Faber-Gracia, Visiones Antagónicas - El Nuevo Intelectual en El Ensayo

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    II. Espaa: Intelectual, sociedad y

    ensayo

    2. Visiones antagni cas:

    El nuevo intelectual en el ensayo

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    Armas hbridas. La evolucin del ensayo y el

    nuevo intelectual espaol de izquierdas

    Sebastiaan FABER

    Oberlin College

    Sinopsis.-Este ensayo analiza A la intemperie. Exilio y cultura enEspaa (2010), de Jordi Gracia, y Anatoma de un instante(2009),de Javier Cercas, como textos revisionistas en su visin de la

    historia poltica y cultural espaola, e hbridas en su formagenrica. Tres puntos se enfocan en particular: cmo los autoresestablecen retricamente su legitimidad y autoridad en tanto

    intrpretes de la historia espaola reciente; hasta qu punto laforma y el gnero de sus textos nos permiten llamarles a cuenta; ycul es, precisamente, el compromiso intelectual que les informa.El argumento principal ser que Gracia y Cercas por un ladohacen gala de la autoconciencia irnica, la indeterminacin y la

    coqueta modestia del ensayista clsico, mientras que, por otro,reclaman un grado de autoridad moral y epistemolgica ms

    propia del historiador acadmico o del intelectual pblicotradicional.

    Entre las ltimas de las demandas que fueron formulando losjvenes reunidos en la Puerta del Sol en mayo de 2011 bajo el lemade Democracia real ya figuraba el eslogan Recuperacin de laMemoria Histrica. Condena del franquismo. No debesorprendernos: desde su despegue en torno al ao 2000, lo que seha dado en llamar el movimiento de la memoria ha llevadoimplcita una crtica feroz a la calidad de la democracia espaolaactual y a la Transicin que la gener. La llamada por larecuperacin de la memoria histrica, sin embargo, ha coincidido

    con dos tendencias rivales, una de la derecha y otra del centro.Desde la derecha, publicistas como Po Moa han venidoresucitando algunos de los temas antiguos de la historiografafranquista; acusan a la izquierda revolucionaria de haber provocadola Guerra Civil (y de estar provocando otra) y agradecen a Francopor el xito de la Espaa democrtica (xito amenazado por laizquierda). Desde el centro un centro que quiz prefiere verse

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    como una nueva izquierda, o una izquierda sensata intelectualescomo Santos Juli, Fernando Savater, Jordi Gracia y Javier Cercashan cuestionado algunas de las premisas bsicas del movimiento dela memoria y montado una enrgica defensa de la Transicin.

    Los debates y polmicas entre estos varios sectores han sidointensos. Desde mi posicin algo peculiar de hispanista holandsinstalado en una universidad norteamericana, llevo varios aosintentando explicarme su curiosa dinmica, e incluso he tomadoparte en alguna polmica yo mismo, adoptando una actitud crtica,sobre todo, ante las posiciones de Santos Juli crtica que ha dado

    pie a una serie de intercambios algo bruscos. (Estoy tanto msagradecido que Jordi Gracia est dispuesto a tener un debate aqu.)En lo que sigue pretendo expandir mi crtica de esta nuevaizquierda o izquierda sensata fijndome en la relacin entreideologa y forma es decir entre estilo, gnero o medio, por unlado, y una cierta visin poltica y social, por otro. Mi polmicacon Juli se centraba en el fenmeno del catedrtico columnista:me interesaba analizar el despliegue de la autoridad acadmica delhistoriador en un gnero tan poco acadmico como es la prensadiaria (en papel o en lnea). Hoy pretendo detenerme en otra formade intervencin intelectual en la esfera pblica: el auge de formashbridas que mezclan la ficcin narrativa, el ensayo y la

    investigacin histrico-cultural.

    Antes que nada, una confesin. La verdad es que lasreflexiones que siguen nacen de una sensacin de inquietud,incluso de fastidio, producida por la lectura de dos libros recientes:A la intemperie. Exilio y cultura en Espaa (2010), en que miestimado colega Jordi Gracia se ocupa del lugar de los exiliadosrepublicanos en la historia cultural espaola; y Anatoma de uninstante (2009), del gran escritor Javier Cercas, que relata elfracasado golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Los doslibros ofrecen una reevaluacin moral de algunos miembrosdestacados de la lite intelectual y poltica de la segunda mitad del

    siglo XX espaol; y es en ese sentido que me parece lcitollamarlos revisionistas. En lo que sigue voy a concederme elbeneficio de la duda y suponer que mi irritacin ante estos doslibros nace de algo ms que de prejuicios, malentendidos o envidia.

    (Este ltimo factor no lo puedo descartar por completo porque enmuchos sentidos se trata de obras brillantes.) Tres puntos meinteresan en particular: (1) cmo los autores establecen

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    retricamente su legitimidad y autoridad en tanto intrpretes de lahistoria espaola reciente; (2) hasta qu punto la forma y el gnerode sus textos nos permiten llamarles a cuenta; y (3) cul es,precisamente, el compromiso intelectual que les informa.

    Me interesa la cuestin formal porque los dos textos son claray conscientemente hbridos en lo que al gnero respecta. El deCercas combina la novela, la investigacin histrica y el relatomoral. El de Gracia se presenta como investigacin acadmica dehistoria cultural pero est escrito en un estilo ensaystico queprivilegia el poder explicativo de los tropos y no oculta, sino que

    destaca, las preocupaciones y gustos personales que mueven alinvestigador. Desde luego, la hibridez no tiene por qu serproblemtica. Si hay un problema, me parece que es el siguiente:los dos autores, para usar una buena expresin anglosajona, want tohave their cake and eat it, too. Por un lado, hacen gala de laautoconciencia irnica, la indeterminacin y la coqueta modestiadel ensayista clsico (Montaigne, digamos). Por otro, reclaman ungrado de autoridad moral y epistemolgica ms propia delhistoriador acadmico o del intelectual pblico tradicional. Latensin entre estas dos reclamaciones, que no acaba por resolverse,representa, me parece, una tendencia ms amplia entre lainteligencia liberal espaola.

    A la intemperie

    Empecemos por el libro de Jordi Gracia1. A la intemperie abordaun problema importante: cmo encajar a intelectuales exiliados enel relato de la evolucin orgnica de una historia cultural nacional.Una novela escrita por alguien que lleva cinco, diez o treinta aosfuera, sigue perteneciendo a la literatura de su patria? Para el casodel siglo XX espaol, Gracia arguye que a pesar del rgimenfranquista y su feroz censura, nunca hubo una ruptura total entrelos intelectuales que salieron y los que se quedaron. Por tanto

    dicecabecomprender a los dos grupos en un solo cauce: el dela cultura espaola.

    1 Los diez prrafos que siguen repiten algunos de los argumentos presentadosen mi resea de A la intemperieaparecida en Migraciones y exilios(Faber2010).

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    Los argumentos principales de Gracia son tres. En primerlugar, mantiene que la existencia de contactos informales entreintelectuales desterrados e intelectuales ms o menos disconformescon el franquismo en Espaa nos obliga a rechazar el tpico de ladesconexin perpetua de unos y otros (Gracia 2010: 186).Echando mano de cartas, diarios, revistas, etc., Gracia arguye quems que la incomprensin y la hostilidad entre ambos grupos,predominaban el inters y la solidaridad. Segundo, Graciamantiene que muchos de los intelectuales exiliados o al menos losms perspicaces, los menos cegados por sentimientos obsesivos de

    lealtad, pureza tica o ideologa poltica tardaron poco encomprender que era imposible volver a los aos de la Repblica,que el rgimen franquista iba a durar hasta la muerte del dictador, yque su funcin principal era por tanto apoyar al interior paracambiar el franquismo(2010: 168) y as preparar el terreno parauna democracia postfranquista2. Para finales de los sesenta el exilioya haba agotado su utilidad en ese sentido; de ah que, cuando porfin llega la Transicin, el exilio ya pinte muy poco3. En tercerlugar, Gracia se resiste a una lectura histrica en una clave moralque privilegie nociones de lealtad y constancia polticas. El

    2 [L]os ms activosexiliados en las letras o la arquitectura, en el cine o launiversidad empiezan a comprender netamente desde los aos cincuenta queel nico objetivo realista no es ya el derrocamiento improbabilsimo deFranco, ni quiz la restitucin de un sueo interrumpido, la Repblicavencida, sino la construccin de un futuro comn para la sociedad espaolacuando Franco muera (que es la nica forma imaginable desde finales de losaos cincuenta para que pueda cambiar algo sustancial en Espaa) []

    Fueron aceptando casi todos los exiliados la cooperacin y la alianza conespaoles del interior porque esa era la va para un futuro plausible yadems era una va justa (Gracia 2010: 14-15).

    3 La participacin del exilio en la construccin de la democraciapostfranquista tampoco es asunto fcil de resolver. Sus posibilidades realesde intervencin se agotaron por razones polticas pero tambin de puraconsuncin biolgica y de anacrona o desfase histrico. El valor de cambiopoltico que entonces trajo el exilio no pudo ser eficaz y se acabaproximadamente al inicio de los aos sesenta, que es precisamente cuando

    en apariencia todo empieza, gracias a la vocacin unitaria y democrticaentre el exilio y el interior que encarna el Congreso de Mnich de 1962. []El resultado fue, sin que haya posibilidad de culpar a nadie (fuera de haberperdido la Guerra y obviamente al propio sistema franquista), que el mundoreferencial y las ficciones, poemas o ensayos de la mayora del exilio noencontraron tierra en la que asentarse. Pese a los esfuerzos de muchos, nosintonizaron ni con la sensibilidad ni el gusto ni los intereses mayoritariosde una sociedad que estaba muy lejos de la recreacin moral y sentimentaldel mundo de los exiliados (Gracia 2010: 16 -18).

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    exiliado cosmopolita que ha sabido rehacer su vida en el destierrosugiereno tiene por qu ser menos admirable que el nostlgicoque sigue con los ojos puestos en Espaa. [L]a militanciacomunista, afirma Gracia por ejemplo, no aade plus alguno deconviccin antifranquista al exiliado (2010: 172). Frente a laneurosis de la lealtad inmutable Gracia nos propone considerar latraicin inteligente a las decisiones tomadas en circunstancias quehan cambiado, del mismo modo que contrapone la maduracintica y adulta a la simpleza banalizadora de las consignaspolticas o los intereses competitivos de los partidos y los clanes

    (2010: 120). En otras palabras, el estudioso de la historiaintelectual espaola no tiene por qu identificar la constanciamoral, poltica o ideolgica con la virtud. Todo lo contrario:

    Fuera de la esfera de la consigna y lejos de la inmaculada virtuducrnica y ahistrica de las lealtades a prueba de bombas (comolas que fundaron los totalitarismos nazi-fascistas y estalinistas),[] el intrprete sabe que queda desarmado de juicios taxativos

    e intransigentes, de posiciones rotundas y sin brechas. Entiendetambin que el juicio desde la razn tica ha de ser terriblementecuidadoso y atento a las transformaciones de las personas y desus historias de vida, sin creer que en esa mutacin o en esecambio de actitud relampaguee una semilla de corrupcin moral,

    sino a menudo lo contrario: el valor de arrepentirse, el valor derectificar, el valor de la lucidez tambin como modo deintervencin en el mundo, en funcin no de la intangibilidad dela ley tica, sino del sentido de la propia conducta, del coraje deevaluarlo de acuerdo con las condiciones del cambio histrico yno de una (improbable) verdad inmutable (Gracia 2010: 121).

    El impulso revisionista de Gracia, pues, se dirige contra un relatodel exilio que el autor asocia con la izquierda, y que enfatizara elaislamiento cultural y la inherente superioridad moral de la lealtadrigurosa a la causa republicana, el negarse a poner pie en unaEspaa franquista y a colaborar con la disidencia cultural anti o exfranquista del interior.

    La visin de Gracia es audaz y original; tambin es debatible.Como estudioso del exilio en Mxico, por ejemplo, me llama laatencin que Gracia, en su afn por conducir los muchos tributariosde la produccin cultural del exilio hacia una sola madre espaola4

    4 Sorprende el nfasis de Gracia en una cultura espaola unitaria y la ausenciaen su ensayo de una reflexin razonada sobre el hecho de que, si muchos

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    concebida adems como una cultura espaola que asume lainevitabilidad de una ruptura con la de preguerra apenas sedetenga a considerar esa produccin exlica en un contextointernacional, con respecto a los pases de acogida y en un sentidoms global5. Es una lstima. No solo porque la contribucin de laEspaa peregrina en ese sentido es importante, sino porque si algodistingue a las generaciones ms afectadas por la guerra y el exilio(las del 14 y del 27) es precisamente su actitud abiertamentecosmopolita, antiparroquial, y su visin de s mismos comomiembros de grupos y movimientos transnacionales6. Una de las

    grandes tragedias de la guerra es, de hecho, que la cultura delinterior pierda esa orientacin cosmopolita, sustituyndola, almenos en su proyeccin pblica e institucional (afectando por tantoa la mayora de la poblacin, el sistema educativo, etc.), por unaorientacin provinciana, reaccionaria y autrquica. Del mismomodo, el estudio de culturas exlicas puede ser, y ha sido, unaoportunidad para romper con marcos explicativos nacionales,siempre reductivos. Se me hace que Gracia no la aprovecha tantocomo hubiera podido.

    Tambin me parece problemtico el modo en que Graciatrivializa el compromiso poltico intelectual de izquierdas.Pensemos lo que pensemos sobre ese compromiso dos dcadas

    despus de la cada del muro de Berln, es tambin un elemento

    exiliados catalanes, vascos y gallegos crean en alguna continuidad cultural,el punto de referencia de esa continuidad no era ciertamente la culturalespaola sino la catalana, vasca o gallega. En la prctica, el autor esquiva eltema. Un ejemplo: al hablar del libro sobre Gaud del arquitecto exiliadoJosep Llus Sert, Gracia se refiere a la correspondencia de este con elfotgrafo Joaqun Gomis, en que Sert explica que estudiar a Gaud ser sumtodo para mantener su identidad de cataln y mediterrneo mezclndolacon la experiencia nueva del exilio: la dialctica entre la propia cultura y larealidad norteamericana (75). Aqu la propia cultura obviamente no es laespaola.

    5 Si Gracia considera los xitos profesionales de los exiliados lo hace en un

    marco existencial, para ilustrar la capacidad de algunos exiliados derehacer sus vidas.

    6 Recordemos que incluso antes de la guerra pasan largas temporadas en elextranjero, son multilinges, forman parte de redes culturales europeas yamericanas, muchos se emparejan con esposos y amantes no espaoles.Sobre el cosmopolitismo de las generaciones de la Edad de Plata, vaseCarlos Blanco Aguinaga. Max Aub y la cultura internacional del exiliorepublicano, Homenaje a Max Aub, ed. James Valender y Gabriel Rojo,Mxico, D.F.: Colegio de Mxico, 2005, pp. 85-97.

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    constitutivo de las estas generaciones intelectuales7. Para Gracia,los compromisos polticos son ante todo patolgicos, neurosisdebilitantes. Este rechazo de la militancia poltica del intelectual secompagina con una visin peculiar, implcita, del franquismo, queemerge como una circunstancia histricainevitable, algo as comoun fro y largo invierno, ms que un fenmeno construido ymantenido por actores histricos determinados. Esta visin delfranquismo tiene ventajas, por cierto. As, le permite a Gracia pasarpor encima la involucracin de intelectuales, en tanto actorespolticos, en el origen y mantenimiento del rgimen8. Tambin le

    permite considerar las actitudes diferentes de los intelectuales anteel franquismo desde la colaboracin activa, pasando por ladisidencia pasiva, hasta la resistencia militante como sendasformas de adaptacin a una realidad ms bien neutral, y ademsexplicar esas formas de adaptacin de modo que sean

    7 En realidad, como se sabe, la vida intelectual y poltica estabancompletamente entrelazadas. Los intelectuales participaron activamente enla construccin y mantenimiento de los dos bandos durante la Guerra, delgobierno republicano exiliado, as como del rgimen de Franco. Paramuchos exiliados, la Resistencia militante contra el franquismo era su raznde ser, no solo en trminos existenciales sino artsticos y literarios.

    8 Es ilustrativo en este sentido el pasaje en que Gracia explica la pocaresonancia del legado del exilio republicano en los aos de la Transicin:El resultado fue, sin que haya posibilidad de culpar a nadie (fuera de haber

    perdido la Guerra y obviamente al propio sistema franquista), que el mundoreferencial y las ficciones, poemas o ensayos de la mayora del exilio noencontraron tierra en la que asentarse (2010: 18). Como se ve, la victoriade Franco y sus cuatro dcadas de dictadura estn relegados a un parntesisy no acaban por entrar en la consideracin de responsabilidades. Otroejemplo: Francisco Umbral escribe famosamente en 1969 que los exiliadoshan llegado tarde y que a los jvenes el ejemplo de su literatura les

    queda un poco corto, a trasmano, melanclico e insuficiente (citado en

    Gracia 2010: 187). El joven Umbral estaba muy cerca del aparatofranquista entonces, afirma Gracia, pero tena razn. Lo llamativo aques que Gracia deje de sealar la insidia del comentario de Umbral, quesugiere que el hecho de que los exiliados no vivan en Espaa, ni fueranpublicados o difundidos all en los aos de posguerra, es culpa de ellos, y no

    de la censura impuesta por ese aparato del que est muy cerca Umbral.De la misma manera, al citar un comentario del ABC de la misma poca algo positivo se ha realizado en favor de nuestros escritores madurados enel exilio. Lentamente algunas cosas van cambiando, Gracia agrega: No

    poda ser ms que lentamente por razones histricas perfectamente obvias(2010: 188). Se me hace que la reduccin de la existencia del rgimen asimples razones histricas le presta una especie de neutralidad ontolgicams all del anlisis, de la crtica, o de la adjudicacin de responsabilidades(polticas e intelectuales).

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    comprensibles pero no necesariamente susceptibles de un juiciomoral. Y finalmente le permite burlarse un poco de los pobresingenuos que se niegan a aceptar lo obvio: aqullos que, en vez deasumir la derrota, se empean en oponerse radicalmente al rgimeny se alistan en una lucha cultural o incluso armada para derrocarlo.Al fin y al cabo, solo un tonto pelea contra el invierno. Resultanmucho ms sensatos aquellos intelectuales que, pragmticamente,buscan un modus vivendi con la realidad histrica inamovible quees el franquismo para dedicarse a la produccin cultural9.

    Gracia tiene poca paciencia con los intelectuales que

    denuncian los efectos funestos de la represin y censurafranquistas. As, cita casi con sorna La gallina ciega, el texto enque Max Aub cuenta su vuelta a Espaa despus de treinta aos deexilio, preguntndose si la profunda desilusin de Aub no se debesobre todo a un deseo frustrado de fama literaria. La insinuacin nodeja de ser algo gratuita. Claro que esa frustracin exista en Aub;qu duda cabe; el propio Aub era el primero en admitirlo. Lo queimporta es que, para Aub, esa frustracin personal no era sino unsntoma del hecho mucho ms grave de que la gran mayora de losespaoles de 1969 no hubieran tenido la oportunidad de leer yaprovechar a su generacin de intelectuales, y que stos nohubieran podido ser relevantes (ms que famosos) en el devenir

    histrico de su propia comunidad cultural. Esa es, a fin de cuentas,la consecuencia ms nefasta de la censura y represin: producenmiedo, ignorancia y banalidad. Si Aub lloraba lo haca por smismo, pero tambin por Espaa. Gracia, en cambio, escribe:

    Algunas anotaciones en su diario La gallina ciegacrepitan conuna fatalidad ajena a todo, que no se repara con nada ni por nada,

    porque la desolacin ante la Espaa de Franco es un reflejo de la

    9 As describe Gracia los aos de la inmediata posguerra: Quienesmantuvieron [] un escepticismo entrenado en la agitadsima polticainternacional [] asumieron ms temprano [] que la vida de antes (de

    antes de la guerra) haba terminado del todo, [] El control totalitario delestado franquista y la legitimacin ideolgica que prestaba la Iglesia fueronarmas que hicieron invencible al sistema [] Todo tena pinta de continuarigual y la confianza en que algo cambiase, o el deseo mismo de quecambiase, no llegaron a engendrar una masa crtica que movilizasevisiblemente a una resistencia interior conectada con una futura victoriaaliada. Los minsculos y asediados ncleos de resistencia armada estuvieronms cerca de la inmolacin suicida o desesperada que de la construccin deun proyecto de futuro (2010: 26-27).

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    desolacin ante lo fundamental: el reconocimiento del escritor.En la revista Primer Acto haba aparecido en 1964 su piezateatral San Juan, y dos jvenes crticos como Ricardo Domnechy Jos Monlen procuraron por l durante su visita a Espaa ydespus de ella, y publicaron en Taurus sus obras teatralesreunidas en un volumen. Pero en 1969, como explica Max Aub,esa expectativa ni es gratificadora ni recompensa de nada:Domnech-Monlen: Qu publicamos? Qu estrenamos?Qu hacemos? Proyectos, proyectos. Saldrn, a lo sumo, libros,unos ms. Se desviven. Se lo agradezco. Hacen lo que pueden.Creen de verdad que si el rgimen viese en sus actividades el

    menor peligro los haba de dejar? Por qu? (186)Como se ve, Gracia pinta a Aub como un ingrato que no aprecia loque es posible bajo Franco. Pero vamos a ver: acaso Aub no tenarazn al sealar el pequesimo margen que el franquismo ledejaba a Domnech, Monlen y dems? (De paso, y seguramentesin querer, Gracia llega a exagerar el nivel de apertura delfranquismo: el volumen de Taurus no contiene las obras teatralesreunidas de Aub sino seis obritas relativamente inofensivas10. ElTeatro completo, quesale en Mxico, en Espaa no entra.)

    Ahora bien, lo que le permite a Gracia minimizar hasta ciertopunto el impacto de la censura franquista sobre la difusin y

    presencia pblica de las obras e ideas de los exiliados, es meaventuro a conjeturar su particular visin de la vida culturalespaola. En la versin de Gracia parece que la cultura sedesarrolla no tanto en un mbito social, en interaccin con unpblico lector, o en un escenario poltico, sino sobre todo a travsde los intercambios e influencias personales entre las litesproductoras de esa cultura. De ah tambin la enorme importanciaque puede atribuir, en lo que concierne a la relacin entre exilio einterior, a los documentos que son testigos privados de unacontinuidad cultural ininterrumpida (2010: 41): encuentrospersonales, la circulacin privada de noticias, libros y revistas(14), el intercambio espordico de cartas; contactos, en fin, que enotro momento admite que apenas trascendieron a la luz pblica, lohicieron en lugares marginales o especializados y apenas pudieron

    10 Max Aub, Teatro (Madrid: Taurus, 1971), contiene: El desconfiadoprodigioso (1924), Jcara del avaro (1935), Discurso de la Plaza de laConcordia (1950), Los excelentes varones (1946), Entrems de ElDirector (1948),La madre(1938).

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    calar en la sociedad espaola (16). Pero, bien mirado, el tremendodao cultural de las dictaduras, no reside precisamente en ladistancia que imponen entre los contactos intelectuales personalesy la circulacin pblica de ideas y productos culturales?

    Pasemos ya a cuestiones de estilo. A la intemperie no estescrito en una prosa acadmica, ni mucho menos. Comohistoriador cultural, Gracia emplea un estilo ensaystico personal,de tono menor, que los crticos suelen describir como fluyente,gil, dotado de bro y soltura. La verdad es que escribe muybien. Pero adems de la virtud de la legibilidad, nada desdeable,

    el estilo de Gracia tambin le brinda otras ventajas. Por ejemplo, lepermite pasar casi imperceptiblemente de la exposicin acadmicaa un registro menos preciso, ms metafrico pero a veces tambinms tendencioso, sin por ello renunciar al peso de la autoridaddiscursiva del catedrtico experto.

    As, su tono menor y personal, en momentos casiconfesional, le permite a Gracia proponer ideas y conceptosmayores como si fueran tan menores como ese tono. En su prlogoaA la intemperie, por ejemplo, el autor confiesa que su tratamientodel exilio republicano se limitar al campo cultural y que inclusodentro de ese marco su nico objetivo es proponer unas pocas

    claves de interpretacin complementarias sobre la percepcin delexilio (Gracia 2010: 14)11. En la prctica, sin embargo, suintencin es ms sinecdquica de lo que su modesto prlogoindica: me consta que, a fin de cuentas, el libro aspira a presentartesis no complementarias o parciales sino generales sobre lahistoria cultural espaola entre los aos 40 y los 70.

    Ocurre algo similar al nivel conceptual, donde tambin nosencontramos con sincdoques con carcter de caballo troyano. Dehecho, los argumentos de Gracia estn anclados en un puado demetonimias claveel exilio, el interior, y la derrota cuyoreferente puede parecer obvio pero en realidad es arteramente

    11 [Este libro n]o es una historia ni una crnica sinttica del exilio ni estampoco una hiptesis general sobre l. No reconstruye ninguna totalidadideal ni abarca todos los exilios, ni siquiera todos los circuitos culturales delexilio. Es ms bien la propuesta de unas pocas claves de interpretacincomplementarias sobre la percepcin del exilio y que puede contribuir acauterizar su larga peripecia. No rebajan el drama humano pero prestan unaptica ms amplia, ms heterognea y menos politizada para comprenderlo(Gracia 2010: 13).

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    fluido. El libro, escribe Gracia por ejemplo, intenta explicarse[] la evolucin de la derrotaen el exilio sin separarla de su nicaalternativa: la derrota vivida en el interior (2010: 12; el subrayadoes mo, como lo es en todas las citas que siguen). Con el tiempo,escribe, [f]ueron aceptando casi todos los exiliados la cooperaciny la alianza con espaoles del interiorporque esa era la va para unfuturo plausible y adems era una va justa (2010: 15). La

    mayora del exilio no fue comunista, dice, y tampoco lo fueron lamayora de los vencidos del interior y, sin embargo, a menudo seasocia el maltrato del franquismo sobre la derrota al maltrato

    sobre los comunistas del exilio o del interior, que fue mucho msagudo y ms cruel (2010: 16). Aquellos intelectuales exiliadosque mantuvieron el contacto, afirma, saban que el futuro est[aba]en el reencuentro del exilio con el interior (2010: 17); losclculos cuantitativos hacen evidentsimo que la derrota en suinmensa mayora permaneci en Espaa o regres a ella (2010:28). A menudo los exiliados fueron quienes antes y mstempranamente se apiadaron de esos vencidos del interior [](2010: 39). Sin tomar en cuenta los contactos privados, escribe, esimposible hacerse cargo de lo que sucede en la derrota del exilio yen la derrota del interior (64).

    En los tres casos la derrota, el exilio, el interior, la

    sincdoque es totum pro parte:el referente de los trminos es msrestrictivo de lo que aparenta. En un nivel bsico, desde luego,Gracia solo se refiere a intelectuales entre los exiliados, derrotadosy los del interior. Pero incluso ms all los referentes manifiestanuna marcada fluidez semntica. El concepto de la derrota, porejemplo, se emplea para referir al fenmeno histrico de la derrotarepublicana, la experiencia individual y colectiva de esa derrotaentre los intelectuales (la derrota vivida; evolucin de laderrota (Gracia 2010: 12)) pero tambin a los que encarnan esaderrota, o sea los vencidos(el maltrato sobre la derrota). Confrases como la derrota del interior o los vencidos del interior,Gracia parece referirse a aquellos intelectuales que apoyaron laRepblica pero que se quedaron en Espaa, viviendo una especiede exilio interior. Parece ser este grupo con el cual los exiliadosmantienen el contacto y a quienes, segn Gracia, los exiliados msinteligentes decidieron apoyar en lo posible.

    En otras partes, sin embargo, la nocin delinterior aparecede forma independiente para referirse no solo a la Espaa de

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    Franco en su totalidad, sino tambin a todoslos intelectualesen laEspaa de Franco, no solo los que estaban en desacuerdo con elrgimen o se resistan a l. En algunos momentos clave, de hecho,el concepto del interior se expande para incluir a aquellosintelectuales que de alguna forma u otra apoyaban al rgimen, o aaquellos cuyo apoyo entusiasta se hizo, con el tiempo, mscondicional. Las consecuencias de estos desplazamientossemnticos no son menores. As, cuando Gracia habla del espritude reconciliacin y cooperacin entre el exilio y el interior queacab por hacer posible la transicin en contraste, por ejemplo,

    con la poltica comunista de Resistencia armada (2010: 81), noqueda muy claro si se refiere a una colaboracin entreantifranquistasdentro y fuera de Espaa, o entre representantes delrgimen y de la oposicin (que es el uso ms comn en el contextode la transicin).

    De forma similar, Gracia se aprovecha de sus libertadesmetafricas de ensayista para formular una serie de juicios ticos.En este sentido llama la atencin una curiosa diferencia en eltratamiento de tres grupos distintos: (1) los intelectuales quemantienen alguna nocin de lealtad a la causa republicana, enparticular comunistas y otros izquierdistas militantes; (2) los quedesde el comienzo o con el tiempo son, o se hacen, apolticos; (3)

    los intelectuales en Espaa obligados a sobrevivir bajo Franco,proceso que a veces implica formas de concesin o colaboracincon el rgimen. En el relato moral que nos ofrece Gracia, es esteltimo grupo el que sale mejor parado, el que recibe todos losbeneficios de la matizacin historicista. Gracia nos invita aimaginarnos en su situacin, a comprenderlos, y elogia su audacia moral: habla del valor de arrepentirse, el valor de rectificar(2010: 121). El tropo clave aqu es el oxmoron de la traicininteligente o virtuosa. Los tropos preferidos para el primer grupo,en cambioel de los intelectuales militantes de izquierdasson lametfora patologizante y la lacra del anacronismo. Gracia habla de

    la inmaculada virtud ucrnica y ahistrica de las lealtades aprueba de bombas y concluye que la experiencia de la derrota fuecatastrfica para los que tenan una fuerte fe poltica eideolgica, mientras que la ausencia de dogmatismo ideolgicofacilit la proteccin contra los cortocircuitos neurotizantes de losrefugiados ms aprensivos y fue una [vacuna] contra el mal

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    (2010: 64, 90)12. Y as se produce un relato histrico en el cualGracia nos invita a admirar la traicin inteligente de alguiencomo Dionisio Ridruejo al mismo tiempo que nos invita acompadecer si no burlarnos un poco de la lealtad txica oneurtica a la causa republicana de alguien como Max Aub13.

    Este despliegue argumentativo de tropos es muy propio delensayo, desde luego. Pero plantea un problema para el lector: noqueda claro hasta qu punto la voz de A la intemperie es la delensayista que, como afirm famosamente Adorno en Der Essayals Form, parte de una renuncia a comprender nada en su

    totalidad o la del catedrtico, que s aspira a una autoridadtotalizadora. Por ms ensaystico que sea el estilo, todos los sealesparatextuales del libro apuntan hacia una lectura en clave deautoridad acadmica. Creo que de ah nace mi inquietud: Graciaofrece una interpretacin personal y parcial, quiz algotendenciosa, pero no renuncia a la legitimidad y autoridad delespecialista erudito que diserta ex cathedra.

    Anatoma de un instante

    Algo parecido ocurre en el caso del libro de Javier Cercas sobre el23-F, su xito ms sonado desde Soldados de Salamina. As comoSoldados, Anatoma se ocupa de un evento traumtico de lahistoria reciente espaola; y, como Soldados, sepresenta como unamezcla brillante de ficcin y no ficcin.Anatoma de un instante esun relato fascinante y extremadamente detallado de lascircunstancias precisas que condujeron al fracasado golpe deestado del 23 de febrero de 1981 que amenaz con destruir la jovendemocracia espaola. Pero tambin es una reflexin extensa sobrela responsabilidadde los involucrados y afectados, desde la cpulamilitar y poltica, pasando por el joven Rey Juan Carlos y losmedios de comunicacin, hasta la poblacin del pas entero. Atodos Cercas los somete a un riguroso examen moral. Ahora bien,

    12 [L]a comezn poltica en el exiliado fue un factor de desgaste y amarguratan hondo que arruin parte de la voluntad y la capacidad de salir a flote trasel hundimiento moral y material de la derrota (Gracia 2010: 49-50).

    13 Como seala Mari Paz Balibrea con referencia a La resistencia silenciosa,el estudio de Gracia sobre la cultura espaola de la inmediata posguerra:Algn atisbo de ese talento para el matiz que demuestra con las derechaspodra tambin haber exhibido en la consideracin de las izquierdas(Balibrea 2007: 28n).

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    el relato cabe considerarlo revisionista en la medida en que Cercasinvierte el esquema moral recibido o convencional: arguye que, enrealidad, ni los medios ni el pas estaban lo bastantecomprometidos con la democracia como para arriesgarse la vidapor ella, mientras que el papel del Rey al que generalmente seatribuye un papel salvadorfue bastante ms ambiguo de lo que sesuele pensar. Los tres nicos hroes autnticos del momento fueronlos que resultaron dispuestos no solo a jugarse el tipo por lademocracia sino que, para salvarla, tuvieron que traicionar lascausas, grupos e individuos a los que deban lealtad. Con una frase

    prestada de Hans-Magnus Enzensberger, Cercas los tilda dehroes de la retirada (Helden des Rckzugs).

    Mucho se puede decir de este brillante mamotreto de 500pginas; aqu me limitar a algunos breves apuntes sobre lahibridez genrica. As como Soldados, Anatoma parece mezclarnovela e historia. Pero hay una diferencia importante: la voznarradora de Soldados era la de un periodista llamado Cercas quesin embargo no era el Javier Cercas verdadero (las diferenciasbiogrficas eran sutiles pero importantes). La voz de Anatoma, encambio, se identifica directamente con este. En otras palabras, siSoldados fue un ejercicio brillante de equivocacin, Anatoma nosllega con todo el peso de la autoridad moral de Cercas como

    intelectual pblico. Es precisamente esa autoridad la que le permitejuzgar moralmente a los involucrados. Ahora bien, en la medida enque Anatoma se nos presenta como una narracin histricarigurosa y verdadera, tambin nos invita a fiarnos de la autoridadepistemolgica del autor: aceptarlo como una fuente desinteresadade la verdad. El problema es que no queda nada claro que, enefecto, nos podamos fiar de l.

    El libro abre con un prlogo gracioso, en que Cercas explicaque quiso escribir una novela sobre el golpe pero que no tard endarse cuenta de que toda invencin era superflua porque loshechos del 23 de febrero posean por s mismos toda la fuerza

    dramtica y el potencial simblico que exigimos de la literatura.Por tanto, confiesa, incapaz de inventar lo que s sobre el 23 defebrero, iluminando con una ficcin su realidad, me he resignado acontarlo (Cercas 2009: 25).No fue una decisin fcil. El apego ala historia verdadera implicaba una renuncia de los privilegios de laficcin. Aun as, Cercas decide contar los hechos sin ocultar sunaturaleza catica [] pero con la mxima nitidez, con toda la

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    inocencia de que sea capaz, [] como los contara un cronista dela antigedad [] (2009: 25). Tanta es su modestia, nos avisa,

    que nadie debe buscar en este libro datos inditos o aportacionesrelevantes para el conocimiento de nuestro pasado reciente (ibd.).Solo los hechos. Superado por el talento literario de la propiahistoria, pues, el novelista asume un papel humilde de cronista.Pero ojo, lo que Cercas nos presenta como ejercicio de humildad estambin una pretensin de autoridad epistemolgica: prometecontarnos la verdad, toda la verdad, nada ms y nada menos. As,se apresura a asegurarnos que se ha ledo todo lo escrito sobre el

    tema y que adems ha entrevistado a decenas de personasinvolucradas: un esfuerzo de investigacin exhaustiva.

    Ahora bien, el libro cumple con lo prometido en el prlogo?Ni por asomo. Para empezar, el texto no tiene nadade crnica. Ydesde luego s pretende dar datos inditos o aportacionesrelevantes para el conocimiento de nuestro pasado reciente dehecho, es su mvil principal. En segundo lugar, el libro se limitade ninguna forma a los meros hechos. Cercas no solo se entretieneen especulaciones de todo tipo sino que reivindica para s una claraautoridad moral. Quiere contarnos qu pas con el fin de juzgarlaconducta de los involucrados tarea a la que se dedica en largasreflexiones intercaladas que se leen como ensayos de opinin. No

    tarda en darse cuenta el lector que, en ltima instancia, el objetivodel libro es defender la legitimidad de la Transicin y de lademocracia que gener como las mejores posibles.

    El argumento principal de Anatoma es sencillo. En sumomento de mayor peligro, nos dice Cercas, la democraciaespaola fue salvada por tres hombres que se jugaron el tipo ytraicionaron a los suyos por ella. El pueblo espaol, en cambio, nosolo demostr no estar dispuesto a jugarse el tipo, sino que se negsiquiera a agradecer a esos tres hroes. Por qu? Porque los tresles recordaban a los espaoles su propia decrepitud moral al cabode cuarenta aos de dictadura. El libro, en fin, es un relato moral

    que les pide a los espaoles que se miren en el espejo y reconozcanque, cuando ms importaba, se comportaron como unos cobardesingratos. Tambin les pide asumir que la construccin de lademocracia postfranquista supuso un logro extraordinario por elcual nunca pueden agradecer lo bastante a sus arquitectos y unregalo que, en verdad, los espaoles del momento no se merecan.Basta ya, pues, con la crtica de la Transicin.

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    Ya hemos determinado que Cercas no cumple con laspromesas genricas del prlogo. Pero al menos podemos decir quesu juicio histrico-moral es justo? Es verdad que Espaa no semereca la democracia que le toc en suerte? La Transicin fue lamejor posible? La argumentacin de Cercas es brillante; y sinembargo algo falla. As como en el caso de Gracia, el diablo seesconde en los tropos. Dados mis lmites de tiempo, baste un soloejemplo. Uno de los personajes principales de este relato moral esel pueblo espaol el pblico, el electorado al que Cercas serefiere con la frase el pas entero Cuando explica la popularidad

    inicial de Adolfo Surez, que en el fondo era un oficial franquistamediocre y oportunista, Cercas confiesa que as, ms o menos, eratambin su propio padre. Es ms:

    As era ms o menos la Espaa de los aos setenta: un paspoblado de hombres vulgares, incultos, trapaceros, jugadores,mujeriegos y sin muchos escrpulos, provincianos con moral desupervivientes [] que haban vivido con comodidad bajo el

    franquismo, colaboracionistas que ni siquiera hubiesen admitidosu colaboracin pero en secreto se avergonzaban cada vez msde ella [] (2009: 384).

    De nuevo nos encontramos con una sincdoque traicionera: con unsolo tropo que convierte a Surez y a su padre en representativosdel pas entero, Cercas borra del mapa a grandes sectores de lasociedad espaola entre ellos, los que sufrieron cuarenta aos derepresin y pasaron dcadas luchando contra la dictadura. Ahora,si Cercas contempla la derecha colaboracionista al que pertenecasu padre con algo as como un suspiro simptico esos viejosespaoles mediocres, no los queremos pero nos es imposibleodiarlosel autor se muestra mucho ms crtico con la izquierdaradical militante. En uno de los ensayos intercalados en defensa dela Transicin, por ejemplo, culpa el auge de una visin crtica de laTransicin a la renovacin en los centros de poder intelectual deun viejo discurso de extrema izquierda (2009: 431), una izquierda,

    adems, a la que contina incomodando la democracia y queinsiste patolgicamente en negar la realidad (2009: 434).

    Como se ve, la visin de Cercas tiene puntos en comn con lade Gracia: ambos exhiben cierta comprensin humana ante laderecha y una irritada impaciencia con la izquierda. Ambosexplican la participacin de las lites en el nacimiento de lademocracia mediante el oxmoron de la traicin virtuosa; y ambos

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    montan una defensa apasionada de la Transicin. No sorprende querechacen con vehemencia la idea de que la democracia actualpueda ser incompleta, insuficiente, o lastrada por un legadoantidemocrtico o antimoderno14. De hecho, los dos parecencontemplar el panorama cultural y poltico actual desde unacomplacencia poco comn en los intelectuales pblicos.

    Yo soy de los que observan la Espaa actual con menosbeneplcito, sospechando que s pueda persistir cierto legadoantidemocrtico, sobre todo en algunas instituciones ms reacias alcambio como lo son la Universidad y el Poder Judicial. Es ms,

    desde esta perspectiva ms desencantada es grande la tentacin deinterpretar ciertos aspectos del trabajo de los propios Cercas yGracia como sntomasde ese legado. Me doy cuenta de que es unatentacin algo maliciosa, pero permtanme un par de ejemplos paraexplicarme. El enfoque limitado de Gracia, la concentracin en elsolo cauce (Gracia 2010: 19) de la cultura espaola;la reduccinde la ingente labor cultural de los exiliados al significado quepudiera tener para lo producido en el interior sin apenas considerarel impacto de esa labor en los pases de acogida (y nonecesariamente como cultura espaola); y finalmente, el hecho deque no haya ningn intento de situar la historia del exiliorepublicano espaol en un marco cultural internacional (europeo,americano), o de cuestionar lo espaol como categora histrico-cultural todo esto hace que A la intemperie, a pesar de su obviabrillantez, tenga un aire algo parroquial, algo espaolista, que nopuedo por menos de asociar con cierta falta de superacin de unlegado institucional e intelectual predemocrtico. Otro aspecto quepodra interpretarse como sntoma de ese legado es la forma en queambos autores conciben la figura del intelectual pblico. Claro queno les falta razn cuando llaman la atencin sobre las limitacionesde la cosmovisin que inform el compromiso intelectual

    14 Nocin defendida, por ejemplo, por Vicen Navarro y Mari Paz Balibrea.

    En el contexto de los movimientos por la Recuperacin de la MemoriaHistrica, afirma Gracia, ha reaparecido con ms fuerza que antes elfantasma de la traicin a los ideales del exilio, a la modernidad histrica queencarnaba el exilio frente a la modernidad real que fue haciendo la Espaatardofranquista y la misma democracia. Algunos revisionistas de latransicin han encontrado en ese papel secundario del exilio un argumentoadicional para cuestionar no tanto la legitimidad del proceso de cambio a lademocracia como su incapacidad para cumplir con los sueos de unaizquierda que se siente defraudada con la socialdemocracia (2010: 215-16).

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    izquierdista durante gran parte del siglo XX. Hubo algo deingenuo, dogmtico, y utpico. Pero tengo que confesar que no mequeda claro cul es el compromiso poltico o cultural de Cercas yGracia ms all de una irnica brillantez. Esa, precisamente, es lapregunta que plantea Jos Luis Villacaas en una inteligente reseade Anatoma de un instante. Sin negar las considerables dotesliterarias de Cercas, Villacaas cree percibir cierta falta deresponsabilidaden el modo en que Cercas suelta su imaginacin, ycierta falta de anclaje en su lectura moralizante de los ltimostreinta aos de historia espaola. El resultado, afirma, es una

    historia tan ambigua que tiene algo para todos: la amplitud de laimaginacin literaria y la ambivalencia de la valoracin moral,escribe Villacaas, permiten a Cercas ofrecer elementos paratodos los pblicos. El libro concluyeno se compromete con unargumento poltico claro y maduro (2009: 47).

    Deca al principio que mi inquietud ante estos dos libros nacade la impresin de que una nueva izquierda intelectual espaola,representada aqu por Cercas y Gracia, want to have their cake andeat it, too.A lo que iba era esto: me parece que la brillante hibridezformal de sus textos proporciona una excusa para una suerte dehibridez poltica que, sin embargo, reclama una autoridad moralcuyo fundamento no queda claro. O para decirlo de otro modo:

    como escritores e investigadores aspiran a un papel de intelectualpblico de hecho, lo tienen al mismo tiempo que parecenrechazar la nocin del compromiso poltico. Y esto no me cuadra.

    Para terminar, propongo cuatro series de preguntas para abrirel debate:

    Cabe considerar a Gracia y Cercas como representativosde una izquierda que se cree sensata pero que trata deforma desigual a la derecha e izquierda histricas?

    Existe una tensin entre, por un lado, el poder o laautoridad institucional de la ctedra y la disciplina

    acadmica y, por otro, el carcter tentativo y lasaspiraciones humildes del ensayo?

    Cules son las posibles formas de compromiso intelectualhoy que justifiquen la intervencin en debates pblicos?Cul es el compromiso de Cercas y Gracia? Cul es la

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    actitud ms productiva o justa que podamos adoptar anteformas pasadas de compromiso?

    Es legtimo o productivo explicarnos las posiblesimperfecciones de la democracia espaola como un legadodel franquismo? Y hace falta revisitar o revisar el pasadopara remediarlas?

    OBRAS CITADAS

    ADORNO, Theodor W. 1958. Der Essay als Form. En:Noten zurLiteratur I. Berlin: Suhrkamp: 9-33.BALIBREA, Mari Paz.2007.Tiempo de exilio. Madrid: Montesinos.BLANCO AGUINAGA, Carlos. 2005. Max Aub y la cultura

    internacional del exilio republicano. En: Homenaje a MaxAub. Valender James y Gabriel Rojo (eds). Mxico, D.F.:Colegio de Mxico: 85-97.

    CERCAS, Javier. 2009. Anatoma de un instante. Barcelona:Mondadori.

    FABER, Sebastiaan. 2010. Quin pelea contra el invierno? Elrevisionismo de Jordi Gracia. En: Migraciones yexilios 11: 155-162.

    GRACIA, Jordi. 2010.A la intemperie. Exilio y cultura en Espaa.Barcelona: Anagrama.

    NAVARRO, Vicen. 2006. El subdesarrollo social de Espaa.Madrid: Anagrama.

    VILLACAAS BERLANGA, Jos Luis. 2009. La fbula De laRovere y el caso Surez. En: Revista de Libros154: 46-47.http://www.revistadelibros.com/articulos/la-fabula-de-la-rovere-y-el-caso-suarez.20 de agosto de 2010.

    http://www.revistadelibros.com/articulos/la-fabula-de-la-rovere-y-el-caso-suarezhttp://www.revistadelibros.com/articulos/la-fabula-de-la-rovere-y-el-caso-suarezhttp://www.revistadelibros.com/articulos/la-fabula-de-la-rovere-y-el-caso-suarezhttp://www.revistadelibros.com/articulos/la-fabula-de-la-rovere-y-el-caso-suarez
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    o cmo volver a contar

    (Rplica a Sebastiaan Faber)1

    JordiGRACIA

    Universidad de Barcelona

    Sinopsis.- El ttulo propone una reflexin que pivota sobre dos

    ejes: la voluntad de carcter tico e ideolgico (pero tambinprofesional) de modificar, corregir, completar o enriquecer lasinterpretaciones y lecturas del pasado reciente de la historiacultural espaola, por un lado, y la necesidad de hacerloescapando a metodologas cerradas o demasiado sistemticas,poco aptas para hacer el discurso permeable a fuentes,perspectivas o materiales muy diversos. No es una eleccininocente ni es ingenua: desde antes del mismo Hayden Whitesabemos que el discurso del historiador tiene significado propio,pero sobre todo sabemos que esas elecciones comportan riesgos odesventajas de un tipo a cambio de ventajas o beneficios de otro.La fiabilidad acadmica o profesional de esos mtodos hbridos no

    queda puesta en duda por la eleccin de una metodologa mixta opor un modo de escritura, aunque engendre como resultadocientfico nuevas preguntas o discrepancias.

    Quiero agradecer la flexibilidad y tolerancia con la que se acept lapropuesta de, en lugar de preparar dos discursos de formaindependiente, hacerlo de un modo ms dinmico y claramentepreparado. Es decir, yo saba que escuchara cosas que no seran demi agrado, y que Sebastiaan haba aceptado que tuvisemos unadiscusin pblica con el fin de fomentar la aparicin de criterios ypuntos de vista dispares en el tratamiento del pasado, sin ninguna

    contaminacin de aquello que en Espaa, y en Europa, llamamosrevisionismo. Bajo esta consideracin yo nunca hubiera aceptadoparticipar en una mesa redonda con Sebastiaan. Lo que entiendo es

    1 Agradecemos a Francisca Snchez Martnez su ayuda en la transcripcin deeste texto y del debate que se reproduce a continuacin.

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    que su punto de vista tiene que ver, fundamentalmente, con quforma de revisar el relato de la historia y esta misma adoptamosunos cuantos historiadores y profesores de historia. Aunque, enrealidad, yo soy profesor de literatura espaola.

    En este punto querra matizar un aspecto anterior que es degran utilidad para entender desde qu perspectiva escribo y hablo.Mi ltimo libro es un tomo de mil pginas que he redactado juntocon Domingo Rdenas y que corresponde a la ltima parte de laHistoria de la Literatura espaola que, en la Editorial Crtica, hadirigido Jos Carlos Mainer y que abarca desde el ao 1939 hasta

    el 2010. La voluntad es que ese tomo sea capaz de vertebrar, deuna manera mnimamente imaginativa, en todo caso renovadora, elrelato y las texturas de la historia literaria espaola vinculada a lahistoria cultural, intelectual y poltica. Por lo tanto, debiendoencontrar para el exilio un lugar alternativo al de captulo aparteque le ha sido otorgado en los ltimos sesenta aos.

    El exilio, y de ah la nocin de fondo del cauce cultural, esnaturalmente cultura espaola, solo que en un principio pivotgeogrficamente hacia el exterior y, lentamente, fue recuperandomnimos y progresivos anclajes en la Espaa del interior. Frente aldiscurso clsico que toda la historiografa del exilio ha repetido sin

    descanso, aunque ltimamente en menor medida, la presencia, laposibilidad de conocimiento y la lenta reaparicin de los exiliadosen Espaa fue ms temprana, real, eficaz y cierta de lo quehabamos credo. Sin embargo, eso no ablanda, libera de culpa ohace ms bueno al franquismo; tampoco ms comprensivo. Lo

    convierte en todo caso en incapaz de detener el proceso histricode cambio de una resistencia que crece dentro y de un exilio queempieza a cambiar su actitud con respecto a la Espaa de Franco ya quienes la soportan.

    El segundo aspecto que quiero mencionar est relacionado contodo lo anterior y explicar la apertura de mi punto de vista,aunque a Sebastiaan le parezca que todava es muycentrohispano. Concierne este asunto a la antologa del ensayodesde la guerra que titul Los contemporneos y en efecto,apareci en 1996. Pero con Domingo Rdenas hemos ampliado esevolumen para abarcar todo el siglo XX y convertirlo en tomo demil pginas. Contiene un prlogo de doscientas pginas que tratade explicar la peripecia del ensayo del siglo XX en Espaa, desdeel principio hasta el final, no nicamente desde la guerra como era

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    el caso del tomo anterior. Me refiero a esta edicin nueva paraexplicar el punto de vista desde el que he estado escribiendo en losltimos diez o quince aos, con la voluntad de ir aprendiendo areinterpretar lo que me pareca una concepcin insuficiente,parcial, dogmtica y, sobre todo, poco sensible a la extraordinariadiversidad de fenmenos, estratos, actores que haban quedadoprcticamente disueltos en ese relato fantasmagrico, iluso, falso,de que el franquismo signific cuarenta aos de invierno, parlisis,tnel, pozo o cualquier otra metfora habitual en la historiografa,sobre todo de izquierdas que ha sido la mejor en Espaa con

    diferencia en los ltimos aos.Porque, como es natural, con quien se enfrenta uno es con los

    suyos, en mi caso la historiografa de izquierdas; no voy a hacerlocon Ricardo de la Cierva o con indocumentados polticamenteteledirigidos como es el caso de Po Moa o Csar Vidal. Ningunode estos nombres deberan haber aparecido en un debateacadmico; no debera Sebastiaan haberlos mencionado. En Espaano ceso de repetirlo, aplicado a contextos de historiadores. Entrminos historiogrficos, no son interlocutores sinopropagandistas del neo-franquismo. La discusin con ellos esabsurda, ya que no hay voluntad historiogrfica de comprensindel periodo; hay una estrategia polticamente programada desde la

    segunda legislatura de Aznar. No obstante, dejemos a un lado esediscurso, que es muy poco til para tratar de exponer nuestro puntode vista.

    Voy a comenzar ahora por lo que me interesa. Aunque Cercasme parece uno de los grandes escritores contemporneos sinpaliativos y, adems, somos muy buenos amigos, esta vez quisieracentrarme en la primera parte de la charla de Sebastiaan Faber. Sinembargo, a propsito de Cercas s quiero apuntar unas cuantascosas que son especialmente relevantes para desactivar lo que yoconsidero una lectura de algn modo poco permeable a lanaturaleza renovadora del artefacto que ha creado en Anatoma de

    un instante. Creo que es esta una lectura poco dctil, incluso pocodispuesta a detectar cul es el proyecto literario que hay en estelibro, porque es realmente innovador bajo mi punto de vista. Yo heledo una novela, aunque muy rara; tan rara como que es unanovela no de no-ficcin, sino una novela sin ficcin. Con lasherramientas del novelista, con la imaginacin moral del novelista,con los recursos de estilo del novelista, con la capacidad de

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    estructura del novelista, con la capacidad de conmocin delnovelista pero sin ficcin.

    Sebastiaan se ha olvidado de recordar, para quienes no lotuviesen presente, que el libro acaba con cuarenta pginas, con untipo de letra tamao diez, de notas que documentan cada una de lascosas, citas, observaciones o menciones que se hacen a lo largo dellibro. Esto fue idea de Javier Pradera. Cuando ley el manuscritodijo: Te van a fusilar. Si no documentas todo lo que dices, van acreer que te lo inventas, que todo esto es ficcin. Fue entoncescuando Cercas comenz a agregar cada una de las referencias

    bibliogrficas que en el original no aparecan. En un mes hizo elapndice de notas recogiendo todo lo que tena anotado... Esto es,creo que s cumple lo que se propone, solo que es posible que lamayor parte de lectores puedan haber credo que lo que se proponaera una cosa y, en realidad, es otra. Y el resultado es algo raro,extrao, ingenioso y, en mi opinin, deslumbrantemente brillante:un artefacto narrativo que con las armas del novelista construye unrelato, una crnica, sin ficcin. Sin embargo, un relato que tiene losdones y la magia de la novela; uno est ante una novela, se dacuenta mientras lee, de golpe, de que est leyendo el libro comouna novela. Y es que, efectivamente, est invirtiendo los recursosdel novelista aunque ah no haya ficcin. De manera que

    ciertamente es un invento bien raro.

    El intento de hacer una novela sin ficcin, y capaz de ajustarseescrupulosamente a los hechos sucedidos pero al mismo tiempocapaz de crear la emocin y la complejidad de la buena novela, hasido un objetivo literario fuerte en muchos escritores, y muchos deellos de primer nivel, como Martin Amis o Mario Vargas Llosa.Cercas lo intent tambin y es lo que escribi antes de resolverdefinitivamente la escritura de Anatoma de un instante. Porqueesas cuatrocientas pginas de las que habla en el prlogo existen,son reales. Se trata de una novela en la que inventa un personaje,un espa al que hace ser parte del CESID, que averigua cosas etc.

    Terminadas las cuatrocientas pginas se dio cuenta de que era otranovela ms. La insatisfaccin lo llev a buscar otro formato, otromodo de escritura, y de ah sali la originalidad de Anatoma. Elmismo Martin Amis formul en una ocasin, reflexionando sobrenovela e historia, el lmite inalcanzable para el novelistacontemporneo: advirti que si era leal y fiel a los hechos reales,de ellos no podra extraer la leccin moral que necesitaba como

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    novelista. Es decir, la lealtad a los hechos reales no permita dotaral texto de esa verdad moral que alcanza la novela, eso que nosconmueve sea ficcin o no; en Kafka lo que nos conmueve es laverdad moral, no el hecho de si era verdad o no lo que se contaba.Pues ese efecto ltimo que es el de transmitir, crear, suscitar ennosotros una verdad moral y conmovedora, saber que estamos anteeso, no poda hacerlo el novelista que fuese rigurosamente leal alos hechos en la medida en que lo pueda ser el ms competentehistoriador. Pues bien, me parece que Anatoma de un instante esese sueo cumplido de escribir una historia verdica y fidedigna,

    leal a los sucesos tal como podra contarlos un buen historiador, yal mismo tiempo una historia dotada del poder de la novela.

    Querra ahora comentar algo respecto a la frase que, aunqueno ha querido pronunciar aqu, ha puesto por escrito Sebastiaan enuna resea acadmica de mi libro sobre el exilio A la intemperie.Esta frase dice que estas operaciones de Cercas, o algunas de lasmas, pueden ser sntomas de lo mal que se hizo la Transicin, locual queda manifestado en la existencia de gente que hace libroscomo nosotros y a quienes se les puede detectar no solo una faltade cosmopolitismo sino adems una anacrnica tendenciaautrquica trmino que lgicamente pretende crear en el lectorexperto, que es quien lee esto, la asociacin con la autarqua de la

    posguerra. Este juicio, junto a la denominacin de parroquialque tambin me aplica, es impropio e inaceptable. No obstante,como s que son expresiones que forman parte del discurso deSebastiaan y que emplea mientras discute, de una manera muyrazonable, contundente y compacta lo que uno dice, lo que debehacerse es dar las gracias, que es lo que hago, por la atencin conla que ha ledo ese libro.

    He escrito muchos libros demasiados, quiz. Pero estenecesariamente lo haba de escribir en el contexto del resto delibros que he escrito, porque uno no puede repetir en cada obra loque forma parte de un enfoque historiogrfico, ensaystico, de

    percepcin del pasado y del modo de contar ese pasado. De maneraque la aproximacin al exilio que propone A la intemperie estfundada en la percepcin de un experto en la Espaa del interior yque tiene por lo tanto muy armada una explicacin propia de suhistoria intelectual y cultural. Alguien que, con ese perfil, haadvertido una y otra vez la falta de ajuste entre el relato que leesobre el exilio por parte de la historiografa contempornea y

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    aquello que l va observando a medida que trabaja sobre la Espaadel interior. Y cada vez se siente ms incmodo con reiteracionestales como que no haba contactos, que nadie saba nada delexilio Tena la sensacin, por lo tanto, de que poda ser tilintroducir en el circuito de publicaciones del exilio, entre losexpertos del exilio, uno o varios nuevos criterios de interpretacinque pudiesen servir para debatir con ellos mismos sobre sus puntosde vista en torno al exilio.

    Sebastiaan estar de acuerdo conmigo en que un defecto, queno s si es de provincialismo, de parroquianismo o de cualquier

    otra cosa, aunque es peor que cualquiera de ellos, es lafragmentacin y segmentacin de los estudiosos sobre exilio einterior. La percepcin que quienes tratan del exilio tienen sobre laEspaa del interior, sobre la cultura del interior, me parece muydesfasada y desconectada de lo que hemos aprendido en losltimos treinta aos. Eso es grave porque se avanza mucho en elestudio sobre el exilio sin avanzar nada en la comprensin de loque unos cuantos investigadores ya hemos estado estudiando, estoes, lo que ha sucedido bajo el franquismo, aunque es posible que lohayamos estado haciendo de una manera un tanto politizada. Porqu politizada? Porque no haba otra alternativa; en 1975 no estabala situacin como para hacer una historiografa ms crtica con la

    propia izquierda, todava era el momento de continuar la pugna y lalucha. Hoy es el momento de tener la libertad total de averiguarqu es lo que pasaba entonces, tanto si desmiente las conviccionespolticas del historiador como si las refuerza. El historiador trata deexaminar cmo se comportaron los suyos y los otros. Porque,verdad que la revisin del franquismo ya la hemos hecho?Verdad que la revisin, me parece, de cuantas atrocidades hizo elfranquismo es el relato oficial? Espero que sobre esto no quepa lamenor duda. De verdad que yo, desde la izquierda, en plenademocracia, he de volver a recordar quin tena la razn en el 36 oen el 39? De verdad que todava nos es necesario contar qu tipode rgimen y de dictadura fue el franquismo? De verdad alguiencree que este es el discurso necesario en la vanguardia de lahistoriografa actual? No ser ms bien que lo que necesita lahistoriografa espaola es volver a revisar aquello que no ha dicho,aquello que falta por averiguar y aquellos puntos de vista quepueden desestabilizar el discurso hecho?

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    A m me parece que lo que hemos hecho en los ltimos veinteaos, no los jvenes o ms recientes necesariamente sino tambinalgunos mayores, como Santos Juli o Jos-Carlos Mainer, es tratarde liberarnos del antifranquismo y dejar de ser antifranquistas paraser investigadores sobre el franquismo y lo que sucedi durante, yfuera, del mismo. Sebastiaan me dir que precisamente es estoparte de lo que me reprocha, lo cual yo acepto. El libro no examinala aportacin que los exiliados han hecho en los respectivoslugares; parece incluso ser poco sensible al hecho real de cmonutrieron otras culturas con sus aportaciones. Sin duda no lo hace,

    aunque yo creo que s en una cierta medida. El libro trata de LuisBuuel, de Josep Lluis Sert, es decir, el director de la escuela deurbanismo en Harvard durante veinte aos. El padre, el co-padre almenos, del urbanismo occidental del ltimo medio siglo, de lafundacin Joan Mir de Barcelona un arquitecto de primersimonivel que construye toda su carrera como exiliado. Es verdad queeso no est en el libro de una manera enftica o destacada; meparece que no es precisamente algo que falte en la bibliografa delexilio. Lo que s echaba de menos en el relato del exilio o en lapercepcin colectiva de los expertos en el exilio, eran algunas otrascosas. Contra lo que dice Sebastiaan, no haba falsa modestia en laintroduccin del libro cuando se propona ofrecer unas cuantas

    claves de interpretacin. Es verdad que solo es eso, aunque de ahpueda derivarse simultneamente una relectura del exilio lejos deuna mirada encorsetadamente poltica. De igual modo creo que elcompromiso poltico-intelectual hoy es tratar de proyectar unamirada ecunime al pasado, y ecunime no es neutral oequidistante: es desactivar los prejuicios heredados; ese es elcompromiso poltico en democracia, una mirada ecunime quesume y cuente a los de un lado, a los del otro y lo que sucede enms de treinta aos de evolucin colectiva y biogrfica1.

    1 Mientras reviso y corrijo esta trascripcin me llevo la sorpresa

    verdaderamente grande de descubrir lo que de veras significan mis libros,segn Jos Ramn Lpez, miembro del GEXEL que dirige Manuel AznarSoler en la Universitat Autnoma de Barcelona. En las ltimas actaspublicadas bajo el ttulo El exilio republicano de 1939 y la segundageneracin(Sevilla, Renacimiento, 2011) leo que La resistencia silenciosay a A la intemperie encarnan un silenciamiento o anulacin de la laborexiliada parecida en muchos puntos a la que propugnaron determinadasinstancias culturales del franquismo. Alguien necesita urgentemente unwhisky doble que le aclare las ideas.

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    Lo que el libro reclama son solo un puado de cosas; pide serms sensibles a las vas de interrelacin de la Espaa del interior yla Espaa del exilio, ya que hemos podido ir viendo, a travs decartas publicadas como siempre pstumamente y muy tarde, quelas relaciones fueron mucho ms fluidas de lo que habamospensado hasta hoy. Las revistas del exilio estn llenas de artculos,reseas y entrevistas sobre gente del interior que a veces es delbando vencedor y la mayor parte de las veces es del bandoderrotado. O nuevo derrotado, es decir, no los derrotados del 39,sino los hijos de los derrotados del 39. De qu hablan las revistas

    del exilio en los aos cincuenta? De Goytisolo, de Gabriel Celaya,de Blas de Otero, de Jos Hierro. Es cierto que en la Espaa delinterior no se poda leer a los exiliados. Pero a veces tengo laimpresin de que se haya olvidado que la guerra se perdi, y que lacausa de desconocimiento de Max Aub en la Espaa de los sesentano es culpa de los resistentes que no lo hacen suficientemente bien,sino que es culpa del rgimen franquista. Todava he de recordareso? La guerra se perdi, ese es el hecho previo. Dice Sebastiaancomo si fuera un hecho dado, y claro que est dado el hecho. Lo

    increble es que hayamos empezado a entender que dentro delrgimen franquista hubiese unas personas que comenzaran acomprender que, por instinto mismo de supervivencia, deban

    empezar a cambiar de inmediato, porque estaban quedndose solosen el contexto europeo y porque aquello comenzaba a ser unalgica autodestructiva. De ah que la autarqua en trminosculturales sea la condena definitiva del rgimen de Franco. Quha de hacer este? Cambiar y apostar por el Opus Dei, y buscar lareconexin con los circuitos del sistema capitalista, esa es la nicasalida. Paralelamente tambin ha de haber una salida de carcterintelectual y cultural que flexibilice de una manera casi ridcula loque antes era un discurso infernalmente patolgico: el de larevancha, el de la aberracin, el del asesinato. De este discurso,que es el de la posguerra inmediata., vamos a pasar a partir demediados de los aos cincuenta a otro tipo de actitudes por parte

    del propio rgimen encarnados en sectores que venan de Falange,que en algunos casos, no en todos, van a ir abandonndola. Mudael rgimen, pero lo que muda inequvocamente es la culturaespaola bajo el rgimen de Franco, mucho ms rpido que elpropio rgimen.

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    La alianza de la resistencia nueva y vieja con el exilio escrecientemente rica; del mismo modo que es uno de los estmuloscruciales para la resistencia del interior contar con el respeto delexilio. Pero este solo podr respetar lo que est pasando en laEspaa del interior cuando se empiecen a detectar ciertas cosas;cuando se vea que increblemente bajo un rgimen totalitario,autoritario y fascista como lo es el espaol en los primeros aos dela posguerraluego dejar de ser fascista porque le ser imposibleincreblemente, de forma subyacente, los jvenes que han crecidoall se llaman Juan Mars, Juan Goytisolo, Snchez Ferlosio,

    Carmen Martn Gaite, Celaya, Blas de Otero, Antoni Tpies,Carlos Saura, Antonio Saura, Juan Benet Todos han nacido ycrecido all, en pleno franquismo. Cuando el exilio comienza adetectar la movilizacin real de esas nuevas voces, y leen suslibros, se convence de que se ha de cambiar el discurso; inclusoellos entienden que han dejado de ser la encarnacin imperturbablede la derrota porque la derrota tiene ya ms caras, y no esnicamente la derrota de 1939. Porque quienes estn padeciendo laderrota estn dentro tambin, aunque parezca que esta solo se vivefuera.

    Ahora acabo de hacer uno de esos saltos que me reprochaSebastiaan; de intelectuales a poblacin. Es que, quin consume la

    literatura de los derrotados del interior o de quienes son resistentesdel interior? Es este un concepto mvil por necesidad, ya que loque primero es derrota luego se convierte en resistencia: resistenciade los derrotados materiales y de aquellos que van naciendo dentrodel rgimen y se convierten poco a poco en resistentes al sistema,aunque todos hayan sido socializados en un sistema moralmentecorruptor como fue el nacionalcatolicismo mucho peor que elfalangismo en trminos de destruccin humana, de creacin depersonas con averas profundas, por decirlo de algn modo.

    Esa es la raz de la explicacin; el exilio verifica la existenciade iniciativas y obras, a veces incluso de vencedores como Cela,

    que fue falangista y colabora sin reparos con el rgimen pero tieneque publicar La colmena en el exilio porque dentro no se lopermiten (pese a haber sido asalariado de la censura). Cuandoempiezan a detectar todo ese tipo de cosas, algunos, unos antes yotros despus, empiezan a entender que quiz el destino ltimo delexilio habr de ser el regreso. No obstante, el regreso figurado, elregreso real?, como si no hubiese franquismo? Claro que no,

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    saben muy bien que las dificultades son mltiples pero quizaprenden tambin que la realidad ha cambiado y que las decisionesde 1939 quiz merecen ser revisadas. El secreto est en cambiar elcriterio que se adopt en el 39; la lealtad a la Repblica en el ao39 es deslealtad a la resistencia antifranquista en el ao 59, y ese esel drama. Mantener la lealtad a la restitucin de la Repblica en elao 39, que es la derrota, significa, en el ao 59, ser desleal a losgrupsculos y movilizaciones de la resistencia del interior enEspaa. Ese proceso de adaptacin al contexto histrico, esanecesidad de cambiar el enrocamiento despectivo del exilio hacia

    el interior es uno de los criterios indispensables para entender elproceso de relacin dialctica entre exilio e interior de la culturaespaola.

    En el fondo aspiro a respetar la cronologa histrica de loshechos y advertir y reconocer no solo el relevo biolgico degeneraciones que van apareciendo en la posguerra, sino que se tratatambin de comprender humanamente la dificultad de los exiliadospara digerir los cambios de la Espaa del interior, incluso sicolaboran con esta es decir, con la resistencia de la Espaa delinterior. Incluso ah, el dolor humano de unos no es el dolorhumano de otros, y, entonces hay tanto atrevimiento en aceptarcomo ingrediente analtico de las peripecias intelectuales la

    tipologa tico-moral de cada cual? En historia intelectual, enhistoria social de la cultura, en historia cultural, podemosprescindir de los perfiles humanos de los escritores para justificar oexplicar o entender sus comportamientos, sus justificaciones, susintolerancias, sus envidias, sus recelos, sus frustraciones, sucapacidad de ser feliz o no? De verdad podemos prescindir deeso? Yo creo que no, por supuesto. Aunque es material que hayque utilizar con muchsimo cuidado.

    Cito un caso que a m me parece maravillosamentetransparente, el de un historiador tan competente y tan ntegrocomo Vicente Llorens. l no acepta la colaboracin ni siquiera con

    amigos suyos derrotados en la Espaa del interior, porque l cree,incluso en el ao 49, que eso es hacer el juego al franquismo. Esperfectamente respetable. Por cierto, en ese momento, aado, sumujer est muriendo de una enfermedad incurable, est muyinsatisfecho con su vida profesional, con su vida personalQuince aos despus Vicente Llorens empieza a colaboraractivamente con las revistas del interior, se presta incluso a volver,

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    a mantener relaciones y contactos, a contribuir con las plataformasintelectuales y polticas de la resistencia y del exilio. Un cambio deactitud total al entender de otro modo cmo debe comportarse elexilio o cmo va a ser ms til, para ellos y para los dems, que secomporte el exilio. Pues bien, en ese momento Vicente Llorens haperdido a su primera mujer, est casado y su vida ha encontradouna estabilidad profesional y personal que nunca haba disfrutadohasta entonces. Y esa nueva situacin, junto con todos los demscambios, explican en gran medida el nuevo punto de vista deVicente Llorens con respecto a su vida, con respecto a su posicin,

    con respecto a Espaa y con respecto al exilio. No digo que solosea ese el motivo; s que para tratar de percibir y detectar culesson las razones de los juicios crticos, las apreciaciones, etc., quizno es mala idea tener en cuenta tambin estos microelementosbiogrficos que pueden ayudar a explicar, como auxilios ms omenos relevantes segn el caso, peripecias complejas.

    Por tanto, la ltima finalidad del libro es dejar de percibir laexperiencia del exilio como una unidad compacta. Fue unacategora abstracta til aplicada a la realidad del ao 45, lo el ao50, el ao 55; hoy, sin embargo, no podemos conformarnos conuna categora tan simplificadora como esa. El exilio pudo ser felizy frtil, y reconocer esta evidencia no comporta deslealtad alguna a

    la Repblica ni a la derrota; hubo entre los exiliados algunoscapaces de reinstalarse y relanzar sus propias biografas encondiciones infinitamente ms favorables de las que hubieransoportado en Espaa. Aunque, qu exiliado se permita decir eso,sin que le llamaran egosta, insolidario o traidor? A otros, por elcontrario, les fue catastrficamente mal, aunque no voy aestablecer ahora la diversidad de experiencias individuales delexilio. Lo que s reclamo es que cuando transmitamos el exiliosepamos y no olvidemos que algunos exiliados despus de esetrauma, que pudo ser irreversible, de la primera expulsin, sfueron capaces de encontrar las vas para rehacer sus vidas encondiciones tales que, incluso de entre aquellos que podan volverporque muchos exiliados pudieron volveralgunos no quisieronhacerlo, porque muy pocos de ellos estuvieron dispuestos aregresar a condiciones tan adversas en trminos polticos eintelectuales, pero tambin materiales, industriales, acadmicos,como los de la Espaa de Franco. Era preferible seguir fuera, sinque esto signifique ningn tipo de traicin; antes hay que

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    combinarlo con mantener la nostalgia de Espaa y la voluntad deregreso, por supuesto.

    Este es un punto de vista que ayuda a matizar algunasobservaciones crueles que ha ido haciendo Sebastiaan. Rechazode la militancia poltica? Rotundamente no; no se deduce ningnrechazo de la militancia poltica. Lo que s afirmo en A laintemperiees que a aquellos que vivieron de manera ms biolgicay apasionada el compromiso con una causa poltica, les fue msdifcil adaptarse a las nuevas circunstancias, que son no solo unaderrota sino, adems, el exilio. Pero eso no tiene nada que ver con

    despreciar el compromiso poltico, antes al contrario; interesarsepor las peripecias paralelas de Dionisio Ridruejo y Jorge Semprnes menospreciar el compromiso poltico? El compromiso polticono equivale a la fuerza a una conviccin fanatizada y dogmtica niveo qu tiene de bueno la religin ni vivir secuestrado por la fepoltica. Yo creo que eso no solo no sirve para pensar sino queadems puede convertirse en un gran enemigo reflexivo. Por lotanto, me parece que ha sido difcil, y necesariamente tardo, poderapreciar los matices, los perfiles individuales que escapan a lanorma en esas peripecias. Con esta denominacin aludo a lareivindicacin del traidor, palabra que ha aparecido varias veces.El traidor es no solo legtimo, sino que puede ser el ms valiente de

    todos porque es el que tiene la razn. El traidor a los falangistas fueRidruejo; su hijo todava hoy se acuerda de que l era el hijo deltraidor en el colegio. Ridruejo saba lo que estaba haciendo cuandose fue de Falange y organiz un micropartido social-demcrata deverdad. Semprn es por su parte el traidor a la causa comunista. Esdecir, dos totalitarios, uno estalinista sin paliativos; otro, fascista,el ms fascista de todos los fascistas, y los dos rectifican susdogmatismos.

    Ambos fueron capaces de generar anticuerpos que los sacasende la intoxicacin, metfora que entiendo en el sentido de unvirus que asalta y contra el que no se tiene resistencia y al que no

    se puede combatir, ya que no se sabe cmo hacerlo. Cuando elvirus fascista le lleg a Ridruejo a los veinte aos, no supocombatirlo; a los treinta y cinco, sin embargo, aprendi a hacerlo.Lo mismo le sucedi a Semprn; aprendi a dotarse deherramientas intelectuales, morales, ticas y espirituales parasofrenar, redirigir, cambiar un error poltico su estalinismo y

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    reorientarlo convirtindolo en otra cosa que en ambos fue unavariante socialdemcrata.

    Ya he contestado a muchas cosas, pero hay algunas de las msimportantes que no quiero dejar sin comentar. Una forma de iraprendiendo el oficio de historiador en mi caso al menos, perocreo que es bastante general es el de tratar de ser sensible aaquellas respuestas intuitivas que uno obtiene mientras lee labibliografa disponible, cuando est empezando a empaparse de untema. Aludo a la capacidad de ser fiel a la intuicin hasta conseguirprobarla o documentarla, aunque desmienta a las autoridades ms

    respetadas y aunque impugne una versin comnmente aceptada.Y, a partir de ah, empezar a fabricar la conciencia de que hay unespacio de discusin que uno tiene que encontrar. Este es elfastidio del que hablaba Sebastiaan antes. Yo creo que el primerimpulso intelectual tiene que ver con el inconformismo ante lasversiones ledas y las conjeturas que uno mismo va fraguando.Creo que este libro y en general los que he ido escribiendo, hannacido de la sensacin de sentir que algo no est bien contado oque faltan ciertas cosas. En el caso del exilio me pareci quefaltaban unos cuantos elementos indispensables, si aspiramos a unaexplicacin ms cabal y completa del exilio, de las peripecias delos exilios, de las cronologas del exilio y la cronologa deldesengao Pues bien, la motivacin de este libro arranca deaportar criterios que creo tiles para el debate sobre un fenmenocolectivo, complejo y cambiante. Se trata solo de introducirelementos que quiz nos ayuden a comprender ms integralmentela pluralidad de experiencias y de trayectorias intelectuales queabarca el exilio.

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    Debate

    Sebastiaan FABER

    JordiGRACIA

    Sebastiaan Faber:Primero quiero volver a agradecer el estar aqu.Realmente creo que es muy til intercambiar impresiones de estaforma, aunque solo fuera para resaltar malentendidos, lecturaserrneas y desencuentros, sobre todo.

    Quiero apuntar un par de cosas. Respecto a lo que hascomentado sobre la separacin institucional, bibliogrfica,existente entre los que se ocupan del exilio y los que no, estoy muyde acuerdo. En este contexto se inserta aquello que refera sobre lolimitado del marco espaol, ya que creo que tambin conviene unamayor colaboracin de la actual entre los que, por ejemplo,estudian a Josep Llus Sert y los historiadores de la literaturaespaola. Ah hay, entonces, otro enlace posible entre mundosahora completamente separados lingsticamente, culturalmenteincluso, si pensamos en trminos de culturas acadmicas; para m,la apertura de los estudios del exilio espaol o de la cultura

    espaola del siglo XX va en esa direccin.As, si reflexionamos sobre la cultura del exilio de mediados

    del siglo XX en trminos ms amplios, damos con Max Aub, perotambin con Adorno. Ahora, no estoy abogando con esto por unaliteratura comparada per se, sino por una comprensin de laevolucin de la cultura del siglo XX en trminos que trasciendan elmarco nacional. Creo que en las estructuras universitarias engeneral, ms en Espaa que en algunos otros lugares, esa tendenciaa los silos realmente es contraria a una plena comprensin de losfenmenos que pretendemos analizar. Por ello aprecio muchsimoel que tu libro aporte elementos nuevos, que nos recuerdan, a losque estudiamos el exilio, muchas cosas que solemos olvidar, yaque construimos el contexto mediante atajos conceptuales,intelectuales. Por ello creo que los dilogos son muy importantes,aunque, inevitablemente, tambin se presentan problemasprcticos, pues no puede escribirse un libro de cinco mil pginas.

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    Jordi Gracia: Sobre todo si se ha escrito ya algunos otros libros que tratan sobre materias afines,claro. Podra interrumpirte en este punto? En cuanto a lo del marco espaol, es decir, a lo de lasparcelaciones acadmicas, no solo lo comparto completamente sino que soy un combatiente activocontra eso. Entiendo activo en el siguiente sentido: en el mbito de las filologas yo soy profesor deliteratura espaolano es demasiado frecuente un enfoque de historia cultural, y de ah quiz que lamayor parte de mis interlocutores sean historiadores, y no fillogos... Quiz porque demasiadosfillogos creen que este tipo de cosas no les conciernen.

    En cuanto al segundo aspecto, una puntualizacin muy rpida. En clave historiogrfica creo quelo autnticamente urgente en la bibliografa sobre la Historia de Espaa contempornea era despejaruna cierta miopa sobre el franquismo. Continuar creyendo y repitiendo, como hace tantsima gente muy buena en otras cosas la imagen del erial, del tnel, del pozo es haber estado ausente porcompleto de la historiografa contempornea y casi seguir creyendo en los manuales del propiofranquismo. Ya es inservible esa imagen, intil, contraproducente, y no ayuda a entender nada incluso en trminos comparativos con Europa.

    Sebastiaan Faber:Otro punto muy diferente. Dijiste al principio que no debera haber mencionado a

    Po Moa, porque no es historiador. Despus dijiste que Llorens en el 49 no quera hacerle el juego alfranquismo. Yo creo que, de forma parecida, t no quieres hacerle el juego a Po Moa. Lo que quierodecir es lo siguiente, en cuanto a Po Moa, y lo que representan Csar Vidal e Intereconoma y el PP yFAES, etc.: es cierto que nosotros, iluminados que somos, sabemos que se trata de un franquismotrasnochado, movido por intereses oscuros. Pero resulta que tiene una presencia enormementeimportante en la Espaa de hoy. Es importante no tomar por sentados presupuestos que no estn deningn modo institucionalizados ni en la educacin, ni en los espacios pblicos, ni en los museos.

    Siempre tomo como ejemplo el holocausto. La historia del holocausto es muy sencilla porquesobre ella existe un consenso moral: los buenos, los malos, despus los matices. Sin embargo, estono sucede en Espaa. Por tanto, tomar por sentado que la guerra la causa la rebelin de Franco, que elfranquismo fue un rgimen deplorable lo hacemos nosotros, a diferencia de muchos otros en

    Espaa, que, adems, poseen espacios pblicos muy prominentes. Creo por tanto que adoptar estaactitud de no hacerles caso a los Po Moa no es la ms acertada, esto es, es necesario seguir el juego,porque alguien tiene que hacerlo. Po Moa comenz a publicar sus libros sobre la Repblica y laGuerra en 2001 aproximadamentey, durante cinco aos, ningn historiador se dign reprocharlequ haca, sino que tardaron bastante. Recuerdo incluso a Javier Tusell afirmando en El Pasque eseseor no era un historiador, sino un aficionado, hecho por el que no deba entrar en debate con l. Yo,sin embargo, creo que, para el pblico, s deba hacerlo.

    Jordi Gracia:Estoy completamente de acuerdo en que todo esto es txico; Po Moa, Csar Vidal,etc. hay muchos ms dentro de esta categoralo son de modo intencionado. Sin embargo, no creoque la forma de combatir eso sea tanto la rplica argumentada como la redaccin de un buen libro que

    venda 200.000 ejemplares contando cmo son las cosas en realidad. El mtodo no es por tanto eldilogo (porque no operan con honradez historiogrfica sino por motivaciones polticas); el mtodo hade ser escribir buenos libros con horizonte de alta divulgacin.

    Esto implcitamente quiere decir, creo, contra lo que acabas de apuntar, que el 80% de lapoblacin espaola sabe que el franquismo fue malo y que la democracia es buena; creo querespecto a esto no cabe ninguna duda. Por ello podemos permitirnos hacer revisin de este modo. Estoes lo que trasmite el telediario, que no es sino lo que cree la mayora de la gente; expresa que el bandofranquista se sublev contra la legitimidad de la Repblica y que aqullos son los culpables y esta lavctima. Ahora bien, lo que nos ha sorprendido mucho a todos ha sido el hecho de que a finales delsiglo XX, en los ltimos aos del siglo XX y principios del XXI, haya reaparecido un discurso queabiertamente se hace nostlgico del franquismo y recupera argumentos de legitimacin que este dio

    para s mismo. Nos ha impactado porque ha aparecido de repente. Por qu? Porque la travesa deldesierto de la derecha espaola a lo largo de la democracia fue muy larga y, en esta en la extremaderecha, aglutinada en el PP por ser el partido que se encuentra ms a la derechasigue subsistiendo

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    una nostalgia activa del franquismo, hecho con el que hemos de convivir. Eso forma parte de ladistincin demogrfico-social e ideolgica de un pas democrtico que sale de una dictadura decuarenta aos. El modo de combatirlo es generando discurso oficial sobre qu fue el franquismo, quingan la Guerra Civil, quin la perdi y quin tena razn. Y, hoy, yo creo que este es el discursooficial, motivo por el que, precisamente, emerge este colectivo en el que se incluye Po Moa.

    Sebastiaan Faber:Entonces, en tu opinin el discurso oficial est en el telediario, por ejemplo.

    Jordi Gracia:Tambin en los libros de texto, en aquello que aprenden los jvenes en las escuelas, enlos institutos y en las facultades. Nadie discute seriamente esta versin, la nuestra; no hay una miradatolerante o indulgente hacia el franquismo. Puede acentuarse ms o menos, es decir, por ejemplo unopuede poner el acento en que el progreso econmico durante el franquismo fue espectacular, hechoque por cierto, es real. Durante el franquismo Espaa cre