ETICA ECONOMICA

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ETICA DE LOS NEGOCIOS Y CRISIS ECONÓMICA GLOBAL. (Julio de 2002) El mundo económico está siendo remecido por un terremoto de dimensiones globales, que tiene su epicentro en los Estados Unidos y fuertes réplicas en Europa, Asia y América Latina. Es el escándalo de los fraudes y engaños contables y financieros realizados impunemente y a lo largo de varios años, por una importante cantidad de corporaciones y gigantescas empresas norteamericanas, europeas y multinacionales. Primero se supo de Enron, luego de Worldcom, Xerox, Vivendi, General Motors, Tyco, Global Crossing, Adelphia, Kmart, Network Asociates, Duke Energy, Merck, Qwest Communications...¿Quiénes siguen? Porque las empresas mencionadas son las que han aparecido a la luz pública, pero se trata solamente de la punta del iceberg, poniendo de manifiesto que el problema se extiende a decenas, cientos y probablemente miles entre las más grandes corporaciones y empresas del mundo. En efecto, no parece tratarse de casos particulares sino de un clima o una cultura antiética de los negocios. Como un primer efecto de estas desastrosas noticias, las bolsas de valores en todo el mundo se desploman, los créditos se tornan más difíciles de obtener y más costosos, los capitales huyen atemorizados y las inversiones se paralizan. Vendrán pronto –tendremos seguramente noticias de ello en los próximos meses- los incumplimientos y la quiebra de numerosas grandes empresas, y probablemente el temido default de varios otros estados soberanos. Con todo esto se torna cada vez más improbable escapar de una gran depresión económica mundial, de aquella crisis económica profunda y prolongada que venimos previendo desde que iniciamos estos “comentarios de actualidad” hace más de un año. (economía solidaria campus virtual) Nos atrevemos a pensar y a decir que la situación es bastante más grave de lo que parece, y no nos extrañaría que pronto empiece a verificarse, más allá de la desconfianza en los

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ETICA DE LOS NEGOCIOS Y CRISIS ECONÓMICA GLOBAL. (Julio de 2002)

El mundo económico está siendo remecido por un terremoto de dimensiones globales, que tiene su epicentro en los Estados Unidos y fuertes réplicas en Europa, Asia y América Latina. Es el escándalo de los fraudes y engaños contables y financieros realizados impunemente y a lo largo de varios años, por una importante cantidad de corporaciones y gigantescas empresas norteamericanas, europeas y multinacionales. Primero se supo de Enron, luego de Worldcom, Xerox, Vivendi, General Motors, Tyco, Global Crossing, Adelphia, Kmart, Network Asociates, Duke Energy, Merck, Qwest Communications...¿Quiénes siguen? Porque las empresas mencionadas son las que han aparecido a la luz pública, pero se trata solamente de la punta del iceberg, poniendo de manifiesto que el problema se extiende a decenas, cientos y probablemente miles entre las más grandes corporaciones y empresas del mundo. En efecto, no parece tratarse de casos particulares sino de un clima o una cultura antiética de los negocios.

Como un primer efecto de estas desastrosas noticias, las bolsas de valores en todo el mundo se desploman, los créditos se tornan más difíciles de obtener y más costosos, los capitales huyen atemorizados y las inversiones se paralizan. Vendrán pronto –tendremos seguramente noticias de ello en los próximos meses- los incumplimientos y la quiebra de numerosas grandes empresas, y probablemente el temido default de varios otros estados soberanos. Con todo esto se torna cada vez más improbable escapar de una gran depresión económica mundial, de aquella crisis económica profunda y prolongada que venimos previendo desde que iniciamos estos “comentarios de actualidad” hace más de un año. (economía solidaria campus virtual)

Nos atrevemos a pensar y a decir que la situación es bastante más grave de lo que parece, y no nos extrañaría que pronto empiece a verificarse, más allá de la desconfianza en los balances de las empresas, una rápida pérdida de credibilidad en las informaciones y estadísticas económicas que proporcionan los gobiernos y los organismos internacionales. De hecho, es más fácil y menos riesgoso por no implicar un delito económico, alterar las estadísticas y la información económica de los balances empresariales. En todo caso, lo cierto es que la realidad es más fea de lo que aparece, porque se ha abusado del maquillaje para seducir a los agentes económicos creando expectativas vanas. Está ocurriendo lo que a quienes, por el excesivo empleo de pinturas y cosméticos de mala calidad, han deteriorado su piel y por más que acentúen su maquillaje no pueden ya impedir que todos noten su estado calamitoso.

Si las cosas son como pensamos estamos ad portas de un auténtico colapso financiero. Porque el financiamiento se sustenta en la confianza y la credibilidad; aún más, la esencia misma del dinero y del factor financiero no es sino la confianza y la credibilidad de los agentes económicos en los agentes económicos,

garantizada por la confianza y la credibilidad que todos ellos tengan en las instituciones públicas nacionales e internacionales.

El problema se origina porque la confianza y la credibilidad se sustentan en última instancia en la ética y en la verdad, que son las grandes ausentes en el actual estado y comportamiento de la economía, casi a todo nivel. Los analistas económicos más astutos pero que ven solamente la superficie de las cosas, vienen desde hace tiempo enfatizando la cuestión de las expectativas como la clave de la reactivación económica, en función de las cuales destacan la importancia de las informaciones que proporcionen los mercados y las estadísticas macroeconómicas.. No negamos, por cierto, la importancia de las expectativas y de las informaciones en el funcionamiento de la economía, expresamente destacadas por la teoría económica comprensiva que releva el carácter subjetivo de la economía y el mercado como construcción social intersubjetiva.

La diferencia, claro está, es que esos analistas económicos astutos que enfatizan las expectativas y las informaciones se limitan a ellas como si fueran los únicos componentes subjetivos de la economía, y los consideran como esencialmente manipulables. ¿No es sintomático que destaquen precisamente aquellos elementos más fácilmente manipulables, tanto por los propios economistas como por los medios de comunicación y los gobiernos?Pero ¿qué ocurre cuando los que proporcionan la información dejan de ser confiables, y quienes intentan manipular las expectativas son descubiertos en su intención? Pues, que su juego se acaba, perdiendo toda capacidad de influir sobre las expectativas que desean modificar, al tiempo que las expectativas mismas se ensombrecen y cunde el pesimismo. Y ¿qué hacen las personas cuando, habiendo sido por mucho tiempo confiados y crédulos, se dan cuenta de que están siendo engañados por aquellos en que confiaron y creyeron? Pues, al desconcierto inicial sigue el temor a ser engañados otra vez y más gravemente, de manera que se encierran en sus casas evitando toda actuación de riesgo como la que requieren las inversiones.

Y ¿qué ocurre cuando la desconfianza se generaliza y se establece un clima de inseguridad e incerteza? Pues, que la economía se detiene, porque no hay crédito ni financiamiento.

Frente a tal situación, los bancos centrales tienen una receta que consideraban –hasta hace poco tiempo- mágica: bajar consistentemente las tasas de interés para inyectar dinero en la economía y reactivar la actividad. La lógica de estas políticas expansivas es clara: incentivar la demanda por créditos para elevar el gasto y la inversión. Sin embargo, la realidad está mostrando que ahora es esta expectativa de los gobiernos y de los bancos centrales la que no se cumple. La demostración más clara es Japón, que desde hace cuatro años experimenta una recesión de la que no logra salir aunque la tasa de interés se mantenga nula o cercana a cero. Ya lo dijimos y analizamos y explicamos detenidamente hace un año, en el

Comentario de Actualidad de Julio de 2001, que nos ahorramos de citar pues el lector interesado puede acceder a él con un simple clic. (economía solidaria campus virtual)

A lo que observamos en aquella ocasión y que mantiene plena y acentuada vigencia en cuanto lo allí previsto se encuentra hoy cabalmente desarrollo, solamente queremos agregar que de esta situación de desconfianza e incredulidad generalizada que genera recesión, depresión y crisis que ha de prolongarse y profundizarse tanto cuanto nos demoremos en aplicar el remedio, sólo se puede salir comenzando por reconocer la verdad y retornando a comportamientos económicos éticos. Obviamente, reconocer la verdad implica aceptar que viene una crisis económica profunda y prolongada, lo cual conduce a comportamientos que no serán en lo inmediato reactivadores de la actividad. De la crisis prolongada, pues, no escapamos.

Pero ¡cómo! ¿Es que ya no sirven las políticas keynesianas, que demostraron ser las verdaderamente eficaces para superar la gran depresión de los treinta y otras recesiones y crisis?Es interesante e importante reflexionar hoy sobre Keynes en referencia a la cuestión del nexo entre crisis económica y ética. En extrema síntesis, la propuesta keynesiana tenía dos componentes esenciales: a) bajar la tasa de interés a cero, mediante la creación de dinero “ex nulla” (de la nada); y b) el abandono de la ética tradicional de las virtudes y su reemplazo por un comportamiento consumista. Sobre este último aspecto es conveniente leerlo del propio autor en su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero:

“ Cuanto más virtuosos seamos, cuanto más resueltamente frugales, y más obstinadamente ortodoxos en nuestras finanzas personales y nacionales, tanto más tendrán que descender nuestros ingresos”. Keynes es abundantemente reiterativo en esto cuando comenta el texto de la famosa Fábula de las abejas o poema alegórico “El panal rumoroso o la redención de los bribones”, cuyos versos claves rezan así:

“Ay! Pero en este conciertodel comercio y la honradez

el panal de antigua prezse va quedando desierto!

Pues si el vicio a chorro abiertodespilfarraba millones,alimentaba montones

que hoy se quedan sin oficio.

Y echando menos el vicioemigran a otras regiones.

(...) Porque, si bien se repara,la insobornable virtud

no es prenda de la salud,aunque la ayuda y prepara.

Hay que dar alquitaramezclas de esencia remota,

y sólo entonces borbota

la soñada Edad de Oro,libre de usar, sin desdoro,

la honradez ... o la bellota”.

Nada más fácil, simple y encantador. Pero es una receta que funcionó en condiciones exactamente contrarias a las actuales, a saber, 1) cuando se quería salir de una crisis profunda y prolongada que había dado lugar a un largo período de penurias, guerra, disciplina social, frugalidad, esfuerzo, atesoramiento y ahorro, y no en los inicios de una crisis generada por el excesivo consumismo y el sobreendeudamiento; y 2) cuando existía un clima de confianza, credibilidad y optimismo entre los agentes económicos y respecto de los gobiernos y sus políticas, y aún se honraba la palabra empeñada.

En las condiciones actuales, no podemos ahorrarnos un período largo de crisis económica profunda. Pero podemos librarnos de la guerra y el consiguiente disciplinamiento compulsivo que preparen una eventual salida keynesiana de la crisis, haciendo del tiempo de ésta una ocasión de solidaridad y asociacionismo y de reencuentro con los valores de la verdad y la ética. De este modo la inevitable frugalidad inherente a todo período de depresión económica puede ser vivida con alegría y entusiasmo, creatividad y proyectos, libertad y desarrollo humano y social. Y la superación de la crisis será más pronta. __________________________http:/www.economiasolidaria.net

UNA CRISIS MENTIROSA Y POSTERGADA.

En el Comentario de Actualidad de Agosto de 2001 anunciamos el inicio de una crisis económica prolongada, que no sería una más entre las habituales crisis cíclicas que periódicamente cumplen la función de ajustar en breve tiempo los niveles de sobreendeudamiento y exceso de inversión y consumo que se verifican de modo normal en los mercados capitalistas en proceso de crecimiento tendencial, sino una crisis que sería profunda y de muy difícil solución, pudiendo derivar incluso en un estancamiento y decadencia económica global de largo plazo.

La definición que dimos de "crisis profunda y prolongada" la hace coincidir con una gran depresión:

"una contracción acentuada y sostenida de la actividad productiva y comercial por varios años. (...) Podemos decir que estamos ante una crisis profunda y prolongada cuando una recesión generada por un proceso financiero o por otro motivo, se extiende sobre el conjunto de la economía, afectando gravemente sus procesos y mecanismos de acumulación y reproducción, que dejan de funcionar normalmente. Siendo así, estas crisis no se resuelven simplemente con políticas financieras, y poco sirven para enfrentar las bajas de las tasas de interés, porque en el contexto de una crisis profunda los agentes económicos dejan de comportarse normalmente, o sea como se espera que lo hagan ante los cambios en las variables que configuran los circuitos monetarios. Se genera la desconfianza y el temor, y los comportamientos de los principales agentes económicos (productores, consumidores y especuladores) se vuelven cautos, temerosos, anómalos. La última y más conocida crisis de este tipo que se extendió mundialmente, fue la "gran crisis" o depresión económica que se verificó a partir de 1929."

Un año después -en Agosto de 2002-, y aunque la información estadística y los analistas económicos sostenían que la crisis había sido corta, de escasa intensidad y que estaba llegando a su fin para dar inicio a un nuevo período de auge económico, señalamos que la crisis que veníamos examinando en nuestros Comentarios mensuales, seguiría en cambio su curso inexorable. Escribimos entonces lo siguiente: “ETICA DE LOS NEGOCIOS Y CRISIS ECONÓMICA GLOBAL”

Un mes después, interrumpimos nuestros Comentarios de Actualidad indicando que para apreciar la realidad y el avance de la crisis, ya no podemos fiarnos de las cifras estadísticas ni de lo que afirmen los analistas económicos. Nuestro mensaje era que la continuación de esta crisis sería sistemáticamente ocultada y negada, haciéndonos prácticamente imposible continuar apreciando su evolución. Por eso, al suspender los Comentarios de Actualidad, advertimos que no podremos ahorrarnos esta crisis prolongada y profunda, por más que nos continúen diciendo que ha sido superada.

Y concluimos así nuestros "Comentarios":

"Por nuestra parte, seguiremos atentos el movimiento de los índices económicos, pero al observar los cambios y oscilaciones extremos de los índices y valores económicos, ya no apreciaremos en ellos los signos de tendencias recesivas o reactivadoras, sino en lo principal el extremo nerviosismo y desorientación de los grandes agentes del mercado en crisis."

¿Qué podemos decir ahora, cuando ya han pasado dos años desde que dejamos de proponer nuestros análisis por desconfiar de las informaciones en que podíamos basarlos? Que, en lo esencial, o sea en la afirmación de que la crisis económica seguiría profunda y prolongada, no nos equivocamos. Tampoco nos equivocamos en la previsión de que seríamos engañados por las estadísticas y las cifras que nos proporcionarían, y por los analistas que analizándolas nos dirían que la crisis terminó y que la economía se ha reactivado. Alguien podrá sorprenderse de estas afirmaciones. ¿Es que no ha terminado la crisis? ¿No es acaso que, en lugar de la recesión, las cifras indican que se ha estado verificando un crecimiento económico considerable, prácticamente en todas las grandes economías del mundo? ¿Es que acaso los precios de las acciones de las grandes compañías y las bolsas de valores no han venido subiendo en forma espectacular, poniendo de manifiesto la reactivación de la economía y la confianza y optimismo de los inversionistas? ¿Es que los mercados inmobiliarios no han estado más activos que nunca? ¿No es que el aumento del precio del petróleo, del cobre y de otros commodities está evidenciando la reactivación y el crecimiento de una economía productiva que necesita crecientemente energía y materias primas?

Pues, NO. Nada de eso ha estado ocurriendo, aunque sea eso lo que aparece en las cifras, y aunque lo sostengan prácticamente todos los analistas económicos. ¡Estamos viviendo en el engaño que anunciamos!En lo que tal vez nos equivocamos o no advertimos suficientemente, fue en la forma en que seríamos engañados, y en el modo en que serían alteradas las cifras, que engañarían incluso a los analistas.

¿Cómo así? Pues, muy simple. En efecto, existe un modo de alterar simultáneamente todas las cifras que miden la economía, haciendo que los indicadores económicos resulten todos positivos, y no es otro que ... cambiar la unidad de medida., cambiar el tamaño del metro con que se miden las variables. Si medimos una casa y sus habitaciones, con un metro cuyo tamaño fuera sólo equivalente a 75 centímetros de los metros normales o antiguos, todo lo que midamos con ese metro aparecerá siendo un 33% más grande de lo que era, no obstante no hubiera cambiado ninguna de las dimensiones reales de la casa y sus dependencias. Lo que medía un metro mide ahora 1 metro y 33 centímetros... sin que se hayan modificado sus dimensiones reales. Con la nueva unidad de

medida es obvio que la misma o incluso menor producción aparecerá en la medición como habiendo crecido.

Estas cifras no las ponemos al azar, sino que corresponden aproximadamente a la que ha sido en el período al que nos referimos, la devaluación del dólar respecto al euro. Sabemos, ciertamente, que no hay una explicación fácil ni menos lineal de las variaciones en los tipos de cambio entre monedas, y que tratándose de una relación biunívoca, no existe la posibilidad de establecer una moneda como punto de referencia estable. ¿Se ha devaluado el dólar o se ha valorizado el euro? Históricamente y en general, la tendencia ha sido considerar al dólar como la unidad de referencia para estimar las variaciones que experimente el valor de las otras monedas Eso viene desde los acuerdos de Bretton Woods, donde se estableció un sistema monetario internacional que ponía al dólar (convertible en oro a 35 dólares la onza) como referencia para todas las otras monedas convertibles en dólares. Cuando en 1971 se eliminó la convertibilidad del dólar en oro, el dólar continuó siendo el soporte y la referencia para las demás monedas, que en general se fueron devaluando progresivamente.

Pero en este caso hay demasiadas evidencias de que ha sido el dólar el que se ha debilitado, habiéndolo hecho prácticamente frente a todas las otras monedas importantes (con la significativa excepción de la moneda china, cuya paridad con el dólar ha sido fijada políticamente, contra lo cual protestan los propios responsables de las finanzas norteamericanas que desearían que el renminbi incremente su valor respecto al dólar. Por lo demás, hay evidencias que indican que todas las monedas, incluido el euro, se han estado debilitando, o sea disminuyendo el valor económico que mide la unidad monetaria: son metros que también han perdido unos cuantos centímetros. Y la causa es simple: la disminución de las tasas de interés ha sido generalizada, con el consiguiente aumento del dinero circulante y de todos los agregados monetarios, cualquiera sean las unidades en que se exprese.

Tal vez quisiera alguien rebatir este argumento señalando que el valor de las monedas se mide por los precios de los activos económicos y no por las relaciones de cambio entre ellas mismas, y que en tal sentido no se ha observado en ninguna de las grandes economías del mundo algún fenómeno inflacionario que avale una disminución del valor del dinero. En efecto, no ha habido inflación significativa en ningún país, y menos en los Estados Unidos, donde más bien se ha temido y de hecho superado el peligro de una deflación.Está bien; pero hay que explicar una y otra cosa, o sea tanto el notable incremento del dinero como su prácticamente nulo impacto inflacionario. Y lo que ambas cosas juntas ponen en evidencia, es precisamente un escenario de crisis profunda y prolongada, cuyo reflejo en las estadísticas ha sido postergado, con la consiguiente probable acentuación.

¿Cómo? Lo que mide la inflación son los precios de los bienes y servicios que pagan los consumidores finales, en el comercio minorista. Cuando en cambio se mide el PIB, se considera el valor monetario de todos los activos que hayan sido transados en el mercado: además de los precios minoristas de la canasta del consumidor, se incluyen los precios de los factores que pagan los productores, el precio del petróleo y la energía, de los commodities, de las viviendas y otros activos inmobiliarios, de las acciones que se transan en la bolsa, del oro y los metales, etc. Precios éstos que han subido considerablemente en el período, y que al ser deflactados por la reducida inflación reconocida (precios del consumidor), dan lugar a un abultamiento de los índices de crecimiento del PIB. De este modo, no es un aumento de la producción lo que se muestra en los índices de crecimiento del PIB, sino un aumento de los precios de ciertos productos y activos que se han valorizado extraordinariamente, como efecto de que hacia ellos se ha desviado el incremento del volumen del dinero en la economía.

Se dice -y normalmente debiera ser así- que el aumento de estos precios debiera reflejarse con cierta dilación en el tiempo, en la inflación de los precios al consumidor. Ello no ha estado ocurriendo, al menos en el tiempo en que normalmente debiera reflejarse el impacto. ¿Por qué? Pues, porque el incremento del dinero no ha llegado a manos de los consumidores; incluso puede haber disminuido en términos agregados, con la consecuencia que ha estado disminuyendo la demanda de bienes y servicios. Al disminuir esta demanda los precios al consumidor no pueden aumentar, como sería natural esperar en condiciones de políticas monetarias altamente expansivas. Y los consumidores apenas si perciben la crisis de la economía, pues casi manteniendo el poder adquisitivo de sus ingresos, ven incluso disminuida su carga financiera previa (el pago de créditos, que pueden haber renegociado con menores tasas de interés).

Aparentemente, estaríamos en un muy buen escenario económico: bajos intereses de los créditos, abundancia de dinero, baja inflación y bajos precios al consumidor, consumo normal, incremento del PIB, incremento del valor de los activos inmobiliarios y accionarios. Sólo que: 1. Alguien está necesariamente pagando los costos de tanta felicidad; y 2. Esta situación se torna crecientemente insostenible en el tiempo. Examinemos por qué.

¿Quiénes están pagando los costos?La Teoría Económica Comprensiva establece que el mercado es una gran correlación de fuerzas sociales, donde los fenómenos de inflación, recesión, alteración en los tipos de cambio entre las monedas, etc., son manifestaciones de cambios en la correlación de fuerzas sociales constitutiva del mercado. Para comprender estos fenómenos es preciso, pues, verificar quiénes ganan y quiénes pierden cuando tales cambios se producen.

Lo que más directamente aparece en el marco de los fenómenos mencionados, es que la pérdida principal la estarían haciendo los ahorristas y los acreedores. Si es el valor del dinero el que ha estado disminuyendo, la pérdida la hacen los que poseen sus activos en dinero, sea en moneda contante o en documentos y títulos de crédito. Y dependiendo en qué moneda tengan sus ahorros y acreencias, la pérdida será mayor o menor. Si se trata de monedas en acelerado curso de depreciación -el caso del dólar- serán los poseedores de dólares y de documentos de pago indexados a esta moneda quienes están perdiendo una mayor proporción de su riqueza acumulada, aceleradamente.

(Otro grupo normalmente afectado cuando disminuye el valor del dinero son los trabajadores que viven de un sueldo o salario mensual; pero en este caso ellos estarían libres de la pérdida, e incluso en alguna medida pudieran verse beneficiados, como consecuencia de que los precios de los bienes y servicios que ellos consumen no están experimentando inflación. De hecho, quienes vienen de un ingreso fijo mensual y lo gastan en su consumo habitual, no pueden apreciar ningún signo de crisis, y no ven razones para desconfiar de las estadísticas y de los análisis optimistas que se les proporciona por los medios masivos). Beneficiados serían, por su parte, los endeudados para quienes los montos que deben se diluyen y que, además, pueden renegociar los créditos de largo plazo a mejores tasas y más largos plazos, disminuyendo su carga financiera presente.

Si fuera tan simple como esto, no debiéramos preocuparnos mayormente, pues lo que estaría en acto sería un proceso de desconcentración del capital financiero, que afectaría principalmente a los grandes capitalistas y especuladores financieros. Pero lo más probable es que esté ocurriendo lo contrario, esto es, que la concentración de la riqueza se esté acentuando. Sería así si los grandes capitalistas y especuladores financieros no tuvieran ya sus activos en dinero de curso normal, sino que previendo la crisis, hubieran buscado refugio y convertido sus dineros en otros activos que en vez de perder valor lo estén incrementando.

El incremento desproporcionado del oro y los metales, del petróleo y la energía, de las acciones y de las propiedades inmobiliarias, de las obras de arte y de las antiguedades, así lo estaría señalando. Porque se trata de un incremento lineal y prácticamente ininterrumpido (exceptuando las correcciones y tomas de ganancias habituales), en montos consistentes, sin que el alza de dichos activos se justifique por el incremento de la producción real y el crecimiento de las utilidades que pudieran estar generando.

La explicación más simple y racional de tales incrementos en los precios indicados, no es otra que el hecho que el dinero estaría dejando de cumplir su función de "reserva de valor" o de medio de acumulación de riqueza, al estar en proceso persistente de desvalorización, razón por la cual quienes lo poseen y lo van recibiendo corren a invertirlo en otros activos que conserven o puedan, al menos contablemente, incrementar su valor. Incremento de valor que es resultado

de la propia demanda por esos activos que efectúan quienes los persiguen buscando refugio.

Dijimos que una de las causas agravantes de la crisis sería que los agentes económicos dejarían de comportarse en forma normal, respondiendo a las cambiantes situaciones del mercado con expectativas y decisiones económicas anómalas respecto a las que correspondería esperar según la racionalidad establecida en los modelos teóricos. Pues bien, las decisiones de los grandes agentes económicos que producen los resultados arriba indicados, más parecen resultado del temor que del optimismo, y lo que hacen los poseedores de dinero y de activos financieros se asemeja más a la búsqueda de refugio y al atesoramiento que a la acumulación y la inversión.

En efecto, los que tienen ahorros o recursos financieros disponibles para invertir, y los que reciben flujos por la recuperación de créditos e inversiones, escapan y rehuyen en cuanto les resulta posible, de su acumulación monetaria. Esto es inconsistente con la teoría, si nos atenemos al hecho básico del funcionamiento capitalista, que el dinero cumple no solamente las funciones de ser unidad de medida del valor de los activos y medio de cambio universal, sino además la de ser instrumento de acumulación de riqueza, o como dicen más neutramente los economistas, ser "reserva de valor". Hoy, nadie parece querer el dinero, y el dólar menos que ninguna otra moneda: nadie confía que constituya un adecuado modo de reservar valor y acumular riqueza. Todos se desprenden rápidamente del dinero que reciben, tal como ocurre con los consumidores cuando se verifica una hiperinflación que reduce el poder adquisitivo de los ingresos día a día.

Pero si todos se desprenden rápidamente del dinero que reciben, ¿dónde va a parar el dinero circulante? ¿Quiénes en definitiva lo van amontonando, aunque comprendan que pierda valor con el correr de los días?No hablamos, obviamente, de aquella parte del dinero que circula en el mercado pasando de mano en mano y cumpliendo la función de medio de cambio habitual. Esta parte del dinero se incrementa en pequeña proporción, dando lugar a la pequeña inflación de los precios al consumidor.

Tal incremento es consecuencia de que la baja de las tasas de interés alcanza en alguna medida también a los créditos de consumo, dando lugar a dos fenómenos bastante graves en términos tendenciales: una disminución de los ahorros y un aumento del endeudamiento de las familias, tal que aumenta constantemente la proporción de los ingresos familiares que deberán destinarse en los próximos años al pago de créditos. Que el gasto se haya mantenido o incluso aumentado en alguna medida, parece una señal de normalidad económica, pero en realidad oculta un serio desequilibrio, en la medida en que se haya verificado no a consecuencia de un real incremento de los ingresos de las personas sino a costa de la disminución de los ahorros y del aumento del endeudamiento.

De hecho, las bajas tasas de interés desincentivan completamente el ahorro e incentivan el endeudamiento, lo que acentúa uno de los desequilibrios que dieron origen a la actual crisis económica.

Pero aquella parte de los ahorros que se mantiene en depósitos bancarios y en otros activos puramente financieros, está perdiendo aceleradamente valor real; quienes no han tenido la iniciativa suficiente para redestinarlos, han estado haciendo grandes pérdidas sin darse mucha cuenta de ello. Cuando quieran comprar con sus ahorros una propiedad, encontrarán que las cifras que habían previsto acumular para ello ya no les alcanzan. Se han equivocado y están perdiendo riqueza, en beneficio de otros más ágiles que estarán acumulando lo que ellos están perdiendo.

Por otro lado, está aquella parte de los ahorros que no puede destinarse al gasto y que tampoco puede buscar refugio en inversiones que resguarden su valor. Son, entre otros, los ahorros previsionales de los trabajadores, una parte de los cuales por ley debe conservarse en papeles y documentos de renta fija. Este ahorro acumulado en unidades monetarias está perdiendo gran parte de su valor, poniendo en serio riesgo y haciendo disminuir el monto de las futuras pensiones. La pérdida la hacen y harán en su momento los actuales y futuros pensionados.

Algo similar ocurre con las "reservas" que mantienen los Bancos Centrales y los gobiernos de los distintos países, que "reservan valor" normalmente en divisas, y principalmente en dólares, y que por diversos motivos han estado persistiendo en ello. Los Estados que mantienen grandes reservas monetarias, la mayor parte de ellas en dólares y en documentos y bonos del Tesoro estadounidense, están perdiendo volúmenes gigantescos de la riqueza que han acumulado en años de esfuerzos y sacrificios. Japón y China son los casos más notables. Sobre esto volveremos más adelante.

Pero lo que es más interesante de analizar y aún más grave por sus consecuencias, es lo que está ocurriendo con el dinero nuevo, o sea con las emisiones monetarias que efectúan la Reserva Federal, los bancos centrales de los distintos países y otros entes emisores. Este dinero está siendo emitido en grandes cantidades, haciendo crecer la masa monetaria en proporciones inéditas. Es ofertado y colocado entre los agentes económicos a tasas de interés históricamente bajas e incluso negativas en términos reales (incluso deflactando por la inflación de precios al consumidor).

Lo que se esperaría en orden a que dichas emisiones y tasas de interés tengan un impacto reactivador efectivo, es que dinero nuevo se incorpore a los procesos económicos reales en la forma de un incremento de la demanda de bienes y servicios, del comercio, de la inversión y de la producción. Pero no es lo que ha estado ocurriendo, pues a ese dinero acceden en proporciones significativas preponderantemente ciertos agentes económicos del mundo financiero,

especialmente especulativos, quienes lo hacen circular en términos precisamente especulativos, fuera de los circuitos de la producción y el consumo, haciendo con el dinero que obtienen a bajo costo lo mismo que hacen los ahorristas y acreedores astutos que buscan refugio y atesoran activos de valor supuestamente perdurable. Con ello, las "burbujas" de los precios accionarios y del mercado inmobiliario se acentúan. Y ese mismo dinero recibido en tales operaciones por otros agentes financieros, en una segunda o tercera vuelta ... termina retornando a las cajas de quienes lo emitieron y/o de quienes sostienen su credibilidad : los bancos centrales, la Reserva Federal, el Tesoro, los Gobiernos, los entes financieros internacionales.

Que el dinero emitido con la intención de reactivar la economía vuelva, en cambio, a manos de quienes lo emitieron, sin haber cumplido su objetivo, pone de manifiesto la más grave desconfianza de los agentes económicos en la capacidad de que dicho dinero emitido a bajas tasas de interés sea dinero con valor real sostenible en el tiempo. Y se produce un círculo vicioso que agrava la crisis, haciendo más difícil aún superarla, prolongándola indefinidamente.Ahora bien, ese dinero nuevo que sin haber cumplido su objetivo reactivador vuelve a sus orígenes, empieza a cumplir una nueva función: financiar el déficit público que mantienen las principales economías del mundo. Terminaría así resolviéndose uno de los graves problemas que causan la crisis. Lamentablemente, una vez más, no es así.

En efecto, financiar el déficit público no es lo mismo que reducir la deuda pública. Al revés, si se financia el déficit recibiendo dineros de agentes económicos privados a través de la emisión de bonos, pagarés y otros documentos, lo que se consigue es resolver el problema de flujos de caja, pero acentuando el problema económico en cuanto está simultáneamente incrementándose la deuda pública. Si no contaran con esos flujos los gobiernos tendrían que reducir el gasto público, lo que actualmente deja de ocurrir, con lo que nuevamente las condiciones estructurales que generan la crisis se agudizan, sin que por el momento ella se manifieste. Los entes públicos continúan gastando y operando en condiciones normales, sin que percibamos los efectos de su exagerado y creciente endeudamiento. (La situación es distinta en aquellos países que aprovechan las bajas tasas de interés para pagar sus deudas acumuladas; pero este comportamiento responsable se observa en pocos casos, siendo Chile uno de ellos).La "bicicleta" financiera sigue andando, pero para mantenerse y no caer debe acelerar constantemente su marcha. ¿Hasta cuándo podrá continuar funcionando de este modo? ¿Será posible disminuir lentamente su marcha, desactivando paso a paso los desequilibrios, de modo de evitar el colapso? Para responder esta pregunta, la clave está en lo que sucede con el dólar y con las políticas monetarias norteamericanas.

La situación del dólar y de la economía norteamericana.

El análisis planteado hasta aquí tiene validez en general, para una mayoría de países y para una economía altamente "globalizada", como se usa decir. Pero resulta especialmente válido en referencia a la economía de los Estados Unidos y su moneda. Y por el tamaño y la función de esta economía en el mercado mundial, la crisis que en ella se manifieste tendrá repercusiones especialmente acentuadas.Con una tasa de crecimiento este año del 4% y un índice de inflación no mayor del 2%, la economía de los Estados Unidos parece funcionar en correcto equilibrio, y así lo anuncia reunión tras reunión el presidente de la FED (instituto emisor del dólar) el Sr. Greenspan, el gran Gurú de la economía mundial. Sin embargo, la situación de dicha economía parece estar tan bien como estaba ... Argentina unos meses antes del Default y de su catástrofe. Algunos datos:

La balanza comercial de los Estados Unidos con el resto del mundo es enormemente deficitaria, necesitando más de 50.000.000.000 de flujos de dólares mensuales para sostener los pagos correspondientes. A su vez, el déficit público norteamericano ha superado el 5% del PIB, sin contar los gastos correspondientes a la guerra de Irak. Esto estaría explicando la devaluación del dólar respecto a las otras principales monedas del mundo.

La teoría económica convencional supone que el ajuste de la balanza comercial se cumple mediante la devaluación de la moneda, lo cual haría aumentar las exportaciones y reducir las importaciones, hasta que se verifique el equilibrio comercial. Pues bien, en el transcurso de los dos últimos años el dólar se ha debilitado más del 40% respecto al Euro, y más del 20% respecto al Yen japonés, sin que se manifieste el más mínimo efecto que mejore la balanza comercial, al contrario, ésta ha continuado incrementando su déficit. Estados Unidos exporta apenas el 65% de lo que importa, su deuda externa supera el 300% de sus exportaciones y el 30% de su PIB. Cálculos que empiezan a hacerse concluyen que para empezar a equilibrar sus cuentas, el dólar debiera continuar devaluándose aún otro 40% respecto a las monedas de sus contrapartes comerciales. Se estaría acercando así al nivel de devaluación que experimentó la moneda argentina cuando se puso término a la convertibilidad. Naturalmente, esto implicaría una reducción brutal del consumo interno, y la economía norteamericana enfrentaría una depresión.

Pero la situación es aún más grave, pues si Estados Unidos redujera tan consistentemente sus importaciones, el resto del mundo entraría también en recesión al disminuir tan drásticamente sus ventas a la gigantesca economía norteamericana, y dejaría de estar en condiciones de aceptar el aumento de la importación de bienes y servicios provenientes de Estados Unidos, necesario para equilibrar las cuentas de éste.

Por otro lado en Estados Unidos existe un creciente déficit público, que alcanza también al 5% del PIB. Si en dicha economía el sector público corresponde

aproximadamente a poco más de 1/4 del PIB, significa que el déficit interno del sector público alcanza casi al 20% La teoría económica convencional postula que el déficit público se resuelve reduciendo el gasto fiscal e incrementando los impuestos. Los EE.UU. no lo están haciendo, sino al contrario, mantienen el gasto y bajan los impuestos. Pero si lo hicieran en los volúmenes necesarios para restablecer el equilibrio en un horizonte de tiempo razonable, el impacto sobre la actividad económica sería brutal, sumándose al efecto recesivo del ajuste de la balanza comercial. Es así que, para financiar el déficit público, el Gobierno norteamericano recurre nuevamente a la emisión de bonos, que ofrece en el mercado interno e internacional, con el consiguiente reforzado efecto devaluador del dólar.

Así, la economía norteamericana está atrapada en un doble círculo vicioso del que no puede salir sin asumir un costo enorme, que impactaría igualmente en términos brutales al resto del mundo.

Como sabemos, esta bicicleta financiera puede mantenerse andando sólo si continúa acelerando su marcha, o sea en este caso, acentuándose los desequilibrios. Pero ¿hasta cuándo podrá seguir andando esta bicicleta sin detener su marcha? Naturalmente, hasta que los inversionistas privados y públicos del mundo decidan escapar en masa del dólar, rescatando sus bonos y reservas. ¿Por qué no lo hacen? ¿Por qué no lo han ya hecho, siendo tan evidente que están perdiendo dinero y riqueza? ¿Por qué no huyen de Estados Unidos los inversionistas y los Estados que mantienen sus reservas en dólares, bonos y otros documentos del Tesoro y la FED?

¿Es que se mantiene la confianza en el dólar y en la capacidad de la Reserva Federal para reconducir las finanzas a buen puerto? ¿Es que se teme agravar las consecuencias catastróficas que tendría el retiro masivo de las reservas? ¿Es que países como China y Japón están atrapados, de la manera en que lo están los grandes acreedores de sus deudores? ¿O es que, como ocurrió en Argentina, se ha establecido sin que lo sepamos, un "corralito", que impide a los Bancos Centrales de los otros países retirar sus Reservas de las arcas norteamericanas? ¿O es por ahora sólo que el temor a que se establezca un "corralito" es tan grande que se prefiere hacer la pérdida paulatina y diferida en el tiempo? Al no retirar los dineros, al menos contablemente las empresas y los Estados pueden mantener sus cuentas en positivo, o casi, como si nada grave estuviese ocurriendo.

Si fuera cierto, por las razones indicadas, que Estados Unidos no está en condiciones de reequilibrar sus cuentas fiscales y de comercio exterior, las alternativas posibles serían sólo dos: ¿Habrá un colapso financiero, o sólo una crisis progresiva que se reproducirá y prolongará en el tiempo sin encontrar solución previsible?Cuando analizábamos la crisis argentina y tratábamos de comprender cuál sería su desenlace, o sea antes que se produjese el Default, señalábamos que tenía 4

escenarios y caminos posibles: "a) devaluar su moneda, y ser entonces comprados sus activos a bajo precio; b) renegociar las deudas y lograr pagarlas en el largo plazo; c) declarar la moratoria de sus pagos, o sea quebrar, permitiendo que surja de los escombros una nueva economía; d) ser salvada (y con ella sus acreedores) por el FMI y otras instituciones financieras globales."

Agregábamos que la duración e intensidad de la crisis dependería de cual de los caminos fuera adoptado. Ahora sabemos que la crisis de Argentina desembocó en el colapso financiero, implicando en definitiva una combinación de las cuatro consecuencias que imaginamos, y manteniendo aún dicha economía en una crisis profunda y prolongada.

La situación de la economía norteamericana y del mundo en general no difiere sustancialmente de aquella argentina en cuanto a los escenarios y caminos posibles de encausamiento de la crisis, y es probable que podamos apreciar en el futuro próximo también alguna combinación de los cuatro escenarios.

La devaluación del dólar está en curso, y es seguro que continuará acentuándose, pero no lo suficiente para resolver por sí sola la crisis. Por ello, deberá combinarse con otros de los mencionados procesos. Renegociar las deudas y postergarlas hacia el largo plazo, también está en curso, al menos en cuanto a las deudas menores, pero no ha alcanzado el nivel en que tendría efectos sobre el problema global. Declarar la moratoria de pagos (el "corralito"), o algo equivalente, parecería también en parte estar de algún modo ocurriendo.

Y ser salvada la economía norteamericana por agentes en condiciones de prestar y pagar el costo, es algo que también ocurre cuando Japón compra dólares para sostener su valor, o cuando China y la Unión Europea continúan financiando el déficit comercial americano comprando bonos, y la mayoría de los países hace creer que todavía confían en la moneda americana al mantener sus reservas invertidas en ella y en Bonos del Tesoro.

O sea, la crisis será profunda y seguramente muy prolongada. Lo que está aún por saberse es si habrá o no un colapso del sistema financiero internacional, como consecuencia de un eventual colapso del dólar. Naturalmente, es lo que todos están tratando de evitar, y por eso asistimos a la gran mentira económica generalizada, en que Banqueros Centrales, ministros de Hacienda, Banqueros privados, analistas económicos, inversionistas, acreedores, entidades internacionales, se muestran confiados no obstante saber que están sobre un polvorín, pues si lo dijeran, la estampida sería tan grande que la explosión sería inevitable.

De lo otro que estamos ciertos, es que será necesaria la invención y creación de un nuevo sistema financiero para iniciar en su momento la superación de esta grande crisis. (http:/www.economiasolidaria.net)