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EUGENIO COSERIU , TEORIA DEL LENGUAJE .. , y LINGUISTICA GENERAL aNCO ESTUDIOS SEGUNDA BIBUOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA EDITORIAL GREDOS, S. A. MADRID

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EUGENIO COSERIU

,

TEORIA DEL LENGUAJE .. ,

y LINGUISTICA GENERAL aNCO ESTUDIOS

SEGUNDA EDIC~N

BIBUOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA

EDITORIAL GREDOS, S. A.

MADRID

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EUGENIO COSERIU

TEOR1A DEL LENGUAJE Y LINGUISTICA GENERAL

Cinco importantes estudios de Eu­genio Coseriu aparecen. ahora, por primera vez, reunidos en libro. To­dos ellos se refieren a cuestiones t~ó· ricas y metodológicas de la lingüís­tica actual. Cuestiones vitales las lla­maríamos, porque esclarecen el me· jor modo de concebir y de éstudiar la multiforme realidad del lenguaje. No es nada fácil aventurarse por es­tos parajes. La lingüística moderna, crecida con maravillosa pujanza des­de los geniales descubrimientos de Saussure, se ofrece ahora muy rami­ficada, dentro de una pluralidad de tendencias que quizá podría parecer una crisis de desarrollo. Sobre este fond~ problemático desenvuelve Co­seriu análisis de gran finura y cohe­rencia, movidos por un superior afán de crítica y construcción rigurosa que, contra todo formalismo rígido, atiende siempre a la viva realidad del hablar.

El primero de sus estudios, Siste­ma, norma y habla, opone a la distin­ción saussureana «langue-parol~)) (no del todo satisfactoria, por ciertas os­curidades suyas y por las discrepan­cias de interpretación que ha provo-

(Pasa a la solapa siguiente)

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TEORíA DEL LENGUAJE Y LINGülSTICA GENERAL

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BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA

DIRIGIDA POR DÁMASO ALONSO

11. ESTUDIOS Y ENSAYOS

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EUGENIO COSERIU

TEORÍA DEL LENGUAJE

Y LINGÚISTICA GENERAL

CINCO ESTUDIOS

SEGUNDA EDICION

REIMPRESION

BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA

EDITORIAL GREDOS, S. A. MADRID

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• EUGENIO COSBlUU, 1967.

~Gu:oos.s. .. Súcbcz Pac:heco, 83, Madrid. Espada.

Depósito Legal: M. 25.065 - 1969

Impreso en Talleres Gr'ficos de ~dODell Castilla, S. A. Maestro Alonso, 23 - Madrid

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Estos trabajos se han publicado en revistas y, algunos, tam­bién en reducidas ediciones independientes, entre 1952 y 1957.

Al republicarlos ahora en un tomo, no he podido y no he querido tocarlos en lo esencial, pues, como dice el tópico (tó­pico verdadero, si los hay), habría vuelto a escribirlos y, cier­tamente, habria alterado su sentido inicial. Por ello, mantenien­do inmodificado su contenido, me he limitado a enmendarlos en una serie de pormenores, sobre todo de expresión, y a co­rregir algunos evidentes lapsus.

De todos modos, tal como se presentan, estos escritos --en particular el primero, el segundo y el quinto- configuran, es­pero, una progresión en mis esfuerzos por aclarar ciertos pro­blemas básicos de la lingüística actual y por estructurar una teoría lingüística coherente y, al mismo tiempo, conforme al objeto lenguaje; progresión cuya etapa más reciente y (por el momento y para mí) más satisfactoria está representada por mi libro Sincronfa, diacronÚl e historia, Montevideo, 1958, que pronto volverá a imprimirse, revisado y corregido, en esta mis­ma colección. El tercer escrito discute un aspecto de la pro­blemática previa y fundamental de la gramática y corresponde • la fase preparatoria de una investigación más amplia sobre «Los fundamentos de la gramática», en la que he estado traba-

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8 Teoría del lenguaje y lingüística general

jando luego, en colaboración con el profesor Luis Juan Pic­cardo. El cuarto es un fragmento de una voluminosa «Teoría lingüística del nombrt¡ propio», que tengo en manuscrito. La manera como estos escritos se han venido publicando explica que se encuentren en ellos algunas inevitables repeticiones que, si!l embargo, no habrían podido ser eliminadas sin afectar su coherencia e, inclusive, su comprensibilidad.

Al terminar estas breves líneas de justificación, no puedo dejar de agradecer al director de la «Biblioteca Románica His­pánica», don Dámaso Alonso, y a la Editorial Gredos, el cordial empeño que han puesto en que estos trabajos -agotados o dispersos y, para muchos, inaccesibles- fueran reunidos en un volumen y pudieran, de este modo, aspirar a una mayor difusión entre quienes se interesan por los problemas teóricos y generales del lenguaje y por la metodología de las discipli­nas lingüísticas.

Montevideo, mayo de 1961. E. C.

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ABREVIATURAS

AGI = «Archivio Glottologico Italiano", Turín-Florencia. AL = "Acta Linguistica», Copenhague. BSLP = -Bulletin de la Société de Linguistique de París». CILUP = .. Conférences de I'Institut de Linguistique de l'Université de

Paris»_ IJAL RBF RFH RFHC

RicL 5L TCLC TCLP ZRPh

.. International Journal of American Linguistics», Bloomington. = «Revista Brasileira de Filologia», Río de Janeiro.

.. Revista de Filología Hispánica_, Buenos. Aires.

.. Revista de la Facultad de Humanidades y Ciencias., Monte­video.

= .Ricerche Linguisticbe., Roma. = u5tudia Linguistica», Lund.

«Travaux du Cerc1e Linguistique de Copenhague •. • Travaux du Cercle Linguistique de Prague •. «Zeitschrift für romanische Philologie", Tübingefi.

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SISTEMA, NORMA Y HABLA

1. PosibilidU de una distinción tripartita en la realidad unitaria del leD­IWlje.-I1. Incoherenci. y contradicciones de los enunciados acerca de «le~a,. y chabla,..-1I1. Insuficiencia de la dicotomia saussurean&.­IV. La idea de cnoI1lUP en la inves~aciÓD empírica y en la lin¡üística estructural.-V. HechOll de _sistema .. y hechos de cnorma...-VI. Esbozo de una teoría CGberente del hablar Y de su formalización.-VII. Importan-

cia y utilidad de la distinción tripartita.

1. POSI8ILmAD ~ UNA mSTINCIÓN TRIPARTITA EN LA REALIDAD

UNITAlUA DBL LENGUAJE

1. En una .Conferencia de semántica- realizada en marzo de 1951 en Niu, por iniciativa de Emile Benveniste, y en la que participaron nueve lingüistas de varios países europeos y de Estados UBid05, los profesores Hjelmslev, de Copenhague, y Lotz, de Nueva York (semantistas .intrínsecoslt y representantes, en la conferencia, de la .dirección integral de la gramática genera!»), presentaron su posición resumida en un cuadro en el cual aparece la distinción de tres aspectos en el lengd.!lk =---esQuema. norma establecida y parole (habla)-, en lugar de Jos dos ya tradicionales en la lingüística postsaussureana (aun en la que no acepta la doctrina del maestro ginebrino): langue y l1ªrole. lengua y habla (Sprache-Rede, language-speech).

A. cada uno de los tres aspectos deberían corresponder, en el propio campo absoluto del lenguaje e independientemente

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12 Teoría del lenguaje y lingüística general

de una realidad exterior significada, designada o. referida, dis­ciplinas y unidades particulares: ~enémica, 'onémica y fÓnica (disciplinas) y cenema, fonema y tono (unidades), en el plano de la expresión: plerémica, se.m~t!lica,.~mica. y plerema. seme­ma y sema. en el plano del contenido.

2. Al informar brevemente acerca de la Conferencia, en el Archivio Glottologico Italiano 1, Giacomo Devoto observa: «Una ... novita (complicatrice) e la scissione della «linglia» saussuriana in 'schema' e 'norma'. Quello che nelIo schema e l'unita vuota o cenema, nelIa norma di~enta il fonema;' e quello che nello schema e l'unita piena o plerema, nelIa norma diventa·i! seme­ma. Questo porta come conseguenza che anche la opposizione relativa fondamentale, secondo il Saussure, devérttestringere il rapporto di signifiant e signifié alIo schema e, per quanto ri­guarda la normal, deve introdurre la coppia parallela d~ 'desi­gnante' e 'designato'. Questo doppio sistema di distinzioni puo lasciarci perplessi e giustifica il dubbio se valga la pena di salire aqueste astI'aEoni. La realta della lingua e movimento e anche quando e considerata sincronicamente si, fonda sopra un equi­librio instabile. 11 vantaggio di una rappresentazione assoluta­mente geometrica si paga allo stesso prezzo della contempla­zione della struttura anatomica interna di un uomo tanto reale e comodo da descrivere, ma diverso da aquello vivo».

Pero, aUh dudando de la utilidad de las excesivas abstrac­ciones a las que llega la escuela danesa, el mismo Devoto es­boza en seguida una concepción no menos abstracta, por lo que concierne a la parole: «Tuttavia -escribe- la mia vera obic­zione sta nelIa posizione del problema della parole, scissa ana­logamente nelle due specialita di «fonica» e «semica». La pa­rOle si distjngue a xvii' avviso daua lans"e Doa solo qUaRtitati vamente ma per struttura. La parole non puo aver legami con

1 AGI, XXXVI, págs, 82.,114.

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Sistema, norma y habla

lo schema né con la norma di una lingua perché non e ancora né suono né segno, non si sa ancora se si realizzera in parole grammaticali piuttosto che in linee, colori o note musicalb . ....!, esta garoZe Que" es Y no es. que -por no haberse todavía ex­presado- es~~ intuición ClD Pensamjento ~ por lo tanta, na es un hecho lingüístico y ni siguiera estético, sino simplemente psicológico. como proceso anímico. o también 16¡jca par ]0

que atañe a su íntima coherencia o a su relación con una reaU­dad), o, de todos modos, es sólo una intencióI!t.. un~ !!X:!Wll!d~d, a esta parole dedicaría Devoto su semántica, entendida como lingüística del habla. Con esta última la semántica se identi­ficaría, a pesar de que el habla implica sólo el establecimiento concreto de determinadas relaciones significativas individuales que, de una ormera general, preexisten en la lengua, en la me­dida en que ésta preexiste al habla, Q que en ella se vuelcan, en la medida en que la lengua se constituye sobre la base de los actos concretos de habla.

Dicha paro le devotiana puede ser distinta cuantitativa y es­tructuralmente de la lengua (aunque esto no significa que lo sea también y necesariamente desde el punto de vista de su íntima naturaleza, pues, si su expresión es lingüística, aun la parole así entendida tendría innegables vínculos con la langue), pero no es esa la parole como nosotros la hemos hasta ahora entendido. No es la paro le como identidad de intuición y expre­sión, es decir,~cQmo actividad creadora concreta, como suma de actos Ü~güísticos concretos y, sin duda,inééfiiOs e"indiVi· duales, dado que son expresión de intuiciones inéditas e indi­viduales, pero, al mismo tIempo, convencionales y «hecho.s de lengua», ejemplos y modelos de lengua, en cuanto se crean so­bre la base de actos lingüísticos precedentes y, a su vez, sirven como base para actos lingüísticos ulteriores, puesto que la len­guano existe sino como sistema abstracto de actos lingüísticos comunes, o concretamente registrados o acumulados en la me-

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moria de los individuos hablantes. Y 80 es esa la Fole de Saussure (y de Hjelmslev, ya que, en lo esencial, la escuela de Copenhague conserva acerca de este punto la doctrina saussu­reana), empleo individual de la lengua (sistema social), neta­mente distinta de esta última (que pertenecería a la sociedad y no al individuo), pero, al mismo tiempo, en continua e íntima relación con ella, dado que, si, por un lado, el habla es realiza­ción individual de la lengua, por el otro, cnada existe en la len­

¡ua que .0 .llaya existido antes en el .llabla-. lar 10 lanto, la objeción de Devoto, más que una crítica a las abstracciones o a la nipartición de Hjelmslev, es la ,ropuesta de una concep­ción netamente distinta acerca de la ,arole y que recuerda una posición en cierta manera análoga, sostenida '01" Sechehaye.

3. Pero no es nuestra intención criticar aquí y sobre la base de una única frase aislada, que puede prestarse a yarias inter­pretaciones. una concepción lingüística como la de Devoto, que tiene indudablemente sus sólidos fundamentos teóricos, y tam­poco entendemos desarrollar por nuestra parte una teoría per­sonal de la paroZe. Lo que nos preocupa es averiguar si, desde

el punto de vista metodológico, una tripartición como la de Hjelmslev, aunque hecha sobre otras bases y en términos algo distintos, puede resultar útil, provechosa y llasta necesaria en la lingüística teórica y en la lingüística histórica, tanto sincró­nica como diacrónica. Es decir, si puede, por un lado, contribuir a una mayor comprensión de la íntima realidad y de la modali­dad de ser de esa compleja actividad 1Iumana que es el len­

guaje y, por otro lado. hacernos comprender mejor la natura­leza de los sistemas histórico-culturales a los que llamamos comúnmente lenWªs y el factor intrínseCO de su desaIToUo' el cambio Up¡iiístico. el mecanismo de su producción y djfusiÓn Adelantamos que la tripartición que deseamos proponer podría también interpretarse como basada en una escisión de la clen-

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Sistema, norma 1 habla 15

¡ua» saussureana, pero que esto no sería ni necesario Di exacto, puesto que nuestro concepto de lengua de n.in.gOpa manera coincide con el enunciado por Ferdinand de Saussure y sus con­tinuadores : para nosotros, la ..:lengua» se sitúa en un momen­to ulterior al análisis del lenguaje como fenómeno concreto y ~rresp?~~_ más bien a ]a lingüística histórica que a la teórica:

Devoto tiene indudablemente razón al expresar sus dudas acerca de la oportunidad de las excesivas abstracciones y eÍ ,eometrismo a que llegan ciertos cultores de la 1ingü1stica es­tructural, y en particular Hjelmslev; y ya otros Iin¡üistas, de tendencia muy distinta de la de Devoto, como A. Martinet 2,

aun reconociendo la genialidad de las construcciones teóricas del profesor de Copenhague, han señalado los. riesgos que im­plican la reducción de la l.i.ngü:ística a~ álgebra de formas vacías y el desconocimiento de toda sustancia fónica. También es verdad que la realidad del lenguaje es movimiento (es decir, que el lenguaje es actividad, es «perpetua creación») y que, por lo tanto, todo sistema sincrónico se basa en un equilibrio in­estable, es necesariamente una abstracción. Pero una cosa es tener clara conciencia de los riesgos que la abstracción implica y otra cosa es dudar de su ineluctabilidad ~órica como condi­ción necesaria de todo conocimiento científico. En efecto, aun coincidiendo plenamente en admitir que una consideración pu: ramente estructural nos lleva a menudo lejos de lo «vivo» del lenguaje, es decir, de su realidad concreta, no DOS parece que pueda deducirse de ello', como corolario, la convenienc~ de le­

chazar sin más la abstracción, fuera de la cual no subsiste nin· guna posibilidad de comprobar verdades generales y principios constantes en la multiplicidad, fragmentariedad y heterogenei­dad de ]0 fenoménico; es decir. de comprobar en 10 material

del lenguaje aquellos aspectos ideales o formales que cODstitu-

2 Au sujet des «Fondements de la Théorie linguistique» de Louis Hjelmslev, BSLP, XLII (1942-1945), págs, 19-42.

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ven el verdadero objeto de la lingüística coIIl_o cienc~la. cultura 3 w. Quizá sea verdad, como observa Devoto, que el e.xa­men de Ía estructura anatómica del hombre nos aleja del cono­cimiento del hombre viv.o, pero nos aleja sólo para acercarnos más en un momento sucesivo. Sin ese momento de abstracción, el conocimiento del mismo hombre vivo no sería conocimiento efectivo, sino simple toma de contacto o, por lo menos, no sería conocimiento comunicable, ni científico:, El propio «movi­miento. del lenguaje no podría comprenderse sin la abstrac­ción de unos principios ideales sincrónicos (no en el sentido de «simultáneos., sino más bien en el de "fuera del tiempo.) que presiden el movimiento mismo, constituyendo su aspeGto for­~ nuestro entender, la lingüística, más que otras ciencias, por la naturaleza misma de su objeto, debe moverse constan­temente entre los dos polos opuestos de lo concreto y de lo abstracto: subir de la comprobación empírica de los fenóme­nos concretos a la abstracción de formas ideales y sistemáticas, }:. volver luego a los fenómenos concretos, enriquecida por los

3 Observemos, de paso, que no éstamos de acuerdo con el .empleo algo despectivo que se hace a veces en la lingüística actual de los términos «abstractoB y «abstracción.; empleo que se debe al error semántico de considerar «abstracto. como sinónimo de «imaginado., «arbitrario., «no demostrado por los hechos>, «irreal., eno verdadero_, «falso., etc. Eviden­temente, si se da a «abstracto» un único significado, oponiéndolo exclusi­vamente a «concreto", el término no puede significar «no verdadero_ o «menos verdadero que lo concreto-, sino sólo «más verdadero.: la frase .. 3 más 3 igual a 6. es más verdadera que la frase, relativamente menos abstracta, .3 caballos más 3 caballos 'igual a 6 caballos", porque indica una verdad más general. Por lo tanto, en la lingüística (como en otros campos), los efectivos errores no los implica la abstracción de por sí, que es operación científica indispensable, sino el considerar las abstracciones como realidades concretas (como en el caso de la reconstrucción de las llamadas «Ursprachen.~ o independientes y separadas de los hechos con­cretos (como en el caso de la • lengua.), el tratar de aplicar al lenguaje moldes exteriores no deducidos de su realidad concretamente comproba­da (como ocurre en muchas .filosofías del lenguaje. y en la ¡ramática general de tendencia logicista).

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conocimientos generales adquiridos en la operación abstracti­va. Lo importante es que no se conforme con la abstr¡cción y no se quede en ella, porque la íntima comprensión de·la reali­dad del'lenguaje podrá alcanzarse sólo en ese tercer momento de vuelta a lo concreto. El lingüista, si se nos pennite una ima­gen, debe ser al mismo tiempo botánico y jardinero: debe lle­gar a la constitución de tipos abstractos e ideales de flores, pero sólo para cuidar mejor la vida caprichosa, compleja y cada vez sorprendente y nueva de las flores vivas y concretas de su jardín; debe ser botánico para ser mejor jardinero.

y otro punto fundamental es que el botánico comprenda que los tipos ideales a los que ha llegado l!0 tienen existencia autó-. noma en un mundo aparte, no existen fuera de las flores con­~ e independientemente de ellas; 9ue las fonnas abstrac­tas resumen y generalizan lo concreto, pero no se le oponen. Queremos decir que es sumamente importante no considerar la abstracción como otra realidad, sino sólo como un aspecto formal y sistemático comprobado, por necesidades científicas, en los mismos fenómenos concretos, como una manera de enca­rar aquella realidad concreta única e indivisible que es el len­guaje humano.

Concretamente, existen sólo actos lingüísticos (Sprechakte J, existe sólo el hablar (dar wirkliche Sprechen, das GespriichJ, la actividad lingüística (Sprechtiitigkeit Ji .una actividad que es al mismo tiempo individual y social, que es de por sí asistemá­tica puesto que es perpetua creación de expresiones inédita.s correspondientes a intuiciones inéditas. y dentro de la cual la distinción de un sistema más o menos estable no significa com­probación de otra realidad. distinta de los actos JinLtÍiísticos... sino que constituye sólo una necesaria abstracc~~I!_ c:ientí~~~ en vista. de un estudio del lenguaje q~e vaya más allá del registro y análisis de los actos de hablar y pueda constituir historia.

T. U!NGUAJB.-2

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18 Teoría del lenguaje y lingüística general

Todo esto lo vio muy bien Humboldt, al afirmar que el len­guaje es enérgeia (Tiitigkeit, actividad) y no érgon (Werk, pro­ducto); y lo vio también el viejo Hermann Paul -a pesar de que muchos lo consideran todavía como «típico representante teórico de la escuela neogramática»-, al distinguir entre elos procesos reales de la vida del lenguaje» y las abstracciones que se llaman «lenguas» 4.

Nuestro problema es, por consiguiente, tratar de averiguar si se puede llegar a una tripartición, teóricamente aclaradora y metodológicamente útil, partiendo de una concepción monista del lenguaje y teniendo a ésta siempre presente.

11. INCOHERENCIAS y CONTRADICCIONES DE LOS ENUNCIADOS

ACERCA DE «lENGUA» y «HABLA»

1. La concepción a la que hemos llega90 tiene anteceden­tes, en primer lugar, en las dificultades que se encuentran en la definición de los conceptos de «lengua» y «habla», introdu­cidos en la ciencia lingüística por Ferdinand de Saussure 5 y

4 «Wir sind bisher immer darauf aus gewesen die realen Vorgange des Sprachlebens zu erfassen. Von Anfang an haben wir uns klar gemacht, dass wir dabei mit dem, was die deskriptive Grammatik eine Sprache nennt, mit der Zusammenfassung des Usuellen, überhaupt gar nicht rech­nen dürfen als einer Abstraktion, die keine reale Existenz hato Die Ge­meinsprache ist natürlich erst recht eine Abstraktion. Sie ist nicht ein Komplex von realen Tatsachen, realen Kraften, sondem nichts als eine ideale Norm, die angibt, wie gesprochen werden 5011. Sie verhalt sich zu der wirklichen Sprechtatigkeit etwa wie ein Gesetzbuch zu der Gesarntheit des Rechtslebens in dem Gebiete, für welches das Rechtsbuch gilt ...• (Prinz.ipien der Sprachgeschichte, S." ed., Halle, 1920, pág. 404). Paul em­plea aquí el término «lengua común» (o «genera!»), pero, evidentemente, lo enunciado se aplica al concepto de lengua en general, y no sólo en sen­tido normativo.

s Ya en las cIases dictadas en los últimos años de su vida en la Uni­versidad de Ginebra, pero, para el público científico en general, sólo con la publicación póstuma de su Cours de linguistique générale, Lausana & Pa­rís, 1916, tr. esp. Curso de lingüística general, Buenos Aires, 1945 [CLG].

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aceptados o reelaborados luego por toda una serie de lingüis­tas, discípulos o no del maestro ginebrino. La no coincidencia extensiva (connotativa) entre las muchas ~finiciones que se han dado de los dos conceptos ha sido señalada por varios autores, entre otros, por O. Jespersen 6 y, particularmente, por A. Gardiner 7.

2. El mismo Jespersen. a pesar de su firme concepción empírica y unitaria del lenguaje, al abordar la distinción ante­dicha 8, da de los dos conceptos definiciones, explícitas ~ im­plícitas, bastante divergentes.,La «1enea» (language) sería 'una especie de plural del habla', «lenguaJe colectivo», 'el concepto c~mún que se extrae de los lengua ¡es individuales', y la lengua de una nación sería «el conjunto de hábitos por los cuales_ los miembros de una nación acostumbran a comunicarse COn los demás» 9. El «habla» (~peech), por otro lado. «en el sentido más propio y estricto», sería el funcionamiento lingüístico momen­táneo del individuo. en mayor o menor conformidad con el uso lingüístico de las personas que lo rodean 10, pero, en un sen­tido quizá menos estricto, se identificaría con el lenguaje in­diyidual. Contestando a la comunicación de Gardiner en el III Congreso Internacional de los Lingüistas, lespersen acJara.

6 Humanidad, nación, individuo desde el punto de vista lingüístico, trad. esp., Buenos Aires, 1947, págs. 20 y sigs.

7 «1 have not found it possible to detennine how far de Saussure would have agreed with the developments which have arisen since his death from the impulse given by him. That the distinction as viewed by Mr. Bally and Mr. Harold Palmer differs in sorne respect from that en­tertained by de Saussure is apparent nor can 1 conscientiously attribute to de Saussure all the coroIlarles which"I myself have drawn in my recent book on the Theory 01 Speechand Language» (The distinction 01 .. Speech_ and e Languagelt, en Atti del 111 Congresso Internazjonale dei Linguisti, Florencia, 1935, págs. 345-353).

8 Ob. cit., págs. 25 y sigs. 9 Ibid., págs. 34-35. Cf. CLG, pág. 144. 10 !bid., págs. 31-32. Cf. CLG, pág. 57.

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que se trata de la distinción entre concreto y abstracto y que hay varios grados de abstracción, correspondientes a las varias comunidades consideradas (pero empezando con los hábitos lingiiísticos particulares del individuo) 11. El sabio danés esta­blece, pues, una sede de oposjciones, que, aunque no contradic­torias, de ninguna manera pueden considerarse como ·idénticas: ~ funcionamiento lingüístico momentáneo del individuo - uso lingüístico de la comunidad;~ lenguaje individual - lenguaje colectivo (concepto común que se extrae de los lenguajes indivi­duales; cf., más adelante, W. Porzig);.:J.) conjunto de hábitos lingüísticos de un individuo - conjunh) de hábitos lingüísticos de una comunidad;.-4Llenguaje concreto - lenguaje abstracto (actos lingüísticos concretos - varios grados de abstracción, que comprenden también el lenguaje individual). Con esta últi­ma distinción volvemos a la que ya vimos en H. Paul (cf. no­ta 4), ~ro no se hace ninguna diferenciación en la propia reali­dad concreta del lenguaje.

3. 1. La distinción entre habla y lengua resulta, pues, más bien imprecisa. Pero la imprecisión aumenta si confrontamos las varias concepciones explícita o implícitamente dualistas, y eso a pesar del rigor con el que la distinción pueda establecerse en cada concepción particular.

3. 2. Para Harold Palmer 12, el «habla» Cspeech) es el 'con­:ÍJJntO de actividades físicas y mentale~mPlicadas en el acto por el cual una persona comunica a un determinado con­cepto (pensamiento, noción o emoción)' (cf. la primera opo­siciÓn de Jespersen); .la «lengua» (language) es 'el conjunto de convenciones adQptadas y sistematjzadas por nna masa &o~iali zada de usuarios del habl, a fin de asegurar la inteligibilidad

11 Atti del JII Cungresso lnternalionale dei Linguisti, pág. 354. 12 H. PALMER, Memorandum un Problems 01 English Teaching, Tokio,

1924 (citado según JESPERSEN, Ob. cit., págs. 23-64). 13 ef. CLG, págs. 64, 65.

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para todos' (cf. la tercera oposición de Jespersen); el habla 'es un juego de actividades personales', mientras que la lengua 'es un conjunto de convenciones, una clave' 14.

3. 3. Charles Bally 15 interpreta la distinción sausSUreana .como oposición entre acervo lingüístico social (lengua) y fun­cionamiento linMstico indiyidual (habla) y la acepta formal­mente como tal: la parole es «la lengua en acción, la lengua actualizada, la langue en équilibre et en plein fonctionnement». Pero agrega a esa distinción una ~ueva oposición caracteriza­dora, de orden funcional (intelectuaL- afectivo o vital, obje­tivo - subjetivo)-: la lengua, el sistema organizado, contendría los elementos tendientes a la comunicación y ~comprensión de los pensamientos;. el habla. en cambio, sería _ instrumento de la vida afectiva. expresaría senti . to y acción. Entre lengua y habla habría una ~ición _l!ctiv~!. una verdadera lucha: mediante el lenguaje afectIvo penetrarían continuamente ele­mentos nuevos en la lengua.

Con esto, Ch. Bally no devuelve al habla toda la importancia que J~bía quitado Saussure como posible objeto de una lingüística-lingüística (dado que el mismo lenguaje afectivo se estudiaría, según su concepción, en la lengua, por la ciencia llamada estilística, en oposición con la gramática, que estudia­ría el aspecto normal o intelectual, de pura comunicación), pero, por lo menos, llena en parte el abismo que el maestro ha­bía excavado entre lengua y habla (puesto que entre ellas se tiende constantemente el puente del lenguaje afectivo). Y, lo que para nosotros es más import¡mte, traslada de alguna manera la oposición al hablar concreto, en el cual habría elementos de lengua y, al mismo tiempo, elementos de habla.

14 Cf. CLG, págs. 58, 59. 15 CHARLES BAUY, El lenguaje y la vida, trad. esp., 2.· ed., Buenos

Aires, 1947, págs. 124 y sigs. Cf. además: F. de Saussure et l'itat actuel des itudes linguistiques, Ginebra, 1913, y Linguistique générale et linguis­tique fr~aise, 3.· ed., Berna, 1950.

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22 Teoría del lenguaje y lingüística general

Otra idea muy importante de Hal!)' para la dilucidación del asunto que nos preocupa, es la que encontramos implícita en dos párrafos sucesivos de su Linguistique générale et linguisti­que franfaise: la lengua seóa una jnstjtución socia! pero tam_

bién, y al mismo tiempo, sería un sistema en cierto sentido ,autónomo: «les changements qu'on observe dans un idiome, au cours des temps résultent en partie d'une orientation nouvelle des esprits, mais le systeme linguistique, ti lui seul, lancé dans une certaine direction, peut se développer de fa\!on autonome, et, par contre-coup, modéler la pensée collective d'une fa~on nouvelle» 16,

Destacamos, finalmente, la manera cómo el sabio ginebrino ve la relación temporal entre los dos aspectos del lenguaje:.Jil. lengua preexiste al habla desde el punto de vista estático y el babIa pr,~cede a la lengua desde el punto de vista genético n.

Según parece, Bally se refiere a la génesis primera del len­guaje, pero la misma concepción se puede aplicar a todo acto Jingüístico concreto, dado que la «lengua» se engendra conti­nuamente mediante el hablar: el acto linlD.iístico es realización de una «lengua» precedente (sistema de. los- actos lingüísticos anteriores tomados como modelo) y es, al mismo tiempo, ele­mento de una nueva «lengua», de un nuevo sistema algo distin­to, a cuya constitución contribuye. Colocándonos en el plano del acto lingüístico, tenemos, por consiguiente, una doble pers­pectiva y podemos distinguir dos «lenguas»: una perteneciente al pasado (acervo lingüístico, sistema anterior), la otra al por­venir (<<producto», sistema nueyo),

3. 4. Análoga es la interpretación de Walter Porzi~ 18, que traduce el término langue con Sprachbesitz (acervo lingüístico) y parole con Gesprii.ch (hablar, coloquio), reservando el térmi-

16 Ling. gén. et ling. fr., pág. 15. ef. CLG, pág. 6l. 17 Ling, gén. et ling. fr., pág. 83. ef. CLG, pág. 64. 18 WALTER PORZIG, Das Wunder der Sprache, Berna, 1950, págs. 106 y

siguientes. ef. CLG, págs. 57, 65, 144.

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no Sprache para el lenguaje en general. El Gesprach es el ha­blar real, concreto (das wirkliche Sprechen),' el Sprachbesit'J una serie de imágenes mnemónicas y hábitos (eine Reihe von Erinnerungsbildern und eingeübten Gewohnheiten) acumulados en la conciencia del hablante, que es condición del hablar. Pero Porzig tiene una visión más precisa de la doble perspectiva posible desde el plano del hablar, pues indica claramente la posibilidad de construir la «lengua» también sobre la base de los actos lingüísticos concretos 19.

Para Porzig, la «lengua» de una comunidad sería, por con­~iguiente, por un lado, la suma de los actos lingüísticos concre­tamente comprobados en la misma; por otro lado, la suma de los vados acervos lingüísticos individuales, o, mejor, aquella parte que es común en esos mismos acervos y que constituye el fundamento de la recíproca comprensión entre los hablan­.teüenemos, por consiguiente, tres conceptos de ((lengua» bien distintos :~uma de actos lingüísticos concretos;...2Lcondici6n q,e todo acto lingüístico, Sprachbesitz individual; JJ,.. sistema isogl6sico que reúne los aspectos comunes de los Sprachbe­sitze individuales de los hablantes de una comunidad (cf. Jes· persen, 3).

Observemos, sin embargo, que el primero de esos conceptos, por lo menos en la enunciación que le da Porzig, corresponderla según otros autores (y según el mismo F. de Saussure 20) más bien al habla. Así, por ejemplo, Penttilii 21 considera como habla (Rede) el conjunto asistemático

19 «Aber man mu~s bedenken, das s die Gesamtheit dieser Gewohn· heiten ja erst die Voraussetzung ist für das wirkliche Sprechen, das heisst für das Gesprach. Das Gesprach ist als tatsachliches Verhalten zwischen wirklichen Menschen zweifeIlos eine Wirklichkeit; die Gesamtheit aller Gesprache in einer bestimmten Sprache würde man also wohl als die Wirklichkeit dieser Sprache ansehen konnen» (Ob. cit., pág. 108).

20 Cf. CLG, pág. 65. 21 A. PENTIÜ, Einíge Bemerkungen über die Unterscheidung von

Sprache und Rede, en Actes du quatrieme Congres lnternational de Lin­guistes, Copenhague, 1938, págs. 157·163.

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de lo que él llama «palabras de primer tipo., es decir, palabras concreta­mente pronunciadas o escritas, mientras que la lengua (Sprache) seria la clase sintácticamente ordenada de esas mismas palabras concretas, un sistema superindividual del cual quedarían automáticamente elimina­dos todos lo saspectos puramente personales comprobables en el habla.

3. 5. La noción de acervo idiomático se presenta también, aunque con características algo distintas, en la concepción de Alan H. Gardiner 72, el estudioso que, después de Palmer, afirmó con mayor tenacidad en el mundo de habla inglesa la distinción entre habla (speech J y lengua (language J. Según Gardiner. ~ oposición fundamental se establece entre la ac~ividad lingüís­tica y un saber que es, al mismo tiempo, condición y producto de esa actividad 23. Mientras que la lengua, evidentemente, tiene carácter general y abstractá1t el habla es particular y ocasional; es la proyección en una rea ¡dad de los signos abstractos de la lengua (palabras) 24, El habla es la actividad de hablar, en gene­ral, pero también cada acto particlllar de hablar 2S •• El carácter social o individual no es de por sí determinante, pues el acto lingüístico es al mismo tiempo social e individual 26. Además, lo guese llama «lenguaje individual» (cf. Jespersen) no es

72 AuN GARDINER, The Theory of Speech and Language 2.' ed., Oxford, 1951, particulannente: págs. 68-93 y 106 Y sigs. Además, la citada comuni­cación The distinction 01 «Speech» and «Language~.

23 .Speech is thus a universally exerted activity, having at first defi­nitely utilitarian aims. In describing this activity, we shall discover that it consists in the application of a universally possessed science, namely the science which we call language» (Ob. cit., pág. 62). «Language is a col­lective tenn, and embraces in its compass all those items of lmowledge which enable a speaker to make effectivc use of wordsings» (Ibid., pági­na. 88).

24 Ob. cit., pág. 87; cf. también Bally, Ling. gén. et ling. fr., partic., ca­pítulo III, págs. 77-100.

25 .. Speech as I understand it, and as I can hardly doubt that de Saus­sure must have understood it, is the momentary, historically unique acti­vity which employs words. Speech occurs when any speaker makes a re­mark or any author pens a sentence» (Com. cit., pág. 374).

26 Ob. cit., págs. 64-65.

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habla, sino lengua 27. La antítesis entre lengua y habla es, pues absoluta. Sin embargo, lengua y habla son interdependiente y, aun más, se hallan íntimamente entremezclada; por un lado el habla es «the sale generator of language» 28; or el otro, e todo acto de habla interviene la lengua 29. En cada acto lingilis tico concreto, en cada oración pronunciada, participan «hechos de lengua»: palabras y esquemas gramaticales 30. Pero con esto el aspecto de habla del hablar concreto queda reducido a la estructuración de la frase y a la selección de los signos pro­porcionados por la lengua 3!. Henos aquí frente a un concepto mucho más limitado de «habla» (tacts ot speech), que ya no contiene todo el hablar, sino sólo el aspecto original e inédito de éste 32 (idea rechazada por Ch. Bally) 33. Esta distinción jus-

Xl «1 must confess 1 feel considerable diffidence in affirming exactly what de Saussure did or did not think, but af this at least 1 am certain, namely that he would have recQgIlized as great a difference between an individual's "Ianguage» and his «speech» as he did between the language of the community and the speech of any of its individual members ... all the varying collections af linguistic material are «languagesD, not speech in the sense that de Saussure must have intended the term ... A «langua: ge» is the stock-ih-trade of linguistic material which anyone possesses when he embarks upon «speech,. (Com. cit., pág. 347).

28 Ob. cit., pág. 110. ef. CLG, pág. 64. 29 Ob. cit., pág. 88 Y sigs. 30 Como cit., pág. 348. 3! «When 1 say that certain phenomena in a given text belong to

cspeech» and not to .. Ianguage», 1 mean that if you subtract from the text all thase traditional elements which must be called elements of lan­guage there remains a residuum for which the speaker bears the entire responsability, and this residuum is what 1 mean by Gfacts of speech­(Com. cit., pág. 349).

32 .. A quite indisputable fonnulation of my thesis would be that the terms of language [aquí language significa evidentemente 'lenguaje' en general, no 'lengua'] and grammar which refer to facts of «language_ are those which are concerned with permanent constitution ot words, and that tbe terms thereof which refer to «speech» are those which are con­cerned with ad hoc functions of words imposed upon them by the ca· price of a particular speaker» (lbid.)

33 El leng. y la vida, pág. 124.

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tificaría una neta separación entre la morfología (palabras y sus formas, categorías verbales) y la sintaxis (oraciones y su estructura, funciones sintácticas). Pero hasta las funciones sin­tácticas son «términos de lengua», por lo menos como esque­mas no aplicados, como "estructuras» o modelos Jingüísticos todavía no vinculados con palabras particulares: «inasmuch as they are terms of unapplied schemata, of linguistic patterns which might be expressed by algebraic symbols, and which are in language not yet Jinked up with particular words» 34.

Es evidente que, después de todo eso: después de la comprobación de que la «lengua» no se engendra sino por el «habla»; de que en el hablar coexisten «hechos de lengua» y «hechos de habla»; de que la. «lengua» puede considerarse abstractamente, como existente fuera del hablar e in­dependientemente del habla (por 10 menos desde el punto de vista está­tico), mientras que el habla no puede pensarse fuera de la lengua e inde­pendientemente de ella, puesto que ésta constituye su misma forma, su «esquema», es evidente, decíamos, que ya no puede mantenerse con cohe­rencia la distinción inicialmente propuesta por el autor. Pero Gardiner, aun llevando a sus extremas consecuencias la contradicción implícita en la oposición lengua-habla, no llega a deducir de ello las únicas conclusio­nes que nos parecen coherentes: 1) o la «lengua» es pura abstracción deducida a posteriori del hablar concreto, como ·sistema de los elementos constantes que ahí se comprueban, y la única realidad lingüística concre­ta es el hablar qúe, si se quiere, puede llamarse «habla» ; 2) o la «len­gua» se identifica con los «hechos de lengua» (facts of language, hechos lingüísticos sistemáticos y convencionales en una comunidad) y el «habla» con los «hechos de habla» (facts of speech, aspecto original e inédito com­probado en cada acto lingüístico), y entonces «lengua,. y «habla» son dos aspectos que se distinguen en el hablar concreto; 3) o, si se considera la «lengua» como algo exterior al hablar, tampoco el habla puede identifi­carse con todo el hablar (en el cual se comprueban también hechos de lengua) y habrá que identificarla con un solo aspecto del hablar, el as­pecto concreto que se da por primera vez en los actos lingüísticos consi­derados (y el hablar sería entonces convergencia de un «virtual concre­tizado», la lengua, y un «concreto primario», el habla), o, mejor, con algo

34 Como cit., pág. 349. Cf. CLG, págs. 209-211.

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exterior al hablar mismo, con aquel factor psíquico o impulso expresivo que se encuentra y se combina con la lengua para constituir el hablar.

Deducimos, sin embargo, del análisis tan agudo de Gardiner una serie de ideas y comprobaciones que consideramos suma­mente clarificadoras para el problema que nos interesa: ~la lengua existe como «forma» en el hablar mismo;~ los «hechos de lengua» se comprueban y se distinguen concretamente sólo en el hablar; ~son «hechos de lengua» no sólo las palabras, sino también las funciones y modelos sintácticos, como «esque­mas no aplicados»; Jl.el «lenguaje individual» (sistema de actos lingüísticos de un individuo) tiene carácter de «lengua»; 1) el hablar es una actividad que se funda en un saber; 6) es posible y justificado dar el nombre de «habla» a un aspecto particular del hablar; 7) el «habla», como «hablar», es en alguna medida «lengua» o, si no, no es siquiera hablar, no es actividad lingüís­tica propiamente dicha, sino algo precedente a ella.

3. 6. En este último sentido se orientan, con perfecto rigor lógico, estudiosos como Sechehaye y Bnmdal.

En efecto, según observa Sechehaye 35, si el habla concreta es realización de la <dengua», es expresión con medios idiomá­ticos, entonces ya es de alguna manera <dengua»: de aquí la distinción entre el «habla propiamente dicha», mero impulso expresivo y, por consiguiente, fenómeno «pre-lingüístico» (c.f. Devoto), y el «habla organizada», eslabón indispensable entre la lengua como sistema estático y la lengua corno «evolución» 36.

Viggo Brendal, en una obra publicada en 1932 37, habla de los 'dos aspectos bajo los cuales se presenta el lenguaje' (Spro-

35 A. SECHEHAYE, Les trois linguistiques saussuriennes, en «Vox Roma­nica,., V (1940).

36 V. el esquema corregido por W. VON WARTBURG, Problemas y méto­dos de la lingüística, trad. esp., Madrid, 1951, pág. 343.

37 V. BRI:lNDAL, Morfologi og Syntax. Nye Bidrag til Sprogets Theori, Copenhague, 1932.

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gets dobbelte Maade at fremtraede paa): ~(nonna» (NormJ y «habla» (Tale), o, con otros ténninos, «sistema» y «ritmo». y norma, o el sistema de la lengua, sería de naturaleza social e ideal o fonnal: el habla, o ritmo de la lengua. sería individual y real. es decir, funcional 38• Pero unos años más tarde, en un estudio publicado por primera vez en 1937 39, distingue cuatro conceptos en lugar de los tres saussureanos (langage = langue - paraleJ; 1) el «lenguaje» (lan?ace) o facultad general de H~r signqs; 2) el «hablar» (parale; N. B.: no se~txita-de~-la parole = habla), a sea. la actividad de hablar. en la cual se djs­tin~en; 3) la «lengua» (langue L sistema de signos simbólicos, 'institución que se impone a los individuos y que, comp ideal ].istemático. está en la base de todo acto de parole', y 4) el «.habla» (discours J, 'totalidad rítmica ordenada en el tiempo y, por lo tanto, irreversible, un conjunto asimétrico, caracterizado por la finalidad a la que tiende, por su sentido u orientación, por su voluntad constante de expresión', es decir, fuñdami:mtal' mente, una intención. De esta manera, desarrollando conceptos implícitos en Saussure, Bnmdal llega a considerar la «lengua» como entidad puramente abstracta, «~(lnne superieure ame individus, ensemble de types essentiels que réalise la parole de fa~on infiniment variable» y cuya estructura sistemática es «un objet autonome et par conséquent ... non-dérivable des élé­ments dont elle n'est ni l'agrégat ni la sommelD 40, es, como diría Hjelmslev, nada más que «un réseau de fonctions».

38 .Medens Nonnen eHer Sprogets System er social og af rent ideel eHer formel Natur, er Talen eHer Sprogets Rythme individuel og af reel eller funktionel Natur» ('Mientras que la norma, o sistema de la lengua, es social y de naturaleza puramente ideal o formal, el habla, o ritmo de la lengua, es individual y de naturaleza real o funcional') (Ob. cit., pá­gina 6).

39 V. BRf/lNDAL, Langage et Logique, en lA Grande Encyclopédie Fran­~aise, 1937; repubI. en Essais de linguistique générale, Copenhague, 1943, páginas 49-71; cf. partic. el cap. Formes du langage, págs. 53-58.

040 V. BRf/lNDAL, Linguistique structurale, AL, 1, 1939, republ. en Essais de Ling. gén., págs. 90-97. cr. CLG, págs. 61, 70, 203-.

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3. 7. A conc,eptos análogos llegan, interpretando, desarro­llando y superando a Saussure, o también por otros caminos, toda una serie de estudiosos: psicólogos del lenguaje, como Delacroix (según el cual la lengua es un ~ensemble de conven­tions linguistiques qui correspond a un niveau d'esprit, a un moment du développement de l'esprit et de la civilisation», cune forme idéale qui s'impose a tous les individus d'un meme groupe social») 41 o Bühler (las lenguas son «sistemas de formas lingüísticas:. y éstas son especies, «objetos del tipo de las ideas platónicas». «clases de clases, como números») 42, Y glotólo­gos estructuralistas y funcionalistas, como los fonólogos de la escuela de Praga, y, en particular, Trubetzkoy, para el cual la «lengua» es Serachbesitz, caudal lingilistico existente en la con­ciencia de los hablantes (<<La langue existe dans la conscience de tous les membres de la communauté linguistique en cause et elle est le fondement d'innombrables actes de parole con­crets») y, al mismo tiempo, sistema abstracto de funciones o, más bien, <te normas y reglas (<<Dans la langue par contre le 'signifié' est représenté par des regles abstraites -syntactiques, phraséologiques, morphologiques et lexicales-. Car meme les significations des mots, telles qu'elles existent dans la langue, ne sont rien d'autre que des regles abstraites ou des schemes de concepts ... D, «La langue consistant en regles ou normes, elle est, par opposition a l'acte de parole, un systeme, ou, pour mieux di re, un ensemble de plusieurs systemes partiels») 43.

Pero en todos subsiste, explícita o implícitamente, la identifi­ca~ión entre «social» y «sistemáticoD (estructural; funciona!).

41 HENRI DELACROIX, Le langage et la pensée, París, 1930, págs. 2 y 3. ef. CLG, págs. 58, 59.

42 KARL BVHLI!R, Sprachtheorie. Die Darstellungsfunktion der Sprache, lena, 1934, trad, esp. Teoría del lerlguaje, Madrid, 1950, págs. 71-77.

43 N. S. TRuutrrzKOY, Grundzüge der Phonologie, Praga, 1939, tr, fr. Principes de Phonologie, París, 1949, págs. 1·3.

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3. 8. Finalmente. W. van Wartburg ~ue es, según nos­otros, uno de los más sausseureanos entre los lingüistas contem­poráneos, justamente por haber tratado de resolver, conciliar y superar las antinomias del maestro sin desvirtuarlas, y en particular la antinomia sincronía-diacronía, para llegar a un positivo «estructuralismo histórico» o diacrónico, así como por haber tratado de reformar y hacer progresar el saussureanismo, mediante la síntesis con las doctrinas revolucionarias de Gillié­ron y Schuchardt (historia del sistema - historia de las pala­bras) y con los aspectos más p'roficuos del idealismo lingilistico (el lenguaje como institución sociai ---el lenguaje como crea­ción individual): todo esto con un éxito que no hay quien no reconozca - ha intentado resolver también la antinomia funda­mental entre langue y parole 44. pero logrando sólo acentuar la interdependencia entre los dos aspectos del lenguaje. Las carac­terizaciones de v. Wartburg no se alejan mucho de las ya cita­das. El habla es actividad individual, real enérgeia. empleo oca­sional que el individuo hace de la lengua, 'aprovechamiento y uso individual del sistema' y, al mismo tiempo, actividad psíqui­co-físico-fisiológica que permite ese aprovechamiento 45. J.a len­

~en cambio es social comÚn y sistemática, es 'lenguaje superindividual'. 'suma de todas las imágenes de palabras y asociaciones almacenadas en todos los hablantes'; es un «sistema expresivo total y compacto que vive virtualmente en la totalidad .de los individuos» es «ér~on una obra realizada lID bien espiri­tual que todo lo abarca. en el cual todos los miembros de una comunidad lingüística viven espiritualmente», «UD objeto pura­mente anímico-espiritual, independiente de las actividades físico­fisiológicas de los órganos idiomáticos». 1 a lengua «es todo el sistema expresivo que dentro de una comunidad humana sirve de medio de comprensión», es «un patrimonio social, o mejor!

44 W. VON WARTBURG, Ob. cit., págs. 8-12, y partic. págs. 341-352. 45 ·Cf. CLG, págs. 57, 64, 65.

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dicho, una facultad peculiar de todos los miembros de una comunidad lingüística y común a todos ellos». El habla corres­pondeÓa al espíritu individual' la len¡ua al espírjtu colectjyo

Las contradicciones ínsitas en esta doctrina resultan eviden­tes, sobre todo en la identificación de conceptos tan distintos como suma·sistema, patrirnonio-facultad. Y no puede conside­rarse como científicamente válido el recurrir a oposiciones tan ambiguas y arbitrarias como «espíritu individual»-«espíritu colectivo», no muy distintas de la vieja y desechada oposición entre «alma individual» y «alma colectiva» 46. Encontramos, sin embargo, en v.o Wartburg algunos enunciados que, según nos­otros, tocan el punto fundamental del problema: 1) «el impulso hacia el habla [el habla de Devoto, la «parole propiamente dicha» de Sechehaye, el discours de Brendal] es algo extra­"idiomático»: 2) «el habla se produce seM las reflas de la lengua», y 3) la lengua aparece, se comprueba concretamente en el habla (hablar) 47; cf. Gardiner, 1, 2.

3. 9. Rozan sólo tangencial mente con nuestro problema, porque pre­sentan contradicciones de otra índole, las doctrinas que consideran que a un monismo teórico debe necesariamente corresponder un monismo me­todológico y que la lingüística como ciencia (lingüística histórica) debe necesariamente identificarse con la lingüística como filosofía (teoría del lenguaje), es decir, las doctrinas idealistas como las de Croce y Vossler, que recpnocen en el lenguaje exclusivamente el aspecto subjetivo, o sea el aspecto que, en términos saussureanos, se llamaría parole. Esa co­rriente idealista tiene sus raíces más profundas en Vico y luego en Her­der, y sus orígenes teóricos más recientes en la célebre caracterización humboldtiana del lenguaje 'como enérgeia o Tiitigkeit, es decir, como acti-

46 Cf .. a este propósito, O. JESPERSEN, Ob, cit., págs. 25-27. 47 «Sólo a través del habla podemos acercarnos a ella [a la lengua].

La lengua aparece siempre sólo parcialmente. En cierto modo ocurre como si la totalidad de la lengua estuviera constantemente envuelta en la oscuridad, pero .se hiciera visible o concreta aquella parte de la misma iluminada por el haz de luz del habla. En este sentido es como puede re­solverse la disparidad de opiniones sobre el carácter concreto o abstracto de la lengua» (Ob. cit., pág .342, nota).

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vidad creadora del espíritu. Pero Hwnboldt no cayó nWlca en un subjeti­vismo absoluto y no huyó la exigencia de ver en el lenguaje una bipola­ridad, un movimiento dialéctico entre lo subjetivo y lo objetivo, lo indi­vidual y lo interindividual o superindividual, entre enérgeia y érgon 48.

Ahora, Croce 49 piensa poder superar esa «insuficiencia» de Humboldt, identificando el lenguaje con la expresión, y, por consiguiente, con la poesía, y, con perfecta coherencia desde su punto de vista, la lingüistica con la estética. Nos encontramos aquí, como en otros puntos de la doc­trina de Croce, con simples convenciones semánticas presentadas como verdades teóricas demostradas o demostrables: no se trata del «lenguaje» y de la «lingüistica» como objetos, sino de lo que Croce llama «lenguaje» y e lingüística». Los dos términos son empleados por el filósofo italiano en sentido restrictivo (Croce no llama .lenguaje,., sino «hechos prácticos» o «pw-o sonido" lo que no es expresión poética, y no llama clingüistica. sino «actividad didascálica» lo que no es teoría del lenguaje, de su "len­guaje,., es decir, estética), así como el término «expresión .. indica en sus enunciados lo que llamaríamos más bien "exteriorización» (d. la Kund­gabe de Bühler), o sea, una única función de la expresión lingüistica. Son, éstas, ·convenciones semánticas que encuentran su aplicabilidad en la interpretación y comprensión del sistema de Croce, pero no fuera de él. Además, Croce nos dice que la lingüística general se identifica con la esté­tica cen lo que tiene de reducible a filosofía» y "como verdadera ciencia». Pero «aspecto de una ciencia reducible a filosofía» = «verdadera ciencia» es una nueva convención semántica, que puede aceptarse o rechazarse. Finalmente, si se llama «estética»" la ciencia de la expresión, de toda la expresión, podemos y debemos aceptar que se identifica con ella la «cien­cia del lenguaje» (de lo que Croce llama «lenguaje.), o, mejor, lo que Croce llama «ciencia del lenguaje", pero no necesariamente que se identi­fica con la misma «estética» lo que otros, y en primer lugar los lingüistas, llaman «lingüística». En efecto, esta última ciencia tiene aspectos que no son reducibles a filosofía. El problema mismo de la «lingüistica» sin adje­tivos (¿cómo se presenta, cómo se manifiesta el lenguaje?) es distinto del problema de la «lingüística como filosofía» o «filosofía del lenguaje» (¿qué es el lenguaje?). Y toda la ciencia trabaja necesariamente con generaliza­ciones, que son abstracciones, «formalizaciones ... Por esto, si Croce tiene

48 G. NBNCIONI, Idealismo e realismo nella sciem;a del linguaggio, Flo­rencia, 1946. págs.( 109-110.

49 B. CROCE, E$t.e.t.[Cjl come scienza dell'espressione e linguistica gene­rale, l." ed., Palermo, 1902; trad. esp., 2." ed., Madrid, 1926, partic. capí­tulo XVIII, págs. 17~186. También varias obras sucesivas.

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perfecta razón al colocarse, como filósofo del lenguaje, en la realidad con­creta de éste, que es el hablar, también tiene sus razones Saussure al exigir que el lingüista, como científico, se coloque en el plano de la abs­tracción que llamamos lengua (con lo cuai no se quiere decir que el lin­güista deba ignorar o perder de vista el hablar concreto, sobre cuya base hace sus generalizaciones), del sistema lingüístico que también Croce ve, de alguna manera, como opuesto a la expresión individual, pero que, según él, sería «una construcción empírica sin existencia real •. Con este último enunciado, un poco modificado (<<una abstracción sin existencia concreta») pueden estar de acuerdo la mayoría de los lingüistas, pero ninguno de ellos piensa por ello quitar valor a su investigación, dado que justamente esa abstracción es objeto de gran parte de la lingüística, dado que abstracciones semejantes son todas las llamadas .. instituciones socia­les», y que con abstracciones del mismo tipo trabaja toda una serie de ciencias, que son tales justamente porque no se limitan a registrar y cla­sificar el material concreto que se presenta de manera inmediata a la consideración. Es que Croce, oponiéndose, justamente, a la consideración «materialista» de la lengua como realidad autónoma, como organismo independiente de los individuos hablantes, ha caído en la exageración contraria, que es la de considerar el lenguaje como fenómeno exclusiva­mente subjetivo y de negar toda objetividad a la lengua como sistema. Pero objetivismo --co'mo ya otros han observado- de ninguna manera quiere decir «materialismo» (la «lengua» es un «objeto» inmaterial, abs­tracto), y el idealismo filosófico puede perfectamente conciliarse, s'in nin­gún compromiso teórico, con el objetivismo y hasta con el estructura­lismo lingüístico so.

Quedando en el terreno de la filosofía del lenguaje, Croce no tuvo que modificar su posición, pero seguramente lo habría hecho si se hubiese ocupado de lingüística histórica, como le tocó a su amigo y discípulo ale­mán Vossler. En efecto. éste partió, en sus primeras obras 51, de un cro­ceanismo intransigente, para llegar, en varios ensayos sucesivos 52, a una concepción mucho más conciliadora, requerida por su misma labor de

so Cf. G. NENCIONI, Ob. cit., pág. 110. 51 K. VOSSLER, Positivismus und ldealismus in der Sprachwissenschaft,

Heidelberg, 1904, y Sprache als SchOpung und Entwicklung, ibid., 1905; trad. esp. de ambas obras, Positivismo e idealismo en la lingüística, Ma­drid, 1929.

52 Reunidos en su mayoría en Gesammelte Aufsiitze zur Sprachphilo­sophie, Munich, 1923, trad. esp., Filosofía del lenguaje, B. Aires, 2 .. ed., 1947.

T. LENGUAJl!.-3

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lingüísta 53. En el comienzo, Vossler considera como único objeto de la lingüística la parole (y precisamente la parole poética) y propone esencial­mente una convención semántica como las de Croce, identificando la ciencia de'I lenguaje con la del estilo (lingüística = estilística) y eliminando de la lingWstica (o de la «verdadera lingüística» = estética) toda investi­gación no-estética, que atribuye a la Kulturgeschichte, a la historia de la cultura. Pero en lo sucesivo llega a una serie de oposiciones como: as­pecto estético o creativo - aspecto histórico o evolutivo, unificación­diferenciación, individuo-ambiente lingüístico, etc. (que son, en parte, re­tornos a Humboldt y, en parte, concesiones inconfesadas al saussureanis­mo), y llega hasta admitir la lengua como pensable .. in abstracto COmo un sistema de conducciones» y representable como una mediación o _me­dium entre el individuo y su comunidad lingüística» 54.

No diríamos, parafraseando una expresión de Jaberg 55, que 'el mérito del idealismo está más bien en un aspecto negativo, en lo que ha elimi­nado de la lingüística. que en el aspecto positivo, en lo que ha aportado a nuestra ciencia', porque allí están para desmentimos la revalorización de la lengua literaria, el florecimiento de los estudios estilísticos, las historias de las lenguas concebidas en íntima relación con la historia de la cultura y del gusto; pero, indudablemente, la lingüística idealista ha contribuido muy poco a la dilucidación de las relaciones entre lengua y habla, que no es un pseudo-problema ni un problema sin importancia, sino el problema mismo de la constitución de la lingüística como ciencia perfectamente consciente de su objeto.

Tampoco puede considerarse como contribución importante la doc­trina -<ddealistizante» más bien que idealista- sostenida en varias obras por Giulio Bertoni 56, quien, a la dicotomía de F. de Saussure (langage = langue - parole), quisiera oponer una concepción aparentemente mo­nista de una única realidad -la «expresión concreta_, que podría estu­diarse en su totalidad, pero también en su momento subjetivo, de crea­ción o estético, llamado <<lenguaje» (linguaggio) , o en su momento obje-

53 Cf. G. NENCIONI, Ob, cit., passim y partic. cap. IV, págs. 45--62, y capítulo V, págs. 65-79.

54 K. VOSSLER, Filosofía del leng., pág. 223. 55 Cf. G. NENCIONI, Ob. cit., pág. 70. 56 G. BERTONJ, Programma di filo logia romanza come scienza idea/isti­

ca, Ginebra, 1922; Breviario di neolinguistica, Modena, 1928, Parte 1, Prin­cipi generali, parto caps. I y n, págs. 9-40; Introduzione alta filologia, Mo­dena, 1941. Cf. también arto Linguaggio en la Enciclopedia italiana, XXI, páginas 199 y sigs.

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Uvo, instrumental, llamado «lengua. (lingua). El deruruaie. estaría en la actividad del pensamiento, sería cel mismo momento estético del pel)Sa­miento» y se manifestaría cen el acento, en el timbre, en la tIODalidad Y en el color que aswne en cada hablante la lengua.. El momento oh­jetivo sería «pensamiento pensado», "la lengua de la cultura, la lenJUll instrumental, la lengua que está a disposición de todos y que puede estu­diarse de varias maneras, como hecho físico, como hecho social o como medio de comunicación, etc .• 57• La «verdadera lengua. sería el denlJWl.ie individual., y la abstracción de una clengua,. latina o italiana, etc., sería justificada y legítima desde un punto de 'vista didáctico, de simple opor­tunidad práctica o comodidad empírica, pero constituiría un error desde el punto de vista cientificl>especulativo. La concepción de Bertoni ha sido criticada como contradictoria, por el hecho de no ser croceana (o no ser enteramente croceana), por B. Croce 58, y como incoherente desde el punto de vista linlÜístico, particularmente por G. Nencioni 59. En efecto, DO se logra comprender bien hasta qué punto el «lenguaje,. de Bertoni se iden­tificaría con lo que, se¡ún Croce, sería todo el lenguaje, hasta qué punto se trataría del pensamiento mismo en actividad y hasta qué punto se identificaría con la parole de Saussure o con aspectos de ella (tono, acento del hablante, etc.). Por otra parte, su justificación teórica de la «lengua. resulta insatisfactoria: la lingüística sería realmente una extra­tia ciencia si su objeto fuera producto de un .error. científico. Además, esa .lengua. tan precariamente constituida sería un objeto de cierta manera material o natural (<<lingua naturale») y podría estudiarse natu­ralísticamente.'Sin embargo, nos parece que hay que mantener de Bertoni la....jdea que consideramos fundamental en su cc;mcepción, es decir, que la realidad primaria del lenguaje es la expresión concreta. sobre la cual 1!L ci~Ilciª. lingüística estructura sus indispensables abstracc;jones' pero esto no significa para nosotros que las mismas abstracciones no existen en la conciencia de los hablantes, como virtualidades. prontas para ser actualizadas.

Las concepciones de Croce y de Bertoni han contribuido evidentemen­te a renovar y vigorizar los estudios lingiüsticos, sobre todo en Italia, y han dejado huellas más o menos profundas en las actitudes teóricas de muchos lingüistas italianos. y, quizá, la doctrina de Bertoni haya sa-

57 ¡ntrod. a la filol., págs. 10 y sigs. 58 La füosofia del linguaggio e le me condi .. ioni presenti in Italia,

en cLa Critica., XXXIX, 1941, y luego en Discorsi di varia füosofia, I, Bari, 1945, págs. 235-250.

59 Ob. cit., partic. Cap. n, págs. 17-26.

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tisfecho a los ¡lotólogos más que la de Croce (ya que las teorías menos coherentes no son siempre las menos fructuosas). Pero, en general, am­bas han sido superadas, y a esta superación no ha dejado de contribuir el parangón con la doctrina saussureana. Hoy, aun los que no se ocupan en particular de lingüística teórica y aceptan formalmente el pensamiento de Bcrtoni 6() recurren también al auxilio de otros pensadores y llegan a concebir las lenguas como «instituciones sociales», como «sistemas de hechos .. , como .. determinaciones históricas del lenguaje», considerando el momento estético como .momento inicial,. de la lengua y confor­mándose con subrayar «la necesidad de integrar la lingüística con una sección que estudie el elemento estético" del lenguaje como .factor de­terminante del desarrollo lingüístico» 61.

3. 10. El concepto de «lengua» como determinación histó­rica del lenguaje ha sido desarrollado de manera admirable, a través de varias obras y varios cursos universitarios, por Apta­

njno pa~Jjaro 62, quien parte, justamente, de la realidad con­creta del individuo hablante y de ]a consjderación del lenguaje como actividad caeDoscjtivli, para ll~¡u.----.a...JéLle.tIgUa, que es "proyección objetiva v, al mismo tiempo, condición técnica» del lenguaje (actividad lingüística). La «lengua» pertenece al indi­yjduo y al mismo tiempo a su comunidad, y en el mismo indi­viduo se presenta como alteridad, como algo que pertenece también a otros; es «objetivación concreta de la actividad lin­~Üística de un grupo humano en el espacio y en el tiempo» 63 ••

60 V., por ej., CARLO BArnSTI, Alle tont; del latino, Florencia, 1945, capí­tulo 1, pág. 5 y sigs. cr. también G. BOTTIGLIONI, JI prol?lema glottolog;co nei SUD; orientamenti, Bologna, 1946 (sep. del Rendiconto delte Sessioni delta Accademia delle Scienze dell'lstituto di Bologna, Classe di Scienze motali, Serie IV, vol. IX), págs. 33-34.

61 C. BATTISTI, Ob. cit., lug. cit. 62 A. PAGLIARO, Sommario di linguistica arioeuropea, 1, Roma, 1930;

L'unitd arioeuropea, Roma, 1942, y partic., Corso di Glottologia, Roma. 1950, 1- Questioni teoriche, cap. IV, págs. 57·103, de donde citamos.

63 .Infatti, neHa sua formazione e nella sua struttura, la lingua e pre­cisamente l'obiettivazione concreta delle forme in cui si e atteggiata l'attivita linguistica di un gruppo umano neHo spazío o nel tempo. Essa e un aspetto, forse il piu típico ed importante, di quell'uscire da sé a rea-

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También en el tiempo, porque la unidad lingüisticano es sólo sincrónica, sino también diacrónica, es continuidad. La lengua es "una de las condiciones más típicas» de la solidaridad de los sistemas «en los que se realiza la vida histórica del género hu­mano». Como unidad, la "lengua» es un sistema de elementos y relaciones, y, como tal, se opone a otras }enguas, pero dentro del sistema «queda amplia libertad para las manifestaciones del habla», de la creatividad individual, dado que el sistema sólo limita el arbitrio. Finalmente, cada sistema presenta una fisonomía particular, por la diversidad del distinguir y la di­versidad del conocer, que se manifiestan en las lenguas en el sistema fonológico, en el signo léxico y morfológico y, respec­tivamente, en el sistema semántico, en el cual se refleja una particular clasificación de lo real y un grado específico de abs­tracción en la clasificación misma 64.

Es evidente que Pagliaro se acerca al estructuralismo en la consideración de la "lengua» como sistema objetivo, sólo que proyecta ese sistema en la historia como manifestación de la unidad y solidaridad de un grupo humano. Mas ¿es ese sistema un sistema concreto? ¿O existe sólo en la conciencia de la solidaridad lingüística y espiritual que se comprueba en los hablantes? Pues es evidente que el sistema se concreta, para emplear la imagen de v. Wartburg, sólo en «el haz de luz_ de los actos lingüísticos. Creemos que Pagliaro no podría dejar de admitirlo, dado que para él el propio acto lingüístico individual es un acto no sólo de habla, sino también de lengua, porgue el individuo 'no se contrapone a la colectividad, sino que es él mismo colectividad' 6S, y la «lengua representa con respecto al

lizzarsi in fonne durature, che e appannaggio dell'uomo, per la sua stessa natura» (Corso di Glottol., 1, pág. 61).

64 Cf. CLG, págs. 191-206. 6S Corso di Glottol., r, pág. 61. A esta visi6n hist6rico-sistemática de la

lengua se acerca, en lo esencial, la de E. Dtto, quien, jndependientemente de F. de Saussure, distingue en el lenguaje el acto lingüístico, al mismo

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individuo un universal concreto, histórico, en el que él se re@~ liza como hablante. 66. . .

4. 1. Las concepciones hasta aquí expuestas, que son todas post-saussureanas y muchas de ellas declaradamente csaussu­reanas., y que no son siquiera todas las que se han enunciado hasta la fecha, presentan, como se ha visto, evidentes y serias divergencias acerca de la definición de los dos conceptos funda­mentales, lengua y habla: se establecen en ellas toda una serie de oposiciones, casi nunca en términos totalmente· idénticos.

4. 2. lA qué se deben esás divergencias? En primer'lugar, sin duda, a la diversidad de los puntos de vista, de los planos en los que se establecen las oposiciones.

Algunos estudiosos consideran el lenguaje, en primer tér­mino, en sus determinaciones externas, en su existencia en el individuo y en la comunidad, y establecen, por consiguiente, oposiciones coro" aspecto individual - aspecto social; acerVo lingüístico individual - acervo lingüístico social; actos lingüís­ticos individuales - uso lingüístico de la comunidad; actos in­dividuales - patrimonio o institución social; actos individua­les - producto histórico colectivo. Otros consideran el lenguaje desde el punto de vista de su cconformación,. y oponen, por lo tanto, el aspecto ocasional al aspecto general, la unicidad a la repetición, 10 asistemático a 10 sistemático, la realización al sistema, el impulso expresivo al sistema funcional. Y otros interpretan la distinción saussureana como idéntica a la de Humboldt (enérgeia-érgon, Tiitigkeit-Werk) y oponen, por consi­guiente, actividad lingüística a producto lingüístico; o como el revés de la oposición de Humboldt: saber - actividad, acervo lingüístico - hablar, acervo lingüístico - funcionamiento lin-

tiempo individual Y social, y la lengua, producto históricCH:ultural (his­torisch gewordenes Kulturprodukt). ef. Atti cit., pác. 353.

66 L'unitt} arioeuropu, cit. según G. Nencioni, Ob. cit., páa. 79,

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güístico, instrumento - empleo; o, mejor, ven el habla como un eslabón entre dos «lenguas» (condición previa - actividad lingilistica - producto). Ciertos estudiosos consideran que se trata de una oposición entre concreto y abstracto (material -formal, real - ideal, efectivo - virtual o potencial); otros opo­nen lo psioo-físico a lo puramente psíquico (realidad psicofísica individual - realidad psíquica social), y otros lo subjetivo a lo objetivo, la libertad a las reglas, a la imposición social, o, haciendo hincapié en fu;nciones particulares del lenguaje, la expresividad a la convencionalidad, el aspecto afectivo y voli­tivo al aspecto de comunicación. Otras discrepancias se deben a que los grados de abstracción que se toman como base para definir la «lengua» no son idénticos (puesto que se va desde el sistema de palabras concretas de PenttiHi a la «red de funcio­nes» de Hjelmslev), o a que se define a veces la lengua con respecto al habla y otras veces el habla con respecto a la lengua (y no es ésta una fútil cuestión de prioridad, puesto que, sobre todo el concepto de lengua, cambia necesariamente según la perspectiva en la que nos coloquemos), o se deben a particula­res convenciones semánticas, como las de identificar «abstracto» con «irreal» (Croee, Bertoni) o «concreto» con «objetivo» (Pa­gUaro). Además, puede intervenir una consideración histórica, como la de Pagliaro, opuesta a la concepción generalmente sin­crónica de la mayoría de los estudiosos, y los varios puntos de vista pueden interferir, por lo cual se oponen hechos no-corre­lativos (por ej., actividad-sistema), o pueden combinarse y aso­ciarse en la caracterización de los conceptos que se pretende definir. Así, por ej., el carácter social interviene en casi todas las. definiciones, pero mientras que unos pocos estudiosos en­cuentran ese carácter social en el mismo individuo y en sus actos (Jespersen, Gardiner, Pagliaro, Otto), otros consideran un individuo abstracto, asocial, opuesto a la colectividad, y no elemento de la misma y coordinado con ella.

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Se llega de esta manera a atribuir distintas extensiones, a veces contradictorias, a los dos conceptos .. El habla es para algunos el impulso hacia la expresión (Sechehaye, Brendal), para otros se identifica con el acto lingüístico (Jespersen, Gar­diner) o con la producción de ese acto (Palmer, Bertoni); o comprende todos los actos lingüísticos individuales, sobre todo en cuanto vitales, afectivo-volitivos (BaIly), o en cuanto no sistemáticos (Penttila); o es el aspecto material y psíquico de esos mismos actos; y para otros todavía es lo mismo que acer­vo o uso lingüístico individual (Jespersen), o se identifica con el aspecto cada vez nuevo e inédito de los actos lingüísticos. La lengua. por otro lado, es la condición que hace posible el ha­blar, es el «producto del hablar como tal, o el mismo «produc­to» considerado sistemáticamente; es para algunos el acervo lingüístico individual y para otros el llamado acervo Jingilistico social; es el sistema abstracto que gobierna el hablar, o es lo espiritual del lenguaje opuesto a lo material, lo virtual opuesto a lo concreto; es suma, o cualquier suma, de actos lingüísticos (cf. Porzig, o las 'colecciones de material' de las que habla Gar­diner), o sistema de actos lingüísticos, o el sistema de normas y convenciones que gobierna el hablar, que se aplica en los actos lingüísticos concretos. Por lo tanto, lengua y habla apare­cen como conceptos de extensión variable: lo que es lengua en una concepción es habla o, por lo menos, es en parte habla en otras concepciones, y viceversa; y en cada una de las concep­ciones particulares aparecen inevitables incoherencias más o menos graves.

4. 3. Mientras que las discrepancias dependen fundamen­talmente de la diversidad de los puntos de vista adoptados, las incoherencias se deben a una serie de razones más Íntimas y que conciernen, por un lado, al planteamiento, y por otro, al fondo mismo del problema: 1) el hecho de que las distinciones se establecen en un lenguaje abstracto, apriorísticamente con-

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cebido como entidad orgánica que se manifestaría en varios planos; 2) la tendencia a considerar la lengua y el habla como dos realidades autónomas, como dos componentes del lenguaje; 3) la insuficiencia misma de la dicotomía, que, o no agota la compleja realidad del lenguaje, o debe necesariamente aunar aspectos heterogéneos bajo un mismo rótulo; 4) la interferen­cia entre los varios puntos de vista, con consecuente oposición establecida entre planos no-correlativos; S) el hecho de consi­derarse equivalentes, desde el punto de vista de la extensión. conceptos como «acervo lingüístico», «aspecto social del len­guaje», «sistema», «sistema funcional» (lo cual, naturalmente, constituye corolario de 4).

S. 1. Ahora, del análisis y de la crítica de las varias doc­trinas expuestas, hemos deducido que: 1) de una manera con­creta. el lenguaje existe sólo y exclusivamente como hablar, como actividad lingüística; 2) lengua y habla no pueden ser realidades autónomas y netamente separables, dado que, por un lado, el habla es realización de la lengua, y, por otro lado, la lengua es condición del habla, se constituye sobre la base del habla y se manifiesta concretamente sólo en el habla; 3) los rótulos bajo los cuales se distribuye la realidad del lenguaje pueden multiplicarse, según los puntos de vista y los criterios adoptados; 4) la mayoría de las veces las oposiciones que se establecen sólo constituyen caracterizaciones e interpretaciones de una oposición fundamental entre virtual y real, abstracto y concreto (sistema - realización); S) los varios conce,ptos a los que se da el nombre de lengua (<<acervo lingii1stico» «uso lingüístico de una comunidad», «sistema funcional., etc.) no son equivalentes, porque representan rustmtos tipos y distintos grados de abstracción. . ~~--

S. 2. Consideramos, por lo tanto, que una doctrina cohe­rente y realista acerca de las distinciones que han de hacerse en el lenguaje deberá fundarse en los siguientes principios:

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1 las eventuales distinciones y oposiciones deben estable­cerse en primer lugar en la realidad concreta del lenguaje, o sea en el hablar;

¡@ al hablar como tal no se le puede oponer como realidad distinta la lengua, dado que ésta está presente en el hablar mis­mo y se manifiesta concretamente en los actos lingüístioos; los ténninos como lengua y habla no designan secciones autónomas y ni siquiera «manera de presentarse la lengua., sino más bien distintos puntos de vista, o sea maneras de encarar el feJi& meno IiñgiiíStico, distintos grados de formalización de la mis­ma realidad objetiva;

Q) adoptado el criterio de los distintos grados de abstrac­ción, habl't que reconocer y nombrar las diferenciaciones que se destaquen, sin tratar de reducirlas a los moldes de la famosa di~omía; ~ el plano en el que hay que hacer las distinciones es el

plano de la «conformación. del lenguaje, el plano en el que se considera cómo se manifiesta ese fenómeno, y no el plano de su esencia, de su realidad intrínseca, que es un plano de unifica­ción y síntesis, no de diferenciación y análisis; el punto de vis­ta de las determinaciones externas del lengui1je se considerará en segundo término, como caracterización ulterior de lo esta­blecido en el plano antedicho: se considerará particularmente la determinación individuo-colectividad (uno - muchos), y no las determinaciones físicas y psíquicas (en cuyo campo no se establecen relaciones múltiples del tipo de las que nos intere­san, sino otras, estrictamente binarias, relaciones generales de forma y contenido: sonido - significado, material - inmate­rial, articulaciÓD - impulso expresivo); pero el elemento social se comprobará en el mismo hablar individual, abandonándose toda ficticia oposición entre un «individuo asociab y una «so­ciedad extraindividuaI.; ~ algunos de los conceptos con los que se identifica la

«le~8lt quedan eliminaaos de nuestra consideraciól1 poi' lo

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Sistema, normll y habla 43

establecido en 4); así, el concepto de «acenro lingüístico», que es un concepto psicológico y, por lo tanto, pertenece a la psico­logía del lenguaje más bien que a la lingüística propiamente dicha; pero, aUn entre ciertos conceptos efectivamente lingüís­ticos, como «uso lingüístico de una comunidad. y «sistema fun­cionab, hay una neta diferencia de plano abstractivo: justa­mente, la distinción que entendemos establecer entre nOrmJl

y sistema.

III. INSUFICIENCIA DE LA DICOTOM1A SAUSSUREANA

1. 1. Una segunda serie de sugerencias acerca de la posi­bilidad y necesidad de distinguir entre norma y sistema, así como acerca del lugar donde hay que establecer la distinción, nos ha llegado de la fuente misma de la oposición fundamental entre lengua y habla, es decir, del Curso de Saussure. El ex­traordinario libro póstumo del maestro ginebrino contiene, tam­bién bajo este aspecto, preciosas ideas e intuiciones suscep­tibles de desarrollo -en sentido positivo o negativo-, así como contiene el embrión y semilla de tantas doctrinas y actitudes de la lingüística actual. En efecto, como se habrá visto por las notas, casi todos los enunciados acerca de lengua y habla re­presentan paráfrasis, desarrollos o interpretaciones, a menudo unilaterales, de puntos de vista saussureanos. Conviene, por lo tanto, volver a la obra de Saussure, para encontrar el origen de las dificultades, contradicciones e incoherencias señaladas en dichos enunciados, como también para hallar eventuales su­gerencias en vista de una solución más aceptable del problema.

1. 2. Varios críticos, entre otros Schuchardt y Rogger, han señalado contradicciones, incoherencias, lagunas y puntos oscuros en la misma concepción de Saussure 67. Ahora, que en el Curso haya una multitud

67 a. G. NENCIONI, Ob. cit., págs. 143 y sigs. Cf. también K. BtlHU!ll, Ob. cit., págs. 17-20 y 62 Y sigs., y A. I'ENTrIÜ, Como cit., p~. 157.

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de sugerencias susceptibles de desarrollos contradictorios nos parece evidente y demostrado. Pero no nos atreveriamos a inferir de ello una fundamental incoherencia de la doctrina saussureana, puesto que, si es verdad que 'a muchas tesis del maestro ginebrino pueden oponerse antf­tesis deducidas de su misma obra', también es verdad que a las interpre­taciones unilaterales y contradictorias pueden oponerse interpretaciones coherentes, más orgánicas y objetivamente más justificadas, como lo ha demostrado Henri Frei, en sú re"S¡fu-esta-á--créffiSCriticas de E. Buys. sens 68. Lo que sí hay que admitir es que la concepción de Saussure ofrece dificultades de interpretación; que -por las mismas condiciones de -notas de clase» en las que se publicó su obra- muchos puntos que­dan en ella oscuros, o insuficientemente elaborados, o no bien fundados; que ciertas soluciones se encuentran en su libro sólo esbozadas, o apenas aludidas, y ciertas dificultades se presentan todavía como no perfecta­mente resueltas; que, en muchos aspectos, Saussure, como pensador ligado en parte a la mentalidad de su época, se queda en la mitad del camino por él mismo abierto. Quizá justamente por esto se descubra en su libro ---a>mo observa Bühler 69_ algo nuevo cada vez que se vuelve a consultarlo.

2. 1. ¿Cuál es la oposición fundamental de Saussure? El hlJbla (parole) se identifica, evidentemente, para él con la actividad lingüística concreta o, por lo menos, con ~an parte de ella: es «fonación», «ejecución de las imágenes acústicas», más aún: toda la «actividad del sujeto hablante»; es «la parte individual del lenguaje», «lo qu_e _ es accesorio y más o menos accidentab~ una realidad psico-física que se opone a la realidad puramente psíquica de la lengua; es «la suma de todo lo que las gentes dicen» y comprende «combinaciones individuales, dependientes de la voluntad de los hablantes» y «actos de fo­nación igualmente voluntarios, necesarios para ejecutar tales combinaciones ... No hay en ella «nada de colectivo», «sus mani­festaciones son individuales y momentáneas» 70.

68 HENRI FRE!, Saussure contre Saussure?, CFS, 9, Ginebra, 1950. 69 K. BtlHLER, Ob. cit., pág. 17. 10 CLG, págs. 57-59 y 63-65.

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2. 2. Ya veremos pronto que ese concepto del hablar cno colectivo, individual, accidental y momentáneo» resulta, a la luz 'de la misma doctrina de Saussure, unilateral e insuficiente. Pero consideremos antes su concepto de lengua. En realidad, se pueden distinguir en Saussure, no uno, sino tres conceptos de lengua: a) acervo __ lin¡iiístico; b) institución social; c) siste­ma funcional.

a) La lengua es una realidad psíquica que comprende sig­nificados e imágenes acústicas 71'is «un sistema gramatical virtualmente existente en cada c rebro, o, más exactamente, en los cerebros de un conjunto de individuos» 72; es «una suma de acuñaciones depositadas en cada cerebro, más o menos como un diccionario cuyos ejemplares, idénticos, fueran repartidos entre los individuos» 73. La lengua «es el conjunto de hábitos lingüísticos que permiten a un sujeto comprender y hacerse comprender» 74 y «las asociaciones ratificadas por el consenso colectivo, y cuyo conjunto constituye la lengua, son realidades que tienen su asiento en el cerebro» 75.

b) Pero esa realidad psíquica es para Saussure, al mismo tiempo, una realidad social, un «producto» o «institución sa­ciah, como ya había sostenido Whitney, ~orque la lengua no está completa en ningún individuo, «no ~xiste perfectamente. ,más que en la masa» 76; es «a la vez un producto social de la facultad del lenguaje y~n conjunto de convenciones necesarias adoptadas por el cuerpo social para permitir el ejercicio de esa facultad en los individuos» 77; es «producto social depositado en el cerebro de cada uno» 78, «la parte social del lenguaje, exte-

71 CLG, págs. 58-59. 72 CLG, pág. 57. 73 CLG, pág. 65. 74 CLG, pág. 144. 75 CLG, pág. 59. 76 CLG, pág. 57. ,,/(.,.'.'(

77 CLG, pág. 51. 78 CLG, pág. 71.

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por al individuo, que por sí solo no puede ni crearla ni modifi­~la; no existe más que en virtud de una especie de contrato establecido entre los miembros de una comunidad. 79.

e) Mas lo importante es, sobre todo, que esa realidad es una realidad sistemática y funcional. La lengua -y esto ya nos parece independiente de su realidad psíquica y de su determi­nación social- es para Saussure «un sistema de signos distin­tos que corresponden a ideas distintas» 80, es un «código-", Hn sistema en el que «sólo es esencial la unión del sentido y de la imagen acústica- 82. 1& lengua. como realidad psíquica, es para Saussure «un objeto de naturaleza concreta» 83, pero ese último concepto, eminentemente funcional, lo lleva muy lejos de todo lo que puede llamarse concreto. En efecto, así con­cebida~ la lengua «es una forma, no una sustancia» 14, es un «juego de oposiciones»; 'lo único esencial en ella es que un signo no se confunda con otros' 85; «en la lengua no hay más que diferencias» 86; «un sistema lingüístico es una serie de diferencias de sonidos combinados con una serie de diferen­cias de ideas» lr1 y «en un estado de lengua todo se basa en relaciones J) 88.

Esos tres conceptos, correspondientes a tres oposIcIones (realidad psico-física - realidad psíquica, aspecto individual -especto social, concreto - abstracto o realización - sistema), coinciden, indudablemente, en gran parte, pero de ninguna ma­nera son idénticos y, sobre todo, no se establecen en el mismo

79 CU;, pág. 58. 80 CLG, pág. 53. 81 CLG, pág. 57. 82 CLG, págs. 58-59. 83 CLG, pág. 59. 14 CLG, pág. n. IS CLG, pág. Jl2. 16 CLG, pág. Jl3. !t7 CLG, pág. 3)3. 88 CLG, pág. 7111.

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plano, sino en tres planos distintos, es decir, que manifiestan la interferencia de tres puntos de vista. En la doctrina de Saussure, ellos aparecen entremezclados; sus contornos RO

aparecen definidos ni se establecen las necesarias diferencias entre ellos; sin embargo, no se trata, según nosotros, de ver­dadera incoherencia, sino más bien de insuficiente desarrollo; no se trata de verdaderas definiciones, sino más bien de ten­tativas de caracterización de una intuición importante, pero todavía algo imprecisa. Además, nos parece evidente que, si bien los tres conceptos se presentan como simultáneos, la incli­nación de Saussure va decididamente hacia el tercero, que es el que se aplica en la distinción entre lingilistica interna y ex­terna 89 y, en general, en la discusión de los problemas de la lingüística sincrónica 90.

2. 3. La insuficiencia e imprecisión de la dicotomía saussu­reana aparecen más evidentes si se les aplica el nuevo esquema propuesto por BÜhler 91. Observa este estudioso que, para que adquieran precisión y fundamento más sólido, las distinciones en el lenguaje deben hacerse desde dos puntos de vista: 1) des­de el punto de vista de la relación con el sujeto hablante (1 - fenómenos referidos al sujeto; 11 - fenómenos desliga­dos del sujeto); y 2) _desde el punto de vista del plano de abstracción considerado (a - fenómenos considerados en un grado inferior de fonnalización, prácticamente fenómenos concretos, y b - fenómenos considerados en un grado superior de formalización, entidades abstractas). Combinando los dos puntos de vista (individual - extraindividual o, mejor, inter­individual o intersubjetivo; concreto - abstracto) se distin­guen los cuatro conceptos siguientes:

89 CLG, págs. 67 y sigs. 90 CLG, 2." parte, págs. 175-230. 91 K. BÜHrnR, Ob. cit., págs. 62 y sigs.

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48 Teoría del lenguaje y lingüística general

1) la acción verbal ( Sprechhandlung), que es la acción mis­ma de hablar, conswértda en sí y en su momento de produc­ción (individual/concreto, la);

2) el acto verbal (Sprechakt), que es la atribución de una significación a un medio lingüístico (individual/formal, lb);

3) el producto lingüístico (Sprachwerk), resultado de la acción verbal considerado fuera de su producción y de su rela­ción con las vivencias del individuo productor (interindivi­dual/concreto, IIa);

4) .la forma lingüística (Sprachgebilde), el mismo producto considerado abstractamente, como species o «clase de clases», es decir, en su valor funcional, separado de las circunstancias de la situación verbal concreta (interindividual/fonnal, IIb).

Tenernos, por consiguiente:

-desde el punto de vista de la relación con el hablante: 1) en el plano concreto: acción verbal, A (fenómeno subjetivo) y producto lingüístico, P (fenómeno intersubjetivo); 2) en el plano fonnal: acto verbal, Ao (fenómeno subjetivo) y forma lingüística, F (fenómeno intersubjetivo);

-desde el punto de vista del grado de formalización: 1) en el plano individual: acción verbal (fenómeno concreto) y acto verbal (entidad fonnal); 2) en el plano ·interindividual: produc­

to lingüístico (fenómeno concreto) y forma lingüística (entidad formal).

o sea, el siguiente esquema:

1 11

:1 A p

Ao F

En realidad, Bühler no supera aquí la dicotomía saussurea­na, sino que simplemente la combina -y esto resulta suma-

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Sistema, norma y habla 49

mente provechoso-- con la otra dicotomía famosa, la estable­cida por Humboldt: enérgeÚl (Tiitigkei't) y érgon (Werk).

En efecto, la distinción fundamental de Saussure se esta­blece, como vimos (3er. concepto de «lengua»), entre concre­to y abstracto o formal (ideal, funcional), y esto a pesar de la afirmación según la cual también la lengua sería «concreta_ (probablemente, tendríamos que traducir con «rea!»). Pues para Saussure es habla (parole) tanto la acción individual momen­tánea (Sprechhandlung), como el producto asistemático de una serie de tales acciones (cf. la fórmula saussureana del habla: 1 + l' + 1" + 1'" ... )92, es decir, lo que Bühler llama Sprachwerk; es, en cambio, lengua (langue) el sistema de for­mas lingüísticas (Sprachgebilde; cf. su fórmula 1 + 1 + 1 + 1... = 1) 93, como debería ser hecho de lengua, por su carácter for­mal, lo que Bühler llama Sprechakt. Es decir, que la oposición de Saussure se establece fundamentalmente en el sentido de la sección horizontal del esquema de Bühler.

La distinción de Humboldt se establece, en cambio, entre individual e interindividual, entre actividad y producto. Para él sería enérgeia (diríamos, aquí, habla) lo que Bühler llama Sprechhandlung y Sprechakt; sería érgon (lengua) lo que Büh­ler llama Sprachwerk y Sprachgebilde 94. Es decir, que la opo­sición humboldtiana se establece, fundamentalmente, en el sen­tido de la sección vertical del esquema de Bilhler.

92 CLG, pág. 65. 93 Ibid. 94 El hecho de que Büh1er emplee el prefijoide Sprech- (de sprechen,

hablar) para los términos que se refieren al aspecto subjetivo y emplee, en cambio, Sprach- (Sprache, lengua) para los que se refieren al aspecto intersubjetivo, parece indicar una aceptación implícita de la oposición de Humboldt, a pesar de que su concepto de «lengua» coincide con el de Saussure (sistema de formas lingüísticas). En términos saussureanos, ha­bría que decir más bien: Sprechakt (acto de habla) y ·Sprechwerk (pro­ducto de habla), Sprachkt (acto de lengua) y Sprachgebilde (forma lino güística).

T. LENGUAJE.-4

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50 Teoría del lenguaje y lingüística general

Las dos oposiciones se sitúan, pues, de la siguiente manera:

concre to

form al

individual subjetivo

acción verbal

acto verbal

EN~RGEIA I + Humboldt

«extraindividual» intersubjetivo

producto lingüístico

fonna lingüística

:eRGON

w",:, PAR OLE

LAN de Saussure

GUE

Bühler parece entender que, según Saussure, la paro le co­rrespondería sólo a la acción verbal (cf. la interpretación de Jespersen); pero la fórmula misma de la parole dada por el maestro ginebrino indica que ella contiene también el producto lingüístico. El esquema de la oposición saussureana debería ser, por lo tanto, el siguiente:

PAROLE

acción verbal producto lingüístico

acto verbal forma lingüística

I ______ ~~~_----I LANGUE

Pero Saussure agrega a su oposición fundamental (concr&­to - abstracto) una distinción secundaria individual - social (es decir, individual - interindividual), eliminando de la «len­gua» todo lo que no es «forma lingüística» (entidad abstracta, funcional, intersubjetiva), o sea tanto lo que es acción indi­vidual concreta y momentánea (acción verbal) y el respectivo resultado asistemático (producto lingüístico), como lo que es formal, pero, al mismo tiempo, subjetivo (acto verbal). Con eso su esquema se vuelve:

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Sistema, norma y habla

acción verbal producto

lingüístico

................. ~----------------I~ acto

verbal forma

lingüística

51

LANGUB

Además, Saussure ignora casi constantemente lo que en la actividad lingüística individual es forma (acto verbal), oponien­do, por lo tanto, acción verbal- producto lingüístico (habla) a sistema de formas lingüísticas (lengua):

acción verbal

PAROLE

producto lingüístico

forma lingüística

LANGUE

Finalmente, después de dada la fórmula del habla, deja de lado la parole como producto lingüístico y opone normalmente la forma lingüística únicamente a la acción verbal. Su concep­ción podría, por consiguiente, esquematizarse de esta manera:

PAROLB e

acción verbal

A B

fonna lingüística

D LANGUE

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52 Teoría del lenguaje y lingül.stica general

Ahora, es evidente que, en este último esquema, la distin­ción puede establecerse tanto en el sentido de la línea funda­mental A-B (concreto-abstracto) como en el sentido de la línea secundaria CD (individual- social, enérgeia - érgon). Eso nos explica por qué, en la concepción saussureana, la clengua» apa­rece tan desligada del c habla », a pesar de la afirmada interde­pendencia 95 (la relación se establece a través del cacto verbal», que falta en el esquema), como también por qué Saussure identifica lo concreto y asistemático con lo individqal, y lo formal y sistemático con lo social, y por qué muchos estudio­sos han considerado la oposición saussureana como idéntica a la de Humboldt (en realidad, lo es sólo en el sentido de la línea CD) 96.

95 CLG, pág. 64. 96 A pesar de todo, la distinción fue, como es sabido, sumamente

fructuosa: su importancia, aun cuando no tuviese sólidos fundamentos teóricos, podría demostrarse pragmáticamente, por la importancia de los resultados a los que ha llevado en la ciencia glotológica. De una manera general, la doctrina de Saussure ha dado un nuevo y extraordinario impulso a los estudios sincrónicos. Y sobre sus aspectos particulares se han fundado tendencias de las más vitales en la lingüística actual. La escuela ginebrina, partiendo de la distinción langue-parole, ha desarro­llado, justamente, aquella lingüística del habla cuya constitución el maes· tro había sólo indicado como posible (Bally, Sechehaye, Frei). La escuela de París, siguiendo también sugerencias anteriores, particularmente de Bréal, ha tomado como base la oposición individual-social, ocupándose de la lengua como institución social (Meillet). Finalmente, los lingüistas más estrictamente saussureanos, los fonólogos de Praga y la escuela de Ca­pénha¡ue, han tomado como base la distinción fundamental entre con· creto y formal, desarrollando la nueva lingüística estructural y funcional. En la fonología se ha realizado, además, por intermedio de N. S. Trubet7.· koy, el encuentro entre la doctrina saussureana y la doctrina psicologista de J. Baudouin de Courtenay. Pero es sintomático, por lo que concierne a la valoración de la verdadera originalidad de F. de Saussure, que ni la escuela de Praga-Viena ni la de Copenhague conservan nada de su psico­logismo (como no se conserva ese aspecto del Baudouin de Courtenay) y que, por lo que concierne a la oposición social·individual, los estrutura­listas y funcionalistas se limitan a consignarla como principio en la enun­ciación de sus tesis iniciales, dedicándose luego enteramente a investigar la lengua como sistema.

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Sistema, norma y habla 53

2. 4. El último esquema demuestra la coherencia de las ideas más constantes en Saussure: evidentemente, a la langue concebida como entidad general, ideal, abstracta, extraindivi­dual, puede oponérsele diametralmente sólo una parole con­cebida como momentánea y ocasional, material, concreta, indi­vidual. Pero el mismo esquema indica a la vez las fallas de una dicotomía tan neta y rígida que queda lejos de abarcar yago­tar toda la realidad del lenguaje.

3. 1. La primera insuficiencia está en la identificación im~ cial entre individual y concreto, social y formal (funcionan. En efecto, el esquema más completo imaginado por Bühler pone en evidencia que (la oposición no es tan neta, puesto que los fenómenos concretos pueden considerarse como desligados del sujeto o intersubjetIvos, es decir, como «sociales., en la termi­nología saussureana (producto lingÜístico), así como, por otra parte, los fenómenos subjetivos pueden considerarse en un plano superior de formalización (actos verbales). .-

Por eso, si se afirma Que es «JeDWJaJ lo que se considera desligado del sujeto hay que admitir QlJe e' .producto Ungiils­

tico» es tan «extraindividual» como la «forma linlNística •. En efecto, 1 + 1 + 1... continúa significando acto individual + acto individual + acto individual..., es decir que no es algo «tnás

Por otra parte, si ciertas ciencias lingüísticas no se han desarrollado en la lingiüstica post-saussureana, esto no es, sin duda, independiente de las insuficiencias del esquema de Saussure. Así, por ejemplo, si una semántica del habla no se ha establecido todavía con objeto y métodos lingüísticos rigurosos, ello depende, según nosotros, de la ausencia de una teoría orgánica del cacto verbal_. Sobre el mismo concepto !ie cacto ver­ba). se constituiría una estilística como la de Groeber (y de Vossler, en sus comienzos), dedicada a distinguir lo que en un texto es originalidad, novedad, elemento verdaderamente inédito, de lo que es repetición, uso lingüístico de la comunidad, etc. Ninguna ciencia, en cambio, puede esta­blecerse sobre el concepto de «producto lingüístico- considerado asiste­mAticamente, cuyo campo pertenece más bien a la operación previa de recolección de materiales.

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S4 TeOrla del lenguaje y lingüística general

social» que el simple producto lingüístico (1 + l' + 1"), sólo que, en lugar de ser hecho concreto + hecho concreto + hecho concreto, es forma + forma + forma, o sea aspecto común + aspecto común + aspecto común, eso es, isoglosa. Se mani­fiesta aquí un conflicto entre el punto de vista social y el punto de vista f0I'?lal, pues si lo que es «social» es langue, entonces el «produé1:o lingüístico» no puede caber dentro de la parOte; y si, en cambio, el «producto lingiiístico» es parole; entonces ésta no se identifica con el aspecto exclusivamente individual del lenguaje. En efecto, la oposición entre «producto lingUIS­tica» y «forma lingiiística» no se basa en la antítesis indivi­dual - social, sino en la antítesis asistemático - sistemático, concreto - abstracto.

Por otro lado, si langue es lo formal, entonces no puede excluirse de este concepto el «acto verbal», que es formaliza­cióIi de la acción verbal concreta, y si, en cambio, el «acto ver­bal» es parole, entonces ésta no es íntegramente concreta, sino que contiene también elementos formales. Es decir, que tene­loos nuevamente el mismo conflicto anterior, porque aquí Saus­sure ya no hace la distinción según la oposición concreto - abs­tracto, sino según la oposición individual- social.

Por consiguiente. mientras que como punto de partida te­nemos en F. de Saussure una oposición bilateral entre concreto y abstracto, asistemático y sistemático, mediante la elaboración del concepto de sistema se llega a una oposición múltiple entre «individual asistemático + social asistemático + individual for­mal» (paro le), por un lado, y «social-formal» (langue), por el otro, aunque los aspectos social-asistemático e individual-formal de la paro le queden en la penumbra. Pero si langue es sólo lo que es social y, al mismo tiempo, formal, dkt .. q\Ü~r~.4ecirq~e, según el mismo Saussure, hay en el lenguaje elementos socia­les y elementos formales que no son langue, no son sistema (sistema funcional). Es decir que, o se desecha la oposición

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Sistema, norma y habla 55

fundamental entre concreto y abstracto, o hay que abandonar la identificación entre social y formal.

3. 2. La s~ilffida insuficiencia de la dicotomíasaussureana, ~I!_su forma última, es la de ser demasiado rígida:; es~de#r, de ignorar el punto en el que «lengua» y «habhl» se encuentran y se combinan,_ '? .~I?~. ~I_«act!?verbal». Proviene eso del hecho de no haberse colocado Saussure en el campo concreto del lenguaje, ~sto es, en la primera sección de la dicotomía de Humboldt, en la enérgeia o acto lingüístico. En efecto, sól~50~_~. cMtcJ,onos en e~. p~ano del acto !in~s!~c~_.P!?drc:~~s _ di~!.~!. .10 que en el mismo hablar es «acción verbal» de lo que es, en cambio, «acto verba!», forma, o sea, de alguna manera, hecho de lengu.~~ Ha sido mérito de Gardine~.~estacar, justamente, que en el hablar concreto hay que ver no sólo hechos de habla, facts of spe~ch, sino también hechos de lengua, facts of tan­guage, hechos que pertenecen al sistema (cf. también W. van Wartburg, Bally); y Gardiner adopta, precisamente, el punto de vista del acto lingüístico. La abstracción nos llevará, sin duda, a la «forma lingüística», pero no se olvide que ésta es el mismo «acto verbal» considerado como desligado del sujeto. Y el hecho de que ya algunos intérpretes de Saussure hayan visto en el habla (hablar) algo que pertenece a la lengua (sistema) nos parece muy importante, porque constituye el terreno en el que las concepciones dualistas y las monistas (cf. Jespersen) se en­cuentran. ~k punto de partida para una c0D:cepc~ón unitari~ y ~oherente deberá ser, por consiguiente, ese asp~~to de ll!:!lg~.l!_

.que existe en la parole, en el acto lingüístico, que es a!_l!li~g ti~mpo Spreftzhandlung Y Sprechakt(), mejor, Spra(;ha_kl~~t:.Tc

Por otra parte, colocándonos en el campo del fenómeno' lingüistico considetado independientemente del sujeto (produc­to lingüístico + fonna lingüística), descubriremos .9E~ hay ele­mentos que no son únicos u ocasionales, sino sociales, es decir, ;;rmales y repetidos en el hablar de una comunidad, y~ que,

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S6 Teoría del lenguaje y lingüística general

sin embargo. no pertenecen al sistema funcional de la~_lQmJ.~ lingüísticas. o sea que va sobre la base del llamado «producto Upgiiístjcop puede establecerse un sistema normal, distinto del sistema funcional Que se establece en el plano superior de abs­tracción el de las «formas lingüísticas».

3. 3. En tercer lugar, la dicotomía saussureana resulta demasiado rígida también parla concepción del individuo que. tkne Saussure, un individuo completamente separado de ia .l?Q.cJ~9ad y 'lile no sería él mismo «colectividad» (c.f. Gardiner, J espersen, Otto, Pagliaro) '---.~n .. .Ia parole individ~al.ll0 habriª, según Saussu!:.~, .. _I!~.9.~. ~~_«colectivr:>>>. J'e.!:9, .. S!. a~! ~e~~ si hu­bjese realmente ese abismo entre sociedad e in.d.iyiduo, ¿cómo podría subsistir aquella íntima interdependencia entre langue y parole que el mismo Saussure reconoce? .¿Cómo podría ser realizado por el individuo el sistema social? Si, en cambio, es evidente que el sistema social se realiza en la actividad indivi­dual, ¿no habrá nada social, nada intersubjetiva, en esa activi­dadLSaussure hace una distinción demas~ado rígida entre _~~ndividual» y «social», o, mejor dicho, identifica «social» con «!!ttering!Y.i:d.!l~,.,_«intersubjetivo», mientras que, si se consi­sIera un individuo real, que es siempre social, «social» es un ~oncepto más amplio y comprende tanto lo individual como lo in terindividual.

HaY que comprobar, pues, lo s~c~a" en 10_ individual, en los ~c::!os lingüísticos del sujeto. Y dado que lo social es~ como ya vimos, sistema normal y sistema funcional, los dos aspectos podrán comprobarse en los actos individuales, además del as­pecto que pertenece exclusivamente al individuo.

3. 4. Esta ob.servación tampoco la hace Bühler. En efecto, se puede admitir con él que «lengua- (Sprachwerk y Sprachgebilde) es todo lo que se considere fuera del sujeto hablante, aunque los .. productos.. de por sí representan sólo el material asistemático sobre el cual se constituye la «lengua», como norma y sistema. Pero, por un lado, no puede aceptarse que se trate de fenómenos «extraindividuales» o independientes de los

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Sistema, norma y habla 57

individuos hablantes: hay que recordar que el considerarlos así es una convención; que los «productos» y _formas. no existen como tales, sino que son abstracciones del observ¡¡dor, elaboradas sobre la base de la reali­dad lingüística concreta y, particularmente, sobre lo que en lo concreto es rcx:reación, repetición de un modelo anterior; que cada _acción verbab I Sprechllandlung) es al mismo tiempo Sprechakt (acto verbal) y también Sprachakt (acto de lengua), puesto que contiene una -forma lingillstica. que en ella se concreta (cf. Wartburg); o sea que en el acto lingillstico se comprueban los llamados -hechos de lengua» (Gardiner: facts of langua­geJ, es decir, isoglosas entre el acto considerado y actos Iingillsticos ante­riores, del mismo individuo o de otros individuos, que se han tomado como modelo. Por otro lado, no debe olvidarse Que, en esos modelos anteriores de cada acto lingüístico, no todo es «forma Iingillstica-, no todo es función: los modelos contienen también algo que es normal, repe­tido en una comunidad, y que, sin embargo, no cabe dentro del respeo tivo sistema funcional. no atañe a la «estructura» de la respectiva lengua.

4. 1. Ahora nos preguntamos si todo esto lo ignoró real­mente F. de Saussure. Es verdad que el Curso no nos dice nada explícito al respecto. Sin embargo, nos parece que hay en la obra algunos enunciados sumamente significativos a este pro­pósito.

En primer lugar, ¿por qué afirma Saussure que la lengua es concreta 97, a pesar de decir luego que es un sistema de puras oposiciones formales? ¿Será este aserto un simple error de expresión o una «desviación funesta», un ataque a su propia tesis de la «idealidad del objeto lengua", como le parece a Bühler? 95. ¿O encerrará una de esas verdades sólo aludidas y que el Curso no desarrolla?

Abramos nuevamente el Curso: Saussure nos dice que la lengua se puede «localizar en la posición determinooa del cir­cuito [de un acto lingüístico] donde una imagen acústica viene a asociarse con un concepto» 99. Pero ese circuito, siendo circui-

97 CLG, pág. 59. 98 K. BtlHIER, Ob. cit., pág. 72. 99 CLG, pág. 58.

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58 Teoría del lenguaje y lingüística general

to de un acto lingiüstico, debe ser para Saussure parte de la parole, dado que para él toda la «ejecuciónlt de la lengua es parole. Entonces quiere decir que la « lengua lt, como objeto concreto, se «localiza» en el habla, o sea que se concreta en el habla, y, por consiguiente, se comprueba en ésta.

Además, dice Saussure que, «al separar la lengua [como sistema] del habla, se separa a la vez: 1) lo que es social de lo que es individual; 2) lo que es esencial de lo que es accesorio

_y más o menos accidental» ¡()(). Y luego: «Nuestra definición de la lengua supone que descartamos de ella todo lo que sea extraño a su organismo, a su sistema» 101. ¿~ignifica esto que lo esencial se identifica con lo social? No nos pareceS!"eemos más bien que para Saussure «esencial» se identifica con «internolt, e «interno es todo lo que hace variar el sistema en un grado cualquiera» 102. Ahora, al distinguir la «lingüística externalt de la «lingüística interna,., Saussure elimina de ésta todo lo que es extraño al sistema 103, o sea también la determinación social; en efecto, la «lingüística interna» debe estudiar la lengua en sí, y_ es evicl~~t~_9.1l~ !() __ qu~_ºuede-.estudiars~ «en. s1» __ es sólo el sistema funcional, y no la norma, que depende de --varios factores operantes-en la comunidad considerada. En otro lugar, Saussure indica que una idea de la «lengua,. puede darse, de manera bastante fiel, mediante una gramática y un dicciona­rio 104; y aquí, evidentemente, ya no se trata de la lengua enten· dida como «sistema lingüístico,., sino de un concepto más am­plio, dado que la gramática y el diccionario no contienen sólo las oposiciones sistemáticas de una lengua, sino todo lo que es normal en las expresiones de una comunidad.

100 eLG, pág. ST. 101 CLG, pág. 67. 102 crG, pág. 70. 103 CLG, págs. 67-70. 104 CLG, pág. 59.

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Sistema, norma y habla 59

Finalmente, no ignora Saussure la independencia del siste­ma con respecto a la norma: «la lengua es un sistema que no conoce más que su orden propio y peculiar» 105. Pero hay, acer­ca de este punto, una aclaración todavía más explícita y suma­mente significativa: « ... algunos [que] se dan cuenta de que el signo debe estudiarse socialmente, no retienen más que los rasgos de la lengua que la. ligan a otras instituciones, aquellos que dependen más o menos de nuestra voluntad; y así es como se pasa tangencialmente a la meta, desdeñando los caracteres que no pertenecen más que a los sistemas semiológicos en gene­ral y a la lengua en particular.1ues el signo es ajeno siempre en cierta medida a la voluntad individual o social, y en eso estd su cardcter esencial, aunque sea el que menos evidente se haga a primera vista» 106. [Subrayado nuestro.] .

Nos parece, pues, que existe en Saussure -aunque apenas aludida- una oposición entre los dos conceptos de «lengua» que en su doctrina aparecen casi siempre identificarse: la «lengua» como «institución socia!», ligada a otras instituciones sociales, y que contiene también elementos no funcionales (norma), y la «lengua» como sistema abstracto de oposiciones funcionales (sistema).

4. 2. Pero hay algo más: ¿P..QLq1!~ .. clice Saussere qu~ ~l .individuo~o puede cambiar la lengua, que ella se le impone, para luego. afirmar que, sin embargo, la cambia? ¿Será ésta una simple contradicción, simple paradoja, o es que en la «lengua» (en sentido amplio) hay algo que se impone al individuo y algo que, en cambio, es libre? Creemos encontrar en Saussure la intuición de la flexibilidad, de la relativa libertad del sistema: véase, por ejemplo, lo que dice de las leyes sincrónicas 107, cuyo orden «es precario porque no es imperativo. 108. Si nuestra

105 CLG, pág. 70. 106 CLG, pág. 61. 107 CLG, págs. 164 y sigs. loa CLG, pág. 165.

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60 Teoría del lenguaje y lingüística general

interpretación es exacta, Saussure se habría adelantado, en este aspecto, a aquellos de sus continuadores que consideran que el sistema se impone al individuo de una manera rígida y absoluta.

Asimismo, nos parece que no ignora Saussure el concepto de «lengua» como sistema a posteriori de isoglosas, opuesto a la «lengua» considerada como precedente al habla (norma o sistema de oposiciones funcionales): véanse, a este propósito, las páginas acerca de dialectos y lenguas desde el punto de vista geográfico 109. Y con esto ya se sale de la sincronía pura y se puede concebir, como lo ha_ce Pagliaro, una «lengua» __ como_ en_tidad histórica objetiva, cuya unidad se define por dos dimen­siones: la espacial y la temporal.

5. 1. Para aclarar mejor la naturaleza de la distinción entre sistema normal y sistema funcional (en este sentido empleamos los términos norma y sistema), podemos recurrir a la célebre analogía saussureana con el ajedrez 110, aunque refiriéndonos a la verdadera «gramática» del juego, es decir, a sus reglas, y no sólo al número de las piezas. Evidentemente, entre el «código» del juego y su realización en este o aquel partido podemos comprobar ciertos movimientos, ciertos aspectos constantes, que no modifican las reglas, el «sistema», pero que, sin embar­go, caracterizan la manera de jugar de un individuo o de un grupo de individuos más o menos amplio, constituyen rasgos normales de la realización del «código» por el individuo o los individuos considerados.

Otra analogía es la que asemeja un sistema lingüístico a un tren. Es evidente que «el expreso de París de las 8 y 20», si mantiene ciertas características funcionales (como la de salir a una hora determinada, de llegar a París a una hora determi-

109 CLG, págs. 320-325. 110 CLG, pág. 7{1.

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Sistema, norma y habla 61

nada, de parar en determinadas estaciones), es siempre el mis­mo tren, aun cambiando el número, el orden, la forma y el cotar de los vagones, y los vagones mismos, el personal, etc. Sin embargo, los que viajan en el expreso saben que los elementos no-funcionales no son todos indiferentes y ocasionales, por ejemplo, que el tren tiene siempre diez vagones, que los vago­nes D, E, A, B se encuentran siempre en ese orden, que el segundo y el quinto vagón, contando desde la locomotora, son siempre de primera; que todos los sábados cambia el turno del personal, etc. Es decir, que conocen toda una serie de aspec­tos que caracterizan el expreso de París, aun no teniendo valor funcional, y encontrarían anormal un tren que no los presen­tara: aquí también, entre el tren abstracto, como función, y el tren concreto que el señor X ha tomado ayer o tomará mañana, se interpone una «realización» normal y más o menos constante del tren mismo.

La distinción entre aspecto normal y aspecto funcional pue­de hacerse con mayor claridad aún en la analogía con la llave empleada por Martine JIl. En efecto, es verdad que, en una serie de llaves, algunos aspectos son funcionales o «pertinentes» (los que permiten a las llaves mismas abrir determinadas puertas y las clasifican según las puertas que abren) y otros, en cambio, son accesorios y «no-pertinentes» (forma del anillo, metal em­pleado, etc.) 112. Pero también es verdad que los aspectos «no­pertinentes» no son todos indiferentes y ocasionales; así, por ejemplo, las llaves tienen normalmente el anillo, se hacen nor­malmente de metal y no de madera, vidrio o diamante, etc.

E.o todas lªs analogías ª-ducj,das pueden distinguirse si~mPre_ tres series de. ~acterísticas, según el grado de abst.racción. o formalización. ;'Q}. las características concretas~nitamente variadas y variables, de los objetos observadosCV1as caraete-

111 A. MARTINBT, Oli. en est la phol1Ologie?, • Lingua_, 1, 1. págs. 34-58. 112 Art. cit., pág. 38.

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62 Teoría del lenguaje y lingüística general

rísticas normales, comunes y más o menos constantes, inde­pendientemente de la ~ción especifica de los objetos (primer grado de abstracción); '0 las características indispensables, es decir, funcionales (segundo grado de abstracción). Se trata de la misma distinción que puede establecerse entre todas las sen­tencias particulares que representan la aplicación de una ley, el reglamento que indica cómo la ley debe aplicarse (o mejor, la aplicación normal y habitual de la ley) y la ley misma, como sistema de disposiciones abstractas.

5. 2. Naturalmente, no pretendemos que en Saussure y en la lingüística estrictamente saussureana se encuentre ya el con­cepto de norma exp1ícitamente opuesto al concepto de sistema. Sólo nos parece que el concepto de lengua como el sistema abstracto de oposiciones funcionales implica el desarrollo del concepto de norma (abstracción intermedia) y que en el mismo Saussure pueden encontrarse las premisas para la estructura­ción de ese concepto, como también notables sugerencias acer­

ca de su naturale,.

IV. LA IDEA DE «NORMA» EN LA INVESTIGACIÓN EMPíRICA

Y EN LA LINGüíSTICA ESTRUCTURAL

1. Pero el impulso decisivo para la constitución de los dos conceptos de norma y sistema surge de la misma investigación empírica del hecho lingüístico y, particularmente, de los adelan­tos de la fonología y, en general, de la lingüística estructural.

Ya hace de eso algunos años, al estudiar la lengua de un poeta rumano, en una comunicación leída en diciembre de 1948 ante el «Sodalizio glottologico milanese» 113, observábamos que las innovaciones, sobre todo sintácticas y semánticas, compro-

113 E. CoSERlU, La lingua di Ion Barbu, en Atti del Sodalil.io glottolo­gico milanese, 1, 2, Milán, 1949, págs. 47-53.

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badas en la expresión de dicho poeta, aunque absolutamente inéditas, audaces y sorprendentes y, de alguna manera, «anor­males», no resultan aberrantes desde el punto de vista del sistema, no se perciben como «errores», no chocan al «sentido lingüístico» de los lectores homoglotas. «El procedimiento de Barbu -anotábamos- es siempre idéntico: es la extensión de usos particulares a otros casos, lógicamente semejantes, pero en los que la convención normal es distinta» 114. Es decir, que hacíamos, aunque en términos algo imprecisos (sobre todo por lo que concierne al llamado «sentido lingüístico», que conside­rábamos de índole causal, y no como efecto del sistema), la distinción entre sistema funcional y convención (realización) normal. Por otra parte, ¿no son de ese mismo tipo la mayoría de las innovaciones poéticas?, ¿no son casi siempre violaciones o ampliaciones de la norma, permitidas por el sistema?

Veamos lo que se deduce a este respecto de las investiga­ciones estructurales.

2. 1. Bertil Malmberg, recordando una discusión del Círculo Lingüístico de Copenhague y una intervención de Hjelmslev acerca del problema del substrato (si el substrato afecta, efec­tivamente, el «sistema» de una lengua «en el sentido estricto del término»), observa que «en el español paraguayo resulta alterada la realización fonética, mientras que el sistema funcio­nal queda intacto» lIS. Evidentemente, Malmberg no se refiere aquí a la realización fonética individual y ocasional, a «hechos de babIa» no investigables sistemáticamente, sino a una reali­zación normal, que caracteriza el hablar de toda una región y es distinta de las realizaciones normales del mismo sistema español en otras regiones, pero que, sin embargo, no afectaría la estructura de la lengua desde el punto de vista funcional.

114 Como cit., pág. 49. 115 B. MALMBERG, L'Espagnol dans le Nouveau Monde, sep. de SL, 1,

1947, 11, 1948, pág. [74], nota.

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2. 2. Sugerencias muy importantes, en el mismo sentido, se encuentran en varios lugares de los hincipios de Trubetzkoy .. Así, en el capítulo acerca de fonología y fonoestilística 116-se

.indica que se dan en las lenguas realizacionesaclÍsticlls par~ ticl,llares ele ciertos fonemas, que caracterizan el hablar de las lCaTias generaciones, o de los dos sexos, de ciertas comunidades .profesionales o culturales: evidentemente, esas realizaciones dis­tintas no implican distinciones en los respectivos «sistemas» lingüísticos; sin embargo, no son individuales, no son momen­táneas y ocasionales, sino normales y constantes en la expre­sión de grupos humanos más o menos amplios. Es verdad que, en casos como ésos, no se trataría de características entera­mente afuncionales, puesto que, aun no teniendo función pro­piamente fonológica {representativa), tendrían función expresiva. Pero ¿qué decir de los «sonidos normales» que Trubetzkoy opo­ne de una manera general a los (( sonidos de sustitución» admiti­dos por una comunidad para la realización de ciertos fonemas?

Más adelante, en el capítulo acerca del concepto de fone­ma 117, después de haberse definido el fonema como «suma de las particularidades fonológicamente pertinentes que comporta una imagen fónica» 118, se observa que el mismo fonema puede ser realizado por una multitud de sonidos, que se designan con el nombre de variantes o variantes fonéticas. Sin embargo, de los ejemplos que se aducen se desprende que, dentro de la in­finidad de realizaciones posibles de un fonema, se puede dis­tinguir un número limitado de variantes-tipo, normales y cons­tantes, por ejemplo, en determinadas posiciones en la palabra.

Pero el capítulo más importante, por lo que atañe al proble­ma que aquí nos interesa, es aquei en el que se trata de la distinción entre fonemas y variantes 119 ;....E:n efecto! Trub~tzkQY

116 N. S. TRUBEl.lKOY, Ob. cit., págs. 16-29. 117 Ob., cit., págs. 3641. 118 Ibid., pág. 40. 119 Ob. cit., págs. 47-53.

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obseDla. que hay variantes _ta.allta.ti~aL(generaJes e individua­les4.que,,,de. éstas. una puede. serCQDsidera..~ .. li-vari~ J:tQ.xmal en u,n~.1engu~.: así, por ej., para el fonema Irl, la reali­zación (variante) normal en francés y alemán es la r uvular, mientras que en español, italiano, etc., es normal la r lingual (ápico-alveolar). Otro tipo de xarim~ __ SQ.n.Ja,LYar~D1e.s.~_ biuatorkzL.....Q.Y.e....Qependen .<kJ2iJ~m.emas contiIDl-ºL(así, en ja­ponés el fonema Ihl se realiza siempre como f delante de u). Ciertas variantes facultativas tienen, indudablemente, valor esti­lístico, y algunas de las combinatorias tendrán la función a la que Trubetzkoy llama asociativa o asociativa auxiliar, es decir, la de indicar el límite de una palabra, o el morfema o fonema contiguo (así, por ej., en rioplatense, la realización g del fonema Ig/ después de Isl indica este último fonema, cuya realización se reduce al mínimo). Sin embargo, muchas variantes son sim­plemente normales en la lengua considerada, aun siendo total­mente afuncionales. (El mismo Trubetzkoy emplea varias veces los términos norma y normal, en la discusión acerca de las variantes.) ..

Un paso más en la misma dirección se hace al considerar los capítulos acerca.de..la..n.ezufQZizadón de la oposición fonológica distintiva 120, es decir, acerca del fenómeno ·por el cual, en de­terminadas posiciones en la palabra, dos fonemas correlativos, distintos en otras posiciones, resultan intercambiables, sin que eso altere la significación 12I._1ustamenteen. casQ de. neutrali­

z~n~ CO}JlEru.eb~_.con ~.ºd.~ evidencia qu~ la. reaFza.s.t~~._~~

12il Ob. cit., págs. 24&261. 121 En casos de neutralización, la realización acústica ya no correspon­

de a uno de los fonemas intercambiables, sino a un archifonema que los comprende a ambos. Así, en español, la oposición entre Irl y Irrl se neu­traliza en posición final, por lo cual una realización r o rr (indiferente desde el punto- de vista del significado, en tal posición) corresponde a un archifonema IR l. Acerca de otras neutralizaciones que ocurr'en en espa­ñol, en posición final, v. AMADO ALoNSO, Una ley fonológica del español, ahora en Estudios lingüísticos. Temas españoles, Madrid, 1951, págs. 288-303.

T. LENGtJAJB.-S

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«indjferen.~» .... y _lO~LfOllemjls co:rr~lativos son in.terc~biables, ~Qdesde el punto. de vi~ta del sistema funcional,...mi~p.t.ras.

que muy pocas veces la realización es realmente indiferente gesde el punto de vista de la norma de la lengua; más aún: la neutralización existe justamente porque existe una determi­nada realización normal que hace que un fonema se confunda con su correlativo (o, en caso de correlación múltiple, con va­rios correlativos), es decir, que vuelve inoperante una oposición fonológica. Así, por ejemplo, en el sistema fonológico ruso, la oposición distintiva entre sonoras y sordas aparece como neu­tralizada en posición final o delante de sorda, pero la realiza­ción de los fonemas correlativos implicados <lbl - Ipl, Idl - /tl, etcétera) no es de ninguna manera indiferente desde· el punto de vista de la norma, puesto que ellos se realizan siempre como sordos.

Subraya_Trubetzkoy que la fonoligía, como ciencia del sis­tema lingüístico, se ocupa de los hechos fónicos sólo en la me­~ida en que cu¡¿plen una determinada función en la lengua 12Z; pero es evidente que una lengua se car~cteriza tambiéri por hechos fónicos no funcionales. Al discutir los principios de la fonometría de Zwirner 123, el mismo Trubetzkoy reconoce la exis­tenda de 'enormas de realízación», pero -identificando «lengua» con «sistema funcional» y «realización» con «habla- afirma que se trata de normas de la parole y no de la langue. Mas ¿se pueden verdaderamente considerar como hechos de parole fenómenos normales y constantes en una lengua? 12A.

122 Ob. cit., pág. 12. m Ob. cit., págs. 7-9. 124 El hecho de que la oposición <le TRUBFl'ZKOY entre fonologla y fo­

nética no corresponde con exactitud a la antinomia saussureana langue­paro le fue señalado ya en el III Congreso de Ciencias Fonéticas (Gante, julio de 1938), particularmente por N. VAN WIJK y J. LAzICZIUS. ef. N. VAN

WIJK, La délimitation des domaines de la phonologie et de la phonétique, y J. LAZICZJUS, Die Scheidung langue - parole in der Lautforschung, en

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2. 3. Observa a este respecto Martinet U5 que las variantes no pueden dejarse de lado en la descripción fonológica de una lengua (con lo cual se atribuyen a la langue -en un sentido, evidentemente, más amplio que el de «sistema funcional- las normas de realización que Trubetzkoy atribuye a la parole J. El mismo estudioso acepta con reticencia la opinión de Trubetzkoy acerca de la función asociativa de las variantes combinatorias. Señala, en cambio, como significativa la comprobación de B. Malmberg de que ciertas variantes constituyen rasgos carac­terísticos de determinadas estructuras lingüísticas 126 e indica, por su parte, como ejemplo la norma de la brevedad de las vocales fina1es en francés (que es característica de la lengua francesa, a pesar de no existir en ella, en ese caso, la oposición fonológica distintiva entre vocales largas y breves).

2. 4. _~je~s~~, aplicando un método estrictamente es­tructural y funcional no sólo al plano de la expresión, o fónico, sino también al plano del contenido, o semántico, comprueba en los dos planos la existencia de variantes libres o individua­les (variaciones - cf. las variantes facultativas de la fonología) y variantes condicionales o combinatorias (variedades) 128, Y observa que las variaciones pueden estudiarse por medios esta­dísticos (fonométricos). En los dos planos comprueba, además, ~L fenómeno al que llªl}1a sincretismo, correspondiente a la _n.eutr..alización de la fonolog~ varia~t~ ~s realiz~ciÓ~ de

Proceedings of the Third International Congress of Phonetic Sciences, Gante, 1939, respectivo págs. 8-12 y 13-23.

125 A. MARTINET, Phonolegy as Functional Phonetics, Londres, 1949, pá­ginas 7-9_

126 Cf. B. MALMBERG, Die Quantitiit als phonetisch - phonologischer Begriff, en Lunds Universitets Arsskrift, Lund, 1944.

127 L. H.rnLMSLEV, Omkring Sprogteoriens Grundlaeggelse, Copenhague, 1943, págs. 55 y sigs.

128 Por ej., el fonema Inl que se realiza en español.como ápico-alveolar bilabial, labiodental, denta, pala tal implosiva, velar, en enano, un padre, ninfa, anda, ancho, tango, respectivamente.

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una invariante, y el sistema lingüístico es, justamente, sistema de invariantes.

3. 1. Si identificamos la lengua con este último concepto, deberemos decir, naturalmente, que las variantes no pertenecen a la lengua. Pero si damos a ese término el sentido que tiene comúnmente en expresiones como «lengua española», «lengua francesa». habrá que reconocer, sobre la base de las observa­ciones que ya hicimos, que en la «lengua)) no se comprueban sólo invariantes, sino también «tipos de variantes» o «variantes­tipo» (clases de las variantes puramente momentáneas y oca­sionales). No sólo las invariantes, sino también las variantes normales, se dan en número limitado en cada lengua y caracte­rizan la lengua misma. Es decir, que existen en cada lengua oposiciones constantes y peculiares, tanto entre las invariantes como entre las variantes normales, con la diferencia de que las oposiciones entre invariantes son funcionales, mientras que las oposiciones entre varia"ntes no tienen tal carácter, aun no siendo ni indiferentes ni arbitrarias en la lengua dada. O sea que exis­ten aspectos extrafonológicos y, en general, extraestructurales, afuncionales, no pertenecientes al sistema y que, sin embargo, no se dan como puramente casuales, sino que caracterizan una lengua: la lengua, en el sentido amplio del término, no es sólo sistema funcional, sino también realización normal.

Así, por ejemplo, desde el punto de vista del sistema funcio­nal, el fonema italiano /5/ (representado en la grafía común por sc o sci: scena, scialbo) se describe suficientemente por los rasgos de fricativo y palat~alveolar, dado que no hay otro fonema italiano que reúna tales características, mientras que el hecho de tratarse de una consonante sorda es fonológicamente no-pertinente, puesto que no existe en italiano (literario) un fonema que se oponga a /5/ por la sola sonoridad. Sin embargo es indudable que /5/, en italiano, en la lengua italiana (litera-

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ria), y no sólo en este o aquel acto lingüístico concreto de este o aquel individuo, es no sólo fricativo y palato-alveolar, sino también sordo, por su realización constante, y que, a pesar de haber un lugar vacío en el sistema, ese fonema no se realiza nunca como su correlativo */i./.

3. 2. Pero ¿dónde hay que colocar en el lenguaje esos ele­mentos normales y constantes en una lengua y, sin embargo, cno-pertinenteslO desde el punto de vista funcional, dado que no pueden clasificarse en el sistema? Pues, justamente, en aquella otra abstracción, anterior al sistema, a la que hemos llamado norma. Nos parece que una consideración estructural del len­guaje no puede dejar de conducir a ese concepto, y ello sin eliminar totalmente de nuestro estudio la sustancia fónica. Es decir, que se llega necesariamente a una reforma de la oposición langue - paro le, como lo entrevé, con suficiente claridad, Mar­tinet: « ••. il aurait été intéressant de signaler et de discuter la tentative de M. Malmberg de distinguer entre les faits extra­phonologiques universels et ceux qui caractérisent une langue donnée. Ceci aurait pu nous amener ti reprendre l'examen des chapitres des Grundzüge [de Trubetzkoy] consacrés aux varian­tes et celui de la question encore fort mal résolue des rapports de la pertinence phonologique et de la distinction saussurienne fondamentale entre langue et parDle» U9. [Subrayado nuestro.]

~~~ablemente,_ dad~ el s~.!l~ido que _ a~_ribu:ye aJ ~é~!lº cl~IlgualO, Martinet vería la norma com.o un __ .as~~!~ __ ~~}a ~r.t.8~" ~~<?rclin~~~ C::~Q_~~ _~f~~~!n:.f!~ Hacia una' solución distin­ta, por lo menos formalmente, nos impulsaría, en cambio, Brondal con su concepto de «uso lingüístico lO (usage): cA pro­pos de la distinction entre langue et parole on se demande sou­vent quelle est, sous ce rapport, la position de I'Usage. On peut admettre cette notion comme en quelque sorte intermédiaire entre langue et parole, ti condition de concevoir l'usage comme

129 A. MARTlNBT, o" en est la phonologie?, pág. 'ST.

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une espece de norme secondaire, permise par le systeme abstrait et supérieur de la langue sans possibilité pourtant de supprimer ou meme de modifier celui-ci» 130. [Subrayados nuestros.] Y es natural que Br0ndal llegue a esa concepción, pues para él «len­gua» es, justamente y solamente, el sistema abstracto, ideal.

Es decir, que, de cualquier manera (y si no se atribuye la totalidad de la realización a la parole), se llega a uno de estos dos esquemas (según se tome el concepto de «lengua» en el sentido saussureano amplio -todo lo constante y sistemático en el lenguaje de una comunidad-, o en el sentido saussureano estrecho, de sistema funcional):

1 I PAROLE ~ (h<chos ::;:"cio"'¡" constantes)

sistema

LANGUE

II USAGE LANGUE

PAROLE 1-- (norma intermedia 1-- (sistema funcional) o secundaria)

Ya veremos que ninguno de los dos esquemas es satisfac­torio desde el punto de vista de una concepción unitaria que considere el lenguaje en su realidad primera e intrínseca de actividad; pero la verdad que los dos encierran nos parece innegable.

O HI!CHOS DE 'SISTEMA' y HECHOS DE .NO .....

1. Los ejemplos demostrativos de la oportunidad de la tripartición resultan evidentes sobre todo en el campo fónico

130 V. BRaNDAL, Ling. struct., pág. 96.

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-quizá porque justamente para ese campo existe una doctrina de las oposiciones pertinentes perfectamente desarrollada-, pero pueden darse ejemplos suficientemente claros relativos a la morfología propiamente dicha, a la derivación y composi­ción a la sintaxis y al léxico.

" Empezaremos por el campo fónico: ~ En español no existe oposición distintiva entre vocales

largas y breves (sistema); sin embargo, las vocales finales se rea~an normalmente' como largas (norma).

'V En lenguas como el español, el italiano, el francés, etc., no se establece" ninguna oposición distintiva dentro del registro de la voz, es decir, que no pueden establecerse distinciones sig­nificativas entre palabras sólo por la altura musical (sistema); sin embargo, los límites del registro no son indiferentes, sino, al contrario, bien determinados, y caracterizan la individualidad de cada lengua: el italiano tiene un campo de entonación de dos octavas; el español «es un idioma grave», precisamente, por tener un campo de entonación de solamente una octava (nor­ma). Por esto, para los oídos españoles, los italianos «cantan» al hablar: es decir, que se sienten como anormales las reali­zaciones acústicas que superan los límites del campo de ento­nación normal en español. ~ El fonema Ix/ (en la grafía corriente j, o g, delante de

e, i) es un elemento común del sistema fonológico español; sin embargo, una frase como Artajo trajo la valija abajo produce un extraño efecto «estilístico», porque la frecuencia relativa

del fonema es mucho menor en la norma española......J&.ºsid~rn7. ]!los, just~lJlente, que todo 10 que se refiere a la Jrecuencia de Jos fonemas en una lengua 13\, todos los hl?chos de esta<:l!~t}c::.~

131 Así, por ej., el hecho de que en español la vocal a es más fre­cuente que la e (respectivamente 12 por 100 y 10,15 por 100), mientras que en francés e italiano ocurre lo contrario. ef. T. NAVARRO ToM,(s, El acento castellano, Madrid, 1935.

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fonológica 132, conciernen a la norma, y no al sistema; en efecto, se trata de hechos que carac-t~~an-umlIengua, pero no pert~ necen aL conjunto de sus intrínsecas oposiciones fundamentales.

4) En español no existe oposición distintiva entre vocales abiertas y cerradas, como en italiano, francés o portugués. «La e del esp. ver es fonéticamente tan abierta (o puede serlo) como la del fr. chantais, y la e del esp. ves tan cerrada como la del fr. Chanter» 133, pero esto no tiene importancia en .el sistema fonológico español, porque los dos sonidoJi no funcionan «como valoi'es diferentes,.: son realizaciones de un único fonema le/o Esto es perfectamente exacto por lo que concierne al sistema; no es así, en cambio, en la norma, puesto que la realización normal es· cerrada en queso, cabeza, sf;:llo, Rero es abierta en papel, afecto, peine; así como la realización de la /0/ es cerra­da en llamó, boda, esposa, y abierta en rosa, hoja, dogma; el pronunciar [k~so], [pa~l], [esppsa], [rr9sa] no afecta el sis­tema, pero resulta insólito, anormal. Tenemos, por consiguien­te, un único fonema /0/ en el sistema, dos variantes típicas, dos tipos de o, en la norma y, finalmente, una infinidad de realizaciones distintas (variantes individuales y ocasionales) en el hablar concreto, en los actos lingilisticos·:

132 Cf. N. S. TRUJml'ZKOY, Ob. cit., págs. 276-289. 133 A. ALoNSO, Art. cit., pág. 289.

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En el sistema, o se opone como unidad fonológica distintiva a e, i, u, a, distinguiendo, por ejemplo, ojo de ajO, pero no hay ninguna diferencia funcional entre [p] y [o]; e'f} la norma se agrega la distinción entre o abierta y o cerrada, entre la reali­zación normal de la o de rosa y la realización normal de la o de esposa; y en hablar se opone la o abierta pronunciada en este momento por Juan a las realizaciones de la misma variante normal por. Pedro, Pablo, Diego, etc., y también a las o abiertas pronunciadas en otros momentos por el mismo Juan.

@ En español no existe sino para r la oposición fonológica entre consonante simple y consonante reforzada (sistema),· sin embargo, ciertas consonantes se pronuncian normalmente como reforzad!ls en determinadas posiciones (norma). Así, por ejem­plo, :la africada Itl (ch) delante de a, o, u: un italiano, acostum­brado a un sistema fonológico en el que existe dicha oposición, interpretará la Itl esp. de chivo como idéntica a la del ital. ciar­la y la de tacha como idéntica a la del ital. caccia.

O La oposición fonológica entre la vibrante simple y la vibrant~ múltiple (r - rr) existe en español sólo en posición in­tervocálica (pero - perro, caro - carro) y se neutraliza, en cam­bio, en todas las demás posiciones, en las que las relativas va­riantes son realizaciones de un archifonema. Así, por ejemplo, en posición inicial, desde el punto de vista del sistema, impor­ta sólo que se trate de vibrante, es decir, que no se confunda raro con paro, rey con ley y ruso con puso. Pero no es ésta la situación en la norma: en efecto, la realización normal del ar­chifonema es una vibrante múltiple (rr) en posición inicial y después de l, s, n; es una vibrante simple (r) después de oclu­siva (creo, presa); y es realmente facultativa (pero más a me­nudo simple) sólo en posición final y delante de consonante (puerta, ver J. Po!:..~!~_ pronunciaI!c;!~ rey, con vibrante simple en lugar de múltiple,....!!.~_~c:.'=!~.~l ~~!~~~la palabra no se confunde con otra, como ocurriría en el caso de parra - para,

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ni se vuelve irreconocible), ~".l~~. Eeal~~'2ió.n es _ ~I!0rmal ~~ español. Además, la realización normal de los dos fonemas y del archifonema es una vibrante alveolar, y no uvular, por ejem­plo, como en francés.

Idéntica, desde el punto de vista del sistema, pero no en todo aspecto desde el punto de vista de la norma, es la situa­ción de la oposición vibrante simple -vibrante múltiple (o vi­brante alveolar- vibrante uvular) en portugués.

O El hecho de ser la s castellana dorsal o coronal pertene> ce a la norma, y no al sistema funcional de la lengua. En efec­to, de~~e el P1:IIlto de ~ista del si~ten:'a, ~! f.9ne!D:~_ L si. P~,c::I.Ijª_ !.c:.a}i~!~~ c~~o ss~.}!_~, J?.?Tgu~o h~l..El_e~~~~!_fo~~!l.!S, L3_qu~_se.. !e~pongan OC? cual, en cambio, no sería posible en francés o italiano, donde hay oposiciones como: chat - sa, casa­cassa, sala - sciala, etc.); .E.~r:o tales :realizaciones no soI1 norma­l~!!, J;n rioplatense, no habiendo siquiera un fonema lel que se le oponga, s podría realizarse con más diversidad todavía, pero las variantes normales son la dental y, en posición final y, sobre todo, delante de consonante, la aspiración h (pasto, prono pahto).

Del mismo modo, enáncés, r puede realizarse de varias maneras, de la vibrante alveolar de los dialectos meridionales hasta la vibrante uvular del francés literario de París, y puede llegar a realizarse inclusive como [xl, porque no hay un fonema Ixl que se le oponga (como ocurre en españolo en alemán); sin embargo, entre todas las variantes posibles, la más normal y general es la vibrante uvular. En portugués, la Isl final, por efecto de dos neutralizaciones simultáneas, conserva como ras­go pertinente sólo el de ser fricativa y de no ser ni interdental, ni velar, ni laringal (es decir que puede ser dental o alveolar: s, z, o palatcralveolar: s, z). El sistema no exige más que eso o, mejor, ofrece una serie de posibilidades. En cambio, la nor­ma (y se trata de norma combinatoria) es mucho más impera-

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Sistema, norma y habla 7S

tiva: la norma de San Pablo sólo admite las realizaciones s y Z

y la de Río S, z, t, y no como facultativas, sino como obligato­rias, según la naturaleza del fonema que sigue. Así que, en un caso como os olhos, la norma de Río, por lo que concierne a la s de os, no sólo exige que la realización constituya variante acústica de un determinado archifonema, sino también que la variante sea dental y sonora (z J. ~ Los ejemplos pueden multiplicarse indefinidamente. Así,

en latín clásico había un único fonema lul, pero su realización normal era consonántica o vocálica, según las posiciones, lo cual llevó a su escisión en dos fonemas distintos; en el sistem!...

~~-l! u de puis,_.~~!t_~_~~~}~t~~E1is~~_!?I?~~.!_.9,~~_ ~c:aliza loa u de_pu,:, étude, pero e~ la n_orma 11:1_ u~~_P1i~s!_!._uite es una consonante, mientras que la de pur, étude es una vocal, i~n~ ~eali~ación vocál~,?a. de Ía u de puis, s~it~-resultáría año.i­~_tª 1<?~~os de la mayoría de los franceses; en ruso y en ru­mano el fonema lel se reaifza obÜgatoriamente como je en determinadas posiciones; la segunda 1 del ingl. little y la 1 del fr. peuple son distintas en la norma de la primera 1 de tittle y de la 1 de lac, siendo sordas y no sonoras, mientras que desde el punto de vista del sistema son variantes del mismo fonema.

3. 1. .!or lo que concierne a la distinción entre norma y sistema en el campo de la morfología, y también para aclarar

- .. ..--0." __ w •• ,... -"1

~l carácter social-cultural de la norma, pensamos que las eVI-dencias inmediatas habrá que buscarlas en los errores de flexion que hacen los niños, o, en general, las personas que no conocen suficientemente la norma. En efecto, tales errores proceden casi siempre de una aplicación de las oposiciones funcionales del sistema contraria a la aplicación consagrada como normal en la respectiva comunidad lingüística, es decir, de la utilización anormal de medios que el sistema proporciona como formas ideales, desligadas del uso concreto, pero que la norma ha fi-

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76 Teoría del lenguaje y lingüistica general

jado, codificado y clasificado en moldes tradicionales de reali­zación. Si un niño inglés dice s. ox, pI. oxes (en lugar de oxettJ, y un niño francés s. carnaval - pI. carnavaux (en lugar de carna­vals J, es ,J?9~9.\l_e _el ,!~~t,eI?a ¡::!?,ntiene,~fflc!jy.aI!l:~n!e_(;o~~~p.ti­_~~s t~~~~_.?p_osic~(:m_es;_ pero en l~ nopIl'l. el1as.1!Q_~~.!'e..a!iza~_ en_ es~os_cas,os, sino en otros (ass-asses, cheval- chevaux) . . ~xis.t:, .p5>r~o._tanto, en la morfología, la misma opo§ición, en el plano Ee la _norma entre «variantes obligatorias» que ya encontra­.II1.()S en J~_ fonQlogía: desde el punto de vista f1l]lcional, o!-.es y oxen son intercambiables, puesto que las dos_ f0l"!!!!lli se ~º'~

!iep-4~I!_.~.!l!9_jlltl}:lil!~~~Q_~~_!!.~rma admite sól~...9.xen. De la misma manera, son intercambiables, en el;~lano funcional, "estea» y esté, «andé» y anduve '{en el sistema de virtualidades de la lengua, estea se opone a estoy, cOmo sea a soy; y andé se opone a andar como canté a cantar), ..R~~?. .. !~ _~~~.~s.p~!i()la sólo admite esté y anduve.

y nuestras gramáticas latinas hablan de sustantivos de la 3.8 declinación que «admiten» en el acusativo la desinencia -em o -im y en el ablativo -e o -i (febris, pelvis, securis, etc.), y de otros nombres que en la declinación pueden seguir el paradig­ma de la 2.B declinación y, en gran parte, también el de la 4.B

(cupressus, fagus, ficus, laurus, etc.). Ahora, indudablemente, 1Ltl.!??_tl!l~ ,~l?t:>_c~.~!1,>la .. historia del sistema latino en la que

o

coexistían las posibilidades referidas pero la norma nunca fue -totalmente indiferente, sino que siempre- préfiri"Ó' una u otr~­Jie l~s_ fOl1l1~§ indica~as: hubo un continuo desplazamiento de la norma en favor de las desinencias -em, -e y del paradigma de la 2.B declinación, respectivamente.

3. 2. Fenómenos análogos pueden observarse en su deve­nir en el rumano actual. En efecto, en rumano los nombres de dos géneros (masculinos en el singular y femeninos en el plural) que no terminen en -e o -iu pueden tener el plural en -e (scaun, silla, pI. scaune) o en -uri (cer, cielo, pI. ceruri J. G~

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Sistema, norma '1 habla 77

neralmente tienen -e los polisílabos y -uri los monosílabos; sin embargo, muchos nombres admiten las dos desinencias (chi­brit, fósforo, pI. chibrite o chibritun), pero la norma nunca es indiferente, prefiriendo siempre una de las dos formas (y pare­ce desplazarse cada vez más en favor de la desinencia -un).

Una serie de diminutivos rumanos presentan en el singular ----'"~-_ ••• - .••.••• _'.,., .............. "_"'''_- ---.--.. it: ... ..,...,.-~~-

los sufijos intercambiables -ici1 o -ea (rindunialí, nnaunea -go-londrina; floricialí, flor(éea -floreCiti)y'hacen-er-¡Jlü.iat, respec­tiy.~~ente, ~n"~lc( o en -ete (rindunici, riridunele );'Iii's -dos opo­

siciop:~~,~Jntercambiables en el sisterp~,_E.e~<?'ia._~n0rIEap'~~: ªere -ici1 en el singular y -ele ~~!..P.~tl~~! lrindunicií - rin~unele, floricici1- floricele), por lo cual está surgiendo en el sistema u.n~ nueva oposición -icií / -ele, por cruce de' ías dos préce-dentes.

Pero el caso más interesante es el de los femeninos en -lío Pueden, éstos, tener el plural en -e, sin metafonía (casa - case), o el plural en -i, con metafonía ({ard, país, {ari). En el sistema, los plurales son equivalentes, tanto que prácticamente todos los nombres indicados podrían tener ambas formas; sin embargo, en cada caso, la norma prefiere netamente una u otra de ellas, con tendencia general a preferir, según parece, las formas en -i con metafonía (el plural normal de §coald - escuela, es actual­mente §coli, pero la norma anterior, §coale,. se conserva en el nombre de una institución creada en el siglo pasado: Casa Scoálelor ).

3. 3. Naturalmente, en el paso de una norma a otra hay un momento en el que la norma es incierta, sobre todo si quere­mos comprobarla en todo un idiom~ :~~~liº-a..cl.L.l!~..Y;!!i~ 2QI::g:l,a.sparciales (soci~lt:~! !:.~~!(?,na~es), dado8.1!~. ~~.~()!I!l~!.J~~r.. ,su I}1i~I}1a índoJeL..._es~iempre menos g~nenll 'lu~ _c:!...._~!~~el!la.~ Considérese, por ejemplo, el caso del dativo y acusativo del pro­nombre personal de 3.- persona, donde el sistema ofrece toda una serie de posibilidades: 1) le-lo; 2) le-le; 3) 10-10; 4) le-la,' S) la-la. En el Río de la Plata, constituyen norma las posibili-

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dades 1) Y 4), respectivamente, para el masculino y femenino. En España, la norma culta es le-lo para los objetos de género masculino, le-la para el femenino y oscila entre le-lo y le-le, con ventaja de estos últimos, para las personas masculinas; la-la es popular; 10-10 es plebeyo 134.

4. 1~~:r:. lo 9.ue concierne a la formación de las palabras, ~la derivación y composición, la distinciÓn entre'ñonna y sis~ tema se manifiesta en relación con las necesidades expresivas

5:otidianas de cualquier hablante. Si consideráramos como iri~

existentes las palabras que no se encuentran en el Diccionario de la Academia (código de la norma), no podríamos decir plan­teo, concretamiento, ocultamiento, sincronización, sacapuntas; podríamos emplear papal sólo en el sentido de «perteneciente o relativo al papa» y no en el de «plantación de papas»; po­dríamos decir patatizar y labializar pero no palatización y la­bialización; podríamos decir nasalidad, nasalizar, nasalización, pero no velaridad, velarizar, velarizaciónJ!!j;!qe "ser. que varias Q~ estas palabras ~o existan en la norma pero existen de algu­na manera en el sistema, en el conjunto de estructuras, posi­bilidades y oposiciones funcionales de la lengua española. En ~. sist~ma existen como virtuales todos l~s nombres posibí~~ ~n -miento y -ción, derivados de verbos; todos los verbos posi:_ bIes en -izar y los abstractos en -idad, etc., independientemente c!e su consagración por la norm.a:_C!.l sistemli e.s u:g. cop.junto <;le vías cerradas y vías abiertas, de coordenadas prolongables y no prolongables. Son prolongables las líneas de los verbos en -ear, -izar, -ecer, pero no las de los verbos en -er, -ir; se pue­den ampliar indefinidamente las líneas de los derivados en -ción, -miento, pero no la de los derivados en -iego. De carta no podemos derivar un aumentativo en -ón, porque encontramos el

134 ef. R. LAPESA, Historia de la lengua española, 2." ed., Madrid, s. a. [1950], pág. 291.

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camino cerrado por cartón; y para el contrario del término fonológico pertinente nos resistimos a emplear el prefijo nega­tivo in-, porque encontramos el camino cerrado por otro imper­tinente; así como en italiano los pueblos del Norte pueden lla­marse nordici pero los del Sur no se llaman sudici (pI. de sudicio, sucio), sino meridionali. Pero sacapuntas es perfecta­mente legítimo desde el punto de vista del sistema (cf. saca­muelas, sacapelotas, sacabotas, sacacorchos, etc.) y sacaclavos es «americanismo» sólo porque en este sentido la norma espa­ñola ya tiene consagrado el término desclavador. Y papal, en el sentido de «plantación de papas» no es «americanismo» sino desde el punto de vista de la norma actual de España, mientras que desde el punto de vista del sistema es formación de lo más castiza. En efecto, palabras perfectamente españolas se crean no sólo en España, sino también en América, porque también en América funciona el sistema lingiiístico español y, si las palabras nuevas representan realizaciones de posibilidades del sistema, nada importa que hayan surgido en Madrid o en Mon­tevideo.

4. 2:-.AJ:!ora, también por lo que cOJlcierne a _~ _d~:,iy~ci.~!l.! l~ norma escoge, fija y opone las variantes. ~sí, por ej., para el femenino de los nombres de agente en -tor, el sistema propor­ciona las posibilidades -tora y -triz, pero en la realización nor­mal esos modelos se oponen y se diversifican: la norma prefiere actriz y directora, reservando actora para el derecho y direc­triz para la geometría (con lo cual dos variantes intercambia­bles se vuelven unidades distintas). Así, también, la norma acl\ mite la oposición maestro/maestra, pero no la oposición minis­tro/ministra; prefiere oyente a oidor, navegante a navegador; y la misma norma limitada que permite estudiante/estudianta, presidente/presidenta no admite navegante/naveganta ni aman­te/amanta, es decir, que realiza sólo parcialmente el sistema.

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S. 1. Má:~ ,~~i!ícil pare~e C<>.lIlprobar la distinción entre ~'!~­ma y sistema en el ~P..Q ~intáctjcQ Sjn embargo, creemos que puede hacerse, porque no consideramos que este campo per­tenece al «habla» más bien que a la «lengua», como afirman varios autores (Gardiner, Bühler, Br0ndal).

5. 2. Como de costumbre, nos encontramos aqlÚ con el desarrollo, a nuestro entender unilateral, de una idea saussureana. En efecto, Saus­~_afirma que pertenecen al _hf!bla das combinacion~--p~~'''i~' -cual~s c:L.~1fjeto ~ablante utiliz,a _eL~d1B.o de, l~ lengua con miras a expresar su pensamiento personal» 135. -- .... - ~ ... _.'--~~.'.' .... _---'-'---- ~ ..... ,~."

En otro lugar 136, Saussure se pregunta .¿hasta qué pWlto pertenece la .oración a la lengua?», y anota la infinita variedad de las oraciones, y, finalmente, en otro capítulo, contesta su propia pregWlta, afirmando que "la oración pertenece al habla, no a la lengua» 137. Esta última afirmación se encuentra repetida como dogma en la lingüística post-saussureana. Pero ¿qué quiere decir esa frase de Saussure? Simplemente, que la oración !:s la unidad de expresión, lo ~;:¡~ ·~s innegable. Pero estO no sipiliCá que no tenga estructura lingüística determinada. Si se quÍere señalar, en' cambio, el carácter inédito de toda oración y la infinita variedad de las oraciones, cabe observar que los elementos de la expresión (palabras con­cretas, sonidos que componen las palabras) son tan inéditos en el hablar concreto como la oración misma y que lo de la variedad de las oraciones no es de por sí Wla comprobación lingüística, sino una comprobación acerca de la infinita variedad de los sentiniientos y pensamientos huma­nos que se expresan en el lenguaje (la misma observación puede hacerse acerca de los sonidos, acerca de la variedad de significados que se atri­buyen a un signo, etc.). Tampoco nos parece válido el argumento contra­rio, aducido por Brfllndal, según el cual los tipos de orac!ó.n serían gene­rales y no característicos de esta o de aquella lengua IJI!; se afinna con esto sólo la admirable universalidad y homogeneidad del'espíritu humano, aWl en su infinita variedad y multiplicidad (y ésta no es una paradoja). ~._ ¡;lec.ir, gue la oración es infinitamente variable y Wlj-~ersal por lo que_ tpcpresa, pero no nos parece que lo sea también por cómo lo expresa: en ~~.~~ tiene de lingüístico, la oración «pertenece a la Íengua» en l~ ~isin.!.

1JS CLG, pág. 57. 136 CLG, pág. 182. 137 CLG, pág. 209. 138 V. BRfIlNDAL, Morfologi og Synttu, pág. 5.

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Sistema, norma y habla 81

~~J.QLg~mAs hecbQS del lengy~je~-n_~ir. por su estructura ide~lJ'_E01:.}!.E.~I1E~_~e_~~_E:~izació~ª! mismoSaussure, por otra parte. considera que la oración pertenece al habla sólo hasta cierto punto, pues que el sintagma (que puede ser parte de una oración o también una oración entera). queda dentro de la lengua 139. se realiza según las reglas de la lengua. Y Gardner. como vimos. reconoce que las funciones sintácticas se encuentran en la «lengua_ como esquemas. estructuras. m<>­delos no aplicados. Pero ¿y los demás hechos lingüísticos existen acaso de otra manera en el sistema? Los sonidos. los vocablos. ¿no existen ellos también sólo como esquemas. como estructuras ideales. en el mismo siste­ma abstracto? ¿De qué manera. si no como estructura asociada y opues­ta a otras estructuras. existe en la -lengua» una palabra como lato lupus­lupi -lupo -lupum 140. o como esp. veo - vemos -vela - viendo? Si la .Iengua». COlDO dice Gardiner. es un «saber,.. este saber comprende también los esquemas sintácticos. que. a nuestro entender. no. se distinguen esencial­mente de los esquemas de las unidades fónicas y significativas 141. En efecto. nosotros podemos estudiar el sistema de la sintaxis latina y construir hoy fraseo; latinas que realicen ese sistema. Podrá decirse que la sintaxis latina. y la sintaxis de cualquier lengua. se estudia sobre la base de hechos de habla. es decir. de frases realmente documentadas. Pero esto no ocurre sólo con la frase: todos los hechos de lengua deben haber sido alguna vez habla. Así. por ejemplo. nnsotros no reconocemos para el latín clásico una forma *dee. vocativo regular de deus. simple­mente porque no la encontramos documentada 142.

Entonces. ¿hasta qué punto la oración pertenece al habla? Ya vimos la contestación implícita en el mismo Saussure. que atribuye a la lengua los modelos fijos y tradicionales de sintagmas 143. y no sólo las fórmulas.

139 CLG. págs. 209-211. 140 V. A. Msn.urr. Le caractere concret du mot. en Ling. Histor. et

Ling. Gén .• n. París. 1936. pág. 9 Y sigs. Cf. también CH. BAllY. Ling. gbl. et ling. fr .• págs. 289-290.

141 Cf .• a este respecto. el informe presentado por Bohumil Trnka ante el VI Congreso Internacional de Lingüistas acerca del problema de la definición de la morfología y de la sintaxis (en Actes du Sixieme Congres Intemational de Linguistes. Rapports .... París. 1948. págs. 19-30).

142 Podríamos postularla. tratándose de una forma perfectamente posible desde el punto de vista del sistema; pero la lengua no es sólo sistema. sino también norma. Y. cuando lo encontramos en la norma. el vocativo de deus no es dee. sino deus.

143 CLG. págs. 209-211.

T. U!NGUA.JB.~

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"los giros que no se pueden improvisar», sino también «todos los tipos de sintagmas construidos sobre formas regulares», las combinaciones correspondientes a tipos generales que «tienen su base en la lengua en forma de recuerdos concretos». Pero ¿hay en la lengua, entendida como «acervo idiomático» -como aquí se la entiende-, algo que no tenga su base en recuerdos concretos, que no sea abstracción estructurada sobre recuerdos concretos? Pues de abstracción se trata (si por abstrac­ción se entiende .. formalización", «idealización»), ya que, al afirmar la existencia de «tipos generales», se afirma exactamente lo contrario de lo concreto de la lengua (a pesar de que, para Saussure, eso mismo signi­fique que en ella enada hay de abstracto»). En efecto, si, en el plano concreto del hablar, la oración es la expresión unitaria e indivisible de la relación que se establece entre un signo y una situación, o entre una serie de signos, por un lado, y entre la misma serie (tomada como conjunto, como unidad) y una situación, por el otro lado, es evidente que, en el plano abstracto del sistema, la oración no puede ser sino modelo general, esquema ideal, de esas relaciones.~ l?!a(;i9.!l..L1'}les ... ~_Q!!l.Q _" !le.cho lingüístico, pertenece a la «lengua» como estructura, como forma ideal, y pertenece, en cambio, al habla, como realización com'o uüH~ -;'dó~ concreta, fndividual, de ÚDa estructura ideal'; pertenece exchisivá~' .mente al habla sólo lo que es expresión informe, carencia de estructura: J~l anacoluto, los lapsus, las interrupciones 144.

La verdadera dificultad surge, según nosotros', del hecho de que, ya en el hablar concreto, la función sintáctica es una función de tipo espe­cial: una función de relación. Ella puede expresarse mediante morfemas, pero no está en los morfemas mismos -que de por sí se encuentran en el plano paradigmático-, sino en la relación (régimen, concordancia) que se establece entre los signos, en virtud de los morfemas que presentan (y entre los morfemas incluimos también el orden de los signos), y, al mismo tiempo, entre el conjunto de los signos y la situación. Y esa rela­ción -la única que se encuentra en el plano propiamente sintagmático­es de por sí totalmente inmaterial: materialmente puede caracterizarse apenas por su unidad melódica, que, justamente por eso, ha sido tomada por ciertos estudiosos, y en particular por J. Stenzel, como fundamento para la definición de la oración 145. Pero si el hablar consiste, precisamen­te, en establecer esa misma relación, es evidente que lo que nos pone en

144 Cf. K. VOSSLER, Filos. del lenguaje, págs. 184-185. 145 Cf J. STENZEL, Filosofía del lenguaje, tr. esp., Madrid, 1935, pági­

nas 67-71 y 75-78.

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condición de hablar, el saber lin¡ilistico, el acervo idiomátiCo, debe con­tener no sólo los si¡nos aislados (conocer todo el vocabulario de una lengua no significa todavía conocer 'la lengua misma), sino también la manera de actualizarlos y de relacionarlos, entre ellos y con una situa­ción 146. Y, si el sistema lingüístico es el sistema abstracto de las oposi­.~}~nes qu-;-;~establecen en el habia:' concreto .)' .. de~~:_~~l~ii~~·q~e~ elfáS-=: cumplen, es evidente que debe postularse la existencia en el mismo de .todas lilS funciones lingüísticas: a) las funciones fonológicas otj4tinti'!~,. 9.ue individualizan, separan y distinguen los signos (la f. culminativa, . . ~~. f. delimitativa y la f. distintiva propiamente dicha); b~ las tuncione~~Jk_ ltsticas u orientadoras, que determinan el valor específico del signo en el acto verbal, orientándolo hacia el hablante, el oyente o la cosa (f. e:x;pre­siva, f. apelativa, f. deíctica); e) las funciones morfológicas, es decir, fa función actualiz.adora, que vuelve el signo apto para un empleo concretó en un acto verbal (o sea, lo introduce en una categoría gramatita1:'I~ nero, número, caso, tiempo, modo, aspecto, persona, etc.);' d) ÍafUtici¿n­sintáctica o relacionadora, que relaciona los signos entre ellos, los' coñs-° ti~uye en unidades expresivas y los refiere a una situación; e) las funcio­nes simbólicas, es decir, la función representativa, que pertenece inme­diatamente al signo, como medio cognoscitivo, independientemente de su actualización y de sus relaciones, y la función asociativa 147, que asocia los signos como factores de conocimiento, por su forma o por su contenido. Todas estas funciones son semánticas, puesto que se refieren a los signos lingüísticos y a su empleo (~ en este sentido, creemos, hay que entender la famosa (frase de Schuchardt, según la cual -existe una sola gramática y se llama semántica o, mejor todavía, ciencia de la designación-) 148.

5. 3. En el campo sintáctico, la distinción entre norma y sistema aparece en primer lugar como distinción entre los ti­pos generales o «regulares» de construcción y las fórmulas fijas de las que habla Saussure: mientras que aquéllos pertenecen

146 Cf. W. PORZIG, Ob. cit., págs. 106-107. 147 No se confunda con la f. asociativa de la fonología, que es 5610

una función distintiva secundaria. 148 Rugo Schuchardt-Brevier, Halle, 1922, pág. 127.

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al sistema, éstas representan realizaciones tradicionales de esquemas contenidos en el sistema mismo, es decir, que son hechos de norma.

En segundo lugar, aquí también, entre las variantes de un esquema sintáctico permitidas por el sistema, una puede con­siderarse como la realización normal en la lengua dada, mien­tras que las demás, o son anormales, Q adquieren nomlal.idad sólo en una determinada convención estilística. Así, por ejem­plo, en español es normal la frase se me ha dado, pero no lo es la frase me se ha dado, que, sin embargo, mantiene todas las distinciones requeridas por el sistema y es, en cambio, normal en italiano (mi si e dato). En español hay que decir no voy más, como en italiano (non vado piu), mientras que en rumano se dice nu mai merg (<<no más voy.), y en alemán ich gehe nicht mehr (<<yo voy no más»); es decir, que, aquí.....!....~bién, las_~~li­

l!,cio!'-5,s_ n2.~ªle.~~!:~,:te~? _ ~~._!en~a. .. m~_s_ ~l.~~ _~~J:~ .. ~.o­siciones funcionales. Del mismo modo, es verdad que en latín el sistema permitía, para decir «Pedro ama a Pablo», cualquiera de estas expresiones: Petrus Paulum amat, Paulum Petrus amat. Petrus amat Paulum, Paulum amat Petrus, Amat Petrus Paulum, Amat Paulum Petrus,' pero también es verdad que la primera era la construcción normal, mientras que las demás, o no eran normales, o tendrían particulares valores estilísticos: el orden de las palabras en la frase latina era mucho menos arbitrario y facultativo de lo que dicen nuestros manuales .

..f.i,gªh;nente, también en el campo sintáctico dos variantes, . . - .- -.. . .. _. .~- .. ~

intercambiables desde el :punto de .vista del sistema, pueden QP9Ilerse en la norma. Así, por ej., el sistema espaftc;( permite, en determinad~~-~;sos, la construcción de complemento objeto personal con la preposición a o sin ella; pero es evidente que en la norma querer· a un criado se opone netamente a querer

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Sistema, norma y habla 85

un criado 149. (Compárese, en el mismo sentido, el significativo ejemplo francés estudiado por Bally: croire en Dieu - croire au diable) IS0.

6. 1. Si~ .. ~mbargo, las dific~lt~~tf:s.lIlay2.~C:s. P~~.}~. q~.~,?~: <:!.c:..rp.e.;a)a distinción entre nor11U! Y sist~1Jla .s~ e~cu~!l!~.~!l e.l .. carópo del léxico propiamente dicho, es decir, eJ:l_.e.~ .~~l?~ ~o}lde actúan las funciones a las qUe;! llam.am~~ .. '-~p'!"ese..ntativa La!.o.c!.'!.t!~a. Pero no se trata de dificultades inherentes a la dis­tinción misma, sino de dificultades que se deben a la enorme complejidad e infinita variedad de las oposiciones que se esta­blecen en este campo y que hacen tan arduo el estudio sistemá­tico del vocabulario: en efecto, a pesar de los gigantescos es­fuerzos que se han hecho, aun los grandes monumentos lexico­gráficos no dejan de ser, en máxima parte, simples repertorios en los que las palabras se consideran como entidades aisladas, y no como elementos de un sistema, orgánicamente opuestos y asociados. Las oposiciones fundamentales podrán, quizá, dis­tinguirse y reducirse aquí también a tipos constantes (aban­donándose, desde luego, el arbitrario orden alfabético), pero su número resultará, sin duda, mucho más elevado que el de las oposiciones comprobadas en el campo fónico, en la morfología, en la formación de las palabras y en la sintaxis.

6. 2. Creemos que, por lo que concierne al léxico, corres­ponden al sistema' la particular ~lasificación conceptual del mundo que toda lengua representa (función representativa) y la manera peculiar con que esa clasificación se realiza fonnal­mente en cada idioma, tanto en el momento de la creación del signo como en sU,repetición (función asociativa). Considérese, por ejemplo, el caso del persa khordl1n, al cual corresponden, en esp. dos verbos, comer y beber (y a nuestro comer, corresponde

149 ef. K. VOSSLER, Algunos caracteres de la cultura española, Buenos Aires, 1941, pág. 68.

ISO Festschrlft Tappolet, Basilea, 1935. págs. 9-15.

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en alemán essen y tressen, empleados, respectivamente, para seres humanos y para animales, y en tamanaco, lengua indígena del Brasil, jucurú, jemerí, janerí, respectivamente: «comer pan», «comer fruta o mieh, «comer carne>,) 15\, o el caso dellat. esse, al cual corresponden en español ser y estar (y también existir, hallarse, haber): son, éstas, diferencias de sistema, desde el punto de vista de la representación, con las que se enfrenta quienquiera que haya consultado alguna vez un diccionario bi­lingüe o haya traducido de una lengua a otra. Por 10 que atañe a las diferencias sistemáticas asociativas, obsérvese que para los latinos el nombre de la luna (luna<*lucsna<*loucsna) sig­nificaba en su origen «la resplandeciente», relacionándose con luceo, mientras que para los griegos (Ile:(<;, Il~v) se relacionaba, como para los eslavos, con la idea de «medir» (el tiempo), o que a nombres como ing. bat, it. pipistrello, fr. chauve-souris, esp. murciélago corresponden asociaciones distintas en los respec­tivos idiomas: lo mismo puede comprobarse también en ejem­plos triviales, como el de esp. sobretodo «(sobre-todo», como el ing. overall, al cual traduce) frente a it. soprabito ((sobre­vestido»), fr. pardessus ((por-encima»); o el de agujero, que se relaciona con aguja, lo cual no ocurre con fr. trou, it. buco; o el de esp. tenedor, relacionado con tener, mientras que it. tor­chetta, fr. tourchette se relacionan con torca, tourche, etc.

6. 3. Por lo que concierne a la norma, o sea a la realiza­ción normal del sistema, se comprueba que, aquí también, en­tre las variantes admitidas por el sistema, tanto desde el punto de vista signHicativo como desde el punto de vista formal, una suele ser la normal, mientras que las demás, o resultan anorma­les, o tienen un determinado valor estilístico. Así, es evidente que, en casos de los más comunes, como brazo, árbol, casa, mar, un determinado significado es «nuclear» o principal, mien-

151 ef. A. PAGLIARIO, Corso di glott., 1, pág. 89.

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tras que los demás son «laterales», dentro de la esfera de sig­nificados posibles de esos nombres; como también que, entre perro y can, la primera es la variante normal en español. Mas el hecho de existir los significados «laterales» o secundarios (permitidos por el sistema pero no comunes, o complementarios, o fijados en determinados empleos tradicionales, en la norma), es muy importante, pues explica el mecanismo de muchos cam­bios semánticos 152, dado que, justamente por los significados «laterales», las esferas significativas de los varios signos se en­trecruzan y se relacionan (cf., por ej., cándido, 'blanco' ~ 'sin m~ncha' ~ 'sin culpa' ~ inocente, por lo cual tenemos: cándido, 'inocente, puro, ingenuo') 153.

y también aquí se comprueba la oposición, en la norma, de variantes que corresponden a una única invariante del sistema. El ejemplo más claro, en este sentido, nos parece el de los si­nónimos, cuyo empleo no es casi nunca indiferente en la norma (por ello se dice que en la lengua no hay sinónimos): en efecto, tercó no es lo mismo que obstinado, ligar no es lo mismo que atar, permanecer no es exactamente quedar, tomo no tiene los mismos empleos que volumen,' del mismo modo, se dice perro rastrero y no can rastrero, mientras que en la astronomía se dicen Can mayor y no Perro mayor. Y estas oposiciones en la norma' también caracterizan las lenguas, como muy bien se puede comprobar en la traducción: así, por ejemplo, es notable y merecería un estudio particular el caso de las parejas de ver­bos españoles, derivados respectivamente del infinitivo y del supino latino, a los cuales corresponde, en cada caso, un único verbo en francés y en italiano (cf. concurrir - concursar, diferir-

152- ef. v. PISANI, L'Etimologia, Milán, 1947, pág. 158 y sigs. 153 En nuestro análisis de la lengua de Jon Barbu (com. cit.J indicá­

hamos una serie de cambios semánticos de ese tipo realizados por el poeta: cambios legítimos e inteligibles desde el punto de vista del sis­tema, pero insólitos desde el punto de vista de la norma.

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dilatar, transferir - trasladar, frente a fr. concourir, différer, transférer; it. concorrere, differire, trasterire).

Asimismo es evidente que no todas las asociaciones osib en el sistema (por el lado el contenido o por el lado de la for­ma) 154 se dañ tambIén en la norma: considérese que la labor creativa en el lenguaJe, y !n particular la labor poética, consiste ~n gran parte en descubrir cada vez nuevas asociaciones signi. ficativas (imágenes) o formales (rima, asonancia, aliteración, armonía ImItatIva, etc.), pOSIbles en el sistema (es decir, virtual· mtlite existentes), pero médItas en la norma. Ejemplos intere· smffes en este sentido son los que nos ofrecen los términos co­rrelativos y los 'antónimos, que no tienen en la nonna empleos correlativos o exactamente contrarios, como los podrían tener desde el punto de vista del sistema; así, una pieza en la que se come se llama comedor, pero una pieza en la que se bebe no se llama bebedor; a origen oscuro corresponde normalmente origen ilustre, más bien que origen claro; los contrarios norma· les de implacable, imperturbable, impasible no son placable, perturbable, pasible,' lo contrario de una muchacha imposible no es una muchacha posible; a un hombre bien no corresponde un hombre mal, y a una pregunta como «¿Vamos? se puede contestar «Bien. (sí), pero no «Mal» (no).

Y, viceversa, el pan blanco se opone el pan negro, que no es negro, y al agua salada el agua dulce, que es simplemente no­salada 155. Se trata siempre de oposiciones en la norma, ~ caracterizan los 1 iomas a los que pertenecen; así, nuestro vmo unto es rojo en italiano ( vino rosso) y negro en servio­croata (crno vino).

7. Hemos comprobado, pues, que en todos los campos, en todas las funciones que se pueden considerar en el lenguaje, es --

154 Cf. eLG, págs. 211·213. 155 Cf. V. PISANI, Ob. cit., pág. 178.

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Sistema, norma y habla 89

posible y necesario distinguir los dos aspectos de norma SlS ema, para una comprensión más íntima de los hechos lin­'gtmhcos; o, mejor, que, al lado ({el sístema funcional hay que atstftrgUir a rea lzaCl n norma, o sea, un grado inferior de abs­tracción, que tambIén caracterIza las len as. En efecto, si al SIstema ono gICO de una engua corresponde, grosso modo, 10 que Sweet llamaba broad transcription (transcripción fonéti­ca amplia), es indudable que ésta no agota la descripción fónica de la lengua misma, que presenta siempre, como características generales, y no accesorias y esporádicas, también hechos com­probables sólo en una narrow transcription (transcripción es­trecha), Se observa, asimismo, que las formas ideales que se atribuyen al sistema se realizan de la misma manera aun cuan­do no tienen valor funcional (así, por ej" en una lengua como la latina, los casos desinenciales subsisten también ahí donde la función se indica suficientemente mediante preposiciones); que las variantes facultativas de realización no son tales desde el punto de vista de la norma, la cual exige realizaciones deter­minadas; que las variantes combinatorias normales, aun en el campo fónico (donde aparentemente tendrían aspecto de "ne­cesidad» física u orgánica), distan mucho de ser idénticas en las varias lenguas; y que, finalmente, en el campo de la norma surgen oposiciones secundarias «obligatorias», que no corres­ponden a oposiciones funcionales del sistema, pero que, sin embargo, constituyen rasgos generales e indispensables de la lengua considerada.

La norma puede coincidir aparentemente con el sistema (cú'ando el sistema ofrece una única p-osibilidad), así como la realización individual puede coincidir con la norma, pero esto no significa que pueda dejarse de distinguir los dos conceptos, que se refieren a distintos planos de abstracción. Sin embargo, la distinción adquiere evidencia sobre todo ahí donde el siste­ma .admite una serie de variantes de realJ~~ción, aparentemente

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90 Teoría del lenguaje y lingüística general

facultativas, como en el caso de las vocales e y o en español, del plural de los nombres femeninos en rumano, o de la redu­plicación y repetición mediata, fenómenos que tanta importan­cia tienen en la estructura de las lenguas turcas 156.

Aclaramos, además, que no se trata de la norma en el senti­do corriente, establecida o impuesta según criterios de correc­ción y de valoración subjetiva de lo expresado, sino de la norma objetivamente comprobable en una lengua, la norma que se:.. guimos necesariamente por ser miembros de una comunidad lingüística, y no aquella segán la cuál se reconoce que «habla­mos bIen» o de manera ejemplar, en la misma comunidad. Al . ~~------~~~~~~----------~--~-com robar la norma a la que nos referimos, se comprueba cómo se dice y no se indica e mo se e e ectr: os conceptos que, 'con res cto a ella, se oponen son normaÍ y anormal, y no co­rrecto e incorrecto. El hec o de que las dos normas puedan coincidir no nos interesa aquí; cabe, sin embargo, señalar que muchas veces no coinciden, dado que la «norma normal» se ade­lanta a la «norma correcta», eS siempre anterior a su propia codificación.

VI. ESBOZO DE UNA TEOlÚA COHERENTE DBL HABLAR

Y DE SU FORMALIZACIÓN

1. Trataremos ahora de colocar los conceptos que hemos distinguido en una visión coherente y unitaria del lenguaje co­mo actividad creadora.

2. En el lenguaje como actividad -incluyendo los factores que lo condiCIOnan necesariamente, pero excluyendo el aspecto puramente físico-fisiológico y, por el momento, también las de-

156 Cf. J. DENY, Structure de la langue turque, CILUP, IX, 1949, pá­ginas 17-51.

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Sistema, norma y habla 91

terminaciones sociales- distinguimos, en primer lugar, UD as­pecto psíquico (lenguaje virtual) y un aspecto propiamente lin­gilistico (hablar concreto, lenguaje realizado J.

En el as ecto sí uico, anterior al acto lingrustico concreta­mente registrable, distinguimos e sa er que es condicl n :... hablar, es decir, el acervo lingüístico ( SprachbesitzJ, y el im­pulso expresivo, o sea, la intuición particular que requiere ex­presión concreta, material (d. el habla de Sechehaye, Devoto, Brandal). De por sí, este último concepto no es un concepto propiamente lingüístico -aunque interese en la lingüística y aunque pueda llegarse a él por medio de la lingüística-, sino psicológico: pertenece a la psicología, y no sólo a la psicología del lenguaje, sino a la psicología de la expresión en generaL!. la psicología del lenguaje pertenece, en cambio, el Sprachbesitz, que es siempre mdlVlduaI socIal al mIsmo tiem o (dado que se cons Ituye en el individuo sobre la base de la memoria de los ac­tos lingüísticos por él experimentados en la comunidad, corno hablante y corno oyente), pero que puede comprobarse en un in­dividuo (Sprachbesitz individual, cf. el 2.° concepto de «lengua,. en W. Porzig) o en un grupo de individuos (Sprachbesitz so­cial J. Este último puede considerarse corno suma de acervos lingüísticos individuales o, mejor, corno sistema de los aspectos comunes comparables en tales acervos (d. la «lengua,. social precedente al habla individual, en la concepción de Saussu­re, Bally, Gardiner, Porzig, y también Jespersen, 3).

El hablar concreto uede, a su vez, considerarse en su reali-dad inme m de ac i!!ísticos registrados (cf. el habla y la lengua de PenttiUi, el habla de fórmula 1 + l' + 1"... de Saussure, el «producto lingüístico,. de Bühler, el primer concepto de «Iengua,. en W. Porzig), a la que llamaremos material lingüístico. Sobre la base de los a~tos lingüísticos concretos, se constituye corno abstrac­ción (cf. Humboldt, Paul, Jespersen, erose, Bertoni), como

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92 Teoría del lenguaje y lingüística general

'Sistema de isoglosas (aspectos comunes comprobados en los ac­tos considerados), el objeto ideal lengua_con respecto al cual la formulación conceptual más cIara y coherente, en este sen­tido, ha sido dada, según nosotros, por Vittore Pisani 157.

Tenemos, por consiguiente, el esquema:

Lenguaje virtual (aspecto psíquico)

Acervo ling. social

Acervo ling. individual

Impulso expresivo

t

Lenguaje realizado (aspecto lingWstico)

Acto lingÜístico

Material lingWstico

Lengua: sistema de isoglosas

El término lenguaje nombra. pues. un concepto que, para nosotros, se identifica con el hablar concreto, es decir, con la actividad lingüística, dado que el aspecto psíquico que apa­rece en el esquema no es sino lenguaje «virtuab, o sea, por un lado, memoria estratificada, generalizada y formalizada de actos lingüísticos reales y, por otro lado, condición y posibili­dad de un nuevo hablar concreto. Pero no vemos ningún obs­táculo para que se ~mplee lenguaje como término general para indicar el conjunto de conceptos hablar - acervo lingüístico­lengua. si se tiene siempre presente que se trata, en último aná­lisis, del mismo fenómeno considerado desde tres puntos de vista distintos :(!)en su realidad c~::mcreta;C%j)en su virtualidad

157 ef. V. PISANI. La lingua e la sua storia. ahora en Linguistica gene­rale e indeuropea. Milán. 1947, págs. 9-19.

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Sistema, norma y habla 93

y como condición, como «substrato», del hablar concreto;C!) como abstracción que se estructura sobre la base de los actos lingüísticos concretos; y que la lengua se comprueba sólo en el hablar 158.

Ahora, adoptando el punto de vista de un acto lingüístico concreto, podemos considerar una lengua que comprenda en una isoglosa ese mismo acto, pero también una «lengua ante­rior», sistema establecido, en la misma comunidad, sobre la base de los actos lingüísticos precedentes al acto al que nos enfrentamos: el sistema en el que se encuentra,n los modelos de ese mismo acto, o con respecto al cual el acto se presenta como innovación. Ese concepto de «lengua anterior» es impor­tante, porque corresponde, justamente, a una realidad histórica tc:intinuada por el nuevo acto considerado, al cuadro en el que se realiza como hablar una nueva intuición individual e inédita; es un concepto lingüístico, por constituirse desde un punto de vista estrictamente lingüístico, pero, por su contenido, coincide prácticamente (por lo menos en gran parte) en el individuo o en el grupo de individuos considerados, con el concepto psico­lógico o socio-psicológico de «saber» o «acervo lingüístico lO.

Aquí tambien se trata de modos distintos de encarar los mis­mos objetos, más bien que de objetos distintos: por un lado, se elabora una generalización sobre la base de fenómenos con­cretos; por el otro, se considera la misma generalización como saber depositado en la memoria de uno o más individuos. Pero, por eso mismo, el concepto de «acervo lingüístico» resulta exte­rior a la lingüística, que estructura sus abstracciones exclusi­vamente sobre la base de hechos concretamente registrados, y

158 Cabe señalar, sin embargo, que la distinción entre lengua y lengua­je puede hacerse en este sentido en español, como en francés (langue­langage), en italiano (lingua-linguaggioJ, en portugués (lingua-linguagem), o en rumano (limbá-limbaj), pero no se puede hacer tan netamente en inglés o alemán, donde un único término (language, Sprache) corresponde a los dos conceptos.

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no sobre virtualidades o conjuntos de representaciones no in­vestigables con medios glotológicos.

3. 1. Sobre la base del mismo hablar concreto, única reali­dad investigable del lenguaje, han de elaborarse, según nos­otros, los conceptos de norma y sistema, mediante una visión retrospectiva que tenga en cuenta las relaciones entre los actos lingüísticos considerados y sus modelos. En efecto, los actas ,!!!lgüísticos son actos de creación inédita, por corresponder a intuiciones inéditas, pero son, al mismo tiempo -por la misma condición esencial del lenguaje, que es la comunicación-, actos de re-creación; no son invenciones ex novo y tQtalrnente arbi. !rarias del individuo hablante, sino que se estructuran sobre modelos precedentes, a los ue los nuevos actos contienen al mismo tiempo. supe,!!!!. Es decir, que el hablante uf . para la expresión de sus intuiciones inéditas, modelos, formas ideales que encuentra en lo que llamamos «lengua anterior»

- al

(sistema precedente de actos lingüísticos). O sea que el indivi· duo crea su expresión en una lengua, habla una lengua, realiza concretamente en su hablar moldes, estructuras, de la lengua de su comunidad. En un primer grado de formalización, esas estructuras son simplemente normales y tradicionales en la comunidad, constituyen lo que llamamos norma; pero, en un plano de abstracción más alto, se desprenden de ellas mismas una serie de elementos esenciales e indispensables, de oposi· ciones funcionales: lo que llamamos sistema. Pero z¡grwa Y­sistema no son conceptos arbitrarios que nosotros aplicamos al hablar, sino formas que se manifiestan en el hablar mismo;, y el camino para llegar a ellos es el camino que parte del ha· blar concreto y procede por medio de abstracciones sucesivas, relacionado el hablar, los actos lingüsticos concretos, con sus modelos, es decir, con un hablar anterior, constituido, median· te otro proceso de formalización, en sistema de isoglosas. Vale

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Sistema, norma y habla 95

decir qUe el sistema y la norma no son realidades autónomas y opuestas al hablar y tampoco «aspectos del hablar., que es una realidad unitaria y homogénea, sino Jormas que se com­..e.rueban en el mismo hablar, abstracciones Que se elaboran sobre la base de la actividad lingüística concreta, en relación ¿¿p Jos modeloS que eIla utIÍWl.

3. 2. Nuestra concepción podría representarse gráficamen­te mediante el siguiente esquema:

A~---------------------------------------------------------------------------~B Hablar

a~----------------·-----------.b Nonna a·:------______ --, b'

Sistema

~ '--__________ ....!d·

e - _____________ --J

d C~ __________________________________________ ~D

El cuadrado mayor A-B-C-D representa el hablar efectiva­mente comprobado (wirkliches Sprechen, Gespriich), es decir, los actos lingüísticos concretamente registrados en el momento mismo de su producción.

El cuadrado intermedio a-b-c-d representa el primer grado de abstracción. es decir, la norma (Sprachnorm), que contiene sólo lo que en el hablar concreto es repetición de modelos ante­riores. Yale" decir que la operación abstractiva que se cumple al pasar de A-B-C-D a a-b-c-d implica la eliminación de todo lo

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que en el hablar es aspecto totalmente inédito, variante indivi­dual, o<;:asional o momentánea, conservándose sólo los aspectos comunes que se comprueban en los actos lingüísticos conside­rados y en sus modelos.

El cuadrado menor a'-b'-e'-d' representa el segundo grado de abstracción o formalización, es decir, .el sistema (Sprachsys­te"!), 3ue contiene sólo lo que en la norma es forma indispen­sable. oposición funcional, habiéndose eliminado por la nueva operación abstractiva todo lo que en la norma es simple cos­tu . radición constante elemento común en todo el hablar de la comunidad considerada, pero sin va or cionaL -o sea, en último análisis, una es ecie de «acompañamiento» siempre presen e en e abIar. pero inesencial por lo que atañe a las oposiciones significativas fundamentales que aseguran su funcionamiento como instrumento cognoscitivo y de comunJ: ~ación. Es decir, que, al pasar de la norma al sistema, se eli­'iiiina todo lo que es «variante facultativa» normal o «variante combinatoria», conservándose sólo lo que es «funcionalmente ~rtinente,!..

Ahora, al establecer el concepto de «norma», se efectúa una doble abstracción, dado que, por un lado, se elimina todo lo que es puramente subjetivo, originalidad expresiva del indivi­duo (en general y en el momento considerado), y, por otro lado, se abstrae una norma única, general en la comunidad: en rea­lidad, la norma es variable, según los límites y la índole de la comunidad considerada. Además, si se consideran los actos lingüísticos de un solo individuo, hay que introducir en el es­quema, entre los límites del hablar y los de la norma social, un campo intermedio, correspondiente a la norma individual, es decir, un campo que comprenda todo lo que es repetición, elemento constante en el hablar del individuo mismo, eliminán­dose sólo lo puramente ocasional y momentáneo, lo que, hasta

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Sistema, norma y habla 97

desde el punto de vista del individuo considerado, es originali­dad expresiva absoluta, elemento totalmente inédito.

Si identificamos el hablar con el habla (Rede), todo el len­guaje considerado como actividad copcreta es hgb1g· pero. en sentido restrictivo, podemos llamar hechos de habla lo que se elimina en la abstracción que se cumple al pasar de los actos lingüísticos concretos a la norma individual y, respectivamente, hechos de norma mdlvldual, hechos de norma social lo ue se e lmma en as os orma lzaciones sucesiva,!:.

3. 3. Colocándonos en el plano de los actos lingüísticos concretos, podemos decir que el hablar contiene todos esos he­chos y, además, el sistema, dado que norma individual, norma social y sistema no son sino distintos grados de formalización del hablar mismo; del mismo modo, la norma individual con­tiene la norma social y el sistema, y la norma social contiene el sistema.

Colocándonos, en cambio, en el plano del sistem¡. podemos considerar las dos normas y el hablar concreto como grados sucesivos de realiz.ación del mismo. El sistema se presenta, en efecto, desde este punto de vista, como una entidad abstracta, «una red de funciones», que se realiza en formas sociales de­terminadas y más o, menos constantes, las cuales constituyen un sistema de realiz.aciones normales, también abstracto (nor­ma), que, a su vez, se realiza en n01'mas individuales, así como éstas se realizan en la infinita variedad y multiplicidad de la actividad lingüística concreta. Y, dado que los conceptos de norma social y norma individual no son necesariamente suce­sivos (en efecto, desde el comienzo podemos considerar actos lingüísticos ertenecientes a varios individuos), podemos decir ue -el sistema es un conjunto de oposiciones funcionales; la

norma s la realización «colectiva» del sistema, que contiene el sistema mismo y, además, los elementos funcionalmente «no­pertinentes», pero normales en el hablar de una comunidad; el

T. LENGUA.JB.-7

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!abl~(o, si se quiere, habla).!:!.la realización individual-con· creta de la norma, que contiene la norma misma y, además, la originalidad expresiva de los individuos hablantes .

.J:J=.. El sistema es sistema de posibilidades, de coordenadas que indican caminos abiertos y caminos cerrados: puede consi· derarse como conjunto de «imposiciones», pero también, y qui­zá mejor, como conjunto de libertades, puesto que admite infi­nitas realizaciones y sólo exige que no se afecten las condiciones tuncionales del instrumento l~üístico: más bien que <<impe­rativa», su índole es consultiva' Si se nos permite una ,analogía.. diríamos que el sistema no se impone al hablante más de lo que la tela y los' colores se imponen al pintor: el pintor no pue· de salirse de la tela y no puede emplear colores que no tiene, pero, dentro de los límites de la tela y en el empleo de los colo­res que posee, su libertad expresiva es absoluta. :_odríamos decir, pues, que, más bien que imponerse al individ~~ el sist~: ma se le ofrece, proporcionándole los medios para su expresión inédita, pero, al mismo tiempo, comprensible, para los q~ lizan el mismo sistema.

Lo que, en realidad, se impone al individuo, limitando su li­bertad expresiva y comprimiendo las posibilidades ofrecidas por el sistema dentro del marco fijado por las realizaciones tradicionales, es la normq Luorma es. en efecto. un sistema de realizaciones obligadas, de imposiciones sociales y cultura-.. ----- ,------les, y varía se ún la comunidad. Dentro de la misma comuni-

ad lingüística nacional y dentro de! mismo sistema funcional pueden comprobarse varias normas (lenguaje familiar, lenguaje popular, lengua literaria, lenguaje elevado, lenguaje vulgar, et­cétera), distintas sobre todo por lo que concierne al vocabu­lario, pero a menudo también en las formas gramaticales y en la pronunciación: así, el sueco tiene una pronunciación litera­ria y elevada y una pronunciación usual y corriente; y en el mismo Río de la Plata hay todavía quien considera norma

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Sistema, norma y habla 99

del hablar elevado (discursos solemnes, lecciones universitarias, etcétera) la pronunciación castellana .de ce, ci, z, ll, y.

El sistema, en cambio, aun constituyendo la forma ideal lo­grada por la actividad lingüística de una comunidad a través de su historia, aparece de cierta manera como autónomo (cf. Saussure, Bally) y separado de su uso, dado que lo que se em­plea en el hablar no es propia y directamente el sistema, sino formas cada vez nuevas que en el sistema encuentran sólo su condición, su molde ideal.

La labor espiritual del individuo hablante consiste, justa­mente, en la aplicación original del sistema, dentro y fuera de lo permitido por la norma, y la labor espiritual de una comuni­dad se manifiesta en la norma misma, mientras que el sistema es algo como el lugar donde ocurren la norma y el hablar con­creto. - En su actividad lingüística, el individuo conoce o no conoce la norma y tiene mayor o menor conciencia del sistema. Al no conocer la norma, se guía por el sistema, pudiend<? estar o no estar de acuerdo con la norma (creación analógica); conocién­dola, puede repetirla dentro de límites más o menos modestos de expresividad o rechazarla deliberada.mente e ir más allá de ella, aprovechando las posibilidades que le pone a disposición el sistema. Los grandes creadores de lengua -como Dante, Quevedo, Cervantes, Góngora, Shakespeare, Pu~kin- rompen conscientemente la norma (que es algo como el «gusto de la época» en el arte) y, sobre todo, utilizan y realizan en el grado más alto las posibilidades del sistema: no es una paradoja, ni una frase hecha, decir que un gran poeta «ha utilizado todas las posibilidades que le ofrecía la lengua». En este sentido, pode­mos repetir con Humboldt y Croce que, en realidad, no apren­demos una lengua, sino que aprendemos a crear en una lengua, es decir, que aprendemos las normas que guían la creación en una lengua, aprendemos a conocer las directivas, las flechas

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indicadores del sistema y los elementos que el sistema nos pro­porciona como moldes para nuestra expresión inédita.

4. 1. En la distinción que hemos establecido entre sistema y norma, hemos conservado siempre la relación con el hablar concreto, con la sustancia fónica del lenguaje, presente de algu­na manera hasta en las funciones más inmediatamente fonna­les, como las sintácticas. Es posible, sin embargo, llegar a una abstracción más allá del sistema", ignorando totalmente ]a SU ... tanda fónica: una abstracción a la que podríamos llamar, con un término hjelmsleviano" esquema: en el esquema nos queda­ríamos con las funciones puras, con relaciones algébricas d «cantidades vacías», despreocupándonos totalmente de cóm esas funciones se expresan fonemática y morfemáticamente, e decir, de los elementos fónicos que la lengua considerada ut liza para expresar las oposiciones que constituyen su sistema No ignoramos la importancia teórica que puede tener ese con· cepto, hasta para la comprensión más íntima de los fenómenos lingüísticos generales. Pero, muy probablemente, esa sincronía ptIra e integral nos llevaría -completamente fuera de la historia, y con eso mismo fuera del campo del lenguaje (y de la lingüís­tica), transfonnando nuestra investigación en estudio de la «mentalidad de los pueblos», de una «forma interior» lógica más bien que glotológica. La abstracción resultaría probable­mente inaplicable en la lingüística históric~, que no puede ignorar ni la sustancia fónica ni la relación entre los, signos lingüísticos y las cosas designadas, pero tendría, sin embargo, utilidad en la llamada «gramática general» y en la comparación estructural entre las lenguas, dado que sus moldes podrían apli­carse a más de una lengua (así, una gramática esquemática húngara coincidiría en gran parte con una gramática esque­mática turca y una gramática rumana coincidiría en muchos

" puntos con una gramática albanesa).

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Sistema, norma y habla 101

4. 2. Pero, dejando de lado este último concepto de esque­ma, ¿ cuál puede ser, a la luz de las distinciones establecidas, la solución de las dificultades que implica la oposición entre lengua y habla? Nos parece que la distinción entre sistema, normas y hablar soluciona totalmente dichas- dificultades, po­niendo de manifiesto la convencionalidad de los criterios en los que se basa la muy discutida oposición.

En efecto, tenemos cuatro conceptos fundamentales:

1. Sistema - 2. Norma - 3. Norma individual - 4. Hablar concreto.

A los pasajes entre los varios planos de abstracción corres­ponden, además, tres conceptos secundarios: a) hechos de ha­bla; b) hechos de norma individual; c) hechos de norma social.

Por consiguiente:

1) Si la oposición se establece entre sistema y realización, la lengua comprende sólo el sistema, y el habla todos los de­más conceptos, abarcando varios grados de abstracción (normds sociales e individuales) y el plano concreto del hablar.

2) Si la oposición se establece entre concreto y abstracto, el habla coincide con el hablar, y la lengua comprende todos los demás conceptos principales, abarcando varios grados de abstracción (normas y sistema), que, sin embargo, se manifies­tan concretamente en el hablar.

3) Si la oposición se establece entre social e individual, la lengua comprende el sistema y. la norma, y el habla abarca la norma individual y el hablar concreto, conteniendo, sin embar­go, los otros dos conceptos.

4) Si la oposición se establece entre novedad u originali­dad expresiva y repetición, el habla comprende exclusivamente los hechos de habla (a), y la lengua todos los demás conceptos, inclusive los aspectos sistemáticos y normales del hablar 159.

159 Toda oposición entre lengru¡ y habla que no pertenezca a uno de

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4. 3. Todo esto, si, por un lado, aclara las divergencias en­tre los varios conceptos de lengua, por el otro, nos aconseja evitar (o, por lo menos, usar con circunspección), en el campo del análisis del hablar, un término tan ambiguo y que se presta a tantas confusiones. En efecto, el concepto de lengua no en­cuentra su justificación en la visión retrospectiva desde el acto lingüístico y en la formalización «en profundidad- de ese mis­mo acto, sino, más bien, en la generalización que se establece .en amplitud- sobre la base de una serie de actos lingüísticos, abarcando los aspectos comunes que en ellos se comprueban. En el análisis en profundidad, se destaca lo que en un acto lin­güístico es sólo normál y lo que es funcional, con respecto a sus modelos; en el examen en amplitud se comprueba lo que es común, lo que es isoglosa, en una serie de actos lingüísticos considerados, sin preocupamos, además, de si algunos de ellos son modelos de otros. En otros términos, el concepto de lengua no es analítico, sino descriptivo y ·sintético, constituyéndose como s~stema de aspectos comunes, sistema de isoglosas, sobre la base de lo que llamamos material lingüístico (suma de actos lingüísticos). Por esto decíamos que, más bien que a la lingüís­tica teórica, el concepto de lengua corresponde a la lingüística histórica, es el fundamento mismo de ésta.

Los 11mites de una lengua varían según el material lingüís­tico considerado: por ej., según la comunidad o el territorio abarcado (clengua de Montevideo», clengua del Río de la Pla­ta-, clengua española,.); y, aun antes de la comunidad, pode­mos considerar un sistema de isoglosas correspondiente a un solo individuo (<<lengua de Cervantes,., «lengua de Rodó,.). Pero el concepto corriente de lengua no se establece con criterios exclusivamente lingüísticos, sino también con criterios cultura-

estos cuatro tipos, o no agota la realidad del lenguaje, o confunde cri­terios distintos, o toma en consideración también hechos que no perte· necen al lenguaje propiamente dicho.

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Sistema, norma y habla 103

les (existencia de una «lengua común» o «literaria») 160, por lo cual una «lengua» comprende toda una serie de sistemas meno­res (dialectos, «lenguas. especiales, sistemas distintos social­mente o culturalmente: lengua docta, lengua literaria, lengua popular, lengua familiar, de límites variables y a menudo con­vencionales) 161.

4. 4. Sin embargo, los conceptos de sistema y norma y el concepto de lengua, aunque estructurados de distinta manera, no son antitéticos. En efecto, los aspectos comunes de una serie de actos lingüísticos son necesariamente normales y, en un pla­no superior de formalización, funcionales: podemos, por consi­guiente, hablar de norma y sistema refieriéndonos a una lengua (sistema de isoglosas), en lugar de referirnos exclusivamente al hablar. Sólo que la lengua se extiende no sólo en la comunidad y en el es acio, sino también en el tiempo: se trata de un con­cepto hist6rico c. « a engua espano a es e os ongenes has­ta nuestros días»), mientras que sistema y norma son conceptos estructurales y, por eso mismo, sincr6mcos (aunque puedan considerarse diacrónicamente, en su evolucIOn, que es el pasaje de un sistema a otro sistema, de una norma a otra norma); es decir, que la lengua es continuidad, mientras que el sistema

la norma son estaticldad: se tratá de conceptos que se refie­ren al eS a « evemr» (en cada momento considerado en la historia de una lengua, nos enfrentamos con un sistema y una norma, que no son los mismos del momento anterior). En este sentido decimos que sistema y norma corresponden a un estado de lengua 162, es decir, a un momento que se coloca

160 Cf. V. PrSANI, lntroduzione alZa linguistica indeuropea, 3.' ed., Tu­rin, 1949, págs . .>6.

161 En español el término idioma nos pennitiria distinguir un sistema de isoglosas culturalmente detenninado, instrumento y vehículo de la cultura de uno o más pueblos (idioma francés, idioma italiano, etc.), de un sistema de isoglosas cualquiera (lengua). Sin embargo, esta distinción no se hace comúnmente.

162 Cf. eLG, págs. 176-1n.

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104 Teoría del lenguaje y lingüística general

fuera del tiempo, aislándose, mediante una necesaria -aunque discutida- abstracción científica, del perpetuo movimiento de

la lengua.

VII. IMPORTANCIA y UTILIDAD DE LA DISTINCIÓN TRIPARTITA

1. Creernos que todo lo expuesto hasta aquí justifica sufi­cientemente la importancia teórica y metodológica que atribui­mos a la distinción entre norma y sistema.

En efecto, esta distinción -que no es ni arbitraria ni con­vencional, puesto que se manifiesta en los aspectos formales del propio hablar concreto- nos permite ver claramente la ab­soluta convencionalidad de la oposición lengua - habla, nos hace ver cuáles pueden ser los criterios considerados al establecerse esa convención y, al mismo tiempo, nos indica la imprescindi­ble necesidad de declarar en cada caso la convención adoptada.

En segundo lugar, la misma distinción nos lleva necesaria­mente a situar el concepto de lengua en el lugar que le corres­ponde, en la consideración descriptiva e histórica, y no analí­tica e interpretativa, del lenguaje.

Por otro lado, la distinción entre norma y sistema aclara meJor el funcionamiento del lenguaje, la actividad lingüística, que es, al mismo tiempo, creación y repetición (re-creación), dentro del marco y según las coordenadas del sistema funcio­nal (es decir, de lo que es imprescindible para que el lenguaje cumpla con su función); movimiento obligado y movimiento libre, dentro de las posibilidades ofrecidas por el sistema.

2. Asimismo, la nombrada distinción justifica y aclara los fundamentos de los varios aspectos, de las varias tendencias y orientaciones de la lingüística. En efecto, la lingüística puede dedicarse sobre todo al análisis del hablar, y entonces es teorla

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Sistema, norma y habla 105

del lenguaje, o lingüística general, en sentido estricto; puede orientarse hacia el estudio de las lenguas, y entonces es lingüís­tica histórica (en el sentido que da a este término A. Meillet). Por otra parte, al considerar el lenguaje, puede estudiar y valo­rar sobre todo la originalidad expresiva del hablante, y enton­ces es estética; puede estudiar la norma, el aspecto que en el hablar es tradición social y cultural, y entonces es historia de la cultura; puede estudiar el sistema, o adoptar en primer lugar el punto de vista del sistema, y entonces es gramática pura. Cada una de esas orientaciones es legítima como visión parcial, pero ninguna de ellas agota por sí sola el multiforme y com­plejo fenómeno que es el lenguaje humano.

Además, la misma distinción justifica las varias ciencias lin­güísticas, atribuyendo a cada una el lugar que le corresponde en el estudio del lenguaje. Son conocidas las dificultades que presenta, por ejemplo, la constitución de la estillstica de la len­gua 163: ahora bien, esta ciencia no puede ser otra cosa que el estudio de las variantes normales con valor expresivo-afectivo, estudio de la utilización estilística normal de las posibilidades que ofrece un sistema de aquellos elementos que son normal­mente, en la lengua de una comunidad, portadores de un par­ticular valor expresivo 164, es decir, una ciencia de la nonna, mientras que la estilística que estudia el valor particular que cualquier elemento de la lengua puede adquirir en un texto, como originalidad expresiva individual, es estilística del ha­blar 165.

Entre las ciencias que se ocupan del aspecto fónico del len­guaje, la fonología, si se la entiende como estudio estructural y funcional, no puede ser ciencia de la lengua, de toda la len­gua (sistema - norma), sino sólo del sistema. Es preciso, por

163 Cf., a este propósito, J. MAlTOSO CAMAR~, jr., Contribuic:áo para urna estilística da llngua portugu~sa, Río de Janeiro, 1952, partic. pág. 12.

164 Cf. BRUNO MIGLIORINI, Lingua e cultura, Roma, 1943, pág. 60. 165 Compárese, en este sentido, la estilfstica de Bally con la de Vossler.

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106 Teoría del lenguaje y lingüística general

consiguiente, distinguir en este campo una ciencia de las reali­zaciones normales del sistema fonológico de una lengua 166, ya representada, en parte, por los buenos manuales de «pronun­ciación». Una ciencia de este tipo podría ser la fonometría de Zwimer, que, como todo estudio estadístico, se presenta, efectivamente, como ciencia de la norma 167. En cuanto a la fonética, esta ciencia ya es entendida por la mayoría de los es­tudiosos como estudio de los sonidos concretos, es decir, como ciencia del hablar.

Por lo que concierne a la gramática propiamente dicha, la gramática estructural es ciencia del sistema, mientras que la gramática descriptiva es ciencia de la norma. Más bien como ciencia del hablar se presenta, en cambio, la llamada «gramáti­ca de los errores» (cf. la Grammaire des fautes, de Frei, para el francés; o la obra del mismo tipo que 1. lordan ha publicado para el rumano), aunque estudie particularmente aquellas mo­dificaciones de la norma que se están difundiendo, que ya cons­tituyen, de a1gún modo, «norma parcial». Y estamos seguros que distinciones de la misma índole podrían hacerse también por lo que concierne al estudio del léxico.

3. 1. Pero, sobre todo, la distinción entre norma y sistema nos parece importante por la clarificación que puede trae't en

166 Propondríamos el término fonología para la ciencia general del as· pecto fónico de la lengua (sistema funcional y variantes normales, facul· tativas o combinatorias) y los términos fonemdtica y fonémica, respecti­vamente, para las ciencias fónicas del sistema y de la norma. De todos modos, los términos que se empleen serían convencionales: lo impor­tante es distinguir entre una fonología del sistema y una fonologla de la norma.

167 El estudio estadístico, estudio cuantitativo de la norma, adquiere cada vez más importancia, pues la norma representa el equilibrio de un sistema en un momento dado, y los cambios cuantitativos suelen llevar a cambios cualitativos: los cambios en la norma llevan a cambios en el sistema. Cf. M. CoHEN, Sur la statistique linguistique, CILUP, IX, 1949, páginas 7.-16.

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Sistema, norma y habla 107

lo que se refiere a la comprensión del mecanismo íntimo del cambio lingüístico. En efecto, hemos visto que lo que se im­pone al hablante no es el sistema (que «se le ofrece.), sino la norma. Ahora, el hablante tiene conciencia del sistema, y lo utiliza, y, por otro lado. conoce o no conoce, obedece o no obe­dece la norma aun manteniéndose dentro de las posibilidades del sistema. Pero la originalidad expresiva del individuo que no conoce o no obedece la norma puede ser tomada como modelo por otro individuo, puede ser imitada y volverse, por consi­guiente, norma. El individuo, pues, cambia la norma, quedando dentro de los límites permitidos por el sistema; pero la norma refleja el equilibrio del sistema en un determinado momento y cambiando la norma, cambia ese equilibrio, hasta volcarse totalmente de un lado o de otro. De esta manera, el individuo hablante aparece como punto de partida también del cambio en el sistema, que empieza por el desconocimiento o la no­aceptación de la norma.

Observa V. Pisani que, por lo que concierne al cambio se­mántico, es norma fundamental «que el nuevo significado que una palabra asume haya estado presente, como secundario, en el empleo precedente de la misma palabra» 168. Es decir, que, en cada momento, un determinado significado es el normal y otros significados son «laterales», latentes, posibles desde el punto de vista del sistema. Pero lo mismo ocurre con todos los demás cambios lingüísticos: más allá de la norma establecida, existen siempre las posibilidades del sistema (yen este sentido, pensamos, habría que interpretar la doctrina de Meillet acerca de las 'tendencias latentes' de las lenguas). En cada momento la norma refleja un equilibrio inestable del sistema.

Así, por ejemplo, en latín clásico era normal la declinación desinencial, pero en muchos casos se empleaban, además, pre­posiciones que ya de por sí indicaban suficientemente la fun·

168 V. PISAN!, L'Etimologia, pág. 158.

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108 Ieoría del lenguaje y lingüística general

ción: la norma se desplazó cada vez más hacia el empleo de las preposiciones, hasta que el equilibrio del sistema se volcó, que­dando de la antigua declinación, en la mayoría de las lenguas romances actuales, apenas la oposición entre singular y plural. Del mismo modo, los sustantivos de la 4.a declinación pasaron gradualillente a la 2.a (tribu y espíritu son en español emprés­titos cultos del latín), porque ya tenían varias formas que coin­cidían con las formas de esta última y ciertos nombres admi­tían los dos paradigmas; y los nombres de la 5.a declinación pasaron a la 3.8 , con la cual tenían varios casos en común, o a la 1.8

, dado que ya tenían variantes pertenecientes a esta decli­nación (es decir, que, más bien que verdadero «pasaje», hubo simplemente eliminación de las formas de 5.8 , como pigrities, luxuries, avarities, y conservación exclusiva de las formas de 1.8 , pigritia, luxuria, avaritia).

La aplicación del sistema en sentido contrario a la norma se manifiesta del mismo modo en la creación analógica y en la aparición de una forma «anormaI» (en el comienzo), pero que encuentra su lugar en la simetría del sistema. Así, por ejemplo, el espafiol rioplatense posee una serie de consonantes sordas (p, t, k) y conoce como efectivamente realizada la oposición entre sorda y sonora para esos fonemas (cala - gala, tienta­tienda, impele - imbele); no posee, en cambio, la correspon­diente sorda de t de tarar (llorar), es decir, el fonema IJ/. El sistema fonológico rioplatense posee, pues, una «casilla vacía», la correspondiente a IJI, casilla que podrá llenarse (y, en efec­to, ya se oye en ciertos casos J, por ahora como variante de 11./; pero el nuevo sonido podrá adquirir con el tiempo valor distintivo y volverse un fonema nuevo).

Del mismo modo, el cambio fonético es, en primer lugar, desplazamiento de la norma hacia una realización acústica de un fonema admitida por el sistema: [j] es en España (si se consideran conjuntamente los varios niveles de la lengua, lo

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Sistema, norma y habla 109

cual puede ser discutible) variante acústica de fU (U) Y [tl es variante tanto de fi! (y) como de fU (11), pero en el Río de la Plata z se ha vuelto realización normal de y y II en todos los niveles, y se ha llegado con eso a la fusión de los dos fonemas.

Objeta Pisani" en una reseña de los Principios de Trubetz­koy 169, que en el pasaje de lato ke, ki a ital. te, ti debe haber habido un tiempo bastante largo durante el cual se pronuncia­ba tanto ke, ki como ée, ti, en la misma comunidad, en la mis­ma familia y hasta por el mismo hablante. Pero esta observa­ción, indudablemente exacta, no afecta, sino que confirma la doctrina de Trubetzkoy: mientras se pronunciaba tanto ke, ki, como te, ti, el fonema respectivo no era ni Ikl ni lél, sino otro, que contenía sólo los rasgos comunes de éstos, y admitía las dos realizaciones acústicas; luego la norma se desplazó cada vez más hacia la realización é, hasta que ésta se volvió la única normal, permitiendo entonces la aparición de un nuevo fonema Ikl con valor distintivo. (En esencia, no hay una gran diferencia entre esta interpretación fonológica y lo que el mis­mo Pisani afirma acerca del cambio semántico, que ocurre me­diante desplazamiento del centro de gravedad de la significación hacia un «significado secundario».)

Por otra parte, la oposición entre variantes en la norma puede llevar a un desdoblamiento fonemática, es decir, a una oposición en el sistema. Es lo que ha ocurrido con la u latina representada en los romances modernos por u y V. Y, por lo que concierne en particular al español, es lo que ha ocurrido con la oposición 0- ue. Esta oposición fue, en un tiempo, sim­plemente normal, siendo ue una particular realización de cierta o acentuada, pero luego, perdiéndose la distinción fonológica entre o cerrada y o abierta, se volvió significativa y hoy distin­gue, por ej., foro de fuero, coro de cuero, bono de bueno. Al mismo tiempo, como contrapartida, se va perdiendo la concien-

169 AGI, XXXV, págs. 186-189.

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110 Teoría del lenguaje y lingüística general

cia de la alternancia ue - o: Santa Teresa aplicaba todavía rígi­damente la regla antigua, diciendo fuente - fontecica 170, pero hoy decimos fuente - fuentecita, y se llega a decir también nuevo­nuevísimo, bueno - buenísimo, en lugar de novísimo, boní­simo 171.

3. 2. Naturalmente, algunos de estos cambios no se en­gendran en el sistema, sino que son provocados por la intro­ducción de palabras . pertenecientes a otro sistema (extranjeras o simplemente regionales), que transforman una oposición nor­mal en oposición funcional (así, por ejemplo, la introducción de un número mayor de palabras italianas' en el rioplatense po­dría dar valor funcional a la oposición Z y t, que actualmente SOn sólo variantes de realización del mismo fonema). En este sentido, conviene recordar la distinción de Sechehaye entre «cambios orgánicos» y «cambios contingenciales». Pero, por el modo como ocurren, si se excluye el momento inicial del prés­tamo, todos los cambios aparecen como orgánicos. Así, por ejemplo, la oposición singular-plural, totalmente nueva, que te­nemos en rioplatense en el caso de clu - clubes. Se trata de una palabra extranjera, penetrada en el sistema con sus formas ori­ginales de singular y plural (club - clubs~; ahora, club habría podido seguir el camino de tique - tiques (ticket J, cheque - che­ques y tener un plural como clus, clúes o también cluses (según el modelo de maravedí-s, -es, -ses J: pero, mientras se decía to-

170 Cf. R. MENtNPHZ PIDAL, El estilo de Santa Teresa, en La Lengua de Cristóbal Colón, Buenos Aires, 1942, págs. 145-174.

171 Del mismo modo, las oposiciones nonnales a-á o-oa, que un tiempo eran simples oposiciones de variantes combinatorias, han adquirido en rumano valor fonemático, llegando a distinguir palabras. Cf. AL. GRAUR,

De ce §i cum se schimbtl limba, en «Studii", III, 1948, págs. S7~. Así, tam­bién, chaise y chaire fueron en cierta época, en francés, variantes norma· les (dialectales), mientras que hoy son palabras distintas (significando, respectivamente, «silla» y «cátedra»), y la realización de y como i. ha pel'o mitido al rioplatense una oposición significativa entre yerba (mate) y hierba (pasto), que en España no se manifiesta sino en la grafía.

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Sistema, nOrma y habla 111

davía club como Fremdwort (neologismo no asimilado), su plu­ral se asimiló al sistema español, bajo la forma clubes; luego, volviéndose la palabra usual, se asimiló también su singular, bajo la forma elu y esta forma se opuso al plural ya asimilado clubes. El cambio consiste, justamente, en esta asociación, pero ella ocurrió entre palabras ya pertenecientes al sistema. Lo mis­mo puede comprobarse· con el plural de ómnibus: mientras se dice ómnibus - ómnibus u omnibús - omnibuses, no se afecta el sistema; pero en el momento en que la norma prefiere un ele­mento de cada pareja (ómnibus - omnibuses), tenemos un cam­bio en el sistema y ya se prepara el camino a oposiciones como tesis - tesis es, síntesis - sintesises 172.

3. 3. Los cambios se producen particularmente en los «pun­tos débiles» del sistema, ahí donde la oposición no tiene mucha importancia y puede, por consiguiente, ser ignorada en el hablar, y luego también en la norma. En este sentido, justamente, para comprender y, quizá, para prever los cambios, hay que tener en cuenta la importancia relativa de las oposiciones sistemáticas, el «rendimiento funcional de las oposiciones», como dice Mar­tinet 173. Así, por ejemplo, es muy difícil que en español se llegue a una confusión entre 1 y r, dado que hay un gran número de palabras, como lana - rana, que se distinguen por esta oposi-. ción. En cambio, la oposición entre s y 8 (z; c; en ce, ci) es de poco rendimiento: no hay peligro de que se confundan pala-

172 Compárese lo que ha ocurrido en italiano con los plurales en -s adoptados del inglés y del francés (éstos simplemente por su grafía): la -s como signo de plural ha sido aplicada también a palabras que en la lengua de la cual proceden no la tendrían (Führer-Führers, Quislitlg­Quislings, mugik-mugiks, cnut-cnuts), tanto que hoy se trata ya de un elemento funcional que pertenece al sistema italiano como signo reser-vado a los plurales de los Fremdworter. •

113 "Partout OU, dans le Jangage, la confusión n'est pas 11 craindre, il peut se produire des glissements qui modifient, sinon le tableau des pho­nemes, du moins les possibilités combinatoires de ceux-ci» (Oil en est la phonologie?, pág. 55).

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112 Teoría del lenguaje y lingüística general

bras como sueco y zueco, que difícilmente pueden encontrarse en el mismo contexto, ni de que se vuelvan irreconocibles pala­bras como movedizo, enfermizo, zurcir (cf., en cambio, lago­* raga ). Lo mismo puede decirse de la oposición ll- y, que fun­ciona en pocos casos, como llanto - yanto, halla - haya. Pero, una vez producida la confusión en casos donde el rendimiento fun­cional es nulo, ella se extiende y afecta, como justamente ha ocurrido en rioplatense, también los casos donde la oposición sena necesaria, como casa - caza, cocer - coser, ciervo - siervo. Ocurre, entonces, que nos encontramos frente a la exigencia de evitar las confusiones, o eliminando una de las palabras implicadas (yantar no se usa en rioplatense y siervo se emplea poco), o aclarando la distinción por medio de la sintaxis, del contexto (como en el caso de casa - caza: una joven se casa sin más, mientras que un puma se caza con el fusil), o rehaciendo de alguna manera el sistema, como en el caso de cocer - coser (las amas de casa uruguayas dicen, en efecto, cocinar en lugar de cocer y hasta el pan es «cocinado»).

4. Ulteriores desarrollos podrán demostrar de manera más cabal, creemos, la importancia y utilidad de la distinción esta­blecida. Por lo que nos concierne, pensamos que varios proble­mas lingüísticos de dificultad universalmente reconocida po­drían encontrar solución a la luz de esa distinción. Así, quizá, el arduo problema de las partes de la oración, como justa­mente observaba el profesor Luis Juan Picardo, en una co­municación leída en el Centro Lingüístico de Montevideo 174;

en efecto, pensamos que también por lo que se refiere a la función clasificadora podrá comprobarse que se manifiesta:

174 Cf. su estudio El concepto de «partes de la oración .. , Montevideo, 1952, pág. 14.

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Sistema, nOrma y habla 113

como posibilidad, en el sistema; como tradición y realización determinada, en la norma; y como movimiento dialéctico entre creación y repetición, entre libertad e imposición, en el hablar concreto 175.

(RFHC, págs. 113-177, y, en edici6n independiente, Montevideo, 1952.)

17S H. FRE!, Langue, parole et différenciation (sep. del Journal de Psy· chologie normale et pathologique, abril-junio 1952), señala las mismas con­tradicciones en el desarroHo de la doctrina saussureana y destaca la exis­tencia en ésta de dos conceptos de lengua: la lengua como institución social y la lengua como sistema de valores. Pero la soluci6n que el estu­dioso ginebrino da del problema es netamente distinta de la que aqlÚ se propone: en efecto, Frei considera los dos conceptos saussureanos de langue como coextensivos y no contradictorios y atribuye las incoheren­cias s610 a los desarrollos estructuralistas de la célebre antinomia. Uega a esta conclusi6n mediante el análisis csub-lingüístico» de las variantes combinatorias, observando que ellas pertenecen a la «lengua .. , por conteo ner «subelementos» distintivos operantes al mismo tiempo en su entorno. Nos parece, sin embargo, que tal análisis puede aplicarse sólo a las va· riantes combinatorias, pero no explica las variantes facultativas normales que caracterizan una lengua aunque no tengan ningún valor distintivo.

T. LBNGUAJE.-8

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FORMA Y SUSTANCIA EN LOS SONIDOS DEL LENGUAJE

1. Situación actual del problema.-II. Alcances y límites del mecanicismo lingilistico.-III. Fonética y fonología en la concepción de Trubetzkoy.­IV. Justificación de la fonética como disciplina lingilistica.-V .• Forma» y «sustancia» en la doctrina de Hjelmslev.-VI. La interdependencia

entre lo mórfico y lo hllético.-VII. Conclusiones.

'AAA.lr. yap ti'" oó, GI l:&>KpaTEe;, Ta i'tv 5Xa Té3V 'ltpaYlláTe.>V ou OKO'ltELe;, outi' tKEtvOl, ote; Ol> de.>9ae; tilaXtYE09al, KpOÚETE ót d:'ltoXall~ó:vOVTEe; TO KaXov Kal lfKaoTov Té3V 5VTe.>V tv TOLe; X6YOle; KaToTtllvoVTEe;. ~la TaüTa OOTe.> i'EyáXa ~i'ae; Xav9ávEl Kal tilavEKii O&>i'aTa Tiie; ouo(ae; 'IlE~uK6Ta. (Hippias Maior, 301 b)

1. SITUACIÓN ACTUAL DEL PROBLEMA

1. 1. La separación más o menos neta entre «forma» y «sustancia», en la consideración de los sonidos del lenguaje, se basa principalmente en la distinciÓn establecida por Ferdinand de Saussure entre langue y parole (<<lengua» y «habla») y en la interpretación en este sentido de una serie de afirmaciones axio­máticas del mismo estudioso acerca de lo caractenstico de la «lengua»_.Ep efecto segtín SaU5syré la JeniJJH ses una forma va una sustancia», es un «juego de oposjcjoneS.· lo 'único esencial en ella es que un signo no se confunda con otros'; «en la len­gua no hay mds que diferencias,' «un sistema lingÜÍstico es una,

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116 Teoría del lenguaje y lingülstica general

serie de diferencias de sonidos combinados con una serie c1e. diferencias de ideas» y cen un estado de len¡ua tgdo se basa en relaciones» 1. f'

Se trata, quizá, de una interpretación unilateral, puesto que entiende como referido a la esencia misma de la «lengua en ge­neral» (en el sentido corriente y tradicional, y ya no en uno de los varios sentidos saussureanos de langue) lo que podría refe­rirse sólo a las condiciones de su funcionamiento, a su aspecto de sistema funcional 2. Pero el hecho es que tal interpretación constituye el fundamento y la razón de ser de las orientaciones estructuralistas y funcionalistas en la lingüística actual, princi­palmente europea.

1. 2. En la lingüística norteamericana" la orientación es­tructuralista procede de E. Sapi¡ 3 y, sobre todo, de L. Bloom­field 4, y, aunque fundada en premisas totalmente distintas y declaradamente independientes del saussureanismo, emplea a menudo métodos análogos y logra resultados prácticamente idénticos a los del estructuralismo y funcionalismo europeos. Por lo que concierne al campo fónico, tales métodos se basan .esencialmente en las indicac~ones contenidas en la obra funda­mental de Bloomfield, según las cuales los fonemas deben cla­sificarse con respecto a sus posibilidades de construir sílabas y tela manera más sencilla de describir la estructura fonética [fo­némica] de una lengua» es la de clasificar los fonemas y nexos no-silábicos según las posiciones en las que pueden encontrarse con respecto a los silábicos s.

1 F. DB SAUSSURB, Cours de Linguistique généraIe, Lausana &: París, 1916; tr. esp. Curso de Lingütstica general [CLGl, Buenos Aires, 1945, páginas 202-207.

Z Cf., en este mismo tomo, Sistema, nonna y habla, 111. 3 Language, N. York, 1921; Sound Patterns in Language, e Language-,

1, págs. 37-51. 4 Language, N. York, 1933. s .The simplest way to describe the phonetic [pbonemicl structure of

a language is té state ~hich non-syllabic phonemes or groups of non-

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 117

y también en este caso puede tratarse, en ciertos desarro­llos, de una interpretación tinilateral, puesto que Bloom.field no se refiere propiamente a la definición de los fonemas, sino a su clasificación y a la descripción de la estructura fonemática de una lengua.

1. 3. A. Martinet 'piensa que entre los dos estructuralis­mos, el norteamericano y el europeo, debe de haber ciertas re­laciones históricas y que la doctrina saussureana debió de fe­cundar, de algún modo, también el suelo lingüístico norteameri­cano. Esto es muy probable, pero sólo si se refiere a la lin­güística norteamericana en general, y no a la escuela estricta­mente bloomfieldiana, y sólo si dichas relaciones se entienden como relaciones de orden práctico, entre los métodos adopta­dos, y no entre las concepciones básicas que justifican los mé­todos mismos. En efecto, en Language -que, en la parte que se refiere al estudio sincrónico del lenguaje, constituye un desarro­llo original y, por cierto, muy coherente de premisas libres de todo psicologismo o sociologismo-- no se logra encontrar huella de ideas específicamente saussureanas. El concepto de «Iengua~, esencial en la doctrina de Saussure, aparece sólo como dato empírico en Bloomfield, para el cual el objeto de la lingüística lo constituyen las utterances (enunciados, expresiones concre­tas). La lengua misma, según z. S. Harris. uno de los más des­tacados continuadores de Bloomfield, no es sino -the totality of all utterances in all situationsJ> 7, es decir,. algo que para

syllabic phonemes (clusters) appear in tbe three possible positions: initial, before the first syllabic of an utterance; final, after the last syUa­bic of an utterance; and medial, between syllabics_ (Ob. cit., pág. 131).

6 StructuraI Linguistics, en: KROI!BER, Anthropology today, Chicago, 1953, págs. 574-586.

7 Z. S. HARRJS, Methods in StructuraI Linguistics [MSL], Chicago, 1951, pág. n.

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118 Teoría del lenguaje y lingüística general

Saussure sería necesariamente parole, y no langue 8, Y para aielmsley, «texto» (Text), y no «lengua» (Sprog) 9, En otras palabras, mientras que Saussure, y con él los estructuralistas y funcionalistas europeos, se colocan en el plano por defini­ción «formal», «sistemático» y «estructural» de la «lengua» (el único científicamente estudiable según F, de Saussure), los estructuralistas bloom fiel di anos se colocan en el plano con­creto del hablar, y sólo en éste, Además, mientras que ,para ~aussure y para la lingüística saussureana el siV10 Iingiiístico es significante + significado, para Bloomfield y su escuela. el ~igno corresponde -y sólo hasta cierto punt~ d a lo que Saussure llama significante 10, puesto que el significado que­daría fuera del lenguaje, por no poder definirse en términos lingüísticos "; y el mismo «significante» no es nada «mental», no es ninguna «imagen acústica», sino algo totalmente físico y

material i la palabra misma como cosa, como fenómeno ac§s­tico, La langue saussureana es enteramente mental (imágenes acústicas + significados) 12; el language deBloomfield es ente­

ramente material 13 ,

En términos glosemáticos, habría que decir que 19s lip!iPiis­

tas bl'oomfieldianos atienden sólo al «plano de la expresión» (con el cual identifican tod~ el lenguaje), ignorando por com­pleto tanto la «forma» como la «sustancia» del «contenido»; y' en el plano de la expresión no consideran, en 'rigor, la «fonna» I propia (la fonna ideal), sino justamente la «sustancia» mate­rial acústica, aunque organizada lingüísticamente, en los actos

8 Cf. CLG, pág. 65. 9 cr. L. HJELMSLEV, Omkring sprogteoriens grundlaeggelse, Copenhague,

1943, págs. 16-17. Se citará aquí la traducción inglesa de F. J. WHITFIEUl,

Prolegomena to a Theory af Language [PTL]. Baltimore, 1953. 10 Cf. Bu FIscHER-J"'RGBNSEN, Remarques sur les principes de l'analyse

phonémique, TCLC, V, Recherches structurales, 1949, págs. 214-234. 11 V. BLOOMFIElD, Ob. cit., págs. 139-157. . 12 Cf. CLG, págs. 58-59. 13 Cf. Language, págs. 32-33.

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 119

~ncretos de habla. Es verdad que tanto los glosematistas como los*tiloomfieldianos hablan de «fonna lingüística» y (hasta ocu­rre muy a menudo que describan y analicen de manera aparente­mente idéntica ciertas «fonnas» concretamente representadas), pero se refieren a conceptos fundamentalmente distintos . .!!!!. la glosemática, la fonna es una estructura ideal y constante, 9t,lesÓlo' se mani[iest(l en una sustancia 14; para la liilgiiíslica blooIñfleldiana, en cambio, la forma es la estructura misma de 1ft sústaDcia, es una porción de sustancia organizadm; uh~ pa­labra,' tina oraciÓn, realmente pronunciadas, son fonnas 15. No se trata de revelar el «sistema» que está detrás de todo «pro­ceso» 16, ~ino sólo del sistema más «conveniente» y sencillo para analizar, agrupar y describir las estructuras de un conjunto de utterances concretas 17, hasta con propósitos puramente prác­ticos, como el de su representación mediante la escritura 18. Se podría decir que el estructuralismo americano es sólo método, mieIl;tras que el estructuralismo europeo es concepción a priori (hipót.esis) 19 que determina un método: para los norteamerica­nos el 'sistema es Un resultado, 'para los europeos es al mismo tierno . remisa y resultado.' ...,

s 'cierto que la escuela americana y las escuelas europeas presentan también conceptos comunes, como el de «oposición distintiva» y «rasgo pertinente» (distinctive feature), pero se trata de conceptos empíricos que han podido lograrse, de ma­nera Ipás o menos independiente, por distintas vías y hasta por

la misma fonética tradicional (Sweet, Jespersen, Jones).

14 Cf. PTL, pág. 68. 15.A phonetic form which has a meaning, is a· linguistic form» ([,an-

guage,pág; 138). 16 Cf. PTL, pág. 10. 17 Cf. MSL, pág. 63, n. 12; pág. 72, n. 28. 18 Cf. MSL, pág. 72. También K. L. PlKE, Phonemics, ~ Arbor, 1947,

que presenta el significativo subtítulo: A Technique for Reducing Langua· ges to Writing.

19 Cf. L. H.nn.MSLEV, [Editorial], AL, IV, 3, págs. V·XI.

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120 Teoría del lenguaje y lingüística general

2. 1. Así, pues, resulta confirmado que las analogías entre la lingüística sal.\ssureana Y el estructuralismo norteamericano no son de índole teórica y doctrinal -puesto que no proceden de concepciones análogas acerca del lenguaje-, sino sólo de índole práctica y técnica; no son conceptuales, sino metodoló­gicas: a lo sumo, pueden referirse a la teoría de la técnica empleada en el estudio sincrónico del lenguaje. Con todo, las consecuencias de las varias orientaciones estructuralistas pue­den ser análogas, justamente porque los métodos y resultados reestructuran necesariamente las concepciones y porque, en cierto plano, premisas y resultados se confunden y se identi­fican. Y las consecuencias pueden implicar tanto aspectos prác­ticos como teóricos.

2. 2. En el cam o fónico, tales consecuencias son, rinci~

palmente dos: por un lado, §>e separan netamente fonética y tonalagia 20, se reconoce sólo a ésta como dlsciplina lingüís­tica y se relega a aquélla' entre la~iencias físicas o naturales, como pura. fisiología y acústica; ~ por otro lado, se llega a ignorar la sustancia fónica y toda sustancia en la descripción fonológica Cresp., cenémica), aplicándose como único método, para la identificación de los fonemas (resp., cene mas ), la «con­mutación», y para su definición el criterio «posicional- o «dis· tribucional- (la posición que ocupan en el sistema).

La, primera de estas consecuencias caracteriza, implícita o explícitamente, todas las orientaciones estructuralistas 21 y fun·

20 Se emplean aquí los términos fonología y fono16gico con el signifi­cado que les atribuye TRUIIE1'ZKOY, aproximadamente análogo al que, para los estudiosos norteamericanos, tienen los términos phonemics y phone­mico HJELMSLI!V, que va más allá del «]enguaje lingüístico,. (fónico) y para e] cual la fonología es sólo ciencia de] «uso lingüístico,., y no de ]a .. len­gua" (sistema), empleó un tiempo fonemática y fonemático, pero desde 1936 prefiere cenemática (cenémica: «ciencia de las unidades vacías,.) y cenemátlco (cenémico). Cf. Proceedings of the Second International Con­gress of Phonetic Sciences, Cambridge, 1936 [Proceedings L.], pág. 49, n. 1.

21 En BLOOMFIElD la oposición, en el sentido actual, es implícita: sólo

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 121

cionalistas (aun las que no excluyen de la fonología toda refe­rencia fonética). La segunda caracteriza principalmente la glo­semática de la llamada «escuela de Copenhague» 22, elaborada y regida por la labor y el pensamiento de Louis Hjelmslev, y la escuela de Yale 23, con B. Bloch y G. L. Trager 24, aunque en los últimos tiempos se presenta también en algunos estudiosos in­gleses 2.5. No ignoran, en cambio, la sustancia fónica (aun afir­mando la autonomía de la fonología) la llamada «escuela de Praga» 26 ni los fonólogos franceses, como A. Martinet; y tam­poco la ignoran la mayoría de los «fonemicistas» americanos: W. Freeman Twadde1l 27 define sus microfonemas y macrofo­nemas (= fonemas) en términos de rasgos distintivos acústicos y articulatorios; K. L. Pike 28 y Z. S. Harris 29 consideran lo fonético como elemento esencial e imprescindible en el análi-

se distingue la fon~tica como ciencia general de la voz humana, sin re­ferencia al significado (ciencia experimental. fisiología y acústico: Lan­guage, pág. 75) de la «fonología» o fon~tica práctica (ciencia de los sonidos significativos, pág. 78). Pero ya aparece el adjetivo phonemic (pág. SO) como opuesto a phonetic y se dan ejemplos de descripción puramente -fonémica» y posicional (págs. 13()'137).

22 Sin embargo, el método ha sido adoptado también por varios es­tudiosos fuera de Dinamarca: cf. PTL, págs. SO-51, n. 1.

23 ef. A. MARTINIIT, Art. cit., pág. 584. 24 Del cual véase, por ej., La systématique des phonemes du polonais,

AL, J, 3, págs. 179-188. 2.5 ef. J. D. Q'eONNOR y J. L. M. TRIM, Vowel, Consonant, and Syllable

-a Phonological Definition, .. Word», IX, 2, págs. 103-122. 26 ef. A. MARTINIIT, Art. cit., y EL! FISCHI!R-Jf2IRGENSEN, On the Definition

of Phonemic Categories on a Distributional Basis, AL, VII, 1, págs. 8-39. Acerca de ciertas diferencias entre la escuela praguense y la havniana, er. también V. KopM., L'état actU/il des études linguistiques en Tch~coslo­vaquie, «Lingua», 11, 2, págs. 226-236.

27 On Defining the Phoneme, Baltimore, 1935. ef. J. VACHEK, One aspect of the phoneme theory, Proceedings L., págs. 33-40.

28 «Phonemic analysis ... must be made with phonetic data plus a se­ries of phonemic premises and procedures» (Ob. cit., pág. 65).

29 «Simplicity of statement, as well as phonetic similarity, decide in favor of the... grouping» (Ob. cit., pág. 66, n. 15). También el silencio o pausa se reconoce fonéticamente (Ibid., pág. 60, n. 4).

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122 Teoría del lenguaje y lingüística general

sis «fonémico». y hasta del mismo círculo de Copenhague ha surgido alguna voz parcialmente discorde, corno la de Eli Fi­scher-Jergensen 30.

3. A pesar de estas y otras divergencias, es indudable que las posiciones extremas no son incompatibles con las premisas (teóricas o técnicas) comunes que adoptan las varias orienta­ciones estructuralistas. Es más: parece indudable que esas po­siciones constituyen posibles desarrollos, perfectamente cohe­rentes, de las premisas mismas y que, si a ellas no se llega siempre, es sólo porque esto implicaría dificultades de aplica­ción, dificultades de orden empírico. Lo comprueba el hecho de que, dentro del estructuralismo americano, K. L. Pike llega a una separación entre fonética y fonología (<<fonémica.,,) tanto o más tajante que la de Trubetzkoy 31, Y que, por otro lado, el mismo Trubetzkoy, tan contrario a ignorar la sustancia fónica en sus análisis fonemáticos, llega a ofrecer una descJ;'ipción «posicional» del consonantismo del griego antiguo, muy pareci­da a los ejemplos de Bloomfield y a los análisis glosemáticos, y sólo observa que los casos análogos al griego son relativa­mente pocos y que el criterio resultaría inaplicable para ciertas lenguas, como el birmano 32.

4. No llegan, naturalmente, a ninguna de las dos conse­cuencias indicadas los estudiosos que, aun adoptando el punto de vista funcionalista y un estructuralismo moderado, tienen un concepto flexible de lo funcional y sistemático y mantienen, por lo tanto, una estrecha vinculación entre fonética y fonología, como J. Laziczius (cf. III, 3.2., 3.3.) Y B. Malmberg (cf. III, 3.4.) .

.lO Arts. cits. 31 Cf. K. L. PlKE, Phonetics. A Critical Analysis of Phonetic Theory and

a Technic for the Practical Description of Sounds, Ann Arbor, 1943. 32 Cf. N. S. TRUBEI'ZKOY, Grundzüge der Phonologie, trad. fr. Principes

de Phonologie, París, 1949, págs. 262-264.

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Forma y sustancia' en los sonidos del lenguaje 123

y menos aún los estudiosos que alcanzan el plano «normal» y «sistemático» de la lengua partiendo de bases estrictamente fonéticas y experimentales, como D. Jones 13 o E. Zwirner 34.

D. Jones. en particular, admite que el fonema puede conside­rarse como «sonido abstracto de segundo grado» 35, pero prefiere considerarlo, desde un punto de vista simplemente "físico», como «familia de sonidos» 36; reconoce que las diferencias entre fonemas (= rasgos distintivos) son «significantes». es decir. aptas para distinguir una palabra de otra, pero observa que no deben necesariamente y siempre cumplir con tal condición 31, y, por consiguiente. se opone tanto al llamado «mentalismo» (al que interpreta como psicologismo) como al enfoque propiamen­te estructural y funciona1 38 • La obra de Jones constituye la demostración práctica de la posibilidad de llegar a la teoría fonemática por medio de la fonética y sin salir del ámbito de esta disciplina (sólo pasando a otro plano de abstracción), y, por lo tanto, desde este punto de vista, parece muy justificada su decisión de considerar la llamada «fonología» o «fonémica» simplemente como una parte de la fonética 39.

5. 1. Estas últimas posiciones merecen mucha atención porque, si en cierto momento habrían podido aparecer simple­mente como conservadoras o como eclécticas, hoy ellas pueden presentarse como formas -aunque discutibles y en algún caso,

33 Cf. especialmente The Phoneme: its Nature and Use, Cambridge, 1950. 34 Cf. Grundlragen der Phonometrie (en colab. con K. Zwimer), Ber­

Un, 1936. 35 Cf. Concrete and Abstraet Sounds, Proeeedings 01 the Third [nter­

national Congress 01 Phonetie Seienees, Gante, 1939 [Proceedings G.], pá­ginas 1-7, y Ob. cit., pág. 212.

36 Ob. cit., págs. 7-12. 31 Ibid., pág. 14: «The sounds of separate phonemes do not necessarily

distinguish words but they are capable of doing so, and generally do so.» 38 Ob. cit., págs. 212 y sigs. 39 Ibid., pág. VII.

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quizá, extremas- de una nueva síntesis entre fonética y fono­logía. Síntesis que no quiere decir confusión ni simple fusión (puesto que el criterio funcional y el concepto de estructura constituyen conquistas importantes que no pueden ni deben perderse o diluirse en lo indistinto de la fonética tradicional), sino efectiva y fecunda ampliación de la problemática del fenó­meno lingüístico, y que tal vez se esté ya perfilando.

S. 2. En efecto, por un lado, la fonología toma su lugar, junto con los demás estudios fónicos, en los textos escolares y en los manuales de fonética, como los de W. Brandenstein 40

y E. Dieth 41, y, por otro lado, la conveniencia de una reunifi­cación, o, por lo menos, la necesidad de que la fonología vuelva a establecer o estreche sus vínculos con la fonética, se sefiala tanto desde el campo de los fonetistas como desde el de la fonología y de la lingüística general. El mismo Dieth -aun partiendo de una concepción superada 42, y apoyándose en afir­maciones de carácter polémico, de Jespersen, hechas en otro momento y sobre otras bases (cf. 111, 3.1.)- subraya que no es QPprtuno separar el enfoque fonológico del fonético y llega hasta considerar la fonología simplemente como un nuevo punto de vista dentro de la fonética 43. Y John Lotz (aunque identifica lo cliI}güístico» exclusivamente Con lo «social») admite, al resefiar el manual del dialectólogo suizo, que, en efecto, «no hay razón para separar las dos disciplinas» 44. En el mismo sentido, E.

40 Einführung in die Phonetik und Phonolqgie, Viena, 1950. 41 Vademelqlm der Phonetik, Berna, 1950. C2 Cree, por ej., que los fonólogos siguen considerando el fonema como

«representación acústica» (Lautvorstellung) y «unidad ps1quica. (Ob. cit., páginas 335-36) ...,..-cual aparecía en Baudouin de Courtenay, en Sapir y en los primeros trabajos de la escuela de Praga- y no da UDa exacta expo­sición de la fonologia actual, como parece pensar L. HmLMANN (Istituto di Glottologia dell'Universita di Bologna, Rendiconti, IV, pág. 6). Cf. la resefia de J. LoTZ, «Ward., VIII, 3, págs. 265-268.

43 Ob. cit., págs. 16-18. 44 cThere seems no reason for separating these two disci,lines except,

perhaps, for practical purposes. The various aspects of the speech event:

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 125

. Otto, en una obra sobre el estado actual de la lingüística 45,

presenta un esquema en el que la fonética aparece como «cien­cia del hablar» (Sprechwissenschaft) y la fonología como «cien­.cia de la lengua» (Sprachwissenschaft), pero advierte que los dos enfoques se vinculan indisolublemente «(Natürlich, greifen beide Seiten unloslich ineinander») 46. Y el propio Martinet --que, junto con R. Jakobson, es actualmente el mayor repre­sentante de la dirección funcionalista inaugurada por la escuela de Praga- observa 47 que no deben «romperse los puentes» en­tre fonética y fonología 48.

5. 3. También, por lo que concierne a la exclusión de la sus­tancia fónica de la consideración de las estructuras fonemáticas, se han formulado reservas y críticas muy fundadas y se han manifestado resistencias, tanto desde fuera como desde el campo mismo del estructuralismo. Así, A. Nehring, al exami­nar la situación del debate glosemático 49, observa, entre otras cosas, que la sustancia fónica no puede ignorarse, por ejemplo, en los estudios acerca de la frontera silábica 50, y concluye con un juicio cuyo total escepticismo no puede compartirse -pero que, con todo, no deja de contener algo de verdad- acerca de la contribución de la glosemática al conocimiento del lenguaje

physiological-physical, psychological, and social (linguistic), together cons­titute human speech and none of these can be missing from its complete treatmenb (Res. cit., pág. 266).

4S Stand und Aufgabe der Allgemeinen Sprachwissenschaft, Berlín, 1954. 46 Ob. cit., pág. 43. 47 Oil. en est la phonologie?, <1 Lingua,., 1, 1, págs. 34-58. 48 «Les études fonctionnelles et structurales ne doiv~t pas etre un

pretexte pour couper tous les ponts entre les recherches des phonéticiens et celles des linguistes» (Gil. en est ... , pág. 46). El mismo autor, Equilibre et instabilité des systemes phonologiques, Proceedings G., págs. 30-34, reco­noce la importancia que pueden adquirir para la fonología, sobre todo diacrónica, hasta las observaciones articulatorias de los fonetistas, por ejemplo, acerca de la «debilidad natural,. de un sonido.

49 Reseña de Recherches structurales 1949 (TCLC, V), en cWord., IX, 2, págs. 163-167.

50 Res. cit., pág. 165.

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126 Teorfa del lenguaje y lingüística general

y de las lenguas 51. Por otra parte, un estudioso del prestigio de R. Jakobson, siempre coherente en esto con la línea seguida por la escuela de Praga (a pesar de las profundas reformas que introdujo, particularmente con su reducción de todas las oposiciones fonemáticas a oposiciones binarias) 52, no sólo no rompe los vínculos con la sustancia fónica, sino que, al contra­rio, los estrecha cada vez más. En efecto, exige la considera­ción de las cualidades acústicas (f~sicas) de los sonidos del len­guaje 53 -al lado y, más tarde, en lugar de las características articulatorias (fisiológicas), generalmente empleadas por los fo­nólogos-, lo cual, evidentemente, implica un contacto cada vez más íntimo 'entre la teoría estructural y la investigación instrumental de los sonidos' 54. Asimismo, conserva inmodifi­cado el concepto de fonema (formulado ya en 1932) como 'haz de rasgos fónicos distintivos' 55 y mantiene esta posición tam-

51 el wonder whether this picture will ever change and whether the glossematists will ever make substantial contributions to our knowledge 01 languagcs and language structures. What would we expect from an engineer who would try to give a picture of the structure of a machine just by listing which parts are connected by which wires, but without aescribing the parts and their functions themselves? Well, this is exactiy what the glossematists do: they give a netwotk of wires, real and imagi· nary. But wires are not the machine» (lbid., pág. 167). Cf. la, valoración en sentido positivo, aunque crítico, en el Forschungsbericht de V. PISANI, Allgemeine und Vergleichende Spracllwissenschalt. Indogermanistik, Ber­na, 1953, págs. 9-11.

52 Sostenida ya en Observations sur le classement phonologique des consonnes, Proceedings G., págs. 34-41.

53 Cf. Observations ... , y, entre los trabajos más recientes, R. JAKOBSON,

C G. M. FANT, M. HAu..e, Preliminaries lo Speech Analysis. The Distinctive Features and their Correlates, Cambridge, Mass., 1952, y E. CoLIN CHERRY, M. HAUJl, R. JAKOBSON, Toward Ihe Logical Description 01 Languages in their Phonemic Aspect, "Language», XXIX, 1, págs. ~36.

54 Cf. A. W. DB GROOT, reseña de Preliminares ... , .Word., IX, 1, pági. nas 58-64.

55 Cf. The phonemic and grammalical aspects 01 language in their interrelations, en Actes du Sixieme Congres International de Unguistes, Rapports sur les questions historiques et pratiques mises a l'ordre du

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 127

bién en el artículo con el que interviene en el «debate glose­mático» 56. Las distinciones fonemáticas son para Jakobson diferencias «manifiestas para la acústica, tanto objetiva como subjetiva» 57 y la 'referencia a la sustancia fónica es inevitable en el análisis de los rasgos distintivos' 58.

Pero quien ha tomado una actitud crítica explícita, mante­niéndola a través de varios artículos informativos y reseñas de obras glosemáticas, ha sido, sobre todo, A. Martinet 59 Las ob­jeciones de Martinet al respectQ...,Son fundiinentalment~ ~?s, y (as dos muy significativas :c!J)en realidad, los glosematistás no ignoran la sustancia fónica, o, por lo meños, no la ignoran en la primera fase del análisis, la de la identificación de los alofones, inevitablemente previa a la conmutación o a la aplicación del criterio posicional y distribucional 60; a lo sumo, dan por sen­tada la identificación 61, no reparando en el hecho de que1 en el

¡our, París, 1948 (págs. 5-18), pág. 8. El mismo concepto en TRUBETZKOY, prllt·· cipes, pág. 40 (<< le phoneme est la somme des particularités phonologlque· ment pertinentes que comporte une image phonique»); MARTlNJrr, Oil en est ... pág. 44; y, prácticamente también en TWADDEll, On Defining ... (cf. TRUBETZKOY, Principes, págs. 44-46; J. VACHEK, One aspect..., pág. 37), Y en Z. HARRIS, MSL, pág. 35 (<<classes of segments so defined that the classes differ from each other by all the phonemic distinctions and by these only»), pág. 43 (<< the distinct phonemic composition of each utterance is defined as the sum of its minimal differences from all other utterances of the language») y págs. 6+65.

56 On the Identification of Phonemic Entities, TeLe, V, Recl!erches structurales 1949, págs. 205-2l3. ef. también Resu/ts of the Conference of Anthropologists and Linguists, Supplement to IJAL, XIX, 2, Baltimore, 1953, pág. 19: «phonemes are differential sound units».

57 Observations ... , pág. 34. 58 Preliminaries ... , pág. 12. 59 ef., además de los arts. cits., Phonology as Functional Phonetic$,

Londres, 1949; Au sujet des Fondements de la Théorie Linguistique de Louis Hjelmslev, BSLP, XLII, 1, págs. 1942; reseña de K. Togeby, Structure immanente de la langue fan~aise, «Word», IX, 1, págs. 78-82.

60 Au sujet ... , págs. 37-38; Oil en est ... , pág. 45; Struct. Ling., pág. 584. 61 QiI en est..., pág. 45.

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128 Teoría del lenguaje y lingüística general

cas e 62·

y ) es prácticamente imposible ignorar sustancia fónica, porque al ignorarla surgen graves dificultades, como en el caso de fonemas con distribución complementaria (por ej. /h/ y /IJ/ en inglés), donde la prueba de la conmutación simplemente no se aplica, o en el caso de fonemas con distribución idéntica (como /k/ y /p/ en danés) y que, por consiguiente, deberían tener la misma definición desde el punto de vista «formal- 63.

La validez de ambas objeciones es reconocida sin reservas por E. Fischer-J0rgensen 64.

5. 4. Cabe señalar, finalmente, que también con respecto a la exclu­sión de la llamada «sustancia del contenido» -que aquí no podrá tra­tarse-, han sido expresados válidos reparos, sobre todo por Ingerid Dal 65, quien, apoyándose en Husserl y Cassirer, observa que no puede ignorarse el valor propiamente cognoscitivo del lenguaje, la medida en que el «nombrar,. se identifica con el acto de conocimiento 66.

5. 5. Parece evidente, pues, que se notan, también en lo que concierne a los estudios fónicos, los síntomas de una salu­dable reacción contra la excesiva autonomización y el dema­siado encasillamiento de las investigaciones acerca del lenguaje, contra la reducción del lenguaje a fórmulas y dicotomías rígidas y, sobre todo, contra la idea de que tales fórmulas y dicotomías -aclaradoras, sin duaa, y muy útiles metodológicamente- re­presentan efectivamente y agotan la compleja realidad de len­guaje. Tal reacción, que corresponde a insatisfacciones y dudas que se han expresado con respecto al estructuralismo desde otras posiciones, por lingüistas como B. Terracini 67, L. Spit-

62 Ibid., pág. 44. 63 Au sujet ... , págs. 37-38; res. Togeby, pág. 79. 64 Cf. Remarques ... , págs. 223-224; On the Definition ... , pág. 12. 6S Phonologie und Sprachwissenschaft, SL, IV, págs. 1-13. 66 Art. cit., págs. 12-13. 67 Cf., por ej., la reseña de N. S. Trubetzkoy, Grunddlge der Phono­

logie, RFH, IV, 2, págs. 173-180: «Tanto distinguir y tanto delimitar -espe-

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zer 68 o V. Pisani 69, se manifiesta ahora en el campo m.ismo del estructuralismo, por obra de estudiosos como R. Jakobson 70 o A. Martinet 71, cuya amplitud de visión y cuyo agudo sentido

cialmente tratándose del lenguaje, cuya calidad sobresaliente es la movi­lidad matizada, el perpetuo fundirse de aspectos y de funciones-, des­pierta dudas .•

68 Por ej., en la reseña de los Cahiers Sextil PU$eariu, eWord_, IX, 3, páginas 300-307: «1 must confess that similar experiences nearly always lie in wait for me when I am confronted with so-called estructural analyses. of languages I happen to be familiar with: the realization of tbe exces­sive simplifications imposed on the estructuralisb by the metaphorical fallacy of the term «structure» to which he is forced to live up to: tbe structures are postulated with too little respect for the much more com­plicated reality ..... «The diagnosis of Schuchardt who found Bally's des· criptive treatises reminiscent of schoolbooks seems to apply even more to certain modem linguistic descriptions which are entirely parasitic in nature, that is, concemed with rewording and rec1assifying data given by previous grammars instead of promoting the advancement of learning by new discoveries» (págs. 302-303).

69 Véase la nota a propósito de los Grundzüge, AGI, XXXV, 2, págs. 186-189, donde, sin embargo, se reconocen plenamente los méritos y la geniali­dad de Trubetzkoy: "Tutto diventa naturalmente facile se invece della infinita molteplicita dei fenomeni reali si prende una grammatica in cui i suoni sono idealizzati (e stato cioe compiuto il processo di semplificazione presupposto della fonologia), e se no ricava il "sistema» della lingua des­critta in quella grammatica» (pág. 188). ef. también, en el Forsehungsbe­rieht cit. el juicio acerca de la glosemática: «Man muss jedenfalls kriiftig unterstreichen, dass die Glossematik die Sprachwissenschaft nicht aus­schopft: sie kann uns ein Mittel zur Auffassung der Erscheinung .Spra­che,. geben, sagt uns aber nicht, wie diese Tlitigkeit des Menschen statt­lindet, warum Sprachen sich verlindem, welche ihre Beziehungen zu den anderen menschlichen Tlitigkeiten sind USW.D (Pág. 11.)

70 eThus we realize ever more c1early that our optimum goal is obser­vation of language in all its complexity. To paraphrase Terence's saying, Linguista sum: linguistici nihil a me alienum puto» (Results cits., pág. 12).

11 V., por ej., About Structural Sketches, .Word,., V, 1, págs. 13-35: .Lin­guists should never forget that it is not for a language to meet the re­quirements of a descriptive method, but for the method to adapt itself to the whims of linguistic reality» (pág. 35); o la ya citada res. Togeby: eThe reduction of languages to «structures» i. e. what remains of lan­guages once those elements have been eliminated which the operator has labeled «irrelevant», is a most dangerous exercise with linguistic

T. lJI.'IlGUAJH.-9

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130 Teoría del lenguaje y lingüística general

lingüístico no pueden quedar satisfechos can ciertas 'monóto­nas aplicaciones de una muy elemental tabla pitagórica' 72.

Se observa, en otros términos, que las delimitaciones y esquematiza­ciones excesivas pueden hacer perder de vista el hecho de que ~ jeto de la lingüstica es el lenguaje humano en su totalidad, en su reali· dad müItlforme e mfinitamente vanabl~ y en sus múlt!ples relaciones. \'es importante señalar que tal reacción no se manili;~a -;S¡-;;--enEUrO­pa, sino también en los Estados Unidos de América, donde, más que en cualquier otro país, han florecido las descripciones y los análisis objeti­vistas. En efecto, en un esfuerzo de amplia y fructuosa síntesis, se retoman ahora en Norteamérica y se integran (;on los desarrollos de las doctrinas de Sapir y Bloomfield, así como con los resultados de una riquísima ex· periencia en "trabajos de campo», ideas expresadas ya hace más de medio siglo por lingüistas como H. Schuchardt y pensadores como B. Crece, y sostenidas desde muchos años atrás por varios estudiosos európeos. Así, por ejemplo. la relación entre lengua y cultura, la posibilidad de que pasen de una lengua a otra elementos no sólo léxicos, sino también fono­lógicos y gramaticales 73, la idea de la íntima interdependencia de sincro­nía y diacronía 74. Los ya citados Resultados de la Conferencia de antro­pólogos y lingüistas, realizada en 1953 en la Universidad de Bloomington, Indiana, representan en este sentido un indicio muy significativo y, aun­que algunas de las ideas antedichas se presentan como descubrimientos independientes --como a veces ocurre-, ello alcanza para demostrar que no existe una ulingi.iística europea» y una «lingüística americana .. 75, sino sólo problemas lingüísticos universales, pues significa, justamente, que el estudio detenido de los hechos ha podido llevar a resultados análogos.

reality in its raw form, with a11 its complexities, marginalities, and overlappingsD (pág. 81).

72 Palabras de ASCOLI, actualizadas por B. T[erracinil, AGI, XXXVII, 1 pág. 86.

73 Es la tesis misma de V. PISANI, Geolinguistica e indeuropeo, Ro­ma, 1940, que se apoya, en parte, en M. BARTOLI, lntroduzione alla Neolin­guistica, Ginebra, 1925.

74 Tesis de W. VaN WARTBURG, Einführung in Problematik und Metho­dik der Sprachwissenschaft, trad. esp. Problemas y métodos de la lin­güística, Madrid, 1951.

75 Como han sostenido algunos, por ej., R. HALL jr., .Studies' in LiD­guistics», IX, págs. 69-76, a propósito de un libro de G. Devoto.

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S. 6. En lo que atañe al estudio de los sonidos del lengua­je, la reacción señalada se manifiesta en el sentido ya indicado, de una nueva unión entre fonética y fonología, y como supera­ción de los aspectos caducos del saussureanismo y, en medida menor, del bloomfieldismo, sin que por esto se abandonen o se ignoren las doctrinas de los dos grandes maestros: se trata, precisamente, de superar su excesivo cobjetivismo» (referido al objeto mental «lengua», en el caso de Saussure; al objeto físico cenunciado», en el caso de Bloomfield). Con respecto al saussureanismo, en particular, se trata de volver a llenar el Júato entre «lengua» y «habla» --como ya se ha intentado, en un campo más general, por estudiosos como Ch. Bally 76 o W. van Wartburg 77_ porque, al separar rígidamente fonética y fonología y al reconocer sólo a ésta como lingilistica, se nos escapa la realidad del lenguaje en lo que es como actividad concreta y creadora de individuos hablantes, actividad que continuamente modifica y engendra la «lengua». Se siente la exigencia de unir nuevamente lo separado. de volver a la reali­dad del hablar, sin perder por ello lo que se ha ganado con la separación, siendo indudable que el estructuralismo y el fun­cionalismo deben ser todavía guías para «nuevas conquistas de la lingüística en todos sus frentes» 78, aunque no las únicas guías (por lo menos si se entiende la funcionalidad como propia sólo de la dengua», y no de todo el hablar). Tal exigencia coin­cide con el «retorno a la parole» solicitado por algunos filóso­fos 79, y con una exigencia mucho más antigua y general, que

76 Cf. SNH, 11, 3.3. 77 Cf. SNH, II. 3.8. También lo ha intentado quien escribe, justamente

en su estudio sobre Sistema, nonna y habla, que algunos han interpre­tado como cestructuralista» y otros como «idealista», mientras que el autor lo entendía como síntesis conciliadora y, por lo tanto, superación de ambas posiciones.

78 A. MARnNET, res. Togeby, pág. 81. 79 Cf., por ej., M. MERlJ!AU-PONTY, Sur la phénoménologie du langage,

en Problemes actuels de la Phénoménologie, Bruselas, 1951, págs. 89-109.

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Platón pone en boca de Hipias, en uno de los pocos momentos de inteligencia que le concede (yen el cual, como a menudo ocurre en los diálogos platónicos, el interlocutor de Sócrates representa al mismo Platón contra Platón): «En verdad, Sócra­tes, tú y tus interlocutores habituales no veis nunca las cosas en conjunto; separáis, aisláis lo bello o cualquier otra parte de lo real y lo golpeáis para verificar su sonido. Por esto las grandes realidades continuas de las cosas se os escapan» (Hipia.s Mayor, 301 b).

11. ALCANCES y LÍMITES DEL MECANISMO LINGüíSTICO

1. El propósito de este ensayo es demostrar Que la Separa­ción entre fonética y fonología y la exclusión de la sustancia de la consideración de los hechos fónicos no sólo son inoportunas desde el punto de vista metodológico e implican dificultades prácticas insolubles (o que sólo pueden resolverse mediante el arbitrio), sino que son imposibles, tanto desde el punto de vista de las sucesivas formalizaciones mediante las cuales se estruc­tura el «sistema» de lengua so, como desde el punto de vista del conocimiento real del lenguaje como fenómeno, y del cono­cimiento fenoménico en general, puesto que sólo conocemos sustancias, y las conocemos sólo porque tienen ~;:ma:M mis­mo tiempo, este ensayo pretende ser la justificación teórica del proyecto de unificación de las ciencias fónicas elaborado en el Departamento de tingüística de la Facultad de Humanidades de Montevideo 81 y ya aplicado, con fines de experimentación, en estudios sobre el español del Uruguay 82.

so SNH, VI, 3.1-2. 81 E. CoSERIU y W. VA.SQUFZ, Para la unificaci6n de las ciencias fónicas

(Esquema provisional), Montevideo, 1953, y RFHC, VII, 10,. págs. 183-191 [UCF].

82 Cf. WA.SQUFZ, El fonema Isl en el español del Urugua~, Montevi·

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2. La discusión se limitará, en gran parte, al estructuralis­mo y funcionalismo europeos, puesto que el estructuralismo norteamericano tiene fundamentos muy distintos e implica norteamericano tiene fundamentos muy distintos e implica sólo podrá esbozarse.

3. 1. En realidad, la antítesis forma-sustancia no tiene sen­tido desde el punto de vista bloomfieldiano (cf. 1, 1.3.) {salvo que por sustancia se entienda la 'sustancia metafísica llamada mente'). ijn el «plano de la expresión», del que se está tratan­do -y que es el único considerado por el bloomfieldismo--, la forma es para Hjelmslev 83 lo ideal que se opone a ia sustancia

.fónica, material; para Bloomfield, es lo material. la sustancia formada fónicamente 84. y se opone al significado 8S, que se de­fine como situación 86. Por lo tanto, la expresión «la lengua es.. sólo forma» debería entenderse en sentidos dia;etralmente opuestos por las dos escuelas, o sea: a) no comprende ni 10 fónico como tal ni el pensamiento informe; b) sólo comprende 10 fónico y no comprende la «situación de 10 expresado».

3. 2. Por esto es por 10 que también la exclusión de 13( llamada «sustancia fónica» asume aspectos distintos en los dos estructuralismos. En efecto, en la mayoría de los estudiosos bloomfieldianos, tal exclusión no se da en los primeros planos del análisis -los planos de la identificación de los alofones y de su agrupación en clases, es decir, de la definición de los fone­mas-, sino sólo en planos superiores de formalización fII, lo cual

deo, 1953, Y RFHC, VII, 10, págs. 87-94. Además, el prof. Vásquez tiene en preparación un estudio sobre el karayá (lengua indígena del Brasil), basa­do en los mismos principios.

83 PTL, págs. 31 y sigs. 84 «Any combination of phonemes that occurs in a language, is pro-

nounceable in this language, and is a phonetic form .. (cLanguage, pág. 138). ss Language, pág. 141. 86 Ibid., pág. 139. 87 Cf. A. MARTINET, Struct. Ling., pág. 584.

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no parece ilegítimo. Además, los análisis bloomfieldianos suelen presentarse con un carácter declarado de convencionalidad (cf. J, 1.3.) Y -con alguna excepción, como la de Pike, quien afinna que el fonema es una entidad real 88_ no pretenden decir algo acerca de la esencia del lenguaje, ni acerca de su realidad, (que se da por sentada), sino sólo describir los hechos de la ma­nera más adecuada posible. Y también esto parece legítimo, pues se trata, en esencia, de un problema práctico y, desde el punto de vista práctico, cualquier sistema que describa un obje­to (en nuestro caso, el hablar) de manera coherente y exhaustiva (y cumpla, además, con ciertos requisitos, también prácticos, de claridad, sencillez, etc.) es perfectamente aceptable. Esto significa que, como estudio objetivo de los llamados «hechos lingüísticos» (de lo hablado como cosa, como fenómeno físico ya producido y considerado independientemente de los individuos hablantes), el bloomfieldismo es absolutamente inobjetable, desde el punto de vista teórico, por la sencilla razón de que no se coloca siquiera en un plano teórico: podemos objetar, según Jos casos, que se introducen complicaciones innecesarias (si es que se introducen), o que se confunden hechos distintos (si es que se confunden), y hasta negar los hechos o negar la utilidad de la descripción, pero nada nos autoriza a sostener que los hechos no deben describirse de esta manera. Para dar un ejem­plo absurdo pero claro, podríamos imaginar que alguien qui­siera describir y clasificar, según el color, la fonna y la dimen­sión, todas las sillas de Montevideo: desde un punto de vista

88 .It is assumed in this volume tbat phonemes exist as structural entities or relationships; and that our analytical purpose is to find a,?d symbolize them. This implies that there is only one accurate phonemlc­analysis of any one set of data» (Phonemics, págs. 57-58). No resulta claro dónde existen estas unidades: parece que en la mente de los hablantes, que las conocen «inconscientemente» (Ibid., pág. 57); de otro modo, sólo puede entenderse que existen como abstracciones, pero como las únicas abstracciones posibles.

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teórico, nadie podría objetar ni la legitimidad ni la validez de la descripción si se cumplen todas las exigencias generales de tal operación, eminentemente práctica. Hágase una compara­ción con lo que Z. Harris 89 dice acerca de la descripción fone­mática, y se verá que las situaciones son análogas, pues los cri­terios se eligen según la finalidad que nos proponemos y la va­lidez de una descripción sólo puede considerarse con respecto a la coherencia que mantiene con los criterios mismos. En este sentido, pues, el bloomfieldismo es enteramente válido, y tam­bién su carácter rigurosamente científico es indudable, si se entiende la ciencia exclusivamente como descripción y clasifi­cación de hechos físicamente cognoscibles y mensurables. Y hay que reconocer, además, que, en ciertos aspectos, como el de la gramática objetiva, difícilmente se p.odría imaginar un sistema de análisis, descripción y clasificación más coherente y riguroso que el inaugurado por Bloomfield y ulteriormente desarrollado por su escuela. Bajo este aspecto, algunos capítu­los de Language (en particular 10-16) constituyen un modelo todavía insuperado, y ciertas definiciones bloom fiel dianas (co­mo la de la oración, pág. 170; o la de la palabra, pág. 178) son inopugnables, dentro del sistema que integran.

3. 3. Son, en cambio, teóricos los problemas de si: a) la ciencia debe entenderse como pura descripción; b) la descrip­ción debe entenderse exclusivamente como descripción de la estructura del objeto; c) el objeto «lenguaje» es un objeto del mismo tipo de las sillas. Bloomfield y su escuela resuelven ta­les problemas teóricos mediante tres importantes reducciones que son, en su esencia, tres decisiones (actos prácticos) cohe­rentes entre sí y basadas en una única premisa, también ella de

89 "We seleet sueh eriteria, of eourse, as will yield phonemes most eonvenient to our language deseription. Other eriteria might be better for different purposes. The eriteria should be stated not in order to fix a single method of segment grouping, but to make explicit in eaeh case what method is being followed» (MSL, pág. 63, n. 12).

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carácter práctico y, además, tautológica: la premisa de que no podemos referirnos a «un factor no-ñsico» (espíritu o mente) en el estudio de los hechos «físicos» de conducta, como el len­guaje (Language, págs. 32-33) 90. Con este fundamento, el bloom-

90 Tal premisa -que en este caso procede de la psicología behavio­rista, pero es característica también de otras tendencias positivistas- es tautológica, porque, por un lado, debería servir para justificar el carácter físico de toda ciencia, y, por otro lado, se basa ella misma en la idea (o la convención) de que objeto de la ciencia puede ser sólo lo físico, lo físi­camente mensurable. Ahora, el negar la mente, por no tratarse de una cosa perteneciente al mundo (o reducirla a actos físicos), es una decisión arbitraria que tiene el mismo carácter «metafísico» y convencional de la decisión contraria: la de negar las cosas del mundo porque no pertenecen a la mente (o reducirlas a actos mentales). En realidad, no es de ningún modo necesario entender el espíritu o la mente como sustancias metafísi­cas para reconocer el carácter «espiritual» de ciertas actividades o la inte­rioridad, la no-mundanidad de la conciencia (que sólo significa reconocer la distinción entre sujeto y objeto, condición ineludible de nuestro cono­cimiento). El espíritu puede concebirse simplemente como concepto, y no objeto: como un concepto deducido de ciertas actividades, el principio único al cual las reducimos para entenderlas como unidad (o como el conjunto de estas mismas actividades). Del mismo modo, la mente puede entenderse como puro concepto, como nombre de la interioridad de la conciencia (del sujeto como no-integrante del objeto), aunque se pueda demostrar que también tal interioridad es de carácter físico. No se puede negar tal interioridad con el pretexto de que acerca de su existencia sólo tenemos las pruebas ofrecidas por la experiencia corriente (por la «popular view»), porque acerca de las cosas del mundo no tenemos otras pruebas que las de esta misma experiencia: «se dice» que existen las cosas del mismo modo que «se dice» que existe la mente. Fundar la existencia del mundo en su carácter de mensurabilidad y en la lJosibilidad de ex­perimentación científica es una ilusión que el hombre suele otorgarse a s( mismo, para dar carácter de «seguridad» al ámbito de su existencia, y es lógicamente insostenible, porque, en efecto, no son la experimentabi­lidad y el concepto de medida condiciones de las cosas, sino, al contra­rio, son las cosas (cuya existencia se establece por la experiencia corrien­te) las que condicionan la experimentabilidad y el concepto de medida (que es sólo una relación entre una cosa y otra cosa tomada como uni­dad). Esto significa oue las dos decisiones tienen el mismo carácter de opción arbitraria y, por lo tanto, la misma validez. Y ni siquiera se trata de una opción ineludible, porque se puede considerar como real la misma tensión continua, multiforme y variable entre sujeto y objeto, el esfuerzo

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fieldismo identifica la ciencia con la descripción, limita la des­cripción al mero objeto como tal y limita el objeto a lo física­mente comprobable (identificando el lenguaje estudiable la lin "ística con los enunci

La rimera decisión tiene carácter v (<<ciencia» = «descripción»). A esta convención se puede opone otra, es decir que se puede optar por otro concepto de ciencia Se puede sostener que la ciencia no debe ser pura descripció de hechos empíricamente conocidos, sino también interpreta ción y valoración de los hechos desde un punto de vista unita rio; que los mismos hechos cambian totalmente según la con cepción que trate de dar cuenta de ellos y, por lo tanto, s modifican en la historia y sólo se conocen de algún mod mediante una concepción. Se puede sostener que la cienci no debe ser el terreno de la absoluta seguridad pleonástica, de la mera 'redefinición sistemática' de hechos ya conocidos, sino también riesgo, interpretación personal, hipótesis que verificar y, neces,ariamente, también error y superación del error me­diante nuevas interpretaciones, que a su vez se volverán «erro­res» a la luz de otras investigaciones. Pero, naturalmente, quien -como nosotros- adopte este concepto de «ciencia» no podrá negar el carácter «científico» de las investigaciones bloomfiel­dianas (porque esto significaría referirse a una «Ciencia» como esencia absoluta), sino sólo indicar que se fundan en una dis­tinta concepción de la ciencia.

cognoscitivo como tal, y aceptar críticamente las dos decisiones, en la medida en que ellas pueden darnos cuenta de esa tensión, es decir, con­siderar a las dos como absolutamente válidas dentro de sus límites. Pero el mecanicismo behaviorista opera una reducción más, y ésta ya injusti­ficada, al eliminar toda referencia a la «mente»: hay una profunda inco­herencia entre decir que también la interioridad del sujeto, también lo que llamamos «mente» tiene cardcter flsico (lo cual es teóricamente acep­table), y, al mismo tiempo, excluir la mente de la consideración de los .fenómenos de conducta física» (como el lenguaje), como si ya no tuviera el carácter que se le atribuye.

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La segunda decisión tiene carácter metodológico: para no correr el riesgo de recurrir a hechos «no-científicos» (= no com­probables como fisicidad), la descripción debe ser una descrip­ción interna del objeto como tal. A esto (pero ya adoptando otro concepto de «objeto») se puede contestar que la limitación al «objeto como tal» implica una mutilación del objeto, porque el objeto existe sólo en sus múltiples relaciones, que de ningún modo le son externas, puesto que lo determinan y, a su vez, son determinadas por él. É! el caso del lenguaje, esto significa que, el lenguaje no puede entenderse 'ni,'describirse fuera de sus relaciones con los individuos hablantes, con su pensar y sus sentimientos, con su ambiente de civilización y cultura, con su historia, con el momento particular de lo enunciado 91. El «lenguaje en sí y por sí» es una ficción que puede resultar útil para determinadas finalidades, pero no debe significar que haya que aislar el lenguaje, porque en el aislamiento el lenguaje ni siquiera existiría 92. En efecto, al tratar del lenguaje en la perspectiva histórica (Language, pág. 281 y sigs.), el mismo Bloomfield debe salir del esquema fijado para la descripción sincrónica.

La tercera decisión, coherente con las anteriores y con la premisa, tiene .carácter epistemológico y es la más grave, pues­to Q,Pe su no-aceptación (ineludible desde el punto de vista de la realidad del lenguaje) invalida al mismo tiempo, y ya en un plano teórico, tanto la premisa como las tres reducciones que implica. En efecto, ella establece un desajuste entre el lenguaje y el objeto de la lingüística (ciencia del lenguaje): se comienza por definir lo lingüístico como forma con significado (¿forma + significado?, Language, pág. 138), pero luego se define el signi-

91 Cf. a este propósito la sagaz crítica de A. MARTINIrr, About Structu­ral Sketches, .. Word», V, 1, págs. U-35.

92 El mismo reproche no se puede hacer a HJELMSLEV, PTL, págs. 3-4, porque ahí se trata de una teoría autónoma del lenguaje, y no de una técnica para describir una porción real de productos de habla,

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ficado como algo exterior a la forma 93 y se declara que los significados no pueden definirse en términos lingüísticos 94

(= términos que se refieren al lenguaje como fenómeno físico), por lo cual, necesariamente, la consideración del significado se excluye de la lingüística. entendida como descripción de formas (aunque significativas). Entre los discípulos de Bloomfield, la lingilistica descriptiva se entiende como estudio de la «regula­ridad de ciertos rasgos en el hablar» y, principalmente, de la «distribución de ciertos rasgos con respecto a otros» 95.

Tal estudio es perfectamente legítimo y válido (y puede re­sultar útil en vista del conocimiento del lenguaje), pero ya no es estudio del lenguaje como tal, sino del lenguaje como puro fenómeno físico, del mismo tipo que las sillas de nuestro ejemplo.

3. 4. La teoría del significado es la parte más frágil de la doctrina lingüística de Bloomfield 96, justamente porque este aspecto del lenguaje -que es esencial pero que no puede des-

93 «We have defined the meaning of a linguistic fonn as the situation in which the speaker utters it and the response which it calls forth in the hearer,. (Language, pág. 139). ef. Z. HARRIS, MSL, pág. 184.

94 «The linguist cannot define meanings, but must appeal for this to students of other sciences or to common knowledgeD (Language, pág. 145).

95 «Descriptive linguistics, as the tenn has come to be used, is a par­ticular field of inquiry which deals not with the whole of speech activi­ties, but with the regularities in certain features of speech... The main research of descriptive linguistics, and the only relation which wiIl be accepted as relevant in the present survey, is the distribution or arran­gement within the flow of speech of sorne parts or features relatively to others» (Z. HARRIS, MSL, pág. 5).

96 En ciertos momentos parece que BLOOMFII!LD identifica el significado con la cosa significada, el meaning con el thing meant (cf. A. H. GARDlNER,

The Theory of Speech and Language 2, Oxford, 1951, págs. 29-33). Dice, en efecto, que ciertas palabras pueden definirse en ténninos de otras cien­cias como, por ej., la química: así, el significado de sal, sería «cloruro de sodio» (Language, pág. 138). Pero es evidente que lo que los químicos defi­nen no es el significado de la palabra «sal», sino la cosa sal: el significado de la palabra «sal» no se compone de cloro y sodio y no puede definirse químicamente.

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cribirse como cosa- no se adapta con su tesis mecanicista ni con su concepto de «objeto de ciencia»; es decir, que la reali­dad del lenguaje no cabe dentro de su doctrina y por esto debe «reducirse». Pero lo que queda ya no es lenguaje, por­que el lenellaje se comQone, en efecto, de cosas «como las sillas», pero es al mismo tiempo otra cosa, por ser finalidad significativa '17, Y no Quede ni definirse ni estudiarse, como len­guaje, indeQendientemente de esta finalidad. El len¡uaje como lo ha aclarado Dewey 98 es al mismo tiempo naturaleza (cosa, fenómeno físico) y «pensamiento» 99. pertenece al mismo tiempo ID- mundo y a la interioridad de la conciencia: de otro modo seÓa imposible la comunicaciÓn porque sólo podemos tomar contacto con otros. comynicarnos por medio de cosas y sólo podemos COmunicar lo que no es cosa, );ino interioridad de la conciencia. En este sentido hay que admitir, con Saussure (y lo admite el mismo Bloomfield, pues reconoce que «el estu­dio de los sonidos del lenguaje independientemente de los sig­nificados es una abstracción», Language, pág. 139), que el signa lingüístico sólo existe en virtud de una unión entre significante y significado lOO, y, con Hjelmslev, que entr~tl-«J2.@Jlº __ d.e_Ja expresión» y el «Qlano del contenido» se da una relaci6!! __ d~ «interdependencia» (<<función entre dos constantes») 101. Bloom­field es, indudablemente, el estudioso que con más coherencia exige qJm la Un(;diístjca estudie Sil ghjeto en sí y pgr Sí 102, pero

97 Cf. a este propósito, las agudas páginas de A. PAGUARO, Corso di Glottologia, Roma, 1950, I. págs. 112 y sigs. y págs. 121-122.

98 J. DEWEY, Logic. The Theory 01 lnquiry, trad. esp. Lógica. Teoria de la investigación, México, 1950, págs. 51 y sigs.

99 «El lenguaje se compone de existencias físicas: sonidos, o trazos sobre un papel, un templo, una estatua o un telar. Pero estas existencias físicas no operan o funcionan como cosas puramente físicas cuando son medios de comunicación. Operan en virtud de su capacidad representa­tiva o sentido» (Ob. cit., págs. 61-62).

lOO CLG, págs. 58-59. 101 Cf. PTL, págs. 29 y sigs. 102 Cf. F. DE SAUSSURE, CLG, pág. 364.

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el. objeto que le propone no es el lenguaje, sino lo que Dewey llama el mero lenguaje 10\ Se agrega a esto el hecho de que su concepto de uciencia» exige que se adopte, frente a la relación observable hablante-oyente, un punto de vista totalmente neu­tro y objetivo y que se ignore en la observación toda experien­cia subjetiva anterior.

3. 5. Ahora, si estos postulados se aplicaran con todo rigor -lo que, afortunadamente, no ocurre-, la descripción del len­guaje (aun como mero lenguaje) presentaría problemas de pre­vios prácticamente insolubles. Ante todo, sería sumamente di­fícil separar los hechos lingüísticos de otros hechos de con­ducta que producen reacciones semejantes; mejor dicho, no habría ninguna razón para hacerlo: el picar con un alfiler y el «picar» con una palabra deberían considerarse en el mismo plano, si producen «respuestas» idénticas. En efecto. Z. S. Harris reconoce Que 'no existe una conducta lingüísti~ identificabk como tal. sino sólo una conducta inter-individual dentro de la cual la lingüística elige ciertos elementos y estructura con ellos un sistema' 104. Pero ¿cómo lo hace? No será por simple arbi­trio, visto que los elementos que elige coinciden extrañamente con todo lo que los estudiosos «mentalistas», sobre bases en­teramente distintas, reconocen corno lenguaje. Tampoco puede considerarse como eficiente el criterio de la regularidad de dis­tribución, sugerido por el mismo Harris para excluir del ámbito

1°3 aLa existencia física, que es vehículo del sentido, puede ser carac­terizada en su particularidad con el adjetivo mera; la emisión de un cier­to número de tales sonidos o la agrupación de tales grafías puede cali­ficarse de mero lenguaje. Pero. en realidad, ni hay palabra en el primer caso ni lenguaje en el segundo» (Ob. cit., pág. 63).

104 cThis does not imply that we can speak of any identifiable linguis­tic behavior, much less phonologic or morphologic behavior. There is ín­ter-personal behavior which may in elude gesture, speech, etc. Linguistics sets uy a system of relations among selected features of this general be­havior» (MSL, pág. 22, n. 1:1).

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del lenguaje los simples ruidos bucales, como la tos lOS, porque se trata de distribución con respecto a otros elementos, que deben haberse reconocido antes como lingüísticos. Parece razo­nable concluir, pues, que Ja palabra se djstjn~ue del alfiler

no por la experiencia objetiva, sino porgue se sabe de antemano que pertenece a la clase de fenómenos físicos significativos, que es lID signo ES decir que se distingue cierta conducta como ,lingüística porgue la reconocemos de manera inmediata como ,actividad simbólica. Y este reconocer se basa, justamente, en un saber previo, pre-científico, en aquella experiencia subjetiva del observador que el behaviorismo lingüístico estricto quisiera excluir de la observación exterior, puramente objetiva. Se basa en el hecho, destacado por la fenomenología, de que nuestro conocimiento previo, el llamado «saber originario», pre-ordena el mundo de la experiencia científica objetiva: el saber cientí· fico podrá revisar, corregir y hasta negar los datos del conoci· miento previo, pero éste constituye necesariamente la base de toda investigación 106. Es decir, que, aun sin proponerse la investigación del significado, el lingüista no puede eludir el hecho de que tiene experiencia del valor simbólico de los signos Iingüisticos, por ser él mismo un individuo hablante: el cien tí­Jico no puede excluirse a sí mismo como hablante de su expe­riencia objetiva de los hechos lingüísticos. Si lo hace -y sólo puede hacerlo hasta cierto punto y mediante un arbitrio-- se resigna a saber más sistemáticamente, pero, al mismo tiempo, menos que los hablantes (y menos de lo que él mismo sabe como hablante).

lOS MSL, pág. 19. 106 H.-J. Pos, Phénoménologie et linguistique, .Revue Int. de Phil .• , 1,

2, págs. 354-365. Cf. M. GElGER, Die Phiinomenologische Aesthetik, trad. esp., en Estética 2, Buenos Aires, 1951, págs. 137-161: «para poder señalar lo trá­gico en un solo poeta es necesario implícitamente estar ya familiarizado con la esencia de lo trágico» (pág. 147).

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 1~ •

Así, al estudiar la estructura fonemática de una lengua, es posible y legítimo adoptar, en el plano del csaber científico», un criterio independiente de los rasgos distintivos de los fone­mas, es decir, del hecho de que los fonemas son diacríticos o cJ..llarcas distintivas» de los signos, «Zeichen an Zeichen» como dice Bühler U". Pero se tratará de una simple convención qu~ entrará en vigor sólo después de un momento inicial no-cientí­fico. En efecto, el criterio señalado no podrá evitar de basarse en el conocimiento previo: deberá necesariamente partir de un reconocimiento anterior, aunque fuera sólo para corregir y volver sistemática esta experiencia previa {propia o ajena). Es, justamente, lo que se comprueba en el caso de Bloornfield, el cual, al clasificar estructuralmente los fonemas del inglés 108, se basa en listas previas por él mismo establecidas10!1 y, en último análisis, en su experiencia no-científica de hablante. Y lo mismo sucede en el caso de Trager, quien, para definir los fonemas del polaco según un criterio distribucional, toma como punto de partida una clasificación anterior de S. Szober 110.

3. 6. Si no se partiera de un cOnocimiento previo sería muy difícil, ante todo, segmentar los continuos fónicos en unidades alofónicas (correspondientes, aproximadamente, a lo que se llama csonidos»). Y, aun admitiendo que tal dificultad pueda superarse mediante un simple arbitrio 111, persistirían las difi­cultades de identificación y clasificación de loS fonemas En efecto, el criterio de la «posibilidad de encontrarse en el mis­mo entorno», por un lado, no distingue fonemas. sino alofones (variantes libres) --como, con mucha razón, observa Hjelms~ev

107 Cf. K. BtlHLER, Psychologie der Phoneme, Proceedings L., págs. 162-169 (pág. 168).

108 Language, págs. 131-135. 109 !bid., págs. 91, 130. 110 Art. cit., pág. 179. 111 Cf. Z. S. HARRIS, MSL, pág. 25.

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a propósito del método de Jones 112_, y, por otro lado, obligaría a identificar, en inglsé, /h/ y /rJ/, que tienen distribución com­plementaria. Y, si se agrega el criterio de la «semejanza fónica», para distinguir /h/ de /rJ/, este mismo criterio difícilmente po­dría justificar la identificación de [h] y [f] en japonés (que tienen distribución complementaria, en la misma posición, pero no tienen ninguna característica común que no pertenezca tam­bién a otros fonemas japoneses) 113. En italiano, [dz] y [ts] de­berían, probablemente, reconocerse como fonemas distintos 114,

porque entre ellos no hay mayor semejanza fónica que, por ejemplo, entre /k/ y /g/. y en el español del Uruguay las reali­zaciones [x], [g] -y, probablemente, Lh]- del fonema /S/115

deberían reconocerse como alofones de /x/, y no de /s/, porque [s], [x], [g], [h] no se presentan, según la exigencia de Harris, como una 'clase de segmentos definida de manera que se dis­tinga de las demás cIases por todas las distinciones fonemáti­cas y sólo por éstas' 116. De todos modos, habría que explicar por qué un criterio sirve para identificar, por ej., [k] y [k'], pero no para identificar [h] y [1)], y por qué otro criterio sirve para distinguir [h] de [rJ], pero no distingue [h] de [f]. La explicación debería, seguramente, recurrir a la funcionalidad

112 PTL, pág. 40. 113 Cf. C. E. BAZELL, Phonemic and Morphemic Analysis, «Word», VIII,

1, págs. 33-38 (pág. 37, n. 10), y Linguistic ,Form, Estambul, 1953, pág. 42. 114 Así aparecen, aunque con fundamentación distinta, en G. PORRU,

Anmerkungen über die Phonologie des Italietlischen, TCLP, VIII, 1939 (páginas 10-11 de la separata), donde, sin embargo, no se distingue sobre la misma base [s] de [z] (pág. 12). Cf. B. MAlMBERG, A propos du systeme phonologique' de l'italien, AL, III, 1, págs. 3443 (págs. 3942).

115 Cf. W. VÁSQUEZ, Art. cit., págs. 4-5 (págs. 8~9). 116 MSL, pág. 35. También podría hablarse de una «neutralización» en·

tre /s/ y /x/, puesto que, en los mismos sujetos, [s] no se presenta en las mismas posiciones, pero los estudiosos norteamericanos, en general, no hacen la distinción entre neutralización y distribución defectiva; cf. MSL, página 65; E. FrscHBR-J "RGENSEN, On the Definition .. " pág. 31.

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 145

en la lengua J17, Y la idea misma de funcionalidad, así como el sentir la exigencias de recurrir a otros criterios (simplemente porque no se admite que ciertos casos puedan ser tales como se presentan al análisis estrictamente «científico»), se basan en el conocimiento previo. Es decir. que de pin¡Ún modo podrían evitarse las referencias al significado y a la experiencia nCK:ien­tífica de los hablantes (o del mismo lingilista como hablante).

3. 7. En otros planos del análisis lingüístico, las dificultades resulta­rían aÚD mayores. Así, Collinson observa que, muy probablemente, un antimentalista tendría bastante dificultad en analizar con exactitud una expresión como .Barrett appeared to conduct Bessie out», la cual con una necesaria refereccia a la mente, puede interpretarse como cBa"ett seem­ed to conducto ... ,., o como .Barrett appeared [there in arder] to con­duct ...• 118• Sería interesante también ver de qué manera un antimenta­lista analizaría formalmente expresiones como «el sabio alemdn., donde sólo el hablante sabe si ha empleado sabio como sustantivo y alemán como adjetivo, o viceversa (es decir, si entiende referirse a un alemdn sabio o a un estudioso de nacionalidad alemana), o como fr. U est mort, ital. e marta, que pueden significar ha muerto y está muerto (alem. er ¡st gestorben, er ist tot). Se podrá decir que "la lengua no ofrece rasgos formales que permitan tales distinciones", pero esto no impide que los hablantes ordenen las expresiones señaladas ciertas veces con il est venu, il vint, e venuto, venne, y otras veces con il est rouge, U est malade, e malato.

3. 8. Es verdad, también, que se ha observado que los pos­tulados lingüísticos de Bloomfield se basan en un behaviorismo ya en parte superado 119, y que el behaviorismo ha desarrollado en las últimas décadas una compleja e interes1nte teoría del

117 En efecto, Z. S. HARRIS combina los dos criterios (la distribución y la funcionalidad), pues reconoce como distintas las formas que provo­can respuestas distintas por parte de los hablantes (MSL, pág. 20).

118 W. E. CollINSON, Some Recent Trends in Linguistic Theory with Special Reference to Syntactics, «Lingua», 1, 3, págs. 306-332 (pág. 332).

119 Cf. M. SCHIAUCH, Early Behaviorist Psychology and Contemporary Linguistics, "Word,., 11, 1, págs. 24 y sigs.

T. LENGUAJB.-I0

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146 Teoría del lenguaje JI lingüística general

significado 120. Pero no se ve claro por el momento hasta qué punto tales adelantos puedan modificar la actitud fundamental del bloornfieldismo. En efecto, en época reciente, B. Bloch ha insistido en la exclusión de toda referencia al significado en el análisis fonemático 121 V' según parece, va aún más allá que Bloomfield, pues éste sólo excluía la referencia a qué significa una «formaD, V no al hecho mismo de qué significa.

III. FONÉTICA y FONOLOGíA EN LA CONCEPCIÓN DE TRUBETZKOY

1. 1. Entre los estudiosos europeos, el que ha exigido con mayor insistencia una rigurosa separación entre fonética y fo­nología ha sido N. S. Trubetzkoy. Para TrubetzkoY' la separa­ción debería coincidir con la distinción saussureana entre lan­gue y parole, términos que, siguiendo a Bühler, traduce con Sprachgebilde (<<estructura lingüística») y Sprechakt (<<acto de hablaD). La fonología sería «ciencia de los sonidos en la lengua»; la fonética, «ciencia de los sonidos en el habla», y el no haber­las distinguido constituiría una falla de la lingüística tradicio­~a1. Las diferencias entre las dos disciplinas se establecen en varios planos y desde varios puntos de vista 122: sólo la fono­logía sería ciencia lingüística, y emplearía métodos lingüísticos, psicológicos y sociológicos; 'a fonética. en cambio, como estu­dio del hablar concreto, sería ciencia natural y emplearía los !!létodos de las ciencias naturales (físicas), La fonética se redu-

l20 Cf" sobre todo, C. K, ÜGDBN & 1, A, RICHARDS, The Meaning. of Meaning 10, Londres, 1949, y CH, W, MORRIS, Foundatíons 01 the Theory of Sings, Chicago, 1938, y Signs, Language and Behavior, Nueva York, 1946,

UI A Set 01 Postulates lor Phonemic Analysis, .Language_, XXIV, 1, páginas 3-47, Cf, la crítica de E, FISCHBR-J"RGBNSEN, Remarques"" pá­ginas 217:219,

U2 Príncipes"" págs, 3:13, Cf. también La lonologfa actuoJ, en Psicologfo del lenguaje (trad, -de Psychologie du langage, c]ournal de Psycholo¡ie-, XXX, 1933), Buenos Aires, 1952, págs, 145:160 (part" págs. 1~9-150),

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 147

ciría, pues, a fisiología y acústica y excluiría toda relación entre lo fónico y lo significativo 123, siendo sólo da ciencia del aspec­to material de los sonidos del lenguaje». Finalmente, la foné­tica sería estudio puramente «fenomenológico» [= fenoménico] de los sonidos, mientras que la fonología estudiaría su funci~ nalidad. Los varios puntos de vista no son coextensivos 124, pero Trubetzkoy no parece haber reparado en ello.

1. 2. No hizo Trubetzkoy la distinc~ntre fonética gene­ral (ciencia física general de la producción de los sonidos voca­les y de sus características acústicas: lo que Bloomfield llama phonetics) y fonética de una lengua (ciencia de la parole co­rrespondiente a una detenninada lengua: lo que Bloomfield llama phonology o practical phonetics) 125; y a esta confusión se deben muchas de las críticas que se le han hecho, aunque ello no se diga explícitamente (cf. IV, 3.).

1. 3. De todos modos, la distinción entre las dos discipli­nas no significa para Trubetzkoy romper todos los puentes con la fonética En realidad, en su obra se autonomiza la fonética con respecto a la fonología, pero no la fonología con respecto a la fonética, puesto que la fonología se basa necesariamente en la «sustancia» fónica y las definiciones fono1ó¡icas se dan en términos articulatorios y acústicos. A pesar de repetidas afir­maciones en contra, para Trubetzkoy el punto de partida fue siempre la fonética, como él mismo lo reconoció en el Congreso lingüístico de Copenhague, contestando a una objeción de Col­linder 126. En efecto, el hecho de que admita con Sotavalta (y siguiendo a Saussure) que 'la lengua preexiste al habla' 127

y el hecho de que, según él, «el sonido del lenguaje no puede

123 Cf. la phonetics de BLOOMFIELD, Language, pág. 75. 124 Cf. SNH, IV, 2.2. 12.5 Language, pág. 78. 126 Cf. Actes du Quatri~me CongT~S lnternational de Linguistes, Ca­

penhague, 1938, pág. 122. 127 Principes, pág. 13.

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148 Teoría del lenguaje y lingüística general

definirse sino por su relación con el fonema. 128, no le hacen ignorar la .sustancia. fónica ni definir el fonema de otro modo que partiendo, justamente, de los sonidos del habla. Por esto, a pesar de la tan defendida separación entre fonética y fonolo­gía, ha podido ser acusado de cfoneticismo., y no sólo por los estudiosos de la escuela de Copenhague 119 (cf. 4.2.).

2. La distinción establecida por Trubetzkoy fue aceptada en términos casi idénticos por K. Bühler 130, y hoy, después de haber sido amplialnen­te justificada por los trabajos del Circulo lingüístico de Praga y haber confluido con la distinción establecida en Norteamérica entre phonetics y phonemics (cf. 1, 1.2.), es prácticamente general y de dominio común en­tre los lingilistas de los dos mundos. Asi, para citar sólo a un estudioso de habla hispana, E...AIarcos Lloracb, en su óptimo manual de fonología, define la tonitica como da disciplina que se ocupa de los sonidos. de la .sustancia del significante», 'y la fonologia como «la disciplina Que se pc~pa de las normas que ordenan esa materia sonora. de la fuODa del sj¡Djficante»: la fonética, según Alarcos Uoracb. cestudja Jos elementos fónicos en si, en su realidad de fenómenos físicos y fisiológicos, y se IDantea el problema de cómo tal sonido y tal otro son pronunciados, y qu~" efecto acústico producen, pero olvida por completo la relación que tienen con una significación lingüística; puede definirse como la ciencia c!el_p!lI!I~ material de los sonidos del lenguaje humano» 131.

El carácter esencialmente extra-glotológico de la fonética, que tendría co~ la lingüística sólo relaciones de -ciencia auxiliar», parece no desper­tar dudas 132, Aun un estudioso como E. Dieth, partidario de la unidad

128 Principes, pág. 41. U9 ef. A. MARnNET, O" en est ... , pág. 45. 130 Phonetik und Phonologie, TCLP, IV, págs. 22 y sigs., y Teoria del

lengUilje, págs. S y sigs. 131 E. AuRcos LLoRACH, Fonologla española, Madrid, 1950, págs. 10-11.

ef. también las definiciones de fonética y fonologla en F. UzARo eARRB­TBR, Diccionario de términos filológicos, Madrid, 1953.

132 ef., por ej., W, BRANDIlNSTEIN, Ob. cit.: cAm besten ware nocb die Bezeichnung .Lautwissenscbafb a1s natww:issenschaftlicbe Beschreibung und KIassifikation der menschlicben Spracblaute» (pág. 8); .[die Pbonetik] nimmt also keine Rücksicbt auf die funktionelle Rolle der Laute, sondem nur auf die materielle Seite der Spracbe» (pág. 73); J. MArroso e.úwu jr., Para o estudo da f~mica portuguesa, Rio de Janeiro, 1953: .De um lado,

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 149

de las ciencias fónicas (cf. 1, 5.2.), reconoce implícitamente la separación entre las dos disciplinas, pues considera la fonética como .ciencia auxiliar de la lingüística- 133. Dieth trata de aclarar las relaciones entre fonética y fonologia mediante un esquema en el cual coloca, en la misma linea, la fonética como ciencia natural y la fonologia como ciencia de la cul­tura 134, pero no explica de qué modo puede pasarse sin soluci6n de con­tinuidad de una ciencia física a una ciencia cultural y parece no reparar en el hecho de que ya el estudio -material. de los sonidos del lenguaje implica un punto de vista cultural.

Parece, pues, que la mayona de los estudiosos admiten, impUcitamente1 la idea saussureana de que sólo la «lengua" seria objeto de la lingillsticaj y hasta un estudioso que se halla muy lejos de 3ceptar la dicotomía saus­sureana, como V. Pisani, acepta de algún modo la distinción de Trubetz­koy, pues excluye explícitamente la fonética de su Forschungsbericht acerca de los últimos adelantos de la lingüística 135, en el que, sin embar­go. incluye la fonologia 136. Por otra parte, quienes ponen en duda la vali­dez y la legitimidad de la fonologia y prefieren hablar s6lo de fonética, como, por ej., L. Homburger 137, en realidad emplean conceptos fonol6gi­cos, aunque sin distinguirlos de los fonéticos: es que siguen viviendo, para emplear unas palabras de Pike, en los «prephonemic days when phonetics and phonemics were one- 138.

3. 1. Las primeras críticas a Trubetzkoy se han hecho, jus­tamente, desde ese campo de los «prephonemic dayslt. Aquí hay que recordar, en primer lugar, a 9. Jespersep, ijuien nie¡a la absoluta novedad del punto de vista fonológico. observando que, ya mucho antes de la aparición de la nueya disciplina yarios fonetistas ly él mismo, desde 1904) hicieron la distinción entre oposiciones fónicas funcionales y af"pcionales I~~ y -con tono

o reconhecimento da legitimidade da fonética como ciéncia de observac;io natural, a margem e subsidiária da lingüística .. (pág. 24).

133 Ob. cit., pág. 8. 134 Ibid., pág. 17. 135 Forschungsbericht, cit., págs. 3, 35. 136 Ibid., págs. 35-38. \37 Le Langage et les langues, Pans, 1951, págs. 1~137. 138 Phonetics, pág. 83. 139 Linguistica. Selected Papers, Copenhague & l.ondres, 1933, pági­

nas 210.214.

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150 Teorla del lenguaje y lingüística general

polémico, pero en esencia conciliador- concluye pidiendo sólo que no se excave un abismo entre las dos disciplinas 140. Del mismo modo, N van Wiik ~uien, sin embargo, reconoce la distinción y hasta esboza él mismo una fonología 141, aunque sobre bases psicológicas, que se alejan de las últimas orienta­ciones de la escuela de Praga- observa que la noción de sis­tema fonológico la tuvieron, ya en el siglo pasado, lingüistas como Brugmann o Schuchardt 142. Con argumentos en parte análogos, B. Collinder 143 (quien señala que el concepto de fo­nema ya 10 tenía Noreen en 1905) cree poder ir mucho más lejos y rechazar simplemente la fonología.

Ahora, que «ideas fonológicas» existieron mucho, antes que la fonología de Praga es evidente y 10 reconoce el mismo Tru­betzkoy 144. Una intuición fonemática pre-científica existe hasta en la invención de la escritura alfabética y en las ortografías tradicionales 145, y en este sentido ~e ha podido observar QJle la fonología ocupa en la lingüística actual el lugar que tenía anti­~mente la teoría de las letras 146. Pero Trubetzkay tiene razón ~~ _l?~fi~lar que ni Brugmann ni Schuchardt hadaD fopología porgue no partían del concepto de estructura fonemática: nó hacían fonología explícitamente y no la distinguían de la foné­tica 147 • .sin embargo. las observaciones de Jespersen y Van

140 «Nein, ohne phonetik (lautphysiologie) gibt es keine phonologie! Wir müssen phonetik und phonologie scheiden, aber dürfen sie nicht trennen: der phonetiker muss phonolog werden, und der phonolog muss phonetiker sein» (Ob. cit., pág. 213).

141 Phonologie, La Haya, 1939. 142 ef. N. TRUBIITZKOY, La fonologla actual, págs. 150-151, n. 11. 143 Lautlehre und Phonologismus, Actes IV Congr., págs. 122-126. 144 ef. Principes ... , págs. 4 y sigs. 145 Así, por ej., el sistema ortográfico español distingue Ir/ de /rrl sólo

en posición intervocálica, es decir, sólo ahí donde esta oposición no se neutraliza, y presenta n, y no ñ, delante de palatal, donde [ñ] constituye una variante combinatoria de Inl (por ej., en ancho).

146 ef. D. ABIlRCROMBIB, What is a .letter»?, .Lingua .. , 11, 1, págs. 54-63. 147 N. TRU1IBIZKOY, Art. cit.. I. cit.

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje. 151

Wi¡k son muy interesantes porQue señalan· Que la fonología .,0 se apope a lq ljngiiísf;ca anterior sinQ que la enriquece, ·1 en este sentido la reacción de Trubetzkoy ---que defiende la ori­ginalidad de la fonología y reconoce como verdaderos precur­sores sólo a Saussure y a Baudouin de Courtenay- va más allá del blanco. En realidad la fonología actual no. se opone a la fonética (o fonología) tradicional (= fonética + fonología, indistintas) sino a una fonética definida con re'iJZecto a la to­na'aRía ' no «se contrapone», sino que introduce una distinción' en lo in~istinto, y sólo puede hacerlo ignorando el plano donde fonética y fonología se encuentran necesariamente (cf. 3.4.). La «fonética» de los fonólogos es tan nueva como su fonología que, evidentemente, quita algunas zonas a la fonética tradicional. Esto no lo ha aclarado Trubetzkoy 148, y por ello algunos fone­tistas han podido tener la impresión de que ellos ya hacían fo­nología.

3. 2. En el mismo plano de la fonética tradicional se sitúa a menudo J. Laziczius, quien, aun siendo uno de los primeros adeptos de la fono­logía 149, ha sido al mismo tiempo uno de los más activos críticos de la concepción de Trubetzkoy ISO. Asi. por ej., cuando sostiene -y muy jus­tamente- que la fonética no puede considerarse como ciencia natural, basándose sólo en el hecho de que no se la ha considerado de esta manera en su historia y de que siempre ha tenido conexión con la lin­güística 151; o cuando sostione que el punto de vista funcionalista debe aplicarse también en la fonética, simplemente porque ya se ha aplica­do 152. Naturalmente, estas afirmaciones se refieren a los "prephonemic days», y lo de que algo se ha hecho siempre no constituye argumento para que se siga haciendo. Así, también, la simple conexión de la fonética

148 Cf. B. TERRAClNI, Res. cit., pág. 177. 149 Con Bevezetés a fonológidba [Introducción a la fonología], Buda­

pest, 1932. ISO Cf. A new category in phonology, Proceedings L., págs. 57~; Die

Scheidung langue-parole in der Lautforschung, Proceedings G., págs. 13-23; Phonétique et Phonologie, «Ungua», 1, 3, págs. 293-302.

151 Phon. et Phon., págs. 295-298. 152 Ibid., pág. 302.

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152 Teorfa del lenguaje y lingüistica general

con la lingüística no alcanza para conferirle carácter glotológico: con mayor coherencia. lo Dall53 puede eliminar de la lingüística y atribuir a las ciencias naturales tanto la fonética como la fonología, por el hecho de que los elementos que ellas estudian no son signos, sino sólo partes de signos.

3. 3. Una validez mucho mayor tienen otras observaciones de Laziczius. Ya en el Congreso de Fonética de Londres seña­laba este estudioso que la ciencia funcional de los sonidos no puede dejar de lado las llamadas «variantes estilisticas., a las que proponía dar el nombre de enfáticos. ~stas no se confunden con las variantes propiamente dichas (facultativas o combina­torias): son «menos que fonemas, pero más que variantes., y constituyen oposiciones funcionales 154.

Laziczius toca aquí un problema muy importante, pero no parece verlo con tod,a claridad. Ante todo, existen «enfáticos. que SOn simples variantes individuales y ocasionales, y otros que son constantes en un estado de lengua 155. Sólo estos últi­mos deberían ser estudiados por la fonología (como «ciencia de la lengua.), porque sólo éstos son «invariantes.. y. Rrecisa­mente. invariantes de la «norma.. pero «variantes. (<<menos que fonemas.) desde el punto de vista del «sistema funcional!. (representativo) de la lengua 156. Es esencial este hecho de qs las funciones llamadas «estilísticas» (la «expresiva» y la capela tiva») estén condicionadas por la función «representativa. 157:

153 Art. cit., págs. 1-2. 154 A new category ...• págs. 57-58. . 1.55 Cf. N. TRUBEI'ZKOY. Principes .... págs. 18 y sigs. 156 Cf. UCF. pág. 8 (188). 157 Esto de que lo «estilístico» se halla subordinado a lo «representa­

tivo» parece apuntar con toda claridad hacia la esencia cognoscitiva del lenguaje (destacada. por ej .• por A. PAGLIARO. Ob. cit., págs. 28-56). «Esencia cognoscitiva-o naturalmente. no significa «esencia lógica». pero tampoco «contraria a la lógica». Dicho sea de paso. el problema' de la «coinciden­cia» o «divergencia» entre lenguaje y lógica nos parece un falso problema. que ni siquiera debería plantearse. Lenguaje y lógica se encuentran en planos distintos. entre los cuales no puede haber ni acuerdo ni oposi-

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 153

dentro del mismo sistema s6lo pueden funcionar como expr~ sivos o apelativos (y constituir, eventualmente, «invariantes es­tilísticaslD) elementos que no constituyen oposiciones distintivas y no afectan tales oposiciones. El empleo de un elemento distin­tivo como «estilístico» constituye 10 que se llama cerror- 158, y se coloca por ello fuera del «sistemalD, o implica la coexistencia de varios «sistemas» dentro de la misma «lengua.. Así, en es­pañol podemos decir [ambre] por [ombre] con intención «es­tilística» (por ej., para imitar una pronunciación extranjera), pero con esto saldremos del «sistema» español, porque dentro de este sistema 10 dicho significaría (en el plano representati­vo) hambre, y no hombre. Del mismo modo, en el español del

ción: se puede hablar de una .. lógica del lenguaje» o de un -lenguaje de la lógica., pero no de «lógica-y-lenguaje •. Los conflictos que a veces se indican son aparentes y no se refieren a una relación entre lenguaje y ló­gica, sino simplemente entre el lenguaje de la lógica y la interpretación logicista del lenguaje. El famoso ejemplo de H. STBINTHAL, cesta mesa redonda es cuadrada» es «absurdo" sólo para un gramático logicista, y no para un lógico: si esta oración se pronuncia y se entiende en una situaci6n real (es decif, si es propiamente lenguaje), ella significa ZJgo que es también 16gicamente coherente, porque o a «redondo .. o a cCWl­dradoJ> se da otro significado que el que tienen en el diccionario. Se trata, a 10 sumo, de un desacuerdo entre el diccionario y el hablar; y el diccionario no se identifica con la lógica. Además, también este conflicto es aparente: existiría solamente si el diccionario fuera anterior al ha­blar, si no fuera lo que es, o sea, simplemente, registro de un habla, que ha sido. Por lo tanto, ya el aceptar la discusión de una posición logicista (aun para sostener lo contrario) implica, de alguna manera, colocane en su mismo terreno, aceptar la discusión del «sin-sentido» en términos de cverdadero» y .. falso,.. Lo mismo puede decirse de los versos de Goethe que cita y discute K. VOSSLER, Gesammelte Aufsiitze zu' Sp,achphilosophie, trad. esp. Filosofla del lenguaje 2, Buenos Aires, 1947, págs. TT y sip., y que de ningún modo constituyen ejemplo de una supuesta «alogicidad» del lenguaje: lo único que cabría preguntarse sería si en el lenguaje de la ldgica lo que dice Goethe (y que se entiende como coherente) se diría o no de la misma manera. Acerca del ejemplo de STEINTHAL, cf. también la breve nota de B. CROCB, Problemi di estetica 4, Bari, 1949, págs. 173-177.

158 Cf. E. CoSERIU, La lingua di Ion Barbu, .. Atti del Sodalizio ¡lot­tologico milanese», 1, 2, págs. 47-53.

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154 Teoria del lenguaje y lingüística general

Río de la Plata podemos emplear con valor estilístico (por ejem­plo. irónicamente. para imitar una pronunciación que se pre­tende castiza) las distinciones fonemáticas Isl - lel o Ijl - IU (pronunciando [eelos]. [ka!e]). V con esto no saldremos de «lengua española» (porque la «lengua» comprende más de un sistema). pero sí del «sistema» rioplatense. donde las dos pare­jas de fonemas se han confundido. respectivamente. en Isl y lfo/. Es decir. que todo empleo de elementos distintivos con valor estilístico implica una forma de bilingüismo. Pero dentro del mismo sistema pueden existir variantes «estilísticas» gene­rales (<<invariantes». desde el punto de vista de la norma). así como facultativas. individuales. ocasionales (variantes propia­mente dichas). Además. no todas las «invariantes normales» son necesariamente «estilísticas» [cf. 3.4.).

No lo entiende así Laziczius. el cual sugiere una simple gra­dación de fonemas. enfáticos y variantes (los fonemas tendrían igual importancia en las tres funciones bühlerianas; los enfáti­cos. sólo en la expresión y apelación; las variantes. sólo en la función expresiva) 159. y propone una división de las ciencias fónicas en tres partes. porque «es obvio que no se pueden ima­ginar más de tres funciones» 160.

Eh el Congreso de Gante. Laziczius dio un paso más en el mismo sentido. observando que la distinción entre fonemas y variantes no coincide con la distinción entre langue y parole 161.

159 A new category .... pág. 59. 160 Ibid .• pág. so. El hecho. sin embargo. no es tan obvio. Cf. F. KAINZ.

Psychologie der Sprache. r, Stuttgart, 1941, que considera la .. representa­ción_ como momento esencial y constitutivo del signo y sustituye a la Darstellung de BtJHLBR el concepto de Bericht o Informalion (págs. 175-176, 183-185), además de distinguir funciones «monológicas- y «secunda­rias_ (págs. 185 y sigs.). En el mismo Bericht habría que distinguir la pura referencia de la evocación o asociación (Cf. SNH, V. 5.2.). Pero esto com­plicaría de manera muy grave los esquemas de la fonologfa, que es nece­sariamente simplificación, con respecto a la realidad del len¡uaje:

161 Die Scheidung ...• pág. 17.

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 155

puesto que también las variantes son «faits de langue» 162. Evi­dentemente, se refiere a lo que hemos llamado «invariantes normales», pues las distingue de las simples «variaciones» in­dividuales 163.

Esta idea podría resultar fructuosa para una corrección, tan­to de la distinción entre fonética y fonología como de la dico­tomia langue-parole (cf. 3.5.). Pero Laziczius sigue otro camino: bajo el influjo de Zwirner, distingue entre Lauttypus y Lautin­dividuum, establece tres especies de Lauttypen -de nuevo fo­nemas, enfáticos y variantes-, las tres pertenecientes a la «langue» (sin reparar en el hecho de que, en el plano del simple «tipo de sonido», las tres especies se confunden necesariamente en una sola) 164,~almente, propone la unificación de foné­tica y fonología en una Lautlehre cuyo objeto sea la «lengua» 165. Con esto no se resuelven las dificultades de la distinción entre las dos disciplinas, y sólo se traslada toda la ciencia de los so­nidos al campo de la fonología, aunque de una fonología com.:, binada con la fonometría: la «parole» simplemente se desco­noce, o sirve sólo para proporcionar el material 166.

Diez años más tarde, Laziczius retoma en gran parte la mis­ma argumentación 167, agregando sólo las observaciones acerca

162 Ibid., pág. 18. 163 Ibid., págs. 18, 22. 164 La que en UCF llamamos ufano» (pág. 6 [186]). 165 Die Scheidung ...• pág. 23. . 166 Esto se deberá también a su concepto de «parole .. , que s610 en

parte coincide con el de SAUSSURE. En efecto, LAzICZIUS (Das sog. dritte Arlom der Sprachwissenschaft. AL. l. 3. págs. 161-167) piensa que para SAUSSURB la «parole. fuera s610 «der individuelle Teil der linguistischen Erscheinungen» (idea ya combatida por CH. BAllY. Le langage et la vie. trad. esp., El lenguaje y la vida 2, Buenos Aires. 1947. pág. 124). Cree, ade­más. que BtlHLI!R no se dio cuenta de que las distinciones de HUMBOLDT y SAUSSURE se entrecruzan. Lo mismo dice J. LoHMANN. Karl Bühlers "drittes Axiom». AL. 111, 1. págs. 5-16. y hasta corrige el esquema de BtlH­L1!R (Teorla del l .• pág. 63) en el sentido que. según nosotros. es el suyo. y debe atribuírsele (cf. SNH. 111, 23.).

167 Phon. et Phon.. cit.

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156 Teoría del lenguaje y lingüistica general

del carácter no-naturalista de la fonética (cf. 3.2.), e insiste nue­vamente en la importancia de las «varianteSlt que son inva­riantes (<<enfáticos. o «variantes sociales.) 168 y en la imprescin­dibilidad del criterio funcional en las investigaciones fonéticas. Esto último equivale para Laziczius a rechazar la distinción_ !':ntre fonética y fonQlo~a.Tal actitud es legítima, pero no se Justifica teórica o históricamente, como intenta hacerlo el lin­güista húngaro: se trata de· un acto práctico de oposición al otro acto práctico y convencional de tomar la funcionalidad como criterio para definir la fonología, y sólo tiene sentido si entiende llamar la atención sobre el hecho de que la ~n~ l!d~d, como todo lo que constituye el lenguaje, se da en el·ha­blar concreto, o que, como observa E. Qua la antítesis funcia­nal-afuncional no coincide con la distinción ltiñgue-parole 169.

-,

3. 4. Varias de las criticas señaladas parecen apuntar en una misma dirección: hacia un hiato que la interpretación fonologista de la distinción saussureana ha producido entre las dos ciencias fónicas; hacia un campo intermedio contenido entre lo ocasional-afuncional y lo constante-funcional, que resul­ta ser tierra de nadie, por no haberse atribuido ni a la fonética ni a la fonología.

168 Punto de vista, por lo demás, ya aceptado por TRUlIBl'ZKOY, con.la constitución de la fono-estilística (Principes, págs. 16-29), frente a la cual la fonología ya no es la única ciencia fónica de la .. lengua», sino s610 la ciencia que se ocupa de las oposiciones fónicas _intelectuales», en el campo de la funci6n representativa (pág. 29). Cf. también la definición de _oposición fonológica» y .. fonema., en TCLP, IV, pág. 311.

169 B. OITo, Phonetik und Phonologie, Actes IV Congr., págs. 127-128. También TIlRRACINI observa que el Sprechakt de TRUBBl'ZKOY y BUHLBR corresponde a la eparole dans la langue organisée» de SBCHEHAYB, más bien que a la «parole» de SAUSSURB (Res. cit., pág. 178, n. 2). Acerca de lo funcional comprobado en el hablar, cf. B. BUYSSBNS, De l'abstrait et du concret dans les faits linguistiques, AL, 111, 1, págs. 17-23, que llama al aspecto funcional discours y piensa poder considerarlo como un grado intermedio entre parole y langue (en realidad, se trata del aspecto de langue contenido en la parole).

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 157

Decisivas, en este sentido, nos parecen, sobre todo, algunas observaciones de N. van Wijk y B. Ma1mber¡.

N. van Wijk 170 ~d.mite la distinción entre fonética y fonolo­gía y hasta atribuye la fonética a las ciencias naturales, como estudio de los cfenómenos materiales del habla». Pero observa que la distinción se vuelve difícil si se trata de hacerla coincidir con la djcotomia Tangue-parole En efecto, existe un desajust entre la extensión significativa del sustantivo fonología y la del adjetivo fonológico: la fonología debería ser eciencia de la len­gua»; fonológico, en cambio, es sólo lo funcional en la clengua» Por consiguiente, eextrafonológico» no coincide con «fonético» (concreto), pues los hechos extrafonológicos pueden ser cons­tantes y generales en una comunidad: pueden pertenecer a la e lengua». Existe, pues, eun grand domaine d'études phoniques intermédiaire entre le domaine des systemes phonologiques et celui d.e la phonétique pure», un campo «ou la langue et la parole se touchenb, y donde, por lo tanto, las dos ciencias fó­nicas deben colaborar 171. "

Van Wijk no saca otras conclusiones, pero parece evident~ que de lo observado se puede deducir que una fonética entera mente autónoma, sin contactos con la fonología, sólo pued existir si se considera la parole en sí, como fenómeno indepen: diente y puramente físico; si, en cambio, se considera el habla~ concreto como parole que erealiza» una langue, ya no es posit ble una neta separación entre las dos disciplinas (cf. 1.2.). t

." B. MalmberB.,. por su lado, señala la difi!rY..lta.<1 ..d.~hacer .. en::

trar en los estrechos esquemas de la fonología la compleja reali­da4 de una «lengua» histórica 172. En las lenguas, aun fuera de las llamadas «variantes combinatorias», se dan numerosos ele-

170 La tUlimitation des domaines de la phonologie et de la phonétique, Proceedings G., págs. 8-12.

171 Ibid., págs. 11-12. 172 ef. Reseña de G. Gougenheim, Eléments de phonologie fra~aIse,

AL, 11, 1, págs. S4~ (partic., pág. SS).

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158 Teoría del lenguaje y lingüística general

mentos constantes que, sin embargo, constituyen simple «uso» tradicional, norma de «realizació:o», y no pertenecen a las opo-.... , siciones fonológicas distintivas: son afuncionales. De este tipo son en el italiano literario las oposiciones normales entre [ts] y [dz], [s] y [z] (cf. 11, 3.6.) 173. Otras veces, y sin que haya «neutralización», las mismas oposiciones fónicas son distinti­vas (funcionales) en ciertos casos, mientras que en otros casos son simples variantes. Así, en francés, la oposición ~:f es dis­tintiva en elef : claie,pero no lo es en [s~] : [~] (= sait) 174.

Además, en un «estado de lengua» coexisten varios «sistemas» (regionales, culturales), conviven conservaciones e innovaciones, hay transición de un sistema a otro 175. Es inevitable, pues, la conclusión a la que llega Malmberg: «Le strict schéma des pho­nologues est exact dans une certaine mesure mais n'est pas assez nuancé pour refléter tous les aspects variés et complexes qu'offre une langue de culture. Il faut commencer par dresser le schéma. e'est évident. Mais i1 ne faut pas s'arreter la. Il faut poursuívre l'analyse pour mettre au cIair tous les facteurs quí, réunis, forment la langue en question» 176. Y es, en efecto, lo que este estudioso ha hecho en varios trabajos, combinando proficuamente el criterio fonológico con la observación foné­tica 177.

Por otra parte, que la fonología no puede despreocuparse de los elementos «extrafonológicos» que pertenecen a la denWi»

173 A propos du systeme phonologique de l'italien, págs. 41-42. Una .excepción. como /ratsa/ - 'raza': /radza/ - 'raya' (pez) no impide que se acepte íntegramente la observación de MAumERG.

174 Observations sur le systeme vocalique du fr~ais, AL, 11, 4, .pá-ginas 232-246 (244).

175 A propos"" pág. 43; Observations.,o, págs. 238-240, 244-245. 176 A proposo." pago 43. 177 Cf. por ej., Le systeme consonantique du fr~ais modeme, Lund,

1943; Bemerkungen l.um quantitativen Vokalsystem im modemen Fran­l.osisch, AL, 111, 1, págs. 61-66. Véanse, además, sus conclusiones de orden general en System~ et méthode, Lund, 1945, y Til frdgan a'v sprdkets sys­temkaraktiir, Lund, 1947.

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 159

lo ha observado también Jakobson (TCLP, IV, pág. 310) Y el mis­mo Trubetzkoy habla a menudo de cparticularidades entera­mente normales de la pronUDciación» (normas de realización) 178,

que no son funcionales, pero, evidentemente, pertenecen a la «lengua».

3. 5. En realidad. en Trubetzkoy se presentan por lo menos tres conceptos distintos ere fonología: O ciencia de los sonidos «en la lengua» (estudio de las «formas», de lo~lementos cons­tantes, opuestos a la «realización concreta»); ~ ciencia de las oposiciones fónicas funcionales, tanto distintivas como estilísti­cas (pero con exclusión de los elementos constantes afunciona­les); @) ciencia de las oposiciones fónicas distintivas (con ex­clusión también de las invariantes estilísticas). En cada caso, la fonética debería, pues, definirse de otra manera (cf. 3.1.), y, por lo menos en los dos últimos casos, ya no podría conside­rarse como «ciencia natura1-; pero como esto no se hace, surge inevitablemente UD hiato entre ella y la fonología.

Por lo que concierne a las relaciones con la dicotomía lan­gue-parole, las incoherencias en la delimitación de la fonología se deben al hecho de tomar como fundamento ora el concepto saussureano de «lengua» como institución social (sistema nor­mal, LANGUE 1), ora el concepto de sistema funcional (LANGUE 11), que no son coextensivos 179.

Desde este punto de vista, si la fonología se considera «cien­cia de la langue como institución social», ella no puede limitarse al estudio de las oposiciones funcionales, sino que debe estu­diar también su «realización» constante en la comunidad, de­iando a la fonética el estudio de las realizaciones concretas:

178 Cf. La fonología actual, pág. 154; Principes, págs. 7-9. 179 Cf. SNH, 111, 2.2-3.1.

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160

PAROLE

Hablar concreto

FONS,TICA

Teorla del lenguaje y lingüística general

e Realización» normal

LANGUE 1

FONOLOGIA

Sistema funcional

Si, en cambio, la fonología se concibe como ciencia del sis­tema funcional, ella deja a la fonética, no sólo el estudio de los sonidos concretos del lenguaje, sino también el estudio de las oposiciones constantes afuncionales:

LANGUE 1

PAROLE LANGUE 11

Hablar « Realización- Sistema concreto normal funcional

FONS,TICA FONOLOGtA

Por lo tanto, o se admite que la fonética no es sólo ciencia de la parole, sino también de la langue (LANGU~ 1), o, si se quie­re mantener el paralelismo con la dicotomía, debe ampliarse el concepto de parole, atribuyéndole un campo que para Saus­sure sólo podría ser langue: el campo de la realización normal. 'De otro modo, si se mantiene el concepto de fonética como .. ciencia de los sonidos en el hablar concreto», hay gue recono­cer la existencia de un campo intermedio entre el objeto cl~

esta fonética (alofonétic«) y el de la fonolo~ia (ciencia del .sis­tema funcionaD y atribuirlo a una tercera discipJina -la que hemos propuesto llamar normotonética 180, por entenderla como «estudio de la norma de realización-:

180 Cf. UCF, págs. 6-7 (186-187).

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje

PAROLE

Hablar concreto

ALOFONJ!TICA

LANGUE 1

LANGUE 11

" Realización .. normal

NORMOFONJ!TICA

Sistema funcional

FONOLOG1A

161

La concepción última de Trubetzkoy corresponde JI, ~~

tercer esquema, pero sin ninguna ciencia intermedi_a entr~ foné­tica y fonología (cf. van Wijk). y por esto en las descripciones fonológicas no suelen encontrar lugar las realizaciones nor­males, que son «invariantes sociales» y pertenecen a la len­gua», porque no son sonidos concretos, sino que ya repre­sentan una abstracción con respecto a los actos lingüísticos individuales: son «formas», sonidos-tipos o clases de· sonidos concretos.

Considérese, por ej., el fonema Ibl en español. Este fonema integra el sistema fonológico (funcional) de la lengua española, pero no repre­senta una clase de sonidos reales, sino una pura abstracción, porque sólo contiene los rasgos pertinentes que lo distinguen de otros fonemas (oral: Iml, bilabial: Idl ... , sonoro: Ipl), mientras que ningún sonido real puede ser sólo oral, bilabial y sonoro y no ser al mismo tiempo oclusivo o fri­cativo. En efect6, el fonema Ibl se realiza, en la lengua española (y no en el hablar de este o aquel individuo), en determinados casos, como [b],

y en otros casos, también determinados, como [b]; y son estas últimas invariantes (que son «formas), tipos 9 clases especies de sonidos reales) las que se «realizan» sustancialmente en las variantes propiamente dichas, infinitamente numerosas y eada vez nuevas, que se comprueban en los actos lingüísticos individuales: la invariante Ibl no podría realizarse, porque no es especie de objetos concretos, sino especie de especies, sim­ple suma abstracta de rasgos pertinentes. Análogo es el caso de los fo­nemas Idl y Ig/IBI.

181 .. Los fonemas Ibl, Idl, Igl son indiferentes a la correlación plo­siva-fricativa, y se oponen como términos de la correlación de sonoridad a los archifonemas Ip-fl, It-81, Ik-xl sordos» (E. ALARcos LLoRACH, Ob. cit., págs. 113-114).

T. LHNGUAJE.-11

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162 Teoría del lenguaje y lingüística general

Ahora, es evidente que en la descripción de la lengua espa­ñola no pueden dejarse de lado esas invariantes que la caracte­rizan y la distinguen, por ej., del francés o del italiano, y que en tal descripción (de cualquier manera que se hayan definido los fonemas) deberán colaborar la fonología y la fonética, la ciencia de la «forma» y la ciencia de la «sustancia acústica». Naturalmente, el estudio de la norma no nos hará caer en el llamado «atomismo», porque también las invariantes de reali­zación constituyen sistema, y hasta un sistema más firme, por­que no es sólo sistema de posibilidades, como la red funcional. Además,.a pesar de ocuparse de elementos definidos como «afuncionales», el estudio de las invariantes de realización no abandona el terreno funcional, pues estas mismas invariantes contienen los rasgos funcionales: representan la manera de con­cretarse de lo funcional. Precisamente por esto' tal estudio es indispensable para que una descripción sea realmente «exhaus­tiva»: una descripción para ser tal dehe dar cuenta DO SÓJo

de qué es lo que funciOna. sino también de cóma funcignq. De otro modo, no se describiría el español, sino un sistema

totalmente abstracto, que podría corresponder también a otras lenguas: así, por ej., el sistema funcional de las vocales portu­guesas, en sílaba tónica y en la mayoría de las posiciones áto­nas, es idéntico al sistema italiano 182, pero es evidente, por otra parte, que el vocalismo real del italiano es muy distinto del vocalismo real del portugués. Del mismo modo, es legitimo interpretar fonemáticamente las vocales nasales del portugués escindiéndolas en vocal + archifonema nasal -como, con bue­nas razones, lo hace J. Mattoso Camara 183_ (y así podrían in­terpretarse también las nasales francesas, sólo con la condición de presentar [V + il] como IV + n + ~f), pero las vocales na-

182 Cf .. J. MArroso CAMARA jr., Ob. cit., pág. 77. IBl Ibid., págs. 89-97.

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 163

sales no dejan por esto de existir en portugués y de caracteri­zar la «norma de realización. de esta lengua.

3. 6. Cabe cQpsluir, pues, que, aun reduciendo la clengua. a un solo sistema (lo cual constituye una reducción muy grave, si por clengua» no se entiende sólo la formalización de un ha­blar, sino una de esas formas históricas que se suelen designar con este mismo término, un idioma), el esquema fonética-fono­logía, entendido como paralelo a «material» - «funcional», resul­ta suficiente, porque a todo sistema corresponde una norma

de realizaciÓn que no es material. pero conserva todos los ras­¡os comunes de lns sonjdos materiales' y no se define por 111

funcionalidad. pero contiene los elementos funcionales l' cons­tituye el modo indispensable de su concretarse. Los elementos que integran )a norma son ,formas») y precisamente formas Qbjetiyas, en el sentido de que constituyen clases de objetos concretos y son inmanentes en los objetos mismos; pero pode­mos considerarlos también desde el punto de vista de la sus­tancia, como sustancia organizada socialmente (interindividuall-,

4, 1. Todo lo dicho hasta aquí justifica sólo empíricamente la reunificación de los ciencias fónicas, En efecto, las varias críticas señaladas, aunque tengan bases teóricas, se reducen, en última instancia, a subrayar que no conviene cortar los la­zos entre las dos disciplinas, porque esto implica dificultades en la práctica descriptiva y afecta la exigencia de exhaustividad de las descripciones lingüísticas, De todos modos, casi siempre parece que se objeta la excesiva autonomización de la fonolo­gía, es decir, algo que los fonológos no han hecho (cf. 1.3.).

4. 2. De una posición muy distinta surg~ la crítica que hace a la fonología L, Hjelmsley, Y quizá justamente en esta crítica' se encuentre una de las razones teóricas más sólidas para jus­tificar la unidad de las dos disciplinas.

Es sabido que Hjelmslev es el estudioso que trata de fun­dar su fonemdtica Cllamada luego cenemdtica) con criterios

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164 Teorla del lenguaje y lingüística general

«exclusiyamente lingilisticos» y sobre bases independientes de la fonética 184; que trata de definir conceptos como la «sílaba­sin ninguna referencia a la «sustancia fónica» 185; que excluye la fonética como tal de la lingüística 186 y que llega a criticar hasta ásperamente el «foneticismo» de la escuela de Praga 187.

Parecerá, pues, extraño encontrarle también entre los críticos que objetan a los fonólogos su excesiva separación entre foné­tica y fonología. Sin embargo, esta posición no es paradójica, sino perfectamente coherente con su sistema.

Para Hjelmslev, el punto de partida es la alengua». es decir, en el plano de la expresión. el sistema fonemático (o, en el te­rreno en que él se sitúa, y que representa un grado superior de formalización, el sistema cenemático J: a los «sonidos» (o a otras -unidades· sustanciales») se llega sólo por vía deductiva. partien­do de los fonemas (resp., cene mas J. Es decir, que la fonética sólo puede constituirse en relación con la fonemática (resp., cenemdticaJ: depende de ésta, no puede autonomizarse. De esta manera, Hjelmslev puede, por ej., aprobar al estudioso eslova­co L'. Novák, cuyos puntos de 'Vista «se hallan muy cerca de aquellos de los fonólogos (fonetistas) americanos, ingleses y franceses, que no han hecho nunca la distinción absoluta entre «fonología» y «fonética» prtendida por la escuela de Praga» 188.

Pero lo hace justamente porque: «en traitant des variantes combinatoires M. Novák insiste avec raison sur le fait que les variantes d'un phoneme- n'ont été reconnues que gr~ce au fait qu'il y a d'autres lang~es ou les «memes» Sons représentent des phonemes différents». En efecto, continúa Hjelmslev, «toute

184 On the principIes of phonematics, Proceedings L., págs. 49-54. 185 The Syllable as a Structural Unit, Proceedings G., págs. 266-272. 186 PTL, págs. SO, 62. 117 Ueber die Be1.Íehungen der Phonetik ,ur Sprachwissenschaft, «Ar­

chiv f. Vergl. Phonetib, 11, 2, págs. 129-134. 188 Res. de L'.Novák, K ,ákladnym otdzkam .ftrukturdlnej jat,ykovedy,

AL, 11, págs. 64-65.

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 165

distinction phonologique (dans le sens saussurien) est nécessai­rement fonctionnelle et les prétendues ressemblances et diffé­rences physiques n'y entrent pour rien ... Le son du langage ne se reconnait que par sa fonction, et la parole no se reconnatt qu'en descendant déductivement des faits de langue».

En otras palabras, Jo que Hjelmslev reprocha a los fon6-IOioS no es la autonomía de la fonología (que hasta le parece insuficiente>. sino. al contrario. la autonomizació9 de la foné-1iwl: ve la unidad de lo fónico desde el campo de la fonología, y no desde el de la foqética. Que ~~g~~_~ . .Jle.lQS.....dait.s dc .. lan:.. guage».

Hjelmsley no repara en el hecho de que, en el caso de una lengua que el estudioso no conozca, no se trata de los faits de langue manifestados por la parole observada, sino de otra «lan­gue», que existe sólo en la «mente» del observador (por ej., su lengua materna) 189. En realidad, frente a una lengua descono­cida, la posición del lingüista es la que indica Jakobson: no in­terpreta el «mensaje» sobre la base del «código», sino que trata de deducir el «código» del «mensaje» 190. Pero Hjelmslev toca¡ UD pUDtO Que nos parece esencial. al observar que hay que par­tir de la lengua y que el reconocimiento de los sonidos implica un conocimientofonemático.

Implícitamente, sefíala esto mismo el fundador del estructu­ralismo -danés, V. Br0ndal, el cual no separa enteramente la fonética de la fonología, porque «los fonetistas deben recordar que el fonema abstracto es absolutamente necesario para definir los límites y la extensión de los sonidos concretos» 191. Y lo ad­vierte también Tmhetzkgv1 al observar que «el sonido del len­guaje puede definirse sólo en relación con el fonema» y que «si se parte del sonido del lenguaje para definir el fonema, se

189 ef. K. L. PncE, Phonemics, pá¡. 57. 190 Results cit., pág. 15. 191 Sound and Phoneme, Proceedings L., págs. 4O-4S (pá¡. 44).

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166 Teoría del lenguaje 'Y lingülstica general

cae en un círculo vicioso» 192. Pero no mantiene la coherencia con este principio, al autonomizar la fonética (cf. 1.3.), y es esto, ,justamente, lo que objeta Hjelmslev.

4. 3. Resulta claro, pues, que nadie separa total y termi­nantemente las dos ciencias fónicas. Los que explícita o implí­citamente parten del hablar (aunque con la idea del sistema y para descubrir el sistema), como los fonólogos de la escuela de Praga, empezando por el mismo Trubetzkoy, y la mayor parte de los estructuralistas norteamericanos, separan la fonética de la {opoloda pero no ésta de aquélla. pues deben admitir Que. de algún modo. las bases de la fonoloeía son fonéticas Los que parten efectivamente de la «lengua», como, en primer lugar, los glosematistas, separan la fonología (resp. cenemática) de la fo­nética, pero no separan la fonética de la fonología, indicando que los fundamentos de la ciencia de los sonidos concretos son necesariamente fonológicos. Es decir. que. por un lado. se auto­nomiza la fonética y. por otro la fonolo~a. En el primer caso,

.Jie considera la fonología como dependiente. en Última instan-_ cia, de la fonética; en el segundo. se considera exactamente la. contrario. En ambos casos se clasifica la fonética como cien­cia patural y la fonología come ciencja lipgjUstjcH' pero en el primero se piensa que es la ciencia natural la que debe propor­cionar los fundamentos a la ciencia lingüística, mientras que en el segundo se parte de la ciencia lingüística par¡:t fundar la cien­cia física.

Las dos posiciones, aun siendo antitéticas, parecen justi­ficarse con argumentos muy válidos. Esto significa, según nos­otros, que no son irreconciliables y que contienen ambas la misma verdad, aunque vista desde ángulos distintos. Para de­mostrarlo habrá que comprobar, por un lado, que la fonética no puede separarse de la fonología y, por otro lado, que la fo­nología no puede separarse de la fonética. En otras palabras:

192 Prlncipes, pág. 41.

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 167

que el estudio de la llamada «sustancia» implica un conoci­miento de la «forma». y que el estudio de la ((forma» no puede

-hacerse sin referencia a la CSllstaDciaa fónica Pero, ante todo, habrá que comprobar el carácter lingüístico de la fonética, por­que una «ciencia natural» no podría coherentemente coordi­narse con una «ciencia natural» (cf. 3.2.).

IV. JUSTIFICACIÓN DE LA FON~TICA' COMO DISCIPLINA UNGtJtSTICA

1. 1. Las afirmaciones acerca del carácter extralingüístico de la fonética se basan en la índole totalmente material de su objeto. En efecto, esta disciplina se coloca decididamente en el plano de la «sustaDcia» del lenguaje o, mejor dicho, de una de las dos sustancias que el lenguaje organiza: el plano de la sus­tancia acÚstica, de las palabras como cosas como naturaleza Al aceptar el punto de vista de la «sustancia», que pertenece a la física y a la fisiología 193, la fonética se identificará con estas ciencias (cf. III, 1. 1.). A lo sumo, podría ser ciencia auxi­liar de la lingüística.

1. 2. Según nosotros, tales afirmaciones revelan una insu­ficiente comprensión de la doble faz del lenguaje, que es al mismo tiempo naturaleza e interioridad de la conciencia. Por eso, aun una ciencia que Jo estudie como cosa, como hecho puramente físico, no se confunde con la física, si lo entiende como lenguaje, como algo que no es sólo físico. Tal es, justa­mente, la situación de la fonética como «ciencia del hablar con­creto». El fonetista no es, ni siquiera metodológicamente, un afásico de Wernicke que percibe los sonidos pero no los reco­noce como lenguaje; al contrario: los sonidos no-lingilisticos son, normalmente, descuidados por la fonética 1!H. El primer

193 Cf. E. FISCHER-J"RGENSEN, On the Definition, pág. 11. 1!H W. BRANDllNSTBIN, Ob. cit., pá,. 7.

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168 Teoría del lenguaje y lingüística general

acto en la constitución de la fonétjca es la djstjnción entre eSO­

nidos del lenguaje» y sjmples «midos»: para expresarlo con ~os términos kantianos -aunque no en sentido estrictamente kantiano-, en el punto de vista del fonetista interviene, nece­sariamente, al lado del «juicio determinante» que constituye el objeto, un «juicio reflexivo» acerca de la finalidad del objeto mismo. Así, pues, el punto de vista teleológico (qúe Trubetzkoy atribuye sólo a la fonología) 195, lejos de faltar en la fonética, representa su momento constitutivo: es lo que le permite hacer un deslinde que ni la física ni la fisiología tienen por qué hacer. La física no describe algo como vocal, consonante, o, p, k, etc.; y la fisiología describe articulaciones, y no sonidos articulados. Es decir, que ni siquiera el objeto de la fonética coincide.con el de una ciencia físico-fisiológica del hablar; además, una cien­cia no se define por su objeto material, sino por el punto de yista que adopta y por su finalidad. Ahora, el punto de vista de la fonética es necesariamente lingüístico -puesto Ql1e no ¡e ocupa de los cruidoslt-. y su finalidad no es la de describjr ciertos sonidos como tales, sino como lenguaje, Aunque los des­criba independientemente de su significado, los reconoce y los djntjngue cgmo si¡nificativos: no es ciencia de una «suslancia» simplemente acústica. sino de una sustancia organizada lingüís­ticamente.

2. 1. Pero el acto inicial de la fonética -el reconocimiento de ciertos fenómenos como «sonidos del lenguaje»--;- implica un conocimiento previo de los mismos como «formas lingüísticas». como fonemas. Si no conociéramos los fonemas. sería imposible deslindar los sonidos, dada su sobreposición en el continuo fó­nico: en un diagrama de E. W. Scripture 196, más de lo mitad de la trayectoria total de la palabra cant aparece ocupada por

195 La fonologfa actual. pág. 159. 1116 The nature 01 speech, Proceedings L., págs. 209-219 (pág. 218).

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 169

dos sonidos a la vez. En efecto, como recuerda Jones, cfrom the viewpoint of physics the cspeech-sound» is non-existenb 197.

Sin embargo, continúa el mismo estudioso, «the conception of the chain of speech-sounds is indispensable in all lingti.istic investigation» y, en realidad (a pesar de tratarse de una impo­sibilidad desde el punto de vista físico, n. b.), cwe have as a rule no particular difficulty in saying what the sounds in words are, or in assigning letters to them in alphabetic writing-: esto se debe a la posibilidad de sustituir un segmento por otro, pro­vocando de esta manera un cambio de significado 198. En otras palabras, se debe, justamente, al conocimiento fonemático señalado por Hjelmslev (cf. III, 4.2.). Los efectos de tal cono­cimiento son tan evidentes que hasta un objetivista bastante estricto como Harris -según el cual la primera división de un continuo fónico· en segmentos se haría arbitrariamente 199_

debe registrar el 'hecho empírico de que el individuo reconoce un número limitado de clases de sonidos' 200.

2. 2. Este «hecho empírico» encuentra su explicación más cabal en la fenomenología. Husserl enseña que 'un objeto indi­vidual no es sólo algo individual. sino que presenta predicados esenciales'. Y es interesante que Husserl dé, justamente, el ejemplo del sonido, el cual tiene cen sí y por sí una esencia, y en la cima la esencia universal: sonido en general, o más bien acústico en general --entendida puramente como el aspec­to que la intuición puede destacar del sonido individual (aisla­damente o mediante una comparación con otros sonidos, como "algo común")>> 1111. Ahora, es evidente que, si a sonido susti-

197 Ob. cit., pág. 1. 198 !bid., págs. 2-3. 199 MSL, pág. 25. 200 !bid., pág. 31, n. 4. 201 E. HUSSERL, Ideen zu einer reinen Phiinomenologie und philnome­

nologischen Philosophie, trad. esp. Ideas relativas a una fenomenologfa pura y una filosofía fenomenológica, México, 1949, págs. 19-20.

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170 Teoría del lenguaje y lingüística general

tuimos sonido del lenguaje, la intuición aprehenderá su esencia como tal, es decir, su función en el lenguaje, su finalidad como elemento integrante de un signo, puesto que la finalidad perte­nece, justamente a la esencia.

Por otra parte, la esencia del sonido del lenguaje se aprehen­de de manera inmediata, al solo percibirlo y reconocerlo como tal, porque ya en este acto se da una predicación «implícita~ que se basa en una «experiencia antepredicativa» 202. El recono­cer Cy nombrar) algo Como [al u [o] implica el conocimiento de su esencia. que es la de funcionar como distintivos en el hablar. Y la «experiencia antepredicativa», en este caso, coin­cide, como lo ha visto Hielmslev, con el conocimiento previo de la «1en¡u~» [de una len~ual mejor dicho con la experien­cia que el científico tiene de sí mismo como hahlante' también en la fonética. como en otras ciencias del homhre hay que recordar que «el hombre es objeto de un saber anterior a toda ciencia. por la conciencia' que tiene de sí mismo» 203.

2. 3. La «lengua- que se conoce previamente a la observa­ción científica del hablar puede ser la misma que se «mani­fiesta. en el hablar observado, pero no importa que lo sea. En este sentido, Harris señala muy justamente (~unque sólo como hecho empírico) que es más fácil distinguir las variantes en otra lengua que en la propia 204 [si esas variantes ,corresponden a diferencias fonemáticas en nuestra lengua] 205. Todo esto coin­cide con aquella «existencia psíquica» del fonema que -inde-

202 ef. A. DB WAI!LHl!NS, Phénoménologie et vérité, Pans, 1953, págs. 4-5. 203 H.-J. Pos, Art. cit., pág. 1.56. 204 MSL, pág. 30, n. 3. 205 .. Sorne sub-units which the native does not recognize, tbe foreigner

may notice sirnply because they happen to correspond with sound units of tbis own- (K. L. PneB, Phonemics, pág. 57).

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 171

pendientemente de su definición como efOnDa- lingüística­señalan concordes Trubetzkoy 206, Sapir 2f11 y Pike 208.

2. 4. Naturalmente, el conocimiento previo no coincide con el conocimiento científico y no podría sustituirlo. Este último podrá corregir los datos recibidos, modificarlos y hasta negar­los, pero en todo caso el conocimiento previo habrá constituido el punto de partida de la observación y la condición ineludible para el deslinde mismo del objeto. En el caso de la fonética. el conocimiento científico hasta toma otro rumbo muy distinto· el conocimiento previo le proporciona un número reducido de formas, pero, en las zonas que éstas delimitan, y con referencia a ellas, el fonetista estudia un "número infinito de hechos, que, como tales, son inagotables 209. Por ello, al poner el acento sobre esta parte de la labor del fonetista, se olvida a menudo lo que constituye la condición misma de su labor, que es, justamente, la que liga de manera indisoluble la fonétjca a la foIlQlg!Ía,

Volviendo a lo indicado por l;ljel¡nslelL. (cf. 111, 4.2.), dirí~ mas que el fonetista puede emprender la tarea de interpretar un «mensaje. sólo porque ya conoce un código, o varios códi­gos; de otro modo, ni siquiera podría identificar el «mensaje; como tal.

La onética e 'd e e . la sustancia no se conoce sino como sustan-

tia formada, organizada por una forma; y ® el primer recono­cimiento de sus unidades debe necesariamente fundarse en el «conocimiento previo» de un sistema fonemético.

206 «La fonética persigue lo que se pronuncia en realidad al hablar una lengua, y la fonología lo que uno cree pronunciar_ (La fon. act., pág. 149).

7J)7 Cf. La realidad psicológica de los fonemas, en Psicologfa del len­guaje cit., págs. 160-174. V. también Language, págs. 56-58.

208 «The sounds of a language are automatically and unconsciously organized by the native into structural units which we call PHONI!MES­(Phonemics, 1. c. ).

209 Cf. V. BRllJNDAL, Art. cit., pág. 44.

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2. 5. Lo dicho cC?nstituye la continnación de un punto de vista de HjeImslev, pero. no implica la aceptatión íntégra de su posición,porque, según nosotros, así como laparole se co­noce por la langue, la langue se conoce sólo por la parote.J.,.o. primero que hay que tener en c\!enta es que la realidad f~no­méDica del lenguaje- es una actividad sobre cuya base se attruc­_ turan. mediante una operación abstractjya. los cOnceptos de norma y sistema funci.QrwL 1 e seg1lDAS q1le ya en la ccmsjde­raciÓn de la actividad linMstj~ en su realidad fenoménica, sabemos acerca de ella algo más de lo que nas proporciona la simple observación: conocemos su nonnalidad y funcionalidad, la aprehendemos también como fonna, porque el lenguaje es acto y forma al mismo tiempo 201~ E:atre langue y parole no hay relación de dependencia,. sino de interdependencia ~11. Por esto, los sonidos se distinguen en el continuo fónico sólo gracias_ a Wl conocimiento fonemátjcA, pero, por otra parte, los fonema~ se defiDen en.ténninos, de características fónica§. (articulato . y acústicas). En efecto, si se admite que la lingüística es cie cia de fenómenos que se encuentran al mbmo tiempo _ en 1 naturaleza y en la mente, debo admitirse también que ella n puede adoptar como eXclu,sivo uno de los dos puntos de vist sino que debe inevitablemente adoptar los dos a la vez (vari do sólo el equilibrio entre ellos). Y es por esto por lo que 1 fonética y la fonología se justifican ambas CIOmo disciplinas li güísticas, autónomas pero no independientes.

3. 1.0 dicho alcanza, creemos, para aclarar y confirmar, al mismo tiempo, el carácter lingüístico y la estrecha vinculación con la fonología de toda fonética que se presente como ciencia de la .parole •. Pero no se ha entendido con ello presentar como lingüística y unida a la fonolog(a toda fonética posible.

210 Cf. J. LOHMANN, Art cit., pág. S. 211 Cf. CH. BAIl.Y, Linguistique gémrale et linguistique fra~aise 3,

Berna, 19S0, pág. 83; CLG, pág. 64; SNH, 11, 3.3.

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Forma y sustancia en los sonidos del len~je 173

En efecto. al lado de la fonética que se constituye como estudio de los sonidos del lenguaje, puede haber una fonética en la cual la intuición previa se detenp en un grado inferior de la abstracción: en el DÍvel de las formas acústicas en general. independientemente de su finalidad liD­güística (cf. 2.2.). Para ser coherente cQn sus bases y constituirse inde­pendienl!mlente de la fonología. una fonética de este tipo no deberla ha­cer ninguna referencia a lo lingüístico y definirse como estudio senen! de los sODÍdos vocales (d. 111, 1.2.).

Sólo en parte se-acerca a este tipo la llamada "fonética experimental •• como I:studio de sonidos concretos. no organizados en "tipos •• en sounds 01 language 212. porque en ella ya interviene el criterio de selección liD­güística: en realidad, se estudian sonidos correspondientes a fonemas de algún idioma. En cambio. corresponde a la premisa indicada. por lo me­nos como intención. la fonética de K. L. Pike. que debería constituirse sin referencia a la phonemics y ser «a techDic of description wmch could deal with all nonsense sounds and syllables as well as with those of language. lll•

La idea de Piké no es nueva, pues una fonética parecida ('libre de abstracciones como sonido del lenguaje. silaba, etc.') exigia ya Scripture en 193O:m ; además. Pike no aplica su principio con coherencia absoluta. pues admite C'Íerta formalización y habla a menudo en términos de "soni­dos del lenguaje.. En realidad, lo que él quiere es estudiar todos los sonidos posibles. porque, en ciertas lenguas menos conocidas. algunos de los que parecen "sonidos no-lingilistico~. podrían presentarse con valor fonemática :US. Pero el hecho de que ciertos sonidos no son funcionales (alofones de fonemas) en algunas lenguas y pueden serlo en otras no im­plica que haya que estudiar todos los sonidos. Si la Ciencia puramente física de los "ruidos vocales» quiere ser coherente. ella no tiene que aducir argumentos de índole lingüística: si rechaza el criterio de 'estudiar los sonidos sólo porque son representantes de fonemas en determinadas lenguas', no puede exigir. al mismo tiempo. el estudio de o,tros sonidos 'por el hecho de que ellos también pueden ser representantes de fone­mas en otras lenguas'. Asimismo, no se entiende de qué manera una fo­nética as1 concebida podría servir como "estudio previo» para la "fané-

212 ef. D. JoNES. Concrete and Abstract Sounds. pág. 6. lIJ Phonetics. prefacio de eH. e. FRIES, pág. V. ef. también algunas de

las ,,15 ciencias fonéticas. enumeradas por J. VAN GINNJIIa!N, Proceedings L., págs. 2-3.

214 ef. J. WICZIUS. Die Scheidung .... pág. 15; Phcmétique et Phonolo­gie. página 297.

215 Ob. cit .• pág. 37.

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mica-, sobre todo si se piensa que el número de sonidos cestudiableslO debería ser necesariamente infinito.

De lOdos modos. una fonética perfectamente coherente de este tipo es posible. Y sólo una fonética semejante sería en todo aspecto indepen­diente de la fonología: pero ya no sería una ciencia lingüística (su obje­to no serí& iÍquiera cel aspecto físico .. del lenguaje) y su misma legiti­midad debería discutirse más bien en el campo de la física y de la fisio­losía. Su relación con la lingüística sería apenas la de una ciencia lateral, de un interés no superior al de la fisiología del cerebro o del oído.

V. «FORMA» y «SUSTANCIA» EN LA DOCTRINA DE Hnn.MsLEV

1. Como se ha visto, el problema fundamental de la cons­titución de la fonética como disciplina lingüística -que es el del acto inicial de reconocimiento y deslinde de sus unidades «sustanciales., es decir, de lo que constituye su objeto- sólo puede plantearse y resolverse con coherencia partiendo de una posiciÓn hjelmsleviana (cf. 111. 4.2., 4.). Del mismo modo-sl, problema fundamental de la fonología --que también es el de !!. constitución misma de su objeto; de la jdentificación de ~

unidades «formales_ implica una actitud frente a la separa-.. ción hielmsleviana de «forma. y «sustancia •. En otras Pall bras, el problema de l.as relaciones entre fonética y fonología s identifica con el de las relaciones entre «forma» y «sustancia. planteado en estos términos, justamente, por Hjelmslev. Por 10 tanto, cualquier solución que se presente implica una actitud frente a la posición de Hjemslev y una discusión de su doc­trina.

2. Esta actitud crítica que aquí entendemos adoptar con respecto a un problema específico, basándonos sobre todo en Omkting Sprogteoriens Grundlaeggelse 216, y que exige un enfrentarse directo con los fundamen­tos mismos de la ¡losemática, se aleja expresamente de las actitudes ne-

216 Trad. ingl. cit., PTL.

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¡ativas, de incomprensión o desconfianza, que se adoptan a veces frente a la teoría lingilistica de Hjelmslev, principalmente fuera, pero también dentro, de los c1rculos estructuralistas. En efecto, estamos convencidos de que la glosemática representa un momento esencial en la historia de la lingüística, que no puede ignorarse ni considerarse simplemente como una -desviación .. del camino propio de la ciencia del lenguaje, porque, en realidad -y a pesar de lo que afirma el mismo Hjelmslev 217_, ella retoma y continúa una tradición que puede hacerse remontar hasta el fundador de la lingüística general, W. van Humboldt. Así también, pen­samos que la glosemática no puede considerarse como una doctrina _filosófica. o clógica» sin relación con los llamados .hechos lingüísticos» ---<amo a veces se pretend~, sino que hay que aceptarla tal como ella se presenta, es decir, como una teoría lingüística del lenguaje. Bajo este aspecto, nos parece que Hjelmslev sólo puede compararse con Humboldt, el cual había descubierto «el arte de utilizar el lenguaje como vehículo para recorrer lo más alto y lo más profundo y toda la multiplicidad del universo» 218. Como Humbodt, Hjelmslev intuye la posibilidad de ver to­dos los problemas de la cultura y del hombre desde el plano del lenguaje y aplica en un terreno estrictamente lingüístico el postulado, explícito o implícito, de filósofos como Vico. Husserl, Cassirer, postulado según el cual la teoría del lenguaje es anterior a toda otra 219, porque 'todas las ciencias tratan necesariamente un contenido lingüístico y deben, por lo tanto, organizarse alrededor de ella' 200. En este sentido, es evidente que sólo el sistema de Hjelmslev otorga a la lingüística, entre las ciencias del hombre. aquella posición central a la que ella tiene el derecbo de aspirar y le confiere una dignidad que ninguna posición que considere el len­guaje como reductible a «otra cosa» podría darle; ni siquiera la tenda que lo reduce a • cultura". porgue el ¡enruaje no es SÓlo liD spmdllcto cultural .. , sino que es la condici6p misma de la n"bJn 221.

217 PTL, págs. 34. 218 Cf. la famosa carta de E. A. WOL!', citada por H. NHTl'B en el Nach­

wort a su edición de tlber die Verschiedenheit des menschlichen Sprach­baues, Dannstadt, 1949, pág. 372.

219 Cf. W. MARSHALL URBAN, Language and Reality, tr. esp., Lenguaje y realidad, México, 1952, pág. 10.

22Ó PTL, pdgs. 49, 63, 81. Pero la posición de HJl!LMSLBV no revela c~ntac­tos con los filósofos indicados, sino con el positivismo lógico, que reduce toda la filosofía a la crítica del lenguaje científico.

221 Cf. J~ .DBWBY, Ob. cit., págs. 60 y sigs.

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Creemos, finalmente, que no hay que detenerse perplejos frente a di­ficultades terminológicas o frente a expresiones como .álgebra lingüís­tica» 222, pues un esfuerzo de coherencia como el de Hjelmslev -que es, al mismo tiempo, un esfuerzo de contemporaneidad con muy debatidas teonas lógicas y psicológicas- merece por lo menos un esfuerzo análogo de interpretación y valoración. Por esto trataremos de colocarnos en el terreno mismo de la glosemática y, teniendo en cuenta que el propio Hjelmslev aclara que los fundamentos axiomáticos de su doctrina consti­tuyen una hipótesis 223, intentaremos -sin querer estructurar una teona más coherente-- comprobar hasta qué punto tal hipótesis resulta soste­nible en lo que atañe al problema de cforma» y • sustancia».

3. 1. La distinción entre cforma» y «sustancia» no ha sido introducida en la lingüística por F. de Saussure, como a veces se dice 224, ni Hjelmslev la ha tomado de Saussure. A Saussure pertenece sólo la afirmación acerca del carácter estrictamente formal de la «lengua» (cf. 1, 1.1.). Pero la distinción como tal, y en términos todavía muy actuales, se encuentra ya en Hum­boldt, quien opone, justamente, Form a Stoff 225, y luego en H. Steinthal y G. von der Gabelentz, como lo señala el mismo Hjelmslev 226.

,; 3. 2. En Hjelmslev aparece por primera vez en Princiges

te grammaire générale, pero en una forma todavía muy distin-ta de la actual 227• Ante todo, en los PGC la distinción no se presenta en términos enteramente claros y definidos. En cjertos

puntos, parec~ue por «sustancia» se entiende lo material del lenguaje (y quizá también lo concreto en general: la «técnica

222 PTL, págs. SO, 62. 22J AL, IV, 3, págs. V y sigs. 224 Cf., por ej., E. FISCHER-J"RGENSEN, On the Definition, pág. 11. 225 Ob. cit., ed. cit., págs. 43-66 y partic. págs. 47-49. 2211 Principes de grammaire gén¿rale, Copenhague, 1928, págs. 112-113,

D 5.; d. también E. OTrO, Ob. cit., págs. 26 y sigs. 227 Contrariamente a lo que parece entender H. VOGI', res. de L. Hjelms­

lev, Omkring sprogteoriens grandlaeggelse, AL, IV, 2, págs. 94-98 (pág. 95).

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 177

de la reaJjzación») y por «forma» las categorías gramaticales 221; la ramática como teoría de la forma a la

'a 229 Pero en otros puntos parece que se opone «forma» a «significado» 230 (cf. Bloomfield, 1, 1.3.), o bien que con este término se entiende lo que Humboldt llama «forma interior» (innere Sprachform) 231, puesto que, justamente, se le opone el «aspecto», los procedimientos gramaticales (¿forma exterior?), según una discriminación establecida por A. Seche­haye 232. De todos modos, cuando se habla explícjtamente de «sustancia». se entiende por ella sólo el aspecto fónico <todo el aspecto fónico), yna «sustancia» Que se considera de orden Iin~Üístjco· en efecto se manjfiesta una oposjcjón a Humboldt y a otros autores que consideran como Stoff también los «con­ceptos puros», «sustancia» de orden psíquico 233. La «forma. pertenece sólo al significante (d. Bloomfield) y es concreta (objetiva), a pesar de no comprender lo «convenciona1», lo que

228 «Les catégories grarnmaticales, voila la forme: la tecbnique, voila l'aspect» (PGG, pág. 113); «Mettons en meme temps que ce génitif s'exprime dans la langue A par un préfixe x, dans la langue B par un suffixe y. Cela supposé, il serait illégitime de dire que, sur ce point particulier, il y avait différence de la forme entre les deux langues. C'est différence de l'aspect phonique qu'il faut dire. La -forme est, au contraire, identique» (Ibid., pág. 115) . . 229 .. La grammaire est, en effet, une discipline une, la théorie de la

forme tout court. Elle est entierement différente de la théorie des sons» (Ibid., pág. 94).

230 Ibid., pág. 91. 231 Ob. cit., págs. 89-98. 2J2 «Deux langues peuvent avoir une meme forme, bien que les procé­

dés par lesquels elle s'exprime different entierement d\me langue a I'au­tre» (Ob. cit., pág. 114).

233 «Mais, d'autre part, le .Stoft» n'est pas identique a l'aspect pho­Dique; ce terme désigne plutot l'ensemble des matériaux dont dispose le sujet parlant: non seulement les phonemes, mais aussi les CODr.epts purs ... 11 y a done id une différence qui importe: le «Stoff» renfr,cme, ehez ces auteurs, une partie qui, selon nous, n'est pas d'ordre F.1gWstique, mais d'ordre psychologique» (Ibid., pág. 113, n. S).

T. LBNGUAJE.-12

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puede modificarse: los sonidos 234. Finalmente, el método lip­~üístico Que se propone es el emJ2írico e inductivo 23S

3. 3. La oposición a Humboldt se supera en Omkring Sprog­teoriens Grundlaeggelse (1943), aunque no por un «retomo a Humboldt», sino por la aceptación de todos aquellos puntos en los que las tesis de Humboldt vuelven en la doctrina de Saussure. En realidad, se podría más bien hablar de un «retor­no a Saussure», dado que Hjelmslev abandona la elaboración de Sechehaye para atenerse al texto del Cours.

En OSG se mantiene todavía el «empirismo» como principio, aunque en un sentido muy peculiar, pues el método que se pro­pone es el deductivo 236. El concepto de «forma» se extiende aho­ra más acá y más allá de las categorías gramaticales. a la «ex­presiÓn» y al «significado» 237. Y el concepto de «slJS!ancjalt, q.ue

comprende lo formado por la lengua, tanto en el plano fónico (o de expresión en general) .como en el plano conceptual 238,

cojncide enteramente con el de Humboldt 239, aunque se presen­ta sobre bases y en ténni~os exclusivamente saussureanos 240. Al

~34 «On comprendra donc par fonne: tout ce qui, dans le signe, est directement tangible a l'exclusion de tout ce qui y est conventionnel,. ... .. La forme fait donc partie du signifiant, et non du signifié» (PGG, pág. 116).

235 "S'il existe en réalité une science indépendante qui s'occupe des faits du langage, la seule méthode admissible de cette science doit ~tre la méthode empirique. Les catégories qui constituent le systeme de cette science doivent s'établir selon une méthode inductive» (Ibid., pág. 39).

236 PTL, págs. ~7. 237 En HUMBOLDT se dice expresamente que «unter Fonn der Sprache ...

nicht bloss die sogenannte grammatische Form verstanden wird» (Ob. cit., páginas 47-48) y que la «forma» se da también en el plano fónico: -gleich mit dem Alphabete beginnt die Erforschung der Fonn einer Sprache,. (Ibid., págs. 48-49).

218 PTL, págs. 31 y sigs. 239 «Der wirkliche Stoff der Sprache ist auf der einen Seite der Laut

überhaupt, auf der andren die Gesamtheit der sinnlichen Eindriicke und selbsttatigen Geistesbewegungen, we1che der Bildung des Begriffs mit Hilfe der Sprache vorausgeben» (Ob. cit., pág. 48).

240 Es que en este punto, y, seguramente, no por simple casualidad, SAUSSURE coincide con HUMBOLDT. ef. CLG, págs. 192-193.

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mismo tiempo, la distinción saussureana entre «plano de las ideas» y «plano de los sonidOS»·241 (correspondiente y paralela a la de «significante»j«significado»)242 se redefine, en términos más generales, como distinción entre plano del contenido y plano de la expresión 243 .. Y aquí interviene una novedad impor­tante, con respecto tanto a Humboldt como a Sa1!SS1!re' en luear de una sola «fonnaa entre dos «sustancias» 244 se distin­guen dos «formas». correspondientes a las dos «sustancias» (y a los dos planos) la forma del contenjdo y la tormo de 1q er­presión 245. por 10 demás inseparables. Se agrega a esto el axio­ma saussureano de que «la lengua es una forma, y Po upa sus­tancia» 246. por lo cual ambas «Systancias» (que se llaman sus­tancia del· contenido y sustancia de la expresión) se consideran como extralingüísticas 247; es decir, que ya no se reconocen una «sustancia de orden lingüístico» y una «sustancia de orden psíquico», como en PGG: la lengua es sólo forma 248. Por otra parte, la afirmación de Saussure de que «lo esencial de la len­gua es extraño al carácter fónico del signo lingüístico. 249 se desarrolla en el sentido de que la «sustancia» fónica, además de no ser «lingüística», es también indiferente: las mismas formas

. . lingüísticas pueden ser manifestadas por otras «sustancias~ 250,

por ej., por la escritura 251, Forma y sustancia se definen. pues. _respectivamente. como 10 constante y lo yariable en Jlna man;-

241 CLG, pág, 192, 242 CLG, págs, 127 y sigs, 243 PTL, pág, 37, 244 CLG, pág, 193, 245 PTL, págs, 32-35, 246 CLG, págs, 193, 206, 247 PTL, págs, 4849, pág, 66, 248 PTL, pág, 49, 249 CLG, pág, 47, 2SO PTL, pág, 62, 251 PTL, pág, 66, Cf, también Hz J, UIDALL, Speech and Writing, AL, IV,

1, págs, 11-16,

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180 Teoría del lenguaje y lingülstica general

testación 252. Por lo tanto, puesto que la lengua forma arbitra-.. riamente la sustancia, el estudio de la forma lingüística debe emprenderse independientemente de la sustancia m y, puesto que la sustancia es variable, sin referencia a una sustancia par­ticular, como, por ej., la fónica 154.

3. 4. Es evidente que en estas últimas formulaciones queda muy poco de Humboldt, d~ aquel Humboldt cuya actitud esen­cial se resume toda en la famosa frase «Sie selbst [die Sprache] ist kein Werk (Ergon), sonde ro eine Tatigkeit (Energeia)>> 255.

La lengua de Hjelmslev es una esencia de tipo platónico que sólo ese manifiesta» en sustancias y actos particulares, y ni si­quiera es necesario que se manifieste: puede entenderse como pura posibilidad 2.56. En este sentido, es sintomático que, a pe­sar de haber partidq aparentemente del llamado lenguaje na­tural, Hjelmslev no haya siquiera tratado de dar una definición adecuada de la lengua que se estructura sobre la base de este lenguaje: al contrario, llega a llamar «lengua lO a toda entidad que corresponda a una definición lograda deductivamente m, so­bre la base de un exiguo número de postulados. «El» lenguaje se ha vuelto «un» lenguaje: por ello, no es de extrañar que en este punto se dé un encuentro entre la doctrina de Hjelmslev y el positivismo lógico 158. Y, para nuestro propósito, es importante subrayar que los puntos de «ruptura •. de pasaje de la len¡ua lingüística a otras «lenguas lO , se hallan justamente ahí donde se acepta que «la lengua es una forma l' no una sustancia» y dOD­de se afirma que ]a sustancja es indiferente Los doS postulados son, además, interdependientes, puesto que -siendo ]a «fonna.

152 PTL, pág. 68. 253 PTL, pág. 49. 154 PTL, págs. 65 Y sigs. 2s5 Ob. cit., pág. 44. 2.56 PTL, pág. 68. 257 PTL, págs. 67-68. 258 Cf. R. CARNAP, The Logical Syntcvc 01 Language, Londres, 1937, pá·

gUias XV, 3.

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 181

lo que se mantiene constante en una manifestación-, si la «sus­tancia» se mantuviera. ella deberla necesariamente formalizarse.

4. 1.. Antes todavía de consagrarle la obra teórica recordada, HjdmsJev empieza a aplicar el método correspondiente a su doctrina para redefinir varios conceptos fonológicos en términos independientes de la «sustan­cia» fónica (cf. 111, 4.2.). En el Congreso de Fonética de Londres (1935) expone, como ya se ha señalado, los principios de una fonemática (cene­mática) que defina los fonemas (cenemas) «mediante criterios exclusi­vamente lingülsticos, es decir, por su función en la lengua», y define los conceptos de vocal y consonante, respectivamente, como 'elemento cen­tral' y 'elemento marginal' en un grupo fonemático, siendo 'elementos centrales' los que pueden constituir palabras por sí solos 259. Además, distingue en el fonema (cenema)' el CQntenido (el 'destino funcional en la economía fonemática de la lengua'), la forma (la posición en el sistema fonemático) y la expresión (la «materialización» en los actos lin¡Wsticos concretos)~, indicando que sólo el cOnteDido y la fpena importan en la definición y en el Congreso de Gante (1938) sostiene la definición de la sílaba (que en Londres definía en función de un elemento vocálico) 2111

como 'cadena de ~xpresión que contiene un solo acento' 262. El principio que se mantiene firme es que la «materialización» en una .sustancia» determinada es indiferente desde el punto de vista de la lengua 263.

259 On the principIes ... , págs. 49, 52. Más tarde (Accent, intonation, quantiti!, «Studi Baltici», VI. pág. 27) se añade a la definición: 'o que ad­mite, en una sílaba, las mismas combinaciones que estos cenemas'; d. TRUBIITZKOY, Principes, pág. 96.

260 Como cit.,pág. SO. 261 Ibid., pág. 52. 262 The Syl'ab'e ... , pág. 266. 263«Phonematics must considero the phonemes as elements of the lan­

guage system, without regar~ to the particular way in which they are symbolized. They may be symbolized by mean s of sounds, but they may be symbolized quite as well by several other means, e. g. by mean s of letters, or any other signals adopted by two or more individuals. There i:i no necessary connexion between sounds and language» (On the prin­ciples, pág. 51); «The syllable is not necessarily of phonic nature. In any linguistic expression, i. e., in any pattern of sounds, of writing, of gestu­res, of signals, etc., syllables may be present or not, according to the structure of the expression observed» (The Syllable, pág. 266). Sería inte­resante saber cómo pueden definirse en función del acento las sílabas escritas.

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182 Teoría del lenguaje y lingüística general

4. 2. Las definiciones señaladas, que, como convenciones para la des­cripci6n lingüística, podrían aceptarse (porque la descripci6n, si no es al mismo tiempo valoración e interpretación, es, en esencia, convencional, es una actividad práctica, didascálica, sin valor te6rico), presentan la desventaja de pretender referirse a conceptos generales, aun deducién­dose de situaciones lingüísticas determinadas: lo que se -define .. no es, en realidad,. la vocal, la consonante, la silaba, en general, sino la posici6n de estos elementos en ciertos sistemas. Así, Trubetzkoy señala 264 que se­gún la definición de Hjelmslev, las vocales breves alemanas a e i u ü.. deberían considerarse como consónantes y. del mismo modo elementos como S, s, ts, " deberían considerarse como vocales en .las. lenguas en las que pueden constituir j!alapras (interjecciones) 265. Pero Hjelmslev mantie· ne firme también el otro principio, de que no son las definiciones las que d.eben adaptarse a los conceptos, sino que, al contralio, los conceptos deben adaptarse a las definiciones (cf. 3.4.): si h, hallándose en una len­gua determinada s610 en posici6n inicial, no corresponde a la definición de la consonante, no es una consonante, sino una prosodia 266« y si una lengua como el francés [o cualquier otra que tenga el acento en posici6n fija, como el húngaro, el checo, el eslovaco, el let6n, el turco] no tiene acento con valor fonológico, tal léngua no tiene sílabas; y, en la medida en que los conceptos de consonante y vocal dependen de la definici6n de la sílaba, tales conceptos resultan en ella indefinibles 7L>7. Es evidente que

264 Principes, págs. ~rn. 2lS5 En realidad, el asunto no parece tan grave y complicado como se

presenta: se trata de un problema terminol6gico y de una confusión entre los puntos de vista fonético (articulación) y fonológico (capacidad de formar el núcleo silábico en lenguas determinadas). Empleando vocal y «constrictiva .. para· las nociones fonéticas y sonante y consonante para las nociones fonológicas, la confusión desaparece: normalmente, las vocales suelen ser sonantes, y las constrictivas, consonantes.: pero a veces una vocal puede ser consonante (como i, u, en los diptongos españoles), y una constrictiva puede ser sonante, como s en las interjecciones ¡st!, IPsti, r en croata (rt, krst) y 1, m, n en otras lenguas. Cf. V. PISANI, Glot­tologia indeuropea 2, Turín, 1949, pág. 1, donde, sin embargo, se emplea «consonante .. también para lo que aquí se propone llamar «constrictiva •.

:u6 On the principles, pág. 53. Cf., en el mismo sentido, H. J. ULDALL, The phonematics 01 Danish, Proceedings L., págs. 54-57 (pág. 54), acerca de h en danés.

267 elt follows from the definition that there are languages which have no syllables. A language without accents will be a language without sylla­bIes. French is an example of such a langua¡e. In most of tbese langua-

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 183

no se trata de lo que la «sílaba» es, sino de una convención semántica: de lo que se conviene en llamar «sílaba».

4. 3. Los métodos que Hjelmslev propone para la identifi­cación y definición de las unidades fonemáticas (cenemáticas) se basan en los conceptos de función y dé forma (cf. 4.1.) . .:Iii definición «formal» cogsjste en establecer la posición (distri­bución) de las unidadeS ep el sistema 268 (cf. Bloomfield) ~ realidad, no presenta dificultades. pues se reduce a una simple operación estadística. una vez jdeptificados los llamados preto. nemas 269. Más compleja es, en cambio, la ideptjfiCacjép t!st~ debería hacerse mediante la prueba de la conmutación 270, qud consiste en sustituir un elemento a otro en un grupo y com­probar si ello produce o no una modificación en el «contenido» (cf. 3.3.). La posibilidad de tal prueba se debe a la solidaridad que existe entre el «plano de la expresión» y el «plarío del con­tenido» 271, Ó sea, a lo que en la fonología se llama la función distintiva de los fogemas; dos segmentos pertenecen a unida­des distintas si, sustituyendo el uno por el otro, se produce un cambio de significado. En OSG, criticando a Jones (quien en la identificación de Ihl y Inl recurre a la «sustancia», por tra­tarse de elementos no-conmutables) 272, Hjelmslev agrega que la conmutación debería realizarse entre miembros del mismo paradigma 273, por ej., sólo entre finales o sólo entre iniciales.

ges without syJ!ables the vowel and the consonant cannot be determined either» (The Syllable, pág. 270).

268 On the principIes, págs. 52-53. 269 No se trata todavía de fonemas, porque la distribución podría re­

velar que algunos de ellos son prosodias. 270 On the principIes, pág. 51; The Syllable, pág. 267; PTL, págs. 46-47

(aquí la operación se llama conmutación si se realiza en un paradigma y permutación si se realiza en una cadena).

271 PTL, pág. 38. ef. las «reglas» l." y 2." de TRUBETZKOY, Principel páginas 47-50.

272 ef. The Phoneme, págs. lO, 14-15. ef. la 3." «regla» de TRUBETZKO'\',

Principes, págs. ~52. 273 PTL, págs. 40, 46-47.

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184 Teoría del lenguaje y lingüística general

De todos modos, la prueba deberla efectuarse sin referencia a la «sustancia» 274 en la que el fonema (cenema) se «manifiesta». y es aquí donde surgen las mayores dificultades. ,

5. 1. Las dificultades se dan, en primer lugar, porque en el mismo Hjelmslev no se registra un concepto único e inequí­voco de «sustancia». Por un lado. se afirma que la «sustancia» es algo en sí incognoscible, que «existe sólo por ser sustancia de una forma» 295. y. por otro lado. se define la «sustancia» como «lo variable en una manifestación» 276. Pero los dos conceptos no son de ninguna manera coextensivos. En el primer sentido. la .-sustancia» no tiene ninguna existencia independiente de la forma 277; 'en el sentido ontológico es un concepto metafísi­co' 278, .1J!!..!:!: es la materia en sí, el «no-ser» plotiniana. Pero en el scLt"JjdQ""sentjdo, como 'lo formado por una forma', la .-sus­tancia» puede ser también una «forma» que manifiesta otra .-forma,. de orden superior. En este segundo sentido emplea Hje1ms1ey el término cuando habla de «formas de sustancia» 279,

de 'sustancia inmediatamente asequible a la observación me­diante los sentidos' 280 ( = sustancia formada acústicamente, forma acústica), o cuando define como 'sustancia que manifiesta un esquema lingüístico' el uso lingüístico 281, que para él coincide

274 Hay que observar, sin embargo, que HJELMSlBV c<limina la «sustan­cia.. s610 de la lingüística en sentido estricto (glosemática = metasem~ tica), pero reintroduce su estudio en una «lingüística .. de otro orden: la metasemiologia (PTL, pág. 79). Del mismo modo, se introducen en semió­ticas de orden superior otros elementos que se han eliminado de la semiótica-obieto (= lengua) por no pertenecer a su esquema (PTL, pá¡. 81).

27S PTL, pág. 32. 276 PTL, pág. 68. rn PTL, pág. 31. 278 PTL, pág. 51. 279 PTL, pág. 62. 280 PTL, pág. 61. 281 PTL, pág. 68.

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 185

con la «lengua» (sistema) de los fonólogos 282. El propio Hjelms­lev observa, en efecto, que lo que es «sustancia» desde el punto de vista de la «fonna lingüística» puede ser «fonna» desde otros puntos de vista 283.

En realidad, en un ente (algo que es) no se «manifiesta» una forma única, sino una serie de formas, correspondientes a las varias formalizaciones sucesivas que se efectúen. Ampliando y modificando un esquema que, con otros propósitos, da E. Dieth 284, podriamos establecer, por lo que concierne a las uni­dades de expresión lingüística, la siguiente gradación:

282 Cf. On the principies, pág. 51. 283 PTL, pág. 51. 284 Vademekum, pág 353.

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186 Teoría del lenguaje y lingüística general

De los elementos que aparecen en el esquema, sólo el prime· ro es propiamente «sustancia»; y. el último. el cenema. es «for· mal) pura jndependiente. de la ({Sustancja» en el sentido de que puede manifestarse en un fonema. pero también en otra sus­tancia formada del mismo grado (por ej., un grafema). Todos los elementos intermedios son, al mismo tiempo, «formas» y «sustancias»: «formas», desde el punto de vista del elemento de grado inferior en el que se «manifiestan»; «sustancias», desde el punto de vista de la forma superior a la que «manifiestan». Ahora, ¿cuáleS' de estas «sustancias» quiere Hjelmslev que se ignoren en la lingüística? En un primer momento, parece que su respuesta es: la «sustancia no fonnada» 28S (aquella a la que todos ignoran, por ser incognoscible, y que no podría describir­se como tal ni siquiera en la metasemiología). Mas luego su res­puesta implícita es: todas, hasta el cenema, la forma pura 286.

Pero esta forma ¿puede conocerse de otra manera que mani­festada en una «sustancia» (= forma inferior)? Platón y Plotino enseñan que .la forma suprema, totalmente pura, es ella misma «sin fonna».

5. 2. No estamos mucho mejor si queremos colocamos en el plano de la «forma», porque, justamente, Hjelmslev no nos dice de qué manera podría conocerse independientemente de una sustancia: los ejemplos que da 287 son palabras, ((formas sus­tanciadas», Además, en Hjelmslev el concepto de «forma» se diluye y se pierde en el cC?ncepto de «función» (en el sentido de relación o dependencia), Tampoco la «fonna» es objetiva, sim­plemente porque los objetos no existen [hay que inferir, en efecto, que no existen siquiera los objetos formales]: sólo hay

215 PTL, págs. 31 Y sigs. 286 Cf. PTL, págs. 67~. En este sentido observa, justamente, MARTINBT,

Struct. Ling., pág. 583, que la glosemática ignora también la "sustancia oro ganizada» [la forma de una sustancia].

278 PTL, págs. 33·34.

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 187

funciones, intersecciones de dependencias 2811. Los «funtivosll> en­tre los cuales.se establecen las funciones (los «objetos del realis­mo ingenuo») no son de por sí cognoscibles. En realidad, el ra­zonamiento de Hjelmslev es capcioso no se puede emplear co­mo argumento contra el «realismo ingenuo», que considera los objetos como existentes, la explicación misma de cómo existen empíricamente los objetos; mediante la «intersección de fun­ciones» no se puede, al mismo tiempo, establecer la existencia y demostrar la inexistencia de los objetos. De todos modos, se puede aceptar que los objetos existen sólo como intersección de funciones (una de las cuales, y la más importante, debería ser el mismo acto cognoscitivo de un sujeto), pero con ello no au­menta la cognoscibilidad de las «formas» como tales. Por esto, justamente, la «forma» no es siguiera «forma» para Hjelmslev, sino sólo la posición en el sistema (cf. 4.1.). Pero ¿qué es aquello cuya posición se establece en el sistema? O bien ¿qué se vuelve una vez que se le ha establecido la posición? A esta pregunta no puede encontrarse respuesta en la obra de Hjelmslev. Las formas como tales son entidades puramente inteligibles y no podrían siquiera ser «nombradas» adecuadamente: en efecto, según Hjelmslev, la lingüística debería ser «un álgebra del len­guaje y opérar con entidades no nombradas es decjr con en­

tidades nombradas arbitrariamente pero sin designación natu­ral, y que recibirían una desjgnacjÓn motivada SÓlo al ser con.

frontadas con la sustancia». Esta confrontacjón deberla ocurrir según Hjelmslev, por intermedio de ciencias no-lingüísticas que estudiaran la «sustancia" correspondiente a las formas lingüís­ticas 289. Pero es que no hay ciencias no-lingiiísticas que estudien aquello que para Hjelmslev es «sustancia», es decir, las varias formas lingüísticas inferiores al plano cenemático. A menos que

288 PTL, págs, 1~14; AL, IV, 3, pág, VIII, Bajo este aspecto e! «fun· cionalismo» hjelmsleviano es muy distinto del «funcionalismo» que se basa en el concepto corriente, no matemático, de función,

289 PTL, pág, SO,

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188 Teoría del lenguaje y lingiUSlic'éP general

se consideren como ciencias «no-lingüísticas» disciplinas como ia fonética, la fonología, la gramática descriptiva, la semántica: mas con esto rec~elOos en un plano puramente tenninológico, de convenciones semánticas.

6. 1. Estas dificultades teóricas se manifiestan como difi­cultades prácticas en la técnica de la conmutación (cf. 4.3.). En efecto, el hecho de que la identificación de las unidades fone­máticas (cenemáticas) constituye el principal escollo de la glo­semática ya lo han señalado varios autores, entre los cuales, en primer lugar, A. Martinet y E. Fischer-Jergensen (cf. 1, 5.3.). Otros, como H. Vogt, han observado muy acertadamente que se trata del problema general de la «identidad lingüística» 290

(cf. 7.2.). Asimismo, se ha señalado que, en la práctica analíti­ca, la «sustancia fónica» (es decir, lo que ya podemos llamar «sustancia acústica formada lingiiísti,camente», cf. 5.1.) no pue­de ignorarse y que, en realidad, no se ignora.

Las objeciones que se han hecho se refieren principalmente al caso de los sonidos que Trubetzkoy llama «impermuta­bles» 291, es decir, que no pueden encontrarse en el mismo en. torno fónico. En este caso la conmutación es imposible o, de todo§ 'modos, si se hiciera artificiosamente, no podría dar los resultados que se desean. «No podemos saber qué sucedería si se construyeran palabras que no existen en una lengua y que, además, contradicen sus reglas acerca de la distribución de las variantes», por ejemplo, sustituyendo en alemán [c;] a [x] 292.

Pero, en un sentido más amplio, «impermutables» son también ciertos segmentos que comúnmente se consideran como fóni­camente equivalentes, por ej., la forma plosiva y la implosiva del «mismo sonido» ([p-] y [-p], [k-] Y [-k]): «on ne sait pas

290 Res. cit., pág. 97. Cf. también E. BUYsSllNs, Mise au point de quel­ques notions fondamentales de la phonologie, CFS, VIII, págs. 37-60.

291 Principes, pág. 34. 292 E. FISCHBR-J"RGENSEN, Remarques, pág. 223.

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 189

si un Franyais continuerait a identifier le mot banc si on s'avi­sait, dan s un film parlant, par exemple de remplacer son b par celui de cab» 293. Por otra parte, ciertas realizaciones resultan tan modificadas por el entorno fónico que se parecen más a otros fonemas que a los que efectivamente representan. A. Mar­tinet y E. Fischer-J0rgensen citan a este propósito el caso de las vocales danesa después de r 294. También se podría citar el caso del fonema /s/ en el español rioplatense: sustituyendo a [s] de casa la realización de /s/ en pasto ([h]), se obtendría algo que «objetivamente» se parecería más a caja [kaxa] que a casa [kasa]: la conmutación, en este caso, equivaldría, justa­mente, a aquella «identificación por la sustancia» que tanto se quiere evitar. Además, no se entiende por qué elementos im­permutables como [k-] Y [-k] se conmutan, aunque pertenez­can a «paradigmas» distintos, mientras que lo mismo no puede hacerse con [h] y [1)] en inglés (cf. II, 3.6., V, 4.3.) 295. Parece evi­dente que la conmutación se realiza sólo ahí donde los elemen­tos ya se han reconocido cgmo «idénticos» y precisamente por

su «sustancia!

También se ha observado que la comprobación de la con­mutabilidad positiva de dos segmentos pertenecientes a dos gru­pos fónicos implica la identificación de los segmentos que no se conmutan 296• Así, por ej., la conmutación de [p] y [k] en [pa­sa] - [kasa] implica la identificación simultánea de los dos seg­mentos [-asa] .. La observación es muy importante 'PorQl!e se­ñala que la comprobación de una diferencia jmpljca la compro­bación simultánea de una identidad), pero no afecta la validez

293 A. MARTINET, Oil en est .. " pág. 42. Cf. también Au sujet des Fonde­ments, pág. 37.

294 Au miet des Fondements, págs. 37-38; Oil en est.. .• págs. 4243; Re­marques, pág. 223.

295 E. FISCRllR-JeRGENSEN, Remarques •. pág. 224. 296 E. BUYSSENS, Art. cit., págs. 49 y sigs. Cf. E. FISCHER-JeRGENSEN, On

the Definition, pág. 12.

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de la copmutación como tal. puesto que se podría contestar que la identificación entre [-asa] 1 y [-asa] 2 se ha hecho previamen­te, y precisamente por la misma prueba. Sin embargo, el hecho de que, en la práctica, esto no se haga siempre y de manera consecuente es sintomático: .indica que la identificación es, en realidad, previa a la conmutación y que ésta es sólo una veri­ficaci6n, no siempre aplicable. de una identificaciÓn ya hecha En realidad, como observa e. E. Bazell, la convicción deapli­car siempre criterios puramente funcionales, como la conmu­tación, puede ser una ilusión, porque los criterios se aplicarían de otro modo si, en determinados casos, los hechos fonéticos se presentaran distintos de como se presentan 297. Por esto, en la práctica, para lograr descripciones aceptables, no se emplea un único criterio, sino varios criterios combinados, uno de los cuales es, justamente, el del «carácter fónico» 298. y a veces puede ser necesario llegar hasta más allá de la llamada «sus­tancia acústica», puede ser necesaria una percepción fon0-6p­tica, el ver la articulación: por ejemplo, para distinguir [p] de [t] en ingl. give the caP to me - give the caT to me 299.

6. 2. Pero lo que resulta extraño no es que, en realidad, no se ignore en la identificación la llamada «sustancia», puesto que ello parece inevitable, sino que se quiera eliminar la refe­rencia a la «sustancia» de la definición propiamente dicha de las unidades. Aun sin hacer coincidir la identificación con la definición (como hace Martinet, cf. 1, 5.3.), no se entiende por qué habría que eliminar de ésta precisamente un factor cuya consideración es inevitable en el reconocimiento y deslinde de las unidades.

Esto ocurre porque la «distribución en el sistema» (cf. 4.3.) no es lo que se llama una definición «real», sino, más bien,

297 C. E. BAZELL, Phonemic and Morphemic Analysis, pág. 34. m Id., Linguistic Form, págs 4048. . 299 Cf. F. MIKU~, Faits phono-optiques et leur part el l'audition, «Jour­

nal de Psycholo¡ie-, XLVI, págs. 215-218.

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 191

una simple «clasificación» (cf. I, 1.2.) 300. La distribución -que ni siquiera corresponde a la definición de la definición formulada en OSG 301_ no dice nada acerca de qué es un elemento, sino que sólo lo agrupa y registra su posición con respecto a otros elementos 302. Aun así, el estudio de la «distribución» no es por ello objetable: al contrario, es útil y debe necesariamente com­pletar el inventario fonemática y la comprobación de las opo­siciones distintas. Lo que es objetable es que en este caso, como en otros, se llega a presentar la definición «formal» como definición «real». Y el presentar la distribución como defini­ción «real» constituye un círculo vicioso, porque los elementos así «definidos» ya deben conocerse al empezar la operación. Así, por ejemplo, no se definen las consonantes, sino que se indica su distribución, y luego, en lugar de decir que las con­sonantes se encuentran -en la lengua estudiada- en tal o cual posición, se dice que las unidades que se encuentran en talo cual posición son consonantes 303. Y aun esto no sería muy grave si no se generalizara más todavía hasta llegar a decir que ciertas lenguas «no tienen» consoQantes o vocales (o «no tie­nen» ni consonantes ni vocales) 304, simplemente porque su dis­tribución en esas lenguas no es análoga a la que se comprueba

300 Es interesante notar que H. VOGT, Phoneme Classes and Phoneme Classification, «Word», X, 1, págs. 28-34, emplea justamente este término para referirse a la llamada «definición».

301 Cf. PTL, pág. 45. 302 Ya esto implicaría alguna dificultad: en efecto, para «definir», por

ej., -s- como elemento que en -s~ se halla en cierta posición con respecto a -~, habría que definir antes el elemento _po, cuya "definición» debe, a su vez, comprender la posición con respecto a -s-o Pero tales dificultades pueden, quizá, sortearse tomando ciertas posiciones (inicial, final) como bases axiomáticas de definición: es, justamente, lo que se hace.

303 Es lo que hacen, por ~j., O'CONNOR y TRIM, Art. cit., al describir en inglés dos clases d.lstribucional",;3 correspondientes a las vocales y con­sonantes; en realidad, con,~rueban 10 que era razonable esperar: que las consonantes y las vocales no tiei}en en inglés la misma distribución.

304 Cf. E. FISCHER-JelRGENSEN, On th~ Definition, pág. 13.

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en la lengua de la cual se ha deducido el criterio de definición, o no corresponde a un principio fijado a priori (cf. 4.2.): en casos semejantes, lo que se comprueba realmente es sólo una particular estructura silábica que contradice la convención adoptada y revela su relatividad. Lo único que cabe pensar es que, si esos casos se hubiesen tenido en cuenta, las definicio­nes se habrían formulado de otra manera.

También algunas «leyes» generales que se han intentado establecer en este mismo capítulo de la distribución revelan fallas al ser confrontadas con los hechos. Así, por ej., la «ley fonemática general» de que 'en un nexo de más de dos consonantes no se dan nunca combinaciones que no se admitan en nexos binarios de la misma lengua', enunciada por Hjelms· leven el ya recordado Congreso de Londres 305. Esta ley no encuentra apli­cación en cartvélico, donde se da plv-, pero no -lv- 306, ni en ruso, donde hay mgl-, mgn-, pero no se da mg- 307. Del mismo modo, la definición de la consonante como 'unidad fonemática marginal que puede ser tanto final como inicial' (en una sllaba) J08 puede valer para el inglés y para el da­nés lOO (a pesar de las dificultades que presentan h y 1]), pero no para el español literario de España, el español rioplatense o el italiano. En efec­to, según este criterio no deberían ser consonantes e (escr. chal y 1 (esp. lit. de España); e y t (esp. riopl.); e, dz (t5); t, s (ital.). Naturalmente, se podría sostener que en posición final estas consonantes se neutralizan con otras, pero ésta sería sólo otra manera de decir que no ocurren en posición final.

Sin embargo, en estos casos se trata sólo de dificultades empíricas, que nada tienen que ver con el fondo del asunto y que pueden eliminarse modificando las definiciones o presen­tando las «reglas» como simples normas de validez no univer­sal. Pero lo que no puede corregirse es el hecho de que a veces unidades distintas deberían tener definiciones idénticas, por

305 On the principIes, pág. 53. 306 ef. H. Voc:r, Art. cit., pág. 33. m ef. E. FISCHBR-JeRGENSEN, On the Definition, pág. 26. 308 On the principIes 1. cit. lOO ef. H. J. UUlALL, Como cit., pág. 54.

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tener la misma distribución, como en el caso de p y k en danés y en otras lenguas (cf. 1, 5.3.). C. E. Bazell, rebatiendo la crítica de Martinet a este propósito 310, sostiene que, en realidad, no hay aquí ninguna contradicción, puesto que dos unidades po­drían tener la misma definición formal y seguir siendo, a pesar de esto, dos unidades, aun formalmente. Y da el ejemplo del ajedrez, donde las figuras blancas y las negras tendrían la mis­ma definición formal. Pero el argumento de Bazell no rige: dos objetos distintos no pueden tener la misma definición -ni for­mal ni de otro tipo- y quedar, con todo, distintos. Hay aquí una confusión de planos de abstracción: si una definición conviene a dos objetos A y B, ella ya no define / A/ o /B/, sino / A Y B/, es decir, la clase constituida por los dos objetos. En el caso del ajedrez, la definición no sería de una /figura blanca/ o de una /figura negra/, sino, justamente, de una figura /blanca o negra/: de una figura sin color. En cambio, la definición de una figura /blanca/ o /negra/ debe contener necesariamente el elemento (también formal) de su oposición a la figura corres­pondiente de color distinto. Además, tampoco rige la analogía, puesto que en el ajedrez los colores pueden intercambiarse sin modificación en el «contenido» del juego, mientras que p y k no son intercambiables de la misma manera.

De todos modos, si en el ajedrez las figuras blancas se mantienen distintas de las negras, esto ocurre, justamente, por su color, que es una característica sustancial y, al mis­mo tiempo, formal (siendo la «marca» de su oposición a las figuras negras: la condición de su funcionalidad). Y si, en un sistema lingüístico, /k/ y /p/ se mantienen distintos, a pesar de tener distribución idéntica, esto ocurre, justamente, por su «sustancia» fónica, que los caracteriza intrínsecamente y, al mismo tiempo, los opone desde el punto de vista formal. Ocu­rre porque ya en la identificación los hemos reconocido como

310 Linguistic Form, pág. 16.

T. LENCUAJB.-13

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194 Teorfa del lenguaje y lingüística general

distintos. Sin embargo, la distribución de cualquier manera que se presentara- se tomaría en cuenta s610 con respecto a la norma, y en el sistema consideraríamos las dos unidade§ como idénticas, a pesar de su «sustancia», si entre ellas no hu­biese oposición funcional.

7. 1. Pero ¿qué es lo que no se ignora de la «sustancia8? ¿Será toda la .sustancia» fónica de una realización o sólo una parte de ella? A. Mar· tinet -para superar el doneticismo» a veces excesivo de Trubetzkoy (d. 111, 1.3.) Y evitar, al mismo tiempo, las incongruencias que implica el ignorar la sustancia- piensa que hay que mantener de ésta sólo aque, 110 que constituye diferencia, oposición fonemática 311. Es decir, que, como Trubetzkoy y Hjelmslev, parte de la funcionalidad. La función de los fonemas es la de distinguir formas linsiHsticas (en el sentido corriente d.e este térmjno) Pero, para distinguir. ellos deben, a su vez, distinguirse; el método. de identificación consistiría pues, en comprobar en qué se. distinguen. Por lo tanto, se ignoraría en cada caso lo que no distingue, lo que no tiene valor funcional (puesto que una simple diferencia obje· tiva pero afuncional no se tendría en cuenta). En otras palabras IQ Que hay Que hacer es Comprobar cuáles rasgos pertinentes funcionan en un sistema y cnDstitujr Jos fpnemAS snmo .haces de rasgos pertjnentes.312

Uellar a los rasgos pertinentes en el análisis objetivo de un sistema signi­ficarla para Martinet ir más allá que Trubetzkoy 313, quien, en efecto, consideraba el fonema como «unidad fonológica indivisible8 314 (y as! apa­rece también en la definición adoptada por la terminología praguense unificada).

Ahora, es indudable que en la práctica este método puede resultar riguroso y proficuo 315 (en el sentido de que logra adaptarse a la «reali­dad. de una lengua). Pero no parece que resulte tal por mantener la

311 .C'est essentiellement sur le degré d'utilisation de la substance que divergent les deux points de vue, Hjelmslev l'écartant délibérément tout cntiere, la phonologie en retenant tout ce qui a valeur distinctive et qui lui parait indispensable pour identifier l'objet de son I!tnde» (Au sujet, pálina 42).

312 OU en est, pág. 44. Cf. TRUBIfl'ZKOY, Principes, pág. 40; JAKOBSON, The phonemic and grammatical aspects, pág. 8.

313 O" en est, l. cit. 314 Principes, págs. 37-38. 315 Cf. E. FISCHER·JIIlRGBNSEN, Remarques, pág. 221.

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 195

coherencia con las premisas, sino, justamente, porque no la mantiene con todo rigor.

En primer lugar, si realmente se ignorara «la sustancia que no dis­lingue-, el análisis en términos de rasgos distintivos ~omo operación científica estrictamente objetiva- no signi6.caria ir más allá, sino que­darse más acá de la constitución de las unidades fonemáticas. Aplicando con rigor el método, debemos llegar en seguida a los rasgos distintivos, y la constitución de los fonemas se vuelve problemática. Oponiendo, por ejemplo, [p] a lb] (en parra: barra), obtenemos el rasgo distintivo sono­ridad,' y de oposiciones como [b]: [m], [p]: [k], [p]: [n], deducimos los rasgos nasalidad, oralidad, bilabialidad, velaridad, articulación alveo­lar, etc., lo cual ya constituye un análisis del sistema en términos funcio­nales. Pero no podemos constituir .haces de rasgos distintivos-, decir, por ej., que un Ib/ hipotético es sonoridad+ oclusividad + bilabialidad + oralidad, simplemente porque, habiendo en cada caso atendido sólo a lo distintivo, no deberíamos saber qué es Ib/. Nada nos autoriza a iden­tificar el b distinguido de p como sonoridad con el b distin¡uido de d como bilabialidad, porque en el primer caso debemos haber ignorado como no-pertinente (y hasta como inexistente 316) la bilabialidad, y en el segundo caso la sonoridad, y, por consiguiente, nada puede decimos que se trata del mismo b. Es verdad que en ciertos casos (por ejemplo, opo­niendo [p] a [ó]) podemos deslindar haces muy complejos, pero ¿qué nos dice q\le éstos coinciden con lo que en otros casos, ignorando totalmente la sustancia no-distintiva, hemos comprobado sólo como bilabialidad o como oclusividad? Es decir, que si este método se aplicara estrictamente, los mismos rasgos deberían ciertas veces considerarse como «sustancia distintivalt y o.tras veces como «sustancia ignorablelt.

En realidad. en la práctica de la cgnmutación Po se igpPA tampoc;o la «sustancia» nCH1jstintjya si gtrAf veces es distjntjva· la CQDstjh'cjón

del fonema implica el conocimiento de la agrupación en sopidos reales de varios rasgos distintivos con funcionalidad intermitepte Rn cada caso. se considera lo que es distintivo y lo Que puede serlo en otros casos: todo análisis de una oposición concreta se hace con un «conocimiento previolt de la «lengualt (cf. IV, 2.1.). Además, aquí se da ineludiblemente la necesidad de identificar la parte común para separar la que se dife­rencia (cf. 6.1.).

316 .Ce n'est pas le phoneme, mais le trait pertinent qui est l'unité de base de la phonologie. e'est ce que nous retenons de la substance, c'est la seule unité pour laqueUe nous postulions une existence réellelt (Oil en est, pág. 46).

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En casos particulares, el método de Martinet presenta también difi­cultades prácticas. Asi, por ejemplo, en el español rioplatem:e no podria­mas constituir un fonema /'tl, en cuya realización no es nunca pertinente la sonoridad, puesto que no tenemos en rioplatense un fonema /i/ que se le oponga; por lo tanto, deberíamos comprobar sólo una «fricatividad palato-alveolar~ (opuesta, por ej., a s). Si, en cambio, distinguimos un fonema /'t/, lo hacemos porque sus rasgos distintivos se realizan normal­mente junto con la sonoridad no-distintiva y fundándonos en el hecho de que la sonoridad es distintivo en otros puntos análogos al sistema. Pero tal criterio no parece justificar en italiano ]a distinción entre [s] y [z], [dz] y [ts], porque se estaría en contradicción con el criterio de la funcionalidad (cf. 11, 3.6.): en efecto, en este caso la distinción pertenece a la nonna, y no al sistema (cf. 111, 3.6.).

Finalmente, en algún caso ]a aplicación del criterio de los rasgos dis­tintivos es imposible. En rioplatense, como se ha visto, la realización [s] del fonema /51 no tiene en común con la realización [h] rasgos que no pertenezcan a otros fonemas del sistema (cf. 11, 3.6.). Al contrario: [h] tiene más rasgos comunes con Ix/. Sin embargo, nosotros identificamos las dos realizaciones porque sabemos que [pahto] se puede pronunciar también [pasto], mientras que, si se pronunciara con [x], ya no se en­tendería pasto, sino, muy probablemente, algo como parto pronunciado con r uvular. Del mismo modo, el criterio discutido no nos permitiría distinguir en español, por separado, e] solo rasgo «sordo_ de] fonema 1ft, porque no tenemos un /v/ que se le oponga. En cambio, justo ese rasgo es e]: pertinente: 1ft podría llegar a realizarse como bilabial, es decir, a perder una parte de su oposición con Ibl (realizado [b], pero no a pro­nunciarse sonoro, porque [v] no se entendería como /f/, sino como reali­zación anormal de Ib/.

Constituimos, pues, determinados fonemas sólo porque ciertas reali­zaciones son intercambiables o presentan cohesión funciona], o porque ciertos rasgos se presentan realmente como «haz~ en la lengua, en soni­dos reales. Pero, a pesar de que las articulaciones fricativa, sorda, medio­palatal. son rasgos distintivos en español rioplatense, no constituimos un fonema */i/, porque éste no se realiza como funcionalmente distinto de /'t/, y, en este sentido, es sólo un fonema posible, una «casilla vacía», o, mejor, una zona imprecisa, «vacilante_, del sistema.

As!, pues, si en ]a identificación de los rasgos distintivos se puede ig­norar metodolóBicamente gran parte de la «sustancia fónica~ (pero no realmente, puesto que para reconocer las düerencias hay que reconocer al mismo tiempo las «identidadeSlO), esto no puede hacerse eI14l~ .. consti-

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 197

lución de los fonema" que debe pecesarjamente; referirse a J. rraUdad

fonética del hablar correspondiente a la lengua eshJdipda. El deslinde de los fonemas se efectúa porque ciertos .haces de rasgos» se conocen como .realizaciones» comentes o porque se reconoce una equivalencia funcio­nal. Es decir, que se hace por una intuición eidética que se basa en el conocimiento previo, aunque se proponga, justamente, su superación (cf. IV, 2.1.). La intuición eidética comprende tanto la .fOrD1&» (lo cons­tante en una manifestación) como la .fiwdÓn» dado que. como se sabe desde Aristóteles. también la fiwción perteneq: a 'a esencia de 'as cosas

A este mismo concepto se acerca Martinet, al observar que, en varios casos, el simple «sentido común. (o .sentimiento lingüístico») -que según nosotros debe en.tenderse como intuición del ~istema ]17_ realiza la iden­tificación de las unidades fonemáticas ]18. Las dudas que expresa acerca de tal identificación -sobre todo con respecto a lenguas ignoradas por el observador (cf. IV, 2.3.)-- sólo señalan que el «conocimiento precien­tifico» no coincide con el «científico», pero no eliminan la necesidad de partir del conocimiento previo (cf. IV, 2.4.).

7. 2. En realidad, el método de Martinet resulta ser una aplicación estricta del enunciado de Saussure de que .en la lengua no hay más que diferencias» 319. Pero tal enunciado, como ya se ha apuntado (cf. 1, 1.1.), debe probablemente entenderse, no con respecto a qué es la lengua, sino con respecto a qué es aquello que en la lengua es funcional, a la condici6n misma de su funcionalidad (cf. 5.6.2.).

Se trata aquí, en esencia, del problema de las «identidades lingüísti. cas», notablemente aclarado por una polémica entre E. Buyssens y H. Frei ]20. Independientemente del planteamiénto «afectivo» del problema (sosteniendo el uno que Saussure se contradice al afirmar, por un lado, que «el mecanismo lingüístico gira todo él sobre identidades y diferen­cias, siendo éstas la contraparte de aquéllas»nl, y, por otro lado, que «en la lengua no hay más que diferencias»; y el otro, que no hay tal contradicción), los dos autores llegan a la misma conclusiÓp' Que en 'a

lengua hay identidades y diferencias En nuestra opinión, aquí,' como en otros casos, la «contradicción»

o la «coherencia» entre los enunciados de Saussure depende de la in-

317 Cf. SNR, IV, l. 311 OU en est, p4¡. 42. 319 CLG, p4g. 203. 320 E. BUYSSIINS, Art. cit.; H. FREI, Saussure contre Saussure? CFS, IX,

páginas 7-28. 321 CLG, pás. 186.

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terpretación: Saussure se contradice si refiere las dos afirmaciones al mismo momento, y no se contradice si las refiere a momentos distintos. Pero creemos que siempre hay que tratar de interpretar un texto en el

... sentido de la coherencia.

Los dos momentos que hay que deslindar (aunque puedan ser. y en realidad son, simultáneos) son el conocer y el distinguir; una cosa se co­noce por todo .10 aue ella es: se distingue P'lT lo que en ella es dife­rencia con respec;tg a otras COSM aunque esta diferencia puede ser de . simo negatiyo: la falta de un rasgo. un rasgO cem En el caso de la len­¡ua, el momento del conocimiento de las upidades implica también Sil

identidad, porgue sólo se pueden diferenciar cosas Que tienen Mpectos comunes. y el momento del reconocimiento y distinción de las unida­des (que es condición de su funcionamiento en un sistema) implica las diferendas Hay que hacer también la distinción entre la identidad de una CQsa, lo que una cosa es (identidad 1), y la identidad entre cosas, el aspecto Que una cosa tiene en común con otras (identidad 2!. Consi­dérense, por ej., dos marcas distintas que pueden ser + y-o La diferencia entre las dos está dada por el trazo vertical de + (que en - comprobamos como «rasgo cero»); la identidad (identidad 2), por el trazo horizontal. Pero la identidad de + (identidad 1) comprende los dos trazos. Y, en reali­dad, esta identidad (identidad 1) no es afuncional, porque un elemento sólo puede funcionar si se mantiene idéntico a sí mismo: el funcionar un elemento depende de su identidad consigo mismo 'identidad 1): el fun­cionar m4s de un elemento (en un sistema) depende de las diferencias

En el caso de los fonemas, éstos se distinguen por sus rasgos distin­tivos, pero se conocen también por sus rasgos comunes y por sus rasgos constantes, entre los cuales hay que incluir también a aquellos que no funcionan en una conmutación particular, pero pueden funcionar en otros ocasos o, en general, son funcionales en el sistema. Al considerar sólo la oposición, tenemos en cuenta sólo las diferencias, el aspecto por el cual los reconocemos, distinguiéndolos de otros. Pero no se trata sólo de por qul conocemos (reconocemos) ,una cosa (conocemos Ipl porque es dis­tinto de lb/), sino también de qul es 10 que conocemos (conocemos Ip/ como Ip/). Esto no significa querer dar una definición «psicologista» de los fonemas. Pero hay que recordar que la posición del científico es una posición secundaria y «agregada» con respecto a la posición de los ha­blantes; que los fonemas sirven, precisamente, a los hablantes, en sus actos lingüísticos concretos. Hay que tener en cuenta que los hablantes conocen Ipl como /pl y no hacen los análisis que debe hacer el fonólogo plll"a averiguar por qué se conoce y por qué se distingue de Ib/.

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Forma i sustancia en los sonidos del lenguaje 199

.EI problema de las identidades l:n(üfstiC4S oojncj4e en reaUdgd CQD

el problema de la Uamq4g «sustancig, y no es un problema de s"s'on­cia. sino de forma. porque las cosas rrr se conocen como sustancias, sino cama fgrmas 'sustancia organizada). La glosemática l¡e propone ignorar la «identidad" en los dos sentidos señalados, y reduce la «forma» a la distribución. Martinet sugiere ignorar sobre todo la que hemos indicado como identidad 2 (aunque sin distinguirla de la identidad 1), y reduce la .forma. a las diferencias. Pero la forma no se identifica con la distrIbu­ción, porque hay fonemas distintos con distribución Idéntica; y tampoco se identifica con las diferencias, porque éstas sólo distinguen las formas, pero no son las formas mismas.

7. 3. El· concepto de «identidad lingüística» parece implicar que ep cada caso, existe una realidad de la lengua que el científico debe descu· brir y describir. Se podría deducir, pues, que ---contrariamente a lo que a menudo se afirma 322.... sólo debería haber una descripción fonológica válida de una lengua determinada 323. Pero sería una deducción equivo­cada, porque cierta variación es perfectamente admisible. En efecto. los fonemas se cpIDnn,cbaD en JoS sonjdps pero no se identifican Gon las

fomas copcretas Que se dan en éstos. sino que son formas abstractas (abstraídas): son formas de la .lengua •. que es eUa misma una abstrac· J:ÍÓ!l:....I el «sistema fonológico., como abstracción científica con base real, puede estructurarse con varios propósitos y desde varios puntos de vista: lo importante es no hacerlo sin referencia a la realidad, porque entonces se describiría una ficción, y no una abstracción. Pero, naturalmente, en relación con la realidad del hablar, todas las descripciones deben apare­cer como varios modos de decir lo mismo; distintos son sólo los crite­rios, las convenciones que se adoptan: algo que se refiere a las descrip­ciones, y no a la realidad.

Así, por ej., decir que un sonido [p], en cierta posición, representa un fonema Ipl, o un fonema 1b/324 -porque esto conviene por cierta razón (por ejemplo, para mantener la identidad de un prefijo ab-)-, o decir que hay neutralización entre Ipl y Ibl, viene a ser 10 mismo (desde un punto de vista puramente objetivo), si se especifica que en el hablar el fonema o archifonema se «realiza» (o se «manifiesta,,) como [p]. Así, también, interpretar [6] como lo + NI y [-on] como lo + n + ~/, en lugar de in­terpretarlos como 161 y lonl (ef. III, 3.6.), significa exactamente 10 mis·

322 Cf. E. FISCHER-JeRGENSI!N, 011 the Definitian, pág. 11; Z. S. HARRIS, MSL, pág. 63, n. 12.

323 Cf. K. L. Pool, Phonemics, págs. 57·58. 324 Cf. Z. S. HARRIS, MSL, 1. cit.

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mo, si se afiade que la «realización» es [o] y [on]: se modifica la con­vención adoptada para la descripción, y no la «realidad de la 'engua». Todas las convenciones que, en este sentido, digan «lo mismo .. son vá­lidas, si no se pretende identificarlas con la realidad. En este aspecto puede pretenderse sólo conveniencia, oportunidad metodológica, y no per­tinencia o fidelidad a la cosa descrita.

Lo mismo puede decirse de la exigencia de la «sencillez .. o de «elegan­cia del sistema ... Se trata de sencillez y elegancia del sistema de descrip­ción, y no del sistema de la lengua. La exigencia de la sencillez es, sin duda, legítima -aunque sus límites están dictados por la lengua, porque no se entiende por qué deberíamos hacer aparecer como sencilla una estructura complicada-, pero no afecta la realidad estudiada. esta suele ser infinitamente más compleja que todos los esquemas excogitados para entenderla y describirla coherentemente (cf. IIJ, 3.4.).

8. 1. Una restricción sólo aparente del postulado glosemá­tico acerca de la independencia de la «forma» con respecto a la «sustancia» consiste en afirmar que -aUn siendo verdad que la sustancia no puede ignorarse de una manera general y abso­luta- la forma seda. sin embargo independiente de la suMaD:

da particular3Z5. Ella podríamanjfestarse como la misma ta,r­ma en otras sustancias :l26, como la escritura. En realidad, se sigue afirmando que la «sustancia» es indiferente en el plano de la «lengua •. puesto que -a pesar de todas las dificultades que pueden presentarse en la consideración puramente formal de lo que los glosematistas llaman los «usos lingüísticos»-- se

3Z5 .. Cette épreuve [la conmutación] n'est naturellement pas indépen­dani~ du fait qu'i1 y a des différences de substance --<:e n'est que par cette épreuve qu'on arrive a distinguer fonne et substanl»- mais elle est indépendante de la substance particuli~re. (E. FISCHER-J0RGBNSBN, Remarques, pág. 223).

326 cA consonant cannot be considered as both initial and final until tbese two variants have been identified. '~ut when this has been done, it must be possible to define the categories on a purely functional basis, and this whole formal structure may be transferréd into another subs­tance without any change in the definitions" (Ead., On the Definition, páginas 12-13).

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 201

mantiene firme el principio de que la forma puede transferirse íntegra a otra sustancia 327.

Tal interpretación, que, por lo menos en parte, ya representa una «corrección» de las primeras y más rígidas formulaciones glosemáticas (cf. 6.5.), parece muy importante, porque revela un punto fundamental con respecto a la doctrina: precisamen­te. que el ignorar la sustancia no puede darse en el mismo pla­no en el que la lengua es «forma y sustancia». sino sólo en el plano de la «lengua como idea». mejor dicho, del «lenguaje. como capacidad del hombre de comunicar a otros la interiori­dad de su conciencia. materializándola en signos de varia índole. En otras palabras, revela. justamente. que el plano en el que se coloca la glosemática no es e] mismo plano de abstracción de la Jin~ístjca' que la glosemática no es ciencia de realidades concretas o históricas, sino ciencia de posibilidades.

Con respecto a este plano -que es, probablemente, el mis­mo en el que hay que interpretar la afirmación de Saussure de que «lo esencial de la lengua es extraño al carácter fónico del signo lingüístico» (cf. 3.3.)- la idea no es ni nueva ni propia de la glosemática, y ya otros autores, como, por ej., V. Pisani, la han expresado en términos muy parecidos, aunque especifi­cando, justamente, que se trata de la lengua «idea. 328.

8. 2. _Pero la «trarisferibilidad» de [una parte del la fonna de una sustancia a otra no significa independencia de aq!1é11a con respecto a ésta. en el plano de ]a «len~J]a Un¡iiístican como

se trata de sostener, por ej., al realizar la conmutación en esta lengua. En este plano no es iridiferente ni la sustancia en gene-

327 Cf. cWe can invent new pronunciations, or new orthographies, or new systems of expression manifested in any other way, such as flag­wagging or dancing, and they will all be adequate, if they fu1tiI the single condition of providing a sufficient number of units to express the units of contenb (R. J. Ul.DALL, Speech and Writing, pág. 16).

328 Cf. V. PISANI, Oggetto delta glottologia, en Saggi di lingua e filología, Roma, 1934, págs. [25-35] (págs. 27-28).

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raI ni cuál es la sustancia, porque, púr un lado, la sustancia debe ser ésta o aquélla y, por otro lado, cada sustancia implica también normas fonnales peculiares. En efecto, la «lengua lin­güística» se caracteriza también por su realización: si, hablan­do portugués, digo [bon] por [bó], en perfecto acuerdo con el sistema (cf. 111, 3.6.), se me entenderá, probable1l!ente, pero ningún portugués dirá que lo he dicho en portugués.

8. 3. Es verdad que Hjelmslev habla de «lengua., pero por <<lengua» entiende «lenguaje» y por «lenguaje» cualquier siste­ma de comunicación intelectual (cf. 3.4.), cualquier sistema en el que se presente la solidaridad expresión-contenido 329. Sin embargo, los «lenguajes» no son análogos al lenguaje fónico, ante todo, por sus características de «códigos» fijos (8.5.) y por el hecho de presentar lo más a menudo una sola función (nor­malmente, la sola referencia). Por esto, el ignorar la sustancia {~L~olocarse en el plano de la «lengua idea») hace que se igno­xen las otras funciones constitutivas del lenguaje «natural».

El único «lenguaje» hasta cierto punto análogo y paralelo al lenguaje fónico es la escritura. Pero sólo hasta cierto punto. A pesar de la paradoja de B. RusseIl de que la escritura puede haber existido antes que el lenguaje 330, parece que hay que convenir con Martinet en que la sustancia fónica es «más pro­piamente lingüística» que la sustancia gráfica 331. En efecto, ya con respecto a la función «referencial» se presentan diferencias notables: en la escritura no se dan- sincretismos análogos a los que se dan en el lenguaje hablado m. Es verdad que Hjelmslev

329 Cf. H. J. UWAll., Art. cit., 1. cit. 330 Cf. PTL, pág. 67, n. 1. Pero el propio Hjelmslev sefiala que un aro

gumento «diacrónico .. no podría servir, en ningún sentido, en el plano «sincronicoD. En realidad, se trataría aquí de un argumento genético em­pleado en el plano de la esencia y en la descripción objetiva.

331 Au sujet, pág. 40. 332 No nos referimos aquí a sincretismos fónicos que se reflejan en la

grafía, sino a sincretismos de letras: puramente gráficos. El hecho de es­cribir n como u no constituye sincretismo, porque no está detenninado

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 203

oh serva que objeciones semejantes sólo indican que «sistemas diferentes de expresión pueden corresponder al mismo sistema de contenido» 333, lo cual debe evidentemente admitirse. Pero esto contradice el postulado de ignorar la sustancia en la des­cripción formal del plano de la expresión, puesto que equivale a admitir que la estructura formal de este plano depende de la sustancia específica: no se trata aquí sólo de realización, puesto que los sincretismos pertenecen al sistema como «archifone­mas». y el mismo Hjelmslev, al tratar de los tipos de sincre­tismo, hace necesariamente referencia a la «sustancial) 334.

Por otra parte, nos parece que tampoco se puede expresar «el mismo contenidol) de manera totalmente independiente de

.la sustancia particular en la que se expresa Esto sólo puede ad­mitirse, en el caso particular de lenguaje y escritura, limitando el alcance de los términos «el mismo contenido», porque en la escritura se pierden en gran parte o totalmente las funciones expresiva y apelativa del lenguaje hablado. Es verdad que en la escritura pueden aparecer nuevos elementos expresivos (co­mo los que caracterizan la «letra» de determinadas personas), pero éstos no son ni análogos ni paralelos a los que se dan en el lenguaje fónico: no permiten que la misma forma se trasla­de íntegra de una sustancia a otra. Así también, es evidente que nosotros podemos inventar sistemas perfectamente parale­los 335, pero -en el campo de los objetos históricos (no mate­máticos)- sería un acto inane crear un objeto sólo para consti­tuir una ciencia que lo estudie 336.

por el _entorno gráfico». Del mismo modo, las letras árabes que se digan­pueden considerarse como variantes combinatorias, pero no dan lugar a neutralizaciones.

l13 PTL, pág. 67. 334 PTL, págs. 56-58. l35 Cf. H. J. UlDALL, Speech and Writing, pág. 16. ll6 Cf. A. MARTINEr, La double articulation linguistique, TCLC, V, pá­

linas 30-37: .On comprendra toutefois que la plupart des linguistes hé­sltent lt modifier de fond en comble I'édifice terminologique traditionnel

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204 Teoría del lenguaje y lingütstica general

En la experiencia (y la lingüística, aun la teórica, no puede pretender ser más que teoría de la experiencia), el paralelismo entre el hablar y la escritura queda limitado a la función re­presentativa, y, dentro de ella, a la referencia (con restricciones en lo que atañe al plano de la expresión), quedando eliminada la evocación (cf. III, 3.3.).~sucesión rítmica de 1- r, 04~ b - d - g, puede evocar algo en el hablar, pero no _~ l~~~~!itura, precisamente Rorgue Út--;sustancla;es oira; no se tratarla, pues, sólo de un sistema de «expresión» distinto, porque tampoco el ";OOñteiiícfo---;-seda-er IDlsmo: crertas--pOsibiTidades -~Oc~i.iva~· dependen de la sustancia propia del lenguaje hablado. Por otra parte, las letras presentan una Tndlvlduablhdad níUCilO mayor que la de los sonidos (en muchos casos, total) y sólo hasta cier­to punt? constituyen un ccontinuo gráficoJ>: en realidad, en la grafía lo primario 'es el grafema, la convención explícita (ele­mento del «código» que se liga en un continuo), mientras que en el hablar lo primario es el continuo fónico (el «mensajeJ>, en el que hay que deslindar los sonidos, para establecer el «códi­go» como abstracción). Asimismo, los grafemas ofrecen posibi­lidades de combinación infinitas y totalmente libres, que ciertas veces pueden adquirir valores evocativos propios (por ej., para sugerir una exclamación inarticulada de miedo o de asombro: xxxtsshll, i prktrrmnl): nada justifica en lo gráfico una distin­ción como la de «vocales» y « consonantes J>. Finalmente, la ma­yoría de los elementos csuprasegmentales» de lo fónico suelen presentarse en la grafía como simples segmentos (!?), perfecta­mente análogos a los demás.

8. 4. Uno de los aspectos más graves de la reducción del lenguaje a «un lenguaje» nos parece, justamente, el hecho de que ella implica que se excluya del plano de la «lengua» la muy

pour le seul avantage théonque de pouvoir inc1ure dans le domaine de leur science des systemes purement hypothétiques» (pág. 37). Pero no se trata sólo de terminología.

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I:orma y sustancia en los sonidos del lenguaje 205

illlportante, aunque a menudo ignorada, función eYQcativa, fun­dón que el lenguaje fónico posee sobre todo gracias a su.!,Sl.lSr tuncia». La evocaciÓn en efecto no p!Jede eJim;narse como apP:-

'lingüística», porgue pertenece como posibilidad al «sjstema de .lu lengua», que es, precisamente, sistema de pQsibilidades 337.

Las posibilidades evocativas del español que posee el fonema Ixl son distintas de las del italiano, que no lo posee; y una lengua que no poseyera Irl no podría consentir las mismas evocaciones consentidas por una lengua que posee este fonema, Del mismo modo, el conocimiento de la pronunciación real, de la realización en la «sustancia», puede resultar muy importante para establecer el valor efectivo de un enunciado 338,

En general, se insiste con demasiada rigidez en el carácter «arbitrario» de los signos; y se insiste porque se entiende el signo como pura referencia intelectual y se ignora la evocación, que también es «significativa», Con esto no se quiere negar el hecho evidente de que la composición fonemática de un signi­ficante como Imesal nada tiene que ver con el concepto de «me­sa», puesto que éste puede expresarse también por significan­tes como Itavolal, Itabl/, lliSl o Istol/, Sin embargo, los fone­mas, además de ser diacríticos de los signos, son a menudo sim­bólicos de por sí, simbolizan directamente la cosa significa­da 339, No hay duda de que palabras como piar o chirriar no significan sólo porque «se distinguen de otras JI, sino también por su «sustancia», Pero, además de estos casos evidentes, mu­chas palabras pueden adquirir poder de simbolización directa en un contexto: poseen este poder como «posibilidad»,

La «evocación por la sustancia» se presenta en lo que se llama «musicalidad del verso», en la armonía imitativa, en la

337 ef, SNII, VI, 3.3, 331 ef, J, MARoUZBAu, La Prononciatíon du latín 3, Parls, 1943, págs, 21-26. 339 ef, K. BtJHLER, Psychologie der Phoneme, pág, 169.

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206 Teorfa del lenguaje y lingüística general

rima, en la asonancia, en los juegos de palabras. Un verso como éste del poeta croata Nazor:

i cvrti, cvrti cvrtak, na tvoru erne smrte 340

evoca y sugiere mucho más de lo que comunica .intelectual­mente». Y en persa la coincidencia sustancial de la palabra kü, «donde», con la onomatopeya que imita la voz del cuclillo per­mite a 'Ornar Khayyam una asociación poética altamente suges­tiva 341.

¿Son estos fenómenos puramente «parasitarios» en el lengua­je? Observaciones como las de M. Grammont 342 y W. Porzig 34l

y, sobre todo, estudios como los de V. Bertoldi 344, hacen pensar que, desde este punto de vista, el problema de CIIÚOEL a 9tOEL no puede considerarse como definitivamente resuelto. No nos re­ferimos, claro está, al plano genético, al plano platónico de la causalidad, donde el problema no podría siquiera plantearse 345,

y tampoco al plano de la justificación y explicación histórica, sino, justamente, al plano de la finalidad significativa, del valor que los hablantes quieren atribuir a los signos. El significado es algo mucho más complejo de lo que se llama «significación intelectual» y aquí hemos llamado «referencia» .• Significado» es todo lo que efectivamente se comunica. se sugiere o se eVoca; lo que el hablante quiere comunicar y lo que el oyente com­prende como comunicado. Lo que no se puede olvidar ni des­.conocer es que las palabras no significan para el lingüista o para el lexicógrafo. sino para los hablantes. El significado lin­güístico no se establece mediante convenciones explícitas: lo

340 "y canta. canta la ciiarra en el nudo del negro pino.» 341 Un cuclillo, en el techo de un antiguo palacio, grita: kil, kil, ki2

_¿dónde? ¿dónde? ¿dónde? [están los reyes que aquí vivían]? 342 Cf. Traité de phonétique4, París, 1950, págs. 396 y sigs. 343 Cf. Das Wunder der Sprache, Berna, 1950, págs. 20· y sigs. 344 Cf., por ej., La parota quale meu;o d'espressione, Nápoles, 1946. 345 Cf. A. PAGUARO, Corso di gtottologia, 1, pá¡. 113.

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 207

atribuyen a las palabras los hablantes y los oyentes; y a menudo lo hacen de una manera que, desde el punto de vista «científico» (histórico), sería arbitraria. En realidad, se da aquí el con­flicto entre el «conocimiento científico» y el «conocimiepto originario» i entre lo que sabe el lingüista. acerca de la lengua como sistema y tradición y lo que sabe el hablante acerca de .su lengua como medio de expresión para el lingüista, naUre no se relaciona con connaitre, pero para el hablante Paul Clau­del, sí 346. Y sería absurdo decir que se trata de una «asociación arbitraria»: en el lenguaje -fuera del campo de la «corrección idiomática», que no es \lTI (timpa propiamente glotológico- es arbitrario sólo lo que a{;n no se ha comprobado. Pero la asocia­ción entre naitre y crmnaitre ya existe históricamente: su his­toria empieza con Claudel. La llamada «etimología popular», que en la historia de las palabras tiene una importancia mucho mayor de lo que se deduciría de los viejos manuales, se basa, justamente, en asociaciones «arbitrarias» de este tipo 347. Del mismo modo, el lingüista puede señalar que palabras con vo­cales anteriores, como dick en alemán o velikij en ruso, signi­fican «grueso» y «grande», pero esto no modifica la convicción del hablante español acerca del valor evocativo de una palabra como chiquitito (que no es lo mismo que muy pequeño), ni le hace interpretar mujercita como mujer + pequeña o mujerona como mujer + grande.

En suma, todo lo que en el hablar puede ser sonorización simbólica directa, o puede adquirir tal valor, no se da en len­guajes no-fónicos. Por otra parte, la escritura presentará posi­bilidades peculiares de «visualización» que no podrían dars~ en el lenguaje fónico. 'Por esto, como por descuidar las funcio-' nes expresiva y apelativa, el ignorar la «sustanciaD coincide con la reducción del significado a referencia e implica una limita-

3046 Cf. Art po~tique, París, ed. 1951, págs. 48 y sigs. 347 Cf. V. PISANI, L'etimologia, Milán, 1947, págs. 140-153.

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208 Teoría del lenguaje y lingüística general

ción arbitraria de lo que es efectivamente la «forma» lingüís­tica.

8. 5. Así, pues, ya las diferencias debidas a la «sustancia» no permiten la identificación formal de la «lengua» que se es­tructura sobre la base del hablar con otras «lenguas» (clengua­jes») existentes o posibles. Pero, además de esto, la «lengua» fónica es esencialmente distinta de las demás «lenguas». Esta «lengua» no tiene el carácter de homogeneidad y generalidad que tienen los sistemas convencionales, «inventaaos». En la escri­tura, en la transmisión de mensajes telegráficos, en la señala­ción con banderillas, hay intercomprensión sólo si se aplican los mismos «sistemas» (a lo sumo podrán observarse «variantes individuales» de realización), mientras que «no two people speak exactly alike» 348, y las diferencias que aquí se notan son a menudo sistemáticas. En el hablar hay coexistencia de siste­mas en la misma comunidad y hasta en el mismo individuo (cf. 111, 3.4.). En realidad, todo individuo realiza su sistema, o uno de sus sistemas, y la intercomprensión se basa en la rela.­tiya semc;jªPz.a entrc; éstos y otros sistemas que realizan otros individuos 349: si identificáramos la «lengua» con el sistema en sentido estricto, deberfm;nos decir que el otro habla siempre una clengua extranjera».

Por otra parte, como ya se ha señalado (cf. 8.3.), la «len­gua» fónica no es una convención permanente, un «código» in­mutable. Las variantes de los grafemas no modifican el sistema gráfico 390, así como las variantes individuales de un mensaje telegráfico no modifican el alfabeto Morse. En cambio, en la «lengua» fónica toda realización modifica de algún modo el

348 D. IONES, The Phoneme, pág. 9. 349 -For instance, sorne Frenchmen have two a-pbonemes and others

only one. But they speak the sarne «language» as the term is cornrnonly understood» (Id., ibid., n.). Cf. también V. PISANI, Forschungsbericht, pá­ginas 38-39; A. MARnNBT, About Structural Sketches, pág. 16.

350 Cf. A. MARTINBT, Au sujet des Fondements, págs. 4041.

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 209

equilibrio del sistema, y toda innovación sistemática surge, en último análisis, de una variante de realización individual, o de una variante combinatoria: la «lengua» ulterior al acto lingüís­tico no es nunca totalmente idéntica a la «lengua» que el mis­mo acto «realizalD. Y ésta no es 'una consideración diacrónica inadmisible en el plano sincrónico', porque el variar pertenece a la esencia misma de la dengua» hablada y, por lo tanto, tam­bién a la sincronía 351.

Se puede objetar que también en los otros sistemas las in­novaciones surgen po~ actós individuales: alguien introduce una nueva letra (por ej., G en el alfabeto latino) o adopta como grafema una variante gráfica (por ej., J y V, «variantes combi­natoriaslD de 1, U). Pero aquí la convención es siempre anterior a la realización. Es decir, que, en último análisis, identificar la «lengua» fónica con las otras «lenguas» significa confundir la lengua-enérgeia con las lenguas que son sólo ergon (cf. 3.4.). Nosotros podemos, naturalmente, llamar «lenguas» también a éstas y hasta, si se quiere, considerarlas como lenguas «más perfectas» (más cercanas a la lengua-idea), pero debemos reco­nocer que se trata de «lenguas» de otro tipo.

9. Finalmente, hay que señalar que. no se pueden elimjpar con igual razón de la consideración lingüística las dos «sustan­

del contenjdo» (JOS conceptos puros) y la . 'n» la materialización del len a'e

(cf. 3.3. es una sustancia sólo organizada por el lenguaje, sino que es la sustancia misma del lenguaje. como fenómeno perteneciente al mundg gbjeUyg exterior al sujeto (<<natutaleza»). En este sentido creemos que estaba más acero tado el primer Hjelmslev, el Hjelmslev de los PGG (cf. 3.2.). En efecto, el lenguaje es «cosa» como leneuajep, pero no es

351 Acerca del peligro de confundir lo -sincrónico_ con lo -estático-, cf. las observaciones de R. JAKOBSON, Results 01 the Conference, págs. 17-18.

T. LENGUAJB.-14

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210 Teoría del lenguaje y lingüística general

«.Concepto puma cama tal En la sustancia de la expresión se manifiesta, es inmanente, la forma lingüística: la «expresión~ es la objetivación misma de la forma, su materialización en una sustancia, mientras que la «sustancia del contenjdo» no mani­fiesta ni materializa ninguna forma lingüística: sólo se vuelve aprebensjbJe ~racjas a esta forma Esta sustancja no perte~e al len¡uaje ni tiene carácter !jn~üístico,

Por esto las objeciones de I. Dal (ef, 1, 5.4,) deben ,enten­erse más bien en el sentido de que las ciencias del «pensa­iento» -en la acepdón amplia del término- deben necesaria­ente partir de una base lingüística (ef, 2,), Y no en ei sentido

e que la lingüística, corno ciencia del lenguaje (es decir, de un oda de objetivación de la interioridad de la conciencia), de­

bería ocuparse también de los «conceptos puros», La lingüística puede, naturalmente, subrayar el valor cognoscitivo del len­guaje, pero sólo desde el punto de vista del len~aje mismo: al analizar, describir e interpretar el lenguaje en su existencia material y mental.

VI. LA INTERDEPENDENCIA ENTRE LO MÓRFICO y LO HILÉTICO

1. De las observaciones que hasta aquí se han hecho re­sulta que, efectivamente, hay algo que puede llamarse, de una manera vaga, «realidad de la lengua», y que se torna como pauta en los análisis fonemáticos (ef, V, 7,3,), La existencia implícita de esta pauta se revela todas las veces que no nos conforma­rnos con un análisis o con una definición (ef, V, 4,2,), todas las veces que un criterio se considera insuficiente y se siente la necesidad de recurrir a otros criterios, En efecto, lo significa­tivo no es que en la práctica descriptiva no se distingan [k-] Y [-k] Y se distingan, en cambio, [h] y [1)] (ef, V, 6,1.), ni que, a pesar de la distribución idéntica, se mantengan como fone-

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mas distintos Ipl y Ikl (cf. V, 6.2.). Significativo es el hecho mismo de que estas exigencias se presenten y limiten la apli­cación estricta de ciertos criterios formales. Significativo es el afán de buscar otras soluciones formales en los llamados «casos difíciles». ¿Por qué ciertos casos son difíciles? ¿Por qué no se acepta sin más la identificación de Ipl y Ik/? ¿Por qué hay que aplicar varios criterios sucesivamente para llegar a solucio­nes aceptables? (cf. V, 6.1.). Y ¿qué significa una solución «aceptable»? ¿Cuál es el criterio que determina la aceptabili­dad? ¿Por qué la mayoría de los análisis fonemáticos tratan de coincidir con la «realidad fonética» de la lengua? 352. A la esen­cia de estas preguntas se podría contestar, de acuerdo con Hjelmslev, y muy justamente por cierto, que las exigencias señaladas se presentan o no se presentan, en cada caso particu­lar, porque existe un ere-conocimiento formal de la «lengua_ (cf. III, 4.2.), una intuición eidética de las unidades fonemáticas (cf. V, 7.1.). Pero sobre la mis~a base hjelmsleviana no se po­dría explicar por qué las exigencias se presentan, justamente, en conflicto con las soluciones «formales» y por qué las solu­ciones «aceptables» resultan ser, generalmente, las «foneticis­tas», las que no ignoran la «sustancia». ¿Por qué este acuerdo entre intuición eidética y sustancia? Este hecho queda inexpli­cable para una doctrina que postule la absoluta independencia ~e la «forma» con respecto a la «sustancia». O bien debe haber en algún punto de la doctrina misma una contradicción que explique su inaplicabilidad a los objetos a los que pretende aplicarse.

2. 1. En la doctrina de Hjelmslev tal contradicción procede de lo que se podría llamar su «platonismo». En efecto, ya se ha visto que la teoría hjelmsleviana del lenguaje se sitúa en el plano «platónico» del Ser: el plano de las formas puras, de la

352 Cf. E. FrSCHER-J0RGBNSEN, On the Definition, pág. 21.

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lengua como idea con existencia objetiva (cf. V, 8.1.). rara Hjelmslev la «lengua» es, preCisamente, un eidos del cual da lengua lingüística es sólo una de las manifestaciones posi­bles» 353 La «lengua» existe, pues, fuera de das lenguas», así como existe (objetivamente) fuera del hablar, «fuera e indepen­dientemente de los individuos» 354. Esta última afinnación per­tenece, como es sabido, a Saussure 355, y parecerá, quizá, ex­traño que se encuentren huellas de «platonismo» en el «posi­tivismo sociológico» saussureano. Pero la verdad es que se com­prueba en Saussure y en las lingüísticas saussureanas un claro aspecto «platónico» (que consiste en atribuir existencia de «co­sas» a los objetos ideales, en tratar los objetos ideales como cosas), aunque, desde el punto de vista de la historia de la lin­güística, esta actitud -más bien que de Platón- procederá simplemente de A. Schlelcher y de su idea de la lengua como «organismo natura!», independiente de los hablantes 356. Y esto a pesar de la crítica a la que Saussure somete tal idea 357. En efecto, Saussure no modifica esencialmente el concepto schlei­cheriano: sustituye al «organismo natural» un organismo social (<<institución»), pero mantiene tanto la objetividad exterior de la «lengua» como su independencia con respecto a la actividad lingüística concreta 358.

El «platonismo» (o «schleicherismo») de Hjelmslev es evi­dente hasta en ciertos criterios prácticos que adopta, como el criterio distribucional: el establecer el lugar de un elemento

153 [Editorial]. AL, IV, 3, p4g. IX. 354 Ora the principies, pág. 49. 355 Cf. CLG, pág. 58. 356 Cf. V. PISANI, Augusto Schleicher e alcuni orientamenti delta moder­

na linguistica, .Paideia-, IV, págs. 297-318, y Forschungsbericht cit., p. 17 Véase también el prólogo de A. ALoNSO al CLG, pág. TI. Sin embar¡o, la vinculación con Platón se halla explícita en V. BRI2INDAL, Sound and Pho­neme, pág. 45. ef. también K. BOHUiR, Teorfa del lenguaje, pág. 74.

357 CLG, pág. 42 Y sigs. 351 Aunque no con toda coherencia: d. SNH, 111, 3.2.3.

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en el sistema implica, justamente, la existencia objetiva «exte­rior» del sistema mismo 359.

2. 2. A esta actitud que hemos llamadC? «platónica» se de­ben varios apriorismos de Hjelmslev acerca de la esencia de la «lengua», como, por ej., da lengua es una forma», da lengua es una red de funciones». Apriorismos que -para quien no se coloque, a este respecto, en el plano de las esencias reificadas y considere la «lengua» como objeto ideal abstraído de la acti­vidad lingüística, es decir, que no admita la posibilidad de ha­blar propiamente de lo que la lengua es, sino sólo de qué es lo que llamamos lengua- se presentan inevitablemente como sim­ples convenciones semánticas (cf. V, 3.4.).

Es que Hjelmslev no duda de la existencia de la «lengua», no trata de averiguar cómo se llega al concepto de «lengua», sino que parte de la lene Y, precisamente, no de la clengua lingUística», como parece, sino de la «lengua» como eidos. En efecto, sólo aparentemente empieza por aplicar un método in­ductivo en el plano de las «lenguas como entes» 360, porque, después de haber comprobado en este plano nada más que la incognoscibilidad de la «sustancia» como tal, opera rápidamente una radical e injustificada reducción de todas las «sustancias formadas» o «formas de sustancia», que no son incognoscibles (cf. V, 5.1.) 361, y, sin reparar en el hecho de que ya ha cambia­do de plano, yendo más allá de lo propiamente lingüístico (cf. V, 8.1.), identifica. sin inás la «lengua lingüística» con cual­quier otro sistema «formalmente análogo» 362. Más aún: se cree

359 A este propósito es interesante observar que las coincidencias me­todológicas con' los estructuralistas norteamericanos se deben al hecho de que también éstos atribuyen a la dengua_ una existencia objetiva, aunque no como idea, sino como objeto físico: a pesar de las premisas teóricas totalmente distintas (cf. 1, 1.3.), los estructuralismos se encuen· tran en el plano de la objetividad de la -lengua..

llIO PTL, págs. 31 y sigs. 361 PTL, pág. 51. 362 PTL, pág. M.

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«obligado» a hacerlo por la definición a la que ha llegado me­diante una formalización que no estaba prevista en las premi­sas declaradas. No advierte que, si la definición corresponde también a otras clases de objetos que no se han tenido en cuen­ta, es porque ya no se define la clase considerada inicialmente, sino una clase de clases ~3 que comprende a aquélla como miembro (cf. V, 6.2.). Y no lo advierte porque en el plantea­miento mismo del problema ya tenía prefigurada la solución. Las reducciones de la «sustancia fonnada» (arbitrarias desde el punto de vista inductivo) le penniten llegar exactamente al pun­to de partida: a la afirmación de Saussure de que 'la lengua es fonna y no sustancia' 364, es decir, a un apriorismo acerca de la esencia de la «lengua». La incursión en el plano de la experiencia le ha servido sólo para tratar de señalar una posi­ble, aunque insuficiente, confinnación de este apriorismo que se refiere al plano de las esencias.

2. 3. Sin embargo, Hjelmslev no vacila en atribuir corno objeto a la lingüística justamente esta lengua - idea postulada «platónicamente» ~s, y cuya extensión supera «lo propiamente lingüístico». Yes aquí y no en su ('platonismo» como tal (cf. 2.4.>--: donde reside la íntima contradicción de la doctrina hjemsleyiana. La contradicción se presenta por la no-coinci­dencia entre el plano de la teoría y el plano de la aplicación (o del método). La teoría se estructura en el plano "plató­nico» de las fonnas puras, mientras que el método correspon: diente debería poder aplicarse al plano «aristotélico» de las for­mas que se elaboran sobre la base de la experiencia en el mun~ do de los entes: la teoría se refiere a las esencias y debería hallar aplicación en el plano de las existencias, de los objetos que no son sólo «fonna», sino (,fonna» + «sustancia» (en el

~ Cf. «cette classe de classes qu'est la langue» (Edit. cit., pág. IX). 364 PTL, pág. 31. 36S PTL, pág. 68.

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sentido de «materia»), En términos lingüísticos, la contradicción consiste en afirmar, por un lado, que la <deui'la» es una forma independiente de la activi9ild liD¡@ístis;a, y. pQr otro lado. Que ella se conoce en el «texto» fparole) 366 o se deduce sólo de una manifestación 367. Se confunde aquí (en la práctica, no en la teoría) el plano en el que se parte de la «lengua» con el plano en el que se parte de la «parole)), sin que se entrevea la posibi­lidad de partir simultáneamente de los dos polos, aun perma­neciendo en el mundo de la experiencia (cf. 3.2.).

Al mismo tiempo, se confunde el plano de la lengua-idea con el plano de las lenguas históricas (idiomas). En efecto, Hjelms­lev parece no advertir la contradicción implícita en el postulado de que su teoría «arbitraria», «en sí misma independiente de toda experiencia» (y, como tal, enteramente legítima e incriti­cable en el plano de las posibilidades, puesto que sus objetos son como ella misma los define y no podrían resultar contra­dictorios), debería, sin embargo, resultar «apropiada)) 368, es de­cir, poder aplicarse a «objetos)) que se encuentran en otro pla­no, y que no se estructuran por definición (cf. V, 4.2.), como «el danés», «el francés», «el españoh>. En este plano, afirmaciones como «la lengua es forma», <<la lengua es red de funciones», <da forma se conoce independientemente de la sustancia» resultan inaplicables (no «falsas», pues se refieren a otro plano), porque en estos «objetos» se comprueba lo contrario: ellos son «forma­lización de sustancia», comprenden elementos afuncionales, sus unidades no pueden definirse sin referencia a la «sustancia». Evidentemente, Hjemslev tiene perfecta razón al señalar que la experiencia no puede invalidar su teoria -así como el hecho de que en la naturaleza no existen cuadrados o círculos perfec­tos no invalida la geometría, que postula sus objetos-, pero

366 PTL, pág. 10. 367 Cf. E. FIscHER-JeRGENSEN, Remarques, pág. 231. 368 PTL, pág. 8.

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él mismo reconoce que puede afectar su aplicabilidad 369. Por otra parte, Hjelmslev observa explícitamente -y con toda co­herencia- que la glosemática debería ser una especie de álge­bra 370. Pero ya al dar ejemplos abandona este plano y no puede eludir las dificultades que se presentan al pretender aplicar el álgebra de las formas puras a las «formas de sustancia».

2. 4. Así, pues, no hay en realidad contradicción entre una teoría de las esencias, que considera las cosas desde el plano del Ser, y una teoria de la experiencia, que considera el Ser ,·desde el plano de las cosas, así como no hay contradicción posible entre «platonismo» y «aristotelismo,.. Se trata simplemente de teorías que se sitúan en planos distintos, así como «platonismo» y «aristotelismo,. son sólo filosofías distintas, y no filosofías que se excluyen .• La contradicción, aquí, sólo puede estar en la confusión de los dos planos: en pretender aplicar al «mundo» algo dedu­,cido a priori partiendo del .Ser-, o viceversa.

Por lo tanto, la teoría de Hjelmslev resultaría inatacable, desde el pun­to de vista de la experiencia, si se mantuviera en su apriorismo decla­rado (lo que Hjelmslev llama su «arbitrariedad») y no se le añadiera la

.. «aplicabilidad»: si los glosematistas no pretendieran identificar la glose­mdtica (teoría a priori de la esencia) con la lingüística (teoría de la ex­periencia), mejor dicho, reducir ésta a aquélla. En realidad, no se trata de dos ciencias que se excluyen mutuamente, sino, simplemente, de dos ciencias distintas, que se encuentran en planos distintos. Por esto es lógi­camente imposible criticar la lingiiística desde el punto de vista de la glosemática, o porque no es glosemática; es imposible criticar la fonología desde el punto de vista de la cenemática, o porque no es cenemática. Y es muy extraño que Hjelmslev llegue, sin embargo, a hacerlo. Del mismo modo, tampoco sería posible criticar la glosemática desde el punto de vista de la lingiiística, si ella no se presentara justamente como lingiiís­tica (como la lingiiística) y no pretendiera estudiar, no ya formas de orden superior en las formas lingiiísticas, sino estas últimas formas, pero como si pertenecieran a otro plano; si no quisiera estudiar ciertas «po­sibilidades» en el plano de las realidades históricas e identificando éstas con aquéllas.

369 PTL, l. cit. 370 PTL, págs. 62, 67.

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Todo esto, sólo por una distinción de planos, y sin prejuzgar acerca del valor científico propio de los enunciados de la lingüística o de la glosemática.

3. 1. Los términos «platónico» y «platonismo» nos han ser­vido en lo que precede para establecer esa distinción de planos y para definir, de una manera sólo genérica y aproximada, una actitud frente a la «lengua». Pero no deben entenderse en el sentido propio. En efecto, es evidente que, sobre una base pro­piamente platónica, es decir, partiendo de lo que la «lengua» es como manifestación del Ser, sólo podría constituirse un «saber- inverificable, mas no una «ciencia» del lenguaje. Y no es ésta la posición de Hjelmslev. Hay que advertir que, a pesar de la existencia independiente que atribuye al eidos «lengua» y de afirmaciones como la de que «la lengua lingüística consti­tuye sólo una de las manifestaciones posibles de «la lengua» en el sentido más amplio» (cf. 2.1.), Hjelmslev no piensa de ningún modo en la posibilidad, harto problemática, de una «metafísica del lenguaje». Al contrario, entiende fundar la lingüística sobre una base «estrictamente científica», antidogmática y libre de todo presupuesto metafísico 371. Su lengua-idea debe, por lo tan­to, entenderse sólo como forma mental o «clase de clases»; es una «ficción» m, una «especie» postulada ª grjorj como bipÓte-

371 cExempte de tout dogmatisme, la linguistique structurale s'abstient donc également de toute spéculation métaphysique et des appréciations subjectives d'une esthétique vague et stérile. La linguistique structurale substituera a la ephilosophie du langage. de jadis une recherche positive et scientifique:.. L 'hypothese initiale ne se prononce pas... sur la 'nature' de l"objet' étudié. Elle se garde bien de se perdre dilns une métaphysique ou dans une philosophie du Ding an sich" (Edit. cit., pág. VI). Como es evidente, para Hjelmslev «antidogmatismo" significa simplemente cobje­tivismo". Pero no se advierte que la misma actitud objetivista implica un acto inicial de copción", es decir, un acto dogmático (cf. 11, 3.3.). La única ventaja del objetivismo -si es una ventaja- es la de sustituir a"un dog­matismo pennanente (subjetivismo) un dogmatismo inicial (que, sin em­bargo, puede afectar la validez de toda la construcción).

m Cf. V. PISANI, Forschungsbericht, pág. 11.

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sis (y reductible, en último análisis, a la convención semántica «lengua» = -«estructura semiológica») 373.

Se plantea, pues, el problema de si una ciencia del lenguaje, aun como «ciencia de formas puras», puede constituirse sobre bases enteramente apriorísticas con respecto a los dos planos de la comunicación lingüística. El hecho de que esto se haya podido hacer en lo que atañe al «plano del contenido» (por la «gramática pura» o «puramente lógica» y, con resultados en gran parte discutibles, por la llamada «gramática general») 374

no parece implicar que se pueda hacer también en el «plano de la expresión». En efecto, entre los dos planos no parece haber un perfecto paralelismo como lO postilla Hje1msley 375 Así como

las dos «sustancias» se hallan en relaciÓn distinta Can respect.o

al lenguaje (cf. V, 9.), también las dos «formas» se presentan como distintas. Las «formas del contenido». de alguna manera, organizan toda la sustancia correspondiente (aunque una lengua no tenga «forma pasiva» o «plural», la «pasividad» y la «plurali­dad» se expresarán en ella de all' ,LO modo, o bien cabrán dentro de «formas» más generales), mientras que en la expresión la sustancia acústica se selecciona y buena parte de ella queda simplemente no formada. Una lengua que no tenga vocales ante­riores labializadas (o, ü) o vocales posteriores deslabializadas (rum. i, if) simplemente no las tiene, no es que las organice «bajo otros fonemas»: desde su punto de vista, no serían si­quiera «alofones», sino sonidos no-lingüísticos.

3. 2. Por consiguiente, por 10 menos en 10 que se refiere a la expresión (y sin que esto implique otra posición con res-

373 Edit. cit., pág. IX. La misma convención implica la identificación entre «lingüística» y ametasemi6tica. (aproximadamente, lo que SAUS­SURE llamaba semiología).

374 Nos referimos, claro está, a la «gramática generab como «gramá­tica universal», y no como método o teoría de la gramática, sentido en el que la gramática «general» es perfectamente aceptable.

315 Cf. a este propósito algunas de las observaciones de 1. DAL, Art. cit., con las cuales, sin embargo, no se puede estar enteramente de acuerdo.

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 219

pecto al contenido). se presenta como ineludible la necesidad de colocarse en el plano «aristotélico» de formalización de la experiencia lingüística concreta. tomando en cuenta las porcio­nes particulares de «sustancia» que cada lengua «organiza». Hay que tener presente que. en este plano. el lenguaje es «cosa de la naturaleza». fenómeno que se da en el mundo (cf. 11. 3.4.; IV. 1.1-2.; V. 9.). Objeto de la ciencia siguen siendo las «esen­cias». pero san «esencias» que hay que comprobar ahí donde se dan. es decir. en la realidad fenoménica del lenguaje. en aque­lla misma paróle a la que Hjelmslev excluye de la lingüística (estructural) 'por no corresponder a la definición' que ésta da de su objeto 3M. En otras palabras. no hay que eludir las «cosas». sino que, al c,ontrario. hay que «ir hacia las cosas». porque las esencias no se hallan «más allá» o «detrás» de los fenómenos m.

sino en los fenómenos mismos: los fenómenos las manifies­tan 378. En este plano. justamente. lo mórfico se comprueba en lo hilético, la «forma» es manifestada por y en una «sustancia,.. así como. por otra parte. lo hilético alcanza la cognoscibilidad sólo gracias a lo mórfico. Pero comprobar la esepcia en una cosa no significa quedarse en la cosa indillidJJa' porque para decirlo con Husserl. una cosa no es sólo «una cosa,.' <clo sin~­lar eidética implica la totalidad de las universalidades que es­tán sobre él y que. a su vez. «están encajadas unas en otras,. .... lo superior siempre en lo inferior» 3'19.

Asimismo. «partir de lo fenoménico» no significa partir de lo totalmente heterogéneo y amorfo. porque se parte necesaria­mente con un «conocimiento previo» del sistema (cf. 11. 3.5.; III. 4.2.; IV. 2.1-2.; V. 7.1.); ni significa excluir los conceptos de

376 Edit cit .• pág. IX. 377 PTL, pág. 61. 378 S. HUSSERL, Ideas, págs. 18 y sigs. Cf. también el análisis de «fenó­

meno» que da M. HEIDEGGER, Sein und Zeit, trad. esp. El Ser y el Tiempo, México, 1951, págs. 33 y sigs.

379 Ideas. págs. 19, 38.

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220 Teor(a del lenguaje y lingüística general

«estructura_ y «funcionalidad», porque el funcionar en una estructura· pertenece a la esencia de las «cosas_ observadas y estas mismas «cosas» se deslindan sólo porque se les reconoce tal esencia (cf. 11, 3.5.; IV, 2.1-2.l, En otras palabras, se parte al mismo tiempo del «hablar. y de la «lengua», porque ya el reconocer el hablar como hablar implica el reconocerlo como «hablar una lengua», implica intuir en cada porción de sustan­cia observada la «forma IinLdifstiClh

3. 3. La «formalización del hablar» consiste, precisamente, en la «explicitación» (y correción, aclaración y superación en el plano científico) de una «experiencia antepredicativa» implícita en el reconocimiento del hablar como tal. Pero en esta forma­lización la «sustancia» no se pierde, porque, al ser conocida, se .formaliza» también ella, se vuelve sustancialidad, como atri­buto de la «formaD (esencia). Una forma lingüística es una ,abs­tracción, pero no es «forma vacía», privada de atributos, sino que conserva, justamente, los atributos con los que se presenta concretamente en la sustancia. Una cosa es ignorar la sustancia incognoscible (lo puramente material) y otra cosa es sostener que el fonema, por ejemplo, es «pura forma» y no sustancia, porque en la forma la sustancia se mantiene como sustanciali­dad. Desde este punto de vista, la afirmación de que da lengua es forma y no sustancia» -si es que debe tener sentido-, o es obvia, o es errónea, o constituye una convención semántica. Es obvia si quiere significar que la dengua» no es 10 totalmente material, no pertenece a lo incognoscible, o que la «lengua» es formalización del hablar y no el hablar mismo (es abstracta y no concreta). Es errónea si pretende significar que la «lengua» es forma vacía, sin la atribución de la sustancialidad. Y es una convención semántica si sólo pretende que se llame «lengua» un conjunto de formas como tales, sin referencia a los atributos sustanciales que integran las formas mismas.

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 221

3. 4. Se deduce de lo dicho que el fonema sólo puede con­cebirse como ulterior formalización del !S0njdo» 'gUe ya es una «forma»' cf. V, 5.1.), como forma contenida en el «sonido del lenguaje» (el cual, por otra parte, sólo se reconoce y se des­linda gracias a esta forma superior que contiene); v' precisa­mente, como forma que. sin ser «sustancia», mantiene como atribución la sustaneialiclad que se da como «sustancia» en los sonidos concretos. No se afirma otra cosa cuando se dice que 'el fonema. es inherente en el sonido', como forma 'atemporal y discontinua' [del sonido mismo] 380; que los fonemas son 'lo que queda constante en el Klanggesicht' y que ellos «geharen mit zur Lautsubstanz des Wortklanges» 381; o bien que 'consti­tuyen la determinación del continuo amorfo del sonido' 382 (agre­gando, natural~ente, a cada una de estas formulaciones, la funcionalidad). te la ono ía e u di ci

e a ble onética: a) orque constituye sólo la «aut<r nomizaciónJ> en el plano científico de un momento que, en el reconocimiento del objeto lenguaje como tal, se da conjunta­mente con el momento constitutivo de la fonética; ® porque sus unidades (los fonemas) representan la «explicitación» de una formalización de los «sonidos del lenguaje. ya implícita en el reconocimiento de éstos como tales, y-(bPorque los fonemas conservan necesariamente en su plano abstracto la «sustancia­lidad. que se da como sustancia concreta en los «sonidos del lenguaje •. En otras palabras, fonética X fonología deben enten­derse como dos disciplfuqS intG'degepdjer'es

380 V. BRaNDAL, Sound and Phoneme, págs. 42-43. El mismo estudioso excluye de la fonología la sílaba (Ibid., pág. 44), porque se desarrolla en el tiempo. Sin embargo, el «corte silábico- es a menudo fonológicamen­te pertinente; por ej., en esp. /losllwebos/ - /lollswebos/, /laslljerbas/­/lallsjerbas/. ef. también B. M.u.MmmG, La coupe syllabique dtJns le sys­teme consonantique du fra~ais, AL, IV, 2, págs. 61-66.

381 K. BtlHLER, Psychologie der Phoneme, págs. 166, 168. 382 W. BoRGBAUD, W. BR1lcKBR, J. l.oHMANN, De la nature du signe, AL,

III, 1, págs. 24-30 (pág. 30).

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222 Teoria del lenguaje y lingüística general

4. 1. La formalización explícita, deliberada o «científica» procede, corno se ha visto (cf. V, 5.1.; VI, 3.2.), por grados, por momentos sucesivos, mientras que a la intuición, a la forma­lización implícita, todos estos momentos se presentan como indistintos y simultáneos. El número de estos momentos, si se excluyen algunos que son esenciales, es convencional y, por lo tanto, variable.

En la formalización del hablar, los momentos esenciales son __ ':':":":-Il.:~el reconocimiento de algo como algo (pasaje de la «sustancia» incognoscible a la «sustancia formada»); ® el reco­nocimiento de algo como lenguaje;@ el pasaje de lo concreto a lo abstracto (del «hablar» a la «lengua»); yQ'} el pasaje de lo simplemente constante a lo funcional (de la'i?orma al siste­ma). Pero convencionalmente, y según la finalidad que se per­siga, se pueden distinguir varios momentos más (por ej., entre «hablar» y <c!engua», el momento de la llamada «lengua indi­vidua!»). Nosotros mismos ya hemos propuesto (cf. V, 5.1.) una serie posible: €D sustancia incognoscible;~ruido (forma acús­tica);(c))ruido vocal no articulado;~ sWzdo (ruido vocal ar­ticula~ re")hlofón (sonido concre~ del lenguaje, correspon­diente al ~o del hablar);@ono (sonido abstracto: l~ns­tante en varios alofones; correspondiente a la norma); (!)J fo­nema (lo funcional en un «fono», correspondiente al sistema). De los seis momentos propiamente «formales» (excluyendo el momento de la «sustancia no-formada»), los cuatro primeros se dan en el plano concreto: son formas con s~cia. El fono y el fonema se dan en el plano abstracto: son formas de SUS:­

tancia De todos estos momentos, el que nos parece fundamental.

y. que es un enriquecimiento de la «forma» es el momeptg. del alotón porgUe coincide con el plano en el que una cosa física se reconoce corno expresión y comunicación humana' es el ml)­

mento en el que se constituye el len~ªje como «naturaleza)) y

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'.'orma y sustancia en los sonidos del lenguaje 223

«mente» al mismo tiempo. Los momentos sucesivos, cientffica-E

lIlente útiles y hasta indispensables, representan necesariamente un empobrecimiento, pues en cada formalización se mantienen sólo ciertos elementos constantes y, por consiguiente, mientras, por un lado, se gana en sistematicidad, claridad y sencillez (y se vuelve posible una más rigurosa descripción científica), por otro lado, se pierde buena parte de la riqueza infinita del hablar, como actividad cognoscitiva y creadora.

El fonema es el último momento de la formalización de la alengua lingüística» y el último al que llega (desde el comien­zo) la formalización implícita: ésta no va más allá. Pero la for­malización deliberada puede continuar. Puede constituir, con los elementos funcionales de varios «lenguajes» (fonema, gra­fema, etc.), una nueva clase: el cenema (correspondiente a un plano que, con un término hjelmsleviano, puede llamarse esque­ma). Y aun es teóricamente lícito seguir indefinidamente, esta­blecer, por ej., la clase de las «marcas distintivas» en general, y luego la clase de todos los elementos funcionales, etc., que pueden designarse con ténninos como «marquema», «funcione­ma», etc.: el sufijo -ema es generosamente productivo. Estos últimos momentos (después del fonema) representan ya for­mas que pueden llamarse «puras»: son formas sin sustancia, en el sentido que no presuponen una sustancia determinada para concretarse (aunque, sí, una sustancialidad genérica).

El problema práctico que se plantea a la lingüística y a las varias disciplinas lingüísticas es dónde establecer sus' límites en esta sucesión de «formas». La fonética de Pike (cf. IV, 3.) se sitúa en el plano del sonido articulado, anterior al lenguaje; la fonética experimental, en el plano del atofón. La fonética práctica abarca nonnalmente los planos del alofón y del fono (sonido concreto y sonido abstracto) -pero inclinándose más bien hacia éste-, y, con Jones (cf. 1, 4.), incluye tambiné el pla­no del fonema. La fonometría de ZwimE:r se concentra decidi-

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-224 Teória del lenguaje y lingüística general

damente en el plano del fono I a fgnglQ~a (o cfonémica», cfo­nemática»), como ciencia del csistema», se sitúa en el plano del onema ero como ciencia de la «lengua» debe abarcar también

el plano del tono, de la cnorma de realización» Ccf. 111, La lingüística c tradicional» se detenía, y generalmente se de­tiene, en este mismo plano del fono, de lo .. constante en el hablar de una comunidad» (el cual, sin embargo, no excluye, sino que implica el conocimiento del fonema, del plano de la funcionalidad). La lingüística estructural y funcional, en gene­ral, descuida lo más a menudo el hablar y la norma y dedica su atención casi exclusivamente al plano del fonema (sistema); pero no supera este mismo plano, considerando que termina aquí lo «propiamente lingüístico». Sólo la glosemática (con la correspondiente «cenemática») se coloca en el plano del cene­ma ( .. esquema»), de la «lengUa en genera!», y excluye, por consi­guiente, la consideración tanto de las .. formas con sustancia» como de las cfarmas de sustancia» (aunque sin poder excluir la .. sustancialidad»). Por consiguiente, las divergencias y las contradicciones entre estas varias orientaciones y disciplinas son a menudo sólo aparentes, porque ellas se refieren a distin­tos planos de formalización.

4. 2. Lt consideración de la ~ sustancia» -que, en realidad, sólo puede ser de la «sustancia organizada», es decir, de la «forma con (o de) sus­tancia- adquiere aspectos distintos en cada uno de los planos que se distingan, pero, por otra parte, no puede hacerse aisladamente, sin una visión simultánea de los varios planos.

Ya en el plano del atolón -para limitamos a los «momentos» lihgüís· ticos- se presenta la selección peculiar de la «sustancia», según la cIen­gua» a la que el hablar considerado corresponda (cf. 3.1.). Así, en el hablar correspondiente a la 'lengua española, sonidos como [01, [ü] no se presentan siquiera como alofones; y otros, como [/lJ, [v], pueden presentarse sólo como alofones «anormales., estrictamente individuales y ocasionales. A este mismo plano pertenecen las variantes combinatorias "universales., realmente determinadas por el entorno fónicro (por ej., las realizaciones de /n/ delante de [dJ o [gJ).

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Porma y sustancia en los sonidos del lenguaje 225

En el plano de la .. nonna. se presentan las variantes combinatorias y «de posíción~ especificas de una lengua, como también otras oposiciones constantes pero afuncionales. Así, por ej., en rioplatense, (h) es una va­riante combinatoria de /s/ (cf. V, 7.1.), aun no siendo una .. variante universal»; del mismo modo, (~) y (~) son en español tonos (realizacio­nes normales), aun no siendo funcionales 383.

En el plano del «sistema» se da la distribución peculiar de la funcio­nalidad (con «realizaciones» simplemente normales en las posiciones de neutralización): la oposición entre sorda y sonora en posición final es funcional en rumano o en servio-croata, pero no lo es en alemán o en ruso donde, sin embargo, la realización normal de los carchifonemas» respectivos es el (ono sordo. Igualmente claro es el caso de la oposición entre /r 1 y /rrl en español y en italiano: en ambos idiomas la oposición es funcional sólo en posición intervocálica; pero en posición inicial, don­de la oposición se neutraliza, la realización normal es (rr) en español y (r) en italiano. Por otra parte, en italiano (rr) puede aparecer en posición inicial con la misma función delimitativa que tiene siempre en español: cf. ara"o, sist. /aratso/, norm. (aratstso), y a razzo, sist. larratso/, norm. (arradzdzo). Aquí mismo hay que considerar el grado de funcionalidad. Hay diferencia de arendimiento funcional», no sólo entre las varias opo­siciones, sino también dentro de la misma oposición, en distintas pala­bras. Así, hemos podido comprobar que, a pesar de existir en italiano la oposición distintiva entre /Q,' y /~/, el pronunciar [kQnte] por [kQnte] no impide la comprensión y pasa comúnmente inadvertido, mientras que [Qsso] por [Qsso] puede hacer que esta realización se entienda como orso. Por otra parte, al grado de funcionalidad corresponde un grado de normalidad: la realización (rr) de /R/ es obligatoria en español sólo en posición inicial y después de s, 1, n; en otras posiciones neutralizadas, por ejemplo, en posición final, pueden aparecer tanto [r] como [rr]. Finalmente, pertenece a este plano la llamada distribución de las unida­des en el sistema. Así, en español una palabra no puede empezar con s + cons. y puede terminar sólo en vocal o en /d/, /x/, /1/, In/, /r/, /5/, /8/.

Que todo esto debe caber dentro de la consideración de una lengua se puede demostrar fácilmente observando el mecanismo de la adaptación de los extranjerismos, que se reducen a las "porciones de sustancia~ or­ganizadas por la lengua respectiva y se modifican para coincidir' con sus

383 Cf. SNH, V, 2.

T. LENDUAJB.-1S

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226 Teorla del lenguaje y lingüística general

reilas normales, funcionales y de distribución 384. Por ello, el situarse en un solo plano haría descuidar una larea serie de matices que, aun cuando no pertenezcan a qué es lo que funciontl, pertenecen, sin embargo, a romo funciontl un sistema (cf. 111, 3.5.). Además, sólo un análisis minu­cioso del cómo de la funcionalidad en una sustancia iÚterminlld4 puede revelar lo que, en el mismo plano sincrónico, ya es virtualmente cambio, momento del devenir del sistema.

La consideración de la «sustancia or¡,;anizada» se suspende coherente­mente sólo en el plano del· cenema considerado en si y sin referencia a otros planos, porque aquí la «sustancialidad» se presenta nada más que como condición' de «manifestación». Pero, por ello mismo, las formas de este plano son sólo inteligibles: al nombrarlas de algún modo, al querer «operar» con ellas en Untl lengua, ya se pasa a un plano de «manifesta­ción» en una «sustancia determinada». Además, el colocarse en este plano (y sólo en él) implica, al mismo tiempo, considerar la clengua» (o su «esencia») como absoluta estaticidad e inmutabilidad 385. Por esto, justa­mente, los «códigos» fijos, las «lenguas» artificiales, las semióticas con­vencionales, corresponden mucho mejor que las lenguas históricas a los postulados de la glosemática.

Cabe, finalmente, señalar que la identificación de la clengua» como resultado de la fonnalización del hablar con la lengua como idioma (<<lengua española», engua francesa», etc.l..J¡p.-

lica tres distintas abstracciones: a la abstracción misma me­diante la que se establece la «lengua» como «no~ y «siste­ma» (la fonnalización de la actividad lingüística);c..!!J el consi­derar sólo en el plano de la simultaneidad l~ue se encuentra al mismo tiempo en el plano del devenir; ~ev.el considerar la lengua-idioma como homogeneidad, es decir, el reducir la len­gua a un ejemplo de lengua.

En realidad, los conceptos como norma, sistema, esquema representan sólo estructuras de un hablar, y no coinciden con la lengua-idioma, que se establece sobre bases históricas y cul-

384 ef. N. S. TRU1IBTZKOY, Principes, págs. S4-S6. 385 «Elle [l'hypothese) nie également le droit de considérer un état de

langue comme un simple moment p&sager d'une évolution, transition fuyante et t1uctuation incessante» (L. lI.n!LMSIBV, Edit. cit., páJ. VII).

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 227

turales, o también sobre bases empíricas de validez relativa, como la intercomprensión. En una lengua-idioma se dan varios sistemas y yarjas normas (cf. 111, 3.4.). En rioplatense, el csis­tema» de quienes conservan el fonema /s/ en posición final y oponen, por ej., /la/ a /las/ no es el mismo de quienes no conocen /s/ final y oponen /la/ a /la:/ 386; así como el csistema rioplatense». que no conoce las oposiciones distintivas entre /j/ y /!I, /s/ y /0/, no es el mismo del «español literario de España», que las conoce 387. Sin embargo, todos estos «sistemas» pertenecen al «idioma español», y sólo a una modalidad de éste. Naturalmente, nada impide que, mediante una nueva abstrac­ción, se constituya, sobre la b,lse de los varios «sistemas» com­probados, un archisistema que corresponda al «españo1»; sólo que éste ya no podría tener ningtllla funcionalidad (no podría «realizarse» en una <<norma» y luego en un «hablar»), porque conservaría sólo los elementos comunes de esos «sistemas». Justamente para evitar esta dificultad, D. Jones se refiere con· vencionalmente a 'la lengua deducida del hablar de un solo mdividuo que hable en un «estilo» definido y homogéneo' (siem­pre el mismo) 388. A esta misma convención corresponde el con­cepto de <<Ídiolecto» (idiolect) introducido por los estudiosos norteamericanos 389. Es un concepto útil, pero, evidentemente, corresponde a una realidad hipot~tica, porque nadie habla en un único «estilo)) y siempre en el mismo. En todo caso, indica, justamente, que cualquier descripción de un sistema sólo des­cribe un ejemplo de idioma, y no el idioma (aun cuando el «ejemplo» coincida con «el español ejemplar», «el francés ejem­plan, etc.).

4. 3. Así, pues, también desde el punto de vista de la for­malización de la actividad lingüística concreta, la glosemática

386 Cf. W. V.{SQUEZ, Art. cit., págs. 6-7 (90-91). 387 Cf. UCF, pág. 11 (191). 388 ThePhoneme, pág. 9. 389 Cf. R. JAKOBSON, Results, pág. 15.

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228 Teorla del lenguaje y lingüística general

se justifica plenamente, pero en un plano de abstracción ulte­rior al plano en el que se coloca la lingüísiica propiamente di­cha (ciencia del lenguaje fónico). El llamar a ese plano superior «plano propio de la lengua» y el identificar l~ glosemática con la lingüística son simples convenciones semánticas que no pue­dfjn inducir a error, una vez aclaradas como tales.

j La posición del glosematista es análoga a la de un natura­lista que, al estudiar las plantas, destacara en ellas sólo ciertas formas generales de vida que se dan también en el reino ani­mal (como nacimiento, crecimiento, fecundación, multiplica­ción) e ignorara deliberadamente la sustancia específica y lo peculiar de las plantas mismas. Tal naturalista no haría, evi­dentemente, botánica, sino una ciencia de otro orden: biología. Haría una ciencia legítima y sin contradicción con la botánica, mientras no pretendiera hacer la única botánica estrictamente científica y aplicar, en el plano mismo de la botánica, sólo los conceptos más generales de la biología, observando, por ejem­plo, que no se puede hablar de plantas con clorofila, porque hay organismos vivientes sin clorofila, por ej., los leones.

Del mismo modo, una glosemática que se mantenga estric­tamente en su plano no se opone a la lingilistica, sino que la incluye, así como la cenemática incluye la fonología. Justamen­te por esto el glosematista no puede pretender con coherencia que la fonología se identifique con la cenemática, adoptando el punto de vista de las «formas vacías» en el plano de las «for­mas de sustancia» ~cf. 2.3-4.). Por otra parte, la glosemática no agota lo «propiamente lingüístico», ni se puede pretender que lo haga, porque, al colocarse en el plano de las «lenguas en ge­nera!», puede estudiar de la lengua lingilistica sólo aquello en que ella coincide con las otras «lenguas», y deja necesariamente de lado todo lo peculiar de esta lengua. De todos modos, al des­cender al plano de la lengua fónica, o de cualquier otra den­gua», la glosemática debe necesariamente referirse a la sustan-

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cia peculiar de cada una, es decir, volverse, según los casos, fonemática, grafemática, etc.: dejar de ser glosemática.

S. A comprobaciones semejantes parece haberse acercad,o en los últimos tiempos el mismo Hjelmslev. En efecto, según lo que ha podido llegar hasta nosotros, en los desarrollos más recientes de su doctrina, Hjelmslev ya no ignora la «sustancia •. A este propósito, dice textualmente E. Fischer-J9l'gensen: «The point of view ... that commutation and identification must invol­ve substancial considerations if the analysis is to be of any use, is not incompatible with Hjelmslev's theory in its present formo His «purely formal analysis. is not meant as a preliminary lin­guistic operation, but as a final control of the results gained in this way by trial and error. 390. La justificación de este tan importante cambio de actitud residiría, según parece sefialar la misma autora, en la exigencia de sencillez de la descripción.

De qué manera el «principio de la sencillez., que es sólo un principio metodológico 391, podría haber justificado un cam­bio en un punto axiomático de la doctrina, no resulta Dluy COIll­

prensible. Asimismo, cabe preguntarse hasta qué punto se si­gue manteniendo una teoría a priori, si se acepta un cambio impuesto por la aplicación, es decir, en último análisis, por los objetos de la experiencia (cf. 2.3.). Coherentemente, no se puede aceptar una «corrección,. de la glosemática: la glosemática como tal no necesita correcciones de principio porque es ente­ramente válida en el plano que le es propio (cf. 2.3-4.): necesita sólo una distinción entre el plano de la. teoría y el plano de la aplicación, donde, sin embargo, ya no es glosemdtica (cf. 4.3.).

190 On the Definition, pág. 12, n. 3. 391 PTL, páp. 1()'11.

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230 Teoría del lenguaje y lingüística general

VII. CONCJ IISIQNRS

Sobre la base de todo lo dicho, y teniendo en cuenta como pre . sas fundamentales:

A) Que el lenguaje pertenece al mismo tiempo a la «natu­leza» y a la «mente» (11, 3.4.), Y B) Que «el hombre es objeto de .un saber anterior a toda

ciencia, por la conciencia que tiene de si mismo» (IV, 2.2.), parece imposible establecer las siguientes conclusiones (que, en la medida en que pueden constituir «tesis», y no «comprobacio­nes», se presentan sólo como resultados provisionales, en vista de una más amplia discusión):

1) Una neta separación entre «forma» y «sustancia» no pue­de hacerse en el aspecto fenoménico-objetivo del lenguaje, por­que lo «mórfico» se comprueba en lo «hilético» y, por otra par­te, lo «hilético» sólo se conoce por lo «mórfico» (11, 1.; 111, 4.3.; VI,3.2.).

2) Si la forma es «lo que se mantiene constante en una ma­nifestación», la «sustancia» que se mantiene, como tal (en el plano concreto) o como atribución de la forma (en el plano abstracto), debe considerarse como «formalizada» (V, 5.1., 5.2.; VI, 3.3.).

3) La llamada «sustancia» puede ignorarse, y necesaria­mente se ignora, sólo como «sustancia incognoscible». No pue­de, en cambio, ignorarse como «sustancia formada», como so­porte necesario de la funcionalidad lingüística, porque, en este sentido -dado que lo que se conoce es « forma »--, la «S1:lstan­cia» misma debe considerarse como tal, en su aspecto cognos­cible. En realidad, lo que se llama «sustancia» es sólo una «forma» de un orden inferior al plano de formalización que se considera (IV, 1.2., 1.4.; V, 5.1.; VI, 3.3., 4.2.).

4) Por lo tanto, la «forma» lingüística no puede identifi­carse ni con la distribución en el sistema ni con las diferencias

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 231

que se comprueban entre las formas concretas. Además de in­cluir la funcionalidad, ella comprende necesariamente atributos «sustanciales» (V, 7.1., 7.2.).

S) La lengua es sistema de identidades y diferencias. Las unidades lingüísticas se conocen por su «identidad» y se distin­guen por sus «diferencias». El llamado «problema de la sustan­cia» coincide con el problema de la «identidad lingüística», con­cepto en el que «forma» y «sustancia .. confluyen y se identifi­can (V, 7.2.).

6) La afirmación de que «la lengua es una forma y no una sustancia» puede entenderse en varios sentidos. Lo más profi­cuo es entenderla en el sentido de que la «lengua .. es una abs­tracción, es decir, que no es concreta, que se estructura como formalización del hablar (VI, 3.3.).

7) Desde el punto de vista (concreto/abstracto), se pue­den distinguir «formas con sustancia .. (concretas), «formas de sustancia» (abstractas) y «fo.rmas sin sustancia .. , estas últimas como «clases» de «formas de sustancia» (VI, 4.1.).

8) La sustancia (forma) acústica no es indiferente en el lenguaje, porque ni la estructura ni el «contenido» del lenguaje fónico pueden transferirse íntegramente a otras «sustancias» (V, 8.1-3.).

9) La «sustancia de la expresión» y la «sustancia del con­tenido» no se hallan en la misma relación con respecto al len­guaje, siendo la primera la «sustancia» misma del lenguaje co­mo cosa, como fenómeno objetivo .(V, 9.). Tampoco parece ha­ber un paralelismo perfecto entre la «forma del contenido» y la «forma de la expresión» (VI, 3.1.).

10) La ciencia del lenguaje radica necesariamente en un «conocimiento previo» que se revela como «experiencia ante­predicativu, al reconocer el lenguaje como tal, y coincide con el conocimiento precientífico que el lingüista tiene de la lengua como hablante (11, 3.5-6.; IV, 2.1-2., 2.4.; V, 7.3.). Los esfuerzos

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232 Teoría del lenguaje y lingülstica general

por coincidir con la llamada «realidad de la lengua- se deben a este conocimiento: a la intuición eidética de la clengua- en el hablar (V, 7.1., 7.3.; VI, 1.). Al mismo tiempo, el reconocer el lenguaje como lenguaje implica el reconocerlo como finalidad significativa. Por lo tanto, el llamado «lenguaje en sí y por sí­es una abstracción y la lingüística no puede ser pura descrip­ción de «hechos objetivos» ni teoría c;lel «mero lenguaje­(11, 3.34.).

11) La interdependencia entre lo mórfico y lo hilétic;:o (1) y el conocimiento previo que se da en el reconocimiento del lenguaje como tal (lO) implican que, en el plano de la expre­sión, la fonética y la fonología deben entenderse como disci­plinas interdependientes y que se presuponen mutuamente (111, 4.2-3.; IV, 2.1-2., 2.4.; VI, 3.4.).

12) La fonética como ciencia de un «hablar», es decir, de una actividad correspondiente a una «lengua», no puede con­cebirse como ciencia natural: es necesariamente una disciplina lingüística (111, 1.2., 3.2.; IV, 1.2, 3.).

13) Las dos disciplinas, como actualmente se entienden, nO' agotan la descripción del hablar y de sus formalizaciones, por­que descuidan el plano de la norma, constituido por los elemen­tos fónicos constantes independientemente de su funcionalidad. Esto permite proponer una distinción de tres disciplinas estre­chamente vinculadas: alofonética, normofonética y fonética funcional o fonología (111, 3.3-5.; VI, 4.1-2.).

14) Las «formas lingüísticas» -lo constante y lo funcio­nal- se dan en el hablar concreto y se aprehenden en el mismo mediante una intuición eidéti,ca simultánea con su comprensión como tal. Por lo tanto, la ciencia del lenguaje debe partir dt: la actividad lingüística y volver explícita, mediante formalizaciones deliberadas, la experiencia antepredicativa. Los varios conceptos científicos de la lingüística -entre ellos, el coricepto de «len­gua_ se estructuran como abstracciones sobre la base del ha-

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Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje 233

blar concreto. La «lengua», como fonnalización del hablar, es abstracción, pero no ficción (1, 5.6.; IV, 1.2.; VI, 3.2., 4.1-2.).

15) El partir de la actividad lingüística no es un partir to­talmente objetivista, pues se parte siempre con el conocimiento previo de la lengua, o de una lengua (111, 4.2.; IV, 2.5.; V, 7.1.; 7.3.; VI, 1.; 3.2.).

16) Los conceptos como norma, sistema, esquema son for­malizaciones del hablar y no se identifican con la lengua-i¡lioma, que se ~stablece histórica y culturalmente. En la lengua-idioma hay coexistencia de «nonnas» y «sistemas» (111, 3.4., 3.6.; VI, 4.2.).

17) Las convencjones semánticas como «la lengua es sólo fonna., «la lengua es red de funciones», no pueden referirse a .las lenguas históricas, sino sólo a conceptos a priori (estable­cidos por definición) o a fonnalizaciones convencionales del ha­blar (V, 3.4.; VI, 2.2.).

18) La glosemática se coloca en un plano de formalización ulterior al plano de la lingüística. Por lo tanto, no puede haber conflicto entre las dos ciencias, si se mantienen distintas (V, 3.4., 8.1.; VI, 2.4., 4.2-3.). Los conflictos que se registran se deben a una contradicción interna de la glosemática, entre el plano de la teoría y el plano de la aplicación (VI, 2.3-4.).

19) La abstracción glosemática es legítima, pero no auto­riza la identificación de la lengua lingüística (como fonnaliza­ción del hablar o como idioma) con los «códigos» y «lenguajes» artificiales, que se dintingUen esencialmente del lenguaje ha­blado (V, 8.3-5.; VI, 4.2.).

20) Todas las fonnalizaciones de la actividad lingüística son legítimas, pero cada pasaje a un plano sucesivo implica un «em­pobrecimiento» con respecto a la realidad del hablar (V, 8.5.; VI, 4.2.).

'21) La única fonnalización que constituye «enriquecimien­to» es aquell~ mediante la cual una «fonna acústica_ se recono-

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234 Teoría del lenguaje y lingüística general

ce como «forma lingüística», es decir, como portadora de sig­nificado (VI, 4.2.).

22) Las varias orientaciones descriptivas de la lingüística no son antitéticas, sino que se refieren a distintos planos de for­malización (VI, 4.1.).

Cabe señalar, sin embargo, acerca de este último punto, que una síntesis, en una lingüística que abarque orgánicamente (y sin confundirlos) los varios planos «propiamente lingüísticos» (cf. VI, 4.1.).y el glosemático, no es imposible y es, además, deseable. El método de tal lingüística debería basarse en un movimiento de «ida y vuelta»: desde el hablar (con el conoci­miento previo de la «lengua») al «sistema» (y eventualmente al «esquema»), y desde el conocimiento científico de la «lengua»

• a la aclaración de la actividad lingüística concreta. Lo impor-tante es, sobre todo, que la ciencia del lenguaje no olvIde que su «momento» esencial y su ]uShnCaclOn se dan en el mismo 1

momento en el que, como dlCé 5áusSUie, auna iniSgCil aelÍs ¡jca viene a asociarse con un concepto» (ctG, pág. 58); es decIr, en el que una cosa física se vuelve expresión del hombre y se constituye en intermediario entre el mundo y la interioridad de la conciencia y en condición de sociabilidad, tradición y cul­tura: en condici6n de humanidad.

(RFHC, 12, págs. 143-217, y, en edición independiente, Montevideo, 1954).

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LOGICISMO y ANTILOGICISMO EN LA GRAMATICA

1. 1. El cometido de definir los conceptos en los que se funda la gramática, y en particular las categorías verbales y gramaticales, pertenece a aquella sección de la teoría lingüís­tica que se ha llamado tradicionalmente «gramática lógica» o «gramática general». Y hay que reconocer que la desconfianza con la· que muchos autores consideran los conceptos gramati­cales se justifica, en gran parte, como saludable reacción contra los graves errores, también tradicionales, de esa disciplina; errores debidos, justamente, a su «logicismo» y a sus preten­siones de alcanzar una generalidad mal entendida. Pero ningún error es sólo error. En realidad, la gramática «lógica» encubría un acierto fundamental al que el antilogicismo excesivo suele ignorar, con el resultado de caer en otras confusiones, tan gra­ves casi como lasdellogicismo.

1. 2. Como es sabido, la gramática «lógica» ha sido a me­nudo criticada 1, y a veces muy ásperamente. Mas esto no se ha hecho siempre con plena coherencia y, sobre todo, no se ha he-

1 Cf., por ej., CH. SBRRUS, Le parallélisme logico-grammatical, París, 1933; Id., La langue, le sens, la pensée, París, 1941; E. SAPIR, Language, Nueva York, 1921, págs. 86 y sigs.; K. VOSSLER, Gesammelte Aufsatz.e z.ur Sprachphilosophie, trad. esp. Filosofía del lenguaje 2, Buenos Aires, 1947, páginas 27 y sigs.; L. HJELMSLllV, Principes de grammaire générale, Copen· bague, 1928,. págs. 272 y sigs.; A. ALoNSO Y P. HENRtOUEZUREAA, Gramdtica castellana, Primer curso 8, ·Buenos Aires, 1947, págs. 220-221.

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236 Teoría del lenguaje y lingüística general

cho sin incurrir en el error de ir más allá del blanco. En efecto, varios autores -aceptando implícitamente la ptemisa logicista de que la logicidad debería hallarse en la lengua abstracta, o en el diccionario- han creído poder oponer a la errónea iden­tificación del lenguaje con el pensamiento lógico una iguahnen­te errónea antinomia entre lenguaje y lógica, hasta llegar a con­siderar el lenguaje como «ilógico., cirracionab, «contrario a la lógica., etc. 2• Es lo que ocurre, por ej., cuando a la presunta unidad de la lógica se opone la variedad del pensamiento cidio­mático. l; cuando la conocida observación de L. Lévy-Bruhl de que ciertas lenguas revelan una «mentalidad prelógica., se cita como prueba de la independencia entre lenguaje y lógica 4

(mientras que ella significa exactamente lo contrario, pues im­plica que las demás lenguas. deberían de reflejar una cmentali­dad lógica»); o cuando se discuten las categorías reales del ha<­blar desde el punto de vista de las «clases de palabras. de la norma.

1. 3. Un claro ejemplo de esta última incongruencia es el de K. Vossler: «Pero lástima que la lógica gramatical no quiera coincidir jamás con la verdadera lógica. Lástima que la lengua no quiera. renunciar a la mala costumbre de usar el represen­tante del concepto de sustancia, el sustantivo, para expresar significaciones modales, relativas y hasta irreales; de elevar el adjetivo al plano de la sustancia; de poner la sustancia en com­p~rativo; de cambiar la multiplicidad en cualidad ...• 5• Aparte la confusión acerca del concepto de 'sustancia', que de ningún modo se opone a las significaciones modales, relativas e irreales

2 Acerca de los excesos de los antilogicistas, d. H. Schuchardt-Bre­vier 2, Halle, 1928, págs. 322-25; B. CROCB, eQuesta tavolG rotonda e quadra­ta_, en Problemi di estetica 4, Bari, 1949, págs. 173-177; y, en este mismo volumen, Forma JI sustancia en los sonidos del lenguaje, nota 157.

l Cf., por ej., E. SAPIR, Language, 1. cit.; L.lI.n!uIsu!v, Prlnclpes, páa. 31. 4 Asi, por ej., L. HJF.LMSLEV, Principes, pág. 22. 5 Filosofía del lenguaje, págs. 29·30.

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I,IIgicismo y antilogicismo en la gramática 237

leL 3.4.), hay aquí, al mismo tiempo, crítica acertada del error lu¡lcista y error antilogicista. El error logicista es el de colocar hla categorías verbales en la clengualt, haciéndolas correspon­der a clases fijas de palabras. El error antilogicista es el de creer que esto invalida de algún modo la.realidad de las cate­¡udas como funciones semánticas del hablar. En efecto, el udjetivo 'elevado al plano de la sustancia' es simplemente un !lustantivo, o, si se prefiere, una «-palabra» que en la norma de la lengua suele ser adjetivo, pero que en tal acto concreto es sustantivo y corresponde a esta categoría, perfectamente defini­ble como tal .. Vossler hace la crítica de las categorías mediante las categorías mismas, y no advierte que el error de la gramá­tica .lógica» es sólo un error de perspectiva.

1. 4. Otros autores caen en un logicismo al revés, tratando de encontrar en la expresión lingüística la causa de las incohe­rencias de pensamiento 6, cuando no pretenden sin más corre-

6 Es éste uno de los lugares comunes que --con arrogancia no justi­ficada por las dimensiones de sus ideas, y entre confusiones de toda in­dole-- proclaman C. K. ÜGDEN e 1. A. RICHARDS, The Meaning of Meaning, trad. esp. El significado del significado, Bue"nos Aires, 1954. Esto para no hablar de las ideas, aún más extravagantes, de A. KOlttYBSKI, Science and Sanity, Lancaster Pa., 1933, y de su escuela aantiaristotélica. de neo­«semantistas., según los cuales la mayoría de los males del mundo se deberían al uso impropio de las palabras. Acerca del espejismo y de las confusiones en que se basan tales actitudes, cf. B. CROCE, Il linguaggio come errore, en Conversazioni critiche, 12, Bari, 1924, pá¡s. 105-107. Por <otra parte. ya Platón señalaba que la verdad y la falsedad no se dan en los nombres, sino en el pensamiento; cf. A. PAGLlARO, Sommario di linguis­tica arioeuropea, 1, Roma, 1930, pág. 17, y W. M. URBAN, Language and Rea­lit y, trad. esp. Lenguaje y realidad, México, 1952, pág. 16. Por lo que con­cierne a las ilusiones «semantistas., cf. las juiciosas observaciones de M. ScHLAUCH, The Gilt 01 Tongues 3, Londres, 1949, págs. 130 y sigs. En cuanto aj dogmatismo y a la fundamental debilidad lógica de las audaces cons­trucciones de Korzybski, cf. la crítica inapelable (aunque insuficientemen­te' severa en sus conclusiones) de M. BLACK, Language and Philosophy, trad. ital. Linguaggio e filosofia, Milán, 1953, págs. 279-309. Lo que el conde Korzybski opina acerca de la lógica aristotélica revela una radical in­comprensión no sólo de Aristóteles (al que atribuye errores que no le

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238 Teoría del lenguaje y lingüística general

gir el lenguaje para adecuarlo a lo que, en su opinión, debería de ser la lógica. Esto implica considerar el lenguaje como si se tratara de un -código» convencional. Las exigencias de estabili­dad y no-ambigüedad de los «lenguajes» científicos son, sin duda, legítimas, dentro de ciertos límites y para determinadas finalidades, pero ellas no justifican los intentos de identificar esos sistemas «construidos» Con las lenguas históricas, que se estructuran de manera enteramente distinta 7.

1. 5. Es necesario, pues, tratar de aclarar cuáles son los errores esenciales del logicismo lingüístico, para indicar de qué modo ellos pueden eliminarse sin caer en los errores antilogi­cistas. Un error no se contuta con otro error: lo único que se logra con ello es tener dos errores en lugar de uno.

2. 1. El error logicista fundamental es el de considerar el lenguaje como un objeto de naturaleza lógica; mejor dicho, como producto del pensamiento lógi~v. Este error, como otros que el Estagirita nunca cometió, suele atribuirse a Aristóteles. La infeliz frase de F. Mauthner de que 'si Aristóteles hubiese hablado chino o dakota, su lógica y sus catego'lias habrían sido distintas' 8 se repite a menudo, ora para sostener que Aristóteles dedujo su lógica del lenguaje, ora para afirmar que ligó el len­guaje a la lógica. Mas Aristóteles no hizo ni una cosa ni la otra, sino que estableció con toda claridad la prioridad del lenguaje con respecto al pensamiento lógico, indicando que el lenguaje como tal es simplemente lagos semántico: expresión significa­tiva, en la que no hay verdad ni falsedad, pues éstas se dan sólo

pertenecen), sino también del cometido y de los fundamentos mismos de la lógica.

7 Cf. E. COSBRlU, Forma y sustancia, V, 8.3., 8.5. Acerca de la incohe­rencia de quienes, reconocida la naturaleza «no-lógica» del lenguaje, qui­sieran corregirlo para volverlo «Iógico_, es decir, para, volverlo otra cosa de lo que es, cf. B. CROes, Logica comescienza del concetto puro, trad. esp. Lógica como ciencia del concepto puro, Madrid-Buenos Aires, 1933, pág. 380.

8 Beitriige zu einer Kritik der Sprache, 111, Berlín, 1902, pág. 4.

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Logicismo y antilogicismo en la gramática 239

en la afirmación y negación, en el logos apofántico. Además, Aristóteles excluyó la posibilidad de equívocos, precisando tex­tualmente que la plegaria, por ej., es expresión semántica, pero no es ni verdadera ni falsa y, por lo tanto, no constituye «pro­posición» 9.

El error logicista del que se está hablando consiste, pues, esencialmente, en la identificación entre lo significativo y lo lógico, en la confusión de lo primario e indiferenciado con lo que representa ya el resultado de una diferenciación dentro de lo significativo, mejor dicho, una orientación, una dek:rmina­ción particular del logos semántico. O bien, considerando el pro­blema en el plano de la finalidad, que es el plano propio del lenguaje (por ser éste una manifestación de la libertad), el error consiste en la confusión entre la finalidad que pertenece a la esencia del objeto -a la actividad lingüística en sí, independien­temente de ulteriores determinaciones-, y que es finalidad significativa, con la finalidad accesoria, propia de este o aquel acto. Esta última finalidad no pertenece a la esencia del objeto lenguaje, sino que se identifica con el propósito del sujeto lin­güfstico en un acto determinado, y puede ser lógica, pero puede ser también estética o práctica. Se trata, pues, de una confusión de planos: el lenguaje no es lógico, sino anterior a lo lógico 10.

9 Categorice, 4, 2 a; De interpretatione, 16 a-b, 17 a. Sobre la teoría del lenguaje de Aristóteles, v. el esencial estudio de A. PAGLIARO, 11 capitolo linguistico della ePoetica» di Aristotele, RieL, 111, 1945. págs. 1-55. Cf. tam­bién G. ScARPAT, 11 discorso e le sue parti in Aristotele, Arona-Milán, 1950. Sólo aciertos parciales presenta R. H. ROBINS, Ancient and Mediaeval Grammatical Theory in Europe, Londres, 1951, págs. 19-25.

10 Esta anterioridad no debe entenderse en el sentido de que se tra­taría simplemente de etapas sucesivas del mismo desarrollo lineal (en el lentido en que alguien es primero niño y luego hompre), como aparece en la mayoría de los pensadores que identifican la esencia del lenguaje con su instrumentalidad, reduciéndolo, por consiguiente, a actividad préctica (cf., por ej., F. BACON, Novum Organum, 1, 43, 59-60; J. LocKE, An Essay Concerning the Understanding, red. de 1671, VI, 9; G. BIlRKELBY, Human Knowledge, 18, 20; y, entre los contemporár,~os, R. CARNAP, Foun-

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240 Teorla del lenguaje y lingüística general

Mientras que lo lógico es siempre y necesariamente semántico (lingüístico), lo semántico (lingüístico) no es ni siemp~ ni esencialmente lógico. El lenguaje es la primera manifestación específica del hombre como tal 11 -es decir, como ente capaz de conocer el mundo y de autoconocerse-, así como la primera forma, y la única absolutamente general, de la que el hombre disponé para fijar y objetivar, más acá de las impresiones y reacciones inmediatas, el conocimiento del mundo y de si mis­mo, o sea, todo el contenido de la conciencia. Esto significa, por un lado, que el lenguaje y sus categorías internas no se relacio­nan propiamente con la facultad de pensar, sino con la facultad de conocer 12; y, por otro lado, que el lenguaje (como actividad intersubjetiva del hombre histórico), lejos de poder reducirse a otras categorías, es una categoría autónoma, y es la forma ne­cesaria de manifestación del «pensamiento», tanto lógico como poético y práctico 13. Con respecto a los modos de pensainiento,

dations 01 Logic and Mathematics 4, Chicago, 1947, pág. 3, e Jntroduction to Semantics 3, Cambridge, Mass., 1948, pág. 3). Se trata de una anteriori­dad pennanente (en el sentido en que alguien es primero hombre y luego poeta, filósofo o científico). Cabe aclarar, por otra parte, que lo -acceso­rio» no es lo lógico como tal (necesariamente contenido en el lenguaje), sino la orientación lógica, la determinación por lo 16gico (ef. 3.2.1.). El error, pues. no está en reconocer lo lógico en lenguaje, sino en reducir el lenguaje a la logicidad.

11 En este sentido, M. HEIDEGGER, Sein und Zeit, trad. esp. El Ser y el Tiempo, México, 1951, pág. 191, señala certeramente que él hombre se ma­nifiesta -como un ente que habla» (cf. el animal symbolicum de E. CASSI­KBR, Essay on Man, trad. esp. Antropología filos6fica, México, 1945, pági­na 60), y no como -animal raciona),., pues esta última definición pone el acento sobre un aspecto del logos, y no sobre el logos como tal, en su integridad. Cf. también Ueber den .Humanismuslt, en Platons Lehre von der Wahrheit, Berna, 1947, págs. 53 y sigs.

12 Cf. C. P. F. l.BcoUTBRE - L. GROOTAERS, Jnleiding tot de taJJ1kunde en tot de geschiedenis van het nederlands 6, Lovaina-Groninga, 1948, pá¡s. 137, 199 Y sigs.

13 Cf. N. HARTMANN, Das Problem des geistigen Seins 2, Berlín, 1949, página 218, y, sobre todo, A. PAGLL\RO, .Logica e grammatica, RieL, 1, 1, 1950, pá¡inas 24, 27, e Jl linguaggio come conoscenza, Roma, 1951 (1952) passim.

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Logicismo y antilogicismo en la gramática 241

el lenguaje histórico --en cuanto logos simplemente semánti­ca-- se presenta, pues, como c neutro », -indeterminado» o, mejor dicho, indiferenciado 14. Y, COn respecto al pensamiento lógico en particular, lejos de 'no tener conceptos', como a veces se ha dicho (cf. 3.2.5.), el lenguaje aparece como el lugar mismo de los conceptos. pues éstos son necesariamente anteriores al logos proposicional. Los conceptos, tal como los vio Aris'tóteles, pertenecen propiamente al logos semántico, ya que no afirman y no niegan, y no son de por sí ni verdaderos ni falsos, no ha­biendo en ellos 'composición y división' 15. En efecto, el lenguaje es el cmediador» necesario para la formación de los concep­tos 16, y la primera universalidad, así como las primeras distin­ciones necesarias para la estructuración del pensamiento lógico, se dan, justamente, en el lenguaje y en sus categorías 17. El len-

14 Cf. lo sostenido por W. M. URBAN, Ob. cit., pá¡. 63; y, con una funda­mentación más rilUrosa, por A. PAGLlARO, Logica e grammatica, pá¡s. 24, 1:1, 31-33; II linguaggio, págs. 87-88; II segno vivente, Nápoles, 1952, pá¡s. 'JJJ7-268, 1:15. Cabe observar, sin embargo, que se trata de afirmaciones que se refieren al lenlU8je como hablar que realiza una leniUa, y no al len¡uaje como hablar que engendra o supera la lengua. En efecto, como se tratará de aclarar en otro lugar, la identificación croceana entre lenguaje y poe­sía no es una simple Greducción~ análoga a otras y, por lo menos en cierto plano, resulta difícil eludirla. A este propósito no será inútil se­flalar que hasta un filósofo como M. Heide¡ger, que ha sostenido con viaor la naturaleza caprionstica» del lenguaje (d. nota 11), Ile¡a, en obras más recientes, a una identificación muy semejante a la de Croce, y que el mismo Aristóteles tendía a atribuir el estudio del logos semántico a la poética y a la retórica.

15 Cf. Categoriae, 4, 2 a; De interpretatione, 16 a. 16 E. CASSlRBR, El lenguaje y la construcción del mundo de los objetos,

trad. esp. en Psicología del lenguaje, Buenos Aires, 1952, págs. 2~38, y Zur Logik der Kulturwissenschaften, trad. esp. Las ciencias de la cultura, M6-xico, 1951, pá¡s. 32-33. V. también CH. SERRUS, La langue ... , pá¡. 41.

17 En este sentido se ha podido hablar de un universal «primario», o lin¡Wstico, y de un universal .. secundario", o lógico. Cf. H. LarzB, Logik 2,

Leipzi¡, 1880, páa. 18, y Mikrokosmos, V, 3, 4; E. CASSIRBR, Philosophie der symbolischen Formen, 12, Oxford, 1954, pá¡. 22; R. HIlNIGSWALD, Philosophi8 und Sprache, Basilea, 1937, pá¡s. 331 y sigs.; W. M. URBAN, Lenguaje y rea­lidad, pá¡s. 92-93; A. PAGLlARO, II linguaggio, pá¡. 78: A. SOCHBHAYB, Essai

T. UlNDUA.T11-1¡;

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242 Teoría del lenguajp. y lingüística general ------------------------------~~

guaje es un «antes» y no un «después», en relación con el pen­samiento lógico. este determina, ciertamente, modifica y supe­ra los conceptos que el lenguaje le proporcic na, pero, al mismo tiempo, depende del lenguaje: en primer lugar, porque los con­ceptos primarios debe tomarlos del lenguaje; en segundo lu­gar, porque debe expresarse mediante el lenguaje 18. Hay que invertir, pues, la perspectiva logicista: no es el lenguaje produc­to del pensamiento lógico, sino que, al contrario, éste se basa necesariamente en el lenguaje. Las palabras y los conceptos, que son significados virtuales de palabras, deben existir para que exista el pensamiento lógico, y no viceversa.

2. 2. El segundo error logicista es el de colocar la dogici­dad» (= semanticidad) en el «sistema», en la lengua abstracta, por ej., atribuyendo determii:tados significados categoriales a determinadas «formas» y pretendiendo que a la misma forma corresponda siempre el mismo significado, o que el valor com­probado simplemente como el más frecuente sea el valor cons­tante de la forma considerada. Es lo que ocurre cuando se pre­tende atribuir a una forma como blanco valor adjetivo, no en tales y cuales empleos, sino "ee la lengua española», o cuando se afirma que, si en un determinado empleo blanco es sustan­tivo, esto sería de algún modo «contrario a la lógica». Es difícil saber en qué lógica se basan quienes adoptan tal actitud, pues para los lógicos las palabras (mejor dicho, los términos) signi-

sur la structure logique de la phrase, París, 19~2, págs. 43, 91 y sigs., consi­dera las categorías lingüísticas -para distinguirlas de las lógicas- como «categorías de la imaginación». También B. CROCE, aunque partiendo de otro punto de vista, señala a menudo que el pensamiento lógico se sirve del lenguaje y al mismo tiempo lo supera; d., por ej., Lógica, págs. 97-401; Filosofia della pratica, trad .. esp. Filosofla práctica, Madrid, 1926, pá­gina 345; La PoesíaS, Bari, 1953, págs. 18-19.

18 Cf. F. ScHt!RR, Sprachwissenschaft und Zeitgeist 2, Marburgo, 1925, página 92; H. DEU\CROIX, Las operaciones intelectuales, en ·G. DUMAS, Nou­veau Traité de Psychologie, trad. esp. Nuevo Tratado de Psicologia, V, Buenos Aires, 1952, pá¡s. 105-179 (en partic., pág. 134).

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Logicismo y antilogicismo en la gramática 243

lican sólo en la proposición y hasta, para muchos de ellos, el .defecto» esencial del lenguaje natural sería su casistematici­dad» ,debida, en primer lugar, al valor inconstante de las pa­labras (entendidas como meras «formas») 20. En efecto, este segundo error es mucho más frecuente entre los lingüistas que entre los lógicos. Típica, en este sentido, es la actitud de V. Brandal, para quien lo «lógico» se daría en la cnorma» y el .valor lógico» de una palabra sería constante 21. Esto implica ignorar que la «lengua» no es una realidad autónoma, sino que se estructura sobre la base del hablar, y que la «norma» no es un sistema fijo e inmutable, sino un simple promedio, pues los sentidos que ella abarca son tradicionales, y «hay muchas tra­diciones»2l. El valor «lógico» (= semántico) de una forma pue­de hacerse constante por y dentro de una convención explícita, pero no lo es de por sí en la lengua, como 10 demuestra. por ejemplo, el hecho de que cualquier «palabra», y hasta sintag­mas enteros, pueden tener valor sustantivo. En realidad, la len­gua no puede ser ni lógica ni ilógica, pues sólo comprende sig­nificados potenciales, y no reales. No existe ninguna logicidad del sistema gramatical, que es un «esquema de esquemas», así como no existe una logicidad del diccionario 23, que es simple

19 Cf., por ej" R. CARNAP, Logische Syntax der Sprache, trad. ingl. The Logical Syntax 01 Language 3, Londres, 1951, págs. 2, 294.

20 Cf., a este propósito, las curiosas y en gran parte incongruentes lu· cubraciones de L. JORlJAN, Los elementos lingüísticos de la lógica, trad. esp., Córdoba (Argentina), 1938, y La lógica y la lingüística, en la ya cita· da Psicología del lenguaje, págs. 39-47, así como de otros aspirantes a una «lengua artificial que debería evitar metódicamente los defectos y los errores de las lenguas naturales». Acerca de las incoherencias que tal as­pi ración implica,véanse las observaciones de lIBGm., Wissenschaft der Logik, 111, 1, 3, A d, nota. Cf., además, aquí mismo, notas 6, 7.

21 Ordklasserne. Partes Orationis, Copenhague, 1928, págs. 47, 53 Y si. guientes, 85.

2l J. DEWEY, Logic. The Theory 01 Inquiry, trad. esp. Lógica. Teorla de la investigación, México, 1950, pág. 66.

23 Cf. G. CALOGIlRO, Estetica, Semantica, Istorica, Tunn, 1947, pág. 219: .. Non esiste una logica della grammatica, cosí come non esiste una logica

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«registro de un hablar que ha sidolt y de los valores más fre­cuentes que en él se han comprobado 24. Lógicos o ilógicos pue­den ser sólo determinados actos de hablar, mas no como len­guaje, sino en cuanto afirman o niegan, es decir, como manifes­tación de tales y cuales pensamientos.

2. 3. El tercer error de la gramática logicista consiste en la confusión entre lo clógico» (= semántico) y lo ontológico, es decir, entre los significados y las cosas significadas 25. Por lo que concierne a las categorías verbales, este error se manifiesta en el llamado criterio clógico-objetivo», según el cual se consi­deran, precisamente, las partes de la oración como correspon­dientes a «categorías de la realidad»: así, el sustantivo nombra­ría «cosaslt; el adjetivo, «cualidades»; el verbo, «procesoslt reales. La aparente coincidencia entre las dos series de «cate­gorías» -sobre todo por lo que concierne a los sustantivos y a los verbos, que, en efecto, suelen aplicarse a «cosaSlt y a «pro­cesos» (en el sentido etimológico, que es también el del alem. Vorgang}- no justifica la confusión logicista: para demostrar­lo, alcanza con observar que los mismos hechos reales pueden nombrarse con palabras correspondientes a distintas catego­rías, tanto en lenguas diversas como en la misma lengua. Lo que ocurre es que, aquí también, se considera como constante el modo más frecuente de designar ciertos hechos y, por lo que concierne a lenguas diversas, se suele partir de lo que se com­prueba corrientemente en la lengua del investigador, o en otra lengua a la que éste toma como modelo de «logicidad». Pero no

del vocabolario»... enon e'e una logicita earatteristiea delle astratte strut· ture morfologiche, che sono addirittura sehemi di schemi, cIassi generi­cissime di atteggiamenti semantici».

24 Cf. G. GAUCHBL, Essai de grammaire psychologique du fra~ais mo­derne 2, París, 1950. pág. 23.

25 Cf. las observaciones de E. BUYSSBNS. La conception fonctionnelle des faits linguistiques. en Grammaire et Psychologie, Parls. 1950, pág. 44 (el cual. sin embargo. cae en un error análogo; ef. nota 53).

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I.ogicismo y antilogicismo en la gramátiCa 245

hay que confundir la realidad pensada (Wirklichkeit) con la realidad natural (reale WirkIichkeit) 26 y, sobre todo, no hay que olvidar que no es la lengua la que se detennina por la realidad, i'jino que, al contrario, la realidad se concibe mediante la len­gua. Así, si en una lengua no se puede decir la pared blanca o puer aegrotus est, sino sólo la pared blanquea o puer aegrotat, ello no significa que en esa lengua la «cualidad» real se expresa mediante verbos, sino que aquello que nosotros podemos con­cebir como «cualidad» se concibe, en la lengua considerada, ex­clusivamente como «proceso», y que en ella la categoría del ad­jetivo simplemente no existe.

2. 4. A los tres errores ya señalados, se agrega a menudo el de pretender encontrar las mismas categorías -el mismo «pensamiento lógico- en todas las lenguas. Este error se ma­nifiesta, en el campo teórico, en el postulado de una «lengua 16-gica idea!», de la cual las lenguas históricas serían copias más o menos imperfectas n, y, a veces, como identificación de esa «lengua idea!» con una lengua histórica determinada, por ·ej., la griega o la latina 2.8. Y en el campo práctico el mismo error se manifiesta en la aplicación de las categorías de una lengua a otras lenguas que tienen categorías distintas; es lo que ocurre, por ej., cuando se habla de «dativo» o «ablativo» en la gramá­tica española, o cuando se describe el guaraní según los esque­mas de la gramática latina. Pero la verdad es que no existen

26 Acerca de esta distinción, cf. E. HUSSERL, Ideen zu einer reinen Phae­nomenologie und phaenomenologischen Philosophie, trad. esp. Itúas re­lativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica, México, 1949, págs. 49, 54.

n Con respecto a esta idea (que, lamentablemente, fue también del primer Husserl y de Marty), cf. V. PIsANI, Linguistica generale e indeuropea, Milán, 1947, págs. 22 y sigs. Pero acerca de la ulterior actitud de Husserl, v. M. Mmw!Au-PONTY, Sur la Phénoménologie du Langage, en Probl~mes actuels de la Phénoménologie, Bruselas, 1952, págs. 92·93.

2.8 A propósito de esta aberración, cf. B. CROCB, Conversazionl criti­che, 12, págs. '107-109.

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otras lenguas que las históricas (puesto que las lenguas son por definición objetos históricos) y que éstas presentan esquemas formales [y semánticos] diversos 29, y no son ni lógicas ni iló­gicas. Puede aceptarse que 'les langues représentent l'utilisation pratique des procédés du langage' 30, o que 'las lenguas SOn va­riaciones sociales e históricas sobre el gran tema humano del lenguaje' 31; mas ello no significa ni que los procedimientos de­ben de ser los mismos en las varias lenguas, ni que las lenguas históricas deberían de reflejar una «lengua-idea». Las categorías lingüísticas tienen universalidad conceptual, y no generalidad histórica.

3. 1. A estos errores del logicismo, el antilogicismo lingüís­tico suele oponer otros errores, basados a menudo en las mis­mas confusiones, y principalmente en la confusión entre 10 lógico y 10 semántico y en el colocar lo semántico en la lengua abstracta. Por ello, el antilogicismo no logra superar los errores logicistas y con frecuencia aparece como otra forma del mismo logicismo.

3. 2. 1. Al error logicista de considerar el lenguaje como producto del pensamiento lógico, el antilogicismo extremo opo­ne, como ya se ha señalado, el error de considerarlo como -iló­gico», «contrario a la lógica», «ajeno al pensamiento racional». Pero el lenguaje no es «ilógico., sino sólo anterior al pensa­miento lógico. Considerado en su realidad histórica, el lenguaje es lagos semántico que, en los actos de hablar, presenta ulte­riores determinaciones: es decir, que, sin dejar de ser semánti­co, es, además, fantástico (poesía), apofántico (expresión lógica) o pragmático (expresión práctica). Y, naturalmente, no es «aje­no. a ninguna de estas tres formas, puesto que las contiene a

29 ef. E. SAPIR, Language, pág. 125. 30 J. VBNDRYBS, Le Langage3, Parls, 1950, pág. 275. 31 H. DELACROIX, El lenguaje, en G. DUMAS, Ob. cit., págs. 195, 197.

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Logicismo y antilogicismo en la grameítica 247

las tres como indiferenciadas. No lo es porque existe s610 en actos orientados fantástica, lógica o prácticamente, y porque cualquier expresión puede considerarse bajo uno cualquiera de estos tres aspectos: la semanticidad es el rasgo constante y de­finitorio del lenguaje; pero la pura semanticidad no se da nun­ca concretamente y se deslinda sólo por exigencias de la inves­tigación. Tales exigencias se justifican cuando se trata de estu­diar los aspectos comunes, los modos significativos constantes, que el lenguaje presenta en los actos de hablar vanamente orientados. Es lo que ocurre, por ej., en el caso de las catego­rf lS verbales. En efecto, el modo significativo (no el significado) de una palabra como Sócrates, en la oración Sócrates es mortal, es constante e independiente del hecho de que esta oradón se diga en un silogismo, en un poema, o simplemente para asustar a Xantipa. Era ésta, justamente, la intuición profunda de la gramática «lógica», oscurecida por la identificación entre lo se­mántico y lo lógico. Pero el antilogicismo, para evitar el error logicista, ignora también esa intuición y llega, en sus varias formas, a considerar las categorías verbales como convenciones, o como simples esquemas formales, ~ a hacerlas depender de un ambiguo «sentimiento del hablante».

3. 2. 2. Ahora bien, las categorías verbales no son convencio­nes, sino realidalles del hablar. El establecer una categoría verbal no depende de una simple decisión arbitraria, como, por ej., el establecer la fecha en la que «empieza» la Edad Media. Los lí­mites de la Edad Media no existen antes e independientemente de nuestra decisión, puesto que se trata de un concepto que se establece por convención, en el plano del proceso investigativo. En cambio, las categorías verbales son realidades del lenguaje, que existen independientemente de nuestra decisión de deslin­darlas y definirlas lZ. Si fueran convencic:nales, no habría ne­cesidad de demostrarlo: alcanzaría con indl.;ar cuándo y en qué

3Z ef. K. G. LruNOGREN, Towards a Definition of the Concept of Prepo­sition, SL, V, pág. 7.

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términos se ha establecido la convención. Además, ellas no po­drían presentar ninguna dificultad real. Nadie tiene dificultad en atribuir el año 1493 a la Edad Moderna, si acepta que la Edad Media termina en 1492. A lo sumo, podrían comprobarse divergencias entre varias convenciones. Lo que ocurre, en reali­dad, es que todo intento de demostrar que ciertas definiciones de las categorías verbales son convencionales y que no hallan confirmación en determinados casos concretos, se basa, preci­samente, en el conocimiento de las categorías reales. Así, por ejemplo, al observar que una forma como blanco es a veces adjetivo y otras veces sustantivo, no implica de ningún modo la convencionalidad de los conceptos de 'adjetivo' y 'sustantivo'. Al contrario, para hacer esta misma objeción hay que saber qué son los adjetivos y sustantivos reales. La objeción, por consi­guiente, vale sólo contra el error de atribuir un modo signifi­cativo constante a una forma abstracta, que es, justamente, un error logicista. El deslinde de las categorías verbales no es, tampoco, análogo a la distinción que se establece, por ej., entre morfología y sintaxis. Las distinciones de este último tipo se hallan en otro plano: se refieren a la gramática, y no al len­guaje. La morfología y la sintaxis no existen antes de la defini­ción formal mediante la que esos conceptos se estructuran; no son realidades del hablar, sino esquemas de aquel hablar sobre el hablar que es ia gramática, es decir, esquemas de un meta­lenguaje. Las discusiones a este respecto no pertenecen a la teoría lingüística (teoría del lenguaje), sino a la teoría de la lingüística: son, en realidad, discusiones epistemológicas. Y son a menudo ociosas, pues un metalenguaje puede asumir distin­tas estructuras, según los objetos de estudio, y puede hasta ser como se conviene que sea, con la condición de mantenerse coherente y de resultar exhaustivo con respecto a las finalida­des que se propone 33.

33 El carácter convencional y a posteriori de la distinción entre mor­fología y sintaxis ha sido justamente señalado por V. PISANI, Actes du

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Logicismo y antilogicismo en la gramática 249

3. 2. 3. Por otra parte, las categorías no pueden tampoco identificarse con los esquemas formales en los que se mate­rializan. :estos sirven para hacer «reconocer- los significados categoriales, pero no son siguificados: pertenecen a la fisicidad del signo, y no a su semanticidad. Los esquemas formales están determinados por el significado, y no viceversa: «a las signifi­caciones les brotan palabras [y formas determinadas de expre­sión], lejos de que a esas cosas que se llaman palabras [enten­diendo por 'palabras' los signos como fisicidad] se las provea de significaciones» 34. El lenguaje es esencialmente finalidad significativa, y no puede considerarse como lenguaje indepen­dientemente de tal finalidad 35. Es lo que aparece ya en la de­finición aristotélica del lenguaje como logos semántico: el len­guaje no es sólo hecho semántico, significativo, sino que es logos, es decir, expresión humana libre e intencional. Por ello, Aristóteles señalaba 36 que los gritos de los animales «significan algo», pero no son símbolos Y1. Para que haya signo lingüístico,

Sixieme Congres lnternational de Linguistes, Rapports, Paris, 1948, pág. 19. También J. PBRROT, Morphologie, syntaxe, lexique, CILUP, XI, págs. 63-74, a pesar de creer que se trata de .. dominios de la lengua., observa que .el interés de estas distinciones es esencialmente práctico. y que da presentación de los hechos variará según las lenguas».

34 M. HEIDEGGeR, El Ser y el Tiempo, pág. 186. 3S El considerar el lenguaje como fisicidad es necesario en ciertos mo­

mentos de la investigación. Pero esto se logra sólo mediante una opera­ción abstractiva. La actitud «objetivista», lejos de ser objetiva, es necesa­riamente mediada y convencional. En efecto, 'es menester ya una actitud muy artificial y complicada para «oir" un «puro ruido», pues hasta al oir una lengua extranjera se oyen palabras .incomprensibles», y no una mul­tiplicidad de datos acústicos' (M. HEIDEGGER, !bid., pág. 190).

36 De interpretatione, 16 a. Y1 Cf. la distinción de J. DI!WEY, Lógica, págs. 66 y sigs·., entre «signos»

y «sfmbolos»; y la de E. BUYSSENS, Les langages et le discours, Bruselas, 1943, págs. 11 y sigs., entre cindicioslt y «signos».

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250 Teoria del lenguaje y lingüística general

es necesario que haya intencionalidad significativa, que alguien presente algo como signo 38. La parte física del signo vale sólo en cuanto guía al oyente hacia un significa,do intencional 39. Es

38 Por esto la "comunión fática» de la que habla B. MALINOWSKI, en 0cDEN y RICHARDS, Ob. cit., pág. 330, no es una función autónoma del. len­guaje: si los sonidos producidos significan y se presentan como signos intencionales, ellos corresponden a la función apelativa; y si no signifi­can, O no se presentan como signos, no son lenguaje.

39 El hecho de hallarse el lenguaje en el plano de la finalidad implica, al mismo tiempo, la imposibilidad de interpretarlo en términos causalis­tas, de estímulos y reacciones (<<respuestas») físicas. En efecto, las interpre­taciones causalistas y fisicistas del significado, como la de CH. W. MORRIS, Signs, Language, and Behavior, trad. ital. Segni, linguaggio e comportamen­to, Milán, 1949, no tienen siquiera por objeto el significado, sino la interac­ción mediante «signos». Tales intentos suelen referirse al esquema de las conocidas experiencias realizadas con perros por el fisiólogo ruso 1. PAV­LOV (del cual cf. 1 riflessi condizionati2, trad. del ruso, Tunn, 1943, en part., páginas 273-299). Pero la pretendida analogía es totalmente inadecuada, pues esas experiencias no tienen nada que ver con el simbolismo humano. Ellas indican sólo que «también los animales reaccionan frente a estímu­los indirectos», y, en el mejor de los casos, sólo podrían revelamos algo acerca de significados perrunos. Por otra parte, en esas mismas experien­cias, el hecho esencial, desde el punto de vista «significativo», no es la reacción del perro, sino la producción del signo (el tocar la campanilla), que es un acto deliberado de libertad e inteligencia. Es decir que, aun en el plano fisicista, el comportamiento que habría que estudiar es el de Pavlov, y no el del perro. No se trata aquí de negar el carácter científico de los estudios aludidos -carácter que ellos seguramente tienen-, ni de discutir sus resultados. Discutible e inaceptable es el planteamiento mis­mo, en la medida en que pretende referirse al significado, pues se intenta interpretar el significado en términos de lo que simplemente no es. Lo que esos estudios logran decir acerca del simbolismo humano, lo dicen a pesar de y no gracias a su planteamiento. Lo mismo, y en sentido aún más decididamente negativo -debido a la inseguriL3.d y a las incohe­rencias del método adoptado por los dos autores-, cabe decir acerca del ya citado libro de Ogden y Richards. Estos estudiosos no sólo no llegan a descubrir el «significado del significado", sino que, en realidad, ni si­quiera plantean tal problema más que aparentemente: lo único que ha­cen es indicar de qué manera se suelen aprender las significaciones. Por lo que concierne a las experiencias de Pavlov, cf. E. CASSIRER, Antropolo­gia, págs. 69, 78. Y en general acerca de la insuficiencia de los intentos de explicar el significado en términos causalistas o fisicistas, cf. C. E. M. JOAD, A Critique of Logica1 Positivism, Londres, 1950, págs: 96-97, y, sobre

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Logicismo y antilogicismo en la gramática 251

verdad que el significado no puede «observarse", que no tiene el mismo tipo de objetividad que las cosas y los acaeceres físicos. Pero esto de ningún modo implica que pueda ignorarse o interpretarse en términos fisicistas. Al contrario, implica que el significado se halla en otro plano de la investigación, en el cual la ob~ervación exterior resulta enteramente impropia e in­adecuada. En efecto, el lenguaje pertenece al mismo tiempo a la naturaleza y a la mente, al mundo y a la interioridad de la conciencia, y lo que se «observa)) no es el lenguaje, sino el mero lenguaje, es decir, el aspecto físico del lenguaje 40. La gramá­tica, como descripción de un sistema lingüístico, es, sin duda, una disciplina formalista: describe necesariamente esquemas formales. Pero la descripción de los esquemas no coincide con la definición de las categorías semánticas a las que los esque­mas mismos sólo representan físicamente. Además, la descrip­ción es una operación razonable sólo si se hace en función de la significación. En este sentido, no estaba equivocado Schu-

todo, W. M. URDAN, Lenguaje y realidad, págs. 80-83, 103-105, 110-111. Hay que insistir, además, en que no debe confundirse la eventual finalidad exterior del lenguaje, su instrumentalidad, con la finalidad significativa que pertenece a su esencia. El signo es instrumento, órganon (PLATÓN, Cra­tylus, 388 a), pero es esenchllmente instrumento de la significación.

40 Cf. Forma y sustancia, 11, 3.4. A este propósito, conviene recordar el principio fonnulado por H. J. Pos, Les fondements de la Sémantique, en Actes du Quatrieme Congres International de Linguistes, Copenha­gue, 1938, pág. 89: «La signification qui est attachée au mot ne participe pas avec lui au caract~re de fait qui se constate, elle n'est pas objet de la connaissance au meme titre que le moto Quand on essaie d'en faire un objet dans le rú~~ne sens, on retient le mot et la signification s'évanouit. La différence est que le mot est connu grice a la constatation, tandis que la signification est connue par le fait qu'on la pense.J> Por la misma razón no puede aceptarse la recomendación de A. MARTINlrr, Le probleme de l'opposition verbo-nominale, en Grammaire et Psychológie, págs. 97-106, de atenerse a las «fonnas», como a los "únicos datos observables de la realidad lingüística». La realidad lingüística no es toda fonna ni es toda observable.

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chardt cuando decía que «hay una sola gramática y se llama semántica o, mejor aún, ciencia de la designación» 41.

3. 2. 4. En cuanto al «sentimiento del hablante» (que no es lo mismo que el saber del hablante), éste tiene, sin duda, sus razones de ser, pero no puede servir de base para ninguna de­finición, sino sólo para descripciones. La gramática «psicológi­ca» no puede definir, sino sólo registrar declaraciones y com­probar actitudes frente a los hechos lingüísticos.

3. 2. 5. Pero uno de los corolarios más extraños que el an­tilogicismo deduce de la supuesta alogicidad del lenguaje es la idea de que, no siendo el lenguaje «lógico», tampoco habría de serlo la lingüística. También a este propósito cabe citar exten­samente a K. Vossler: «Sólo la lógica conoce clases de concep­tos jerárquicamente ordenados y puede constatar bien una restricción, bien una extensión de conceptos. Pero el lenguaje no es lógico y no puede estar sujeto a tratamiento lógico. El lenguaje no tiene conceptos, sino intuiciones, cada una de las cuales tiene su individualidad y momentáneo valor y quiere ser juzgada por sí. Se podrá en seguida coordinar las propias obser­vaciones y conclusiones para hacer resaltar lo que hay de seme. jante y común. Pero una disposición científica no podrá nunca encontrarse, y sería inútil buscarla. 42. Vossler confunde aquí el planó del lenguaje y el plano de la lingüís,tica y establece una oposición imposible entre lenguaje, por un lado, y lógica y cien­cia, por el otro, como si se tratara de cosas que se hallan en el mismo plano: la «disposición científica» no hay que encontrar­la en el lenguaje, sino en la lingüística. Toda ciencia es lógica por ser ciencia, y no por ser ciencia de un objeto lógico 43. Lo

41 Brevier, pág. 127. 42 Positivismus und Idealismus in der Sprachwissenschaft, trad. esp.

Positivismo e idealismo en la lingüistica, Madrid, 1929, pág. 52. 43 A este propósito cabe recordar que, justamente con respecto a la

lingüística, B. CROCE insistía en la necesidad de los estudios previos de filosofía, y en particular de lógica; cf. SuUa natura e l'ufficio delta lin­guistica, ahora en Letture di poeti, Bari, 1950, pág. 253.

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Logicismo y antilogicismo en la gramática 253

mismo cabe decir acerca de las definiciones: los -caballos., por ej., no son, ciertamente, objetos lógicos, pero una defini­ción de 'caballo' es, y debe ser, tan lógica como cualquier otra. Hasta el estudio de un objeto -irracional» -si es estudio y no contemplación- es necesariamente racional. Aun admitiendo que el lenguaje no tenga «conceptos» (pero cf. 2.1.), esto no sig­nifica que no ha de tenerlos la lingüística.

3. 3. 1. Al error logicista de colocar la «1ogicidad» en la lengua abstracta y de ligar a cada «forma» un significado determinado, el antilogicismo extremo suele responder con el error de creer que no podemos preguntarnos razonablemente qué es tal o cual modo significativo (verbo, sustantivo, etc.), justamente porque esos valores no pueden atribuirse constan­temente a las mismas formas, es decir, aceptando como pauta y b~se de discusión aquello que es sólo una pretensión logicis­tao En efecto, una cosa es comprobar que las categorías no coinciden con las clases de formas (porque una forma puede corresponder a más de una categoría), y otra cosa es deducir de ello que las categorías no pueden distinguirse y definirse como si debieran coincidir con esas mismas clases. Se trata aquí de un evidente paralogismo, pues en la premisa menor se atribuye al término categoría justamente aquel significado ('clase de formas') que se le niega en la mayor. Y no se advierte que, para hacer la primera comprobación, hay que pensar las categorías, al mismo tiempo, como distintas y como diversas de las clases. En realidad, la única deducción correcta es que las categorías no pueden definirse como «clases de formas» (porque son mo­dos significativos, funciones semánticas, y no grupos de pala­bras abstractas). El hecho de que la «misma palabra» (es de­cir, la misma forma abstracta) puede ser, por ej., sustantivo y adjetivo, o nombre propio y nombre común, es simplemente un hecho que hay que tener en cuenta, y el señalarlo vale como objeción contra el error de «delimitar. las categorías verbales en un plano que no les corresponde, y no contra la posibilidad

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de definirlas: los hechos pueden invalidar sólo una -definición que no los tenga en cuenta, pero no cualquier definición. Por otra parte, la definición no se realiza en el plano de los «obje­tos»; no se propone decidir si tales y cuales palabras, concretas o abstractas, son o no son sustantivos o adjetivos, sino justifi­car esa misma decisión, estableciendo qué significa ser sustan­tivo o adjetivo, es decir, deslindando conceptos.

3. 3. 2. Por la misma razón, no pueden aceptarse los inten­tos de reducir la definición de las categorías a la descripción e historia de las palabras. La descripción y la historia no se ocupan de conceptos, sino de objetos; y los objetos se mues­tran, se describen, se representan, se clasifican y -si se trata de objetos históricos- se puede hacer su historia, mas no se definen. Por lo tanto, ni la gramática descriptiva ni la historia léxica pueden proporcionar definiciones. Las llamadas defini­ciones «históricas» y «descriptivas» son, en realidad, compro­baciones de hechos y caracterizaciones de «objetos»: no nos dicen qué es una categoría verbal, sino sólo cómo son y qué ocurre con las palabras (o formas) que le corresponden, en tal o cual lengua 44.

3. 3. 3. Sin embargo, este segundo error antilogicista no es un error vulgar, pues apunta hacia la verdad de que la len­gua lingüística no es una lengua convencional, un simple códi­go, como los idiomas artificiales, los «lenguajes» establecidos por y para la lógica y los simbolismos matemáticos de tipo fijo. En efecto, éstos son sistemas sin tiempo y sin historia 45, mien-

44 Cf. la distinción entre "definición conceptual» y .definición des­criptiva» que hace implícitamente, a propósito de lo oración, A. W. DE

GROOT. Structurele Syntaxis, La Haya, 1940, pág. 13.

45 Cf. A. PAGLIARO, Corso di glottologia, Roma, 1950, 1, pág. 195; 11 lin­guaggio, págs. 78, 87. L. BLOOMFIELD, Linguistic Aspects 01 Science4, Chicago,

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Logicismo y antilogicismo en la gramática 255

tras que la lengua lingüística es esencialmente histórica 46. El lenguaje «natural» -que es el fundamento mismo de la histo­ricidad del hombre 47_ está constituido por signos móviles que se modifican en el acto de hablar, modificando a su vez el sis­tema que integran, y dicen siempre algo nuevo, «algo que no ha sido dicho nunca antes» 48.

3. 3. 4. Pero también el error logicista encubría unr. intui­ción importante: precisamente, la de la «objetividad» (mejor dicho, «intersubjetividad») del significado. Es indudable que a la misma forma pueden corresponder varios contenidos semán­ticos y que cada palabra, en cada acto lingüístico nuevo, repre­senta un nuevo significado 49. Mas también es verdad que el lenguaje no es sólo poder hablar, sino 'poder hablar y poder entender', pues 'su esencia se da en el diálogo' so. El lenguaje es el fundamento mismo de la intersubjetividad 51, puesto que, mediante el hablar, algo se comunica, es decir, se convierte en común', de modo que 'la referencia de la palabra se vuelve ob­jetiva' 52. Esta «objetividad» del significado es lo que justifica que se constituyan palabras abstractas (formas a las que se su­pone relacionado un significado más o menos constante), y,

1947, pág. 3, observa que «the use of language in science presupposes complete stability' in the habits of speech», y considera (pág. 44) que para los sistemas lógico-simbólicos no sería siquiera oportuno emplear el tér­mino «lengua» (language).

46 ef. A. PAGLIARO, Corso, págs. 60 y sigs.; V., asimismo, Forma y sus­tancia, V, 8.5. y VI, 4.2.

47 M. HmDBGGER, Holderlin und das Wesen der Dic?1tung, trad. fr. en Qu'est-ce que la métaphysique?9, París, 1951, págs. 240-242.

48 ef. A. PAGLIARO, 1l linguaggio, pág. 66; M. MERulAu-PoNn', Sur la phé­noménologie, pág. 100.

411 ef. B. eROCB, Lógica, págs. 130-131; G. GBNTILI!, Teoría generale delta spirito come atto pur06, Florencia, 1944, pág. 102.

50 M. HEIDIlGGER, Holderlin, págs. 240-241. 51 ef. M. Mmw!Av-PONn', Sur la phénoménologie, pág. 108; G. eALOGERO,

Estetica, pág. 240. 52 J. DBWEY, Lógica, pág. 61.

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256 Teoría del lenguaje y lingüística general

hasta cierto punto, explica la confusión entre los modos signi­ficativos (categorías) y las clases de palabras.

3. 4. A la confusión logicista entre lo semántico y lo real, el antilogicismo opone el error de creer que la comprobada no­coincidencia entre esos dos planos invalidaría las definiciones semánticas de las categorías. Es decir que cae exactamente en el mismo error del logicismo, pues vuelve a identificar lo se­mántico con lo real, al rechazar conjuntamente los dos crite­rios. Pero una definición semántica no es una definición onto­lógica, o desde el punto de vista de la «realidad natural». Por ello extraña encontrar tan a menudo en la crítica y teoría de las categorías verbales equívocos como el de afirmar que 'in dependientemente de la forma, las palabras como hambre, sueño, huida, conversación, deberían considerarse como verbos, porque designan procesos'; o que las palabras como rapidez, belleza, grandeza «designan cualidades sin ser adjetivos»; que en lumiere du soleil y lumiere solaire se dice «lo mismo» con el nombre soleil y con el adjetivo solaire; que el sustantivo puede significar «cualidad», por ej., belleza, y «proceso», por ejemplo, llegada; que verdure-verdoyeT, marche-marcher expre­san «la misma noción», etc. 53. En todas estas p.firmaciones, que quisieran ser objeciones contra la índole semántica de las ca­tegorías verbales, se confunden, por un lado, el «significar» con

53 Así, por ej., H.JELMSLHV, Principes, pág. JO, y Le verbe et la phrase nominale, en Mélanges Marouzeau, París, 1948, pág. 258; E. BUYSSENS, La conception fonctionnelle, págs. 39-40; H. FREI, La grammaire des fautes, París-Ginebra-Leipzig, 1929, plig. 133; J. LAROCHIITl1!, Les deux oppositions verbo-nominales, en Grammaire et Psychologie, pág. 108; etc. De incongruen­cias análogas no estaba enteramente exento, según parece, ni siquiera el gran H. PAUL, si es que hay que interpretar en este sentido su expresión csubstantivische Bezeichnungen der Eigenschaft und des Geschehens» (Prinzipien der Sprachgeschic~~e 5, Halle, 1920, pág. 352). En cambio, fuerza es recordarlo, no caían er le. mismo los campeones del logicismo grama­tical, A. ARNAuu> Y C. UNCELOT, uienes distinguían con mucha agudeza y en un sentido aún hoy aceptable entre función verbal y función sustantiva (cf. Grammaire générale et ra~ mnée, 11, 13).

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Logicismo y antilogicismo en la gramática 257

el simple «denotar» y, por otro lado, el significado léxico con el significado categorial: el qué con el cómo de la significación. y ellas carecen de fundamento justamente porque las catego­rías verbales no corresponden a diferencias con respecto al qué, sino con respecto al cómo: a diferencias en el modo de la con­cepción, «in der Weise der Erfassung» 54. Si así no fuera, habría que preguntarse seriamente si las palabras acción y verbo (que ciertamente significan 'acción' y 'verbo') deben considerarse como verbos, y por qué las palabras cualidad y adjetivo (que más que ninguna otra significan 'cualidad' y 'adjetivo') no son adjetivos.

La mayoría de las objeciones del tipo de las que se han ci­tado -y que valen, naturalmente, contra el llamado criterio «l6gico-objetivo» (es decir, contra la identificación de las cate-­gorías verbales con las supuestas «categorías de la realidad»}­se entienden también como dirigidas contra la utilización lin­güística del concepto aristotélico de 'sustancia'. Sin embargo, ellas mismas --cuando no identifican la 'sustancia' con la 'ni .teria'- confunden la sustancia ontológica (identidad de un oLJjeto consigo mismo) con la categoría de sustancia,' el ente con lo concebido como ente; lo que es objeto en la realidad natural con lo que es objeto autónomo para el pensamiento (o sea, según la formulación de Spinoza, «quod in se et per se concipitur»). No es asunto de la teoría lingüística comprobar en qué medida pueden justificarse las críticas contra la idea de las sustancias ontológicas 55. En cambio, importa subrayar que una cosa son las eventuales «sustancias» de la realidad y otra cosa es la categoría de sustancia como molde de la intuición y del lenguaje: diferencia que Aristóteles, gran «sustantivador»

54 ef. E. HUSSERL, Erfahrung tlnd Urteil. Untersuchungen zur Genea­logie der Logik, ed. L. Landgrebe, Hamburgo, 1948, pág. 249.

ss Un ejemplo puede verse en H. BBRGSON, La pensée.et le maouvant5, París, 1934, págs. 85, 185.

T. LENGUAJlI.-17

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258 Teoría del lenguaje y lingüística general

de expresiones enteras (también T6 T( ~v dvaL es un .sustan­tivo»), ciertamente no ignoraba. Mediante la categoría de sus­tancia puede objetivarse también la identidad, real o concep­tual, entre corr~correré-corría-corríamos, ,etc. (el correr) y pueden, asimismo, volverse objetos mentales autónomos «un sauve-qui-peut» y «el aquÍ», que, ciertamente, no son «objetos» de la realidad natural 56.

3. 5. Finalmente, al error de postular la generalidad histó­rica de las categorías, el antilogicismo opone el error paralelo de considerar que, por no ser generales, las categorías no po­drían definirse «universalmente», sino sólo con respecto a una lengua determinada. Pero una definición conceptualmente «uni­versal» no implica afirmar la generalidad histórica de lo defi­nido: el definir semánticamente el 'adjetivo' no significa atri­buir los adjetivos a todas las lenguas. Por otra parte, con res­pecto a una lengua determinada, no se puede decir qué es una categoría, sino sólo si ésta se da o no se da en esa lengua y, si se da, cuál es el esquema formal en el que se expresa. No pode­mos definir «el-adjetivo-en-inglés», «el-sustantivo-en-alemánJl), etc.

A este propósito, se ha observado que una definición del nombre como «a noun is a word used as the name of a living being or a lifeless thing» es inútil, porque 'no nos dice nada acerca de la estructura del inglés y no nos permite reconocer un nombre cuando lo encontramos' 57. En efecto, la definición citada es indefendible, mas no por las razones indicadas, sino porque es una definición logicista y falsa. La definición de una categoría verbal tiene interés teórico, para el conocimiento del lenguaje en general, y no interés instrumental, para la descrip­ción exterior de una lengua determinada. Tal definición, por

56 Cf, la interpretación esencialmente exacta de A. S~CHEHAYE, Structu­Te logique, págs, 202 y sigs., y G. GALICHET, GTammaire psychologique, pá­ginas 23-24.

57 B. BLocH Y G. L. TRAGER, Outline 01 Linguistic Analysis, Baltimore, 1942, pág. 69.

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Logicismo y antilogicismo en la gramática 259

otra parte, no puede decimos nada acerca de lo estructura ma­terial de una lengua, ni hacernos reconocer «unnombrelt, como hecho físico, pero no por ser inadecuada, sino porque se refiere 11 otra cosa, enteramente distinta: a un modo significativo, es decir, a una forma mental que pertenece sólo a la interioridad de la conciencia, y que no puede comprobarse como fisicidad. Aquello que una definición semántica define no puede «encon­trarse» más que en la mente. El cometido de hacer reconocer las estructuras físicas como manifestación de determinados modos significativos lo tienen, justamente, las descripciones. Las categorías verbales no son o modos significativos o esque­mas formales, sino modos significativos universales que en de­terminadas lenguas se expresan (manifiestan o materializan) mediante determinados esquemas formales. Las llamadas «ca­tegodas» de la gramática son necesariamente formales; pero no porque las categorías semánticas sean indefinibles o porque su definición sea «inútil», sino porque la gramática, entendida como descripción de un sistema, no puede definir, sino sólo comprobar y describir.

4. 1. Naturalmente, el «logicismo» y el «antilogicismolt no son doctrinas organizadas o posiciones individuales de tales y cuales estudiosos, ni es pensable que algún estudioso sea ente­ramente clogicista» o enteramente «antilogicistalt, en el sentido en que esos términos se han empleado en estas páginas. Se tra­ta de posiciones genéricas, de errores corrientes que afectan los estudios lingüísticos y gramaticales. Tales errores se insinúan hasta en obras muy valiosas, y justamente por esto conviene señalarlos y eliminarlos.

4. 2. Además, ello es necesario porque el antilogicismo se basa a menudo en las mismas confusiones del logicismo y, en lugar de salvar y aclarar aquella parte de verdad que la gra­mática «lógica» contenía, la ignora o la abandona. Por otra par­te, el antilogicismo, en sus varias formas contemporáneas -bis-

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260 Teoría del lenguaje y lingüística general

toricismo, formalismo, psicologismo-, nO puede sustituir a la gramática clógica». En efecto, ninguna de las orientaciones señaladas cubre el campo necesario que aquella disciplina ocupaba: ellas ofrecen comprobaciones y descripciones, mas no definiciones. Con esto no se niega su validez. sino que sólo se rechazan sus pretensiones de exclusividad. Es que, en realidad, no se trata de enfoques antitéticos con respecto a la gramática clógica», sino simplemente de investigaciones distintas e igual­mente válidas, que se ocupan de otros aspectos del lenguaje y se plantean otros problemas. Mientras tanto, los problemas de la gramática «lógica» siguen en pie, pues ni la gramática his­tórica, ni la gramática descriptiva, ni la psicología, pueden sustituirse a la teoría de las categorías lingüísticas. Es por esto por lo que la gramática «lógica» no debe abandonarse, sino que 'hay que definirla y formularla en un sentido nuevo' 58. Y mejor sería no definirla ni como «gramática» ni como «lógica», si por «gramática» se entiende la descripción de un sistema y si el término clógica» se entiende de algún modo como referido al objeto y no a la disciplina (la cual, por otra parte, siendo teo­ría, no podría dejar de ser lógica).

(<<Revista Naciona!», Montevideo, nÚDl 189, páginas 456-473, y, en edición independiente, Montevideo, 1957, 1958; también en traducción portuguesa, RBF, 11, 1956, págs. 223-244.)

58 Cf. E. CASSIRER. Antropología, pág. 237.

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EL PLURAL EN LOS NOMBRES PROPIOS

1. 1. La conocida oposición de Donato entre nombre pro­pio y apelativo (nomen unius hominis, appellatio multorum) y la definición tradicional del nombre propio como «nombre que conviene a un objeto .. , presentan varias dificultades y resultan evidentemente insuficientes sin ulteriores precisiones y aclara­ciones. Sin embargo, en la medida en que no se trata de sim­ples convenciones, sino de afirmaciones fundadas en el «saber natural-. acerca del lenguaje, ellas no pueden rechazarse sin más como «errores». Una teona del nombre propio, entendida como teoría de la experiencia lingüística, debe justificarlas; es decir, que debe establecer en qué sentido y en qué plano ellas tienen validez. El punto de vista que aquí se adopta es, pues, que la unicidad de lo designado por el nombre propio está con­firmada por el «saber originario», pero que, por otra parte, existen hechos objetivos que parecen contradecirla 1.

1. 2. Cabe señalar que las dificultades aludidas no se da­ban en igual medida para los antiguos, que no consideraban las palabras como significantes fuera del hablar y no tenían el

t Acerca del «saber originario .. como fundamento de la ciencia del lenguaje, cf. H. J. Pos, Phénoménologie et linguistique, .Revue Int. de Philosophie», 1, 2, págs. 354-365, y The Foundation 01 Word-Meanings. Dif­ferent Approaches, «Lingua», 1, 3, págs. 281-292. Véase, además, en este mismo libro, Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje, 11, 3.5.

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concepto moderno de ulengua» 2. Asimismo, ellas no existen de ningún modo para los lógicos, que consideran como significa­tivas exclusivamente las proposiciones 3 y para quienes el «nom­bre propio» no es, en realidad, una categoría verbal, sino una función proposicional, desempeftada por cualquier palabra o ex­presión que, en una proposición detenninada, denote un objeto. Las dificultades existen sólo para el lingüista, que considera las palabras como elementos de muchos enunciados, reales y posibles, y las considera tanto en el hablar concreto como en la lengua.

1 3. La dificultad principal -y la única que será aquí dis­cutida- está dada por el hecho de que los nombres propios (o, mejor, las palabras que son también nombres propios), pue­den hallarse en plural. O. Jespersen, a pesar de entender que «in the strictest sen se no proper name can have a plura!», se­ñala por lo menos cinco casos que parecen contradecir esta afinnación: a) nombres qUf". se designan conjuntos de objetos: the Pyrenees, the United States,· b) nombres aplicados a una pluralidad de objetos que individualmente se llaman con el mismo nombre: John, Marys, Romes; c) nombres aplicados a una pluralidad de miembros de la misma familia: Tymperleys, Stuarts; d) nombres empleados para significar «entes como ... »: Edisons, Marconis, Switzerlands; e) metonimias: two Rem­brandts ('dos obras de Rembrandt') 4. Y la enumeración no está aún completa: pueden dejarse de lado los nombres como lato Athenae; esp. Los AJamos, Las Vegas; rumo BUéure§ti, Ia§i, porque, aun siendo fonnalmente plurales, designan, evidente-

2 Cf. a este propósito, J. LoHMANN, Das Verhiiltnis des abendUindi­schen Men.schen zur Sprache, «Lexis», 111, 1, págs. 5-49 (yen partic. pági­nas 11 y sigs.).

3 Cf., por ej., L. WITl'GBNSTEIN, Tractatus lógico-philosophicusS, Lon­dres, 1951, pág. 50: «Nur der Satz hat Sinn; nur im Zusammenhange des Satzes hat ein Name Bedeutung.» Ver también H. REICHENBACH, Elements 01 Symbolic Logic2, Nueva York, 1948, pág. 6.

4 The PhilQsophy 01 Grammar4, Londres, 1948, págs. 64, 69.

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El plural en los nombres propios 263

mente, objetos «singulares» 5; pero en él grupo e) hay que in­cluir los nombres de tribus y pueblos empleados sólo en plural, como lato Veneti, HelvetU, o que tienen también el singular, como gr. MTiflol, 'lttpoal 6•

2. 1. De los casos señalados pueden excluirse, sin más, los grupos d) y e), pues' las formas que ellos comprenden son, en realidad, nombres comunes. El problema de la «unicidad» del objeto designado no puede siquiera plantearse en tales casos: se trata, evidentemente, de nombres de «clase» o de «tipo», es decir, de apelativos 7. A veces se hace referencia a ellos como a

5 Cf. A. H. GARDlNER, The Theory 01 Proper Names, Londres, 1940, página 27.

6 Id., lbid. ef. también The Theory 01 Speech and Language2, Oxford, 1951, pág. 338. Se han respetado aquí los ejemplos de Gardiner; pero, para las lenguas romances, valen en el mismo sentido todos los nombres co­mo: los españoles ('el pueblo español'), les Fran{:ais ('el pueblo francés'), etcétera. Gardiner los evita porque pueden interpretarse como adjetivos, pero no es una razón suficiente, pues una «palabra» es adjetivo cuando se emplea como adjetivo, y no cuando se emplea de otro modo. Las ca· tegorías verbales son, justamente, «categorías", significados categoriales, partes orationis, es decir, modos de ser de las palabras en el discurso, y no clases léxicas fijas; pertenecen a la gramática, y no al diccionario (si éste se entiende como registro de «palabra meras .. , o de semantemas, independientemente del «significado categorial»).

7 ef. F. BRUNOT, La pensée et la langue3, reimpr., París, 1953, págs. 75, 96, 105; B. MIGLIORINI, Dal nome proprio al nome comune, Ginebra, 1927, páginas 34, 331; y también B. BOSANQUlIT, Logic or the Morphology 01 Knowledge2, reimpr., Londres, 1931, pág. 49; J. N. KEYNES, Studies and Exercises in Formal Logic4, Londres, 1906, pág. 45. Acerca de la diferencia entre «clase. y «tipo., cf. W. E. eOllISON, lndication, Baltimore, 1937, pá­ginas 39-40. Ya J. W. MElNER, Versuch einer an der menschlichen Sprache abgebildeten Vernunftlehre oder Philo.~ophische und allgemeine Sprach· lehre, 1781, observaba que, en los casos como die Cicerone, Mani, der Ulysses unserer Zeit, se trata de nombres comunes; cf. el fragmento re­producido en H. JuÑKER, Sprachphilosophisches Lesebuch, Heidelberg, 1948, pág. 96. También K. BRUGMANN; Kurze Vergleichende Grammatik der indogermanischen Sprachen, reimpr., Berlín-Leipzig, 1933, pág. 414, refi· riéndose a casos como 'HpCX1().,tE«;, Catones, 'Mli.nner wie H.', 'Miinner wie C.', señala que tienen .. appellativische Bedeutung .. ; y con esta opinión concuerda la mayoría de los estudiosos. Una excepción notable es la de

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«nombres propios empleados como comunes», pero esto sólo significa que en esos empleos son comunes, y que los mismos semantemas, en otros empleos, suelen ser nombres propios: es como decir que ingl. to shop es un «sustantivo. (the shopj «empleado como verbo».

2. 2. 1. Una dificultad mayor parece presentar el grupo b): el nombre propio no sería individual, puesto que «el mismo nombre. se aplicaría a muchos individuos. En efecto, sobre esta dificultad se basan una serie de actitudes contradictorias con respecto al problema del nombre propio.

2. 2. 2. Algunos estudiosos, entre ellos F. Brunot y A. Dau­zat, consideran tal dificultad como suficiente para negar todo valor teórico a la distinción entre nombres propios y comunes: teóricamente, el nombre propio debería ser nombre de un objeto; pero hay varias ciudades que se llaman París, Amster­dam, Villefranche, Villeneuve, etc., y muchísimos individuos que se llaman Lefebvre o Ferry; por 10 tanto, la distinción entre nombres propios y comunes sería frágil y convencianal (Bru­not) 8, o bien «artificial» y «lógicamente imposible» (Dauzat) 9.

2. 2. 3. Otros autores parecen entender que habría nombres propios «más verdaderos» o «genuinos» (los que se aplican a objetos únicos), y otros «menos genuinos» (los que se aplican a varios objetos). F. Brunot asume también esta actitud, pues

V. BR0NDAL,. Ordklasserne, Copenhague, 1928, págs. 84-85, que incluye entre los nombres propios las expresiones como un Platón, un Napoleón; pero Br"ndal se basa en un criterio muy discutible, según el cu3.I también mate seria nombre propio para los daneses, aunque no para los para­guayos, que conocen el objeto designado por esta palabra (cf. Morfologi og SyntaJC, Copenhague. 1932, pág. 37).

8 Ob. cit., pág. 39. Cf. también pág. 96: .n y a eu douze Césars, n y a un nombre énorme de Boulanger ou de Lef~vre".

9 Les noms de personnes. Origine et évolution, lBe mille, Paris, 1946, páginas 1 y sigs. Pero cf., del mismo autor, Grammaire raison~e de la langue fran~aise, Lyon, 1947, págs. 57-59, donde se sostiene una posición muy distinta.

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entiende por nombres «estrictamente propios» a los que .per­tenecen» a UD solo objeto 10. Lo mismo parece pensar en al­gún momento K. Bühler 11. Y A. Gardiner cree que Dionisio de Tracia, al emplear el adverbio [f)[ú)<; 'individualmente', 'perso­nalmente', en la definición del nombre propio, debía de pensar en los nombres unívocos que, por su aplicación única y fija, serían «hechos de lengua» 12. A tal categoría pertenecerían, se­gún Gardiner, los nombres como Yugurta, Vercingetórix, Popo­catepetl, a los que llama «embodied proper names»; los otros, como Juan, Maria, serían «disembodied», y se 'encorporarían' sólo al ser nombres de personas determinadas 13.

2. 2. 4. Sobre bases análogas, Ch. BaHy distingue entre «nombres propios de la lengua» (actualizados de por sí), que

10 ••.• sauf bien entendu quand ils sont strictement propres, c'est-a-dire quand le nom n'appartient réellement qu'a un seul, par exemple la Meur­the ou le mont Cervin- (Ob. cit., pág. 95).

11 Cf. Sprachtheorie, trad. esp. Teoria del lenguaje, Madrid, 1950, pá­gina 259.

12 Es extraño que Gardiner interprete en este sentido su propia teoria de la .Iengua. como «saber .. (cf. The Theory fY/ Speech and Language, páginas 68-93 y 106 Y sigs.). En efecto, la .. lengua" es un saber, una tU­;,ica (ef. A. PAGUAltO, 11 linguaggio come conoscem;a, Roma, 1951 [1952], en partic. págs. 56 y sigs. y 63), pero es un saber acerca de modelos y es­quemas lingüísticos, y no acerca de los objetos. Acerca de los objetos informan la experiencia y las ciencias no-Iingüísticas; as1, que un volcán se llamé Popocatepetl, y sólo haya uno de este nombre, y que alguien se llame realmente Juan, son, respectivamente, hechos de geograffa y de registro civil, y no hechos de lengua.

13 Proper Names, págs. 11-15. También otros autores piensan en los nombres de objetos cúnicos» como en un tipo particular; así, J. HOLT,

Rationel Semantik (PleremikJ, Copenhague, 1946, pág. 66, y E. AiARcos LLoRACH, Gramdtica española, Madrid, 1951, pág. 90, que dan ejemplos corno Dinamarca, Africa, Tajo, Galicia. Estos' serian .inmóviles en cuanto al articulo, al número y al género". En realidad, la unicidad en este caso es antológica o histórica, pero no conceptual; se puede decir perfectamente Dinamarcas. Africas, Galicias, y el valor de los nombres cambia, pero esto no puede apreciarse con criterios formalistas, que sir· ven para caracterizar y describir, no para definir. Distintos son los pro­blemas que plantean los nombres como Baleares o Andes (cf. 3.5.).

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designan un solo objeto y siempre el mismo (como Anlbal, los Pirineos, el sol, la luna, Don Quijote), y «nombres propios del habla .. (actualizados ocasionalmente), que designan un solo objeto en una situación determinada. Una tercera categoría, intermedia, sería la de los nombres propios «passe-partoub, como Paul, Pierre, Louis, «predestinados a ser nombres pro­pios de la lengua», pero que sólo se volverían tales «grace a une situation donnée permanente» 14. Esto implica considerar como «nombres propios» (además de los singulares «natura­les», como sol y luna) una larga serie de palabras y expresio­nes que el saber originario no reconoce como tales; así, los nombres de personificaciones (la Beauté, la Justice) 15; los nombres de materia y abstractos (el oro, el aire, la virtud, la vida) 16; y, en el hablar, también los déicticos como yo, aquí, esto (cf. los «nombres propios lógicos»).

2. 2. 5. Finalmente, algunos autores consideran que la di­ferencia entre nombre propio y nombre común no tiene nada que ver con el <múmero» de los objetos designados y debe buscarse en otras características. Así, V. Bnmdal, según el cual la idea de la «unidad» sería 'una concepción popular y arbitraria desde el punto de vista lógico', puesto que 'desde los tiempos del cristianismo primitivo, nomores como Pedro y Juan se han aplicado a miles de individuos' y 'Washington es el nombre de más de doscientas localidades en los Estados Unidos' 17. Análogamente, S. Ullmann considera que la diferen-

14 Linguistique générale et linguistique francaise3, Berna, 1950, pági­nas 80-82; cf. también págs. 97, 291, 2%. De manera análoga, J. ZARAGtlETA, El lenguaje y la filosofía, Madrid, 1945, págs. 31~311, distingue entre «nom­bres propios formales» (como Roma, César, Augusto) y «nombres propios funcionales» (que serían tales en un contexto, por designar un solo objeto).

15 Así también en A. DAuzAT, Gramm. rais., 1. cit. 16 Acerca de estos nombres, cf. B. BOSANQUET, Ob. cit., pág. 46, Y

K. BtlHU!R, Ob. cit., pág. 345. 17 Ordklasserne, págs. 43, 46.

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El plural en los nombres propios 267

cia entre los nombres propios y ]os comunes cno reside en el número, como lo enseñaba la gramática tradicional», puesto que en Inglaterra hay más Joneses que mariscales 18, y en Fran­cia eil ya ... des milliers de lean-s, mais il n'y a qu'w¡ seul Pré­sident de la République» 19.

2. 3. Naturalmente, la diferencia no reside en el «número» simplemente, pero la idea misma de que debería residir en el número pertenece a la interpretación, y no al «saber origina­rio» acerca de la unicidad de lo d~signado por el nombre pro­pio. En realidad, tambi~n esta dificultad es bastante superfi­cial: ella se debe a una exigencia injustificada de «bi-univoci­dad» y a una extraña confusión con respecto al concepto de cpalabra».

La exigencia de bi-univocidad no tiene ninguna base, pues lo de que haya muchos individuos que se llaman luan es sim­plemente Un hecho, y no un problema a resolver 20. La teoría y la definiCión del nombre propio tienen que partir de este hecho, y no tratar de eludirlo, acudiendo a un concepto de «nombre propio ideal», que sería una pura convención. En la lingüística (fuera del campo de la gramática normativa, que es una disciplina lateral), no hay lugar para ningún «deber ser». Así, aunque existan nombres propios unívocos, no puede to­marse esto como rasgo definitorio y necesario, puesto que hay muchos que no lo son. Pero no hay que confundir los nombres multívocos con los nombres plurivalentes o universales 21. Los

18 Words and their Use, Londres, 1951, pág. 34. 19 Précis de sémantique fraru;aise, París-Berna, 1952, págs. 24-26. 20 Por lo menos en parte, tal exigencia se debe a una re-interpretación

del adjetivo «propio» en el sentido de 'perteneciente sólo a .. .'. Pero el significado primitivo de lívo(J.a KÚplOV, lato nomen proprium no era éste, sino el de 'nombre auténtico', 'nombre propiamente tal'. ef. B. DELFRtlCK, Einleitrl,g in das Studium der indogermanischen Sprachen6, Leipzig, 1919, página 6; V. BR0NDAL, Ordkl., págs. 41-42; A. GARDINER, Prop. Names, pági­na 10; A. PAGLIARO. Ob. cit., pág. 75.

21 Ver a este propósito E. HUSSERL, Logische Untersuchungen. trad.

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nombres como Juan, Roma, Londres no se emplean con el mis­mo sentido para objetos diferentes, como los nombres comu­nes 22; los entes a los que ellos se aplican no constituyen una extensión correspondiente a una intensión, sino que «cada uno de ellos forma por sí solo una extensión separada que corresponde a una intensión separada y distinta» 23. En efecto, lo importante no es que Juan o Roma sean nombres de varios objetos, sino 'el modo en que los nombres se emplean para los hablantes y se entienden por los oyentes' 24: ellos pueden ser «materialmente idénticos», pero «pertenecen a momentos lingüísticos distintos» 25. En otros términos, los nombres pro­pios pueden ser multlvocos, pero son siempre monovalentes, no son nombres de «clase» 26.

Pero -y aquí está la confusión a la que se aludía- los nombres no son multívocos como palabras (significante + sig­nificado), sino como «meras palabras», como puros significan­tes. Dos nombres Juan de aplicación distinta tienen en común sólo la parte física, y no la parte significativa: no representan propiamente una sola palabra. Para emplear una feliz distin-

esp. Investigaciones lógicas, 11, Madrid, 1929, pág. 54. Cf. también la dis­tinción entre nombres unívocos y equfvocos en J. STo MILL, System of Logic, trad. esp. Sistema de lógíca, Madrid, 1917, pág. 54; Y J. N. KEYNBs, Ob. cit., pág. 13.

22 W. S. JI!VONS, Logic, trad. esp., [.(jgica, Madrid, 1941, pág. 17. 23 B. BosANQUET, Ob. cit., pág. 49. 24 O. JESPERSEN, Ob. cit., págs. 64 y sigs. 25 B. MIGUORINI, Ob. cit., pág. 3. También A. GARDINBR, Proper Names,

página 21, observa que los nombres John aplicados a varios individuos deberían considerarse como • homónimos ». Sería preferible decir -homó­fonos»: como ensefiaba ARISTÓ'I'I!LES, Categoriae, 1, la, -homónimas» son las cosas que, siendo distintas, tienen el mismo nombre.

26 Cf. B. RUSSElL, An Inquiry into Meaning, and Truth, trad. esp. In­vestigación sobre el significado y la verdad, Buenos Aires, 1946, pág. SO: «cuando decimos «Aquí está Juan», no queremos decir «Aquí hay algún miembro de la clase de personas llamadas 'Juan'»; antes bien, considera­mos el nombre como si correspondiera exclusivamente a aquella per­sona».

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dón de L. Wittgenstein, ellos constituyen un único signo, pero son símbolos distintos 27. Asl, pues, cuando se dice que tam­bién Juan es «nombre de muchoslt y que no se distingue en esto de los apelativos como perro, no se habla de «palabraslD en el mismo sentido, pues toma perro como palabra verdadera (signo - símbolo) y Juan como «mera palabralt, como puro «signolt 2b.

Lo dicho permite aclarar en qué sentido hay que interpretar los plurales como «Juaneslt, «Marías», «Romas». Como ya lo había observado J. 'W. Meiner, a propósito de ejemplos como -die Heinriche in d,er Kaisergeschichtelt, «le Henri dont je vous al parlé» 29, también en este caso se trata simplemente de nom­bres apelativos, de verdaderos nombres de «claselD: las pala­bras «Juan», «María», «Roma» se emplean aquí para designar las clases de objetos que tienen en común sólo el ser nombra-

27 Cf. Tractatus, págs. 52·54. 28 La distinción entre «palabra significativa» y «mera palabra» (puro

significante o nombre dI.! sí misma) es antigua. La hacían ya los pen­sadores griegos, que opornan el concepto de llloC;. 'Iloovi¡ al concepto de 5volla a{¡ll~o)..ov, (cf. A. PAGLIARO, Eraclito e il logos, en Saggi di critica semantica, Messina-Florencia, 1952. págs. 131-157, en partic. pág. 140). Ella aparece con toda claridad en PLATÓN, Epist. VII, 342 a.c; en AlusTÓ'lUES, De interpretatione, 16 a-b, yPoetica, 1457 a; y luego en los escolásticos, con la conocida doctrina de la suppositio materialis, y en LHmNIZ, Nuevo tratado sobre el entendimiento humano, III, t, 4. Más redentemente la han subrayado, desde distintos puntos de vista y con varios propósitos, una larga serie de estudiosos (cf., por ej., J. DEWBY, Logic. The Theory oi lnquiry, trad. esp. Lógica. TeorÚl de la investigación, México, 1950, pág. 63; W. M. URDAN, Language and Reality, trad. esp. Lenguaje y realidad, Mé­xico, 1952, págs. 49, 89, 165; A. W. DE GROOT, Structurele Syntaxis, La Haya, 1949, pág. 31; C. F. P. STUTTERHEIM, lnleiding tot de taal-philosophie, Am­beres, 1949, páp. 129-130, etc.), y han insistido en ella sobre todo los estu­diosos de ló¡ica simbólica, al deslindar el «lenguaje» del «metalenguaje» (cf. R. CARNAl', Logische Syn.tax der Sprache, trad. ingl. The Logical Syntax ot Language3, Londres, 1951, pág. 153; H. RmCHENDACH, Ob. cit., pág. 9). La teoría del nombre propio y la teoría de las categorfa,s verbales en ¡eneral parecen ser -el último refugio de las confusiones a este propósito.

29 Cf. H. JUNJalR, Ob. cit., l. cit.

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dos, cada uno individualmente, con los nombres propios mul­tívocos Juan, María, Roma. Y, nuevamente, «Juan» y Juan coin­ciden sólo como meras palabras, y no como palabras significan­tes, pues «Juan» nombra a un individuo 'Juan' sólo en cuanto se llama Juan, y no en cuanto es el tal 'Juan' determinado. Pero el nombre propio Juan no es, aquí tampoco, nombre de «clase., ni se aplica a una clase ya existente en la realidad, como el nombre común perro; al contrario: el nombre propio es un antes, y no un después, con respecto a la clase: es condición para la constitución de la clase como tallO. Ahora, clases del mismo tipo podrían constituirse también sobre la base de nom­bres comunes (por ej., «soles», 'eL astro y la moneda peruana'). Si esto es mucho más corriente con los nombres propios, se deberá al hecho, señalado por A. Marty y O. Funke, de que a la representación de un objeto designado con nombre propio pertenece también el «so und so Gennantsein» 31.

30 L. BLOOMFII!LD, Language, Nueva York, 1933, pág. 205, habla, a propó­sito de estos casos, del fenómeno de acIass-cleavage». Y GARDINER, Proper Names, págs. 17-18, los considera como «hechos de habla .. (se tratarla de «nombres propios empleados como comunes»). En realidad, son también hechos de • lengua», pues obedecen a los esquemas formales del sistema y se admiten por la norma (acerca de estos conceptos, cf., en este vo­lumen, el estudio titulado Sistema, norma y habla). Además, si se acepta que "Juan» y Juan no son "la misma palabra», es evidente que «Juan.. no sólo se emplea como nombre común, sino que es nombre común, es decir, nombre de cIase. No hay duda que las cIases de este tipo, como las que se han visto en 2.1., se distinguen netamente de las nombradas por nombres como perro, caballo, pero no se distinguen por el «signifi­cado categorial» de los nombres, sino por el modo en que se las piensa (como provisionales, y no como permanentes).

31 Cf. O. FUNK, Zur Definition des Begriffes «Eigenname», en Fest­schrift Hoops, Heidelberg, 1925, págs. 72-79. Véase también A. ALoNSO Y P. HENR10UEZ URBÑA, Gramática castellana, 2.° curs09, Buenos Aires, 1950, página 38. En esta misma intuición, fundamentalmente exacta, se basa en parte la discutible teoría de J. Sto Mill de los nombres propios como «no­connotativos» (aceptada por Br0ndal, Gardiner, Alonso, Ullmann y muchos otros), acerca de la cual v., sobre todo, E. HUSSERL, Ob. cit., págs. 63 y siguientes, y J. DHWEY, Ob. cit., págs. 394-399, 405 Y sigs.

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3. 1. Más sutil es la dificultad planteada por los nombres propios que designan conjuntos de objetos y, sobre todo, por los apellidos y los nombres de pueblos. A pesar de esto, se trata de una dificultad que a menudo pasa inadvertida. Pocos autores señalan explícitamente que los nombres propios pueden desig­nar una «colectividad», o que también son nombres propios los nombres de pueblos 32. Y sólo Brunot utiliza este hecho como argumento para afirmar la «convencionalidad» de la distinción entre nombres propios y apelativos» 33.

3. 2. Quien ha visto claramente esta dificultad ha sido A. H. Gardiner 34. Existirían, según Gardiner, nombres propios que no serían «singulares», sino que designarían realmente una plu­ralidad de individuos, como ingl. Plantagenets y lato Veneti, Helvetii (y también Quirites, Luceres, Ramnes); y otros que podrían emplearse tanto en singular como en plural, exacta­mente como los nombres comunes, sin perder por ella el status de nombres propios; así, gr.M~5oC;, M~50l.Los casos más claros -sustituyendo ejemplos españoles a algunos de los que da Gardiner- serían los de los apellidos (Pedro Sánchez -los Sánchez), de los genticilios romanos (Claudius - Claudii) y de los nombres de pueblos (un persa-los persas). Pero éstos jus­tificarían la constitución de una categoría especial de «common proper names», en la cual cabría incluir varios otros nombres, como los de archipiélagos (Baleares, Azores, Canarias), de sie­rras (los Pirineos, los Alpes) y de ciertos grupos de estrellas

u Así, J. MAROUZMU, Lexique de la terminologie linguistique3, París, 1951, pág. 156; G. DEvOTO, Introdu:z.ione alla Grammatica3, Florencia, 1946, "'¡ina 48; A. DAUZAT, Gramm. rais., l. cit.

J3 Ob. cit., pág. 39. También lo hace DAUZAT en Les noms de personnes, pero no en la Grammaire raisonnée.

J4 Proper Names, págs. 21-22, 25-28. En The Theory 01 Speech and Lan­'1441,,1, 1932, Gardiner definía aún el nombre propio como ca word which reten only to one individual thing», y as1 aparece también en el texto de l. 2," ed., pág. 41; pero en una nota agregada a ésta, pág. 338, se elimina como «erróneo,. el criterio de la singularidad.

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(las Pléyades); quizá también los «colectivos», como Dodecane­so y Heptarquía, acerca de los cuales Gardiner no se pronun­cia explícitamente.

3. 3. La propuesta del ilustre egiptólogo inglés puede, sin duda, presentar interés para la gramática práctica (que quizá necesite una categoría intermedia de «nombres propios-comu­nes»), pero teóricamente resulta discutible. También parecen insostenibles la mayoría de los argumentos en los que ella se apoya. Así, Gardiner observa que la ausencia del signo ortográ­fico del plural (-s) en fr. les Petitjean, les HameZ parece indicar que el apellido se considera como nombre de cada miembro de la familia, y no de la familia como tal. A este respecto, no importa siquiera observar que tal hecho podría interpretarse también en el sentido cont;ario (es decir, que el nombre indica a toda la familia, globalmente, y no la pluralidad de sus miem­bros), ni que otras lenguas --como el ruso, el servio-croata, el rumano y el mismo inglés- presentan un estado fónico y no sólo ortográfico exactamente opuesto (Golovlevy, Glembajevi, Pope§tii, the Browns), porque el argumento no tiene, en reali­dad, ninguna fuerza probatoria: se trata de una simple norma ortográfica convencional, no muy seguida y con muchas excep­ciones 35. Tampoco pueden enseñarnos mucho los «colectivos». Ante todo, es muy dudoso que nombres como Dodecaneso y Heptarquía sean «colectivos», salvo para los griegos (y aun para éstos sólo lo serían en el plano de los nombres comunes, y no como propios). Y si alguien considerara France como «nombre colectivo», esto no pasaría de ser un simple error, y no podría aducirse como indicio acerca de la eventual no-singularidad de los nombres propios 36. De todos modos, los llamados «colecti-

]S Cf. F. BRUNOT, Ob. cit., pág. 105; B. MIGLIORINI, Ob. cit., pág. 332. 36 En realidad, el autor al que se refiere Gardiner, J. MAROUZBAU,

Lexique, no habla de «colectivo», sino de colectividad, que es algo muy diStinto. Así, por 10 menos, en la 2." ed., 1943, y en la 3.", 1951. No he podido ver la l." ed., 1933, citada por Gardiner.

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VOS» son singulares: como el mismo Gardiner dice, 'designan una pluralidad pensada como unidad' 37. Así, también, no hay nada problemático en el hecho «that Europe comprises a num­ber of countries of which Germany is one, that Prussia is a province of Germany, that Berlin is in Prussia, and that that same capital houses several million persons»: se trata simple­mente de clases jerarquizadas, siendo cada una de ellas «clase» con respecto a sus miembros, pero «individuo» (y designable COn nombre individual, como en efecto ocurre) con respecto a otras clases análogas.

3. 4. Pero, con todo esto, la dificultad señalada por Gardi­ner .~ue no es de ningún modo superficial- permanece intac­ta, aunque no para todos los ejemplos indicados. En efecto, ella no parece subsistir en lo que atañe a los nombres que no tie­nen singular, como Andes, Pirineos, Azores, Baleares, Helvetii, Veneti. Aquí no se trata realmente de multiplicidad, sino más bien de totalidad, y la totalidad (Allheit), como decía Kant, «no es otra cosa que la pluralidad (Vielheit) considerada como unidad» 38. Las islas de un archipiélago pueden ser muchas,

37 Así también para los lógicos; cf. J. STo MILL, Ob. cit., pág. 36. Mas no es un «colectivo_ duma, que figura entre los ejemplos de Gardiner, por­que designa una institución, y no significa simplemente «muchos dipu­tados rusos»; y no lo son ni Mafia ni Camorra . . Como «colectivos- pueden clasificarse, si se quiere, nombres como arboleda, sauzal, etlcinar, solda­desca; pero no son colectivos, ni formal ni semánticamente, los nombres como bosque, ejército, a pesar de muchas gramáticas escolares y de F. UZARO CARREl'ER, Diccionario de términos filológicos, Madrid, 1953, pá­gina 78. De este paso deberían ser colectivos los nombres casa -porque el objeto 'casa' contiene muchas piezas o muchos ladrillos- y hombre, por­que el hombre se compone de muchas células (como, en efecto, pensaba F. MAUTHNER, Beitriige zu einer Kritik der Sprache, III, Stuttgart-Berl1n, 1902, págs. 279-280).

38 Kritik der reinen Vernunft, Anal. J, 1, 3. Ver también la distinción entre unidad-pluralidad e individualidad-multitud, en TH. LIPPS, Grund­züge der Logik, trad. esp. Elementos de lógica, Madrid, 1925, pág. 140. Cf., además, E. SAPIR, Totality, Baltimore, 1930, y el sagaz artículo de V. BRaNDAL, Omnis et totus, ahora en Essais de linguistique générale, Copenhague, 1943, págs. 24-32.

T. LENGUAJE.-18

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pero el nombre plural no designa esta y esa y aquella isla como individuos, sino a todo el archipiélago en conjunto. Una isla del grupo llamado Azores no es «una Azor», sino una de las Azores; y dos islas no son «dos Azoreslt 39. El mismo Gardiner observa que -por lo menos por ahora- no se dice a Seychelle ni a Py­renee; sin embargo, piensa que, con respecto a nombres como Helvetii, Veneti, habría indicios de que no se tomaban, o no se tornaban siempre, en sentido global;. en efecto, se dan en latÍD enunciados corno: Venetorum alii fugerunt, alii occisi sunt. Esto es cierto; pero lo de que una palabra designe la pluralidad corno unidad, globalmente, no significa que deba ignorarse la multiplicidad de la cosa designada. Hay, por otra parte, eviden­cia de que esos nombres designaban globalmente, pues podían aplicarse también a los territorios ocupados por las poblacio­nes respectivas: in Venetis, 'en el territorio de los Vénetos' 40.

Así, pues, estos nombres designan «conjuntoslt de objetos, pero no dejan por esto de ser «singulares»: no son nombres de clase o « genéricos lt, pues no pueden designar también a los miem­bros de un conjunto, y sólo se aplican a éste en su totalidad.

3. 5. La dificultad es mayor con respecto a los apellidos y gentilicios, pues éstos parecen ser nombres fijos tanto de la familia o gens corno de cada uno de sus miembros. Pero, si así fuera y se tratara realmente de nombres genéricos, los miem­bros de la familia o de la gens deberían poder llamarse «un Sánchezlt «un Claudius», lo cual no ocurre sin qne esas pala­bras dejen de ser nombres propios (cf. 2.3.). En realidad, las palabras Sdnchez o Claudii, consideradas corno tales y de por sí, son nombres individuales de una familia y de una gens,

39 Cf. O. JBSPBRSEN, Ob. cit., pág. 64. 40 Cf. los nombres plurales de países en algunas lenguas eslavas

--como el polaco: Wlochy, 'Italia', Niemcy, 'Alemania', W{!gry, 'Hungrfa'; o el checo: Cechy, 'Bohemia', Uhry, 'Hungria', y el ya anticuado Vlachy, 'Italia'-, a veces idénticos a los nombres de los pueblos respectivos, aun­que con flexión distinta.

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aunque pueden ser partes de los nombres, también individua­les, de cada uno de sus miembros; en efecto, alguien no se lla­ma simplemente Sánchez o Claudius, sino, por ej., Pedro Sán­chez o Appius Claudius Caecus, y de estos nombres (que son únicos e indivisibles) los elementos .Sánchezlt y cClaudiuslt constituyen sólo una parte; ellos no mantienen aquí la condi­ción de nombres independientes que poseen cuando se aplican a la familia o a la gens .41. Pero nada impide que estos celemen­tos parciales» puedan emplearse solo para nombrar a tal o cual individuo en circunstancias determinadas, así como atómica puede emplearse por bomba atómica. En un caso concreto, al­guien será llamado Pedro, Sánchez, Pedro Sánchez o Pedro Sánchez Garcla, o Pedro .Alonso Sánchez Garcla, según el am­biente y según las necesidades de distinción e identificación 42,

y cada uno de estos nombres se aplicará a ese alguien como individuo determinado y distinto de otros individuos, y no como miembro de una clase. Por otra parte, Claudii ('gens Claudia') y los Sánchez ('la familia Sánchez'), a pesar de ser plurales, no Son los plurales de Claudius (un Cla':ldius + un Claudius + un Claudius ... ) o de Sánchez 43. Las palabras cClau­dius» y «Sánchez» ('nombre de Pedro Sánchez') pueden, cier­tamente, tener un plural formalmente idéntico al nombre in­dividual de la familia, pero no como nombres propios, sino co-

4\ L. WlTl'GI!NSTIllN, Tractatus, pág. 102, observa justamente que lutius, en lulius Caesar, es una especie de «Índice descriptivo»: clm Namen Ju­lius easar ist _Julius» ein Index. Der Index ist immer ein Teil einer Beschreibung des Gegenstandes, dessen Namen wir ihm anhangen. Z. B. Der casar aus def Geschlechte der Julier».

42 ef. H. PAUL, Prinzipien der Sprachgeschichte5, Halle, 1920, pág. 81; O. JESPERSEN, Ob. cit., pág. 64; B. MIGUORINI, Ob. cit., pág. 3; V. PIsANI, en _Paideia», IX, pág. 76 •.

43 ef. A. MBILIm y J. VENDRYES, Traité de grammaire comparée des langues classiques2, Pans, 1948, pág. 530: _le pluriel ne represente pas tou­jours un singulier repété plusieurs fois... Le pluriel des noms propres s'applique aux membres d'une meme famille ou a des personnes ayant en commun certaines qualités». V. también K. BRUGIlANN, Ob. cit., l. cit.

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mo nombres comunes, de clase o de tipo (<<los Sánchez-: indi­viduos llamados «Sánchez'l), obras de Sánchez, hombres como Sánchez; modos de ser de Sánchez: el Sánchez de ahora no es el Sánchez de antes). Pero en ningún caso los nombres propios como tales pueden indeterminar se : al recibir UD indetermina­dor, se vuelven automáticamente nombres genéricos y, lo que es más importante, se vuelven otras palabras 44.

3. 6. Con respecto a los nombres como M~5oC;-M~50l, ntpollC;­ntpcaL, a los nombres de pueblos en general, se plantea UD pro­blema en gran parte análogo. ¿Son M~50l y ntpoal, los plurales de M~5oC; y ntpor¡C; (un medo + un medo + un medo ... ), o son nombres que se aplican individualmente a los pueblos medo y persa en su totalidad? Desde el punto de vista histórico, parece que no puedé haber ninguna duda: los Gruppennamen en plural (nombres de pueblos y estirpes), son más antiguos en griego que los singulares correspondientes 45. Los singulares como M~50C; y ntpollC; se han desarrollado de los plurales primarios, y no vi­ceversa. Así p1:les, los nombres 1'''\~50l y ntpoal, como nombres propios de. pueblos, no son los plurales de M~5oC; Y ntpor¡C;. ~s­tos, por otra parte, no son nombres propios, sino comunes (de­signan 'un individuo perteneciente al pueblo que en su totalidad se llama .. .'), y como comunes pueden, a su vez, desarrollar un plural (tre.s, cuatro, cinco medos), formalmente idéntico al pri­mario, pero que, sin embargo, no es lo mismo 46: ya no se trata de UD' plural de Allheit, «continuo» (según la terminología de Hjelmslev), sino de UD plural de Vielheit, «discontinuo» o «dis-

44 Acerca de la dndetenninaci6n .. de los nombres propios, cf. F. BRU­

NOT, Ob. cit., págs. 139-140; B. MIGLIORINI, Ob. cit., págs. 3-4, 87-88, 331 y siguientes; W. M. URBAN, Ob. cit., pág. 124.

45 cr. E. ScH O WYZER., Griechische Grammatik, 11, Munich, 1950, pági­na 45.

46 Acerca del singular que se desarrolla de UD plural y desarrolla a su vez otro plural, cf. G. GUn.LAuMB, La lengue est-elle ou n'est-elle pas un systeme?, Quebec, 1952, págs. 10 y sigs.

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creto .. 47. La diferencia es semejante a la que existe entre .co­lección» y «clase»: el plural de Vielheit corresponde a una «co­lección .. ; el plural de Allheit, a una «clase .. 48. Un nombre gené­rico puede aplicarse tanto a la «colección .. como a la .clase .. y a los miemoros de ambas, mientras que el nombre propio en plural sólo se aplica a la «clase. considerada como unidad, como individuo. De aquí q~e en muchas lenguas los nombres de pueblos puedan sustituirse por singulares: cf. lato Poenus ('Poeni'), Gallus; esp. el turco, el español; ital. il Turco 49. En danés hasta existen, en este caso, dos formas distintas de sin­gular: una que sustituye los plurales compactos y otra para designar un individuo perteneciente a un pueblo: Tysken, Svens­ken y Tyskeren, Svens~eren 50.

Se puede concluir, pues, que los gentilicios y apellidos y los nombres de pueblos no se distinguen esencialmente de otros nombres individuales de conjuntos de objetos (como las Azo­res, los Pirineos): se aplican globalmente al conjunto, y no también a los miembros. Ellos parecen distinguirse sólo porque integran también los nombres individuales de los miembros de un conjunto (en el caso de los gentilicios y apellidos), o por­que éstos pueden ser nombrados por un nombre común mate-

47 Cf. H. S'l1!N, Le nombre grammatical, TCLC, IV, Copenhague, 1949, páginas 47-59, y W. BELARDI, La questione del numero nomlnale, RicL, 1, 2, 1950, págs. 204-233. La distinción entre los dos plurales puede ilustrarse, quizá, mediante una confrontación con los llamados «nombres de masa., que, al revés, presentan dos singulares (d. hierro y un hierro-hierros, vidrio y un vidrio-vldrios).

4B Acerca de la diferencia entre «colección" y «cIase,., d., por ej., A. PAP, Elements 01 Analytic Philosophy, Nueva York, 1949, págs. 70-71. (Un miembro de una .colección,. puede ser miembro de una colección más amplia, mientras que un miembro de una «cIase .. no puede serlo de una clase más amplia: es la cIase que se welve a su vez «miembro,.).

49 Así también en alemán; cf. las observaciones de G. FREGE, tJber Begrttf und Gegenstand, trad. ital., Oggetto e concetto, en Aritmetica e logica, Tunn, 1948, págs. 191-209 (pág. 196).

50 Cf. H. STBN, Art. cit., pág. 51.

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rialmente idéntico al nombre propio en plural (en el caso de los nombres de pueblos).

4. 1. las objeciones contra la oposición uno-muchos se han expuesto hasta aquí en la misma forma en la que ellas se pre­sentan. Pero, en realidad, ellas pertenecen a distintos tipos, que a veces se confunden: a) algunas están dirigidas contra la unicidad del objeto designado (<<Juan» es nombre de muchos); b) otras, contra la unidad del objeto ('las Canarias' son mu­chas); c) y otras contra la unidimensionalidad de la designa­ción (algunos nombres propios se aplicarían tanto a ciertos conjuntos como a los miembros de éstos). Las objeciones del primer tipo -'-que pueden hacerse también para ejemplos in­cluidos en b) Y c): cf. los Alpes de varias regiones; los Iberos del Cáucaso y los Iberos de Hispania- se confundan indicando que el nombre propio puede ser multivoco, pero es siempre monovalente. Las del segundo tipo -que pueden hacerse tam­bién para los ejemplos incluidos en c): 'los Sánchez' son mu­chos, como 'las Canarias'- se confutan indicando que el nom­bre propio es siempre individual: puede aplicarse a un objeto o a un conjunto de objetos reales, pero siempre individualmente (al objeto o al conjunto como individuos). Y las del tercer tipo se confutan observando que el nombre propio es siempre uni­dimensional: se aplica o a un objeto o a un conjunto, pero no tanto a un conjunto como a los objetos que lo componen. El apelativo, en cambio, es nombre plurivalente, genérico y bidimensional.

4. 2. Por otra parte, el nombre propio puede «desarrollar» un apelativo formalmente idéntico: si es nombre de un objeto, para designar la «clase» de objetos que se llaman individual­mente con «el mismo» nombre (<<las Marias»), y si es nombre de un conjunto, para designar individualmente a cada miem­bro del mismo (un turco). Por consiguiente, la categoría del

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nombre propio no comprende tales y tales palabras «meras» o semantemas, sino exclusivamente palabras significantes, de aplicación concreta (puesto que las palabras meras correspon­dientes pueden también ser nombres comunes'). El rasgo formal que distingue la categoría como categoría verbal de la gramá­tica (las categorías de la gramática son necesariamente forma­les) es un rasgo negativo: el nombre propio no puede recibir indeterminadores sin dejar de ser nombre propio, es decir, sin volverse otra palabra SI. Pero, naturalmente, este rasgo no de­fine la categoría. sino que sólo la describe y la caracteriza: permite reconocerla objetivamente y mostrarla. En efecto, una palabra no es nombre propio porque no puede indeterminarse, sino que no puede indeterminarse porque es nombre propio: el «significado categorial», como todo otro tipo de significado, no se conoce «desde afuera», porque se comprueba, sino «desde adentro», porque se piensa. Así, pues, se puede decir que el nombre propio se caracteriza formalmente por el «morfema negativo» de indeterminación, lo cual significa que es siempre nombre de un «singular» (este A) y nunca de un «particular» (un A) 52.

SI L.BwoMFIEU>, Ob. cit., 1. cit., Y B. BLOCH y G. TRAGER, Outline of Linguistic Analysis, Baltimore, 1942, pág. 78, señalan que el nombre propio no recibe nonnalmente detenninadores; pero algunos nombres propios pueden recibir ciertos tipos de determinadores; además, el 4normalmen­te. implica considerar las palabras como meras palabras, 10 cual impide deslindar efectivamente la categoría (pues «un Sócrates», apelativo, es tan .. normal- como Sócrates, nombre propio). L. HJELMSLEV, Principes de Grammaire générale, Copenhague, 1928, pág. 335, considera que los nom­bres propios pertenecen a menudo a la categoría de los pronombres, por ser inmóviles con respecto a la categoría de los artículos (morfemas de concreción); pero esto ocurre por razones exactamente opuestas en los pronombres, porque son siempre abstractos; en los nombres propios, porque son siempre concretos.

52 Acerca de esta distinción (ceine Rose ist kelb,. - • diese Rose ist gelb,,), cf. E. HUSSERL, Erfahrung und Urteil, ed. L. Landgrebe, Hambur­go, 1948, págs. 446447.

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4. 3. Finalmente, hay que admitir, de acuerdo con Gardi­ner,que el nombre propio puede, en efecto, aplicarse a una «pluralidad de objetos». Pero, en desacuerdo con el mismo estudioso, hay que subrayar que esa «pluralidad» es tal desde el punto de vista de los objetos, y no desde el punto de vista de la designación: en cuanto nombrada por un nombre propio, la «pluralidad,. se vuelve un «individuo», es decir, un objeto único e indivisible, al cual se aplica perfectamente la antigua y aún inatacable definición escolástica de la unidad: unum est quod est indivisum in se et divisum ab omni aUo. Sólo que esta unidad, así como la unicidad del objeto designado por el nom­bre propio, no se hallan en el plano de los objetos naturales: se trata de una unidad y unicidad «histórica,. 53. Esto significa también que el nombre propio no nombra en el mismo plano de los nombres comunes, que «clasifican» la realidad, sino que representa, con respecto a éstos, un segundo nombrar indivi­dualizante y unificante; un nombrar que no está antes, sino después del nombrar mediante «universales» 54. En efecto, el objeto designado por un nombre propio es necesariamente un objeto ya clasificado mediante un nombre común (las Azores son islas, el Tiber es un río, España es un país). En este senti­do justamente, se confirman las conocidas palabras de James Harris: «Words are the Symbols of Ideas both general and particular; yet of the general primarily, essentially, and im­mediately; of the particular, only secondarily, accidentally, and mediately" 55.

53 Cf., a este propósito, las agudas observaciones de R. HIlNIGSWAlD,

Philosophie und Sprache, Basilea, 1937, págs. 96 y sigs. 54 Véase lo expresado en este sentido por I...imINIZ, Ob. cit., 111, 1, 3;

H l.cnzE, Logik2 , Leipzig, 1880, pág. 44; y, más recientemente, por A. PA­GUARO, Corso di Glottologia, Roma, 1950, 1, págs. 32-33; II linguaggio come conoscenza, págs. 74-75; II segno viven te, Nápoles, 1952, págs. 254-255 y 309.

ss Hermes or a Philosophical Inquiry Concerning Universal Grammar, 1751, pág. 348 . .Acerca de Harris, cf. P. A. VERBURG, Taál en functionaliteit, Wageningen, 1952, págs. 339 y sigs.

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El plural en los nombres propios 281

5. En conclusión, la oposición úno-muchos es, sin duda, demasiado simple e insuficiente, sobre todo porque no pennite distinguir la unicidad de la unidad y de la unidimensionalidad (4.1.). Sin embargo, ello no es ni «popular» ni «arbitraria», si se entiende que: a) la unidad y unicidad de lo designado por el nombre propio no son la unidad y unicidad de los objetos naturales; b) los nombres propios son palabras, y no meras palabras; c) con respecto al apelativo, el nombre propio es un nombre de otro orden.

(RBF, J, 155, págs. 1-15.)

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DETERMINACIóN y ENTORNO

OOS PROBLEMAS DE UNA LING01STICA DEL HABLAR

1. 1. 1. De vez en cuando, aunque no con mucha frecuen­cia, s~ vuelve a advertir la estrechez de los límites que se im­ponen a la lingüística cuando se la entiende saussureanamente como ciencia de la «lengua». Así, hace ya algunos años, un lin­güista checo, V. Skali~ka, señalaba -y no era el primero en hacerlo- la necesidad de una lingüística de la parole 1. Pero, de una manera algo contradictoria, observaba que cierta lin­güística de la parote ya existía (se refería, precisamente, a los estudios estilísticos realizados por la escuela idealista), y, por otra parte, no lograba indicar con claridad cuáles deberían de ser los problemas de esa lingüística. La verdad es que resulta difícil constituir la ciencia de aquello que queda cuando del hablar se aisla la clengua», pues lo que queda son hechos par­ticulares y heterogéneos. Y más difícil aún es fundar la lingüís­tica de' la parote si se acepta la distinción de F. de Saussure 2

1 The nud for a linguistics of la parole, en Recueil linguistique de Bratislava, 1, Bratislava, 1948, págs. 21-38.

2 Me refiero, claro está, al valor y al sentido que F. de Saussure enten­dió dar a su distinción, La distinción misma entre lengua y habla (Spra­che-Rede) es anterior a Saussure. Se encuentra en G. von der Gabelentz, F. N. Finck y A. Marty. Y en el mismo H. Paul se presentan las distin­ciones, en parte análogas, entre Gemeinsprache y Sprache (que corres· ponde más bien a -lenguaje,,) y entre lo «usual. y lo -ocasional".

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como una distinción «real». La lengua, en realidad, integra el habla; y la distinción entre langue y parole, además de admitir varias interpretaciones, no es «rea!», sino «fonnal» y metodo­lógica 3.

Más recientemente, el lingüista italiano A. 'Pagliaro, interpre­tando de una manera proficua -aunque, seguramente, no «or­todoxa»- la distinción de F. de Saussure, repropone una lin­güística de la parole 4, entendida, ésta, como «el momento sub­jetivo de la lengua, la actitud particular que la funcionalidad del sistema asume en el acto en que ella se realiza como dis­curso» 5. Luego, en cuatro estudios, admirables como todos los suyos, el mismo Pagliaro muestra cómo un hecho de «habla» se vuelve «lengua», insertándose en la tradición, y cómo, vice­versa, las posibilidades de la «lengua» fueron utilizadas por tres grandes poetas para lograr determinados valores expresivos.

Pero es sintomático que ambos estudiosos, mientras que, por un lado, destacan la exigencia de una lingüística de la paro le, por el otro consideran que ella no sería íntegra y propia­mente «lingüística». Skalicka indica ciertos hechos (el hablar, el responder, etc.) como no pertenecientes a la «lengua», y afir­ma que su estudio, más bien que a la lingüística, corresponde­rla a la teoría del lenguaje 6, Y Pagliaro observa que «allingiiista el momento subjetivo no interesa en relación con el contenido de conciencia que se desea exteriorizar, sino en relación con la lengua, el dato histórico, que es el objeto de su estudio» 7,

1. 1. 2. La exigencias destacada por los dos autores, con la limitación que ambos le señalan, pennite algunas puntualizacio­nes. En primer lugar, es un hecho que la distinción saussureana

3 Cf. a este propósito, Sistema, norma y habla, en partic. 111 y VI, 4.2. 4 Glottologia, Roma, 1955, Parte speciale. Linguistica della «parala».

Se trata de un curso universitario dictado en el año académico 1954-55. 5 !bid., pág. 5. 6 Art. cit., pág. 23. 7 Ob. cit., págs. 4-5.

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no ha tenido sólo los efectos perseguidos por el mismo Saus­sure. ~ste realizó su distinción para indicar como único objeto de la lingüística la langue «en sí y por 51-, y en este sentido se ha orientado toda la lingüística saussureana estructuralista. Pero, por otra parte, la misma distinción ha tenido también el efecto contrario: el de subrayar la importancia de los proble­mas de la parole y de justificar, aunque negativamente, una lin­güística que los estudie 8. En segundo lugar, es evidente que, a pesar de la negatividad de las tesis saussureanas concernien­tes a la parole, no se duda de su fundamental exactitud: en efecto, se admite sin reservas que una lingü1stica del habla de­bería hallar su justificación por y dentro del esquema saussu­reano. Y, en tercer lugar, parece que se acepta como cosa sen­tada que el objeto propio y auténtico de la lingüística sería la «lengua-: la parole sólo podría considerarse en relación con ella, como 'realización del sistema'. Ahora, esta última con­vicción tienea;Pe~~saussü~é~~-y, sin duda, ha sido fortale­cida por Saussure. Sin embargo, tiene rafees más antiguas y no es necesariamente indicio de saussureanismo: en realidad, en ese centrar el interés de la lingüí'stica en la clengua-, Saus­sure no se oponía a la lingüística tradicional, sino que, al con­trario, estaba de acuerdo con ella 9. Tal circunstancia explica, en parte, por qué la oposición a las tesis saussureanas es tan débil a este respecto. La lingüística de la «lengua- (y de las

8 Es sabido que la escuela que se considera como más fiel a los prin­cipios saussureanos, la de Ginebra (Bally, Séchehaye, Frei), se ha abocado, precisamente, al estudio de esos problemas, tratando de «completar_ (y, en algún caso, de corregir) los esquemas de S¡¡ussure.

9 No .es cierto --(;omo cree V. SKALI~KA, Art. cit., pág. 22- que la lin­güística pre-saussereana haya sido «lingüística de la parole., ni que Hum­boldt haya auspiciado una tal lingüística. Al contrarió: Humboldt insiS­tió, justamente, en la sistematicidad del hablar; y la lingüística histórica, aun la más «atomista_, ha sido siempre y es necesariamente (d. 1.1.5.) lingüística de la «lengua.: ella puede estudiar «palabras-, pero siempre como «hechos de lengua •.

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lenguas), aunque variamente entendida, ha sido y es el cuerpo central de la lingüística. Por ello -mientras que la historicidad de la lengua se impone al mismo estructuralismo y vemos sur­gir un «estructuralismo diacrónico», a pesar de las equivalen­cias de Saussure': lengua-sincronía/habla-diacronía-, en lo que atafte a la ignorada lingüística de la parole, la reacción se ma­nifiesta sólo esporádicamente, y no hay acuerdo acerca del cuál debería de ser esa lingüística.

1. 1. 3. De todos modos, parece indudable que hay que reconocer la necesidad de cierta lingüística de la parole. Sólo que conviene sustituir el término parole, que puede resultar am­biguo, por el de hablar (actividad lingüística). Pero, admitida dicha necesidad, hay que ver si deben admitirse también sus limitaciones. Cabe preguntarse si una lingüística del hablar debe realmente justificarse desde el punto de vista de la len­gua y dentro del esquema saussureano. Obsérvese que la lingüís­tica del hablar se considera como otra lingüística y se seftala como «necesaria» (aún no constituida) sólo porque se acepta la distinción saussureana y porque, implícitamente, se admite que la lingüística es ciencia de la «lengua». Pero, desde otro punto de vista, cabría más bien preguntarse si hay una lingüística que no sea lingüística del hablar. La «lengua» misma, ¿qué otra cosa es si no un aspecto del hablar?

~

1. 1. 4. A nuestro entender, la ampliación o la reforma de una disciplina no debe justificarse negativamente, por la insu­ficiencia de los esquemas que se han impuesto a su objeto, sino positivamente, por la realidad del objeto mismo. Ahora, el ob­jeto de la lingüística (<<ciencia del lenguaje») sólo puede ser el lenguaje, en todos sus aspectos. Y el lenguaje se da concre­tamente como actividad, o sea, como hablar (la afirmación de Humboldt de que el lenguaje no es lpyov, sino tvlpyElO no es una paradoja o una metáfora, sino una simple comprobación). Más aún: sólo porque se da como actividad, puede estudiarse

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también como «producto. 10. En efecto, para recordar una dis­tinción aristotélica, una actividad puede considerarse: a) como tal, Km" tVtpYSLav; b) como actividad en potencia, Kcrt'a Mvat.uv; y c) como actividad realizada en sus productos, Ka,." lpyov. No se trata, evideniemente, de tres realidades distintas, ~ino de tres aspectos, mejor dicho, de tres modos de considerar la mis~a re~idad. Por otra parte, el habl~-~s-Una--ácttVicfád uni­versal que se realiza por individuos particulares, en cuanto miembros de comunidades históricas. Por lo tanto, puede con­siderarse en sentido universal, en sentido particular y en sen­tido histórico. . l

A le ,<,,'!.l' (1) El hablar KCX,.& bóVat.u v es el saber hablar, en el cual pueden

distinguirse un escalón universal, otro particular y otro histó­rico: este último es, precisamente, la «lengua» como acervo idiomático, o sea, como saber h~lar según la tradición de una comunidad. El hablar Ka,. f(')i~tpyilav es, en lo universal, el ha­blar simplemente: la actividad lingüística concreta, considera­da en general; en lo particular, es el discurso (el acto o la se­rie de actos) de tal individuo en tal oportunidad; y en lo histó­rico es la lengua concreta, o sea, un modo de hablar peculiar de una comunidad, que se comprueba en la actividad lingüís­tica como a~J?ecto esencial de la misma. En cuanto al hablar \(~~"l'lpyov~(~ó puede haber un punto de vista propiamente uni­versal, pues se trata siempre de «productos» particulares: a lo sumo, puede hablarse de la «totalidad de los textos •. En lo particular, el hablar como «producto» es, justamente, el texto; y en lo histórico se identifica nuevamente con la «lengua., pues el «producto histórico», en la medida en que se conserva (o sea, en la medida en que se acepta como modelo para actos

10 Aquello que se da efectiva y primariamente como «producto_ no puede estudiarse como tal (si se desconoce la actividad), sino sólo como «cosa-,

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ulteriores y se inserta en la tradición), se vuelve hablar Kcrró:

liúvollLv, es decir, saber lingüístico 11.

1. 1. 5. Esto significa que toda la lingüística ha sido siempre, y es, lingüística del hablar y que, en realidad, no hay otra lingilistica. También la dingiistica de las lengu~» (lingüística histórica) es una lingüística del hablar, pues, las lenguas se hablan o se han hablado 12. La «lengua» es con· cretamente un modo histórico de hablar. Para todo hablante, eUa es un «hablar en potencia.: un saber hablar según una tradición. Y para el lin­güista es un sistema deducido del hablar, como ya lo sabían W. van Humboldt y H. Paul, y como lo han señalado V. Pisani 13 y varios estruc­turalistas norteamericanos, sin pasar por las horcas cáudinas de la socio-10llfa durkheimiana y de la distinción langue-parole. Hasta lo que se llama «sistema de la lengua» no es otra cosa que la sistematicidad misma de todo hablar históricamente determinado.

1. 2. 1. ¿En qué sentido, entonces, puede ser necesaria una nueva lingüística del hablar? Pues en dos sentidos, ambos esen­ciales.

En primer término parece necesario un cambio radical de punto de vista no hay que explicar el hablar desde el punto de vista de la lengua, sino viceversa. Ello porque el lenguaje es concretamente hablar, actividad, y porque el hablar es más am­plio que la lengua: mientras que la lengua se halla toda conte4, ni da en el hablar, el hablar no se halla todo contenido en la lengua. En nuestra opinión, hay que invertir el conocido postu-

11 Quedan fuera del lenguaje propiamente dicho -y, por consiguiente, fuera de la lingüística- tanto el «poder hablar» condicionado fisiológica y psíquicamente (la «facultad de hablar») y el -impulso expresivo», como el texto en cuanto realización de valores (prácticos, lógicos o fantásticos). La lingüística se ocupa sólo del lenguaje «como tal», es decir, de lo que AristÓteles definió como dogos semántico».

12 Asimismo, carece de fundamento la tlistinción radical que se ha querido establecer entre lingüística diacrónica y descriptiva: se trata de dos aspectos de la misma lingüística histórica. También la lingüística des­criptiva es «histórica», pues la lengua es por su naturaleza un «objeto histórico» (lo cual no quiere decir que sea una «cosa»).

13 ef. La lingua e la sua storia, en Linguistica generale e indeuropea, Milán, 1947, págs. 9-19.

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lado de F. de Saussure 14: en lugar de colocarse en el terreno de la lengua, 'hay que colocarse desde el primer momento en el terreno del hablar y tomarlo como norma de todas las otras manifestaciones del lenguaje' (inclusive de la «lengua»). Y, en lugar de considerar, con Pagliaro, la parole como «el momento subjetivo de la lengJJa» (cf. 1.1.1.), convendría más bien consi­derar la lengua como «el momento históricamente objetivo del hablar •. Desde nuestro punto de vista, el estudio de la lengua es estudio de un aspecto del hablar, que no es abstracto ni exterior al hablar mismo y que, naturalmente, es fundamen­tal, pues el hablar es siempre histórico: es siempre «hablar una lengua •.

1. 2. 2. En este primer sentido, una lingüística del hablar se justifica, por lo tanto, como lingüística teórica que considere los problemas del lenguaje desde el plano de la actividad lingüística concreta; La historici­dad del hablar no debe hacemos olvidar su universalidad. Precisamente, hay que distinguir siempre entre los problemas históricos de las lenguas (que pueden. ser cgenerales») y los problemas universales del hablar. En muchos casos, el adoptar en el nivel universal el punto de vista de la _lengua» Ueva a absurdos increíbles o a callejones sin salida, e implica renunciar de antemano a resolver los problemas que se plantean. Asi, las funciones lingüísticas no pueden definirse con respecto a las lenguas, sino sólo con respecto al hablar. Las categorías verbales, por ej., no tie­nen _definición» paradigmática ni sintagmática y no son clases léxicas de las lenguas, sino modos significativos del hablar -y por ello «universa­les» (aunque no históricamente «generales»}-, a los que, en lenguas d&­terminadas, corresponden determinados modos formales de expresión (que pueden ser tanto paradigmáticos como sintagmáticos). No es posible d&­finir una categoría «en una lengua», sino sólo comprobar si ella existe o no existe en la lengua considerada, y, si existe, indicar cuál es el es­quema formal que le corresponde: no es posible, por ej., establecer qué es el verbo o el adjetivo cen latín» o cen alemán» 15. Y ciertos problemas que resultan insolubles. son tales precisamente porque se plantean en el

14 ef. Cours de linguistique générale, trad. esp. Curso de lingüística general, Buenos Aires, 1945, pág. 51.

15 Las llamadas cdefiniciones formales» son descripciones de esquemas idiomáticos, y no definiciones de categorías.

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plano de la «lengua», donde no tienen solución. Así, por ej., el problema del «cambio lingüístico» y de sus «causas». Es que no hay tal problema: en realidad, se trata del problema de la continua constitución y transmi­sión de la lengua mediante el hablar, de cómo la creación -variamente determinada- se vuelve tradición. Y éste no es un problema causal: es un problema de para qué y cómo, no de por qué. Existen condiciones dentro de las que actúa la libertad lingüística y raz.ones de orden final de la misma libertad, pero ellas no son «causas» y no actúan sobre la clengua» 16.

1. 2. 3. En segundo térn'lino -si se acepta la necesaria tri­partición de los puntos de vista con respecto a la actividad lingüística (cf. 1.1.4.~, hay lugar para una lingüística del ha­blar en sentido estricto. En efecto, existe, y está sólidamente constituida, la lingüística de las lenguas, es decir, del hablar en el nivel histórico. Existe, asimismo, una lingüística del texto, o sea, del hablar en el nivel particular (que es también estudio del «discurso» y del respectivo «saber»). La llamada «estilística del habla» es, justamente, una lingüística del texto. En cambio, no existe como disciplina constituida la lingüística del hablar Km' lVÉpyELOV en el nivel universal (que, implícitamente, sería, al mismo tiempo, estudio de la respectiva Oúvol.uC;)' Existen, sin duda, las premisas para constituir esa lingüística, bajo forma de sugerencias y observaciones más o menos elaboradas, espar­cidas en obras de carácter general 17. Pero tales premisas, ade-

16 Me ocupo ampliamente de este problema en mi trabajo Sincronía, diacronía e historia, Montevideo, 1958, que pronto saldrá, en segunda edi­ción, en la Biblioteca Románica Hispánica.

17 Así, por ej., en: A. GARDlNER, The Theory 01 Speech and Language2,

Oxford, 1951; CH. BALLY, Linguistique générale et linguistique fran{:aise3,

Berna, 1950; L. BLOOMFlELD, Language, Nueva York, 1933; K. BtJHLBR, Sprachtheorie, trad. esp. Teoría del lenguaje, Madrid, 1950. Entre estos estudioso, Ch. Bally es, quizá, el que mejor ha advertido la naturaleza de los problemas del hablar, aun cuando sus planteamientos y sus solu­ciones merezcan serias reservas. L. Bloornfield adopta el punto de vista del hablar en el terreno propiamente gramatical y logra con ello impor­tantes resultados; véase, por ej., su capítulo sobre la «substitución».

T. LBNGUAJE.-19

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más de carecer de sistematización, quedan en gran parte inope­rantes en el plano descriptivo, por considerarse como pertene­cientes a la lingüística teórica. En cambio, en nuestra opinión, la lingüística del hablar en sentido estricto sería una lingüís­tica descriptiva, una verdadera gramática del hablar. Y, preci­samente, una gramatica indispensable tanto para la interpre­tación sincrónica y diacrónica de la «lengua» corno para el análisis de los textos: En efecto, desde el punto de vista sin­crónico, la lengua no ofrece sólo los instrumentos del decir y sus esquemas, sino también instrumentos para la transfor­mación del saber en actividad; y, desde el punto de vista diacró­nico, todoio que ocurre en la lengua sólo ocurre por el hablar. Por otra parte, el análisis de los textos no puede hacerse con exactitud sin el conocimiento de la técnica de la actividad lingüística, pues la superación de la lengua que se da en todo discurso sólo puede explicarse por las posibilidades universales del hablar.

1. 2. 4. El objeto propio de la «gramática del hablar» sería, pues, la técnica general de la actividad lingüística. Su tarea de­bería ser la de reconocer y describir las funciones específicas del hablar Ka .. ' tVÉpyélav y de indicar sus posibles instrumen­tos, que tanto pueden ser verbales corno extraverbales. En efec­to, corno ya se ha dicho, el hablar es más amplio que la lengua: utiliza sus propias circunstancias (mientras que la lengua es a-circunstancial) y también actividades complementarias no­verbales, corno la mímica, los gestos, los ademanes, y aun el si­lencio, o sea, la suspensión intencional de la actividad verbal 18.

(Ob. cit., págs. 247-263). Además, de muchos problemas que pertenecerian propiamente a la lingüística del hablar se ha percatado la misma grao mática de las lenguas.

18 Cf. H. C. J. DUIJKER, Extralinguale elementen in de spraak, Ams· terdam, 1946, donde se estudia sobre todo la interdependencia entre en· tonación y mímica. Naturalmente, la lingüística no tiene por qué dedi· carse al estudio descriptivo de las actividades expresivas no-verbales, estudio que puede dejar a la llamada «ciencia de la expresión". Pero no

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Además, en la misma expresión verbal, todo aquello que no es permanentemente funcional (distintivo) en la «lengua» puede volverse funcional ocasionalmente; y, dentro de los límites mis­mos de la funcionalidad permanente, caben amplias posibili­dades de selección para realizar funciones ocasionales, según una técnica que va más allá de la «lengua», de lo idiomático 19.

1. 2. 5. A esa técnica general del hablar pertenecen, preci­samente, la determinación, como conjunto de operaciones, y los entornos, como instrumentos circunstanciales de la acti­vidad lingüística. El problema de la determinación se estudiará aquí sólo en lo concerniente a la determinación nominal. En cuanto a los «entornos» 20, nos limitaremos a ampliar su regis-

I

tro, deslindando una serie de entornos que normalmente no se reconocen o se confunden con otros, y a sentar esquemática­mente las posibles directrices para el estudio sistemático de sus funciones.

2. 1. 1. Corresponden al ámbito de la «determinación» to­das aquellas operaciones que, en. el lenguaje como actividad, se cumplen para decir algo acerca de algo con los signos de ·la lengua, o sea, para «actualizar» y dirigir hacia la realidad con­creta un signo «virtual» (perteneciente a la «lengua»), o para delimitar, precisar y orientar la referencia de un signo (virtual o actual). Pero, como se ha indicado, la determinación que aquí nos interesa es exclusivamente la determinación nominal, a la que, además, consideraremos sólo en el plano c:Iel llamado «len­guaje enunciativo», es decir, independientemente de todo pro-

puede dejar de reconocer y señalar su función de modificadores de lo hablado. Asi, las diferencias locucionales entre «lengua hablada» y .len­gua escrita» se deben, en gran parte, a que ésta no dispone de las acti­vidades expresivas complementarias.

19 Cf., en este mismo volumen, Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje, III, 3.3.

20 El término «entorno» se emplea aqUÍ con el sentido que le atribuye J. Marias en su traducción de Bühler.

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pósito «estilístico». Aun así, se trata de una técnica harto com­pleja. Charles Bally, quien se ha ocupado con cierta amplitud del asunto 21, establece la distinción, sin duda importante, entre «actualización» y «caracterización». Mas esta distinción resulta insuficiente. En realidad, la detenninación nominal abarca por lo menos cuatro tipos de operaciones, que pueden llamarse con­vencionalmente: actualizacicin, discriminación, delimitación e identificación.

2. 1. 2. Los instrumentos verbales que desempeñan tales funciones pueden llamarse determinado res nominales. Con la finalidad de hacer que las distinciones necesarias (que se refieren a las funciones, y no a los instrumentos) resulten intuitivamente claras, en lo que sigue se seña­larán, en cada caso, ejemplos de determinadores, con particular referen· cia al español. Esto, sin embargo, no implica que los determinadores ten­gan cada uno una función constante y una sola función. Es un error corriente del formalismo lingüístico (que no coincide en todo con el fun­cionalismo) el de no distinguir siempre y con toda claridad entre forma y función. En realidad, el mismo rasgo formal puede deseinpeñar varias funciones, puede desempeñar más de una función a la vez y puede hasta ser funcional en ciertos casos y no serlo en otros. Así, el articulo es un rasgo oposicional y tiene función determinativa en fr. havre/le havre, esp. palmas/las palmas,' pero es inherente y afuncional (desde el punto de vista gramatical) en Le Havre, Las Palmas; y es oposicional mas no desempeña función determinativa en Juana/la Juana. Viceversa, la misma función puede ser desempeñada por varios instrumentos, y puede tam­bién realizarse sin el auxilio de instrumentos verbales. Así, en rumano el articulo es actualizador, como en todos los idiomas románicos, pero la mayoría de las preposiciones implican la actualizaci(m (cf. spre soare, 'hacia el sol'; pe scaun, '.sobre la silla'; pentru neam, 'para la nación'); y el latín no disponía de instrumentos simplemente actualizadores, aun­que, naturalmente, no ignoraba la actualización. Hay que observar, ade­más, -que, si una operación detenninativa resulta superflua o se realiza

21 Ob. Cit., págs. 77 y sigs. Muchas sugerencias y observaciones agudas se pueden encontrar también en: W. E. CoUlSON, lndication. A. Study of Demonstratives, Articles, and other _lndicaters7>, Balíimore, 1137. Cf., ade­más, L. BLOOMFIELD, Language, págs. 203-204; K. ROGGER, Langue-Parole und dit Aktualisierung, ZRPh, 70, págs. 341-375.

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tmplfcitamente (por otros determinadores o por el contexto), los instru­mentos específicos de la operación implicada pueden emplearse para otras funciones. Así, el artículo empleado con un cuantificado tiene fun­ctón individuadora (cf. los dos hombres) y, aplicado a un nombre de por si actual e individual, puede desempeñar función estilística (cf. fr. Clémen­ceau, le Clémenceau). Finalmente, hay que aclarar que se indicarán como ejemplos sobre todo elementos en los que la «instrumentalidad» (la !un­ción morfemática) es constante o, por lo menos, usual, aunque no se trate sólo de simples «morfemasD, sino, a menudo, también de elementos se­mantemáticos (cf. los cuantificadores como una docena de, una serie de). Pero varios otros elementos pueden desempeñar funciones detenninativas ocasionalmente. Así, la expresión que vino ayer es especificadora y selec­cionadora en el hombre que vino ayer dice que ... , pero no lo es en ]Wln,

que vino ayer, dice que... Por lo tanto, lo que se diga luego acerca de los «detenninadores,. deberá entenderse como referido a esos rasgos fonnales considerados como instrumentos de tales y cuales funciones, y no como ~imples elementos materiales.

2. 2. 1. La operación determinativa fundamental ~ ideal­mente primaria- es, sin duda, la actualización. Los nombres que integran el saber lingüístico no son «actuales», sino «vir­tuales»; no significan «objetos» sino «conceptos». En cuanto pertenecientes al lenguaje 1(a,.o: 5úvafllv un nombre nombra un concepto (que es, precisamente, el significado virtual del nom­bre mismo) y sólo potencialmente designa a todos los objetos que caen bajo ese concepto. Solamente en el hablar, un nombre puede denotar objetos 22. Dicho de otro modo, un nombre con­siderado fuera de la actividad lingüística es siempre nombre de una «esencia», de un «ser», o de una identidad, que puede ser identidad perteneciente a varios objetos (reales, posibles o

22 Cuando un nombre se aplica intencionalmente para denotar un ob­jeto que cae bajo otro concepto que el «nombrado,. por el nombre mismo, decimos que nos hallamos frente a una metáfora. Naturalmente, una me­táfora se reconoce como tal en la medida en que ambos valores (el «nom­brado» y el «denotado») se perciben al mismo tiempo como diversos y como asimilados. También el tema de la metáfora pertenece, pues, a la lingUística del hablar. Por de pronto, resulta evidente que la metáfora no es una «comparación abreviada,.; al contrario: la comparación es una metáfora explicitada.

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eventuales), como en el caso de los nombres genéricos, o «iden­tidad de un objeto consigo mismo» (identidad histórica), como en el caso de los nombres propios; no se refiere a ipsidades 23,

ya que para ello es necesario un acto concreto de referencia. Para transformar: el saber lingüístico en hablar -para decir algo acerca de algo con los nombres- es, pues, necesario diri­gir los signos respectivos hacia los objetos, transformando la designación potencial en designación real (denotación J. Ahora bien, «actualizar- un nombre es, precisamente, ese orientar un signo conceptual hacia el ámbito de los objetos. O, más estric­tamente, la actualización es la operación mediante la que el significado nominal se transfiere de la «esencia» {identidad) a la «existencia» (ipsidad), y por la cual el nombre de un «ser» (por ej., hombre) se vuelve denotación de un «ente» (por ejem­plo, el hombre), de un «existencial» al que la id¡;:ntidad signifi­cada se atribuye por el acto mismo de la denotación 24. Se trata, pues, de la integración primaria entre un «conocer» actual y un «saber» anterior, que se manifiesta en la denotación de lo conocido con el nombre de lo sabido.

2. 2. 2. En muchas lenguas, tal opera,ción exige instrumen­tos verbales específicos, que son, precisamente, los «actualiza­dores» 25. El actualizador por excelencia es el artículo llamado

23 En una predicación del tipo «A es hombre (animal, poeta, nmo, etcétera)., llamamos ipsidad el elemento A considerado independiente· mente de aquello que de él se predica (y que se halla implícito en el sujeto mismo), e identidad aquello que en cada caso se predica de A.

24 Debe entenderse que los «objetos. de los que se habla son los ob­jetos en cuantos significados ( .. intencionales» o «existenciales.), a los cua· les no es necesario que correspondan objetos naturalmente «existentes». La distinción entre objeto .intencional» y objeto empíricamente «real. no es relevante desde ei punto de vista lingilistico.

25 Para excluir equívocos, cabe subrayar que, al decir que un actua­lidador .. actualiza un signo virtuala, se emplea un modo de hablar conven­cional e impropio, pues, en realidad, quien «actualiza» no es el «actuali­zador», sino la intención significativa del hablante: el actualizador sólo manifiesta materialmente la actualización. Esta observación vale para todo

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«definido» o «determinado». En cambio, el llamado artículo «genérico» o «indefinido» suele ser, al mismo tiempo, cuantifi­cador y particularizador. Y, aun por lo que se refiere al artículo «definido», los ejemplos más evidentes serían los del ingl. the o del húngaro a, az, pues en español, como en varias otras len­guas, el artículo es también morfema de género y número (cf. la crisis/las crisis J. Sólo en ciertos casos el artículo español puede considerarse como simple actualizador; así, por ej., en el alma, donde el género no está indicado y el número puede resultar también de la oposición alma/almas. Pero, en general, la actualización es sólo la función específica, y no la única fun­ción del artículo.

En las muchas lenguas en las que el artículo no existe, como el latín y la mayoría de las lenguas eslavas, la pura actualiza­ción y, por consiguiente, la simple oposición entre esencia y existencia no tienen ninguna manifestación explícita, y sólo se dan implícitamente, por los entornos, o junto con otras funcio­nes, como la «1ocalización» (cf. lat. liber/hic liber, servio-cr. knjiga/ova knjiga). Y aun en las lenguas en las que el artículo existe se dan nombres que no necesitan actualizadores, pues se actualizan por el mero hecho de hablar o por la función que desempeñan en la oración; así, por ej., los nombres propios. Sin embargo, los nombres propios pueden tener artículo inhe­rente, y hasta pueden recibirlo, aunque no como actualizador (cf. 2.1.2.) 26.

lo que sigue acerca de los instrumentos verbales (que no cuantifican, se­leccionan, etc, sino sólo manifiestan la cuantificación, la selección, etc.) y, en general, para el lenguaje usado por la lingüística descriptiva. Así, también, hay que señalar que la oposición entre esencia y existencia re· presenta una distinción intelectual y no una separación real: la esencia no se atribuye a los entes desde afuera, sino que se reconoce en ellos.

» Además, la presencia o ausencia del artÍCulo es indiferente por lo que concierne al significado categorial. Por ello, contrariamente a la in­terpretación de K. VOSSLER, Frankreichs Kultur und Sprache, trad. esp. Cultura y lengua de Francia, Buenos Aires, 1955, págs. 111·112, el hecho de

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2. 2. 3. Obsérvese que lo que se «actualiza,., c;:uando se habla de «ob­jetos», no son los «conceptos», que, por definición, son significados viro tuales: Por ello, l~ fónnula de Ch. Bally: cActualiser un concept, c'est l'identifier a une représentation réelle du sujet parlant» 27 -a pesar de la afinnada coincidencia con la interpretación, mucho más adecuada, de 1. Lohmann y W Brocker (quienes oponen, precisamente, el Sein al Seinde 2L- resulta más bien infeliz. Se puede hablar de actualización de un significado, de un signo, o de un nombre (puesto que el significado abarca lo «conceptual» y lo «objetivo», y un nombre puede ser tanto denominación de un concepto como denotación de un objeto), mas no de «actualización» de un concepto. Un concepto, como tal, no puede actualizarse ni .identificarse» con una representación, pues esto equi· valdría a su transfonnación en un «objeto», es decir, en otra cosa de lo que el concepto es. Nosotros hablamos también de «conceptos», pero sólo considerándolos como objetos mentales, ya que el significado actua­lizado se refiere necesariamente a objetos; así, mesa es nombre de un concepto, pero la expresión «el concepto de 'mesa'», en cuanto denota, denota un objeto, y no un concepto. En otros ténninos, un concepto es siempre «virtual». Por lo tanto, sólo puede relacionarse (y no identifi­carse) con un «actual». Y es, justamente, esa relación la que se revela en la denotación.

Además, la distinción entre «virtual» y «actual» no coincide con la distinción entre alengua» y «habla», como parece creer Bally. El mismo Bally piensa que existen signos que son actuales en la «lengua» (lo cual, sin embargo, no es cierto: sólo pueden serlo en un hablar interior; la "lengua», salvo que se quiera es~ructurarla con trozos enteros de «decir., no dice nada acerca de nada); y al hablar pertenecen también significados virtuales y los mismos actualizadores, así como varios otros elementos que son «inmóviles» con respecto a la actualización. Así, en el mismo hablar un nombre puede ser signo de un virtual, por ej., cuando desem­peña función «delimitativa,. (cf. la casa de madera, donde madera es un virtual, a pesar de que toda la expresión es actual) o función predicativa (cf. «Sócrates es hombre.).

que ciertos nombres (Deus, Diables, Enemis, Enfer, Paradis, Finimunz, Soleilz, Raison, Pabc, etc.) se emplearan en francés antiguo sin artículo no implica que ellos se considerasen como «propios,., sino sólo que resulta· ban «de por sí actuales .. , como los nombres propios.

27 Ob. cit., pág. 77. 28 Ibid., pág. 83, nota.

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l)eterminación y encarno 297

2. 2. 4. Tainpoco es ~ierto -como cree Bally 19_ que la actualización coincida con la individualización, la localización y la cuantificación. Se trata de operaciones distintas (cf. 2.3.) y la mera actualización no implica ninguna de las otras tres. En efecto. el ente denotado por un nombre actualizado puede ser también UD ente en general, lo que los escolásticos llamaban «ente de razón», o sea, precisamente, un ente no «discriminado» de ningún modo; por ej., en enunciados como: «el hombre es mortal». Frente a un enunciado como éste no cabe preguntar «¿cuál hombre?» (individual), puesto que, evidentemente, no se trata de ningún hombre en particular. En cambio, es cierto lo contrario, es decir, que las operaciones discriminativas implican la actualización (cf. 2.3.6.).

2. 3. 1. Precisamente porque la simple actualización no im­plica otra cosa que el sentido «<?bjetivo» (<<no-conceptua}.) de la intención significativa -la transformación de la designación virtual en designación actual-, la denotación necesita ulteriores determinaciones, cada vez que no se hable de «entes en genera}., sino de algún grupo de entes particulares; grupo que puede estar constituido también por todos los entes particulares co­rrespondientes a u~ «ente en general» (los hombres, todos los hombres) o por un solo ente en particular (un hombre, este hombre). E;l conjunto de esas operaciones determinativas ulte­riores a la actualización -que se realizan ya en el plano de la significación «objetiva» y orientan la denotación hacia algún grupo eventual o real de entes particulares, aunque siempre dentro de las posibilidades referenciales de un nombre- cons­tituye lo que aquí se propone llamar discriminación. Por la discriminación, los entes denotados ~e presentan. como ejem­plos de una «clase» o representantes de un «tipo- lO. o, también,

29 Ibid., pág. 78. lO Acerca de la diferencia entre .eJase» y «tipo", ef. W. E. ColLlSON,

Ob. cit., págs. 39-40.

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como porciones de un «objeto extenso» (en el caso de los nom­bres de masa).

2. 3. 2. También la discriminación puede ser implícita (así, los nombres propios significan entes ya discriminados) 31, puede realizarse por medio de Jos entornos (cf. el valor de una expre­sión concreta como: «¡Mira el avión!», eventualmente acompa­ñada de un gesto), o puede necesitar determinados instrumen­tos verbales, a los que llamaremos discriminadores. Desde el punto de vista de las operaciones que abarca, la discriminación debe distinguirse en: cuantificación, selección y situación; por consiguiente, los discriminadores pueden ser: cuantificadores, seleccionadores y situadores.

2. 3. 3. La cuantificación es la operación mediante la cual se establece simplemente el número o la numeralidad de los objetos denotados. Puede ser definida o indefinida. Así, son cuantificadores definidos: dos, tres ... , cien, mil, todos, cero, una docena de, etc.; e indefinidos: pocos, muchos, demasiados, va­rios, tantos, ¿cuántos?, algunos (en expresiones como: «Quiero comprar algunos libros»), unos, fr. des, etc. 32• Un tipo particu­lar de cuantificación es la singularización (cuantificación como uno). Además, al ámbito de la cuantificación pertenece, asimis­mo, la variación gramatical de número 33.

La simple cuantificación es una discriminación eventual e interna: no implica la aplicación, sino sólo la aplicabilidad del nombre a un grupo de particulares, y no opone este grupo a los otros particulares de la misma «cIase». (o del mismo «tipo»);

31 ef. El plural en los nombres propios, 4.3. 32 Para simplificar en algo el asunto, nos referimos exclusivamente a

los cuo.ntificadores de clase (numeradores). Pero existen también cuanti­ficadores de masa, que indican la medida o la mensurabilidad de las por­ciones de masa denotadas; así: poco, mucho, tanto, un tro1,O de, un pe­dazo de, etc. (cf. «poco aire», «mucha agua», «tanto oro», etc.).

33 Pero no el número como tal: .las formas como lat. castra, esp. bo­das, Las Palmas, son plurales, mas no implican ninguna cuantificación actual (realizada en el momento de hablar).

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es decir, que no implica ninguna cselección •. Esto es cierto aun por lo que concierne a la singularización; así, un hombre, en un enunciado matemático como: «un hombre, más un hombre, más un hombre., no se presenta como aplicado, sino sólo como aplicable a- «un hombre» en particular, y no opone de ningún modo «un hombre» a otros hombres».

2. 3. 4. En cambio, la selección es una discriminación «real» y externa. Además de implicar la cuantificación {aunque no la cuantificación ntuiléricamente definida, salvo en el caso de la individualizaci6n), ella implica 'la aplicación del nombre a un grupo de particulares y, al mismo tiempo, señala una 'separa­ción u oposición (afirmada o .negada) entre los objetos deno­tados y el resto de su «clase» o «tipo». También la selección puede ser indefinida (particularización) o definida (individua­ción), y, por lo tanto, los correspondientes instrumentos verba­les (seleccionadores) pueden ser, respectivamente, particulari­zadores o individuado res. Los particularizadores implican una oposición del tipo uno( s) / otros; los individuadores, una oposi­ción del tipo uno( s )/los otros 34. Así son simples particulariza­dores: un (en contextos no-matemáticos), algún, algunos (en frases como: «algunos hombres son buenos.), ningún, cada, todo (lat. omnis), cualquier, otro. Son, en cambio, individuali­zadores: ¿cuál?, ¿qué?, tal, el mismo, el otro, los demás, dicho,

34 A «un hombre~ puede corresponder- uno cualquiera de los varios entes «hombre» (por ej., "Pedro», «Luis», «Juan», «Antonio", etc.); a «tal hombre», sólo un ente determinado (o "Pedro», o «Luis», o «Juan .. , o «Antonio .. , etc., mas no uno cualquiera de ellos). Cf. la distinción de E. HUSSERL, Erfahrung und Urteil, ed. L. Landgrebe, Hamburgo, 1948, pági­nas 446447, entre lo «particular» y lo «singular.: «eine Rose ist gelb".. «diese Rose ist gelb ... En nuestra terminología, los ejemplos de Husserl son ambos «singulares», pero, mientras que ~I primero es un simple «particularizado», el segundo es un "individuado» y «localizado ... La distin­ción, por otra parte, es análoga a aquella más antigua, entre idea par­ticular (por ej., «algún filósofo,,) e idea individual (por ej., «Sócrates»); cf. J. BALMES, Lógica, París, s. a., pág. 31. En efecto, los nombres propios son nombres «individuales», es decir, nombres de entes «individuados».

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el antedicho, el nombrado, lato alter, neuter; el primero, el se­gundo ... , el último; y en un ejemplo como busco un médico/ busco a un médico, en el que se da, justamente, una oposición entre un simple «particular» y un «individuado», la misma función se halla desempeñada por la preposición a 35. También pueden ser individuadores los «especificadores distintivos» apli­cados a actuales (cf. 2.4.3.), las oraciones relativas (cf. 2.1.2.), el artículo aplicado a cuantificadores numéricamente definidos (los dos ojos), los compl~mentos de especificación constituidos por nombres propios (cf. «las orillas del Tíber», «la historia de Roma»), etc. Péro en todos estos casos, como casi siempre en la individuación, intervienen también los entornos; así, la capi­tal de Francia es un individuado gracias al significado de la palabra capital, mientras que en la ciudad de Francia el mismo complemento (de Francia) no individúa, a pesar de funcionar como «especificador distintivo». En general, en entornos esta­blecidos, la presencia del artículo indeterminado suele indicar un «particularizado», mientras que la presencia del artículo determinado suele indicar un «individuado» 36. Sin embargo, en un ejemplo como: busco a un médico/busco al médico la opo­sición que se establece no es de grado de determinación, sino que se da entre un «individuo para el hablante solamente» y

35 No se trata aquí de «relación animada o inanimada del sujeto con el objeto-, como en el ejemplo señalado por K. VOSSLER, Algunos carac­teres de la cultura española3, Buenos Aires, 1946, pág. 64 (<<querer un cria­do .. ¡«querer a un criado.), donde a la simple oposición indefinido/definido se afiade una oposición' más compleja, debida al distinto significado que el verbo querer adquiere en las dos construcciones.

36 Mas ello no significa que la individuación se efectúe mediante el artículo. A este propósito, L. BLOOMFII!lJ), Language, págs. 203-204, habla, acertadamente, de oposición entre «unidentified specimens. y «ldentified specirnens_, pero incluye el artículo the entre los detenninados «defi­nidos •. Tal inclusión es discutible, porque el artículo de por sí no indivi­dúa. En los casos en que esto parece ocurrir (por ej., «¿Han leído el libro?_, «Estoy observando el mapa,,), la individuación está dada, en reali­dad, por los entornos verbales y extraverbales.

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un «individuado tanto para el hablante como para el oyente». Además, pueden distinguirse varios maticeS intermedios; así, los seleccionadores como cierto, determinado no indican pro­piamente un «individuado», sino, más bien, un .individuable» (cf. cierto escritor, determinado día). Como un tipo especial de Individuación puede considerarse la individualización (indivi­duación de un singular).

2. 3. S. Fin8:lmente, la situación es la operación mediante la que los objetos denotados se «sitúan», es decir, que se vinculan con las «personas» implicadas en el discurso y se ubican con respecto a la~ circunstancias espacio-temporales del discurso mismo. Sus instrumentos verbales específicos son los situado­res, que pueden ser posesivos (mi, tu, su, nuestro, vuestro, y sus plurales) o déicticos (localizadotes: este, ese, aquel, y sus plurales). En efecto, la «situación» puede señalar una particular relación de dependencia o interdependencia entre los entes de­terminados y una cualquiera de las "personas» que automática­mente surgen en el discurso (por ser éste un 'hablar uno con otro acerca de algo'), y, en tal caso, es situación posesiva; o pue­de señalar la región ocupada por los entes denotados, con res­pecto a las circunstancias del discurso, y, en tal caso, es situa­ción localizadora o déictica (localización, deixis). En español, donde, como en latín, existen tres grados déicticos, la locali­zación puede distinguir entre la propincuidad con la primera y con la segunda persona (este/ese), además de poder indicar la no-propincuidad con respecto a esas mismas personas, seña­lando los objetos como ubicados en el lugar indeterminado perteneciente a: la llamada «tercera persona» (aquel) 37. En

37 Ya varias veces ha sido observado que la llamada «3." persona. no es propiamente tal; cf. E. 'BENVENISTB, Structure des relations des per­sonnes dans le verbe, BSLP, XLIII, págs. 11-12; V. SKALIl:KA, Art. cit., pá­gina Z7; F. lÁZARo CARREI1!R, Diccionmio de términos ·filológicos, Madrid, 1953, pág. 264 (donde se acepta lo sostenido por Benveniste). Lo que con ello se quiere decir es que la «3." persona .. s610 se indic;a como otra con

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cuanto a los posesivos, hay que observar que, en español, 1i0D

actualizadores implícitos los antepuestos (mi, tu, etc.) 38, mas no lo son los pospuestos (mío, tuyo, etc.), que funcionan como simples adjetivos. Y aun los posesivos' antepuestos, a pesar de ser «individuadoresJ>, no presentan necesariamente a sus deter­minados como pertenecientes a una «clase»: bajo este aspecto, los posesivos son sólo «generizadores» oposicionales, y DO cons­tantes (como los déicticos) 39.

2. 3. 6. Con la localización, el proceso de determinación de un virtual llega a su fase conclusiva, en la que el signo, ya

respecto a las participantes en la relación comunicativa. El yo y el tú tie­nen localización positivamente definida, mientras que la 3.' persona (él) se sitúa sólo negativamente (con respecto a la relación yo-tú). Por consiguien­te, también la deixis correspondiente al «lugar de la 3.' persona» señala sólo una localización negativa. De aquí que, para esta deixis, pueda hacerse a veces (yen ciertos idiomas se hace siempre y necesariamente) la dis­tinción entre localización indeterminada y localización determinada o inmediatamente determinable (<<objeto que se halla a la vista de los hablantes»); d. ital. quello/ quello lí, que/lo la. Por el mismo carácter relativamente indeterminado de la 3.' persona, la situación posesiva que le corresponde puede necesitar ulteriores precisiones, normales o eventua­les; cf, lato eius/suus, esp. suyo/suyo propio, propio. Por otra parte, la localización positiva de él o aquél puede darse por los entornos, o por el gesto (que indica la dirección en la que el objeto puede hallarse). A este propósito, hay que observar que los lQcalizadores no son direccionales; sólo señalan «región» y «distancia»: la dirección debe darla el gesto. La indicación por el gesto y la deixis verbal -lejos de tener función idéntica, como a veces se ha sostenido (cf. por ej., K. BÜHLER, Ob. cit., pág. 94)­tienen funciones distintas y complementarias.

38 Lo mismo ocurre en francés, inglés, alemán, etc. En italiano, en cam· bio, salvo casos particulares (mio padre, mio figlio, etc.), los posesivos no implican la actualización y pertenecen más bien al tipo de los «espe­cificadores distintivos» (cf. 2.4.3.). Compárese la diferencia que existe en español entre mi amigo y amigo mío. Como los posesivos en español se comportan en rumano los déicticos: cf. acest om, pero omul acesta.

39 Una expresión como «Así es mi España» no implica que el objeto -España» se piense como ejemplo de una clase. Cf., en cambio, el valor genérico que -la misma fonna adquiere en una oposición como: .. Mi Es­paña no es tu España». Esta oposición, por otra .parte, puede indicarse también par el simple acento de insistencia en el posesivo: -Así es MI España» (pero quizás no sea así la tuya).

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Determinación y entorno 303

«actualizado», «cuantificado» y «seleccionado», se dirige a la denotación de un objeto enteramente determinado, en una circunstancia real determinada. También los nombres cindivi­duados» denotan objetos enteramente determinados (por lo me­nos para el hablante); pero la simple individuación no implica la «localización», según resulta, evidente, sobre todo, de los ejemplos como: busco a un médico, busco al médico 40, donde se trata de particulares «individuados», pero, precisamente, no «localizados» 41. Las funciones determinativas hasta aquí ~eña­ladas pueden, por consiguiente, ordenarse en la serie: actuali­zación - cuantificación - selección (individuación) - situación (localización), en la cual cada función implica a las que le pre­ceden, pero no a las que le siguen. Es decir, que la primera no implica a ninguna de las otras, mientras que la última implica a las tres anteriores. La actualización es la función determinati­va más simple; la localización, la más compleja.

2. 3. 7. Pero, naturalmente, ese orden de funciones determinativas es ideal, y no real (ni material). No hay nada contradictorio en que una determinación cualquiera no se manifieste materialmente, o se efectúe sólo cuando resulta indispensable, o simplemente falte. Así, es sabido que hay lenguas en las que no se da la variación gramatical de número, y la cuantificación se indica sólo cuando es imprescindible. Por otra parte, en el hablar concreto, las varias determinaciones necesarias en cada caso no se dan como sucesivas, sino como simultáneas.

Tampoco se trata de un orden genético. Genéticamente, en la medida en. que la génesis de las funciones determinativas (o mejor dicho, de sus

40 En otros casos pueden subsistir dudas. Ello ocurre porque los ins­trumentos como dicho, el antedicho, el nombrado, etc., no son individua· dores puros: en efecto, implican una especie de deixis.

41 Es cierto que también puede decirse .. busco a este médico_, pero en tal caso se trata de un objeto «presente en el discurso» (por ej., de un médico al que se acaba de nombrar) o que de algún modo se presenta (por ej., en una fotografía), y lo que se «busca» es el objeto real corres­pondiente al objeto verbalmente presentado (o a la imagen). Los objetos .presentes en un discurso» no son sólo los objetos presentes en la cir­cunstancia del discurso mismo.

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instrumentos específicos) pertenece a la historia, se comprueba más bien el orden inverso de lo más complejo a lo más simple. Así, por 10 menos en lo que concierne a la actualización, no hay duda de que ella suele surgir de la deixis (que la implica), mediante un progresivo proceso ana­lítico de -autonomliación~: los artículos surgen por una ruina funcional de los déicticos. Ello explica el desarrollo, aparentemente divergente, de lato üle, por un lado hasta el (artículo), y por otro hasta él (<<pronom­bre de 3." persona~): en realidad, üle no ha adquirido valores «nuevos .. , no ha pasado a desempefiar «otras funciones., diversas de las que ya desempeñaba en latín, sino que sólo ha sufrido una mayor o menor reducción funcional, aunque, en ambos casos, en el mismo sentido. En posición • adjetiva», üle ha perdido las funciones loca1izadora e indivi­duadora, quedando como simple actualizador (y, normalmente, también como singularizador); en posición "pronominal», ha pasado de -locali­zador~ a "individuador~ de objeto conocido (ya nombrado), perdiendo sólo la función localizadora. Y, sin duda, tal reducción funcional sólo puede haber ocurrido, inicialmente, en entornos que (por la presencia real o contextual de los objetos) hacían superflua e inoperante una parte de la funcionalidad de los déicticos. Cuando S. Agustín dice o:ubi venie­mus ad ülam aetemitatem .. , se refiere, quizá, a _aquella eternidad~, pero la eternidad se halla presente en el discurso y no necesita ser o:locali­zada~, por lo cual el déictico puede entenderse como simple actualizador ('la eternidad').

2., 4.~. La actualización y la discriminación, a pesar de ser operaciones di~erentes, se colocan en la misma línea ideal, por representar fases sucesivas del mismo proceso determinativo, es decir, del proceso que va de lo virtual a lo actual y de la plurivalencia (<<universalidad») de la designación potencial a la monovalencia (<<particularidad.) de la denotación concreta. Esas operaciones no modifican las posibilidades designativas del sig­no, sino que las realizan; y no «limitan» la denotación, sino que sólo la particularizan. De naturaleza enteramente distinta son, en cambio, las operaciones que constituyen la delimitación. ~stas modifican las posibilidades designativas del signo, cir­cunscribiendo la «denominación» (parcializando el «concepto»), o «limitan. la denotación, en sentido extensivo o intensivo,

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urlentando la referencia hacia una parte o hacia un aspecto del particular denotado 42.

2. 4. 2. Los instrumentos verbales de la «delimitación» pue­den llamarse delimitadores. Pertenecen a este tipo de determi­nadores nominales la mayoría de los llamados «complementos del sustantivo» constituidos por palabras dotadas de significa­do categorial y léxico (adjetivos, «frases adjetivas», nombres en aposición, etc.). Se trata de elementos que, normalmente, no desempeñan funciones morfemáticas (pero cf. 2.1.2. y 2.3.4.), Y pueden aplicarse tanto a virtuales como a actuales. Si se aplican a nombres actuales (aunque no «actualizados» instrumentalmen­te), muchos de ellos suelen exigir el artículo, en las lenguas en las que éste existe (cf. Cataluña, pero la vieja Cataluña).

2. 4. 3. La delimitación puede distinguirse en: explicación, especialización y especificación,· y los instrumentos correspon­dientes, en: explicadores, especializadores y especificadores 43.

Los «explicadores» destacan y acentúan una carac~erística inhe­rente de lo nombrado o denotado; por ej., «el vasto océano», «ovis patiens iniuriae», «Granada la bella», fr. «le preux Charle­magne». Los «especializadores» precisan los límites extensivos o intensivos dentro de los cuales se considera lo determinado, desde un punto de vista «interno», es decir, sin aislarlo y sin oponerlo a otros determinables susceptibles de caber bajo la misma denominación; por ej., «todo el hombre», «todo (lat. totus) Madrid», «la vida entera», «la España visigótica», «el so] matutino», «luna de medianoche», «el día en el ocaso», «el cielo austral», «el hombre en cuanto sujeto pensante», «los españoles como guerreros», «Cervantes como poeta». Y los «especificado-

42 Aunque, naturalmente, uno de los modos de dimitan la denotación es el de indicar de manera expresa su globalidad, su nO-parcialización (por ej., «todo el libro», «el hombre considerado en todos sus aspectos»).

43 Los «caracterizadores" de Ch. Bally son delimitadores que pueden pertenecer a uno cualquiera de esos tres tipos, con la ú.qica condición de ser «virtuales".

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res» restringen las posibilidades referenciales de un signo, aña­diéndoles notas no-inherentes a su significado; por ej., .castillo medieval», «niño rubio», «las aves acudticas», cel presidente de la República», «el cura de nuestro pueblo». 'Aplicados a virtua­les, los especificadores delimitan dentro de las clases correspon­dientes otras clases, menos amplias (cf. hombre/hombre blan­co); aplicados a actuales, presentan los objetos denotados co­mo pertenecientes a clases que, a su vez, quedan incluidas en clases más extensas (un «niño rubio» pertenece a la clase «niño rubio» que, a su vez, es :miembro de la clase «niño»). Llama­remos a este tipo de determinación especificación distintiva.

2. 5. 1. Formalmente análoga a la «especificación distin­tiva», pero radicalmente distinta desde el punto de vista fun­cional, es la especificación informativa o identificación, que debe considerarse como un tipo autónomo de determinación y cuyos instrumentos se llamarán aquí identificadores. La iden­tificación es la operación mediante la cual se especifica el signi­ficado de una forma «multívoca», con la finalidad de asegurar su comprensión por parte del oyente actual o eventual. Cf., por ejemplo: «hoja de papel», «hoja de afeitar», «cuadro de fútbol», «lengua-idioma» [es decir: no la lengua anatómica], «el sol moneda» [no el astro], fr. «pomme de terre» [no pomme, 'man­zana'] y, viceversa, «pomme-pomme» [no pomme, 'papa'].

En la identificación no se trata de orientar hacia la denota­ción de 10 real y particular un significado virtual y universal, ni de «limitar» la denotación, sino de señalar ese mismo signi­ficado al oyente. En otros términos, no se trata de orientar un valor semántico hacia las «cosas», sino de orientar al oyente hacia un valor semántico. La identificación es, por consiguiente, una operación que no se realiza con significados (como las tres anteriores), s.ino con formas, y en vista de la alribución del sig­nificado por el interlocutor: ella se cumple para que las formas

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resulten inequívocas, es decir, para que el oyente les atribuya ciertos significados y no otros.

2. S. 2. Por ello, justamente, también los no.mbres propios pueden recibir identificadores. En efecto, los nombres propios, siendo individua­les, no precisan actualizadores (dado que en ellos la desi¡¡:nación coin· cide con la denotación) y no pueden recibir discriminadores (salvo el caso de los ·posesivos; cf. n. 39). En cambio, pueden recibir delimita· dores que no impliquen la discriminación (cf. 2.4.3.) y, naturalmente, pueden recibir, y a menudo necesitan, identificadores (ocasionales, usua­les y aun constantes): los nombres propios son de por sí individuales, pero no son de por sí inequívocos 44. Así, los nombres de pila se iden· tifican mediante el apellido (.Francisco Quevedo-) 45; los nombres de reyes, emperadores, papas, etc., mediante numerales (.Felipe Segundo_) o con sobrenombres (.Fernando el Santo_); los nombres geográficos, mediante otros nombres del mismo orden o mediante nombres comunes y adjetivos (.Santiago de Chile-, .éastilla la Vieja_), etc. En todos estos casos, el de terminador no particulariza el objeto denotado, sino que aserura la univocidad del nombre: particulariza el nombre mismo con respecto a otros nombres formalmente idénticos.

2. 5. 3. Los identificadores pueden ser ocasionales (cf .• Cór­daba, Argentina.), usuales (<<Castellón de la Plana., fr .• pom­mes de terre.) o constantes (.Nueva Yorkrt). Los identificadores usuales y constantes forman con sus determinados verdaderos nombres compuestos, aunque normalmente disociables --en el caso de los identificadores «usuales»--, en entornos que exclu­yan la posibilidad de equívocos. Así, en Chile no es necesario decir .. Santiago de Chile., y en la provincia de Castellón de la Plana no se dirá «vaya Castellón de la Plana», sino, simplemen­te, .voy a Castellón.; cf. fr. pommes de terre, pero pommes

44 La .determinación_ de los nombres propios de la que habla H. PAUL, Prinzipien der Sprachgeschichte5, Halle, 1920, pág. 81, es, precisamente, la «identificación_.

45 Cf. El plural en los nombres propios, 3.5. También a este propósito CH. BALLY, Ob. cit., págs. 227-228, habla de .actualización-, lo cual no es de ningún modo aceptable.

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frites. Lo que distingue netamente un identificador usual o cons­tante de otros tipos de determinadores es, precisamente, el hecho de que el identificador es parte integrante de un signo. Así, nueva es un signo autónomo en una casa nueva, pero es sólo parte de un signo en Nueva Caledonia. Los identificadores de ese tipo son, pues, determinadores «internos» (inherentes), con respecto al nombre completo, aun cuando éste resulte diso­ciable en ciertos entornos.

3. 1. 1. Las operaciones que constituyen la determinación aseguran, pues, una de las posibilidades fundamentales del ha­blar: la de referirse sin equivocación a lo actual y particular con signos que de por sí, en el «acervo idiomático», son virtuales, en su mayoría universales, y a menudo equívocos. En otros términos, la determinación asegura simplemente el empleo de la lengua: la -integración lingüística entre un conocer actual y un saber anterior. Pero hay algo más importante aún: por un lado, el hablar no emplea todo lo que la lengua puede ofrecerle para una determinada circunstancia y, por el otro, el hablar no sólo emplea la lengua, sino que también la supera, puesto que el conocer supera constantemente lo sabido. El hablar es lvtpyELa también en este otro sentido más radical, que es el sentido creativo: aumenta, modifica y re-crea continuamente el saber en que se funda. La lengua es el terreno común de historicidad lingüística de los hablantes, y todo lo que se dice, se dice en una lengua, que, en parte, se manifiesta en forma concreta en lo hablado. Pero, por otra parte, el hablar es decir algo nuevo por medio de una lengua; y a menudo lo nuevo, lo que no se ha dicho nunca antes, puede insertarse en la tradición y volverse, a su vez, checho de lengua». Además, en todo momento, lo que efectivamente se dice es menos de lo que se expresa y se en­tiende. Mas ¿ cómo es posible que lo hablado signifique y se entienda más allá de lo dicho y hasta más allá de la lengua?

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Tal posibilidad está dada por las actividades expresivas com­plementarias (cf. 1.2.4.) y, sobre todo, por las circunstancias del hablar, o sea, por los entornos.

Los entornos intervienen necesariamente en todo hablar, pues no hay discurso que no ocurra en qna circunstancia, que no tenga un «fondo». Como se ha visto, los entornos participan de manera casi constante en la determinación de los signos y a menudo sustituyen los determinadores verbales. Pero su fun­cionalidad es mucho más amplia que esto : los entornos orien­tan todo discurso y le dan sentido, y hasta pueden determinar el nivel de verdad de los enunciados (cf. 3.5.2.).

3. 1. 2. Dada la importancia reconocida y a menudo seña­lada de los entornos, extraña la poca atención que se les ha prestado, desde el punto de vista descriptivo y analítico. Exis­ten teorías de los «contextos» 46, pero no se ha hecho un registro sistemático de los varios entornos posibles 47. Los autores que se han ocupado del asunto suelen distinguir dos o, a lo sumo, tres entornos. AsÍ, Ch. BaBy 48 distingue entre situación -el conjunto de circunstancias extraverbales que rodean el discurso o se conocen por los interlocutores- y contexto: das palabras que $e han dicho antes», en el mismo discurso (o diálogo). K. Bühler 49 distingue tres entornos: el sinfísico, el simpráctico

46 Cf. W. M. URBAN, Language and Reality, trad. esp. Lenguaje y reali­dad, México, 1952, págs. 160 y sigs.

47 A la insuficiente sistematización de la experiencia acerca de los en­tornos se deberá la fragilidad de las teorías aludidas. Ellas suelen desta­car el carácter «eliptico,. del lenguaje. Pero ¿«elíptico» con respecto a qué? La verdad es que el hablar cuenta de antemano con los entornos. Un discurso que cuente con entornos complejos puede ser más .elíptico> verbalmente que otro que cuente con entornos pobres, lo cual no quiere decir que sea elíptico semánticamente. Puede haber elipsis involuntaria, en el caso de una utilización deficiente de los entornos; pero, en tal caso, se trata de una deficiencia del hablante, y no de una característica del lenguaje. En otro sentido, la verdadera elipsis -la elipsis intencional (el dejar de decir algo)- es propiamente un instrumento contextual (cf. 3.43.).

48 Ob. cit., págs. 4344. 49 Ob. cit., págs. 117 y sigs.

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y el sinsemántico. El primero es un tipo particular de entorno físico (cf. 3.4.4.); el segundo corresponde a la csituación» de Bally; y el tercero, a lo que corrientemente se llama «contexto» (verbal) so. Y W. M. Urban 51 distingue entre contexto idiomático (<<1a frase en que una palabra aparece») y contexto vital o de situación, que coincide con la csituación. de Bally; además, re­conoce el universo de discurso y su importancia 52, pero no lo deslinda claramente de los contextos.

En nuestra opinión, es necesario distinguir una serie mucho más larga de entornos, que pueden agruparse en cuatro tipos: situación, región, contexto y universo de discurso.

3. 2. 1. Por situación conviene entender algo mucho más limitado y menos ambiguo de lo que comúnmente se entiende, o sea, sólo las circunstancias y relaciones espacio-temporales que se crean automáticamente por el hecho mismo de que al­guien habla (con alguien y acerca de algo) en un punto del espacio y en un momento del tiempo; aquello por 10 cual se dan el aquf y el allá, el esto y el aquello, el ahora y el entonces, y por lo que un individuo es yo y otros son tú, él, etc. La situa­ción es, pues, el «espacio-tiempo» del discurso, en cuanto creado por el discurso mismo y ordenado con respecto a su sujeto. La determinación que hemos llamado con el mismo término (cf. 2.3.5.) depende enteramente de este entorno, y sólo COn respec­to a él adquiere sentido. Asimismo, los pronombres sustantivos sólo pueden denotar gracias a la situación; en efecto, ellos tie­nen significado categorial (son csustantivos.), pero no tienen

50 Bühler no registra como entorno lo que aquí se llamará csituación_ (cf. 3.2.1.), pues constituye con ella UD ccampo_ particular del lenguaje: el ccampo mostrativo» (Ob. cit., págs. 94 y sigs.). Tal interpretación es sumamente discutible: toda la teoria del ccampo mostrativo» se basa en la identificación funcional entre localizadores y gestos, que no puede aceptarse (cf. n. 37). .

51 Ob. cit., pág. 161. 52 Ibid., págs. 162-164.

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significado léxico: no nombran ni designan nada, y por ello no pueden referirse más que a objetos ya «presentes en el dis­ctirso».

3. 2. 2. La situación puede ser inmediata (creada por el hecho mismo de hablar) o mediata (creada por el contexto verbal). Los nombres pro­pios, dada su «autosuficiencia» léxica 53. suelen ser los instrumentos más idóneos para crear «situaciones mediatas», es decir, para traer las cosas «a la vista_ y al horizonte espacio-temporal del hablar. Después de haber dicho César cruzó el Rubicón, podemos decir este río [«el Rubicón,,] sin riesgo de ambigüedad.

3. 3. 1. Llamamos región el espacio dentro de cuyos límites un signo funciona en determinados sistemas de significación. Tal espacio está delimitado, en un sentido, por la tradición lin­güística y, en otro sentido, por la experiencia acerca de las reali­dades significadas. Se pueden distinguir tres tipos de «región»: zona, ámbito y ambiente. La zona es la «región» en la que se conoce y se emplea corrientemente un signo,· sus límites depen­den de la tradición lingüística y suelen coincidir con otros lími­tes, también lingüísticos. El ámbito es la «región» en la que el objeto se conoce como elemento del horizonte vital de los ha­blantes o de un dominio orgánico de la experiencia o de la cul­tura, y ~us límites no son lingüísticos; así, el espacio dentro del cual se conoce el objeto «casa» es un «ámbito» 54 Y el am-

53 ef. W. HAVERs, Handbuch der erkUirenden Syntax, Heidelberg, 1931, página 49.

54 La zona es siempre una forma de organización idiomática: sus U­mites constituyen una «isoglosa». El ámbito, en cambio, es un horizonte de experiencia objetiva. Sin embargo, una realidad objetivamente única puede conocerse de varias maneras y, por lo tanto, corresponder a más de un ámbito. Así, el «dolor de cabezaD y la .. cefalalgia.. son la misma realidad, pero conocida de dos modos distintos; por ello, dolor de cabeza y cefalalgia funcionan en ámbitos diversos y no significan .. lo mismo_o y aun las mismas formas adquieren valores distintos en ámbitos distin­tos: langue y parole tienen un significado en la lengua francesa y otro significado en el ámbito de la lingüística.

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biente es una «región» establecida social o culturalmente: la familia, la escuela, las comunidades profesionales, las castas, etcétera, en cuanto poseen modos de hablar que les Son pecu­liares, son «ambientes». Un «ambiente» puede poseer signos es­pecificas para «objetos» de ámbito más amplio; puede poseer «objetos» especificas; o bien, puede poseer signos específicos para «objetos» también específicos: es decir· que no, puede fun­cionar como «zona», como «ámbito», o como «zona» y «ámbito» al mismo tiempo.

3. 3. 2. Muchos matices semánticos de las palabras dependen, en gran parte, de las diferencias de «región». Una palabra empleada fuera de su «ámbito .. puede significar la misma realidad objetiva, pero ya no significa del mismo modo, pues su «evocación» es distinta; y una palabra ambien­tal, además de denotar algo, evoca también su ambiente, si se emplea en otros ambientes.

En particular, la distinción entre voces usuales y voces técnicas estriba enteramente en la diferencia entre «zona .. y «ámbito,,: las voces usuales se consideran como propias de «zonas .. ; las técnicas, como propias de .. ámbitos .. 55. Ello quiere decir que la distinción no es de ningún modo absoluta, pues cualquier palabra que tenga significado léxico significa al mismo tiempo en una zona (dependiente de una panicular tradición idiomática) y dentro de un ámbito (dependiente de un conocimiento ob­jetivo). La palabra casa significa al mismo tiempo en la tradición idiomá­tica de varias lenguas románicas y en el ámbito en que se conoce el objeto «casa", y sena tma «voz técnica» con respecto, por ej., al ámbito de es­quimo iglu (igloo). Lo que ocurre es que en las voces reconocidas como «usuales" el ámbito supera normalmente la zona (la organización idio­mática), mientras que en las voces reconocidas como «técnicas .. zona y ámbito coinciden (por lo menos dentro de cada comunidad lingüística). Así, el ámbito de .:casa,. es más amplio que las zonas de casa, maison, Haus, house, hus, dom, etc., pero no sucede lo mismo con los ámbitos de "fiandú" o de «fonema... Además, para reconocer el carácter técnico de una palabra, es necesario tener presentes dos ámbitos a la vez, pues den­tro de su ámbito toda palabra es «usual ... En efecto, dentro de los lfmi-

55 En este sentido también los nombres propios son voces técnicas: su Geltungskreis no depende de la organización idiomática, sino del ám­bito en el que se conoce su objeto.

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.Qeterminación y entorno 313

tes de una lengua, ciertas voces se reconocen como «técnicas- por reco­nocerse como propias de ámbitos más estrechos que la lengua misma. Pero toda lengua coincide con ciertos ámbitos de experiencia y, por lo tanto, toda lengua posee voces «usuales» que, desde el punto de vista de otrás lenguas. se revelan como «técnicas» y resultan «intraducibles» 56.

Las palabras como knut y vcrstá o geisha y samuray no son «técnicas» en ruso y en japonés, pero lo son desde el punto de vista de otros idio­mas, pertenecientes a otros ámbitos. Lo ~ismo se comprueba entre gru­pos de lenguas correspondientes a ámbitos distintos, así como entre dia­lectos y hablares regionales de la misma lengua histórica.

3. 4_ L Constituye contexto del hablar toda la realidad que rodea un signo, un acto verbal o un discurso, como presencia física, como saber de los interlocutores y como actividad. Pue­den distinguirse tres tipos de contexto: el contexto idiomático, el verbal y el extraverbal.

3. 4. 2. El contexto idiomático es la lengua misma como contexto, como «fondo)) del hablar. En lo hablado se manifies­ta concretamente una parte de la lengua, pero esta parte sig­nifica en relación con toda la lengua, con todo el saber idiomá­tico de los hablantes. Todo signo realizado en el discurso sig­nifica en complejos sistemas de oposiciones y asociaciones for­males y semánticas con otros signos, que no se dicen pero que pertenecen al acervo lingüístico de los hablantes, El «dictado» surrealista, la rima, la asonancia, la aliteracíón, el juego de palabras, son modos de revelar parcialmente las secciones más inmediatas de ese fondo de saber sobre el cual se proyecta toda palabra concreta.

S6 En este caso, puede hablarse de ámbitos idiomáticos: "seguidilla», «alborada», «torero», «gracioso» pertenecen al ámbito idiomático español. Otros ámbitos son ambientales o dialectales, y" otros aún son interidiomá­ticos. ~stos pueden ser continuos, si abarcan varios idiomas en su inte­gridad (como en el ejemplo «casa»), o discontinuos, si, dentro de los límites de cada idioma, abarcan sólo ciertos ambientes (como sucede con muchos nombres propios y con las terminologías científicas).

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También puede funcionar como contexto idiomático una len­gua distinta de la que se está hablando, como ocurre en los sujetos plurilingües 57. Además, dentro del contexto idiomático, cada palabra significa en un contexto menor, que es su campo significativo; así, un nombre de color, por ej., verde, significa en relación con otros nombres de color de la misma lengua (azul, amarillo, gris, etc.).

3. 4. 3. El contexto verbal es el discurso mismo en cuanto «entorno» de cada una de sus partes. Para cada signo y para cada porción de un discurso (que puede ser diálogo), constituye «contexto verbal» no sólo lo dicho antes, como pensaba Bally (cf. 3.1.2.), sino también lo dicho después, en el mismo discurso. Ello, por otra parte, resulta evidente hasta de ejemplos tan tri­viales como: la casa de luan y la casa de Austria, donde los determinadores pospuestos funcionan simultáneamente como elementos contextuales, revelando el significado del signo casa.

El contexto verbal puede ser inmediato -constituido por los signos que se hallan inmediatamente antes o después del signo considerado 5&_ o mediato, hasta llegar a abarcar todo el dis­curso, y, en tal caso, puede llamarse contexto temático. En una obra, cada capítulo y, hasta cierto punto, cada una de sus palabras, significan en relación con lo dicho en los capítulos anteriores y cobran nuevo sentido con cada capítulo sucesivo,

57 En un sujeto plurilingiie ciertas palabras de una lenaua pueden que­dar afectadas en su valor semántico o, por lo menos, en su valor evoca­tivo, debido a lo que las formas análogas significan en otras lenguas; Un rumano monolingüe emplea sin escnípulo ninguno el verbo a desmierda, «acariciar, mimar .. , cuyo significado, además, tiene un halo de inocencia infantil y de ternura. Pero los rumanos que conocen otras lenguas romá­nicas o el latín vacilan en emplear el mismo verbo y, de todos modos, la evidencia de la etimología afecta gravemente la evocación de la palabra.

5& El reconocimiento de una palabra como correspondiente a tal o cual categona verbal depende en gran parte -y a veces enterament~ de su «contexto inmediato .. , o sea, de sus «asociaciones sintagmáticaslt concretamente comprobadas en el discurso; cf. L. J. PICCAlUlO, El con­cepto de «partes de la oración .. , Montevideo, 1952, págs. 13-16.

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hasta el último. Desde otro punto de vista, el contexto verbal puede ser positivo o negativo: constituye contexto tanto aquello que efectivamente se dice ,como aquello que se deja de decir. Si éste dejar de decir algo es intencional, tenemos lo que -según el propósito que se atribuya al hablante- se llama insinuación, alusión o sugerencia 59. La poesía «sugestiva» se funda, en bu~ na parte, en un apropiado empleo intencional de los contextos verbales negativos.

3. 4. 4. El contexto extraverbal está constituido por todas las circunstancias no-lingüísticas que se perciben directamente o son conocidas por los hablantes. Puede distinguirse en varios subtipos: flsico, empírico, natural, práctico, histórico y cul­tural.

a) El contexto flsico abarca las cosas que están a la vista de quienes hablan o a las que un signo adhiere (en el caso de un signo grabado, escrito o impreso; cf. el «entorno sinfísico» de K. Bühler). La deixis real e inmediata ocurre dentro de un contexto físico, por el cual, además, se individúan implícitamen­te todas las cosas que el contexto mismo contiene (cf. 2.3.2. y n. 36).

b) El contexto emplrico está constituido por los «estados de cosas» objetivos que se conocen por quienes hablan en un lugar y en un momento determinados, aunque no estén a la vista; por ej., el haber una calle fuera de la puerta; el tener esta casa cinco pisos; el haber un mar, un río, una playa, un

59 El enunciado: el sol es más grande que el Peloponeso es estricta­mente verdadero, pues, en efecto, el sol es más grande que el Peloponeso. Sin embargo, 10 que el mismo enunciado sugiere es falso (aunque no fuera ésta la intención de Anaxágoras), y ello, precisamente, por lo que cno dice., o sea, porque no, indica el otro término de comparación. Si de una obra que ha tenido diez reseñas favorables y una muy desfavorable decimos sólo que aha sido ásperamente criticada_, decimos la verdad, pero muy otra .cosa es lo que damos a entender. El «contexto verbal ne­gativo.. permite ese tipo peculiar de mentira que consiste en insinuar lo falso diciendo la verdad.

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bosque cerca de esta ciudad, etc. Expresiones como: voy a la playa, está bravo el mar, no salgas a la calle, el señor del primer piso, adquieren en el hablar corriente sentido enteramente de­terminado, gracias, precisamente, al «contexto empírico •.

e) El contexto natural es la totalidad de los contextós em­píricos posibles, es decir, el universo empírico conocido por los hablantes. Por el «contexto natural» se hallan singularizados e individuados para todos los hablantes, en el plano empírico, los nombres como: el sol, la luna, el cielo, la tierra, el mundo. No se pregunta ¿cuál sol?, porque sólo se conoce uno lIG.

d) El contexto práctico u ocasional es la «ocasión. del hablar: la particular coyuntura subjetiva u objetiva en la que ocurre el discurso; por ej., el hablar con un anciano o con un niño, con un amigo o con un enemigo, para pedir un favor o para exigir un derecho; el acontecer el discurso en la calle o en una reunión familiar, en una clase o en el mercado, de día O de noche, en invierno o en verano, etc. Toda una serie de fun­ciones gramaticales, semánticas y estilísticas dependen de la «ocasión. del discurso o son desempeñadas implícitamente por este contexto; cf. por ej., ¡hermoso día!, hace trio [hoy, y no en general]. Una frase como: dos de diez y uno de veinte no tiene de por sí sentido, pero resulta perfectamente clara si se dice a un vendedor ambulante que vende ciertos objetos de diez y de veinte centésimos.

e) El contexto histórico está constituido por las circunstan­cias históricas conocidas por los hablantes, y puede ser particu­lar -tan limitado como la historia de una persona, de una

60 CH. BAILY, Ob. cit., pág. 81, considera estos nombres como «nom­bres propios de la lengua», porque no advierte la existencia y la función del contexto natural. Pero no puede haber duda que se trata de nombres comunes cuyos denotados se conocen en un solo ejemplar. En los nom­bres propios la individualización no depende de los contextos, sino que pertenece a los nombres mismos: el nombre propio, como ya lo reconoció ARISTóT1!LES, De interpretatione 17a, es individual por su naturaleza (y no por alguna circunstancia empírica).

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familia, de una aldea; o más amplio, como la historia de una nación (por ej., el ser este país una república y no un reino, el ser una comunídad cristiana y no musulmana)- o univer~al; actual o pretérito. Ciertos nombres como: el alcalde, el médico, el farmacéutico, el cura, suelen ser denotaciones individuales en contextos históricos particulares; el reyes denotación indi­vidual en un reino; el papa es una denotación individualizada por el contexto «universal actual»; la batalla de Salamina lo es por el contexto «universal pretérito» 61.

f) El contexto cultural abarca todo aquello que pertenece a la tradición cultural de una comunidad, que puede ser muy limitada o tan amplia corno la humanidad entera. En la medida en que integra la historia espiritual de una comunidad, el ccon­texto cultural» es una forma peculiar de contexto histórico. En latín, deus significa 'un dios, algún dios'; en español, Dios es un hombre individualizado por la tradición monoteísta cris­tiana; y para la filosoña escolástica era una denotación indi­vidual también el filósofo. Los llamados «tópicos» se reconocen y funcionan como tales dentro de una tradición literaria; así, para los hispano-hablantes cultos, la expresión de cuyo nombre no quiero acordarme tiene un sabor particular porque recuerda el texto de Cervantes.

Todos los contextos extraverbales pueden ser creados o mo­dificados mediante el contexto verbal; pero aun la «lengua escrita» y la literaria cuentan con algunos de ellos, por ej., con el contexto natural y con determinados contextos históricos y culturales: Homero hace constantemente alusiÓn a mitos cono­cidos por los griegos y Góngora, cuando escribe el mentido ro­bador de Europa, cuenta con un contexto cultural que supone conocido por sus lectores.

61 Contrariamente a lo que piensa K. BtlHUM, Ob. cit., pág. 259, no se trata de UD nombre propio.

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3. 5. 1. Por universo de discurso entendemps el sistema universal de significaciones al que pertenece un discurso (o un enunciadq) y que determina su validez y su sentido. La litera­tura, la mitología, las ciencias, la matemática, el universo em­pírico, en cuanto eternas» o «mundos de referencia» del hablar, constituyen «universos de discursolD. Una expresión como: la reducción del objeto al sujeto tiene sentido en filosofía, pero no tiene ningún sentido en la gramática; las frases como: el viaje de Colón, según decía Parménides y según decía Hamlet, pertenecen a distintos universos de discurso. El humorismo se basa a menudo en la confusión intencional de universos de discurso, en el mismo enunciado; cf., por ej.: en el bosque dos jóvenes matemáticos extraían las raíces cuadradas de los árbo­les,· por la ventana veo un hombre que está descendiendo del mono.

3. 5. 2. El concepto de 'universo de discurso' ha sido a menudo cri­ticado por los lógicos positivistas, con el ar¡umento de que no hay «otro mundo- fuera del mundo natural y empíricamente conocible 62. Que no hay más que un mundo, es cierto; pero las críticas aludidas, lejos de invalidar el concepto de 'universo de discurso', revelan una radical incom­prensión del problema. No se trata de otros «universos_, de otros «mun­dos de cosas-, sino de otros «universos de discurso_, de otros sistemJLS de significaciones. La misma pretensión de «traducir_, por ej., las frases de la mitología, trasladándolas al nivel del hablar sobre el mundo em­pírico e his~órico (dos griegos creían que ... _, etc.), revela, precisamente, que se trata de «universos de discursoD diferentes. En realidad, los enun­ciados pertenecientes a universos de discurso no-empíricos no carecen de sentido- y no necesitan etraducción_ ninguna. El valor de verdad de una afinnación acerca de «Ulises- no se verifica en la historia griega, sino en la Odisea, y en la tradic¡ón correspondiente, donde Ulises era el marido de Penélope, es una proposición verdadera, mientras que Ulises era el marido de Helena es falsa; y las afirmaciones acerca de los «centauros_

62 Así, por ej., B. RUSSELL, Introduction to Mathematical Philosophy, trad .esp. Introducción a la filosofía matemática, Buenos Aires, 1945, pá­ginas 237-239, y L. S. STEBBING, A Modern Introduction to Logic7, Londres, 1950, págs. 55-56.

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Determinacidn. y entorno 319

son verificables en la mitología, donde la proposición el centauro era un sacrifcio de cien toros es falsa, mientras que el centauro era un ser mitad hombre y mitad caballo es verdadera.

3. 6. 1. 10 dicho alcanza, creemos, para destacar la impor­tancia que el registro de los entornos y el reconocimiento de sus funciones tienen para la. gramática, para la teoría literaria y para la teoría del lenguaje. En particular, conviene subrayar la importancia de los entornos no-verbales, que a menudo se ig­

noran. 3. 6. 2. Por lo que concierne a la gramdtica, los entornos

no-verbales intervienen necesariamente, aunque en medidas di­versas, en la consideración de sus tres planos: el teórico, el descriptivo y el analítico 63. En el plano teórico, ciertos modos significativos pueden definirse sólo con referencia a los tipos de entorno en los que están destinados a funcionar (tal es el caso de los pronombres personales y de los déicticos pronomi­nales, adjetivos y adverbiales); y en la definición de otros la referencia a los entornos interviene por 10 menos en sentido negativo, como en el caso de los nombres propios, que, precisa­mente, son independientes de las circunstancias del hablar (por lo que concierne a la actualización e individualización) (cf. nú­mero 60). Y, desde un punto de vista más general, la referencia a los entornos es indispensable para el deslinde entre lexemas (palabras con significado categorial y léxico, como los nombres y los adjetivos) y categoremas: palabras que tienen sólo signifi­cado categorial y que, por lo tanto, «denotan» sin «designarlt (cf. 3.2.1.). La intervención de los entornos es menor en el plano

63 Estos tres planos se distinguen en la gramática de acuerdo con los «niveles- en los que puede considerarse el lenguaje (cf. 1.1.4.). En el plano teórico, la gramática es teoría gramatical o gramdtica general: su tarea es la de reconocer y definir las categorías verbales y gramaticales, como modos semánticos del hablar. En el plano descriptivo, es descripción de los esquemas formales de expresión de que dispone una lengua. Y en el plano analítico, es andlisis gramatical (formal y semántico) de las funcio­nes concretamente manifestadas en un texto.

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320 Teoría del lenguaje y lingüística general

descriptivo, que es el plano propio de la cclengua»; sin embargo, es necesario, por lo menos, señalar cuáles funciones no dispo­nen de instrumentos verbales en una lengua (por realizarse ex­clusivamente por las circunstancias del hablar) y cuáles instru­mentos verbales pueden sustituirse por los entornos. Pero, sobre todo, el reconocimiento de los entornos es imprescindible para el análisis gramatical de los textos, pues los mismos esquemas formales pueden corresponder a funciones enteramente distin­tas, en entornos distintos.

En general, una lingüística propiamente funcional no puede descuidar los entornos, ni siquiera los «extraverbales», pues las funciones reales no se dan en la lengua abstracta, sino en el hablar concreto. Ello es cierto aun por lo que concierne a la lingüística diacrónica, que no puede ignorar las circunstancias generales en las que una lengua se ha hablado 64.

3. 6. 3. En lo que atañe a la teoría literaria -o, mejor, de la técnica y de la interpretación literarias-, el conocimiento de los entornos no-verbales tiene importancia en dos sentidos, ambos fundamentales.

En primer lugar, la cclengua escrita» no dispone en absoluto, o sólo dispone parcialmente, de ciertos entornos (como, por ejemplo, el ambiente, la situación inmediata, d contexto físico, el empírico y el práctico), y, por lo tanto, en la medida en que los necesita, debe crearlos mediante el contexto verbal. Ello .plantea al escritor un serio problema técnico. El problema es menor para la poesía lírica, que es más libre de entornos y, por lo tanto, más abstracta y de por sí más universal. Ciertamente, la poesía lírica puede ser motivada por una «ocasión», pero la «ocasión» es exterior a la poesía y la visión poética la supera

64 Contrariamente a lo que pretende el formalismo lingüfstico, la len­gua no puede estudiarse «en sí y por sÍ!>, y menos aún su historia. ¿Quién podría entender, por ej., la historia del léxico romance sin conocer la civilización occidental y el cristianismo?

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Determinación y entorno 321

en seguida, universalizándola 65. En cambio, la poesía épica y, so­bre todo, la prosa narrativa necesitan mucho más de los entor­nos. Para concretar su visión, el prosista debe hacer tangibles las cosas, presentes y visibles los personajes, sensibles las ocasio­nes. En ciertas novelas se habla de ríos y de bosques, pero no se siente su humedad y su frescura, y ello es indicio de que se trata de obras fracasadas. La obra en prosa debe contener en gran parte sus entornos. Esto explica la mucho mayor dificul­tad técnica de la prosa de arte, con respecto a la poesía lírica.

En segundo lugar, la literatura aprovecha siempre, en me­dida mayor o menor, ciertos entornos limitados, en particular los históricos y culturales. De aquí la mayor «dificultad» de ciertas obras con respecto a otras, que se halla en relación directa con su mayor adhesión a contextos ignorados por el lector. De aquí, también, la necesidad de los comentarios, si la interpretación ocurre en contextos distintos de aquellos con los que cuenta la obra: «explicar» una obra significa, ante todo, reconstruir sus entornos 66.

3. 6. 4. Finalmente, en lo que respecta a la teoría del len­guaje, un reconocimiento adecuado de las funciones de todos los entornos contribuiría a eliminar ciertos viejos y tan persis­tentes errores. Entre ellos, y en primer término, el de la len­gua «lógicamente perfecta» y el de la pretendida «imperfec­ción» o «insuficiencia» del lenguaje.

La lengua «lógicamente perfecta» es un contrasentido teórico (pues lógica o ilógica sólo pueden ser una expresión concreta,

65 La «ocasión-, naturalmente, tiene su función en el poema, como se­ñalamiento de lo superado por la visión poética. Un expediente bastante superficial e ingenuo del hennetismo poético ---expediente viejo como el mundo, pero siempre renovado por los artesanos cerebrales de la poes1a­consiste en ocultar la «ocasión,., lo cual, sin embar¡o, no asegura que haya visión poética.

66 Esto implica reconocer el 'carácter propiamente lin¡ü1stico del co­mentario cfiloló¡ico., cuyo cometido consiste, tln gran parte, en revelar los entornos en los que el texto estudiado adquiere su pleno sentido.

T. LBNGUAJE.-21

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322 Teoría del lenguaje y lingüística general

y no la lengua abstracta) y sería perfectamente inútil, pues sólo serviría para re-pensar lo pensado, y no para adelantar en el pensamiento (que es crear nuevos significados). Pero, aun cuan­do se considerara útil, la tarea de construir semejante lengua sería ociosa: al utilizarse esa lengUa, intervendrían inevitable­mente los entornos (empezando por el mismo contexto verbal) y ella dejaría de ~er un código inequívoco e inmutable. Los constructores de lenguas no pueden abolir los entornos ni im­pedir que el hablar signifique en contextos infinitos.

Igualmente infeliz y radical es el error de todas las afinna­ciones acerca de la «imperfección» o «insuficiencia» del lengua­je, en el que han caído hasta pensadores tan agudos como H. Bergson y A. N. Whitehead. Este error estriba en la confusión entre el hablar concreto y la lengua abstracta, en creer que lo hablado es simplemente «lengua», en no advertir que la lengua consignada en la gramática y en el diccionario es sólo el instru­mento del hablar y su marco histórico de posibilidades, y que el hablar la supera constantemente y significa propiamente lo particular y concreto. Un discurso puede resultar inadecuado, pero por insuficiencia particular de tal discurso, y no por una insuficiencia universal del lenguaje. Whitehead 67 señala como insuficiencia del lenguaje el hecho de que la e'Xpresión lingüís­tica no puede referirse al universo en todos sus detalles: «El lenguaje es totalmente indetenninado a causa del hecho de que todo acaecimiento presupone algún tipo sistemático de ambien­te». Lo cierto es exactamente lo contrario: el lenguaje no dice las condiciones contextuales, porque no es necesario que las diga, pero las utiliza y, por lo tanto, la expresión real las im­plica y las contiene 68. Lo hablado significa en Un proceso infl-

67 Process and Rea1ity, trad. esp. Proceso y realidad, Buenos Aires, 1956, págs. 28-29.

68 Por otra parte, el propio Whitehead advierte, en otro lugar, que en un enunciado «hay siempre una referencia tácita 8I ambiente' de la oca· sión en que se habla». (Ob. cit., pá¡s. 357-358).

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Determinación y entorno 323

nito que es el proceso mismo de la realidad significada. El error de Whitehead consiste en considerar que una frase dada como ejemplo es idéntica a la pronunciada realmente (error que él mismo critica en otros autores). En realidad, aislada de sus contextos, la frase es otra: es nombre de la frase real e implica un traslado del lenguaje primario al «metalenguaje» (al hablar sobre el lenguaje). Con ello no se quiere decir que no hay que dar ejemplos. Pero no hay que olvidar que la frase-ejemplo es, precisamente, un «nombre» con el que nos referimos a aquella otra frase que significa en una multitud de contextos, así como con la palabra drbol hablamos de de los «árboles» reales y no pre­tendemos que ella misma sea verde y tenga espeso follaje. Si me proponso investigar el significado del verso de Dante: N el mezzo del cammin di nostra vita, el verso al que me refiero no es éste que acabo de escribir, sino el que se halla en la Divina Commedia y que significa de manera cabal sólo en relación con todo el poema.

(<<Romanistisches Jahrbuch», VII, 1955-56, págs. 29-54.)

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íNDICE

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Sistema, norma y habla Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje Logicismo y antilogicismo en la gramática El plural en los nombres propios Determinación y entorno

Págs.

11 115 235 261 282

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BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA Director: DAMASo ALONSO

l. TRATADOS Y MONOGRAFtAS

l. Walther von Wartburs: La /ragmentac:idn Iln,iUstica de la Roma­nÜJ. Segunda edición. en prensa.

2. Renl! Wellek y Austin Warren: Teorla li.eraria. Con UD prólogo de Dámaso Alonso. Cuarta edición. 432 págs.

3. WoIfgang Kayser: In.erpre'ac:i6n y andlisis de la obra literaria. Cuarta edición revisada. 1.· reimpresión. 594 págs.

4. E. Allison Peera: His.orUJ del movimiento romdn'ico espalto/. Se­sunda ediciÓD. 2 vols.

-5. Amado Alonso: De la pronuncÚlCi6n medieval a la moderna en espaltol.

Vol. 1: Segunda edición. 382 págs. Vol. ll: 262 páp.

6. Helmut Hatzfeld: Bibliografla critica de la nueva estillstica aplicada a ItU literaturtU romdnictU. Segunda edición, en prensa.

7. Fredrick R. Jungemann: La teorladel sustrato y los dÜJlectos hispano-romances y ,ascones. Agotada.

8. StanIey T. Williams: La huella española en la literatura norteame­ricana. 2 vols.

9. René Wellek: HistorUJ de la critica moderna (/750-J950): Vol. 1: La segunda mitad del siglo XVllI. 396 págs. Vol 11: El Romanticismo. 498 págs. Vol IlI: En prensa. Vol. IV: En prensa.

10. Kurt Baldinger: La formoci6n de los dominios lingülsticos en la Penl1l$ula Ib~rica. 398 págs. 15 mapas. 2 láminas.

11. S. Griswold Morley y Courtney Bruerton: Cronologla de las co­meditU de Lope de Jlega (Con un examen de las atribuciones dudosas, basado todo ello en un estudio de su versi/icac:ión esu6/ica). 694 págs.

n. ESTUDIOS Y ENSAYOS

l. Dáma90 Alonso: Poesta espallola (Ensayo de wtodos y limites estillsticos). Quinta edición. 672 páginas. 2 láminas.

2. Amado Alonso: Estudios, lingülsticos (Temas espafloles). Tercera edición. 1116 págs.

3, Dámaso Alonso y Carlos Bousoft.o: Seis calas en la expresi6n IiterarÜJ española (Prosa-poesla-teatro). Cuarta edición, en prensa.

4. Vicente Garcfa de Diego: Leccione, de Ilngülstica t:spallola (Lon­ferencl4l pronunciDdas en el Ateneo de Madrid). Tercera edición, 234 págs.

Page 330: [Eugenio_Coseriu]_Teoría_del_lenguaje_y_lingüís(Bookos.org)

S. Joaqufn Casalduero: Vida y obra de Galdós (1843-1920). Segunda edición ampliada. 278 págs.

6. Dámaso Alonso·: Poetas españoles contemporáneos. Tercera edición aumentada. 424 págs.

7. Carlos Bousodo:. Teorla de la expresión poética. Premio "Pasten­rath". Cuarta edición muy aumentada. 618 págs.

8. Martín de Riquer: Los cantares de gesta francesel (Sus problemas, IU relación con Elpaña). Agotada.

9. Ramón Mem!ndez Pidal: Toponimia prerrománlca hispana. Prime­ra reimpresiÓD. 314 págs. 3 mapas.

10. Carlos Claverla: TemaiJ de Unamuno. Agotada. 11. Luis Alberto SáDchez: Proceso y contenido de la novela hispano­

americana. Segunda edición corregida y aumentada. 630 págs. 12. Amado Alonso: Estudios lingülsticos (Temas hispanoamericanos).

Tercera edición. 360 págs. 13. Diego Catalán: Poema de Alfonso XI. Fuentes, dialecto, estilo.

Agotada. 14. Erich VOD Richthofen: EstudioiJ épicos medievales. Agotada. 1S. José María Valverde: Guillermo de Humboldt y la filosolla del

lenguaje. Agotada. 16. Helmut Hatzfeld: Estudios literarios sobre mlstica espallola. Se­

gunda edición corregida y aumentada; 424 págs. 17. Amado Alonso: Materia y forma en poesla. Tercera edición.

402 págs. 18. Dámaso Alonso: Estudios y ensayos gongorinos. Segunda edición.

624 págs. 17 láminas. 19. Leo Spitzer: Lingiilstica e historia literaria. Segunda edición.

1.& reimpresióD. 308 págs. 20. Alonso Zamora Vicente: Las sonatas de Valle Inc/án. Segunda

edición. 190 págs. 21. Ramón de Zubirfa: La potsla de Antonio Machado. Tercera edi­

ción. 1.& reimpresión. 268 págs. 22. Diego Catalán: La escuela lingülstica espallola y su concepción

del lenguaje. Agotada. 23. Jaroslaw M. Plys: El lenguaje poético de Federico Garcla Lorca.

Agotada. 24. ViceDte Gaos: La poética de Campoamor . . 2.& edición. 234 págs. 2S. Ricardo Carballo Calero: Aportaciones a la literatura gallega con­

temporánea. Agotada. 26. José Ares Montes: Góngora y la poesla portuguesa del siglo XVII.

Agotada. 27. Carlos Bousoflo: La poeda de V/cenie Alel:candre. Segunda edi­

ción corregida y aumentada. 486 págs.

28: GODzalo SObejano: El ('plteto en la IIrica e,pallola:. Asotada.

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29. Dámaso Alonso: Menéndez. Pelayo, crítico literario. La8 palinodiaJ de Don Marcelino. Agotada.

30. Raúl Silva Castro: Rubén Daría a los veinte años. Agotada. 31. Graciela Palau de Nemes: Vida y obra de Juan Ram6n Jiménez..

Segunda edición, en prensa. 32. José F. Montesinos: Valera o la ficci6n libre (Ensayo de interpre-

tación de una anomalia Ii/eraria). Agotada. . 33. Luis Alberto Sánchez: Escritores represefllativos de Am.rica. Pri­

mera serie. La segunda edición ha sido incluida ~n la sección Vll, Campo A bierto, con el número 11.

34. Eugenio Asensio: Poética y realidad en el cancionero peninsular de la Edad Media. Agotada.

35. Daniel Poyán Díaz: l:.nrique Gaspar (Medio siglo de teatro espa­ñol). 2 vols. 10 láminas.

36. José Luis Varela: Poesla y restauración cultural de Galicia en el siglo XIX. 304 págs.

37. Dámaso Alonso: De los siglos oscuros al de Oro. La segunda edición ha sido incluida en la sección VII. Campo Abierto. con el número 14.

39. José Pedro Dlaz: Gus/avo Adolfo Bécquer (Vida y poesfa). Se­gunda edicion corregida y aumentada. 486 págs.

40. Emilio Carilla: El Romanticismo en la América hispánica. Se­gunda edición revisada y ampliada. 2 vols.

41.

42.

43.

Eugenio G. de Nora: La novela española contemporánea (1898-1960). Premio de la Critica.

Tomo 1: (1898-1927). Segunda edición. 622 págs. Tomo Il: (1927-1939). Segunda edición corregida. 538 págs. Tomo III: (1939-1960). Segunda edición, en prensa. Christoph Eich: Federico Gorda Larca, poeta de la intensidad.

Segunda edición, en prensa. Oreste Macri: Fernando de Herrera. Agotada.

44. Marcial José Bayo: Virgilio y. la pastoral española del Renaci­miento. Agotada.

45. Dámaso Alonso: Dos españoles del Siglo de Oro (Un poeta madri/eñista. latinista y francesis/a en la mitad del si¡do XVI. El Fobia de la "Epistola morar': su cara y cruz en Méjico y en España). 258 págs.

46. Manuel Criado de Val: Teoria de Castilla la NUf'va (La dl/alidad castellana en la lengua. la literatura y la historia). Segunda edi­ción. 400 págs.

47. Ivan A. Schulman: Sfmbolo y color en la obra de losl Mart/. Agotada.

48. José Sánchez: Academias literarias del Siglo de Oro español. Agotada.

49. J oaquln Casalduero: Espronceda. Segunda edición. 280 págs.

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SO. Stephen Gilman: Tiempo y formas temporales en el "Poema del curo Agotada.

51. Frank Pierce: La poesla ~pica del Siglo de Oro. Segunda edición revisada y aumentada. 396 págs.

52. E. Correa Calderón: Baltasw Gracidn. Su vida y su obra. Agotada. 53. Soffa Martln-Gamero: La ense/IQnza del inglls en Espaiía (Desde

la EdUil Media hasta el siglo XIX). 274 págs. 54. Joaquin Casalduero: Estudios sobre el tealro español (Lope de

Vega, Guillén de Castro, Cervantes, Tirso de Molina, Ruiz de Alwc6n, Calder6n, Moratln, Larra. Duque de Rivas, Valle Inclán. BuñuelJ. Segunda edición aumentada. 304 págs.

SS. Nigel GlendinDÍng: Vida y obra de Cadalso. 240 págs. 56. Alvaro Galmés de Fuentes: Las sibilantea en la Romania. 230 págs.

10 mapas. 57. Joaqufn Casalduero: Sentido y forma de las "Novelas ejemplwes"

Segunda edición corregida. 272 págs. 58. Sanford Shepard: El Pinciano y las leorlas literarias del Siglo de

Oro. Agotada. 59. Luis Jenaro MacLennan: El problema del aspecto verbal (Estudio

critico de sus presupuestos). Agotada. . 60. Joaquín Casalduero: Estudios de literatura eapallola ("Poema de

Mío Cid", Arcipreste de Hita, Cervantes, Duque de Rivas, Es­pronceda, Bécquer, Gald6s, Ganivet, Valle-Incldn, Anlonio Ma­chado, Gabriel Mir6, Jorge GuilUn). Segunda edición muy aumentada. 362 págs.

61. Eugenio Coseriu: Teorladel lenguate y lingülstica general (Cinco estudios). Segunda edición. 328 págs.

62. Aurelio Miró Quesada S.: El. primer virrey-poeta en Am~ricQ (Don .Juan de Mendoz.i:J y Luno, marqués de Montesclaros). 274 págs.

63. Gustavo Correa: El simbolismo religioso en las novelas de Plre1. Galdós. 278 págs.

64. Rafael de Balbfn: Sistema de rltmlca casll'llana. Premio "Francisco Franco" del C. S. 1. C. Segunda edición aumentada. 402 p¡(gs.

65. Paul me: La nove/lstica de Camilo José Cela. Con UD prólógo de Juli~n Marias. 240 págs.

66. Victor B. Vari: Carducci y España. 234 Jlágs. 67. Juan Cano Ballesta: La poesla de Miguel Herndnde1.. 302 págs. 68. Emh Ruth Bemdt: Amor, muerte y fortuna en "La Celestina".

Agotada. 69. Gloria Videla: El ultralsmo (Estudios sobre movimientos poéticos

de vanguardia en España). 246 págs. 8 láminas. 70. Hans Hinterhauser: Los "Episodios Nacionales" de Benito P~re1.

Gald6s. 398 págs. . 71. Javier Herrero: Ferndn Caballero: un nllevo planteamiento. 346

páginas.

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72. Wemer Beinhauer: El espallol coloquial. Con un prólogo de D;i­maso Alonso. Segunda edición corregida, aumentada y ac:tuaJ.i­zada. 460 p;igs.

73. Helmut Hatzfeld: Estudio, labre el barroco. Segunda edición. 492 p;igs.

74. Vicente 'Ramos: El mundo de Gabriel Miró. 478 págs. 1 l;(mina. 7S. Manuel Garc:la Blancó: América y UfUlmuflO. 434 págs. 2 l;(minas. 76. Ricardo Gullón: A utobiografhu de UfUlmUflO. 390 páp. 77. Mareel Bataillon: Varia lecci6n de clbico, españoles. 444 págs.

5 láminas. 78. Roben Ricard: Estudios de literatura religiola espallola. 280 págs. 79. Keith Ellis: El arte fUlrrativo de Francisco Ayala. 260 págs. 80. Jo5t Antonio MaravaJI: El mundo ,oeial de "ÚJ Celestina". Premio

de los Escritores Europeos. Segunda edición revisada y aumen­tada. 182 págs.

81. J oaquln Artiles: Los recursos literario, de Berceo. Segunda ediciól) corregida. 272 págs.

82. Eugenio Ascnsio: I,inerario del entremi, desde Lope de Rueda 11 Quiñones de Benavente (Con cinco entremeses inédi,os de Don Francisco de Quevedo). 374 págs.

83. Carlos Feal Deibe: ÚJ poesta de Pedro SalilUU. 270 págs. 84. Cannclo Gariano: Análisis estills,ico de lo, "Milagros de Nues,rll

Señora" de Berceo. 234 págs. 85. Guillermo Dfaz-Plaja: Los es'~ticQ8 de Valle lncldn. 298 págs. 86. WaIter T. Pattison: El naturalismo español. Historia eX,erna de

un movimiento literario. 1.& reimpresión. 192 págs. 87. Miguel Herrero Garela: ldeQ8 de lo, espallole, del siglo XVII.

694 págs. 88. Javier Herrero: Ángel Ganivet: un Uuminado. 346 págs. 89. Emilio Lorenzo: El español de hoy, lengua en ebullición. Con UD

prólogo.de Dámaso Alonso. 180 págs. 90. Emilia de Zuleta:, His'oria de 16 crl,ica española contemporánea.

454 p;igs. 91. Michael P. Predmorc: La obra en prosa de Juan Ramón Jiménez.

276 págs. 92. Bruno Snell: La estructura del lenguaje. 218 p;igs. 93. Antonio Serrano de Haro: Personalidad y des,ino de Jorge Man­

rique. 382 p;igs. 94. Ricardo Gullón: Ga/dós. novelú,a moderno. Nueva edición. 326

páginas. 9S. Joaquln Casalduero: Sentido y forma del tea'ro de Cervantes.

290 págs. 96. Antonio Risco: La estética de Valle-Inclán en lo, espe~pentos y

en "El Ruedo Jb~rico". 278 págs. 97. Josepb Szcrtíca: Tiempo y verbo ell el romancero viejo. 208 páp.

Page 334: [Eugenio_Coseriu]_Teoría_del_lenguaje_y_lingüís(Bookos.org)

98. Miguel BatUori, S. l.: ÚJ cultura hispano-italiana de los jesuitas expulsos (Españoles - Hispanoamericanos - Filipinos. 1767-18/4). 6911 págs ..

9'J. Emilio Carilla:· Una etapa decisiva de Darlo (Rubén Darlo en la Argentina). 200 págs.

100. Miguel Jaroslaw Flys: lA poesla existencial de Dámaso Alonso. 344 págs.'

101. Edmund de Chasca: El arte juglaresco en el "Camar de Mio Cid". 350 pAgs.

102. Gonzalo Sobejano: Nietzsche en Espafla. 688 págs. 103. José Agustln Balseiro: Seis estudios sobre Rubén Darío. 146 págs. 104. Rafad Lapesa: De la Edad Media a nuestros días (Estudios de

historia literaria). 310 págs. 105. Giuseppe Carla Rossi: ESludios sobre las lerras en el siglo XV1l1

(Temas españoles. Temas hispano - portugueses. Temas hispano -italianos). 336 págs.

106. Aurora de Albornoz: La presencia de Miguel de Unamuno en Antonio Machado. 374 págs.

107. Cannelo Gariano: El mundo poético de Juan Ruiz. 262 págs. 108. Paul Bénichou: Creación poética en el romancero tradicional.

190 págs. 109. Donald F. Fogelquist: Españoles de América y americanos de

España. 348 págs. 110. Bemard Pottier: Lingülstica moderna y filologla hispánica. 246

páginas. 111. Josse de Kock: Introducción al Cancionero de Miguel de Una­

muno. 198 pá.p. 112. Jaime A1azraki: ÚJ prosa narrativa de Jorge Luis Borges (Temas­

Estüo). 246 págs. 113. Andrew P. Debicki: Estudios sobre poesla española contemporánea

(lA generación de 1924-/925). 334 págs. 114. Concha Zardoya: Poesla española del 98 y del 27 (Estudios temá­

ticos y esti/isticos). 346 págs. 115. Harald Weinrich: Estructura y función de los tiempos en el len­

guaje. 430 págs. 116. Antonio Regalado García: El siervo y el señor (La dialécticaag6-

nica de Miguel de Unamuno). 220 págs. 117. Sergio Beser: Leopoldo Alas, critico literario. 372 págs. 1 j 8. Manuel Bermejo Marcos: Don Juan Valera, crítico literario. 256

páginas.

119. Solita Salinas de Marichal: El mundo poético de Rtitael Alberti. 272 págs.

120. Osear Tacca: La historia IiterarÚl. 204 págs. 121. Homero Culillo: Elludlo, critico, ,obre el modernismo. 416 págs.

Page 335: [Eugenio_Coseriu]_Teoría_del_lenguaje_y_lingüís(Bookos.org)

122. Oreste Macrl: Ensayo d~ métrica sintaRmática (E;emplos del "Libro de Buen Amor" y del -"Laberinto" de Juan de Mena); 296 págs.

123. Alonso Zamora Vicente: La realidad esperpéntica (A proximación a "Luces de Bohemia"). 208 págs.

124. Cesáreo Bandera Gómez: El "Poema de Mio Cid": poesla. histo­ria. mito. 192 págs.

12S.Helen DiIl Goode: La prosa retórica de Fray Luis de !.eón en .. Los nombres de Cristo" (A portación al estudio de un e."ilista del Renacimiento español). 186 págs.

126. Otis H. Green: EspoRa y la tradición occidental (El esplritu cas-tellano en la literatura desde "El Cid" hasta Calderón).

Vol 1: En prensa. Vol. 11: 412 págs. Vol. 111: 596 págs. Vol. IV: En prensa.

127. Iván A. Schulman y Manuel Pedro Gonzá1ez: Mar". Darlo" el modernismo. 268 págs.

128. Alma de Zubizarreta: Pedro Salinas: el diálogo cre-a4or. Con un prólogo de Jorge- Guillén. 424 páginas.

129. Guillermo Femández-Shaw: Un pnt'ta de transición (Vida y obra de Carlos Femández Shaw. 1865-1911). X + 330 págs.

130. Eduardo Camaeho Guizado: La elegla funeral en la poesla es­paflola. 424 págs.

131. Antonio Sánehez Romeralo: El villancico (Estudios sobre la llrica popular en los siglos XV y XVI). 624 págs.

132. Luis Rosales: Pasión y muerte del Conde de Villamediana. 252 páginas.

133. OtMn Arróniz: La influencia italiana en el nacimiento de la comedia española. 340 págs.

134. Die,zo Catalán: Siete siglos de romancero (Historia y paesla). 224 págs.

135. Noam Chomsky: Lingüls/ica cartesiana (Un capitulo de la histo­rja del pensamientfJ racionalista). 160 págs.

III. MANUALES

l. Emilio Atareos L1oraeh: FonoloRla espallola. CUarta edición au­mentada y revisada. l." reimpresión. 290 págs.

2. Samuel GiIi Gaya: Eleml'n/os de fonética general. Quinta edición corregida y ampliada. 200 ·págs.

3. Emilio Alareos L1oraeh: Gramá/ica estructural. \." reimpresión. 132 págs.

4. Francisco López Estrada: Introduce/6n a la literatura medieval espaFlola. Tercera edición renovada. 342 págs.

S. Prancisco de B. Moll: Gramdtica hu/órica ca/alana. 448 páp.

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6. FernandO Lázaro Carreter: DiccioPlQ1'io de tlrminos lilol6gicos. lcrcera edlaon <:orreglda. 444 papo

7. MlLDucl Abar: El Itlll,/ec,o Gl'lJl/fJne •. AJo1ada. 8. Alonso Zamora Vicente: Dialectologla espaliola. Segunda edición

muy aumentada. S88 págs. 22 mapas. 9. Pilar Vázquez Cuesta y Maria Atbertina Mendes da Luz: Gramá­

tica portuguesa. Segunda edición, en prensa. 10. Antonio M. Badia Margarit: Gramática calalana. 2 vols. ll. Walter Pomg: El mundo maravilloso del lenguaje (Problemas, m~

todos y resultados de la lingülstica moderna). Segunda ediciÓn, en prensa,

11. Heinrich Lausberg: Lingülstica románica. Vol. 1: FoMtica. S60 págs. Vol. U: Morlologla. 390 págs.

13. AndR Martinet: Ele~mos de lingDlstica general. Segunda edición revisada. 276 págs. .

14. Walther von Wanburg: EvolucWn y estructura de la lengua Iran­cesa. 3S0 págs.

15. Heinrich Lausberg: Manual de ret6rica literaria (Fundamentol de una ciencia de la literatura).

Vol. 1: 382 págs. Vol. 11: 518 págs. Vol. III: 404 págs.

16. Georges Mounin: Historia de la llngülstica (Desde los orlgenel al siglo XX). 236 págs.

17. AndR Martinet: La lingUistica ,;ncr6nica (Estudio, e investiga­ciones). 228 págs.

18. Bruno Migliorini: Hi,rtoritJ de la lengua italiana. Vol. 1: S96 págs. Vol. ll: En prensa.

19. LUis Hjelmslev: El lenguaje. 188 págs. I lámina. 20. Sertil Malmberg: Lingülstica estructural y comunicaci6n humana

(lntroducci6n al mecanismo del lenguaje y a la metodologla de la lingülstica). 328 págs.

21. Winfred P. Lehmann: Introducci6n a la Ungübtica. 354 págs. 22. Francisco Rod~guez Adrados: Lingülstica estructural. 2 voIs.

IV. TEXTOS

1. Manuel C. Dfaz y Dfaz: Ant%gla del latln vulgar. Segunda edición aumentada y revisada. l.· reimpresión. 240 págs.

2. Maria Josefa Canellada: Antolog/a de te-'IOS lonilicoI. Con UD prÓlogo de Tomás Navarro. 2S4 páp.

3. F. sancbeZ Escnbano y A. Porqueras Mayo: Preceptiva dramática elpaitoia del Renacimiento y el Barroco. 2S8 págs.

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4. Juan Ruiz: Ubro de Buen Amor. Edición crítica de Joan Coro­minas. 670 págs.

S. Julio Rodrtaucz-Puértolu: Fray ll1lgo de Mendo", y .116 "CopllU de Vlla ehr"rr'. 634 páp. 1 laIIWl&.

V. DICCIONAlUOS

l. Joan Corominas: Diccionario critico etimol6gico de la lengua CM­tellana. Agotada.

1. J oan Corominas: Breve diccionario etimo16gico de la lengua Ca#' tellana. Segunda edición revisada. 628 págs.

3. Diccionario de autoridade.. Edición facsfmil. 3 vols. 4. Ricardo J. Alfaro: Diccionario de anglicismo,. Recomendado por

el "Primer Congreso de Academias de la Lengua Espa6ola". 480 págs.

S. Maria Moliner: Diccionario de u.ro del espallol. 1 vols.

VI. ANTOLOGíA mSPÁNICA

l. Carmen Laforet: Mis páginas melore,. 2S8 págs. 1. Julio Camba: Mis páRina.r mejore.r. Primera reimpresión. 2S4 páp. 3. Dámaso Alonso y José M. Blec:ua: ..4.nrologla de la poesla e.rpañola.

Vol. 1: L/rica de tipo tradicional. Segunda edición corregida. LXXXVI + 266 págs.,

4. Camilo José Cela: Mi.r página.r preferidas. 414 págs. S. Wenceslao Femández F1órez: Mi.r páginas mejore.r. 276 págs. 6. Vicente AleÍllandre: Mis poemas mejore •. Tercera edición aumen­

tada. 322 págs. 7. Ramón Menéndez Pida!: Mis páginas preferida, (Temas literario.).

372 págs. IJ. Ramón Menéndez Pidal: Mis páginas preferidas (Temas IingilLrtl­

cos e hisr6ricos). 328 págs. 9. José M. Blecua: Floresra de IIrica espallola. Segunda edición ca­

rregida y aumentada. 1.- reimpresión. 2 vols. 10. Ramón OÓmez de la Serna: Mi8 mejore. páginas literarilu. 246

páginas. 4 láminas. 11. Pedro Larn Entralgo: Mis páginas preferidas. 338 pIlgs. 12. José Luis Cano: Antologfa de la nueva poesla e.pallola. Tercera

edición. 438 págs. 13. Juan Ramón Jiménez: Pájinas escolidas (Prosa). 261 páp. 14. Juan Ramón Jiménez: Pá;inas e.rcojidas (Verso). 1.- reimpresión.

238 págs. lS. Juan Antonio de Zunzunegui: Mi, páginas preferid tU. 3S4 páp(

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16. Francisco Garcfa Pavón: Antologia de cuentistas españole6 con­temporáneos. Segunda edición renovada. 454 págs.

17. Dámaso AJonso: G6ngora y el "PoMemo··. Quinta edición muy aumentada. 3 vols.

18. Anrologla de poetas ingleses modernos. Con una introducción de Dámaso AJonso. 306 págs.

19. José Ramón Medina: Antologia vene:r;olana (Verso). 336 págs. 20. José Ramón Medina: Ant%gta vene:r;olana (Prosa). 332 págs. 21. Juan Bautista Avalle-Arce: El inca Garcilaso en sus "Comentarios"

(Ant%gia vivida). 282 págs. 22. Francisco Ayala: Mis páginas mejores. 310 págs. 23. Jorge Guillén: Selección de poemas. 294 págs. 24. Max Aub.: Mis páginas mejores. 278 págs. 25. Julio Rodrlguez-Puértolas: Poesla de protesta en la Edad M edÜl

castellana (Historia y Ant%/(la). 348 págs. 26. César Femández Moreno y Horacio Jorge Becco: Amologta lineal

de la poesía ar/(enrina. 384 págs. 27. Roque Esteban Scarpa y Hugo Montes: An{ologia de la poesta

chilena contemporánea. 372 págs. 28. Dámaso AJonso: Poemas escogidos. 212 págs.

VII. CAMPO ABIERTO

1. Alonso Zamora ViCente: Lope de Vega (Su vida y su obra). Segunda edición. 288 págs.

2. E. Moreno Báez: Nosotros y nuestros clásicos. Segunda edición . corregida. 180 págs.

3. Dámaso Alonso: Cuatro poetas españoles (Garcilaso - Góngora -Maragall - Antonio Machado). 190 págs.

4. Antonio Sánchez-Barbudo: La segunda época de Juan Ramón liméne:r; (19/6-/953). 228 págs.

S. Alonso Zamora Vicente: Camilo losé Cela (Acercamiento a un escritor). 250 págs. 2 láminas.

6. Dámaso Alonso: Del Siglo de Oro a este sigle. de siglas (Notas y artículos a travét de 350 años de letras españolas). Segunda edición. 294 págs. 3 láminas.

7. Antonio Sáncbez-Barbudo: La segunda época de Juan Ramón liménez (Cincuenta poemas comentados). 190 págs.

8. Segundo Se.,nno Poncela: Formas dI! vida hispánica (Garcilaso Quevedo - Godoy y los ilustrados). 166 págs.

9. Francisco Ayala: Realidad y ensueño. 156 págs. 10. Mariano Baquero Goyanes: Perspectivismo y contraste (De Ca­

dalso a Pérez· de Aya/a). 246 págs.

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11. Luis Alberto Sáncbez: Escritores representativos de América. Pri­mera serie. Segunda edición. 3 vols.

12. Ricardo GuUón: Direcciones del modernismo. 242 págs. 13. Luis Alberto Sánchez: Escritores representativos de América. Se­

gun~ serie, 3 vols. 14. Dámaso Alonso: De los siglos oscuros al de Oro (Notas y artlculos

a través de 700 años de letras españolas). Segunda edición. 294 págs.

15. Basilio de Pablos: El tiempo en la poesla de luan Ramón liminez. Con un prólogo de Pedro Laln Entralgo. 260 págs.

16. Ramón J. Sender: Valle-Inclán y la di/iculllMi de lJJ tragedia. 150 págs.

17. Guillermo de Torre: La dificil universalidlMi española. 314 págs. 18. Angel del Río: Estudios sobre literatura conlt~mporánea españula.

324 págs. 19. Gonzalo Sobejano: Forma literaria y sensibilidad social (Mauo

Alemán, Galdós. Clarín. el 98 y Va/le-Inclán). 250 pág!. . 20. Arturo Serrano PI aja : Realismo "mágico" rn Cuvanl.., ("Don

Quijote" visto desde "Tom Sawyer" y "El Idiota"). 240 págs. 21. Guillermo Díaz-PlaJa: Soliloquio y coloquio (Notas sobre lírica

y teatro). 214 págs. 22. Guillermo de Torre: pel 98 al Barroco. 452 págs. 23. Ricardo GuUón: La invención del 98 y otros ensayos. 200 págs. 24. Francisco Ynduráin: Clásicos modernos (Estudios de critica lite­

raria). 244 págs.

VITI. DG>CUMENTOS

l. Dámaso Alonso y Eulalia Galvarriato de Alonso: Para la biografla de Góngora: documentos desconocidos. 632 págs.

IX. FACStMILES

1. Bartolomé José Gallardo: Ensayo de urta biblioteca espaflola de libms ramsy curiosos. 4 vols.

2. Cayetano Alberto de la Barrera y Leirade; Catálogo bih/jo~ráfico v hinf!ráfico del teatm antigun españnl. dl'sde SIlS origen es hast/l mediados del siglo XVI1I. XIII + 728 págs.

3. Juan Sempere y Guarinos: Ensayo de una biblioteca española de los mejores escritores del rey nado de Carlos 111. 3 vols.

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(Viene de la solapa anterior)

cado entre los lingüistas posteriores al maestro ginebrino) la tripartita in­dicada en el título, y demuestra la particular validez de la misma en los distintos campos del lenguaje. Forma y sustancia en los sonidos del lengua­je es estudio que propugna -contra las tendencias vigentes hoy día- la unión entre fonética y fonología, así como no excluir la sustancia de los hechos fónicos. Logicismo y antilogi­cismo en la Gramática viene a de­nunciar los errores en que suelen in­currir logicistas y antilogicistas a pro­pósito de las categorías verbales: si el lenguaje no es un producto del pensamiento lógico, tampoco es de naturaleza irracional. En El plural de los 1}-ombres propios se investiga la validez de la oposición «nombre apelativo - nombre propio» y se hace ver la verdadera fisonomía de estos últimos mediante el estudio de su plural. En fin, Determinación y entor­no aboga por la creación de una nue­va lingüística de la «parole» o, mejor dicho, del «hablar»; sirve de justifi­cación para ello el análisis de la de­terminación nominal y de los entor­nos o circunstancias actualizadoras.

En el libro de Coseriu se hermana la amplitud de perspectivas con una seguridad absoluta en el recorrido de la compleja materia.