Fanzine El día de Colón desde el país de Colón

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Otraezcuela

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ejercicio liteario se refiere al 12 de octubre y la integración latinoamericana.

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El 12 de

octubre es el día para que

Europa festeje y América llore. Ellos

dicen que nos descubrieron, como si nosotros fuésemos un fenómeno

de la naturaleza, como si nosotros no fuéramos conscientes de nuestra existen-cia hasta que ellos nos la hicieron notar.

Aquí nunca hemos necesitado espejos para reconocer que existimos. Que ellos lo piensen

no es lo mas terrible, el desastre esta en que los americanos lo creamos también. Los americanos

nos vemos a través de la mirada del invasor, nosotros también somos gringos en nuestra tierra como lo dijo

Borges: <Tierra de desterrados natos es ésta, de nostalgiosos de lo

lejano y lo ajeno: ellos son los gringos de veras, autorícelo o

no su sangre, y con ellos no habla mi plu-

ma.> (1)

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Seamos piadosos con los saqueadores, con un esfuerzo de nuestra amplia imaginación adoptemos por un momento su posición. Con nues-tros pies descalzos puestos en sus botas si podríamos hablar de ciertos descubrimientos. Y Lo que ellos realmente descubrieron fueron tesoros, tierras fértiles, mercancía, riquezas incontables que solventaron el afian-zamiento del Capitalismo. Su mirada estrecha solo encontró objetos y recursos. Allí donde había gente, cultura, religión, Europa vio artículos de uso. Ojos invasores encandilados ante la abundancia como si esta no tuviera dueño. Un continente compitiendo entre sí para tomar la porción más grande del botín.

¡Qué destino el nuestro!Nos bautizamos con sus nombres lejanos, nombres judíos, latinos y

anglos. Practicamos las religiones que ellos nos impusieron con su abu-rrida catequesis. Adoramos a sus dioses moribundos y sus santos indo-lentes. Sujetaron nuestra lengua con su gramática y la aprendimos bien para que entiendan nuestros insultos –aunque preferimos usar la lengua para besar y para cantar–. Nos envolvemos con sus vestidos, nos organi-zaron a su medida y nos empequeñecimos al tamaño de su moral.

No soy nasa ni wayúu ni mapuche ni tupí; no soy un na-tivo americano mas soy americano. Desde aquel amargo 12 de octubre este continente es cosa diferente de lo que era, esta es la nueva casa para todos los pueblos del mundo. Mi bella madre América fue violada por mi canalla padre español; somos los criollos, los hijos bastardos, tal es mi linaje de vástagos abusados, herederos de la infamia hasta que de ella nos libraron nuestros rebeldes cuando come-tieron el justo crimen del parricidio.

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Nuestra verdadera historia, la que verdaderamente podemos llamar nuestra y es la que narra el destino en nuestros propias manos, comenzó hace poco más de doscientos años cuando de nuestro pueblo esclavo surgieron hombres y mujeres libres. Solo a partir de allí podemos iniciar el relato de la historia americana -antes de esto hay otra historia que debe ser recuperada y tejida a la nuestra–. Lo que esos viejos rebel-des lograron con la independencia política de nuestras comarcas fue la fundación de una nueva América. Si bien nuestras independencias son una libertad parcial hecha a la medida del pensamiento europeo -como ha sido siempre, ellos piensan en la comodidad de su sillón y nosotros actuamos por la intimidación de las circunstancias-, si bien la indepen-dencia no es aún libertad, sus luchas abrieron el camino a ella. Para completar aquella proeza, nosotros, las gentes de hoy -de siempre-, de-bemos persistir en nuestra lucha y nuestro trabajo en el campo político, económico, cultural e incluso religioso. A la famosa frase de Santayana: Quienes no conocen la historia están condenados a repetirla, pues bien,

yo propongo esta: a veces repetir la historia es el mayor acierto de un pueblo, el ma-yor orgullo de una generación. Aquí yo con-voco a Nuestra América -como la llamo Martí- a repetir sin demora el momento más lucido de nuestra historia, la etapa que ofrendó, a juicio de Fernando Gonzalez, a los mayores hombres y mujeres de nuestros pueblos. America debe pensarse a si misma. De este suelo nutritivo a to-das las semillas también brotaran vigorosas filosofías. Debemos romper con las taras y los paradigmas que el colonizador implantó en nosotros. Cuando nos emancipemos de ellas como sociedades y como individuos ganaremos mayor carácter en nuestras identidades. Es posible que en esa búsqueda encontremos nuestra medida del tiempo o decidamos

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nuestro propio nombre y nuestra propia forma de organización ¿Por qué vivir en un calendario defectuoso que se inventó Roma en lugar de la lectura exacta de las estrellas que hicieron los pueblos precolombinos, por qué seguir llamandonos con el nombre de un navegante florentino, por qué continuar dividiendo nuestros pueblos en estados, por qué con-centrarnos en ciudades con moldes extranjeros? Estas y más aceptacio-nes nos acarreó la historia escrita por mano ajena. Sin embargo, llevare-mos nuestro nombre de América y contaremos los años y las eras como se lleva una cicatriz sobre la piel. Nuestras fronteras, quizás ni haga falta borrarlas, finalmente ellas se desdibujan como polvo bajo los pies de quienes la cruzan cotidianamente como si no estuvieran ahí; ellas existen para remarcar nuestras similitudes, existen como juego didáctico de la imaginación, a lo sumo como ejercicio protocolario, nuestros limi-tes son débiles -y deben serlo aun más- para mantener a raya nuestros abrazos. Y acerca de nuestra urbanismo, yo me lo tomo con mayor se-

riedad y replico la queja del uruguayo Pedro Figari: <Las urbes se han hibridizado: hay parises, madrides, romas, vienas y hasta berlines por estas comarcas, en tanto que la ciudad americana, de pura cepa, y aun de media cepa, está por verse; y hasta parece ser de realización utópi-ca.>(2)

Es tiempo de que América sea des-cubierta por los americanos; y en cuanto suceda ésta será la tierra donde se cumplan las utopias. Unirnos los pueblos americanos, romper con los meridianos de poder colonizadores, romper

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con el lazo que tantas veces ha sido nudo en nuestro cuello ¡Cambiar nuestro centro, crear muchos centros en nuestra América! Nuestras le-tras deben ser libres, nuestro arte debe ser libre, nuestra filosofía debe ser libre, nuestra política, nuestra economía, aprender nuestra historia primero. Nuestra independencia no puede ser una simple administración política manipulada por algunas familias de buen nombre que trafican mafiosamente con el seudopoder robado al pueblo, nos negamos a una independencia con soberanía de cartón para pose ante las cámaras, una soberanía de vitrina para la presunción de la oligarquía criolla, una inde-pendencia endeble cuando el poder se sustenta ahora sobre la economía. América debe enseñarle al mundo el orden estricto: es la política la que debe gobernar la economía, es la filosofía el punto de partida de toda política verdadera y debe ser el amor el empuje de nuestra filosofía.

Basta de conocer a la Amazonas por Nat Geo, al Caribe por agencias de turismo, a la Patagonia por postales y revistas, a Méjico por teleno-velas tediosas, a las Antillas por los informes meteorológicos ¿Por qué sabemos más de Miami que de Quito, por qué sabemos más de Paris que de Rio, por qué sabemos más de Londres que de Santiago? America debe ampliar su dialogo, nuestras naciones, nuestros pueblos deben co-nocerse aun más, intercambiar aun más, problematizar nuestra realidad común.

Si queremos celebrar a nuestros rebeldes olvidemos el patriotismo anual con sus perezosas fechas festivas y las fachadas tricolores. Por su memoria, por sus vidas, por nuestro futuro continuemos la lucha por

la libertad. Creer que somos libres es el peor error de

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nuestro tiempo, error que nos encadena de vuelta al servicio de

nuevas coronas y bandas de poder ¡El mayor homenaje a nuestros héroes esta en superarlos!

El invasor moderno ya no necesita cruzar el océano para llegar a no-sotros, el invasor de hoy esta en nuestra propia tierra, presionando sobre nuestras fronteras, a veces desde adentro; intenta despojarnos incluso de nuestro nombre común, apropiárselo para el solo. Pero hoy también ese invasor que se mantuvo puro y se cuido de conservar sus rasgos étnicos intactos esta padeciendo de lo que hace más extraordinaria a América: el mestizaje. Aún el avance arrasador de las trece colonias no pudo mante-nerse intacto. En el seno de las metrópolis yanquis continúan creciendo sus minorías, en sus propias tierras se amalgaman cientos de pueblos del mundo, los castizos se resisten a ver contaminada su gran nación

pero ignoran que este mundo no esta hecho para purezas. El mes-tizaje salvará a Estados Unidos.

Hasta tal día somos lo que acordamos en llamar America Latina, ter-mino de eurocentrismo desfachatado e impreciso ¿Un ciudadano afran-cesado de Quebec se entenderá con un francés isleño de Martinica tanto o más que como lo haría un hispanohablante cubano? En el lenguaje aún hacen falta mil batallas de emancipación, nuestro nombre nace de la ambición hegemónica de los países subdesarrollantes–. Debemos incluir a los otros pueblos también colonizados y de habla anglosajo-na, debemos nombrar a los pueblos originales dueños eternos de estas

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tierras y estas aguas, debemos hallar un nombre que nos describa mas allá de los referencias lingüísticas y de la falsa genética de una raza des-aparecida, debemos encontrar un nombre que no reseñe las lenguas ro-mances sino el espíritu de nuestras palabras, alzar la vista hasta lo mas lejano del horizonte cultural de nuestra patria grande; tenemos el desa-fío de hallar un nombre que describa el conjunto multicolor de naciones cuyo pasado no viene solo de Europa, viene también de Africa, del me-dio e incluso del lejano oriente, y como no, una voz enterrada y silen-ciada aquí mismo en nuestro suelo que no espera ser exhumada, pues ella sube por las raíces de los arboles y se despliega con la agitación del

viento cuando mece sus copas. <Yo soy el indio, el blanco, el negro./Yo,/ Yo soy América.> (3)

Parece ilógico que este llamado a la unión latinoamericana surja des-de el país de Colón, un llamado a la hermandad latinoamericana desde la nación mas alejada ideológicamente de ella a causa de la derecha mas retrograda y poderosa del hemisferio luego de la obviedad de EEUU. Esta voz surge desde el país que esta sumido en el peor conflicto interno de la región, conflicto que a su vez nos ha atrasado y nos ha truncado par-cialmente la participación en importantes dinámicas de Latinoamérica; un conflicto que tiene como mayor mal propiciar la intervención del tío Sam. O quizás, es precisamente esta realidad la que le exige a este des-prestigiado país que replique los deseos americanistas de grandes figuras y pueblos ejemplares del pasado y el presente continental. Que el mun-do escuche la voz subterranea de otra colombia a la que no le alcanza para comprar los medios de difusión masiva, la que resguarda ideas nuevas y, sobre todo, vigentes para expresar porque a la otra colombia se le agotó el discurso, se le oxidaron las ideas, se le anquiloso la lengua

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y perdió sus argumentos. Esta colombia, nuestra colombia, la que mayor interés tiene en el dialogo y a la vez a la que le niegan los tarimas para restarnos fuerzas, pero nos puede más la necesidad de nuestro espíritu que su cuchillo sobre nuestras gargantas, por tanto nos esforzaremos en hacernos escuchar con la fuerza de nuestra voz, de nuestras letras, de

nuestras músicas. Latinoamérica, apréstate a escuchar.

¿Y qué será América para el mundo? como el autor de la raza cós-

mica: <creemos en nuestra América no tan-to por lo que es sino porque los otros han traicionado el propósito universal, humano. Y nuestra América, especialmente ante el fracaso yankee, es la única esperanza del hombre. ¡Ay de las gentes, todas, si tam-bién fracasamos nosotros!> (4)

No deseamos la derrota ajena, nuestro triunfo es el triunfo humano. No seremos una sola voz americana, seremos la sinfonía donde armoni-zaran todas las notas, todos los instrumentos. No queremos ser un conti-nente monocromo, queremos el contraste de todas las pieles. Ser puerto libre para todos los mitos, todos los cuentos, todas las danzas, todas los alimentos. Somos el continente que le enseñará al mundo que el ser hu-mano se enriquece cuando lo comparte todo.

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Recordar no es resucitar el pasado, no buscamos revancha, ni justi-cia porque sabemos que no les alcanza para pagar el daño. Queremos ser arquitectos del mundo y robar su admiración. Ante el viejo y el nue-vo colonizador América continuará resistiendo a su extinción y luchando por su libertad y autonomía. Ante un mundo occidentalizado y dividido América propone un mundo sensible y fraterno. Quien rompa este con-trato será deglutido, <sólo la antropofagia nos une> (5). Las grandes civilizaciones y los grandes imperios que nos asombran a todos con su monumentos milenarios se elevaron sobre las espaldas de los esclavos, no vemos gloria ninguna en la altura que se logra aplastando al otro, América no intentará ser grande, intentara simple y honestamente ser América y así alcanzará la más grande talla moral que un pueblo pueda alcanzar, sin aplastar al de abajo sino tumbando al que nos oprime des-de arriba. ¡Abrir nuestras fronteras para que bailen nuestros pueblos en la fiesta de la revolución!

12 Octubre 2012

<Ayer fue 11 de Octubre, el último día de libertad de América.> (6)

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(1) Jorge Luis Borges. El tamaño de mi esperanza, 1926

(2)Pedro Figari. El Gaucho. Publicado en la revista Pegaso 10, abril de 1919

(3) Luis Rafael Castro. Poema Yo soy América.

(4) José Vasconcelos. Palabras Iniciales. Publicado en la revista La Antorcha 1, abril de 1931

(5) Oswald de Andrade. Manifiesto An-tropófago. Publicado en Revista de An-tropofagia 1, mayo de 1928

(6) Felipe Pigna

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