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EVOLUCIÓN, TENDENCIAS Y PERSPECTIVAS DE
LA GESTIÓN AMBIENTAL EN VENEZUELA (∗)
Arnoldo José Gabaldón
En la mayoría de los estudios prospectivos realizados en el mundo hacia fines del siglo
XIX, el ambiente y los recursos naturales no estaban entre las variables analizadas. Aun
cuando se reconocía la ventaja de que los países contasen con una dotación generosa de
recursos, el entorno natural se consideraba como un elemento más o menos inmutable.
Precisamente, uno de los grandes legados que nos deja el Siglo XX, es haber constatado
que la evolución de la humanidad, dependerá cada vez más de lo que hagamos de ahora
en adelante con la naturaleza. Atrás quedó el concepto economicista del capital natural
como bien libre, para aceptarse en la actualidad que es un recurso finito, a cuyo
aprovechamiento estará atada en gran medida la calidad de vida y el desarrollo futuro.
Es desde esta perspectiva que a solicitud del Foro Nacional Ambiental de Colombia,
intentaremos anticipar lo que ocurrirá con el ambiente y la ordenación de los recursos
naturales en Venezuela durante la primera mitad del Siglo XXI. Este ejercicio de
prospección constituye la síntesis de lo que creemos puede ocurrir en un país
condicionado por su cultura y la inercia histórica; y por una serie de tendencias
internacionales, de las cuales no podemos deshacernos, dada la creciente globalización.
La exposición que sigue se divide en cuatro partes y concluye con una acotación final.
1. El punto de partida
¿Hasta dónde llegamos el pasado siglo? ¿Qué hicimos y qué dejamos de hacer? ¿Qué
tendencias generamos que puedan condicionar el futuro? Estas son algunas interrogantes
que necesariamente deben ser el punto de partida, en cualquier intento de visualizar el
futuro de la gestión ambiental.
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Trabajo presentado en el Seminario “La gestión ambiental en América Latina y el Caribe: retos y
oportunidades”, organizado por el Foro Nacional Ambiental de Colombia, Bogotá, 6 y 7 de Noviembre
de 2003.
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El Siglo XX, para bien y para mal de Venezuela, constituye el tiempo de la explosión
demográfica más radical que cabe imaginar en un país; de la ocupación acelerada y poco
ordenada del espacio a través del poblamiento y la localización de actividades
productivas, y dramáticas alteraciones del medio físico y biótico con alto saldo de recursos
naturales dilapidados o simplemente degradados. Seríamos benevolentes, si dijéramos
que la relación sociedad-naturaleza que fuimos estableciendo durante los pasados cien
años fue favorable al ambiente. Los más grandes cambios en la geografía nacional y a los
paisajes naturales, ocurrieron en ese período.
El balance resulta en gran medida negativo en términos de bosques deforestados; aguas,
suelos y atmósfera contaminados; tierras dejadas estériles por la erosión, fauna
exterminada y ambientes urbanos degradados, donde habita un porcentaje alto de la
población en condiciones de vida que dejan mucho que desear. En la generación de estos
pasivos ambientales, no cabe duda que le correspondió una alta responsabilidad al estilo
de desarrollo petrolero, fundado en buena medida en la explotación de un recurso natural
no renovable.
Pero no todo fue negativo. Quedan también importantes logros en términos de desarrollo
humano, de infraestructuras construidas, de instituciones e instrumentos legales relativos
a la conservación, defensa y mejoramiento del ambiente; de un amplio y diverso sistema
de áreas naturales protegidas, y sobre todo, quizás lo más importante, de una incipiente
conciencia ambiental, especialmente entre la juventud, que se expresa a través de
organizaciones de la sociedad civil que han proliferado, gracias a que en los últimos 45
años el país ha disfrutado, como nunca antes en su convulsionada historia, de un régimen
de libertades democráticas. Este es el punto de arranque desde donde intentaremos
visualizar el futuro de la gestión ambiental y especular sobre ella.
2. Las megatendencias que condicionarán los escenarios ambientales
nacionales.
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Es muy difícil predecir lo que ocurrirá con el medio ambiente y la ordenación de los
recursos naturales de Venezuela, dentro de un horizonte prolongado. La velocidad del
cambio en todos los órdenes que se anticipa y por ende el cúmulo de circunstancias no
previsibles, son enormes. El pensar en posibles escenarios resulta por lo tanto muy
complejo. Sin embargo, lo que habrá de ocurrir estará seguramente condicionado por una
serie de megatendencias o macro procesos de ámbito internacional y nacional de los
cuales algunos son posibles de señalar desde el presente. Esas tendencias anticipables
son las siguientes.
A. El patrón energético mundial
El Siglo XXI deberá ser el escenario de una transformación mundial profunda, en cuanto a
la problemática energética. Ha llegado a decirse que la civilización del carbón alcanzó su
clímax durante la pasada centuria. El carbón seguirá siendo una fuente energética
importante, pero una serie de factores hacen anticipar que durante este Siglo
presenciaremos una transición energética, perdiendo los combustibles fósiles su
prevalencia actual, para ser progresivamente sustituidos por fuentes energéticas
renovables. Dicha tendencia apunta hacia la reducción de uno de los factores
generadores de mayor contaminación atmosférica y desencadenante del fenómeno global
de “cambio climático”. La transición energética en cuestión será más el resultado de
políticas de conservación ambiental global de innovación tecnológica, que del
agotamiento de recursos naturales que no son renovables, como llegó a pensarse en el
pasado.
Por razones obvias, esa transición energética ocurrirá tardíamente en Venezuela. Siendo
la actividad económica tan dependiente del petróleo, el reajuste impuesto por fuerzas
exógenas será más lento. Pero sus consecuencia podrán generar traumas económicos,
sociales y políticos dramáticos, si no adquirimos conciencia de la profundidad de cambios
que nos resultan ineludibles y vamos actuando ante ellos previsivamente.
B. Desarrollo tecnológico exponencial
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Si notable fue el desarrollo científico y tecnológico en el Siglo XX, más acelerado aún se
anticipa que será el proceso de innovación durante esta centuria.
Ya conocemos como las condiciones ambientales del Planeta están determinadas en gran
parte, positiva o negativamente, por el desarrollo científico-tecnológico. De allí la
relevancia del crecimiento exponencial que se conjetura ocurrirá en una amplia gama de
áreas. En ese contexto, se consideran especialmente importantes para el medio
ambiente, el desarrollo de las telecomunicaciones que se vislumbra. Dentro de un mundo
mucho mejor informado y comunicado, lo relacionado con el deterioro ambiental se
conocerá más rápidamente, la educación ambiental se facilitará y el funcionamiento de las
democracias será más transparente, lo que tiene dentro de este contexto un alto valor,
como veremos más adelante.
Por otra parte, se estima también que ocurrirán cambios profundos en los procesos
industriales para hacerlos menos agresivos al entorno. La desmaterialización de la
producción hará que se requieran menos unidades de recursos naturales por unidad de
producto generado y habrán tecnologías más avanzadas para el tratamiento de las
emisiones líquidas, sólidas y gaseosas.
Por su parte, el aumento de la productividad agropecuaria dependerá cada vez más de
nuevas biotecnologías y el manejo de los recursos naturales renovables se hará con
mejores prácticas que se habrán desarrollado.
Todo esto redundará favorablemente en la corrección de numerosas fuerzas degradantes
del ambiente, pero implicarán también costos que las economías de los países deben
estar en condiciones de poder sufragar.
C. Fortalecimiento de la institucionalidad ambiental internacional
Una de las fuerzas más poderosas para que se establezca en los países una gestión
apropiada del entorno durante las próximas décadas, provendrá del creciente número de
instituciones internacionales relacionadas con el medio ambiente. El derecho ambiental
internacional se está ampliando y fortaleciendo y cada vez más los países, en virtud de
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las convenciones suscritas y las que seguramente surgirán en el futuro, estarán obligados
a darle cumplimiento a las disposiciones acordadas.
El condicionamiento por motivos ambientales de los financiamientos a proyectos de
desarrollo serán ostensibles. Esto ocurrirá no solamente con los organismos financieros
multilaterales, sino con los entes de financiamiento privado dentro del contexto de los
llamados Principios Ecuatoriales, recientemente adoptados por dichas instituciones. Y no
menos importantes serán los procesos de certificación internacional con normas tales
como las ISO-14000 establecidas por la Organización Internacional de Normalización y
otras, que constituyen un requisito a la producción para poder acceder a los mercados a
través del comercial internacional o que el aparato industrial está acogiendo
voluntariamente para orientar su gestión ambiental.
D. La globalización de la democracia
Todo parece indicar que el mundo marcha indeteniblemente por un proceso de mayor
democratización de los sistemas de gobierno. Un período sin precedentes en la historia
de la humanidad. Esta tendencia tendrá hondas repercusiones de distinta naturaleza,
entre otras el surgimiento de nuevos movimientos sociales ambientalistas de ámbito
nacional e internacional. La democracia y su constante perfeccionamiento, van de la
mano con el fortalecimiento de la sociedad civil. La presencia de una sociedad civil fuerte,
participativa y bien educada e informada, a través de modernos sistemas de
telecomunicaciones, constituye el factor motivacional por excelencia para que los Estados
cumplan sus compromisos de manejo ambiental sustentable. De aquí que la
democratización que se aprecia a escala de la mayoría de los países, constituirá una
fuerza favorable para una gestión ambiental apropiada. En el contexto de una mejor
democracia se inscriben los procesos de creciente involucramiento de actores
(stakeholders engagement) en los estudios ambientales de aquellos proyectos de
desarrollo que tienen mayor visibilidad nacional e internacional. La eventualidad de los
“show-stopper”, constituye un acicate a la mejor gestión ambiental.
E. La creciente intervención de las corporaciones transnacionales
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Uno de los factores que caracteriza particularmente el proceso de globalización
económica, es el surgimiento de miles de empresas cuyas operaciones se realizan en
múltiples países. Estas corporaciones transnacionales, como se denominan en el lenguaje
de Naciones Unidas, constituyen una suerte de emblema del proceso para unos y de
anatema para otros.
Dichos entes productores y comercializadores de todo tipo de bienes y servicios, manejan
en una proporción elevada y creciente, la actividad económica mundial. Es difícil, por
ejemplo, concebir un complejo minero, energético, industrial o de servicios financieros, de
dimensiones relativamente importantes, que no tengan presencia a la vez en diferentes
países.
Para 1995 existían en el mundo cerca de 40.000 corporaciones transnacionales. Las 300
mayores entre ellas, eran propietarias del 25% de los activos productivos del mundo
(Karliner, 1997). La influencia de estos entes para condicionar los mercados y determinar
estilos de vida es cada vez mayor, pero también para modificar directa o indirectamente
los ecosistemas naturales. Las actividades que generan mayores impactos ecológicos en
el planeta, son responsabilidad en alto grado de las corporaciones transnacionales. Sea el
caso de la minería, la producción de combustibles, las explotaciones forestales y
pesqueras y la producción manufacturera en general, entre otras.
Como resultado de las actividades que las corporaciones transnacionales lleven a cabo
en el futuro en Venezuela, atraídas por la potencialidad de sus recursos, hay que estar
preparados para enfrentar los riesgos implícitos en la intervención de algunos de nuestros
paisajes naturales. Sobre todo, tomando en consideración que a la par que nuestra
economía se va abriendo para insertarse en los mercados internacionales, se
incrementará seguramente la presencia de dichas corporaciones.
F. Liberación de flujos financieros como resultado del desarme
No obstante los conflictos internos de algunos países, motivados por problemas étnicos,
religiosos o políticos y eventuales confrontaciones a escala limitada entre países por
causas de nacionalismos exacerbados; un creciente número de factores parecen indicar
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que el mundo se orienta cada vez más hacia un proceso de mayor distensión. El correlato
de esa situación deberá ser una disminución apreciable en los gastos militares y el
comercio de armamentos que todavía genera un flujo anual de varios cientos de millardos
de dólares.
La liberación parcial de un monto de recursos de esa magnitud dentro de los países
deberá significar mayor inversión en capital humano y en conservación del medio
ambiente, como factor coadyuvante al mejoramiento de la calidad de vida. Los países
desarrollados estarán así mismo en capacidad de incrementar la cooperación financiera y
técnica hacia el llamado Tercer Mundo, como se acordó en la Conferencia de las
Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en
1992, pero que no se ha cumplido.
G. La prevalencia de la economía de mercado
El mundo marcha cada vez más hacia el establecimiento y desarrollo de economías de
mercado, donde los mecanismos de éste sean determinantes en la asignación de los
recursos. Hasta ahora se ha previsto que el funcionamiento del mercado podrá generar de
su seno instrumentos económicos capaces de valorar en su justa medida los recursos
medio ambientales, los servicios que ellos prestan e inducir por ende a su
aprovechamiento sustentable. Sobre esta premisa está basada gran parte de la
racionalidad ambiental que se propone en el presente por parte de las instituciones
internacionales. El discurso va más o menos así: si los recursos naturales son valuados a
precios que incluyan los verdaderos costos ambientales; si se eliminan los subsidios que
inducen al mal uso de los recursos naturales y si pechan a través de impuestos las
actividades o usos de los recursos naturales degradantes del entorno, entre otras
medidas, el resultado será una mejor gestión ambiental. Pero si para mediados del
próximo siglo este objetivo no se hubiese logrado y se apreciara que las condiciones
ambientales del Planeta continuasen deteriorándose a la velocidad que hemos
presenciado durante las últimas décadas, no cabe duda que la humanidad se verá
obligada a iniciar un proceso de análisis y cuestionamiento del modelo de economía de
mercado, como quizás no llegó a estar planteado en la época más exitosa del modelo
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socialista soviético. Para esto también tendrán que estar preparadas las próximas
generaciones.
H. Crecimiento demográfico estacionario
Finalmente cabe referirse a una macrotendencia de carácter nacional, pero no por ello
menos importante. Así como la expansión demográfica que produjo la revolución sanitaria
y el rápido proceso de urbanización, fueron determinantes de grandes impactos
ecológicos en Venezuela durante el Siglo XX, en el presente siglo no ocurrirá lo mismo.
Se estima que para el año 2050 la población de Venezuela estará alrededor de los 50
millones de habitantes, pero habrá llegado a un nivel de crecimiento prácticamente
estacionario. La reducción de las altas tasas de crecimiento demográfico que se
registraron en la segunda mitad del Siglo XX, habrá desactivado uno de los factores de
más difícil manejo desde el punto de vista ambiental. Por otra parte, habiendo ocurrido
prácticamente la totalidad del proceso de urbanización durante el citado período, lo que
habrá que enfrentar en las próximas décadas serán unas ciudades en general creciendo
muy moderadamente, donde por consiguiente la dotación de infraestructura y viviendas
para subsanar los déficit de servicios acumulados y poder mejorar las condiciones
ambientales urbanas, constituirá una actividad menos titánica que en el presente.
3. Un escenario ambiental posible
Señalamos la dificultad de un ejercicio prospectivo a largo plazo. De allí que en lugar de
intentar imaginar un escenario cuyos rasgos integrales anticipamos, lo que proponemos
es pensar la posible situación que presentarán un conjunto de aspectos que tienen mucho
peso en la determinación de las condiciones ambientales y de la ordenación de los
recursos naturales. ¿Cuándo podrán darse dichas situaciones? Estimamos que al término
de este medio siglo, ya que ir más allá constituye en la práctica una adivinanza.
A. Ciudades más vivibles
Superada la fase de urbanización acelerada que caracterizó los últimos cincuenta años,
no es irreal pensar que nuestro sistema de ciudades, salvo alguna que otra excepción,
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podrán entrar en un proceso de franco mejoramiento y llegar a niveles aceptables en
términos de los servicios públicos suministrados, la calidad de la vivienda, especialmente
en los barrios, la infraestructura de transporte, la seguridad pública y el control del
crecimiento físico, a través de instrumentos de ordenación urbanística. Desde la
perspectiva de la ecología humana esto será un gran progreso, por cuanto cerca del 90
por ciento de la población vivirá dentro de perímetros urbanizados.
Tres aspectos directamente relacionados con la calidad medio ambiental urbana es
posible que hayan mejorado apreciablemente. La atmósfera de nuestras ciudades deberá
estar menos contaminada que en la actualidad, como resultado de los cambios
tecnológicos que habrán en los sistemas de transporte. No será el caso solamente de
combustibles menos contaminantes, sino de motores mucho más eficientes y del uso de
motores eléctricos. A esta situación se sumará el mayor control que se ejercerá sobre las
emisiones a la atmósfera provenientes del parque industrial urbano y suburbano, el cual
se habrá reconvertido de acuerdo a pautas ecoeficientes. El segundo aspecto tiene que
ver con el agua. A la par de servir a la totalidad de la población con agua potable y
sistemas de cloacas, un gran progreso en término de la calidad de nuestros ríos y cuerpos
de agua se dará por haberse instalado de manera generalizada sistemas de tratamiento
de efluentes. Y tercero, seguramente contaremos en las ciudades con buenos sistemas
de recolección y disposición de basuras y otros desechos contaminantes.
B. La marcha hacia la agricultura sustentable
La agricultura sustentable es aquella, en que la población de bienes agrícolas (alimentos,
fibras, insumos varios) se sucede de manera que la base de recursos naturales utilizada
se conserve o se mejore; constituya un negocio remunerativo para los diferentes actores
del circuito agroalimentario, comenzando por los productores hasta llegar a los
consumidores, de manera que a su vez se combata la pobreza; y sea socialmente
aceptable en cuanto a que los actores la conozcan, acepten y valores (Gabaldón, 1998).
Lo que logre avanzar Venezuela en la dirección aludida durante las próximas décadas
tendrá una enorme repercusión en término del aprovechamiento de nuestros recursos
naturales renovables. La aproximación a ese objetivo significará un mejor cuidado de los
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suelos en franco proceso erosivo y de pérdida de fertilidad, en muchos lugares del país.
Igualmente será una contención al uso indiscriminado y exagerado de agroquímicos que
contaminan los suelos y las aguas. Pero además, constituirá la base para un aumento
sostenido de la productividad agrícola; el mejoramiento del nivel de ingreso de la
población rural y un suministro eficiente de alimentos a nuestras ciudades.
Venezuela contará con una agricultura, que si bien no nos autoabastecerá en todos los
rubros, nos hará más autosuficientes. Los agricultores disfrutarán de mejor estatus
económico y las diferencias de niveles de vida entre el campo y la ciudad serán menos
notorias.
La expansión de la agricultura significará, sin embargo, una poderosa fuerza para ampliar
la frontera ocupada por esta actividad en desmedro del hábitat natural y por ende de la
biodiversidad. En tales circunstancias, la agricultura sustentable, y la ordenación territorial
son indispensables para mitigar tales impactos ambientales. Esto se hará patente por
ejemplo, en el proceso de ampliación de la agricultura que ocurrirá en las zonas litorales
de varios estados del país.
Todo esto será posible, si logramos articular una política agrícola acorde con un desarrollo
sustentable y sabemos sacar provecho de la investigación y de la innovación tecnológica,
especialmente en el campo de la biotecnología.
C. Un verdadero sistema de áreas protegidas
Hasta el presente, Venezuela ha tenido el acierto de establecer legalmente, un sistema de
áreas protegidas suficientemente representativas de la diversidad de ecosistemas
terrestres y marino-costeros y de otras zonas que requieren un manejo conservacionista.
Éste ha sido un importante paso en la dirección apropiada. Pero estamos lejos de haber
asegurado la vigilancia y protección que esas áreas requieren y el desarrollo de las
infraestructuras necesarias para la investigación científica y el uso para el esparcimiento y
la recreación en contacto con el medio natural. Estos objetivos serán perfectamente
alcanzables con los medios a disposición durante las próximas décadas, si hacemos un
esfuerzo bien orientado. De allí que tenemos la visión que Venezuela contará para
mediados del próximo siglo con un sistema nacional de áreas protegidas, consolidado y
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administrado de acuerdo a planes de ordenamiento y reglamentos de uso. Dicho sistema
constituirá un factor eficaz en la conservación de la diversidad biológica, tanto de la fauna
silvestre como de la flora y un motivo de orgullo colectivo, dado el ostensible valor estético
de las áreas protegidas.
D. El manejo de las aguas
El agua constituye uno de los recursos naturales de los cuales el país está mejor dotado,
haciendo abstracción de su distribución espacial y temporal (ciclo de sequías-
inundaciones). Por lo tanto, dicha riqueza debe ser usada como factor coadyuvante
fundamental, a los fines de un desarrollo sustentable.
En las próximas cuatro o cinco décadas, la población y las actividades productivas
continuarán requiriendo cantidades crecientes de agua. Para el abastecimiento humano
se necesitará aumentar la oferta de agua potable en aproximadamente 2,5 a 3 veces.
Esto se habrá logrado en buena proporción mediante la ampliación de los acueductos
regionales ya existentes, aunque también a través de la ampliación de muchos de los
sistemas de abastecimiento simples construidos. Se estima consiguientemente, que la
inversión a realizar será de menor intensidad, que en las pasadas décadas, cuando
muchos de esos acueductos no existían y además la población crecía aceleradamente
hasta quintuplicarse en 50 años.
Un reto técnico y financiero importante, será el mantener una calidad aceptable del
recurso en los ríos y cuerpos de agua ubicados en la margen izquierda del río Orinoco,
que será donde continuará asentada la mayor parte de la población. Ello exigirá la
instalación de extensos sistemas de cloacas y plantas de tratamiento de efluentes en
muchos sitios. Esto se cree posible, sobre todo si las expectativas se hacen depender del
uso de nuevas tecnologías de tratamiento menos intensivas en el uso de capital, que
habrá que desarrollar.
Por esta vía habrá sido posible recuperar mayormente la calidad de las aguas de nuestros
ríos y otros cuerpos de agua. Mención especial merecen la situación de los lagos de
Valencia y Maracaibo y de las aguas marinas litorales.
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La calidad de las aguas marinas en el litoral caribeño, habrá también mejorado como
resultado del tratamiento de efluentes en las poblaciones ribereñas y serán nuevamente
utilizables para la recreación de un buen número de playas hoy contaminadas. Esta
acción será motivada por una toma de conciencia sobre la importancia para la salud
humana de contar con playas no contaminadas y para fomentar el turismo nacional e
internacional.
El país habrá continuado enfrentando los desequilibrios espaciales en la distribución del
agua mediante la construcción de obras hidráulicas de almacenamiento y transvase y
luchando contra las inundaciones y anegamiento de los paisajes llaneros a través de la
construcción de obras de saneamiento y drenaje. Se habrá extendido considerablemente
la superficie regada, especialmente en las áreas semiáridas. Se habrá tomado mayor
conciencia sobre la importancia de la conservación de las cuencas hidrográficas y en un
buen número de ellas, sobre todo las ubicadas en el piedemonte andino, se estarán
realizando programas de reforestación, conservación de suelos, control de torrentes y
cambio de usos.
E. La producción de energía
Venezuela continuará siendo un país productor de energía. Aun cuando el mercado
mundial de hidrocarburos se irá viendo afectado cada vez más por la transición energética
a que antes aludimos, especialmente durante la segunda mitad del próximo siglo, el país
no renunciará a su vocación natural determinada por la disponibilidad de una enorme
gama de energéticos. La producción de energía, principalmente con combustibles fósiles,
se habrá multiplicado por cuatro o cinco sobre los valores actuales. Este aumento estará
grandemente influenciado por el crecimiento económico que hayamos alcanzado. Se
habrán producido no obstante, cambios importantes en la composición de la oferta. El gas
ocupará una posición mucho más importante que en la actualidad en el consumo interno y
en las exportaciones. Éstas se harán mediante tanqueros, pero también a través de
gasductos que nos interconectarán con los mercados insulares del Caribe y del norte. Los
combustibles líquidos provenientes del petróleo constituirán sin embargo, el mayor
porcentaje de la oferta.
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La industria petroquímica se habrá ampliado considerablemente. Muy pocas de nuestras
exportaciones de hidrocarburos no habrán sido previamente procesados dentro del
territorio nacional y en una alta proporción ellos irán incorporados a productos
manufacturados que requieren un alto componente energético.
La extracción y procesamiento de hidrocarburos continuará siendo una actividad
fuertemente determinante de las condiciones del entorno, pero la industria petrolera habrá
continuado perfeccionando sus dispositivos y prácticas de control ambiental. La Faja del
Orinoco será escenario de una intensa actividad petrolera, bien controlada
ambientalmente.
En el sur de Venezuela se habrá completado el aprovechamiento hidroeléctrico del río
Caroní mediante la construcción de las presas de Caruachi y Tocoma y seguramente en
otros afluentes de este río. Se habrá concluido también en el occidente, el desarrollo
hidroeléctrico de los ríos Uribante y Caparo.
Otras fuentes renovables de energía habrán empezado a desarrollarse, pero su magnitud
todavía será de menor importancia que las tradicionales.
F. La ordenación del territorio
Como resultante de haber mejorado considerablemente las condiciones de vida en el
medio urbano y rural; de encontrarnos en un proceso de modernización agrícola
sustentable; de contar con un verdadero sistema de áreas protegidas; de haber ampliado
el aprovechamiento y conservación de las aguas; de adecuar la producción de energía a
la evolución de los mercados mundiales y domésticos y a los compromisos
internacionales de control ambiental y de continuar profundizando las políticas de
ordenación territorial, dentro de las orientaciones del Plan Nacional respectivo, para
mediados del siglo tendremos un país más armónico espacialmente y le habremos
ganado terreno a las formas insustentables de aprovechar los recursos naturales que
practicamos en la actualidad. (Ver Mapa de Venezuela)
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Así será posible apreciar que ese largo desideratum de ver más poblado el centro de
Venezuela, a través del fortalecimiento del circuito de ciudades del piedemonte sur de la
cordillera andina y de la costa (Barinas, Guanare, Acarigua, San Carlos, San Juan de los
Morros, Valle de la Pascua y El Tigre entre otras), se habrá logrado, mediante un intenso
desarrollo agroindustrial y el mejoramiento de los medios de transporte terrestre a través
de la ampliación de la red de carreteras y autopistas y la construcción de un sistema
ferroviario. Pero además, mediante una más intensa utilización del eje de navegación
Orinoco-Apure. A lo largo de estos dos ríos, pero también por el Meta para comunicarnos
fluvialmente con Colombia, se habrán hecho las obras de infraestructura necesaria para
promover la navegación y se estará generando un volumen de carga que haga rentable
este tipo de transporte.
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El Delta del Orinoco, ese ecosistema de gran importancia para el mantenimiento de los
equilibrios ecológicos globales, será objeto de un plan de desarrollo sustentable que
mantendrá incólume el hábitat de los waraos y los amplios humedales deltanos.
Y sobre los vastos territorios del escudo Guayanés y Amazónico, habrá clara conciencia
de que deberán seguir siendo objeto de un tratamiento ambientalmente muy cuidadoso,
de intervenciones puntuales y muy controladas y con un poblamiento de muy baja
densidad que preserve los derechos de las minorías étnicas que allí habitan. La minería
del hierro, la bauxita y el oro estará limitada al uso de tecnologías muy avanzadas; el
ecoturismo estará más desarrollado y el aprovechamiento científico de la rica
biodiversidad, será objeto de interés nacional. Ciudad Guayana seguirá siendo el principal
polo de las industrias básicas del país, y además se habrá constituido en un pujante
centro de desarrollo tecnológico.
Se habrán preservado la mayor parte de los bosques en la margen derecha del Orinoco, y
en su margen izquierda habrán no menos de cinco millones de hectáreas de nuevos
bosques sembrados para la explotación maderera. Venezuela tiene posibilidades de
establecer una importante industria maderera y de sus derivados, que se surta de
bosques cultivados.
Falcón, Miranda, Anzoátegui y Sucre se habrán consolidado como sitios muy importantes
de atracción turística nacional e internacional y la Isla de Margarita constituirá uno de los
principales centros del turismo internacional en el Mar Caribe. En el oriente se habrá
construido un puerto de aguas profundas que facilitará las exportaciones por esa parte del
país.
Las ciudades de mayor jerarquía en el sistema urbano venezolano, continuarán siendo en
su mayor parte las del eje norte costero: Maracaibo, Punto Fijo, Barquisimeto, Valencia,
Maracay, Caracas, Barcelona-Puerto La Cruz y Cumaná. Las más altas densidades
demográficas estarán a lo largo de este eje y también la mayoría de la industria
manufacturera mediana y de servicios.
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La economía de los tres estados andinos dependerá en gran medida de una agricultura
altamente especializada e intensiva, generadora de productos muy remunerativos y
condicionada en buena medida por factores ecológicos y por la conservación de los
suelos. El turismo nacional será la otra actividad para la cual estos estados están dotados
de especiales ventajas comparativas.
A este escenario francamente optimista, que a trazo grueso describimos, no llegaremos
por fuerzas inerciales. Todo lo contrario. Si consideramos que el país concluyó el Siglo XX
dentro de una honda crisis institucional; que durante las dos últimas décadas no hemos
tenido desarrollo económico y que sus élites no dan indicios de desear la modernización,
un escenario también probables es que continuásemos dando tumbos, sin progreso
alguno, y dentro de un proceso de creciente malestar social, de mayor corrupción,
deterioro ambiental y pérdida de esperanzas.
Aun contando con algunas tendencias favorables como antes indicamos, llegar a un
escenario futuro deseable va a requerir grandes cambios en la calidad de nuestra
dirigencia y en la cultura popular prevaleciente. Venezuela debe convertirse en una
empresa productiva y competitiva que le de preferencia a la agregación de valor
económico a sus productos naturales. Socialmente debemos lograr consenso sobre
cuáles deben ser los objetivos nacionales que verdaderamente nos convienen alcanzar.
Los gobiernos deberán ser más eficientes en la formulación de las políticas públicas
apropiadas y todos, conjuntamente, Estado y sociedad, demostrar mayor capacidad de
ejecución, para transformar en realidades tantas aspiraciones insatisfechas.
4. Para llegar a donde es deseable
¿Cómo visualizamos un camino apropiado para hacer posible el escenario ambiental
deseable? ¿Con qué recursos contamos? ¿Y qué aspectos centrales deberemos
considerar?
Venezuela cuenta de partida, con un acervo muy importante: una población relativamente
saludable y creativas y un abundante patrimonio de recursos naturales. Pero nos hace
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falta adelantar una estrategia de desarrollo sustentable que sea compartida por el cuerpo
social. Veamos los aspectos centrales que debe contener dicha estrategia.
A. Lucha contra la pobreza
No existirá durante las próximas décadas un objetivo más importante para la sociedad
venezolana, que adelantar una campaña para disminuir los índices de pobreza, que para
fines del Siglo XX alcanzaron niveles compatibles con un desarrollo sustentable.
La lucha contra la pobreza es prioritaria para mejorar la ecología humana, pero también
para la conservación ambiental, ya que la pobreza subyace muchos de los procesos de
degradación del entorno.
Enfrentar en su origen este ominoso fenómeno social, exige por lo tanto adelantar
acciones en múltiples planos. Para incidir sobre la pobreza de ingreso se requiere en
primer lugar ser acertados en una estrategia económica que haga crecer sin altibajos la
producción, la productividad y el empleo. Pero el aumento del ingreso debe hacerse
dentro de una mayor equidad y ello no se logra con medidas asistencialistas eventuales,
sino invirtiendo eficaz y permanentemente en el capital humano. Ya resulta repetitivo
señalar que la educación continúa siendo una prioridad nacional. Una educación que
privilegie la enseñanza para producir y que esté a la altura del acelerado proceso de
desarrollo científico y tecnológico que vive el mundo. Esencial también es el mejoramiento
de la salud, a través de la lucha contra las enfermedades, la mejor nutrición, el
saneamiento del entorno y el establecimiento de un verdadero sistema de seguridad
social.
B. Crecimiento económico sostenido
Desde la perspectiva económica, la marcha del país durante los últimos 20 años del Siglo
XX fue francamente desastrosa. No hemos acertado en encontrar la estrategia adecuada
para crecer sostenidamente. Aun cuando el aumento constante de la producción tiene una
incidencia negativa sobre el patrimonio de recursos naturales disponibles, para Venezuela
será esencial durante gran parte del siglo continuar creciendo económicamente para
mejorar las condiciones ambientales. Se trata de mejorar la calidad de vida y reducir la
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pobreza, pero además acceder a las nuevas tecnologías limpias de producción que se
están generando y las cuales demandan que tengamos una economía próspera capaz de
soportar los costos incrementales que ellas implicarán.
Para que Venezuela recupere su capacidad de crecer sin altibajos, requerirá formular una
estrategia económica que sea entendida por la mayoría de la población. El gasto público
deberá ser mucho más eficiente. Es indispensable así mismo, crear condiciones
favorables para que se incentive el ahorro y la inversión privada nacional, que en el
presente está jugando un papel marginal en el crecimiento de la economía. Igualmente
para que continúe el flujo de capitales internacionales hacia sectores productivos.
La economía venezolana seguirá dependiendo en gran medida de la utilización de
recursos naturales. El aprovechamiento de sus recursos energéticos, de los cuales está
tan bien dotado el país, continuarán siendo elementos básicos de la estrategia
económica. Pero también lo será la agricultura, sector que debe constituir el otro pilar de
una estrategia de desarrollo sustentable. Ambas actividades pueden desencadenar a su
alrededor la requerida diversificación económica. Pero la generación y utilización
doméstica de la energía y la producción agropecuaria sustentable, requerirán también de
una gestión ambiental exigente, si deseamos no seguir degradando el entorno y los
recursos naturales renovables.
C. Profundas reformas institucionales
La agenda modernizadora del Siglo XXI en Venezuela pasa todavía por la
instrumentación de importantes reformas institucionales. Hay necesidad de perfeccionar el
funcionamiento de la democracia para que el Estado pueda ser mejor representante de
los intereses colectivos. Y a la vez hay que tener un Estado mucho más eficiente para
poder instrumentar una estrategia que sea más sustentable social, económica, política y
ambientalmente.
El fortalecimiento de la sociedad civil, la mayor participación de las colectividades en la
solución de sus problemas, la armonía social que se requiere para cambiar sin trauma,
son sólo posibles dentro de un régimen de amplias libertades ciudadanas, donde
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prevalezca la regla del Derecho. Por lo tanto las reformas del sistema político y de la
Administración, la descentralización en todos los órdenes y un sistema judicial más
transparente y expedito, deben ser puntos centrales de la estrategia de desarrollo
sustentable del Siglo XXI.
D. Mejor aprovechamiento de los recursos naturales
La relación que históricamente hemos ido estableciendo entre la sociedad venezolana y
su medio ambiente no es sustentable. Esto ha sido especialmente así, después de la
entronización del estilo de desarrollo petrolero. La sustentabilidad ecológica que
aspiramos alcanzar conlleva profundas modificaciones en la forma como hemos venido
utilizando los recursos naturales. Ello empieza, porque requerimos una población mejor
educada en cuanto a la valoración de la ecología; con mejor comprensión de las
relaciones entre un aprovechamiento racional de los recursos naturales, el aumento de la
producción y la productividad. Y mucho más consciente sobre el hecho de que la calidad
de vida, ese valor a veces un tanto abstracto que aspiramos, depende en gran medida de
las condiciones medio ambientales, para tener buena salud y del placer estético que da
una satisfacción interior imponderable.
La sustentabilidad ambiental durante las próximas décadas requerirá también emplear las
tecnologías apropiadas para la producción agrícola e industrial. Y como es el caso que
muchas de esas tecnologías no son generadas por nuestro sistema científico-tecnológico,
además de propiciar una capacidad endógena, deberemos poder acceder en condiciones
más favorables que en el pasado, al mercado internacional de tecnologías. Esto último
deberá constituir un aspecto importante de la agenda internacional de Venezuela,
conjuntamente con las de otros países de la región.
5. Acotación Final
La prospectiva esbozada en términos optimistas es posible, como hemos visto, si el país
logra encaminarse durante las próximas décadas hacia un curso de desarrollo
sustentable. Venezuela tiene una amplia disponibilidad de recursos naturales y ello le
ofrece un margen de maniobra ventajoso, para que la transición a la dirección deseable
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pueda efectuarse gradualmente. No obstante, existen también amenazas potenciales que
pueden obstaculizar el curso proyectado.
Una primera amenaza la constituyen los problemas ambientales globales cuyo origen está
fuera de nuestro control. Por ejemplo, el proceso de cambio climático causado por la
creciente emisión de gases que contribuyen al efecto invernadero, puede exponernos a
una serie de riesgos ambientales o desastres naturales. También, el hecho de que
nuestros recursos pesqueros marinos pueden verse afectados por la creciente
contaminación del Mar Caribe.
Otra amenaza, de origen interno, que eventualmente podría tener consecuencias
ecológicas muy serias, la podría constituir la apertura minera de los estados Bolívar y
Amazonas. Si esta iniciativa llegare nuevamente a plantearse, sin poder asegurar
estrictos controles ambientales, como fue el caso del intento que se hizo durante la última
década del siglo pasado, de abrir una extensa superficie de la Reserva Forestal del
Imataca a la minería del oro, podría asestarse uno de los golpes más serios a la
diversidad biológica del país y en general a las cuencas hidrográficas de la margen
derecha del río Orinoco.
Así mismo, sería desastroso por sus consecuencias sociales y por ende ambientales, si
se prolongase por varias décadas un período de estancamiento económico como el que
ha sufrido Venezuela hacia finales del Siglo XX. Esta es una amenaza real si
resultásemos incapaces de cambiar algunos rasgos culturales que nos legó el rentismo
petrolero, que actúan en desmedro de una economía productiva, como lo es un sector
privado en general no comprometido con su país a través del ahorro y la inversión y una
población sin la disciplina social necesaria.
Finalmente, no debe subestimarse la posibilidad de que el país sufriese una regresión de
carácter político. Si ello llegase a ocurrir, el autoritarismo constituirá el peor antídoto al
fortalecimiento de la sociedad civil y la ampliación de la conciencia ambiental.
Históricamente conocemos como a la sombra del autoritarismo, nunca ha florecido el
ambientalismo.
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Esperamos confiados, que ninguna de estas amenazas lleguen a concretarse. Ello
requerirá, sin embargo, lucidez por parte del liderazgo, una conducta ciudadana en
permanente defensa de la democracia y un entorno internacional mucho más auspicioso,
en que la cooperación financiera y técnica de los países industrializados se haga una
realidad.
BIBLIOGRAFÍA
Gabaldón, A. J. (1998). La Agricultura Tropical Sostenible. Una necesidad. Conferencia.
Taller Internacional Agricultura Tropical Sostenible. Fundación Polar – Fundación
para la Investigación Agrícola. Estado Yaracuy.
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (1998). Informe sobre desarrollo
humano. Ediciones Mundi-Prensa.
Karliner, J. (1997). The Corporate Planet. San Francisco. Sierra Club Books.