Eticidad y Negatividad en la Filosofía del Derecho de Hegel

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Ensayo sobre Hegel

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  • El BhoRevista Electrnica de la Asociacin Andaluza de Filosofa.D. L: CA-834/97. - ISSN 1138-3569.Publicado en www.elbuho.aafi.es

    Luis Sez Rueda Pgina 75

    Eticidad y negatividad en la filosofa del derecho de Hegel

    Luis Sez Rueda

    Resumen. El presente trabajo intenta penetrar en la categora hegeliana de eticidadtomando como contexto fundamental la filosofa del derecho del pensador alemn.En el plano analtico, la reflexin pretende mostrar cmo el sentido y la forja deesta figura ponen de manifiesto que la lgica dialctica operante en la concepcinde Hegel presupone desde un comienzo, y a travs de los hitos de la triada(derecho formal, moralidad, eticidad), la prioridad de la negatividad como autnticogenerador interno de la libertad en su realizacin. En el plano problematizante, elautor se interroga sobre la coherencia del planteamiento hegeliano y atisba ciertasdeficiencias en ste, entre las que destacan la incapacidad para reunir en tensinfructfera la objetividad y la subjetividad (lo que afecta de lleno a la disolucinperniciosa de la moralidad en la eticidad) y la depotenciacin final de la fuerza de lonegativo, en la que acaba el intento hegeliano a causa de su propensin identitaria.

    La nocin de eticidad es, como se sabe, una de las piezas centrales del pensamientohegeliano. En lo que sigue se examina su sentido, lugar y problematicidad, tomando comoreferencias fundamentales Principios de la filosofa del derecho (Edhasa, Barcelona, 2005),especialmente 141-157 en adelande FD y Enciclopedia de las Ciencias Filosficas, ed.Alianza, 2005, 513-5171. Dado que el concepto de eticidad congrega en sntesis las figurasdel derecho formal y de la moral, el anlisis comienza reflexionando sobre el marco dialcticogeneral en el que se inscribe, a saber, el de la lgica dialctica de la voluntad libre, cuyatextura interna est dinamiza por la fuerza de la negatividad ( 1). A continuacin se analiza,de modo expreso, la estructura sincrnica interna de este concepto ( 2), para finalizar enalgunas reflexiones que inciden en el carcter problemtico de la perspectiva hegeliana ( 3).

    1. Aproximacin comprehensiva a la eticidad como fin de un proceso de negatividad

    El contundente pargrafo 142, con el que comienza la tercera parte de FD, dedicada a laeticidad, constituye un apretado compendio del proceso entero que lo es de la razn en lahistoria como voluntad activa y libre en sus tres momentos (derecho formal, moralidad,eticidad). Se hace necesario recapitular brevemente las lneas de fuerza de este recorrido,nervadura del texto hegeliano, para comprender este espacio culminante.

    1.1. La eticidad: omega de la libertad

    En la Introduccin a FD se planteaba ya el entero proceso dinmico del derecho (tomado ensu sentido global) como el modo en que se realiza la voluntad libre. El principio idealista y

    1 El texto tiene su lugar en el marco de la discusin que diversos miembros de la AAFI (Asociacin Andaluza deFilosofa) mantuvimos en Granada durante el curso acadmico 2007-08. Esta discusin tena como temticafundamental la concepcin hegeliana del derecho.

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    dialctico del que parte Hegel supone entender la realidad como desarrollo del pensamiento.Ahora bien, el pensamiento, en cuanto impulso a darse existencia, es voluntad ( 4,agregado, p. 79). Se trata de una voluntad pensante que se realiza en la existencia y que hade ser comprendida, al mismo tiempo, como actividad creadora del yo: libertad. La libertadqueda despejada, as, en cuanto cualificacin intrnseca de la voluntad. El lugar del derecho es,pues, el de la voluntad libre ( 4, p. 77) y la eticidad, como seala el 142, constituye surealizacin acabada, es decir, su concepto (que coimplica de consuno su devenir y surealizacin autoconsciente): Es el concepto de la libertad que ha devenido mundo existente ynaturaleza de la autoconciencia ( 142, p. 266).

    En esta aproximacin a la idea de eticidad la estructura dialctica del dinamismo real esttratada, sin embargo, slo en su forma diramos- positiva. Dicha perspectiva positiva expresadirecta y sincrnicamente el principio especulativo en virtud del cual la verdad se entiendecomo unidad de objetividad y subjetividad. La objetividad no es otra cosa que el contenido dela libertad en su realizacin (el bien); la subjetividad con-forma dicho contenido, representa ladimensin formal por mor de la cual ste es reconocido y apropiado en un saber de s(autoconciencia). Por eso dice Hegel, en el mismo pargrafo, que la eticidad es la idea de lalibertad como bien viviente que tiene en la autoconciencia su saber ( 142, p. 265). Desdeeste punto de vista, la verdad radical del derecho (la eticidad) es este momento especulativoque rene en una unidad superior a los momentos abstractos y unilaterales de la objetividad,plasmada en el derecho formal (lo jurdico), y la subjetividad, que ha entrado en escena bajola figura de la moralidad. Dichos momentos, el en s objetivo y el para s (o por s)subjetivo, son superados, es decir, conservados y recogidos en su recproca coimplicacin:

    Lo jurdico y lo moral no pueden existir por s y deben tener lo tico comosostn y fundamento. En efecto, al derecho le falta el momento de la subjetividadque la moral tiene, en cambio, exclusivamente para s, por lo cual ninguno de losdos momentos tiene por s realidad. Slo lo infinito, la idea, es efectivamente real;el derecho slo existe como rama de una totalidad, como planta que crece en tornoa un rbol firme en y por s ( 141, agregado, p. 261).

    Ahora bien, esta perspectiva positiva y sincrnica es insuficiente para aclarar el fenmenode la eticidad. El reto hegeliano se cifra en mostrar que lo tico puede y tiene que sercomprensible como el punto culminante de un efectivo y real devenir dialctico, un devenircapaz de testimoniar la demostracin de la necesidad del concepto. Es esto precisamente loque exige Hegel en las pginas que ocupan el importante lugar de Trnsito de la moralidad ala eticidad ( 141, pp. 259-261):

    Lo tico es una disposicin subjetiva, pero que pertenece al derecho existenteen s. Esta idea es la verdad del concepto de libertad, lo cual no puede sermeramente supuesto (), sino que debe ser demostrado en la filosofa misma. Sudeduccin reside nicamente en que el derecho y la autoconciencia moral muestranen s mismos que desembocan en ella como en su resultado ( 141, p. 260).

    Hay pues que retrotraerse, siquiera esquemticamente, a este proceso dialctico queexpresa la necesidad de la superacin del derecho (formal) y de la moral en el aludidoresultado. Y en semejante proceso de la voluntad libre es lo que quisiera subrayar lanegacin aparece como el verdadero motor o espuela.

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    1.2. Hitos fundamentales de la negatividad en la historia de la voluntad libre

    Tal y como Hegel presenta la aventura de la libertad en FD, la voluntad se encuentra, en unprimer momento, en la inmediatez ( 21), en esa objetivacin viva, aunque fra y ayuna deautoconciencia, que es el derecho abstracto. Pero habra que reparar en la circunstancia deque dicha inmediatez aparentemente dada de forma positiva o pro-positiva emerge yaen el turbulento comienzo de la negatividad. Su surgimiento coincide con la oposicin de lavoluntad universal en s (p. 194), lo que significa que es ya, en su propio inicio, en su mismaposicin, una negacin de esa anterior negacin en la que consiste el puro deseo y el instinto( 21, Obs., p. 100). Con la segunda figura, la de la moralidad, se pone de manifiesto que estaprimera negacin, llevada a efecto en el derecho formal, produce otra negacin en su mismoplano, a saber, la de la voluntad particular, una voluntad que arranca cuando entran en juegola injusticia y el delito, fenmenos que el mismo derecho formal abre y posibilita ( 82-103).Habiendo adquirido rostro ya el derecho formal, aparece la posibilidad de la injusticia, en cuyocurso se impone la voluntad particular frente al derecho. En el devenir dialctico se imponeentonces un nuevo reto, una nueva necesidad de avance: la de superar esa contradiccin queha surgido ahora entre la afirmacin de la voluntad individual y la voluntad universal delderecho. Y, dado que volver al derecho en su fuerza coactiva constituira una solucin externa,que no ligara a la voluntad desde dentro o de modo inmanente, la negacin de la negacin (lasuperacin de esta contradiccin) remite ineludiblemente al plano moral, es decir, al mbito deuna voluntad que, desde la subjetividad afirma la validez intrnseca de la universalidad.Cabalmente expresado:

    Se tiene aqu, en primer lugar, la exigencia de una voluntad que, en cuantovoluntad subjetiva particular, quiere lo universal como tal. Este concepto de lamoralidad no es, sin embargo, slo una exigencia, sino que ha surgido en estemovimiento mismo ( 103, p. 193).

    No extraa, entonces, que Hegel presente el paso a la eticidad como una negacin deaquello que se pone en obra en la moralidad. Para aclarar esto es necesario recapitulartambin aspectos centrales de la crtica hegeliana a la moralidad.

    En la figura de la moralidad comienza a ponerse en vigor el derecho de la voluntadsubjetiva, es decir, el desarrollo de una libertad en la cual la subjetividad quiere estarpresente en todo lo que hace. Desde ahora, el camino de la libertad ser el que emprende lavoluntad en su propia referencia a s, en su subjetividad: El punto de vista moral es, por lotanto, la figura del derecho de la voluntad subjetiva. Segn este derecho, la voluntad es yreconoce slo lo que es suyo, es decir, aquello en lo que ella existe como algo subjetivo (107, p. 200). Por ello dice Hegel que el hombre cabal, el hombre que deviene interior, quiereestar l mismo en todo lo que hace (Ibid, agregado, p. 201).

    Al mismo tiempo, este derecho de la voluntad subjetiva es el que otorga verdadera realidada la voluntad abstracta del derecho formal. La voluntad libre, que en el derecho es un en sabstracto, se hace ya real, es decir, autoconsciente y, en esa medida, existente por s ( 106,agregado, p. 200). Lo que ha aparecido con la moral, de otro modo, es el impulso de unaunidad entre contenido (lo objetivo, lo material) y forma (autorreferencialidad,autoconciencia), pues la subjetividad () constituye lo formal de la voluntad ( 108, p.201).

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    Sin embargo, en su desarrollo, el derecho de la voluntad subjetiva se absolutiza y estapromesa si se me permite la expresin poco dialctica de vinculacin entre materia yforma queda negada. Esto acontece as, fundamentalmente, porque la conciencia moral es, deacuerdo con la crtica de Hegel a Kant, una voluntad formal en un sentido peyorativo, es decir,pura identidad vaca en cuanto falta de contradiccin o de concordancia consigo mismo ( 135,p. 231). Debido a este formalismo abstracto, la conciencia moral kantiana se ve llevada a undesgarramiento. Queda desdoblada en dos dimensiones. Por un lado, expresa una raznincondicional y universal sta es la cara objetiva del desdoblamiento jnico, la de unauniversalidad del bien, del contenido que persigue. Por otro lado, es siempre unaconciencia concreta. Esta otra cara es la subjetiva. El momento concreto, determinado, al estarligado, no al dinamismo real de la voluntad objetiva, sino a una universalidad abstracta, sehace tambin, l mismo, abstracto, es decir, se desvela falto de conexin con el proceso realde la libertad, desgajado de un proceso de autorrealizacin real. Queda fuera del dinamismoobjetivo, separada, es decir, cae en la subjetividad, que es una absoluta certeza de smisma (Cfr. 136). Escindida as, la conciencia moral se ve desgarrada en dos sentidos: enprimer lugar (dentro de s), en el hiato entre la inclinacin y el deber; en segundo lugar, en loque concierne a su relacin con la realidad, pues el deber siempre trasciende cualquiercontenido concreto real, lo que hace imposible su insercin en un proceso de autorrealizacin.Y, como la conciencia moral no puede resolver desde s esta desgraciada contradiccin, se veobligada a postular la superacin (en una sntesis entre el reino del deber y el de lanaturaleza2).

    De esta manera, la subjetividad deja de referirse a un contenido real y queda abandonada asu propio ensimismamiento. Permanece en una indeterminacin, incapaz de incardinarse en larealidad y de actualizarse en ella como un verdadero dinamismo. Para que sea determinadanecesita una situacin concreta subyacente, una forma de existencia objetivada ya enprcticas sociales e instituciones ( 135, p. 232).

    Queda anticipada e interpelada, pues, en la misma insuficiencia de la moralidad, sunecesaria vinculacin con la eticidad. Ahora bien, tal vnculo no puede realizarlo ella desde s.No puede erigirse como prometa su surgimiento en forma del contenido exterior y realdel devenir mundano. Le es inherente, por el contrario, rehuir ese lazo: establece que loconcreto es inesencial y lo abandona a la mera opinin ( 140, pp. 257-8). Y no slo eso,sino que, en la senda de tal separacin, la voluntad moral puede llegar incluso a blindarsecontra la realidad. Es lo que la larga observacin del 140, pp. 241-259, desarrolla bajo lafigura de la hipocresa. sta hace depender la validez de una accin exclusivamente de ladimensin interior (intencin, conviccin), autojustificndose as tenazmente contra la realidadexterior. No hay ya, de acuerdo con este refugio, una objetividad del vicio, la contravencin oel delito, ni en general nada malo, pues lo que uno hace cabe convertirlo en algo bueno por lareflexin de la buena intencin y los buenos motivos: por medio del momento de la conviccinla accin es buena. De esta manera, no hay ms delitos ni vicios en y por s (). La intencinbondadosa de mi accin y mi conviccin de ello la convierten en buena (pp. 250-1). Aldesprenderse de toda concrecin necesaria, la voluntad moral rebaja la ley, el derecho, a puraexterioridad separada, pura letra exterior y palabra vaca (p. 251), con lo cual arruina tambintoda diferencia entre razn e ilusin, bien y mal3.

    2 Como sabemos, esta crtica se desarrolla ampliamente en el apartado La concepcin moral del mundo de laFenomenologa del Espritu.3 Al expresar que una mala conviccin es slo un error, se cae en sofstica: se reduce la falta a algo puramentecontingente y mnimo: errar es humano! (Cfr. p. 252). Esta sofstica destruye la idea misma de razn, como diceHegel citando a Jacobi: Si esa razn [la conviccin] pudiera disculpar, no habra ya ningn juicio racional sobre las

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    Esta dialctica perversa de la subjetividad pone de manifiesto la exigencia racional dedefender un derecho de la objetividad. El derecho de la voluntad subjetiva, del quehemos partido, ha de mantenerse, por supuesto, como la prerrogativa de la voluntad de novalidar nada que no haya adquirido el valor del bien por mor de su autorreflexividad. Se puedeformular tambin as: que lo que deba reconocer como vlido sea considerado por ella comobueno ( 132, p. 227). Pero hay, al mismo tiempo, un derecho de la objetividad: dadoque la accin es una alteracin que debe existir en un mundo real y quiere por lo tanto serreconocida en l, debe ser adecuada a lo que tiene validez en ese mundo. Quien quiere actuaren esa realidad, precisamente por ello debe someterse a sus leyes y reconocer el derecho de laobjetividad ( 132, Obs., p. 228).

    Quiere ello decir que la responsabilidad no es meramente subjetiva. Es importante destacarde lo que acaba de sealar Hegel que la accin constituye siempre una alteracin en el mundo.La exterioridad del mundo podramos decir posee su propia necesidad inmanente, unaforma interna de movimiento. La voluntad acta y es en dicha exterioridad y, por tanto, nopuede tomarla como algo externo. Por el contrario, ha de tomarla a su cargo. Es muyintensa la manera en la que Hegel anuda por medio de reflexiones como staresponsabilidad y exterioridad. En otro lugar haba dicho, taxativa y provocativamente,que estamos entregados a la exterioridad:

    Al actuar el hombre se entrega a la exterioridad. Un viejo refrn dice conjusticia que la piedra que ha salido de la mano pertenece ya al diablo. Al actuar meexpongo a la mala suerte: sta tiene, por lo tanto, un derecho sobre m y es laexistencia de mi propio querer ( 119, Agregado, p. 215)

    Pues bien, estos dos derechos, el de la subjetividad y el de la objetividad, estn yapresentes en la ltima figura de la voluntad moral, el bien, pues ste es tanto lo que valedesde s mismo, objetivamente, como lo que vale en la medida en que es la materia de lavoluntad subjetiva. El bien es la esencia de la voluntad en su sustancialidad y universalidad,la voluntad en su verdad ( 132, p. 227). En el fondo de la conciencia moral late ya estecompromiso de opuestos, que apela a la eticidad. La verdadera conciencia moral (Gewissen)es la disposicin (Gesinnung) de querer lo en y por s bueno. Tiene por tanto principios firmes,y stos son para ella determinaciones objetivas por s y deberes ( 137, p. 233).

    Con esto alcanzamos (al fin!) el sentido clave de ese 141 que ocupa el lugar fundamentalde trnsito de la moralidad a la eticidad. El bien, como se ha dicho, contena ya la identidadentre el polo objetivo y subjetivo, pero slo abstractamente. Tanto el bien en su ladosustancial como la conciencia moral se haban mostrado faltos de determinacin, de ligazncon la realidad objetiva. El paso consiste ahora y de un modo conforme con la tradafundamental de la autodeterminacin de la voluntad4 en conferir a la universalidad abstracta

    decisiones buenas y malas, dignas y despreciables. La ilusin tendra el mismo derecho que la razn, o, mejor dicho, larazn no tendra ningn derecho, no gozara de ninguna consideracin, su voz sera un absurdo: quien no duda est yaen la verdad! (p. 250, nota)

    4 En el dinamismo de ese proceso es, por cierto, tambin la negacin la que se erige en motor, como se explicitabaen los 5, 6 y 7 de la Introduccin. El primer momento es el de una indeterminacin que conduce a una universalidadabstracta. En cuanto libertad, la voluntad se comporta negativamente con respecto a todo contenido determinado y, en lamedida en que se abstrae de toda determinacin, alcanza la universalidad abstracta del pensamiento. As pues, la voluntad seespecifica, primero, como pura reflexividad del yo que se desembaraza de toda limitacin es, ya de entrada, negacin (5, p. 81). Ahora bien, dado que semejante reflexividad se da como accin del yo, pasa, en un segundo momento, a ladiferenciacin, determinndose al poner un contenido ( 6, p. 83). Es el momento de la voluntad libre como

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    de esa in-determinacin una determinacin, una concrecin, para alcanzar el momentoespeculativo, el de la universalidad concreta: La identidad concreta del bien y la voluntadsubjetiva, su verdad, es la eticidad ( 141, p. 259). Este tercer momento, que integra en unaunidad superior al derecho y a la moral, se entiende tambin, en la lnea interpretativa quevenimos siguiendo, como negacin: el bien y la subjetividad (los dos momentos, objetivo ysubjetivo)

    son unilaterales y no estn an puestos como lo que son en s. Este ser puestolo alcanzan en su negatividad, en la cual sus existencias unilaterales, en las que nodeben tener lo que est en s en ellas (el bien sin subjetividad y determinacin y lodeterminante, la subjetividad, sin lo que es en s), se constituyen por s comototalidades, se eliminan y se rebajan a momentos del concepto, que se revela comosu unidad ( 141, Obs., p. 260)

    2. Anlisis expreso del concepto de eticidad

    Una vez examinado el lugar que ocupa la eticidad como figura en el contexto global del queforma parte, su papel de sumidero en el ejercicio real de la libertad, hacia el que discurren loscauces centrales de la voluntad pensante, se hace asequible la tarea de aclarar la estructuradialctica que la conforma internamente. Sin entrar ahora en liza con Hegel, me limito aresear los aspectos fundamentales de esa estructura.

    En la eticidad los polos objetivo y subjetivo del espritu han sido conservados en unatotalidad que, al mismo tiempo los integra en un nivel superior. Por eso, cada uno estransformado en virtud del otro:

    1. Reincorporada y realizada en el plano de la objetividad, la subjetividad abandona suabstraccin y encuentra la concrecin y determinacin que le faltaba. En cuanto a sucontenido, ste no es ya el bien abstracto, sino lo tico objetivo: las instituciones yleyes existentes en y por s ( 144, p. 265). En cuanto a su forma, esta subjetividadescapa al ceidor de la conciencia individual y queda transfigurada en el humus de lavida tica intersubjetiva, la cual es inconsciente ( 144, agregado, p. 266) y se imponesobre los individuos con necesidad, a travs de poderes ticos ( 145, p. 266) respectoa los cuales el individuo es meramente accidental (Ibid., agregado).

    2. Por su parte, en esta subjetividad concreta la objetividad abstracta del derecho formalse eleva en la forma de sustancia que se sabe a s misma ( 146, p. 266). Suautoridad rebasa el estancamiento en la pura exterioridad, pues ya no tiene slo elcarcter de algo que es, como los objetos naturales, sino el de un ser reconocido porla conciencia (Cfr. 146, obs.).

    autodeterminacin, como trnsito de la indeterminacin indiferenciada a la diferenciacin, al determinar y poner unadeterminacin en la forma de un contenido y un objeto ( 6, p. 85). Este poner es un poner-se a s mismo comodeterminado o limitado. Pero se trata de un momento, de nuevo, de negatividad, la eliminacin de la primera negatividadabstracta ( 6, p. 85). La voluntad realmente consumada, la verdadera libertad, es la unidad superadora de estos dosmomentos, la mediacin de la universalidad abstracta y de la particularidad en la unidad superior de la universalidadconcreta, que se da en la individualidad real ( 7, p. 85).

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    Tomando como punto de partida esta unidad de la eticidad, Hegel aborda el modo en queha sido recompuesta la relacin entre ella y el individuo particular. Para el sujeto (supra-individual) de la eticidad, el reconocimiento de las leyes ticas est fundado en el mencionadosaber-se de stas, en su ser autorreferencial en virtud del cual los contenidos sustancialesestn ya acompaados en su interior de la conciencia que los ilumina, vertebra y ratifica. Es unreconocimiento en el que vibra una identidad real con lo reconocido y que est ms all de lamera fe y de la tenue confianza (que implican una diferencia, Cfr. 147, obs., p. 267). Lotico no es lo extrao en lo que, a lo sumo, cabe confiar, sino, ms all, lo que el sujeto haaprehendido ya como idntico a s mismo, el testimonio del espritu. All tiene su orgullo yvive en su elemento ( 147, p. 267)5. Slo para el individuo particular, en suindeterminacin, aparecen los elementos de la eticidad como mandatos, es decir, comodeberes que ligan su voluntad ( 148, p. 268) y como una limitacin a la que se enfrenta( 149, pp. 268-9). La tica del deber (al modo kantiano) muestra as su insuficiencia y suabstraccin. Tiene que ser sustituida por una doctrina del deber en la que las determinacionesticas ya no son mandatos, sino relaciones necesarias y que consiste en el desarrollo de lasrelaciones que resultan necesarias por la idea de libertad y son por lo tanto efectivamentereales en toda su extensin en el Estado ( 148, obs., p. 268). Se entiende ahora mejor loque haba sentenciado Hegel bastante antes, subordinando la conciencia individual a la ley delEstado:

    La conciencia moral est, por lo tanto, sometida al juicio de si es o noverdadera, y su apelacin exclusiva a s misma se opone inmediatamente a lo queella quiere ser: la regla de un modo de actuar racional, universal y vlido en y pors. Por consiguiente, el Estado no puede reconocer a la conciencia moral en suforma propia, es decir, como saber subjetivo, del mismo modo como en la cienciano tiene validez la opinin subjetiva y la afirmacin y apelacin a la opininsubjetiva ( 137, obs., pp. 234-5).

    A travs de semejante superacin del arbitrio subjetivo el individuo encuentra en la realidadde las relaciones ticas, no una limitacin, sino todo lo contrario: su autorrealizacin, laconquista de una libertad afirmativa ( 149, agregado, p. 269). Se hace claro ahora queaquella virtud (socrtica o kantiana, por ejemplo) que encuentra en la realidad tica un lmite,un retn de sus prerrogativas, oponindose de este modo a ella, es denostada por Hegel.Representa, a la luz de la fuerza racional de la historia, la consecuencia necesaria e indeseableque se desprende de una situacin poco desarrollada de la cultura, de una situacin propia delos Estados antiguos, puesto que en ellos la eticidad no haba llegado a ser este sistema libreque acoge en s un desarrollo independiente y objetivo [y] era la genialidad propia delindividuo la que tena que llenar esta carencia ( 150, obs., p. 270). En el Estadodesarrollado, en cambio, el valor de la accin del individuo se mide por su honradez (que serala adecuacin, todava externa, a la eticidad) y, por encima de sta (como si integrase el pormor de kantiano en este plano de la eticidad), la virtud ( 150, p. 269), la cual es un rasgopermanente del carcter (Ibid., agregado, p. 271).

    En toda esta reformulacin del deber como virtud tica se confirma como clave fundamentalel paso desde un predominio de la conciencia moral (la Gewissen) al de la disposicin(Gesinnung) en la eticidad, un paso que habra que subrayar en cuanto cifra del trnsito de lamoral a la eticidad6. La virtud es una disposicin del carcter, un modo permanente del sujeto,si signamos su ser, no en su nuda interioridad, sino en su exterioridad prctica y activa. En

    5 Esto parece contradecir el valor fundamental que da a la confianza en la Enciclopedia: que los dems singulares sesepan los unos a los otros solamente en esa identidad y en ella sean efectivamente reales, eso es la confianza, o sea, laverdadera disposicin de nimo tica (Enciclopedia, Alianza, 515, p. 540).6 V. Cerezo, P., La tensin crtica moralidad y eticidad en Hegel: un quiasmo dialctico?, manuscrito, apartado 1.4.

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    ese sentido lo tico se revela costumbre, segunda naturaleza en la que el derecho y la moralson superadas en cuanto espritu ( 151, p. 272 y agregado).

    3. Problematizacin crtica del planteamiento hegeliano

    A continuacin reflexionar acerca de algunos problemas clave que se desprenden delpropio texto hegeliano, sin pretensin por supuesto de cerrar concluyentemente ladiscusin que con tal problematizacin se abre.

    3.1. El problema de la indeterminacin de la conciencia moral. Kant o Hegel?

    Un problema central en el entramado argumentativo del texto concierne a la disolucin-integracin de la virtud moral deontolgica en la eticidad, un problema que incita apreguntarse si la crtica fundamental de Hegel a Kant es justa. Esta crtica, como hemos visto,intenta poner al descubierto la insuficiencia del planteamiento kantiano por la indeterminacinque introduce en la conciencia moral.

    No faltan razones para justificar la intencin que anima, en el fondo, la crtica al kantismo.L. Siep proporciona una vigorosa claridad en este sentido. Apoyando la tesis hegeliana, sealaque la mera universalizabilidad de una mxima requisito deontolgico que inyectanormatividad en el comportamiento, si nos situamos en Kantimplica una falta de compromisoefectivo con el presente real, con la circunstancia vital en la que el individuo se incardina.Siempre le cabe al kantiano escapar furtivamente a las exigencias y demandas que comportala exterioridad mundana. El imperativo categrico de la conciencia carecera, pues, de unaincidencia en la realidad, porque slo pide coherencia abstracta:

    Cierto que uno no puede consecuentemente ser propietario y a la pardefraudar, vivir y a la vez querer matar, entenderse y a la par querer mentir, perocon ello no se ha dicho an si hay o debe de haber propiedad, comunicacin, vidahumana. Se presuponen, pues, contenidos naturales, sociales, jurdicos, o, en sucaso, instituciones para las frmulas no se puede, etc.7.

    Ahora bien, es cierto que la estructura del imperativo categrico queda constreida en laprueba de la coherencia interna a la conciencia, que se exime de tener en cuenta laimprecacin de la realidad? No parte ya el ejercicio de universalizacin de una mxima dada,surgida en el trasunto de la realidad en la que se encuentra el sujeto? En este punto, parecehaber dado mejor en el blanco A. Wellmer. Su punto de partida incide en este aspecto,desplazando el problema de la indeterminacin del principio moral kantiano a la exigenciautpica que contiene en cuanto origen de prescripciones que, en el seno del movimientohistrico, habran de operar como ideas regulativas. En este sentido, pone en tela de juicio lanecesidad de ideas regulativas para el desarrollo de una accin moral, pero no para justificar aHegel, sino para introducir una perspectiva kantiana transformada, capaz de proponer un

    7 Siep, L. Qu significa superacin de la moralidad en eticidad?, en Amengual, G. (ed.), Estudios sobre la filosofadel derecho de Hegel, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1989, pp. 171-193, p. 180. Siep hace referencia alimportante 135, obs., de FD (p. 232), donde Hegel dice: Si se admite y supone que la propiedad y la vida humanadeben existir y ser respetadas, entonces cometer un robo o un asesinato es una contradiccin; una contradiccin slopuede surgir con algo que es, con un contenido que subyace previamente como principio firme (p. 232)

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    criterio negativo de progreso. El principio de universalizacin, como prueba de la validez deuna mxima arguye no se abstrae de la eticidad prctico-vital, sino que, por su propiatextura interna, necesita partir de mximas formuladas ya en la praxis inmediata y queemanan de la conflictividad y problematicidad de dicha praxis. Respecto a ellas, launiversalizacin acta permitiendo o prohibiendo. Pero es precisamente en este punto dondeaparece la debilidad del kantismo. El rendimiento clave de la universalizabilidad reside, por lodicho, ms en negar lo irracional que en dotar de contenido a una racionalidad enteriza, plenay autoconsistente. Es por ello por lo que el progreso no debera, a su juicio, identificarse conuna aproximacin asinttica a un ideal (tal y como ocurre en la obra de Habermas y Apel), sinocon una negacin continua de lo no-racional8.

    Independientemente de que la crtica de Wellmer afecte al modo concreto en que el filsofode Knigsberg verti su modelo normativo, habra que preguntarse si dicho modelo esrevocable en cuanto tal. La grandeza de la reflexin kantiana reside en la direccin que adoptasu modo de interrogar. Se pregunta si en la accin puede haber un tipo de motivacin queimpulse a la voluntad independientemente de cualquier causa o tendencia emprica, sensible y,para decirlo contra Hegel, independientemente de cualquier conformacin tica ya fraguada demodo fctico. Y si hubiese, en ese sentido, valores que tuviesen en s su propia fuerza, esdecir, que fuesen incondicionales, no habran de impulsar en la accin como un horizontedigno de ser perseguido? A pesar de todas las objeciones a Kant, la pregunta kantiana sigueen pie9. Y quizs la solucin a los problemas que se vienen planteando se encuentren en unacorreccin de Hegel a travs de recursos sugeridos u ocultos en la propia obra kantiana,necesitados todava de una tematizacin y recuperacin en positivo. En esa lnea de reflexin,y tanto contra la radicalidad del juicio hegeliano como contra la sentencia de futilidad queamenaza a la idea regulativa del deber, se posiciona P. Cerezo recordando que en la obra delpropio Kant hay pistas para entender la conciencia moral en vinculacin interna con laintersubjetividad real del mundo de la vida, sobre todo tomando pie en la nocin de sensuscommunis. ste, el sensus communis, insiste apelado e invocado en el juicio, siendo unsentido que es comn a todos, es decir, de un juicio que en su reflexin tiene en cuenta por elpensamiento el modo de representacin de los dems, para atener su juicio, por decirlo as, ala razn total humana (KU., 40). Concluye Cerezo que en este sentido, la reflexinkantiana no es meramente subjetiva, sino que persigue librarnos de la ilusin subjetiva degravitar sobre el propio juicio. El principio de la autonoma (ya sea del pensar o de lavoluntad), se completa con el principio de la heterologa, pensar en el lugar del otro10.

    No es mi propsito en el presente anlisis formular un posicionamiento propio, sinocontribuir al esclarecimiento de los problemas de fondo que atraviesan el concepto hegelianode eticidad. Sin embargo, quisiera apuntar tan slo que, a mi juicio, la vocacin kantiana detrascender el espacio de lo tico hacia el del ideal irreductible en su valor inherente, inagotableen su realizacin histrica o fctica, posee su momento de verdad, aunque ste deba sersustrado del marco del racionalismo ilustrado y reinventado en el seno de una ontologaexistencial. Pues no cabe duda de que, en el contexto de estas pginas, el problema queda

    8 V. Wellmer, A., tica y dilogo, Barcelona, Anthropos, 1994, pp. 43-77.9 Desde luego, cabe tambin la posibilidad de que no haya algo as como moral. Pero cuesta creer que el ser humanono sea capaz de dirigirse en su conducta ms que por mviles ligados a la facticidad. El revolucionario cautiv alfilsofo de Knigsberg. Cmo es posible que un pueblo se alce contra la opresin y proclame algo as como losderechos humanos? Podramos aadir nosotros: cmo es posible que en la penuria vital ms miserable en escasez dealimentos, de vestido, de un techo bajo el cual dormir ciertos hombres anhelen, no slo superar su indigencia, sino,ms all, transformar el curso de la historia humana? Cmo es posible que un ser humano ofrezca su propia vida poruna causa de justicia?10 Cerezo, P., La tensin crtica moralidad y eticidad en Hegel: un quiasmo dialctico?, manuscrito, apartado 1.5.

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    maniatado por lo que Foucault denomin una vez chantaje de la ilustracin. Trasladado alplano de una ontologa no ilustrada, el pathos kantiano puede como intento mostrar en otrolugar ser redescubierto en la figura de una actitud cenital que, exenta del presupuestoracionalista, involucra la exigencia existencial de que el hombre concreto se haga cargo de ssin proyectar su oscuridad sobre el otro y movilizndose por creaciones heroicas que loempujen ms all de la eticidad fctica11. Pero ya, en el terreno mismo del lenguaje ilustrado,en la arena del discurso hegeliano, la cuestin kantiana sigue inyectando problematicidad en elinstante mismo en que tomamos en cuenta el conflicto entre comunidad e individuo (osingularidad). Paso a ello.

    3.2. El conflicto entre individuo y colectividad

    Un problema fundamental que se presenta en el desarrollo del pensamiento hegeliano es elque claramente ocupa el centro de toda esta parte de FD, dedicada a la eticidad, a saber, el dela relacin entre subjetividad y objetividad, interioridad y exterioridad, lo que afecta al coraznmismo del conflicto entre moralidad y realidad tica que ha sido planteado ms arriba.

    Como se ha visto, el individuo queda superado en la realidad intersubjetiva del mundo tico.Pero esta superacin es ambigua. De suyo, segn el propsito dialctico hegeliano, ni elindividuo ni la colectividad desaparecen, sino que se integran en una totalidad. Ya a propsitodel bien moral, que ha de ser superado en la eticidad, Hegel haba planteado esta cuestin. Laconviccin subjetiva acerca del bien (que carece de determinacin) se ha de poner a prueba enel seno de contextos sociales y, por tanto, en virtud de relaciones intersubjetivas. De esemodo, la voluntad subjetiva logra reencontrarse con la realidad si se reconoce en vinculacininterna con la voluntad de los otros. La subjetividad exterior es, desde este punto de vista, lavoluntad de los dems (Cf. 73). La realizacin de mi fin tiene por lo tanto en su interioresta identidad de mi voluntad y la voluntad de los otros (FD., 112, p. 204). Con ello seconsigue dar un significado real y completo a la idea de que en la moralidad yace inserto unreferirse de la voluntad a s misma: no es ya una voluntad particular y separada, sino unavoluntad comn en la que se supera la voluntad individual (Cfr. 112, agregado, p. 205).

    Sera sta una unidad en la que, se supone, la diferencia es integrada orgnicamente. Nohay que olvidar que lo universal, en Hegel, no quiere ser una mera abstraccin en la que loconcreto se entienda como lo particular (el caso de una regla). Lo concreto es, por el contrario,lo singular. Y lo universal habita, se podra decir, orgnicamente en la cosa: En lo viviente, losingular no existe como parte sino como rgano en el que est presente lo universal ( 119,Obs., p. 215).

    Sin embargo, todo este planteamiento contrasta con lo que se ha sealado ms arriba: queel individuo, en la eticidad, es slo accidental. Hegel se hace acreedor ahora de unapregunta que pone en suspenso la supuesta coherencia de su sistema. Si es accidental elindividuo, dnde queda su singularidad? Lo que se dice en la Enciclopedia no parece ms queuna evasin del problema: Pero la persona, como inteligencia que piensa, sabe la sustanciacomo propia esencia suya y con este talante deja de ser accidente de ella (Enciclopedia,Alianza, 514, p. 539).

    11 V. Sez Rueda, L., Ser errtico. Una ontologa crtica de la sociedad, Madrid, Trotta, 2008 (en prensa), cap. 9, 3-5.

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    Parece que este problema discurre en el subsuelo de nuestro tiempo. As, por ejemplo,Theunissen lo plantea dramticamente y a favor de una solucin hegeliana. Pertenece anuestra poca una comprensin de la autorrealizacin como enfrentada a lo social, pero es, asu juicio, porque lo social no se ha realizado como un verdadero mundo de la eticidad sinocomo un mero espacio de lucha econmica neoliberal. En el fondo, seala, Hegel llevararazn: habra que reconectar la idea de autorrealizacin con la de vinculacin a la objetividad,a condicin de que transformemos dicha objetividad en lo que, de suyo, puede ser desde s12.

    Supongamos que Theunissen lleva razn. En tal caso, habra que replicar que latransformacin del mundo objetivo a la que apela necesita de un distanciamiento crtico delindividuo respecto a esa realidad sustancial que demanda ser convulsionada. Y el problema esahora el de saber si los principios mismos que articulan la filosofa hegeliana permitensemejante posicionamiento excntrico del sujeto respecto a su contexto tico. Quedaintegrada la conciencia moral en la eticidad de modo que puede actuar, todava, crticamentefrente a la objetividad de las leyes y costumbres o, ms bien, es diluida en la identificacin conla sustancialidad tica?

    Por medio de la eticidad, los dos momentos anteriores en la dialctica de la voluntad libre el derecho y la moral se superan e integran en una unidad. El deber coincide con el derecho( 155). Se nos revela en este momento una unidad que quiere mantener dos exigenciascontrapuestas:

    a) Por un lado, el derecho de los individuos a que su libertad quede objetivada en unarealidad tica supraindividual con la que se identifican ( 153)

    b) Por otro lado, el derecho de los individuos a su particularidad ( 154) y, por tanto (sepodra inferir) a su disidencia.

    12 Error! Slo el documento principal.Cfr. Theunissen, M., Selbstverwirklichung und Allgemeinheit, Berln/NewYork, Walter de Gruyter, pp. 1-15 y 28-54. Para Theunissen nuestra poca presente es la poca en la que triunfa unsentido desfigurado de la autorrealizacin. Pertenece a la autocomprensin del hombre actual el romanticismo que habacriticado Hegel y que es hoy la ideologa de la autorrealizacin. Esa idea de autorrealizacin tiene por santo y seageneral una oposicin entre individuo y sociedad, como si la individualidad slo se pudiese realizar en la medida en quese separa el individuo de la sociedad. Expresin cabal de ello sera la filosofa de la existencia, como la que entra enescena con Sartre y Heidegger, en la que la autorrealizacin se entiende como Selbstsein, ser s mismo, y ste comoproyecto de alcanzarse a s mismo escapando del rol que tiene asignado en la sociedad en cuanto uno de sus miembros.Sostiene Theunissen, frente a esta superioridad actual de las filosofas de la existencia, que la idea de autorrealizacinnecesita de la idea de universalidad en un sentido hegeliano, y que ello no implica un retroceso a lo premoderno. Quiererescatar para ello la clave hegeliana del 258 de su Filosofa del Derecho: Die Bestimmung der Individuen ist, einallgemeines Leben zu fhren (La determinacin de los individuos reside en alcanzar una vida universal). Ello noimplica que la concepcin hegeliana disuelva al individuo en la colectividad. Se basa Theunissen en la afirmacintemprana de Hegel segn la cual la crisis mundial pivota sobre la circunstancia de que se ha generado una contradiccinentre aquello que los hombres buscan de modo inconsciente (la universalidad tica) y lo que se les ofrece y permite dehecho (Einleitung in die Verfassungschrift, en Werke, Hrsg. von G. Fricke und H. G. Gpfert, Mnchen, 1962, vol. I, p.457). La situacin actual se corresponde perfectamente, piensa Theunissen, con aquella que describa Hegel. Lasociedad burguesa quiere ser la sociedad humana universal consiguiendo libertad para todos los individuos, pero susupervivencia, como economa y como poltica, implica el dominio, el poder y la desigualdad. Semejante contradiccinproduce la huida, la escapada hacia una forma de autorrealizacin enfrentada a lo social. La solucin, en cambio, debeser hegeliana: cambiar la sociedad de forma que la realizacin del individuo y de la universalidad se compatibilicen.

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    Se trata de una ambigedad inherente al planteamiento hegeliano. A propsito de lacaracterizacin del comportamiento tico como insercin en costumbres y hbitos, surge denuevo la ambigedad. El problema, en ese contexto, surge de la relacin entre la especificidadproductiva y creativa de lo individual-moral y la realidad tica en la que se incardina. Pues,

    a) Por un lado, Hegel presenta al hbito como la figura en la que desaparece lacontraposicin de la voluntad natural y la voluntad subjetiva y es superada la resistencia delsujeto (Ibid., p. 272), de un modo tan radical que en la sustancialidad tica ha desaparecidotoda voluntad particular y toda conciencia moral propia del individuo que pudiera ser por s ycontraponrsele ( 152, p. 273), mientras que por otro, seala que

    b) El hombre tambin muere por el hbito, es decir, cuando se ha habituadocompletamente a la vida, ha devenido fsica y espiritualmente aptico, y ha desaparecido lacontraposicin de la conciencia subjetiva y la actividad espiritual ( 151, agr., p. 273).

    Pues bien, hay o no tensin entre realidad objetiva y subjetividad crtica en la eticidad? Eldiscurso hegeliano mantiene en todo momento (a mi juicio) esta ambigedad. Autores muydesafiantes, como Tugendhat, piensan que Hegel diluye la actitud autorresponsable y crtica enfavor de las leyes vigentes y del Estado, sustituyendo la reflexin autnoma por la confianzaciega en una autoridad absoluta. La teora de la libertad de Hegel, as, constituira incluso unaperversin moral13. A su favor, me parece, estn aquellos pasajes en los que Hegel enfatizala confianza del sujeto respecto a la objetividad tica, como ste de la Enciclopedia: Conreferencia a la inmediatez exterior, o sea, a un destino, la virtud es un tratar el ser como algono negativo (), la virtud en cuanto confianza es obrar intencionadamente a favor de estarealidad y es capacidad de sacrificarse por ella (Enciclopedia, Alianza, 516, p. 540). Frentea posiciones de este tipo, otros defienden la coherencia del sistema hegeliano. L. Siep, muyenfrentado a Tugendhat, hace notar que la relacin del sujeto con la eticidad y el Estado no esde confianza ciega. De lo que se trata, a su juicio, es de eliminar la tabuizacin de la decisinde conciencia como no criticable14 y de aunar armnicamente los principios de autonoma yautorrealizacin: El concepto moderno de libertad moral contiene bien podra decirse laexigencia de autorrealizacin mediante la realizacin de algo que deba ser incondicional. Lainteleccin personal, empero, debe apoyarse en motivos y criterios racionales, y puesto quetales no pueden darse en el punto de vista de la moralidad (), la moralidad debe ser llevadaa la eticidad15. Ms crtico con Hegel se mantiene P. Cerezo. No niega esta necesariaimbricacin entre moralidad y eticidad. Lo que ocurre, seala Cerezo (atinadamente a mi modode ver), es que Hegel no ha explicitado suficientemente esta relacin como una tensin crticay, finalmente, la ha pervertido. La tensin crtica se anula a favor de la eticidad. Dado que laconciencia subjetiva ha sido rebasada en voluntad universal intersubjetiva y sta ya estobjetivada en una eticidad concreta, se corre el riesgo, no slo de eliminar la conviccinsubjetiva particular, sino de obviar y eliminar finalmente su dimensin propia, como dimensinde saber formal, por la cual la universalidad se vuelve sobre s y se reconoce. Lo formal, yaticamente materializado, hace superfluo y contingente lo formal del criterio del juicio. Lasubjetividad concreta y singular se convierte en un apndice de esta subjetividad sustancial yamaterializada como espritu tico. La libertad del individuo se limita a la adhesin respecto aesta objetividad:

    13 Tugendhat, E., Selbstbewusstsein und Selbstbestimmung, Frankfurt a.M., 1979, pp. 349-357.14 Siep, L., op. cit., p. 19315 Ibid., p. 178. En un tono conciliador se pronuncia tambin Amengual: Que el bien viviente tenga su realidad efectivaen la autoconciencia significa propiamente que en la misma eticidad tiene lugar la reflexin, es ms, solamentemanteniendo este carcter reflejo la eticidad ser la efectividad de la libertad. Y a la vez vale tambin lo contrario, asaber, los individuos autoconscientes y morales presuponen un orden tico, de lo contrario no podran encontrar elobjeto de su consciencia por el que sta se convierte en consciencia de la libertad (Amengual, G., La moral comoderecho, Madrid, Trotta, 2001, p. 386).

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    Puesto que la repblica noumenon de Kant est ya presente y efectiva en lahistoria o el reino de Dios (la comunidad espiritual o la Iglesia invisible) hadevenido comunidad tica estatal, la conciencia moral ha traspasado su obedienciaa un mandato formal e incondicionado en la obediencia, no menos incondicionada,al sistema de los poderes ticos efectivos. Se ha superado el dualismo de la visinmoral del mundo, pero a costa del monismo y absolutismo de un saber prctico dela eticidad16

    A mi juicio, la razn profunda de esta disolucin de la conciencia crtica radica en elfundamento mismo de la dialctica hegeliana, en virtud del cual la tensin y la contradiccin essiempre deficitaria respecto a una identidad. Esto nos conduce, de nuevo, al problema de lanegatividad.

    3.3. A vueltas con el problema de la negatividad

    Aunque la contradiccin y la diferencia aparecen en el pensamiento de Hegel comoautnticos motores de la historia, estn orientados a la superacin (Aufhebung) y elloconstituye un lastre que acaba diluyendo, de una manera o de otra, la tensin entrecontrarios. Frente a ello podra hacerse valer que la contradiccin pertenece a la realidadmisma y que no es subordinable en unidad armoniosa. Lo expres de forma insuperable Th. W.Adorno:

    Hay contradicciones irreductibles a unidad de no ser manipulndolas,interponiendo miserables conceptos genricos, que hacen desaparecer lasdiferencias esenciales. Por ejemplo, la que media entre la determinacin que elindividuo sabe que es suya, y la que le impone la sociedad si quiere ganarse lavida: su 'papel'. (...) Los conceptos aporticos de la filosofa son jalones de loirresuelto objetiva, no slo mentalmente. Echar la culpa de las contradicciones a lacazurra tozudez especulativa sera desplazar el problema17.

    Esta deficiencia est unida, a mi entender, a la falsa comprensin que de la negatividadposee Hegel. La poderosa visin que gobierna su dialctica, la de que el pensamientocomienza, ya siempre, estableciendo una situacin de negacin, diferenciacin y contradiccin,queda arruinada mediante la final disolucin de stas en la totalidad de la afirmacinintegradora. Pero lo expres mejor, de nuevo, Adorno:

    Lo diferente no puede ser obtenido inmediatamente como algo a su vezpositivo, incluso si para ello se recurre a la negacin de lo negativo. sta no es en smisma, como quera Hegel, afirmacin. (...) La equiparacin de la negacin de lanegacin con la positividad es la quintaesencia de la identificacin, el principioformal reducido a su ms pura forma. (...) La negacin de la negacin no rescindea sta, sino que demuestra que no era suficientemente negativa. (...)18

    La dialctica positiva, en la que toda contradiccin y negacin es disuelta en la afirmacinde la identidad de realidad y razn, esta prstina y ms ambiciosa expresin de la ilustracin,cae en una dialctica autodisolvente. La exaltacin del hombre termina en una disolucin delhombre y en una exhumacin de la vinculacin mtica con el espritu del mundo:

    16 Cerezo, P., La tensin crtica moralidad y eticidad en Hegel: un quiasmo dialctico?, loc. cit., 2.17 Adorno, Th. W., Dialctica negativa, Madrid, Taurus, 1986, pp. 155-5618 Adorno, Th. W, Crtica a la negacin positiva, en Ibid., pp. 161-4.

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    La ilustracin trasciende as la forma en que se ha entendido tradicionalmente as misma. Ya no es slo desmitologizacin como reductio ad hominem , sino tambina la inversa, como reductio hominis, es decir, como percepcin del engao que esel sujeto autoestilizado en Absoluto. El sujeto es la forma tarda del mito, y, sinembargo, igual a la ms antigua19

    Luis Sez Rueda

    Granada, Marzo-2008.

    19 Ibid., p. 187. Se podra aadir aqu una reflexin sobre la relacin entre realidad y concepto, establecida por Hegel.En una poca como la nuestra, en la que el pensamiento filosfico parece condenado por impotencia, quizs, ante lospoderes del presente al claustro acadmico y a la abstraccin, sera muy saludable seguir el estmulo hegeliano, envirtud del cual el concepto (Begriff) mantiene viva su aspiracin a tocar roca dura, pues para Hegel ste, el concepto, esfuerza pensante, alma de contenidos , en el que la cosa misma de la exterioridad real y mundana vibra y muestra supropensin inmanente. Ahora bien, en la lnea de Adorno, podra limitarse la pretensin identitaria del concepto. ste,precisamente por ser finito y darse en la facticidad de la finitud, no consuma nunca su aproximacin a la realidadconcreta, a lo singular. Lo real, como lo aspirado en el concepto pero no-integrable en l, es el reverso de laidentificacin que ste siempre busca, lo no-idntico. Frente al romanticismo criticado por Hegel que en la actualidaddiluye todo pensar en una apelacin a las pasiones o a la accin ms inmediata habra que hacer valer hoy (creo), lafuerza del concepto. Frente a Hegel habra que buscar el modo en que ste no se enroque en s mismo y la forma en quejuegue incluso contra s. En ese sentido, tiene actualidad, me parece, el ideal que expres Adorno: Error! Slo eldocumento principal.Una filosofa modificada tendra que retirar esa exigencia [infinito, absoluto] y no tratar mstiempo de convencerse a s y a los dems de que dispone del infinito (Ibid., 21) (...) Un pensamiento maduro sabe lolejos que est de lo que piensa y, sin embargo, siempre tiene que hablar como si lo poseyera por completo. En esto separece a los payasos. (...). No disponemos de ninguna forma de conocimiento que sea absolutamente distinta del estilodominador, (...) (Ibid., 23) El concepto es el organon del pensamiento y a la vez el muro que lo separa de lo quepiensa; por eso niega ese anhelo. La filosofa no puede ni evadir tal negacin ni plegarse ante ella. Slo la filosofapuede y debe emprender el esfuerzo de superar el concepto por medio del concepto (Ibid., p. 24). Y tal vez dichoempeo no pueda realizarse ms que rescatando para el concepto la fuerza creativa que lo convierta (y en ello G.Deleuze tiene mucho que decir) en el poder, no slo de dar cuenta del mundo, sino, ms all, de hacer mundo (Meesfuerzo en esta lnea en Sez Rueda, L., Ser errtico. Una ontologa crtica de la sociedad, op. cit., caps. 9 y 10).