EVOLUCION A TRAVES DEL TIEMPO

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Aqui mostrare como la vida ha cambiado y avanzado a medida que pasa el tiempo.

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Cuando los conquistadores llegaron al Nuevo Mundo encontraron las tierras habitadas por numerosas tribus indígenas, de diferentes familias, con diversas religiones, idioma y costumbres. Para los estudios sobre las tribus indígenas, los historiadores e investigadores se han basado principalmente en el aspecto lingüístico. Estos estudios han llevado a clasificar las tribus en tres grandes familias: Familia CHIBCHA, CARIBE y ARAWAK. El referirse a familias significa que se habla de grupos pertenecientes a una misma comunidad lingüística, en los cuales puede haber diferentes dialectos y lenguas, pero con una base en común.

Para sus adoratorios se dirigían a las lagunas, allí encontraron el centro de su credo. Al sonido de alegres músicas danzaban a sus orillas, extendían los brazos, los levantaban, se postraban en devota actitud. Allí ofrecían a sus deidades suntuosas ofrendas de esmeraldas, de objetos de oro y de barro. Los momentos cumbres de su vida transcurrían ante ellas: el ruego por la buena suerte de los recién nacidos, la entrada a la pubertad, los enlaces matrimoniales. Un sacerdote o jaque, un cacique, antes de entrar en ejercicio de sus funciones, debían purificarse en sus aguas y no faltaban las personas que disponían como acto supremo que sus cuerpos, al morir, reposaran en el fondo.

El producto de la agricultura, la minería, los tejidos, la cerámica, al lado de surtirlos de lo suficiente para el consumo, les permitía contar con un excedente para sus intercambios. Realizaban ferias o mercados en cada pueblo y semanalmente concurrían a sitios determinados: Ráquira para el comercio de cerámica, Zipaquirá para la sal, Muzo y Somondoco para las esmeraldas, etc. Usaron monedas circulares de oro y para calcular el peso y las medidas empleaban hebras de algodón o hacían montoncitos y les fijaban precio. Si algo les sobraba, lo ahorraban en forma de granos de oro o esmeraldas que depositaban en vasijas, a modo de alcancías.

Antes de la llegada de los romanos vivían en la Península Ibérica otros grupos humanos : los iberos, asentados en el sur y el este, y los celtas, que ocupaban el centro, el norte y el oeste. Estos pueblos se dedicaban a la agricultura y la ganadería. Los iberos vivían en poblados, en casas de adobe con techo de paja, que formaban calles. Los celtas, en castros o poblados compuestos de casas de planta circular, de adobe o piedra, que no formaban calles. Unos y otros nos han dejado muestras de su cultura. Destacan, entre sus figuras talladas en piedra, La Dama de Elche (iberos) y los verracos (animales de piedra con significado probablemente religioso, )como Los Toros de Guisando en Ávila.

Según los datos arqueológicos las casas eran muy simples, por regla general. Su tamaño era reducido y estaban construidas en madera, adobe y piedras, utilizando paja para el techo. Las cabañas de los campesinos solían medir entre 2 y 6 metros de largo por dos de ancho, horadando el piso para crear un ambiente más cálido. En su interior habitaban la familia y los animales, sirviendo estos de "calefacción". Las casas podían tener una cerca alrededor donde se ubicaría el huerto, uno de los espacios más queridos en la época. Allí se cultivaban las hortalizas, las legumbres y las pocas frutas que constituían parte de la alimentación de los campesinos El mobiliario de las casas era muy escaso. Algunas ollas de cerámica, platos y marmitas, una mesa y taburetes para comer a su alrededor

Para conocer la realidad cotidiana, el hombre medieval buscó explicaciones sobrenaturales y explicaciones religiosas. La experiencia y la razón no resultaban en esa época instrumentos suficientes para el conocimiento. Muchos hombres creían que sólo era posible llegar a él mediante el auxilio de la fe. Durante la Edad Media, en los intentos por explicar el mundo se cruzaban dos tradiciones: la tradición pagana, de origen germano, con sus dragones, sirenas y bosques animados, y la tradición cristiana, según la cual la verdad y el conocimiento último de la realidad sólo se lograba mediante la razón iluminada por la fe.

En la Edad Media, dependiendo de los materiales de construcción de la región, las casas de los campesinos eran de adobe, piedra o madera y consistían de una estancia o habitación amplia, con cubierta de paja y con un hogar o fogón como centro de la vivienda. Era la vivienda de toda la familia y se utilizaba como granero, y habitualmente también era establo. Hasta el siglo XIII no se creó un espacio separado para los humanos y los animales en el interior de las casas. La mesa era el objeto esencial del mobiliario donde toda la familia se acomodaba, sentada en bancos, a su alrededor. Había estantes para depositar los escasos objetos que poseían y ganchos de madera para colgar los vestidos. No había camas, se dormía en el suelo, habitualmente sobre paja, o en jergones rellenos de paja.

La estructura familiar de la Alta Edad Media recuerda a la que se manifestaba tanto en la sociedad romana como germánica al estar integrada por el núcleo matrimonial -esposos e hijos- y un grupo de parientes lejanos, viudas, jóvenes huérfanos, sobrinos y esclavos. Todos estos integrantes estaban bajo el dominio del varón -bien sea de forma natural o por la adopción-, quien descendía de una estirpe, siendo su principal obligación proteger a sus miembros. No en balde, la ley salia hace referencia a que el individuo no tiene derecho a protección si no forma parte de una familia. Como es de suponer, esta protección se paga con una estrecha dependencia.

Tomando como precedente el Derecho romano, la mayoría de los pueblos bárbaros que atacaron el Imperio Romano de Occidente y se asentaron en sus territorios desarrollaron una importante labor legislativa que conocemos gracias a las numerosas recopilaciones efectuadas por diversos reyes. En ellas se recogen normas tanto de origen latino como germánico, estableciendo una jurisprudencia con la que se regula la vida cotidiana.

A partir del siglo XVI se generaliza el uso de ladrillos de barro cocido para edificar casas en el norte de Europa. Surgen las primeras mansiones señoriales europeas. En el siglo XVIII, en muchas ciudades europeas y americanas, se erigen edificios de estilos "elegantes" para la nueva burguesía.

A principios del siglo XIX las ciudades están colmadas de trabajadores que emigran del campo para buscar trabajo en las fábricas. Habitan en los "barrios bajos", hacinados, en condiciones insalubres, la mayoría en la total miseria. A finales del siglo XIX surgen los primeros barrios residenciales, los bloques de viviendas de estilo ecléctico, los chalés y las ciudades jardín para la burguesía. Algunos historiadores consideran la Red House de Philip Webb (1859) el primer diseño de "casa moderna".

Durante el siglo XX la vivienda en las ciudades se densifica, y el número de casas decrece mientras aumenta el número de pisos o viviendas en altura. Las casas unifamiliares se ubican en los barrios más pudientes en la periferia de las ciudades. También son frecuentes como segunda vivienda, para vacaciones o fines de semana .

El siglo XXI se caracteriza por el avance de la digitalización a nivel mundial. Este progreso ya se había iniciado a partir de la década de 1970 con la tercera revolución industrial. Sin embargo, a comienzos del siglo XXI, la digitalización experimentó un enorme cambio que dio lugar a nuevos dispositivos de almacenamiento de datos (memorias flash) y una mayor intensidad en la expansión de la telefonía móvil (iniciada en los años 1980), entre otras muchas características. En el campo de la tecnología también destacó el conocido como apagón analógico, así como la aparición, en 2005, de la televisión digital terrestre y el Proyecto Genoma Humano.

En este siglo comienza a cobrarse verdadera conciencia del fenómeno conocido como cambio climático, que se ha convertido en una de las mayores preocupaciones internacionales; este problema ha motivado numerosas campañas de protesta, mientras, por parte de los Estados, se proponen medidas destinadas a lograr posibles soluciones, como el Protocolo de Kioto, acordado a finales del siglo XX (se concertó el 11 de diciembre de 1997, y se firmó entre el 16 de marzo de 1998 y el 15 de marzo de 1999 en la sede de la ONU). En el campo de la política demográfica, la globalización, de la que ya se habló en las últimas décadas del siglo XX, se ha intensificado notablemente.