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EXIGENCIAS A LA LABOR DEL SUJETO DE LA PROPAGANDA Autora: Libia Febles Quintana
-Cómo lograr la eficiencia en el trabajo político-ideológico -Relación análisis sociopsicológico-labor ideológica -La propaganda oral y masiva como medio más eficaz -¿Por qué una atención especial a la superación del propagandista?
Los clásicos del marxismo-leninismo fundamentaron la necesidad del desarrollo de
la conciencia socialista de la clase obrera y señalaron que el papel primordial en
esta tarea le corresponde a su partido de vanguardia, el cual, apoyado en los
sindicatos y demás organizaciones sociales y de masas, y por medio del trabajo
político-ideológico, difunde la teoría científica entre todos los trabajadores.
En la actualidad estos planteamientos no han perdido su vigencia. Al contrario, su
significado aumenta considerablemente dadas las circunstancias de la
construcción del socialismo y los enfrentamientos clasistas a nivel internacional.
La actividad de las masas bajo las nuevas relaciones de producción y la dirección
del proletariado y su Partido favorece la aparición de actitudes que se
corresponden con un modo de vida superior y a la vez son premisa para que la
ideología socialista se convierta en ideología dominante. Sin embargo, la
conciencia acorde con dicho sistema no puede surgir automáticamente, a partir de
las experiencias y la práctica cotidiana, sino únicamente “...sobre la base de
profundos conocimientos científicos.” (1)
El sustrato material de la sociedad posibilita dicho proceso y exige del pueblo un
grado de concientización conforme a las condiciones existentes y la envergadura
de las tareas que es necesario acometer.
De ahí el papel del partido marxista-leninista como portador de la concepción
científica del mundo, como sujeto fundamental de la labor ideológica.
EL NIVEL TEÓRICO: UN FACTOR INDISPENSABLE El marxismo-leninismo capacita a los trabajadores y es su arma más poderosa
para llevar a cabo exitosamente la creciente lucha en el terreno de las ideas frente
al imperialismo, el cual no cesa en sus propósitos de impedir los avances del
socialismo y recuperar sus posiciones en el mundo.
La necesidad de conocimientos profundos de esa teoría se deriva, además, de las
propias demandas de la edificación socialista.
En el trabajo político-ideológico debe estar presente la información de la situación
nacional e internacional y la relación entre ambas con una fundamentación
adecuada, así como la política del Partido y del Estado en cada momento
histórico-concreto, con el fin de lograr la comprensión y movilización de las masas.
Entre las formas de la mencionada labor partidista tiene un gran relieve la
realización de la propaganda masiva, que en la etapa actual no se ocupa
solamente de la formación de la parte más progresista de la clase obrera, sino que
también debe abarcar al resto de los sectores, capas y grupos sociales.
Es por ello que todo esfuerzo en ese sentido, así como el aumento de su
eficiencia, deviene una necesidad, una regularidad en la fase que no ocupa, pues
como señalara Lenin, “...cuanto más profunda es la transformación que deseamos
hacer, tanto más se debe elevar el interés por ella y la actitud consciente ante ella,
convencer de esa necesidad a más y más millones y decenas de millones.” (2)
Las exigencias a la actividad del sujeto de la propaganda resultan, precisamente,
de tal imperativo. Nos limitaremos a resaltar algunos aspectos fundamentales o
características de su acción oral, entendiendo por sujeto a todo aquel que
interviene de una u otra forma en la labor propagandística, es decir, que participa
en su elaboración y realización.
Debe tenerse en cuenta que la propaganda es un sistema compuesto por cuatro
elementos (sujeto, contenido, medios, forma y métodos y objeto), los cuales se
encuentran en una interacción dialéctica.
UN PROPÓSITO FUNDAMENTAL Todo propagandista está llamado a elevar la eficiencia del trabajo político-
ideológico, ya que, como Marx señalara: “...la teoría se convierte en poder material
tan pronto como se apodera de las masas.” (3)
Según esta frase, podemos considerar que hemos influido sobre ellas sólo cuando
seamos capaces de movilizarlas para las tareas de la construcción socialista y
para la lucha contra el imperialismo. Es decir, nuestra propaganda será más
eficiente en la medida que se materialicen los objetivos propuestos.
Por medio del perfeccionamiento de la calidad de las formas y métodos ya
probados se logrará incidir sobre una mayor cantidad de trabajadores. Esto hace
que aumenten las exigencias a la labor del sujeto de la propaganda, cuyo punto de
partida debe ser poner en claro sus miras como una guía, un punto de orientación
y de referencia para medir sus resultados.
La selección de las formas y métodos, así como de los asuntos a tratar, tiene gran
significado para asegurar la efectividad de la propaganda oral. Se deben elegir
temas que expresen las necesidades y aspiraciones de los trabajadores y que
reflejen sus condiciones concretas de vida y laborales. Ello es preciso porque hay
cuestiones a solucionar que conciernen al desarrollo de todas las esferas de la
sociedad, pero también existen condiciones, tareas y problemas específicos en
cada lugar, en cada empresa, que deben tenerse en cuenta si se quiere movilizar
a las masas. En este sentido debe velarse porque el contenido responda a las
condiciones dadas.
Así se contribuye a elevar la participación en las charlas, conferencias, etc., sin
que los trabajadores lo vean como una obligación. Es por esta razón que dichas
actividades deben organizarse en forma tal que despierten el interés y una actitud
consciente.
INFLUENCIA DE LA PROPAGANDA ORAL Las formas de propaganda oral son las más influyentes y efectivas. Ellas
posibilitan, como dijera Lenin, “...ser siempre más y más concreto en el estudio de
la experiencia local, aportar siempre más detalles, pequeñas cosas, experiencias
prácticas, calar más profundamente en la vida real...” (4) Además, permiten
trabajar de manera más diferenciada, de acuerdo con el nivel de desarrollo de la
conciencia socialista de cada individuo.
En su obra “Acerca del papel y las tareas de los sindicatos en las relaciones de la
nueva política económica” plantea Lenin las características que debe tener la labor
de un dirigente sindical. Al analizar dichos planteamientos puede apreciarse
claramente que no sólo se adecuan al desempeño de dicho cuadro, sino de
cualquier otro, incluso el propagandista, pues todos deben tener la capacidad de
“...saber aproximarse a las masas de un modo especial en cada caso concreto,
logrando con el mínimo de rozamientos elevarlas a un grado más alto en el
aspecto cultural, económico y político”. (5)
Para incrementar la calidad y la efectividad del trabajo político-ideológico es
indispensable establecer una estrecha relación entre la teoría marxista-leninista y
la actividad práctica de los trabajadores, teniendo siempre en cuenta las
condiciones histórico-concretas, ya que la lucha por el desarrollo de la conciencia
socialista no es solamente un problema teórico. En este sentido, la teoría ocupa
un lugar central como guía para la acción, facilita la comprensión de los
fenómenos sociales y muestra el camino para la realización de la misión histórico-
universal de la clase obrera.
No se deben mostrar únicamente los mejores ejemplos, los éxitos y su
generalización, sino también las dificultades, deficiencias y errores que deben
erradicarse.
Un aspecto fundamental en la labor propagandística es el lenguaje. Este debe ser
claro, comprensible y corresponderse con el nivel cultural y el de desarrollo de la
conciencia socialista. La explicación de la teoría científica debe caracterizarse por
una exposición lógica de las ideas.
Todas esas condiciones para un trabajo político-ideológico eficiente se pueden
realizar cuando éste se planifica, se organiza y prepara correctamente y en el
momento preciso.
El éxito de toda actividad propagandística descansa en “...saber determinar
infaliblemente en cualquier cuestión y bajo cualquier circunstancia el estado de
ánimo de las masas, sus verdaderas aspiraciones, necesidades y pensamientos,
saber determinar, sin la menor sombra de falsa idealización, su grado de
conciencia y la fuerza de la influencia de estos o los otros prejuicios y
reminiscencias del pasado, saber conquistarse una confianza ilimitada de las
masas con una actitud de camaradería ante ellas, con una solícita satisfacción de
sus necesidades.” (6)
Este vínculo es imprescindible. La labor ideológica se debe ver como una
interacción dialéctica entre el sujeto y el objeto de la propaganda, donde se
intercambian ideas, opiniones y concepciones que no solamente contribuyen a
desarrollar la conciencia de los trabajadores, sino también a perfeccionar la labor
del sujeto, a efectuar un trabajo más eficaz. Ello permite conocer los problemas
conceptos que mueven a las masas en cada centro de trabajo o estudio, sus
preocupaciones, el grado de desarrollo de su conciencia y de esta forma llevar a
cabo el trabajo político-.ideológico en el momento preciso, en el lugar necesario y
con el contenido adecuado.
EL ANÁLISIS SOCIOPSICOLÓGICO
Un instrumento decisivo en esta actividad es el análisis socio-psicológico sobre la
base del cual se logrará determinar dónde y en qué medida las ideas negativas
tienen influencia en los trabajadores, dónde es más necesaria la labor ideológica,
con qué contenido debe realizarse y qué medios, formas y métodos deben
aplicarse. El análisis permite, además, estudiar los resultados del trabajo político-
ideológico en la actividad concreta y en el pensamiento de las masas, generalizar
las mejores experiencias y llegar a conclusiones provechosas para el futuro.
El método fundamental de la propaganda revolucionaria es la persuasión. Esto
requiere un punto de vista clasista firme y una plena convicción sobre la necesidad
de cada tarea, sobre sus objetivos, así como estar dispuestos y decididos a
solucionarlas. Se necesita, igualmente, esfuerzo, tenacidad, paciencia y
conocimientos científicos sólidos. Es por ese motivo que se debe prestar especial
atención a la calificación de los cuadros de la labor propagandística, para lograr
que estos adquieran nociones fundamentales de sociología, pedagogía, psicología
, comunicación y sobre problemas metódicos y metodológicos.
Dentro de la calificación deben considerarse los intercambios de experiencias
como un factor de gran importancia.
En su ubicación se les debe exigir conocimientos claros y profundos del
marxismo-leninismo y la capacidad de aplicarlos en la práctica social atendiendo a
las condiciones concretas.
El punto de partida para movilizar a los trabajadores hacia los objetivos propuestos
debe ser la actuación y ejemplo personal del propagandista. Este debe
personificar la unidad de la palabra con la acción. Por otra parte, el trabajo
político-ideológico ha de hacerse a diario, sistemática y cuidadosamente.
Teniendo en cuenta todos esos aspectos esenciales en la propaganda se logrará
una influencia superior en la conciencia de todo el pueblo trabajador, a fin de que
conozca y comprenda su papel decisivo en el desarrollo social y la necesidad de
su participación activa en éste.
Hasta aquí sólo se recogen diversos aspectos de la línea a seguir por los
propagandistas en su labor, los cuales no deben considerarse como únicos, ya
que si profundizamos en el estudio de las obras de los clásicos del marxismo-
leninismo y en los acuerdos y documentos del Partido Comunista de Cuba
encontramos elementos valiosos que contribuirán a ampliar y enriquecer el tema.
Este último planteamiento debe servir de principio a todo propagandista, ya que en
él debe estar presente el afán por superarse, por profundizar cada día más.
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1. Lenin, V. I. ¿Qué hacer? en O. E. en tres tomos; tomo Y. Editorial Progreso,
Moscú, 1961. Pág.149
2. Lenin, V. Y. VIII Congreso de los Soviets de toda Rusia. 22-29 de diciembre
de 1920, en O.E. en tres tomos; tomo III. Editorial Progreso, Moscú, 1961. Pág.
513.
3. Marx, C. Contribución a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel. Introducción, en: Crítica del derecho político hegeliano. Editorial Ciencias Sociales,
La Habana, 1976. Pág. 22.
4. Lenin, V. I. A. N. Osinski, en: Sobre la propaganda y la agitación. Editora
Política. La Habana. 1976. Pág. 537.
5. Lenin, V. I. Acerca del papel y las tareas de los sindicatos en las condiciones de la nueva política económica. En O. E. en tres tomos; tomo III.
Editorial Progreso, Moscú. 1961. Pág. 678.
6. Ibíd., Pág. 678
José Martí: EL DON DE LA PROPAGANDA. Por: Luis Toledo Sande. Cuando en mayo de 1892 José Martí elogió de una revista “el don de la
propaganda, de esparcir, de comunicarse, de meterse por el mundo “ (5:51) 1,
estaba también como describiendo lo que hasta ese momento, y especialmente
desde entonces, fue una de las principales tareas y uno de los mayores logros
en su ejemplar existencia de revolucionario.
Su constante quehacer combativo al servicio de propósitos vitales que se
desarrollaron al calor de la lucha por la independencia de Cuba, hasta ser la
aspiración que él definió como “desatar a América, y desuncir al hombre
(4:450), tuvo un inseparable complemento y una extraordinaria vía de
realización en la honrada y sabia labor divulgativa que él llevó a cabo.
Para tan invulnerable fusión parecen pensadas estas palabras: Hay
propagandas que deben hacerse infatigablemente, y toda ocasión es oportuna
para hacerlas” (7:163), las cuales expresan una concepción de particular
hondura en quien, como él, tal empeño estuvo siempre guiado por el objetivo
de convencer limpiamente a sus destinatarios. Así, llego a ser un caso
insuperado en el empleo sistemático de la palabra –que amasó con soberano
dominio artístico- para esparcir, comunicarse y meterse por el mundo.
LA ORATORIA MARTIANA: UN LEGADO HISTÓRICO.
De acuerdo con los medios entonces a su alcance, José Martí desarrolló su
campaña propagandística por dos grandes vías: la oral y la palabra escrita. En
la primera de ellas se destaca la oratoria, que se inscribe en su voluntad de
comunicación formadora. El magisterio que ejerció entre quienes lo rodearon,
alcanza momentos de climax cuando hablaba desde la tribuna: ya fuera en
veladas artísticas –donde disertó acerca de temas de interés inmediato para
Cuba y con perspectiva centrada en la amplitud latinoamericanista de su
empresa revolucionaria- o en la prédica que le ayudó a lograr el grado de
unidad hasta entonces desconocido por las fuerzas luchadoras cubanas.
El privilegio de haberle escuchado en una de esas ocasiones –de lo cual han
hablado con respeto conmovido quienes disfrutaron de esa oportunidad- nos
sería totalmente desconocido hoy si no fuera porque la oratoria ha reverdecido
en Cuba los valores martianos, de asiduo fortalecimiento ideológico y ético, que
parecían condenados a desaparecer por la realidad neocolonial que también
representó la frustración temporal de los propósitos de nuestro Héroe.
La falsedad y la sustancia antipatrióticas de la República instaurada bajo el
signo de la dominación imperialista que José Martí se propuso impedir a tiempo, también vinieron a negar la dignidad de la oratoria, solo salvada por
los revolucionarios que mantenían vivos los ideales del Maestro.
La Revolución que en él reconoce a su Autor Intelectual ha rescatado
entrañablemente aquel legado y lo a hecho también en la tribuna según las
nuevas peculiaridades del lenguaje y de los propios oradores que coinciden
con ser los dirigentes del empeño que realiza –en las circunstancias actuales-
la tarea de desuncir al hombre, y que han contado en la misma Plaza de la
Revolución con la compañía de otros hermanos dedicados a la misión de
desatar a América. Esa continuidad bastaría para dar una idea de las
dimensiones alcanzadas por José Martí en su labor propagandística, pero ellas
exhiben incluso otras aristas reveladoras.
No obstante, para volver a lo dicho acerca del privilegio de haberle escuchado,
recordemos el mejor modo que hoy tenemos de asistir a la prolongación de la
oratoria martiana en la Revolución triunfante. Ernesto Che Guevara, también
ejemplo formidable de esa perpetuación de valores, se ha referido así – en El socialismo y el hombre en Cuba- a una cabal muestra de comunicación entre
la masa y su héroe dirigente: “Maestro en ello es Fidel, cuyo particular modo de
integración con el pueblo solo puede apreciarse viéndolo actuar. En las
grandes concentraciones públicas se observa algo así como el diálogo de dos
diapasones cuyas vibraciones provocan otras nuevas en el interlocutor. Fidel y
la masa comienzan a vibrar en un diálogo de intensidad creciente hasta
alcanzar el climax en un final abrupto, coronado por nuestro grito de lucha y de
victoria.” 2
Esta comprensión tiene su raíz fundamental en la honradez y en la sabiduría
con que el líder encarna y expresa las aspiraciones y necesidades del pueblo,
sin atajos para ocasionismos apegados a la conquista que pudiera ser
aduladora del afán inmediato, pero representaría sacrificios para la meta
mayor. Esa fue también raíz del entrañable diálogo entre Martí y quienes lo
escuchaban, y es algo que debe recordarse frente a la mucha insistencia con
que se ha sostenido que sus discursos los hacía incomprensibles para el gran
auditorio la personal fragancia artística que él solía imprimirles.
En esa insistencia se ha acudido al testimonio de alguien que lo escuchó y
después declararía –con estas o parecidas palabras- que no lo había
entendido, pero había quedado “ dispuesto a dar la vida por lo que aquel
hombre excepcional decía”. Desde luego, solo se entrega conscientemente la
vida a lo que se comprende –por lo menos, o por lo más- en su significación
esencial y decisiva, y esa era la que Martí conseguía transmitir con su magistral
empleo de la palabra.
Además, era particularmente sensible al público al cual se dirigía, y la supuesta
incomprensión de sus discursos se ha asociado más de una vez con el hecho
de que el auditorio martiano estaba frecuentemente constituido por obreros,
sobre todo en sus múltiples gestiones unitivas llevadas a cabo entre los
tabaqueros cubanos que habían emigrado a Tampa y a Cayo Hueso. Sin
embargo, debe recordarse la preparación que a estos trabajadores confería,
para recibir la comunicación oral, la valiosa tradición de las lecturas de
tabaquería.
Quien lea los discursos de Martí podrá valorar la facultad de comunicación que
les imponía la apasionada lucidez con que expresaba las mayores ansias de la
masa. En cualquier caso, la mejor explicación de esa facultad la ofreció él
mismo en 1886 al hablar de la luchadora estadounidense Lucy Parsons,
compañera de uno de los obreros procesados en Chicago: “auditorio
conmovido quiere decir orador triunfante; pero a ella, más que del arte natural
con que gradúa y acumula sus efectos, le viene su poder de elocuencia de
donde viene siempre, de la intensidad de su convicción.” 3
Por supuesto nada de esto niega el valor comunicativo del propio “hechizo”
conseguido por el extraordinario arte natural con que producía sus discursos,
los cuales se incorporaron más de una vez a la propaganda que él llevaba a
cabo por medio de la palabra escrita: en ocasiones circularon como texto
impreso el discurso previamente redactado para su ofrecimiento al público, o la
transcripción de sus pronunciamientos desde la tribuna. Pero la propaganda
desplegada por él abarcó una amplia gama de realizaciones, entre las cuales
descollaron su epistolario y su labor periodística, e incluso, su producción “ más
estrictamente literaria” : teatro, narraciones, poesía, y su crítica de arte y
literatura.
Se ha dicho que temáticamente la lucha revolucionaria ocupó espacio reducido
en la poseía de José Martí, pero una rigurosa revisión cuantitativa al respecto
revelaría que tal afirmación es imprecisa. Sin embargo, no es en ese aspecto
donde radican las bondades divulgativas de la obra poética martiana, sino en
su calidad: en su capacidad para estimular, por medio del reflejo estético de la
propia experiencia poéticamente expresable, la asunción de valores
humanamente elevados que eran (son) necesarios para hacer posibles, reales
y perdurables las conquistas de la transformación revolucionaria del mundo.
Eso sí, la producción “más estrictamente literaria” de Martí estuvo animada de
voluntad de servicio divulgativo no solo en la medida en que puede estarlo la
obra de los revolucionarios excepcionales, del modo como ello puede suceder
en un escritor excepcional. Así, fue consecuente defensor de la dignidad
estética a que debe aspirar el arte verdadero, incluso para que sea realmente
eficaz su propósito comunicativo: “Alegatos en verso, o resúmenes históricos, o
zambubia erótica, hecha de la melaza de todas las literaturas, no es poesía;
sino la flor de nuestro dolos, la chispa de la cólera pública, y el choque vívido
del alma vibrante y la beldad de la naturaleza”. (5:224).
Su vastísimo epistolario –que señala un hito para el género, no solo en nuestra
lengua- mantuvo su extraordinaria calidad tanto en los momentos en que se
refería a asuntos de intimidad personal o familiar como en aquellos,
mayoritarios, en que las cartas le sirvieron como vía en su insobornable afán
conspirativo y de organización política. En rigor, tales preocupaciones solían
darse interrelacionadas en un mismo texto.
Sus virtudes y su integral concepción revolucionaria del mundo dejaron en sus
cartas una marca definitoria de toda su obra: el signo de la trascendencia,
raigalmente vinculado al apremio con que empleaba sus mensajes epistolares
para orientar a sus destinatarios en la recta y generosa conducta humana tanto
como en las perspectivas políticas en relación con acontecimientos
fundamentales. Baste señalar, en el primer caso, las cartas que escribió a su
hermana Amelia y a la niña María Mantilla; y, en el segundo, las que dirigió a
Gonzalo de Quesada y Aróstegui a propósito de la Conferencia Internacional
Americana celebrada en Washington de 1889 a 1890 o a sus colaboradores en
la preparación de la guerra necesaria, y aquella –que no concluyó- en que el
día antes de caer en combate le expresó a Manuel Mercado el objetivo
antiimperialista de todo cuanto había hecho y haría.
PROFESIÓN: PERIODISTA.
Sin embargo, cuando se habla de la labor propagandística de José Martí, se
impone dedicar un comentario especial a su quehacer periodístico, aquel al
cual consagró tan asiduo esfuerzo que se ha podido decir que si alguna vez el
Héroe hubiera “tenido que especificar su profesión” , hubiera puesto,
indudablemente, periodista. Porque esa fue en definitiva, su más constante
profesión, el trabajo de pan de ganar. Ciertamente, en ella encontró una
ocupación que muchas veces le permitió, al mismo tiempo que divulgar con
profusión continental su ideología revolucionaria, asegurarse el sustento,
aunque humildemente; sobre todo en relación con la cantidad de publicaciones
que se beneficiaban reproduciendo sus crónicas.
Por lo sabido hasta ahora, parece que José Martí inició su vida pública como
hombre de letras (entonces casi un niño), con la aparición en El Album, de
Guanabacóa –el 26 de abril de 1868- el poema “A Micaela” (17:1416), dedicado
a la esposa de su maestro Rafael María de Mendive por la muerte de un
pequeño hijo de estos. Pero lo que sería su comienzo consagrador en el
periodismo militante estuvo signado por su abrazo a los requerimientos y
perspectivas mejores de la liberación de su patria.
El los primeros meses de la Guerra de los Diez Años dio a conocer tres textos,
correspondientes a distintos géneros, en sendas publicaciones fraguadas al
calor de aquella gesta. Con fecha 19 de enero de 1869 se imprimió en La
Habana el único numero del periódico El Diablo Cojuelo, cuyo artículo de
fondo (1:31-32) redactó Martí, formulando el dilema que en inagotable
enriquecimiento definió la orientación de su vida: “O Yara o Madrid”. La
clarísima alusión a la Guerra se hace evidente en su soneto mayor: “¡10 de
Octubre! “ (17:20), aparecido por entonces en un periódico titulado Siboney, y
en cuyas primeras estrofas se lee:
“No es un sueño, es verdad: grito de guerra. / Lanza el cubano pueblo,
enfurecido; / El pueblo que tres siglos ha sufrido / Cuanto de negro la opresión
encierra. / Del ancho Cauto a la Escambraica sierra, / Ruge el cañón, y al
bélico estampido, / El bárbaro opresor, estremecido, / Gime, solloza, tímido se
aterra” (17:20). Y en también el único número de La Patria Libre, publicado el 23 de enero de
1869, dio a conocer su “Abdala” (18:13-24), pieza dramática donde dejó
trazada lo que sería –por obra de su propia inquebrantable voluntad
revolucionaria- una prefiguración de su vida. Curiosamente, el diseño
tipográfico del periódico confirió a la dedicatoria escogida por Martí para su
texto dramático –“escrito especialmente para la patria”- una expresiva
ambigüedad: su composición en mayúsculas la hacía apuntar tanto al título de
la publicación como a Cuba, envuelta en su primera gran guerra libertadora.
La primera opción podría acaso desorientar de alguna manera a las
autoridades españolas, pues el escenario y los personajes de la obra remitían
directamente a Nubia; pero la segunda –desde luego, la preferida por Martí-
resumía el aliento patriótico de la pieza. Por otra parte, el sentido que iría
adquiriendo esta última opción en la obra del Maestro se esclarecería de
manera particular cuando el 26 de enero de 1895 en Patria, y a propósito de
otra publicación periódica –La revista Literaria Dominicense-, él dejó
plasmado el avizorador ensanchamiento a que había llegado su pupila: “Patria
es humanidad” (5:468). Sin duda alguna, la intensa obra propagandística de
Martí estuvo concebida especialmente para la humanidad, y hecha con
alumbradora perspectiva revolucionaria.
“PATRIA”: UN SOLDADO. Un recuento de las innumerables colaboraciones periodísticas ofrecidas por
José Martí desde su adolescencia hasta el costosísimo combate de Dos Ríos,
es imposible hacerlo en este reducido comentario. Valga decir que tanto en
España- a partir de su primera deportación a la península- como en México,
Venezuela, Argentina, Estados Unidos y otros países, decenas de
publicaciones, a menudo fundadas y dirigidas por él, se honraron con sus
textos a la vez que contribuían con ello a proporcionar al periodismo
verdaderamente grande una fuente fundamental de enriquecimiento.
Si en las publicaciones aludidas sobresalen títulos como La Cuestión Cubana, Revista Universal, La Opinión Nacional, Revista Venezolana, El Partido Liberal y La América -sin dejar fuera en esta relación , tan distante de la
exhaustividad, a la singular revista que Martí produjo para niños y muchachos:
La Edad de Oro-, hay una que representó la consumación de su quehacer
propagandístico en lo que a la prensa respecta, y cuyo título, incluso, hace
pensar en una prolongación enaltecedora de aquella señal con que presentó su
“Abdala”: Patria. 4
Bajo la conducción martiana, esta constituyó una conquista ejemplar del
periodismo revolucionario y fue una tarea fraguada por el Héroe como parte de
una empresa mayor: la preparación de la guerra necesaria dirigida, a la vez,
contra el colonialismo español y contra el peligro imperialista que amenazaba
desde los Estados Unidos.
Justamente al calor de su análisis de la Conferencia Internacional Americana –
antecedente de la actual Organización de Estados Americanos- escribió a
Gonzalo de Quesada y Aróstegui un conjunto de cartas muy advertidoras. En
una de ellas (6:122-123) le expuso el proyecto que alcanzaría a ser realidad
con la aparición del primer número de Patria. En las palabras de Martí se
aprecia tanto la importancia que reconocía a La publicación como su firmeza en
cuanto a los principios: “Ya estaría el periódico publicado, por Cuba y por
nuestra América, que son unas en mi previsión y mi cariño, si pudiese
decidirme yo a aceptar ayuda de los que, en público o en secreto, no
comparten por entero mi modo de pensar”. Se refiere, por supuesto, a quienes
a quienes no compartían su rechazo contra los peligros evidenciado en aquel
funesto cónclave internacional.
A renglón seguido puso de manifiesto el respeto con que valoraba la
importancia del decoro estético de una publicación para servir a decisivos
requerimientos de la política revolucionaria: “Lo que me detiene es que ideas
de esta dignidad no deben aparecer con pobreza ante el público, porque es
dañarlas más que defenderlas, y no veo claro el modo de sacar el periódico a
la luz con la frecuencia y holgura que en estos meses de combate son
necesarias.”
La humildad material que caracterizó al eficaz Patria, permite entender el
sentido de la pobreza que Martí se proponía evitarla a la publicación que en
1889 era solo una esperanza: se trataba de no favorecer en ella el desaliño y la
irregularidad. Así y todo comprendía que era determinante la significación de
las ideas que urgía divulgar; y, refiriéndose a sus dificultades económicas –
“¿Pero que he de poder hacer con $25, que es lo que puedo quitarles de la
boca a los que reciben el pan de mí, y $15 más que tres amigos redondos me
tienen ofrecido? $5 le impongo a usted de contribución mensual, si el periódico
se publica, por seis meses a lo menos”-, expresó su resolución: -“Y las ideas
saldrán a la luz, en una forma u otra, y el periódico, aunque no fuese mas que
con los $40. ¿No le ofendería a Vd. Si no aceptara su oferta?
Tal decisión tenía exigentes raíces: “¿Cómo dejar sin defensa aquello a quien
no defiende nadie, y están tantos dispuestos a vender?”.
El periódico no pudo empezar a publicarse sino más de dos años después,
como parte del tesonero esfuerzo que permitió a Martí fundar el Partido
Revolucionario Cubano, y en la conjunción de ambos logros volvió a
evidenciarse la sabiduría política con que el dirigente encaraba las tareas
propagandísticas: Patria apareció el 14 de marzo de 1892, casi un mes antes
de la constitución del PRC por los patriotas cubanos y puertorriqueños
establecidos en Nueva York.
Así –además de evidenciarse la dimensión internacionalista de Martí, quien ni
siquiera se acreditaba como director- Patria podía evitarse las mal
intencionadas acusaciones de quienes estaban dispuestos a atribuirle carácter
de representación personalista y, sobre todo, se situaba en una posición
tácticamente acertada para sus circunstancias: en la práctica apoyaría al
partido, pero como vocero oficioso, no como órgano oficial, y con ello se libraría
de los riesgos que podrían venirle de institucionalizar su propaganda en
nombre de un organismo político avanzado, pero cuyos integrantes no
compartía, en el plano mediato, aspiraciones idénticas.
Con su honrada sagacidad, Martí definió al periódico en su primera entrega:
“Eso es Patria en la prensa, un soldado” (1:322). Y, como tal, ofreció su
eficacia a la formidable campaña del Partido.
COMPLICE DE LA VIRTUD. En dicho órgano Martí comentó el trabajo de otros periodistas y de diversas
publicaciones. Lo hizo con palabras que sirven de guía para empresas de tal
naturaleza y que, al mismo tiempo, definen virtudes generales del propio
Patria. Al ecuatoriano Federico Proaño, por ejemplo, le reconoció el haber
salvado “el fresco ingenio de la fatiga y vergüenza del periodismo de oficio en
las repúblicas rudimentarias “ (8:256), y a una revista la elogió por mantener
“un puro y vehemente amor a su pueblo, y a la equidad que lo hará ser feliz”
(5:217).
A su vez, Patria fomentaba tales virtudes gracias a la orientación política y
ética por la cual se regía, y que le era trazada decisivamente por su fundador y
por los colaboradores más cercanos de este, y si en su realización faltaban
conquistas que hubieran podido venirle de mayores recursos materiales, su
efectividad estaba asegurada por aquella generosa orientación y por la calidad
que Martí imprimía a sus textos.
Su gama temática contribuía especialmente a ello: en las páginas de Patria los
revolucionarios y todos los lectores honrados encontraban textos iluminadores,
que podían ser la semblanza de un héroe de la patria o la advertencia contra el
peligro imperialista –combatido por Martí en un artículo como “La verdad sobre
los Estados Unidos”,válido en sí mismo y a manera de presentación de una
sección fija titulada: “Apuntes sobre los Estados Unidos”- pasando por notas de
asuntos proporcionados por lo cotidiano. En todo caso, el carácter formador
planteado por Martí perseguía el fin de preparar a los lectores para un
quehacer revolucionario excepcional. Su enérgica intransigencia se
complementaba con la capacidad para enaltecer en héroes conocidos o en
sencillos hombres de pueblo aquellas cualidades que pudieran servir de
ejemplo a los demás.
En uno de los primeros números –el correspondiente al 3 de abril de 1892-
escribió un artículo que trazaba el programa que en tal sentido seguiría el
periódico: “Sobre los oficios de la alabanza” (1:369-370). En este afirmó: “La
generosidad congrega a los hombres, y la aspereza los aparta. El elogio
oportuno fomenta el mérito; y la falta de elogio oportuno lo desanima.
Solo el corazón heroico puede prescindir de la aprobación humana: y la falta
de aprobación mina el mismo corazón heroico.” Y tras sentenciar que “la
adulación es vil, y es necesaria la alabanza”, indicó: “La alabanza justa regocija
al hombre bueno, y molesta al envidioso. La alabanza injusta daña a quien la
recibe: daña más a quien la hace. La alabanza excesiva repugna con razón al
ánimo viril. Los que desean toda la alabanza para sí, se enojan de ver repartida
la alabanza entre los demás. El vicio tiene tantos cómplices en el mundo, que
es necesario que tenga algunos cómplices la virtud. Se puede ser, y se debe
ser cómplice de la virtud.”
La necesidad de librar de los ahogos coloniales a la patria, intensificará en
Martí aquellos conceptos, pues “cuando a un pueblo se le niegan las
condiciones de carácter que necesita para la conquista y el mantenimiento de
la libertad, es obra de política y de justicia la alabanza por donde se revelan,
donde más se las niega, o donde menos se las sospecha, sus condiciones de
carácter”. En el mismo artículo ya no solo había dicho que “es cobarde quien ve
el mérito humilde y no lo alaba”, sino también que “se ha de ser abundante,
por la ley del equilibrio, en aquello en que los demás son escasos. A puerta
sorda hay que dar martillazo mayor, y en el mundo hay aún puertas sordas.
Cesen los soberbios, y cesará la necesidad de levantar a los humildes”.
Si bien Patria tuvo carácter consumatorio en la labor periodística de Martí, en
esos años el Héroe vio consumado en plenitud el magisterio de toda su obra
propagandística, solo interrumpida por su temprana e irreparable muerte física.
Su vida ejemplar tuvo un firme apoyo en la facultad para ser consecuente –de
manera sabia- con la comprensión según la cual nada como el afán
revolucionario merece este reconocimiento: hay propagandas que deben
hacerse infatigablemente, y toda ocasión es oportuna para hacerlas”. Todo ello
nutría a una personalidad cuya atracción constituía una extraordinaria fuerza
educativa. El frecuente poder persuasorio de sus carta, la eficacia de su
influencia personal y la acogida que motivaban sus discursos, fueron factores
de peso en la unidad revolucionaria lograda por él y que era inseparable de su
capacidad para convencer a las masas de la urgencia de disponerse a
defender, incluso con la vida, la causa que él representaba. Y eso lo conseguía
de manera constante y sistemáticamente, en grado solo alcanzable por quien,
como él, sea un vivo ejemplo de supremo don de propaganda.
CITAS: 1. Entre paréntesis y con números separados por dos putos se indica,
respectivamente, el tomo y la paginación de los textos de José Martí en
sus Obras completas editadas en La Hbana entre 1963 y 1973, a las
cuales –salvo indicación contraria- remiten las referencias.
2. Ernesto Che Guevara. El socialismo y el hombre en Cuba, en sus Obras 1957-1967, La Habana, Casa de las Américas, 1970. T2. p.370.
3. José Martí. “Correspondencia particular de El Partido Liberal” en
Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, No. 3, 1980,
p.39.
4. Ver: “El periódico Patria: un soldado revolucionario”. En Anuario del Centro de Estudios Martianos.
CONCEPTOS ABREVIADOS Tomados de la Revista Propaganda Nos. 36, 37, 38, 45, 48 Y 54
IDEOLOGÍA Y PROPAGANDA
Al diccionario político de nuestros días ha entrado el concepto ideologización de las relaciones internacionales. Esto significa que muchos de los aspectos de estas
relaciones, como los comerciales, culturales, científicos, etc., se han convertido hoy, en
esencia, en problemas ideológicos.
En ellos se manifiesta con fuerza creciente, la confrontación en la arena internacional
de los diferentes sistemas y concepciones del mundo.
La estrecha relación que existe entre la ideologización de las relaciones internacionales
y el desarrollo de la propaganda política exterior, es el propio reflejo de la interrelación,
en el orden más elevado, entre la ideología y la propaganda.
IDEOLOGÍA: Es el conjunto de opiniones y fenómenos que representan la existencia
social, es decir, de los medios de producción, de los bienes materiales y de las
relaciones sociales, pero ante todo, de los intereses de la clase dominante que
determinan la orientación de valores de la sociedad o de sus grupos aislados.
No puede ser abstracta, neutral y universal. Cada ideología tiene su origen, rasgos
característicos y su perspectiva histórica. Todas estas particularidades se determinan
por la naturaleza de la sociedad, por la ubicación de una u otra clase en ella. “Las
ideas de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes”. (1)
Esta situación es decisiva para establecer el papel de la ideología en un proceso
histórico concreto. En la sociedad dividida en clases antagónicas, está llamada a
perpetuar la explotación.
De esta forma, el rasgo característico de la ideología burguesa consiste en que se
eleva el peso específico de las fantasías y engaños producidos, en la medida en que
se profundiza la crisis general del capitalismo.
La irrupción de los nuevos destacamentos del movimiento obrero internacional y de las
fuerzas de liberación nacional frente al imperialismo, indica que, no es posible calcular
los éxitos proclamando abiertamente sus objetivos reales. El está obligado a crear el
sistema total de mitos ideológicos que cubre el verdadero sentido de sus propósitos y
que adormece la vigilancia de los pueblos.
En resumidas cuentas, “todas las armas de la insinuación y la calumnia”, como dijera
Lenin, son movilizadas por la burguesía con el objetivo de contraponer la concepción
revolucionaria y de avanzada del mundo al socialismo científico.
La ideología marxista-leninista es la antípoda de la ideología imperialista no solo
porque está llamada a ser la expresión de los intereses de clase principal antagonista
de la burguesía, sino porque además, refleja la verdad de la historia y sirve de arma
para el conocimiento de la realidad, reuniendo en sí “una elevada cientificidad de
carácter revolucionario”. (2)
PROPAGANDA: Es un instrumento de la ideología, uno de sus medios más
importantes de difusión de un determinado sistema de opiniones y de una concepción
del mundo. La diferencia cardinal entre la propaganda marxista-leninista y la burguesa
está determinada por el carácter opuesto de ambas ideologías.
La propaganda marxista-leninista se fundamenta en los fenómenos científicos que
ocurren en los procesos sociales, y se entienden como la actividad que tiene por
objetivo esencial la instrucción política y la organización de las masas. Con ella la
clase obrera se convierte, por sí misma, en participante consciente y activa de la causa
revolucionaria.
Estas particularidades de la ideología marxista-leninista , como su carácter científico,
partidista y su profunda relación con los intereses cardinales de las propias fuerzas
sociales progresistas de la actualidad, hacen de su propaganda un medio de
instrucción y educación de las masas, de la transformación revolucionaria de la
sociedad, como acelerador del progreso social.
La propaganda burguesa realiza su labor no sobre la base de la conciencia de las
masas, sino con procedimientos de sugestión y de influencia psicológica, los cuales
posibilitan utilizarlas como fuerza ciega al servicio de sus intereses.
La actividad manipuladora del aparato propagandístico imperialista se presenta al
público bajo la forma de “libertad de prensa”, “libre flujo de información”. Al mismo
tiempo tratan de inculcar la idea de que a la propaganda, cualquiera que sea la
ideología a la que responda, le son inherentes cualidades como: ocultación de los
objetivos reales de influencia propagandística, el deseo de embrutecer a las masas,
etc.
Los fines de las concepciones burguesas concepciones están claros: trasladar la
actitud negativa que se ha formado en los países capitalista respecto a la propaganda
burguesa, hacia la propaganda marxista-leninista , y de esta forma provocar la
desconfianza hacia ella.
1- Marx, C. y F. Engels. O. C. 2da. Edición (en ruso), t. 3 pp 45. 2- Lenin, V. I. Obras Completas, t. 1 pp 341.
IDEOLOGÍA MARXISTA-LENINISTA La ideología marxista-leninista es un sistema de ideas que expresan las
concepciones de la clase obrera, la más avanzada de nuestros días, y de su
vanguardia, el Partido Comunista.
Su esencia es el marxismo-leninismo. No se trata de una simple cristalización de
elementos de la psicología de clase, formada directamente bajo la influencia de las
condiciones de vida, sino que surge como teoría que responde a los intereses
fundamentales de todos los trabajadores.
Su carácter científico como rasgo distintivo, a diferencia de otras ideologías, en
particular de la burguesa y la pequeñoburguesa, viene condicionado ante todo por el
hecho de que las aspiraciones del proletariado coinciden con las necesidades objetivas
del avance progresivo de la sociedad, y aquel, como clase, está interesado en conocer
exhaustivamente las regularidades del desarrollo social. Por ello, en la Ideología
marxista-leninista se elimina la mistificación de las leyes objetivas de la historia con
fines predeterminados, propia de los manejos de las clases explotadoras
Es científica, además, por formarse y evolucionar a partir de la reelaboración crítica y la
asimilación del legado espiritual del pasado, por enriquecerse y perfeccionarse bajo la
influencia de la práctica revolucionaria, de la experiencia del movimiento comunista
internacional.
Refiriéndose al proceso que le dio origen, Lenin escribió: “...el socialismo, que es la
ideología de la lucha de clases del proletariado, está subordinado a las condiciones
generales del nacimiento, desarrollo y consolidación de toda ideología; es decir, se funda en el conjunto de los conocimientos humanos, presupone un elevado desarrollo
de la ciencia, requiere una labor científica, etc., Los ideólogos son quienes introducen
el socialismo en la lucha de clase del proletariado, la cual se desarrolla
espontáneamente sobre la base de las relaciones capitalistas” (Carta a la “Unión del
norte del POSDR”. O. C. t.6, págs. 362-363).
El devenir incesante de la Ideología marxista-leninista, su creatividad, es la condición
de su rigor científico, el cual se combina con su militancia revolucionaria, declarada
abiertamente en oposición a la máscara del “objetivismo” que encubre el carácter
clasista explotador de la ideología burguesa.
El partidismo de la Ideología marxista-leninista que, como decía Lenin, “es el resultado
y la expresión política de los antagonismos de la clase altamente desarrollados” (La
Duna demócrata constitucionalista concede fondos al gobierno pogromistas. O.C. t.13,
pág. 274), no sólo no se opone a su naturaleza científica, sino que por contrario,
demanda un conocimiento consecuente y profundo de las leyes objetivas del proceso
social.
Según Lenin, “vincula la estricta y suprema cientificidad (siendo, como es, la última
palabra de la ciencia social) con el espíritu revolucionario, y la vincula no casualmente,
no sólo porque el fundador de la doctrina reuniera en su persona las cualidades del
científico y del revolucionario, sino porque lo hace en la teoría misma con nexos
internos e indisolubles” (Quiénes son los amigos del pueblo y cómo luchan contra los
socialdemócratas O:C: t.1, pág. 341).
Rasgo de suma importancia es su carácter internacional, ya que expresa los intereses
cardinales de los trabajadores independientemente de su nacionalidad, La Ideología
marxista-leninista se formó, consolidó y desarrolla hoy como doctrina que acumula la
experiencia de la lucha revolucionaria y que en esencia es enemiga del nacionalismo y
el chovinismo, manifestaciones de las ideologías burguesa y pequeñoburguesa.
Se distingue, igualmente, por un auténtico humanismo, determinado ante todo por el
hecho de que sólo la formación económico-social comunista elimina consecuentemente
y hasta el fin las relaciones de explotación, dominio y subordinación, e instaura en su
lugar verdaderas relaciones humanas sintetizadas en el lema “Todo en aras del
hombre, todo para el bien del hombre”.
El portador de la esta ideología a las amplias masas de trabajadores es el Partido
Comunista, el cual la lleva a ellas organizándolas e incorporándolas a las tareas de la
edificación de la nueva sociedad, combatiendo sin cesar la ideología burguesa, así
como las tergiversaciones revisionistas y dogmáticas del marxismo. Esta lucha
inconciliable es factor indispensable para la consolidación de la Ideología marxista-
leninista, que en medio de tal confrontación amplía constantemente la esfera de su
influencia.
LUCHA IDEOLÓGICA
La lucha ideológica es una de las formas de la rivalidad entre la clase obrera y la
burguesía, entre el socialismo y el capitalismo. la difusión de los conocimientos
científicos sobre el desarrollo de la sociedad, el desenmascaramiento de la naturaleza
explotadora del capitalismo y la demostración de su condenación a desaparecer, el
descubrimiento de la misión histórica del proletariado, al afianzamiento de su ideología,
la concepción marxista-leninista del mundo como el logro superior de las ciencias
sociales, constituyen la esencia del batallar constantes de las fuerzas socialistas de
todo el orbe.
Su objetivo inmediato es el aislamiento de la cúspide monopolista agresiva de los
estados imperialistas, lo cual contribuiría a efectuar transformaciones sociales en
diversas naciones y a resolver los problemas internacionales más agudos, en primer
lugar el de la guerra y la paz.
Los fines de los anticomunistas son diametralmente opuestos a los nuestros. Ellos
pretenden convencer a las masas de la inmutabilidad de la propiedad privada sobre los
instrumentos y medios de producción, y desviarlas de los graves problemas sociales.,
así como cultivar el individualismo, las ideas chovinistas y racistas y denigrar al
marxismo-leninismo.
El arma ideológica de los comunistas es el marxismo-leninismo, cuya fuerza estriba en
que no solo explica el proceso objetivo del devenir social, descubre la perspectiva
histórica y orienta en los complejos fenómenos de la vida actual, sino que enseña cómo
deben actuar las clases revolucionarias para propiciar y acelerar el progreso.
El desarrollo de dicha teoría es una de las condiciones más importantes del éxito de la
contienda contemporánea en el terreno de las ideas, la cual requiere una
argumentación cuidadosamente elaborada y puntualizada en apoyo de los postulados
teóricos, un mediato sistema de movilización de todas las fuerzas intelectuales y, por
último, junto con el constante y atento estudio y crítica a la ideología burguesa, una
actualización periódica de las propias posiciones.
El significado de la lucha ideológica, ha sido valorado en plena medida por el
adversario de clase, que la ha elevado al nivel de tarea primordial de su política estatal.
Este proceso contempla una búsqueda febril de “nuevas ideas” que puedan
contraponerse a las del comunismo, que puedan embellecer y justificar al capitalismo.
Pero cualquiera que sean las “teorías” inventadas en los despachos de sus ideólogos y
por mucho que intenten ajustarlas a la nueva realidad en el marco internacional, el
principal baluarte del imperialismo es el anticomunismo.
Su propaganda en ese sentido se distingue por su carácter rigurosamente negativo. No
solo recurren a falsificar la teoría marxista, sino también a la tendenciosa tesis de la
coexistencia pacífica en el campo de las ideas, de la renuncia a toda batalla en este
último, lo cual presentan como una verdadera premisa de la distensión internacional,
de la propuesta de elaborar una “ideología universal” que sea “aceptable para todos, de
establecer el denominado “intercambio libre de información y de ideas” con que se
pretende intervenir en los asuntos internos de otros países.
Los métodos de la lucha ideológica dependen directamente del carácter de sus
métodos, formas y medios. Si las fuerzas del socialismo y del progreso sostienen esta
lid impulsando el desarrollo y la propagación de la ciencia social, la burguesía funda
sus esperanzas en manipular la conciencia de las masas. Los monopolios invierten
recursos ingentes en la investigación y aplicación de los mecanismos más adecuados
de propaganda masiva, dirigidos contra sus propios países y hacia el exterior.
La actividad de los monopolios de E.U.A. es la más amplia. Publicaciones periódicas,
radio, televisión, cine, todos los medios de difusión monopolizados, están al servicio de
tales fines. Su acción en el extranjero se complementa con la “ayuda” norteamericana y
con numerosas organizaciones privadas.
Un método permanente de la propaganda burguesa consiste en elegir los temas
políticamente agudos de una u otra nación y moldear sobre esta base –mediante
falsificaciones, sofismas y hábiles mezclas de verdades con mentiras- los criterios de
sus habitantes en el sentido prefijado.
A menudo desatan campañas ideológicas enfiladas contra el socialismo, bajo la falsa
consigan de la defensa de los derechos del hombre. Estas son abultadas artificialmente
por los ideólogos y políticos burgueses para distraer a los trabajadores de la lucha por
sus verdaderos derechos, no pocas veces pisoteados en el seno de la sociedad
burguesa.
Todo esto evidencia la necesidad de estar constantemente alertas con respecto a las
maniobras de las esferas reaccionarias imperialistas, de oponer resistencia activa a sus
intentos de organizar la penetración ideológica, vertiente de sus ataques que lejos de
estar olvidada, aparece en el centro de sus pretensiones, a pesar de sus no menos
peligrosas ofensivas belicistas de los últimos tiempos.
CONCIENCIA SOCIALISTA
Bajo esta denominación figura el conjunto de diferentes formas de la conciencia social
que caracterizan la vida espiritual de la sociedad socialista durante su formación,
instauración y desarrollo. No sólo comprende conceptos teóricos sistematizados, es
decir, la ideología comunista, sino también opiniones e ideas usuales de las masas,
sentimientos y estados de ánimo de estas surgidos en la vida cotidiana, o sea, la
sicología social.
De ella puede hablarse solamente cuando se forma la representación científica de los
intereses fundamentales y de la misión histórica del proletariado, que, por cierto, no
surge directamente de la sicología clasista del obrero que se enfrenta a la burguesía.
Como señaló Lenin, el proletariado no puede elaborar espontáneamente más que una
conciencia sindicalista, referida a la necesidad de luchar por el mejoramiento de su
situación económica, pero todavía en el marco del capitalismo.
La conciencia socialista aparece como resultado del análisis científico de las relaciones
sociales, de la reelaboración crítica del legado espiritual y constituye ante todo, una
teoría científica revolucionaria: el marxismo-leninismo. Desempeña, así mismo, un
papel activo en la vida cotidiana, se adueña de las masas, las organiza para derrocar a
la burguesía y erigir la sociedad socialista y comunista. Es llevada al movimiento
obrero y a los medios trabajadores por los partidos comunistas, no tanto de modo
teórico-abstracto como, ante todo, en forma de ideas relacionadas con las
motivaciones prácticas.
Este proceso transcurre en una batalla aguda contra la ideología burguesa y
pequeñoburguesa, impuesta por las condiciones de vida y la propaganda de estas
clases. En el socialismo el término aquí abordado comprende todas las concepciones
políticas, jurídicas, filosóficas, morales, científicas, artísticas, etc. A diferencia de la
conciencia que prevalece en las formaciones antagónicas, caracterizada por la
polarización y disputa de ideologías clasistas, a la conciencia socialista le es inherente
la unidad interna.
Ella posee una independencia relativa, lo cual se manifiesta, en particular, en la acción
específica de dos tendencias opuestas: un retraso respecto del ser social, de un lado, y
un adelanto, del otro. Los vestigios del pasado, animados y arropados por la ideología
burguesa, su presencia en la economía y en la vida diaria, más algunas dificultades y
deficiencias en el progreso social, inciden sobre el nivel general de la conciencia
socialista. Por ello es necesario combatir dichas reminiscencias en la mente y en la
conducta de los individuos.
Con el avance de la sociedad socialista crece constantemente la tendencia a un reflejo
anticipado de la realidad por la conciencia social, basada en la previsión científica de
los acontecimientos. El papel del factor subjetivo se eleva no solo en los períodos
revolucionarios, como ocurriera en las formaciones anteriores, sino en todo el
transcurso de la construcción del socialismo, cuando el proceso histórico espontáneo
es sustituido cada vez más por el desarrollo consciente y armónico.
La conciencia socialista, como fenómeno social vivo, se despliega y perfecciona para
transformarse luego en conciencia comunista, cuya formación tiene lugar durante un
período largo y complejo que presupone como fundamento la creación de una nueva
base técnico-material, el cambio paulatino de las relaciones sociales socialistas en
otras superiores y una labor sistemática de educación de los trabajadores y la
población en general.
EDUCACIÓN POLÍTICO-IDEOLÓGICA
El eslabón central de toda la labor ideológica del Partido es la educación polítco-
ideológica, ya que en el socialismo la formación de la esfera política de la conciencia, el
aumento de la conciencia política de las personas, constituye la premisa decisiva del
progreso en todas direcciones.
La esencia de la conciencia política consiste en la comprensión científica y
consecuente de los intereses de las clases y de las relaciones de la sociedad; y la
elaboración, sobre esta base , de una posición ante la vida que permita la
transformación progresiva de dichas relaciones.
El Partido ve en la conciencia política de las masas la fuente de la fuerza del Estado
socialista. Por ello, siempre ha manifestado abierta y directamente sus objetivos y
tareas, activando con todos los medios de su influencia ideológica el desarrollo
consciente de cada individuo. Sin esto es imposible su cohesión alrededor de las
consignas y tareas revolucionarias, y queda el peligro de que surjan elementos
vacilantes, indecisos, desviados hacia las ilusiones de las concesiones
pequeñoburguesas.
El nivel de la conciencia política alcanzado por los trabajadores es resultado del
perfeccionamiento multilateral de las relaciones sociales socialistas, y del trabajo
ideológico del Partido.
La conciencia política es base de todo el sistema de valores espirituales del hombre, y
actúa decisivamente en su formación psíquico-social, en el cultivo de su voluntad y
carácter, en la orientación de su vida, dirigiéndola hacia un fin determinado.
Su cualidad fundamental es que permite valorar correctamente los fenómenos y
procesos sociales, la conducta propia y las acciones de quienes nos rodean, a partir
del prisma de la clase obrera. En virtud de ello, funge como eslabón principal de la
cosmovisión de las personas, como indicador de su madurez ciudadana, como
característica cualitativa de sus avances en la esfera política.
La ausencia de clases antagónicas en la sociedad socialista no asegura
automáticamente un desarrollo igual y paulatino en la conciencia política de los
distintos grupos sociales. Quedan diferencias esenciales en cuanto al carácter del
trabajo, el aseguramiento material, el tipo de nivel de vida y descanso, que aunque no
perjudican intereses cardinales, pueden incidir sobre el grado de comprensión de la
concepción científica del mundo, Esto determina la necesidad de intensificar la
educación político-ideológica, con la observancia estricta del principio del enfoque
diferenciado.
Esta labor partidista está dirigida a arraigar la ideología del proletariado en la
conciencia de cada miembro de la sociedad, coadyuvando así a forjar en él la
conciencia socialista.
Este aspecto interno de la autoconciencia de clase está indisolublemente ligado al
externo que refleja el antagonismo de los sistemas ideológicos en la arena
internacional y la disposición de las fuerzas clasistas, y en el que se plantea como algo
primordial la formación de la capacidad firme para contrarrestar los efectos de la
ideología burguesa, ya que precisamente aquí se verifican la plenitud y la solidez de
todos los puntos de vista políticos y la calidad del individuo.
La conciencia política, como estado alcanzado de la conciencia y de la actividad social
del hombre (que es regulada por él), es al propio tiempo tarea y resultado integral del
sistema del trabajo ideológico, producto de la interacción -condicionada a un objetivo-
de sus aspectos, tendencias, formas y medios; índice principal de su efectividad y
cualidad social fundamental del hombre.
Se caracteriza, ante todo, por el nivel de convencimiento ideológico de las personas, en
las cuales, bajo la influencia del modo socialista de vida y la labor educativa dirigida, se
establecen ciertas normas y orientaciones valiosas: el apoyo al curso político del
Partido y la perspectiva histórica de su país, la disposición expresa de defender y
salvaguardar los intereses de clase, la responsabilidad por la causa nacional, territorial
y del colectivo de trabajo, etc.
Es en el quehacer diario, en la cosumación de los objetivos sociales, donde se
presenta de manera más precisa la riqueza de las relaciones del individuo con la esfera
político-ideológica, donde se manifiesta su conciencia política. Sus acciones concretas
se traducen en la participación constante e ininterrumpida en la elección de las vías y
medios más racionales para la realización exitosa de la línea partidista, en su
abnegada actividad laboral y social, su firmeza de principios, la lucha contra los
errores, la observancia estricta de las normas de la moral revolucionaria y la no
aceptación de sus antípodas; en el rechazo a las intrigas del enemigo de clase.
Otro índice significativo es la aspiración a la autoeducación, el ampliar y profundizar
constantemente el bagaje cultural y la calidad profesional, saber conjugar los deseos
personales con las necesidades sociales, regirse en todos los actos por la hermandad,
el colectivismo y el internacionalismo.
La premisa imprescindible para forjar la conciencia política de las masas es que éstas
interioricen las bases de la teoría marxista-leninista, las ideas y la política del Partido,
Sin conocimiento, no hay conciencia.
Pero la cuestión no radica simplemente en la cantidad de conclusiones y preceptos
estudiados. Estos últimos se convierten en concepción del mundo cuando su
asimilación deviene pensamiento político, enfoque de clase en la valoración y solución
de los problemas vitales, cuando sirven de orientación al hombre en su actividad
práctica.
El dominio de los conocimientos filosóficos, sociopolíticos, legales, económicos y
morales que conforman la médula de la doctrina marxista-leninista en su conjunto, así
como de las leyes del desarrollo social, constituye la base de la formación de la
conciencia política del individuo, de sus convicciones ideológicas.
Para perfeccionar la educación político-ideológica es preciso, en cada etapa del
desarrollo histórico, la determinación de diversos problemas que son el objeto
fundamental de la actividad política y además del trabajo educativo.
La compleja solución de las tareas planteadas supone reforzar la educación
revolucionaria de las masas y el eslabón fundamental de este proceso es la educación
político-ideológica, dirección principal del trabajo llevado a cabo por el Partido sobre la
base metodológica del marxismo-leninismo.
LA PERSUASIÓN Y LA SUGESTIÓN EN LA PROPAGANDA En el proceso propagandístico no se comunica simplemente un hecho al auditorio, sino
que se lo analiza, comenta y evalúa. Nuestra propaganda no se circunscribe a cumplir
la función informativa, sino que cumple fundamentalmente la función ideológico-
educativa de formar la visión científica del mundo y la conciencia política de las masas.
En el cumplimiento de esta función se recurre a diversos métodos, entre los cuales son
de singular importancia la persuasión y la sugestión. Su fundamento principal
estriba en que tienen por objeto producir determinadas modificaciones en la mentalidad
del individuo en sus criterios, relaciones y conducta.
EL MÉTODO DE PERSUASIÓN El concepto de persuasión puede significar, en primer lugar, el efecto final, el producto
de la influencia propagandística, el componente específico del sistema de nociones y
criterios del hombre, inseparables de toda su experiencia de la vida y los móviles de su
actividad, y en segundo lugar, el método de influencia propagandística en el individuo o
grupo.
La función esencial de una influencia convencedora estriba en “convertir” la información
comunicada al auditorio en sistema de sus principios, orientaciones y normas de
conducta.
Convencer a alguien de algo quiere decir demostrar o refutar con argumentos ciertas
tesis.
La persuasión es el método rector que utiliza la propaganda marxista-leninista para
ejercer la influencia. Ello está implícito en la naturaleza de la propaganda que plantea
la tarea de movilizar la actividad social de los hombres, formar en ellos la concepción
del mundo científica basada en convicciones sólidas, comprobadas por la vida y la
experiencia.
Es característico que la persuasión apela a la esfera racional de la conciencia, a la
razón del hombre y presupone la participación de la propia personalidad en el
conocimiento.
La persuasión suscita la atención activa del hombre, forma en él la actitud crítica ante
las ideas. En este sentido, la persuasión se diferencia de la sugestión, la cual limita la
actividad mental de la personalidad y apela principalmente a la esfera emocional de la
conciencia.
A través de la persuasión el hombre llega a la convicción enfocada como seguridad
inalienable en la autenticidad de ciertas ideas y nociones, en la realidad de los
conceptos e imágenes asimilados y su concatenación con la realidad. La convicción
permite elaborar decisiones univalentes precisas y manifestar la voluntad de cumplirlas
sin titubeos ni dudas. Ofrece la oportunidad de sostener una posición firme respecto a
cualesquiera evaluaciones expresadas en relación con determinados hechos de la vida
y generalizaciones vinculadas a éstos.
Empero la convicción y su profundidad no aseguran de por sí la autenticidad de la
misma. Pues puede ser falsa, por tergiversar la realidad. En la sociedad burguesa, por
ejemplo, surge la falsa convicción de una supremacía racial, del derecho a “dirigir el
mundo”, etc.
Las convicciones asimiladas adquieren en la conciencia del hombre un valor subjetivo
sustancial, independientemente de su veracidad. No es fácil a uno deshacerse de una
convicción que le era “propia”, aunque se ponga de manifiesto su inconsistencia. La
falsa seguridad en la certeza y veracidad de sus propias convicciones surge como
resultado de la diferencia objetiva entre lo demostrativo y lo convincente que es la
información, dirigida al hombre.
Es imposible demostrar una afirmación falsa que contenga la información, pero se
puede convencer al auditorio de que es veraz. Los propagandistas burgueses se valen
ampliamente de ello, ya que su tarea es confundir a la gente.
EL MÉTODO DE SUGESTIÓN
Aplicada a la actividad propagandística, la sugestión es el tipo de influencia
psicológica por medio de la palabra o la imagen que provoca la percepción no crítica
de la información y su asimilación. Bajo la influencia de la sugestión pueden surgir
representaciones que no corresponden a la realidad, puede aparecer el deseo de
actuar sin valorar los impulsos recibidos y confiar en la fuente de información sin
experimentar ninguna duda en su seguridad.
La sugestión se basa en una propiedad de la mentalidad del hombre, característica de
todo el mundo aunque no en igual medida. Es la aptitud de sugestionarse. Este
concepto significa la capacidad que tiene el hombre de percibir, comprender y asimilar
en la conciencia la información orientada hacia valores determinados sin que se
presenten suficientes pruebas de su carácter lógico, basándose exclusivamente en el
prestigio de la fuente, o en la costumbre de esta fuente, o falta de otras fuentes. La
aptitud de sugestionarse presupone una intensa actividad emocional que aplasta
cualquier idea o imagen que contradice lo que se está inculcando.
El grado de aptitud se debe tanto a las características generacionales como a las
propiedades individuales de la gente, a su voluntad, a su ideología, a su experiencia de
la vida. Se determina también por el nivel de conocimientos, por el horizonte
intelectual, y por una serie de otros factores. A medida que va acumulándose la
experiencia y los conocimientos, la aptitud de sugestionarse en el hombre disminuye.
No obstante, la gente de la edad avanzada también se somete a la sugestión.
A diferencia de la persuasión la sugestión no apela a la lógica ni a la razón del hombre,
sino a su disposición para percibir la palabra de otra persona como algo debido, como
instrucciones para actuar, y por eso la sugestión no necesita el sistema riguroso de
pruebas lógicas, ni tiene que orientarse hacia la intensa actividad mental.
En la propaganda marxista-leninista, la sugestión acompaña a la persuasión,
completando y reforzando su influencia. Para nosotros, la sugestión no es un fin en sí,
se utiliza como importante instrumento de educación, inspiración y movilización de las
masas. La propaganda marxista emplea el método de sugestión con fines humanistas,
nobles, en beneficio del hombre, no en contra de él.
La propaganda burguesa le da otro enfoque a la sugestión, en la que aplica el
mecanismo de la influencia psicológica sobre las masas, de la manipulación de su
conciencia. En ese mecanismo a la sugestión le corresponde un papel muy
importante. Se les recomienda a los propagandistas valerse de las debilidades
naturales del hombre, exacerbando el miedo, el odio, la hostilidad, la soberbia, etc. El
cálculo es evidente: la influencia excesiva sobre los sentimientos adormece a los
puestos de vigilancia” del pensamiento crítico, abre paso a la sugestión, a la
intervención de las ideas ajenas en la conciencia del hombre.
Abreviado de Y. A. Sherkovin y otros. “Fundamentos de la Psicología Social y de la
Propaganda. Editorial Progreso, Moscú. 1985.