Federico y muerte

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Literatic Federico y muerte Versión libre para leer, escuchar y ver

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Literatic: Muerte de Federico García Lorca. Textos y poemas. Versión libre para leer, escuchar y ver

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Materiales:

- Cuadernillo para leer - CD para escuchar y ver

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Sobre la obra

Federico García Lorca , anda-luz, granadino, poeta y dramaturgo, es el más renombrado de los asesina-dos de la contienda fratricida que de-vastó España desde julio de 1936 has-ta abril del 39.

La muerte está presente en su obra literaria como presagio de la suya pro-pia. Recreamos en este cuadernillo las horas previas a su asesinato. Al mismo tiempo, podrás leer algunos de sus

poemas donde la muerte asume un protagonismo dramático y predictivo.

En 2011 se cumplió el 75º aniversario de su muerte.

La lectura se mezcla con los sentimientos más trágicos.

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Son los primeras horas de la madrugada que ga-

lopa entre los días 18 y 19 de agosto de 1936. La habita-ción es pequeña y oscura. El suelo es de tierra y las pa-redes casi no conservan el yeso que un día las cubrió. Huele a tabaco y a orines. Sólo las puntas de los cigarri-llos iluminan las caras de los cuatro hombres que están encerrados en ella: Francisco Galadí y Joaquín Arcollas , son banderilleros, Dióscono Galindo González, maestro y Federico García Lorca, poeta y autor teatral. Los cuatro, en apenas unas horas, van a morir fusilados. Y ellos lo saben.

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Baladilla de los tres ríos El río Guadalquivir va entre naranjos y olivos. Los dos ríos de Granada bajan de la nieve al trigo. ¡Ay, amor, que se fue y no vino! El río Guadalquivir tiene las barbas granates. Los dos ríos de Granada uno llanto y otro sangre. ¡Ay, amor, que se fue por el aire! Para los barcos de vela, Sevilla tiene un camino; por el agua de Granada sólo reman los suspiros. ¡Ay, amor, que se fue y no vino! Guadalquivir, alta torre y viento en los naranjales. Dauro y Genil, torrecillas muertas sobre los estanques. ¡Ay, amor, que se fue por el aire! ¡Quién dirá que el agua lleva un fuego fatuo de gritos! ¡Ay, amor, que se fue y no vino! Lleva azahar, lleva olivas, Andalucía, a tus mares. ¡Ay, amor, que se fue por el aire!

(del Poema del cante jondo)

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El lagarto está llorando

El lagarto está llorando. La lagarta está llorando. El lagarto y la lagarta con delantaritos blancos. Han perdido sin querer su anillo de desposados. ¡Ay, su anillito de plomo., ay, su anillito plomado! Un cielo grande y sin gente monta en su globo a los pájaros. El sol, capitán redondo, lleva un chaleco de raso. ¡Miradlos qué viejos son! ¡Qué viejos son los lagartos! ¡Ay cómo lloran y lloran. ¡ay! ¡ay!, cómo están llorando! (de Poemas infantiles)

…………. De otro modo La hoguera pone al campo de la tarde unas astas de ciervo enfurecido. Todo el valle se tiende. Por sus lomos, caracolea el vientecillo. El aire cristaliza bajo el humo. Ojo de gato triste y amarillo. Yo, en mis ojos, paseo por las ramas. Las ramas se pasean por el río. Llegan mis cosas esenciales. Son estribillos de estribillos. Entre los juncos y la baja tarde, ¡qué raro que me llame Federico!

(del Diván del Tamarit)

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Federico se mira el traje y con asombro se da cuenta que será el último que lleve en su vida. Con él lo enterrarán de cualquier modo, en una zanja en mitad del campo. Como a un perro. Daría lo que lo que no tiene por poder ver a su madre. Se descompone cuando su rostro se le nubla del recuerdo, cuando su cara se le esca-pa en la desesperación. “Mamá” susurra. Le da vergüenza que los otros lo oigan. Cada uno, sen-tado en el suelo, con la cabeza entre las piernas rumia su propia agonía. ¿A qué esperan esos hijos de puta? Federico se mira la mano y la puede ver atra-vesada por un ejército de hormigas que pronto vivirán en su cuerpo. Si se hubiera quedado en América, si se hubiera ido a Madrid, si no se hu-biera metido en la casa de los Rosales... Llora en silencio. Despacio. Lamiendo la sal de las lágrimas que rajan sus mejillas. Casi pue-de sentir la sangre caliente empapando su cami-sa, corriendo por su frente rota. Claveles rojos en su pecho abierto. El golpe metálico del cerrojo de la puerta al abrirse lo devuelve a la realidad. La luz lo ciega. Las piernas apenas lo sostienen. Una voz ronca le escupe: “vamos pa´lante”.

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Romance de la luna luna La luna vino a la fragua con su polisón de nardos. El niño la mira, mira. El niño la está mirando. En el aire conmovido mueve la luna sus brazos y enseña, lúbrica y pura, sus senos de duro estaño. Huye luna, luna, luna. Si vinieran los gitanos, harían con tu corazón collares y anillos blancos. Niño, déjame que baile. Cuando vengan los gitanos, te encontrarán sobre el yunque con los ojillos cerrados. Huye luna, luna, luna, que ya siento sus caballos. Niño, déjame, no pises mi blancor almidonado. El jinete se acercaba tocando el tambor del llano. Dentro de la fragua el niño, tiene los ojos cerrados. Por el olivar venían, bronce y sueño, los gitanos. Las cabezas levantadas y los ojos entornados. Cómo canta la zumaya, ¡ay, cómo canta en el árbol! Por el cielo va la luna con un niño de la mano. Dentro de la fragua lloran, dando gritos, los gitanos. El aire la vela, vela. El aire la está velando. (de Romancero Gitano)

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"Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla" Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios, con una vara de mimbre va a Sevilla a ver los toros. Moreno de verde luna anda despacio y garboso. Sus empavonados bucles le brillan entre los ojos. A la mitad del camino cortó limones redondos, y los fue tirando al agua hasta que la puso de oro. Y a la mitad del camino, bajo las ramas de un olmo, guardia civil caminera lo llevó codo con codo. El día se va despacio, la tarde colgada a un hombro, dando una larga torera sobre el mar y los arroyos. Las aceitunas aguardan la noche de Capricornio, y una corta brisa, ecuestre, salta los montes de plomo. Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios, viene sin vara de mimbre entre los cinco tricornios. Antonio, ¿quién eres tú? Si te llamaras Camborio, hubieras hecho una fuente de sangre con cinco chorros.

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Ni tú eres hijo de nadie, ni legítimo Camborio. ¡Se acabaron los gitanos que iban por el monte solos! Están los viejos cuchillos tiritando bajo el polvo. A las nueve de la noche lo llevan al calabozo, mientras los guardias civiles beben limonada todos. Y a las nueve de la noche le cierran el calabozo, mientras el cielo reluce como la grupa de un potro. (de Romancero Gitano)

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La sangre derramada ¡Que no quiero verla! Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena. ¡Que no quiero verla! La luna de par en par, caballo de nubes quietas, y la plaza gris del sueño con sauces en las barreras ¡Que no quiero verla! Que mi recuerdo se quema. ¡Avisad a los jazmines con su blancura pequeña! ¡Que no quiero verla! La vaca del viejo mundo pasaba su triste lengua sobre un hocico de sangres derramadas en la arena, y los toros de Guisando, casi muerte y casi piedra, mugieron como dos siglos hartos de pisar la tierra. No. ¡Que no quiero verla! Por las gradas sube Ignacio con toda su muerte a cuestas. Buscaba el amanecer, y el amanecer no era. Busca su perfil seguro, y el sueño lo desorienta. Buscaba su hermoso cuerpo y encontró su sangre abierta. ¡No me digáis que la vea! No quiero sentir el chorro cada vez con menos fuerza;

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ese chorro que ilumina los tendidos y se vuelca sobre la pana y el cuero de muchedumbre sedienta. ¡Quién me grita que me asome! ¡No me digáis que la vea! No se cerraron sus ojos cuando vio los cuernos cerca, pero las madres terribles levantaron la cabeza. Y a través de las ganaderías, hubo un aire de voces secretas que gritaban a toros celestes, mayorales de pálida niebla. No hubo príncipe en Sevilla que comparársele pueda, ni espada como su espada, ni corazón tan de veras. Como un rio de leones su maravillosa fuerza, y como un torso de mármol su dibujada prudencia. Aire de Roma andaluza le doraba la cabeza donde su risa era un nardo de sal y de inteligencia. ¡Qué gran torero en la plaza! ¡Qué gran serrano en la sierra! ¡Qué blando con las espigas! ¡Qué duro con las espuelas! ¡Qué tierno con el rocío! ¡Qué deslumbrante en la feria! ¡Qué tremendo con las últimas banderillas de tiniebla! Pero ya duerme sin fin. Ya los musgos y la hierba abren con dedos seguros la flor de su calavera.

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Y su sangre ya viene cantando: cantando por marismas y praderas, resbalando por cuernos ateridos vacilando sin alma por la niebla, tropezando con miles de pezuñas como una larga, oscura, triste lengua, para formar un charco de agonía junto al Guadalquivir de las estrellas. ¡Oh blanco muro de España! ¡Oh negro toro de pena! ¡Oh sangre dura de Ignacio! ¡Oh ruiseñor de sus venas! No. ¡Que no quiero verla! Que no hay cáliz que la contenga, que no hay golondrinas que se la beban, no hay escarcha de luz que la enfríe, no hay canto ni diluvio de azucenas, no hay cristal que la cubra de plata. No. ¡Yo no quiero verla! (de Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías)

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Al fondo, dibujando las hojas de los olivos de la sierra del Alfacar, casi se adivina el rojo del sol al amanecer. Un sol que ellos nunca verán. Enfrente, los focos de los coches recortan la silueta de los asesinos. Federico siente como el corazón quiere sa-lírsele del pecho. Los cuatro hombres están juntos. Hombro con hombro. Hermanos en el último instante.

Lejos, muy lejos, se escucha ladrar a un perro .

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Gacela del niño muerto Todas las tardes en Granada, todas las tardes se muere un niño. Todas las tardes el agua se sienta a conversar con sus amigos. Los muertos llevan alas de musgo. El viento nublado y el viento limpio son dos faisanes que vuelan por las torres y el día es un muchacho herido. No quedaba en el aire ni una brizna de alondra cuando yo te encontré por las grutas del vino. No quedaba en la tierra ni una miga de nube cuando te ahogabas por el río. Un gigante de agua cayó sobre los montes y el valle fue rodando con perros y con lirios. Tu cuerpo, con la sombra violeta de mis manos, era, muerto en la orilla, un arcángel de frío.

(del Diván del Tamarit)

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FIN

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Estos materiales de lectura son una propuesta para la acción: la acción de leer. La lectura es una actividad intensa, que vuelve a dar vida al texto que recrea el lector en su men-te y en su corazón. Aquí no encontrarás preguntas , ni cues-tionarios, ni investigaciones que deben ser cumplimentadas para completar la lectura. Nada más lectura, y nada menos. Re-crear un texto nos permite leer desde perspectivas muy diversas. Una de ellas es la que nos presenta el autor, pe-ro no es la única. El lector también interactúa con el texto y aporta a la lectura su experiencia, sus emociones, su forma personal de ser y entender, sus sentimientos, su vida. Esto nos abre nuevos caminos a la hora de enfrentar-nos con el texto que vamos a leer. Se puede, y se debe, leer de muchas maneras y con distintas finalidades, y de entre to-das nosotros elegimos la más divertida, la más viva. Aposta-mos por las más lúdicas y emotivas, aquellas que acerquen de modo más vivo la palabra escrita al lector, verdadero protago-nista de estos textos. Hagamos una lectura creativa donde el texto se lea y se relea, se reviva de formas diferentes, porque diferentes son los lectores y las circunstancias de cada lectura, y de cada momento de nuestra vida. Recreemos espacios nue-vos (¿leer en el mismo sitio y rodeado de los mismos objetos?), aportemos nuestras propias emociones (¿es un drama o una broma?) y, sobre todo, disfrutemos al leer. Los miembros de este proyecto de innovación pedagó-gica queremos dar las gracias a todos los profesores que pu-sieron voz a los textos de nuestro “Club de los lectores vivos”, embrión de esta publicación. El cariño y la emoción que en-tonces nos regalaron, anima ahora nuestro trabajo. Y sobre todo, queremos dar las gracias a los cientos de alumnos que a lo largo de estos años han participado en estas lecturas, su ilusión y su capacidad para maravillarse es ahora la nuestra. Así mismo, los miembros de este proyecto de innova-ción pedagógica no queremos dar las gracias a SGAE, CE-DRO y demás organizaciones filantrópicas defensoras de las artes y de las letras, sin cuya alargada sombra nuestro trabajo hubiera sido más fácil.

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Literatic

Federico y muerte

Literatic es un proyecto para

elaborar materiales de lectura para la ESO, presentados de una forma atractiva y

motivadora, que se desarrolla en el IES “Torre del Prado” en la experiencia “El club de los lectores vivos”.

El objetivo del proyecto es realizar la adaptación de textos clásicos al lenguaje actual teniendo

en cuenta las capacidades e intereses de los alumnos a los que se dirigen y

utilizando las herramientas que nos ofrecen

las TIC.