Exposición Dr.Bilardo Jujuy2009

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XXI JORNADAS ARGENTINAS DE TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA San Salvador de Jujuy - 9 a 12 de octubre de 2009 "El rol del taquígrafo en el parlamento argentino. Misiones y funciones. Su vinculación con el sistema democrático. Constitucionalismo y su relación con el Estado." Exposición a cargo del Dr. Gustavo Bilardo, abogado y director del Cuerpo de Taquígrafos de la Cámara de Senadores de la Provincia de Buenos Aires Ante todo, muy buenas tardes a todas y todos los participantes a estas Jornadas. En primer lugar, vaya nuestro agradecimiento a las autoridades locales por el apoyo brindado para la realización de nuestro encuentro anual. En segundo término, un especial agradecimiento y reconocimiento a las colegas jujeñas por la espléndida realización de este Congreso, ya que sin su tesón, su empuje y voluntad, este encuentro no hubiera sido posible. Asimismo, queremos remarcar , resaltar y poner de relieve la mística del encuentro, el encuentro de las amigas y amigos taquígrafos de todo el país, ya que estos eventos no sólo sirven para el intercambio de experiencias laborales, procesos de trabajo y formas de actualización, sino también para recrear , fortalecer y aunar aún más el espíritu de cuerpo, de mancomunión y de solidaridad entre los miembros de la Unión, al tiempo que, del mismo modo, quiero decirles a las colegas jujeñas que los sueños, cuando se quiere, son verdaderamente posibles, y prueba de ello son estas Jornadas. Ya el año pasado habíamos hecho hincapié en la naturaleza jurídica de la versión taquigráfica, y en ese 1

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XXI JORNADAS ARGENTINAS DE TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIASan Salvador de Jujuy - 9 a 12 de octubre de 2009

"El rol del taquígrafo en el parlamento argentino. Misiones y funciones. Su vinculación con el sistema democrático.

Constitucionalismo y su relación con el Estado."

Exposición a cargo del Dr. Gustavo Bilardo, abogado y director del Cuerpo de Taquígrafos de la Cámara de Senadores de la Provincia de Buenos Aires

Ante todo, muy buenas tardes a todas y todos los participantes a estas Jornadas.

En primer lugar, vaya nuestro agradecimiento a las autoridades locales por el

apoyo brindado para la realización de nuestro encuentro anual.

En segundo término, un especial agradecimiento y reconocimiento a las colegas

jujeñas por la espléndida realización de este Congreso, ya que sin su tesón, su empuje y

voluntad, este encuentro no hubiera sido posible.

Asimismo, queremos remarcar , resaltar y poner de relieve la mística del

encuentro, el encuentro de las amigas y amigos taquígrafos de todo el país, ya que estos

eventos no sólo sirven para el intercambio de experiencias laborales, procesos de trabajo

y formas de actualización, sino también para recrear , fortalecer y aunar aún más el

espíritu de cuerpo, de mancomunión y de solidaridad entre los miembros de la Unión, al

tiempo que, del mismo modo, quiero decirles a las colegas jujeñas que los sueños,

cuando se quiere, son verdaderamente posibles, y prueba de ello son estas Jornadas.

Ya el año pasado habíamos hecho hincapié en la naturaleza jurídica de la versión

taquigráfica, y en ese orden de ideas habíamos concluido en que se trata de un

instrumento público, según los términos del artículo 979 del CC, como una de las tantas

especies de dicho género, entre las cuales podemos encontrar a la escritura pública.

En ese orden de ideas, cabe recalcar lo normado en el inciso b) del artículo 979

del Código Civil, el cual hace referencia a “cualquier otro instrumento que extendieren

los escribanos o funcionarios públicos en la forma en que determinen las leyes”.

Es allí en donde ingresa la actuación del taquígrafo parlamentario, justamente

cuando la ley hace referencia “a cualquier otro instrumento que extendieren los

escribanos públicos en la forma en que determinen las leyes”.

El artículo 980 del mismo cuerpo legal da cuenta que para su validez, como

instrumento público, es necesario que el oficial público obre dentro de los límites de su

competencia y atribuciones.

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Ergo, los instrumentos extendidos de esta manera gozan de entera fe en todo el

territorio nacional, o sea, erga omnes. Son anulables, solamente, a través de la acción de

redargución de falsedad, tanto civil como criminal. Entiéndase por redargución tachar de

nulo un acto jurídico.

En cuanto a la naturaleza jurídica de la actuación del escribano público, cabe

remarcar que es un profesional que desempeña una tarea delegada por el Estado,

justamente para dar fe pública de los actos que pasan por ante él.

No posee relación de dependencia con el Estado; no cobra sueldo y no es

funcionario público.

Lleva a cabo negocios jurídicos de naturaleza privada, no pública, motivo por el

cual cobra honorarios, cuyos aranceles son fijados o regulados por el Estado o por los

colegios profesionales que los nuclear.

Presenta una responsabilidad de tipo directa, de tipo contractal, según el artículo

1112 del Código Civil.

Respecto a la responsabilidad indirecta o refleja, cabe consignar que se encuentra

regulada en el artículo 1113 del CC, respecto a los daños causados por otra persona por

las cuales uno debe responder, debiendo haber relación entre unos y otros. Por ejemplo,

cuando los padres responden por sus hijos menores, entre otros casos.

En cuanto a la responsabilidad de los funcionarios públicos en general,

consideramos que debe estarse a lo normado en el artículo 1109 del CC, en donde

encontramos una responsabilidad denominada aquiliana, en modo indirecto, no

contractual. Por tal motivo, quien ejecuta un hecho que por su culpa o negligencia

ocasiona un daño a otro debe reparar el perjuicio ocasionado.

En relación a los documentos auténticos es dable señalar que la palabra

documento implica enseñar algo (documento). Es algo que se enseña. Se trata de un

vehículo mediante el cual viaja determinado contenido del autor hacia el o los

destinatarios.

Se trata de elementos probatorios materiales que se insertan por medio de la

escritura u otro medio, tales como signos, imágenes, etcétera.

Estos documentos pueden incluir una declaración de conocimiento o una

declaración de voluntad de determinada persona. Ejemplo, una declaración testifical.

Por lo tanto, se considera documentos auténticos a los instrumentos o documentos

públicos y a los documentos privados reconocidos por las partes.

Por otro lado, respecto al tema de las actas, la Corte Nacional tiene

inveteradamente entendido que las actas de comprobación constituyen verdaderos

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instrumentos públicos, pues se hayan confeccionadas por funcionarios públicos. Tal es

el caso de los funcionarios fiscales en cuanto a los procedimientos tributarios.

En consecuencia, este tipo de instrumentos brindan, per se, veracidad en cuanto a

sus contenidos, sin necesidad del reconocimiento de firmas de quienes los suscriben,

siendo ésta la vital diferencia con los instrumentos de carácter privado.

En virtud de lo estipulado por el artículo 979, inciso 2), del CC cabe concluir en

que su enumeración no es taxativa, sino aclarativa o ejemplificativa, motivo por el cual,

según la destacable opinión del doctor Llambías, en dicho inciso quedan comprendidos

otros actos no enumerados. Según muchos autores, los ejemplos son ilimitados. En el

caso que nos ocupa, la versión taquigráfica

Respecto a los requisitos para su validez conviene destacar la presencia del oficial

público (aspecto subjetivo) y el instrumento en sí mismo (aspecto objetivo).

En lo concerniente al aspecto subjetivo, debemos destacar la capacidad del oficial

público y su competencia.

La capacidad resulta de su designación para la función, a efectos de instrumentar

actos con contenido fáctico y trascendencia probatoria.

La capacidad no es jurídica para adquirir derechos y obligaciones (capacidad de

derecho), ni capacidad de hecho (ejercicio de los derechos).

Entiéndese por capacidad a uno de los cinco atributos de la personalidad, al que se

suman el nombre, el estado, el domicilio y el patrimonio.

En este caso, la capacidad se refiere a la aptitud o habilitación para otorgar

instrumentos públicos de acuerdo a la investidura del cargo.

Deriva de su nombramiento hecho por la autoridad competente, con efectiva

posesión del cargo (plena capacidad).

Al respecto, el doctor Horacio Sieiro señala un concepto amplio de funcionario

público -tanto en el PL, PE y PJ- , y no existe precepto jurídico en contrario que

sostenga otra cosa.

En tal sentido, puede mencionarse a los funcionarios públicos que labran actas de

constatación y de ejecución de notificaciones.

En consecuencia, el concepto de funcionario público es asimilado al de agente o

empleado.

En cuanto al tema de su competencia, el funcionario desempeña su tarea dentro de

su territorio y en relación a la materia específica.

Por otro lado, en cuanto a los requisitos objetivos, cabe consignar la observancia

de las formas prescriptas por la ley bajo pena de nulidad (artículo 986 CC).

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En ese orden de ideas, el documento público no depende de reconocimiento ni de

autenticación alguna. Solamente alcanza con exhibirlo para que se presuma su

autenticidad.

Por tanto, cabe concluir en que el instrumento público, como género, hace plena

fe de su contenido hasta que sea redargüido de falsedad (en sede civil o penal); da fe no

sólo entre las partes, sino también erga omnes.

El carácter de otorgarle plena fe a los instrumentos públicos, tiene razón de ser en

el cumplimiento de los fines estatales: bien común e interés general de la sociedad.

En suma, se trata de un valor probatorio altamente certificado que hace,

justamente, al valor seguridad jurídica que debe reinar en una nación, al tiempo que

también se trata de una potestad del poder administrador.

En consecuencia, los instrumentos públicos gozan de seguridad jurídica, motivo

por el cual sus afirmaciones no pueden destruirse por simple prueba en contrario.

Queda sujeto a la apreciación judicial la suspensión de los efectos de los

instrumentos públicos al margen de la acción de redargución de falsedad.

Por ejemplo, el no ejercitar el derecho de observar en sentido contrario a un

instrumento público en tiempo y forma, no da derecho a su posterior destrucción judicial

livianamente -plazos preclusivos- , según lo dicho por la Corte Nacional en el caso

Toser de 1960.

En ese sentido, podemos dar cuenta de la versión taquigráfica no observada dentro

del plazo reglamentario para hacerlo (preclusión de la instancia).

El más Alto Tribunal de Justicia de la Nación dijo: “la subsanación ulterior del

incumplimiento verificado aún en sede administrativa, no resulta eficaz para derribar la

materialidad de los hechos puestos en ese extremo, por lo cual no cabe prescindir ni ser

obviado.”

Por ejemplo, la negativa a firmar un acta de comprobación, no quita el carácter de

instrumento público, dejándose constancia de ello.

En el caso que nos ocupa, podemos hacer referencia a la omisión de los

legisladores en cuanto a observar la versión taquigráfica en tiempo y forma

reglamentarios

En tal sentido, los instrumentos se dividen, principalmente, en privados y públicos,

siendo los primeros los escritos por particulares sin intervención de notario o escribano

ni de ningún otro funcionario que se encuentre legalmente autorizado para autenticar en

forma fehaciente algún hecho, disposición o convenio, y los segundos, a la inversa, los

que están autorizados por notario o escribano o por alguno de los funcionarios antes

citados.

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En el mismo orden de ideas, Llambías sostiene que la forma que con más

frecuencia se utiliza para la celebración de actos jurídicos es la escrita o instrumental, a

la que se puede recurrir mediante dos clases de instrumentos, los públicos y los privados.

Instrumento público es aquel que se otorga con las formalidades que la ley establece, en

presencia de un oficial público a quién la ley confiere la facultad de autorizarlo. Para que

el instrumento público tenga existencia como tal, bastará la intervención de un oficial

público, pero para obtener eficacia, deberá reunir determinados requisitos legales,

conocidos en doctrina como requisitos de validez, ellos son: capacidad del oficial

público, competencia del oficial público y formalidades legales.

Así, se tendrán por públicos, tomando como punto de referencia la legislación

habitual: las escrituras públicas hechas por escribanos públicos en sus libros de

protocolo, o por otros funcionarios con las mismas atribuciones, y las copias de esos

libros sacadas en la forma que prescribe la ley; cualquier otro instrumento que

extendieren los escribanos o funcionarios públicos en la forma determinadas por las

leyes; los asientos en los libros de los corredores, en los casos y forma establecidos en el

Código de Comercio; las actas judiciales hechas en los expedientes por los respectivos

escribanos y firmadas por las partes, de acuerdo con lo preceptuado en las leyes

procesales, así como las copias de esas actas sacadas por orden del juez ante quien

pasaron; las letras aceptadas por el gobierno o sus delegados; los billetes o cualquier

título de crédito emitido por el tesoro público y las cuentas sacadas de los libros fiscales,

autorizadas por el encargado de llevarlas; los asientos de los matrimonios en los libros

parroquiales o en los registros municipales y las copias sacadas de esos libros o

registros.

Conviene advertir que la relación consignada es meramente orientadora, la

enumeración no es taxativa. En cualquier supuesto, lo que caracteriza al instrumento

público es que hace plena fe no solo entre las partes, sino también frente a terceros, a

menos que sea tachado de falso civil o criminalmente. Claro es que esa plena fe está

referida a la realidad de la existencia material de los hechos que el oficial público

hubiere anunciado como cumplidos por él mismo o pasados en su presencia.

La trascendencia del instrumento público en el proceso, frente al privado, es notoria a

través de su autenticidad , característica distintiva que es natural (en este orden de ideas,

Gattari sostiene que: “...toda escritura comporta necesariamente, en sí misma, el valor

prueba...” ), ante la existencia de un triple orden de presupuestos:

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a) La persona del documentador (escribano o funcionario público);

b) Su forma, en tanto deben ser extendidos como las leyes lo determinen;

c) La competencia del sujeto, conforme le es otorgada por el ordenamiento legal

para el desempeño de sus funciones.

En tal sentido, cabe remarcar que el concepto de funcionario público, obviamente

incluye al taquígrafo, el que adquiere un rango notoriamente distintivo al ingresar a la

función pública merced al concurso público de oposición y antecedentes.

La autenticidad surge del mismo instrumento, no así en los privados, que

necesariamente requieren la justificación de tal cualidad (al igual que la fecha cierta),

por otros medios ajenos al documento mismo.

Los instrumentos privados carecen en principio de autenticidad, al no existir

certeza acerca de la persona del autor. Cuando en juicio no es reconocido o admitido el

origen del instrumento, es necesario probarlo.

Se realizará, en estas circunstancias, un verdadero juicio incidental sobre la

autenticidad del documento, para justificar que la persona señalada como autor lo es

verdaderamente, pues la mera prueba de la firma confiere validez, reconociendo al

cuerpo del instrumento (art. 1.028 Cód. Civil).

Instrumentos públicos y privados. Autenticidad. Forma y Prueba. Caracteres

procesales. Redargución de Falsedad.

Control sobre la autenticidad del instrumento público o privado. Corresponde a

ambas partes por igual, pero la situación varía según la naturaleza del documento.

1) Si es público y se ha acompañado copia del mismo al proceso, la parte a quien

se opone ante la evidencia o sospecha de la falsedad de la misma, podrá peticionar la

formación del respectivo incidente de confrontación, cuyo objeto será el de comprobar si

el testimonio concuerda o no con la escritura matriz. De existir diferencia se estará,

naturalmente, a lo que exprese ésta última (art. 1.009 Cód. Civil).

2) Si el documento es privado, puede distinguirse que corresponda:

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a) A los mismos otorgantes del instrumento. En virtud de lo establecido por el art.

1.031 del Cód. Civil, todo aquel contra quien se presente en juicio un instrumento

privado firmado por él, está obligado a declarar si la firma es o no suya. Esta declaración

cuando es positiva, se denomina reconocimiento. En cuanto a su naturaleza importa una

verdadera y propia confesión judicial. Además, este tipo de confesión posee las

características y efectos señalados en el art. 1.028 respecto del instrumento, y su

indivisibilidad (art. 1.029).

b) A los efectos de la comprobación de la autenticidad del instrumento, se

prescinde de la persona del autor en tres oportunidades: a) ante el desconocimiento de la

firma por el supuesto otorgante; b) por ausencia e imposibilidad de notificar la citación a

reconocer el documento, y c) por fallecimiento del mismo, y consiguiente ausencia de

sucesores que pudieran reconocerlo.

Algunas consideraciones sobre la forma de los instrumentos.

El art. 973 de nuestro Código Civil, en cuanto señala que la forma es el conjunto

de las prescripciones de la ley, respecto de las solemnidades que deben observarse al

tiempo de la formación del acto jurídico; tales son: la escritura del acto, la presencia de

testigos, que el acto sea hecho por escribano público, o por un oficial público, o con el

concurso del juez del lugar, conceptualiza lo que en doctrina se conoce como forma en

sentido legal, esto es: los requisitos solemnes exigidos por la ley con referencia a ciertos

actos.

Para dar un concepto de forma en su sentido más amplio, la llamada forma

esencial, debemos remitirnos al art. 913 del Cód. Civil; allí, para el legislador, la forma

entendida como una exteriorización de la voluntad del sujeto, es requisito esencial para

que un acto tenga el carácter de voluntario, y por ende igual requisito será exigido para

la existencia del acto jurídico.

Todo acto jurídico requiere de manera inexorable, para ser tal, la forma esencial.

No ocurre lo mismo con la forma legal. Ella implica el cumplimiento de determinadas

solemnidades, específicamente indicadas por la ley para algunos actos, que la misma ley

determina, y cuya omisión trae aparejada su invalidez.

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En lo que al instrumento público atañe, tanto el art. 976, como el 977 y

concordantes del Código Civil, indican que para determinados actos será necesaria la

celebración mediante instrumento público, en caso de no cumplirse con tal requisito el

acto será nulo. Incluso, puede ser que la exigencia de la ley con referencia a

determinados actos sea más estricta, no siendo suficiente la celebración por medio de

cualquier instrumento público sino que se requerirá una especie determinada de

instrumento público. Así el art. 1.184 indica que actos jurídicos deberán celebrarse por

escritura pública.

En este orden de ideas, el art. 980 del mismo ordenamiento, por su parte,

establece que para la validez del acto, como instrumento público, es necesario que el

oficial público obre en los límites de sus atribuciones, respecto a la naturaleza del acto, y

que éste se extienda dentro del territorio que se le ha asignado para el ejercicio de sus

funciones. Los instrumentos públicos extendidos de acuerdo a lo que establece este

código gozan de entera fe y producen idénticos efectos en todo el territorio de la

República Argentina, cualquiera sea la jurisdicción donde se hubieren otorgado. Se trata

aquí sobre uno de los requisitos de validez de los instrumentos públicos: la competencia

del oficial público. Este debe ser competente en dos sentidos: en cuanto a la materia

(ratione materia), o sea con respecto a la naturaleza del acto que otorga; y en cuanto al

territorio (ratione loci) o lugar físico donde debe desempeñar sus funciones.

Redargución de Falsedad.

El art. 993 del Cód. Civil, establece que el instrumento público hace plena fe hasta

que sea argüido de falso, por acción civil o criminal, de la existencia material de los

hechos, que el oficial público hubiese anunciado como cumplidos por él mismo, o que

han pasado en su presencia. Para analizar este tema, debe distinguirse entre el

instrumento considerado en sí mismo y su contenido; como asimismo el diferente valor

probatorio de los instrumentos públicos en relación a las partes y a los terceros.

A su vez al analizar el contenido del instrumento, será necesario distinguir entre

los hechos pasados ante el oficial público, las cláusulas dispositivas, y las meramente

enunciativas.

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Dejamos de lado el estudio del instrumento público considerado en sí mismo, que

goza de la presunción de autenticidad, la cual es dispuesta por la ley con el propósito de

otorgar garantía de seguridad a los documentos en que interviene un oficial público,

utilizando su firma y sello, y que solo podrá quedar desvirtuada por la prueba de

falsedad, para ocuparnos del supuesto a que se refiere el artículo en examen.

Dice la ley, que aquellos actos en los cuales el oficial ha tenido una intervención

directa, como ser el consignar en el instrumento que las firmas son auténticas, que se

han cumplido con las formalidades legales, que el acto se celebró en tal lugar o en tal

fecha, gozan de plena fe, y podrán solo ser desvirtuados por querella de falsedad, ya sea

en sede civil o penal; lo mismo sucede con aquellos actos que han pasado en presencia

del oficial interviniente.

La autenticidad que tienen estos hechos, es con referencia a la verdad material de

los mismos, pero no así con respecto a la realidad de esa verdad material, pudiendo

probarse la insinceridad de su contenido, acudiendo a cualquier medio de prueba.

La querella de falsedad, cuando se intenta por la vía penal, tiene como

consecuencia directa la sanción al delincuente –el falsificador- y como consecuencia

indirecta la invalidez del instrumento. Con referencia a la acción civil, la misma puede

intentarse por vía directa o principal, es decir iniciando un proceso con el objeto de

obtener una sentencia que declare la falsedad del instrumento; o por vía incidental, es

decir en un proceso en trámite, planteando la falsedad del instrumento como defensa.

Con relación a la norma analizada, al determinar que “hace plena fe”, significa

que el documento hace prueba, o simplemente que es auténtico al conferirle la ley

certeza respecto a la paternidad de su autor. Además por sí solo prueba respecto al lugar

y fecha en él consignados.

Por su parte, y terminado de definir el andamiaje legal sobre este tema, el art. 393

del Código Proc. Civ. y Com. Pcia. Bs. As., señala que la redargución de falsedad de un

instrumento público tramitará por incidente que deberá promoverse dentro del plazo de

diez días de efectuada la impugnación, bajo apercibimiento de tener a quien la formulare

por desistido. En este caso el juez suspenderá el pronunciamiento definitivo para

resolver el incidente conjuntamente con la sentencia.

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Con relación a su procedencia, la redargución es exclusiva para atacar la falsedad

de los instrumentos públicos, los que no pueden ser suprimidos o corregidos en cuanto a

sus efectos probatorios por otros medios simples de prueba. Requiere tramitación

conforme las normas sobre incidentes y promoción dentro del plazo establecido, toda

vez que transcurrido éste se pierde la facultad de entablarlo.

Por otro lado, y en cuanto a la materia que nos ocupa, también debemos resaltar

que la versión taquigráfica-diario de sesiones se encuentra íntimamente emparentada con

el acceso a la información pública, según lo normado por el decreto dictado por el Poder

Ejecutivo Nacional número 1172/03.

Entre sus objetivos podemos citar los siguientes: mejorar la calidad de la

democracia y buen funcionamiento de las instituciones.

A su vez, la Constitución Nacional garantiza el principio de publicidad de los

actos de gobierno y el debido derecho de acceso a la información pública, justamente en

virtud de los Tratados Internacionales que forman parte de la misma, artículo 75, inciso

22.

De esa manera, se asegura transparencia y eficiencia al Estado; saneamiento

institucional y control de la corrupción mediante audiencias públicas.

Su ámbito de aplicación está dirigido a organismos, entidades, empresas,

sociedades y dependencias estatales, como así también a los sectores privados a los que

se les entregan subsidios, concesiones, y licenciatarias.

Ello alcanza a los documentos escritos, fotografías, grabaciones, soportes

magnéticos, digitales, etcétera.

Goza de los principios de celeridad y gratuidad.

También habíamos hecho referencia, a modo de conclusión, que la labor del

taquígrafo está vinculada a la dación de fe pública, quizás en menor grado que la de un

escribano público, pero, en fin, otorgantes fidedignos de todo cuanto acontece en el

parlamento argentino en cualesquiera de sus formas. (existe jurisprudencia que así lo

acredita, respecto a actas labradas por funcionarios de la DGI, que tornan a esas actas

instrumentos públicos)

En ese orden de ideas, quisiéramos especificar la naturaleza del empleo del

taquígrafo. No caben dudas que se trata de un funcionario público, con determinadas

características de idoneidad, profesionalidad y especificad, enmarcado y resaltado todo

ello en la génesis de su ingreso, cual es la del concurso público de oposición y

antecedentes, hecho este que lo distingue de otros funcionarios estatales y le otorgan un

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rasgo distintivo, de profesionalidad y de apoliticidad en cuanto a las funciones que le

competen.

En este punto, vale la pena comentar que la apoliticidad se refiere a la labor

desarrollada por los taquígrafos en sus funciones, desprovistos de toda acción política al

momento de ejecutar sus tareas, empero como cualquier otro ser gregario que habita la

tierra, evidentemente conlleva un gen político, por cuanto, como se dijera hace ya

muchos años -sobre todo en la época de los filósofos presocráticos-, el hombre es un ser

esencialmente político, un zoom politikón, que tiende naturalmente a juntarse con los

sus congéneres y vivir en sociedad.

Por eso es que, como tal, como funcionario público, el producto de su tarea, la

versión taquigráfica, alcanza el rango de instrumento público, según lo antes dicho, y su

quehacer parlamentario se encuentra comprendido en los términos del artículo 1109 del

CC, una responsabilidad de tipo extracontractual, como daño causado sin las cosas, en

donde la culpa o negligencia en la ejecución de un hecho determinan la reparación del

evento dañoso. Se trata de la responsabilidad aquiliana, en cuyo caso el destinatario de la

falta debe probar el obrar negligente del funcionario. Tiene que ver con un deber

genérico de prudencia, de mesura y de diligencia

En consecuencia, podemos afirmar categóricamente que el rol del taquígrafo en el

parlamento argentino es de vital importancia, por cuanto su quehacer no se limita

solamente a la mera registración taquigráfica, sino a elaborar los Diarios de Sesiones,

instrumentos estos que son verdaderos trozos de la historia misma del parlamento

argentino.

Aquí, en este punto, vale la pena recordar que cuando los vientos

antidemocráticos soplaron con vehemencia en la entonces endeble democracia argentina,

esos fácticos trasnochados no sólo irrumpieron el orden constitucional, no sólo

derrocaron al poder constituido, no solamente violaron a la ley, no sólo se llevaron

puesto al estado de derecho, no sólo conculcaron derechos y garantías individuales,

produciendo avasallamientos hasta en los más elementales derechos humanos -como es

el derecho a la vida misma-, sino que también, en ese arrasar con todo lo que se teñía de

democrático, arrasaron, supinamente -y en este poder tal vez con mayor vehemencia- ,

con el Poder Legislativo, destituyendo, de ese modo, a los representantes del pueblo, al

pueblo mismo representado en las casas de las leyes, y, obviamente, con ellos a los

empleados legislativos, pero en especial a quienes escribíamos la historia del

parlamentarismo a través de la taquigrafía, ya que ese poder fáctico jamás ha querido

que quedasen antecedentes o pruebas del poder constituido.

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Es por es que así como miles de legisladores a lo largo y ancho del país, tanto en

el Congreso Nacional, legislaturas provinciales y concejos deliberantes, fueron

despojados violentamente de sus fueros constitucionales, nosotros también, los

taquígrafos, veíamos cómo nuestras fuentes de trabajo eran tiradas por la borda.

Es por eso que, en conjunto, abogamos por el “nunca más” a la violencia en

cualesquiera de sus formas, ya que hemos adoptado este sistema de vida, perfectible, por

cierto, con un amplio respeto por la vida y el debate de las ideas, como única vía idónea

para el desarrollo societario.

Por otro lado, cabe recordar cuáles son las misiones y funciones del taquígrafo

parlamentario.

En ese orden de cosas, cabe recordar el Reglamento sobre funcionamiento,

misiones y funciones del taquígrafo aprobado el año pasado en la provincia de Córdoba,

localidad de Huerta Grande.

Inveteradamente hemos bregado por el ingreso a través de un riguroso concurso

público de oposición y antecedentes, a efectos de munirnos de los mejores profesionales,

para, de ese modo, asegurarnos, una adecuada prestación del servicio que brindamos

según las características ya dadas.

En consecuencia, nuestra actividad, la taquigrafía, se encuentre íntimamente

emparentada con la democracia y con la Constitución, con el constitucionalismo.

En tal sentido, caber hacer mención a algunos datos históricos que tienen que ver

con el Estado, con la Constitución y la democracia.

Podemos afirmar que el Derecho, tal como lo concebimos hoy día, nace como

consecuencia del desarrollo intelectual del pueblo romano. Ciertamente en modo

incipiente, pero muy adelantados para los tiempos que corrían.

Lo cierto es que muchas de instituciones, señeras, por cierto, han sido de suma

utilidad para la elaboración o construcción de normas elaboradas posteriormente.

Caído el Imperio Romano, se entremezclaron culturas más avanzadas con los

pueblos bárbaros, fusionándose muchas de esas instituciones.

Esa caída dio lugar, lentamente, a los feudos, al señor feudal, en donde todo tenía

cierto sentido dentro de las franjas por ellos custodiadas.

Posteriormente, la caída de los feudos da lugar o paso a los regímenes

monárquicos.

En todos estos casos, el monarca, el señor feudal, dictaban las normas que les eran

enviadas por la divinidad, pero ellos no se sujetaban a la norma; sus habitantes eran

súbditos y no ciudadanos, y se concentraba en una misma persona todo el poder, es

decir, funciones legislativas, ejecutivas y de orden jurisdiccional.

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Es así que ante la caída de estos regímenes monárquicos nace incipientemente el

Estado moderno tal como hoy lo conocemos.

Por lo tanto, aparece el constitucionalismo, la constitución, para dar vida a las

reglas que han de regir entre los habitantes de una misma nación, para reglar sus

derechos y obligaciones.

En consecuencia, la constitución pasa a ser la regla fundamental de un país, el

antes súbdito pasa a ser ciudadano y los gobernantes también se deben acatar a las leyes,

por cuanto éstas ya no provienen de la divinidad , sino del pueblo mismo, destacándose

el poder constituyente y el poder constituido.

De ese modo, nace el estado y el constitucionalismo en el marco de las

democracias internacionales.

En ese contexto, también aparecen estos históricos colaboradores de la

registración oral, los taquígrafos, quienes genéticamente se remontan, históricamente, a

las viejas épocas del Senado romano, cuyo primer cultor se reconoce en Tirón, famoso

esclavo que registraba debates en aquellas instituciones. Ya también en épocas del

medioevo, en las viejas universidades catedralicias, aparecen los taquígrafos registrando

los discursos de los maestros, a efectos de que los educandos pudiesen estudiarlas y así

rendir sus materias, entre tantos otros ejemplos.

Por otro lado, cabe remarcar que, luego de reinstalada la democracia entre los

argentinos, hecho que operó en nuestro país a partir del año 1983, muchos

acontecimientos han sucedido.

Pasados los bríos de la vuelta al ruedo democrático, debemos señalar que se ha

acentuado una suerte de crisis, en general, en el parlamente argentino, el cual, de algún

modo, ha perdido su esencia, el poder legiferante, no sólo con la pérdida del debate y de

abrumadoras mayorías fieles al poder de turno, sino como consecuencia, muchas veces,

de una suerte de inacción legislativa, por cuanto la mayor producción de leyes

importantes provienen de los ejecutivos.

De ese modo, el Poder Legislativo se ha visto inmerso en una suerte de

desjerarquización, hecho este que no sólo se alcanzado a los empleados legislativos en

general, sino que también ha alcanzado a los cuerpos de taquígrafos en particular.

Es por ello que desde este ámbito propiciamos o sugerimos se pueda revertir,

institucionalmente, este nuevo orden de cosas instalado en la república.

Por otra parte, también queremos hacer hincapié en que los diarios de sesiones

sean confeccionados íntegramente por los cuerpos de taquígrafos, a efectos de darle

seguridad jurídica a sus contenidos.

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Asimismo, queremos destacar la labor de la UTEPA como persona jurídica que

nuclea a los taquígrafos argentinos. Su estructura funcional, alcances.

Alguna vez alguien preguntó para qué servían determinadas organizaciones

intermedias como la nuestra o de otra naturaleza, justamente si muchas organizaciones

superiores no es mucho lo que pueden hacer para mejorar la vida del ciudadano común.

No sé si hemos hecho mucho o poco; pero lo que sí sé es que no hemos perdido la

mística del encuentro y, a no dudarlo, nuestra estructura organizacional societaria nos ha

servido para hacer amigos en todos lados, para darnos una mano aunque más no sea en

las pequeñas cosas que tiene la vida. En consecuencia, la tarea está cumplida, porque,

queridas y queridos colegas, es esto lo que nos llevamos en nuestras almas, los

momentos, las vivencias, los encuentros, nuestras jornadas respecto a nuestros ideales, el

vernos y escucharnos anualmente, por cuanto la materia se degrada y lo que no se ve

-que es justamente lo que está pasando en estos momentos- perdura para siempre, y eso

nadie nos lo podrá borrar ni quietar de nuestros espíritus.

Y al respecto siempre digo que las únicas batallas que se pierden son las que no se

libran.

Muchas veces, hemos dicho que muchos de nuestras metas y objetivos eran como

una suerte de utopías o ideales difíciles de alcanzar, pero qué triste sería la vida del

hombre sin ellos.

A modo de reflexión final, quería compartir, quizás fuera de contexto y de la

charla que veníamos teniendo, unas líneas que tienen como objetivo final una caricia al

alma y una estocada de azúcar a los corazones:

Alguien me preguntó por qué callo; por qué amo; por qué lloro o por qué perdono

y por qué nos conocimos. Y yo digo que callar es de sabios; amar es de humanos; llorar

es de valientes; perdonar es de humildes y conocer a personas como todos ustedes es de

afortunados

Es por todo lo expuesto que queremos resaltar que si el sueño tuviera sentido, no

sería sueño; sería un momento; que si la vida fuera fácil, no sería vida, sino ilusión; si el

amor no lastimara, no sería amor, sino que sería un cuento de hadas.

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Por eso no resistamos de aquellos que nos hacen inmensamente felices, por cuanto

no sabemos cuándo será la última vez que veremos a las personas que queremos.

Disfrutemos de cada palabra, de cada mirada, de cada gesto de cariño, porque la vida es

dura y bella pero cuando la sabemos vivir.

Los quiero mucho.

Dr. Gustavo Bilardo

Director Cuerpo de Taquígrafos

Cámara de Senadores Prov. Bs. As.

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