Eugenio Trías-Ética y condición humana

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    2USO PRÁCTICO DE LA RAZÓN FRONTERIZA

    1La pruebé'l de fuego de la filosofíll del límite consistió en con-cebir un nuevo concepto de rnzón acorde con esa inspiraciónlimítrofe. De ese expe1'imcntum crucis resultó el concepto demzón frontet·iZll. Ese concepto fue expuesto en mi anterior li-bro (La mzón [ronteriza), que fue de hecho una teoría del ea-nocimiento; o lo que es lo mismo: una elaboración del con-cepto de ve1'dlld que corresponde a una razón concebidadesde la filosofía del límite (ajustada a aquello de lo que la

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    ~TICA ••• CONDICiÓN HUMANADe hecho en mis ya lejanos libros Los límitrs ,lrl,,,,,,,do

    ~.lA t1i'c'Jltllrtl/ilos1/i(11 están esbozadas las líneas m:'H'sttas tanto de esa étic.l COIllOde la concepción relativa a la condiciónhUIll'ln,!. :\mh;ls reflexiones constituían piezas func!:tmentaIcs dc esos lihros, pero no agotaban el ~imhito de lo que enellos sc trat,lha. Por esta razón me he decidido a llevara caboest;1IHle\'.1:l\'cntura filosMiea en torno a la Idea de límite: laque corresponde .1 un,l ética que se sustente en una refkxiónsohrc 1.1 (Ondicic)n humana, o sobre lo que podemos saber;lcerca de ese perpetuo enigma que constituye lo que S01110S.Por su inspiraci6n, por su estilo y por el curso de las ideasque en este lihro se exponen podrá advertir el lector hJstaqué punto se prosiguen y prolongan los desarrollos de Lo 1'11-:..ólI.fi·olltcriz.tl. Pero he procurado ceñirme::al tema propuestode nWlera que e1leetor que no conozca esta obra pueda leer1.1 presente sin otr.1 dificultad que la inhel 'ente a todo libro defilosofí.!. De todos modos la lectura de La rozón FOllw'iZllpuede dar al presente llllólamplitud de hl)ri7.0ntes y perspectivas que permita calibró1ren todas sus di .nellsiones d objeti\'0 filoscífico qu~ voy llevando a cabo.A clb,ll1o entre la I1fllllmleZll y el 111/líldo, o entre lo físicoy lo mctafísico, nuestr;1 existencia y condición revelan sunatural limítrofe y fronterizo. Como ya afirmé en mi libroLos límitc's dd lJ11l1 ldo: S01110Slos límites del 'I11l1ndo.Y e~;acondición relativ,l ,1lo 1u(' Jomos debe constituir la 11101"iz en laque debe b,lsarse y sustentarse la posible: formulación de unaética. Una ética que debe derivar de un concepto de razón, oI~e:os,como el que se fue determinando ·~nLo "OZÓll[ro11fN'i-:.tI. Un,l razón que, sin embargo, en est(~desarrollo ético de1,1misma, debe mostrar la posibilidad y "iabilidad de su «usopdctieo". La ética, desde Aristóteles a Knnt, o de éste a\Vittgenstein, tiene que ver con ese uso práctico de la raz.ón,de un.1 razón que debe concebirse, hoy, inexorablement'· l igad,l ,1sus formas de expresión lingüística, como es de rigor

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    uso PR~CTICO DE LA RAZÓN FRONTERIZAen una filosofía de nuestra época (marcada, por tanto, por 10que suele llamarse el «giro lingüístico» de la 610so6'a).Es en el marco de ese giro lingüístico donde la cuestióndel límite (de lenguaje y mundo) se hace apremiante, comolo revela el Trt7(tntlls de Wittgenstein. Sólo que en esta filo-.rnfíl1 del limite esta cuestión del límite asume un carácter mucho más radical, céntrico y nuclear que en las tradiciones críticas de la modernidad (desde el trascendentalismo kantianoa las filosofías dcllcnguaje inspiradas por Wittgenstein). Enesta filosofía el límite es el «ser mismo» (lo que por tal concibieron Parménides }'Aristóteles). Yes también el determinante radical del concepto de inteligencia o razón que puedeformarse. Esta asunción onto-Iógica de «ser» y «razón.limítrofe es, justamente, la que hace posible la viabilidad deun uso pdctico, o ético, de esa misma razón, así como unasustentaci6n de esa ética en una reflexión sobre la condiciónlimítrofe y fronteriza de lo que S01110S (habitantes de la frontera).Esta filosofía del límite significa, a este respecto, una ndicalizacic'm del componente crítico de esas corrientes modernas. Constinlye un intento por vivificar las tradicionesprocedentes del criticismo ilustrado, bien fecundado por losdesarrollos (,"ontcmporáneos. Se trata de rescatar un concepto de I'tlZÓ" (1'ÍtÍfn en y desde esta inspiración limítrofe (queen el ámbito ético, o pdctico, adquiere también significativarelevancia).Mi filosofía no pretende una liquidación demoledon debs tradiciones ilustradas. Intento, desde mis primens publicaciones, 1",filnsnjll1'y.rtI 50mll1'0 o Filosofío y corntIVol, cuestionar una concepción dogmático de la razón ilustrada o una idea1II01lote/rtfl de 1:1 misma. En este sentido he cifrado mi propioproyecto filosMico en abrir la tradición racional ilustrada a undiálogo con sus propias som/n'os (la sinrazón, el pensar migico, lo sagnHlo, lo pasional o lo siniestro).

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    tTICA y CONDICiÓN HUMANAEse ddlog-o destaca, como I".'lom' helmenéutico. el límiteque une y escinde a la rnón de sus sombras (razón/sinrazón,etc.). La peculi'lridad de mi proyecto filosófico consiste enasignar relevancia omo-Iógico a ese l"gll'" del límite que vieneconsig-nado por el signo de conjunción y disyunción (l). Ese

    limite esclsC'1'mi.f1l/o. Y es, también, elluJ3r en el que se sitúauna

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    tTICA y CONDICiÓN HUMANAbra de Barcelona (facultad de Huma.,idades e Instituto deCultura). La dinámica de ambos curses fue decisiva para poder realizar este escrito. Quiero agradecer a los ;l)istentes alos mismos la paciencia que tuvieron en seguir anóos cursosy en reflexionar conmigo en torno a e~;tegran ámbito filosófico que es la ética. Yo tengo una cor.cepción unitaria de lafilosofía. Para mí la filosofía es una general propuesta queafecu a todos los dominios (teoría del conocimil~nto, ·~tica,estética, filosofía de la religión, reflexión sobre la ;.1istoria,filosofía cívico-política, etc.). En mi C~ISO esa propuesta estácifrada por L' Yíl citada filosofía del límite, a la que desdehace ai10Svoy configurando (y que de modo latente ya existÚl desde mis primeras intervenciones públicas y escritos).No quisier;l quedar nunca encastillaGo en talo cual dominio (si bien es cierto que he tendido a una ciert:l predilección, sobre todo en la década de los setenta y principios delos ochenta, por la estética; y en los primeros años de I"s noventa, por 1;1 filosofía de la religión). No tengo tampoco laintención de inv;ldir ;ímbitos que otros han tratado con mayor dedicaciún que yo. Pero pertenece a la naturaleza delproyecto tilos(')tico que vengo realizando llevar a cabo unaincursión ética. o ético-práctica, que se desprenda de la Ideageneral que preside mi propia filosofía.Mi proyecto es, sencillamente, filosófico. Y mi intenciónconsiste en mostrar la viabilidad de la filosofía que pro!Jongoen todos los dominios de que me sienta capaz (estética, filosofía de la religión, teoría del conocimiento, ontología, antropología, ética, reflexión sobre la hisl:oria). Creo, además,que esta conccpci6n unitaria y universalista de la filosofíaes particularmente necesaria en el mundo en que vivimos.Cierto que el proyecto es ambicioso; pero no creo que estose,l, por necesidad, un defecto, o algo que deba ser cuestionado. Creo, por el contrario, que es algo que debería seralenudo )' secundado. No creo, además, que lo que intento

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    uso PRÁCTICO DE LA RAZÓN FRONTERIZApensar contra-diga las tendencias latentes del tiempo quese me ha asignado; muy al contrario. Multitud de indiciosde todo orden me hace pensar que las ideas que voy promoviendo (límite, símbolo, etc.) constituyen respuestasavanzadas respecto a las exigencias de nuestro pensamientoactual.

    ¿Significa todo esto que pretendo resucitar la vetustaidea de la filosofía concebida como sistema? Es obvio que no;al menos en el sentido obvio y simplista con que suele asumirse este escahroso término tabú; es imposible que una fi-losofía que tiene por Idea nuclear el Límite pueda aspirar auna concepci6n «sistemática» (en el sentido en que esa aspiraciún se concreté> en las filosofías del idealismo alem'n).Los sistemas lo suelen ser del «espíritu absoluto» (así el deHegel o el del propio Schelling). Pero es evidente que un sistema construido sobre un ámbito tan frágil y resbaladizocomo el límite no es, en todo caso, un sistema en el sentidomás obvio y corriente del término.Mi filosofía responde a los retos y envites de la época quel11eha sido dado vivir. Súlo que responde a ellos con el mm1110igor y radicalidad posibles. Es, quizás, una filosoña pionera que se adelanta a tendencias que responden a necesidades y urgencias de nuestro tiempo (un tiempo en el quequedan rezagados quienes, formados y configurados en sushábitos mentales en el postrnodernismo «años ochenta», sonincapaces de comprender que los tiempos están cambiando).Por supuesto que lo que de esa filosoña pueda quedar enla memoria tiene y tendrá el carácter inevitable de unfrllg-me11fo propio y específico del mundo histórico en el cual estafilosofía se ha ido produciendo. Pero eso no impide que quiera d.lr a la Idea filosófica que voy construyendo el carácterl11"quitcctólI;CO que puede conferirle irradiación y aliento, oque permita dar fó17nll al contenido que a través de ella quiere expresarse.

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    ,'T1CA y CONDICiÓN HUMANA,\le cOl1sta quc la propia complejidad y ambición delproyccto quc cn éstc y en anteriores lihros voy re;:¡lizandono contrihu~'l' :1SUdpida difusión y comprensión. No creoque mi pros:l SC;lp:lrtinJlarmente difícil, ni que pueda reproch;írsemc un descuido de elementales precauciones did;Íctic:1S.Pcro tcngo plena conciencia de que lo que quiero

    transmitir no puede expresarse únicamente en un rosariode aforismos o en unas ('uantas sentencias; menos aun puede «di"ulgarse" sin quc quede gravemente empobrecida1:1Idea que prctendo transmitir. Confío, sin embargo, enque lentamente. a medida que vaya conociéndose y reconociéndose dicha Ide:l, sea posible que ésta se convierta enun:l rcfercl1ci;1 imprescindible para recorrer el foro plihlicodel pens:ll11ie!ltll filosMico de este cambio de siglo y de milenio.Pues eS;1Ide:l que la filosofía del límite pretende transmitir tiene, creo, clp:lnse comprende como razón fronttriZllp,"óeticn.El adjetivo que acompaña al añejo concepto de razón (lamarca diferencial que adquiere al conjugarse con la idea delímite) no es accidental ni ornamental; es algo que subvierteinternamente la idea misma de razón o lógl)s. La concepci6nlimítrofe revoluciona por entero nuestro marco mental oracional, y también el marco rtal (existencial y esencial)al que esas idea'i se refieren. Ideas tradicionales como «Ver-d,d., «re,lid,d.,«rozón.,«:~nci'., «existencia»'-:::,iJ

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    ÉTICA Y CONDICIÓN HUM.\NAquieren un sentido completamente nuevo al compr,~ndersedesde la filosofía del límite.

    Lo mismo sucede con el concepto que:>demoshacemosde lo ético, así como del ámbito práctico ~n donde ese concepto tiene su uso propio. Se debe, pues, nostrar ese cambioque la concepción fronteriza de la razón posibilita al ahrirse alámbito de lapraxis. Pero eso no se produce mediante una mecánica aplicación de un concepto ya adquirido. No se trata degenerar de modo automático una ética que, sin mayores problemas, responda ala pl'iol; reflexivo asumido. Se tlata, porel contrario, de abrirse a la experiencia ética de manera quesea ésta la que muestre, sin añadidos artifLiales, cómo su propio esclarecimiento exige y postula un uw práctico :lel concepto de razón fronteriza.Se debe, pues, mostrar cómo las principales aporías, ocontradicciones, que secularmente afect m a la étÍ

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    tTICA y CONDICiÓN H{'MANASe trata dt: modular la razón fronteriza hacia su posibleuso pdctico; ()de destacar una determinación de dicha razón

    (fronteriza) como razón que obtiene su expresión lingüísticaa través de una proposición, la proposicio:'. ¡ti'II, de carácter estrictamente imperativo. O si quiere decirse de forma abreviada: se trata de concebir la razón fronteriza como imperativo categórico.Esa proposicic>n es, de suyo, una propuesto a la cual el potencial sujeto ético debe dar respuesto. Y debe hacerlo mediante los modos de argumentación de su acción o de suconducta (de eso que Aristóteles llamó la praxis). Sólo que,como se id viendo, entre la propuesta y la respuesta se descubre un bache 1¡1J1itr~/rque impide desprender ésta de aquélla (como se desprende un efecto de un;] causaj o una consecuencia de una premisa). Justo ese limiS hace des-bordar larespuesta en relación a la propuesta. Y ese ¡¡mes es la prueba,r L1 rnón de ser, de nucstra propia ¡¡¡'e1'tod.¿0ué cnulH:ia es.1 proposición? ¿Qué se quiere decir osignificar cn c1L1? D,1rrespuesta a esta pregunta constituye elcometido mismo dc csta ética del límite. De hecho he d'1dora la pisu decisiva para resolver ese acertijo. He dicho quecsa «proposicii>n étic'1" constituye la expresión lingüística deb propia razc>nen su uso práctico concebido C01110 rozón fro1lte,.¡:.o. Luego esa proposición ética de carácter imperativo deberá ¡1sumircomo prescripción algo que guarde comunidadcon esa razc>nrelativa a su propia condición limítrofe y fronteriza. Y si la expcriencia espontánea e Inmediata de esa proposicic>n étiC¡l debe buscarse en la condición humana mism¡l, o en un determinado concepto de lo humano (y en lapre-comprensión que de ello pueda poseerse), es obvio quedicho concepto derivará, inevitablemente, de esa misma inspiración limítrofe, o tratará de concebir al hombre comob'lb¡tol1te del límite. Un habitante del límite que tiene en ésteel santo y seilíl de su propia identidad. Pero que en razón de

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    -uso PRÁCTICO DE LA RAZÓN FRONTERIZAsu natural liln'e (asegurado por esa misma condici6n limítrofe) dispolle de lo posibilidnd (tmtible) de ,cmtrll-dedr su propiacOlldiciólIjy de generar en sí y en tomo suyo, o en su propiomundo de vida, lo que debe ser Jlamada la sombra illttr1Ul delcarácter y condición del ser humano: es decir, el comportamiento ill1J1l11l01lo.

    El aspecto circular de la anterior argumentación está plenamente asumidoj como hien se sabe, esa «circularidad», lejos de ser un defecto, constituye la prueba misma del naturalfilosófico de dicha argumentación. Todos los verdaderos argumentos filosóficos son «circulares». Sólo que esos círculosson, como el anterior, «viciosos» (encierran su propio hiatointerno; para el caso, esa dinamita encerrad~ que constituyela libertad).

    Esa definición de lo que somos aquí tan sólo se adelanta,o se :1l1ticip¡1.Tiene que ver con el carácter mismo del régimen que instaura el hombre en el «salto» que introduce enrelaci('m al ¡imilito m:ltricial del cual procede, eso que losgriegos llamaron physis. En el hombre la Naturaleza «propone" su propio Límite: aquél en virtud del cual ésta es trans1ll11lada}' trans-suhstanciada en un ámbito nuevo y distintoque dehe 1I:llllarscMundo. En virtud de ese alzado al Límiteadquicre /;1naturaleza, convertida en mundo, sentido y significH:ión: los que la materia de inteligencia y pasión que elhomhre es, en radm de su condición limítrofe, le concede(medi;1I1teusos lingüísticos y trazos de escritura).La proposici("n ética p1'cfC1'ibeuna forma de vida y de conduct;1 qUl: seólóll'urde o ¡lrmúnica (.·onesa condición. Proponc, a través de \ln;l forma vcrhal imperativa, un modo de conducirse )' ,le vivir ()UC se ajuste a la hU111anaconditio. Pero esapropucst.l dchc ser respondida. Esa condición humana descubre un binto /i711ít1'ofe entre la propuesta y la respuesta. Enél se aloja la posibilidad de libertad, o de libre respuesta alapropuest;l. El hombre, en virtud de esa investidura que le de-

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    ÉTICA Y CONDICIÓN HUMANANuestra e:ristcllcio está marcada por un doble tránsito: elque nos conduce, a través del complejo proceH> de hll711H7Ii-

    z,l1cióll, de la Naturaleza (sin inteligf:ncia ni pal:lbra) al Mundo (pohlado de significación y sentido); y el ql1e nos aboca,con la muerte, hacia el orcono en el cual halla el Mundo suirrevoc;lhle c:onfín. Esa existencia se halla enImlrcada por eseconfín limítrofe que la encierra en el entorno intramundano,enajenada de un:1Naturaleza de la que proced,~, y de la cualha sido exiliad:1;y abocada a traspasar un último confín o estribo m;15allá del cual sólo subsiste el misterio. Nuestra existencia se halla, pues, marcada y d{:-signada pl)r ese Límiteque la determina y define. Un Límite que est:lblece su propi;l Medida. a la vez distante de su I)rigen natural, nativo, yde su último confín (en el cual c¡erl:pliega ine'(()rablementeen el cerco hermético). En esa Medida limítrofe halla nuestra propia l:xistencia el signo indicador de su propia condici6n: b que corresponde a la b1l11111110ol1ditio.El concqHo de límite no es cOl1mensurab'e con el usoqUl' de él se hace en campos científicos, artísticos o tecnológicos. Si ese concepto tiene tanta relevancia en las matemáticlS. en bs modernas topologías o en el mundo :1rquitectc)nil'O, ello se dehe a algo más nuclear y significHivo que a susimple expresi6n dentro del marco espacial, o en el ámbitodel cálculo de límites. La razón de todo ello es mucho másradical: ese concepto es expresivo de esa hll711H710c01/{/itio quetoda ética dehe presuponer.Las gnndcs preguntas que la fi losofía, de Grecia a acá,o quizás ya desde el pensamiento mítico y mágico, o desdeOriente, se phlt1te;l, se resumen todas ellas en la preguntarelativa a lo quc somos. Kant especificaba estas preguntas:«¿ Qué podemos conocer?» r «¿Qué debemos hacer; quétenemos derecho a esperar?». Y añadía una última preguntaque parecía sintetizar todas ellas, la preguma: «¿Qué esel hombre?», Esta pregunta constituye la nü:s enigmática

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    ÉTICA Y CONDICiÓN HUMANAobjctivos dc Ll ;l(:ci(')J\,a genuina (lIl1fll 111l1ftl·;III. El hombre,en lo que at:lIle ;1 Sil naturaleza y condición, es la condiciónIll;ltcrial (\'irtual y potencial) de toda posible reflexión ética.ESt;1pucde cClilcedcr[0111111y filllllidlld a esa matc:ria (de inteligencia r pasic'm). El hombre es la 1J111f1'iza la (ualla «proposición ética» concede forma y finaJidad.Sólo quc, como sabía Aristóteles, «la materia apetece laforma»; y «la potencia está próxima al acto». Lo cual significa que esa matriz que el hombre es (concebido como habitante del límite o como fronterizo) permite sugerir, si se lacomprende y conoce, las determinaciones fi171"des y los objetivos ¡",,¡fes mediante los cuales se puede reflexionar, entérminos éticos, sohre la conducta y h prllxis humana. La ética especifica dacto fi1111111y fil1111 a través del cual el ser hu111;1110, concebido como habitante d( la frontera, alcanza suplena y radical consumación. En dicho IIdo la forma yel finhallan su conjug'ldón, dando sentid.,) y significación fficlI alIjúsmo (C0I110acto en el cual la P''l1XÍ,i adquiere sentido ético).La determinación éti(1I de la forola (como determinación,o autodeterminación, de la voluntad, de la que puede derivarla acción éticamente cualificada) fue el gran logro de la éticabnti'lI1a, o de la más relevante ética de la modemidad. La especificación iticn de lafinalidad, o del objetivo de laac~ión, fuelo característico de las grandes ética; de la antigüedad, especi'llmente la de Aristóteles. Kant detl~rminó la¡O171111 que concede significación ética a la detemlinación de la voluntadcomo la condición misma de pensar, cmsentido moderno, la1;-bel1ad. Tal fonna asume en Kant el carácter de 1Inimperativode universal vigencia y de vinculación incondicional: ~ucélebre imperativo categórico. Aquí se intentará repensar ese imper'ltivo a través de lo que se irá lIamtndo la pl'oposiciól1 étiCII, laque puede determinar de forma pl·tSC. '¡ptivllla :lcC'Íón,la p1'llxis.Aristóteles concibió el fin que justifica la orIentación étiel de la acción, o de la prllxis, como «buena vid:.». A tal fina-

    «HUMANA CONDITIO»lidad se orient:l la conducta «\;nuosa»: la que sabe determinar su accic)n a través de deliberaciones y elecciones que permitan consolidar disposiciones o hábitos orientados por unaInteligencia práctica, o uso práctico del /ógos, que sabe discernir la Medida justa de lo humano, de-limitándolo de lasdos formas posihles (def~ctiva y excesiva) del comportamiento inh1l11l1l110.

    La gran tarea pendiente de la ética consiste en alcanzarun posible horizonte de conjugación de libertad y buenavida; () de convergencia de la (1I11S11il71tll/ que permite determinar, libremente, la voluntad (a través de la proposiciónética de namraleza imperativa) con la (1I11S11inlll que concedeorientaci6n y dirección a la prllxis al estipular el fin últimode ésta (la buena vida).Lograr esa articulación de la condición radical y esencialmente libre del ser humano con su orientación propiamente ética hacia la buena vida constituye uno de los principales objetivos de este texto. El ser humano sólo realiza deforma acn13lizada y activa su propia potencialidad si logra alcanzar, dentro de la medida de cada sujeto personal, la mmma convergencia y confluencia posibles de esa libertad quele d~fine y de esa buena vida que constituye su inveterado einextinguible anhelo.

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    ~TICA y CONDICIÓN HUMANAHoy m;;s que nunca se hace necesario replantear esa contnHlicóón, que en las últimas décadas ha decidido las dosorientacioncs lIl.ísvisibles y perceptihles ele la é:Jca actual: sureferencia a la virnHI ya la buena vida, según los postuladosde las étic'1Sd~sicas, griegas, especLtlmente atentas al c:Hculo dc las posihilidades que precede a la elección qUt: puededeterminar la acción, la praxis (así en las orientaciones «neoaristotélicas» de la ética); o bien la insistencia en una «posición origin'lria» (Rawls), de carácter o p1"io1"i, trascendental ytr.lsccndcllte cn relación a toda «acción», en la que puedecimentarse la hase de una ética universalista (como la que puede hll1(LlIllentar la nanlraleza incondicional dd sujeto person;l!, individu;ll. y su referencia a «derechos cívicos» de cadeter inali('n;lhle: los que atañen y afectan a ClJ(:stionescomo

    scxu'lli(Lld, derechos lingiiísticos, no discriminación racial oétnica, etcéter:l).Desde d horizonte filosófico de una filosofía del límiteserÍ;l posihle aventur;lr una orientación fecunda en relación ala «contradiccic'lIl" reseñada. Toda ética, como se ha señalado ;lntcriormcme, debe estar siempre antecedida por una retlexión sohre I:t /.11/11111110onditio basada en la pre-comprensión que de e1b pucda tenerse. Y en este punto cabe av:mzar1.1de;l de que esa condición humana se esclarece mediante laconcepción de lo que somos como habitantes de la frontera.Pero toda ética debe orientar la acción, la p1"oxis, una vezespecificad:t esa condición presupu(~sta, hacia un determinado ohjctivo. Y esa orientación exige:un «imperativo», de carácter incondicional, que asumienlo la naturaleza «libre»del sujeto que la emite, conduzca a éste hacia el logro y consecución del objetivo último de la acción que es la «buenavida». Y allí ese imperativo se ilumina desde la frase de Píndaro: «Llega a ser lo que eres».En esta enigmática frase se h;Jlla latente y contenidotodo el misterio de una condición, la nuestra, que Dara asu-

    ...tTlcA ARISTOTtLICA y tTICA KANTIANAmirse en plenitud exige siempre una mediación que sólo laproposición ética (imperativa) le permite. Y es que esa matriz que constituye la condición humana es, como toda «materia», indeterminada. Y exige para su determinación la mediaci6n que sbln una proposición imperativa (como la dePíndaro) puede proporcionarle. En el supuesto de que únicamente mediante la libre 1"eSpllesto a esa propuesta pueda talcondición rcalizarse (a través del objetivo y fin de toda acción o praxis mediante la cual se responde libremente a dichaproposición; a sabcr, a través de aquella acción que responde o sabe responder en armonía, o acorde, con dicha proposición).

    La frase de Píndaro, «Llega a ser lo que eres», se i1uminóldesde los adagios délficos (

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    tTICA y CONDICiÓN HUMANA BUENA VIDA Y LIBERTAD

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    (como medios), para que esa conducta virtuosa s,~produzca ose consolide (como disposición y hábito).Esa inteligencia práctica, o inteligencia prud encial, comode forma tan excelente ha sabido exp,>ner Pierr·e Aubenque,atiende al carácter siempre contingenj't del marc(l empírico, oreal, en el que se inscribe la acción. Esta debe lidiar siemprecon situaciones particulares y complejas. La pmdencia es lavirtud intelectual que dispone a la c(lmprensión de eS1complejidad de las circunstancias del caso. Lo contrario es esoque en las grandes tragedias áticas sr. llama hyb7'Ír: esa suertede falta trágica en que incurren al81100s de lo; principalespersonajes de las tragedias (así Agamenón, Creonte, o elpropio Edipo Rey). Yo traduciría ese términc, difícil porof,cc((uiólI: una suerte de ceguera ger erada por la obstinada(v altanera o jactanciosa) fijación del personaje en una norma de conducta; o en aquella orien"ación de ,~c;taque responde a lo que conceptúa como su obligación (y que deriva,en muchas ocasiones presentes en las grandes tragedias, deun oscuro r no reconocido deseo).En el mundo moderno el problema ético cambia radicalmente de frente. Lo que determina la naturaleza ética de laaccic'l\1no es. par;l Kant, la determinación de ésta en relación;1la huena VIda(de lo que Kant conceptúa COl11

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    6EL IMPERATIVO CATEGÓRICODE LA RAZÓN FROI'ITERIZA

    Entre la defccti\'idad física y el exceso metafís'co, entre lapri\';lcicin natur;ll r I:t orgía sobrenarur:ll, el hombre constinl~'e siempre el Límite y la Frontera: límite y fronter:t entren,Hurala,l ~.mundo; límite y fronterél entre el mundo y el arCl1lO(met¡l-fisico).Ll r;win fronteriza permite (sclarecer un imperativo de

    naturaleza cHe~(írica e incondicional que, por consiguiente,puede concehirse como universal (susceptible dc ser us:tdopor tod¡l intcli~cnci¡l fronteriz:t, o por toda ml/teril1 de illte-Iip.:/'1láll y /,IIÚfÍJI). Tal imperativo tiene la peculi:tridad de~ener;H un;l intlexión de la dete171lil1aciólI fo1'7II1I1de la volun(;1

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    unicidad ~'univcrsalidad incondicional de la p7'n/'"tstn sigueia pluralidad dispersa y diversa de las rtsJ'tltstns; y la posiblecualificación ética de las mismas, según si armonizan o son,lcordcs con lo que la forma imperativa «propone», o biensi evidencian un claro desajuste y (es-acuerdo con la propuesta.Lo más grande y grave de esa condición corsiste en que,en virtud de ese limes que se cruza entre la propuesta y la respuesta, condición de posibilidad de que ésta sea liln-e, esacondición humano-fronteriza se calacteriza por la posibilidad siempre a mano de contra-decirse, o de obrar en contradicción con su propia constitución limítrofe y fronteriza.Nada hay, en efecto, más hU111nno que el comportamiento

    i11bw1/(11lo. Es más, sólo el hombre, como supo comprenderSchelling, es capaz de actitudes, conductas y formas de vidaillblfllll111I1J. Del mismo modo que n Jnca son blutales y bestiales el hnlto o la bestia (pero sí el hombre), tampoco losseres infrahumanos pueden jamás .:omportane de maneray modo inhum¡1I1o.Pero en el caso del homhre esa forma deconducirse no es excepcional; es muchas veces la regla. Y todo ello es así porque sólo el hombre es libre.y la condición}' razón de ser de su libertad l~striha en esebiato lim¡tl'~/l'que se interpone entr.; la propue.;ta ética (

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    es Lt natur;llez;l. sino un espacio nuevo que surgc del aban

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    dono de ésta).T.ll patria se halla, por tanto, en d umbral o estriho del

    bríbitnt nanmll. Yo 1\;\11\0 a ese umbral la Frontcra. Fronteraentre la n;lnIr:llc7.

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    yvirmd, sobre la felicidad, o sobre la posesión del «bien» adecuada y ajustada al ser humano. En IUl~arde plantear, comosu maestro Platón, la naturaleza del Bien en general (independientemente de las condiciones de su actualií:.1ción en elhombre), Aristóteles se atuvo riguros~mente a esa!;condiciones, De ahí q'1e determinara una inteligencia pr:íctica capazde orientar la elección del bien ajustada a esa co:"dición (yala que llamó «prudencia»).Pem fue Kant, en plena moderni,tad, quien I~:,pecificólan,lnIn1leza incondicionada de la defermi11lICiól1 ética: la quepuede salvaguardar la /ibn1nd que define nuestra naturaleza.De ,1híque pudiese especificar esa dett:rminación con la formade un imperativo capaz de alzarse de nuestra pura particularidad de intereses hacia la universalidad, sin tener q'le renunciarun ;ípice. para elevarse hacia ese horizonte incondicionado, all',ldcter siempre singular y personalilado del .rl~ictode la acl'i('lIléticl. Ta\ imperativo «categórico» es el que trasciende ytr;lsp;lsa tO(\;tconsideración de medio!. y cc,ndiciones en que seinscnhe h ;lccioll al orientar ésta hacia lo que asc!--'1.Jr¡lu natuLdo;l \' condic1(',n de acción vcrdaderamente ¡¡/Ir/'.

    Ilo~' c;lhe ;lrticular amhos estil(,s éticos y comprenderqUl' eSl' imper;lti\'o. que g,lrantiza 1.1lihertad del sujeto, s610pucdc dctcl'min,l\ 'se en rc1aóún ,11ohjctivo de la fclici{Ltd ydc h huena vida. Pero para conseguir esto es preciso cstahlecero en términos imperativos, eso que Aristc'>tcles concihi6como ohjet IVOde todo\ ética. La {:onducta, la acci6n, se determina il1l/ll'I'''f¡¡'(1lI1l'111t' en relación a eso 1111' somos: límites yfronteras del mundo; es decir, seres bU7IIn"ns que realizan supropi;l condicic'>Ilen la medida en que toman diHancias de suh;lse físic\. o tn,urÍ

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    10LA PROPOSICIÓN ÉTICA

    Al comienzo de este texto se anunciaba la exposición de unposible uso práctico de la razón (concebida como razón fron-teriza). De hecho, ese uso ha sido ya detectado y se ha co-menzado a determinar. Se trata de un «uso lingüístico» 0,para decirlo en términos del Wittgenstein de las lnvestiglltÍo-ms filosóficas, de un peculiar «juego lingüístico» que es elpropio y específico del 1~'S0sen su uso práctico. Un Mgos, ouna rnón, que en este texto se concibe en la línea abierta porWittgenstein: la de una razón que sólo puede concebirse co-

    menos existe /llIn proposición de esta naturaleza (

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    tal manera que tu máxima determine tu conducta en adecuación a tu condición fronteriza»; una condición fronteriza quees la propia y específica de la h1lmana conditio).Desde esta inspiración limítrofe que afecta a la Id~a quepodemos hacemos de la condición humana y dl~su Inteligencia, o Razón, deben revocarse las viejas «definiciones»dd ser humano que nos legan nuestras tradiciones de pensamiento filosófico o religioso. Éste no es, simplemente, unanimal que posee lógos (razón, lenguaje). Posee Mgos, ciertamente; o razón intrínsecamente ligada a su expresión lingüística; pero ese lógos, y el «espacio 16gico» qUtlocupa, debe determinarse y definirse, como ya apuntó \\rittgenstein,en y desde su condición limítrofe y honteriza (entre lo que«puede decirse» y lo que «debe callar3e»).

    El hombre no es, simplemente, «animal racional» (ni«imagen y semejanza de Dios», como quiere la Biblia). Elbomb1'e se define C01110 habitollte de In/romero: COn"IO aquel se1'que en sus disposiciones y hábitos puede hacer f.'obitoble esafrontera y límite que lo define (límite del ser y dd sentido; ode la existencia y de su significación) El hombre constimyeaquella mtltcria dc illtelige11óa y pnsión ' lue es la verdadera cn1'-11t' del límite, y que se halla simada ~:n ese límite que le espropio: límite entre el ser y el no ser; entre la ra;~ón y la sinrazún; entre lo físico y lo metafísico. Un límite qlle deja atráslo físico, abriendo el espacio (mundano) de la signific dón ydel sentido; y que proyecta ese mundo en el que h,lhit,l haciaun excedente de sí que se cela a tod:l eompremiún, y debecotlceptua rse como lo nrt"tlllo.En virtud de ese "'gran sillt(N qt:e en la eSl':ll:l física seproduce y que propulsa y proyecta UlI srl" que Yilno es físicosillo 1ll1llHiano.y que no se limita a existir en el entorno intLlllllllHiano sino en su propio límite fronteriz

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    posible determinar ninguna proposici(in en relaciün a lo ético). Se trata, además, de mostrar, o d(:mostrar, que hay una.Y sólo lI11a. O que se trata de una única proposicio:'n ética dela cual se desprenden, por lo menos, dos importantes consecuencIas.

    Ya las he ido avanzando: se trata de dos prescripciones como cara positiva de dos prohibiciones. La prescripción primera conmina al fronterizo a ser exógamo, o a en:ljenarse del«hogar físico~~que a modo de matriz lo mantiene originariamente enclaustrado. La prohibición corrc~spondiente sueleformularse en forma positiva y material como «'Jrohibicióndel incesto» (de hecho advierte de la imposibilid.\d de alzarse a \;1condicic)n humana y fronteriza si el existente se mantiene en relacic'lI1de fusión o posesión con la matriz). Laprescripci('lIl sc~und;l conmina al fronterizo a mantenersedcntro dc L1 medida \' límite de lo humano, o a ~(conocerse a."j mismo" (como medida y límite), evitando el cxtrav' 1de sudeseo ~.p:lsic'lnh:ll'i:1nds allá de dicho límite (en dirección a(d~o infinito").ILly. pues. 1111(/ proposición, que puede ser lingüístic:lmente expres:lda (mediante la enunciación imperativa) yque corresponde :11«juego lingüístico~~ de lo (:tico, o quepucde dctermin:lI"se legítimamente como P"opoJicióll ética. Esm:ís: esa proposicic'lIl resplandece entonces como genuinoc'l'itcrio ái((l. Fn ella (lueda mostrada y demostrada la posihilidad de un lISO ético, y práctico, de la razón; de una razc'mque dehe l'oncehirsc como razón que sólo es tal si lograexpresarse lingüísticamente (según los presupuestos dclllamado «giro lingüístico» abierto especialmente por Wittgenstein). ES;1r;1zón, concebida de esa forma, se esclarececomo razón determinada y especificada por ese «límite delmundo» que \Vittgenstein concibió idéntico al límite mismo de la e~:presión lingüística de lo que dentro de dichomundo «puede acaecer». Sólo que es,! límite de".' cOllcrb¡"se de

    forma onto-16gi(II (tal es el "tnnmI que introduce esta filtwi}r.del límite). Ese /imtS afecta a lo que puede concebirse comostrj y al sentido (lógico o racional) del mismo .Esa proposición no expresa lo que «puede acaecer» sinolo que «debiera acaecer»; o no declara ni propone lo que es,o lo que acontece, sino lo que «debiera ser» o «debiera acontecer». Como tal, esa proposición es una proposición lingüística, sólo que su «juego lingüístico» no es aquel que en elT7't1ctattls posee la exclusividad del título de «proposición»(a saber, el relativo a denotaciones o a enunciados declarativos). Se trata de una proposición en la que se conjuga, enmodo imperativo, el verbo relativo a la acción (

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    Hdada, y consolidada, que hace hllbitllbles el LfÍnite y la .dida (eso que el hombre es y encarna), un límite y un «justomedio» equidistantes de dos extremos asimétricos, por exceso y por defecto: eso es la experiencia ética; una experienciacuya cualificación ética le viene de ser la libre respuesta (responsable) a la propuesta con que la proposición imperativa lereta y le desafía.

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    mos dellcnguélje r del mundo; no tiene su sede en un ámbito«meta-lingiiístico». Su domicilio es ellímitt. Este es de hecho\' de derec"'hoel lugar (n p7·io,.,) que hace posible la experimcin;:tim que en ese lugar del límite se constituye. Una experiencia que se produce a través de la libre respuesta (responsable)a la requisitoria de esa proposición ética, o de ese uso práctico de la razón (fronteriza).Por experiencia ética debe entenderse la consolidaciónde disposiciones y háhitos que hacen habitable el Límite, unaconsolidacic>n guiada por la elección libre y responsableorientada por la resptUsfn a la p7'opuestn ética. Esta es n p1'i01'ien relación a dicha experiencia. Pero de la respuesta librc adicha proposicic>n fmsctndentnl y a p,'iori (condición de experiencia, pero no condicionada por ésta) deriva la posible nd-fjuisiciól1 de hábitos y disposiciones (lo que Aristóteles concepn¡ó COI1iO bl\"is) que van dete17ninando la naturaleza de laacción, o de L1 praxis, de manera que la realización de éstapucda hacer el Límite hnbitable. Esto sólo es posible si esalibre respuesta a la p,'opuesta orienta dicha acción de forma«prudencial>, hacia las deliberacione:¡ y elecciones en tornoa «posibilidades» que puedan hacer posible la «buena vida»(lo que los antiguos reputaban come felicidad, cudnimonín).Eso es lo fjuc pucde C11tC1lde1'Se01'expe";enci.1 éticn.Esa experiencia ética es, siempre, a poste7'i01"ien relacióna la proposición imperativa. La exige como aquella condición incondicionada sin la cual tal e: