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FE DicTB SUMARIO: I. La terminología. II. Fe e incredulidad: 1. Aspectos subjetivos de la fe: a) La confianza, b) La fidelidad, c) La escucha/obediencia; 2. La incredulidad. III. Depósito de la fe: 1. Actitudes positivas para con el depósito; 2. Situaciones contrarias a la fe. IV. Gnosis/conocimiento. V. Fe y visión. VI. Fe y obras: 1. Fe y salvación; 2. La justificación por la fe exige las obras. VII. Don y búsqueda. Prescindiendo del ámbito profano, jurídico y puramente religioso, en-tendemos por fe la total referencia a Dios, conocido en la revelación, por parte del hombre, que en el análisis de las propias dimensiones fundamentales con el mundo, la muerte, los demás hombres y la historia (cf GS 4-22) se descubre abierto a la trascendencia y dotado de una libertad que se explicita en la responsabilidad y en la esperanza. I. LA TERMINOLOGÍA. El examen de los vocablos, al mismo tiempo que ofrece una visión de conjunto de los pasajes bíblicos, deja entrever la fe en sus dimensiones originales de confianza, conocimiento y obediencia. La raíz fundamental 'mn, presente en la forma hifil (he' min) 52 veces, indica estabilidad y seguridad derivadas del apoyo en otro. Esto comprende ante todo —prescindiendo de los contextos profanos, en donde tener confianza (Dt 28,66; Job15,31; 24,22; 39,12) alterna mediante la variación de las preposiciones con tener por verdadero (Gén 45,26; I Re 10,7; 2Crón 9,6; Prov 14,15; Jer 40,14)— el sentido de abandono y de confianza. Fe es entonces el entregarse en manos del Dios de Abrahán (Gén 15,6) en el momento en que parecían haber caducado los plazos de realización de la promesa de una posteridad (cf Gén 12,1-4a); es la aceptación de la palabra de Moisés sobre su experiencia con Yhwh que le había prometido la liberación (Ex 4,31; cf 4,1); es la actitud compleja (temor, reverencia, asombro, confianza, obediencia) del pueblo ante los signos salvíficos (Ex 14,31); es el reconocimiento de Moisés como enviado de Dios en tiempo del pacto sinaítico (Ex 19,9). En momentos críticos de la historia de Judá, por motivos contingentes, como la coalición siro-efraimita, o duraderos, como la amenaza siria, la fe se convierte en renuncia a los apoyos humanos (Is 7,9; cf 8,13), en confianza exclusiva en la acción de Yhwh (Is 28,16), en fuente de tranquilidad. "En la conversión y la calma está vuestra salvación; en la mesura y la confianza está vuestra fuerza" (Is 1 de 24

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FEDicTB

SUMARIO: I. La terminología. II. Fe e incredulidad: 1. Aspectossubjetivos de la fe: a) La confianza, b) La fidelidad, c) Laescucha/obediencia; 2. La incredulidad. III. Depósito de la fe: 1.Actitudes positivas para con el depósito; 2. Situaciones contrarias a lafe. IV. Gnosis/conocimiento. V. Fe y visión. VI. Fe y obras: 1. Fe ysalvación; 2. La justificación por la fe exige las obras. VII. Don ybúsqueda.

Prescindiendo del ámbito profano, jurídico y puramente religioso,en-tendemos por fe la total referencia a Dios, conocido en la revelación,por parte del hombre, que en el análisis de las propias dimensionesfundamentales con el mundo, la muerte, los demás hombres y la historia(cf GS 4-22) se descubre abierto a la trascendencia y dotado de unalibertad que se explicita en la responsabilidad y en la esperanza.

I. LA TERMINOLOGÍA. El examen de los vocablos, al mismo tiempoque ofrece una visión de conjunto de los pasajes bíblicos, deja entreverla fe en sus dimensiones originales de confianza, conocimiento yobediencia. La raíz fundamental 'mn, presente en la forma hifil (he' min)52 veces, indica estabilidad y seguridad derivadas del apoyo en otro.Esto comprende ante todo —prescindiendo de los contextos profanos,en donde tener confianza (Dt 28,66; Job15,31; 24,22; 39,12) alternamediante la variación de las preposiciones con tener por verdadero (Gén45,26; I Re 10,7; 2Crón 9,6; Prov 14,15; Jer 40,14)— el sentido deabandono y de confianza. Fe es entonces el entregarse en manos delDios de Abrahán (Gén 15,6) en el momento en que parecían habercaducado los plazos de realización de la promesa de una posteridad (cfGén 12,1-4a); es la aceptación de la palabra de Moisés sobre suexperiencia con Yhwh que le había prometido la liberación (Ex 4,31; cf4,1); es la actitud compleja (temor, reverencia, asombro, confianza,obediencia) del pueblo ante los signos salvíficos (Ex 14,31); es elreconocimiento de Moisés como enviado de Dios en tiempo del pactosinaítico (Ex 19,9). En momentos críticos de la historia de Judá, pormotivos contingentes, como la coalición siro-efraimita, o duraderos,como la amenaza siria, la fe se convierte en renuncia a los apoyoshumanos (Is 7,9; cf 8,13), en confianza exclusiva en la acción de Yhwh(Is 28,16), en fuente de tranquilidad. "En la conversión y la calma estávuestra salvación; en la mesura y la confianza está vuestra fuerza" (Is

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30,15); reconocer a Yhwh como único salvador hasta hacerse testigossuyos (Is 43,10), aceptar la lección increíble del sufrimiento y de lamuerte engendradora de justificación y de vida (Is 53,1; cf Gén 3,5) es lafe que se requiere en ciertos períodos, como el del destierro, cuando sehunden todas las seguridades humanas.

En la plegaria la fe asume acentos más personales y matizados. "Yoestoy seguro de ver los bienes del Señor en el mundo de los vivos" (Sal27,13) es una seguridad que se une al reconocimiento de que Diossalva mediante obras maravillosas, a la obediencia a sus mandamientos(Sal 78,22.32), a la aceptación de las promesas de salvación (Sal106,12.24; 116,10; 119,66). Una fe tan sólida en el Señor y en losprofetas que proporciona éxito (2Crón 20,20) y engendra la fidelidad('emúnah). Esa fe puede reconocerse en un comportamiento recto (2Re12,16; 22,7; 2Crón 31,18), en la constancia con que se escucha la vozde Dios (Jer 7,28; Sal 119,30), en considerar justa la dirección divina dela marcha de la historia (Hab 2,4), en dejarse transformar por elincansable amor divino (Os 2,21). Una respuesta plena a la alianza,mediante el reconocimiento del único Dios (Dt 5,7), el amor exclusivo yconfiado (Dt 6,5), la observancia de los preceptos (Dt 7,12), se expresanpor la palabra más densa 'emún (Dt 32,20) y por la más frecuente yconocida emes: para ésta la fe asume el matiz de sinceridad decorazón, y, más que cualquier otro derivado de 'mn, se abre alsignificado de "verdad" (dos 2,14; Sal 26,3), fiabilidad de las personas yde las instrucciones (Neh 7,2; 9,13), duración consistente (Is 16,5; 2Sam7,16).

Otros términos como batah (confiar), típico de las oraciones y de loshimnos (Sal 13,6; 25,2; 26,1), hasah (refugiarse) como búsqueda real ofigurada de una protección por parte del individuo (Sal 64,11; Is 57,13) ode la comunidad (Sal 2,12; 5,12; 17,7; 18,31), hakah (aguardar), yahal(anhelar) con qawah (esperar), relativos a una deseada intervención deYhwh, entran en el campo más amplio de he'emún, subrayando elaspecto deconfianza. La terminología veteró testamentaria describe, portanto, la fe como "conocimiento-reconocimiento de Yhwh, de su podersalva4 dor y dominador revelado en la his1 toria, como confianza en susprome sas, como obediencia ante lo, mandamientos de Yhwh (J. Alfaro

Fides..., 474).

Al decir amen, que es una forma participial, se afirma que todo lo quesale de la boca de Dios es tan seguro que merece toda confianza, tanverdadero que ha de ser creído y tan sólido que puede orientardebidamente la vida. "Amén" sanciona de este modo un compromisosolemne, preciso e irrevocable, reforzado por la repetición, solemnizado

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por la renovación de la alianza (Neh 8,6) y hecho sagrado en aquelcomienzo de culto en Jerusalén (1Crón 16,36), establecido luego encada una de las partes del salterio (Sal 41,14; 72,19; 89,53; 106,48).Más que un simple deseo o un asentimiento débil (Jer 28,6), decir"amén" supone una responsabilidad jurada (Núm 5,22), una renovaciónpública, comunitaria y litúrgica del compromiso de observar losmandamientos (Dt 27,15-26) o de practicar la justicia social (Neh 5,13).Inseparable de la confianza, el "amén" se convierte en aclamaciónlitúrgica (lCrón 16,36), incluso en la adhesión neotestamentaria a laoración (Rom 1,25; Gál 1,5; 2Pe 3,18; Heb 1,21), a las palabras (1 Cor14,16) y a las promesas que en Cristo —el amén de Dios a los hombres,encarnación del Dios del amén (Is 65,16; Ap 3,14), el posesor de unapalabra sólida (Mt 5,18; Jn 1,51)— hacen eficaz nuestro "amén" alPadre (2Cor 1,20).

La variedad de la terminología del AT se condensa en un único término,frecuentísimo, del NT: pistéuó/pístis (creer/fe), vinculado al / milagro enlos sinópticos (Mc 2,5; 5,36), que conservan el sentido preminente deconfianza. Creer es también reconocer a Jesús como el mesías (Mc15,32) a través de su muerte y resurrección (He 2,14-36), de maneraque llega a cualificar simplemente al cristiano como "el creyente" (He2,44; 4,32; 11,21). Vinculada íntimamente al misterio de la salvación, lafe —el vocablo más usado (242 veces) después de Dios, Cristo, Señor,Jesús y Espíritu— se convierte en Pablo en conocimiento y aceptacióndel misterio pascual (Rom 10,9.14; cf lPe 1,8.21; Sant 2,5), de lapersona de Cristo (Rom 1,17; Gál 2,6; Ef 2,8; Flp 3,9). Se realiza así unaevolución desde un sentido subjetivo (el acto de creer) a un sentidoobjetivo (el contenido que se cree), llegando a identificarse con elkérygma (Rom 10,8; Gál 1,23; 3,2.5; Ef 4,5), como ocurre en los Hechos(6,7) y más ampliamente en las cartas pastorales (lTim 1,19; 4,1;6,10.12). Semejante línea de pensamiento se encuentra de nuevo en el"creer"joaneo (usado 98 veces de forma absoluta o con preposiciones,en contraste con el único testimonio del sustantivo "fe"en 1Jn 5,4) comoaceptación de la persona y de la misión del Hijo. Finalmente es densaen significado la definición de la fe, que acentúa el aspecto subjetivo, enla carta a los Hebreos (11,1) como certeza de lo invisible, confianza enlas promesas de Dios y compromiso de fidelidad del hombre: lalimitación tan sólo al elemento intelectivo privado de confianza es la feinsuficiente que se condena en la carta de Santiago (2,14).

Así pues, "la fe es la respuesta integral del hombre a Dios, que se revelacomo su salvador, y esta respuesta incluye la aceptación del mensajesalvífico de Dios y la confiada sumisión a su palabra. En la feveterotestamentaria el acento recae en el aspecto de confianza; en laneotestamentaria resalta el aspecto de asentimiento al mensaje

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cristiano" (J. Alfaro, La fe como entrega, 59).

II. FE E INCREDULIDAD. Es esencial para la fe la dimensión subjetiva,que se manifiesta como confianza, fidelidad, escucha/ obediencia, cuyafalta revela la incredulidad del sujeto.

1. ASPECTOS SUBJETIVOS DE LA FE. La fe es una reacción a laacción primordial de Dios (A. Weiser). Dentro de la apertura total delpropio ser a Dios, la fe asume tantos elementos como son los aspectosdel Dios que revela: temor, reverencia, culto, obediencia, amor,confianza, fidelidad, esperanza, anhelo, paciencia, adhesión,reconocimiento, por lo que puede decirse que ella "se afianza así enDios" (cf Pfammatter, 885; cf Bibl.).

a) La confianza. Aunque presente en personajes —Abel, Henoc, Noé,Jacob, Moisés, Josué— y en partes narrativas y proféticas, la fe, en ladimensión subjetiva de abandono, apoyo seguro, confianza plena,entrega ilimitada, impulso, anhelo, resalta especialmente en Abrahán, elpadre de los creyentes. "Creyó en el Señor, y el Señor le considerócomo un hombre justo" (Gén 15,6). La confianza en Dios lo lleva aesperar lo imposible, es decir, un hijo en su ancianidad (Gén 18,4). Lasituación de muerte de su cuerpo privado de vitalidad, como el seno deSara (Heb 11,12), se transforma en vida en virtud de su confianza en lapromesa, en su proyección por encima de toda esperanza humana, ensu ausencia de vacilación, en su persuasión firme de que Dios es capazde realizar todo lo que ha prometido, de forma que Abrahán se convierteen el amigo de Dios (cf Rom 4,18-22; Jue 2,25).

La confianza en Dios supera los límites y las objeciones de la razónhumana, renunciando a contar con uno mismo. Consciente de su propiaincapacidad, de la insuficiencia de cualquier garantía humana, inclusomilagrosa —siempre abierta a seductoras explicaciones racionales—,duda de sí misma y se abre a la intervención divina. Para eso tienenecesidad de encontrar un corazón bien dispuesto y humilde. Asemejanza de Jesús, que "se humilló a sí mismo haciéndose obedientehasta la muerte" (Flp 2,8), y de María, que es proclamada "dichosa porhaber creído que se cumplirían las cosas quo había dicho el Señor...,que se ha fijado en la humilde condición de su esclava" (Lc 1,45.48), lahumildad lleva a la exaltación y a la consolación por parte de Dios (Lc1,52; 2Cor 7,6). Hasta qué punto la humildad es expresión de confianzapuede percibirse en la actitud contraria de gloriarse en sí mismo, queexpresa la seguridad del hombre autosuficiente, satisfecho de las obrasy de la sutileza de sus intuiciones: aceptarse en la propia finitud,rechazando la sabiduría de este mundo, es algo que abre a la salvaciónencerrada para los creyentes en la necedad de la predicación de Cristo

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(cf 1Cor 1,21).

Esta actitud permite recibir el don que el Padre hace de sí mismo alhombre en Jesucristo. Lo que Jesús propone supera la inteligenciahumana. La adhesión al amor absoluto sólo es posible a la confianza;creer es un acto libre, es un querer creer, como se deduce de losmilagros. Es algo que provocada confianza en Jesús, en aquel ciego deJericó que se pone a gritar, a pesar de los reproches de la gente,suplicando piedad al Hijo de David (Mc 10,46); aquella reflexión secretade la mujer tímida y desconfiada, segura, sin embargo, de que podrácurarse al mero contacto con el manto de Jesús (Mc 5,28); aquellapetición de perdón, con sus gestos, de la pecadora poco preocupada deljuicio de los presentes (Lc 7,37); aquella certeza en el poder de Jesússobre el mal que tenía el oficial romano (Lc 7,7-8), lo mismo queaquelrecurso infalible a la fuerza de Dios que es la oración: "Todo lo quepidáis en la oración creed que lo recibiréis, y lo tendréis" (Mc 11,24).

El aspecto fiducial, limitado para Pablo al contexto de las promesasdivinas (Rom 3,21ss; 4,18ss; Gál 3,6ss) y clave interpretativa de losgrandes personajes de la historia sagrada (Heb 11,4-38), prosiguetambién en Juan, en continuidad con los sinópticos. En efecto, para él lafe es una atracción, un impulso hacia la persona de Jesús, que seconvierte en adoración: "Respondió: `Creo, Señor'. Y se puso de rodillasante él" (Jn 9,38). Jesús exige que nos fiemos de su persona a través dela aceptación de su testimonio (cf 8,45 y 2,23). El aspecto fiducial de lafe lo recoge la DV 5: "Al Dios que se revela se le debe `la obediencia dela fe', con la que el hombre se abandona en manos de Dios de formatotalmente libre, prestándole el `pleno asentimiento del entendimiento yde la voluntad' y consintiendo libremente en la revelación que él hace".Mediante este aspecto el hombre "fundamenta su existencia en Diosmismo en el misterio de su palabra y de su gracia; renuncia a vivir de laconfianza en sí mismo, en los demás hombres o en el mundo, paraabandonarse absolutamente al `Otro' trascendente, al Absoluto comoAmor; va más allá del horizonte de la inteligencia humana y aceptacomo verdad absoluta 'la revelación de Dios en Cristo; sale del amor a símismo y se abandona a la gracia de Dios como garantía única desalvación. Es una decisión que implica, en una tensión dialéctica, elriesgo de la audacia y la confianza del abandono"(J. Alfaro, Foietexistence, 567).

b) La fidelidad. La confianza plena conduce a la fidelidad, que esimitación y participación de la fidelidad de Dios. Saliendo muchasvecesal encuentro del hombre, Dios ha permanecido fiel a la alianza (Dt7,9), a las promesas (2Sam 7,28; Os 2,22; Sal 132,11; Tob 14,4) yrealiza sus obras a pesar del pecado: Dios es definido varias veces

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como "fidelidad" en el Deuteronomio, en el Salterio y en los profetas. "Eles la roca, sus obras son perfectas, todos sus caminos son la justiciamisma; es Dios de fidelidad" (Dt 32,4). El hombre participa con suconfianza de la estabilidad de Dios y de sus obras, como Moisés, fiel ensu casa (Núm 12,7) —como sus brazos llenos de fidelidad hasta elocaso durante la batalla contra Amalec (Ex 17,12)—en una comunidadde perspectivas, de pensamientos y de responsabilidades; como elsacerdote fiel (lSam 2,35); como David (1Sam 22,14) en su reino estable(2Sam 7,16). Sin la fidelidad el hombre se vuelve vacío, vanidad, nada,semejante abs oídolos (Is 19,1.3; Ez 30,13; Hab 2,19; Sal 96,5; 97,7).

Es necesario proclamar la fidelidad de Dios (Sal 36,6), invocarla (lRe8,56-58), para que haga germinar en nuestra tierra la fidelidad a él. Enuna economía de la alianza, Dios exige nuestra fidelidad (Jos 24,14),incluso como condición para una fidelidad de los hombres entre sí, quecon frecuencia falla (Jer 9,2-5). A imitación del siervo fiel que lleva acabo su misión en medio de contrastes —tipo de Cristo que dacumplimiento a la fidelidad de Dios (2Cor 1,20), como sacerdote fiel(Heb 2, 17)—, los "fieles" (He 10,45; 2Cor 6,15; Ef 1,1) se preocuparánde considerar la fidelidad como uno de los mayores mandamientos (Mt23,23), como una constante en todos los momentos de la vida (Lc16,10-12). Si esta fidelidad supone una lucha continua contra el maligno,especialmente en los últimos tiempos (Ap 13,10; 14,12), tiene, sinembargo, como premio el gozo del Señor (Mt 25,21.23)y está aseguradacomo don del Espíritu (Gál 5,22) y de la sangre de Cristo (Ap 12,11).

c) La escucha/obediencia. La comprensión del vínculo entre la fe y laobediencia exige la superación de dos mentalidades opuestas ybastante difundidas. Por una parte, el hombre moderno, que justamenteconsidera su autonomía como un gran valor, estima la obediencia comoun mal necesario —con vistas a la educación y a la convivencia— yacaricia el ideal de su desaparición. Por otra parte, un pensamientoderivado de la filosofía helenista —en particular del neoplatonismo, quehace consistir la perfección en la renuncia a la propia voluntad y en laconfianza a la autoridad instituida por Dios—, restringiendo laobediencia al cumplimiento de la voluntad de otro y a la ejecución de laorden o del mandato por amor a él, supone que la autodeterminación desuyo aleja de Dios. La obediencia en un clima de alianza, es por elcontrario, un modo de estar en la intimidad de la amistad con Dios, unatendencia a vivir como él y —según recuerda la palabra griega hipakoé yel latínn audire/oboedire: oír/ obedecer— supone el escuchar. Escuchar(Is 1,10; Jer 2,4; Am 4,1) es la actitud activa de la persona (Éx 33,11;lSam 3,9; Is 8,9) y del pueblo (.lema:: Dt 5,1; 6,4; 9,1) delante de Diosque se revela gradualmente en la palabra, en el mensaje, en el anuncio.La función del oír (Mt 13,16; He 2,33; lJn 1,1) está en relación con la

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comprensión de los misterios del reino (Mc 4,12), de los momentossignificativos de la vida de Jesús (Mc 9,7), de Pablo (2Cor 12,4); delApocalipsis (1,3; 22,88). El escuchar auténtico equivale a asimilar einteriorizar la palabra, hasta hacerse, sinónimo del kérygma que suscita

la fe (Mt 8,10). "Al recibir la palabra de Dios que os predicamos (akoé),la abrazasteis no como palabra de hombre, sino como lo que es enverdad, la palabra de Dios, que permanece vitalmente activa envosotros, los creyentes" (lTes 2,13). Sin la consecución de este objetivo,la simple percepción externa no es propiamente un oír (Mc 8,18); losjudíos no sacaron ningún provecho de la palabra, "porque al escucharlano se unieron a ella por la fe" (Heb 4,2).

Por el contrario, hay una relación directa entre el escuchar auténtico y lafe. "La fe proviene de la predicación (akoé), y la predicación es elmensaje de Cristo (Rom 10,17): el anuncio que contiene y mira a la fe(akoé písteós) lleva a la experiencia del Espíritu, que realiza maravillasen el hombre (Gál 3,2.5), en primer lugar la transformación del egoísmohumano en amor oblativo (agapé), con el consiguiente gozo, paz,longanimidad, benevolencia, confianza, mansedumbre, dominio de símismo (Gál 5,22). La superación de la sordera y de la incircuncisión (Dt18,19; Jer 6,10; 9,25; He 7,51) encuentra su verificación en la acogidade la palabra de Jesús y en pertenecer a Dios y a la verdad (Jn 8,43.47;10,16; 18,37), como la Virgen, que se distinguió en esta acogida de lapalabra (Lc 11,28; cf 2,19.51). La audición sigue a la revelación comopalabra.

Cuando se hace plena y duradera, esta atención a la palabra de Diospone en movimiento todo el ser; lleva a un compromiso completo, a esaobediencia que se convierte en expresión de una respuesta plena a larevelación, lo mismo que la palabra que se transforma en hecho (Sal33,6; Is 55,10-11; Jn 14,12) induciendo a la acción (Mt 7,16.26; Rom2,13). El oír "se realiza de veras sólo cuando el hombre, con la fe y conla acción, obedece a aquella voluntad que es voluntad de santificación yde penitencia. Así, como coronación del oír, nace el concepto delobedecer, queconsiste en creer, y del creer que consiste en obedecer"(G. Kittel, GLNT I, 593). Lo mismo que el oír de Dios se hace efectivo,es decir, Dios escu, cha una petición, no sólo respecto a Jesús (Jn11,41s; Heb 5,7), sino respecto a todos los que cumplen la voluntad deDios (Sal 34,16.18; Jn 9,31; 1 Pe 3,12) —o sea, de aquellos que,creyendo en el nombre del Hijo, piden según su voluntad (Un 5,14),como lo hacen el pobre, la viuda y el huérfano, los humildes, losprisioneros (Ex 22,22; Sal 10,17; Jue 5,4)—, así también el oír delhombre supone una transformación de su vida.

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Por eso la obediencia no indica en primer lugar un comportamientomoral, sino la nueva condición del cristiano, una actitud positiva, deacogida de la palabra. Obedecer es permitir al evangelio librementeaceptado que manifieste su fuerza transformadora del hombre; es undejarse conducir en toda la vida, rechazando a ese otro amo competitivoque es el pecado. "¿No sabéis que al entregaros a alguien comoesclavos para obedecerle sois esclavos de aquél a quien obedecéis? Siobedecéis al pecado, terminaréis en la muerte; y si obedecéis a Dios, enla justicia" (Rom 6,16). La vida de Cristo, con el acto supremo de amoren la cruz libremente aceptada, es obediencia (Rom 5,19), que le hace aél y a nosotros sacerdotes (Heb 5,7.10; 10,14). Obediencia es larealidad nueva que la aceptación de Cristo glorioso produce en todas lasgentes (Rom 1,5); es la acogida del misterio revelado por Pablo relativoa la unificación de toda la realidad en Cristo (Rom 16,26); es unarespuesta al evangelio que obliga a someterse libremente a Dios,conocido como veraz y como fiel; es la nueva condición del hombrecapacitado para uniformarse a la voluntad divina. Esto supone unaintervención de la voluntad, una actitud de libre homenaje. Laobediencia y laconfianza revelan dos aspectos de la aceptación delevangelio. La sola confianza sin obediencia podría convertirse en vagosentimiento, lo mismo que la sola obediencia sin confianza correría elpeligro de transformarse en una sumisión a un Dios-amo. El encuentrocon Dios realizado en la confianza se hace profundo y duradero graciasa la obediencia.

La expresión "obediencia de la fe", obediencia "que consiste o se realizaen la fe" (Bengel) o convierte a los cristianos en hijos de la obediencia(1Pe 1,14), más allá de una simple adhesión especulativa, afirma laaceptación del evangelio con la mente, la voluntad y el corazón, deforma que toda la vida se vea envuelta en ello. Esta expresión paulinaencuentra un paralelismo en Juan, donde Jesús invita a observar susmandamientos lo mismo que él ha observado los mandamientos delPadre (cf Jn 15,10). La obediencia que Jesús presta al Padre es larevelación de sí mismo como salvador de los hombres. El mandamiento(entolé) ha perdido el sentido de precepto para adquirir el de palabrareveladora del amor trinitario. El hombre a su vez lo guarda cuandoacoge en la fe esta revelación, se deja impregnar por ella y se comportade manera que no la deja escapar (téréin).

De aquí se sigue, a ejemplo de Jesús, que "ha dado a conocer todas lascosas que ha oído a su Padre" (Jn 15,15), la necesidad de escoger lasactitudes que favorezcan la penetración de este don con la ayuda de lasexplicitaciones que es posible encontrar en la revelación. La obedienciase refiere, por tanto, a lo que "el Señor ha dicho" (Ex 24,7) en el /decálogo y en la ley, y a lo que sigue diciendo en las circunstancias y en

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los signos de los tiempos, imitando a Cristo, que, obedeció al Padre através de intermediarios, de personas, de sucesos, de instituciones, deautoridades, de compromisos cotidianos. De todas formas, hay quetener presente que, mientras la obediencia a Dios es absoluta (He 4,19),la sumisión a los intermediarios es relativa a su capacidad de expresarla voluntad de Dios, que sólo parcialmente está contenida en la realidadhumana como signo que hay que leer debidamente.

2. LA INCREDULIDAD. La incredulidad es la tentación continua delhombre destinatario de la revelación, lo mismo que la idolatría es lacondición permanente del pagano. Ante las maravillas siempre nuevasdel amor de Dios, sustraído a todo control y verificación, el creyente seve situado todos los días ante el dilema: fiarse únicamente de Dios ocaer en la incredulidad, que se convierte en la raíz de todo pecado. Laincredulidad es no tomar a Dios como apoyo, haciéndose indócil yrebelde, generación cuyo corazón no fue constante y cuyo espíritu fuedesleal para con Dios... "Su corazón no estaba firmemente con él, y noeran leales a su alianza" (Sal 78,8.37). Es apoyarse en la propia vida (cfDt 28,66), lo mismo que hace el malvado. Es considerar a Yhwh incapazde comprender y de liberar al hombre en sus necesidades, el cualconsiguientemente "murmura" como la generación del / desierto, presadel hambre y de la sed (Ex 16,2-3; 17,2-3; Núm 11,4-5; 20,2-3), delmiedo ante el enemigo (Núm 14,3). Es olvidarse de los prodigiosrealizados en el pasado (Dt 8,14-16; Sal 78,11; 106,7); esincomprensión de los signos en orden a una conversión (Núm 14,11; Am4,6ss). Es negación de la existencia de un plan divino. "Que se dé prisa,que acelere su obra para que la veamos, que se presenten y se realicenlos planes del Santo de Israel para que los conozcamos" (Is 5,19). Esdar un ultimátum a Dios para que se decida a cumplir sus promesas. Esel infantilismo religioso de Acaz (Is 7,12). Es rebelión en el planopráctico, con el desprecio del Creador, roca de salvación (Dt 32,18). Essustraerse a las leyes, ofreciendo un culto sin participación del corazón(Is 1,11-13), que lleva a igualar a Yhwh con los ídolos. La incredulidad,que fácilmente puede transformarse en idolatría (Ex 32; Dt 9,12-21),asume un aspecto más doloroso cuando se hace adulterio, prostituciónde la esposa (Os 2; Jer 3; Ez 16). Lleva entonces a tener un corazóndividido (Os 10,2), a buscar ayuda en otras partes (Is 18,1-6), a confiaren las instituciones (Jer 7,4), a endurecerse (Is 6,10).

La incredulidad se agudiza ante Jesús, que exige para con su mismapersona (Mt 11,6) todo lo que el piadoso israelita reconocía a Yhwh. Laobjeción de la racjonalidad presentada por Zacarías, y que se hace másevidente ante la fe de María (Lc 1,18.38), continúa en la de los paisanosde Jesús (Mc 6,6), de los fariseos (Mt 15,7), de las ciudades del lago yde los judíos (Mt 8,10). La incredulidad revela la falta de un corazón

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humilde (Mt 11,25), de la oración y del ayuno (Mt 17,20-21), y admitevarios grados: es miedo ante la tempestad (Mt 8,26), olvido de laenseñanza de Jesús en los milagros (Mt 16,8-10), escándalo ante elmisterio de la cruz (Mt 16,23) y —extrañamente increíble (He 26,8)— esnegación de la resurrección en los discípulos (Lc 24,25.41; Mt 28,17; Mc16,11.13-14), en los judíos (He 7,56-57), en los paganos (He 17,31-32).

El misterio de la incredulidad aparece sobre todo en el rechazo de Cristopor parte de aquel pueblo que tenía la misión histórica de esperarlo y dedar testimonio de él. Si para explicar la condenación a muerte de Jesúsbasta con recurrir a la ignorancia y a la culpabilidad de los judíos (He10,39), el rechazo continuo de la predicación apostólica obliga a Pablo,dolorido y preocupado (Rom 9,2) a iluminar este misterio, descubriendoen él la última invención de una providencia divina que en el caráctertemporal de la falta de fe vislumbra una mayor facilidad de la conversiónde los gentiles (Rom 11, 25.31).

Si Pablo recurre a la incredulidad del antiguo pueblo —castigado antespor haber hecho inútiles tantos prodigios (ICor 10,1-5) y sometido ahoraa la severidad de Dios por haber rechazado a Jesús (Rom 11,22)—parapoder amonestar a los cristianos, Juan ve en el judío —que no ha"acogido" ni "reconocido" (Jn 1,10-11) en Jesús el Cristo, la Palabraencarnada, al Hijo de Dios enviado por el Padre— el tipo mismo delincrédulo, el reflejo del mundo malo, inmerso en el pecado, que leimpide venir a la luz y lo incapacita para "ser de la verdad" (Jn 3,21;18,37), ir más allá de lo maravilloso que aparece en los gestos de Jesús(Jn 6,26). El incrédulo se queda en la etapa de Nicodemo (3,2), sinalcanzar la fe de la samaritana en la palabra (4,15) o la fe conmovedoradel oficial del rey (4,53). Si la fe tiene necesariamente grados, requiereun camino para aceptar la "obra" de Jesús (17,4), reveladora de suintimidad con el Padre (14,10), que fue el camino que recorrieron losdiscípulos (2,11), Pedro (6,63), el ciego de nacimiento (9,35-38), Marta(11,25-27), Tomás (20,25-28). Pero el que no tiene en sí el amor de Dios(5,42), sólo se preocupa de la comida que perece (6,27), se sienteapegado a los privilegios de raza (8,33), a la vanagloria (9,28), a laautosuficiencia (9,39-41), no forma parte del rebaño de Cristo (10,26),odia la luz (3,19), tiene por padre al diablo, que impide creer en Jesúsque dice la verdad; ésta se convierte incluso en ocasión de incredulidad(8,45). El incrédulo entonces se cierra cada vez más a los signos que nove(12,37), a la palabra que no penetra (8,37), a la luz que lo ciega(9,39). La incredulidad, más que distinguir en grupos sociales, pasa pordentro de cada persona, está siempre oscilando en sus fronteras; peromientras uno no haya "muerto en su pecado" (8,21), siempre tendrá elcamino abierto para reconocer en Jesús al Hijo del hombre (9,35).

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III. DEPÓSITO DE LA FE. Esta expresión introduce la consideración delaspecto objetivo de la fe. Partamos de nuestra experiencia. Cuando unamigo nos narra un hecho desconocido y singular o nos revela su propiaexperiencia interior, le decimos: "Confío en ti, en tu persona". Esta frasesupone esta otra: "Creo y acepto todo lo que tú dices". Inclusohumanamente la fe es en primer lugar una confianza y un abandono enuna persona —como el hijo en sus padres, el alumno en el maestro, eladulto en una persona amiga—, pero desemboca necesariamente en laaceptación de todo lo que se nos cuenta: la falta del primer aspecto dela fe lleva al aislamiento, a la esterilidad, hace imposible cualquierrelación económica, social, comunitaria, matrimonial, familiar. De lamisma forma, en las relaciones con Dios, la actitud esencial de fiarse deél lleva consiguientemente a la afirmación de los contenidos, de losacontecimientos de la revelación. Éstos se aceptan no porque el hombrelos comprenda en su evidencia racional o experiencia directa, sino por laconfianza en quien los propone. La fe en Dios es también fe en lo que élrevela: el NT habla, junto a pístis (pistéuein) eis, de pistéuein hoti,expresiones que la reflexión teológica traducirá en fides qua y fidesquae.

Este segundo aspecto, presente ya en el AT en la necesidad dereconocer las intervenciones salvíficas de Yhwh en la historia, tal comose refleja en la fórmula de fe, es subrayado en el NT hasta llegar aocupar el primer puesto. Esto se debe a la novedad del acontecimiento"Cristo", que después de haber exigido considerar inminente la venidadel reino, pide que se acepte el valor mesiánico de su persona. Elaspecto objetivo de la fe, que comienza en Marcos, es desarrollado porMateo y Lucas, hasta alcanzar su cima en Juan. La dimensiónintelectual de la fe "corresponde al carácter real del misterio de Cristo; sino se salvaguarda el primero, es imposible salvaguardar el segundo [elaspecto fiducial]. La fe vive de la realidad de su objeto, que es laintervención salvadora de Dios por Cristo; si el evento salvífico de Cristono es real en sí mismo, tampoco es real para mí; no es posible vivirlocomo real" (J. Alfaro, La fe como entrega, 59; cf Bibl.).

El contenido de la fe tiene un núcleo en torno al cual gira comoexplicitación, desarrollo, profundización y actualización todo aquello queDios ha revelado. Se le puede enunciar como la voluntad absoluta delPadre de salvar a todos los hombres a través de su Hijo Jesucristo en eldon del Espíritu. Esta voluntad se revela en una dimensión histórica quetiene su comienzo en la alianza veterotestamentaria (Dt 26,5-9; Jos24,2-13) y su cumplimiento en la encarnación, muerte y resurrección deJesucristo. Al ser la "plenitud de toda la revelación" (DV 2; cf Mt 11,27;Jn 1,14.17; 14,6; 17,1-3; 2Cor 3,16; 4,6; Ef 1,3-14), la persona de Jesúsresucitado (He 2,24.36), Hijo de Dios (Mc 9,7; Rom 1,3; Heb 1,5), es el

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objeto central de la fe. Al dar el Espíritu en virtud de su glorificación (cfJn 7,39), Jesús crea en los hombres la intimidad filial con Dios, el amorfraterno como irradiación de la agápe divina y la certeza de participar enla gloria del Señor resucitado. En su vida de fe como diálogo personalcon Cristo, en analogía con el continuo diálogo de Jesús con el Padre, elcristiano extiende, mediante un nexo irrompible, su acto de fe a laIglesia, "cuerpo y plenitud" de Cristo, instituida como "sacramento osigno e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo elgénero humano" (LG 1). Si es lógica la exigencia de desarrollar en todassus implicaciones este núcleo fundamental, como de hecho ha sucedidoa lo largo de los siglos, es necesario evitar que "la multitud espesa deárboles dogmáticos no nos deje ver el bosque de la fe" (W. Kasper).Sigue siendo importante que la comunidad conserve todas las verdadesde la fe (ITim 4,6; 2Tim 1,13; Tit 1,9) o, como se dice en términosjurídicos, el "depósito" (1 Tim 6,20; 2Tim 1,12.14) transmitido (2Tes 2,15;3,6). Sin embargo, cada cristiano profesa todas las verdadesimplícitamente, aceptándolas y creyéndolas en la Iglesia.

1. ACTITUDES POSITIVAS PARA CON EL DEPÓSITO. Para unafidelidad y conservación plena de las verdades de fe, la Iglesia primitivase preocupó no tanto de hacer una lista completa y minuciosa deproposiciones claras como de señalar algunas actitudes fundamentalesrespecto al núcleo esencial, reconociendo un orden o "jerarquía" en lasverdades (cf UR 11). Para una confesión pública y oficial de lasintervenciones salvíficas de Dios es más decisiva la actitud práctica deapertura y de acogida de sus iniciativas que la enumeración completa desus actos. El pueblo antiguo, partiendo del culto, reconoció enproposiciones de fe (el "credo histórico" de G. von Rad) que sunacimiento y su desarrollo se debían a la dirección de Yhwh: el recuerdode los hechos del pasado, desde las promesas hechas a los patriarcashasta la liberación de Egipto, se convierten en certeza de una presenciaactual (cf Éx 20,2; Lev 19,36, y más ampliamente Dt 26,5-9; Jos24,2-13; Jdt 5,6-19; Sal 105; 135; 136) y de una esperanza para elfuturo; esta confesión se refiere a los hechos históricos, aun cuando seusan para Dios ciertos términos como "roca", "fuerza", "salvación". Esteconfesar la fe, que en el AT se limita a reconocer a Yhwh como "Diossalvador" (cf Os 12,10; 13,4; Dt 32,12; Jos 24,16-18), se convierte en elNT en confesión (homologhía/homologhéin) de "Jesús el Cristo" (Rom10,9; lCor 12,3), cuya liberación afecta a toda la humanidad, se refiere alenemigo más temible (el pecado) y es definitiva: la confesión de Pedro(Mt 16,16; Jn 6,68-69), como la del ciego de nacimiento (Jn 9,17.36-38),busca el origen de la fe en el contacto personal con Jesús. Motivada aveces por el deseo de vencer el miedo o la indolencia, la confesión de fees prueba de la aceptación de una doctrina delante de la comunidad yacreyente (Flp 2,11), en momentos de especial importancia como el

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bautismo o la ordenación (lTim 6,12), con ocasión de la persecución (He4,20; 7,56). Necesaria cuando la omisión equivaldría a renegar de ella(Jn 9,22), manifiesta al mundo la decisión irrevocable del hombre enfavor de Cristo, que atestiguará en favor suyo delante del Padre (Mt10,32; Lc 12,8). Todo esto se realiza a través de breves fórmulas denaturaleza cultual (Flp 2,5-11; lTim 3,16; 1 Pe 3,18-22) o bautismal (He8,37), con la evolución, bajo el impulso de una reflexión teológica,des-de un solo artículo cristológico (1 Cor 12,3; 1Jn 2,22; 4,15; Heb4,14) a dos artículos, con la inclusión de Dios-Padre (ICor 8,6; ITim 2,5;6,13-14), o a tres, con el añadido del Espíritu (Mt 28,19).

Cuando la confesión de la fe se dirige en primer lugar a los hombres, deforma solemne, durante un proceso o una contestación, se hacetestimonio (o martirio, del griego martyría/martyrion), creando al testigo(o mártir, gr. mártys). A diferencia de confesar, atestiguar es un conceptoneotestamentario, limitado en el AT a Israel "testigo de Yhwh" entre lasnaciones (Is 43,9.10.12). Aun tolerando un sentido más amplio referidoal evangelio (Mc 13,9), el testimonio atañe a los doce que, elegidos yenviados por el Señor (Lc 24,48), llenos de Espíritu (He 1,8), garantizanla fiabilidad de la resurrección (He 1,22): a través de este círculo fijo, deesta institución fidedigna, las generaciones futuras pueden entrar encontacto con el resucitado, sin verse perjudicadas por la distancia desdeel "centro del tiempo" (Conzelmann). A los doce se asocia Pablo,convertido en el camino de Damasco en testigo de Cristo resucitado (He22,15; 26,16), cuya realidad hace sólida la fe (cf lCor 15,14), posible lacomunidad (1Cor 1,6), superable la persecución (Ap 1,9; 12,11; 17,6). SiLucas está preocupado por garantizar la certeza del núcleo central de lafe frente a tradiciones no fiables, Juan, más profundamente, acentúa eltestimonio sobre todo lo que Jesús dijo de sí, compartido por / JuanBautista (Jn 1,7.19.32.34), por los discípulos (15,27), por el pueblo(12,17), por el Espíritu (15,26), por el Padre (8,18), por las Escrituras(5,39), por las obras (5,36; 10,25). Este testimonio presupone laapertura a Cristo, la fe en él más allá de toda posibilidad probatoria. Deeste modo el testimonio veraz (Jn 17) hace que "también vosotroscreáis" (19,36; cf lJn 5,6b-11). A continuación, a partir de la primeramitad del siglo u, el apelativo de testigo/ mártir se reservará para los quehayan dado testimonio de Cristo a través de la muerte cruenta.

Un testimonio particular de Cristo es el que da la Iglesia cuando seencuentra unida en la fe. La principal unidad en la fe es de tipoexperiencial vivido: el estar y permanecer en Cristo (Jn 15,4) —el cualvive (Gál 2,20), habita (Ef 3,17) en el hombre que come y bebe susangre (Jn 6,54)- de manera que se es una sola cosa con el Padre y conlos hermanos, "para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn17,21). La unidad de fe, conciliable con la pluralidad de orientaciones

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teológicas, se refiere sobre todo a la verdad esencial: "Hay un soloSeñor, una sola fe, un solo bautismo y un solo Dios, padre de todos, queestá sobre todos, por todos y en todos" (Ef 4,5-6), "un solo pan" (1 Cor10,17), "un solo pastor, un solo rebaño" (Jn 10,16).

2. SITUACIONES CONTRARIAS A LA FE. Aunque no comprometa launidad de la fe, el cisma rompe la caridad y hace menos creíble laIglesia delante del mundo (cf Jn 17,21). Como la separación del reinodel norte por motivos religiosos (1Re 11,33) produjo confusionesidolátricas (1 Re 12,28.32) impidiendo la fuerza del testimonio entre lasnaciones, así las divisiones perturban la armonía del cuerpo de Cristoque es la Iglesia (lCor 12,25). Esas divisiones provienen de la "carne"(Gál 5,20; cf lCor 3,3-4), son signo de la falta de comprensión de laverdadera sabiduría de la cruz (lCor 1,10.18) y están en flagrantecontraste con el significado de la cena (lCor 11,18) y con la unidad deorigen y de finalidad de los carismas (lCor 12,11).

Más grave que el cisma, que se limita a una grieta, a un desgarrón en lacomunión eclesial, la herejía toca directamente a la fe, negadaconscientemente en alguna verdad revelada. Desconocida en el AT porsu limitado contenido intelectual, la herejía, ya prevista por Jesús (Mt24,5.11), se describe en los escritos paulinos como cristalización detensiones en unos partidos o sectas, análogas a las de los judíos (lCor11,19); ataca la doctrina (Rom 16,17) y se caracteriza de este modo enlos últimos escritos neotestamentarios: "Habrá entre vosotros falsosmaestros, los cuales enseñarán doctrinas (hairéseis) de perdición,negarán al Señor que los redimió y se buscarán una ruina fulminante"(2Pe 2,1). La primera herejía surgió entre los judaizantes que creíannecesaria la circuncisión para la salvación, haciendo inútil el valor de lacruz de Cristo (He 15,1.5; Gál 5,2). El mundo griego, irónico frente alanuncio evangélico de Pablo (He 17,32), tenía dificultad en admitir laresurrección de los muertos (lCor 15,2.11-17), limitaba el valor y ladignidad de la persona de Cristo (Col 2,8), negaba su "venida en lacarne" (lJn 2,22-23; 4,2-3; 2Jn 7). El que persiste obstinadamente en elerror a pesar de las advertencias fraternas (cf Mt 18,15-17), se someteal juicio de Cristo o anáthema. Esta palabra, que pasó de significar laconsagración a Dios mediante la destrucción en la guerra santa (herem:Núm 21,2-3; Jos 6) a designar una separación, se aplica al quepronuncia afirmaciones contrarias a la fe. Es anatema el que,"deformando el evangelio de Cristo" en favor de la necesidad de lacircuncisión para la salvación, cae bajo la maldición divina (Gál 1,7-9; cf1Cor 16,22). Pablo se alegra de ello, paradójicamente, si con ello lograreunir con Cristo a sus connacionales (Rom 9,3). El anatema suponeuna separación de la comunidad (Tit 3,10) con posterioridad al naufragiode la fe (lTim 1,19). El insulto al nombre de Jesús, como en otros

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tiempos al nombre de Yhwh (Lev 24,16), a través de la blasfemia seopone directamente a la fe. En efecto, no se acepta entonces a Jesúscomo "Hijo de Dios" (Mt 26,63-65; Mc 15,29; Jn 10,33). No se trata desimple ignorancia, sino de rechazo voluntario de la revelación divina,ilustrada por los milagros: atribuírselos al demonio es una blasfemiacontra el Espíritu Santo (Mt 12,31) imperdonable, ya que está en elorigen de otras reacciones en cadena que fijan una situación decerrazón total ante la palabra. En efecto, se rechaza no a un Dios lejano,sino experimentado ya en su obra de gracia y de luz; esta situación serepetirá en el tiempo de la Iglesia (Ap 2,9).

IV. GNOSIS/CONOCIMIENTO. La posibilidad de confesar o deatestiguar, así como la de limitar el contenido de la fe, se deriva de sucarácter cognoscitivo o de gnosis. Esta palabra evoca espontáneamentela corriente espiritual ("gnosticismo"), tan compleja y no aclarada aún deltodo, que floreció en el siglo II d.C., la cual pretende mediante el"conocimiento de sí, es decir, del hombre en cuanto Dios" (H. Schlier),"hecho partícipe de la misma naturaleza divina, o sea, ante todo de lainmortalidad" (R. Bultmann), conseguir la salvación en el retorno a susorígenes. Expresión de una autosuficiencia humana, la gnosis esnegación de la fe y se ha de combatir, por tanto, en todas susmanifestaciones iniciales (lCor 1,17-21; 1Tim 6,20).

Pero el NT utiliza el término "gnosis" para indicar el saber profundo yvital de la salvación (Lc 1,77; Rom 15,14; lCor 1,5; 2Cor 2,14; 4,6; 8,7;10,5; F1p 3,8; Col 2,3; 3,18); el conocimiento humilde y devoto de lavoluntad de Dios (Rom 2,20); la libertad cristiana (lCor 8,1.7.10.11); undon del Espíritu para la profundización del dato revelado (lCor 12,8;13,2), superior al hablar en lenguas (lCor 14,6), aunque destinado adesaparecer (lCor 13,14) y poseído por Pablo (2Cor 11,6).

El aspecto intelectual de la fe se expresa ordinariamente por el verboconocer (ghinóskein), usado por Pablo en paralelo con creer. "Caminaren la fe" (2Cor 5,7) y "conocer imperfectamente", así como "vivir en la fedel Hijo de Dios", equivale a "conocer el amor de Cristo" (cf Gál 2,20 yEf 3,19), mientras que la "fe en Cristo" lleva a "conocerle a él y la virtudde su resurrección" (Flp 3,9-10). Este aspecto cognoscitivo puedepercibirse en aquella evolución del sentido de "fe" que pasa del acto delcreer al objeto creído, el "evangelio de la verdad" (2Cor 6,7; Col 1,5; Ef1,3), "el conocimiento de la verdad" (1Tim 2,4; 2Tim 3,7). Entonces "la fees el conocimiento (a partir del mensaje oído) de la salvación 'ya'realizado en Jesucristo y del `todavía no' de su visión y plenitud" (J.Pfammatter, 896). Este conocimiento, que no es dato puramenteespeculativo y teórico, sino unidad en el amor, "es un reflejo de lainiciativa divina de 'conocer' al hombre, o sea, de llamarlo a la salvación"

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(R. Bultmann). El carácter no individual, imperfecto, libre, de don, launión en el amor, el no disponer del objeto conocido, sino "dejarsedeterminar por lo que se conoce" (H. Schlier), "en aquella íntima relaciónde amistad entre cognoscente y conocido" (Clemente de Alejandría),distingue con claridad al conocer bíblico del gnóstico; esto esespecialmente evidente en Juan, en quien el conocimiento pierde elaspecto puramente intelectualista para convertirse en impulso, envínculo, en hechizo, en entrega a Cristo.

Creer y conocer resultan entonces intercambiables. La unidad de lossuyos lleva al mundo a creer (Jn 17,21) y a conocer (17,23) en Jesús alenviado del Padre. Creer que "tú eres el mesías, el hijo de Dios quetenía que venir al mundo" (11,27), es paralelo a "conocer que éste es elCristo" (7,26; cf 8,24 y 28; 14,2 y 20); hay una mutua prioridad (6,69;8,31.32; 10,38; 17,8; 4,12; Un 4,16). Este conocer es penetración delmisterio de Cristo. "Creer en la vida eterna" (6,47) equivale a "conocertea ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo" (17,3).El acto de fe en Cristo es un movimiento del ser iluminado y consciente(4,42); es un venir a la luz semejante a un entender, a un saber, a unentrar en su misterio, que no es del mundo, sino de lo alto (17,14; 8,23),de Dios (6,46). Aunque muchas veces los dos verbos sonintercambiables, creer contiene siempre el conocer (cf Un 2,4 y 6), quedesigna "aquella comprensión superior que es peculiar del creyente" (R.Bultmann). "La fe se abre a una comprensión cada vez más profunda, auna unión más estrecha con la persona `conocida', a un mayor amor aella; el `conocer' (por lo menos en el ámbito terrestre) va unido a la fe ypor tanto viene preservado de un equívoco místico o gnóstico" (R.Schnackenburg, La fe joánica, en El evangelio según Juan I, 550-551).

V. FE Y VISIÓN. A diferencia del conocer, utilizado como paralelo delcreer (Jn 6,69), el ver tiene una amplia gama de significados, indicandounas veces más y otras veces menos que la fe. En efecto, hay un verque no conduce a la fe y aumenta la responsabilidad. Acercarse a Jesússólo exteriormente (6,2), sin un compromiso moral, constituye un verque no es creer (6,36). Los signos son un medio para la fe; pero elhombre que se limita a su carácter prodigioso y espectacular no merecela confianza de Jesús, que, conociendo la intimidad de los corazones(2,25), advierte la superficialidad de las relaciones con él. "Os aseguroque no me buscáis porque habéis visto milagros, sino porque habéiscomido pan hasta hartaros" (6,26). La visión de fe, por el contrario, llevaa comprender el valor cristológico de los milagros. El signo de Caná,como la resurrección de Lázaro, hacen ver la gloria de Dios (11,40), lade Jesús (2,11), es decir, aquella fuerza divina presente y operante enél, la cual, derivada de Dios, tiende en definitiva a glorificarlo. Un ver

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superficial impide reconocer la misma "materialidad" del gesto de Jesús,el carácter factual, la indubitabilidad, la validez jurídica, como apareceen el interrogatorio del ciego de nacimiento (c. 9) y del coloquio conNicodemo (3,2).

Si el ver la persona de Jesús puede llevar a reconocerlo como "Señor yDios" (20,28), más afortunada es la condición de aquellos que llegan ala fe sin la visión (20,29). Tomás desea ver para tener pruebas tangibles:desde la herida de los clavos hasta meter el dedo en la llaga. Aunque nose le descalifica —ya que esto lo lleva a reconocer a Cristo—, este "ver"resulta inferior a la fe que suscita sólo la palabra (cf 10,38; 14,11). Omejor dicho: el valor de la visión depende de las circunstancias. Elelogio del discípulo Juan, que "vio y creyó" (20,8), se basa en su feespontánea a falta de una Escritura clara (20,9), mientras que elreproche a Tomás está provocado por su obstinación ante lostestimonios de los demás discípulos. En el futuro, será el testimonio deéstos la base más sólida para la fe (15,27). En definitiva, es sólo laactitud de fe la que lleva a "ver la vida" (6,36), es decir, a tener unaexperiencia directa y personal de Cristo. Cuando Natanael se sientepenetrado en algún aspecto secreto de su vida (1,48), Jesús le prometela revelación de otras realidades más escondidas. "Cosas mayores queéstas verás. Os aseguro que veréis el cielo abierto y a los ángeles deDios subir y bajar sobre el Hijo del hombre" (1,50-51). Esta realidad másprofunda es el descubrimiento durante la vida, y especialmente en elmomento de la cruz, de la "gloria" del Hijo del hombre (19,35-37); es unencuentro, más allá y dentro de la humanidad de Jesús, con el mismoPadre: "El que me ha visto a mí ha visto al Padre" (14,9); "El que me vea mí ve al queme ha enviado" (12,45). El momento más profundo deesta visión de la gloria no es una contemplación sin velos de la realidadque se ha encontrado, no es una visión directa, sino siempre mediata: aDios no lo ha visto nadie (1,18; 5,37). Aunque consiste en unaparticipación de la vida eterna, en un encuentro amoroso, en un paso dela muerte a la vida, lo mismo que el oír, el conocer, el venir a la luz, elver de la fe abraza sólo una realidad escondida, no poseída todavía.

La visión plena se reserva para el último día (cf 6,54), para el tiempo dela definitiva manifestación, cuando "lo veremos tal como es"( Un 3,2). Sia través de la humanidad de Cristo se supera aquel tipo de visiónveterotestamentaria que se limitaba a una anticipación de la absolutatrascendencia y sublimidad de Dios (Ex 3,3; I Re 19,11; Is 6,1), nodesaparece la distinción entre el "ahora" y "luego". "Ahora vemos comopor medio de un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara"(1 Cor 13,12), "veremos la gloria de Cristo" (Jn 17,24). El "caminar en lafe y no en la visión" (2Cor 5,7), "la vida en la carne" (Flp 1,24) en esperadel momento de "aparecer con Cristo revestidos de gloria" (Col 3,4), de

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"ser arrebatados entre nubes por los aires al encuentro del Señor" (1Tes4,17), es tan sólo garantía y prueba de las realidades que "no se ven"(Heb 11,1). La visión "terrena" y la "celestial" no son diversascualitativamente, sino que se relacionan como principio y fin, comoimperfección y perfección, como mediación e inmediatez, como tensióny realización, como saboreo previo y posesión, como fundamento ycausa final (cf DS 801.799), como participación y plena consumación: lavisión de Dios en Cristo, que el hombre posee actualmente, prefigura,tiendey exige la contemplación directa del mismo misterio divino.

VI. FE Y OBRAS. El análisis de las diversas dimensiones de la feplantea el interrogante sobre sus relaciones con las capacidadeshumanas, con el obrar del hombre. Entre los diversos aspectos de estaproblemática, nos limitamos a preguntarnos si a Dios se le alcanza conla fe sola o si son necesarias las obras del hombre. Es decir, si éste esautosuficiente respecto a la salvación o si se encuentra en unaincapacidad radical para alcanzarla. Procederemos en dos momentos.Ante todo, veremos cómo relaciona la Biblia con la fe el conocimiento yla adquisición de la salvación total como autorrealización terrena delhombre y unión plena con Dios; luego veremos cómo el momentosalvífico inicial o justificación es imposible sin la confianza y laobediencia al Señor; de todo ello se deducirá el sentido de las obras delhombre (para su análisis, cf / Obras).

1. FE Y SALVACIÓN. El primer gesto salvífico es captado por la fe en lacreación. "Por la fe conocemos que el mundo fue creado por la palabrade Dios, de suerte que lo visible tiene una causa invisible" (Heb 11,3).Esta primera arquitectura (Job 38,4-7) de Dios, "del que proceden todaslas cosas" (ICor 8,6), revela la ternura divina y se convierte en el primersigno de la obra redentora de Cristo, "primogénito de toda la creación"(Col 1,15), cumplimiento como nuevo Adán (1Cor 15,45) de la totalidadque ha sido hecha a través de él (cf Jn 1,3).

La salvación del octavo día (Berdiaeff) es vista en el descubrimiento deun Dios que provoca y acompaña la peregrinación de Abrahán, que vela desgracia de su pueblo en Egipto, que lo saca fuera con mano fuerteybrazo extendido y lo conduce a un país en el que fluye leche y miel; esdecir, la fe destaca la fidelidad divina en la elección, liberación yasentamiento de un pueblo en la / tierra, y en la conservación de ladinastía, del templo y de los profetas. Permite además a los pobres deYhwh, desde las confesiones de Jeremías hasta la contestación de Joby los salmos de los `anawim, descubrir en el fracaso un medio dolorosode salvación, a través del grito de invocación de Dios que llena el vacíomás absoluto: "Bueno es esperar en silencio el socorro del Señor...,pues quizá haya aún esperanza" (Lam 3,26.29).

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La fe es la condición para entrar en el / reino: "Se ha cumplido el tiempoy el reino de Dios está cerca. Arrepentíos y creed en el evangelio" (Mc1,15). Sólo en presencia de la fe Jesús realiza milagros: "No hizo allímuchos milagros por su falta de fe" (Mt 13,58); "Se le acercaron losciegos, y Jesús les dijo: `¿Creéis que puedo hacer esto?' Le dijeron: `Sí,Señor'. Entonces les tocó los ojos, diciendo: `Hágase en vosotros segúnvuestra fe"' (Mt 9,28-29). La fe obtiene además aquella otra curaciónespiritual que es el perdón de los pecados: "Jesús, al ver su fe, dijo alparalítico: `Animo, hijo, tus pecados te son perdonados"' (Mt 9,2); de ellose benefician los samaritanos (Lc 17,16), los cananeos (Mc 7,26), lospaganos. La fuerza que sale de Jesús no tiene más que una causa: "Tufe te ha salvado" (Mc 5,34;10,52). Efectivamente, creer en la palabra deJesús es participar dél poder que viene del Padre, y por tanto recibir unasalvación total que afecta al cuerpo, al alma, a la naturaleza. "Osaseguro que si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a estemonte: Vete de aquí allá, y se trasladaría; nada os sería imposible" (Mt17,20). Consciente de este poder, el demonio se esfuerza por "llevarsela palabra de Dios de sus corazones para que no crean y sesalven" (Lc 8,12). También en presencia de los apóstoles la feobra milagros: "(Pablo), viendo que tenía fe para ser curado (elcojo), dijo en alta voz: `Levántate' " (He 14,10). "Cree enJesús, el Señor, y te salvarás tú y tu familia" (He 16,31).

Es Pablo el que presenta desde su primera hasta su últimacarta la fe como condición indispensable para la salvación:"Dios os ha escogido desde el principio para salvaros por laacción santificadora del Espíritu y la fe en la verdad" (2Tes2,13). Esa fe lleva "a la adquisición de la incorruptibilidadgloriosa, participando de la gloria del Señor. Los creyentesevitarán la corrupción, la muerte, para vivir eternamente conCristo" (M.E. Boismard, La foi dans Saint Paul, 67). Desdeahora la salvación supone la liberación gradual de nuestroscuerpos de la esclavitud de la corrupción (cf Rom 8,20)mediante la fe en la resurrección de Cristo. "Si confiesas con tuboca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios loresucitó de entre los muertos, te salvarás. Con el corazón secree para la justicia, y con la boca se confiesa la fe para lasalvación" (Rom 10,9-10). "Habéis resucitado también conCristo por la fe en el poder de Dios" (Col 2,12). Es un poderque la fe obtiene de la "palabra", realidad in-separable delEspíritu (Rom 1,16; 8,11).

El proceso de identificación de la salvación con la persona del

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salvador, ya claro en Pablo (1 Tim 4,10), se hace más profundoen Juan. Mientras que Pablo hace derivar la salvación delmisterio del Señor muerto y resucitado, Juan la fundamenta"en el yo mismo de Jesús Hijo de Dios, y es una salvación quese percibe claramente como la plenitud de los bienes divinoscomunicados al hombre" (D. Mollat, La foi dans le quatriémeEvangile, 94). "Lo que Dios quiereque hagáis es que creáis enel que él ha enviado" (6,29). Equivalente a la conversión de lossinópticos, el carácter central de la fe resalta ya en el Bautista,convertido en el testigo para que todos crean (1,6). Creyendoque "yo soy", el hombre evita morir en los pecados (8,24), sehace hijo de la luz (12,36), adquiere la vida (5,40; 6,40) y labienaventuranza (20,29). Expresiones equivalentes o paralelascomo "acoger" a Jesús (1,12; 5,43; 13,20), sus palabras(12,48), "venir" a él (5,40; 6,35; 7,37), "seguirle" (8,12;10,27), "permanecer" en él (15,4), en su palabra (8,31), en suamor (15,9), se condensan y se explicitan al mismo tiempo enla conclusión del evangelio, escrito "para que creáis que Jesúses el mesías, el hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vidaen su nombre" (20,31). Aun sin usar el sustantivo (excepto en4,22) o el verbo (excepto en 3,17; 5,34; 10,9; 11,12; 12,27.47), Juan relaciona la fe y la salvación en expresionessignificativas, como tener la vida (6,47), la vida eterna (3,16),poseer una vida más allá de la muerte (11,25), huir de lacondenación (3,18), tener la certeza de la resurrección (6,40),recibir una fuente que brota para la vida eterna (4,14), salir delas tinieblas (12,46).

2, LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE EXIGE LAS OBRAS.Especialmente es en el momento inicial cuando el hombre essalvado por la fe. "El hombre es justificado por la fe sin laobservancia de la ley" (Rom 3,28). La exclusión no se refieresolamente al obrar en conformidad con la ley mosaica,entendida como conjunto de normas jurídicas, rituales, éticas,sino a cualquier acción o deseo del hombre. Aunque faltamaterialmente el adjetivo, el pensamiento de Pablo puedetraducirse como justificación por la sola fe, según se dice másclaramente en Gálatas: "Sabemos que nadie se justifica por lasobras de la ley, sino por la fe en Jesucristo; nosotros creemosen Cristo Jesús para ser justificados por la fe de Cristo, no porlas obras de la ley; porque nadie será justificado por las obrasde la ley" (Gál 2,16). La justificación causada por la fe consiste

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en una verdadera transformación interior del hombre, que sehace capaz de llevar una vida santa; no se limita a unadeclaración jurídica, a una simple "imputación" de los méritosde Cristo. Coincidiendo con el don del Espíritu, fuente desantidad moral, la justificación produce efectos reales; es loque Pablo desarrolla al vincular el don del Espíritu con el don dela / justicia (Gál 3,2-5; 5,22).

La transformación real crea en el hombre un dinamismo nuevo,un impulso a "llevar una vida digna de Dios" (lTes 2,12), aejercer el amor fraterno, a conservar la santidad del cuerpo(lTes 2,14; 4,1-12; cf 5,23). Junto a la fe Pablo menciona confrecuencia la caridad y la esperanza (lTes 1,3; 5,8) y usafórmulas que unen la fe y la acción, como cuando habla de "laobra de vuestra fe"(1 Tes 1,3) o de "la fe que obra mediante lacaridad" (Gál 5,6). La "sola fe", que ciertamente no es contrariaa las obras, las exige para que uno sea encontradoirreprensible el día del juicio (lTes 5,23; cf Mt 25,43ss). Peroesto no es tanto obra del hombre, sino de Dios, que da amor ysantidad (lTes 3,12-13; 5,23-24); es "fruto"del Espíritu (Gál5,22; cf Ez 36,27); es el mismo Espíritu que vivificará algún díanuestros cuerpos el motor de la vida moral. La vida nuevacreada en el hombre es pura gracia, ya que "sin mí nada podéishacer" (Jn 15,5); en efecto, "habéis sido salvadosgratuitamente por la fe..., para hacer obras buenas tal y comoél dispuso de antemano" (Ef 2,8.10).

La continua insistencia en el valor y necesidad de la praxisacerca a / Pablo a / Santiago (cf Sant 1,22 y Rom 2,13), quetiene algunas expresiones al menos aparentemente contrarias ala doctrina de la fe como raíz de la justificación. La dificultad noconsiste tanto en considerar muerta a una fe sin obras (Sant2,17), en lo que también Pablo podría estar de acuerdo, comoen considerar las obras como causa de la justificación, aunquesólo sea parcial (Sant 2,24). No es cuestión de recurrir a lasolución fácil de san Agustín sobre la diversidad de las obras,anteriores para Pablo, posteriores a la justificación paraSantiago; en efecto, incluso después el hombre debeconsiderarse incapaz de llevar a término las exigencias de la leynueva, es decir, del amor, si no quiere incurrir en el reprochedirigido a los judíos (Rom 10,2-4). El acuerdo sustancial ha debuscarse en la diversa perspectiva de los dos escritores. SiPablo, al tratar sistemáticamente de la justificación, tiene razón

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en atribuirla a la fe, Santiago, partiendo de una tradiciónsapiencial sensible a la exaltación de la acción del hombre, deuna cristología al servicio de la ética, quizá ante ciertasdesviaciones ya rechazadas por Pablo (Rom 3,8), se preocupaprecisamente de evitar el inmovilismo y la inactividad. Aunquepersiste cierta dificultad, el hecho de que Santiago entienda por"justificación" no ya el primer momento de la salvación, sino elsegundo, el del testimonio vivido, el acuerdo sobre el valor dela palabra y el amplio campo de la "diversidad" expresiva de lafe, permiten concluir que no se trata de ninguna"contrariedad", aunque haya una "contraposición", una "lucha".

VII. DON Y BÚSQUEDA. De todo esto se deduce que la fe espuro don de Dios, es gracia. Si Dios no se abre al hombreatrayéndolo hacia sí, resulta imposible creer. Sólo si Dios "abreel corazón"(He 16,14), el hombre se hace capaz de "vencer almundo" (1Jn 5,4); en efecto, la fe es obra de Dios (Jn 6,29), noproviene de "la carne ni la sangre" (Mt 16,17). "Habéis sidosalvados gratuitamente por la fe; y esto no es cosa vuestra, esun don de Dios" (Ef 2,8). Si redujésemos la fe a una obrahumana, introduciríamos de nuevo aquel "gloriarse" que poneun diafragma entre Dios y el hombre; sólo el reconocimiento dela fe como don de Dios permite al hombre afirmar su propiaincapacidad radical de salvación. "Los judíos son inexcusables,no tanto por haber rechazado las acciones visibles de Cristocomo por haberse opuesto al instinto interior y a la atracción dela doctrina" (santo Tomás). Es la iniciativa del Padre lo que daa los hombres a Jesús (Jn 6,37). "Nadie puede venir a mí si elPadre que me envió no lo trae... Todo el que escucha al Padre yacepta su enseñanza viene a mí" (Jn 6,44-45). Es decir, la feno puede provenir solamente de la enseñanza y de los milagrosde Jesús; se necesita una atracción del Padre. La pertenencia aJesús es la consecuencia de una acción del Padre (cf Jn10,26.29). Una adhesión a Cristo meramente humana, sin laatracción del Padre, termina con un triste abandono (17,12)."En el origen de la fe hay una atracción divina que es másfundamental que la opción humana, más fundamental inclusoque la mediación visible de Jesús" (A. Vanhoye, Notre foi,oeuvre divine, 354). Y el hombre, ¿no tiene nada que hacerpara alcanzar la fe o para caminar en ella?

Es necesario que se ponga en actitud de búsqueda. Aunque enel AT el sujeto de buscar es Dios y en el NT no se habla de una

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búsqueda de la fe (cf He 13,8), Jesús le asegura al hombre queencontrará cuanto desee (Mt 7,7-8), como Zaqueo queconsiguió verlo (Lc 19,3), estando establecido que los hombres"busquen a Dios, y a ver. si buscando a tientas lo puedenencontrar" (He 17,27), a fin de buscar la justificación en Cristo(Gál 2,17). La búsqueda humana es ya realmente unarespuesta a una acción precedente de Dios que la purifica, laorienta hacia la atención de la palabra, la conversión, laacogida de la fe. La búsqueda del hombre se concreta entoncesen dejarse buscar por Dios. Esto significa ante todo insistir enla propia libertad en el momento del don para hacersediscípulos de una enseñanza del Padre, a fin de vivir en laobediencia a la verdad conocida. "El que practica la verdad va ala luz" (Jn 3,21). La samaritana se dejó guiar cuando, puesta aldescubierto en su condición moral, reconoció su situación yexclamó: "Señor, veo que tú eres profeta" (4,19). Los judíos,por el contrario, ante la invitación de "hacer las obras de Dios"en el sentido de acoger el designio de Dios sobre ellos,permanecieron firmes en su mentalidad de autosuficiencia alhacer las obras mandadas, en su disposición a aceptar tan sólodespués de una atenta verificación sobre la suficiencia de lossignos (6,28-30), Cuando se convierten en defensores delsábado y del honor de Dios, en realidad no salen del mundoestrecho de su autosuficiencia, cerrado a la circulación de airepuro que viene del don de Dios. Es necesario el compromiso derealizar la obra del Padre con la conciencia que se nos da derealizarla.

Además, en todos los momentos, el signo de la búsquedasincera es la actitud de conversión basada en la humildad; éstase manifiesta en el continuo camino ascético de eliminación deaquellas actitudes egoístas, de concentración en sí mismo y noen Dios, que obstaculizan la penetración de la gracia divina,que quiere decir conducir o incrementar la fe.

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B. Marconcini

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