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PRIMERA PARTE

Subjetivacin: entre saberes y poderes

La patetizacin del mundoEnsayo de antropologa poltica del sufrimiento Didier Fassin

El incremento de las desigualdades sociales en muchos pases del mundo con la aparicin de nuevas formas de pobreza en las sociedades ricas y las consecuencias que eso tiene sobre el estado de la salud de las poblaciones especialmente en trminos de disparidades frente a la enfermedad y a la muerte han dado lugar, en la ltima dcada, a una renovacin de la retrica que sirve para describir y transformar el mundo social. En efecto, las nociones y palabras que se utilizan para expresar las desigualdades son las mismas que las que se utilizan para hacer las polticas que pretenden luchar contra ellas. Basndome en el ejemplo francs, pero intentando darle un significado ms universal, quisiera interrogarme sobre el sentido de esta evolucin. No voy, entonces, a describir las desigualdades y su traduccin en los cuerpos, sino a analizar cmo han sido construidas y tratadas socialmente a travs de las representaciones y practicas polticas dirigidas hacia los sectores de la sociedad que sufren dichas desigualdades.EL GOBIERNO DE LA VIDA Y LA POLTICA DEL SUFRIMIENTO

La cuestin del "biopoder" ocupa, en la obra de Michel Foucault, un sitio central. El autor lo define (1976) como la conjuncin de una "anatomopoltica", que representa lo que llama el control del "cuerpo-mquina" por tecnologas que intervienen sobre sus actitudes, tales como la escuela, la ctcel y la medicina, y por otro lado, de una "biopoltica", que se impone a lo que designa como "cuerpoespecie", a travs de dispositivos que regulan su natalidad, su fecundidad, su morbilidad, hasta su muerte y su mortalidad, hacindolo en trminos de conocimiento, gracias a la demografa o a la epidemiologa, como en trminos de accin, por la planificacin familiar o la salud pblica. Este proceso en su conjun-

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to es considerado por Michel Foucault como un proceso de normalizacin que define un orden moral y poltico, y su Historia de la sexualidad, por lo menos La voluntad de saber, se inscribe en esta lnea, siendo el discutso sobre el sexo la ilustracin ideal de la articulacin entre anatomopolitica y biopoltica. Entre este ptimet volumen y el segundo, El uso de los placeres, y el tercero, La inquietud de s, que fueron los ltimos libros publicados en vida del autor, transcurren ocho aos. Durante este periodo de relativo silencio, su teora evolucion, de una concepcin bastante objetiva del biopoder, hacia un interrogante sobre los procesos de "subjetivacin". En sus propias palabras, de una "genealoga del poder", hacia una "hermenutica del sujeto". Esto marca lo que se puede considerar como el paso de la segunda a la tercera fase de su obra. En el periodo actual, la mayora de las investigaciones que se han realizado en ciencias sociales desde una perspectiva foucaultana sobre medicina y enfrmedad, se han referido a la cuestin del "nacimiento de la clnica" -lo que corresponde a la primera fase o fase "arqueolgica" para mostrar cmo se constituy la mirada moderna sobre el cuerpo (1963 y 1972). Durante el mismo lapso, la mayora de los estudios histricos, sociolgicos y antropolgicos que se han hecho sobre la salud pblica y las polticas sanitarias, inspirados por esta obra, han utilizado la problemtica del "poder sobre la vida" lo que corresponde a la segunda fase o fase "genealgica" con el objeto de denunciar el control creciente de la sociedad y especialmente del Estado sobre los cuerpos (1975 y 1976). La ruptura entre las dos fases ha sido justamente enfatizada por Hubert Dreyfus y Paul Rabinow (1982). Mi tesis es, sin embargo, que para entender lo que ocurre hoy en el campo de la salud y ms all de lo que he propuesto designar como el gobierno de la vida es decir la aplicacin de lo poltico en lo biolgico es necesario abordar la cuestin a partir de los procesos de subjetivacin, tercera fase o fase "hermenutica" a travs de los cuales se representa el mundo social, y se muestran, de manera caricaturesca, las desigualdades sociales (1994). En efecto, los ltimos textos de Michel Foucault sobre el "sujeto" abren un espacio conceptual que ha sido muy poco explorado, pero que podra ser extraordinariamente fecundo para la comprensin de lo poltico. Estos procesos alrededor de las desigualdades sociales se pueden describir de manera ms precisa como una inflexin de la "poltica de la piedad", segn la expresin de Hannah Arendt (1963) en su ensayo Sobre la revolucin, hacia lo que propongo llamar la poltica del sufrimiento; cambio de direccin que corresponde a una de las transformaciones culturales ms significativas de nuestro tiempo y particularmente en el mundo occidental. Para la filsofa alemana, el nfasis que la Revolucin Francesa y sus herederos ponen sobre la "cuestin social", es decir sobre las desigualdades profundas y violentas que caracterizan al mundo moderno, industrializado y utbanizado,

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define una forma especifica de conciencia poltica que diferencia la sociedad entre unos ricos que pueden alcanzar hasta la felicidad y unos pobres que sobreviven en la miseria. Todo el esfuerzo de los higienistas del siglo XIX, analizado por George Rosen (1957), desde Villerm en Francia, hasta Chadwick en Inglatetra, o Virchow en Alemania, puede ser considerado como una forma de poltica de la piedad aplicada a la salud pblica. Los estudios sobre mortalidad, las denuncias de las injusticias frente a la enfermedad y las recomendaciones a los gobernantes para mejorar la salud del pueblo, se refieren a la representacin social de las masas pobres que padecen en sus cuerpos la dominacin y la explotacin del capitalismo. De estos trabajos data el hallazgo de las desigualdades sociales en relacin con la salud, y particularmente, con la muerte, y la revelacin de que, en ese perodo, el proletariado tena, en promedio, una duracin de vida hasta diez veces inferior a la de la burguesa. Dos caractersticas de esta concepcin tal como se realiza en a poltica de la piedad no mencionadas explcitamente por Hannah Arendt, me parecen significativas. La primera se refiere al cuerpo, es decir, al deterioro fsico relacionado con la pobreza, la dominacin y la explotacin. La tuberculosis, desde este punto de vista, puede ser considerada por lo menos en la segunda mitad del siglo XIX como la enfermedad emblemtica, pero en una forma ms general se trata, como he sugerido analizar (1996a), de la incorporacin de la desigualdad. La segunda concierne a grupos indi/erenciados, los pobres, los proletarios, las masas, es decir, una colectividad sin cara. Sobre esta pesa la injusticia de la sociedad con toda la ambigedad analizada por Pietre Bourdieu (1987) en torno a "los usos del pueblo". Los dos cambios de direccin que distingo en el paso actual hacia una poltica del sufrimiento son los siguientes: por un lado, un padecimiento squico, un dolor moral, no tanto concerniente al cuerpo, como a la mente; y por otro lado, una visin del individuo como ser sufriente. Lo primero no es algo definido que se objetive claramente y por lo tanto no se puede medir, lo que implica que no se represente en trminos de desigualdad social, sino de experiencia subjetiva; lo segundo no es una realidad colectiva indistinta, sino ms bien de una entidad incorpotada en una persona de carne y hueso que sufre en su intimidad squica y su identidad moral. Este doble movimiento de psicologizadn y de individuacin corresponde a lo que se puede calificar como una patetizacin del mundo, es decir una representacin pattica de las desigualdades sociales y la introduccin del pathos en lo poltico. Para demostrar mi argumento, voy a utiliza! dos tipos de materiales empricos. Por una parte, documentos recientemente producidos en Francia. Me interes particularmente en documentos de la alta administracin francesa en los cuales se definen las polticas sociales y sanitarias, pero tambin acud a informes ofi-

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ciales, artculos de prensa, libros de ciencias sociales, actas de seminarios y simposios de la ltima dcada. Por otra parte, los resultados de la observacin participante realizada en la regin parisina, especialmente en tres ciudades de la periferia desfavorecida, o para usar el eufemismo comn, en "barrios en dificultad". Estudi en particular las polticas locales de salud pblica (1-998), que incluyen los programas de los municipios dentro del contexto de la descentralizacin de los aos ochenta, las intervenciones estatales que se concretizan a nivel local, los proyectos de las asociaciones humanitarias, las acciones de los profesionales de salud e incluso, las iniciativas de algunos habitantes. Este trabajo se inscribe de manera evidente, dentro de un contexto a la vez nacional (Francia) y local (hamos pobres), lo que limita la amplitud de sus conclusiones. Sin embargo, dar ejemplos y har paralelos con ortos contextos que permitan sugerir una prudente generalizacin de mi tesis.UNA NUEVA TOPOGRAFA SIMBLICA DE LA SOCIEDAD

En la ltima dcada, en Francia, la palabra desigualdades desapareci prcticamente del lxico poltico y cientfico; fue reemplazada por el trmino exclusin. Simultneamente, los pobres se convirtieron en excluidos. Este cambio de vocabulario no es anecdtico. Por el contrario, es revelador de una nueva representacin del espacio social, de una nueva topografa simblica de la sociedad, que no concierne nicamente al contexto francs, como he intentado mostrarlo en otro artculo (1996b), en donde comparo el caso de los Estados Unidos con el de Amrica Latina. El socilogo francs Alain Touraine (1992) afirma, por ejemplo, que hemos pasado de una sociedad organizada vertcalraente, basada en una jerarqua que daba lugar a desigualdades, a una sociedad estructurada horizontalmente, con un interior compuesto por los integrados y un extetior que rene a los excluidos. Esta representacin, de amplia difusin en las ciencias sociales francesas, no se circunscribe a las esferas intelectuales. En realidad, se puede afirmar incluso que naci y se desarroll al inicio de la dcada del noventa en los crculos politco-administratvos nacionales, en particular en el Commissariat general au Plan, una agencia estatal de asesora para el gobierno francs que desarroll para el Undcimo Plan un anlisis conceptual del fenmeno y una estrategia poltica para combatirlo. Adems, jug un papel importante en la campaa presidencial de 1995, en la cual el candidato derechista, Jacques Chirac, aconsejado por un antroplogo, tom como leitmotiv la lucha contra la "fractura social". Triunfador en las elecciones, el nuevo Presidente nombr a no menos de cuatro ministros para atender dicha fractura. Si se juzga por el resultado de la votacin legislativa de 1997, en la cual la derecha perdi de manera sorprendente, se puede suponer

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que una mayora consider que el tratamiento fue insuficientemente ortopdico o demasiado quirrgico. El tema de la exclusin social, que naci en Francia hace menos de diez aos como sustituto del antiguo vocabulario de la pobreza, alcanza actualmente un cierto renombre en otros lugares del mundo, como lo revela la recopilacin de Stewart Macpherson (1997), a propsito de estudios-realizados por la Organizacin Internacional del Trabajo en seis pases. Cmo definir la exclusin? Quines son los excluidos? La lectura de especialistas en la cuestin, como Serge Paugam (1996), parece indicar que esta categora no es ms homognea que la de underclass que se impuso durante la ltima dcada en Amrica del Norte y en Gran Bretaa. Aunque el ncleo es representado por los "nuevos pobres", especialmente por los "desempleados de larga duracin", incluye tambin a todos los que por una razn u otra se encuentran en ruptura con el "lazo social", pata utilizar la expresin milagrosa bajo la cual se integran ahora todas las dems categoras de personas con dificultades sociales: inmigrantes, minusvlidos, personas viejas, enfermos del SIDA, etc. A pesar de la heterogeneidad de la nocin de exclusin, que Michel Messu (1997) describe como una "categora sin objeto", dos rasgos la caracterizan: un abordaje psicolgico, a menudo mezclado con una dimensin cultural, y una individuacin de los excluidos. El abordaje psicolgico no ha sido tan entatizado en Francia como en los Estados Unidos, donde se desarrolla una verdadera campaa de reprobacin a las victimas (biaming the victm), especialmente a las mujeres negras solteras con nios y a los padres negros designados como irresponsables. Sin embargo, se podra mostrar que la actitud francesa de victimizadn no est tan lejos de la visin estadounidense. Los comentarios de algunos ministros o los discursos cotidianos de ciertos trabajadores sociales indican que la frontera entre victimizadn y reprobacin no es tan impenetrable. Con respecto a la individuacin, la retrica social insiste en el hecho de que cada historia es singular, nica. Puede ser la de la mujer proletaria sin calificacin profesional que se divorcia y se encuentra sin recursos y sin techo, pero tambin la del ejecutivo que pierde su trabajo y cae en la miseria extrema. Los numerosos programas de televisin sobre el tema muestran cada vez la diversidad, es decir la singularidad de los itinerarios que conducen a la exclusin. Este doble rasgo, victimi^acin y singulari^acin de los excluidos, define una nueva forma de subjetivacin de las desigualdades sociales y caracteriza lo que ciertos autores como Robert Castel (1995) y Pietre Rosanvallon (1995) han llamado la "nueva cuestin social". Sin entrar en la discusin sobre este concepto, se entiende que si existe una nueva cuestin social, existe tambin la necesidad de una nueva poltica social: no slo en el sentido de un programa especifico de tratamiento de la exclusin (policy), sino de un proyecto ms genrico (politics). De la misma forma en que el surgimiento de la cuestin social a finales del siglo

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XVIII implic una poltica de la piedad, la aparicin de una nueva cuestin social al final del siglo XX supondra una poltica del sufrimiento. La exclusin, como representacin del espacio social, y el sufrimiento, como representacin de a condicin numana, se corresponden hoy, como se correspondan anteriormente la pobreza y la piedad. Este cambio debe entenderse, por supuesto, ms como una transformacin progresiva que radical. El discurso sobre los pobres y la ideologa humanitaria clsica no desaparecen totalmente. Al revs, la lgica de la exclusin y del sufrimiento no se imponen completamente. Hay sectores de resistencia a estas representaciones del mundo social. Sin embatgo, el cambio es marcado, rpido y decisivo. Cmo se traduce dicha inflexin? Primero, y eso tiene mucho que ver con el proceso de globalizacin, la poltica del sufrimiento se define dentro del paradigma del Estado democrtico-capitalista del cual Giorgio Agamben efectu el estudio antropolgico (1995). No hay discusin del paradigma, sino adaptacin para que los efectos sobre los ms vulnerables sean un poco menos duros. Se puede hablar de arreglos internos que implican mnimas correcciones, lo cual significa que actualmente se considera prcticamente imposible luchat contra las desigualdades; slo se lucha contra sus consecuencias ms visibles. Los procesos de flexibilizacin, es decir, de precarizacin y reduccin del empleo tienen cada vez mayor aceptacin. Se pretende luchar contra las desigualdades de ingresos a travs del impuesto, pero la redistribucin casi no las afecta. Segundo, dentro de este paradigma, el margen de accin de los agentes locales es muy restringido, lo que causa una fuerte frustracin, como lo muestra Pierre Bourdieu (1993). La trabajadora social se encuentra desarmada frente a una familia con padres desempleados y amenazas de expulsin de su casa por no pagar el arriendo. El educador callejero no dispone de soluciones eficaces para un joven que sale de la escuela sin diploma, sin perspectiva de empleo y que adems toma alcohol o drogas. Enfrentado al problema de unos nios intoxicados por el plomo de la pintura de las viejas viviendas, el salubrista slo puede aconsejar a la madre cortarles las uas para evitat que raspen las paredes. En cuanto al mdico, se limita habitualmente a formular medicinas ansioliticas para aliviar sntomas provocados por estas situaciones. Para los polticos, ya sean alcaldes o ministros, la situacin es insoportable; encarando problemas socioeconmicos crecientes que tienen consecuencias deletreas sobre la vida cotidiana de los ciudadanos, no pueden permanecer inactivos.

ESCUCHAR COMO MTODO DE PACIFICACIN

En el contexto en el cual el biopoder se caracteriza mejor por su impotencia que por su exceso, se ha inventado el lieu d'coute (extraa expresin que significa li36

teralmente lugar de escucha), una institucin que es a la poltica del sufrimiento lo que el dispensario gratuito era a la poltica de la piedad. Estos sitios fueron creados por las circulares simultneas de dos ministros a cargo del problema de la exclusin. Una de las circulares se refiere a los "jvenes errantes" y la otra, a "los consumidores de drogas". Esta- creacin fue el resultado de una reflexin nacional sobre ias cuestiones ligadas a la pauperizacin creciente de algunos sectores de la poblacin, al desarrollo de las violencias urbanas y a los comportamientos desviados. El informe del grupo interministerial nombrado para esta reflexin y presidido por Antoine Lazaras (1995) se titulaba Un sufrimiento que no se puede esconder ms y presentaba muchos ejemplos de situaciones individuales, mejoradas por haber tomado en consideracin el padecimiento moral de la persona. Los lugares de escucha eran entonces la solucin a los problemas de los "barrios en dificultad", espedalmente para una juventud desorientada. Ms que considerar a los pobres como vctimas de situaciones de dominacin, dc explotacin y discriminacin (cuando eran de origen extranjero), se les percibe como seres sufrientes a los cuales se debe escuchar y reconocer como humanos para restaurar su dignidad, no pudiendo proponerles un mejoramiento de sus condiciones objetivas de existencia. Qu son estos sitios, designados tambin como "lugares de identificacin"? Son espacios manejados por asociaciones privadas con fondos pblicos a donde los adolescentes y los jvenes pueden ir, permanecer un rato y discutir entre ellos. All tambin pueden encontrar un siclogo o un trabajador social. La encuesta revela, sin embargo, que permanecen relativamente desiertos, que pocos adolescentes y jvenes se "identifican" y quieren ser "escuchados", y que an cuando la experimentacin social funciona bien y les atrae, los que vienen pertenecen en su mayora ms a sectores populares que a sectores excluidos, como se pretende. Asi, se descubre la funcin poltica de estos sitios: permitir tanto al poder local como al estatal mostrar a la poblacin que hacen algo contra el deterioro de la vida, la violencia urbana y los descarros juveniles. Este proceso, ms que una pacificacin del pueblo, es una demostracin de pacificacin. En este sentido, la poltica del sufrimiento es tambin una poltica de la impotencia y una poltica del espectculo. Pero los lugares de escucha solamente representan la forma ejemplar de un conjunto de dispositivos que operan como productores de subjetivacin. Puesto que se piensa que los pobres o los excluidos no acuden fcilmente a las instituciones, se ha imaginado una manera de ir a su encuentro a travs de buses, originalmente destinados originalmente al cambio de las jeringas para los consumidores de herona dentro de los programas de reduccin de riesgos, que sirven ahora como lugares mviles de escucha. Ms all de estas tecnologas especficas, se puede hablar de una orientacin general de todas las instituciones, pot lo

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menos en el mbito de las normas definidas, para que sus agentes tengan una actitud de escucha y una propensin a compadecer, es decir a sufrir con, sobre lo cual he realizado un anlisis crtico en otro articulo (1998). Esto se puede ilustrar con el criterio establecido para acceder a un puesto que habia sido abierto en un servicio de salud pblica. El candidato tena- que ser capaz de sentir "compasin por las poblaciones desfavorecidas". As, en pocos aos, se ha desarrollado y asumido una poltica, de carcter nacional y coherente, de escucha a los seres sufrientes, especficamente en los sectores pobres. A diferencia de lo que Luc Boltanski (1993) llama "el sufrimiento a distancia", refirindose a la actitud distante hacia los seres sufrientes, tal como se ha desarrollado a travs de la moral humanitaria, la poltica de escucha corresponde a un sufrimiento a proximidad, a una presencia fsica /rente a los seres sufrientes. Conjuntamente con esta poltica ha fructificado un verdadero mercado del sufrimiento del cual se han vuelto promotores eficaces ciertos socilogos y antroplogos. Obviamente, los investigadores en ciencias sociales han escuchado siempre a quienes han estudiado: escuchar hace parte del oficio. La historia de vida es, desde este punto de vista, la forma paradigmtica de la postura de escucha a travs de la cual se recogen las narraciones de sufrimientos. Todos los que hacen biografas saben que el relato puede ser a veces pattico y volver emptica la relacin con el narrador. La novedad actual es que ciertos socilogos y antroplogos se han convertido, ms o menos conscientemente, en instrumentos de legitimacin de esta poltica del sufrimiento. Multiplican estudios, artculos, libros, seminarios y congresos, y participan en programas de televisin donde se exponen pblicamente los problemas personales de los desfavorecidos. A la "cultura de la pobreza" que pretenda, en la obra de Osear Lewis, dar cuenta de la expetienda de los sectores populares, ha sucedido una clnica del sufrimiento que implica una sicologizacin de las relaciones sociales, como se encuentra por ejemplo en los trabajos sobre la vergenza realizados por Vincent de Gaulejac (1996). Es una orientacin con un fuerte reconocimiento institucional. Esta evolucin invita a plantearse interrogantes sobre el papel de la sociologa y de la antropologa, cuyas consecuencias ticas son evidentes. Frente a la sociedad y al poder, tal y como se revelan a travs de la poltica del sufrimiento, mantener una posicin critica supone evaluar paralelamente la realidad contempornea que recubre el sufrimiento, especialmente en los sectores dominados y explotados, y la realidad contempornea de una poltica del sufrimiento como respuesta a las desigualdades sociales. El eclctico nmero que la revista de la Academia Americana de Artes y Ciencias, Daedalus, bajo la coordinacin de Arthur Kleinman, Veena Das y Margaret Lock (1996) consagr al "Sufrimiento social", se inscribe ms claramente en la primera orientacin (descripcin critica de las formas actuales del sufrimiento) que en la segunda (anlisis critico de la interpre-

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tacin de la violencia social en ttminos de sufrimiento). La riqueza del material reunido y la diversidad de ias sociedades estudiadas revelan, sin embargo, la universalidad de este modo pattico de subjetivacin de las relaciones humanas alrededor del cuerpo, de la vida y de la muerte.GLOBALIZACIN Y DIFERENCIACIN DE LO PATTICO

El fenmeno descrito como de patetizacin del mundo es, en efecto, una realidad mundial. De la misma manera en que se habla de globalizacin de la economa, se podra hablar de globalizacin de ia subjetividad. Obviamente, la singularidad histrica y cultural de cada contexto le confiere un contenido cada vez distinto, como se ve en el juego entre lo "local " y lo "transnacional", analizado por Carlos Pinzn y Gloria Caray (1997). No obstante, se reconocen signos mltiples y sntomas diversos del fenmeno, siendo el ms visible el papel que juega el humanitarismo mdico en la poltica internacional, especialmente en el manejo de conflictos, en el caso estudiado por Rene Fox (1995). Las guerras recientes de Yugoslavia, de Somalia y de Rwanda muestran claramente cmo las acciones humanitarias pueden reemplazar a la poltica. La legitimidad del ser sufriente se convierte en ltima instancia en el criterio poltico, o mejor dicho, en el criterio poltico confesable, porque simultneamente, algunos intereses econmicos y estratgicos, mucho menos confesables, permanecen inclumes. Pero, si la legitimidad del ser sufriente y la poltica del sufrimiento que se deriva de sta corresponden a realidades globales, hay que aadir tambin que en el mundo contemporneo son realidades muy diferenciadas. La subjetivacin de las desigualdades sociales es, en s misma, extraordinariamente desigual. Para dar una sola ilustracin, durante la Guerra del Golfo, el padecimiento del piloto norteamericano pblicamente humillado por el ejrcito enemigo fue mucho ms valorado en el mundo occidental o, en otras palabras, tuvo ms presencia en el espacio pblico global que el padecimiento de las decenas de miles de militares iraques que moran bajo el bombardeo de su pas. La traduccin de esta diferencia de sensibilidad es cnicamente estadstica. Si se hace referencia al nivel de precisin de la contabilidad de los muertos, se constata que la vida de un hombre de las fuerzas aliadas tena mayor existencia que la vida de cualquier otra persona sobre el territorio iraqu. Y si se juzga por el tratamiento diferencial de las dos vidas, parecera que stas no se inscribieran en la misma escala de valores, ni pertenecieran a la misma humanidad. Al enunciar que asistimos al cambio de una poltica de la piedad por una poltica del sufrimiento y que nos encontramos en un proceso de patetizacin del mundo global y desigual a la vez, he tratado de discernir una realidad antropol-

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gica de las sociedades contemporneas. Esta perspectiva no implica, de ninguna manera, una visin teleolgica o determinista. No pretendo demostrar una ley de evolucin social; describo un cambio profundo y significativo en la manera de considerar el mundo y sus desigualdades, especialmente frente a la vida y a la muerte. Este anlisis, si demuestra ser correcto y verdadero, obviamente tiene importantes consecuencias para la antropologa, y especialmente para la antropologa mdica. De la misma manera en que se ha establecido que las categotas de medicina y enfermedad no son totalmente pertinentes en las sociedades tradicionales porque no corresponden a las representaciones y prcticas locales, se puede sugerir que en las sociedades contemporneas, frente a los fenmenos de patetizacin descritos aqu, los investigadores tienen que inventar nuevos instrumentos conceptuales y no limitarse al estudio de la medicina o de la enfermedad. Una antropologa de la salud debe basarse en una teoria de la poltica del sufrimiento y, de manera ms general, tomar en cuenta los procesos de subjetivacin que sostienen y dan sentido a las acciones.REFERENCIAS CITADAS AGAMBEN, G. Moyens sans fins. Notes sur la politique. Paris: Bibliorhque Rivages, 1995. ARENDT, H, On Rvolution (primera edicin 1963). Traduccin francesa: Essai sur la rvolution, Paris; Gailimard, 1967. BOLTANSK3, L. La souffrance distance. Morale humanitaire, medias et politique. Paris: Mraili, 1993. BOURDIEU, P. "Les usages du peuple". Chases dites, p.l 78-184. Paris: Editions de Minuit, 1987. -. La misre du monde. Pars: Editions du Seuil, 1993. CASTEL, R. Les mtamorphoses de la question sociale. Une chwnique du salarial. Paris: Fayard, 1995. DREYFUS, R. y RABINOW P. Michel Foucault. Bejond Structuraism and Hermeneutics. Chicago; University of Chicago Press, 1982. FARMER, P. "On Suffering and Structural Violence; A View from Below". Daedalus, 125 (1), 261283, 1996. FASSIN, D. L'espace politique de la sam. Essai de gnalogie. Paris: Presses Universiaires de France, 1996. -. "Exclusin, underclass, marginalidad. Figures contemporaines de la pauvret urbaine en France, aux Etats-Unis et en Amrique latine". Revue francaise de Sociologie. 37 (l), 37-75, 1996. -. Les figures urbaines de la sam publique. Enqute sur des experiences locales, Paris: La Dcouverte, 1998. -. Les usages sociaux de la souffrance psychique, in La souffrance psychque: une souffrance ordinaire. IRIS, Paris, 1998. FOUCAULT, M. Naissance de la ciinique. Une arckologe du regard medical Pars: Presses Universitaires de France, 1963. -. Htstoire de la folie a l'&ge classique. Paris; Gallimard. 1972. -. Surveiler et punir. Naissance de la prison. Paris: Gallimard. 1975. -. Htstoire de la sexualit. 1. La volante de savoir. Paris: Gallimard, 1976.

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Las hiperestesias: principio del cuerpo moderno y fundamento de diferenciacin socialZandra Pedraza Gmez

7"he ctique'of the models of representation of reality begins with the aeslKcttc critique, the dscovery of the dmnishtng and aiienaling character of the aesthelicfsm of the masses from a gnoseologc and ethica pon of view (Jimnez

1995).

Uno de los aspectos que permite reconocer la condicin moderna es el peso que adquiere el cuerpo en su constitucin y la evolucin de sus representaciones y discursos hasta ocupar un lugar preponderante y definitorio de la modernidad. Los aspectos a los que con mayor frecuencia se alude son el carcter mecnico y fabril que tornea el cuerpo moderno, los discursos biolgicos y medicalizantes de las ciencias naturales y de la salud que le restan espontaneidad y expresividad, la insercin del cuerpo en los engranajes econmicos de la lgica productiva mediante dispositivos polticos, su sumisin a ttavs de discursos que instautan relaciones de poder siempre caracterizadas por su ndole represiva, bien sea en la escuela, la crcel o el hospital, la definicin y construccin de gneros a partir de visiones esencialistas, el deslinde de espacios y mbitos pblicos y privados a travs de cdigos de comportamiento social e introspeccin, o la fetichizacin que resulta de la inmersin del cuerpo en el consumismo. Estos aspectos, en conjunto o de forma aislada, aparecen paulatinamente en Latinoamrica desde mediados del siglo XIX. El rpido y por pocas agolpado trnsito por diferentes condiciones histricas hace que discursos y formas de representacin del cuetpo, tanto de la Ilustracin como del Romanticismo y el Modernismo, convivan en lo que ya a finales del siglo XIX puede calificarse co-

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mo una condicin propia de la modernidad y que es precisamente el tema de esta ponencia: las hiperestesias. Se trata aqui de reflexionar sobre lo que puede hallarse en una dimensin inmaterial del cuerpo, intencin que encierra aparentemente una aporia, a saber, aquello que emana de las capacidades sensoriales del'cuerpo, pero se traduce en efectos inmateriales: en emociones, sentimientos, elaboraciones sensoriales y, finalmente, juicios estticos. Lo que permite salvar esta dificultad son las estesias elaboraciones sensibles de las percepciones sensoriales y su estado hiperblico en la modernidad: las hiperestesias. Considerar aquellas que forman la sensibilidad moderna y que cabe calificar de hiperestsicas: en primer lugar, las que provienen del uso de los sentidos externos y califican el espritu ilustrado en su esfuerzo por alcanzar el conocimiento objetivo, la claridad y distincin del pensamiento, y la verdad; en segundo lugar, las que crea la conciencia sensible como producto uC ios cuidados corporales y que se traducen en un incremento ue la sensorialidad y, por ltimo, aquellas que producen el refinamiento y la excitacin de las percepciones sensoriales y se expresan en la sensitividad. Dado que desde los inicios de la Ilustracin hasta el surgimiento del modernismo latinoamericano transcurre un siglo escaso, es propio de los pases latinoamericanos haber incorporado estrategias de tepresentacin y ordenamiento social y simblico, de pensamiento y prctica caractersticos del pensamiento ilustrado y del etbos moderno, de manera a menudo casi simultnea y, en cualquier caso, haber fomentado su coexistencia a travs de complejos recursos discursivos. La ilustracin latinoamericana apunta a la creacin del ciudadano y a consolidar la razn y el conocimiento objetivo, mientras que del breve periodo romntico y del modernismo cabe destacar el propsito de privilegiar a la persona, al individuo, la conciencia y la experiencia. No se trata de posibilidades excluyentes, especialmente en Amrica Latina, pero conviene favorecer esta distincin analtica en aras de dilucidar el asunto. Por otra parte, el pensamiento ilustrado que se asocia con la gestacin de una burguesa no cumple exactamente este papel en el subcontinente. Las formaciones sociales del siglo XIX slo pueden interpretarse parcialmente como burguesas, pues acusan a la vez disposiciones y valores propios de las organizaciones seoriales. No obstante, tanto en la ilustracin como en el modernismo es posible sealar rasgos de modernidad, aunque desde luego es el modernismo el fenmeno que puede considerarse catalizador definitivo del trnsito. Si bien es cierto que la discusin sobre la degeneracin de la raza en 1920 contiene ya todos los elementos de la experiencia y la imaginacin modernas latinoamericanas (Pedraza 1997), con todos os matices que es dado identificar en cada pais, tambin lo es que las reformas pedaggicas y los intereses mdicos de finales del siglo XIX ya acusan sus principales elementos.

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El sujeto moderno se entiende a s mismo con proyecciones emancipatorias morales y liberado del poder coercitivo de la razn instrumental que distingue al ciudadano ilustrado. Sin embargo, esta liberacin en ello es paradigmtico el y modernista se ejercita desde la esttica de lo bello (en contraposicin a una esttica de lo sublime) que vemos relumbrar en la dcada de los aos veinte y seala la victoria clara de la modernidad. Los cambios que tienen lugar desde las ltimas dcadas del siglo XIX combinan la confianza en la perfectibilidad humana, propia del pensamiento ilustrado, y en el futuro como un horizonte de sentido, con la critica de la religin y de las prcticas tradicionales de socializacin, formacin y educacin. La libertad individual, entendida en lo fundamental como experiencia subjetiva, supone una crtica de esa particular composicin que es la burguesa seorial latinoamericana desde otra perspectiva igualmente sui generis: los modernistas ilustrados hacen sus proclamas desde la esttica de lo bello. Es pertinente formular al menos dos interrogantes, que aunque no voy a considerar aqui, deben incorporarse en una reflexin juiciosa de este tema: Cmo han de entenderse lo burgus latinoamericano y sus valores? y Cmo se expresa entonces el repudio moderno a esa burguesa seorial? Se puede mencionar someramente que el modernismo latinoamericano conjuga el ideal del espritu latino, cuyo representante clsico es el Ariel, con una tradicin sensualista ilustrada y una recepcin particular y por entonces ya centenaria de los motivos romnticos: soar, amar y vivir intensamente, una sensibilidad caracterizada por la forma de sentir tpica del genio romntico. Esta interpretacin del modernismo latinoamericano se traduce en ideales aristrocratzantes poco aptos para transformar el orden seorial que rechaza. Su sentido de democracia consiste en un proceso de seleccin espiritual que se basa en una cultuta selecta, adquirida justamente por obra del hiperestesiamiento, y que persigue una unificacin capaz de reconciliar en el arte el color, las proporciones y la tonalidad de una unidad latinoamericana. En tanto la Ilustracin se concentr en acentuar la naturaleza racional, la propuesta romntica de Schiller de reconciliar razn y sensibilidad en el goce de la contemplacin artstica que posibilita una educacin esttica, es lo que el modernismo instaura con el arielismo en una intolerante esttica de lo bello que desdibuja discontinuidades, diferencias y heterogeneidades, como ilustra de modo ejemplar el ya mencionado debate eugensico. El modernismo perfecciona el sistema de desigualdades y diferencias legado por el orden burgus ilustrado, el cual tetmina por definir nuestra modernidad al cimentar las diferencias en las capacidades estsicas como fundamento de una esttica de lo bello, y pot armonizar la verdad con lo bueno y lo bello mediante una educacin del ciudadano que queda de nuevo en manos de los letrados modernos personificados por los pedagogos.

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Esta amplia digresin introductoria conduce de vuelta al asunto esbozado en el titulo: la interpretacin de los sentidos, de sus percepciones y usos; el estado exacerbado de estimulacin sensorial; la participacin de estos aspectos en la antropologa moderna y la formulacin, a partir suyo, de principios de diferenciacin y des-igualdad social peculiares de la sensibilidad y la esttica modernas. Abordar estos aspectos con brevedad al revisar las siguientes afirmaciones: el universo de la sensibilidad moderna est formado por estesias e hiperestesias; la subjetividad moderna se funda en el hiperestesiamiento; la estetizacin de las estesias ordena las diferencias y desigualdades sociales mediante la estilizacin de la vida y los estilos de vida.ESTESIAS E HIPERESTESIAS: EL UNIVERSO DE LAS SENSACIONES MODERNAS

Cmo se construyen diferencias sociales desde el cuerpo cuando se pretende consolidar un horizonte democrtico moderno? Un principio definitivo de este fenmeno es el surgimiento y proliferacin de sensibilidades hiperestsicas desde el siglo XIX. Las sensibilidades hiperesrsicas se gestan en un ejercicio de autosensibilidad reflexiva: a la experiencia sensorial primaria lograda a travs de los sentidos le sigue una segunda percepcin sensible que ordena sensitivamente esas primeras impresiones sensoriales. En el primer caso hablamos de texturas, olores, aromas, colores, brillos, luces, opacidades, sombras, sabores, gustos, temperaturas, contrastes, sonidos. De la segunda elaboracin sensible resultan armonas, atmsferas, ambientes, sugerimientos, proporciones, equilibrios, cadencias, euritmias, simetras, ambigedades, desatinos, disonancias, emplastos, pegotes, chabacaneras, simplezas, vicios, tosquedades, vulgaridad, expresiones todas que no ocultan su juicio esttico. As pues, si con el trmino estesias (aisthesis) se denomina aqui la elaboracin sensible de las percepciones sensoriales, con el de hiperestesias se evoca el ansia acrecentada de exacerbar tales elaboraciones sensibles. Qu duda cabe de que sin el hiperestesiamiento de la modernidad tampoco sera pensable su condicin hiperconsciente, que no hiperracional, de donde proviene justamente el carcter reflexivo de la sensibilidad hiperestsica. No por ello es lcito ignorar que al hiperestesiamiento le son consubstanciales el individualismo extremo, la estilizacin radical, la mengua de la interaccin en la esfera pblica y el refinamiento esttico como principio por antonomasia de la distincin social. Este ltimo, ms que estar cimentado en el consumo de uno u otro tipo, se alimenta en su esencia de la comprensin intuitiva surgida de la reflexividad que se aplica a la experiencia sensorial y se erige en el cdigo de reconocimiento y comunicacin fundamental para producir diferencias y distinciones so-

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dales1 y fraccionar procesos democrticos a partir de principios que se desvian del simple consumo material pata referirse ms bien a las formas, no slo de llevarlo a cabo, sino de interpreratlo sensitivamente y ordenarlo estticamente. En qu consiste el mundo de la hiperestesias? Se lo puede pensar desde los escritores modernistas, pasando por las pedagogas reformadoras de los siglos XIX y XX y algunos conceptos de belleza, hasta la apologa de las experiencias corporales y vitales ms contemporneas. Por ahora, conviene sealar que en todos los casos se persigue el ordenamiento sensitivo de las percepciones sensoriales y la adjudicacin a tales rdenes de juicios estticos que por su fundamento somtico se hacen prcticamente inapelables. El origen de este fenmeno puede reconocerse en la identificacin de la cenestesia, el sentido general del estado del cuerpo, pero tambin, medio siglo antes, en la obra de Condillac (1754) que promulga la necesidad de sentir para producir ideas. Lo que importa resaltar es su naturaleza de patmetro para identificar las sensaciones caractersticas de la modernidad: por un lado, hasto, taedium tntae y decadencia y, por otro, el ascenso del hiperestesiamiento como anhelo de vida y propsito de la subjetividad moderna. En su calidad de ingredientes bsicos, los fenmenos de estesiamiento e hiperestesiamiento le sirven al individuo para perfeccionar el proceso por medio del cual se diferencia a s mismo del mundo y edifica su subjetividad. Pero esta subjetividad no proviene uei ejercicio ue autorrenexiviuau racional que distingue a la antropologa ilustrada y se encamina al conocimiento, sino precisamente de la autorreflexividad sensorial y de la imaginacin que se vierten en la expresin. El hiperestesiamiento es un ejercicio de autorreflexividad consciente que permite al individuo convertirse en un observador de si mismo, de su propia sensibilidad, en alguien que reflexiona sensiblemente sobre sus percepciones sensoriales e incrementa as su propia subjetividad, su conciencia de ser producto del ejercicio de sentir sus sensaciones. En este caso, tal reflexividad consciente convoca no a la razn sino a la conciencia sensible. La verdad subjetiva de la experiencia se inicia en el rompimiento con las tradiciones fundacionales del yo para desplazarlas hacia la experiencia de s mismo como principio absoluto. Esta experiencia supone las sensaciones corporales y su hiperestesiamiento. La subjetividad moderna se caracteriza potque los principales puntos de referencia que le otorgan sentido y estabilidad se encuentran en el yo. No es otra cosa que la nulificacin de la personalidad mediante el "concete a ti mismo!" la que lleva a indagar la subjetividad ajena a todo mun-

Las diferencias denotan las particularidades que se les adjudican a los gneros o a los grupos de edad, por ejemplo; la distincin, por su parte, apunta a formas de estilizacin como lade los yuppies.

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do externo. De la mano y como vehculo de expresin de esa individualidad autorreflexiva se produce la fetchizacin de las apariencias.

LA SUBJETIVIDAD MODERNA SE F U N D A EN EL HIPERESTESIAMIENTO

Qu es la subjetividad? Qu es la subjetividad moderna? La subjetividad comprende aquello que le permite al sujeto distinguirse del m u n d o . Al sujeto lo integran y perfilan las maneras de pensar y sentt con respecto a s mismo y al mundo exterior, objetivo, que l aprehende justamente por medio de los rasgos del pensar y el sentir que denominamos subjetividad: se trata de las vivencias y experiencias simblicas que son m u n d o y sustrato para la elaboracin subjetiva y para su propia interpretacin; es decir, la subjetividad como autorreflexividad de la imaginacin (Gumbrecht 1991). Cmo intervienen el pensar y el sentir en este acto de reconocerse a si mismo? La dificultad ya se hace ostensible al querer deslindar estas dos acciones: ms que tomarse difusos, los lmites se diluyen el uno en el otro, abarcan desde el oler, or y percibir hasta el juicio y la razn. En aras de hacer claridad y avanzar es forzoso reconocer que la subjetividad es de suyo una categora histrica. Ni qu decir de la subjetividad moderna, que emana del pensar surgido del sentir. En el epicentro de la subjetividad moderna est el individuo, pero n o aqul producto de la razn y la secularizacin, sino aqul que nace con la sensacin; no el sujeto que aspira a conocer, sino aqul cuyo derrotero es la expresin. La fuente de esa expresin es la experiencia personal del yo interior, o sea, la sensacin de si mismo en cuanto certeza de la propia existencia. La subjetividad se caracteriza porque los principales puntos de referencia, aquellos que dan sentido y estabilidad, se encuentran en el yo. Mencinate tres ejemplos: 1. Ahora s que slo soy un cuerpo para el amor y la soledad y nicamente desde l logro articular una manera de pensar y de sentir el mundo. Tal vez sea esto lo que me ha llevado a sentit el cuetpo como la piel del alma, porque es sobre esa piel sensible, que de tarde en tarde reclama un gesto amable, una expresin de ternura o un abrazo, donde se experimenta ms hondamente el amor, la solidaridad, la posibilidad de que el abismo interior sea contenido en otro cuerpo o la soledad terrible de un alma que se desgarra sin hallar un sentido que justifique su existencia. (Cajiao 1996:11) ...Un mundo en el cual sea posible el afecto clido, la tolerancia, la risa y las lgrimas que surgen de la contemplacin esttica necesitat pieles sensibles, ojos mviles, odos agudos que se entretengan distradamente en las lneas de un pai-

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saje o en el regusto de un poema que rebota sobre las paredes del alma. (Cajiao 1996:35) 2. Ante todo, parece poco claro dnde principia y dnde termina el dominio del cuerpo, el de la razn y el de las emociones. Su imbricacin es tal que se dira que en este vasto sentir reposa la esencia ontolgica contempotnea y que a su perfeccionamiento se han dado los discursos sensoriales fundados en u n "trabajo corporal" diseado para "asumir u n compromiso con nuestro cuerpo. Si n o somos sujeto del movimiento, el riesgo nos acechar todo el camino. No el tiesgo de ser objeto, sino el de n o ser sujeto de nuestras acciones" (Kesselman 1989:148). La intencin de poner a la persona en contacto consigo misma, con su sensibilidad, e introducirla en el autoconocimiento a travs del cuerpo, presupone u n delicado refinamiento sensorial: "Suelten las clulas alrededor del isquin, sientan los espacios entre el isquin, la extremidad distal del cccix, la cabeza del fmur y trocnter" (Kesselman 1989:159). Mediante esta microgimnasia intima se realiza "un aprendizaje de las sensaciones y de las emociones" y un viaje por el cuerpo, por los huesos, atravesando tejidos, por las temperaturas corporales, por posturas que nos [ponen] en contacto con las rigideces, con las incomodidades y [dan] tiempo al trabajo corporal para que la memoria del cuerpo acte, para que d lugar a la imagen, a la escena que duerme en las formas, en las concavidades y convexidades (Kesselman 1989:164).

...como me fascina y me atrae la poesa, asi me atrae y me fascina todo, irresistiblemente: todas las artes, todas las ciencias, la poltica, la especulacin, el lujo, los placeres, el misticismo, el amor, la guerra, todas las formas de la actividad humana, todas las formas de la Vida, la misma vida material, las mismas sensaciones que por una exigencia de mis sentidos, necesito de da en da ms intensas y ms delicadas... (Silva 1896:233). Ah! vivir la vida... eso es lo que quiero, sentir todo lo que se puede sentir, saber todo lo que se puede saber, poder todo lo que se puede... Ah! vivir la vida! emborracharme de ella, mezclar todas sus palpitaciones con las palpitaciones de nuestro corazn antes de que l se convierta en ceniza helada; sentirla en todas sus formas, en la gritera del meetmg donde el alma confusa del populacho se agita y se desborda en el perfume acre de la flor extraa que se abre, fantsticamente abigarrada, entre la atmsfera tibia del invernculo; en el sonido gutural de las palabras que hechas cancin acompaan hace siglos la msica de las guzlas rabes; en la convulsin divina que enfra las bocas de las mujeres al ago-

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nizar de voluptuosidad; en la fiebre que emana del suelo de la selva donde se ocultan los ltimos restos de la tribu salvaje... (Silva 1896:234). La muerte del sujeto que ocurre al convertirse ste en observador de segundo orden, es decir, al plantearse la pregunta por las condiciones de la conciencia humana gracias a las cuales son posibles los modos de constitucin del mundo, es el origen tambin del incremento de la subjetividad2 (Gumbtecht 1991) que se traduce en hiperestesiamiento. El desarrollo de la modernidad es sobre todo un proceso que supone intensificar la formalizacin de la experiencia; esto significa tambin un experiencia de contingencia acelerada, la agudizacin del sentimiento de que la vida es efmera y el tiempo fugaz (Jimnez 1995:181). El temor a lo moderno, el de Caro por ejemplo, se expresa en su rechazo a la frivolidad y la ficcin, entre otras cosas (Jimnez 1994). En este caso, la ficcin tambin podra entenderse como fantasa e imaginacin. Las nuevas mentalidades que quiere ver surgir el ansia de modernidad implican asimismo el surgimiento de una nueva sensibilidad que incluye la secularizacin del sentimiento y el ejercicio libre de la inteligencia y las pasiones (Jimnez 1994). "El moderno emancipado pretende romper todos esos nexos (los modelos de la tradicin y las normas de la naturalidad y del buen gusto) y convertirse en un comienzo absoluto, un comienzo a partir de s mismo y nada ms" (Jimnez 1994:16). Es all donde se origina la subjetividad moderna construida sobre la base de las sensaciones corporales y su hiperestesiamiento, de la verdad subjetiva de la experiencia. En la actualidad, las personas se identifican a ttavs de la activacin de la sensibilidad. En la esfera privada, la existencia se eleva a una continua experiencia tica y esttica donde la existencia es emocionalidad indiferente y egocntrica (Bjar 1988).LA ESTETIZACIN DE L AISTHESIS: ESTILIZACIN Y ESTILOS DE VIDA A

La pregunta que se plantea a continuacin es por qu esta subjetividad incrementada en fotma hiperestsica habra de transformarse en elemento de diferenciacin social. Vale la pena volver sobre el fenmeno del modernismo y la estrategia aristrocrarizante representada pot la esttica de lo bello. Adems de otros peligros, el modernismo latinoamericano se siente asediado por el impulso democratizante y la amenaza que ello compotta para el gusto, manifiesta en peligros muy concretos que se convierten tambin en temas recurrentes del siglo: La subjetividad es la constitucin (Verfassung) del estar-en-el-mundo y se funda en una construccin antropolgica que afecta a la era moderna (Schtze 1991). El sujeto es sujeto porquetieneuna potencia, representa poder y es lugar para el ejercicio del poder. A la vez, es parte de la condicin subjetiva una identidad obtenida de la ilusin de tener una conciencia transparente de s mismo que se consigue mediante la exclusin del otro heternomo.491

1. La nacionalidad, ms conocida hoy como democracia, debe encarar al pueblo y a la clase media. Al pueblo que enfrenta el albor del siglo se lo juzga embrutecido y fsicamente atrofiado, alcoholizado y desnutrido, ocioso, perezoso, indisciplinado, incapaz y criminal. La clase media, a su turno, encama la inercia y la'mediocridad que en sus intentos de ascenso social cae en el esnobismo y el rastacuerismo, en la ridiculez y la falta de buen tono. En las postrimeras de este siglo la democracia se siente igualmente amenazada por un pueblo violento, agresivo, intransigente, intolerante e indisciplinado. Con desee/rabies, eros, y ataques a la esttica tepresentados por las pretensiones de lobos, corroncfios y montaeros3 se perpeta la condena a las faltas a una esttica de lo bello. A pesar de la distancia, en ambos casos se ofrece como solucin una pedagoga apoyada en los postulados de la educacin sensorial, que instituye no slo la confianza en que el refinamiento de los sentidos conducir al progreso y a la consolidacin de la nacionalidad y la democracia pacfica, sino que lo hace sosteniendo las diferencias entre habitantes del campo y la ciudad, entre hombres y mujeres, entre pobres y ricos. Basta remitirse a las divergencias entre las concepciones de la escuela activa y los modelos pedaggicos de los aos veinte y treinta, o entre las de la actual escuela nueva pensada para la educacin rural y los ms recientes programas para el desarrollo integral y de la personalidad que preconizan la educacin para la libertad, la creatividad y la comunicacin. En este ltimo modelo, el nio pide "que lo acojamos corporalmente, (...) nos exige una seguridad en presente, sin racionalizaciones ni explicaciones sustitutas, sin excesos verbales ni discursos pedaggicos, lo cual slo es posible si estamos dispuestos a reconocer la apertura gestual y el dilogo tnico como lenguaje universal de la infancia" (Restrepo 1989:151). Es con este tipo de elaboracin hiperestsica que se configuran estilos de vida. De semejante apogeo de los sentidos se derivan consecuencias importantes para el proceso de estetizacin y diferenciacin social. La sinonimia clsica entre sentido comn y tacto abre una posibilidad para comprender este fenmeno, habida cuenta de que el tacto redund tambin en una forma del gusto, del buen gusto, que pasa a set aqu juicio de la sensibilidad. Este hecho de tener tacto o sensibilidad frente a algo, a alguien o a una situacin es la base del principio de distincin estatuido por el modernismo y extendido hasta abarcar el saber (Summers 1987). 2. Un segundo peligro que arrostra la modernidad es el que supone el deseo, personificado con rasgos especficos por mujeres y jvenes. El peligro de las mujeres radica en su belleza y en el deleite que ella procura. El potencial proviene de Trminos empleados para designar a quienes, sea por su condicin social o por su distan^ ciamiento de la esttica culta de la burguesa capitalina, no se acogen a los parmetros de vestido, apariencia, comportamiento y expresin verbal que la caracterizan. 50

las conmociones estsicas que ocasiona la belleza, su sensorialidad y la posibilidad de recrearla. La belleza de origen espiritual, localizada a comienzos de siglo en el alma, resultaba de una conjuncin de matices: Para conservar ta belleza hace falta ante todo la paz del alma, la serenidad del corazn, una vida exenta de cuidados, que producen el insomnio, arrugan la frente, contraen la boca y adelantan por tanto la edad de las temidas arrugas... La verdadera encantadora, la que quiere serlo en cada instante de su vida en sus mil detalles, es la mujer que al mismo tiempo cuida su belleza y su reputacin de alta elegancia ocupando en el mundo la posicin que le da su fortuna y su clase, y que sabe dirigir y llevar su casa con sabia economa (C-90:268,l 917). La belleza romntica se ve desplazada por un gnero democrtico que hace tambalear el sistema de distinciones, de manera que se enfatiza el juicio del buen gusto y de las formas. La lnea moderna es sinnimo de u n mundo hiperestesiado: fuetza, claridad, vigor, consistencia muscular y salud forjados por los deportes y'la vitalidad. Las sensaciones de la actividad calignica son ligereza, tonificacin, estimulacin, descanso. El placer del reposo, el vigor de la energa, la limpieza y la ligereza de una alimentacin sana y la estabilidad que proveen los nervios controlados, son el soporte estsico de la sensorialidad calignica. Su exacerbacin conduce a la perturbacin que slo provocan las bellezas descomedidas. La mirada tiene la capacidad de captar el aura del cuerpo que esculpe la caligenia y proviene de la experiencia estsica suscitada por el habilus embellecedor. Pero de la misma manera que la belleza ha modificado su lugar de origen y su forma de conservarse o aumentarse, tambin ha variado el potencial estsico que se le atribuye a la mujer: su esencia ha vagado a lo largo del siglo por el alma, la inteligencia, el carcter, la sensibilidad y las intimidades hotmonales para confirmar su naturaleza impredecible e inestable y poner coto al poder del deseo que inspira. 3. El peligro que encarnan los jvenes es de otra ndole: han cado en desgracia porque hacen ostentacin de la vida y su potencial estsico se tiene por inagotable. Despliegan pasin, vitalidad, alegra, agilidad, descomplicacin, y por esa razn han sido condenados: resultan frivolos, indiferentes, escpticos, inconstantes, consumistas, acrticos, inconformes, desadaptados. La necesidad que tienen de vivir experiencias intensas, junto con la descompensacin de su sensibilidad, permite apropiarse de los componentes de aquella vitalidad por la que combate el mundo adulto, ansioso de superar la muerte y reconstruir un entorno hiperestsico puesto en evidencia por la proliferacin de prcticas corporales, deportes de alto riesgo o sexualidades exuberantes; en una palabra, por la estilizacin basada en la sensitividad procedente del estimulo a las percepciones sensoriales y en especial de su refinamiento, y que petmite subrayar distinciones de

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gusto, clase y edad. Los jvenes personifican los atributos que la modernidad persigue y, al lado de las mujeres y los nios, hacen parte del principio de alteridad que sirve de contrapartida a la racionalidad moderna. Si bien todos juntos la desafan, su propensin a degradarlos en virtud de sus capacidades estsicas encuentra su contrapeso en la consagracin de las mismas en el mundo asctico, racional, masculino, unidimensional y material caracterstico de la modernidad. El cuerpo es espacio y vehculo por excelencia de la realizacin humana moderna, y la elaboracin estsica una forma de vida por la que se esfuerzan los modelos estesigenos ms recientes, en procura de una manera de aprehender el propio ser y el mundo, para estilizat la vida a partir de una experiencia diferente de la misma. Ot la voz del cuerpo, conocerlo, sentirlo y actuar hacindole justicia a sus necesidades se logra despertando la sensitividad amodorrada por un exceso de estmulos mal orientados e invocando hiperestesias que incitan a sentir en el funcionamiento del cuerpo las experiencias emocionales y cotidianas. De los temores a la juventud, las mujeres y el pueblo se ha pasado al temor a la insensibilidad, al vaco que denuncia Lipovetsky. De ah el flotecimiento de las prcticas que enriquecen el capital estsico: es de espetar que or, sentit y vivir el cuerpo, y construir eventualmente sobre esta base una remozada certeza de la propia existencia y una esttica de lo sublime, nos permitir a la postre renunciar a jerarquizar las diferencias y optar por mitigar las desigualdades.

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Salud y subjetividad urbanaGloria Caray Ariza, Carlos Ernesto Pinzn Castao

A travs de cules juegos de verdad se da el hombre a pensar su ser propio cuando se percibe como loco, cuando se contempla como enfermo, cuando se reflexiona como ser vivo, como ser hablante y como ser de trabajo, cuando se juzga y se castiga en calidad de criminal? Michel Foucault Historia de la sexualidad. 2.'El uso de los placeres. 1986:10

INTRODUCCIN

El inters pot estudiat la construccin de la subjetividad atraviesa varias disciplinas. En el campo de la salud se vuelve relevante cuando queremos comprender retomando a Foucault- cmo una persona se reconoce como enferma o sana y dentro de cules juegos de falso y verdadero le es posible hacerlo. Esto no es pertinente solamente cuando se trata de cualificar las relaciones entre pacientes y mdicos. Lo es tambin, y sobre todo, cuando las distintas entidades poltico administrativas y los servicios de salud afrontan la tarea de actuar en trminos de contribuir a producir salud y no slo de enfrentar la enfermedad. Este nuevo escenario aparece como consecuencia de los cambios derivados de la reconfguracin hacia un Estado neoliberal. A la vez que se reorganiza la atencin de la enfermedad bajo la lgica del mercado, la cual tiende a vet la salud como el resultado de la adquisicin de bienes y servicios, privados o estatales, se abte un espacio de participacin social en la gestin de! Estado que obliga a los trabajadores de la salud a desplazar su espacio de accin y de interlocucin por fuera de las instituciones. Para algunos, este proceso va acorde con el retiro o delegacin de responsabilidades del Estado que deberan ser, entonces, asumidas por la sociedad misma y con sus propios recursos. Para otros, corresponde a los procesos de apertura hacia una democracia participativa. Cualquiera que sea el caso, este nuevo otden plantea obligaciones estatales que no pueden ser delegadas. Entre otras cosas, obliga a los trabajadores de la

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salud a tomar en cuenta, adems de la lgica que organiza su m u n d o institucional y sectorial, la lgica de construccin de la realidad de aquellas poblaciones con las cuales debe entrar en relacin en cumplimiento de sus funciones. As se desprende de las responsabilidades legales vigentes y de los recursos financieros existentes para que los municipios desarrollen sus respectivos PAB (Plan de Atencin Bsico), orientados hacia la ptevencin de las enfermedades y la promocin de la salud. Tal es el caso de la unidad territorial constituida por Santaf de Bogot, distrito capital de Colombia. En este artculo se plantean algunos elementos que sugerimos sean tenidos en cuenta en el momento de comprender la produccin de los sentidos o significados alrededor de los cuales los habitantes de este ncleo urbano organizan su vida. Es decir, para abordar la construccin de la subjetividad urbana en una ciudad, uno de los principales polos de desarrollo de u n pais multitnico y pluricultural y con amplias diferencias e inequidades en las condiciones socioeconmicas. Estos elementos se han venido elaborando en el transcurso de distintas investigaciones adelantadas por equipos interdisciplinarios en varias regiones del pas y en la capital misma.

U N ESPACIO URBANO DE RECREACIN DE LOS SIGNIFICADOS DEL CUERPO

Lina Maria(LM), 1 JuanitaJ), Luca(L), Betsy y Victoria forman parte de un grupo de mujeres que se rene semanalmente alrededor de una obra caritativa que promueve el desarrollo de la persona (esta obra fue institucionalizada desde hace varios lustros). Aunque la inquietud por la obra es nuclear, ya que se desarrolla toda una gama de actividades relacionadas con su planeacin y sustentacin, cada encuentro es tambin una oportunidad de esparcimiento. Y, en relacin con el tema que nos interesa, es la ocasin para compartir experiencias sobre el cuerpo, centradas alrededor de las enfermedades. El siguiente fragmento de una conversacin sostenida en una de las reuniones ilustra algunos de los conceptos sobre el cuerpo que las participantes ponen en juego. LM: [El cuidado de la personal yo creo que si tiene que empezar por lo espiritual, algo muy importante que es... T haces relajacin, cuando una persona hace relajacin, claro estando ya mi dios ah con uno, tienen que programar los

Los nombres han sido cambiados. El material fue recogido por la antroploga Beatriz Snchez en el curso de la investigacin "Prcticas curativas alternativas en Santaf de Bogot", coordinada por los autores de este articulo. Esta investigacin fue financiada por el PNUD en un acuerdo con el Observatorio de Cultura Urbana de Santaf de Bogot, y llevada a cabo por la Asociacin Colombiana de la Salud en 1997 en la localidad de Suba. Cubri los seis estratos socioeconmicos en los cuales se agrupa la poblacin segn criterios oficiales de clasificacin de la oficina de Planeacin Distrital. 55

rganos inmunolgicos, los que se alteran cuando da cncer, ustedes saben cules son, cierto? Mita, el timo [seala hacia abajo de la clavcula y al lado izquierdo del esternn], en seguida del huequito al ladito izquierdo, cuando ests as como dbil, lo golpeas tres veces; el bazo, que est ubicado al lado izquierdo tambin, el hgado y la mdula sea, ms los ganglios linfticos [mientras habla va indicando sobre su cuerpo]. Cuando t ests completamente relajado de cabeza a pies, pon la mano izquierda con la derecha hacia arriba y la palma izquierda con la derecha hacia abajo... Visualizas la alta inteligencia de uno, entonces derrama esa energa en tu mano izquierda, haces el recorrido de todos tus rganos, de todo tu cuerpo, que te est sanando, que te est curando, sale por la mano derecha -yo a las 4 y media (de la maana) estoy en esas-, entonces me sale por la mano derecha y cojo la mano de Ramiro [el esposo] y le paso energa. Cuando quieran hacemos una rueda de energa, eso es muy interesante y t sientes la enetgia que dios... Betsy; Igual que los chaktas: ac, ac, ac... [Betsy seala 3 centros en su cabeza y pecho]. V: Slo tres? Son siete chakras! [afirma sorprendida). LM: Bueno, lo hago todos los das, y ver: yo cierro los ojos, visualizo esa energa que me viene ac y siento, t la sientes [alza las manos con las palmas hacia arriba y comienza a descender] la bajas ac, y despus la subes. J: Yo hago as, as, y hago asi, asi. [Juana se centra en la cabeza y el rostro] LM: Es para que le abras la entrada al prana, Juanita, que lo vas a coger aqu en el aire; esta seora hind que dijo que ella las vea, que eran como unas culebriras chirriquicicas blancas, entonces t las imaginas potque las manos tienen energa de por s, entonces t las juntas ac y siempre hacia el frente y luego las subes hacia la cara. En televisin mostraron esto y que cuando t salgas de tu casita, dices as, y cubres la casa [al tiempo que demuestra los movimientos con el cuerpo]. Sin mucho esfuerzo, se evidencia la apropiacin de conceptos provenientes del paradigma mdico moderno. Desde el punto de vista de la anatoma, se identifica y seala con propiedad la posicin del hgado, el timo y el bazo, y desde la petspectiva funcional, se les relaciona como "rganos inmunolgicos", haciendo alusin incluso a procesos patolgicos (estos rganos son afectados cuando se produce una entidad nosolgica particular, el cncer). Pero tambin, con mucha claridad, emerge u n concepto energtico del cuerpo que n o es propio de la medicina occidental moderna. Segn el primero, el cuerpo dispone de ttayectos especiales para el recorrido de esa energa, energa que fluye desde y hacia l por sitios especiales -v.g. de acuerdo a una posicin especfica de las manos en relacin con otras partes del cuetpo y con el cosmos.

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Este proceso requiere, adems, la sancin moral de la religin catlica, de modo que no es posible sin "visualizar la alta inteligencia" y "tener a dios 2 ah con uno". La energa se puede pasar de una persona a otra; incluso, una de las mujeres protege de este modo a su marido, su casa y su familia, constituyendo una base necesaria para el bienestar. Pero eso no es todo: se acepta para la energa en cuestin, la imagen de "culebriras blancas" propuesta por una mujer hind en la televisin. Adems, sin una afirmacin contundente, se relacionan los anteriores conceptos con los chalcras y el prana, entidades propias del ayurveda. Para los que han transitado por la antropologa mdica este telato es familiar. Es tambin uno de los muchos encontrados que se caracterizan por la coexistencia de varios saberes sobre el cuerpo en las narraciones de una misma persona. Cmo interpretar, en Bogot, Colombia, estas presencias?

C U A N D O LO TRADICIONAL DEVIENE TRANSNACIONAL

Varios conceptos han sido utilizados en las ltimas tres dcadas para abordar la anterior situacin, desde el sincretismo o mestizaje de los sistemas mdicos hasta la hibridacin de las culturas, pasando por la coexistencia conflictva de los sistemas de salud o de las culturas mdicas. Hace casi 20 aos, en su libro Patients and healers in Figura I. the context of culture. An exCampo local de salud ploration of the borderland Circuito popular between Anthropology, Medi'Sector popular cine, and Psychiatry, Kleinman propuso comprender la situacin local de los sistemas de cuidado de la salud a partir del examen del circuito C i r c u i t o del1

tradicional

Estado-Nacin Sector profesional

entrecruzamiento de tres modelos explicativos: el po. , r i

iSectortradicional

pular, el profesional y el tradicional (Ver figura 2). Para este autor, los sistemas de salud son formas de la realidad social caracterizadas, en los casos que estudi, por una "extraa1

C i r c u i t o transnacional

Sector transnacional

Aqu se trata del dios catlico 57

Figura 2Sistema local de cuidados en salud: estructura interna tTomado de Kleinman 1380l

ector popular a. Basado en los individuos b. Basado en la familia c. Basada en los nexos sociales d. Basado en la comunidad

Sector tradicional

Sistema de cuidados en salud

amalgama de creencias modernas y tradicionales, agrupadas bajo diversos patrones de asimilacin, complementariedad, conflicto y contradiccin" (1980:39; traduccin libre). Aunque sea vlida la crtica que cuestiona el uso de un enfoque sistmico para captar procesos cultutales (especialmente los no telacionados con la realidad de los Estados nacin3) (OPS 1985, Lozoya 1991), este modelo ha sido utilizado en Amrica Latina, donde se ha visro su fecundidad para el anlisis de ios sistemas de salud (Pedersen 1991), en la medida en que son pases cuyos procesos de modernizacin enfrentan dificultades de distinto orden, resultando en espacios sociales donde lo tradicional, lo popular y lo moderno negocian su capacidad de producir lo real (Pinzn y Surez 1991, Garay 1990). Reconociendo entonces el status de las culturas mdicas tradicionales y populares, queda an por elaborar una propuesta de intetpretacin sobre aquella "extraa amalgama", posible sincretismo o mestizaje, ya que estas ltimas categoras han devenido ambiguas y vagas. Aun aceptando la presencia local de tres grupos de culturas mdicas (tradicional, popular y profesional), al desbrozar los conceptos subyacentes en la conversacin de las mujeres reunidas encontramos una dificultad para ubicar en alguna de ellas esa concepcin energtica del cuetpo y de sus procesos de bienestar de la cual habla Lina Maria. Si estuvisemos en Taiwn o en China, o incluso en un barrio chino de una ciudad estadounidense, sera fcil entender la construccin de un sector de lo tradicional o quiz de lo populat en el"El concepto de sistema mdico o sistema de salud es, en realidad, creacin de los Estados y de las naciones como producto de la divisin del trabajo en una poca histrica reciente": OPS, 1985:374. Puede afirmarse que el sistema mdico es la construccin de una cultura mdica moderna o profesional.

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cual fuesen usuales las categoras utilizadas por Una Maria. Es evidente que all se encuentra una poblacin que tradicionalmente ha construido parte de su realidad con u n modelo energtico del tipo que aparece descrito por Kleinman. Existe una red social que reproduce esta realidad, bien sea a nivel familiar, bien a nivel de redes ms extensas y ms o menos formales; aun con dificultad, se tiene acceso a sus productos y agentes teraputicos. Ahora bien, en dichos contextos, esta concepcin del cuerpo participa de una experiencia cosmolgica vivida n o solamente cuando el cuerpo se enferma sino tambin en diversas situaciones de la vida cotidiana y en aquellos momentos especiales que renuevan identidades colectivas, los lazos con la tierra y los antepasados, la solicitud de un nuevo ciclo prspero, etc. 4 A pesar de la capacidad de penetracin de la modernizacin y la modernidad de la mano con la incorporacin de esas regiones en la economa de mercado global, lo tradicional y lo popular coexisten con lo profesional. Pero el fragmento de conversacin nos remite a una ciudad latinoamericana, capital de Colombia, donde no hay migraciones masivas de comunidades asiticas. Las mujeres citadas habitan en los estratos cinco y seis; es decir, pertenecen a los grupos sociales mejor ubicados social y econmicamente en la ciudad, son originarias de la ciudad misma o provienen de otras regiones de Colombia y, como las mujeres en cuestin, cuentan con formacin universitaria, han vivido o viajado al exterior y mantienen, algunas ms que otras, lazos con sus culturas regionales, donde estos modelos energticos tampoco tienen arraigo. En la investigacin se apreci que en esos estratos -y en menor proporcin en los restantes- hay consumo de una amplia y gran gama dc productos relacionados con la Nueva Era (desde msica, velas de colores, Tarot, esencias y otros), asi como de distintas prcticas terape'uticas alternativas.' Tanto en estos productos como en las prcticas se reconocen elementos de la ayurveda, filtrados a travs de Deepak Chopra y su propuestas sobre la curacin cuntica, de la acupuntura, del feng shui, por nombrar algunos. Una observacin relevante es que son incorporadas dentro de prcticas corporales de orden ms individual que colectivo, diferencindose de lo que acontece en grupos sociales para los

Correspondiendo a la definicin de culturas mdicas tradicionales, las cuales "forman parte de las culturas originales y comprenden el conjunto de conceptos, valores y comportamientos socialmente definidos que son adoptados deliberadamente para modificar o restituir la salud y que, por lo general, buscan restablecer las relaciones de equilibrio entre el hombre y su ambiente natural y social" (OPS, 1985:374). Asi se reconoce usualmente a la acupuntura, la moxibustin, la homeopata, el uso de las esencias florales, la terapia neural, el yoga, el raichi, etc. Estas se diferencian de las estrategias teraputicas de los curanderos y chamanes locales y regionales, en los cuales se reconoce el uso a plantas, bebedizos, tabaco, rezos, etc. Cuando estos agentes hacen uso de los primeros recursos, los incorporan dentro de sus lgicas locales. 59

cuales la acupuntura o el ayurveda forma parte de uri saber tradicional: esto es, de un saber producido histricamente po esos grupos, como parte integral de su visin del mundo y que comprende una prctica colectiva que puede involucrar parentelas extensas y amigos, o incluso disponer de templos o espacios apropiados para solucionar los problemas de salud y los desrdenes energticos colectivos que se han manifestado mediante el malestar de alguna persona. En cambio, en las bogotanas de nuestro caso se aprecia una vinculacin individual producida ya sea a travs de los medios masivos de comunicacin o de algn familiar o conocido. Es una introduccin que puede ser tan ocasional en sus vidas como el uso de zapatos puntiagudos durante una tempotada o tan intensa como para llevar a una persona a organizar su vida alrededor de los significados provenientes de filosofas del ying y yang, tarot, dietas, yoga, cristiandad, msica, esencias y otros saberes esotricos. En estos ltimos casos, tanto el espacio de habitacin como el cuerpo mismo son objeto de prcticas cotidianas donde se construyen y reelaboran esos significados durante aos. Para el caso que estudiamos, difcilmente se podran ubicar estos elementos dentro de la cultura mdica profesional o dentro de las tradicionales colombianas. Tampoco en las culturas mdicas populares, entre otras cosas, por la forma como estas mujeres acceden a los saberes y prcticas de la Nueva Era. No es a travs de un mercado popular o de las redes sociales informales populares como ias n ue han construido los curanderos urbanos y los rurales que ejercen en la ciudad (compadrazgos rituales y lneas de parentesco, siembra de poder, redes de pacientes... Ver Pinzn y Surez 1988 y 1991, Pinzn y Caray 1997b, Pinzn 1988, Marino y Hernndez 1994, Hernndez 1987). El acceso a estos saberes y prcticas se realiza mediante formas institucionalizadas de aprendizaje -pero no profesionales- como cursos y talleres, a travs de los medios masivos de comunicacin o de un amplio mercado surtido mediante boutiques o tiendas especializadas y, ltimamente, cadenas de almacenes y ventas de servicios por televisin e Internet. El elemento comn es que se trata de saberes y prcticas tradicionales, pero en otros territorios, que son desarraigados y procesados por formatos que los hacen fluir como bienes por los circuitos del mercado transnacional. Este espacio, cada vez ms patente e impetrante, se comprende mejor como perteneciente a una cultura transnacional (Pinzn y Caray 1997a y b). Si bien la acupuntura, el feng shui, el yoga y otros forman parte de saberes y prcticas de sectores tradicionales en China, Taiwan e India, ingresan a una realidad social diferente cuando son desligadas del campo social donde fueron producidos para ser convertidos en tcnicas destinadas a operar sobre el cuerpo, vendidas en un comercio global a individuos que las compran para rehacer una identidad individualizada, sentidos de vida que se deshacen velozmente. En estas sociedades tienen la misma dinmica de los signos de clase, aquellos que petmi-

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ten a quienes los compran y consumen construir una identidad que debe renovarse tan pronto entran en desuso o se erosionan esos signos. Ahora bien, esta transformacin de un uso tradicional a u n bien ocurre en una forma tan fragmentada y global como actualmente se tienden a distribuir los procesos productivos en general, desligados de los espacios nacionales. De modo que por la forma como se producen, se distribuyen y consumen estos bienes simblicos se pueden ubicar dentro de lo que podemos llamar la lgica del mercado transnacional. Por supuesto, estos saberes y prcticas se imbrican localmente con aquellos que provienen de las otras cultutas mdicas, originando ese extrao espacio de coexistencia y conflicto, desde donde las personas toman sus opciones para definir partes de sus procesos vitales como enfermedades, para seleccionar sus agentes y estrategias teraputicas, para crear sus sistemas de seguimiento y evaluacin a este fenmeno de enfermar. L-n otras paiauras para construir sus trayectos o itinerarios teraputicos. Pero, igualmente, para planteatse la generacin de condiciones apropiadas para el bienestar.

C U L T U R A S MDICAS Y CIRCUITOS SOCIOCULTURALES

Estado-nacin y medicina moderna Reconocer la coexistencia de culturas mdicas en nuestra realidad contempornea conduce a reflexionar sobre las condiciones de produccin y reproduccin de las mismas. En este sentido, en los estudios que hemos realizado en el pas 6 resulta difcil separar el modelo profesional, en sus distintas versiones, 7 de la implementacin especfica de un tipo particular de Estado-nacin a nivel local o regional. Desde el Estado centralista (que se confotma en 1886 y se consolida con la Guerra de los Mil Das) al neoliberal, pasando por el proteccionista y desarrollista, son distintos las versiones del modelo profesional que lo acompaan, as como lo es la presencia del Estado-nacin en las diferentes localidades. De este modo es posible encontrar hoy en da en una regin o localidad especfica, distintas lgicas estatales en accin; esto vale tambin para el sector de la salud

Entre indgenas inga y kamsa (o camntsa) y colonos en el Valle de Sibundoy (Departamento del Putumayo), en barrios marginados de la ciudad de Pasto (Departamento de Nariflo), en poblaciones urbanas de la Costa Caribe y en Santaf de Bogot. Ver los libros de Medicina (Tomos Vil y VIII) de la Historia social de la ciencia en Colombia. Colciencias, Santaf de Bogot, 1993, de Miranda y otros, para la relacin entre las distintas versiones del modelo profesional y los tipos de Estados que se han constituido desde finales del siglo XIX, partiendo de la llegada del modelo anatomoclnico francs hasta las tendencias estadounidenses y la salud pblica de la dcada del setenta, pasando por los modelos higienistas.

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en relacin con las distintas vetsiones del modelo moderno que han intervenido en su delimitacin y desarrollo. Los servicios asistenciales de salud profesionales ofrecidos desde el Estado constituyen puntas de lanza de su llegada a regiones que si bien estn ubicadas dentro de los lmites polticos no cuentan con su presencia institucional -tal ha sido el caso de los antiguamente llamados territorios nacionales, de Choc, Guajira o los Llanos Orientales-. En el mismo sentido, en la ciudad, los habitantes de los barrios de invasin consideran que disponer de los puestos de salud y de los servicios oficiales del Distrito son triunfos de su capacidad de lucha organizada para que el Estado los reconozca. Estos servicios pueden llegar incluso antes que otros servicios bsicos, como la energa elctrica, el alcantarillado o el telfono. En ocasiones es un lazo que se negocia: el Estado implanta los servicios en el puesto de salud o en el hospital construido por la comunidad. Para una regin olvidada o un barrio de invasin, el inicio de la prestacin de los servicios de salud profesionales oficiales, junto con otros servicios bsicos, representa un avance en la transicin hacia la modernidad y la modernizacin, con la presencia de un Estado laico, sectorizado e institucionalizado, junto con un nuevo espacio poltico y una posibilidad para ser y ejercer una nueva identidad, la de ciudadano. Sin embargo, la relacin entre Estado moderno y modelo profesional no es excluyeme en Colombia, en la medida en que el Estado republicano deleg gran parte ue sus funciones en ia igiesia Catlica en aquellos espacios nacionales marginales y de frontera, denominados precisamente territorios de misiones, hasta entrada la mitad de este siglo. Ello, aunado a la importancia de la iglesia catlica en el ordenamiento de la vida colonial, contribuy a que dimensiones sobre el cuerpo, la salud y la enfermedad fueran asumidas y lo sean hoy en da, bajo el mundo significativo religioso: causalidades como el pecado de los padres para explicar las enfermedades de los hijos, categoras como el castigo de dios, la posesin demoniaca y los rituales de exorcismo, la importancia de arreglar los asuntos con dios como condicin para una vida sana, mantienen vigencia en amplios sectotes de la poblacin colombiana. Otra huella an visible permanece en las instituciones asistenciales tales como hospitales o puestos de salud, cuya fundacin y administracin fue llevada a cabo por rdenes religiosas catlicas. Pot supuesto, en el transcurso del presente siglo fue instaurndose la hegemona del paradigma mdico moderno. Con todo, la definicin de un sectot de la salud en Colombia tom varias dcadas despus de iniciada la fotmacin de profesionales mdicos dentro de las versiones anatomoclnicas en centros educativos, a finales del siglo pasado, y despus de que el Estado comenzata a adoptar medidas pblicas fundamentadas en este patadigma moderno, a travs de su Ministerio de Higiene.

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En la actualidad, en la ciudad de Santaf de Bogot el sector de la salud se ha reordenado de acuerdo con las transformaciones asentadas dentro del nuevo sistema general de seguridad social en Colombia (Ley 100 de 1993) el cual adeca el sector a las condiciones de un Estado neoliberal. Tal como se dijo antes, predomina la concepcin de la salud como un bien al cual se accede por la vinculacin a un rgimen contributivo o a un rgimen subsidiado. La captacin de este sistema/cultuta profesional por parte de la poblacin de Suba est ligada a la experiencia concreta que este sistema ha construido con esta poblacin. As, aunque en abstracto se disponga el acceso a segundos y terceros niveles de atencin (de mayor complejidad tecnolgica y disposicin de especialidades y subespecialidades), al no estar incorporados en las relaciones concretas estos niveles no aparecen referenciados o, si lo hacen, es de una forma muy ambigua. Comunidades y culturas mdicas tradicionales Estas culturas mdicas son producidas por comunidades que las integran a dimensiones econmicas, sociales, polticas y cosmolgicas al punto de presentarse como una totalidad que es inscrita simblicamente en el territorio y en el cuerpo. En Colombia, estas comunidades se reconocen como diferentes al Estado y usualmente el Estado reconoce su autonoma, propiedad o uso de tierras e identificacin cultural, a travs de la figura colonial del resguardo y republicana de la reserva. Los saberes y prcticas curativas provenientes de estas culturas son legalmente respetados mientras se efecten en el espacio cultural reconocido. Sin embargo, cuentan con la aceptacin de diferentes grupos sociales, distintos a los de las comunidades de origen. Aqui estn consideradas las culturas mdicas tradicionales indgenas y de grupos afroamericanos territotializados. En una poblacin tradicional especfica es imperativo reconstruir sus procesos histricos para entender la conformacin de sus categoras sobre salud y enfermedad y las transformaciones derivadas de las negociaciones, amputaciones o restricciones con los proyectos de Estado colonial o republicano con los cuales se han confrontado. Es usual, entonces, el surgimiento de enfermedades de "afuera" o "enfermedades de los blancos", sobre las cuales se tiene una limitada capacidad de accin. Pero estas poblaciones tambin pueden crear elementos de mediacin como narrativas y procesos rituales utilizados para abordar los conflictos interculturales o aquellos que se presentan entre los afuranos. As por ejemplo, entre los indgenas del Valle de Sibundoy, los jardines chamnicos disponen de plantas como blanco cuyanguillo, centavo vinn y dlar vinn para ese propsito.

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En Santaf de Bogot existen grupos de poblacin, caso de las localidades de Bosa y Suba, que se reconocen a si mismos como "raizales" o descendientes de indgenas. En el segundo caso, por ejemplo, cuentan incluso con un cabildo que se relaciona estrechamente con el resguardo indgena de Cota, municipio limtrofe con la localidad de Suba. Se trata de descendientes de grupos muiscas-y aunque la presencia de la lengua se mantiene slo por toponmicos y apellidos, es posible detectar estructuras cognitvas sobre la salud y la enfermedad relacionadas con matrices tradicionales. Igualmente, existen migraciones de indgenas inga y kamsa d