Fabelo Corzo, José R. La Colonización de América y El Fomento de Una Cultura Mestiza - Docencia,...

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Revista de Educación y Cultura Año VII Nº 20 Febrero - MAYO 2007 Precio S/. 10.00

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“La colonización de América y elfomento de una cultura mestiza”,Docencia, Revista de Educación yCultura, Lima, 2007, N. 20, pp. 68-71.Dr. José Ramón Fabelo Corzo

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  • La colonizacin de Amrica y el

    fomento de una cultura mestiza,

    Docencia, Revista de Educacin y

    Cultura, Lima, 2007, N. 20, pp. 68-71.

    Dr. Jos Ramn Fabelo Corzo

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    El llamado Nuevo Mundo, que tiene como esce-nario a partir de 1492 a lo que hoy conocemos como Amrica Latina, aloja en su seno la ms extraordinaria combi nacin de culturas y tiempos his-tricos que jams se haya producido. Era un mundo en s mismo muy diverso antes del arribo de los europeos. El establecimiento de la dominacin ibrica, lejos de evitar, fomenta la multivariedad de manifestaciones socio-econmicas y culturales. En una poca en la que toda Europa estaba imbuida en el proceso de acumu-lacin originaria del capital y en una gran parte de ella declinaban las relaciones feudales y se abra paso la Re-forma, Espaa, al tiempo que se conver ta en el primer centro de la acumulacin originaria (1), se haca ms feudal y serva de trinchera a la Contrarreforma. Esta paradjica situacin de Espaa en Europa traslada sus efectos hacia Amrica provocando, junto a otros facto res, la institucin de un modo hbrido de producir y vivir, irreductible a ninguno de los modos conocidos hasta enton ces. De Espaa llegan los viejos hbitos feudales de admi nis trar los asuntos, tambin llegan las nuevas ideas mercan ti listas, que se las arreglan para penetrar la rgida coraza feudal. Pero ambas formas de produccin tienen muchos obst culos para abrirse paso. En Amrica no hay ni siervos, ni asalariados. Los miembros de las clases bajas que venan de la metrpo-li, rpidamente intentaban, tambin ellos, conver tir se en colonos (2). Es preciso entonces repartir los indios y entregarlos en encomienda para que fuesen enseados y cris tianizados y para que, en pago, trabajen y presten sus ser vicios a los encomenderos. No hay que decir que lo que ms hicieron los indios fue trabajar. Precisamen-te, debido al excesivo trabajo y por falta de resistencia a las enfermeda des importadas, la poblacin indgena comienza rpidamente a disminuir. En muchos lugares hay que sustituirla como mano de obra y, para eso, se trae al fuerte negro africano en calidad de esclavo. Si a todo este panorama se le suma la sobrevivencia de algunas formas singulares de produccin indgena (3), se podr tener una idea del mosaico que repre sentaba el modo de produccin colonial latinoamericano. Toda esa heterogeneidad productiva se enmar-caba, por un lado, dentro de un mundo internacional cada vez ms capita lista, que impona sus exigencias y daba sentido a las di versas formas de explotacin co-lonial y, por otro, dentro de un sistema colonial con

    una metrpoli aferrada a formas medievales de pensa-miento y de organizacin poltica y so cial. La sociedad colonial (...) se funda en la religin cristiana, en la fe, en la contrarreforma, en el rgimen estamentario, en las jurisdicciones especiales, en la Corona y en el com-plejo sistema de poderes y contrapoderes, balan zas y contrabalanzas, en una economa hbrida entre el feu-dalismo y el mercantilismo, y en un sistema jurdico de relaciones sociales en el que estn presentes los reparti-mientos, la encomienda y la servidumbre, y otras for-mas que lindan con la esclavitud, por un lado, y con el asalariado, por el otro (4). Esta singular mezcla de formas productivas y de institu ciones polticas, jurdi-cas y espirituales acta como sus trato social y fuente propiciadora de la integracin de diversas influencias culturales. Tan hbrida como el modo de produccin colonial es la cultura resultante de la creacin de este Nuevo Mundo. Muchos otros factores se conjugan para hacer de la Amri ca ibrica una experiencia de mestizaje cultu-ral sin paran gn en la historia. En Amrica se integran no dos, ni tres culturas, sino una cantidad indefinida de ellas. El ibrico que arriba a estas tierras es ya un producto mezclado. Du rante siglos Espaa fue puente y frontera del mundo europeo y el mundo oriental, del cristianismo y el islamismo. La conquista y el dominio moro provocaron un mestizaje racial y cultural irrever-sible en la Pennsula Ibrica. El mestizaje americano no hizo ms que continuar el mestizaje original espaol. Aqu en Amrica, por su parte, exista una variedad enorme de culturas con sustanciales diferencias entre ellas. Los negros trados del Africa, cuya cifra se calcula en 12 millones (5), tampoco pertenecan a una nica etnia o cultura, ni hablaban la misma lengua. La mezcla es, por tanto mlti ple, y no entre dos o tres culturas como a veces, de manera simplificada, se afirma. Son innumerables las fuentes cultu rales de las que se nutre el latinoamericano. En Amrica Latina sucede amplifi-cadamente lo que Nicols Guilln sea lara para Cuba: se cruzan y entrecruzan en nuestra bien regada hidro-grafa social tantas corrientes capilares, que sera trabajo de miniaturista desenredar el jeroglfico (6). Al mestizaje contribuy de manera decisiva la actitud del propio ibrico hacia la mezcla. Tanto el espaol como el portugus, cercanos por sus culturas y unidos bajo una sola corona hasta 1640, arriban a A

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    REVISTA DE EDUCACIN Y CULTURA La Colonizacin de Amrica yel Fomento de una Cultura Mestiza

    Cuba Jos Ramn Fabelo Corzo Doctor en Filosofa Instituto de Filosofa del CITMA, La Habana Facultad de Filosofa y Letras, Universidad Autnoma de Puebla, Mxico Escuela Pedaggica Latinoamericana (EPLA)

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    Amrica con una postura de aparente intransigencia cultural, pero muy dispuestos hacia el cruce tnico. Desean mantener la pureza cultural, pero no ofrecen muchos reparos a la mezcla con la indgena, primero, y con la negra africana, despus. Intentan obligar al ind gena, al negro y al fruto de su mestizaje a aceptar la ver dadera religin y cultura, mas lo consiguen slo en parte. Ni el indgena, ni el negro, logran librarse de sus ances tros culturales. El mestizo, ms tiempo al lado de la madre y con mayores posibilidades de recibir la influencia educa tiva de sta, tampoco puede ser aje-no a la lnea cultural materna. A la larga, la pretendida pureza cultural demuestra no ser ms que una ilusin. El propio ibrico cambia una vez que ancla en Amrica. Es imposible reproducir en estas tierras las condiciones natu rales y sociales existentes en la penn-sula. La cultura no es una entidad abstracta que se forja y mantiene con inde pendencia de esas condiciones. El brusco cambio de panorama tena que provocar una repercusin cultural, mucho ms en el ibrico, con una fuerte tradicin cristiana a espirituali zarlo todo. No se trataba de un mero asunto pragmtico, como s lo fue en otros tipos de colonialismo; el peninsular estaba profundamente convencido de su misin cultu-ral y esto lo haca ms proclive a aceptar determinadas influencias culturales de los otros. A fin de cuentas, la labor evange lizadora se llevaba a cabo no con objetos, sino con hombres y mujeres que necesariamente in-teractuaban en el plano cul tural con el evangelizador. Los misioneros -seala Zea- se vieron obligados a buscar conciliar aspectos de la cultura indgena con la cristiana para lograr mejor la conversin de los infie-les (7). Para ganar espiritualmente hacia su cultura al indio, al negro y al mestizo, el ibrico tena que hacer cierta incursin en el mundo cultural de aquellos. Y de esta incursin ya no regresaba igual. Cuando algu-nos de estos peninsulares retornaban a su Madre Patria eran inevitable mente vistos como diferentes por los que antes haban sido sus semejantes. Si distinto era el espaol, mucho ms lo era el criollo (hijo de espaoles nacido en Amrica). A pe-sar de la relati va pureza de su sangre, el criollo es ya un mestizo cultu ral. Su mbito cultural es Amrica (o la Indias Occidentales, como enton ces se le deca), y no Espaa. No era, como sus padres, por tador de una cultura ms o menos definida que cambia al arribar a estas tierras. Desde que nace se somete a mlti ples influencias culturales, tiene frecuentes contactos con los indios, con los negros, con los mestizos, adems de los que, de manera natural, sostiene con los espao-les y con otros criollos. En muchas zonas, las negras africanas que provean el servicio domstico a los espa-oles eran tambin las que cuidaban a sus cras, desa-rrollando, a pesar de su analfabetismo, una especie de pedagoga negra, por cuya va se realizaba una impor-tante transmisin cultural de valo res (8). Cada nueva generacin de criollos era ms diferente a sus ancestros espaoles. Poco a poco comenzaron a desarro llar una nocin de singularidad (ms tarde convertida en iden-tidad) que los llev, a la larga, a encabezar las lu chas independentistas contra sus abuelos peninsulares.

    Tampoco los indios y negros podan permane-cer iguales a como eran en la Amrica precolombina o en la lejana frica. Eran ellos precisamente los que se sometan a una cultura consciente y sistemticamente impuesta. En muchas ocasiones hasta sus nombre ori-ginales perdan, por su incmoda pronun ciacin para el espaol. Resistan, conservaban muchas tra diciones y elementos de su cosmovisin, pero ya necesaria mente integrados y conciliados con la cultura dominante. Se apropiaban de la lengua espaola y junto a la lengua, asimi laban todo un conjunto de valores que tenan en el lenguaje su principal forma de expresin. Comenza-ban a practicar la religin cristiana, aunque le incorpo-raban tantos elementos de su antigua religiosidad que al ibrico le resultaba difcil reconocer como propia la religin que surga de la interpre tacin indgena y ne-gra. Espaoles, criollos, indios y negros se hacen to-dos lati noamericanos con el andar del tiempo. Sin embargo, es el mestizo el que personifica, desde el ini-cio, la nueva comu nidad humana que en Amrica se est gestando. Es l el que le otorga una personalidad particular y distinta al latinoa mericano. El mestizo es, de hecho, la ms autntica expre sin racial del Nuevo Mundo. Lleva en su sangre y en su piel la mezcla que caracteriza la nueva cultura en formacin. Se parece y es distinto a sus padres, como semejante y diferen-te culturalmente es Amrica en relacin con Espaa, con frica y consigo misma antes de la conquista. Es el mestizo el que, por su propia esencia, porta lo propio de este sub continente, es el genuino sujeto creador de los valores latinoamericanos, es el factor decisivo en la conformacin de esa entidad geocultural que es hoy Amrica Latina. l, como nadie, encarna nuestra hist-rica y contradictoria rela cin con la universalidad axio-lgica, nuestra raigal preocu pacin por la identidad y nuestra legtima aspiracin a levantar y proteger un sis-tema propio de valores ante el permanente asedio y el peligro de monopolizacin de los valores importados. Es el mestizo el representante por excelencia de Amrica Latina porque en ella no queda nada igual a lo que fueron sus fuentes culturales originales. Cambia el espaol, cambia el indio, cambia el negro. El resultado de la simbiosis de culturas no poda ser ya ni europeo, ni africano, ni amerin dio. Aunque pueda hablarse de cierta preponderancia de lo espaol en la mezcla, el producto es totalmente nuevo, es mestizo. Por eso es una ilusin balda considerarnos puros espaoles u oc-cidentales y pretender que es aquella nuestra cultura, aunque de ella hayamos tomado (y sigamos tomando) mucho. Tambin constituye un espejismo aspirar a un regreso cultural a la Amrica indgena e identificar a la voz del indio como la nica voz legtimamente lati-noamericana. No menos inconsecuente es la lgica que proclama a la cultura negra como centro o que incita a un retorno de los negros al frica. al vez algo de esto fuese posible si lo que se hu-biera producido en Amrica fuera una simple suma de razas y culturas. Aquello que se puede sumar tambin se puede restar. En tal hipottico caso sera factible se-parar cada uno de los ingredientes raciales y culturales

    Notas(1) Las diversas etapas de la acu-mulacin originaria tienen su centro, por un orden cronol-gico ms o menos preciso, en Espaa, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra (C. Marx: El Ca-pital. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1973, t. I, p. 688

    (2) En la Amrica ibrica suceda algo parecido a lo que le ocurri a aquel co-lonialista ingls que, de tanto prever, haba trado a su colonia 3000 individuos de la clase trabajadora y, apenas lleg, se qued sin un criado para hacerle la cama y subirle agua del ro. A propsito de esta ancdota, Marx comenta: li haba previsto todo, menos la exportacin () de las condiciones de produccin impe-rantes en Inglaterra (Ibidem, p. 702)

    (3) En algunas zonas, como en Mxico, los espaoles se sirven del orden productivo y social establecido, adecun-dolo a sus proyectos (Ver Leopoldo Zea: Descubrimiento e identidad latinoameri-cana. UNAM, Mxico 1990, p. 116).

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    y retor narlo a su posicin de origen. Pero lo que se da en Amrica no es suma, es integracin, es una nueva estructura, no slo en el sentido de que el producto posee cualidades nue vas, sino en el de que los miem-bros han perdido, al integrar la nueva unidad, buena parte de sus caracteres (9). No es suma, como tam-poco es yuxtaposicin o superposi cin, aunque esta ltima haya sido, en buena medida, la intencin de la cultura impuesta. Es cierto que las elites domi-nantes trataron, por lo general, de mantenerse cul-turalmente inmaculadas, rechazando las expresiones culturales indgenas y africanas, al tiempo que in-tentaban aplastar con su cultura a la del indio y a la del negro (10). Tampoco se puede negar que estos ltimos mantuvieron cierta pureza cultural dentro de sus respecti vas comunidades. No obstante, esta pureza fue, como ya se ha visto, ms pretendida que real. Lo que se produjo sobre todo fue sntesis. La permanencia de determinados ncleos cultu-rales con cierta autonoma no puede servir de contrar-gumento a la idea de una cultura integrada, sinttica y mestiza. No parece lgico tampoco esperar a que stos en algn momento desapa rezcan, ni es deseable que ello ocurra. En una cultura idealmente integrada se debe aspirar a la conservacin, respeto y apoyo a toda la rica variedad de formas cultura les. El mestizaje cultural no significa la desaparicin de las diversas manifesta-ciones particulares de las culturas ingredientes y su sus-titucin por nuevas manifestaciones totalmente sim-biticas. Estas ltimas se dan, pero las pri meras tam-bin. En tal caso el mestizaje significa la coexis tencia de diversos flujos culturales ms o menos autnomos que forman, en su conjunto, el haz de la cultura nacional o regional, cultura que ha de reconocerse lo mismo en las expresiones singulares de los ingredientes espaol, in-dgena y africano, como en las expresiones mezcladas. Todo ello es mestizaje. La que es mestiza es la cultura nacional o lati noamericana en su totalidad, y no cada uno de sus componentes culturales. Tampoco puede afirmarse que el proceso de sntesis est concluido. La nueva identidad mestiza no es algo a lo que se arriba en un da. A veces se asume, de manera simplista, el pe-rodo de las luchas por la independencia como la fecha de nacimiento de la identidad latinoamericana. Esa etapa constituye sin duda un perodo importante en el proceso de formacin de la identi dad propia, pero no es el momento en que ella surge. La delineacin de los ribetes de la cultura mestiza latinoame ricana tiene una larga historia pre y pos-independencia. Es un proceso que contina y al que le queda mucho por andar. No toma el mismo tiempo el mestizaje cultural que el racial. Este ltimo es alcanzable en el transcur-so apenas de una generacin. Pero a los efectos de la identidad latino americana interesa, ms que todo, el mestizaje cultural. A pesar de ser la mezcla de razas un importante factor condi cionante, lo que esencialmente caracteriza a un nuevo tipo de hombre es el medio cultural que lo forma, en el que vive y que l mismo contina forjando. Lo determinante del mesti zaje lati-noamericano no es el entrecruzamiento racial y sangu-neo que da como resultado colores de la piel y rasgos

    faciales intermedios. La elevacin del mestizaje al ran-go de categora fundamental para explicar la especifici-dad del ser del latinoamericano no tiene nada que ver con reduccionismos biologizantes. Lo importante es el nacimiento de una nueva cultura, una cultura que se sabe hbrida y que se debate por su autoidentificacin. Es la latinoamericana la ms nueva de todas las cultu-ras, cuyo proceso de formacin contina, enmarcada (y esto la distingue del nacimiento de otras cul turas) dentro de un proceso histrico que es ya universal. No es nicamente en Amrica Latina donde se ha producido la mezcla cultural. Prcticamente todas las culturas, en su desarrollo, han ido asimilando elemen-tos de otras. La propia cultura europea de hoy sintetiza mltiples fuentes cultura les. No obstante, el caso ame-ricano es totalmente distinto. La asimilacin de nuevas culturas son fases por las que atraviesa el proceso hist-rico europeo. Pero la de Amrica Latina nace ella misma del mestizaje. Como sealara Alejo Carpentier, nuestra historia es distinta, desde un princi pio, puesto que este suelo americano fue teatro del ms sensacional encuentro tnico que registran los anales de nuestro planeta (...), el ms tremendo mestizaje que haya podido contemplarse nunca (11). Mestizaje ha habido en todas las culturas, pero en ninguna como en Amrica Latina ha alcanzado el rango de cualidad esencial de una cultura. Esa cualidad esencial caracteriza a Latinoamrica en pleno, aun cuando el mestizaje no se haya produ-cido de manera idn tica en todas las regiones. Sabido es que se producen dis tintos tipos de mezclas. Hay lugares donde el indio fue prcticamente exterminado y no pudo aportar ingrediente alguno al mestizaje. Hay zonas donde el componente negro est ausente. Los in-dios que se mezclaron eran entre s distintos en diversas regiones. Espaoles y portugueses tenan, a pesar de su cercana cultural, sus propias especi ficidades, en primer lugar la lengua. Inmigraciones proce dentes de otras regio-nes de Europa y de Asia han tenido un peso significativo en algunos lugares. La proporcin en que se funden los distintos ingredientes culturales tampoco es la misma en cada zona. Estas circunstancias hacen que la Amrica ib-rica, tomada en su totalidad, sea todava ms mestiza de lo que lo es cada una de las regiones que la integran. Ello refuerza la idea del mestizaje como rasgo distintivo de la identidad latinoamericana. Es precisamente el mestizaje lo que permite reconocer la existencia de una identidad subcontinental, a pesar de las grandes diferencias regio-nales y de la ausencia de un bloque cultural homog neo. Por paradjico que pueda parecer, mientras ms diversa es Latinoamrica, ms idntica es a s misma como unidad cultu ral hbrida y mestiza. A esta unidad en la diversidad contribuye en gra-do super lativo el enfrentamiento a problemas histri-cos comunes (colonialismo, neocolonialismo, depen-dencia, subdesarrollo) y a fuerzas opositoras tambin comunes. En buena medida es esa comunidad histri-ca la que hace para siempre mestiza a nues tra cultura al unir objetivamente (bajo una finalidad supre ma: la emancipacin) a diversos torrentes culturales con sus correspondientes expresiones tnicas, raciales, clasistas, nacionales y regionales.

    (4) alejandro se-rrano Caldera: La

    unidad en la diversi-dad. Hacia la cultura

    del consenso. Ed. San Rafael, Managua

    1993, p. 28Ver arturo Uslar

    Pietri: La creacin del Nuevo Mundo. FCE, Mxico1992,

    p. 197

    (5) Cit. Roberto Fernndez Retamar:

    Para el perfil defi-nitivo del hombre: Letras Cubanas, La

    Habana 1985, p. 86

    (6) Leopoldo Zea: Convergencia,

    especificidades y universalidad de los

    valores culturales en Mxico, en Latino-amrica. Anuario de Estudios Latinoame-

    ricanos 1986, N 19, p. 28

    (7) Ver arturo Uslar Pietri, ob. cit., pp.

    14 y 175

    (8) Risieri Frondizi: Ensayos filosfi-

    cos. FCE, Mxico 1986, p. 296

    (9) Esta intencin de superponer la cultura

    del dominador a las otras queda ilustrada con harta elocuencia

    en las pirmides aplastadas por las

    catedrales. Como apunta Eduardo Ni-col, el ibrico desea eliminar justamente

    lo extico.

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    El mestizaje cultural quedara para siempre liga do al destino histrico de Amrica Latina. No slo abra la posibilidad de la conservacin y desarrollo de los mejores valores contenidos en cada una de las cultu-ras mezcladas, sino que generaba, por el hecho mismo del mestizaje, nuevos valores asociados a la superacin de los prejuicios racia les, a la solidaridad intertnica, a la tolerancia ante expresiones culturales distintas, a la creacin de nuevas manifestaciones como resultado de la combinacin de dife rentes fuentes culturales, a la formacin de una espiritua lidad y una concepcin del hombre y de la universalidad histrica que tiende a unir e integrar (y no a excluir) las diferentes expresio-nes de lo humano. La dependencia, la carencia de una libertad real, el sometimiento a una universalidad axiolgica que se nos impo ne junto a los lazos de dominacin, tanto ex-ternos como internos, ha impedido el pleno des pliegue de todos estos valores asociados al mestizaje cultu ral. Mas sus potencialidades siguen abiertas y sus posibili-dades de realizacin crecen paso a paso en un mundo como el de hoy, requerido de una especie de mestizaje uni versal que otorgue a cada ser humano un lugar dig-no y justo dentro de lo que cada vez ms tiende a ser una nica y comn aventura humana. La superioridad axiolgica que habra de traer consigo el mestizaje cultural fue avizorada como na-die hace cerca de 120 aos por Jos Mart cuando afir-m: Interrumpida por la conquista la obra natural y majestuosa de la civilizacin americana, se cre con el advenimiento de los europeos un pueblo extrao, no espaol, porque la savia nueva rechaza el cuerpo viejo; no indgena, porque se ha sufrido la injeren cia de una civilizacin devastadora (...); se cre un pueblo mestizo en la forma, que con la reconquista de la libertad, des-envuelve y restaura su alma propia (...) As nosotros,

    con todo el raquitismo de un infante mal herido en la cuna, tenemos toda la fogosidad generosa, inquie-tud va liente y bravo vuelo de una raza original fiera y artsti ca. Y a continuacin: toda obra nuestra, de nuestra Amri ca robus ta, tendr, pues, inevitablemen-te, el sello de la civiliza cin conquistadora; pero la me-jorar, adelantar y asombrar con la energa y creador empuje de un pueblo en esencia distinto, superior en nobles ambiciones (12). Mas no siempre, ni mucho menos, la mezcla cultural ha sido interpretada como algo positivo. En muchas ocasiones, el autorreconocido mestizaje fue asumido por el latinoamericano como signo de su infe-rioridad. Mientras que Europa se eriga orgullosa como duea de la universalidad de los valores humanos, el latinoamericano se vea alejado de esa Europa idealizada debido a su mezcla con el indio y con el negro, razas su-puestamente inferiores (13). Adems, el ingrediente euro-peo de la mezcla, el ibrico, tampoco pareca ser el mejor, por la marginacin en que ste haba quedado en rela cin con el resto de la cultura europea. Lo que deba ser visto como expresin de un enriquecimiento (el mestizaje cul-tural) (...) fue visto como un rebajamiento (14). As de contradictoria sera la toma de conciencia de los valores propios, valores que las circunstancias obli gaban a comparar con la imagen de la universa-lidad axiolgi ca que a diestra y siniestra se extenda por el mundo, ima gen que ciertamente se alejaba de lo que resultaban ser muchos de los valores latinoame-ricanos. El primer proceso emancipa dor iberoamerica-no (1810-1825), con la posibilidad implcita de tomar las riendas de su destino histrico, plante al latino-americano una trascen dental alternativa: rechazar o reafirmar los valores propios de una identidad mestiza. Pero ya ello requiere una reflexin propia, merecedora de un nuevo ensayo.

    (10) Por eso sustitu-ye las pirmides con catedrales. No erige catedrales para l, al lado de las pirmides que servan para el indio. Todos entran en la catedral, todos juntos (Meditacio-nes del propio ser: la hispanidad, en Jorge J.E. Gracia e Ivn Jaksic: Filo-sofa e identidad cultural en Amrica latina. Monte vila, Caracas 1983, pp. 247-248).

    (11) alejo Carpen-tier: Ensayos. Letras Cubanas, La Habana 1984, p. 84

    (12) Jos Mart: Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1991, t. I, p. 98

    (13) Esta actitud ante el negro y el indio se vio reforza-da por las ideas de superioridad racial que irrumpieron con fuerza en Europa en los siglos XVIII y XIX.

    (14) Leopoldo Zea: Descubrimiento de Amrica Latina, p. 17

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