Etiquetas sociales

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Lengua y Literatura Etiquetas Sociales Las etiquetas sociales son de cierta forma “la manera correcta de comportarse en sociedad”, pero estas etiquetas dependen del criterio de la persona o grupo de personas que las establecen. En otras palabras las etiquetas sociales se utilizan para separar a grupos e individuos, muchas veces señalan y desvalorizan a las personas señaladas. El ser humano tiene la necesidad de poner etiquetas sociales porque haciéndolo se siente más especial y único, o por lo contrario encuentra su identidad dentro de un grupo, es algo similar a

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Da una visión de los estereotipos sobre el hombre que están constantemente presentes en nuestro medio que bien pueden ser positivos o negativos.

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Lengua y Literatura

Etiquetas SocialesLas etiquetas sociales son de cierta forma “la manera correcta de comportarse en sociedad”, pero estas etiquetas dependen del criterio de la persona o grupo de personas que las establecen.

En otras palabras las etiquetas sociales se utilizan para separar a grupos e individuos, muchas veces señalan y desvalorizan a las personas señaladas.

El ser humano tiene la necesidad de poner etiquetas sociales porque haciéndolo se siente más especial y único, o por lo contrario encuentra su identidad dentro de un grupo, es algo similar a establecer fronteras y dividir a la gente dependiendo de su raza, religión ó ideología.

Las etiquetas sociales nos separan al igual que las fronteras de los países, crean conflicto y pueden dañar la autoestima de la persona etiquetada. Las utilizamos para encasillar a las personas.

Los códigos de etiqueta: Prescriben y restringen las maneras en que las personas interaccionan con los demás, basados en el respeto para los otros y las costumbres aceptadas en una sociedad.

La etiqueta moderna codifica las interacciones sociales con los otros, tales como:

Saludar a los familiares, amigos y conocidos con calidez y respeto

Abstenerse de los insultos y la curiosidad entrometida Ser hospitalarios a los invitados Usar indumentaria apropiada para la ocasión Contribuir a las conversaciones sin dominarlas Ofrecer asistencia a aquellos que lo necesiten Comer pulcra y calladamente Evitar molestar a los otros con ruido innecesario Seguir las reglas establecidas de una organización al volverse miembros

Llegar puntualmente Confortar al desconsolado Responder a las invitaciones

puntualmente Aceptar regalos o favores con

humildad y reconocerlos puntualmente con gracias o rechazarlos con buenos modales (p.e. una tarjeta de agradecimiento)

En los estratos superiores de la sociedad romana, la etiqueta instruía a los hombres a: saludar a los amigos y conocidos con decoro, de acuerdo a su

grado, abstenerse de demostrar emociones en público, mantener a su(s) esposa(s) aislada de sus clientes, apoyar la posición de su familia con magnificencia pública, etc. Los estratos inferiores tenían reglas diferentes.

Las violaciones de la etiqueta, si son severas, pueden causar desgracia pública, y en privado herir sentimientos individuales, crear malentendidos o verdadero dolor y pesar, e incluso pueden escalar en ira asesina. Muchas enemistades familiares tienen sus inicios en violaciones triviales de etiqueta que fueron tomados fuera de proporción. En la antigua epopeya hindú Mahabhárata, todo el conflicto apocalíptico entre los ejércitos de dos clanes comienzan cuando un gobernante, Duryodhana, comete un par de faux pasmenores en el castillo de su primo, y se burlan de él por ello. Se puede considerar a la etiqueta como política menor requerida para evitar conflictos mayores en la sociedad educada, y como tal, un aspecto importante de la ética aplicada.

ModalesLos modales envuelven un amplio rango de interacciones sociales dentro de las normas culturales como en la "comedia de los modales". La etiqueta y los modales, como lamitología, han enterrado historias especialmente cuando parecen no tener un propósito obvio, y sus justificaciones como lógicas ("respeto que se muestra a los otros", etc.) pueden ser igualmente reveladoras para el historiador social.

En el oeste, la noción de etiqueta, siendo de origen francés y surgiendo de las prácticas de la corte de Luis XIV, es ocasionalmente menospreciada como pasada de moda o de la élite, un código preocupado solamente con "que tenedor usar". Algunas personas consideran a la etiqueta como una restricción innecesaria a la libertad de la expresión personal, otros consideran tal espíritu libre como falto de modales y grosero. Por ejemplo, usar pijama para una boda en una catedral puede ser una expresión de la libertad de un invitado, pero también puede causar que la novia y el novio

sospechen que el invitado en pijama está expresando sorpresa o menosprecio hacia ellos o su boda. La etiqueta puede hacerse respetar en formas pragmáticas: "Sin zapatos, sin playera, no hay servicio" es un anuncio puesto comúnmente fuera de tiendas y cafés en las partes más calientes de Estados Unidos y Canadá. Otros sienten que un código simple y básico compartido por todos hace la vida más fácil y placentera, evitando las oportunidades para los malentendidos.

Las “etiquetas negativas”:

Hacia nosotros mismos o a los

demás- influyen en nuestra vida, afectando negativamente nuestra vida emocional y limitando nuestros comportamientos. Estas etiquetas se vuelven permanente ya través de ellas le damos significado a un sin fin de situaciones que nos suceden, por ejemplo, si nos hemos cargado la etiqueta de que somos “insignificantes”, “aburridos” o cualquier otra etiqueta que esté relacionada a una imposibilidad de ser queridos, limitaremos nuestras futuras relaciones personales y cualquier situación con las demás personas las interpretaremos a través de las ideas que mantienen dichas etiquetas -si alguien no tiene tiempo por cuestiones de trabajo para salir con nosotros cuando le invitamos a comer o salir al cine, pensaremos que esa negativa es una evidencia más de que no somos dignos de ser queridos. También los “rótulos” que les asignamos a los demás limitará las emociones y conductas que expresamos y realizamos con dicha persona, un ejemplo de esto son muchas parejas en conflicto que empiezan a crearse una idea o etiqueta de su pareja: es “insensible”, “no sabe escuchar”, “indiferente”, etc. Un paso para salir de estas etiquetas es empezar a ponerlas en duda, recordar hacernos las preguntas “¿Realmente es CIERTA esta idea que tengo de mí?” ¿Qué evidencia tengo de que sea verdad?” cada vez que se presenten en nuestras vidas.

Principales ideas negativas que se presentan en nuestra vida

En educación y ciencias relacionadas, existe el término "profecía auto cumplida "o "condicionamiento de rol" para referirse, entre otros aspectos, al poder creador del etiquetado. Se han realizado numerosos experimentos a través de los cuales se corroboraba que lo que se cree y espera de una persona, lo acaba siendo. Es decir, si te etiquetan como despistado es más probable que lo acabes siendo. Tanto para lo negativo, como para lo

positivo, las expectativas, etiquetas o roles adquirido, acaban condicionando el comportamiento de la persona.

Clasificación de las etiquetas sociales

Apariencia física: influyen cicatrices, marcas físicas, rostros, forma corporal y para gran parte de las personas la falta de algún miembro, extremidad o señal de deformación física, les provoca rechazo.

Estado emocional: se define por la emotividad de la persona, y expresividad de sus sentimientos.

Estilos de vestimentas: Color de la ropa, costo, tamaño, estilo, y estado en el que se encuentran las prendas (la ropa sucia, corta, barata, vieja o gastada es siempre mal vista en la sociedad).

Capacidad física: Puede referirse desde capacidades extraordinarias que podemos

adquirir con la práctica (flexibilidad, rapidez y coordinación) hasta las más comunes (comprensión motora, análisis, independencia, etc)

Género o preferencia sexual: mujeres, hombres, homosexuales, Bisexuales, trans-generos.

Cultura y forma de vida: como de desenvuelve en su diario vivir

Ideología: creencias y costumbres de cada persona, forma de pensar, religión o tradiciones que practica.

Estado mentar o psicológico: Si es mentalmente estable o presenta dificultades.

¿Aspecto positivo negativo?

Las mujeres hemos sido a lo largo de la historia el “bien más preciado” para el patriarcado; el objeto de deseo por excelencia y el mayor símbolo de triunfo social y económico de los varones. Cuanto más guapa, servicial, amorosa, atenta, sana, abnegada, intuitiva, comprensiva, fuera una mujer, más triunfador se le presuponía al afortunado poseedor. De ahí expresiones tales como “detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer”.

Sacamos brillo y esplendor a cada hombre al que vinculamos nuestra vida: elegimos su ropa para que vaya elegante; la lavamos y planchamos (o lo mandamos hacer) para que vaya impecable, e impecable se refleje en el espacio público nuestra labor constante en el privado; elegimos y cocinamos los mejores manjares para que tenga una vida saludable y

placentera, se sienta orgulloso de nosotras y lo muestre al mundo con su “curva de la felicidad”, curva que en ellos, por supuesto, siempre adorna; nos ocupamos de sus (nuestros) hijos e hijas, espejo del triunfo de ambos, único triunfo en la vida para muchas; dulcificamos el final de su jornada

laboral con atenciones y cariños, dando sentido a aquello del “descanso del guerrero”; los mantenemos alejados con uñas y dientes de nuestra más feroz competencia, las otras mujeres; y muchas de nosotras, incluso, rezamos al cielo para que no nos falten nunca.

¿Por qué etiquetamos?

El ser humano tiende a etiquetar a las personas, en un intento (frustrado) de simplificar la vida. Nos es más fácil referirnos a una persona con un adjetivo que proporcionando sus cualidades, atributos internos o superficiales. Las etiquetas permiten que con una simple palabra, los interlocutores se entiendan rápidamente, pero frecuentemente con un coste elevado (el sufrimiento del prójimo)

Si las etiquetas que recibimos potencian nuestras cualidades, seguramente estaremos más que encantados de oírlas, pero, ¿qué ocurriría si de repente

te empiezan a referir con adjetivos negativos? ¿Cómo te sentirías si fueras un niño/a y te etiquetaran como un pesado/a, plasta, egocéntrico/a, tonto/a, agresivo/a, tímido/a, liante/a, gordo/a, asqueado/a, borde, etc, etc, etc...? Probablemente te enfadarías, tu eres mucho más que eso, pero nadie es capaz de ver más allá de lo que un día te nombraron.

Quien pone una etiqueta, a menudo no es capaz de ver más allá de la misma. Inconscientemente centra su atención en aquellos aspectos que corroboran el etiquetado, fortaleciéndolo así. Requiere de un esfuerzo, de un cambio, de un reconocimiento y aceptación del otro, que a veces, por miedo a lo

desconocido y a la dificultad que supone, no se quiere hacer.

Si bien muchas etiquetas se originan en la etapa escolar, corresponde al mundo de los adultos limitar su presencia siendo conscientes de las consecuencias. Los adultos podemos escudarnos en la

indiferencia, en los oídos sordos, pero en cualquier momento podemos

encontrarnos en la espalda de nuestra chaqueta alguna etiqueta molesta.

¿Qué podemos hacer en nuestro día a día?

Debido a que quitarnos las etiquetas que otros nos han puesto requiere de un trabajo profundo del ser, lo que nosotros podemos hacer es dejar de poner etiquetas

¿Cómo?

Siendo conscientes de cada etiqueta que ponemos a otros. Si llevamos al plano de la consciencia cada vez que nombramos o simplemente pensamos en el otro como un/a pesado/a, un/a distraido/a, un/a cabezota, un/a pelma, etc. ya tendremos la mitad del camino recorrido, ya que muchas veces estas atribuciones se llevan a cabo de manera inconsciente.

Cambiar el SER por el ESTAR. Cuando nos damos cuenta del etiquetado, podemos relativizarlo. Por ejemplo: En vez de decir/pensar que Juanito es un despistado, podemos cambiar el verbo por estar. Estar es algo temporal, del presente, del aquí y ahora. No es lo mismo decir que Juanito es un cabezota, que decir que Juanito está cabezota.

Los estereotipos pueden generar

intolerancia.

En el imaginario nacional subsiste la idea de que todos los tatuados pertenecen a una pandilla. Que los garífunas solo saben bailar, hacer trenzas y hablar inglés. Que las personas del oriente del país son pistoleros. Que los roqueros son drogadictos o “hijos del diablo”.

Estos conceptos, sin embargo, son solo estereotipos, es decir, imágenes o ideas aceptadas comúnmente acerca de un grupo o sociedad. En otras palabras, se estigmatiza a las personas por el lugar en que residen o su forma de vestir, entre otras razones.

Catalogar a una persona por su origen o grupo social es un riesgo, pues eso significa prejuzgar a una persona sin conocerla

Los estereotipos son tan dañinos que llegan a ser racistas. Predisponen a las personas, por lo general de manera inexacta, simplista y rutinaria, por lo que pueden ser considerados como pasos previos a los prejuicios, los cuales suelen preceder a la discriminación

Los estereotipos constituyen uno de los mecanismos claves del racismo, pues imputan a los pueblos dominados rasgos como violencia, necedad, haraganería, ignorancia, manipulabilidad, sumisión, insalubridad, desenfreno reproductivo, pobreza o embriaguez y dañan la reputación de una persona

¿Has sentido alguna vez el peso de una etiqueta en ti o en algún ser

querido? ¿Crees que hay personas que se refieren a ti mediante una de ellas? ¿Consideras que puedes hacer algo en tu día a día para dejar de recibir etiquetas, o dejar de ponerlas?

¿Causan daño?

Los humanos somos flojos para muchas cosas, pero no para elaborar juicios a priori acerca de todo y de todos. Cuando vemos a una rubia, asumimos por descontado que es hueca y bruta. Si una mujer usa escote rápidamente la tildan de fácil, o peor, de ‘putain’, y cuando vemos a un tipo de cabeza rapada, lleno de tatuajes, caminando cerca, nuestro instinto es agarrar la cartera y echarnos la bendición, pensando que es un atracador, cuando hay más atracadores de saco y corbata. Nos limitamos a ver lo obvio y no a ver más allá. Los estereotipos nacen de la ignorancia y de caricaturas mal recortadas que nos presentan los medios masivos, y tienen la característica de propagarse más rápido que un virus. 

No hay nada que dé más rabia (y de la perruna), que otros piensen que uno es algo que no es. La gente siempre va a tener una idea de uno y, en estos casos, uno puede reforzar más el estereotipo o demostrar lo equivocados que están.

Existen comentarios como “Fulanita habló muy bien, habló como hombre,” o “Zutanito llora tanto, que parece una mujer”, no son nada más que clichés, pensar que ciertos atributos son exclusivos de un género.

Harold Evans lo tenía muy claro cuando decía: “Intentar obtener una verdad significa rechazar todos los estereotipos y clichés”, y eso es lo que debemos hacer, desaprender todo lo que hemos aprendido cuando intentamos conocer a

alguien. 

Los estereotipos juegan con nuestras cabezas. Tengo un amigo churrísimo al que le encanta bailar, come ensaladas, usa ropa apretada y se le nota que va al gimnasio, pero no es gay. Todo el mundo me pregunta por él porque le quieren presentar a sus amigos, pero él me pide que le presente amigas. El estereotipo se alimenta de suposiciones porque a nuestra mente le encanta etiquetar y agrupar cosas que nos parecen similares, pero que son bastante distintas si se las mira de cerca. Moraleja: no todo lo que brilla es oro… también puede ser escarcha, una bola de disco o los zapatos de Lady Gaga. Sucede también al revés, tengo un amigo divino, grande, pelo en pecho, muy masculino, al que todas mis amigas le quieren echar mano, pero apenas les digo que lo suyo no son las mujeres, me dicen “¡Ay, pero

él no parece gay!”. Y claro, a muchas les sucede que si un tipo no está coreando canciones de Madonna ni está sosteniendo un secador de pelo en la mano no es gay, porque sólo conocen estereotipos gays, no personas gays. 

¿A cuántas personas increíbles hemos dejado de conocer porque se nos interponía un estereotipo? O, ¿cuántas personas no se atreven a hablarnos porque tienen una imagen errada de uno? Hoy les propongo convertirse en asesinos en serie de todos los estereotipos y clichés que nos joden la cabeza, matarlos uno a uno, para liberarnos de esos inútiles prejuicios. Dejémonos sorprender antes de pensar que ya lo sabemos todo, y, sobre todo, aprendamos a ver menos con los ojos y más con nuestros corazones para conocer verdaderamente a las personas que tenemos cerca.