ejercicio
discrecional del Poder.
4) En ausencia de otros elementos de juicio, la redacción literal de la norma
puede señalar la clave para conocer si se está en presencia de actividad
reglada o discrecional. El uso de ciertos vocablos, como “facúltase” o
“permítese”. “autorízace”, “podrá” y otros equivalentes, facilitan resolver
la cuestión a favor de la discrecionalidad. De todas maneras conviene
aclarar, como lo hace Linares112, qué alcance tiene el uso, en la ley, de
locuciones como “podrá” o “puede” declarar (resolver, decidir, regular,
etcétera) para mentar la prestación del órgano. En tal caso –dice Linares-
se presentan dos alternativas: que la circunstancia operativa del caso esté
111
Marienhoff, Miguel S., Tratado de derecho administrativo, Abeledo-Perrot, Bs. As., 1970, t. II, ps. 417 y 418. 112
Linares, Juan Francisco, Fundamentos de derecho administrativo, Astrea, Bs. As., 1975, ps. 286 y 287. Recordemos que para este autor, la causa del acto administrativo se expresa a través de la locución “situación existencial antecedente” como circunstancia operativa del caso, op. cit., 263.
40 Estudios de Derecho Administrativo
mentada con formula flexible o que lo esté con fórmula rígida. La
atribución es discrecional en la primera especie. En la segunda, parecería
una contradicción que por una parte la norma legal prescriba una fórmula
rígida y, por la otra, se deje la prestación como facultativa. Lo que sucede
es que, al utilizarse tal verbo, la norma una vez integrada, contiene en su
circunstancia operativa del caso el tácito agregado: “y siempre que sea
conveniente y oportuno”, lo cual la convierte en fórmula elástica. Pero –
agrega Linares- todo esto es así, sólo si del contexto o sistema situación
real y evaluación jurídica, fluye que el legislador no usó por error el
“puede” o “podrá”. De lo contrario, la función es reglada porque prevalece
la parte de la fórmula rígida de la circunstancia del caso operativo y
procede interpretar el verbo como “debe” o “deberá”, simplemente113.
5) Tratándose de actos que impliquen restricciones a las libertades públicas,
en caso de duda se estará en contra de la existencia de una facultad que
permita su ejercicio discrecional. Esta materia requiere ley formal expresa
que le sirva de fundamento.
Ahora bien, como una cosa es, ante todo, lo principal de ella, advertimos
que lo principal del acto discrecional, en cuanto acto administrativo, es su contenido u
objeto. Porque expresa lo que el acto decide. Consiguientemente, la discrecionalidad
de un acto se verifica en la expresión de dicho elemento o requisito114.
Sin entrar en contradicción con lo expresado anteriormente, es ineludible
precisar, como lo hace López Rodó115, que la discrecionalidad, como los metales, no se
113
En la misma línea de razonamiento se inscribe la sentencia del 10 de julio de 1950 de la Sala 4º del Consejo del Estado Español, citada en R.A.P., Madrid, setiembre-diciembre de 1950, p. 295. El Tribunal sostuvo que la calificación de un acto como emanado de la potestad discrecional de la administración, no puede realizarse atendiendo a la significación aislada y aparente del empleo del verbo “poder”, siendo imprescindible relacionar la cláusula en que figura con aquellas otras como reglas todas del acto que pueden excluir el concepto discrecional. Por su parte, Gallego Anabitarte en el prólogo a la obra de Mozo Seoane –La discrecionalidad de la administración pública en España, Ed. Montecorvo, Madrid 1985- al analizar los acpectos vinculados a la estructura lógica de la norma, dice: “y si la norma contiene el elemento cópula “podrá”, no cabe entenderlo en su sentido gramatical más burdo, sino en el marco de una interpretación teleológica de toda la normativa que regula al correspondiente actuación administrativa”. 114
En un trabajo titulado “Código Procesal Administrativo”, publicado en Revista Jurídica de Buenos Aires, setiembre-diciembre, 1965, p. 180, Manuel Maria Diez, cita una obra de J. Ríos Sarmiento: Legislación contencioso administrativa, 2º Ed. Barcelona, 1962, p. 15, quien refiriéndose a la ley española de lo contencioso-administrativo del 27 de diciembre de 1956, expresa que esta ley no excluye de la fiscalización judicial la actividad de carácter discrecional porque la jurisprudencia ha proclamado que la discrecionalidad no puede referirse a la totalidad de los elementos del acto, sino solamente a su objeto o contenido. Conf. Para Verdaguer, F., Comentarios a la ley de lo contecioso-administrativo, Barcelona, 1962, p. 14 y Georgi, H. El contencioso-administrativo de anulación, Montevideo, 1958, p. 151. 115
López Rodó, Laureano, “O poder discricionario da administraçao. Evoluçao doutrinaria e jurisprudencial”, En Revista de Direito Administrativo, vol. 35, Ed. Fundación Getulio Vargas, Rio de Janeiro, 1954, p. 45. En el mismo sentido se expresa Del Prete, Pasquale en “Attivitá o atti amminitrativi in relazioni al concetto di discrecionalitá ed al sindicato di legittimita” en Perspectiva del Derecho Pública en la segunda mitad del siglo XX, Instituto de Estudios de Administración local, Madrid, 1969 t. IV, p. 633 y ss. Por su parte, Rodolfo Carlos Barra en su Contrato de obra pública, Abaco, p. 419, nota 21, sostiene textualmente lo siguiente: “Esta concepción del acto administrativo que impide admitir la existencia de la discrecionalidad “en bloque”, es
41 Félix Alberto Pertile
encuentra en estado químicamente puro; de allí que nunca encontraremos actos
absolutamente reglados o absolutamente discrecionales. Sólo hallaremos actos donde
prevalezca alguna de las dos modalidades.
Opuestamente a nuestro criterio, algunos autores extranjeros y nacionales
sostienen la inexistencia del acto discrecional por contraste al acto reglado. En este
aspecto siguen a Hauriou116 quien comentando el fallo “Grazietti” del Consejo de
Estado Francés del 31 de enero de 1902, señala que no hay actos discrecionales, que
solamente existen en cierto poder discrecional de la Administración el cual se
encuentra más o menos en todos los actos y que es esencialmente el poder de apreciar
la oportunidad de las medidas administrativas. Así por ejemplo, Prat117 expresa que los
actos administrativos serán más o menos discrecionales, más o menos reglados, sin
admitir la integración de categoría distintas.
La opinión de Fiorini118 con relación a la presencia de la discrecionalidad en el
proceso de formación del acto administrativo, es la siguiente: “La discrecionalidad se
manifiesta como un momento (el destacado es nuestro) del proceso administrativo
para apreciar la determinación de un acto oportuno. El acto que se dicta no se
identifica con la discrecionalidad por ser un momento procesal posterior a la realización
administrativa”.
Reitera su tesis en otra obra119, calificando de “inconcebible” la locución “acto
discrecional”. Por su parte, Agustín Gordillo120 afirma: “Desde un punto de vista
lingüístico, no cabría hablar tampoco de “actos reglados” o “actos discrecionales” sino,
en todo caso, respectivamente de “actos dictados en el ejercicio de facultades
regladas” o “discrecionales”, en el sentido de que la parte del acto que consideramos o
que nos interesa en el momento, ha sido concebida –esa parte- en función de normas
que la determinaban necesariamente, o por el contrario, en virtud del arbitrio del
funcionario”.
A su vez, Juan Francisco Linares121 se pronuncia –igual que nosotros- a favor de
la clasificación del acto administrativo en reglado y discrecional. En el mismo sentido
decir, del acto totalmente discrecional, significo uno de los primeros pasos dados en orden a posibilitar el control jurisdiccional de la llamada actividad discrecional, o más exactamente de los actos discrecionales. Antes del desarrollo de tal teoría, la aparición de un acto discrecional significaba la total exclusión del control judicial; pero al admitirse que en todo acto (aun los considerados discrecionales) se encuentran presentes elementos reglados (competencia, finalidad, como así también la misma habilitación legal para el ejercicio discrecional de la actividad), se posibilitó la intervención judicial para controlar, al menos, dichos elementos reglados”. 116
Hauriou, Maurice, Jurisprudence administrative, París, 1929, vol. II, p. 184. 117
Prat, Julio A. “De la recurribilidad de los llamados actos discrecionales”, Revista de Ciencias Jurídicas de Costa Rica, Nº 7, mayo de 1966, p. 73. 118
Fiorini, Bartolomé, La discrecionalidad en la administración pública, Alfa, Bs. As., 1962, p. 86. 119
Fiorini, B., Qué es el contencioso, Abeledo-Perrot, Bs. As., 1965, p. 32. 120
Gordillo, A., Tratado de derecho administrativo, Macchi, 1974, t. I, Cap. VIII, p. 28. 121
Linares, J. F., Fundamentos…, op. cit., p. 273.
42 Estudios de Derecho Administrativo
se manifiesta Marienhoff122 indicando que el acto discrecional no es otra cosa que la
expresión concreta de la actividad discrecional. Idéntico criterio expresa Pedro G.
Altamira123.
Conclusión
Sin haber ingresado en el análisis del aspecto lingüístico de la locuciones “acto
discrecional” y “acto reglado”, hemos demostrado la existencia de actos jurídicos
(llamados por nosotros discrecionales) que reflejan el juicio prudente de la autoridad, y
así fuere otra la denominación que a ellos se les dé, su naturaleza jurídica es siempre
la de los actos administrativos. Su diversa forma de creación no excluye que tengan
iguales orígenes en la juridicidad y en la legalidad, situación ésta que equipara la
sustancia del derecho subjetivo nacido de ambas modalidades de la actividad
administrativa (reglada o discrecional)124.
122
Marienhoff, M. S., Tratado…, op. cit., t. II, ps. 420 y 421. En la misma obra y lugar citados el autor recuerda que las expresiones “acto discrecional” y “acto reglado” son utilizados por calificados tratadistas, tales como Fernández de Velasco, García Oviedo, D’alessio, Sayagués Laso, Cretella Junior y Garrido Falla. 123
Altamira, Padro Guillermo, Curso de Derecho Administrativo, Depalma, Bs. As. 1971, p. 336. 124
Marinhoff, Miguel S., op. cit., p. 433.
43 Félix Alberto Pertile
IV Control judicial de la actividad administrativa
Sumario:
Prologo. Introducción. El tema y el problema. La
cuestión en Francia. En nuestro país. Los
fundamentos justificantes. La extensión del
control judicial. Metodología para efectuar el
juzgamiento. Conclusiones.
44 Estudios de Derecho Administrativo
PROLOGO125
Sabido es que el conjunto de garantías que tiene el administrado para
asegurar la legalidad administrativa y el respeto por sus derechos e intereses
forma parte de lo que la doctrina italiana denomina “Justicia Administrativa”,
que no sólo comprende el estudio de las acciones judiciales sino también de
los remedios que se interponen en sede administrativa.
En este ensayo jurídico, el doctor Félix Pertile, con solvencia intelectual,
analiza la temática sólo referida al control judicial de la actividad
administrativa. Señala fundadamente la metodología que considera
apropiada, respetando el principio de división de poderes con cuidadosa
delimitación de la llamada “zona de reserva de la administración”.
Asimismo, desarrolla armónicamente las diversas técnicas objetivas de
control a fin de asegurar el imperio de la ley del derecho en el accionar
administrativo.
El gran jurista inglés Coke, al oponerse a la voluntad absolutista de su
rey que pretendía dirimir un conflicto sólo en base a la “razón natural”
afirmó: “Las causas concernientes a la vida, patrimonio, bienes o fortuna de
los súbditos, no han de decidirse por la razón natural, sino por razón artificial
y el juicio del derecho…”. Es decir que la decisión jurisdiccional no debe
reflejar el arbitrio subjetivo del juzgador sino el desarrollo de una depurada
técnica jurídica eminentemente objetiva, tendiente a cristalizar el ideal de
justicia como fruto entrañable de la razón, del orden y de una mayor libertad
y dignidad del ser humano.
Estimo, que es éste el sentido de la obra, por lo que de allí deviene su
satisfactorio cometido.
Domingo Sesín
125
El Dr. Domingo Juan Sesín escribió el prólogo de este ensayo cuando fue publicado, por primera vez en 1988 por ed. Arpón.
45 Félix Alberto Pertile
INTRODUCCION
El tema y el problema
El presente ensayo aborda uno de los temas fundamentales que hacen a la
existencia del Estado de Derecho. Afirmado éste sobre la base de la juridicidad y de la
legalidad, encuentra en el control judicial de la administración el reaseguro necesario
de la plenitud de su existencia.
Para el afianzamiento de tal instancia corresponde trabajar desde el campo
doctrinario o institucional.
En tal empeño y con el fin de plantear mejor la cuestión, creemos oportuno
efectuar una breve referencia a los orígenes políticos del control judicial de la actividad
administrativa. La historia muestra, en tal sentido, dos sistemas tradicionales en lo que
se refiere al control de dicha actividad. Se conocen como sistemas francés y
anglosajón. El primero obtiene su caracterización por atribuir tal fiscalización a un
organismo administrativo y el segundo por concedérselo a los jueces126.
Sin embargo, a pesar de las diferencias en cuanto a estructura y actitudes,
algunos autores127 estiman que se identifican en lo esencial, que es la independencia
del órgano y su no subordinación al poder controlado.
La República Argentina por su parte, es un Estado Federativo, tiene
Administración y Justicia nacionales y Administración y Justicia Provinciales. El control
de la Administración nacional es judicial con sistema de unidad de jurisdicción y
tendencia a la especialización. El control de la Administración provincial es también de
carácter judicial, habiendo sido regla que se asignara competencia en lo contencioso
administrativo a los Tribunales Superiores o Cortes Supremas de cada provincia128, de
tal forma que el sistema argentino se parecía más al anglosajón que al francés.
La cuestión en Francia
Cuando la Revolución Francesa de 1789 irrumpe en el escenario político de la
época, encuentra en su país de origen que los jueces, respondiendo a los intereses
conservadores, negaban el enregistremente de las ordenanzas reales, inspiradas por
los ministros fisiócratas Turgot, Calonge y Necker, cuando tales ordenanzas contenían
reformas a la estructura social. La referida actitud de la judicatura ayuda a precipitar la
crisis institucional, la cual se resuelve en la convocatoria de los Estados Generales y
facilita los dirigentes de la Revolución para prescindir del sistema de división de
126
De la Rúa, Fernando, Jurisdicción y administración, Lerner, Bs. As., 1979, p. 53. 127
Confr. Fiorini, Bartolomé A., “Los actos de administración y el recurso extraordinario”, La Ley, t. 138, p. 1111; De la Rúa, op. cit., loc. cit.. 128
De la Rúa Fernando, op. cit., ps. 70 y 71. La excepción la constituye Córdoba con el funcionamiento de Cámaras especializadas.
46 Estudios de Derecho Administrativo
poderes que en la concepción de Montesquieu se manifiesta como división de funciones
conferidas a diversos órganos.
La circunstancia apuntada fomentó el desprecio hacia los órganos judiciales
porque éstos se levantaban como un obstáculo a la reforma iniciada.
Durante mucho tiempo prevaleció tal concepto, dando lugar a lo que se
denominó el “gobierno de los jueces”, significándose con esta expresión que el control
ejercido por la judicatura se traduciría en la fiscalización de la oportunidad de las
decisiones129.
Los hombres de la Revolución, entendían que los jueces podían adoptar actitudes
reaccionarias, capaces de comprometer el nuevo orden de cosas establecido. Por ese
motivo, el art. 13 de la ley de organización judicial del 16 al 24 de agosto de 1790,
preceptuaba que las funciones judiciales eran distintas y quedaban separadas de las
administrativas130.
Luego, en 1799, se produjo la creación de los Consejos de Prefectura y del
Consejo de Estado, no ejerciendo éste una función propia, conceptualizándolo como
“justicia retenida” puesto que se limitaba a presentar al jefe de Estado, proyectos de
resolución en temas contenciosos. Recién en 1872 se delegó en el Consejo de Estado
el ejercicio de la función jurisdiccional referido a las actuaciones de la administración,
lo que dio lugar al concepto de “justicia delegada”131.
Cabe recordar, también, el edicto de Saint Germain de 1841, donde nuevamente
se proclama la separación de las autoridades administrativa y judicial, prohibiéndose a
los órganos judiciales intervenir en causas administrativa132.
Emerge, entonces, el control de la Administración como un control interno sobre
su propia organización y que posteriormente Napoleón instituyó a través del Consejo
de Estado para la Administración Central y de los Consejos de Prefectura para los
Departamentos. Los jueces, en virtud del dogma de la separación, no podían ejercer
esta función. García de Enterría refiere el interés que tuvo la administración en que los
funcionarios se supeditaran a la ley. Relaciona el autor, de este modo, la historia del
contencioso administrativo a la del centralismo político, adjudicándole a Napoleón el
título de constructor del Estado centralizado francés moderno, modelo para toda la
Europa del siglo XIX133.
De conformidad con el comportamiento de los diferentes gobiernos que se
sucedieron, pueden apreciarse en la historia del Consejo de Estado, distintos períodos.
129
García de Enterría, Eduardo, “La lucha contra las inmunidades del poder en el derecho administrativo”, Revista Administración Pública, Nº 38, p. 162 y ss.. 130
Diez, Manuel María, Derecho administrativo, Plus Ultra, Bs. As., 1972, t. 6º, p. 377. 131
Gonzáles, Pérez, Jesús; Martins, Daniel H.; Sarría, Consuelo H., Justicia Administrativa, UNSTA, Tucumám, 1981, p. 26. 132
Diez, Manual María, op. cit., p. 87. 133
García de Enterría, Eduardo, op. cit., p.165
47 Félix Alberto Pertile
Frente a la ausencia de normas jurídicas que establecieran las competencias de
las jurisdicciones administrativa y judicial, el Consejo de Estado formuló diversos
principios con el objeto de establecer límites para la distinción.
Hubo un primer paso encaminado a marcar la diferencia entre actos de imperio y
actos de gestión. Para ello se gestó el criterio de desdoblar la personalidad del Estado,
atribuyendo competencia al Poder Judicial sólo para juzgar los mencionados en
segundo término. Con posterioridad, las nociones de servicio público de los fallos
“Blanco” de 1873, “Terier” de 1903, y “Théron” de 1910 y las diversas teorías
elaboradas sobre tal concepto, aportaron otros criterios que contribuyeron a precisar la
distinción134.
La radicación del control en el propio aparato administrativo y en su interés, fue
lo que permitió su consagración definitiva, marcando desde su comienzo el sistema de
lo contencioso. En la actualidad, el recurso contencioso-administrativo no es una
impugnación instituida desde dentro de la Administración y en su propio interés, sino
que se trata de un medio arbitrado por auténticos jueces, un verdadero control
jurisdiccional establecido en interés de los demandantes, salvo en las hipótesis
excepcionales de acciones populares135.
Queda así señalado el origen en Francia, del control establecido por el Estado
sobre la actividad de la Administración. En tal sistema la revisión o fiscalización se
ejerce a través de los tribunales que integran la Administración, desvinculado del Poder
Judicial y, a su vez, con total independencia de la autoridades que cumplen funciones
administrativas.
En nuestro país
En la República Argentina, no se produjo el fenómeno de invasión del órgano
judicial en zonas de otros Poderes, como ocurrió en Francia, dando lugar a la reacción
jacobina. Por el contrario, en nuestro país el estilo ha sido la autolimitación, como así
también la invasión en sentido contrario136.
En nuestra Constitución carecen de base normativa las enunciaciones acerca de
la irrevisibilidad por los jueces de los actos administrativos frente a las disposiciones de
los arts. 18, 28, 95 y 100 (nuevos arts. 109 y 116) de la Constitución Nacional137.
Sobre la base de los preceptos constitucionales antes citados, el administrado
tendrá posibilidad de acceder a la instancia judicial. De ningún modo sería correcto
sostener teorías inaplicables en nuestro sistema jurídico, como por ejemplo, la
formulada en torno al sistema francés de revisión judicial del acto administrativo. Los
134
Diez, Manual María, op. cit., p. 376 y ss.. 135
García de Enterría, Eduardo, op. cit., ps. 165 y 166. 136
Linares, Juan Francisco, Poder discrecional administrativo, Abeledo-Perrot, Bs. As., 1958, p. 242. 137
Fiorini, Bartolome A., “El acto administrativo ante la función de la justicia”, La Ley, t. 144, p. 973 y ss..
48 Estudios de Derecho Administrativo
principios que estructuran tal ordenamiento son inadecuados a nuestro sistema.
Desconocer tal circunstancia significaría no respetar las normas antes mencionadas.138
El derecho del administrado a que su pretensión sea considerada y resuelta por la
jurisdicción se da no sólo cuando el agravio procede de un particular, o cuando existe
conflicto entre particulares, sino también cuando la conculcación del derecho tiene
origen en un acto de la administración. Cuando así ocurra y la pretensión tenga
sustento en un interés legítimo o en un derecho subjetivo vulnerado, siempre se
impondrá, como regla general, la revisión judicial de aquellos.
Los principales medios que la permiten en nuestro país son los siguientes139:
1) La demanda contra el Estado por cuestiones de derecho común o de
derecho administrativo;
2) Las vías urgentes e inmediatas (amparo, habeas data y habeas corpus);
3) El recurso de inconstitucionalidad y
4) La acción contra las resoluciones de los “tribunales administrativos”.
Los fundamentos justificantes
No todos los autores sostienen el criterio de la enjuiciabilidad total de los actos
administrativos y tampoco nuestra jurisprudencia se muestra con disposición para
admitirlo. La realidad –dice Fiorini recordando las enseñanzas de Colmeiro-, nos ofrece
el panorama de una lucha “donde el administrador público, absorbente y destructor de
derechos individuales, invade potestades del legislados, pretendiendo incluso ser juez
de sus propios actos, apartando de esta manera la intervención judicial. A su vez el
poder judicial evitando fricciones se autolimita en sus potestades, elaborando
justificaciones cuyas denominaciones suelen ser: “actos no justificables”, “actos
discrecionales”, “atribuciones propias de la administración”, etcétera. Entre los
antecedentes que ilustran acerca del referido comportamiento de la judicatura
argentina, merece destacarse la influencia que en doctrinarios y magistrados tuvo el
contencioso-administrativo francés. Dicho sistema, en razón de su estructura lógica y,
sobre todo, por motivos políticos, excluida la intervención del Poder Judicial ante los
actos administrativos. La influencia francesa, en su momento, alejó de la enseñanza la
doctrina vernácula vernácula y española, como hubiese correspondido a nuestra
organización administrativa, olvidando que el juez, al revisar una disposición del
órgano administrativo, no procede como delegado del Poder que lo dictó, sino como
depositario del tesoro de la justicia que la ley le confía para que la dispense con
imparcialidad. No puede existir, un deber de ciega obediencia, que le obligue a cerrar
los ojos sobre la legalidad o ilegalidad de los mandatos de la administración”140.
138
Fiorini, Bartolome A., “Los actos de la administración y el recurso extraordinario. El agotamiento de un mito”, La Ley, t. 138, Sec. Doctrina, p. 1109. 139
De la Rúa, Fernando, op. cit., p. 27. 140
Fiorini, Bartolome A., “El acto administrativo ante la función de la justicia”, La Ley, t. 144, p. 973 y ss.. Conf. Colmeiro, Manuel, Derecho administrativo español, Madrid, 1858, t. 1, p. 43.
49 Félix Alberto Pertile
Es cierto que el Poder Judicial debe actuar independientemente de los litigantes
que asumen la contienda, pero también corresponde que actúe del mismo modo con
relación a los otros dos órganos del Estado.
Nuestra ley Fundamental no contiene norma que, en forma expresa, establezca
que los actos de la Administración pueden ser revisados judicialmente. Esto nos hace
sostener con Altamira Gigena141 que, una garantía tan necesaria, debería introducirse
en una próxima reforma de nuestra Carta Magna, tal como se hizo en la Constitución
de la República Italiana, cuando expresa: “Contra los actos de la administración
pública se admite siempre la tutela jurisdiccional de los derechos y de los intereses
legítimos ante los órganos de jurisdicción ordinaria y administrativa. Tal tutela
jurisdiccional no puede ser excluida o limitada a particulares medios de impugnación o
para determinada categoría de actos”.
No obstante la ausencia, en nuestra Constitución Nacional, de una norma como la
antes citada, decimos con Fiorini que de nuestro ordenamiento constitucional se
desprende la solución para todos los problemas referidos al enjuiciamiento de los actos
de la administración por la justicia. Surge esta afirmación “en razón de la existencia de
las normas contenidas en los artículos 100, 95, 28 y 18 (actuales arts. 116, 109, 28 y
18) del citado cuerpo legal, destacándose la prioridad del cometido del Poder Judicial,
como permanente árbitro de conductas individuales y conflictos de normas. Así lo
confirma el artículo 100 (art. 116 nuevo) que ubica a toda la Nación dentro de los
cuadros de la justicia cuando dirime un litigio, remarcándolo con la prohibición
impuesta con el artículo 95 (nuevo art. 109). Ambas normas son de meridiana claridad
con relación a cómo y quién debe actuar frente a los actos del administrador. A su
turno, el artículo 18, que consagra el derecho de la defensa en juicio, se suma para
establecer la necesaria y progresiva intervención judicial con respecto a los actos de la
administración. Por su parte, el artículo 28 prescribe la inalterabilidad de los principios,
garantías y derechos reconocidos por las leyes que reglamentan su ejercicio”142.
Ninguna de las garantías, principios e instituciones sobre los derecho
fundamentales consagrados por nuestra Constitución “podrán ser alterados” por norma
alguna. La Constitución y las leyes que se sancionen en su consecuencia son normas
supremas para la Nación. Ninguna doctrina, principio, institución, autoridad personal o
de grupo podrá estar por encima de ellas (art 31 C.N.).
El fundamento de la legalidad del acto administrativo se halla en las normas
imperativas de la validez de la juridicidad cual es el art 31 C.N., y en los demás
preceptos que, en cada Constitución provincial, garantizan el orden en la juridicidad,
según lo establece el art. 5ª de la Ley Fundamental de la Nación Argentina143. En este
sentido, la legalidad se manifiesta como una consecuencia necesaria de la existencia
previa de la juridicidad.
El Estado de Derecho reconoce al principio la legalidad como su viga maestra y al
control jurisdiccional como la garantía del sistema. Admitir lo contrario significaría que
141
Altamira Gigena, Julio I., Responsabilidad del Estado, Astrea, Bs. As., 1973, p. 123. 142
Fiorini, Bartolome A., “El acto administrativo ante la función de la justicia”, La Ley, t. 144, p. 973 y ss.. 143
Fiorini, Bartolome A., Teoría jurídica del acto administrativo, Abeledo-Perrot, 1969, ps. 58 y 59.
50 Estudios de Derecho Administrativo
la propia razón de ser de la ley, podría quedar desconocida y aniquilada sin remedio;
equivaldría reconocer que el poder es ilimitado y sin control, situación ésta que no
podría darse sin violentar los requerimientos del Bien Común. El juzgamiento de
cualquier acto administrativo ilegítimo es exigencia de la juridicidad para preservar el
propio ser del Derecho.
La extensión del control judicial
a. Diferencias entre discrecionalidad, mérito y razonabilidad.
Es imposible identificar “facultad discrecional” con “mérito del acto” en atención a
que son dos aspectos distintos de la realización de la actividad administrativa.
Mientras la discrecionalidad manifiesta el ejercicio prudente de una potestad, el
mérito es el resultado de una apreciación y valoración intrínseca del acto vinculadas
con la eficacia que hace a los fines del orden jurídico. La discrecionalidad está
estrechamente ligada con la norma que habilita la gestión administrativa y el margen
de libertad que la misma norma otorga al titular de la competencia; en cambio, el
mérito, lo está sólo con el acto.
Como sostiene Fiorini144, el mérito no es un elemento exclusivo de aquellos actos
dictados discrecionalmente. No son atributos de la discrecionalidad la eficacia, la
conveniencia y la oportunidad, sino que corresponden a toda la actividad estatal. Los
actos reglados también conllevan valores que permiten satisfacciones colectivas. En
ese sentido el extinto profesor afirma que lo “meritorio”, como cualidad del acto
proviene del acto mismo y no de la forma o medio que se ha utilizado para su dictado.
En la historia de la doctrina jurídico administrativa pueden observarse diversas
concepciones acerca del mérito del acto. Algunas –dice Fiorini- la presentan como un
valor negativo para la investigación de la actividad jurisdiccional y otros como la
actividad discrecional de la administración singularizada en un acto particular que no
debe ser investigado por los tribunales. Dichas definiciones de carácter negativo no son
lógicas, ya que al referirse a la parte no interviniente de la acción judicial, no
manifiestan en forma clara la esencia del valor intrínseco del acto administrativo.
Definen un efecto sin expresar la causa145.
Por su parte, la razonabilidad como calidad de lo razonable, de lo que tiene
sustento en la razón, hace referencia a la operación por la cual el espíritu de dos o más
relaciones conocidas concluye en otra que de ellas se deriva lógicamente; consiste en
establecer un nexo lógico entre varios juicios.
El acto administrativo –como lo tenemos dicho- además de una declaración de
voluntad, lo es de inteligencia, la cual hace referencia al pensamiento que comprende
al raciocinio como una de sus tres operaciones distintas, siendo las otras dos el juicio y
la concepción de las ideas.
144
Fiorini, Bartolome A., Teoría jurídica del acto administrativo, p. 137. 145
Fiorini, Bartolome A., Teoría de la justicia administrativa, Alfa, Bs. As., 1944, p. 90 y ss.
51 Félix Alberto Pertile
Asimismo, debe advertirse que la administración nunca es ciega y automática
ejecutora de la norma legal –ni siquiera en el ejercicio de la actividad reglada-, lo cual
significa que existe un proceso intelectivo, efectuado por el órgano público, a fin de
realizar socialmente las condiciones impuestas por el orden jurídico146.
Estas consideraciones nos hacen apreciar que el acto administrativo debe ser una
expresión de razonabilidad. En tal sentido afirmamos que es razonable cuando
contiene una relación lógica –proporcionada, adecuada-, entre los antecedentes y el
consecuente, entre el objeto y el fin.
Doctrinaria y jurisprudencialmente la razonabilidad suele ser identificada con el
mérito del acto, existiendo también el criterio de ubicarla en una zona gris entre la
“legitimidad” y la “oportunidad”147.
Adherimos a la posición sustentada por Haro148 cuando señala dos aspectos de la
razonabilidad: uno de ellos es el objetivo, dado por la relación entre la norma y el
hecho, tal como se presenta a nuestra consideración; el otro, el subjetivo, es el
resultado de una serie de ponderaciones que se realizan atendiendo a todas las
circunstancias que connotan los hechos.
La estipulación precedente nos permite afirmar que la razonabilidad (aspecto
objetivo) está presente en la “legitimidad” a través de la motivación, pero también
participa (aspecto subjetivo) en el mérito, por cuanto la determinación de la
oportunidad, conveniencia y eficacia del acto lleva implícitamente un proceso de
apreciación razonable, además de otras valoraciones integrativas.
En la motivación del acto deben darse los fundamentos que acrediten su
razonabilidad objetiva. La carencia de esta calidad significa un vicio de legitimidad.
Para la doctrina clásica, los jueces no debían juzgar la legitimidad del acto
administrativo dictado como consecuencia del ejercicio de la actividad discrecional. Si
se lesionaba a través del acto discrecional algún derecho subjetivo, este último
quedaba sin protección porque –según se sostenía- sin la existencia de regla positiva
no hay base para establecer la ilegalidad, y careciendo de pauta para confrontación, no
es posible que prospere impugnación alguna149.
En esta tesitura se ubican las normas de los códigos procesales antiguos como
por ejemplo el de la provincia de Salta (art. 27, inc. 1º); el de Santa Fe (art. 12, inc.
C); el de La Rioja, (art. 14, inc. c); el de Córdoba (art. 3º, inc. a); el de Jujuy (art. 4º,
inc. c) y el de Buenos Aires (art. 29, inc. 1º).
El ejercicio de la función administrativa produce actos administrativos, los cuales
quedan expuestos a la revisión jurisdiccional en la medida que afecten derechos
subjetivos públicos o intereses legítimos. Para que proceda esa revisión, es indiferente
146
Fiorini, Bartolome A., La discrecionalidad en la A.P., op. cit., p. 45. 147
Marienhoff, Miguel S., Tratado de derecho administrativo, Abeledo-Perrot, Bs. As., 1970, t. 1, p. 416. 148
Haro, Ricardo, Control y razonabilidad y poder de policía, Estudios de Der. Adm. En homenaje al Centenario de la Cátedra de Der. Adm. En la Fac. de Der. R.O.U., Montevideo, 1979. p. 201. 149
Sarría, Félix, Derecho administrativo, Ediciones Assandri, Cba., 1961, p. 422.
52 Estudios de Derecho Administrativo
que el acto administrativo se origine por la actividad reglada o discrecional de la
Administración en razón de que, en definitiva, la lesión proviene del acto mismo.
Al respecto, Fiorini150 se expresa de la siguiente manera: “si la labor discrecional
es jurídica, debe necesariamente ser controlada por órganos jurídicos cuya función sea
rectificar o ajustar jurídicamente las desviaciones…”.
En la revisión jurisdiccional se investigará si en la emisión del acto administrativo
se tuvieron en cuenta los conceptos determinados como presupuesto o finalidad de la
norma o si, por el contrario, se les confirió otro sentido. La Cámara Nacional Federal,
Sala Contencioso Administrativo, expresó el 24 de Mayo de 1965 in re “El Lloyd, S.A.”:
“El control judicial sobre los actos administrativos debe limitarse a verificar su
legitimidad, lo que supone la existencia de facultades regladas, pero no excluye
totalmente las discrecionales que también pueden ser controladas en punto a
competencia y forma, como asimismo en supuestos de arbitrariedad”151.
El Código Procesal Administrativo de la Provincia de Mendoza, recepta este
criterio cuando en su art. 2º, inc. a) prescribe: “… son impugnables por las vías que
este código establece:
a) Los actos dictados en ejercicio de las facultades discrecionales siempre
que la impugnación se funde en razones de ilegitimidad. El concepto de
Ilegitimidad comprende los vicios en la competencia, objeto, voluntad y
forma del acto, la desviación y el abuso o exceso de poder, la
arbitrariedad y la violación de los principios generales del derecho;…”.
b. La teoría de Soto Kloss
Eduardo Soto Kloss152 expresa que suele aceptarse casi sin discusión que
legalidad y oportunidad153 serían dos momentos del control jurídico del actuar de la
administración, en virtud de los cuales el segundo escaparía en cierto modo al poder
del controlante (usualmente juez), porque al recaer sobre la esencia misma del
administrar y estando ello entregado al administrador no podría el que controla
fiscalizar la oportunidad (conveniencia, mérito, cuándo) sin entrometerse en las
funciones propias del administrador. Lo cierto –dice-, es que en atención al principio de
la juridicidad administrativa, las afirmaciones sobre la pretendida distinción entre
legalidad o legitimidad y oportunidad no resisten el menor análisis. En efecto, si los
órganos administrativos existen y son porque el derecho los ha creado; si ellos no
tienen más potestades ni posibilidades de obrar jurídicamente que en la medida que el
derecho lo ha determinado; si el fin para el que han sido creados lo ha previsto la
propia ley que crea los entes y ha precisamente determinado tal fin la atribución
específica de potestades para alcanzarlo idónea y eficazmente; y si toda la actuación
150
Fiorini, Bartolome A., La discrecionalidad en la administración pública, Alfa, Bs. As., 1951, p. 161. 151
La Ley, t. 119, ps. 934 y 935. 152
Soto Kloss, Eduardo, La toma de razón y el poder normativo de la Contraloría General de la República, separata de la C.G.R., Santiago de Chile, 1977, p. 181 y ss. 153153
La Cátedra de Derecho Administrativo de la Universidad Nacional de Córdoba siempre señaló: -con relación al acto administrativo- la diferencia entre legitimidad y oportunidad, abarcados ambos conceptos por el de legalidad.
53 Félix Alberto Pertile
misma de los órganos de la administración está mediatizada por el fin específico de
lograr la satisfacción concreta de las necesidades públicas en el campo sectorial
respectivo, resulta más que obvio que lo oportuno y lo conveniente del actuar de tales
órganos forma parte de su más intima esencia, es decir que han sido creados para
fines y para lograrlos concretamente. La oportunidad y la conveniencia integran pues
la juridicidad misma de su actividad, ya que le han sido atribuidas potestades
determinadas para alcanzar esos fines precisos y específicos de modo idóneo y eficaz.
De no ser así, es más que indudable que tales órganos no sólo no existirían, sino que
ni siquiera será pensable imaginar por el legislador su creación.
La oportunidad –continúa Soto Kloss- no es un agregado de la legalidad, como
algunos piensan y durante tanto tiempo se afirmó por la doctrina; no es tampoco un
sector de libertad que conservaría la Administración cada vez más arrinconada por la
juridicidad, ni mucho menos es un elemento que escapa al control. Oportunidad,
conveniencia, mérito, son elementos que integran la potestad jurídica misma que el
legislador ha conferido al administrador habilitándolo para que pueda realizar
concretamente su función de tal, en orden a satisfacer las necesidades públicas.
A ningún este público –expresa el profesor chileno- el legislador puede haberle
dado potestades públicas administrativas de imposición unilateral para que actúe de
modo inconveniente, de manera inoportuna, en forma inidónea o ineficaz; si así actúa,
el administrador pervierte la normativa creada por el legislador, envilece la función
jurídica que le ha sido atribuida, perturba la paz de la comunidad. En definitiva, no se
ajusta a derecho, lo infringe, lo viola, transforma su decisión en una actuación
antijurídica, ya que no utilizó sus poderes de acuerdo a derecho, y no hacerlo
constituye –sin discusión posible- una ilegalidad.
En conclusión, Soto Kloss sostiene que la oportunidad no es algo diferente de la
legalidad, ni algo aparte de la juridicidad que envuelve toda la actuación de los
órganos de la Administración, es parte integrante, al igual que los otros elementos que
conforman la potestad administrativa de ésta, y por lo tanto el control sobre su
correcto ejercicio ha de comprender ciertamente la oportunidad y conveniencia con
que ha sido utilizada en un caso concreto para lograr adecuada solución a una
necesidad pública. No controlarlas so pretexto de que no configuran la legalidad del
actuar de la administración significará dimitir de la función revisora o de fiscalización y,
en el fondo, no entender nada sobre el principio de juridicidad que conforma toda la
actividad administrativa estatal.
Hasta aquí entonces, encontramos dos posiciones totalmente opuestas en cuanto
a la extensión del control: la primera de ellas niega que el acto dictado como
consecuencia de la actividad discrecional pueda ser sometido a revisión judicial y la
segunda, afirma que en cualquier acto dicha revisión debe llegar hasta el mérito. Nos
apartarnos de ambos criterios por entender que la realidad jurídico-pública está
compuesta de ingredientes relacionados con datos objetivos que surgen de las normas
institucionales de cada Estado y apreciaciones subjetivas que se han efectuado para la
resolución de los casos concretos. Armonizar la parte con el todo no es tarea sólo del
lógico o del esteta, también lo es del jurista, quien a tal fin deberá ordenar los objetos
54 Estudios de Derecho Administrativo
que se le presenten a su estudio, haciendo las distinciones necesarias y reconociendo
la jerarquía de los principios jurídicos aplicables.
En este sentido corresponde, en primer lugar, recordar que el fundamento del
régimen republicano está en la división de las funciones del Estado. Ese principio
integra la juridicidad en grado eminente. En segundo lugar, teniendo en cuenta la
distinción entre razonabilidad objetiva y subjetiva, necesario es precisar que, así como
la primera de ellas (la objetiva: la que dice relación entre la norma y el hecho), está
sujeta al control judicial, por pertenecer a la legitimidad del acto, la segunda (la
ponderativa de la eficacia, la cual responde a todas las circunstancias que connotan los
hechos) es inherente a la esencia misma del administrar y, por consiguiente, no debe
quedar expuesta a la revisión en virtud del principio de la división de funciones del
Estado.
No existe ningún inconveniente en que la propia Administración, por sí y ante sí,
revoque sus actos por inoportunos, o por haberse modificado las circunstancias que los
hicieron meritorios. Esta solución está contemplada, por ejemplo en el art. 18 de la ley
19.549 cuando expresa: “También podrá ser revocado, modificado, o sustituido por
razones de oportunidad, mérito o conveniencia, indemnizando los perjuicios que
causare a los administrados”.
Distinta es la situación que se nos presenta en sede judicial. Los
pronunciamientos jurisdiccionales deben sujetarse a su “zona de reserva” y no invadir
la “zona de reserva de la Administración”. La Corte Suprema de Justicia de la Nación
tiene dicho desde hace casi un siglo154. “Es elemental en nuestra organización
constitucional la atribución que tienen y el deber en que se hallan los
tribunales de justicia, de examinar las leyes en los casos concretos que se
traen a su decisión, comparándolas con el texto de la Constitución para
averiguar si guardan o no conformidad con ésta y abstenerse de aplicarlas si
las encuentran en oposición con ella, constituyendo esta atribución
moderadora uno de los fines supremos y fundamentales del Poder Judicial
Nacional y una de las mayores garantías con que se ha entendido asegurar los
derechos consignados en la Constitución contra los abusos posibles e
involuntarios de los poderes públicos. Que tal atribución es por otra parte un
derivado forzoso de la separación de los poderes constituyentes y legislativo ordinario
que hace la Constitución y de la naturaleza esencialmente subordinada y limitada en
este último y se halla espacialmente consagrada por las leyes del 16 de octubre de
1862 y del 14 de setiembre de 1863, la primera de las cuales declara que: uno de los
objetos (de la justicia federal) es sostener la observancia de la Constitución Nacional
prescindiendo al decidir las causas, de toda disposición de cualquiera de los otros
poderes nacionales que esté en oposición con ella”.
Por su parte, la doctrina de los autores hace referencia al principio de “reserva”
en sus tres frases: reserva de la ley, reserva de la justicia y reserva de la
administración. Al respecto Marienhoff155 cuando trata de los reglamentos
154
Fallos: 33:162 155
Marienhoff, Miguel S., Tratado de derecho administrativo, Abeledo-Perrot, Bs. As., 1970, t. 1, ps. 241 y 242.
55 Félix Alberto Pertile
autónomos, independientes o constitucionales, sostiene lo siguiente: “Son los que
puede dictar el Poder Ejecutivo sobre materias acerca de las cuales dicho poder tiene
competencia exclusiva, de acuerdo a textos y principios constitucionales. Estas
materias son lo que a mi criterio integran lo que llamo „reserva de la administración‟,
por oposición a la „reserva de la ley‟ que contempla un ámbito reservado al legislador”.
Más adelante en nota Nº 228, agrega: “También existe la zona que ha de
llamarse „reserva de justicia‟ o „reserva del juez‟ en cuyo recinto jurídico les está
vedada la penetración al legislador y al administrador, so pena de realizar actos írritos
por implicar una violación del principio constitucional de la funciones estatales”.
La Constitución Nacional establece la esfera de competencia donde cada “poder”
puede actuar válidamente. La zona de reserva de la Administración es un corolario de
la división constitucional de las funciones jurídicas estatales, lo que significa
distribución de competencias propias y exclusivas a cada uno de los órganos que
integra el Estado.
El mérito del acto administrativo, como su valoración intrínseca, implica un juicio
privativo de la Administración en cuanto se refiere a la oportunidad, conveniencia y
eficacia de la medida adoptada y, por consiguiente, pertenece a la zona de reserva de
la Administración, ámbito éste que, si bien responde al principio de juridicidad
administrativa –no pudiendo ser de otra manera por ser la administrativa una función
jurídica- queda exento del control judicial, salvo los casos de arbitrariedad manifiesta,
excepción que se sustenta en la misma juridicidad, a la cual repugna el acto
administrativo injusto.
Si en el proceso administrativo se juzgara el mérito del acto, tal conducta del
órgano jurisdiccional sería violatoria del principio de la división de funciones,
consagrado en nuestra Constitución.
El moderno Código Procesal Administrativo de la Provincia de Corrientes resuelve
el tema de la siguiente manera:
“Articulo 4º, inciso b): No procede la revisión jurisdiccional de:
La parte discrecional de los actos cuando se cuestione la mera oportunidad o
conveniencia con que fueren dictados, salvo que al emitírselo se hubiera incurrido en
arbitrariedad, vulnerando los derechos del accionante…”.
El mismo criterio sostuvo la Cámara Nacional Civil, Sala E, el 28 de diciembre de
1976 en autos “Devicenzi de Gallardo, Amelia c/ Municipalidad de la Capital”156. En esa
circunstancia expresó:
“… Los méritos de los participantes en un concurso para proveer un
cargo administrativo y la fijación del orden de prioridad de las mismas no es,
en principio, materia susceptible de revisión judicial, pues pertenece al
ámbito de discrecionalidad técnica del Poder Administrador, que escapa al
contralor de los otros poderes del Estado. Se trata de una cuestión vinculada
156
La Ley, 1977-C, ps. 81-86.
56 Estudios de Derecho Administrativo
al principio constitucional de separación de los poderes, que debe ser
cuidadosamente preservado. Empero, si el ejercicio de atribuciones privativa
es ajeno al contralor del Poder Judicial, ello es a condición de que no se
ejerzan arbitrariamente, ni excediendo la órbita de las propias facultades. A
diferencia del defecto relativo a la oportunidad, mérito o conveniencia, que
los juzga exclusivamente la administración pública, el vicio de ilegitimidad del
acto administrativo lo juzga también, a pedido de parte, el Poder Judicial”.
Fernando de la Rúa157 sintetiza la opinión mayoritaria de la doctrina cuando
expresa: “La actuación de la jurisdicción respecto de la administración debe limitarse,
entonces, al contralor de legalidad o legitimidad, invalidando el acto administrativo o
emitiendo una orden de hacer, para suplir una omisión, o de no hacer, para impedir un
daño ilegitimo. Pero así como puede declarar la inconstitucionalidad de una ley no
puede legislar, del mismo modo su potestad de control sobre la administración no le
faculta a reemplazarla en la determinación de las políticas o en la apreciación de los
criterios de oportunidad librados al poder discrecional de la administración”.
Para la mayoría de los autores es un postulado republicano el carácter
estrictamente revisor de la jurisdicción contenciosa. De ninguna manera –sostienen-
puede transformarse en una instancia administrativa más. Si ello ocurriera, el tribunal
se manifestará asumiendo funciones que no son suyas158.
Como consecuencia del control jurisdiccional, el acto administrativo puede ser
objeto de anulación o confirmación pero no de sustitución, no obstante algunos
pronunciamientos judiciales o las expresiones en tal sentido de un sector de la doctrina
de autores nacionales y extranjeros159.
No son partidarios de la sustitución quienes dicen que ello implica reconocer al
órgano judicial, atribuciones no otorgadas por la Constitución Nacional. La sustitución
significaría irrumpir en la zona de reserva de la administración, lo cual está vedado a la
jurisdicción.
Fiorini160 expresa que “el control jurisdiccional se hará sobre todos los elementos
objetivos utilizados por el administrador para la emisión del acto oportuno. El control
no deberá invadir el sector que no corresponde a tales elementos. Si el juez, en su
labor, no tiende a investigar la contracción entre el acto impugnado y el elemento
objetivo de existencia real, estará realizando una tarea que no le corresponde, cual es
la de ponderar o apreciar. El órgano que así actúa no lo hace como juez sino como un
buen funcionario si es que se desea marginar al despotismo y garantizar la libertar”.
157
De la Rúa, Fernando, Jurisdicción y administración, op. cit., p. 29. 158
Conf. Dromi, José R., Derecho subjetivo y responsabilidad pública, Temis, Bogotá, 1980, p. 111. En contra, Mairal Héctor, Control judicial de la administración pública, Depalma, Bs. As., vol. I, p. 345 y ss.. 159
Gonzáles Pérez, Jesús, Derecho procesal administrativo, Ed. Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1957, t. II; Argañaráz, Manuel, Tratado de lo contencioso administrativo, T.E.A., Bs. As., 1984; Marial, Héctor, “Control judicial de la adm. Pública”, Depalma, Bs. As., 1984, ps. 908 y 909. 160
Fiorini, Bartolomé A., La discrecionalidad en…, op. cit., ps. 165.
57 Félix Alberto Pertile
Metodología para efectuar el juzgamiento161
El acto administrativo, una vez notificado, produce sus efectos, pudiendo
eventualmente causar agravio. En tal caso el particular afectado en su situación
jurídica subjetiva deducirá los recursos administrativos correspondientes con el objeto
de lograr la revocación del acto en sede administrativa. Si así no ocurriese podrá
intentar la vía procesal administrativa con el fin de obtener su anulación.
En el último supuesto el respectivo tribunal efectuará el juzgamiento abordando
la técnica adecuada para ejercer el control de competencia, comprobación de la
existencia de la causa, y los controles de calificación, motivación, finalidad y formas162,
lo cual significa la revisión de la legitimidad del acto administrativo.
a. Control de la Competencia
La primera actitud investigativa del tribunal estará referida al quien, al autor del
la declaración administrativa para constatar si existe habilitación legal para su emisión.
Se analizara si la materia sobre la cual se ha resuelto, está enmarcada en la órbita de
atribuciones jurídicas con las cuales el funcionario proveyente ha sido investido. En ese
sentido es pertinente averiguar si posee competencia en razón de la materia, del
territorio, del grado e inclusive del tiempo.
Hay incompetencia en razón de la materia cuando se violan por los respectivos
órganos administrativos los límites impuestos a las atribuciones que le han sido
asignadas. Se da la incompetencia en razón del grado cuando el inferior realiza actos
reservados al superior jerárquico. Existe incompetencia territorial cuando un órgano
local emite actos que producirán efectos fuera del lugar de su jurisdicción. Por último,
la incompetencia en razón del tiempo ocurre en el supuesto de que el acto hubiese sido
dictado por el órgano que en ese momento no era competente por haber pasado la
oportunidad legal para producir esos efectos o por no haber llegado esa
oportunidad163.
b. Control de comprobación de la existencia de la causa
En el conjunto de elementos del acto administrativo cobra fundamental
importancia aquel que se refiere a los hechos determinantes, mención que señala a los
presupuestos fácticos. Este requisito se denomina causa, entendida como origen o
fuente del acto jurídico y no como fin de éste.
161
Distintos aspectos vinculados con este tema están tratados en la excelente obra de José Roberto Dromi, Derecho subjetivo y responsabilidad pública, Temis, Bogotá, Colombia, 1980, Cap. III, p. 96 y ss.. 162
Garrido Falla, Farnando, “El tratamiento jurisprudencia de la discrecionalidad administrativa”, Revista de Administración Pública, Nº 13, Madrid, 1954. 163
Con el objeto de ampliar lo referido a la competencia, ver Gordillo, Agustín A., Tratado de derecho administrativo, op. cit., t. III, p. 25 y ss..
58 Estudios de Derecho Administrativo
Aquí nos encontramos en un sector del acto administrativo donde no hay
apreciación ni juicio164, sino la determinación de los hechos que necesariamente deben
existir al momento de dictarse la decisión administrativa.
Todo ejercicio del poder se respalda en una realidad fáctica que funciona como
supuesto de hecho de la norma de cuya aplicación se trata. Este hecho como tal ha de
ser una realidad y, en ese sentido, ocurre que la realidad es siempre una: no puede
ser y no ser al mismo tiempo, o ser simultáneamente de un modo y de otro165
(estamos frente a la vigencia de los principios lógicos de identidad, no contradicción y
tercero excluido).
Puede ocurrir también que, a pesar de la real existencia del hecho, éste no sea el
tipificado por la norma, careciendo en consecuencia de la calidad de situación fáctica,
habilitante para la actuación del administrador público. Si así ocurriera, estaríamos
ante una falta causa y, consiguientemente, la disposición impugnada no se ajustaría a
derecho.
La administración y, obviamente, el tribunal judicial, deben estar atentos en esta
tarea de comprobación, con el fin de evitar y localizar lo que se denomina error de
hecho.
En definitiva, en el control de la realidad de los hechos determinantes, se
encuentra uno de los medios más eficaces para el juzgamiento del acto administrativo.
La falta de causa o la falsa causa tornará nula la disposición que las contenga.
c. Control de calificación
c.1. Calificación jurídica de los hechos
Después de verificar la existencia del presupuesto fáctico –plataforma necesaria
para la emisión del acto administrativo- el tribunal comprobará si dicho presupuesto
previo responde a la tipología que, como condición, requiere la ley. Tal proceder se
denomina calificación jurídica de los hechos.
Si no se observó tal conducta, como consecuencia inevitable habrá surgido el
acto arbitrario.
La calificación jurídica es la operación que se realiza para comprobar si el hecho
es habilitante para la actuación administrativa. De allí la relevancia de la tarea que
deberá realizar el órgano revisor con el objeto de establecer el si funcionario
administrativo encuadró el hecho en el marco de la norma legal.
La falsa calificación consiste en el uso indebido de la competencia atribuida, como
consecuencia de haber efectuado una valoración no adecuada objetivamente.
164
Véase Stassinopoulos, Michel, Traité des actes administratiff, op. cit., p. 154. Además Venezia, Jean Claude, Le pouvoir discrátionnaire, op. cit., p. 48. 165
García de Enterría, Eduardo, La lucha contra las inmunidades, ps. 170 y 17.
59 Félix Alberto Pertile
La función calificadora es expresión de actividad reglada y, por lo tanto,
supeditada a la revisión en todos los actos administrativos.
Es de fundamental importancia, en ese sentido, el ejercicio del control, porque la
sagacidad que allí se ponga de manifiesto evitará el uso inidóneo de la potestad que
fue conferida para no incurrir – a través de una errónea calificación- en desviación de
procedimiento, la cual redundara en menoscabo de la situación jurídica del
administrado166.
c.2. Conceptos jurídicos indeterminados
En forma distinta a lo que ocurre con el ejercicio reglado de facultades, la
discrecionalidad administrativa encuentra límites en las denominadas fórmulas
jurídicas elásticas. En tales hipótesis, el tribunal deberá, frente al caso concreto,
determinar los hechos e interpretar la norma aplicable con el objeto de establecer si
tales límites han sido transgredidos por la Administración.
Existiendo la dificultad y a veces la imposibilidad de que la norma asigne en
forma detallada una determinada atribución, diversos ordenamientos jurídicos utilizan
lo que se ha dado en llamar “conceptos jurídicos indeterminados”; los cuales serán
determinados por la propia Administración en cada saco o al reglamentar la ley.
Para García de Enterría estos conceptos jurídicos indeterminados son
consustanciales a toda la técnica jurídica y no sólo del derecho público. En este sentido
el mencionado autor cita algunos ejemplos como “buena fe”, “justo precio”, “concepto
legal de utilidad pública”, etcétera. La Administración buscará la solución a cada caso
apoyándose en criterios de valor, según la norma que ha creado dicha atribución.
Corroborar si un concepto jurídico indeterminado se adecua a la norma o se cumple,
implicará atender a las circunstancias del caso y al sentido jurídico que la norma le
asigne.
Afirma además García de Enterría que la determinación del concepto siempre
sería un proceso reglado y, consiguientemente, una limitación concreta de la
Administración, atento que el sentido jurídico que debe darse al concepto es uno sólo,
el indicado por la ley167.
Por su parte, Dromi168 expresa que cuando la norma manda conductas a un fin,
por ejemplo, “utilidad pública”, “bien común”, “interés general”, “seguridad pública”,
etcétera, está regulando el obrar administrativo por vía de fórmulas jurídicas
indeterminadas en su ejecución, pero precisadas en su orientación.
En definitiva, como señala Barra169, este principio “de la solución justa” no es
solamente de aplicación a problemas de interpretación del significado de conceptos
jurídicos sino, fundamentalmente, a la interpretación de la finalidad de toda actuación
166
Drimi, José Roberto, Derecho subjetivo…, op. cit., ps. 100 y 101. 167
García de Enterría, Eduardo, op. cit., p. 171. 168
Dromi, José Roberto, Derecho subjetivo…, op. cit., p. 101. 169
Barra, Rodolfo Carlos, Contrato de obra pública, Abaco, 1986, t. 2, p. 429, nota 32.
60 Estudios de Derecho Administrativo
jurídica, determinando así el contenido de tal actuación que no podrá ser otra cosa que
la realización de la justicia frente al caso concreto.
d. Control de Motivación
El próximo paso debe hacerse sobre la “motivación” del acto, sobre las razones
que indujeron a emitirlo. Aquí nos internamos en un campo donde la revisión judicial
puede calar hondo en la realización de su tarea.
La exigencia de la “motivación” permitirá al tribunal apreciar si la Administración,
respetó o desbordó los límites impuestos por la juridicidad, máxime si se trata del
ejercicio discrecional del poder.
El acto motivado es sinónimo de acto fundamentado en razonamientos. Esta
exigencia se acentúa cuando están de por medio el interés público o los derechos
subjetivos de los administrados y, fundamentalmente, si es revocatorio de otro emitido
por el inferior jerárquico.
En este sentido la Procuración del Tesoro de la Nación se expresó del siguiente
modo: “sólo su fundamento de razonabilidad puede dar fuerza de convicción a un acto
administrativo”.
“… Cuando un acto administrativo carece de argumentación razonable sobre los
hechos que se le vinculen y se basa tan sólo en la pura y simple voluntad del
funcionario que lo dictó, es arbitrario y, por lo tanto ilegítimo”170.
También lo hizo la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Buenos Aires el
10 de febrero de 1981 en autos “Bisiñano, Carlos D. c/ Provincia de Buenos Aires
(revista La Ley, año XLVI, Nº 114, ps. 5 y 6) señalando en tal oportunidad: “la
circunstancia de tratarse de facultades discrecionales no exime, sino por el contrario,
con mayor razón aún, impone el requisito de motivación suficiente y adecuada,
especialmente cuando el acto extingue una situación creada, exigencia que se acentúa
si el acto se separa del dictamen de los órganos consultivos”.
Es necesario remarcar que el dictamen jurídico previo no dispensa la motivación
de acto. En este sentido la Cámara Federal de Mendosa, el 16 de setiembre de 1974 en
autos “Belleville Hnos. c/ Instituto Nacional de Vitivinicultura”, sostuvo: “Pretender que
la resolución administrativa está motivada al remitirse al dictamen del organismo de
asesoramiento jurídico es olvidar que la autonomía y plenitud de los actos
administrativos definitivos deben bastarse a sí mismos en sus argumentos…”171.
La ausencia de fundamentos en el acto administrativo es una grieta en su
juridicidad; patentiza una carencia de ser debido, restándole plenitud de vida a esta
unidad óntica perteneciente al mundo de lo jurídico.
170
Dictámenes 129:108 y 127:153. 171
La Ley, t. 1975-B, p. 183. En contra: La Procuración del Tesoro de la Nación. Cfr. Dictamen 156:273 en Dictámenes de la Procuración del Tesoro de la Nación, Buenos Aires, marzo, 1986, Nº11, ps. 71 y ss. y Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 301:953.
61 Félix Alberto Pertile
Además, el requisito de la motivación se ordena, necesariamente, al mejor
ejercicio del control jurisdiccional, momento éste donde se apreciara la exactitud de
este elemento externo que permita meritar si dicha facultad se ejerció dentro de los
límites jurídicos.
La ausencia o falta de motivación afectará de nulidad la disposición
administrativa objeto de juzgamiento.
e. Control de finalidad
La Administración no debe apartarse de los fines previstos en la ley, aun cuando
tuviera posibilidad de libre apreciación.
La Administración no actúa sólo de acuerdo con su elección, sino en razón de su
capacidad condicionada a la finalidad previamente establecida, sirviendo esta última
como límite de la referida función jurídica estatal.
El control de esta limitación es designado con el nombre “desviación de poder”,
nominación adoptada del derecho francés y de aplicación en los ordenamientos
jurídicos modernos. Surge su existencia cuando el administración, al ejercer la
potestad que le fue otorgada, realiza fines distintos a los prefijados por la norma
legal172.
Las tres situaciones que dan lugar a la categoría antes mencionada son: cuando
el funcionario actúa a favor de sí mismo, cuando lo hace para un tercero y también si
lo efectúa en favor de la Administración.
El acto administrativo impugnado por tal motivo –dice Prat- tiene una aparente
regularidad externa, pero está afectado por la existencia de un vicio oculto, latente,
que puede concretarse tanto en el fondo como en el procedimiento.
La figura jurídica que tratamos cobra verdadera relevancia en el campo de la
discrecionalidad, fundamentalmente por ser el medio para anular los actos jurídicos
producidos bajo el signo de tal modalidad.
El fin del acto administrativo es su efecto último, es el resultado que se quiere
alcanzar por intermedio de su objeto. Necesariamente, tal resultado debe concordar
con la finalidad requerida por la ley. Para que se cumpla esta coincidencia de
finalidades se las deberán cotejar, objetivándose el fin subjetivo mediante el examen
de las intenciones perseguidas por el administrador para lograr un resultado
determinado a través del dictado del acto jurídico respectivo. En caso de no convenir el
fin del acto con el fin de la ley, estaremos ante la presencia de la desviación de
poder173.
172
Dromi, José Roberto, Derecho subjetivo…, op. cit., p. 105. 173
Prat, Julio A., De la desviación de poder, Ed. Bianchi Altuna. R.O.U., 1957, ps. 122 y 387.
62 Estudios de Derecho Administrativo
f. Control de las formas
El acto administrativo debe necesariamente concretarse de un modo
determinado. Esto es lo que se ha denominado “forma”, la cual además de ser exigida
por la naturaleza propia de aquél, también esta impuesta para responder el
requerimiento de un valor fundamenta en el mundo de lo jurídico: la seguridad.
El vicio por defecto de forma, consiste en la omisión o en el cumplimiento
irregular de aquella a la cual se encuentra sometido el acto administrativo, tanto por
las leyes o reglamentos como la naturaleza de las cosas174.
En el orden nacional, el art. 8º de la ley 19.549, refiriéndose a ella prescribe lo
siguiente: “El acto administrativo se manifiesta expresamente y por escrito; indicará el
lugar y fecha en que se lo dicta y contendrá la forma de la autoridad que lo emite; sólo
por excepción y si las circunstancias lo permitieran podrá realizarse en forma distinta”.
Por su parte, el art. 14 del mencionado decreto-ley establece:
“El acto administrativo es nulo de nulidad absoluta e insanable, en los siguientes
casos:
Inc. b)… por violación… de las formas esenciales…”.
El vicio puede referirse a formas sustanciales o secundarias. La comisión o
cumplimiento irregular de las primeras se sanciona con nulidad insanable, tal como lo
impone la norma antes citada; pero, la omisión o cumplimiento deficiente de las
accesorias, puede subsanarse. Al respecto, corresponde relacionar los art. 15 y 19 inc.
b) del mismo cuerpo legal. El primero de ellos expresa: “Si se hubiere incurrido en una
irregularidad u omisión intrascendente o en un vicio que no llegare a impedir la
existencia de alguno de sus elementos esenciales, el acto será anulable en sede
judicial”.
La norma del art. 19 determina: “El acto administrativo anulable puede ser
saneado mediante…
b) confirmación por el órgano que dicto el acto subsanando el vicio que lo afecte.
Los efectos del saneamiento e retrotraerán a la fecha de emisión del objeto de
calificación o confirmación”.
La idea de “forma” que abarca a las denominadas “formalidades” incluye también
la de “procedimientos”. Debemos distinguir las “formas” del proceso declarante de
aquellas otras que corresponden al acto administrativo declarado.
Con respecto a las primeras, el art. 7º, inc. d) del citado cuerpo legal, establece
actividades formales, con el fin de sustentar el acto en forma previa a su dictado. Entre
ellas está prescripto, como esencial, el dictamen preveniente de los servicios
174
Altamira Gigena, Julio Isidro, “Accion contenciosa-administrativa de anulación” en Cuaderno de los Institutos Nº 94, Fac. Der. y Cs. Sociales, U.N.C., 1967, p. 57.
63 Félix Alberto Pertile
permanentes de asesoramiento jurídico, cuando el acto pudiere afectar derechos
subjetivos o intereses legítimos.
En relación con las segundas, el art. 8º se refiere a las que debe tener el acto,
como consecuente jurídico exteriorizado.
Las transgresiones a cualquiera de estos dos aspectos que presenta el elemento
“forma”, significan vicios de ilegitimidad del acto.
CONCLUSIONES
1. El control jurisdiccional de todo acto administrativo es garantía del sistema
jurídico republicano y una exigencia del bien común.
2. De nuestro ordenamiento constitucional surge la solución para el control judicial
de la actividad administrativa. tal afirmación tiene sustento en la existencia de
las normas los arts. 100, 95, 28 y 18 (actuales arts. 116, 109, 28 y 18) de la
Constitución Nacional.
3. Para que proceda la revisión judicial es indiferente que el acto administrativo se
origine como consecuencia de la actividad reglada o discrecional de la
administración. Esta afirmación se fundamenta en que la lesión o agravio
siempre derivará del acto administrativo y no de la diversa modalidad con que
se ejerce la competencia para su emisión.
4. El mérito del acto queda excluido de dicho control por tratarse de una
valoración de oportunidad, eficacia y conveniencia que pertenece a la “zona de
reserva” de la administración. La revisión del mérito significaría desconocer el
principio de la división de las funciones del Estado.
5. El control de motivación implica el de razonabilidad, aspecto este que integra la
legitimidad.
6. El control sobre la competencia, la comprobación de los presupuestos fácticos,
la calificación jurídica, la motivación, la finalidad y las formas, constituyen la
metodología para efectuar el control de la legitimidad.
64 Estudios de Derecho Administrativo
V Naturaleza jurídica de la función que cumplen
los Registros Públicos de Comercio(*)
(*) El presente Estudio se realizó en 1980.
65 Félix Alberto Pertile
DERECHO ADMINISTRATIVO, DERECHO REGISTRAL Y DERECHO
COMERCIAL
El tema que abordamos nos advierte de su íntima conexión con tres disciplinas
jurídicas: el Derecho Administrativo, el Derecho Registral y el Derecho comercial.
Su sola mención nos indica la prevalencia del sector iuspublicista y, por
consiguiente, la metodología que emplearemos participará de ese enfoque, sin que
esto signifique menospreciar la atención que merecen los intereses tutelados por el
Derecho Comercial.
Antes de avanzar con el objeto de nuestro estudio, digamos que la ley 5771 que
organiza el Registro General de la Provincia de Córdoba, en su art. 1º expresa que éste
“… tiene asiento en la ciudad Capital y jurisdicción en toda la provincia dentro del
ámbito que el Poder Ejecutivo determine”. Como se puede apreciar, la función dl
Registro General y, por lo tanto, la del Registro Público de Comercio, se desenvuelven
dentro de lo que se denomina administración centralizada.
En su art. 2º, la citada ley 5771, prevé la inscripción o anotación, entre otros
documentos de aquellos referidos a los actos de comercio. Luego, en el Título IV, en
cinco artículos (53 al 57 inclusive), regula lo atinente al Registro Público de Comercio,
expresando en tal sentido (art. 53) que constituye un departamento del Registro
General; que procederá (art. 54) a inscribir todos los documento que los jueces de
comercio dispongan; que las inscripciones o anotaciones se practicaran en los términos
de formas y modos establecidos por el Código de Comercio y demás legislación
mercantil en vigencia y que (art. 55), sin perjuicio de ello, serán aplicables en el
Registro Público de Comercio, en cuanto fueren compatibles, los principios y normas
registrales establecidos en el Título II de esta ley; refiriéndose así a los que informan
la registración de inmuebles.
Agreguemos que la inscripción de documentos en el Registro Público de Comercio
persigue como objetivo la publicidad, con el fin de ofrecer seguridad a las relaciones
jurídico-comerciales y, consiguientemente, otorgar fe pública registral, permitiendo, de
esta forma, que el acto jurídico que ingresa en el Registro sea oponible a terceros. Esa
es la cuestión esencial que cumplen los Registros Públicos de Comercio.
El Derecho Administrativo nos permite proceder al análisis del tema que
tratamos, de conformidad con las instituciones que le son propias. En tal sentido en la
actividad prestacional del Registro Público de Comercio debemos reconocer un
verdadero servicio público, noción que puede definirse como la organización
estatal o bajo su control, que tiene por finalidad realizar una tarea de
necesidad o utilidad pública, en forma permanente regular y continua, de
acuerdo a un régimen especial de Derecho Público.
66 Estudios de Derecho Administrativo
Como bien lo señaló Pedro Guillermo Altamira175, el servicio evoca la idea de una
actuación especial dentro del Derecho, en donde el interés particular debe ceder ante
el interés general.
Precisando el concepto y en relación a nuestro tema, destacamos que la ley
provincial 5771, Título IV, arts. 53 al 57, constituye, junto a los reglamentos que se
han dictado en su consecuencia, el régimen especial que regula lo atinente a este
servicio público que es el Registro Público de Comercio.
En este sentido, cabe recordar que las provincias argentinas, al organizar el
Registro Público de Comercio, lo hacen en orden a su potestad de imperio,
característica propia de la autonomía provincial. Esta actividad, manifiesta ejercicio del
poder de policía, el cual conservan a tenor del art. 104 de la Constitución Nacional, por
no haber sido delegado en virtud del art. 108 del mismo cuerpo constitucional. Por su
parte el art. 83, Capítulo IV de la Constitución de la Provincia de Córdoba expresa que
son atribuciones del Poder Legislativo: “… inc. 10) Crear y suprimir empleos y legislar
sobre todas las reparticiones, oficinas y establecimientos públicos, determinando las
atribuciones y responsabilidades de cada funcionario” inc. 32). “Promover el bienestar
común, dictando leyes sobre todo asunto de interés general que no corresponda
privativamente al Gobierno de la Nación.”
Lo anterior, es el sustento constitucional que hace posible la estructuración del
servicio público y el ejercicio de poder de policía en orden a la organización del
Registro Público de Comercio.
El mencionado régimen jurídico especial de servicio público, requiere la actuación
de la administración pública, mediante el ejercicio de la función policial, o lo que es lo
mismo, el poder de coacción pública del cual está investido el Estado, a fin de lograr
resultados concretos para beneficio de la comunidad.
De esta manera, podemos apreciar que la función de policía es algo
estrechamente vinculado con el servicio público, a tal extremo que constituye uno de
sus instrumentos.
El derecho administrativo176 designa el ejercicio de esta policía con la expresión
“policía registral”. Esta se encarga de la protección del derecho de propiedad en su
acepción multívoca, comprendiendo las diversas manifestaciones jurídicas de su
registración por el Estado. Es necesario que así sea porque, como expresa Canasi:
“Están en juego la seguridad de determinados derecho, la buena fe de los actos
jurídicos privados y el control fiscal correspondiente, ya que las formas jurídicas
tradicionales de los derechos patrimoniales de los particulares en materia civil y
comercial, etcétera, en caso de incumplimientos de obligaciones emergentes de
contratos es, hace ya mucho, insuficiente para una eficaz protección de ciertos
derechos y, sobre todo, para la protección de la fe pública”177.
175
Altamira, Pedro Guillermo, Curso de derecho administrativo, Depalma, Bs. As., 1971, p. 452. 176 Dromi, José Roberto, Instituciones del Derecho Administrativo, Astrea, Bs. As., 1973, p. 163.
177 Canasi, José., Derecho administrative, Parte Especial, Depalma, Bs. As., 1976, vol. III, p. 152.
67 Félix Alberto Pertile
Debemos precisar que al emplear la locución policía registral y expresar que es
una función, queremos significar que se trata de una actividad netamente
administrativa, sublegal, distinguiéndola así del poder de policía que es función legal.
Esta precisión nos permite diferenciar función implícita administrativa, de lo que es
obra exclusiva del legislador.
Visto así el Registro Público de Comercio, como singular manifestación de poder
de policía, en el régimen jurídico que lo institucionaliza como servicio público,
corresponde indagar si en su actividad despliega función administrativa y, en su caso,
qué criterio debe aceptarse.
Adherimos a la corriente doctrinaria que se decide por el criterio material,
sustancial u objetivo de función administrativa, ya que de acuerdo con Marienhoff178, lo
que ha de definir una institución es la “sustancia de la misma, no la forma ni el autor”
de los respectivos actos; la forma y el autor sólo constituyen elementos contingentes.
Consecuentes con esta premisa, consideramos función administrativa la actividad de
los órganos estatales (Legislativo, Judicial, Ejecutivo), si tal es la naturaleza jurídica
correspondiente a la actividad desplegada por dichos órganos.
La función administrativa comprende diversificadas especies de actividad estatal,
de tal manera que su contenido es heterogéneo y vasto su concepto. La
heterogeneidad la torna variable en su consistencia. Así, puede ir desde el dictado de
normas abstractas, obligatorias y generales como son los reglamentos, hasta la
realización efectiva de los intereses públicos a través de actos, hechos, contratos,
etcétera, pasando por la constitución, modificación y extinción de relaciones entre los
particulares mediante las inscripciones en los registros públicos, o certificando hechos
que tienen relevancia jurídica y que surgen de la confrontación con los asientos o
anotaciones de tales registros.
Hemos expresado que en nuestra Provincia de Córdoba, el Registro Público de
Comercio es un departamento del Registro General y pertenece a la Administración
Centralizada. Pero en otras provincias argentinas, por ejemplo Salta, el Registro
Público de Comercio depende de otro órgano del Estado, cual es impropiamente
denominado Poder Judicial. Así nos encontramos con un supuesto en que la actividad
del órgano jurisdiccional es administrativa. Estamos frente a lo que se denomina la
“jurisdicción voluntaria”, que es la actividad no jurisdiccional desarrollada por el órgano
judicial que también constituye una actividad típicamente administrativa de acuerdo a
un criterio material que hemos adoptado para la tipificación de la función
administrativa. Esto es así a pesar de que la jurisdicción voluntaria, se trata, como
expresa Calamandrei, de “administración judicial de derecho privado aunque con un
cometido estrictamente administrativo”, o como también sostiene Chiovenda “la
jurisdicción voluntaria es una forma particular de actividad del Estado perteneciente a
la función administrativa pero distinta también de la masa de los actos administrativos
por ciertos caracteres particulares”.
178
Marienhoff, Miguel S., Tratado de derecho administrative, 1º Ed., 3º reimpresión, Abeledo-Perrot, Bs. As., 1970, t. 1, p. 79.
68 Estudios de Derecho Administrativo
En nuestro sistema, el trámite de inscripción societaria es de competencia
administrativa y no jurisdiccional. Prueba de tal argumento son las sociedades de
economía mixta o también de sociedades anónimas con participación estatal
mayoritaria (de patrimonio nacional), para cuya inscripción no se necesita requerir la
intervención de la justicia; no hay cuestión judicial en razón de que no hay cuestión
alguna.
Además, la resolución del juez que ordena “tomar razón” no transforma la
cuestión en cosa juzgada, sino que, producida la anotación hace oponible el documento
con los alcances que determina el Código de Comercio y las demás leyes.
Por ejercer función administrativa, el Registro Público de Comercio emite actos
administrativos, por ejemplo: el acto de registro, por el cual se anotan, en las formas
que prescribe la ley, ciertos documentos o hechos cuya realización se pretende hacer
constar en forma autentica, y de la cual se derivan determinados efectos hacia
terceros, también dicta actos de certificación, por los cuales afirma la existencia de un
acto o hecho administrativo.
CONCLUSIONES
1. El Registro Público de Comercio conforma un verdadero servicio público.
2. La organización del Registro Público de Comercio es una singular manifestación
del poder de policía que ejercen las provincias argentinas a tenor del art. 104
(actual 121) de la Constitución Nacional (poderes no delegados).
3. La voz policía registral designa el ejercicio de la función policial que protege el
derecho de propiedad, siendo ésta netamente administrativa.
4. El Registro Público de Comercio, ya sea que dependa del órgano judicial o del
ejecutivo, realiza función administrativa en sentido material, sustancial u
objetiva.
5. En cumplimiento de la referida función administrativa, el Registro Público de
Comercio emite actos administrativos.
69 Félix Alberto Pertile
INDICE
Reflexión preliminar ........................................................................................... 4
Estudio I
Los principios de legalidad y juridicidad en la administración del Estado de Derecho
Nociones previas ............................................................................................... 7
El Estado de derecho. Caracterización .................................................................. 7
Los principios de legalidad y de juridicidad que rigen la actividad administrativa en el
Estado de Derecho ............................................................................................. 9
a. ........................................................................................................................................ E
l principio de juridicidad .................................................................. 9
b. ........................................................................................................................................ E
l principio de legalidad ................................................................... 10
La evolución del concepto de legalidad ................................................................ 11
Estudio II
Función y organización administrativa
La función administrativa ................................................................................... 13
1. ..................................................................................................................................................... C
onsideraciones generales ......................................................................... 13
2. ..................................................................................................................................................... O
rigen y fundamento de las funciones jurídicas del Estado ............................. 13
3. ..................................................................................................................................................... L
a función administrativa y los diversos criterios para definirla ...................... 15
4. ..................................................................................................................................................... C
lases de función administrativa ................................................................ 16
a. ........................................................................................................................................ E
n virtud de la naturaleza de las funciones ........................................ 17
b. ........................................................................................................................................ E
n razón de la estructura del órgano ................................................. 18
5. ..................................................................................................................................................... L
a organización administrativa ................................................................... 20
70 Estudios de Derecho Administrativo
Concepto ............................................................................................... 20
a. ........................................................................................................................................ L
os tipos de estructura organizativas ................................................ 21
b. ........................................................................................................................................ L
a organización administrativa.
Requisitos para su existencia ......................................................... 21
c. ........................................................................................................................................ P
rincipios que informan la organización administrativa ........................ 22
71 Félix Alberto Pertile
Estudio III
La discrecionalidad administrativa
Capítulo I. La discrecionalidad administrativa ....................................................... 26
Diversas definiciones de discrecionalidad ......................................................... 27
¿Qué es la discrecionalidad? ........................................................................... 28
Nuestra definición ......................................................................................... 29
Los fundamentos de su existencia ................................................................... 30
La teoría de Linares ...................................................................................... 31
Los límites de la discrecionalidad .................................................................... 32
Conclusiones ................................................................................................ 36
Capítulo II. El acto discrecional........................................................................... 37
Distinción ontológica ..................................................................................... 37
El acto administrativo y la discrecionalidad ...................................................... 38
Metodología ................................................................................................. 39
Conclusión ................................................................................................... 42
Estudio IV
Control judicial de la actividad administrativa
Prólogo ........................................................................................................... 44
Introducción .................................................................................................... 45
El tema y el problema ....................................................................................... 45
La cuestión en Francia ....................................................................................... 45
En nuestro país ................................................................................................ 47
Los fundamentos justificantes ............................................................................ 48
La extensión del control judicial .......................................................................... 50
72 Estudios de Derecho Administrativo
a. ..................................................................................................................................................... d
iferencias entre discrecionalidad, mérito y razonabilidad .............................. 50
b. ..................................................................................................................................................... L
a teoría de Kloss ..................................................................................... 52
Metodología para efectuar el juzgamiento ............................................................ 57
a. ..................................................................................................................................................... C
ontrol de la competencia ......................................................................... 57
b. ..................................................................................................................................................... C
ontrol de comprobación de la existencia de la causa.................................... 57
c. ..................................................................................................................................................... C
ontrol de calificación ............................................................................... 58
c.1. Calificación jurídica de los hechos ....................................................... 58
c.2. Conceptos jurídicos indeterminados .................................................... 59
d. ..................................................................................................................................................... C
ontrol de motivación ............................................................................... 60
e. ..................................................................................................................................................... C
ontrol de finalidad ................................................................................... 61
f. ...................................................................................................................................................... C
ontrol de las formas ................................................................................ 62
Conclusiones .................................................................................................... 63
Estudio V
Naturaleza jurídica de la función que cumplen los Registros Públicos de Comercio
Conclusiones .................................................................................................... 68