Etica en FIV

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La fecundacion in vitro (FIV) se ideo como tecnica para tratar la infertilidad causada por obstruccion o dano tubarico. Muchos son los problemas éticos que se plantean en relación con las técnicas de fecundación asistida. El primero es que la inseminación, por lo que tiene de manipulación y de artificioso, convierte la procreación (acto personal) en un acto tecnificado, privado de toda relación interpersonal: el hijo es fruto de un acto de amor de los padres y el único lugar digno para engendrarlo es el acto conyugal. “El hijo es el fruto de la unión conyugal, cuando se expresa plenamente, con el concurso de las funciones orgánicas, de las emociones sensibles que lo acompañan, del amor espiritual y desinteresado que lo anima”.(1). Juan Pablo II señala igualmente que el origen del hombre es el resultado de una procreación ligada a la unión no solamente biológica, sino también espiritual de los padres unidos por el vínculo del matrimonio”.(2) Pero no es esto lo que sucede con la inseminación artificial, en la que se ha separado la actividad biológica de la relación personal de los cónyuges. Por ello, el Magisterio de la Iglesia las considera moralmente ilícitas. Descripción. La FIV con transferencia de embrión era una técnica conocida desde tiempo atrás en Veterinaria. Se introdujo en Medicina para tratar la esterilidad debida a la obstrucción de las trompas de Falopio, por la que no pueden entrar en contacto el óvulo y los espermatozoides. La solución que se planteó fue esquivar el obstáculo (el conducto obstruido), tomando el óvulo directamente del ovario, a un lado de la obstrucción, fecundándolo artificialmente en el laboratorio, y depositando el embrión recién formado al otro lado. De este modo se podría proporcionar un hijo a las mujeres con obliteración tubárica.

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La fecundacion in vitro (FIV) se ideo como tecnica para tratar la infertilidadcausada por obstruccion o dano tubarico.

Muchos son los problemas éticos que se plantean en relación con las técnicas de fecundación asistida. El primero es que la inseminación, por lo que tiene de manipulación y de artificioso, convierte la procreación (acto personal) en un acto tecnificado, privado de toda relación interpersonal: el hijo es fruto de un acto de amor de los padres y el único lugar digno para engendrarlo es el acto conyugal. “El hijo es el fruto de la unión conyugal, cuando se expresa plenamente, con el concurso de las funciones orgánicas, de las emociones sensibles que lo acompañan, del amor espiritual y desinteresado que lo anima”.(1). Juan Pablo II señala igualmente que el origen del hombre es el resultado de una procreación ligada a la unión no solamente biológica, sino también espiritual de los padres unidos por el vínculo del matrimonio”.(2)    Pero no es esto lo que sucede con la inseminación artificial, en la que se ha separado la actividad biológica de la relación personal de los cónyuges. Por ello, el Magisterio de la Iglesia las considera moralmente ilícitas.

Descripción.

La FIV con transferencia de embrión era una técnica conocida desde tiempo atrás en Veterinaria. Se introdujo en Medicina para tratar la esterilidad debida a la obstrucción de las trompas de Falopio, por la que no pueden entrar en contacto el óvulo y los espermatozoides. La solución que se planteó fue esquivar el obstáculo (el conducto obstruido), tomando el óvulo directamente del ovario, a un lado de la obstrucción, fecundándolo artificialmente en el laboratorio, y depositando el embrión recién formado al otro lado. De este modo se podría proporcionar un hijo a las mujeres con obliteración tubárica.

Posteriormente, las indicaciones de esta técnica se han extendido al tratamiento de esterilidades de causa desconocida, de esterilidad en parejas que no poseen óvulos o espermatozoides normales (mediante gametos provenientes de donantes), e incluso de casos en que ella no puede quedar embarazada (mediante el empleo de madres de alquiler).

Se suele emplear el procedimiento siguiente: En primer lugar, tras una selección de las parejas que desean someterse a la técnica, y tras rechazar las que tienen muy pocas probabilidades de éxito, se procede a la estimulación hormonal de los ovarios de la mujer; ésta, en lugar de producir un óvulo maduro ese mes, produce varios. Normalmente, se obtienen entre 4 y 10 óvulos, que se extraen de la mujer por medio de una punción controlada por ecografía, siempre molesta y no absolutamente libre de peligros.

A continuación, se consigue semen del marido (casi siempre por masturbación), y se trata para que adquiera capacidad fecundante. Se fecundan después todos los óvulos obtenidos pues, mientras que éstos son difíciles de conservar, los

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embriones jóvenes se pueden congelar y conservar a muy baja temperatura. Luego, estos embriones se observan al microscopio; los que muestran un aspecto anormal (divisiones irregulares o inexistentes, blastómeros dañados, etc.) son destruidos. De los de mejor apariencia se toman tres, que se transfieren al útero de la mujer mediante una cánula especial, con la esperanza de que se implanten en la cavidad uterina y suceda así el deseado embarazo. Los demás (los llamados “embriones sobrantes”) se guardan congelados en espera de empleo ulterior.

Se transfieren tres embriones porque las posibilidades de embarazo aumentan con el número de embriones transferidos. Sin embargo, no se transfieren más de tres para evitar los riesgos de un embarazo de alta gemelaridad, con el riesgo de un parto prematuro, y el peligro de que la técnica no consiga su objetivo: un hijo vivo para la pareja. Actualmente existe un consenso general de no transferir más de tres embriones.

, estamos en condiciones de realizar un juicio ético. Para ello, valoraremos separadamente diversas cuestiones que se entremezclan: las relativas al respeto a la vida humana, las relativas al respeto a los valores de la sexualidad humana, y las relativas a las exigencias éticas de la práctica médica.

El principal problema ético que se plantea en la FIV es la relación con lo que podemos considerar estatuto del embrión humano: ¿es un ser humano en fase embrionaria o se trata de una “cosa”? La respuesta es decisiva puesto que la en la FIV hay pérdidas de embriones en diferentes fases del proceso; hay también sobrantes que son desechados o que se usan para investigación.

Uno de los principales problemas que enfrenta la bioética es responder a la pregunta ¿a qué valores acudir para basar en ellos decisiones de carácter universal que puedan ser aceptados por todos, creyentes y no creyentes, de todas las nacionalidades, ideologías y culturas? El panorama es tan complejo, que tal como comenta Antonio Marlasca en su libro: "Introducción a la bioética", ni aún la racionalidad humana como criterio fundante de una ética secular, escapa de su culturización e ideologización, a tal punto, que lo que es racional para algunos sectores, no necesariamente lo es para otros.

Otro problema significativo es que, ante la perspectiva de inmortalidad que las nuevas tecnologías ofrecen, hay muchos adeptos en los mercados de salud de las sociedades desarrolladas, dispuestos a pagar sumas millonarias para comprar la eternidad, constituyendo la manipulación y trasiego de órganos humanos en una de las razones principales de objeción al uso desmedido de su aplicación.

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Principios Fundamentales de la Bioética

Principio de autonomía

Según el principio de autonomía de la bioética, toda persona adulta y consciente, en el seno de una sociedad secularizada, tiene derecho a decidir sobre su vida y su salud, debiendo respetarse su voluntad o decisión respecto a la elección de una determinada terapia, entre varias alternativas de tratamientos cuando éstos existen. Sin embargo, la principal polémica existente en torno a este principio se presenta entre personas creyentes y no creyentes. Para los primeros, persiste la idea de que sólo Dios es dueño y señor de la vida, y los hombres no pueden disponer libremente de ella, sólo les corresponde cuidarla y conservarla. Los segundos por no aceptar a priori una instancia sobrehumana, afirmarán que el hombre es dueño y señor de sí mismo, pudiendo decidir libremente sobre su vida y lo que le conviene, en tanto, no atente contra los derechos de los demás. Debido a lo anterior, el principio de autonomía es relativo, argumentándose que la autonomía de la voluntad humana es válida dentro de un marco jurídico y nunca puede estar en contra de principios que regulan el orden público. Como salida ante este dilema, por regla general, suele respetarse la voluntad del paciente sobre otros factores que también deberán considerarse. Pero ante casos extremos, puede prevalecer el beneficio objetivo del paciente, de acuerdo con la valoración que brinda el profesional médico, sobre su propia voluntad.

Criterios adicionales señalan que, dentro de un orden jurídico dado, la vida y la salud no son bienes patrimoniales de los que cada ciudadano puede disponer libremente; asimismo, los actos de disposición del propio cuerpo están prohibidos en muchos países, cuando éstos puedan causar disminución permanente de la integridad física.