Estudios sobre México en la crisis mundial: escenario ... · Inscrita dentro de la crisis mundial...
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Estudios sobre México en la crisis mundial: escenario nacional tras dos décadas de apertura
y desregulación
María Beatriz García CastroCoordinadora
Universidad Autónoma MetropolitanaRector General
Dr. Enrique Pablo Alfonso Fernández FassnachtSecretaria General
Mtra. Iris Edith Santacruz Fabila
Unidad AzcapotzalcoRectora
Mtra. Gabriela Paloma Ibáñez VillalobosSecretario
Ing. Darío Eduardo Guaycochea Guglielmi
División de Ciencias Sociales y HumanidadesDirector
Dr. Alfredo Sánchez DazaSecretario Académico
Mtro. Lucino Gutiérrez HerreraJefa del Departamento de Economía
Dra. María Beatriz García CastroCoordinador de Difusión y Publicaciones
Lic. Santiago Ávila Sandoval
Primera edición, 2011D.R. © Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco
División de Ciencias Sociales y HumanidadesCoordinación de Difusión y Publicaciones
Av. San Pablo 180, Edif. E, Salón 004,Col. Reynosa Tamaulipas, Deleg. Azcapotzalco,
C.P. 02200, México, D.F. Tel. 5318-9109www.cshenlinea.azc.uam.mx/04_pub/04_publ.html
ISBN de la Colección Economía: 978-607-477-111-4 ISBN de la obra: 978-607-477-848-9
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patrimoniales de la obra
Impreso en México / Printed in Mexico
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La crisis mexicana de 2008-2010 en perspectiva histórica y en el contexto de la crisis mundialAbelardo Mariña Flores*
INTRODUCCIÓN
La crisis cíclica de 2008-2010 en México fue, por su profun-didad y duración combinadas, la más severa que ha experimen-tado el país desde la Gran Depresión. Inscrita dentro de la crisis mundial más grave de la posguerra, la mexicana fue también una de las más severas. Esta severidad se debe, en primer lugar, a la precariedad del modelo económico resul-tante de la modalidad particular de reestructuración neoliberal que se instrumentó en México en las últimas tres décadas;; en segundo lugar, a la ausencia de una política económica anticí-clica integral en su transcurso, circunstancia que, si bien está determinada básicamente por los rasgos estructurales de la economía mexicana en la actualidad, también depende de la ineficiencia de los diseñadores de política económica origina-da en su subordinación ideológica al dogma neoliberal, pero también en su incompetencia.
En la primera sección de este trabajo se analiza en pers-pectiva histórica la crisis cíclica de 2008-2010, comparando su desarrollo principalmente en términos de la evolución del pro-ducto interno bruto (PIB) real con el de las crisis cíclicas, tanto en el lapso de la Gran Depresión, como del periodo neolibe-
* Profesor-investigador del Área de Sociedad y Acumulación Capitalista, Departamento de Economía de la UAM-A ([email protected]).
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ral que se inauguró en los primeros años de la década de los ochenta. En la segunda sección se dimensiona la crisis mexi-cana en el contexto de la crisis mundial considerando la evo-lución diferenciada del PIB real de los distintos países y regio-nes que integran el mercado mundial. En la tercera sección se desarrolla una reflexión general sobre las causas estructurales y coyunturales de la severidad de la crisis mexicana, poniendo énfasis en las especificidades del modelo neoliberal impuesto en México y en las políticas, especialmente monetaria y cam-biaria, instrumentadas en 2008-2010. Finalmente, en la cuar-ta sección se presenta una síntesis de conclusiones y, a partir de ellas, se plantean las perspectivas generales de la economía mexicana.
LA CRISIS DE 2008-2010 EN PERSPECTIVA HISTÓRICA
La Gran Depresión en México se caracterizó, al igual que prácticamente en todo el mundo, por el encadenamiento de dos crisis cíclicas, la de 1929-1931 y la de 1932-1935, que de hecho dio lugar a una gran crisis con forma de W (la grá-fica 1 registra el cambio anual del PIB real a partir de 1922, sus fluctuaciones cíclicas y sus tendencias de largo plazo).1 La contracción acumulada del PIB durante la recesión de 1929-1930 fue de casi -10% (en la gráfica 2 se registra la duración y profundidad de las recesiones a partir de 1929, así como la du-ración de las subsiguientes recuperaciones).2 La reactivación de 1931 fue interrumpida por una nueva recesión en 1932, el peor año de la Gran Depresión, con una reducción anual del
1 El término crisis es utilizado aquí para describir el periodo contractivo entre un punto máximo de actividad económica, en términos del nivel del PIB real, y la restauración de ese nivel. Por tanto, comprende dos fases: la recesión, en que las tasas de crecimiento del PIB real son negativas;; la recu-peración, en que dichas tasas se vuelven positivas.2 Los datos sobre el PIB son anuales hasta 1979 porque el registro trimestral del mismo se inició en México apenas en 1980.
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PIB de -14.8% (gráfica 1). El encadenamiento de las recesiones de 1929-1930 y de 1932 resultó en una contracción acumulada del PIB de -20.5% entre 1928 y 1932. La recuperación del nivel del PIB real de 1928, que se inició a partir de 1933, se logró hasta 1935, es decir siete años después.
Durante el periodo expansivo de casi 50 años que siguió a la Gran Depresión, las crisis cíclicas en México nunca gene-raron disminuciones absolutas del PIB anual real. Este periodo corresponde, en una primera fase, con el despliegue de una onda larga expansiva de acumulación y crecimiento econó-mico sustentada en un proceso de industrialización sustituti-vo de importaciones enfocado al mercado interno (Guillén, 1984). Durante el llamado “milagro” mexicano”, entre 1935 y 1968, el crecimiento promedio anual del PIB fue de 6.1%. En una segunda fase, este periodo corresponde con el progresi-vo agotamiento, en primer lugar, de la onda larga expansiva causado por la caída en la tasa general de ganancia desde el final de la década de los sesenta (Mariña y Moseley, 2001;; Ma-riña, 2003;; en la gráfica 3 se registra la tasa anual general de ganancia en México durante 1949-2004) y, en segundo lugar, de la industrialización sustitutiva de importaciones, siempre incompleta por su dependencia de las estrategias globales de las corporaciones transnacionales que realizaban grandes im-portaciones de bienes de capital.
La resultante crisis estructural se manifestó en la década de los setenta con una creciente inestabilidad de la dinámica económica (especialmente en 1969-1977, cuando el crecimien-to anual del PIB real promedió 5.4%), presiones inflacionarias, déficits fiscal y comercial crecientes, un exponencial aumento del endeudamiento externo y, finalmente, con dos crisis de la balanza de pagos. En la primera, en 1976, la devaluación ter-minó con el régimen de tipo de cambio fijo que existía desde 1956. La segunda, en 1982, dio fin al corto auge petrolero de 1977-1981 durante el cual el crecimiento promedio anual del
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3 Considerando datos anuales del PIB real, resulta que desde 1982 México ha estado en crisis en 17 de los últimos 29 años;; por tanto, en casi tres décadas sólo ha experimentado 12 años de expansión económica.
PIB real fue de 9.1% debido, tanto al incremento masivo de la deuda externa, como a una recuperación cíclica de la tasa ge-neral de ganancia, causada por el fuerte incremento de la tasa de plusvalor impulsado por la instrumentación, siguiendo las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), de una política salarial restrictiva (Mariña, 2003).
A partir de 1982 la marcha de la economía mexicana se modificó radicalmente. En las últimas tres décadas ha atrave-sado cinco crisis cíclicas con fases recesivas en que el PIB real ha experimentado reducciones absolutas: 1982-1985, 1985-1988, 1995-1997, 2000-2003 y, la más reciente, 2008-20103 (en la gráfica 4 se registra la dinámica anual del PIB trimestral real en México y EUA a partir de 1981). En este periodo, que corresponde con una onda larga de lenta acumulación y creci-miento, y en el que se impusieron las políticas neoliberales de reestructuración, el crecimiento promedio anual del PIB real ha sido de apenas 2.2%.
La crisis que comenzó con la recesión de 1982-1983 tuvo como factores detonantes el aumento de las tasas de interés internacionales y la caída de los precios del petróleo que, en un marco de sobreendeudamiento externo, llevaron al colap-so de la balanza de pagos. En su fase contractiva esta crisis fue larga y profunda: seis trimestres (1982-1 a 1983-2) con una disminución acumulada del PIB de -7.2% (gráficas 2 y 3). La subsiguiente recuperación fue muy lenta y sólo parcial;; tras nueve trimestres de reactivación de la actividad económica (hasta 1985-3), el PIB no logró alcanzar su nivel máximo ante-rior (de 1981-4), ya que la recuperación fue interrumpida por una nueva recesión en 1985-1986. En un contexto caracteri-zado por el rotundo fracaso de las políticas de ajuste para re-solver el problema de la deuda externa, la fase contractiva de
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esta recesión tuvo una duración y profundidad medias: cinco trimestres de contracción (1985-4 a 1986-4) con caída acumu-lada del PIB de -4.7%. Finalmente, tras ocho trimestres de una lenta reactivación el PIB alcanzó al final de 1988 el nivel del úl-timo trimestre de 1981. De hecho, las crisis de 1982-1985 y de 1985-1988 se encadenaron, de manera similar al periodo de la Gran Depresión, en una larga crisis con forma de W, en la que la tasa general de ganancia alcanzó su nivel histórico mínimo y en la que el crecimiento neto del PIB real fue nulo durante 28 trimestres (siete años). Este fue el sexenio perdido de México en el marco de la década perdida de América Latina (Guillén, 1990), periodo en que el esquema general de reestructuración neoliberal fue extendido a toda la región. Si bien la contrac-ción máxima del PIB durante la Gran Depresión fue mucho más profunda (-20.5%), la crisis de la década de los ochenta se caracterizó, adicionalmente, por una altísima inflación que pulverizó el poder de compra de los salarios (González y Ma-riña, 1995) (en la gráfica 5 se registra la evolución de largo plazo del salario mínimo real y del salario medio real en el sector manufacturero).4
Durante la débil expansión de 1989-1994 (crecimiento promedio anual del PIB de 3.9%), en un contexto de recupe-ración parcial de la tasa general de ganancia, se desarrolló la primera fase de consolidación de la modalidad neoliberal de reestructuración, que culminó con la entrada en operación al inicio de 1994 del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Esta expansión concluyó con la crisis de 1995-1997. La llamada crisis “del tequila” fue causada por un creciente déficit en cuenta corriente impulsado por la indiscri-
4 La reducción del salario mínimo real durante la Gran Depresión (en términos reales desde 1933, en la medida que 1929-1932 fue un periodo deflacionario) y la primera fase de la expansión que comenzó en 1935 fue, hasta 1951 de aproximadamente -50%;; su reducción a partir de 1976 ha sido de -75%.
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minada y acelerada apertura comercial, que se sobreextendió al haber sido financiado por el ingreso de capital extranje-ro invertido fundamentalmente en bonos gubernamentales (TESOBONOS), en el contexto del auge mundial de los mercados financieros emergentes. Por tanto, su irrupción y despliegue están asociados a los nuevos mecanismos de subordinación financiera y especulativa de los países periféricos a los países centrales que florecieron con la desregulación de los flujos globales de capital;; específicamente, con la dilución de la di-ferencia entre deuda interna y externa cuando, en un marco institucional que permite irrestrictamente los flujos interna-cionales de capital, la primera está en manos de acreedores no-residentes (Mariña, 2007). La fase contractiva de esta crisis fue corta pero muy profunda: durante dos trimestres (1995-1 a 1995-2) el PIB real disminuyó en -10%. La relativa celeridad de la recuperación de una contracción tan profunda (el PIB recobró su nivel máximo anterior después de tan sólo siete trimestres, en 1997-1) se debió, por un lado, al masivo apoyo financiero de EUA y del FMI (con una línea de crédito de 50 000 millones de dólares) y, por otro, al auge de las exportaciones, principalmente hacia EUA, que siguió a la entrada en operación del TLCAN (Mariña, 2005).
La crisis de 2000-2003 cerró la segunda fase de consoli-dación de la reestructuración neoliberal en México. Al poner fin al corto “periodo dorado” del neoliberalismo (1997-2000) durante el cual, como resultado del auge de las exportaciones manufactureras, el crecimiento promedio anual del PIB fue de 5.1%, puso de manifiesto las limitaciones del modelo exporta-dor maquilador dependiente de EUA adoptado en el país. Esta crisis se desarrolló con una sincronía casi total con la de EUA, aunque en escala ampliada (gráfica 4). La contracción fue larga aunque relativamente poco profunda: seis trimestres (2000-4 a 2002-1) con una disminución acumulada del PIB de -2.7%. La recuperación fue lenta en relación a la poca profundidad
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de la contracción (siete trimestres hasta 2003-4), mientras que la subsiguiente expansión no fue muy dinámica (el crecimien-to promedio anual del PIB fue de 3.9% en 2004-2007), debido básicamente a la insuficiente recuperación de las exportacio-nes maquiladoras (Mariña, 2005).
La crisis más reciente tiene como antecedente la desace-leración de la dinámica anual del PIB trimestral, que se mani-festó desde el tercer trimestre de 2006 (coincidente con EUA) y que, después de una leve recuperación al final de 2007 y el principio de 2008, entró en una franca contracción a partir del segundo trimestre de 2008 (gráfica 4). La disminución acu-mulada del PIB real durante cuatro trimestres, hasta el primero de 2009, fue de -8.5%. La fase de recuperación se prolongó durante siete trimestres, con lo que el nivel del PIB previo al estallido de la crisis (de 2008-1), se alcanzó hasta el último de 2010;; esto es, después de 11 trimestres (casi 3 años).
En comparación con las crisis cíclicas posteriores a la Gran Depresión, la de 2008-2010 resultó ser la más seve-ra, considerando su profundidad y duración combinadas: aun cuando su duración total sólo superó a la crisis de 1995-1997, su profundidad sólo fue superada por ésta.
LA CRISIS MEXICANA EN EL CONTEXTO DE LA CRISIS MUNDIAL
El desarrollo de la crisis mundial durante 2008-2009 fue muy desigual en las distintas regiones y países que integran el mer-cado mundial (Mariña, 2009);; de igual manera, la recuperación en 2010 y las perspectivas para 2011-2012 también lo fue-ron (cuadro 1). La desaceleración de la dinámica del PIB real fue particularmente aguda, con tasas negativas en 2009, en las economías más avanzadas (0% en 2008 y -3.6% en 2009) en comparación al conjunto de la economía mundial (2.8 y -0.6%, respectivamente) y en contraste con el conjunto de las economías emergentes y en desarrollo (6.0 y 2.8%). Entre las
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más desarrolladas, la desaceleración en Japón resaltó por su gravedad (-1.0 y -5.5%) así como en el área del euro (0.4 y -4.3%) y fue menor en EUA (-0.3 y -3.5%). En el resto del mundo la evolución de la crisis también se presentó de forma heterogénea. Las regiones más afectadas, sobre todo en 2009, fueron Rusia (5.2 y -7.8%) y los países de su órbita económi-ca —agrupados en la Comunidad de Estados Independien-tes (5.4 y -6.4%)—, así como el centro y este europeo (3.2 y -3.6%). El conjunto de América Latina y el Caribe fue menos afectado (4.2 y -1.6%) debido a que la crisis fue relativamente moderada en Argentina (6.8 y 0.9%) y Brasil (5.2% y -0.3%), y a pesar de la severidad con la cual se hizo presente en México, que fue la economía con peor desempeño en América Latina y uno de los peores en el mundo (1.2 y -6.3%). En contraste con el conjunto de la economía mundial y con el resto de las regiones, los países asiáticos en desarrollo sostuvieron altas tasas de crecimiento en 2008-2009 (7.8 y 7.1%), fundamental-mente por el gran dinamismo mostrado por las economía de China (9.6 y 9.2%) e India (6.2 y 6.6%).
La reactivación de la economía mundial en 2010 fue tam-bién muy heterogénea. El crecimiento del PIB real mundial en 2010 (5.3%) se sustentó en la dinámica económica de las eco-nomías emergentes y en desarrollo (7.5%), particularmente las asiáticas (9.7%) y latinoamericanas (6.2%), y en mucho menor medida en la reactivación de las economías avanzadas (3.2%), dentro de las cuales el área del euro fue la de peor desempeño (1.9%). Esta gran heterogeneidad de la dinámica del PIB real durante la crisis y la recuperación obedece, por un lado, a las diferenciadas formas de rearticulación al mercado mundial de los distintos países y regiones en el periodo de la globalización neoliberal en las últimas tres décadas (Mariña, 2008). Por otro, es consecuencia de las diferentes estrategias de política econó-mica instrumentadas frente a la crisis actual.
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El caso de México destaca negativamente como una de las economías con mayor contracción del PIB real durante 2009 (-6.3%), sólo superado por Japón, así como por algunas economías europeas avanzadas (Finlandia, Eslovenia, Irlan-da e Islandia), de la Comunidad de Estados Independientes (Ucrania, Armenia y Rusia), de Europa central y oriental (Le-tonia, Lituania, Estonia, Rumania y Hungría) y del Caribe (St. Kitts y Nevis, Antigua y Barbuda y Granada).
LA SEVERIDAD DE LA CRISIS MEXICANA
La severidad de la crisis mexicana, históricamente y en com-paración con otros países, tiene como primera causa, de ín-dole estructural, la precariedad del modelo económico que se impuso en México durante las últimas tres décadas en el con-texto de los procesos globales de reestructuración neoliberal. Algunos de los principales rasgos de la modalidad mexicana han sido:
1) Una liberalización acelerada e indiscriminada de los flujos inter-nacionales de comercio e inversión extranjera, que transformó a México de una economía muy cerrada a una de las eco-nomías más abiertas del mundo (la gráfica 6 presenta, con fines comparativos, los coeficientes de apertura comercial de bienes de México, de la economía mundial, así como de Argentina y Brasil, desde 1970), subordinada a las es-trategias globales de relocalización geográfica de los con-sorcios trasnacionales extranjeros y locales y fuertemente integrada comercialmente, sobre todo en lo que respecta a las exportaciones, a EUA (Mariña, 2009) (la gráfica 7 re-gistra la participación de EUA en el comercio internacional de mercancías de México a partir de 1970).
2) La desindustrialización de la economía, particularmente del sector manufacturero, en el cual ramas completas desapa-recieron por la indiscriminada liberalización comercial y
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el establecimiento de un modelo industrial exportador maquilador que, al no haber desarrollado eslabonamien-tos internos, es totalmente dependiente de las importa-ciones temporales. Este modelo está sustentado en la des-regulación laboral y la consecuente flexibilización de las condiciones de compra-venta (remuneración), consumo productivo (intensidad del trabajo y duración de las jor-nadas) y reproducción (prestaciones sociales) de la fuerza de trabajo, como uno de los principales mecanismos de abaratamiento de los costos de producción. Por ello, ha generado un esquema perverso de competitividad que in-hibe la innovación tecnológica y la productividad del tra-bajo, así como la expansión del mercado interno y la diná-mica general de la economía y el empleo. La insuficiente creación de empleos formales de calidad que satisfagan las necesidades de la población es la causa fundamental, por un lado, del continuo deterioro de los niveles de vida y del incremento de la pobreza y, por otro, de la masiva emigración de trabajadores hacia EUA (la gráfica 8 presen-ta la tasa de desocupación convencional y, además, dos tasas complementarias que incluyen el desempleo encu-bierto y el subempleo a partir de 1995).
3) La consolidación del déficit comercial como un rasgo estruc-tural de la economía, en la medida que los superávits de las maquiladoras, la industria petrolera y el turismo, no compensan los déficits de productos agrícolas y de manu-facturas no-maquiladoras que se incrementaron por los procesos de apertura comercial y desindustrialización. La consiguiente presión negativa permanente sobre la balan-za en cuenta corriente, a pesar del flujo neto positivo de remesas desde EUA (la gráfica 9 presenta los saldos comer-cial y en cuenta corriente a partir de 1950).
4) La privatización monopólica de empresas estatales y paraes-tatales a capitales locales y extranjeros: en el sector prima-
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5) La necesidad estructural de financiar el déficit en cuenta co-rriente con todo tipo de capital extranjero: tanto deuda tradicional, como inversión extranjera directa y en cartera en acciones, así como en títulos de deuda pública. Con ello, la consecuente subordinación estructural de las po-líticas monetaria, cambiaria y fiscal, y en general de toda la política económica, a los intereses de los acreedores e inversionistas internacionales, a saber: altas tasas reales (en dólares) de retorno a la inversión financiera, lo que requiere la estabilidad e incluso la sobrevaluación del tipo de cambio, a pesar de que esta última genera algunas pre-siones sobre el déficit comercial.5 La estabilidad del tipo de cambio requiere la acumulación de reservas de divisas, no sólo para enfrentar ataques de corto plazo contra el peso mexicano, sino para garantizar la convertibilidad de largo plazo de la inversión extranjera;; necesita asimismo de presupuestos equilibrados para intentar prevenir pre-siones inflacionarias en un contexto de lento crecimiento económico. Por ello, la política económica en México ha devenido estructuralmente procíclica en las fases de des-aceleración y contracción, además de generar efectos muy contradictorios: las altas tasas de interés reales en relación con otros países, particularmente EUA, generan efectos
5 De hecho, los flujos de exportaciones e importaciones son relativamente independientes del tipo de cambio porque una gran parte, especialmente en el caso de las maquiladoras, son comercio intrafirma. Las exportaciones manufactureras constituyen 80% del valor de las exportaciones totales;; en tanto las exportaciones maquiladoras representan alrededor de 40% (Mariña, 2005).
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negativos sobre la inversión productiva, principalmente de pequeñas y medianas empresas locales que no tienen acceso a financiamiento internacional;; la sobreacumula-ción de reservas con un bajo rendimiento (al estar colo-cadas fundamentalmente en Bonos del Tesoro de EUA) es una de las causas del creciente endeudamiento externo;; los presupuestos equilibrados, a pesar de grandes rezagos en el gasto e infraestructura sociales, tienden a deprimir el mercado interno.
LA RECESIÓN
La irrupción de la crisis durante 2008-2010 confirmó la crecien-te y aguda dependencia de México con respecto a EUA, que ya se había mostrado claramente desde la recesión de 2000-2003, pero ahora en una escala mucho más amplia. El desplome de las exportaciones de bienes en el segundo semestre de 2008 y el principio de 2009 (la gráfica 10 presenta el valor trimestral de las exportaciones de mercancías desde 2000), representó un factor central de la fuerte contracción de la actividad eco-nómica. La reducción de las exportaciones manufactureras, que resultó en la pérdida de muchos empleos formales y rela-tivamente bien pagados, fue causada por la contracción de la demanda externa de EUA. La caída en los ingresos petroleros se originó por la disminución de precios, determinada por la propia crisis mundial, y de volúmenes exportados, debido a la reducción de la capacidad de producción. Los ingresos del exterior también fueron afectados negativamente por la dis-minución de servicios turísticos, dependientes en alto grado de la demanda de EUA, así como por la contracción de re-mesas provenientes de este país, a resultas del aumento del desempleo en el mismo. La caída en las remesas contribuyó al debilitamiento de la demanda interna de consumo final y, con ello, fortaleció las tendencias recesivas (la gráfica 11 presenta
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el valor trimestral de los servicios turísticos y de las remesas del exterior a partir de 2000).
De forma notable, el gobierno mexicano, a diferencia de lo que se implementó en casi todo el mundo, no instrumentó a lo largo de la crisis una política anticíclica integral enfocada a reducir los efectos negativos del desplome en los ingresos del exterior sobre la actividad productiva, el empleo y la demanda interna. Al contrario, desarrolló políticas procíclicas, por un lado, para sostener el tipo de cambio mediante la acumulación de reser-vas, lo que ha implicado una política monetaria restrictiva de altas tasas de interés con el fin de atraer capital extranjero;; por otro, para sostener el equilibrio fiscal y evitar presiones infla-cionarias sobre el tipo de cambio, mediante la disminución del gasto y el incremento de impuestos, precios y tarifas de los bienes y servicios públicos. Ésta es la segunda causa, de corto plazo pero condicionada estructuralmente, de la severidad de la crisis de 2008-2010.
Así, en el segundo semestre de 2008, a pesar de las ten-dencias negativas del PIB desde el segundo trimestre, las tasas de interés de los fondos federales fueron incrementadas (la gráfica 12 presenta las tasas de interés de México y EUA y el tipo de cambio peso/dólar desde 2000) para intentar soste-ner el tipo de cambio frente a las fluctuaciones negativas de las reservas internacionales (la gráfica 13 muestra las reservas externas netas, la deuda externa pública bruta y la inversión extranjera en deuda pública a partir de 2000). A pesar de ello, el tipo de cambio, que se había revaluado durante el año, co-menzó una aguda devaluación (-45%) en septiembre, que ter-minó en marzo de 2009.
Esta política monetaria restrictiva incrementó acelerada-mente los diferenciales positivos entre la tasa nominal y, hasta el comienzo de la devaluación, la tasa real de interés (deflacio-nada con el tipo de cambio) en México y la tasa de interés en EUA, que venía disminuyendo desde el segundo semestre de
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2007. Como resultado de la devaluación del peso y la reduc-ción de las tasas, que finalmente se instrumentó en el primer semestre de 2009, el diferencial entre las tasas de interés en ambos países se redujo un tanto desde el final de 2008. Sin embargo, durante los últimos meses de 2009 y principios de 2010, dicho diferencial volvió a incrementarse impulsado por la revaluación del peso.
Evidentemente, el primer objetivo prioritario del gobier-no mexicano, desarrollado mediante la política monetaria res-trictiva durante la crisis, fue proteger la rentabilidad de corto plazo de las inversiones financieras extranjeras de todo tipo, valuadas en divisas, sosteniendo el tipo de cambio. Este ob-jetivo fue cumplido, hasta cierto punto satisfactoriamente, ya que el peso no sólo detuvo su depreciación, sino que se re-valuó parcialmente a partir de abril de 2009. Ello fue posible gracias a la rápida recuperación de las reservas internacionales a partir del segundo semestre de 2009 (gráfica 13) impulsada, tanto por el aumento del flujo de inversión extranjera en va-lores públicos —incentivada por el incremento de la tasa de interés real en México y de su diferencial con la tasa en EUA—, como por el crecimiento de la deuda externa pública.
El segundo objetivo prioritario, complementario del an-terior, aunque tal vez no tan evidente, ha sido garantizar la convertibilidad de largo plazo de la inversión extranjera en acciones y títulos de deuda pública mediante la sobreacumu-lación de reservas internacionales. El fuerte incremento de la relación de reservas a deuda externa bruta (pública y privada) de 23% en 2000, a niveles aproximados de 55% a partir de 2006 (la gráfica 14 registra la relación de las reservas externas con la deuda externa total, incluyendo la inversión extranjera en deuda pública y en acciones a partir de 1982), no se justifi-ca en cuanto a los requerimientos de divisas para su amortiza-ción. De hecho, el objetivo real de la acumulación de reservas ha sido y continúa siendo sostener una proporción constante
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de las mismas, entre 20 y 25%, con respecto a la suma de la deuda externa ajustada (que incluye, además de la deuda ex-terna bruta total, la deuda en valores públicos en manos de no-residentes) y la inversión extranjera en cartera. Este objeti-vo ha sido parcialmente alcanzado durante la crisis actual con el cumplimiento del primer objetivo, pero complementaria-mente ha sido sostenido por un fuerte aumento de la deuda externa pública durante el segundo semestre de 2009 (gráfica 13).6 Estas políticas monetaria y cambiaria procíclicas fueron complementadas con el restrictivo presupuesto de 2010, que redujo el gasto en términos reales y elevó las tasas impositivas y los precios y tarifas de los bienes y servicios públicos, para compensar la reducción de los ingresos tributarios y, supues-tamente, con la finalidad de prevenir presiones inflacionarias derivadas del déficit fiscal que pudieran desestabilizar el tipo de cambio.
LA REACTIVACIÓN
La reactivación de la dinámica del PIB real en México, a par-tir del tercer trimestre de 2009, y la restauración de su nivel máximo anterior al final de 2010 se debió fundamentalmente al efecto positivo de la reactivación de la economía de EUA en el segundo semestre de ese año y en el primero de 2010 (gráfica 3) sobre las exportaciones manufactureras mexicanas (gráfica 10), cuyo valor recuperó su nivel previo a la recesión en 2010-2. No experimentaron una recuperación similar ni el valor de las exportaciones petroleras ni el de los servicios turísticos ni, destacadamente, el de las remesas (gráfica 11). La
6 El abrupto aumento de la deuda externa bruta pública entre diciembre de 2008 y enero de 2009 (28 MMD) se explica fundamentalmente por la incorporación de los PIDIREGAS, mecanismo de deuda utilizado por PEMEX y la CFE para obtener financiamiento privado mayoritariamente de no-resi-dentes. Antes de 2009, estaban incluidos entre los títulos de deuda pública en manos de no-residentes como parte de la deuda externa no-oficial.
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continuidad y fortaleza de la reactivación es incierta porque sus fundamentos son endebles. Ella es totalmente dependien-te de la marcha de la economía de EUA, de las exportaciones a ese país y de las remesas del mismo. La precarización del empleo, en cuanto a calidad de los puestos de trabajo y poder de compra de los salarios, y la persistente debilidad de las acti-vidades turísticas y de las remesas siguen siendo un obstáculo para la reactivación de la dinámica del mercado interno.
SÍNTESIS DE CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS
1) La severidad de la crisis de 2008-2010 confirmó los lími-tes alcanzados por el modelo neoliberal impuesto en México durante las últimas tres décadas y radicalmente defendido por el actual gobierno. Estructuralmente, la economía mexicana posee fuentes endógenas de crecimiento sumamente débiles. Por un lado, la dinámica de las exportaciones y de la produc-ción manufactureras, lo mismo que del flujo de remesas, están asociadas directamente a la marcha de la economía de EUA. Por otro, la competitividad internacional se encuentra basada, en gran medida, especialmente en el caso de las maquiladoras, en el trabajo precario y, por ello, obstaculiza la expansión de la demanda interna. Los persistentes déficit en cuenta corriente, determinan la subordinación estructural de la economía mexi-cana a todo tipo de inversionistas y acreedores extranjeros y, por tanto, al capital financiero internacional.
2) La política económica se ha tornado estructuralmente procíclica durante las fases de desaceleración y contracción como resultado de la subordinación de los gobiernos neolibe-rales a los intereses del capital financiero que opera, tanto en los sectores productivos como en los mercados financieros. De hecho, la política económica ha adquirido una naturaleza pasiva, en la medida en que no se modifica de manera consi-derable durante las fases de recuperación y expansión. Por lo
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tanto, limita el crecimiento económico en periodos de auge y refuerza las tendencias negativas en periodos recesivos.
3) Las perspectivas son inciertas pero paradójicamente previsibles. El desempeño de las exportaciones, la producción manufacturera y las remesas y, por tanto, del PIB y el empleo, dependerán de la dinámica de la economía de EUA. Si su diná-mica económica se debilita, lo mismo sucederá con la dinámica económica en México, pero en escala ampliada. Si una nueva recesión se inicia en EUA, la economía mexicana seguramente entrará en una profunda recesión. Cualquier disrupción de los mercados financieros globales que indujera una salida de in-versión extranjera, generando presiones devaluatorias sobre el peso, reforzará las políticas procíclicas y, por tanto, fortalecerá las tendencias contractivas de la economía.
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