Extraño y pcecha cuando saben que un ladrón

5
Extraño y patético es el temor que les acecha cuando saben que un ladrón, un flaite o un pobre, sabe escribir correctamente, no crean que la cárcel es una realidad acotada a un círculo distante y oscuro, no, ustedes le asignan cualidades con una simpleza de idiotas simples. Si escudriñan en su familia encontraran a más de un delincuente, a más de un ser de esos de los que no conviene conversar, porque quizá encontremos en su historia un símil, un gesto, una huella, de nosotros; incluso una huella de valentía que envidian sus corazones (si algo los conocieran). Además, piensen en lo que hicieron hoy, su vida es tan patética como cualquier otra. Yo sí estuve en la cárcel. No terminé la educación media. Mi familia vive en una población marginal de Santiago. Crecí, jugué y reí alrededor de un círculo de pobreza. Nuestros hermanos mayores consumían drogas, y uno que otro ya robaba cuando nosotros comenzábamos a entrar a la adolescencia. Nuestro lenguaje (verbal y proxémico) lo adquirimos en la población, y lo utilizábamos no sin orgullo en el colegio o cuando íbamos a jugar un partido con otra población menos o igual de marginal. El lenguaje es nuestro primer lazo. La primera vez que robé fue a un negocio, tenía 12años. No era un niño tímido, no me podía dar ese lujo. Recuerdo que el Marcelo, nos dijo que lo hiciéramos: no sean weones, cabros, si la vieja culea con cuea escucha. De hecho la señora no estaba, así que entramos y comenzamos a sacar helados y dulces (éramos niños), pero el Marcelo se fue a la caja, que no era más que una cajita de cartón. Todos sabíamos que el Marcelo hace rato se juntaba con los cabros más grandes, y sabíamos también que su padre estaba preso, y que su mamá de vez en cuando lo salía a buscar con una correa para entrarlo, pero la mayoría del tiempo estaba en la calle; se fue de su casa teniendo sólo trece años. La señora salió cuando nosotros arrancábamos, agarro una botella retornable y se la tiró al que iba más atrás: Marcelo. Pensé que seguiría corriendo, pero recogió la botella que le había pegado en una oreja y se devolvió. Todos los cabros arrancaron, yo no pude, algo me hizo volver a ayudarlo, yo era el mayor de nuestro grupo y ya ahí sentía una extraña responsabilidad con mis amigos. Le pegó con la botella en el rostro, la señora cayó al piso. Agarré al Marcelo, le quité la botella, y la deje caer. Miré a la señora que sangraba por la boca, y lo obligué a correr. Estudiábamos en el mismo colegio. Cuando pasé a la media me cambiaron a un liceo, ahí el Marcelo abandonó los estudios, y al rato, sin contarle a mis padres, dejé también de asistir a clases. Desde el robo al negocio, no nos detuvimos nunca más. Íbamos a supermercados y a negocios de villas lejanas, también le robábamos a cabros menores que nosotros, sus zapatillas, un gorro, o un par de billetes; en realidad, le perdí pronto el gusto a asaltar, pero el Marcelo insistía, al fin y al cabo éramos hermanos, lo tenía que “apañar”. Caímos un par de veces y los pacos (permítanme este modismo) nos dejaban libre, no sin antes pegarnos un par de combos. A la tercera o cuarta vez me fueron a dejar a la casa. Mi papá me quiso pegar, pero me defendí. Mientras, mi mamá lloraba. Ese día me fui de la casa, tenía 15años, y ya sabía defenderme y sobrevivir. El gusto a la lectura lo heredé de mi mamá, aunque ella sólo leía bestsellers; a las Isabel Allende de hace unos dos lustros. Por suerte un día leí a Kafka, y jamás lo he abandonado. Si ustedes algún día comprendieran la profundidad

description

Extraño y pcecha cuando saben que un ladrón

Transcript of Extraño y pcecha cuando saben que un ladrón

Page 1: Extraño y pcecha cuando saben que un ladrón

Extraño y patético es el temor que les acecha cuando saben que un ladrón, un flaite o un pobre, sabe escribir correctamente, no crean que la cárcel es una realidad acotada a un círculo distante y oscuro, no, ustedes le asignan cualidades con una simpleza de idiotas simples. Si escudriñan en su familia encontraran a más de un delincuente, a más de un ser de esos de los que no conviene conversar, porque quizá encontremos en su historia un símil, un gesto, una huella, de nosotros; incluso una huella de valentía que envidian sus corazones (si algo los conocieran). Además, piensen en lo que hicieron hoy, su vida es tan patética como cualquier otra. 

Yo sí estuve en la cárcel. No terminé la educación media. Mi familia vive en una población marginal de Santiago. Crecí, jugué y reí alrededor de un círculo de pobreza. Nuestros hermanos mayores consumían drogas, y uno que otro ya robaba cuando nosotros comenzábamos a entrar a la adolescencia. Nuestro lenguaje (verbal y proxémico) lo adquirimos en la población, y lo utilizábamos no sin orgullo en el colegio o cuando íbamos a jugar un partido con otra población menos o igual de marginal. El lenguaje es nuestro primer lazo. 

La primera vez que robé fue a un negocio, tenía 12años. No era un niño tímido, no me podía dar ese lujo. Recuerdo que el Marcelo, nos dijo que lo hiciéramos: no sean weones, cabros, si la vieja culea con cuea escucha. De hecho la señora no estaba, así que entramos y comenzamos a sacar helados y dulces (éramos niños), pero el Marcelo se fue a la caja, que no era más que una cajita de cartón. Todos sabíamos que el Marcelo hace rato se juntaba con los cabros más grandes, y sabíamos también que su padre estaba preso, y que su mamá de vez en cuando lo salía a buscar con una correa para entrarlo, pero la mayoría del tiempo estaba en la calle; se fue de su casa teniendo sólo trece años. La señora salió cuando nosotros arrancábamos, agarro una botella retornable y se la tiró al que iba más atrás: Marcelo. Pensé que seguiría corriendo, pero recogió la botella que le había pegado en una oreja y se devolvió. Todos los cabros arrancaron, yo no pude, algo me hizo volver a ayudarlo, yo era el mayor de nuestro grupo y ya ahí sentía una extraña responsabilidad con mis amigos. Le pegó con la botella en el rostro, la señora cayó al piso. Agarré al Marcelo, le quité la botella, y la deje caer. Miré a la señora que sangraba por la boca, y lo obligué a correr.Estudiábamos en el mismo colegio. Cuando pasé a la media me cambiaron a un liceo, ahí el Marcelo abandonó los estudios, y al rato, sin contarle a mis padres, dejé también de asistir a clases. Desde el robo al negocio, no nos detuvimos nunca más. Íbamos a supermercados y a negocios de villas lejanas, también le robábamos a cabros menores que nosotros, sus zapatillas, un gorro, o un par de billetes; en realidad, le perdí pronto el gusto a asaltar, pero el Marcelo insistía, al fin y al cabo éramos hermanos, lo tenía que “apañar”. Caímos un par de veces y los pacos (permítanme este modismo) nos dejaban libre, no sin antes pegarnos un par de combos. A la tercera o cuarta vez me fueron a dejar a la casa. Mi papá me quiso pegar, pero me defendí. Mientras, mi mamá lloraba. Ese día me fui de la casa, tenía 15años, y ya sabía defenderme y sobrevivir. 

El gusto a la lectura lo heredé de mi mamá, aunque ella sólo leía bestsellers; a las Isabel Allende de hace unos dos lustros. Por suerte un día leí a Kafka, y jamás lo he abandonado. Si ustedes algún día comprendieran la profundidad existencial del Proceso, tal vez comenzarían a retorcerse, hasta se escupirían con repudio en sus propias caras; si entenderían el proceso de infinita y minuciosa postergación en la que todos hemos caído. Este hecho no es casual, dio paso a una modificación total de mi estilo de vida, me propuse robar como forma de vida, acepté ser un criminal, a la vez que rechazaba a la sociedad y a sus ciudadanos; un mérito para un adolescente. 

El Marcelo aceptó mis formas de operar. Al poco tiempo arrendamos un pequeño apartamento de un block de una población, pero en otra comuna. Fumábamos marihuana, no prensados, y por suerte nunca probamos los monos: la pasta base. Teníamos organizado el dinero, incluso adelantábamos los pagos del arriendo; nunca nos hicieron problemas. Nuestro estilo de vida era sencillo, nos convencimos que no tenía sentido robar para despilfarrar. No nos faltaba nada. Sabíamos usar la ropa correcta en el lugar correcto, con 17años sabíamos pasar por jóvenes universitarios en cualquier sitio. Comenzamos a robar de “otra forma”. No teníamos miedos. Robábamos en Las Condes, y en sectores universitarios, más de una vez fuimos al Barrio Brasil. Con cada objeto que robábamos aprendía algo nuevo. Si robábamos una mochila, en ella solía venir un computador, un mp3, un celular, un par de libros o papers de la universidad, además de tarjetas y documentos personales. Nunca dejé de aprender. Puedo con tranquilidad conversar sobre cualquier tema, tengo una memoria que he moldeado bajo mis reglas. De esos mp3, extraje mis conocimientos sobre música: desde Robert Johson hasta el trip-hop, o desde Schumann a la música minimalista de Philips Glass, de los Doors a al post-punk latinoamericano, del rap de ambas costas de USA al rap chileno (de Los Marginales a la Atrofia) y al rap español (en especial el de Sevilla y Madrid: SFDK y doble

Page 2: Extraño y pcecha cuando saben que un ladrón

V), del rock argentino (Spinetta) al punk español (La Polla Records, Skaparapid), de Jean-Luc Ponty a Pink Floyd. En más de un computador encontramos cine-arte, o cine de culto: desde los hermanos Lumière a los hermanos Wachowski; Lynch, Herzog, Tarantino, Spasojevic (A Serbian Film), Ford Coppola. En los libros aprendí de literatura, y mi enfrentamiento con Lovecraft, no hizo más que profundizar mí necesidad de ella. Aprendí de poesía universal: Baudelaire, Vallejo, Rimbaud, los beatnik, Leopoldo María Panero. De literatura chilena, desde de Carlos Pezoa Veliz a Rodrigo Lira, desde Juan Emar a Roberto Bolaño o Alejandro Zambra. De literatura argentina, desde Borges a César Aira. Leí libros de filosofía una y otra vez hasta comprenderlos, desde el Contrato Social de Rousseau a la microfísica del poder de Foucault, pase también por Nietzsche y Kierkegaard. Leí papers de pensadores latinoamericanos, pero esto fue la última etapa de mi aprendizaje, antes de caer detenido (por primera y última vez): en especial, aprendí de las teorías del desarrollo, desde el discurso de Truman (1949) a las críticas postestructuralista. En fin, me convertí en un pensador libre, pero comprendiendo mis centenares de limitaciones: soy hijo de mi época, hermanos. Diversos factores explican este rápido aprendizaje, no son más de cuatro años de lecturas, de jugar con mis sentidos y mi cerebro. En el año 2008, robábamos más de cuarenta computadores, por supuesto nos quedamos con un par de los mejores para nosotros. Aprendí a utilizar Windows, las distintas distribuciones de Linux, y Mac. Teníamos tiempo, y no nos distraía ni la televisión, ni padres, ni reglas estrictas que cumplir. Teníamos internet. He pasado miles de horas frente al computador aprendiendo, de hecho esta historia ni siquiera pasó por el filtro del “coronel Willis”; sé lo suficiente para intervenir cualquier sistema bancario, y no diré más al respecto. La internet era la herramienta que necesitábamos, que tanto esperábamos.Y Alejandra. Entenderán la vorágine en la que me sumergí. Nunca he deseado suicidarme, pero no le tengo miedo al abismo existencial, he caminado delirante por las “peores poblaciones” de Santiago: por la Palmilla y el Cortijo (Conchalí), San Gregorio y la Yungay (La Granja), Parinacota y la Pascual (Quilicura), La Victoria (Pedro Aguirre Cerda), por la Orquesta (La Pintana), y puedo seguir. Con el Marcelo nunca perdimos la conexión con la calle, pero sabemos con quién hablar. Ahora, tenemos trato con los principales de Chile, incluso con las fronteras del Norte: Arica-Tacna, Calama-Santa Cruz. Tampoco se debe profundizar en esto, ustedes comprenderán. De la calle hemos rescatados a un par de cabros, pero nunca los he obligado a nada. Y Alejandra.El año 2012 con Alejandra todo cambió. Venía escribiendo desde hace un par de años cuentos y poemas, a la novela le tengo respeto. Sabía que el único modo de publicar era acercándome a ciertos grupos, y así lo hice. Me fui a lecturas poéticas del Auditorio de la Chile, y también de la USACH. Ya conocía la facultad de la Universidad de Chile, en Ñuñoa, había ido a robar ahí. Quizá alguno de nosotros le robó a ella, más de una vez escucharía sus historias sobre los numerosos asaltos que había sufrido, incluso la intentaron violar. Ella leía ese día, tenía 24años, ya debía haber salido de la carrera, pero su historia era peculiar, había recorrido casi todo Chile, y parte importante de latinoamericana. Tenía dinero, era el del barrio alto, pero pronto decidió abandonar ese estilo, aun así hasta que la conocí dependía de sus padres. Había pololeado con un tipo de La Pintana, una especie de Snob; un par de meses pensé lo mismo de ella. La poesía de esos seres, era extraña, confusa, insensata, sin profundidad, sin vida; mucho lenguaje, poca acción: ningún verbo podrían haber justificado en sus propias vidas. Cuando terminó la lectura, me acerqué a ella, le dije que quería mostrarle algunos de mis poemas. No leyó nada, me miró a los ojos demasiado tiempo, yo estaba nervioso, sus ojos cafés se vistieron de una tela transparente, creí que se iba a poner a llorar. Me tomó del brazo, y nos perdimos por micros y líneas de metro. Nunca dejamos de robar. Pero nos bastaba con un par de bolsos y carteras, para clonar un par de tarjetas, y sobrevivir tranquilos por semanas. Tenemos ahorros de suficientes ceros en suficientes cuentas falsas; tenemos una rica base de datos que almacenamos en nubes. Pero Alejandra nos llevó al círculo de la elite chilena, se había acostado con más de uno. Donde están los músicos, los artistas y los mecenas. Donde está desde el LSD a la Ayahuasca que se toma con chamanes del Perú. Donde está la música electrónica, las fiestas conceptuales y las orgías. Los límites que yo deseaba tocar. Podría decir nombres de famosos, desde la mediocre farándula chilena a los grupos de rock más importantes de la música. Les estoy hablando de la “vanguardia” actual, de nuestra generación que “disfruta” la existencia. Caí de un modo torpe, pero esto resultaría terriblemente necesario. Era el momento de aplicar lo que había aprendido. Cuando caí me encontré con el papá del Marcelo. Es sencillo, siempre te preguntarán la población de la que vienes, con ello la comuna, y en un rato sabes cuántos enemigos y más enemigos tienes. Pero nosotros llevábamos casi cinco años trabajando por Santiago, y habíamos ayudado a los suficientes para poder estar tranquilo en Colina 1. Me detuvieron por robar un maletín. Estaba con Alejandra, ya llevábamos un par de meses actuando juntos, pero sin la torpe ambición que hace a todos caer demasiado pronto. Por supuesto me culpé de todo, y ella quedó libre. Seis meses, eso consiguió el abogado que nos facilitó un principal de Pudahuel. Intenté comprender cómo funcionaba la cárcel, y no descubrí nada nuevo. No hay salida, nos han metido a un agujero estructural que se sostiene de una decadencia espiritual generalizada, por eso es esencialmente social y no individual. No intentaron sodomizarme, pero sé que muchos lo practican, aunque es en realidad un tema tabú. Se consume la droga suficiente para sobrevivir, ocho años o treinta cuatro años, por haber robado siete millones de pesos a una gran empresa; lean cinco minutos cuánto dinero controlan las empresas, se trata de que todos estén dominados. No se come mal. Se ve mucha tele. Se escucha

Page 3: Extraño y pcecha cuando saben que un ladrón

mucha música. Hay mucha masturbación. Hay las suficientes risas, para no escuchar los sollozos de los más nuevos. Me gané cierto respeto después de un par de llamadas, los que dominaban mi patio conocieron mi historia y mis movidas. Durante los seis meses recopilé la cantidad suficientes de historias como para saber la necesidad de no perder otra vida. Salí el 3 de febrero del año 2014. Sé que el único modo de llegar a las masas es apelando a las redes sociales. Los ataques individuales no son efectivos. Me cansé del sistema y estoy dispuesto a destruirlo, y a perder la vida en el intento. Es más efectivo el Club de la Pelea, que Asesinos por Naturaleza. La historia es larga, e intento ser creíble, porque esto es real. Tenemos las redes, la valentía y la juventud para hacer el movimiento revolucionario más grande de la historia, no estoy hablando de izquierdas, estoy hablando de que parte importante del poder se transfiera a la otra parte, ya no tan oscura. Ahora, mi misión es lograr cruzar a la elite más “vanguardista” con la verdadera resistencia estructural de las poblaciones. Se han hecho reuniones, se está tejiendo la oscura realidad con la luz de los ojos olvidados. Cantidad de influencias cruzadas sobre masas de humanos que espero reaccionen en cerca de cinco años. Llegó la hora de apostar, el plan no lo construyo solo. Ya hay suficiente información para dominar la red, y luego atacar a sus vulnerables sistemas. Los que aún tienen deseos de apostar, estén atentos, estamos recopilando a los que aún no han perdido el coraje del corazón humano. Las ansías de repudiarse, estar dispuesto a sacrificar a toda una generación por la reivindicación de la humanidad. M. S."

Page 4: Extraño y pcecha cuando saben que un ladrón

2014 II 2015 I 2015 II 2016 I 2016 II 2017 I 2017 IICULTURADE MASAS

ESTUDIOS CULTURALES

ENFOQUES LAT.AMERICANOS

COM. POLITICA Y ESP. PUBLICO

DISEÑO DE FORMATOS

EPISTEMOLOGIA EL PROCESOINVESTIGACION

TECNICASINVESTIGACION

TALLER DE INVESTIGACION

PRACTICASPROFESIONALES

MEMORIA

TALLER REALIZACIONDOCUMENTAL

TALLERDE FICCION

TALLERREALIZACION FICCION

TALLER OBRA DE FICCION

TALLERREALIZACIONCINE Y TV

OBRA DE TITULO RODAJE

CINE CONTEMPORANEO

PRODUCCION GESTION DE CINE Y TV.

PROYECTOOBRA

MONTAJE

INGLESIV

ELECTIVO ESPECIALIDAD

POSTPRODUCCION