Fe En Un Sueño

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Fe en un sueño file:///C|/Antiguo/Www/Geocities%206/amiguitos/FeEnUnSuenyo.htm[25/06/2013 22:00:38] FE EN UN SUEÑO Por KAY HEISTAND CLAUDIO estaba sediento. Nunca antes en su vida se había sentido tan sediento como en esa oportunidad. Quitándose el sombrero de ala ancha lo usó para abanicarse. Había comenzado a preocuparse, y al mirar a la Sra. Ware se dio cuenta de que a ella le pasaba lo mismo. El Sr. Ware disimulaba mejor sus sentimientos, pero Claudio estaba seguro de que él se sentía tan preocupado como los demás. ¡Nunca deberían haber permitido que la caravana de carretas continuara sin ellos! Pero, ¿qué otra cosa podrían haber hecho? Claudio se daba cuenta de que algo andaba mal pero, habiendo vivido toda su vida en la ciudad, no sabía qué hacer allí, en el desierto. Eso ocurría hace más de cien años. Claudio Berwick estaba viajando hacia California con los Ware, unos primos lejanos suyos. El venía de Filadelfia, y todo esto era nuevo para él. Los Ware habían sido agricultores en Illinois y conocían un poco más del oeste. En alguna parte del suroeste del estado de Utah, a la carreta de Ware se le rompió un eje. La caravana no contaba ya con más ejes de repuesto. La situación era grave y pronto se volvería desesperada. No había cómo reparar la carreta, de modo que el jefe de la caravana y el Sr. Ware decidieron finalmente que los Ware esperarían en el desierto, y que tan pronto como la caravana llegara al siguiente pueblo, el jefe les enviaría auxilio, porque los Ware tenían muy poca agua. Claudio podía haber seguido con la caravana, pero su espíritu de justicia y su afecto por esos parientes lo decidió a permanecer con ellos. -¿Qué te parece que habrá pasado? -preguntó Claudio procurando no revelar su preocupación, pues se daba cuenta de que la ayuda debiera haber llegado hacía tiempo. Jorge Ware sacudió la cabeza. -Yo no sé, Claudio -dijo mirando a su alrededor para asegurarse de que no lo estaban escuchando su esposa y sus hijos-. El alimento casi se ha terminado y queda muy poca agua en los barriles. Aun cuando los racionáramos... -dijo sacudiendo de nuevo la cabeza. Claudio trató de tragar saliva. Tenía la garganta seca y la lengua hinchada. En un momento en que nadie lo veía, le había dado su última ración de agua a Isabel, la hijita menor de los Ware. -No sé qué hacer, si seguir a pie para buscar ayuda y dejarte a ti con los demás, o... -dijo Jorge mirando al joven que tenía la cara enrojecida por el sol, la cual se le había ampollado, pelado, y vuelto a ampollar. -Lo que tú decidas está bien para mí -le aseguró Claudio en voz baja-. Pero, Jorge, me parece que a los que vengan a rescatamos les será más fácil encontrar la carreta, que a un hombre solo cruzando el médano. -De veras, tienes razón -le respondió Jorge que era mayor-. Pero alguien tiene que hacer algo. Claudio pensó que ahora era el momento de hablar. En una oportunidad anterior, cuando trató de contarle a la Sra. Ware acerca de un descubrimiento que había hecho, ella se limitó a sonreír, y comenzó a cantarle al bebé que tenía en los brazos. Hasta Job, el muchachito de doce años, se rió de él. Pero de

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    FE EN UN SUEOPor KAY HEISTAND

    CLAUDIO estaba sediento. Nunca antes en su vida se habasentido tan sediento como en esa oportunidad.

    Quitndose el sombrero de ala ancha lo us para abanicarse.Haba comenzado a preocuparse, y al mirar a la Sra. Ware sedio cuenta de que a ella le pasaba lo mismo. El Sr. Waredisimulaba mejor sus sentimientos, pero Claudio estaba segurode que l se senta tan preocupado como los dems.

    Nunca deberan haber permitido que la caravana de carretascontinuara sin ellos! Pero, qu otra cosa podran haberhecho? Claudio se daba cuenta de que algo andaba mal pero,habiendo vivido toda su vida en la ciudad, no saba qu hacer all, en el desierto.

    Eso ocurra hace ms de cien aos. Claudio Berwick estaba viajando hacia California con los Ware, unosprimos lejanos suyos. El vena de Filadelfia, y todo esto era nuevo para l. Los Ware haban sidoagricultores en Illinois y conocan un poco ms del oeste.

    En alguna parte del suroeste del estado de Utah, a la carreta de Ware se le rompi un eje. La caravanano contaba ya con ms ejes de repuesto. La situacin era grave y pronto se volvera desesperada. Nohaba cmo reparar la carreta, de modo que el jefe de la caravana y el Sr. Ware decidieron finalmenteque los Ware esperaran en el desierto, y que tan pronto como la caravana llegara al siguiente pueblo, eljefe les enviara auxilio, porque los Ware tenan muy poca agua.

    Claudio poda haber seguido con la caravana, pero su espritu de justicia y su afecto por esos parienteslo decidi a permanecer con ellos.

    -Qu te parece que habr pasado? -pregunt Claudio procurando no revelar su preocupacin, pues sedaba cuenta de que la ayuda debiera haber llegado haca tiempo.

    Jorge Ware sacudi la cabeza.

    -Yo no s, Claudio -dijo mirando a su alrededor para asegurarse de que no lo estaban escuchando suesposa y sus hijos-. El alimento casi se ha terminado y queda muy poca agua en los barriles. Aun cuandolos racionramos... -dijo sacudiendo de nuevo la cabeza.

    Claudio trat de tragar saliva. Tena la garganta seca y la lengua hinchada. En un momento en que nadielo vea, le haba dado su ltima racin de agua a Isabel, la hijita menor de los Ware.

    -No s qu hacer, si seguir a pie para buscar ayuda y dejarte a ti con los dems, o... -dijo Jorge mirandoal joven que tena la cara enrojecida por el sol, la cual se le haba ampollado, pelado, y vuelto a ampollar.

    -Lo que t decidas est bien para m -le asegur Claudio en voz baja-. Pero, Jorge, me parece que a losque vengan a rescatamos les ser ms fcil encontrar la carreta, que a un hombre solo cruzando elmdano.

    -De veras, tienes razn -le respondi Jorge que era mayor-. Pero alguien tiene que hacer algo.

    Claudio pens que ahora era el momento de hablar. En una oportunidad anterior, cuando trat decontarle a la Sra. Ware acerca de un descubrimiento que haba hecho, ella se limit a sonrer, y comenza cantarle al beb que tena en los brazos. Hasta Job, el muchachito de doce aos, se ri de l. Pero de

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    cualquier manera Claudio decidi decrselo al Sr. Ware.

    -Jorge, estoy seguro de que desde aquella colina volv a ver un lago que resplandeca a la distancia, bajolos rayos del sol. No podramos tratar de explorar en esa direccin?

    Mirando a su joven primo con lstima, aquel le dijo:

    -Claudio, eso no es ms que un espejismo. Recuerdas que te habl de los espejismos? Todos los venalguna vez en el desierto, pero parece que las personas de mucha imaginacin, muy soadoras... -aadi Jorge sin animarse a terminar la frase.

    -Cmo yo? -pregunt Claudio un poco molesto, porque toda su vida haba tenido que aguantar bromasde esa naturaleza.

    -Quizs -le respondi Jorge-, personas como t, sin mucha experiencia en el oeste, estn msexpuestas a dejarse engaar por las fluctuantes olas de aire caliente. No es ms que eso, muchacho.

    -Yo no soy ningn muchacho! Tengo 22 aos! -le respondi Claudio muy molesto. Luego se apacigu,avergonzado porque al fin y al cabo ese hombre haba sido muy bueno con l.

    -Quizs tengas razn, Jorge. Lo siento -dijo a manera de disculpa.

    -Yo no confo en ninguna de tus fantasas, Claudio -chance otra vez Jorge y ponindole su pesadamano en el hombro, lo abraz afectuosamente.

    -Pero no podramos ir all y ver? -insisti Claudio-. Si es un lago podra haber peces. Tenemos tantanecesidad de alimentos y agua! Indudablemente es la mano del Seor que nos seala el camino hacia elagua y la seguridad.

    -No, no podemos -y Ware entes la mandbula al decirlo-. Es en una direccin opuesta a la que tom lacaravana. Si salimos de aqu, lo haremos en la direccin en que fue la caravana.

    Y diciendo as se alej, y Claudio entendi que el asunto haba terminado.

    Esa noche cuando se fue a dormir sobre el jergn que tena tendido de bajo de la carreta, Claudio orcon mucho fervor: "Querido Seor si es tu voluntad, y lo que he visto es ms que un espejismo, dameuna seal a la maana. Te lo ruego, dame la fortaleza y el valor de creerlo, y de obrar de acuerdo con lafe que tengo en ti". Entonces, habiendo dejado su problema en las manos de Dios, Claudio se durmi.

    Todava haca fro cuando se despert. Todos dorman. Claudio se puso las botas, y despus de miraransiosamente el barril de agua, volvi su rostro en direccin a la salida del sol. Tuvo la impresin de queno deba decidir nada, sino dejarse guiar por su propia conviccin. Y tena una conviccin! Y sta sefortaleca con cada paso que daba hacia la salida del sol.

    Claudio descubri que era fcil caminar con la brisa fresca del amanecer, y cuando finalmente el sol saliya se encontraba a buena distancia de la carreta rota.

    La Sra. Ware haba pasado muy mala noche con el beb y cuando Claudio se despert, ella se habaquedado profundamente dormida. Su esposo no estaba mucho mejor. La preocupacin y laresponsabilidad que senta por su familia desamparada le haban perturbado el sueo y destrozado losnervios y despert de muy mal talante. A la hora del desayuno los nios clamaban por agua y rehusaroncomer la carne seca y correosa que era todo lo que sus padres podan ofrecerles.

    Cuando los Ware descubrieron que Claudio no estaba, y vieron sus huellas que se dirigan hacia el este,se imaginaron todo lo dems.

    Jorge se enfureci contra el muchacho porque no haba tomado en cuenta su consejo. Finalmente, el

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    llanto de los nios y la cara de sufrimiento de su esposa le hicieron tomar una decisin impulsiva ydesafortunada.

    Con un sentimiento de desesperacin, Jorge recogi los ltimos bocados de alimento que les quedabany una botellita de agua recalentada y anunci su decisin. Seguira a la caravana. Pero su esposa no lodej ir solo. De modo que el grupito parti hacia el Oeste a pie, sintiendo lstima por el pobre muchachode ciudad, extraviado, que seguramente morira de hambre y sed.

    Claudio apresur el paso. El espejismo, si acaso era eso, se haba intensificado con el sol. El fresco dela noche haba desaparecido y el calor de la maana ampollaba su rostro y lo obligaba a ir ms despacio,pero Claudio no se detena. Su alma, su corazn, su mente, todo su ser era una gran oracin a Dios. Sufe en la direccin divina lo envolva y lo mantena avanzando.

    Cuando las olas de calor, danzantes y deslumbradoras, amenazaban con enceguecerlo, Claudio cerrabalos ojos y sus labios partidos y resecos pronunciaban sus oraciones, y segua avanzando. La cantimploravaca que colgaba de su hombro le pareci la carga ms pesada que jams hubiera llevado, pero no latir. Llevaba tambin en su bolsillo, con todo optimismo, un alfiler doblado y un cordel.

    Tanta era la fe de Claudio, que haba ido preparado hasta para pescar en el lago, y llevar de vuelta aguafresca y alimento a sus incrdulos parientes.

    A medioda la marcha se haca insoportable, pero de tanto en tanto Claudio se arrodillaba y susoraciones parecan refrescarlo, y luego segua caminando con la nueva fuerza que Dios le conceda.

    Mientras avanzaba, el lago se fue extendiendo y cobr forma y color. En un momento en que casi sedesmay, le pareci como si de pronto la brisa se hubiera refrescado al soplar sobre el agua.

    Haba transcurrido mucho ms de medioda cuando los enrojecidos ojos de Claudio, azotados por laarena, se abrieron maravillados. Ahora ya no le caba la menor duda. Su espejismo no era un sueo,sino una realidad!

    Ante l estaban las aguas del lago ms hermoso que jams hubiera visto. Sus orillas se veanfestoneadas por una banda verde, y las olas acariciaban sus riberas produciendo un sonido musical; elsol se reflejaba en sus aguas, y todo eso significaba para l vida, alimento, y una respuesta a su oracinde fe.

    Claudio, tambaleante y debilitado, ech a correr. Se arrodill junto al agua, pero antes de que sus labiostocaran el fluido de vida, cubri su rostro con sus manos y dio gracias a Dios. Un torrente de lgrimasbrot de sus ojos y recorri sus mejillas abrasadas por el sol. Oh, Dios era bueno, Dios era tan bueno!

    Claudio tom la precaucin de beber lenta y cuidadosamente. Descans slo unos momentos paraalimentarse con charqui, y reunir sus fuerzas. Luego llen la cantimplora y emprendi el viaje de regresoa travs del desierto hacia la carreta y sus incrdulos compaeros.

    En el lago haba visto peces, pero no se atrevi a demorarse ms. Tena el plan de traer a toda la familia.Juntos pescaran; los nios jugaran en el agua y la Sra. Ware podra lavar sus ropas.

    Aunque tena los labios partidos y sangrantes, Claudio poda ahora rerse a carcajadas. Ya no senta lagarganta seca ni el corazn angustiado, ni siquiera abrigaba ningn resentimiento contra Jorge porhaberlo considerado tonto y soador. En su corazn slo haba lugar para el amor hacia Dios y hacia susprjimos; y as fue hasta el fin de sus das.

    Era ms de media noche cuando Claudio lleg adonde estaba la carreta, la cual encontr ayudado por laluz de la luna. Al verla abandonada, Claudio se imagin lo que haba ocurrido.

    Lo embarg una profunda tristeza. Pero comprendi que deba actuar sensatamente. Gate hasta eljergn que tena debajo de la carreta, tom unos sorbos de agua, y or por los que se haban ido, hasta

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    que se durmi. Al da siguiente volvi a dirigirse al lago llevando consigo lo indispensable.

    Cuando lleg de nuevo al lugar, or a Dios pidiendo su direccin. Resolvi entonces quedarse al lado dellago donde haba abundancia de peces y agua dulce.

    Despus de un tiempo, pas por fin otra caravana de carretas que encontr a Claudio a la orilla del lago.Despus se enter de que la caravana anterior haba cado en una emboscada de los indios y haba sidocompletamente destruida. Esa era la razn por la cual nadie haba vuelto para auxiliar a los Ware. Encuanto a estos ltimos nadie supo nada ms de ellos. Si hubieran esperado solamente un da hasta queClaudio volviera, podran haberse salvado, pero no tuvieron fe en el "sueo" de un joven.

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