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1 EVOLUCIÓN, TENDENCIAS Y PERSPECTIVAS DE LA GESTIÓN AMBIENTAL EN VENEZUELA ( * ) Arnoldo José Gabaldón En la mayoría de los estudios prospectivos realizados en el mundo hacia fines del siglo XIX, el ambiente y los recursos naturales no estaban entre las variables analizadas. Aun cuando se reconocía la ventaja de que los países contasen con una dotación generosa de recursos, el entorno natural se consideraba como un elemento más o menos inmutable. Precisamente, uno de los grandes legados que nos deja el Siglo XX, es haber constatado que la evolución de la humanidad, dependerá cada vez más de lo que hagamos de ahora en adelante con la naturaleza. Atrás quedó el concepto economicista del capital natural como bien libre, para aceptarse en la actualidad que es un recurso finito, a cuyo aprovechamiento estará atada en gran medida la calidad de vida y el desarrollo futuro. Es desde esta perspectiva que a solicitud del Foro Nacional Ambiental de Colombia, intentaremos anticipar lo que ocurrirá con el ambiente y la ordenación de los recursos naturales en Venezuela durante la primera mitad del Siglo XXI. Este ejercicio de prospección constituye la síntesis de lo que creemos puede ocurrir en un país condicionado por su cultura y la inercia histórica; y por una serie de tendencias internacionales, de las cuales no podemos deshacernos, dada la creciente globalización. La exposición que sigue se divide en cuatro partes y concluye con una acotación final. 1. El punto de partida ¿Hasta dónde llegamos el pasado siglo? ¿Qué hicimos y qué dejamos de hacer? ¿Qué tendencias generamos que puedan condicionar el futuro? Estas son algunas interrogantes que necesariamente deben ser el punto de partida, en cualquier intento de visualizar el futuro de la gestión ambiental. * Trabajo presentado en el Seminario “La gestión ambiental en América Latina y el Caribe: retos y oportunidades”, organizado por el Foro Nacional Ambiental de Colombia, Bogotá, 6 y 7 de Noviembre de 2003.

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EVOLUCIÓN, TENDENCIAS Y PERSPECTIVAS DE

LA GESTIÓN AMBIENTAL EN VENEZUELA (∗)

Arnoldo José Gabaldón

En la mayoría de los estudios prospectivos realizados en el mundo hacia fines del siglo

XIX, el ambiente y los recursos naturales no estaban entre las variables analizadas. Aun

cuando se reconocía la ventaja de que los países contasen con una dotación generosa de

recursos, el entorno natural se consideraba como un elemento más o menos inmutable.

Precisamente, uno de los grandes legados que nos deja el Siglo XX, es haber constatado

que la evolución de la humanidad, dependerá cada vez más de lo que hagamos de ahora

en adelante con la naturaleza. Atrás quedó el concepto economicista del capital natural

como bien libre, para aceptarse en la actualidad que es un recurso finito, a cuyo

aprovechamiento estará atada en gran medida la calidad de vida y el desarrollo futuro.

Es desde esta perspectiva que a solicitud del Foro Nacional Ambiental de Colombia,

intentaremos anticipar lo que ocurrirá con el ambiente y la ordenación de los recursos

naturales en Venezuela durante la primera mitad del Siglo XXI. Este ejercicio de

prospección constituye la síntesis de lo que creemos puede ocurrir en un país

condicionado por su cultura y la inercia histórica; y por una serie de tendencias

internacionales, de las cuales no podemos deshacernos, dada la creciente globalización.

La exposición que sigue se divide en cuatro partes y concluye con una acotación final.

1. El punto de partida

¿Hasta dónde llegamos el pasado siglo? ¿Qué hicimos y qué dejamos de hacer? ¿Qué

tendencias generamos que puedan condicionar el futuro? Estas son algunas interrogantes

que necesariamente deben ser el punto de partida, en cualquier intento de visualizar el

futuro de la gestión ambiental.

Trabajo presentado en el Seminario “La gestión ambiental en América Latina y el Caribe: retos y

oportunidades”, organizado por el Foro Nacional Ambiental de Colombia, Bogotá, 6 y 7 de Noviembre

de 2003.

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El Siglo XX, para bien y para mal de Venezuela, constituye el tiempo de la explosión

demográfica más radical que cabe imaginar en un país; de la ocupación acelerada y poco

ordenada del espacio a través del poblamiento y la localización de actividades

productivas, y dramáticas alteraciones del medio físico y biótico con alto saldo de recursos

naturales dilapidados o simplemente degradados. Seríamos benevolentes, si dijéramos

que la relación sociedad-naturaleza que fuimos estableciendo durante los pasados cien

años fue favorable al ambiente. Los más grandes cambios en la geografía nacional y a los

paisajes naturales, ocurrieron en ese período.

El balance resulta en gran medida negativo en términos de bosques deforestados; aguas,

suelos y atmósfera contaminados; tierras dejadas estériles por la erosión, fauna

exterminada y ambientes urbanos degradados, donde habita un porcentaje alto de la

población en condiciones de vida que dejan mucho que desear. En la generación de estos

pasivos ambientales, no cabe duda que le correspondió una alta responsabilidad al estilo

de desarrollo petrolero, fundado en buena medida en la explotación de un recurso natural

no renovable.

Pero no todo fue negativo. Quedan también importantes logros en términos de desarrollo

humano, de infraestructuras construidas, de instituciones e instrumentos legales relativos

a la conservación, defensa y mejoramiento del ambiente; de un amplio y diverso sistema

de áreas naturales protegidas, y sobre todo, quizás lo más importante, de una incipiente

conciencia ambiental, especialmente entre la juventud, que se expresa a través de

organizaciones de la sociedad civil que han proliferado, gracias a que en los últimos 45

años el país ha disfrutado, como nunca antes en su convulsionada historia, de un régimen

de libertades democráticas. Este es el punto de arranque desde donde intentaremos

visualizar el futuro de la gestión ambiental y especular sobre ella.

2. Las megatendencias que condicionarán los escenarios ambientales

nacionales.

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Es muy difícil predecir lo que ocurrirá con el medio ambiente y la ordenación de los

recursos naturales de Venezuela, dentro de un horizonte prolongado. La velocidad del

cambio en todos los órdenes que se anticipa y por ende el cúmulo de circunstancias no

previsibles, son enormes. El pensar en posibles escenarios resulta por lo tanto muy

complejo. Sin embargo, lo que habrá de ocurrir estará seguramente condicionado por una

serie de megatendencias o macro procesos de ámbito internacional y nacional de los

cuales algunos son posibles de señalar desde el presente. Esas tendencias anticipables

son las siguientes.

A. El patrón energético mundial

El Siglo XXI deberá ser el escenario de una transformación mundial profunda, en cuanto a

la problemática energética. Ha llegado a decirse que la civilización del carbón alcanzó su

clímax durante la pasada centuria. El carbón seguirá siendo una fuente energética

importante, pero una serie de factores hacen anticipar que durante este Siglo

presenciaremos una transición energética, perdiendo los combustibles fósiles su

prevalencia actual, para ser progresivamente sustituidos por fuentes energéticas

renovables. Dicha tendencia apunta hacia la reducción de uno de los factores

generadores de mayor contaminación atmosférica y desencadenante del fenómeno global

de “cambio climático”. La transición energética en cuestión será más el resultado de

políticas de conservación ambiental global de innovación tecnológica, que del

agotamiento de recursos naturales que no son renovables, como llegó a pensarse en el

pasado.

Por razones obvias, esa transición energética ocurrirá tardíamente en Venezuela. Siendo

la actividad económica tan dependiente del petróleo, el reajuste impuesto por fuerzas

exógenas será más lento. Pero sus consecuencia podrán generar traumas económicos,

sociales y políticos dramáticos, si no adquirimos conciencia de la profundidad de cambios

que nos resultan ineludibles y vamos actuando ante ellos previsivamente.

B. Desarrollo tecnológico exponencial

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Si notable fue el desarrollo científico y tecnológico en el Siglo XX, más acelerado aún se

anticipa que será el proceso de innovación durante esta centuria.

Ya conocemos como las condiciones ambientales del Planeta están determinadas en gran

parte, positiva o negativamente, por el desarrollo científico-tecnológico. De allí la

relevancia del crecimiento exponencial que se conjetura ocurrirá en una amplia gama de

áreas. En ese contexto, se consideran especialmente importantes para el medio

ambiente, el desarrollo de las telecomunicaciones que se vislumbra. Dentro de un mundo

mucho mejor informado y comunicado, lo relacionado con el deterioro ambiental se

conocerá más rápidamente, la educación ambiental se facilitará y el funcionamiento de las

democracias será más transparente, lo que tiene dentro de este contexto un alto valor,

como veremos más adelante.

Por otra parte, se estima también que ocurrirán cambios profundos en los procesos

industriales para hacerlos menos agresivos al entorno. La desmaterialización de la

producción hará que se requieran menos unidades de recursos naturales por unidad de

producto generado y habrán tecnologías más avanzadas para el tratamiento de las

emisiones líquidas, sólidas y gaseosas.

Por su parte, el aumento de la productividad agropecuaria dependerá cada vez más de

nuevas biotecnologías y el manejo de los recursos naturales renovables se hará con

mejores prácticas que se habrán desarrollado.

Todo esto redundará favorablemente en la corrección de numerosas fuerzas degradantes

del ambiente, pero implicarán también costos que las economías de los países deben

estar en condiciones de poder sufragar.

C. Fortalecimiento de la institucionalidad ambiental internacional

Una de las fuerzas más poderosas para que se establezca en los países una gestión

apropiada del entorno durante las próximas décadas, provendrá del creciente número de

instituciones internacionales relacionadas con el medio ambiente. El derecho ambiental

internacional se está ampliando y fortaleciendo y cada vez más los países, en virtud de

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las convenciones suscritas y las que seguramente surgirán en el futuro, estarán obligados

a darle cumplimiento a las disposiciones acordadas.

El condicionamiento por motivos ambientales de los financiamientos a proyectos de

desarrollo serán ostensibles. Esto ocurrirá no solamente con los organismos financieros

multilaterales, sino con los entes de financiamiento privado dentro del contexto de los

llamados Principios Ecuatoriales, recientemente adoptados por dichas instituciones. Y no

menos importantes serán los procesos de certificación internacional con normas tales

como las ISO-14000 establecidas por la Organización Internacional de Normalización y

otras, que constituyen un requisito a la producción para poder acceder a los mercados a

través del comercial internacional o que el aparato industrial está acogiendo

voluntariamente para orientar su gestión ambiental.

D. La globalización de la democracia

Todo parece indicar que el mundo marcha indeteniblemente por un proceso de mayor

democratización de los sistemas de gobierno. Un período sin precedentes en la historia

de la humanidad. Esta tendencia tendrá hondas repercusiones de distinta naturaleza,

entre otras el surgimiento de nuevos movimientos sociales ambientalistas de ámbito

nacional e internacional. La democracia y su constante perfeccionamiento, van de la

mano con el fortalecimiento de la sociedad civil. La presencia de una sociedad civil fuerte,

participativa y bien educada e informada, a través de modernos sistemas de

telecomunicaciones, constituye el factor motivacional por excelencia para que los Estados

cumplan sus compromisos de manejo ambiental sustentable. De aquí que la

democratización que se aprecia a escala de la mayoría de los países, constituirá una

fuerza favorable para una gestión ambiental apropiada. En el contexto de una mejor

democracia se inscriben los procesos de creciente involucramiento de actores

(stakeholders engagement) en los estudios ambientales de aquellos proyectos de

desarrollo que tienen mayor visibilidad nacional e internacional. La eventualidad de los

“show-stopper”, constituye un acicate a la mejor gestión ambiental.

E. La creciente intervención de las corporaciones transnacionales

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Uno de los factores que caracteriza particularmente el proceso de globalización

económica, es el surgimiento de miles de empresas cuyas operaciones se realizan en

múltiples países. Estas corporaciones transnacionales, como se denominan en el lenguaje

de Naciones Unidas, constituyen una suerte de emblema del proceso para unos y de

anatema para otros.

Dichos entes productores y comercializadores de todo tipo de bienes y servicios, manejan

en una proporción elevada y creciente, la actividad económica mundial. Es difícil, por

ejemplo, concebir un complejo minero, energético, industrial o de servicios financieros, de

dimensiones relativamente importantes, que no tengan presencia a la vez en diferentes

países.

Para 1995 existían en el mundo cerca de 40.000 corporaciones transnacionales. Las 300

mayores entre ellas, eran propietarias del 25% de los activos productivos del mundo

(Karliner, 1997). La influencia de estos entes para condicionar los mercados y determinar

estilos de vida es cada vez mayor, pero también para modificar directa o indirectamente

los ecosistemas naturales. Las actividades que generan mayores impactos ecológicos en

el planeta, son responsabilidad en alto grado de las corporaciones transnacionales. Sea el

caso de la minería, la producción de combustibles, las explotaciones forestales y

pesqueras y la producción manufacturera en general, entre otras.

Como resultado de las actividades que las corporaciones transnacionales lleven a cabo

en el futuro en Venezuela, atraídas por la potencialidad de sus recursos, hay que estar

preparados para enfrentar los riesgos implícitos en la intervención de algunos de nuestros

paisajes naturales. Sobre todo, tomando en consideración que a la par que nuestra

economía se va abriendo para insertarse en los mercados internacionales, se

incrementará seguramente la presencia de dichas corporaciones.

F. Liberación de flujos financieros como resultado del desarme

No obstante los conflictos internos de algunos países, motivados por problemas étnicos,

religiosos o políticos y eventuales confrontaciones a escala limitada entre países por

causas de nacionalismos exacerbados; un creciente número de factores parecen indicar

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que el mundo se orienta cada vez más hacia un proceso de mayor distensión. El correlato

de esa situación deberá ser una disminución apreciable en los gastos militares y el

comercio de armamentos que todavía genera un flujo anual de varios cientos de millardos

de dólares.

La liberación parcial de un monto de recursos de esa magnitud dentro de los países

deberá significar mayor inversión en capital humano y en conservación del medio

ambiente, como factor coadyuvante al mejoramiento de la calidad de vida. Los países

desarrollados estarán así mismo en capacidad de incrementar la cooperación financiera y

técnica hacia el llamado Tercer Mundo, como se acordó en la Conferencia de las

Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en

1992, pero que no se ha cumplido.

G. La prevalencia de la economía de mercado

El mundo marcha cada vez más hacia el establecimiento y desarrollo de economías de

mercado, donde los mecanismos de éste sean determinantes en la asignación de los

recursos. Hasta ahora se ha previsto que el funcionamiento del mercado podrá generar de

su seno instrumentos económicos capaces de valorar en su justa medida los recursos

medio ambientales, los servicios que ellos prestan e inducir por ende a su

aprovechamiento sustentable. Sobre esta premisa está basada gran parte de la

racionalidad ambiental que se propone en el presente por parte de las instituciones

internacionales. El discurso va más o menos así: si los recursos naturales son valuados a

precios que incluyan los verdaderos costos ambientales; si se eliminan los subsidios que

inducen al mal uso de los recursos naturales y si pechan a través de impuestos las

actividades o usos de los recursos naturales degradantes del entorno, entre otras

medidas, el resultado será una mejor gestión ambiental. Pero si para mediados del

próximo siglo este objetivo no se hubiese logrado y se apreciara que las condiciones

ambientales del Planeta continuasen deteriorándose a la velocidad que hemos

presenciado durante las últimas décadas, no cabe duda que la humanidad se verá

obligada a iniciar un proceso de análisis y cuestionamiento del modelo de economía de

mercado, como quizás no llegó a estar planteado en la época más exitosa del modelo

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socialista soviético. Para esto también tendrán que estar preparadas las próximas

generaciones.

H. Crecimiento demográfico estacionario

Finalmente cabe referirse a una macrotendencia de carácter nacional, pero no por ello

menos importante. Así como la expansión demográfica que produjo la revolución sanitaria

y el rápido proceso de urbanización, fueron determinantes de grandes impactos

ecológicos en Venezuela durante el Siglo XX, en el presente siglo no ocurrirá lo mismo.

Se estima que para el año 2050 la población de Venezuela estará alrededor de los 50

millones de habitantes, pero habrá llegado a un nivel de crecimiento prácticamente

estacionario. La reducción de las altas tasas de crecimiento demográfico que se

registraron en la segunda mitad del Siglo XX, habrá desactivado uno de los factores de

más difícil manejo desde el punto de vista ambiental. Por otra parte, habiendo ocurrido

prácticamente la totalidad del proceso de urbanización durante el citado período, lo que

habrá que enfrentar en las próximas décadas serán unas ciudades en general creciendo

muy moderadamente, donde por consiguiente la dotación de infraestructura y viviendas

para subsanar los déficit de servicios acumulados y poder mejorar las condiciones

ambientales urbanas, constituirá una actividad menos titánica que en el presente.

3. Un escenario ambiental posible

Señalamos la dificultad de un ejercicio prospectivo a largo plazo. De allí que en lugar de

intentar imaginar un escenario cuyos rasgos integrales anticipamos, lo que proponemos

es pensar la posible situación que presentarán un conjunto de aspectos que tienen mucho

peso en la determinación de las condiciones ambientales y de la ordenación de los

recursos naturales. ¿Cuándo podrán darse dichas situaciones? Estimamos que al término

de este medio siglo, ya que ir más allá constituye en la práctica una adivinanza.

A. Ciudades más vivibles

Superada la fase de urbanización acelerada que caracterizó los últimos cincuenta años,

no es irreal pensar que nuestro sistema de ciudades, salvo alguna que otra excepción,

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podrán entrar en un proceso de franco mejoramiento y llegar a niveles aceptables en

términos de los servicios públicos suministrados, la calidad de la vivienda, especialmente

en los barrios, la infraestructura de transporte, la seguridad pública y el control del

crecimiento físico, a través de instrumentos de ordenación urbanística. Desde la

perspectiva de la ecología humana esto será un gran progreso, por cuanto cerca del 90

por ciento de la población vivirá dentro de perímetros urbanizados.

Tres aspectos directamente relacionados con la calidad medio ambiental urbana es

posible que hayan mejorado apreciablemente. La atmósfera de nuestras ciudades deberá

estar menos contaminada que en la actualidad, como resultado de los cambios

tecnológicos que habrán en los sistemas de transporte. No será el caso solamente de

combustibles menos contaminantes, sino de motores mucho más eficientes y del uso de

motores eléctricos. A esta situación se sumará el mayor control que se ejercerá sobre las

emisiones a la atmósfera provenientes del parque industrial urbano y suburbano, el cual

se habrá reconvertido de acuerdo a pautas ecoeficientes. El segundo aspecto tiene que

ver con el agua. A la par de servir a la totalidad de la población con agua potable y

sistemas de cloacas, un gran progreso en término de la calidad de nuestros ríos y cuerpos

de agua se dará por haberse instalado de manera generalizada sistemas de tratamiento

de efluentes. Y tercero, seguramente contaremos en las ciudades con buenos sistemas

de recolección y disposición de basuras y otros desechos contaminantes.

B. La marcha hacia la agricultura sustentable

La agricultura sustentable es aquella, en que la población de bienes agrícolas (alimentos,

fibras, insumos varios) se sucede de manera que la base de recursos naturales utilizada

se conserve o se mejore; constituya un negocio remunerativo para los diferentes actores

del circuito agroalimentario, comenzando por los productores hasta llegar a los

consumidores, de manera que a su vez se combata la pobreza; y sea socialmente

aceptable en cuanto a que los actores la conozcan, acepten y valores (Gabaldón, 1998).

Lo que logre avanzar Venezuela en la dirección aludida durante las próximas décadas

tendrá una enorme repercusión en término del aprovechamiento de nuestros recursos

naturales renovables. La aproximación a ese objetivo significará un mejor cuidado de los

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suelos en franco proceso erosivo y de pérdida de fertilidad, en muchos lugares del país.

Igualmente será una contención al uso indiscriminado y exagerado de agroquímicos que

contaminan los suelos y las aguas. Pero además, constituirá la base para un aumento

sostenido de la productividad agrícola; el mejoramiento del nivel de ingreso de la

población rural y un suministro eficiente de alimentos a nuestras ciudades.

Venezuela contará con una agricultura, que si bien no nos autoabastecerá en todos los

rubros, nos hará más autosuficientes. Los agricultores disfrutarán de mejor estatus

económico y las diferencias de niveles de vida entre el campo y la ciudad serán menos

notorias.

La expansión de la agricultura significará, sin embargo, una poderosa fuerza para ampliar

la frontera ocupada por esta actividad en desmedro del hábitat natural y por ende de la

biodiversidad. En tales circunstancias, la agricultura sustentable, y la ordenación territorial

son indispensables para mitigar tales impactos ambientales. Esto se hará patente por

ejemplo, en el proceso de ampliación de la agricultura que ocurrirá en las zonas litorales

de varios estados del país.

Todo esto será posible, si logramos articular una política agrícola acorde con un desarrollo

sustentable y sabemos sacar provecho de la investigación y de la innovación tecnológica,

especialmente en el campo de la biotecnología.

C. Un verdadero sistema de áreas protegidas

Hasta el presente, Venezuela ha tenido el acierto de establecer legalmente, un sistema de

áreas protegidas suficientemente representativas de la diversidad de ecosistemas

terrestres y marino-costeros y de otras zonas que requieren un manejo conservacionista.

Éste ha sido un importante paso en la dirección apropiada. Pero estamos lejos de haber

asegurado la vigilancia y protección que esas áreas requieren y el desarrollo de las

infraestructuras necesarias para la investigación científica y el uso para el esparcimiento y

la recreación en contacto con el medio natural. Estos objetivos serán perfectamente

alcanzables con los medios a disposición durante las próximas décadas, si hacemos un

esfuerzo bien orientado. De allí que tenemos la visión que Venezuela contará para

mediados del próximo siglo con un sistema nacional de áreas protegidas, consolidado y

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administrado de acuerdo a planes de ordenamiento y reglamentos de uso. Dicho sistema

constituirá un factor eficaz en la conservación de la diversidad biológica, tanto de la fauna

silvestre como de la flora y un motivo de orgullo colectivo, dado el ostensible valor estético

de las áreas protegidas.

D. El manejo de las aguas

El agua constituye uno de los recursos naturales de los cuales el país está mejor dotado,

haciendo abstracción de su distribución espacial y temporal (ciclo de sequías-

inundaciones). Por lo tanto, dicha riqueza debe ser usada como factor coadyuvante

fundamental, a los fines de un desarrollo sustentable.

En las próximas cuatro o cinco décadas, la población y las actividades productivas

continuarán requiriendo cantidades crecientes de agua. Para el abastecimiento humano

se necesitará aumentar la oferta de agua potable en aproximadamente 2,5 a 3 veces.

Esto se habrá logrado en buena proporción mediante la ampliación de los acueductos

regionales ya existentes, aunque también a través de la ampliación de muchos de los

sistemas de abastecimiento simples construidos. Se estima consiguientemente, que la

inversión a realizar será de menor intensidad, que en las pasadas décadas, cuando

muchos de esos acueductos no existían y además la población crecía aceleradamente

hasta quintuplicarse en 50 años.

Un reto técnico y financiero importante, será el mantener una calidad aceptable del

recurso en los ríos y cuerpos de agua ubicados en la margen izquierda del río Orinoco,

que será donde continuará asentada la mayor parte de la población. Ello exigirá la

instalación de extensos sistemas de cloacas y plantas de tratamiento de efluentes en

muchos sitios. Esto se cree posible, sobre todo si las expectativas se hacen depender del

uso de nuevas tecnologías de tratamiento menos intensivas en el uso de capital, que

habrá que desarrollar.

Por esta vía habrá sido posible recuperar mayormente la calidad de las aguas de nuestros

ríos y otros cuerpos de agua. Mención especial merecen la situación de los lagos de

Valencia y Maracaibo y de las aguas marinas litorales.

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La calidad de las aguas marinas en el litoral caribeño, habrá también mejorado como

resultado del tratamiento de efluentes en las poblaciones ribereñas y serán nuevamente

utilizables para la recreación de un buen número de playas hoy contaminadas. Esta

acción será motivada por una toma de conciencia sobre la importancia para la salud

humana de contar con playas no contaminadas y para fomentar el turismo nacional e

internacional.

El país habrá continuado enfrentando los desequilibrios espaciales en la distribución del

agua mediante la construcción de obras hidráulicas de almacenamiento y transvase y

luchando contra las inundaciones y anegamiento de los paisajes llaneros a través de la

construcción de obras de saneamiento y drenaje. Se habrá extendido considerablemente

la superficie regada, especialmente en las áreas semiáridas. Se habrá tomado mayor

conciencia sobre la importancia de la conservación de las cuencas hidrográficas y en un

buen número de ellas, sobre todo las ubicadas en el piedemonte andino, se estarán

realizando programas de reforestación, conservación de suelos, control de torrentes y

cambio de usos.

E. La producción de energía

Venezuela continuará siendo un país productor de energía. Aun cuando el mercado

mundial de hidrocarburos se irá viendo afectado cada vez más por la transición energética

a que antes aludimos, especialmente durante la segunda mitad del próximo siglo, el país

no renunciará a su vocación natural determinada por la disponibilidad de una enorme

gama de energéticos. La producción de energía, principalmente con combustibles fósiles,

se habrá multiplicado por cuatro o cinco sobre los valores actuales. Este aumento estará

grandemente influenciado por el crecimiento económico que hayamos alcanzado. Se

habrán producido no obstante, cambios importantes en la composición de la oferta. El gas

ocupará una posición mucho más importante que en la actualidad en el consumo interno y

en las exportaciones. Éstas se harán mediante tanqueros, pero también a través de

gasductos que nos interconectarán con los mercados insulares del Caribe y del norte. Los

combustibles líquidos provenientes del petróleo constituirán sin embargo, el mayor

porcentaje de la oferta.

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La industria petroquímica se habrá ampliado considerablemente. Muy pocas de nuestras

exportaciones de hidrocarburos no habrán sido previamente procesados dentro del

territorio nacional y en una alta proporción ellos irán incorporados a productos

manufacturados que requieren un alto componente energético.

La extracción y procesamiento de hidrocarburos continuará siendo una actividad

fuertemente determinante de las condiciones del entorno, pero la industria petrolera habrá

continuado perfeccionando sus dispositivos y prácticas de control ambiental. La Faja del

Orinoco será escenario de una intensa actividad petrolera, bien controlada

ambientalmente.

En el sur de Venezuela se habrá completado el aprovechamiento hidroeléctrico del río

Caroní mediante la construcción de las presas de Caruachi y Tocoma y seguramente en

otros afluentes de este río. Se habrá concluido también en el occidente, el desarrollo

hidroeléctrico de los ríos Uribante y Caparo.

Otras fuentes renovables de energía habrán empezado a desarrollarse, pero su magnitud

todavía será de menor importancia que las tradicionales.

F. La ordenación del territorio

Como resultante de haber mejorado considerablemente las condiciones de vida en el

medio urbano y rural; de encontrarnos en un proceso de modernización agrícola

sustentable; de contar con un verdadero sistema de áreas protegidas; de haber ampliado

el aprovechamiento y conservación de las aguas; de adecuar la producción de energía a

la evolución de los mercados mundiales y domésticos y a los compromisos

internacionales de control ambiental y de continuar profundizando las políticas de

ordenación territorial, dentro de las orientaciones del Plan Nacional respectivo, para

mediados del siglo tendremos un país más armónico espacialmente y le habremos

ganado terreno a las formas insustentables de aprovechar los recursos naturales que

practicamos en la actualidad. (Ver Mapa de Venezuela)

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Así será posible apreciar que ese largo desideratum de ver más poblado el centro de

Venezuela, a través del fortalecimiento del circuito de ciudades del piedemonte sur de la

cordillera andina y de la costa (Barinas, Guanare, Acarigua, San Carlos, San Juan de los

Morros, Valle de la Pascua y El Tigre entre otras), se habrá logrado, mediante un intenso

desarrollo agroindustrial y el mejoramiento de los medios de transporte terrestre a través

de la ampliación de la red de carreteras y autopistas y la construcción de un sistema

ferroviario. Pero además, mediante una más intensa utilización del eje de navegación

Orinoco-Apure. A lo largo de estos dos ríos, pero también por el Meta para comunicarnos

fluvialmente con Colombia, se habrán hecho las obras de infraestructura necesaria para

promover la navegación y se estará generando un volumen de carga que haga rentable

este tipo de transporte.

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El Delta del Orinoco, ese ecosistema de gran importancia para el mantenimiento de los

equilibrios ecológicos globales, será objeto de un plan de desarrollo sustentable que

mantendrá incólume el hábitat de los waraos y los amplios humedales deltanos.

Y sobre los vastos territorios del escudo Guayanés y Amazónico, habrá clara conciencia

de que deberán seguir siendo objeto de un tratamiento ambientalmente muy cuidadoso,

de intervenciones puntuales y muy controladas y con un poblamiento de muy baja

densidad que preserve los derechos de las minorías étnicas que allí habitan. La minería

del hierro, la bauxita y el oro estará limitada al uso de tecnologías muy avanzadas; el

ecoturismo estará más desarrollado y el aprovechamiento científico de la rica

biodiversidad, será objeto de interés nacional. Ciudad Guayana seguirá siendo el principal

polo de las industrias básicas del país, y además se habrá constituido en un pujante

centro de desarrollo tecnológico.

Se habrán preservado la mayor parte de los bosques en la margen derecha del Orinoco, y

en su margen izquierda habrán no menos de cinco millones de hectáreas de nuevos

bosques sembrados para la explotación maderera. Venezuela tiene posibilidades de

establecer una importante industria maderera y de sus derivados, que se surta de

bosques cultivados.

Falcón, Miranda, Anzoátegui y Sucre se habrán consolidado como sitios muy importantes

de atracción turística nacional e internacional y la Isla de Margarita constituirá uno de los

principales centros del turismo internacional en el Mar Caribe. En el oriente se habrá

construido un puerto de aguas profundas que facilitará las exportaciones por esa parte del

país.

Las ciudades de mayor jerarquía en el sistema urbano venezolano, continuarán siendo en

su mayor parte las del eje norte costero: Maracaibo, Punto Fijo, Barquisimeto, Valencia,

Maracay, Caracas, Barcelona-Puerto La Cruz y Cumaná. Las más altas densidades

demográficas estarán a lo largo de este eje y también la mayoría de la industria

manufacturera mediana y de servicios.

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La economía de los tres estados andinos dependerá en gran medida de una agricultura

altamente especializada e intensiva, generadora de productos muy remunerativos y

condicionada en buena medida por factores ecológicos y por la conservación de los

suelos. El turismo nacional será la otra actividad para la cual estos estados están dotados

de especiales ventajas comparativas.

A este escenario francamente optimista, que a trazo grueso describimos, no llegaremos

por fuerzas inerciales. Todo lo contrario. Si consideramos que el país concluyó el Siglo XX

dentro de una honda crisis institucional; que durante las dos últimas décadas no hemos

tenido desarrollo económico y que sus élites no dan indicios de desear la modernización,

un escenario también probables es que continuásemos dando tumbos, sin progreso

alguno, y dentro de un proceso de creciente malestar social, de mayor corrupción,

deterioro ambiental y pérdida de esperanzas.

Aun contando con algunas tendencias favorables como antes indicamos, llegar a un

escenario futuro deseable va a requerir grandes cambios en la calidad de nuestra

dirigencia y en la cultura popular prevaleciente. Venezuela debe convertirse en una

empresa productiva y competitiva que le de preferencia a la agregación de valor

económico a sus productos naturales. Socialmente debemos lograr consenso sobre

cuáles deben ser los objetivos nacionales que verdaderamente nos convienen alcanzar.

Los gobiernos deberán ser más eficientes en la formulación de las políticas públicas

apropiadas y todos, conjuntamente, Estado y sociedad, demostrar mayor capacidad de

ejecución, para transformar en realidades tantas aspiraciones insatisfechas.

4. Para llegar a donde es deseable

¿Cómo visualizamos un camino apropiado para hacer posible el escenario ambiental

deseable? ¿Con qué recursos contamos? ¿Y qué aspectos centrales deberemos

considerar?

Venezuela cuenta de partida, con un acervo muy importante: una población relativamente

saludable y creativas y un abundante patrimonio de recursos naturales. Pero nos hace

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falta adelantar una estrategia de desarrollo sustentable que sea compartida por el cuerpo

social. Veamos los aspectos centrales que debe contener dicha estrategia.

A. Lucha contra la pobreza

No existirá durante las próximas décadas un objetivo más importante para la sociedad

venezolana, que adelantar una campaña para disminuir los índices de pobreza, que para

fines del Siglo XX alcanzaron niveles compatibles con un desarrollo sustentable.

La lucha contra la pobreza es prioritaria para mejorar la ecología humana, pero también

para la conservación ambiental, ya que la pobreza subyace muchos de los procesos de

degradación del entorno.

Enfrentar en su origen este ominoso fenómeno social, exige por lo tanto adelantar

acciones en múltiples planos. Para incidir sobre la pobreza de ingreso se requiere en

primer lugar ser acertados en una estrategia económica que haga crecer sin altibajos la

producción, la productividad y el empleo. Pero el aumento del ingreso debe hacerse

dentro de una mayor equidad y ello no se logra con medidas asistencialistas eventuales,

sino invirtiendo eficaz y permanentemente en el capital humano. Ya resulta repetitivo

señalar que la educación continúa siendo una prioridad nacional. Una educación que

privilegie la enseñanza para producir y que esté a la altura del acelerado proceso de

desarrollo científico y tecnológico que vive el mundo. Esencial también es el mejoramiento

de la salud, a través de la lucha contra las enfermedades, la mejor nutrición, el

saneamiento del entorno y el establecimiento de un verdadero sistema de seguridad

social.

B. Crecimiento económico sostenido

Desde la perspectiva económica, la marcha del país durante los últimos 20 años del Siglo

XX fue francamente desastrosa. No hemos acertado en encontrar la estrategia adecuada

para crecer sostenidamente. Aun cuando el aumento constante de la producción tiene una

incidencia negativa sobre el patrimonio de recursos naturales disponibles, para Venezuela

será esencial durante gran parte del siglo continuar creciendo económicamente para

mejorar las condiciones ambientales. Se trata de mejorar la calidad de vida y reducir la

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pobreza, pero además acceder a las nuevas tecnologías limpias de producción que se

están generando y las cuales demandan que tengamos una economía próspera capaz de

soportar los costos incrementales que ellas implicarán.

Para que Venezuela recupere su capacidad de crecer sin altibajos, requerirá formular una

estrategia económica que sea entendida por la mayoría de la población. El gasto público

deberá ser mucho más eficiente. Es indispensable así mismo, crear condiciones

favorables para que se incentive el ahorro y la inversión privada nacional, que en el

presente está jugando un papel marginal en el crecimiento de la economía. Igualmente

para que continúe el flujo de capitales internacionales hacia sectores productivos.

La economía venezolana seguirá dependiendo en gran medida de la utilización de

recursos naturales. El aprovechamiento de sus recursos energéticos, de los cuales está

tan bien dotado el país, continuarán siendo elementos básicos de la estrategia

económica. Pero también lo será la agricultura, sector que debe constituir el otro pilar de

una estrategia de desarrollo sustentable. Ambas actividades pueden desencadenar a su

alrededor la requerida diversificación económica. Pero la generación y utilización

doméstica de la energía y la producción agropecuaria sustentable, requerirán también de

una gestión ambiental exigente, si deseamos no seguir degradando el entorno y los

recursos naturales renovables.

C. Profundas reformas institucionales

La agenda modernizadora del Siglo XXI en Venezuela pasa todavía por la

instrumentación de importantes reformas institucionales. Hay necesidad de perfeccionar el

funcionamiento de la democracia para que el Estado pueda ser mejor representante de

los intereses colectivos. Y a la vez hay que tener un Estado mucho más eficiente para

poder instrumentar una estrategia que sea más sustentable social, económica, política y

ambientalmente.

El fortalecimiento de la sociedad civil, la mayor participación de las colectividades en la

solución de sus problemas, la armonía social que se requiere para cambiar sin trauma,

son sólo posibles dentro de un régimen de amplias libertades ciudadanas, donde

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prevalezca la regla del Derecho. Por lo tanto las reformas del sistema político y de la

Administración, la descentralización en todos los órdenes y un sistema judicial más

transparente y expedito, deben ser puntos centrales de la estrategia de desarrollo

sustentable del Siglo XXI.

D. Mejor aprovechamiento de los recursos naturales

La relación que históricamente hemos ido estableciendo entre la sociedad venezolana y

su medio ambiente no es sustentable. Esto ha sido especialmente así, después de la

entronización del estilo de desarrollo petrolero. La sustentabilidad ecológica que

aspiramos alcanzar conlleva profundas modificaciones en la forma como hemos venido

utilizando los recursos naturales. Ello empieza, porque requerimos una población mejor

educada en cuanto a la valoración de la ecología; con mejor comprensión de las

relaciones entre un aprovechamiento racional de los recursos naturales, el aumento de la

producción y la productividad. Y mucho más consciente sobre el hecho de que la calidad

de vida, ese valor a veces un tanto abstracto que aspiramos, depende en gran medida de

las condiciones medio ambientales, para tener buena salud y del placer estético que da

una satisfacción interior imponderable.

La sustentabilidad ambiental durante las próximas décadas requerirá también emplear las

tecnologías apropiadas para la producción agrícola e industrial. Y como es el caso que

muchas de esas tecnologías no son generadas por nuestro sistema científico-tecnológico,

además de propiciar una capacidad endógena, deberemos poder acceder en condiciones

más favorables que en el pasado, al mercado internacional de tecnologías. Esto último

deberá constituir un aspecto importante de la agenda internacional de Venezuela,

conjuntamente con las de otros países de la región.

5. Acotación Final

La prospectiva esbozada en términos optimistas es posible, como hemos visto, si el país

logra encaminarse durante las próximas décadas hacia un curso de desarrollo

sustentable. Venezuela tiene una amplia disponibilidad de recursos naturales y ello le

ofrece un margen de maniobra ventajoso, para que la transición a la dirección deseable

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pueda efectuarse gradualmente. No obstante, existen también amenazas potenciales que

pueden obstaculizar el curso proyectado.

Una primera amenaza la constituyen los problemas ambientales globales cuyo origen está

fuera de nuestro control. Por ejemplo, el proceso de cambio climático causado por la

creciente emisión de gases que contribuyen al efecto invernadero, puede exponernos a

una serie de riesgos ambientales o desastres naturales. También, el hecho de que

nuestros recursos pesqueros marinos pueden verse afectados por la creciente

contaminación del Mar Caribe.

Otra amenaza, de origen interno, que eventualmente podría tener consecuencias

ecológicas muy serias, la podría constituir la apertura minera de los estados Bolívar y

Amazonas. Si esta iniciativa llegare nuevamente a plantearse, sin poder asegurar

estrictos controles ambientales, como fue el caso del intento que se hizo durante la última

década del siglo pasado, de abrir una extensa superficie de la Reserva Forestal del

Imataca a la minería del oro, podría asestarse uno de los golpes más serios a la

diversidad biológica del país y en general a las cuencas hidrográficas de la margen

derecha del río Orinoco.

Así mismo, sería desastroso por sus consecuencias sociales y por ende ambientales, si

se prolongase por varias décadas un período de estancamiento económico como el que

ha sufrido Venezuela hacia finales del Siglo XX. Esta es una amenaza real si

resultásemos incapaces de cambiar algunos rasgos culturales que nos legó el rentismo

petrolero, que actúan en desmedro de una economía productiva, como lo es un sector

privado en general no comprometido con su país a través del ahorro y la inversión y una

población sin la disciplina social necesaria.

Finalmente, no debe subestimarse la posibilidad de que el país sufriese una regresión de

carácter político. Si ello llegase a ocurrir, el autoritarismo constituirá el peor antídoto al

fortalecimiento de la sociedad civil y la ampliación de la conciencia ambiental.

Históricamente conocemos como a la sombra del autoritarismo, nunca ha florecido el

ambientalismo.

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Esperamos confiados, que ninguna de estas amenazas lleguen a concretarse. Ello

requerirá, sin embargo, lucidez por parte del liderazgo, una conducta ciudadana en

permanente defensa de la democracia y un entorno internacional mucho más auspicioso,

en que la cooperación financiera y técnica de los países industrializados se haga una

realidad.

BIBLIOGRAFÍA

Gabaldón, A. J. (1998). La Agricultura Tropical Sostenible. Una necesidad. Conferencia.

Taller Internacional Agricultura Tropical Sostenible. Fundación Polar – Fundación

para la Investigación Agrícola. Estado Yaracuy.

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (1998). Informe sobre desarrollo

humano. Ediciones Mundi-Prensa.

Karliner, J. (1997). The Corporate Planet. San Francisco. Sierra Club Books.