Europa en los tiempos del cólera
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Índice
1-Tiempos de gripe y cólera Pag 03
2-Los deseados brotes verdes Pag 21
3-Un nuevo relato para Europa Pag 32
4-Una democracia disminuida Pag 45
5-Hacia la Europa 2.0 Pag 63
6-Una nueva trazabilidad política europea Pag 80
2
1ª: Tiempos de gripe y cólera
Dos consignas, más que nada, se han utilizado para describir la esencia del mundo post-comunista:
el final de la utopía y el final de la historia.
Wolf Lepenies, (Más allá de la melancolía y antes de la utopía)
El 11 de junio de 2009 saltaron todas las alarmas: “riesgo de pandemia”. La Or-
ganización Mundial de la Salud elevaba a la escala 6 (nivel máximo), el nivel de
alerta por la nueva gripe A, precisando que se trataba de "una pandemia mode-
rada". La fase 6, se traduce en realidad, en que una epidemia global está en
marcha, y significa que ya hay brotes que se contagian a nivel comunitario en
al menos otro país de una región de la OMS distinta a la primera en que se de-
tectó el virus AH1N1. “Un virus contagioso que se transmite con facilidad de
una persona a otra y de un país a otro”, según declaraba Margaret Chan, direc-
tora general de la OMS.
Al mismo tiempo, el resultado de las elecciones europeas del 7 de junio de
2009, ponían sobre la mesa con toda crudeza lo que igualmente sabíamos pero
no queríamos reconocer: “la Europa política está enferma”. Una enfermedad
igualmente grave y contagiosa, aunque de otra naturaleza. Una infección que
se extiende por el viejo continente a medida que aumenta la frustración y el pe-
simismo de los ciudadanos europeos ante la incapacidad de las instituciones y
gobiernos de ofrecer a corto plazo un horizonte de esperanza frene a la crisis
económica y social. Síntomas de la enfermedad que quedaban confirmados a
modo de “pandemia moderada” en forma de abstención masiva ( 57%) en las
elecciones al Parlamento Europeo. Un importante brote de “cólera” colectiva de
la que parece que no tenemos igualmente una vacuna eficaz para combatirla.
3
Esta vez el cólera no se manifiesta en términos epidemiológicos, como esa en-
fermedad aguda, diarreica, provocada por la bacteria Vibrio cholerae. El nuevo
cólera, no es la infección intestinal descubierta por Filippo Pacini en el año
1854, de la que Jaume Ferran i Clua elaboró la primera vacuna. El cólera, en-
fermedad que produjo varias epidemias, algunas de ellas de alcance práctica-
mente mundial -como la que partiendo de la India (zona de Bengala) asoló Eu-
ropa y América a principios del siglo XIX-, fue erradicada en el mundo desarro-
llado hace ya muchas décadas. La enfermedad que ahora se manifiesta, es de
raíz sociológica y política, pero igualmente letal para Europa. Lo hace a través
de la emergencia de reacciones y brotes nacionalistas y populistas, del replie-
gue identitario, de manifestaciones racistas y xenófobas, y de actitudes protec-
cionistas frente a terceros. Actitudes que erosionan el sentimiento de pertenen-
cia y compromiso de los ciudadanos frente a Europa y sus instituciones. Una
patología que aleja a Europa de sus vecinos y socios del resto del mundo, y
pone en grave peligro los cimientos del largo e inacabado proceso de construc-
ción europea iniciado hace sesenta años.
Y es que los números no engañan. A pesar del gradual aumento de las compe-
tencias comunitarias y de los poderes del Parlamento Europeo desde que se
celebraran las primeras elecciones europeas en 1979, la participación de los
ciudadanos ha seguido la tendencia a la baja. Desde 1979, la participación en
las elecciones al Parlamento Europeo ha descendido del 62% al 43% en los úl-
timos comicios1.
Año de elecciones Participación (%)
1979 - EU9 61.99
1984 - EU10 58.98
1989 - EU12 58.41
1994 - EU12 56.67
1999 - EU15 49.51
2004 - EU25 45.47
2009 - EU27 43.24
Evolución de la participación electoral en las elecciones europeas (1979-2009)
1 http://www.elections2009-results.eu/es/index_es.html
4
La bajísima participación de junio de 2009, son un síntoma claro de que la Eu-
ropa política está enferma. Una enfermedad que nos interpela a reflexionar so-
bre la forma en que construimos y comunicamos Europa a los ciudadanos. Es
una infección que cabalga desbocada hacia la pandemia, para la cual los líde-
res europeos parecen no haber declarado la alerta máxima, a imagen y seme-
janza de las medidas adoptadas para la pandemia de la Gripe A. Pareciera
como si el cólera ciudadano fuera una leve infección pasajera que se curara
por sí sola. Nada más lejos de la realidad.
Las causas son complejas y profundas, y requieren de un delicado y minucioso
análisis para regenerar y reactivar el tejido y el músculo democrático de la
Unión. Lo que está en juego no es solo ganar o perder unos cuantos puntos de
participación electoral, o soportar y digerir un grado mayor o menor de enfado
de los ciudadanos europeos. La presente crisis, representa el mayor reto de la
Unión Europea de las últimas décadas. El cólera ciudadano, manifestado en
una deserción mayoritaria en la participación y desapego hacia el proyecto eu-
ropeo, puede poner en peligro a la propia Unión si no reaccionamos. La UE, a
pesar de su larga trayectoria y tras sesenta años de cooperación europea, tiene
que seguir legitimándose todos los días por la vía de los hechos, algo que no
tienen que hacer las instituciones de sus Estados miembros.
Las amenazas que atenazan a la Europa comunitaria de hoy, no son ni meno-
res ni despreciables. La otrora beneficiosa y potente maquinaria de la unidad
europea, que unía y hacía converger movimientos y voluntades de gobiernos,
instituciones, empresas y ciudadanos, parece estar gravemente averiada. Asis-
timos a un proceso de confrontación de una idea de Europa contra la otra. Pa-
decemos la ofensiva de una minoría política, administrativa, económica y me-
diática, que ha visto la oportunidad de recuperar el control de sus “pucheros”
nacionales y locales frente a lo que ellos llaman la “burocracia de Bruselas”.
Éstos, cuentan con la inestimable pasividad, y en algunos casos, incluso con la
complicidad de algunos gobiernos y líderes nacionales que han visto la oportu-
nidad de recuperar el terreno cedido a Bruselas en el proceso de integración
europea de los últimos años.
5
El enemigo está en casa
El mayor peligro de hoy para el proyecto europeo no lo constituyen las amena-
zas externas de peligrosos vecinos que acechan más allá de las fronteras ex-
teriores de la Unión. Está dentro de casa. Es la Europa que defiende a uñas y
dientes una UE puramente económica contra la Europa política, la Europa de
ayer contra la Europa de mañana. Es la lucha de Europa contra Europa, esa es
la paradoja del futuro2. Es principalmente dentro de nuestras fronteras donde
anida el germen del virus que envenena el proyecto europeo que tanto ha cos-
tado construir en los últimos sesenta años.
A la Unión le acechan horizontes nacionalistas, racistas y proteccionistas que
representan una amenaza de importantes e imprevisibles consecuencias a me-
dio y largo plazo para nuestro futuro individual y colectivo. Entre esas
reacciones europeas a la crisis, destacan las actitudes proteccionistas, y entre
ellas la más evidente es el proteccionismo económico. Ante una crisis tan
devastadora como la que padecemos, es fácil para un Gobierno tomar
decisiones endogámicas ya sea en política fiscal, en política industrial o en
política comercial. Lo hemos visto en algunas de las decisiones adoptadas por
algunos gobiernos europeos durante los últimos meses, en un intento
desesperado de aparecer como líderes pro-activos. Reacciones más propia de
una Europa que ya no existe, como si estuviéramos todavía en una Europa con
veintisiete mercados nacionales, obviando la realidad de un potente mercado
interior plenamente integrado.
Pero no solo es un fenómeno europeo. La OMC ya ha avisado del daño que
para los países en desarrollo ocasiona el llamado "proteccionismo financiero"
debido al giro nacionalista de los países más ricos del planeta. Los préstamos
transfronterizos a los mercados emergentes se han reducido drásticamente. La
inversión extranjera directa disminuyó en 285.000 millones de dólares en 2008,
un 15% menos que el año anterior. La caída de las remesas de emigrantes es
de entre el 8% y el 5%, y parece que asistiremos a una predecible reducción de
la ayuda oficial por parte de varios países europeos. Todo ello se viene a sumar
al llamado "proteccionismo de baja intensidad" que se difunde a través de los
2 Europa contra Europa. Olivier Ferrand. Hachettes Littératures, 2009
6
paquetes de estímulo económico y de apoyo financiero de los Gobiernos para
afrontar la crisis. Medidas con imposiciones de compras públicas a empresas
nacionales, como el Buy American -compre americano- que se ven replicadas
por el Buy Canadian, el Buy Chinese o el Buy French.
Existe otra cara del proteccionismo igualmente demoledor para el proyecto
europeo: el proteccionismo político. Aquel bajo el que se cobijan aquellos que
consideran, erróneamente, que se puede paliar la crisis desde el ámbito
nacional: el "sálvese quien pueda". Éste es especialmente preocupante en los
países más desarrollados de la UE, y debemos alertar a los ciudadanos del
peligro de las acciones de los Gobiernos que sólo miran a las próximas
elecciones, y que terminan por hacernos más pobres a todos. Es ese un
"proteccionismo" que no protege, y que sólo se puede combatir mediante la
concertación nacional e internacional de los agentes sociales y públicos,
sindicatos, empresarios, gobiernos e instituciones3.
Este proteccionismo político, no es más que un nacionalismo disfrazado que
constituye el terreno abonado para la emergencia igualmente de los grupos y
organizaciones de la extrema derecha. En los últimos años, hemos asistido a la
consolidación de partidos racistas y xenófobos como el Vlaams Block, partido
nacionalista flamenco que llegó incluso al 30% en la ciudad de Amberes, al
éxito del Front National de Jean-Marie Le Pen, que llegó a disputar la segunda
vuelta de las Presidenciales francesas a Jaques Chirac en al año 2002, o a la
del Partido Liberal de Austria (FPÖ) y posteriormente el BZÖ del fallecido Jörg
Haider en Austria, que revalidó en diversas ocasiones su elección como
Gobernador de la provincia de Carintia arrebatándosela a los socialdemócratas.
Movimientos y partidos que creíamos localizados únicamente en Bélgica,
Francia y Austria que no solo han logrado consolidarse, sino que han logrado
franquear el llamado “cordon sanitaire” (cordón sanitario) de los partidos
democráticos, multiplicándose en otros países de la Unión Europea.
¿Es este una análisis exagerado?. La noche del 4 de junio de 2009, se
conocieron los primeros resultados de las elecciones europeas en algunos
3 G-20: las caras del proteccionismo. Diego López Garrido, EL PAIS , 15/06/2009. http://www.elpais.com/articulo/opinion/G-20/caras/proteccionismo/elpepiopi/20090402elpepiopi_4/Tes
7
países, y los resultados electorales en Holanda produjeron un escalofrío
general a los demócratas de toda Europa. El partido ultraderechista Partido por
la libertad (PVV), se alzaba con el segundo puesto de las elecciones en su
primera participación en las elecciones europeas. Gracias a una abstención del
60%, desbancaba incluso a los laboristas del PvdA en el gobierno. Con su
extravagante jefe de filas Geert Wilders al frente, y con una campaña bajo el
lema “más Holanda, menos Europa” y “no a Eurobia”, los tradicionalmente
tolerantes holandeses legitimaban la estrategia de la extrema derecha.
Holanda, país fundador de las Comunidades Europeas, sucumbía también al
avance del cólera.
Pero si el sistema inmunológico político de los países fundadores de la UE no
es capaz de contener el avance de la extrema derecha, difícilmente lo pueden
hacer países con democracias más jóvenes y vulnerables. Hungría, uno de los
países más afectados por la crisis financiera y económica, ha padecido igual-
mente el avance de la enfermedad. La grave crisis económica, y el anuncio de
dolorosos recortes en el sistema social que afecta principalmente a las capas
medias y bajas de la sociedad húngara, hundieron al gobernante partido socia-
lista del MSZP. El derechista Fidesz, logró catorce diputados de los veintidós
asignados al país, aunque el otro triunfador de la jornada fue el partido ultrade-
rechista Jobbik (Movimiento por una Hungría Mejor), que logró tres escaños en
el Parlamento Europeo con el 14% de los votos. El Jobbik y el movimiento pa-
ramilitar de la Guardia Húngara, aumentaron sus apoyos con un discurso xenó-
fobo contra la minoría gitana. Otro ejemplo de cómo van ganando terreno los
movimientos racistas y antisemitas. Y así, podríamos continuar detallando el
avance de los partidos eurófobos o nacionalistas en el Reino Unido o Finlandia,
donde alcanzaron porcentajes superiores al 15%.
Pero mal que les pese a algunos nostálgicos de los antaño todopoderosos
estado-nación, la realidad demuestra que no hay hoy una salida nacional a la
crisis. Padecemos una crisis sistémica desde el punto de vista económico y
financiero, y una crisis democrática desde el punto de vista social, crisis que
sólo puede superarse a través de políticas de carácter global. Solo un potente
instrumento creador o facilitador de progreso, bienestar y solidaridad
8
compartido como es la Unión Europea, puede ofrecer la medicina eficiente que
combata el nuevo cólera en Europa. Cólera que se manifiesta en el auge de la
desconfianza y el miedo, y para enfrentarla con garantías, necesitamos un
cuerpo sano que tenga las defensas naturales necesarias para combatir la
extensión de la enfermedad. Y eso pasa por una UE que hable y actúe de
forma coordinada, con una sola voz, para luchar contra la crisis y evitar que la
amenaza de la cólera ciudadana se extienda definitivamente por todo el tejido
político y social europeo. Tenemos que reaccionar de forme inmediata y evitar
que se extienda todavía más por las mentes y las almas de los ciudadanos y
pueblos de Europa. Necesitamos comprender las causas profundas, ofrecer un
proyecto renovado, recuperar la ilusión y confianza y reconstruir el relato
europeísta.
Una larga incubación
Los síntomas de la desafección ciudadana hacia el proyecto europeo no son
nuevos ni nos han sorprendido. Se han ido incubando durante los últimos años
como el caldo que cuece en un puchero a fuego lento. Incluso podríamos decir
que deberíamos agradecer muy efusivamente el esfuerzo de muchos
ciudadanos que han ido a votar a unas elecciones europeas cuando durante
casi cinco años el debate europeo ha brillado por su ausencia. Mucho hemos
conseguido en tan solo quince días de campaña electoral.
Señales de alarma no han faltado. Uno tras otro, las diferentes encuestas y
Eurobarómetros nos han ido apuntando la distancia creciente entre los
ciudadanos y las instituciones, entre las políticas e iniciativas europeas y la
capacidad de comprensión y apropiación de éstas por parte de los ciudadanos.
Apenas unas semanas antes de las elecciones al Parlamento Europeo, los
resultados del Eurobarómetro de primavera nos alertaban ya de lo que se
estaba encubando: solo el 34% de los ciudadanos manifestaba que
“probablemente votaría” el 7 de junio4. El sondeo, basado en una muestra de
27.218 personas de toda Europa, mostraba con toda crudeza el creciente
desapego o desconocimiento de los ciudadanos por los asuntos europeos.
4 Eurobarómetro 69, primavera 2009.
http://ec.europa.eu/public_opinion/archives/eb/eb69/eb69_es_nat.pdf
9
Todo un síntoma de la pérdida de pulso político y social en un momento en que
la Unión Europea, con sus instituciones a la cabeza, necesita ser el principal
abanderado en la respuesta a la crisis económica y social, contando con la
complicidad, el apoyo y la participación activa de los ciudadanos. Finalmente,
tras unas semanas de intensa campaña electoral, más centrada en “razones
nacionales” que en el análisis y la confrontación de las propuestas sobre el
futuro de la UE, un 43% de europeos, menos de la mitad de los electores,
ejercieron su derecho al voto a lo largo y ancho de la Unión Europea.
Este escenario ha sido probablemente la consecuencia lógica de los síntomas
de la manifestación de la cólera ciudadana que no supimos o no pudimos
prevenir. Algunas de las causas son propias y genuinamente europeas:
“seamos claros: una campaña de tres o cuatro semanas no puede variar 180 grados la
tónica que ha dominado a lo largo de los últimos años la comunicación sobre políticas
y actuaciones de la UE. Desde la penosa campaña del referéndum francés en mayo
de 2005 hasta la del 7-J han sido demasiadas las ocasiones en que los mensajes
sobre Europa se han caracterizado por la falta de rigor, el oportunismo y, en
ocasiones, los argumentos falaces5”.
Como reconoce el propio Vice-presidente de la Comisión Europea Joaquín
Almunia, éstas y algunas otras de las iniciativas políticas europeas de los
últimos años, como la fallida directiva de tiempo de trabajo –conocida como la
de la jornada de 65 horas- o el apoyo del Consejo y el Parlamento europeo a la
no menos reprochable directiva sobre retorno de inmigrantes, no son un
estímulo a confiar en el potencial cooperativo de la UE como una potencia
transformadora. No se han expuesto argumentos claros y convincentes sobre
cómo la Unión Europa puede alcanzar un futuro mejor tras la crisis. No hemos
explicado bien, que sólo actuando a escala europea, podremos ofrecer
simultáneamente crecimiento económico y cohesión social, combinando
competitividad y oportunidades iguales para todos, disfrutar de una moneda
fiable y estable, o garantizar un futuro para los jóvenes combinado con la
necesaria solidaridad con una población cada vez más envejecida.
La expansión de la cólera ciudadana, no es ajeno tampoco a la hegemonía de
un relato neoliberal global que ha dominado el mundo y Europa durante casi
5 La coalición proeuropea. Joaquin Almunia. EL PAIS, 23/06/2009
10
dos decenios. Este cabreo y frustración monumental de muchos de nosotros,
viene dado en parte por los efectos devastadores de la hegemonía de las
terapias ultra-liberales, del individualismo, del “laissez faire”, el del Estado y las
Instituciones disminuidas. Un relato que ha condicionado el discurso y la
práctica política, económica, social y cultural tanto en Europa como en el
mundo. Un relato sustentado en la inmunización natural del mercado,
espoleado por una ideología mercantilista totalitaria que ha minado los
instrumentos de control y supervisión de las instituciones públicas y que nos ha
llevado al desastre. La hegemonía del mundo de las finanzas sobre las
instituciones políticas democráticas ha sido finalmente letal tanto para las
primeras como para todos.
La consecuencia de esos años de unilateralismo económico sin control ninguno
la ha constituido en primer lugar el colapso del otrora llamado “nuevo orden
mundial”. En realidad era un nuevo orden internacional ficticio, artificial, que ha
resultado un fiasco y se ha generado un gran desorden global. Finalmente se
ha destapado la mentira de aquella doctrina resultante de la superación de la
Guerra Fría y que los movimientos neoconservadores se aprestaron a bautizar
con pasión y vehemencia como “el fin de la historia”6. Una teoría
neoconservadora con su profeta particular, el profesor americano Francis
Fukuyama7 a la cabeza. Aquel que defendía la irrefutabilidad de una nueva
era, donde el capitalismo y el libre mercado eran los grandes triunfadores tanto
de la batalla de la ideas como en el terreno de los hechos. Los defensores del
“Fin de la historia”, concluyeron que asistíamos a la victoria de la política y de la
economía neoliberal sobre las ideologías utópicas del siglo XX. Ya nada
volvería a ser igual. Era el triunfo total del “pensamiento único” acompañado
por una potente estrategia de marketing político, diseñado y financiado de
forma destacada por Think Tanks conservadores como el proyecto Nuevo Siglo
Americano8. Un movimiento secundado por potentes intereses económicos y
financieros que tomaría años después las riendas de la Administración
americana bajo la presidencia de George W. Bush. Una ideología que gozaría 6 El fin de la historia y el último hombre. http://es.wikipedia.org/wiki/El_fin_de_la_Historia_y_el_%C3%BAltimo_hombre.7 Francis Fukuyama. http://es.wikipedia.org/wiki/Francis_Fukuyama.8 New American Century. http://newamericancentury.org/
11
de un especial predicamento entre algunos destacados líderes europeos como
Aznar o Barroso, compitiendo por ser los herederos políticos de Ronald
Reagan, el Presidente americano que proclamó: “las ideas tienen
consecuencias: la retórica es política y las palabras son acción”. Los neocons
europeos tienen pues grandes responsabilidades en la deriva de Europa.
El credo neoliberal era aparentemente simple y comprensible. No había sitio ni
lugar para ideologías alternativas al capitalismo. De hecho ya no eran
necesarias, porque la historia del hombre se explicaría en función de la única
vía posible, el libre mercado. Un mercado sin controles ni regulaciones de
ningún tipo, con capacidad para auto-regularse y asignar eficientemente los
recursos. Las teorías del “Fin de la historia” parecían anunciar así el fin político
de las ideologías utópicas que marcaron la historia política, económica y social
del siglo XX. Se abría paso una nueva era donde la globalización liderada por
la política, la economía y la tecnología occidental reflejada en el hiper-liderazgo
de los EE.UU, aparecían como los triunfadores absolutos de la historia
moderna dando paso a un nuevo orden internacional. La vieja Europa y sus
instituciones, parecía obsoleta ante el empuje triunfal del nuevo mundo.
Pero los acontecimientos del año 2008, y muy en particular la crisis financiera
internacional, desintegraron de un plumazo el paradigma neoliberal post-
capitalista que parecía ya inmutable. El año 2008 será recordado como el año
que certificó “el fin del fin de la historia9” y el de su “pensamiento único”,
haciendo saltar por los aires el sistema capitalista neoliberal y removiendo los
cimientos del sistema económico mundial. Una crisis que liberó al mismo
tiempo todo su potencial infeccioso en forma de calamidades financieras y
económicas y que azotaría de forma brutal a las clases medias y trabajadoras
de los países desarrollados.
El año 2008 parecía caracterizarse por constituir un verdadero “cambio de
paradigma”. Un cambio traumático en forma de pandemia financiera que se ha
extendido irremediablemente a casi todos los ámbitos del mundo globalizado
9 El fin del fin de la historia. Pau solanilla. Revista FRC. http://www.fcampalans.org/images/noticias//08_solanilla.pdf
12
del que Europa no podía ser ajena. Una pandemia financiera, económica y
social que constituye la primera gran crisis de la globalización y ha insuflado
energías renovadas al cólera ciudadano ante las consecuencias directas sobre
sus vidas. Los ciudadanos europeos, aturdidos y sorprendidos por la velocidad,
magnitud e impacto de las consecutivas crisis, observaban atónitos el
espectáculo de unas instituciones desbordadas por los acontecimientos.
El primer azote de las calamidades en Europa lo constituyó la crisis del alza del
precio del petróleo, de las materias primas y de los alimentos a inicios del año
2008. Las “commodities”, aumentaron de precio debido al juego de la
especulación de algunos operadores amparados en la falta de transparencia de
los mercados. Una crisis que golpeó a las economías de todos los países y
muy especialmente a la clases medias y trabajadoras europeas. Pero más
dramático fue todavía para millones de familias y personas de todos los
continentes con rentas bajas, haciendo más miserable si cabe su ya precaria
situación alimentaria.
Esta crisis coincidiría con una nueva crisis institucional en la Unión Europea
ante el “no” irlandés en el referéndum de ratificación del Tratado de Lisboa el
18 de Junio de 2008. Un nuevo traspiés al ya de por si vapuleado proceso de
construcción europea tras el fracaso de la ratificación de la Constitución
Europea. Una nueva crisis institucional que venía a sumarse al fracasado
proceso constitucional europeo, que sumió de nuevo a la UE en la depresión
política, la incertidumbre y la parálisis. Las necesarias políticas e instrumentos
comunitarios que el nuevo Tratado dotaba a la Unión para poder afrontar los
nuevos desafíos de una Europa a veintisiete Estados, quedaban de nuevo
embarrancadas en las costas irlandesas en el peor momento posible.
Apenas recuperados del shock, y cuando la Presidencia francesa de la UE -con
el hiperactivo Sarkozy a la cabeza-, se disponía a concentrar sus esfuerzos en
la hoja de ruta que debía encarrilar una solución a una nueva crisis
institucional, la crisis geo-política derivada de la breve guerra entre Rusia y
Georgia de agosto de 2008 nos devolvió a escenarios felizmente superados del
13
siglo XX. Emergía entre Rusia y Occidente una especie de “paz fría” aderezada
con la discusión del ingreso de Georgia y Ucrania como países miembros de la
OTAN como trasfondo. Todo ello al tiempo que China asombraba al mundo con
su capacidad organizadora de unos cuasi perfectos Juegos Olímpicos, no
exentos de polémica por la falta de libertades en el gigante asiático. El verano
de 2008, puso sobre la mesa de forma ya visible, la emergencia de un mundo
en mutación, multipolar, con la emergencia de nuevas potencias que nos
interpelaba a construir una nueva gobernabilidad global alejada de las
componendas y acuerdos únicamente entre europeos y norteamericanos.
Pero ese intenso año 2008, nos tenía reservado la madre de todas las
sorpresas. El 15 de septiembre, el mundo se sacudió ante la quiebra de
Lehman & Brothers y padeció un “tsunami financiero” posterior que fue
contaminando a la velocidad de la luz el complejo y sofisticado mundo de las
finanzas internacionales. Primero en los EE.UU, con un reguero de
intervenciones públicas de urgencia, AIG, Merrill Linch,Goldman&Sachs,
Washintong Mutual..., para saltar luego al corazón de Europa obligando a
gobiernos de sistemas tan liberales como el británico a nacionalizar
parcialmente su banca, o a los gobiernos belga y holandés a salir al rescate de
gigantes financieros como Fortis o Dexia. Asistíamos atónitos a toda una
“tormenta financiera perfecta” que dejaba numerosos cadáveres por el camino,
como la bancarrota de Islandia, hasta unas semanas antes el país con los
habitantes más felices del mundo, abocada a pedir su ingreso urgente en la
Unión Europea, no por convicción, sino por obligación, y a aferrarse así al único
salvavidas disponible para no ahogarse económicamente en las heladas aguas
del Mar del Norte.
La crisis fue contaminando a todos a modo de “pandemia financiera”. Tanto a
las grandes potencias económicas -EE.UU, Reino Unido, Francia o Alemania -
como a potencias emergentes como Rusia, Brasil o México, que debían
intervenir en defensa de sus divisas, y evidentemente a pequeños países como
Suiza, Hungría, Irlanda o Portugal. Una crisis financiera con un potencial
infeccioso aún peor que la Gran Depresión de 1929 según algunos expertos,
14
pero que había sido sin embargo percibida y anunciada ya un año antes por los
problemas derivados de las ya tristemente famosas subprimes. Problemas al
que los dirigentes europeos afirmaban que éramos inmunes, al ser “un
problema norteamericano”, pero que nos contagió con cuasi igual virulencia. Un
cataclismo que nadie supo o pudo atajar a tiempo, y que demostró lo obsoleto
de las instituciones de gobernanza política y control económico tanto a nivel
regional como a nivel mundial. Una crisis demoledora que se trasladó
ineludiblemente a la economía real, con el aumento exponencial del desempleo
–con especial intensidad en España- , que conjugado con el deterioro de la
confianza en el futuro por parte de empresas y ciudadanos, empujó a Europa
hacia una inevitable recesión. Todo ello ante la impotencia de gobiernos e
instituciones, atónitos ante la avalancha de malas noticias y frentes a atacar sin
apenas tiempo ni capacidad de reacción.
El año 2008 irrumpió en nuestras vidas de forma brutal en forma de crisis
institucional, crisis geo-política, crisis financiera y finalmente como crisis
económica y crisis social. Unas crisis de gran magnitud y en muy poco tiempo,
que apenas pudieron ser comprendidas y digeridas por el sistema, y con un
altísimo coste y deterioro económico y social. Una situación de multi-crisis a la
que a duras penas se pudo responder con decisiones de emergencia por parte
de las instituciones europeas y de los gobiernos nacionales. Unas reacciones
desesperadas, no siempre coordinadas, en un intento de minimizar y contener
sus desastrosas consecuencias. El desconcierto era prácticamente total. Las
respuestas insuficientes. La semilla del cólera estaba sembrada y bien
arraigada.
Estos lodos vienen de algunos polvos anunciados hace ya algunos años.
Avisos a los que no supimos o no quisimos prestar atención. Raimon Obiols,
actualmente diputado al Parlamento Europeo y una de los políticos más leídos
de España, publicó en 1999 –hace exactamente una década-, un magnífico
libro bajo el título “Patria Humana10”. Entre otras muchas cosas, el ensayo
10 Patria Humana. Globalización y socialismo en el siglo XXI. 1999. Ed. Flor del viento.
15
describía con maestra precisión, la crisis financiera y económica que empezó a
desarrollarse en el sudeste asiático en julio de 1997. Una crisis generada a raíz
de la devaluación de la moneda tailandesa, y que se extendió sucesivamente al
conjunto de Asia, a Rusia y a América Latina, afectando dramáticamente a
cientos de millones de personas y reduciendo drásticamente las perspectivas
de crecimiento de la economía mundial. Un aperitivo de la crisis que viviríamos
años después.
Aquella crisis avanzaba “los crujidos sordos de la economía americana”, y ya
entonces se hablaba de la primera crisis de la globalización. Obiols y algunos
otros como Felipe González al frente de la Comisión Progreso Global,
defendían entonces que esos síntomas significaban también una profunda
crisis del paradigma económico neoliberal que, tras más de dos décadas de
implementación hegemónica, no podía dar más de sí. Obiols predijo ya en su
libro un horizonte de disminución progresiva de los ritmos de crecimiento, un
aumento de la desigualdad y del paro, y un panorama de crisis e incertidumbre
ante el futuro. Acertó de lleno sobre lo que se nos venía encima, pero ni él ni
otros pudieron prevenir la velocidad y magnitud del desastre del 2008:
““Newsweek”, un semanario estadounidense habitualmente optimista ante los
asuntos de la economía y de la vida en general, abría su portada del 14 de
octubre de 1998 con un enorme título alarmante ("Trauma Global") y los
siguientes subtítulos, en forma de dramáticas interrogaciones: "¿Será EEUU el
próximo? ¿Puede Asia recuperarse? ¿Quién perdió Rusia? ¿Se puede salvar
Brasil?”. El último de estos interrogantes en la portada de “Newsweek” era
especialmente jugoso: “¿Tenía razón Marx?". Los Estados Unidos veían
empeorar su balanza comercial. A la inversa de los japoneses, los ciudadanos
estadounidenses ahorraban poco y consumían mucho. En agosto de 1998,
según los datos del Departamento de Comercio, el déficit comercial
estadounidense se había situado en los 14.400 millones de euros, un 15,3 %
más que el mes anterior. Era el quinto mes consecutivo de reducción de las
ventas al exterior y de incremento de las importaciones, a causa de la crisis
global. Principal causa: el abaratamiento de los productos llegados de los países
asiáticos y la reducción de exportaciones a los mismos. Se preveía que la deuda
16
exterior, que era de 1.080.000 millones de euros a finales de 1997, pasaría a
más de dos billones de euros en el año 2000.
(…/…)
El verano de 1998 fue crítico. Comentando sus vacaciones, Alan Greenspan,
presidente de la Reserva Federal, confesó que había estado “jugando al tenis
con una raqueta en una mano y un teléfono móvil en la otra; realmente sorprendí
a mis contrincantes”11. La bolsa de valores había caído de forma notable ( el 5 de
agosto de 1998 Wall Street sufrió una de sus caídas históricas) y pese a
repuntes intermitentes (un 17 % en octubre, desde su punto más alto a
mediados de junio) existía una notable inquietud ante una creciente restricción
del crédito (credit crunch) a las empresas a consecuencia de la crisis bursátil, los
inquietantes rumores sobre el estado de una serie de importantes fondos de
inversión y grandes instituciones bancarias, y la reacción de cautela extrema de
los bancos frente a las empresas.
“Escuchen con atención”, resumía ABCNews en octubre de 1998,12 “y podrán oír
ustedes los sordos crujidos de la economía norteamericana bajo la presión de la
crisis económica global. Sí, en efecto, las cosas siguen funcionando bien por
aquí, pero van mal en muchos otros países. Y América no es inmune”.
Toda esa descripción, avanzaba los síntomas de tensión del capitalismo neo-
liberal: la primera era que los inversionistas y los otros agentes financieros se
hallaban presos de pánico y desconcierto ante una serie de fenómenos
económicos negativos, en muy distintas regiones del mundo, que apenas
comprendían. La segunda, que el mercado estaba indicando un momento de
cambio de ciclo: después de siete años de expansión, la economía
estadounidense estaría entrando en una súbita desaceleración, o tal vez una
recesión 13. Los mercados de valores y los inversionistas institucionales en los
EEUU eran vistos, en el otoño de 1998, cómo "las últimas piezas del dominó
en tambalearse"14. Los fondos de inversión, especialmente los altamente
especulativos como los fondos de cobertura (Hedge Funds), habían tenido
11 G. Pascal Zachary, “Al Fall Down”, In These Times, 18 de octubre de 1998.12 ABCNEWS Special Report, “The Global Economy Hits Home”, octubre de 1998, http://www.abcnews.com/sections/business/globaleconomy/globaleconomy_intro.html13 Robert J. Samuelson, "¿Una depresión en el 99?”, Newsweek, 12 de octubre de 1998.14 Robert J. Samuelson, art. cit.
17
duras pérdidas a causa de los imprevisibles vaivenes de los mercados
bursátiles. Aquellos crujidos se olvidaron, pero las vigas del sistema estaban ya
resquebrajadas y fue cuestión de tiempo que la estructura se viniera abajo.
Así pues, la crisis financiera que nos azota no es fruto de un cúmulo de
circunstancias debidas a la mala suerte o al azar. Se han invocado factores que
los expertos definían como “altamente improbables”, pero que se han
demostrado como irremediablemente reales. El capitalismo financiero o el
“capitalismo casino”, se ha destapado como un dispositivo similar a una bomba
nuclear activada que finalmente ha explotado, detonada por la avaricia y el
descontrol sin límites de una ideología totalitaria, el neo-liberalismo. Aquella
que nos intentó convencer de la hegemonía del mercado y la auto-regulación.
El reino del capitalismo financiero se enraizó igualmente de forma implacable
más allá de la economía o del mundo de las finanzas. Penetró hasta el tuétano
también en el mundo de la política y de las instituciones, como han demostrado
los años del gobierno de George W. Bush y algunos de sus aventajados
discípulos europeos. La hegemonía del pensamiento neo-liberal también ha
estado bien presente en la política europea de la última década, y se ha
traducido en la relajación de la supervisión, la permisibilidad ante la des-
regulación y una espantosa falta de control político del mundo de las finanzas.
Parecía que asistíamos en Europa a una “década prodigiosa” que aportaba
grandes beneficios económicos a algunos, aunque no significó un aumento de
la riqueza real para la mayoría de los ciudadanos. Creció y se desarrolló un
gigante que se ha demostrado finalmente tener los pies de barro.
A pesar de que la llama prendió en los EE.UU, la política europea tampoco
puede escapar de sus responsabilidades en el contagio y extensión de la
pandemia económica y financiera. Poco a poco, la política neoliberal también
ha intentado -y en buena parte ha conseguido-, construir una nueva visión de
una Europa desregulada de la que ahora padecemos sus nefastas
consecuencias. Hemos asistido a la batalla sorda de aquellos que querían
quedarse anclados en la Europa técnica, la del mercado único europeo, sin dar
18
pasos hacia delante para construir la Europa política, la Europa social, la
Europa de los ciudadanos. La UE ha ido superando a lo largo de su historia
diversas etapas, con crisis políticas e institucionales y altibajos económicos,
pero siempre caminando hacia un horizonte común que fue definido en el
proyecto de los “padres fundadores”, la Europa política, expresión utilizada
para evitar utilizar el término tabú de una Europa Federal que levanta ampollas
en algunas capitales.
En los últimos años, ese horizonte ha saltado por los aires. La UE ha sido
escenario de una lucha sorda, cuasi imperceptible, una lucha de una Europa
contra la otra. Últimamente se hace ya de forma de forma más evidente, frontal,
e incluso suicida, dando como resultado el bloqueo de la UE política. Por un
lado hemos padecido los embistes de los nacionalismos estatales y
euroescépticos, pero por otro también los palos en las ruedas de aquellos que
defendían supuestamente “más Europa” pero que no dudaron en tumbar la
Constitución europea al considerarla insuficiente. La consecuencia ha sido el
debilitamiento de la legitimidad de las instituciones y de los instrumentos que la
UE tiene para poder afrontar los desafíos presentes y futuros. Ahora es tarde
para evitar el desastre y el daño está irremediablemente hecho, casi una
década perdida, embarrados en una interminable batalla institucional. Mientras
tanto, todos reclamábamos que la UE reaccionara ante los numerosos desafíos
a los que nos enfrentamos, pero sin los instrumentos necesarios para poder
hacerlo. En definitiva, a la Unión Europea la hemos inscrito a una carrera de
velocidad pero corriendo con una sola pierna, a la pata coja.
Entre unos y otros hemos condenado durante los últimos años a la UE a la
anorexia política y nos aferramos a la esperanza de que el Tratado de Lisboa
nos devuelva algo de impulso para poder encontrar de nuevo la senda del
camino. El riesgo reside sin embargo, en que exijamos unas altas prestaciones
a nuestras instituciones cuando las hemos tenido aparcados en el garaje y no
tienen la maquinaria bien lubricada. La puesta en marcha a pleno rendimiento
de los mecanismos de toma de decisión política colectivos y de la solidaridad
mutua europea, no se consigue apretando el botón de “start” como en un
19
dispositivo electrónico que ha estado en el modo “pause” durante un tiempo. Es
una cultura política, una forma de hacer basada en principios y valores
compartidos que requieren de piezas de buena calidad y un cierto
mantenimiento de la maquinaria política y del andamiaje institucional. Algo que
no han hecho con mucho celo los que debían pilotar la nave europea en estos
últimos tiempos. Ahora es tiempo de reaccionar, y veremos si tenemos la
capacidad, el talento y la valentía para explotar al máximo las posibilidades de
la UE que ofrece el nuevo Tratado de Lisboa. El nuevo andamiaje institucional
quizás nos ofrezca los instrumentos para la acción política, pero hará falta
además una decidida voluntad e iniciativa política para aprovechar todo su
potencial, y eso no es hoy tan evidente.
20
2ª: Los deseados brotes verdes
La creatividad ya no es una cuestión
de qué empresas tienen a los directivos más visionarios;
si no quién posee la arquitectura
de la participación más convincente
Rite Solutions
No todo podían ser malas noticias. El final del año 2008 nos insufló algo de
esperanzas con los grandes cambios en la hiper-potencia americana. Las
elecciones en los EE.UU, abrieron la esperanza del cambio con la victoria de
Barak Obama tras ocho años de neoconservadurismo militante. Tanto los
estadounidenses como la mayoría de gobiernos y ciudadanos europeos,
estábamos deseosos de pasar página de la era Bush lo antes posible.
Queríamos dejar atrás a un Presidente que con sus las limitaciones innatas y
sus errores, hicieron del mundo un lugar menos seguro e inestable.
La victoria de Obama destapó todo un caudal de nuevas esperanzas y de un
cambio en la orientación de la política interior y exterior de la administración
americana, poniendo fin a la llamada revolución conservadora. Un cambio de
las políticas basadas en la des-regulación económica y financiera, el
unilateralismo, la militarización, por otra orientada a la cultura de la cooperación
y el liderazgo compartido. Una apuesta por el multilateralismo -que aunque
liderado igualmente por los EE.UU- , debe trabajar activamente por construir
una nueva gobernanza mundial capaz de afrontar los retos políticos,
económicos, sociales y medioambientales del presente y del futuro. Europa y el
mundo necesitábamos un nuevo mesías. Un nuevo líder capaz de interpretar el
mundo en toda su complejidad y proyectar nueva esperanzas en un futuro algo
mejor.
21
Barak Obama no ha defraudado en sus primeros meses de gobierno,
convirtiéndose –sarcásticamente- en “la gran esperanza blanca” para un nuevo
mundo algo más ordenado y comprensible. En su primer año de mandato,
podríamos afirmar que se mostrado más que como un gran líder mundial, como
el mejor psicólogo político del mundo. En un mundo necesitado de buenas
noticias y sobretodo de nuevas esperanzas, Obama hace buena la máxima que
dice que "la política es comunicación", y se ha destapado como un gran “geo-
terapeuta” que ha venido a ofrecer algo de medicina alternativa a los grandes
males que nos azotan. Los líderes europeos hacen cola para reunirse y
fotografiarse con él. Todos pendientes de una llamada de Washington para
hacerse la foto con el nuevo profeta político del mundo. Obama, con su
capacidad retórica y habilidad para conectar con amplísimos grupos sociales,
levantó un nuevo caudal de esperanzas con un vocabulario político nuevo
alejado de la unilateralidad y arrogancia de la Administración Bush. No deja de
ser sorprendente lo que unas pocas palabras pueden conseguir: "trabajar
hombro con hombro con los socios europeos", "desplegar un poder inteligente",
"escuchar al resto del mundo", "trabajar por los intereses mutuos", o el increíble
“Asalam aleykum” la paz esté con vosotros- en su vibrante discurso en la
Universidad de el Cairo dirigido al mundo musulmán del 5 de junio 2009.
América, Europa, el mundo árabe o África, han sucumbido al embrujo Obama:
“la democracia no es hermosa, es útil. La libertad no es una meta, es un medio. Y las
guerras y los abusos de poder no son solo inmorales, sino que impiden el desarrollo15”.
Obama despliega un léxico nuevo en una inteligente estrategia de persuasión
dirigida a los EE.UU y al mundo. Una nueva actitud que quizás sea el preludio
de la emergencia de medidas políticas y económicas que constituyan una
vacuna eficiente para recuperar al enfermo americano y europeo. Lo
verdaderamente importante sin embargo, es pasar de las palabras a los
hechos. Hace unos años, en una conferencia en Barcelona el filósofo y escritor
Josep Ramoneda, director del CCCB, sugirió una definición del poder que me
llamó la atención:
"El poder es el tiempo que pasa de las palabras a los hechos".
15“ Obama en Africa”. El Pais12/07/2009
22
Las palabras de Obama "suenan bonitas" como dicen los mexicanos. Veremos
si tienen la fuerza y el poder para poder transformarse en hechos rápidamente.
La geo-terapia política es necesaria pero no suficiente, y está por ver si es
sostenible a medio plazo tanto en su política exterior como interior. De
momento disfrutemos de los beneficios emocionales de la terapia obamiana.
Pero Obama ayuda pero no cura, y tiene ante sí una tarea titánica con un frente
interno nada fácil de gestionar en el que se juega buen parte de su caudal
político: la recuperación económica y sobretodo la creación de empleo, la
reforma sanitaria -la madre de todas las batallas-, y la guerra de Afganistán.
Tres frentes de gran calado y enorme dificultad.
En el terreno económico, a pesar de las declaraciones sobre el atisbo de brotes
verdes, la larga crisis empieza a pasar factura a Obama. Tras la gigantesca
operación de salvamento y estabilización del sistema financiero, y la inyección
de miles de millones de dólares, la economía y la creación de empleo no
acaban de arrancar. Los Estados y sus Gobernadores, han tendido que reducir
drásticamente los gastos, echando a la calle a miles de empleados públicos
con el consiguiente descontento y malestar. El desempleo sigue aumentando,
pero paradójicamente algunos bancos como el City o Barclays, anunciaron que
en el 2009 obtendrían beneficios récord y están ya preparando bonus
millonarios para sus directivos ante el asombro y la indignación de propios y
extraños. El año 2010 será además un año electoral, y decenas de
Gobernadores se juegan sus puestos, como lo hará el Congreso de los EE.UU.
Los congresistas pondrán en juego sus deseados escaños, y en el Partido
Demócrata, empiezan ya a temer una desmovilización de muchos de los que
apoyaron a Obama para las presidenciales de 2008.
La reforma sanitaria es donde Obama se juega en gran medida su credibilidad.
Todos los analistas creen que la sacará adelante, pero muy descafeinada tras
la conciliación necesaria entre el Congreso y el Senado, el primero más
progresista frente a un Senado más conservador. En esa batalla, las
aseguradoras médicas se están gastando una media de 1,5 millones de
dólares al día en anuncios en contra de la reforma propuesta por Obama, lo
que da una idea del tremendo negocio que el sistema actual genera. Mientras,
50 millones de personas no tienen ningún tipo de cobertura médica, y otros 100
23
millones la tienen en condiciones precarias y limitadas. Y es que en los EE.UU
quedarse sin empleo no es lo más grave, también significa no tener cobertura
sanitaria ni para ti, ni para tu familia. Un sistema de todo o nada que genera
una gran ansiedad y verdaderos dramas a amplias clases medias que pueden
perderlo todo en un abrir y cerrar de ojos.
Finalmente Afganistán, la guerra de Obama. Una guerra que no puede
permitirse el lujo de perder, pero que no puede ganar. Por un lado aprietan los
militares y los republicanos exigiendo un aumento del contingente militar de
unos 40.000 soldados, con el consiguiente aumento del gasto público ya
insostenible. Por otro, una opinión pública y los demócratas en contra,
reticentes a aprobarlo ante una guerra que recuerda demasiado a la guerra de
Vietnam, uno de los tabúes de la memoria colectiva americana. En la
Administración Obama, hay enormes tensiones entre intereses opuestos, y el
Presidente ha dilatado al máximo la decisión. Algunos dicen que no tomar la
decisión es ya por sí misma una decisión. Toda una patata caliente en la que
EE.UU pide ayuda a Europa mientras nosotros miramos hacia otro lado16.
En definitiva, que en Washington, a orillas del hermoso río Potomac, se están
librando importantes batallas que condicionarán la capacidad de maniobra e
iniciativa del Presidente profeta. Lo más curioso de todo, es que mientras los
europeos estamos centrando las ilusiones y las esperanzas de futuro
principalmente en dos temas, el despliegue del Tratado de Lisboa, y la
Conferencia sobre Cambio Climático de Copenhague de diciembre de 2009,
desde los EE.UU el primero se mira con un cierto escepticismo, y el segundo
con indiferencia. La prioridad de la administración americana es la compleja
agenda interna.
Mientras tanto, al otear el horizonte europeo y constatar el paisaje político e
institucional ante nosotros, no se atisba a vislumbrar la emergencia de algún
liderazgo individual o colectivo capaz de generar algo de ilusión y esperanza a
corto plazo. Europa y sus líderes se mueven entre la voluntad de ofrecer
respuestas nuevas, y la dura realidad de sus incapacidades. En la Unión
Europea vivimos ya desde hace años entre la utopía y la melancolía. La
melancolía no es más que la característica típica del estado de ánimo de las
16 http://pausolanilla.blogspot.com/2009/10/en-el-pais-del-profeta-obama-ii.html
24
civilizaciones viejas y algo cansadas, descrita de forma brillante por Wolf
Lepenies como “la tristeza que no encuentra palabras”17. Y esa es quizás la
realidad de la Europa de hoy, un continente políticamente triste, que necesita
de una nueva dosis de visión, pasión y de acción europeísta. Lo expresó hace
unos meses Felipe González, “parece que en el viejo continente europeos
somos todos, pero europeístas somos menos, incluso parece que cada vez
menos”.
Así pues la crisis cumple ya más de dos años desde la emergencia de los
problemas con las tristemente célebres subprimes sin que se vislumbre en el
horizonte una reacción a corto plazo pese a los deseados brotes verdes en los
que todos queremos creer, aunque aparecen síntomas de recuperación en
diversos países que nos insuflan algo de optimismo. Los expertos creen que la
confianza sólo regresará, cuando los supervisores y reguladores consigan
entidades más transparentes, algo que quizás cueste más de lo previsto. Si
hiciéramos caso de algunos economistas y expertos de diferente signo como
Xavier Sala i Martí o Jaques Attali, no tendríamos grandes esperanzas de
reformar el sistema. Según éstos, las nuevas normas no evitarán la siguiente
crisis, sólo cambiará su naturaleza, porque "las nuevas crisis financieras
mundiales utilizarán todos los recursos de las nuevas tecnologías de la
comunicación”. Una mala noticia para todos aquellos que quizás ingenuamente
creímos que ante las devastadoras consecuencias de la crisis y el descontrol
del mundo de las finanzas, asistiríamos a la emergencia de un nuevo orden
financiero y económico internacional más regulado y más justo.
Muchos queríamos ver emerger una nueva teoría económica que sustituyera a
las utopías regresivas del fundamentalismo de mercado. Pero a medida que se
va superando la parte más dura de la crisis financiera y de sus efectos sobre la
economía real, parece observarse una pérdida del potencial reformista
reclamado por todos tan sólo hace unos meses18. Conocimos la noticia que el
banco estadounidense Goldman Sachs, aumentó en un tiempo récord sus
beneficios en el segundo trimestre de 2009 hasta los 3.440 millones de dólares
-2.458 millones de euros-. Algo sorprendente cuando apenas un año antes el
Gobierno de los EE.UU tuvo que inyectar en el banco 10.000 millones de 17 Más allá de la melancolía y antes de la utopía. Melancolía y utopía. Wolf Lepenies. 2008. Ed. Arcadia18 El deseado punto G (Global). Pau solanilla. Nueva tribuna. http://www.nuevatribuna.es/noticia/11681/OPINI%C3%93N/claro-manda.html
25
dólares. La publicación de estos resultados tuvo lugar el mismo día en el que
el diario Financial Times revelaba que sus ejecutivos vendieron cerca de 700
millones de dólares -más de 500 millones de euros- en acciones después de
que quebrase Lehman Brothers en septiembre de 2008. Al parecer, la mayor
parte de las ventas se llevaron a cabo mientras el banco de inversiones
estadounidense se beneficiaba del programa de rescate bancario del Gobierno
por un total de 10.000 millones de dólares -unos 7.151 millones de euros-. Para
aderezar un poco más toda ésta ensalada de sospechas, las entidades
financieras han reservado miles de millones de euros para pagar primas
millonarias a sus directivos, en muchos casos, los mismos personajes que nos
llevaron al desastre financiero.
Para aquellos que no somos economistas, nos cuesta digerir y comprender
noticias como esas, e intentamos recurrir a los expertos. Uno de ellos, Paul
Krugman, nada sospechoso de ser un mediocre, profesor de Economía de
Princeton y premio Nobel de Economía 2008, nos ha arrojado algo de luz al
fenómeno. Parece ser que la mayor parte de estos beneficios tiene que ver
con el aumento de las operaciones de alta velocidad:
“algunas instituciones, Goldman Sachs incluida, han estado usando ordenadores
super-rápidos para adelantarse a otros inversores, comprando o vendiendo
acciones una fracción de segundo antes de que nadie pueda reaccionar. Las
ganancias derivadas de las operaciones de alta velocidad son una de las
razones por las que Goldman está obteniendo beneficios récord y
probablemente pague primas también récord19”.
¿Que hemos aprendido del tsunami financiero que provocó la inyección de
miles de millones de dólares y de euros a las entidades financieras? ¿Qué fue
de la promesa de regular el sistema financiero internacional para evitar nuevos
abusos?. En cuanto hemos relajado un poco la presión, parece que los grandes
directivos financieros no están dispuestos a dejar de ganar con el sistema del
capitalismo casino que nos ha llevado al desastre. La crisis financiera ha
sacudido al capitalismo, pero no lo ha derrotado. Quizás no debería hacerlo,
supuestamente para garantizar una cierta estabilidad y evitar sustos mayores,
pero necesitamos reformas de forma urgente que parece tardarán en llegar, si
es que finalmente lo hacen. Y es que una vez más, el impulso reformista de los
19 Premiar a los malos actores. Paul Krugman. Negocios, EL PAIS 9/08/2009
26
gobiernos pierde fuerza frente al lobby financiero. Es por ello que no debemos
bajar la guardia y continuar ejerciendo desde todos y cada uno de nuestros
ámbitos una presión constante sobre los gobiernos e instituciones para caminar
con paso firme por la senda de las reformas, la protección y la regulación frente
al “capitalismo casino”. Es preocupante observar cómo algunos de los peores
vicios reaparecen apenas intuimos el germinar de supuestamente modestos
brotes verdes. Habría que recordar y memorizar, como cuando se aprenden las
tablas de multiplicar, algunos mitos y mentiras que nos han inculcado en los
últimos años que se debía haber llevado por delante esta crisis20:
- Más mercado y menos Estado. Antes de la crisis, en plena vorágine de creci-
miento alocado, se pedía que dejaran manos libres al mercado, al que se consi-
deraba justo repartidor de riquezas. En sectores que son sistémicos, no sólo la
banca, es absurdo que el Estado se retire del todo. Si por volumen de empleo o
el peso en la economía, una empresa no puede caer, el Estado debe tener con-
troles y supervisión.
- La supervisión escasa impulsa al mercado libre. En el mundo financiero anglo-
sajón, la normativa se tomaba como una pesada carga que frenaba la creación
de riqueza. A la vez, persistía la creencia de que la autoridad supervisora británi-
ca, la Financial Services Authority, y la norteamericana, la Securities Exchange
Commission, eran implacables con los que se saltaban la ley. La crisis ha de-
mostrado que las entidades van por delante de los reguladores. Crearon una
banca en la sombra sin ningún control y organizaron un mercado de hipotecas
subprime sin asumirlas en sus balances. La clave es regular sin estrangular al
mercado.
- Los banqueros son profesionales de prestigio y deben tener salarios elevados.
Ha quedado demostrado que los ejecutivos y los consejeros aprobaban produc-
tos de los que desconocían su riesgo real. Es decir, no hicieron bien su trabajo.
Sin embargo, cobraban unos sueldos estratosféricos que les hace responsables
de lo ocurrido, aunque al final la factura la han pagado los ciudadanos y los ac-
cionistas. Los bonus por beneficios fuerzan a mentir a la gente para cobrar más.
- El que la hace, la paga. Este axioma ha mutado en "al que la hace, le pagan",
porque los pocos altos ejecutivos que han perdido su puesto se han ido a casa
20 14 mitos caídos tras dos años de crisis. EL PAIS. 21/07/09. http://www.elpais.com/articulo/economia/mitos/caidos/anos/crisis/elpepieco/20090719elpepieco_1/Tes
27
con muchos millones. Hasta ahora, la lista de bajas de presidentes o consejeros
delegados es esta: Fred Goodwin, del Royal Bank of Scotland; Charles Prince,
de Citigroup; Stanley O'Nelly, de Merrill Lynch; Marcel Ospel, de UBS; Martin Su-
llivan, de AIG; Ferry Killinger, de Washington Mutual... y pocos más.
- La banca comercial es aburrida, el dinero está en la banca de inversión. Hace
sólo unos años, las entidades dedicadas a la banca comercial, la que obtiene re-
sultados céntimo a céntimo eran consideradas atrasadas financieramente, me-
nos rentables y ausentes de glamour. Algunos Gobiernos y supervisores alenta-
ron el crecimiento de la banca de inversión, que protagonizaba grandes opera-
ciones internacionales y movía el tejido empresarial. La crisis ha demostrado que
detrás de todo esto había más ingeniería financiera y burbujas de liquidez que
otra cosa.
- Los grandes mercados están supervisados y regulados. Las hipotecas basura y
los CDS (seguros de impago) movían miles de millones pero no estaban regula-
dos ni supervisados. Además, las entidades los tenían fuera de sus balances.
Este tipo de productos ha demostrado ser vulnerables a la incertidumbre. Para
evitarlo, la UE quiere que, a partir de 2011, la banca que trabaje con productos
fuera de balance tenga más capital.
- El mercado es eficiente y pone precio a los activos. Este largo ciclo de creci-
miento alentó la creencia de que el mercado siempre da precio a los activos. En
mitad de esa carrera alcista, los bancos norteamericanos insistieron en la utiliza-
ción del mark to market, es decir, que los activos se valoren a precio de merca-
do, recogido en las Normas Internacionales de Contabilidad (NIC). El resultado
fue que los activos se hincharon en paralelo a la burbuja. Esta filosofía también
está en la reforma internacional de Basilea II. Ambas están en profunda revisión.
- No hay que preocuparse de la liquidez, casi es ilimitada. "La idea de que siem-
pre había liquidez acabó con el principio del medir el riesgo real. Parecía que ha-
bía dinero para todo", apunta Robert Tornabell, catedrático y profesor del Depar-
tamento de Dirección Financiera de ESADE. Lo cierto es que se ha pasado de
golpe, de la inundación a la sequía.
- No hay ciclos en la economía. En mitad de la borrachera de crecimiento, algu-
nos economistas sostuvieron que los ciclos habían desaparecido. Tras superar,
sin graves problemas, la crisis de las divisas latinoamericanas y de las empresas
28
puntocom de principios del 2001, algunos apuntaron que la experiencia pasada,
junto a la interconexión entre las autoridades internacionales, podía mitigar la vi-
rulencia de ciclos pasados. Lejos de eso, la globalización ha demostrado que
hace sobrereaccionar a los mercados, amplifica las noticias negativas y la des-
confianza.
- Los bancos, cuanto más grandes, más seguros. Nadie osaría hacer este co-
mentario en presencia de los presidentes de Citigroup, Bank of America, Royal
Bank of Scotland o del ex presidente del difunto Lehman Brothers. Precisamente
las víctimas de esta crisis están, en parte, en la lista de los gigantes del sector,
con la excepción de los españoles. El Banco de Inglaterra y el BIS han dicho que
si las entidades son demasiado grandes para quebrar, son demasiado grandes
para existir. El BCE pide que sean controlados por colegios de supervisores, no
sólo por el de su país.
- Con la globalización, no importa donde esté la sede social. Parte del negocio
ruinoso de Citigroup o de Lehman Brothers estaba en Asia o Europa. El Royal
Bank tuvo pérdidas en Nueva York, pero al final han sido los Gobierno norteame-
ricano y británico los que han pagado la factura del rescate. Cuando una entidad
cae, el lugar donde está la sede social es clave para las ayudas. Por eso, los po-
líticos quieren "campeones nacionales" y ha resurgido el nacionalismo económi-
co.
- Estamos a salvo con las nuevas normas: las NIC y Basilea II. Poco ha durado
el prestigio de ambas normativas. Están en revisión completa para reforzar cua-
tro aspectos: las provisiones, que deberán hacerse en momentos de bonanza
aunque no haya morosidad (el modelo español); el capital, que deberá aumen-
tar, sobre todo si hay operaciones de riesgo; el principio de consolidación dentro
del balance de todos los productos (para evitar la venta de subprime a terceros)
y vigilancia de la liquidez, que apenas se tenía en cuenta.
- Las agencias de 'rating' y los auditores vigilan. El oligopolio de las tres grandes
agencias de calificación financiera, Moody's, Standard&Poo's y Fitich ha fracasa-
do y se prepara una profunda revisión. Han demostrado no tener sistemas fia-
bles para medir los créditos basados en activos basura. Los auditores también
han sido criticados por mezclar sus servicios con los de consultoría. Hay empre-
sas que consideran que los auditores no te pueden criticar porque les estás pa-
gando.
29
- Los 'hedge funds' y los productos sofisticados dinamizan la economía. La titula-
rización de activos (que es una forma de empaquetar y revender productos), los
derivados y los hedge funds fueron los protagonistas de la época dorada. Ahora
se les considera responsables de buena parte de la burbuja y del sobreendeuda-
miento. Warren Buffet advirtió de que "los derivados son verdaderas armas de
destrucción masiva".
Así pues, rescatar el sistema financiero sin reformarlo no es justo ni coherente.
Es injusto porque los principales responsables de la crisis se ven beneficiados
por la red de asistencia de los Estados que con el dinero de los contribuyentes
y sin la exigencia de responsabilidades, lavando la cara de directivos que en
algunos casos deberían ser condenados por delincuentes. No es coherente,
porque los directivos de esas compañías, siguen funcionando con un sistema
basado en que si las cosas van bien, ellos ganan, y si las cosas salen mal,
perdemos todos.
De la crisis financiera, el común de los mortales, los ciudadanos, hemos
aprendido que los bancos y entidades financieras son organismos “sistémicos”.
Cuando ellos se constipan, cogemos una neumonía todos los demás. Hasta
ahora los hemos protegido a ellos, vacunándolos mediante la inyección de
miles de millones de recursos públicos y sin saber muy bien si servirá para
recuperar al enfermo. ¿Quién nos protege a nosotros de estos tiburones y de
una nueva crisis si continuamos trabajando bajo los mismos parámetros?. La
infección de los bancos es poca cosa comparada con la cólera y la frustración
de muchos ciudadanos. No atisban a comprender el doble rasero de las
instituciones en el tratamiento de los problemas de las entidades financieras y
la facilidad con la que afloran los millones para rescatarlos, frente a las
enormes dificultades para afrontar algunos de los más graves problemas
sociales que atenazan a los ciudadanos.
Es curioso observar cómo el tabú de la contención del déficit se ha venido
abajo pero sólo en algunos casos. Hasta los más neoliberales se han vuelto
neo-keynesianos siempre que eso sirva a sus intereses particulares para salvar
sus chiringuitos. La consecuencia de ello es que hemos vuelto atrás en el
tiempo para certificar que “todos somos iguales, pero unos más iguales que
otros”. Desde las instituciones habrá que saber explicar lo que estamos
haciendo, porqué lo hacemos, y hacia a dónde vamos. Si no es así quizás
30
logremos contener los brotes de la temible Gripe A, pero nada ni nadie logrará
frenar la pandemia de la cólera ciudadana y el descrédito de la política y sus
instituciones.
31
3ª: Un nuevo relato para Europa
Nos hacemos mayores, pero no cambiamos.Nos volvemos más refinados, pero en el fondo,
seguimos siendo como cuando éramos pequeños,criaturas que esperan ansiosamente que les cuenten
otra historia,y la siguiente, y otra más.
Paul Auster
De entre las diversas razones del divorcio entre las instituciones europeas y los
ciudadanos, podríamos afirmar que una de las principales es que las
instituciones de la UE han perdido la batalla de la comunicación. La Unión
Europea no habla con sus ciudadanos, no sabe explicarse, no tiene un relato
adaptado a la realidad del siglo XXI. Una de las consecuencias de esa
incomunicación es que la idea de Europa pierde fuelle. La UE ha perdido su
alma por el camino fruto de su propio éxito tras más de 60 años de paz, de
reconciliación, de estabilidad y de prosperidad. Aquel relato emocional de la
segunda mitad del siglo XX y a la que España se incorporó en el último cuarto
de siglo, ha quedado superado. Pareciera como si los líderes europeos y los
altos funcionarios comunitarios, no estuvieran al día de las técnicas del
lenguaje de la comunicación política moderna. Los socialistas españoles, uno
de los pocos gobiernos progresistas de Europa, deberían regalar a sus colegas
europeos y de forma inmediata, centenares de ejemplares de su libro de
cabecera “No pienses en un elefante” del neuro-lingüista Geroge Lakoff, para
hacer pedagogía de cómo articular un enmarcado actualizado para la UE:
”El enmarcado tiene que ver con elegir el lenguaje que encaja en tu visión del
mundo. Pero no tiene solo que ver con el lenguaje. Lo primero son las ideas. Y el
lenguaje transmite esas ideas, evoca esas ideas21”.
21 “Enmarcar para recuperar el discurso político”. No pienses en un elefante. George Lakoff. 2007. Ed Complutense.
32
Los autores y expertos en comunicación política nos instruyen constantemente
sobre las técnicas y evoluciones del “storytelling” moderno. Un buen relato, nos
dicen, tiene que ser lúdico, sensorial y emocional, estar cargado de sentido,
didáctico, nemotécnico y favorecer la cohesión, la participación y la
interactividad de sus destinatarios22. Un relato sostenido en el tiempo que hay
que crear, planificar, nutrir, proteger y actualizar permanentemente. Algo de lo
que las instituciones europeas están ciertamente lejos. Y es que en el mundo
de la “Economía de la atención”, hay que dejar de hablar ya de transmitir
mensajes, y caminar por la senda de la creación de un relato estructurado y
que de sentido al galimatías de la información y al “ruido” a la que nos
enfrentamos todos los días. Es necesario diseñar una estrategia multimedia y
multisoporte que no puede ser solo construido desde el ámbito institucional,
sino que necesitamos un relato de Europa más compartido que nunca.
¿Cuál es entonces el nuevo marco comunitario para un relato europeo?. Debe
incorporar la lucha contra el cambio climático y el nuevo reto energético,
construir un nuevo desarrollo económico basado en la sociedad del
conocimiento, afrontar la compleja gestión de la inmigración, prevenir la
deslocalización de las empresas, la lucha contra la precariedad laboral o el
desempleo, el combate contra el crimen organizado y el terrorismo
internacional…etc. Un nuevo relato actualizado para una Unión diferente a la
del siglo XX. Cambiar el marco es cambiar el modo que tienen los ciudadanos
de ver, percibir y sentir a la Unión Europea. Los éxitos del pasado no
garantizan los éxitos del futuro por muy exitosos que hayan sido los logros de
Europa en estos últimos 50 años. Los ideales movilizadores de la idea de
Europa tienen que renovarse. Nos unen unos valores determinados y los
tenemos que expresar con valentía, firmeza y claridad, acompañándolos de
políticas ambiciosas, coherentes y posibles.
La UE debe ofrecernos un nuevo relato, con nuevos objetivos, nuevos
propósitos, nuevos procedimientos…, y algunas cosas más. El cambio de
22 Será mejor que lo cuentes. Antonio Núñez. Ed Empresa activa, 2007
33
marco supone igualmente un cambio social. En un momento de incertidumbre
como el que vivimos, es necesario más que nunca una nueva ética de la
construcción europea que se haga cargo del estado de ánimo de la gente. Una
estrategia de comunicación política donde el mensaje sea también emocional:
unamos las fuerzas para ponernos a la cabeza de la respuesta europea a la
salida de la crisis. Hagamos del planeta un lugar habitable y sostenible.
Construyamos juntos una gran comunidad europea unida, diversa y plural para
afrontar con garantías los restos del siglo XXI. Una tarea titánica, cuasi
imposible pensarán algunos, pero la “no acción” aparece como la única “no
opción” posible. Y en eso, nuestros líderes europeos acreditan una actitud
desesperadamente conservadora, de contención de daños, de prudencia
extrema, mientras el mundo sigue girando a una velocidad de vértigo.
El reto es pues reforzar el vínculo de credibilidad entre los europeos, la política
y sus instituciones, siendo capaces de reconciliar de nuevo destino y
convicciones. Para ello debemos explotar todo el potencial creativo europeo,
diseñando acciones y políticas innovadoras, reelaborando una estrategia de
comunicación política y haciendo posible una verdadera participación
ciudadana. Y eso sólo se puede conseguir explotando al máximo las
posibilidades de las nuevas tecnologías, construyendo una Europa 2.0 como
complemento necesario a la tradicional comunicación política e institucional.
Conjugar innovación y tradición
La elaboración de un nuevo relato para la UE en estos primeros años del siglo
XXI, no significa romper con el relato fundacional que ha permitido construir
una Europa en paz y próspera durante la segunda mitad del siglo XX. Al
contrario, tiene que erigirse sobre los sólidos cimientos que ha constituido el
relato del proyecto europeo durante los últimos cincuenta años. Es necesario
actualizarlo con nuevos elementos movilizadores más acordes con la realidad
que vive hoy Europa y el mundo. Las tensiones o miedos entre lo nuevo y lo
viejo siempre generan un encendido debate. Asistimos regularmente en
numerosos entornos, a tensiones entre tradicionalistas y reformadores que
34
pugnan por defender sus posiciones. Uno de los argumentos más
enriquecedores y pedagógicos sobre la necesidad de articular lo nuevo y lo
viejo, lo pronunció en un discurso la desaparecida escritora estadounidense
Susan Sontag en su aceptación del “Premio por la paz” de los libreros
alemanes en 2003. Bajo el título “Literatura es libertad”, nos ofreció una lección
magistral sobre la necesidad de renovar el relato de la Europa del siglo XXI
conjugando lo viejo y lo nuevo, innovación y tradición:
“el modelo de todo entendimiento -de conciliación- posible que alcancemos se
basa en reflexionar más sobre la antigua oposición de "viejo" y "nuevo". La
oposición entre "civilización" y "barbarie" está condicionada en esencia:
corrompe pensar y pontificar sobre ella, aunque mucho refleje determinadas
realidades. Pero la oposición entre lo "viejo" y lo "nuevo" es genuina, no se
puede erradicar, está en el centro mismo de lo que entendemos por experiencia.
Lo "viejo" y lo "nuevo" son los perennes polos de todo sentido de orientación en
el mundo. No podemos deshacernos de lo viejo porque en él está invertido todo
nuestro pasado, nuestra sabiduría, nuestros recuerdos, nuestra tristeza, nuestro
sentido del realismo. No podemos deshacernos de la fe en lo nuevo porque en
ella invertimos toda nuestra energía, nuestra capacidad de optimismo, nuestro
ciego anhelo biológico, nuestra capacidad para olvidar: la capacidad curativa sin
la cual toda reconciliación es imposible. La vida interior tiende a desconfiar de lo
nuevo. Es más, una vida interior profundamente desarrollada se resistirá a lo
nuevo. Se nos dice que hemos de elegir entre lo viejo y lo nuevo. De hecho,
hemos de elegir ambos. ¿Qué más es la vida sino el trato reiterado entre lo viejo
y lo nuevo? Me parece que siempre deberíamos buscar el modo de evitarnos
semejantes oposiciones tajantes.
Lo viejo frente a lo nuevo, la naturaleza frente a la cultura: quizás es inevitable
que los grandes mitos de nuestra vida cultural se expresen como geografía y no
sólo como historia. No obstante, son mitos, lugares comunes, estereotipos, nada
más; las realidades son mucho más complejas”.
El relato original de la UE basado en un horizonte de paz, de prosperidad, y de
estabilidad compartidos que han constituido el alma de la Unión, es un relato
35
pensado para una UE que miraba principalmente hacia el interior, hacia sí
misma, el relato de la vieja Europa. Hoy necesitamos un relato más amplio,
más inclusivo y omni-comprensible, que articule la complejidad de una Europa
a veintisiete que necesita continuar construyendo un proyecto común, al mismo
tiempo que encuentra su lugar en el mundo, el de la nueva Europa.
Necesitamos un relato que articule sin contradicciones un discurso
comprensible y posible tanto hacia el interior de la Unión como hacia el exterior.
Debemos hilvanar una narrativa de una Europa amable consigo misma y con
su entorno, que sea reconocida y valorada tanto por sus ciudadanos como por
los ciudadanos del resto del mundo. Una Europa legitimada interna y
externamente, que sea generadora de ilusión y de compromisos individuales y
colectivos para movilizar de nuevo almas y voluntades, para continuar
construyendo un destino común. Hoy no es posible entender la UE si no
articula de forma coherente un relato movilizador tanto para Europa como para
el mundo. Todo un catálogo de nuevas responsabilidades colectivas para el
siglo XXI.
¿Cuáles pueden ser entonces esos nuevos elementos agregadores y
movilizadores de un relato europeo para la Europa de hoy?. Pueden ser sin
duda muchos y diversos, pero hay tres elementos indispensables que deben
estar en el centro de una nueva narrativa europea como condición sine qua
non:
El primero es el de la re-construcción de un sistema político y económico
europeo y global más eficiente, democrático y humano. Volver a creer y apostar
por una economía de mercado social europea. La globalización es un
fenómeno imparable e irreversible, pero hemos de ser capaces de proyectar un
modelo de crecimiento capaz de gestionar sus contradicciones, mitigando y
corrigiendo sus consecuencias negativas, y diseñando potentes instrumentos,
instituciones y políticas que den respuesta a los desafíos en el terreno
económico, educativo, social y medioambiental. Y es que la UE puede ser un
catalizador que permita acomodar y hacer compatibles los diferentes modelos
de desarrollo económico, apostando por una economía de mercado abierta y
dinámica que promueva la innovación y la productividad, la mejora del nivel de
36
vida de los ciudadanos, al tiempo que refuerza los mecanismos de solidaridad
interna y externa. Es ilusorio e insostenible pensar que un potente Mercado
Único y una Unión Monetaria, puedan funcionar sin mecanismos de solidaridad
entre sus economías nacionales y sus vecinos, y que podamos gobernarnos de
forma cogerente y eficiente sin un verdadero gobierno económico europeo.
El establecimiento de potentes mecanismos de cohesión, va a ser sin duda la
prueba de fuego de los europeos en los próximos años. La Europa solidaria
tiene sus límites, pero forma parte irrenunciable del modelo de integración
europea. En los próximos años, ante el debate de las próximas perspectiva
financieras del periodo 2013-2017, vamos a observar hacia donde nos lleva y
hasta donde somos capaces de llegar. “Obras son amores y no buenas
razones” como reza el refrán. Y no en todos los países europeos percibimos la
solidaridad de la misma forma. Dicho eso, ¿estará España entre los países al
frente de una Europa solidaria una vez que seamos contribuyentes netos y se
nos acabe el maná de los fondos europeos?. ¿Nos volveremos quizás
progresivamente euro-escépticos ante un horizonte en el que una parte de
nuestros impuestos tienen que ir destinados al desarrollo de países y regiones
vecinas menos desarrolladas como el Magreb?. Vamos a asistir a un proceso
de actualización del europeísmo en España, y ahí mediremos en su justa
medida si el ideal español de un proyecto común europeo pasa igualmente por
una apuesta por la cohesión social y territorial europea también cuando afecta
a nuestra cartera.
El segundo elemento movilizador debería ser el reto de transitar hacia una
Europa sostenible, la respuesta de la UE al cambio climático. En Europa y el
mundo nos enfrentamos a la necesidad imperiosa de construir un nuevo
modelo de crecimiento con una reducción drástica de las emisiones de carbono
y una menor dependencia de los combustibles fósiles. La energía y la lucha
contra el cambio climático van a ser sin duda una de los temas emergentes de
la agenda europea y mundial de los próximos años. Una agenda para los que
no es fácil generar consensos en momentos de crisis como la actual. La UE ya
ha dado muestras de que está dispuesta a liderar un nuevo modelo de
desarrollo basado en la reducción de los gases de efecto invernadero. La UE
37
tiene ya su Plan 20/20/20 con los que pretende cumplir antes del año 2020 con
sus compromisos de recortar las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en un
20%, mejorar la eficiencia energética en otro 20% y que el 20% de la energía
que consume proceda de fuentes renovables. Además, la UE también mantiene
su compromiso de que en 2020, el 10% de los carburantes utilizados en el
transporte sean renovables. Se ha comprometido además, a aumentar esas
reducciones en caso de que la Cumbre de Copenhague de diciembre de 2009
de como resultado un acuerdo global a la reducción de las emisiones a nivel
global.
La UE tiene, puede, y debe impulsar ese proceso. Debe ejercer un liderazgo
moral y efectivo que sea capaz de arrastrar por esa senda a otras potencias
industriales como Japón o los EE.UU, así como a los países emergentes como
Rusia, China, Brasil o India. La batalla va a ser dura y compleja, pero ese será
sin duda uno de los mejores instrumentos de smart power -poder inteligente-
que la UE podrá utilizar a medio y largo plazo como su mejor arma para el
liderazgo a nivel global. Y es que el mayor peligro al que nos confrontamos en
los próximos años, será seguramente el potencial conflicto entre recursos
naturales y población. Podemos asistir a una carrera por las fuentes de energía
y los minerales entre países industrializados y potencias emergentes, que den
como resultado nuevas tensiones geopolíticas. En ese escenario, la UE puede
jugar un papel central en el complejo tablero multilateral.
La UE sin embargo, no llega bien preparada para ese combate, y no porque no
tengamos un potente ejército europeo, no lo necesitamos. El verdadero
problema es que no actuamos todavía con una sola voz, y el mercado europeo
está fragmentado y es incoherente. Nuestra seguridad energética depende de
tres elementos principales: la diversificación de las fuentes y suministros, una
mayor eficiencia en la gestión de los recursos energéticos, y una negociación y
diálogo unitario con los productores. Para todo ello se necesita un mercado
europeo de la energía que vaya más allá de las actuales estrategias de intentar
mejorar o mantener las posiciones de los “campeones nacionales” de las
compañías petrolíferas, eléctricas o del gas. Necesitamos una estrategia
común y coherente también a nivel europeo. Hemos de hablar con una sola voz
38
ante las industrias extractivas, ante los países productores, así como ante los
países de tránsito. Todo ello al tiempo que construimos una red de
interconexiones energéticas europeas. La UE necesita consolidar una política
común basada en la solidaridad energética entre sus miembros, algo que
todavía hoy no es evidente, como ha demostrado el conflicto energético entre
Rusia y Ucrania que tomó como rehén a buena parte de los países del centro y
este de Europa.
El tercer elemento fundamental para una nueva narrativa, es probablemente la
madre de todos los problemas: la cooperación al desarrollo y la inmigración. Si
tuviéramos que caracterizar en un solo fenómeno de los primeros años de este
siglo XXI, probablemente sería el del movimiento masivo de personas ya sea
por motivos económicos, medioambientales o por conflictos armados. Seamos
claros, estamos asistiendo a algo más que un fenómeno migratorio. Constituye
un verdadero “éxodo” de millones de personas forzadas a desplazarse y que
afecta a todas las regiones y naciones del planeta. Unos por ser países
emisores, otros por ser países en tránsito, y otros –los del primer mundo- por
ser países receptores. Un fenómeno imparable y fuera de control que amenaza
a la estabilidad de todos, y nos obliga a redefinir los límites de la justicia y de la
gobernabilidad. Gonzalo Fanjul, investigador de la ONG Intermón-Oxfam, ha
definido muy bien en pocas palabras el momento político en el que estamos: “el
debate sobre inmigración sí o inmigración no es irrelevante. El tema es cómo
gestionarlo”.
Y es que en la UE vivimos y convivimos con una realidad que no sabemos muy
bien cómo gestionar. En los últimos años hemos asistimos a una “micro-
gestión” nacional del fenómeno que es impensable en otros ámbitos de la
acción política o económica. Los países receptores seguimos obsesionados por
las acciones unilaterales para contener el fenómeno mediante medidas
restrictivas y coercitivas. A su vez, los inmigrantes, siempre intentarán
encontrar vías igualmente unilaterales para saltárselas. La UE acoge ya en su
seno a diez millones de inmigrantes ilegales que aumentará de forma
irremediable, lo que constituye todo un desafío ético, económico, social y
político. Un proceso que será cada vez más insostenible si no se combate de
39
forma inteligente. La inmigración ha sido un fenómeno extraordinariamente
positivo para Europa, pero cuando se tiene la impresión que está fuera de
control, combinado con una situación de crisis económica, es el perfecto caldo
de cultivo para la emergencia del racismo, la xenofobia y el auge de los
movimientos de extrema derecha. El inmigrante tiene todos los números para
ser el chivo expiatorio de los miedos y frustraciones de una parte de la
población.
Los ciudadanos europeos han demostrado que tienen miedo al futuro, y la
angustia ante la crisis económica y la incertidumbre frente al futuro, se expresa
casi siempre con un rechazo ante todo aquello que viene de fuera. Un “renacer
proteccionista” que suele ir acompañado de un rebrote de sentimientos
xenófobos, convirtiendo a los inmigrantes en blanco perfecto a la hora de
exteriorizar los miedos. Frente a esos sentimientos, los inmigrantes nunca
pueden ganar. Si trabajan, quitan puestos de trabajo a los nacionales, y si
pierden el empleo, se convierten en una carga para el Estado aumentando el
gasto social. Hagan lo que hagan siempre tendrán la culpa del mal ajeno. En
todo ello, los medios de comunicación y la clase política juegan un papel
central en la gestación del miedo. De cómo ciudadanos, políticos y medios de
comunicación gestionen estos miedos, dependerá en parte el nuevo panorama
político que renazca de las cenizas de la crisis financiera23. Es el momento de
que la clase política y las instituciones europeas demuestren que dan la talla e
insuflen confianza a una población desorientada. Tenemos que levantar la
autoestima en nuestras capacidades individuales y colectivas con un relato que
insufle renovadas esperanzas en el futuro.
Para ello la UE tiene que dar una respuesta coherente al fenómeno de la
inmigración. Combinar de forma inteligente la gestión de flujos con una
ambiciosa política de desarrollo a nivel global. Y es precisamente en momentos
de incertidumbre, cuando la UE tiene que dar un paso adelante para liderar a
las principales potencias mundiales en el combate contra la pobreza al tiempo
que lo hace con una narrativa coherente hacia el interior de la Unión. La UE
tiene la legitimidad, la capacidad, y los medios para ello, pero hace falta
23 Europa tiene miedo. Ana Carbajosa. Foreign policy en español. Junio/julio 2009
40
demostrar además visión y voluntad política.
La UE, aporta alrededor del 60% del total de la ayuda al desarrollo a nivel
mundial, mientras constituye el 8% de la población y el 20% del producto
mundial bruto. Es con diferencia el primer donante mundial, pero mantiene
igualmente importantes contradicciones entre las políticas económicas y
comerciales y sus políticas al desarrollo. El reto inmediato consiste en
mantener “Los Objetivos del Milenio” en materia de desarrollo que pretendía
reducir sustancialmente los niveles de pobreza en el mundo, con el aumento
de la eficacia de la ayuda. Solo manteniendo un esfuerzo solidario, el mundo
desarrollado podrá contribuir a mitigar las causas y los efectos de la
inmigración masiva hacia él como consecuencia de la yuxtaposición de multitud
de crisis (alimentaria, medioambientales, conflictos armados, pandemias…etc)
que obliga a millones de personas a emigrar en busca de “El Dorado” europeo.
Las instituciones de la UE son conscientes del reto que supone el fenómeno
de la inmigración y han intentado responder poniendo a prueba su capacidad
de ofrecer una respuesta común. Por primera vez, ha consensuado un Pacto
Europeo sobre Inmigración y Asilo, conocido por las siglas PEMA. Propuesto
por el Presidente francés Nicolás Sarkozy a principios del año 2008, se erigió
como uno de los elementos centrales de la Presidencia francesa de la Unión
Europea durante el segundo semestre de 2008. Una propuesta en la que
España y Alemania participaron activamente para adecuar y moderar algunas
de las propuestas francesas, caminando finalmente hacia un planteamiento del
“enfoque global” adoptado en el Consejo europeo del 2005 -en gran parte a
instancias de España-. El PEMA, debería sentar las bases para una auténtica
política común sobre la inmigración, el asilo y el control de las fronteras
exteriores. Hasta ese momento, la UE había aprobado numerosas Decisiones,
Reglamentos y Directivas sobre la materia que no eran coherentes, no estaban
bien estructuradas y aún menos bien explicadas a la opinión pública. El
ejemplo de esa falta de coordinación y planificación en la materia, fue la
desgraciada “Directiva del Parlamento Europeo y del Consejo relativa a
procedimientos y normas comunes en los Estados miembros para el retorno de
los nacionales de terceros países que se encuentren ilegalmente en su
41
territorio”. La “Directiva del retorno”, conocida en muchos ambientes como la
“Directiva de la vergüenza”, más allá de su discutible contenido, se aprobó
apenas dos meses antes del PEMA, en total desconexión con este y sin la
necesaria campaña de información y explicación de su contenido. Todo un
despropósito que ha hecho un daño enorme a la imagen y credibilidad de las
instituciones europeas.
La UE necesita urgentemente articular una política global e integral sobre la in-
migración debatida y consensuada entre los diferentes actores políticos, socia-
les y económicos. Se ha demostrado ya, que un espacio sin control en las fron-
teras interiores entre los países de la UE requiere una auténtica política común
también en materia de control de fronteras exteriores. La gran cuestión resta
sin embargo, sobre qué dirección tomará, si la de la Europa fortaleza, con una
política migratoria restrictiva y represiva, o la de la Europa solidaria, basada en
la integración de los nuevos llegados y de la cooperación con los países emiso-
res. Y en eso la UE ofrece señales contradictorias. Por un lado intenta cons-
truir una política común global y coherente, mientras por otro, países como Ita-
lia consagran la inmigración ilegal como delito, ampliando el periodo de reten-
ción de indocumentados de dos a seis meses, estableciendo penas de entre
seis meses y tres años de cárcel a aquellos que alquilen una vivienda a inmi-
grantes sin papeles, o la aceptación del establecimiento de rondas ciudadanas
para la vigilancia de los barrios. Todo un despropósito que vincula inmigración
con inseguridad y delincuencia, sembrando el caldo de cultivo para futuros pro-
blemas.
Tenemos pues que afrontar el fenómeno de la inmigración de forma valiente,
como un factor positivo, sin caer tampoco en la ingenuidad de una política de
puertas abiertas inmanejable e insostenible. La inmigración contribuye de
manera decisiva al crecimiento económico de la UE y de los Estados Miembros
al facilitar mano de obra para el mercado de trabajo y permitiendo hacer frente
a una situación demográfica deficitaria por la disminución de la tasa de
natalidad en la gran mayoría de los países de la UE.
Necesitamos diseñar una gestión armónica y eficaz de las migraciones de una
42
manera integral, esto es, tratando a la vez la gestión de la migración legal, la
lucha contra las mafias que promueven la inmigración ilegal, y no menos
importante, aumentar la cooperación al desarrollo para hacer frente a las
causas que dan lugar a las migraciones (escandalosos diferencias de renta,
extrema pobreza, conflictos bélicos…). La UE tiene que establecer sólidos
partenariados y un diálogo permanente entre los países de origen, de tránsito y
de destino de la inmigración, promocionando un debate constructivo y la
adopción de medidas concertadas para hacer frente a los diferentes retos que
plantea un fenómeno tan complejo. Solo así, de una forma concertada y
coordinada, será posible gestionarla de forma razonable.
Así pues, la UE de inicios del siglo XXI, tiene que actualizar de forma urgente
su relato movilizador, diseñando instituciones, instrumentos y políticas
alineadas con las necesidades de hoy. Para ello debemos asumir lo mejor de
nuestro pasado colectivo, pero explotando igualmente todo el potencial creativo
e imaginativo de sus actores políticos, económicos, sociales y culturales.
Necesitamos un nuevo relato para una Europa nueva. Un relato integrador para
un mundo fracturado, complejo y cambiante, que espera que la UE sea algo
más que un continente civilizado, bonito, limpio y más o menos ordenado.
Sin embargo una de las mayores frustraciones en el terreno de lo político, lo
constituye la incapacidad de que nuestros líderes sean los impulsores de un
relato actualizado y movilizador. Y cuando uno no posee las capacidades en el
seno de la empresa, de la organización o de la institución, se recurre a la
externalización del trabajo, el famoso outsourcing. En el caso, para el debate
sobre el futuro de la UE se ha recurrido a un “viejo roquero” de la política
europea en un intento quizás de volver a beber de las fuentes de los años
noventa que tan buenos resultados dieron al proyecto europeo. Los Jefes de
Estado y de Gobierno, encargaron a un “grupo de sabios” -liderados por Felipe
González-, crear un grupo de reflexión que deberá aportar sus primeros
resultados al Consejo Europeo en Junio de 2010. Dejar el tema en manos de
González es toda una garantía que nos permite ser optimistas sobre las
propuestas de ese grupo de reflexión. Pero la verdadera cuestión no es si ese
43
Grupo de sabios atina con un nuevo relato que insufle aires renovados al
proyecto europeo, que seguro lo hará, sino si los gobiernos y las instituciones
europeas tendrán el coraje político suficiente para caminar por la senda que
marquen Felipe González y su grupo. En eso no podemos ser tan optimistas,
primero porque nuestros líderes europeos mantienen actitudes
desesperadamente conservadoras, no tanto en lo político, que también, sino en
la forma de atacar los grandes retos de la UE. Segundo, porque Felipe
González y su grupo tienen un mandato limitado, pueden reflexionar sobre casi
todo, a excepción de la organización de la arquitectura institucional y del
presupuesto. Y es que en eso de cómo se gasta el dinero, los líderes no están
dispuestos a que nadie les diga cómo deben hacerlo. Y es precisamente ahí
donde se demuestra la voluntad política. Un nuevo relato europeo que no
articule los retos, las ideas, los valores y las acciones con los recursos, es un
relato que nace cojo y disminuido.
La UE suele caer siempre en la misma paradoja. Con un pie aprieta el
acelerador, mientras con el otro lo hace en el pedal del freno. Así no se puede
llegar muy lejos.
44
4ª: Una democracia disminuida
La libertad absoluta no existe,
lo que existe es la libertad de escoger cualquier cosa,
y a partir de ahí comprometerse con esa decisión.
Paulo Coelho
Una de las críticas más socorridas para explicar los males de la UE es su
supuesto déficit democrático. Algunos van más allá y proclaman directamente
que la UE no es democrática. Un análisis sereno y desapasionado del
funcionamiento y del proceso de toma de decisiones, podría concluir que las
instituciones de la Unión Europea son sin lugar a dudas democráticas. Pero
dicho eso, no significa que lo sean lo suficientemente democráticas como para
estar alineadas con las necesidades, las realidades y las expectativas de la
Europa que queremos y necesitamos en el siglo XXI.
La UE es algo así como una democracia incompleta, o mejor dicho, una
democracia disminuida. Es una democracia incompleta porque a pesar de tener
los elementos, los procedimientos y los actores mínimos indispensables para
ser definida como tal, mantiene todavía hoy importantes carencias que lastran
su credibilidad y pedigrí democrático. Es una democracia disminuida, porque
los actores característicos y fundamentales para su pleno despliegue formal y
funcional están todavía en una fase embrionaria, no se han podido desarrollar
en todo su potencial.
Jean Monnet afirmó: «Europa nunca ha existido. ¡Debe ser creada!». Y todavía
hoy, sesenta años después de que comenzara a caminar el fascinante proyecto
de una Europa unida, no tenemos una verdadera “demos europea”. No
45
tenemos una comunidad política democrática europea consolidada como tal.
La democracia europea es una realidad inacabada, un proyecto que hay que
completar. La Unión política sigue siendo hoy una asignatura pendiente. Los
lazos políticos entre los europeos son todavía muy débiles, y los mecanismos
de participación y rendición de cuentas –accountability-, son manifiestamente
mejorables. Hay que reforzar por tanto los elementos racionales –las ventajas
materiales-, como los elementos emotivos –el sentimiento de pertenencia-, ya
que ambos han sufrido un deterioro importante en los últimos años. La realidad
nos demuestra que los ciudadanos europeos no se sienten atraídos por una
arquitectura institucional altamente compleja e ininteligible; no son capaces de
digerir unos textos farragosos e incomprensibles; no comprenden un léxico solo
apto para burócratas o expertos; y ven que en cada cumbre europea, los
líderes de los respectivos gobiernos discuten a dentelladas por el “qué hay de
lo mío”.
No estamos precisamente desplegando un ejemplo de pedagogía política que
permita seducir y persuadir de las bondades del proyecto europeo. Parece que
tiene más prestigio la defensa de los intereses nacionales que la conciliación
de los intereses de todos. Son ejemplificantes las declaraciones del
expresidente del gobierno español José Mª Aznar, alardeando de ser un
“negociador incómodo” al recibir la Medalla de Oro al Mérito Europeo de manos
del expresidente de la Comisión Europea Jaques Santer24. Según Aznar,
España empezó a pensar de verdad en su interés nacional bajo su mandato.
Lo importante no era conocer cuál era la posición de Alemania, Francia, Reino
Unido o Italia en ciertas políticas y consensuarlas, sino la primacía del interés
hispano-español. Aznar además, sigue defendiendo todavía hoy que era más
importante alinearse con los objetivos e intereses de la Administración Bush
que con la del resto de los socios europeos. Al frente de su potente Think Tank
– la Fundación FAES-, adoctrina al centro-derecha español y europeo con un
concepto de democracia europea muy particular. Una democracia que no tiene
su centro de gravedad y acción en el corazón de Europa, sino en algún punto
más bien cercano a la costa este de los EE.UU. Así nos lo explica en la
24 http://www.abc.es/hemeroteca/historico-19-05-2009/abc/Nacional/aznar-medalla-al-merito-europeo-pide-la-union-economica-entre-la-ue-y-eeuu_921030421690.html
46
presentación de uno de sus últimos informes “Europa: propuestas de libertad25”
que fue presentado en la Escuela de verano de FAES en 2009:
“La historia de Europa de los últimos cincuenta años ha sido un gran éxito. Y
son ya varias las generaciones de europeos que han vivido siempre en libertad y
que no han conocido la guerra en el Viejo Continente. Se trata de una herencia
valiosa de la que hay que ser consciente y que hay que administrar con respon-
sabilidad para garantizarnos el éxito en el futuro.
Durante mucho tiempo la historia de Europa estuvo marcada por el conflicto. Sin
embargo, no era una maldición ineludible. Era posible empezar otro camino.
Después de la Segunda Guerra Mundial aparecen líderes políticos que toman
decisiones sensatas y responsables que hacen que esa historia cambie. Por ello
Europa es hoy lo que es: un espacio de libertad, democracia y prosperidad. La
Europa que conocemos hoy ha sido posible porque era atlántica. Y sólo será po-
sible en el futuro si sigue siendo atlántica. Una Europa atlántica que, tras un pe-
riodo sombrío que acaba con la Segunda Guerra Mundial, comienza a vivir los
mejores años de su historia.
Fue el vínculo atlántico el que permitió derrotar a los totalitarismos nacionalsocia-
lista y comunista. Ese vínculo se fraguó como un sólido compromiso en favor de
la libertad, de la democracia y de las posibilidades de existencia de Europa.”
Es complejo construir un relato sobre el futuro de Europa pensando antes en
los EE.UU que en la propia Europa. La historia de los últimos veinte años de la
integración europea ha demostrado sin embargo que es posible conciliar el
interés europeo con el interés español sin necesidad de negociar a cara de
perro o con amenazas de vetos. A pesar de ello, Aznar sigue sacando pecho
de su atlantismo y de su nacionalismo español frente a la “vieja Europa”. Y
como tantos otros líderes europeos, obvian o desconocen que en el seno de la
UE solía existir unas reglas y usos no escritos que se han demostrado de lo
más eficaces. Si uno es sensible a los problemas de los demás, los demás
también serán sensibles a tus problemas. Fruto de esa actitud, se produjo la
25 http://documentos.fundacionfaes.info/document_file/filename/2562/Europa_propuestas_de_libertad.pdf
47
unificación de Alemania de forma pacífica, o se crearon los Fondos de
Cohesión europeos que tan buenos réditos han dado a España.
Para construir una verdadera democracia europea, hacen falta una serie de
requisitos políticos, socio-económicos y culturales que mejoren la evaluación
racional y emotiva que tienen sus principales actores, esto es, las empresas,
los ciudadanos y las organizaciones de la sociedad civil o las autoridades
locales y regionales: necesitamos unas instituciones comprensibles. Una
arquitectura institucional más sencilla –que no simple-, que permita identificar
quién es quién, quién hace qué, quién y cómo los elige, y cómo se rinden
cuentas ante los ciudadanos. Una de las cosas aparentemente más sencillas
en toda democracia -y que todo el mundo comprende-, es la elección del
Presidente de un gobierno, algo que en la UE se convierte en un embrollo
incomprensible. Si la Comisión Europea viene a ser el “gobierno europeo”,
entonces el Parlamento Europeo, que es la institución que representa a los
ciudadanos, con sus diputados elegidos por sufragio universal desde el año
1979, debería poder elegir directamente al Presidente de la Comisión.
Las elecciones ya sea en el nivel local, regional o nacional, tienen como
objetivo elegir un Parlamento u órgano legislativo mediante el voto a las
diferentes opciones políticas. Éstos a su vez eligen un Gobierno según las
mayorías parlamentarias. Nada más lejos de la realidad en la UE. Son
precisamente los gobiernos nacionales, el Consejo Europeo, el que designa al
candidato que debe ser ratificado por el Parlamento Europeo. ¿A qué elección
se ha presentado José Manuel Barroso para poder ser Presidente de la
Comisión Europea?. Hasta que no consigamos “personalizar” y democratizar
de verdad los procesos políticos y las instituciones de la Unión, difícilmente los
ciudadanos se sentirán atraídos o interesados en ella ante la complejidad del
sistema.
Las elecciones europeas del junio de 2009 demostraron que los elementos de
articulación interna y externa que conectan a los ciudadanos con las
instituciones europeas están muy debilitados, algo que nos debiera interpelar a
48
una profunda reflexión. Las elecciones europeas supusieron un verdadero
“Titanic democrático” que podría suponer el naufragio de los viejos ideales de
una Europa integrada, abierta y tolerante. Los pilares fundamentales en los que
se ha sustentado la Europa de los últimos 60 años se han resquebrajado, no
sólo por la emergencia de grupos y movimientos de la derecha extrema que
afianzarán un discurso euroescéptico, populista y xenófobo, sino por la
bajísima participación y la pérdida del sentimiento de pertenencia y
corresponsabilidad de sus casi 500 millones de ciudadanos. El nuevo
Presidente del Parlamento europeo, el polaco Jerzy Buzek, así lo ha
reconocido en su primer día de mandato como máximo representante de la
cámara europea: “los ciudadanos no entienden lo que hacemos”, reclamando la
necesidad de recuperar de forma urgente la confianza de los ciudadanos.
Sorprende, por cierto, la ausencia de mención alguna sobre la baja
participación electoral en la declaración final del Consejo Europeo del 18 y 19
de 200926, que reunió a los Jefes de Estado y de Gobierno de los veintisiete en
Bruselas. Quizás debieron pensar que es un problema que solo afecta al
Parlamento Europeo, obviando la responsabilidad colectiva de todas y cada
una de las instituciones de la UE, con el Consejo Europeo, reunión de Jefes de
Estado y de Gobierno a la cabeza.
Ante esa desafección ciudadana, uno puede tener la tentación de acusar a los
ciudadanos europeos de ingratos, o bien proclamar que la UE es poco
democrática, que los políticos europeos son los culpables de esa situación.
Quizás sea eso y algunas cosas más, la realidad es siempre algo más
compleja. No se puede reducir el problema europeo a un solo vector. Pero no
deberíamos llamar "elecciones europeas" a unas elecciones que no son tales.
Son veintisiete elecciones parciales nacionales para elegir un Parlamento
Paneuropeo. Tenemos veintisiete mercados electorales - o quizás más-, y a la
hora de elegir un Parlamento que debería ser un supuesto legislativo europeo,
no elegimos a ningún poder ejecutivo europeo, no elegimos un gobierno
europeo.
En definitiva, los ciudadanos europeos no elegimos a las personas que dirigirán
26 http://www.consilium.europa.eu/uedocs/cms_data/docs/pressdata/es/ec/108642.pdf
49
algunas de las instituciones europeas claves para nuestro futuro colectivo. Todo
ello depende del cambalache y la negociación poco transparente entre
Gobiernos nacionales en el caso de la Comisión Europea, o bien de las
grandes delegaciones nacionales de los principales Grupos Políticos en el caso
del Parlamento Europeo. ¿Pero entonces, de qué estamos hablando?. ¿Qué
les estamos pidiendo a los ciudadanos?. La Unión Europea es abstracta,
impersonal, un objeto político no identificado. Para construir una democracia
europea alineada con los valores, expectativas y necesidades del siglo XXI,
necesitamos la emergencia y consolidación de más actores, aquellos que son
indispensable e ineludibles en toda democracia: unos partidos políticos
europeos, una sociedad civil europea y unos medios de comunicación
igualmente europeos.
Los partidos políticos debieran cumplir al menos cuatro funciones básicas:
definir objetivos ideológicos y programáticos; articular y agregar intereses
sociales; movilizar y socializar a los ciudadanos en el sistema; y en ocasión de
las elecciones, seleccionar políticos y líderes y formar gobiernos27. ¿Hasta qué
punto las actuales formaciones políticas europeas cumplen estas funciones?.
Los partidos políticos europeos son en la actualidad algo así como plataformas
de coordinación de partidos de los veintisiete Estados Miembros de la UE, pero
sin mecanismos de participación, selección o de cohesión verdaderamente
europeos. Los partidos políticos a pesar de su descrédito, son una pieza
fundamental del sistema democrático. Se sitúan como intermediarios entre la
sociedad civil y la clase política. Deberían ser un elemento de conexión básica
entre diferentes segmentos de la sociedad, y tendrían que ejercer de filtro de
las demandas sociales hacia el sistema político-institucional europeo
convirtiéndolas en propuestas políticas. Tendrían que desplegar toda una labor
explicativa de las políticas e iniciativas de las instituciones europeas hacia la
sociedad, los agentes y los movimientos sociales. Los partidos políticos,
deberían ejercen así una labor transversal y global que debería trasladarse al
contexto europeo a través de un debate de ideas, diálogo y estructuras
verdaderamente europeas, algo de lo que carecemos hoy más allá de la
etiqueta de “europeo” en lo nombres de las actuales organizaciones políticas y
27 El príncipe mediático. Gabriel Colomé. FRC y Ed. Mediterrània.
50
grupos parlamentarios afincados en Bruselas.
El éxito democrático de la UE, pasa igualmente por conseguir articular una
participación activa de los ciudadanos y ciudadanas. La ciudadanía, los
derechos y los valores compartidos, son tres conceptos fundamentales para
seguir construyendo Europa. De hecho el art 8ª del nuevo Tratado de Lisboa
dice: “todo ciudadano tiene derecho a participar en la vida democrática de la
Unión. Las decisiones serán tomadas de la forma más abierta y próxima
posible a los ciudadanos”. Pero más allá del reconocimiento jurídico, el reto
está en ser capaces de hacerlo progresivamente realidad, demostrando la
voluntad política, de hacerlo efectivo desde las instituciones.
Una de las vías para ello es el apoyo, reconocimiento y promoción de la
sociedad civil europea, que con sus múltiples grupos y organizaciones, emerge
como uno de los actores ineludibles en la transformación de nuestras
sociedades. Las diferentes tendencias y movimientos de expresión y la defensa
de intereses diversos de la actual sociedad civil organizada, complementan el
tradicional protagonismo y papel del Estado y de sus instituciones en la
construcción del “espacio público”. La sociedad civil organizada, representa en
gran medida todo el potencial de autonomía, capacidad y solidaridad de los
ciudadanos, y son actores necesarios en una concepción de una
gobernabilidad más participativa y deliberativa. La sociedad civil, puede aportar
un gran valor añadido al trabajo de los partidos y las instituciones europeas,
con una concepción de la política y sus instituciones más abierta, más
accesible y más cercana a los ciudadanos. Pueden ser los abanderados del
pleno desarrollo de los nuevos derechos de ciudadanía a nivel europeo,
entendiéndolo como la construcción de un espacio político, económico,
societario y cultural común. Un espacio plural con iniciativas que emanan tanto
desde el espacio público como de los ciudadanos y sus organizaciones.
Pero el pleno concurso de los grupos y actores de la sociedad civil y su relación
con las instituciones es siempre compleja. Requiere de una cierta contención
por parte de los estados y de las instituciones, respetando la autonomía y
participación crítica de la sociedad, evitando las tentaciones de control de su
51
actividad social. La sociedad civil requiere del apoyo, la promoción y la cesión
de recursos por parte de las instituciones para desarrollar plenamente su papel
y su actividad social. El objetivo debería ser así, conseguir que la sociedad y
sus diferentes expresiones plurales -grupos, asociaciones y organizaciones-,
puedan contribuir activamente desde la autonomía y la responsabilidad para
enriquecer las propuestas y políticas de las instituciones europeas para
sentirlas como propias. Un método necesario para aumentar el sentimiento de
pertenencia a través de un diálogo ya sea estructurado o informal, para
conseguir una mayor participación e implicación ciudadana.
Finalmente, necesitamos de forma ineludible unos medios de comunicación
igualmente europeos. Todavía hoy, los medios de comunicación siguen siendo
nacionales o locales. El problema del idioma es evidentemente un obstáculo,
pero tampoco existe la voluntad o la apuesta política decidida por ello. No
existe ninguna cabecera de periódico, radio o televisión que haya apostado por
ocupar la centralidad del espacio mediático europeo. Solo Euronews, el canal
de TV creado en 1992 con un cierto espíritu de ofrecer un “servicio público
europeo”, ha intentado caminar en esa dirección con el apoyo de las
instituciones europeas y de algunas cadenas públicas nacionales. Pero a pesar
de retransmitir en ocho idiomas: español, italiano, francés, alemán, inglés,
portugués (desde 1999) , ruso (desde 2001) y árabe (desde 2008) y
veinticuatro horas al día, no acaba de despegar y consolidarse. Su modelo de
negocio choca con las estrategias comerciales de sus propios miembros.
RTVE, miembro fundador de la cadena que decidió abandonarla en 2008
debido a que el nuevo marco jurídico no le permite acumular deuda. Pero la
verdadera razón, es que pretende potenciar y dar prioridad a sus canales en
español a nivel internacional. Un estrategia legítima pero que nos deja
huérfanos en cuanto a la presencia de medios públicos españoles en
Euronews.
Paradójicamente, los medios de comunicación más leídos y con mayor
credibilidad en Europa no son precisamente grandes promotores de la
integración política europea. Podríamos decir que los medios trans-europeos
con mayor pegada como The Economist y Financial Times, están rabiosamente
52
a favor de un potente mercado único europeo pero poco más. Nada de
veleidades políticas que promuevan una integración política o social. Lo poco
que existe con un cierto impacto europeo en materia de medios de
comunicación no arriman precisamente el hombro para caminar hacia más
Europa, más bien al contrario. Tan solo la red Euractiv28, un meritorio proyecto
de comunicación europea on-line con algo de apoyo de la Comisión Europea y
financiación privada, puede considerarse como tal. Con un portal generalista en
francés, inglés ya alemán, y una red de portales nacionales en nueve países -
entre los que no está España-, consigue una audiencia entorno a los 450.000
lectores únicos mensuales, muy lejos de tener un impacto relevante en una
“comunidad” con 500 millones de personas como es la UE.
Así pues, queda mucho por hacer y es necesaria una labor sostenida y tenaz
para insuflar aires renovados y dar un nuevo impulso al proyecto político de
una Europa integrada e integradora. Un impulso que debe ser liderado no sólo
desde lo público, sino también desde el mundo económico, social y cultural,
sobretodo en momentos en que las instituciones europeas no son capaces de
hacerlo. Para ello debemos re-politizar la idea de Europa, volver a recuperar el
viejo proyecto de los padres fundadores, un proyecto que a pesar de sus éxitos
sigue estando incompleto. La crisis de hoy exige lo mejor de nosotros para
continuar con el proyecto europeo y hacer realidad pasar de la Europa
económica de ayer, a la Europa política de mañana. Y para ello necesitamos
ampliar el terreno del juego democrático para que emerjan nuevos actores,
para que más gente se suba al carro de aquellos que empujan por una
determinada idea de Europa, para caminar de la Europa de los técnicos a la
Europa de todos, la Europa de los ciudadanos.
El retorno de la política
Construir la Europa política del siglo XXI no es una tarea nada fácil. Vivimos en
un mundo complejo y en constante movimiento en la que la complejidad es el
28 http://www.euractiv.com/en/HomePage
53
elemento intrínseco de cualquier proyecto colectivo. En ese contexto, hemos de
decidir si queremos ser actores o bien espectadores pasivos de un mundo que
pide ser reinterpretado. La UE necesita una política poco convencional y una
propuesta de integración que supere la lógica de la cooperación sólo entre
estados. Las elites políticas estatales y europeas no son ya suficientes para
desplegar una nueva creatividad política, económica y social que de respuesta
a los múltiples retos que tenemos ante nosotros. Necesitamos implicar a una
mayor cantidad de actores, interactuar con la gran cantidad de redes y de
organizaciones ya existentes para generar una conversación a todos los
niveles.
Es necesario diseñar nuevas y mejores estrategias para hacer posible que la
UE camine hacia una Europa más deliberativa. Complementar la democracia
representativa con una democracia más participativa como método más
coherente para la Unión del siglo XXI. Tenemos que desplegar todo un abanico
de nuevos instrumentos y políticas que no sólo afirmen unos valores sino que
vayan más allá, y sean capaces de establecer un verdadero diálogo de los
diferentes actores. Las instituciones europeas tienen que aprender a mover las
caderas más rápidamente, asumir que hay multitud de nuevas formas de
relacionarse, de comunicar, de participar y de trabajar basadas en las redes.
Formas y métodos que articulan y gestionan la complejidad y la pluralidad de
una forma más eficiente. La aceptación de la infalibilidad de los gobiernos y las
elites estatales y gubernamentales, y la necesidad de implicar a nuevos actores
políticos, sociales, económicos y culturales en los asuntos públicos, será sin
duda la base de la calidad de la gobernanza europea del nuevo siglo.
Estamos asistiendo en Europa y el mundo, a múltiples procesos que se
alimentan y complementan. Entre ellos la “politización” –empowerment- de los
espacios más próximos a los ciudadanos y al desarrollo de nuevos roles
estratégicos de las ciudades y de los territorios. Se yuxtaponen sentimientos de
pertenencia a espacios y comunidades múltiples. Las lógicas de la movilidad
pasan por encima de las lógicas de la territorialización. Emergen nuevos
actores con nuevas relaciones, menos institucionalizadas y menos formales,
que trabajan en red con dinámicas más abiertas y plurales. Todo un nuevo
54
entramado de relaciones que es necesario articular de forma coherente y
democrática para diseñar, formular y articular un nuevo relato europeo
contando con todos y para todos. Es por ello, que hemos de hacer posible la
apertura de nuevos espacios de interacción y encuentro entre los distintos
actores de la Europa de hoy para acordar las grandes líneas políticas y
estratégicas de la UE de mañana. Acuerdos que deben basarse en consensos
políticos, sociales y económicos lo más amplios y participativos posibles.
Necesitamos igualmente una nueva generación de líderes que entiendan y
comprendan la magnitud de los cambios a los que nos enfrentamos. No es
suficiente con tener gestores eficientes, sino políticos transformadores
apoyados en buenos técnicos y gestores. Y de eso, Europa va algo escasa.
Liderar la UE tiene que ver con la capacidad de percibir los “momentos”
políticos en los que hay que apostar por ciertas cosas. Son precisamente los
hechos, las acciones y las políticas las que dan crédito a las ideas. Y es
precisamente ahora, cuando los líderes políticos europeos deben apostar por
ser uno de los actores de un nuevo relato, de un nuevo proyecto más inclusivo,
más colectivo. Ya no es suficiente con proclamar ciertas ideas o valores, repetir
sistemáticamente que somos europeístas, si no que hay que demostrarlo con
acciones y con resultados. Legitimarse por la vía de los hechos.
En la UE de hoy, hace falta un cierto coraje político además de capacidad, para
que la voluntad política se refleje en hechos y realidades. Necesitamos un
nuevo liderazgo capaz de afrontar con garantías los retos del presente y del
futuro. El perfil que debería requerir la competencia profesional de los políticos
europeos sería, la capacidad de tomar decisiones colectivas en situaciones de
gran complejidad. La política en general, pero la política europea en particular,
debería ser un ámbito de innovación y no solo de gestión. Y la creatividad
política tiene que ver en gran medida con un lenguaje que sea capaz de
hacerse cargo de lo nuevo. Comunicar con un léxico más acorde con la
realidad de la sociedad, que huya de los tecnicismos incomprensibles y de los
farragosos textos comunitarios. Para sentirse ciudadano europeo, y
comprender lo que dicen y hacen las instituciones europeas, no debería
implicar ser politólogo o experto en derecho comunitario.
55
Este ejercicio exige igualmente una nueva forma de pensamiento, y pensar el
cambio como una oportunidad. La política, como define el profesor Daniel
Innerarity, -uno de los pensadores europeos más lúcidos del momento-, es
posibilidad, oportunidad, compromiso, mediación y síntesis29. La confrontación
ideológica, lejos de ser un peligro para la democracia, constituye la fuente de la
alternancia y la renovación. Es precisamente la falta de discusión pública, la
imposición de los intereses nacionales o particulares sobre los colectivos en el
seno de la Unión Europea, lo que degenera y empobrece el proyecto europeo,
a sus líderes y a sus altos funcionarios. Europa está basada en una pluralidad
de escenarios y de actores que deben confrontar sus ideas, consensuar
propuestas y construir nuevas coherencias de forma más abierta, más
democrática, más transparente. Gobernar y liderar una realidad compleja como
es la Unión Europea de hoy, requiere ampliar el terreno político del juego
democrático.
Otra de las mayores dificultades que tienen las instituciones y la política en
toda Europa, es comprender y aceptar que nos encontramos ante el fin de la
jerarquía como único principio ordenador de la sociedad. La obsesión por el
orden jerárquico, por las competencias exclusivas, por controlar todo lo que
pasa, conduce al bloqueo del sistema. Esa obsesión por la supuesta pérdida de
control, por la pérdida de soberanía nacional sobre “Bruselas”, ha sido la base
del fracaso del Tratado Constitucional europeo o del bloqueo del Tratado de
Lisboa. Pero no solo ha sido responsabilidad de las minorías euroescépticas o
eurófobas de algunos países las que han hecho descarrilar el tren europeo. La
unidad que tan beneficiosa sería para la mayoría de los europeos también
perjudica algunos intereses particulares o élites locales:
“Todo progreso tiene costes. La unidad política europea perjudicaría a una
minoría muy influyente: a las élites políticas, administrativas y mediáticas de
cada país. En España como en el resto de los países europeos, esas élites han
subido en apariencia al tren europeísta. Pero defienden con uñas y dientes su
vieja cocina, sus viejas instituciones, sus mecanismos de poder. No quieren
29 La transformación de la política. Daniel Innerarity. 2002. Ed Península.
56
renunciar a controlar los pucheros. Consiguientemente, la cocina europea es
preciosa, moderna y espaciosa, pero está infrautilizada”30.
Sin embargo, incluso aquellos que defienden sus “cortijos” nacionales con uñas
y dientes, saben que los grandes problemas a los que se enfrenta Europa y el
mundo solo se pueden solucionar con “más Europa”. ¿Cómo podemos
entonces doblegar las resistencias de esas élites nacionales o locales, si no
disponemos de un potente instrumento político transnacional europeo?.
Necesitamos un decidido impulso y liderazgo político verdaderamente europeo.
Liderar hoy Europa se corresponde más – como nos recuerda el profesor
Daniel Innerarity-, con una estrategia de ordenación selectiva, con un equilibrio
precario entre caos y orden, entre libertad y necesidad, entre contexto y
autonomía. Tenemos que ser capaces de generar nuevas posibilidades y
diseñar políticas y mecanismos innovadores, aceptando que el unilateralismo
político no es ya posible en la Europa de hoy. Las decisiones ya no se pueden
tomarse únicamente en el seno del Consejo Europeo, donde Jefes de Estado y
de Gobierno deciden a puerta cerrada y en unas pocas horas los destinos de
500 millones de personas. Un método que hace de la Unión Europea y sus
instituciones una democracia disminuida, minusválida y minusvalorada. No se
puede entender ni construir hoy la Unión Europea como el lugar de unidad
política, social o económica sin la coordinación y la mediación de sistemas
complejos y dinámicos. Una idea de la Europa del siglo XXI que no esté
asociada a gestionar la complejidad, asumiendo la coexistencia de procesos,
tensiones y movimientos plurales que no pueden ser reducidos a un único eje
dominante, es una idea poco útil, empobrecedora y poco democrática.
Ante la imposibilidad de comprender los procesos de toma de decisiones, la
mayoría de los ciudadanos han desertado de comprender e implicarse
emocional y políticamente de una realidad política europea tan desoladora. El
resultado es la emergencia de una “democracia perpleja”, en la que los
ciudadanos no comprenden cómo se hacen las cosas y mucho menos quién ha
tomado las decisiones. Tampoco los principales actores políticos, económicos y
30 “El secuestro de Europa”. Antoni Puigverd. LA VANGUARDIA, 5/06/2009
57
sociales de muchos países de la UE, no sabemos muy bien en qué dirección
nos movemos. Todo ello se refleja en la reiterada abstención electoral de las
últimas elecciones europeas a lo largo y ancho del continente, ya sea en los
viejos como en los nuevos estados miembros de una Unión a veintisiete. Ante
este panorama, algunos defienden una vuelta a la revolución, y siguen
proclamando como medicina una nueva agitación de las masas, “la lucha por la
contra-hegemonía”, como defiende el siempre interesante e incisivo José Vidal
Beneyto. Quizás la solución no sea la agitación, pero desde luego sí una vuelta
a la participación colectiva y al despliegue del concepto de ciudadanía europea,
que significa algo más que la simple participación electoral:
“El problema no es a quién votar, sino para qué votar, lo que exige enraizarse en
la ciudadanía. Ya que frente al descrédito de la política y al encogimiento de los
políticos, el movimiento social y los actores sociales y societarios de base están
cobrando un protagonismo principal31”.
Necesitamos así, la emergencia de nuevos liderazgos generadores y
multiplicadores de nuevas ideas, de nuevos valores y de nuevas actitudes.
Liderazgos individuales y colectivos que aporten ilusión y compromiso al
proyecto europeo. Lo verdaderamente importante sin embargo no es quien
manda, sino el sentido que los que dirigen le dan a la acción política. Y es que
en la UE actual, parece que los líderes están más obsesionados en la
capacidad de influencia de su Estado que el interés general europeo. En una
UE plural y compleja, el hiper-liderazgo es obsoleto y contraproducente, y es
necesario dejar paso a la emergencia de otras formas de cooperación, de
generación de consensos y decisión más laboriosos, más elaborados, menos
visibles, pero donde el peso de un Jefe de Gobierno no se mida tanto en las
batallas ganadas a los demás, sino en el beneficio del conjunto de la Unión32.
Para responder a los enormes e importantes retos individuales y colectivos que
tenemos como europeos, la respuesta tiene que venir de una re-politización de
31 “Democracias perplejas”. EL PAIS. 11/07/09. http://www.elpais.com/articulo/opinion/Democracias/perplejas/elpepiopi/20090711elpepiopi_10/Tes
32 Diego López Garrido, ABC. http://www.cer.org.uk/pdf/garrido_abc_23may09.pdf
58
Europa, del retorno de la política y de la participación. Una participación
entendida como una actividad inteligente, basada en la interacción de amplios
sectores políticos, económicos, sociales y culturales. Una nueva actitud
creativa en la que debiéramos defender que participar no es solo ir a votar. La
penetración de la hegemonía política neo-liberal de los últimos años ha
demostrado una inteligencia muy limitada. Una inteligencia entendida como la
incapacidad de dirigir nuestros destinos y protegernos de los peligros que nos
acechaban. Jose Antonio Marina nos ha explicado muy pedagógicamente que
nuestra inteligencia tiene dos picos:
“una cosa es la capacidad intelectual, y la otra es lo que hacemos con esa
capacidad33”.
La política europea ha demostrado últimamente muy poca inteligencia, ha sido
incapaz de adelantarse y adaptarse a la realidad del siglo XXI. En la UE
tenemos una gran capacidad intelectual acumulada en el seno de las
instituciones, pero no ha sido capaz de comprender lo que pasaba ni
reaccionar a tiempo para prevenir lo que se nos venía encima. La política
europea de los últimos años se ha contentado con gestionar Europa, mientras
necesitábamos un liderazgo que nos proyectara oportunidades y posibilidades
para un futuro colectivo.
Son precisamente los sistemas de interacción política los determinan en gran
medida la inteligencia social colectiva, y una de las interacciones más
tradicionales son precisamente las diferentes citas electorales. Las elecciones
son oportunidades a tiempo parcial, donde los partidos y los políticos renuevan
la confianza de los ciudadanos. Uno de los principales problemas es que los
procesos electorales de hoy, reinterpretan sistemáticamente rituales que
parecen estar estancados, no hay interacción entre partidos y ciudadanos,
hemos perdido la capacidad de ilusionar, movilizar y motivar. Hemos perdido
parte de nuestra inteligencia política por el camino. Las elecciones no son ya
movilizadoras del potencial creativo de la sociedad, y las elecciones europeas
de junio de 2009 han sido el mejor ejemplo de lo que no debemos hacer. Ha
33 La inteligencia fracasada. Teoría y práctica de la estupidez. Ed. Anagrama 2005
59
sido una campaña de mensajes huecos, tópicos y cargados de asuntos
internos, que nada tienen que ver ni con las competencias de las instituciones
europeas ni con nuestro futuro colectivo. Los temas europeos fueron tratados
de forma marginal, y los partidos y líderes nacionales se emplearon a fondo en
un estéril intercambio de acusaciones y descalificaciones.
¿Hay vida política inteligente en Europa?. Definitivamente sí, pero necesitamos
un sistema político capaz de repensar los espacios comunes que permitan
tramitar nuevas posibilidades, oportunidades y compromisos. Eso solo se
puede conseguir a nivel europeo, aceptando la imposibilidad de imponer la
agenda, sino construirla a través de la emergencia de liderazgos compartidos y
cooperativos. En la era de la sociedad del conocimiento, solo sobrevivirán y
tendrán éxito los sistemas que son capaces de aprender de todo y de todos. El
riesgo de la pérdida de centralidad de la política, está precisamente en la
incapacidad de entender que no está exenta de la necesidad de aprender.
Necesitamos así una re-politización del proyecto europeo, y en eso los
ciudadanos tenemos también responsabilidades, apostando por una mayor
participación política crítica. Participar no es solo ir a votar, ni tampoco es solo
militar en los partidos políticos. Es un compromiso cívico tanto con nosotros
mismos como con los demás en todos y cada uno de los ámbitos en los que
vivimos, estudiamos o trabajamos. Hemos de volver a pensar en los espacios
comunes y recuperar la capacidad de tomar decisiones colectivas audaces y
valientes, y la confrontación de proyectos e ideas y el debate político no deben
asustarnos. No podemos temer a las crisis por importantes que éstas sean, y
debemos afrontarlas con coraje y determinación. La historia de Europa es una
historia de crisis, incluso antes de su fundación. Habría que recordar que
hicieron falta quince años de discusiones políticas para que naciera en 1957 la
Comunidad Económica Europea. Y a pesar de las innumerables crisis, la UE es
una historia de éxito. Es un largo proceso político que ha ido ganando batalla
tras batalla para hacer posible la unidad europea.
La crisis actual sin embargo, es más compleja que otras que haya conocido la
Unión Europea a lo largo de su historia, porque se yuxtaponen diversas crisis al
60
mismo tiempo -políticas, económicas y financieras o geopolíticas- que son
difíciles de comprender y de gestionar. En este escenario, algunos dicen que la
unidad europea es una utopía, pero otros muchos pensamos que es
precisamente el trabajo por esa utopía la que da sentido al proyecto europeo.
Ulrich Breck escribió hace unos años:
“la renuncia a la utopía significaba la renuncia al poder, ya que supone un
cheque en blanco al abandono de la política. Solo quien es capaz de
entusiasmarse y de entusiasmar, es capaz de ganar apoyos y de conquistar el
poder”34.
La lucha por el poder sin embargo, siempre debería estar vinculada al servicio
de un proyecto colectivo basado en la mejora de toda la sociedad. Pero la
lucha por el poder, debe ser también una lucha por conseguir el consenso,
condición necesaria para construir un proyecto europeo de todos y para todos.
Y es que sin consenso tampoco puede existir la pluralidad, y sin pluralidad no
existe el diálogo. Y es precisamente el diálogo entre europeos y el consenso
entre las grandes familias políticas europeístas, la piedra fundacional de la
democracia, de la política, de todo aquello que sigue dando sentido al proyecto
europeo.
En definitiva, Europa necesita un nuevo relato. Un relato moderno, actualizado
e integrador, que abarque la enorme complejidad de Europa y del mundo y
motive y movilice a sus ciudadanos. No es una tarea secundaria, es una
urgente necesidad para “conectar” con la mayoría de nuestros ciudadanos, re-
legitimar el proyecto europeo, y poner al servicio de la idea de una Europa
unida a la inmensa mayoría de los quinientos millones de hombres y mujeres
que quieren construir un futuro en común.
34 “Una nueva izquierda cosmopolita”. Ulrich Brech. EL PAIS, 17/11/2006
61
5ª: Hacia la Europa 2.0
No tiene sentido contratar a personas inteligentes
y después decirles lo que tienen que hacer.
Nosotros contratamos a personas inteligentes
para que nos digan que tenemos que hacer.
Steve Jobs, (Presidente de Apple)
Es urgente caminar hacia adelante y dar un paso más para pasar de la Europa
técnica, la del mercado común, a la Europa política, la de los ciudadanos. Para
ello necesitamos un decidido impulso político, y eso solo lo conseguiremos si
abrimos nuevo espacios para la participación y la incorporación de una nueva
generación política con renovados ideales y con nuevos métodos que
complemente y enriquezca lo que hoy ya tenemos para generar nuevos
espacios para la acción y la interacción. Debemos “conectarnos” unos a otros,
ciudadanos, organizaciones e instituciones para “contaminarnos” de un nuevo
europeísmo.
La generación política que dirige hoy Europa y que nació en la post-guerra,
aquella que sucedió a la generación Monnet, -los padres fundadores de
Europa-, ha trabajado duro para construir un proyecto colectivo que ha dado
frutos increíbles, impensables hace unas décadas. Pero a inicios del siglo XXI,
el relato, los actores, los medios y los instrumentos parecen que están algo
agotados. El llamado “método comunitario”, nos ha aportado notables éxitos:
un alto grado de prosperidad y de bienestar, y ha conseguido hacer de Europa
un lugar seguro y agradable con un lugar destacado en el mundo. Pero a pesar
62
de todos los logros políticos, económicos y sociales, no ha sabido conectar ese
gran proyecto colectivo con la mayoría de los ciudadanos de Europa.
El proyecto político europeo actual, no genera un sentimiento de pertenencia
entre los ciudadanos como correspondería por su magnitud, su profundidad y
su potencial. La UE solo tendrá un brillante futuro, en la medida en que las
diferentes generaciones estén dispuestas a invertir una parte importante de sus
intereses, de sus esperanzas y de sus energías, en continuar por la senda de
la integración, de la cooperación y de la unidad europea. Para ello, los
ciudadanos tienen que tener un sentimiento de pertenencia. Sentir y percibir
que desde la UE y sus instituciones se los tiene en el centro de la agenda
política, que son los destinatarios primeros de las acciones de gobiernos e
instituciones, algo que hoy no parece evidente.
Glyn Morgan, profesor de la Universidad de Princeton, ha establecido tres
requisitos para determinar si la Unión Europea cumple con esos objetivos con
respecto a los ciudadanos europeos. Primero, debe cumplir con el requisito de
publicidad. Los argumentos, dice, "deben apelar a razones que los europeos
considerarán apropiadas". Segundo, un requisito de accesibilidad; los
argumentos "deben ser entendidos por la gente común". Y tercero, un requisito
de suficiencia; los argumentos "deben mostrar que la política europea ofrece
una protección efectiva de los bienes y beneficios que busca para justificar su
existencia"35. Ninguno de estos tres requisitos son percibidos hoy por los
ciudadanos europeos de una manera nítida y clara, con la consiguiente
desafección y alejamiento de todo aquello relacionado con las instituciones
europeas. La campaña de las elecciones al Parlamento Europeo de junio de
2009 ha sido la demostración palmaria de ello. Los ciudadanos europeos no
han tenido la impresión de ser los principales destinatarios de las acciones y
políticas de las instituciones europeas. No creen que la agenda europea
priorize aquellos temas que realmente les preocupan. No entienden cómo y
quien toma las decisiones. No perciben que la UE sea ya un proyecto capaz de
proporcionar bienestar y oportunidades. La UE se les muestra como un coche
de muchos caballos de potencia pero cuyo motor se ha gripado y no es capaz
35 Ocasión perdida. Xavier Batalla. LA VANGUARDIA 07/06/2009
63
de conducirles ya hacia un destino en común generador de confianza e ilusión.
Es el momento de dar un nuevo impulso. Abrir nuevos espacios a nuevos
actores. Estimular que una nueva generación, nacida tras la caída del Muro de
Berlín y del colapso del bloque comunista, de un paso adelante y asuma
igualmente responsabilidades en la construcción de la Europa de hoy y de
mañana. Una generación que ha nacido bajo el signo de la era digital, que vive
y proyecta su porvenir en las pantallas de los ordenadores, la generación
“tododigital”. Una generación que ha mamado la tecnología y el proceso de
convergencia mediática como algo natural. En un momento que hablamos de la
necesidad de impulsar un nuevo modelo económico y productivo en Europa
basado en la innovación, tenemos ante nosotros el reto de ser capaces de
movilizar, igualmente de forma innovadora, a toda esa nueva generación de
ciudadanos con el poder de atracción de las plataformas digitales y de las
redes sociales. Debemos ser capaces de construir una arquitectura de la
participación diferente y complementaria a la que ya tenemos. Generar un
nuevo proceso participativo e innovador que explote la creatividad de las
nuevas generaciones para crear un nuevo círculo virtuoso de genialidad
colectiva similar al que hicieron la generación de los padres fundadores de
Europa y sus hijos durante la segunda mitad del siglo XX. Ahora, los nietos de
aquella generación visionaria, tienen, pueden y deben dar un paso adelante. Y
una de los caminos naturales para ello, es hacerlo dialogando e interactuando
con ellos a través de las posibilidades que ofrece la Web 2.0.
Son precisamente las palabras diálogo y cooperación, las palabras claves que
han permitido construir la Unión Europea. Palabras que en los últimos tiempos
parecen haber perdido algo de su sentido ante la tiranía de la primacía de los
intereses particulares nacionales sobre los intereses generales europeos. Un
abandono que ha generado la pérdida del sentimiento del proyecto común,
fruto de la obsesión por la imagen y la búsqueda del rédito en la política
nacional de muchos de los dirigentes europeos. Les ha preocupado más la
búsqueda del destello mediático, de presentarse como los ganadores del
interés nacional frente al resto de socios europeos, abandonando la
comunicación y conversación con los ciudadanos. No hay diálogo y
64
cooperación, no pensamos en términos de generación, solo importa la
siguiente elección. Una patología perversa que afecta tanto al mundo político-
institucional, como a los que deberían ejercer de canal y mediación entre
instituciones y ciudadanos, los medios de difusión y comunicación
tradicionales, que buscan el gran titular para acaparar la atención,
abandonando su tradicional labor de mediadores y facilitadores entre las
instituciones y los ciudadanos.
Suelen decirnos los expertos en comunicación e imagen, que la política es en
buena parte comunicación. Y que la verdadera comunicación es aquella que
está basada en una conversación. Si eso es así, entonces la política europea
de comunicación e información de las instituciones europeas dirigidas a los
ciudadanos debería caminar hacia una profunda revisión. La UE necesita una
estrategia de comunicación a la altura de los retos y responsabilidades a los
que se enfrenta. Necesitamos una política de comunicación que construya una
gran conversación a nivel europeo. La realidad se empeña en demostrar, que
instituciones y ciudadanos estamos hoy “desconectados”, por mucho que cada
institución gaste miles de euros en información y campañas de comunicación, o
tenga su propia página web o portal en la red con miles de enlaces y
documentos.
No es una cuestión de cantidad, sino de calidad y credibilidad. Debemos
aceptar que hay que corregir el tiro y apostar por una nueva forma de
comunicar. No hay responsable político nacional o europeo que no proclame a
los cuatro vientos que necesitamos de la activa participación de los
ciudadanos, pero somos conscientes que los medios y mecanismos de
participación actuales no están alineados con las necesidades y realidades de
éstos. La cuestión radica en si verdaderamente lo queremos hacer. Si creemos
firmemente en la transparencia política y social, en la cooperación y
participación de los ciudadanos, y del concurso de las principales
organizaciones y plataformas sociales en el fascinante proyecto de construir la
UE del siglo XXI. Es sorprendente que un proyecto político tan representativo
de la modernidad política, de lo que significa una nueva forma de cooperar y
trabajar juntos a nivel trans-nacional como es la UE, sea curiosamente tan
65
conservador en la forma que comunica y conversa con sus ciudadanos. La
comunicación y muy concretamente la libertad de expresión, son una de las
condiciones necesarias para el progreso de las sociedades, y si como afirma
Jurgen Habermas “la legitimidad de la ley depende en último término de un
acuerdo comunicativo”, entonces necesitamos urgentemente una nueva
estrategia de comunicación que refuerce la legitimidad del proyecto europeo.
¿Cómo construir entonces una democracia europea basada en el diálogo
político y social?. ¿Es posible una Europa que “conecte” con sus ciudadanos?.
Eso es hoy posible gracias a las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación (TIC). Las nuevas tecnologías pueden ser un poderoso aliado
para generar una nueva interactividad entre ciudadanos, organizaciones e
instituciones, para construir un proyecto europeo basado en el diálogo y la
conversación a todos los niveles. Los medios siempre son limitados, pero
depende más de la voluntad de hacerlo que de los recursos, si sabemos
explotar al máximo la creatividad política para conseguir ampliar los canales de
comunicación y participación entre instituciones y ciudadanos. Y para ello, las
nuevas tecnologías nos permiten ofrecer nuevos elementos agregadores a la
participación e interacción. En ese terreno, las posibilidades son prácticamente
infinitas.
El escritor Arthur C. Clarke solía decir que los efectos de las innovaciones
tecnológicas suelen ser exageradas a corto plazo pero subestimadas a largo
plazo36. Y es que hablamos constantemente del potencial de las nuevas
tecnologías, pero pocos somos los capaces de atrevernos a implementar todo
su potencial para dialogar e interactuar con los ciudadanos. Por miedo,
desconfianza o desconocimiento, somos excesivamente conservadores, y eso
es especialmente evidente en las instituciones públicas, que trabajan con
instrumentos y modos políticos del siglo XX cuando disponemos de tecnologías
del siglo XXI. Insisto, no es un problema de recursos. Las instituciones
nacionales y europeas consignan importantes recursos humanos y financieros
a comunicación, pero con resultados más bien modestos. Solo la Dirección
General de Comunicación de la Comisión Europea, destinaba alrededor de 86
36 Micropoder, la fuerza del ciudadano en la era digital. Javier Cremades. Ed Espasa Calpe. 2007
66
millones de euros y emplea a 665 personas según datos de 2007. Muchos o
pocos recursos, según se mire, pero consagrados a una estrategia de
comunicación e información principalmente unidireccional que no tiene el
impacto deseado. Si queremos hacer posible una nueva arquitectura de la
participación ciudadana en Europa, las instituciones han de integrar ya en su
imaginario y su forma de trabajar todo el potencial que ofrecen las nuevas
tecnologías. Deben diseñar una estrategia inteligente y útil, alineada con la
realidad del mundo en que vivimos. Pero utilizar nuevas herramientas, supone
abrir nuevas formas de relación política y social y asumir las consecuencias de
la emergencia de las nuevas formas y movimientos que se generan en la red:
“El fenómeno viene espoleado por el creciente uso de Internet y las redes de
telefonía móvil. A fin de cuentas, la forma de los movimientos políticos determinantes
en cada época guarda una correlación innegable con la estructura de distribución de la
información. Los clubes de la Revolución Francesa, nacidos en el mundo de los
sistemas de correos centralizados, tomaron –como los primeros periódicos– una forma
y un discurso centralistas que luego conformaron el Estado. La gran revolución del
telégrafo –que supuso el paso a un mundo de comunicación descentralizada– trajo no
sólo el sistema mediático clásico, preparando el terreno al sufragio universal, sino que
dio forma y esqueleto a los partidos de masas y a la ordenación territorial estatal que
hoy conocemos. Y era lógico que Internet, la primera gran estructura de comunicación
distribuida, tuviera un impacto igualmente transformador en las formas y movimientos
políticos de nuestra época”37.
¿Quién teme a las redes sociales?
La transición desde una política de comunicación tradicional hacia formas más
actuales, significa comprender y aceptar la naturaleza de los cambios y
mutaciones que se están produciendo en la sociedad a través de los llamados
social media. El PC y los terminales móviles de última generación, han
adquirido ya una función social central en la sociedad del conocimiento. De
igual forma que la aparición en Occidente de la imprenta constituyó toda una
revolución cultural, política y económica, las nuevas tecnologías han venido a
37 ¿La Revolución será Twitterada?. David de Ugarte. FP en español. Agosto/Septiembre 2009
67
revolucionar nuestra sociedad. Pero esta vez lo es a nivel global, multiplicando
hasta el infinito las formas en que las ideas e iniciativas, ya sea mediante
palabras, imágenes o fotografías, pueden ser transportadas e intercambiadas
en tiempo real. Las nuevas tecnologías constituyen toda una nueva utopía en el
terreno de la comunicación que nos interpela para construir nuevas formas de
participación e interacción más inclusivas.
No hay que inventar sin embargo nada excepcional, sino más bien aprovechar
todo el potencial de la creatividad política y social que ya existe en la red,
aprender de ella. Hemos asistido en los últimos años a una imparable eclosión
de una audiencia interactiva y proactiva, donde los ciudadanos son los
promotores de ideas, conversaciones, iniciativas y proyectos, algunos de ellos
realmente interesantes y prometedores. El auge de las redes sociales de todo
tipo y condición son el mejor ejemplo. Con ellas, los ciudadanos nos muestran
que están dispuestos a utilizar estos nuevos canales de información y
participación para escuchar, aprender, informarse, relacionarse, movilizarse y
participar. Cada día asistimos atónitos a su potencial creativo y movilizador,
como el caso más reciente de la utilidad de los SMS y Twitter en las protestas
de Irán tras las fraudulentas elecciones que movilizaron a millones de
ciudadanos con los jóvenes –los nativos digitales- a la cabeza.
¿Cómo desdeñar pues todo el potencial que nos ofrece la red para conseguir
una mayor penetración, presencia e interacción con los ciudadanos?. El
Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la
Información (ONTS) de la Secretaria de Estado de Telecomunicaciones y para
la Sociedad de la Información, ha publicado el “Estudio sobre los usos de
internet en España 200938”. De él se desprenden datos muy interesantes que
deberían provocar una verdadera reflexión de cómo podemos articular una
nueva política de comunicación e interacción con los ciudadanos. El estudio,
confirma la tendencia al alza del porcentaje de españoles que ha accedido a In-
ternet, ya que lo utilizaba hasta 2008 el 61,7% de la población de 16 a 74 años,
mientras que dos años antes, ese porcentaje era del 52,7%. Pero el dato más
38 http://www.ontsi.red.es/hogares-ciudadanos/articles/129
68
demoledor, es el que se atiene al uso por parte de la generación “tododigital”.
El porcentaje de internautas entre los jóvenes de 16 a 24 años, asciende al
94,1% nada más y nada menos. Toda una manifestación de por dónde se
apunta no sólo el futuro, sino el inmediato presente:
“Continúa con tendencia al alza el porcentaje de españoles que ha accedido a
Internet: hasta 2008 el 61,7% de la población de 16 a 74 años, según datos
INE1, mientras que dos años antes, ese porcentaje era del 52,7%. Sobresale la
penetración de Internet entre los jóvenes de 16 a 24 años, de los cuales el
94,1% es internauta.
Cuatro de cada diez internautas declaran que utilizan Internet más ahora que
hace un año, un 38,5% considera que lo utiliza igual que antes y tan solo un
6,3% declara que ahora lo está utilizando menos que antes.
La experiencia en Internet se consolida: dos de cada tres internautas utiliza la
Red desde hace más de tres años. Además, los más experimentados en Internet
son los más jóvenes: el 73,4% de los usuarios de 15 a 24 años lleva más de 3
años accediendo a la Red.
El hogar aventaja significativamente al resto como lugar de conexión a Internet.
Tres de cada cuatro internautas accede a Internet principalmente desde el ho-
gar, lo que supone 14 puntos porcentuales de diferencia respecto a 2006 (74,4%
vs.60,2%). En segundo lugar destaca el puesto de trabajo como punto de cone-
xión (36,1%).
El ordenador de sobremesa continúa siendo el dispositivo de conexión más habi-
tual (85,6% de internautas), aunque el portátil gana posiciones, prácticamente
duplicando su tasa en dos años (pasa de ser utilizado por el 15% de los usuarios
en 2006, al 29% en 2008).
El 47% de los Internautas ha mantenido una frecuencia de uso de Internet alta y
estable en dos años (3T2006-3T2008), y ha crecido significativamente su peso
sobre el total de internautas en diez puntos porcentuales, desde el 37% en el pri-
mer trimestre de 2007. Respecto a este tipo de usuarios intensivos estables:
El 37% utiliza el portátil para acceder a Internet y el 4% el teléfono móvil.
69
El 97% considera que Internet es muy sencillo o fácil de utilizar, y el 94% que és-
ta ha cubierto o superado sus expectativas.
Son los “creadores de tendencia” en la adquisición de nuevas tecnologías, se
adaptan a ellas rápidamente, tienen claro sus beneficios tanto en lo personal
como en lo laboral, confían en la seguridad de la compra por Internet y no consi-
deran que las nuevas tecnologías hagan que la gente se comunique menos.
El 16,5% del total de Internautas de 2008, accedió a la Red por primera vez en el
período 2006-2008. En este grupo de usuarios incorporados:
Más de la mitad de los internautas incorporados (51,8%) mantiene una frecuen-
cia alta de uso (última semana), y el 23% se conecta de manera habitual (uso úl-
timo mes).
El 36% se inició en la Red gracias a familiares o amigos, más que por el trabajo
o centro de estudios (18%) o por su cuenta (32%).
Acceden a Internet en mayor medida que el resto desde la casa de familiares o
amigos (30% vs. la media del 21%), mientras que el 55% lo hace desde casa.
Le atribuyen valor social a las nuevas tecnologías, aunque aún no tengan tan
claro lo que las nuevas tecnologías les puedan aportar individualmente. Utiliza-
rían más productos y servicios TIC si se les enseñara, y muestran menor grado
de confianza en la seguridad de las compras por Internet.
Solo el 4,2% de los usuarios de Internet de 2006 dejaron de utilizar la Red en un
período de dos años, hasta 2008. Son los denominados ex usuarios, grupo con
una importante presencia de mayores de 65 años (18,7%), con un 41,4% sin
ocupación laboral y un 45,3% con nivel de estudios hasta EGB/ESO. Se habían
iniciado en Internet principalmente en el trabajo o centro de estudios (36,3%) y
su percepción de dificultad de uso de Internet se había casi triplicado en dos
años (del 13% que pensaba que era difícil o muy complicado utilizarla en 2006,
al 35% en 2008).”
El debate sobre la potencialidad de las TIC, puede llevarnos sin embargo a un
debate estéril entre tecnófilos y tecnofóbicos, a discutir si las nuevas redes
sociales pueden y deben sustituir a los medios tradicionales. Un debate
simplista y poco útil, ya que no se trata de las unas o las otras, sino aprovechar
70
todo el potencial de ambas. La cuestión clave es si estamos verdaderamente
dispuestos desde las instituciones, a compartir el proceso deliberativo con los
ciudadanos utilizando el potencial de las TIC. Hemos de responder a la custión
de si queremos caminar de verdad hacia formas de toma de decisiones
verdaderamente comunitarias, si apostamos por explotar todos y cada uno de
los instrumentos que se nos ofrecen en el mercado interactivo político y social
que conecta de forma exponencial a millones de usuarios cada día, y muy
especialmente de las generaciones más jóvenes. Aunque es importante
recordar que los ciudadanos no se interesan ni se movilizan gracias a la
tecnología, sino por las ideas movilizadoras que se transmiten a través de ellas.
Las tecnologías son solo los medios que transportan ideas, acciones y valores.
Thierry Mallet ha denominado acertadamente "el quinto poder" a la nueva
legión de usuarios compuesta por diferentes clases sociales y segmentos
edades interconectadas a través de los nuevos medios. Es la aparición de la
“Generación P” -la generación de la participación-, compuesta por millones de
personas conectadas a través de las nuevas tecnologías de la comunicación y
de los micro-medios, lo que constituye una verdadera revolución en la forma de
informar y participar, abriendo interesantes posibilidades para “conectar” e
interactuar con los ciudadanos de diferentes sectores sociales y
profesionales39. Los recientes datos del Observatorio Nacional sobre
Telecomunicaciones y para la Sociedad de la Información así lo corroboran. El
impacto de las redes sociales y los micro medios, han venido revolucionar la
forma en que los ciudadanos buscan y consumen información. Weblogs,
Podcasts, Videocasts, Wikis o las RSS –Really Simple Syndication- así como
las redes sociales –Facebook, Tuenti, Twitter…-, están revolucionando la
tradicional relación y jerarquía en el mundo de la comunicación política entre
instituciones y ciudadanos. Se ha gestado un enorme ejército de “periodistas
ciudadanos” con el PC, la conexión de banda ancha y los móviles de última
generación como principal arma. Herramientas modestas y al alcance de
cualquiera, pero potencialmente letales para los intentos de control social por
parte de las instituciones. Toda una revolución que abre un mundo de nuevas
posibilidades para interconectar e interactuar.
39 La delicada fuerza de la Generación P. Vicente Verdú. El Pais 12/04/2007.
71
Una revolución que a diferencia de las anteriores, no se ha producido no en las
fábricas ni en las calles. “Es lo que tienen las revoluciones tecnológicas de hoy.
Nacen y se propagan, pero no se ve de donde proviene el humo. Quizás es
que aquí no hay chimeneas ni humos40”. Porque la realidad del siglo XXI se
caracteriza porque la revolución no se hace con la tradicional movilización
política y social de los obreros de antaño. Son los ingenieros y los informáticos
los que desarrollan constantemente instrumentos y herramientas para la
movilización y la acción, seguidos por una inagotable infantería de internautas y
activistas de jóvenes, estudiantes, trabajadores y profesionales. Una nueva
generación con una dependencia y confianza muy limitada en las fuentes
tradicionales de información, que dinamita la tradicionalmente asimétrica
relación de comunicación entre instituciones y ciudadanos, poniendo fin a la
época en que las primeras tenían más y mejor información y decidían qué y
cómo se informaba.
Las nuevas tecnologías, han traído el fin de esa jerarquía. El proceso top-down
–de arriba hacia abajo-, está quedando obsoleto frente a los consumidores y
los ciudadanos ahora permanentemente conectados. Todo un cambio de
paradigma que transforma las relaciones, políticas, económicas y sociales. Las
nuevas tecnologías están haciendo resurgir un activismo activo, rico y plural
con un enorme potencial de inter-relación política y social. Josu Jon Imaz lo
define como la “energía de activación de sistemas”, es decir, el poco coste y
esfuerzo cada vez menor que supone para un nuevo actor saltar la barrera de
entrada competitiva en un sector o un mercado41. En el mercado de la
comunicación on-line, los ciudadanos han dejado de ser espectadores y
consumidores para convertirse en actores y productores de información, de
productos y de medios, ocupando un lugar cada vez más central en el mundo
de la información distribuida. Aunque es igualmente cierto, que esta nueva
realidad tienen sus propios códigos, características y carencias:
“Pero “distribuido” no significa “más descentralizado”. Ni siquiera supone la
atomización del sistema mediático con consecuencias sociopolíticas. El primer
40 Revoluciones tecnológicas. CIBERPAIS. 17/02/2005 41 De las naciones a las redes. Prólogo de Josu Jon Imaz. Ed. El Cobre. 2009
72
elemento común de todos estos cambios, que se harán aún más y más evidentes en
los próximos años, es la aparición de una agenda informativa diferenciada, al margen
de los medios tradicionales. Antes que nada, Internet supuso la aparición del primer
medio de comunicación distribuido, eso que luego se llamó blogosfera. En su origen,
estaba compuesto por páginas personales editadas de forma precaria y por foros
virtuales de discusión, pero en los últimos diez años se ha hecho más fuerte gracias a
la aparición de una serie de servicios y programas, desde los blogs a los grandes
repositorios de vídeo y de fotografías, que son hoy herramientas tan comunes en el
activismo social y político como canónico fue en su día el uso de los panfletos o de los
manifiestos 42”.
Si queremos de verdad pasar de una época de cambios a un cambio de época,
y de una Europa a la cabeza, a una en que los ciudadanos tengan Europa en la
cabeza, es imprescindible conseguir que la gente se sienta partícipe del
proyecto europeo. El reto consiste así, en hacer caminar a las instituciones
hacia ese nuevo mundo de múltiples interconexiones y relaciones para
aprovecharse de una buena dosis de energía ciudadana. La nueva energía de
Europa es la gente, sus ciudadanos, y las claves son involucrarse, participar y
compartir. Es en definitiva conseguir encontrar la senda del círculo virtuoso que
nos encamine de la interacción al compromiso -“engagement”-:
La noción de engagement cobra importancia en el ámbito comercial y político. A
pesar de las apariencias (engagement = compromiso), la voz inglesa es difícil de
traducir. Tiene muchos sentidos, desde la promesa de matrimonio hasta el hecho
de entrar en batalla, pasando por una cita ineludible. La novedad es que la
interactividad de la tecnología digital le abre nuevas perspectivas sociales.
(…/…)
El concepto es tan ubicuo que se encuentra también en el periodismo o, por lo
menos, en la parte que trata de interactuar con los lectores y de integrar la
participación de comunidades. "Enganchar al lector en el proceso periodístico
parece tan importante como optimizar el contenido del artículo para que los
buscadores lo destaquen", considera Nora Paul, profesora del Institute for New
42 ¿La Revolución será Twitterada?. David de Ugarte. FP en español. Agosto/Septiembre 2009
73
Media Studies, de la Universidad de Minnesota.
Una de las dimensiones más interesantes es la asumida en la vida cívica y políti-
ca. El hecho de que Barack Obama haya conseguido cientos de millones de dó-
lares a partir de pequeñas contribuciones muestra una forma mínima pero con-
creta de compromiso y participación en la vida política. Su uso sofisticado de las
redes sociales va en el mismo sentido.
La pregunta, sin embargo, consiste en determinar si las tecnologías digitales
contribuyen a un mayor engagement del ciudadano. Un informe del Pew Internet
and American Life Project demuestra que los más educados y más ricos son
quienes participan más. Como siempre, la tradicional clase participativa.
Pero hay un elemento nuevo de gran interés: "el 19% de los internautas ha col-
gado en Internet material sobre problemas políticos y sociales o usado sitios de
redes sociales para diversas formas de engagement político y social. Este grupo
de activistas resulta ser desproporcionadamente joven". Una de las conclusiones
más esperanzadoras del estudio es que entre los jóvenes la brecha participativa
entre ricos y pobres no resulta tan pronunciada como lo es tradicionalmente.
Gracias a Internet y la banda ancha, "hay indicios según los cuales ciertas for-
mas de compromiso y participación (engagement) cívica ancladas en blogs y re-
des sociales podrían alterar patrones basados en el estatus socioeconómico".
Indicios nada más de una nueva cultura de participación, difícil de seguir porque
asume formas y niveles diferentes de participación y compromiso. De ahí tam-
bién la necesidad de encontrar nuevos términos... ¿Como engagement?43
Pero para poder entender las redes sociales, para saber cómo se mueve la
gente y por qué, hay que meterse dentro. Algo que produce un cierto vértigo
entre los responsables de comunicación de las instituciones. El trabajo y las
relaciones en red exigen apertura y flexibilidad, entender que no se puede
imponer la agenda. Uno de los principales miedos de las instituciones, es a que
43 De la interacción al “engagement”. Francis Pisani, Ciberp@is, 15/10/2009
74
la red tienda aparentemente a debilitar el centro, a las instituciones, en
beneficio de una tupida red de redes. Hay quien incluso piensa que eso es algo
así como una nueva anarquía que tiende a diluir el poder produciendo caos y
desorden. Pero es precisamente la inteligencia, la primera de las capacidades
de dirección. Y las instituciones deberían explotar la inteligencia y habilidades
individuales y colectivas que se acumula entre sus funcionarios y colabores,
que es mucha pero que está anestesiada, para aprovechar la nueva energía
que emana del trabajo y la cultura en red.
Necesitamos explotar toda una nueva inteligencia institucional para
comprender la realidad de las redes sociales, de los social media, y hacerlas un
aliado en vez de observarlas como un peligro. Si el llamado “Bruselas” apostara
inteligentemente por las nuevas tecnologías, las redes sociales y la blogosfera,
todo ese inabarcable conglomerado de Instituciones europeas no perdería
fuelle como “centro” europeo, sino más bien al contrario. Al compartir las ideas,
las políticas y los proyectos que emanan desde las instituciones con los
ciudadanos de una forma más directa y menos formal, la haría paradójicamente
más fuerte, más presente, más central. Ganaría enormemente en su capacidad
de informar y movilizar personas y voluntades. Ayudaría de forma efectiva a
que los ciudadanos comprendieran el qué y el porqué de algunas de las
decisiones que se toman en el siempre complejo juego de la política europea
multinivel. En definitiva, que las TIC y las redes sociales, son una de nuestros
mejores aliados para legitimar a la UE ante los ciudadanos, y por consiguiente,
a ser mucho más fuertes ante los gobiernos nacionales que en algunos casos
prefieren unas instituciones europeas débiles y controladas.
Movilizar a los ciudadanos, conectar con ellos, interactuar, compartir, requiere
sin embargo un nuevo tipo de relación, una nueva cultura. Una actitud más
fresca, más espontánea, que no rehúya el contacto directo, que no esté
mediatizada por las rigideces de la burocracia y la jerarquía. Una comunicación
que pueda expresar también emociones, y que debe ir acompañado de un
léxico más acorde con la realidad de la mayoría de los ciudadanos huyendo de
los tecnicismos innecesarios. Y es que la tradicional distancia entre los
75
ciudadanos y las instituciones es hoy más corta que nunca, apenas a unos
pocos “click” de distancia a través del ratón o de la pantalla del móvil.
El mundo de la empresa lo ha entendido rápidamente, y se han establecido ya
exitosas formas de cooperación entre empresas y consumidores que mejoran
los servicios y productos. La blogosfera ha permitido descentralizar de una
forma importante las comunicaciones corporativas, haciéndolas globales y
caminando hacia formatos conversacionales. Muchos hacen negocios ya
bloggeando e interactuando de forma inteligente en vez de gastar miles de
euros en programas de mercadotecnia y en anuncios de pocos segundos que
apenas tienen credibilidad. Han comprendido que una cultura de la
comunicación abierta e interactiva es mucho más rica y aporta un alto valor
añadido a la organización, construyendo relaciones basadas en
conversaciones.
El futuro de la comunicación política, como en tantos otros órdenes de la
actividad política, económica y social, pasa probablemente por apoyarse en las
redes sociales, en la gente, aprovechando en la “conectividad” de los
ciudadanos.
Pero el principal problema para innovar lo constituye la necesidad de tener un
propósito. El de creer de verdad en la participación como “el factor crítico
elemental” del proceso de construcción europea. Y en todo proceso de
innovación política e institucional, hay que dedicar tiempo y ser persistente.
Hoy en día, sería inimaginable que el Parlamento Europeo, la Comisión
Europea o el propio Consejo Europeo, permitiera a un grupo de sus
funcionarios interactuar, chatear, compartir on-line o comentar propuestas sin el
control político de los superiores jerárquicos correspondientes. Un proceso de
control de la información formal e informal, que hace inviable la interacción en
tiempo real con los ciudadanos.
Es difícil comprender, cómo las instituciones europeas, que tienen unos duros
procesos de reclutamiento de sus funcionarios, con miles de empleados
preparados, políglotas y en muchos casos francamente brillantes, son tratados
76
como si fueran estúpidos y comprometieran la reputación de toda la institución
si se les permitiera interactuar de forma más directa y espontánea con los
ciudadanos. Las instituciones tienen muchas capacidades –capital humano- en
su seno, pero no son capaces de explotarlas en todo su potencial. El miedo y la
prudencia mina en muchos casos el talento y la motivación hasta límites
insospechados, apareciendo más como parte del problema que como parte de
la solución. La obsesión por el orden y la jerarquía bloquea el sistema, además
de ser igualmente empobrecedora e ineficaz. La jerarquía institucional debería
ser hoy en día un principio ordenador, facilitador, que garantice el control de
calidad de las propuestas y de las políticas, pero que se convierte en muchos
casos en obstáculo, en cortapisas y en burocracia innecesaria que ralentiza
excesivamente los procesos de innovación, eficacia y reforma de las
instituciones. Una jerarquía tan rígida, que la hace prácticamente incompatible
con la realidad, el dinamismo y la interacción de las redes sociales.
El futuro pasa así por la diversificación del los canales de comunicación y
participación, en la apuesta por el trabajo en red. En una cultura en red,
aparecen cada poco, “nuevos nodos” y nuevas realidades que enriquecen
constantemente los procesos, aunque también los hace complejos. Aceptar las
reglas del trabajo y de una cultura en red, significa también aceptar que esas
interacciones múltiples no son siempre ordenadas. Necesitan de un trabajo de
ordenación, de gestión, de elaboración de las iniciativas que de ella emanan, y
es ahí donde las instituciones juegan un papel de primer orden: en la selección,
priorización y aprovechamiento de las propuestas más audaces que emergen
de las diferentes redes en un laborioso trabajo de coordinación y seguimiento.
Y es que las estructuras o procesos que pueden potencialmente surgir de una
apuesta del trabajo en red a nivel europeo no son fáciles de intuir en toda su
dimensión hoy en día, pero de las experiencias que ya existen, podemos intuir
que “pueden aportar una menor dependencia del territorio y pueden revalorizar
los espacios de libertad personal y política44”. Todo un mundo a explorar en el
44 De las naciones a las redes. Josu Jon Imaz.
77
que vale la pena apostar porque tenemos mucho que ganar.
78
6ª: Diseñar una trazabilidad política europea
La nueva conectividad fuerza a que las instituciones deban aprender a
comunicarse y relacionarse con los ciudadanos de una manera más
transparente y a utilizar un nuevo lenguaje adaptado al de éstos para poder
seguir formando parte de su imaginario emocional. Es un nuevo escenario, una
nueva cultura de producir información, de comunicar y relacionarse, donde la
información y las personas son la nueva energía. Las instituciones de la Unión
Europea, los gobiernos, y todos aquellos que compartimos una idea de Europa
integrada e integradora, abierta y transparente, deberíamos reflexionar y tejer
nuevas estrategias y complicidades en materia de información y comunicación
con los ciudadanos. Y entre ellas una de las primeras es hacer posible que los
ciudadanos entiendan los procesos de elaboración de las iniciativas y de quién
toma las decisiones en su nombre en cada momento.
Entre otras iniciativas, deberíamos ser capaces de elaborar una estrategia de la
accesibilidad y de la comprensión sobre los procesos de toma de decisiones.
Diseñar una política informativa basada en algo así como en una cultura de la
“trazabilidad política europea”, que de una forma sencilla, y desde la pantalla
de su terminal –ordenador, móvil…etc-, permita a los ciudadanos comprender
el qué, quién y cómo de las decisiones que se toman a nivel europeo. Una
apuesta por la transparencia y la proximidad gracias a las nuevas tecnologías
basada en el compromiso, en la innovación y en la empatía con el entorno. Una
cuidada gestión de la comunicación para conseguir un mayor sentimiento de
pertenencia y comprensión de los ciudadanos
Pongamos como ejemplo el reciente proceso de toma de decisiones sobre la
“Directiva de tiempo de trabajo”, conocida como “la Directiva de las 65 horas”,
que ha estado en boca de todos sin saber muy bien ni de dónde venía ni quién
defendía qué. Ha sido sin duda uno de los elementos que ha contribuido a
desanimar y alejar a a millones de ciudadanos de “Europa”. El debate , o más
79
bien dicho, los titulares de periódicos sobre la materia, ha operado un cambio
radical en la forma de percibir a la UE. De repente, en vez de aparecer como la
abanderada de la innovación y la competitividad, de la protección de los
ciudadanos y de los trabajadores, consagrando y ampliando las conquistas
sociales, y trabajando por una mayor igualdad, equidad y cohesión social y
territorial, aparecía de pronto como la mayor de las amenazas de una de las
grandes conquistas sociales del siglo XX. “Europa impondrá las 65 horas
semanales”, rezaban muchos titulares de periódicos a lo largo y ancho de la
UE. Parecía que nos querían devolver no ya al siglo XX, sino al desgraciado y
convulso siglo XIX.
¿Pero quién es Europa?. ¿Quién lo propone? ¿Quién defiende tamaña
insensatez? ¿En que medio de comunicación se explica? ¿En qué página web
de la Comisión Europea, el Consejo o el Parlamento se encuentran las
respuestas? Es simplemente imposible, no existe. No hay manera humana de
encontrar un lugar en el seno de alguna de las instituciones europeas que
explique de forma comprensible y sencilla el origen de la propuesta: ¿quién la
defiende?, ¿cuáles son los matices y las posiciones de cada país en el seno
del Consejo de Ministros de la UE?, ¿cuáles son sus argumentos?, ¿cómo y
cuando lo ha discutido el colegio de Comisarios?, ¿que debates públicos se
han hecho con los interlocutores sociales?. Solamente la defensa numantina
del Parlamento europeo, con el socialista español Alejandro Cercas a la
cabeza, consiguió in-extremis rechazar la propuesta de reforma de la Directiva,
e iniciar una conciliación imposible entre Gobiernos y Parlamento europeo. Un
proceso que lejos de acabarse, sigue latente y en el cajón de las iniciativas
pendientes de algunos importante Gobiernos europeos.
Es éste un ejemplo de la sinrazón comunicativa de las instituciones que mina la
credibilidad de todo el proyecto europeo. Necesitamos diseñar instrumentos y
canales de información y comunicación comprensibles y accesibles para que
los ciudadanos que quieran, puedan acceder a la información de una forma
rápida, directa y comprensible. ¿Porqué no proponer un sistema de trazabilidad
política europea que ayude a identificar y comprender el largo y complejo
sistema de decisiones en el seno de la UE?. Lo hemos hecho ya con los
80
alimentos, imponiendo la trazabilidad para mejorar la seguridad alimentaria,
¿Porque no hacerlo con las iniciativas, normas y leyes en el terreno de la
política y de las instituciones?.
Según el Comité de Seguridad Alimentaria de AECOC, “se entiende como
trazabilidad, aquellos procedimientos preestablecidos y autosuficientes que
permiten conocer el histórico, la ubicación y la trayectoria de un producto o lote
de productos a lo largo de la cadena de suministros en un momento dado, a
través de unas herramientas determinadas.” Pues bien, eso mismo debemos
hacer a nivel político europeo. Conocer el histórico, la ubicación y trayectoria de
las decisiones que se toman en el seno de la UE. Aumentar la transparencia y
la comprensión para que los ciudadanos puedan comprender el proceso y el
contenido de las decisiones que se toman en el seno de las instituciones
europeas en su nombre. Porque sólo aumentando la accesibilidad,
transparencia e identificación de los ciudadanos con Europa, seremos capaces
de volver a ilusionarlos en el proyecto europeo. Y es que el alma de Europa
son sus gentes. Si la UE y los ciudadanos se reencuentran, recuperaremos el
pulso, la ilusión y la pasión por el fascinante proyecto de presente y de futuro
que es la Unión Europea. En ese esfuerzo, las nuevas tecnologías emergen de
nuevo como un excelente aliado en ese esfuerzo si existe realmente la
voluntad política de intentarlo.
Las iniciativas institucionales
Sería injusto sin embargo afirmar que las Instituciones europeas hayan
mantenido una actitud “autista” o que hayan hecho oídos sordos a esta
realidad, aunque no han tenido éxito. La Comisión Europea, puso en marcha
en 2005 un ambicioso proyecto denominado Plan D (democracia, diálogo y
debate). Un Plan resultado de un “profundo debate” sobre el futuro de Europa
tras el resultado negativo de los referéndums francés y holandés sobre la
Constitución europea. Oficialmente los Jefes de Estado y de Gobierno, abrieron
un "período de reflexión" para ampliar el debate en cada Estado miembro. El
objetivo era lograr un nuevo consenso político sobre las políticas necesarias
81
para que Europa responda a los desafíos del siglo XXI. Pero los resultados de
ese ejercicio han sido más bien escasos. Hemos asistido a un proceso con más
voluntad que resultados que no ha tenido el impacto deseado.
"El Plan D es un plan de debate, de diálogo y de escucha. Es un instrumento
para acopiar ideas políticas generadoras de cambio. Ante el reto de la globaliza-
ción, los ciudadanos plantean duras preguntas sobre la seguridad en el empleo y
las pensiones, sobre la inmigración, sobre las condiciones de vida. Europa debe
renovarse si quiere contribuir a la solución de estos retos. El Plan D pretende in-
yectar más democracia en la Unión, fomentar un amplio debate público y cons-
truir un nuevo consenso sobre el camino a seguir por la Unión Europea. Ahora
los Estados miembros deben dar vida a este proceso. Apelo a los Gobiernos na-
cionales para que aprovechen esta oportunidad, abran de inmediato los debates
y actúen como fuerza motriz del cambio45."
Los elementos principales del Plan D eran fomentar el debate en todos los Es-
tados miembros, que se habían comprometido a mantener grandes debates na-
cionales sobre el futuro de Europa. Estos debates nacionales eran el núcleo del
Plan. Ofrecían posibles modelos y estructuras a los Gobiernos y sugería algu-
nos procedimientos comunes y algunos temas centrales. Debía tener un activo
proceso de respuesta –feedback-, donde la Comisión estructuraba un proceso
de reacciones y respuestas poniendo en común las principales conclusiones de
los debates. Finalmente, la Comisión elaboraría un informe de síntesis para el
Consejo Europeo de junio de 2006 -bajo Presidencia austriaca-, y debía produ-
cir una hoja de ruta concreta para el futuro de Europa. Esa hoja de ruta, debía
basarse en visitas de los Comisarios a los Estados miembros, el apoyo a los
proyectos de los ciudadanos europeos o promover la transparencia de las deli-
beraciones del Consejo, e incluía igualmente una mayor presencia de los Comi-
sarios en los Parlamentos nacionales, la creación de una red de "embajadores
europeos de buena voluntad" que dieran un mayor relieve al debate, y un ma-
yor apoyo a proyectos destinados a aumentar la participación electoral. Iniciati-
vas todas ellas que debían llevarse a cabo durante el mandato de la Comisión
Barroso, y que a pesar de que han surgido interesantes experiencias, no han
conseguido “conectar” a las instituciones con los ciudadanos. Finalmente todo
45 Margot Walström, Vicepresidenta de la Comisión Europea.
82
ese ambicioso proyecto ha quedado reducido a un pequeño grupo de personas
en un proceso marginal que ha estado condenado además a una cierta clan-
destinidad mediática y política.
Algunas de esas experiencias sin embargo no deberían caer en saco roto. Se
han generado algunas iniciativas realmente interesantes como “las consultas
europeas a la ciudadanía46”, un ejercicio de participación ciudadana en los
veintisiete países de la UE que ha cosechado un notable éxito y que habría que
universalizar al máximo y que en España fue coordinada por la Fundación Luís
Vives y que ha sido recogido en una interesante publicación bajo el título
“Construyendo Europa con los ciudadanos”47.
“Las CEC 2009 se inauguraron oficialmente en diciembre de 2008 bajo la Presi-
dencia francesa de la UE con el lanzamiento de las 27 páginas web nacionales a
través de las cuales la ciudadanía pudo participar en el debate. En las páginas
web se les pidió que debatieran sobre sus preocupaciones y que propusiesen
ideas para intentar responder a la pregunta: “¿Qué puede hacer la UE para
construir nuestro futuro económico y social en un mundo globalizado?” Los visi-
tantes de las páginas web también tuvieron la oportunidad de valorar las aporta-
ciones precedentes, comentarlas, formular propuestas y, sobre todo, intervenir
en el debate con otros usuarios. Asimismo, las páginas web nacionales propor-
cionaron a los visitantes información adicional sobre el proceso íntegro de las
CEC que estaba teniendo lugar en toda Europa, así como sobre las actividades
que se estarán llevando a cabo en otros países”.
En busca de la genuina “versión europea”
Muchas de esas iniciativas, pueden ofrecer notables resultados si explotamos
al máximo y utilizamos de forma inteligente todo el potencial de las nuevas
tecnologías. Susana Del Rio, Doctora en Ciencias Políticas y Sociología y
miembro del Comité de Expertos de la Comisión Europea, ha compilado
además en un extenso Paper las experiencias ciudadanas más innovadoras y
creativas en “Comunicar, clave para aumentar la participación en las elecciones
46 http://www.consultas-europeas-a-la-ciudadania.eu/ 47 http://www.fundacionluisvives.org/servicios/publicaciones/detalle/40558.html
83
europeas de 2009: nuevos espacios, proyectos ciudadanos y plan de acción
informativa del Parlamento Europeo48”. Del Rio reflexiona de forma exhaustiva
sobre la evolución de las políticas y estrategias de comunicación de las
instituciones europeas de los últimos años, así como de la necesidad de
reorientar igualmente el papel de los medios de comunicación como
mediadores entre la política y los ciudadanos. Una reorientación que se
imponen como necesaria si no quieren quedarse al margen de las iniciativas y
los flujos de información y comunicación que emergen desde la sociedad. Toda
una nueva forma de transmitir en “versión europea” para conseguir elaborar un
código común europeo de la comunicación, la información y la interacción.
Y es que las instituciones y los medios de comunicación, no han sabido subirse
al carro de las nuevas tecnologías y de los social media. No han sabido
encontrar su sitio ante la eclosión y universalización de Internet y la
multiplicación de las nuevas formas de comunicación y de participación, han
abierto toda una serie de interesantes oportunidades para conseguir una mayor
visibilidad e interacción. En el caso de los medios de comunicación el proceso
ha sido especialmente dramático, ya que la eclosión de la red ha deteriorado
de forma importante sus modelos de negocio abocándolos a una dolorosa
reestructuración o reconversión. Las nuevas generaciones, los adolescentes y
los jóvenes, no leen periódicos, y menos aún los compran. Toda una mutación
en la forma de informarse que representa todo un reto para los tradicionales
productores de información y propietarios de medios: el negocio del periodismo
ya no es lo que era.
Seguramente una de la mejor demostración del movimiento de placas
tectónicas en la manera de informarse, relacionarse y consumir información,
fue el inesperado impacto del informe de Matthew Robson. Un adolescente de
quince años que gracias a las amistades de su madre, consiguió unas prácticas
en la Consultora Morgan Stanley y ha revolucionado el mundo económico y
financiero con un informe con los hábitos de consumo de sus propios amigos.
Hill Wood, la persona que le encargó el informe, envió el texto a Financial
Times, que publicó un artículo provocando un gran revuelo e interés. El informe
48http://www.realinstitutoelcano.org/
84
del adolescente Robson, describía con gran frescura y simplicidad, que los
adolescentes y jóvenes ni compran, ni leen y ven cada vez menos la TV, y
mucho menos si hay que pagar por ello. Los contenidos (videos, películas,
música…etc) la descargan directamente de la red a través de sus terminales.
Toda una declaración de intenciones que obtuvo un notable impacto en los
periódicos de todo el mundo, evidenciando el importante papel que todavía
juegan en la sociedad los medios de comunicación tradicionales, aunque su
influencia se va restringiendo cada vez más a franjas de edad muy superior y
para nada en los jóvenes. ¿Qué futuro nos espera entonces?
Nick Bilton, uno de los dirigentes del laboratorio de innovación del diario New
York Times –NYT Lab-, se ha tomado una año sabático para escribir un libro
que anuncia ya bajo el título “Byte Snack Meal, the new Business of Story Te-
lling”, en la que intenta explicar cómo será el futuro del modelo de negocio de
los media. Bilton apuesta por la desmaterialización de los contenidos en los
medios: “la nueva mercancía no son ya los contenidos, es la atención. Las in-
versiones no irán ya dirigidas hacia el producto, el libro, el periódico, sino hacia
el tiempo libre disponible”. En el NYT Lab trabajan con ya la distinción entre
contexto y contenidos. Los contenidos nos siguen constantemente y tenemos
acceso a ellos a través del ordenador en casa, la oficina, o el portátil conectado
a internet, el contexto son todos los instrumentos que nos rodean por los que
circula la información. Las instituciones de la UE, quizás con la única excepción
del Parlamento Europeo, que ha desarrollando algunos formatos innovadoras
como Europarl.TV, y unos cuantos spots provocadores para la campaña de las
elecciones europeas, no tienen una estrategia de comunicación adaptada a es-
tos nuevos contextos, y los contenidos además, suelen ser aburridos y tedio-
sos.
Es precisamente esa facilidad de conectarse desde casi cualquier lugar, cómo
la inteligente utilización de las nuevas tecnologías debe permitirnos dar un salto
cuantitativo y cualitativo en el objetivo de involucrar a la sociedad en los asun-
tos europeos y enriquecer con sus ideas, comentarios y propuestas el proyecto
europeo. Con una inteligente apuesta por la “trazabilidad política”, así como la
creatividad que permiten las nuevas tecnologías y el dinamismo de las llama-
85
das nuevas “redes sociales” y del conjunto de la sociedad-red, podemos ejercer
un interesante efecto multiplicador de las iniciativas e informaciones que ema-
nan de las instituciones, interactuar con los ciudadanos y comprometerlos.
¡Pero atención!, también las nuevas tecnologías “desnudan” a las instituciones
proyectando sus debilidades y contradicciones. Debemos pues, articular una
estrategia de comunicación e interacción con los ciudadanos inteligente y cohe-
rente que permita gestionar con éxito las posibilidades de la “red de redes” a
través de sus múltiples aplicaciones.
De la participación al “engagement”
El mejor ejemplo de la mutación en la forma de comunicar en el mundo político-
institucional, nos la ofrece una vez más Barak Obama. Sus asesores de comu-
nicación están diseñando estrategias de comunicación diversificadas y a varios
niveles. Están convencidos que la sobreexposición es la única manera de llegar
a conectar y convencer a toda esa masa crítica plural de ciudadanos en un pai-
saje mediático fragmentado y sin medios hegemónicos:
“Las ediciones en papel de The New York Times o The Washington Post han
perdido influencia a la hora de marcar la agenda. El aluvión de informaciones mi-
nuto a minuto –en televisión, en la radio o en internet– ha acabado con el ciclo
informativo tradicional de 24 horas. Ahora no existe Cronkite al que el presidente
pueda conceder una entrevista y llegar así a la mayoría del país. En la era de la
televisión por cable, de los blogs y de Youtube, hay decenas de Cronkites, cada
uno adaptado a un público específico "49.
Ante la batalla de la reforma sanitaria, los asesores de Obama, han creído
importante que el presidente siga hablando con varios públicos a la vez de
modo que alcance el máximo de personas. Los ciudadanos acceden a él desde
lugares y medios distintos, por lo que en la Casa Blanca ya están por la labor
de acostumbrarse a comunicar a través de esta creciente fragmentación. El
objetivo es llegar a los electores sin el tamiz de los medios de comunicación
tradicionales. El presidente de los EE UU y su equipo, han iniciado igualmente
una innovadora experiencia en el acceso de los ciudadanos a la información
49 Obama, el omnipresente. LA VANGUARDIA 20/09/2009
86
pública. El sitio “Data.gov”50, que ofrece innumerables datos, y está abierto a la
participación constructiva de los usuarios, es resultado de su encargo a su con-
sejo de ciencia y tecnología sobre cómo "construir y poner en marcha un Go-
bierno más transparente, colaborativo y participativo". Con este nuevo portal,
Obama no buscaba una reforma cosmética, sino un verdadero avance en la
forma de relacionarse con los ciudadanos. A finales de mayo, cuatro meses
después de solicitar la recomendación, la Casa Blanca presentó Data.gov, una
iniciativa revolucionaria que tiene el potencial de cambiar la forma en la que se
concibe el acceso a la información pública.
El nuevo sitio, pretende convertirse en un gran repositorio de información fede-
ral accesible por cualquiera. En él se presentan cientos de miles de sets de da-
tos -data sets- sobre todo tipo de actividades: desde series históricas de infor-
mación meteorológica, demográfica y ambiental, hasta datos sobre los patro-
nes de alimentación en cada Estado, el consumo de refrescos, los índices de
diabetes por región y grupo de edad, pasando por todo tipo de estadísticas
económicas, de comercio y del sistema de transporte. Todo en un mismo sitio,
en un mismo formato, donde universidades, organizaciones no gubernamenta-
les, periodistas o ciudadanos de a pie tienen acceso. El objetivo es ponerlos al
alcance de nuevos ojos que los procesen, analicen y propongan otros enfoques
para afrontar los problemas del país:
“La iniciativa tiene claros paralelismos con el movimiento de código abierto -o so-
ftware libre- en el mundo de la informática. Durante décadas, el modelo que im-
peró en esa industria se basó en el sigiloso resguardo de todos los componentes
de una aplicación o sistema operativo. Microsoft, el gigante del sector, ha cons-
truido su imperio vendiendo licencias de un sistema cerrado que sólo ellos cono-
cen y pueden manipular. Su éxito se ha basado, más que en creatividad e inno-
vación, en su capacidad para imponer un estándar y crear una dependencia que
le garantice el dominio -The Economist comparó recientemente este modelo con
el círculo de dependencia de un consumidor de droga que no consigue desen-
gancharse-.
El modelo comenzaría a cambiar lentamente a partir de principios de los noven-
ta, cuando un desconocido programador finlandés -Linus Torvalds- presentó Li-
50 http://www.data.gov/
87
nux, un sistema operativo que funciona bajo el principio opuesto: abrir y compar-
tir la mayor cantidad de información posible. En 20 años el modelo tradicional de
la industria informática ha sido puesto patas arriba por plataformas abiertas que
prescinden de sistemas operativos y que se conocen simplemente como the
cloud: cientos de miles de servidores interconectados que distribuyen informa-
ción en tiempo real a cualquier soporte; con estándares abiertos y sin las costo-
sas licencias del software tradicional.”51
La iniciativa Data.gov, es un intento de cambiar la tradicional hegemonía y con-
trol de la información por parte de instituciones y grandes corporaciones, y pre-
tende hacerlo de la mano del dinamismo, la participación y la pluralidad de la
sociedad civil. Como nos explica el periodista Diego Beas, es un intento nove-
doso de "liberar" la información e invitar a un nuevo tipo de participación ciuda-
dana; darle un giro a la manera en la que la ciudadanía se involucra en los
asuntos del Gobierno. Lo llaman democratizing data, y conecta políticas, institu-
ciones y ciudadanos. Una iniciativa que más allá de ser innovadora, ha com-
prendido y apostado por la “conectabilidad” con los ciudadanos y conseguir un
mayor compromiso colectivo con la acción del gobierno y de las instituciones.
Así pues, es evidente que las TIC nos permiten explorar y explotar nuevas for-
mas de de participación, concertación y diálogo, maximizando y aprovechando
los recursos y potencialidades de la red, aumentando exponencialmente el nú-
mero de usuarios y beneficiarios al tiempo que reducen enormemente los cos-
tes. Pero como nos advierte el incansable cyber-activista David de Ugarte, “la
tupida red de relaciones directas entre ellos hacen casi imposible controlarlos al
modo en el que lo ha sido la prensa escrita, o ejercer un filtro, como ocurría en
el sistema descentralizado clásico”. Las redes sociales no son una tecnología o
un servicio web, sino sujetos políticos que emergen al formarse espacios deli-
berativos autónomos que la socialización virtual permite y que no tenían posibi-
lidad de existencia en el sistema mediático descentralizado. Son ricos, plurales
y autónomos, por lo que cualquier intento de control es contra-productivo y
poco útil.
51 Obama y la revolución de los datos. Diego Beas. EL PAIS. 5/10/2009
88
El reto es pues poner todo ese potencial de energía transformadora y participa-
tiva al servicio del proyecto europeo. Eso obliga a las administraciones e institu-
ciones a invertir en un trabajo que requiere un esfuerzo de flexibilidad, adapta-
bilidad, planificación estratégica y transparencia. Un trabajo de ordenación se-
lectiva para aprovechar lo mejor posible las propuestas que emanen de la so-
ciedad y hacerlas propias. Porque en todo espacio deliberativo, es necesario
acompañarlo por una estructura de coordinación en la acción y en la moviliza-
ción. Los ordenadores o los móviles no sacan a la gente a la calle, coordinan a
los motivados o convencidos por una conversación social previa, y muchas ve-
ces masiva, que ha tenido lugar en la Red, donde no falta espacio para la argu-
mentación ni para la retórica, donde se elaboran los grandes discursos que im-
pulsan a los movimientos sociales52. Y eso se produce principalmente en eso
que llamamos la globosfera:
“En realidad, “no es internet lo que convierte a Obama en un presidente innovador,
sino su capacidad para usar la nueva paleta de medios de comunicación, incluido
internet, pero también los programas de toda la vida. Es casi un tópico decir Obama es
el presidente de los nuevos medios –escribía, hace unas semanas, la periodista
Jennifer Senior en la revista New York–. Pero no lo es sólo por su uso ágil de
Facebook y Twitter, sino porque es el primer presidente que ha entendido las
posibilidades del paisaje mediático actual, altamente veloz, denso y variado"53.
Sin embargo, para explotar todo ese potencial interactivo que nos ofrecen las
nuevas tecnologías, requiere cuestionar algunos de los dogmas que operan en
el seno de la política y de la administración, ya sea la nacional o a nivel
europeo. El siglo XXI es el siglo del salto tecnológico y de la innovación, pero el
mundo de las instituciones sigue prácticamente impermeable a él. Continuamos
con medios y prácticas del ya lejano siglo XX.
Es evidente que el mundo de la empresa siempre va por delante de las
instituciones en la implementación de nuevas prácticas. Tiene más flexibilidad
para adaptarse a las nuevas realidades, se sustenta en procesos de toma de
decisiones más ágiles, y no tiene las rigideces procedimentales de la gestión
52 ¿La Revolución será Twitterada?. David de Ugarte. FP en español. Agosto/Septiembre 2009
53 Obama, el omnipresente. LA VANGUARDIA 20/09/2009
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de los presupuestos públicos. Pero eso no es óbice para que el mundo de la
política, los entornos políticos e institucionales, no puedan igualmente
implementar nuevos procedimientos, más ágiles, más flexibles, más abiertos,
que incorporen a los ciudadanos como parte de su infraestructura tecnológica.
Esa nueva cultura de trabajo, tiene que ver con la apertura de la cultura de las
instituciones a eso que se ha venido a llamar la “innovación abierta”. Esto es,
incorporar y aprovechar diversas fuentes de innovación humana. Generar un
nuevo business inteligence institucional basado en la “co-creación”, un término
que tiene que ver con la creación de procesos de creación de valor a través de
la información y la comunicación con los ciudadanos. Hemos de conseguir
colaborar con ellos e interactuar, para generar así un mayor sentimiento de
pertenencia e implicación y por lo tanto una mayor participación. El objetico es
cooperar para crear. La innovación abierta ha demostrado de forma
sorprendente, tanto en el mundo de la empresa como en aquellas
organizaciones o redes que se atreven a implementarlo, que se recibe mucha
más implicación y respuesta de los ciudadanos de lo que a priori se espera. La
co-creación, es al fin y al cabo un compromiso mutuo, es un proceso que
enriquece tanto a instituciones como a los ciudadanos, moviliza personas y
voluntades, y tiene un impacto directo en instituciones y ciudadanos además de
ser más transparente.
Podríamos concluir que la renovación del proyecto europeo no solo es posible
sino necesaria. La Europa de ayer, tiene que continuar construyéndose con las
realidades de la Europa de hoy. Eso es no sólo posible, sino necesario. Es
posible, porque tenemos a nuestro alcance nuevos instrumentos tecnológicos
que nos pueden permitir renovar los mecanismos de información, comunicación
y participación permitiendo una mayor implicación emocional de los
ciudadanos. Y es necesario, porque la pérdida de pulso e impulso de la UE, y
la desconfianza de los ciudadanos en las instituciones europeas, ante la
incapacidad o lentitud en ofrecer respuestas a los problemas y los retos a los
que nos enfrentamos, son el germen que alimenta la cólera ciudadana, el
miedo al futuro y la frustración.
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La implicación emocional de los ciudadanos es la condición necesaria para
poder seguir construyendo un futuro colectivo. Necesitamos un nuevo y
renovado impulso, donde las instituciones sean la punta de lanza de una nueva
cultura de la comunicación y la participación para insuflar nuevas energías a
aquello que se llamó “la ciudadanía europea”, término con paternidad española,
consagrado en el Tratado de Maastricht de 1992, y dotado de pleno contenido
con la nueva Carta de Derechos Fundamentales de la UE recogida en el recién
ratificado Tratado de Lisboa. Una ciudadanía europea que tiene que ser
desplegado en todo su potencial, y eso solo es posible si nos apoyamos en las
posibilidades que nos ofrecen hoy las nuevas tecnologías. La Europa de los
tiempos del cólera se puede combatir, entre otros, con una apuesta decidida
por la nueva ciudadanía que emerge a medida que desplegamos todo el
potencial de la Europa 2.0. ¿Apostamos por ella?
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