Fair Bain

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Fairbain ¿Por qué leer a Fairbairn? El problema psicológico más difícil, y más formativo psíquicamente para él, que afronta el infante es el dilema que aparece cuando experimenta a su madre como amorosa y aceptadora de su amor y, al mismo tiempo, no amorosa y rechazante de su amor. Para Fairbain todos sin excepción hayamos de ser considerados esquizoides (en mayor o menor grado de severidad), pues en todos hay, a partir de este dilema, cierta disociación patológica del self. Fairbairn cree en la primacía de la realidad externa y del rol secundario de la fantasía inconsciente. La teoría de Fairbairn del desarrollo psíquico temprano es una teoría del trauma en la que el infante, en diversos grados, está traumatizado por su percepción de una madre cuya incapacidad de amarle ha sobrepasado su umbral de ruptura. El sentimiento subjetivo del infante es singularmente devastador en varios aspectos: la experiencia del niño es de vergüenza por el propio despliegue de necesidades que son minusvaloradas o ignoradas, surgen sentimientos de inutilidad, indigencia y el sentido de sí de ser malo (por pedir demasiado). Aún peor es la amenaza sentida para su misma existencia al experimentar vacío de su libido, desintegración e inminencia de muerte psíquica, de sí mismo. Y, aún más, siente que la causa de esto es que su amor, percibido por el niño como constitutivo del sí mismo y lo que constituye su propia bondad, destruye el afecto de ella, el aparente rechazo es debido a que su propio amor es tóxico y malo. Como consecuencia, el niño, que necesita absolutamente el objeto materno, tendrá que afrontar dos tareas para su supervivencia: intentará persistentemente establecer y mantener un vínculo amoroso con una madre capaz de dar y recibir amor, tratando de deshacer los efectos tóxicos de su propio amor y también intentará separarse de sus esfuerzos inútiles de extraer amor del objeto externo materno experimentado como no amoroso, pues ahí siente la amenaza de desintegración y muerte psíquica. Esta

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Fairbain

¿Por qué leer a Fairbairn?

El problema psicológico más difícil, y más formativo psíquicamente para él, que afronta el infante es el dilema que aparece cuando experimenta a su madre como amorosa y aceptadora de su amor y, al mismo tiempo, no amorosa y rechazante de su amor.

Para Fairbain todos sin excepción hayamos de ser considerados esquizoides (en mayor o menor grado de severidad), pues en todos hay, a partir de este dilema, cierta disociación patológica del self.

Fairbairn cree en la primacía de la realidad externa y del rol secundario de la fantasía inconsciente.

La teoría de Fairbairn del desarrollo psíquico temprano es una teoría del trauma en la que el infante, en diversos grados, está traumatizado por su percepción de una madre cuya incapacidad de amarle ha sobrepasado su umbral de ruptura. El sentimiento subjetivo del infante es singularmente devastador en varios aspectos: la experiencia del niño es de vergüenza por el propio despliegue de necesidades que son minusvaloradas o ignoradas, surgen sentimientos de inutilidad, indigencia y el sentido de sí de ser malo (por pedir demasiado). Aún peor es la amenaza sentida para su misma existencia al experimentar vacío de su libido, desintegración e inminencia de muerte psíquica, de sí mismo. Y, aún más, siente que la causa de esto es que su amor, percibido por el niño como constitutivo del sí mismo y lo que constituye su propia bondad, destruye el afecto de ella, el aparente rechazo es debido a que su propio amor es tóxico y malo.

Como consecuencia, el niño, que necesita absolutamente el objeto materno, tendrá que afrontar dos tareas para su supervivencia: intentará persistentemente establecer y mantener un vínculo amoroso con una madre capaz de dar y recibir amor, tratando de deshacer los efectos tóxicos de su propio amor y también intentará separarse de sus esfuerzos inútiles de extraer amor del objeto externo materno experimentado como no amoroso, pues ahí siente la amenaza de desintegración y muerte psíquica. Esta maniobra psicológica será lograda finalmente desarrollando un mundo objetal interno (un aspecto de la mente) en el que la relación con el objeto externo no amoroso se transforma en una relación objetal interna, en una relación con un aspecto de sí mismo. Dice el autor “la hemorragia de la libido se restaña en un vacío emocional” en el que el niño obtiene una sensación de control y seguridad.

La disociación del ego que plantea Freud en Duelo y Melancolía (1917) en la que una parte del sí mismo -que alberga rabia impotente hacia el objeto abandonante- entra en una relación interna estable con otra parte disociada del ego que se identifica con el objeto abandonante, resulta en el sentimiento inconsciente de que uno no ha perdido el objeto puesto que éste ha sido reemplazado por una parte del sí mismo.

La estructura endopsíquica (así llamada por Fairbairn) es una sub-organización del self disociada del “cuerpo” principal del ego/self. Y en esta estructura endopsíquica conviven subestructuras del ego -objetos (para el autor aspectos del self)- que tienen su organización única. Ésta define el modo como cada objeto experimenta y responde a sus percepciones,

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necesidades y deseos. Fairbairn diverge de Freud y Klein en cuanto piensa que es inadecuado plantear un aspecto del self que esté vacío de impulsos, deseos y anhelos, o la presencia de éstos divorciados de una sub-estructura del ego con un patrón determinado.

En cuanto al contenido de esta estructura endopsíquica resulta de la maniobra psíquica de supervivencia del niño; el objeto interno no amoroso queda dividido en dos partes: la madre seductora-exasperante[1] y la madre rechazante. En este punto, Ogden propone la suspensión de juicio por parte del lector y el examen de las consecuencias clínicas y teóricas de esta hipótesis puesto que Fairbairn no explica cómo llega a esta idea (dice el autor “¿por qué no postular una parte celosa y otra asesina o bien una parte envenenadora y otra devoradora?”).

Fairbairn propone que un aspecto del niño (al que llamará ego libidinal) se siente poderoso e incontrolablemente vinculado al aspecto seductor-atormentante del objeto materno internalizado (objeto excitante) y otro aspecto del niño (al que llamará saboteador interno) se encuentra vinculado sin remedio al otro aspecto del objeto interno materno, el objeto rechazante. Estos dos aspectos del niño, así como los otros dos aspectos identificados con los aspectos maternos, están disociados del cuerpo central del ego.

Entre estos pares de objetos internos se establecen relaciones que son reprimidas por el aspecto sano del niño (ego central), por la intensa rabia que siente hacia el objeto interno materno no amoroso. Si bien el objeto excitante y rechazante son partes del self, tienen un sentimiento hacia sí mismas de “no soy yo” pues están plenamente identificadas con la madre no amorosa. El autor piensa que el control ilusorio que el niño logra por medio de esta internalización logra saldar sólo en parte la cuenta defensiva, pues mantener el mundo objetal interno como sistema de realidad cerrado y aislado de la realidad externa requiere una inmensa cantidad de energía psíquica.

A pesar del hecho de que las partes disociadas y reprimidas del ego se sienten cruelmente desdeñadas y sienten enorme resentimiento por el objeto no aceptante Fairbairn sostiene que las relaciones entre estas partes disociadas y el objeto internalizado, también disociado, son de naturaleza libidinal. Para Ogden esto sugiere que “ego libidinal” y “saboteador interno” tienen el deseo y necesidad de transformar el objeto interno no amoroso en uno amoroso y aceptador. Aún más, le parece, como extensión del pensamiento de Fairbairn, que en el niño el transformar los objetos insatisfactorios en satisfactorios, revirtiendo así el efecto tóxico imaginado de su amor sobre la madre, es la motivación principal que sostiene la estructura del mundo objetal interno.

La “vida emocional” de los objetos internos de Fairbairn

Amor adictivo (vínculo entre el ego libidinal y el objeto excitante)

El vínculo entre el ego libidinal y el objeto excitante está hecho de amor adictivo por parte del ego libidinal y, por parte del objeto excitante, de necesidad desesperada para provocar el deseo en el ego libidinal (deseo que el objeto excitante nunca satisfará).

Vínculos de resentimiento (vínculo entre el saboteador interno y el objeto rechazante)

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La naturaleza del vínculo patológico que une al saboteador interno con el objeto rechazante es, para Fairbairn, un amor patológico experimentado como resentimiento amargo. El saboteador interno se siente profundamente humillado, engañado, traicionado, explotado, discriminado, injustamente tratado, etc.; siente el maltrato imperdonable y nada le resulta más importante que coaccionar al objeto rechazante para que reconozca el incalculable dolor que le ha causado. En el objeto rechazante, la experiencia de este amor patológico incluye la convicción de que el saboteador interno es codicioso, insaciable, desagradecido, sin voluntad de ser razonable, rencoroso, etc.

A pesar de todo esto, ninguno de los dos objetos desea ni puede terminar la relación. La razón de ser de cada uno está en la existencia del otro pues ambos son conchas vacías en la ausencia de la obsesión del saboteador por obtener amor.

Vínculos de desprecio (la relación del saboteador interno con el ego libidinal y el objeto excitante)

La comprensión de la naturaleza humana que emerge de este tipo de relación es una de las aportaciones más originales y significativas de Fairbairn al psicoanálisis. Citando a éste, comenta cómo el saboteador interno, lleno de auto-odio ante su propia dependencia dictada por una necesidad infantil, se vuelve hacia el ego libidinal atacándolo con desprecio por el modo en que continuamente se humilla suplicando el amor del objeto excitante, aun cuando lo único que obtiene de él es rechazo

Estrechamente ligado al ataque del saboteador interno al ego libidinal está el ataque de saboteador interno al objeto del amor narcisista, al objeto excitante, que es visto por el saboteador como estafador malicioso y seductor. El saboteador interno merece su nombre por su modo de relación y sentimientos hacia ambos objetos, pero el autor cree implícito en el planteamiento estructural de Fairbairn que la furia y desprecio que el saboteador interno coloca sobre el ego libidinal y sobre el objeto excitante nacen de un atisbo de reconocimiento de la vergüenza y humillación que siente por su absoluta dependencia y lealtad, infantil y auto-engañada, hacia el objeto rechazante.

La relación entre el ego central y los objetos internos y externos

El autor comenta brevemente el concepto de ego central de Fairbairn. Si bien es el término en que éste menos profundiza, constituye el self sano del niño. Capaz de pensar, sentir y responder, desde el principio es capaz de una rudimentaria diferenciación entre el self y el objeto y de operar en la base del principio de realidad. Pero en respuesta a la experiencia traumatizante con la madre el ego central queda disociado y reprime las relaciones objetales internas descritas; conserva su salud original, pero ésta queda significativamente mermada por el proceso de disociación y represión.

El ego central es la única parte del self capaz de comprometerse con, y de aprender de, la experiencia de objetos externos. Los objetos internos interactúan con los objetos externos externalizando sus relaciones únicamente narcisistas, mientras que las relaciones objetales externas del ego central -como identificaciones con personas que uno ha amado y por las que uno se ha sentido amado, reconocido y aceptado- son suficientemente buenas (en oposición a

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idealizadas). Tales identificaciones subyacen sentimientos de seguridad interna así como de solidez e integridad. El cambio en el mundo inconsciente objetal interno está siempre mediado por el ego central, que puede actuar en concierto con objetos externos como el analista.

Crecimiento psicológico

Fairbairn, que considera relativamente inmutable la situación endopsíquica básica, si bien sí piensa que los cambios psicológicos que se pueden lograr a través del análisis consisten primeramente en la disminución de la intensidad de los sentimientos de dependencia primitiva, resentimiento, amor adictivo, desprecio, desilusión y todo lo que conlleva la disociación y represión de las sub-organizaciones del self. Específicamente Fairbairn propone que el cambio psicológico saludable puede lograrse reduciendo al mínimo el apego de los egos subsidiarios a sus respectivos objetos asociados, la agresión (que toma la forma de represión) del ego central hacia los egos subsidiarios y sus objetos, y la agresión del saboteador interno hacia el ego libidinal y su objeto.

En opinión de Ogden, el principio más importante que subyace en la concepción del crecimiento psicológico en Fairbairn es la idea de que toda la maduración psicológica implica la genuina aceptación del paciente de sí mismo y, por extensión, de los otros. Esta aceptación se logra a través del trabajo de negociación con todos los aspectos del self, incluyendo las identificaciones perturbadoras, infantiles, disociadas, con la propia madre no amorosa y no aceptadora.

El cambio psicológico de este tipo crea la posibilidad de descubrir un mundo de gente y experiencias que existen fuera de uno mismo, un mundo en el que es posible pensar, relacionarse, sentirse vivo y sentir, sin la compulsión de transformar la realidad de las relaciones humanas que uno tiene en otra cosa distinta de lo que son. Es también un mundo en el que uno puede aprender de la propia experiencia con otras personas, pues esta experiencia no está ya dominada por proyecciones de su estático mundo objetal interno.