Felicidades

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Todav í a recu erdoaqu el amanecer en qu e mi padre me l l ev ópor pri mera v ez a v i si t ar el Cement eri ode l os L i brosO l v i dados. Desgranaban l os pri merosdí asdel v eranode 1945 y cami nábamospor l ascal l esde u na Barcel ona at rapada baj oci el osde ceni za y u n sol de v apor qu e se derramaba sobre l a Rambl a de Santa Mónica en una guirnalda de cobre l í qu i do.

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Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me l levó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados. Desgranaban los primeros días del verano de 1945 y caminábamos por las cal les de una Barcelona atrapada bajo cielos de ceniza y un sol de vapor que se derramaba sobre la Rambla de Santa Mónica en una guirnalda de cobre l íquido.

Dame la mano que empieza el paseo por... La Sombra del Viento

Siempre que paseo por Barcelona y paso por ciertos lugares no puedo evitar pensar en cuánto me gustaría poder compartirlos contigo... Por eso y a fal ta de poder hacerlo real idad... me gustaría regalarte algo muy especial ... He pensado que releer “nuestro” l ibro juntos, mientras paseamos por todos sus rincones, podría gustarte...

¿Te apetece pasear por Barcelona conmigo?

Mi padre y yo vivíamos en un pequeño piso de la cal le Santa Ana, junto a la plaza de la iglesia. El piso estaba situado justo encima de la l ibrería especial izada en ediciones de coleccionista y l ibros usados heredada de mi abuelo, un bazar encantado que mi padre confiaba en que algún día pasaría a mis manos...

Dibujaba su piel desnuda bajo mis manos y creía saborear de nuevo su al iento a pan dulce. Me sorprendía recordando con precisión cartográfica los pl iegues de su cuerpo, el bri l lo de mi sal iva en sus labios...

Mientras escribo estas l íneas sobre el mostrador de la l ibrería, mi hijo Jul ián, que mañana cumple diez años, me observa sonriente e intrigado [ ...] Bea y yo l levábamos la l ibrería ahora.

Al l legar a la cal le Arco del Teatro nos aventuramos camino del Raval bajo la arcada que prometía una bóveda de bruma azul [ ...] Finalmente mi padre se detuvo frente a un portón de madera labrada ennegrecido por el tiempo y la humedad. Frente a nosotros se alzaba lo que me pareció el cadáver abandonado de un palacio, o un museo de ecos y sombras. [ …]- Daniel , bienvenido al Cementerio de Libros olvidados.

- No digas nada – murmuró Bea -. Sólo l lévame a ese lugar.Era ya noche cerrada cuando nos detuvimos frente al portón del Cementerio de los Libros Olvidados en las sombras de la cal le Arco del Teatro.

Gustavo Barceló era un viejo colega de mi padre, dueño de una l ibrería cavernosa en la cal le Fernando que capitaneaba la flor y nata del gremio de l ibreros de viejo. Vivía perpetuamente adherido a una pipa apagada que desprendía efluvios de mercado persa y se describía a sí mismo como el úl timo romántico.

Els Quatre Gats quedaba a un tiro de piedra de casa y era uno de mis rincones predilectos de toda Barcelona. Al l í se habían conocido mis padres en 1932, y yo atribuía en parte mi bil lete de ida por la vida al encanto de aquel viejo café. Dragones de piedra custodiaban la fachada enclavada en un cruce de sombras y sus farolas de gas congelaban el tiempo y los recuerdos..

- ¿Dónde la l levo? – me susurró, nervioso como un crío.- Yo la l levaría a Els Quatre Gats – le dije - Que me consta que trae suerte para asuntos del corazón

A media tarde, rondando ya los treinta grados, partí rumbo a la cal le Canuda para mi cita con Barceló en el Ateneo con mi l ibro bajo el brazo y un l ienzo de sudor en la frente. El Ateneo era – y aún es - uno de los muchos rincones de Barcelona donde el siglo XIX todavía no ha recibido noticias de su jubilación. La escal inata de piedra ascendía desde un patio palaciego hasta una retícula fantasmal de galerías y salones de lectura donde invenciones como el teléfono, la prisa o el reloj de muñeca resul taban anacronismos futuristas..

Me acerqué al balcón y me asomé hasta ver el reluz vaporoso que vestían las farolas de la Puerta del Ángel . La figura se recortaba en un retazo de sombra tendido sobre el empedrado de la cal le, inerte.

Al doblar la esquina de Puerta del Ángel y la Cal le Santa Ana, el corazón me dio un vuelco. [ ...] El destino me aguardaba frente a la l ibrería [ ...]- Mi padre cree que estoy en misa de doce – dijo Bea sin alzar la vista de su propia imagen.

Me planté en la vivienda de Don Gustavo Barceló dispuesto a estrenarme como lector a domicil io y moscón de salón. El l ibrero y su sobrina compartían un piso palaciego en la Plaza Real .

El cuerpo desnudo de Clara yacía sobre sábanas blancas que bri l laban como seda lavada. Las manos del maestro Neri se desl izaban sobre sus labios, su cuel lo y su pecho.

Sal í de la ducha y me planté sobre la al fombril la de felpa. El halo de vapor ardía en motas de plata, la claridad del tragaluz un velo blanco sobre el rostro de Clara. No había cambiado un ápice de cómo yo la recordaba. Cuatro años de ausencia no me habían servido de casi nada.

Se me i luminó la sonrisa antes de abrirla [ ...] Sobre la pinza de oro del capuchón había grabada una inscripción.

D a n i e l S e m p e r e , 1 9 5 3

M ás tarde, cuando Jul ián bajó a buscar algo de comida, hice el equipaje y dejé el estuche con la pluma sobre su máquina de escribir.

Aquel la noche, al intentar concil iar el sueño, volví la cabeza sobre la almohada y comprobé que el estuche estaba abierto y que la pluma había desaparecido.

P a r a m i a m i g o D a n i e l , q u e m e d e v o l v i ó l a v o z y l a p l u m a . Y p a r a B e a t r i z , q u e n o s d e v o l v i ó a a m b o s l a

v i d a .

Anduve cal lejeando sin rumbo durante más de una hora hasta l legar a los pies del monumento de Colón. Crucé hasta los muel les y me senté en los peldaños que se hundían en las aguas tenebrosas junto al muel le de las golondrinas. [ ...] Recordé los días en que mi padre y yo hacíamos la travesía en las golondrinas hasta la punta del espigón. Desde al l í podía verse la ladera del cementerio en la montaña de Montjuïc y la ciudad de los muertos, infinita. A veces yo saludaba con la mano, creyendo que mi madre seguía al l í y nos veía pasar. Mi padre repetía mi saludo. Hacía años que no embarcábamos en una golondrina, aunque yo sabía que él a veces iba solo.

Poco después de la guerra civi l , un brote de cólera se había l levado a mi madre. La enterramos en Montjuïc el día de mi cuarto cumpleaños. Sólo recuerdo que l lovió todo el día y toda la noche, y que cuando le pregunté a mi padre si el cielo l loraba le fal tó la voz para responderme.

El viejo Isaac, el guardián del Cementerio de los Libros Olvidados, no había acudido al entierro de su hija.

H i jo s d e A n t o n i o F o r t u n y

C a s a f u n d a d a e n 1 8 8 8

La sombrerería Fortuny, o lo que quedaba de el la, languidecía al pie de una angosto edificio ennegrecido de hol l ín y de aspecto miserable en la Ronda San Antonio, junto a la plaza de Goya.

Al día siguiente acudimos a la sombrerería Fortuny, sin grandes esperanzas de encontrar a Jul ián al l í .

Resul tó que Jul ián había estado también visitando a su padre sin que él lo supiera.

- Hola Daniel – dijo Beatriz Aguilar.La saludé con la cabeza, mudo al haberme descubierto a mi mismo babeando sin saberlo por la hermana de mi mejor amigo, la Bea de mis temores.

Las hojas de los naranjos del claustro parpadeaban como lágrimas de plata y el rumor de la fuente serpenteaba entre los arcos. [ ...] Su silueta se recortaba frente a la fuente, sentada en uno de los bancos con la mirada escalando las bóvedas del claustro.

- Perdón, buscaba a Beatriz Aguilar. ¿Sabéis si asiste a clase?

P e n é l o p e A l d a y aA v e n i d a d e l T i b i d a b o , 3 2 , B a r c e l o n a

- Lo que tú l lamas el Palacete Aldaya, en real idad tiene nombre propio. La casa se l lama “El Ángel de la Bruma”, pero casi nadie lo sabe.

Nada me había dicho que aquel embrujo de piel pál ido y tembloroso, de aquel primer roce de labios ni de aquel espej ismo que parecía arder en cada poro de la piel [ ...]- Hazme lo que quieras – susurró.

P e n é l o p e A l d a y a D a v i d A l d a y a

1 9 0 2 - 1 9 1 9 1 9 0 2

- L lévate a Beatriz de aquí, Daniel . El la sabe lo que debéis hacer. No te separes de el la. No dejes que te la arrebaten. Nada ni nadie. Cuídala. Más que a tu vida.

La Plaza San Fel ipe Neri es apenas un respiradero en el laberinto de cal les que traman el barrio gótico, ocul ta tras las antiguas mural las romanas. Los impactos del fuego de ametral ladora en los días de las guerra salpican los muros de la iglesia

 M i q u e l M o l i n e r / N ú r i a M o n f o r t3 º 2 ª

Núria Montfort tenía su despacho en un escritorio que ocupaba la esquina junto al balcón.

- Es la historia que usted buscaba, Daniel . La historia de una mujer que nunca conocí, aunque l levara mi nombre y mi sangre. Ahora le pertenece a usted.

El asilo de Santa Lucía era una institución de reputación fantasmal que languidecía en las entrañas de un antiguo palacio en ruinas ubicado en la cal le Moncada.

 

- Me la quitaron entre todos – dijo -. A mi niña.

— No. Me parece preocupante. Ya sé que a su edad estas cosas parecen el fin del mundo, pero todo tiene un l ímite. Esta noche usted y yo nos vamos de picos pardos a un local de la cal le Platería que al parecer está causando furor. Me han dicho que hay unas fámulas nórdicas recién l legadas de Ciudad Real que le quitan a uno hasta la caspa. Yo invito.

Colocamos a la Rociíto en un taxi con una buena propina y enfi lamos la cal le Princesa, que estaba desierta y sembrada de velos de vapor.

— Habría que irse a dormir, por lo de mañana —dijo Fermín.

Un hombre joven, tocado ya de algunas canas, camina por las cal les de una Barcelona atrapada bajo cielos de ceniza y un sol de vapor que se derrama sobre la Rambla de Santa Mónica como una guirnalda de cobre l íquido.

Lleva de la mano a un muchacho de unos diez años, la mirada embriagada de misterio ante la promesa que su padre le ha hecho al alba, la promesa del Cementerio de los Libros Olvidados

El paseo l legó a su fin...

Pero ¿sabes qué? Si algo bueno tienen los l ibros es que son para siempre... Como este paseo... este l ibro siempre significará algo que no olvidaré en la vida. Cada página y cada uno de esos rincones de Barcelona siempre tendrá un pedacito de ti y de mi... Como otros tantos.... Que sólo son nuestros...

Espero que te haya gustado pero... aunque ya esté atardeciendo no pienses que esto se ha acabado eh! !

No me suel tes de la mano.... Que me queda algo que contarte...

24 2 007.... ? deenerode ¿H asvistoqu egran día am anecía en B arcelona !N u estrodía

... , , , ., M iniño verte estarcontigo m irartea losojos reírnosju ntos cogertede , , , , .... la m ano besarte abrazarte sentirte escu charnu estra canción S er

.... , , ... felicesporu n día S eryom ism a sin m iedosy sobretodo vertesonreír E s !! , ! algoqu enotieneprecio D aría loqu efu era porvertesiem preasí feliz

N ada detodoestoestaba planeadoperosu rgióy a pesardenoserfácilnom e ... ? ? arrepientodenada ¿S eny ¿trellat N om eim porta haberolvidadolo

. ... ...qu esignifican M eim portastú y con esom equ edo

, , Oírtedecirm eTE Q U IE R O y saberqu eesdeverdad eslom ásbonitodelas24 ... horasqu etieneeldía

, ... C ielo recu erda qu e

. . . P a s e l o q u e p a s e , e s t e m o s d o n d e e s t e m o s . . . n o t e v o y a o l v i d a r n u n c a .

L o q u e m e d a s y c o m o m e h a c e s s e n t i r , n o t i e n e p r e c i o .

F o r m a s p a r t e d e m i v i d a . . .

, Graciasporhaberm ehechocreerdenu evoen elam or porhaberm e ..... devu eltola ilu sión

...Graciasporhacerqu ecada día valga la pena su birsealm u ndo

TE QUIERO MUCHO MI AMOR

!Graciasporesta locu ra

MUCHISIMUCHISIMAS MAS FELICIDAFELICIDADESDES ...

¿PENSABAS QUE ¿PENSABAS QUE ME HABÍA ME HABÍA OLVIDADO DEL OLVIDADO DEL REGALO MÁS REGALO MÁS IMPORTANTE?IMPORTANTE?QUE QUE NOOOOOOO!!NOOOOOOO!!

T’ESTIMO MOLT T’ESTIMO MOLT XIQUETXIQUET

... no dejes de pensar en mi...