Feliz No Cumpleaños

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Copete: El sentido que, peligrosamente, juega consigo mismo al filo del sinsentido, la lógica que, desenfrenada y autodestructiva, coquetea con la locura… Hace 150 años, el hijo mayor de un párroco anglicano, un joven matemático inglés nacido en junio de 1832 en Daresbury, en el condado de Cheshire, publicó un libro que nadie que lo haya leído olvidará jamás Alicia en el País de las Maravillas (1865-2015) Feliz No-Cumpleaños Montserrat Álvarez [email protected] La mayoría la toma por elegante e ingeniosa feria de trucos y acertijos lógico-matemáticos, y yerra. El espíritu filosófico radical, de carnaval, de Alicia en el País de las Maravillas es más explosivo y dinámico, más espesa la trama de su dialéctica, más esencial su desafío. Alicia es un invento peligroso que toma el lenguaje, base del acuerdo sobre la realidad y lo racional ‒en el sentido menos aventurero, más estrecho, de lo racional (y de lo real)‒ y, simple, delincuencial y escandalosamente, pasa al otro lado ‒el mundo subterráneo en Alice in Wonderland (donde cae), la cara oculta del espejo en Through the Looking-Glass (donde cruza)‒. Juega con sus potencias dormidas, con sus capacidades de despertar de su sueño al Rey Rojo, con su facultad de disolver todo lo que sostiene. Y el toque de rareza que delata al genio es que este libro, que es nitroglicerina, que tendría que estar prohibido ‒merece ese honor‒, detona diversión y mueve a risa: «‒Toma un poco más de té –ofreció, solícita, la Liebre de Marzo. ‒No he tomado nada aún –protestó Alicia, molesta–, de modo que no puedo tomar más. ‒Querrá decir que no puede tomar menos –puntualizó el Sombrerero–. Es mucho más fácil tomar más que tomar nada.» EL SUICIDIO DE LA LÓGICA

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Ensayo breve sobre Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll

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Copete:El sentido que, peligrosamente, juega consigo mismo al filo del sinsentido, la lógica que, desenfrenada y autodestructiva, coquetea con la locura… Hace 150 años, el hijo mayor de un párroco anglicano, un joven matemático inglés nacido en junio de 1832 en Daresbury, en el condado de Cheshire, publicó un libro que nadie que lo haya leído olvidará jamás

Alicia en el País de las Maravillas (1865-2015)Feliz No-Cumpleaños

Montserrat Á[email protected]

La mayoría la toma por elegante e ingeniosa feria de trucos y acertijos lógico-matemáticos, y yerra. El espíritu filosófico radical, de carnaval, de Alicia en el País de las Maravillas es más explosivo y dinámico, más espesa la trama de su dialéctica, más esencial su desafío. Alicia es un invento peligroso que toma el lenguaje, base del acuerdo sobre la realidad y lo racional ‒en el sentido menos aventurero, más estrecho, de lo racional (y de lo real)‒ y, simple, delincuencial y escandalosamente, pasa al otro lado ‒el mundo subterráneo en Alice in Wonderland (donde cae), la cara oculta del espejo en Through the Looking-Glass (donde cruza)‒. Juega con sus potencias dormidas, con sus capacidades de despertar de su sueño al Rey Rojo, con su facultad de disolver todo lo que sostiene. Y el toque de rareza que delata al genio es que este libro, que es nitroglicerina, que tendría que estar prohibido ‒merece ese honor‒, detona diversión y mueve a risa: «‒Toma un poco más de té –ofreció, solícita, la Liebre de Marzo.‒No he tomado nada aún –protestó Alicia, molesta–, de modo que no puedo tomar más.‒Querrá decir que no puede tomar menos –puntualizó el Sombrerero–. Es mucho más fácil tomar más que tomar nada.»

EL SUICIDIO DE LA LÓGICALos cambios de dimensiones y proporciones que afectan a Alicia desde que llega al País de las Maravillas cambian su definición (toda definición es, por definición, valga el juego de palabras, fija) por un fluido que la desdibuja. Esto nos pasa a todos, pero no nos desdibuja porque se da lo largo de toda la existencia, mientras que así, comprimido en un lapso que no es la vida sino un episodio de ella, la aventura en Wonderland, se convierte en prueba lógica de la irrealidad del yo. La subjetividad ataca al sujeto, el discurso dispara contra su lugar de enunciación, la primera persona, asiento gramático de la razón, y el libro-bomba se autodestruye en suicidio jubiloso. «‒La verdad, señora, es que en estos momentos no estoy segura de quién soy. Sé quién era esta mañana, cuando me levanté, pero desde entonces he sufrido varias transformaciones.‒¿Qué tratas de decirme? –dijo la Oruga, con severidad‒. ¡Explícate, por favor!‒¡Esa es la cuestión! –exclamó Alicia‒. No me puedo explicar, porque yo no soy yo. ¿Se da cuenta?»

LA BOTELLA DE KLEINSi todo cambia todo el tiempo, como sucede en el País de las Maravillas, no puedes fijar las cosas en conceptos, ni, por ende, ver en los hechos un sentido. Esto pasa en realidad, pero no nos impide funcionar normalmente porque se da de un modo bastante dilatado para que

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nos adaptemos, mientras que en Wonderland, al cambiar todo sin cesar de un modo que no permite a la mente adaptarse es que lo ilusorio no es la paradoja y lo irreal no es el absurdo, sino que lo irreal y lo ilusorio son los conceptos y el sentido.La irrealidad de Wonderland es desmentida en Wonderland porque lo irreal se define por oposición a una realidad cuya realidad en Wonderland se desmiente: no hay, en el fondo, mundo subterráneo, ni cara oculta del espejo: no hay «otro» lado. No hay «lado». La misma idea de «lado», cómica, se hace disfraz de la nada, como una sonrisa sin gato.La aventura de Alicia ocurre en el infinito universo del lenguaje y es la otra historia posible de ese universo infinito. El discurso que narra la aventura es el protagonista de la aventura que narra. La forma es el contenido, el medio es el mensaje y el texto no comunica sino que se comunica. Comunica lo que es, está lleno de sí mismo, es vehículo de sí, el adentro es el afuera. Alicia es la botella de Klein y la cinta de Moebius de la literatura.

LA RAZÓN DE LA LOCURAEl sentido común cree que aporías y paradojas son irregularidades, anomalías; Wonderland demuestra que, por el contrario, son la sustancia de los acontecimientos, sustancia velada por tretas que en el País de las Maravillas se vuelven tretas fallidas. Las oposiciones conceptuales, las antinomias que garantizan el funcionamiento de la razón «normal» solo existen respecto a la «realidad» como algo acotado, siempre arbitrariamente ‒tan arbitrariamente como puede estar acotada cualquier cosa en un universo infinito‒. Hay arriba y abajo, hay lados ‒derecha, izquierda‒ en relación a un «aquí», a algo situado en el espacio. Hay antes y después solo desde un (o para un, o en un) «ahora». Hay tiempo lineal, pasado y futuro y curso de aquel a este solo respecto a un punto definido como «presente». Si vemos el universo en su infinitud, lo irreal de esta supuesta realidad se manifiesta. En el infinito no hay direcciones («Entonces, no importa mucho qué camino tomes», diría el Gato de Cheshire). En el infinito no hay jerarquías ontológicas («¡Y qué gracioso será mandarse regalos a los propios pies!»). Para la razón normal, esto es locura; para la razón digna de tal nombre, es filosofía. (Algo que la mayor parte de los que se dicen filósofos, y que la mayor parte de la gente toma por tales, nunca llega a conocer, por supuesto.)

EL MISTERIO DE LOS SÍMBOLOSHay que señalar la riqueza del onírico misterio de los símbolos de Alicia: el lirón de la loca tertulia, presente y durmiente, morador de lo oculto a la consciencia vigil. El sombrerero pirado e inspirado, cabeza voladora, emblema del frenesí y el goce del delirio. El vuelo mental y físico y la asunción de la propia irrealidad del ubicuo Gato de Cheshire. El peligro rojo sangre de la Reina y la fascinación de la crueldad, y también la secreta fragilidad del poder, su miedo a ver desmontada la autoridad: «‒¡Qué insensatez! –exclamó Alicia‒. ¿Dónde se ha visto que la sentencia se dicte antes de saber el veredicto?‒¡A callar! –vociferó la Reina, poniéndose roja de ira.‒¡No me da la gana! –contestó Alicia.‒¡Que le corten la cabeza! –chilló la reina con toda la fuerza de sus pulmonesPero nadie se movió.»Las paradojas en Alicia revelan el sinsentido como exceso de sentido. Los símbolos dan su carne a la osamenta perfecta de la estructura aporística. La matemática expone así, en fin, su poesía en Wonderland, el Reino de la Mente, donde se juega siempre al filo del abismo y de la pesadilla pero que es pese a todo el País de las Maravillas. Al que Lewis Carroll envía

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a Alicia, porque sabe que Alicia, niña y tenaz, niña y curiosa, niña y loca, será capaz de decir: «Si me hace crecer, podré coger la llave, y si me hace encoger, podré pasar bajo la puerta, así que de cualquier modo entraré en el jardín, ¡y qué me importa lo que pase luego!», y actuará en consecuencia.

SATURNALIA FILOSÓFICASu nombre completo era Charles Lutwidge Dodgson, pero tradujo «Charles Lutwidge» al latín, lo que le dio «Ludovicus Carolus», que devolvió al inglés, y obtuvo «Lewis Carroll», su pseudónimo definitivo, antes del cual se había inventado quizá otros seis o siete, y con todos ellos firmó cuentos, novelas, poemas y libros de lógica. Y, en medio de unos y otros, y de las clases de matemáticas que dictaba en Oxford, una soleada tarde estival de 1862 decidió tomar el té frente al río, y llevó de paseo para ello, junto con su amigo, el reverendo Duckworth, en una pequeña barca, por el Támesis, a tres pequeñas amigas suyas, las hijas del decano de Christ Church, Lorine, Edith y Alice Liddell. A las niñas les gustaba que les inventara cuentos, y Dodgson hizo de Alice la protagonista esa tarde, como regalo porque acababa de cumplir diez años. Pero Alice quería su obsequio en papel, y él se lo dio: un manuscrito titulado «Alice’s Adventures Under Ground», «Las aventuras subterráneas de Alicia». El 4 de julio de 1865, la editorial Macmillan de Londres lo publicó, firmado por Lewis Carroll e ilustrado por el dibujante satírico John Tenniel, como «Alice’s Adventures in Wonderland», «Alicia en el País de las Maravillas», primera edición de Alicia que este año, 2015, cumple un siglo y medio de vida. Un siglo y medio persiguiendo al conejo blanco, entrando a la madriguera y cayendo al otro lado de lo real. Del escape al País de las Maravillas hoy celebramos ante todo aquí el humor subversivo y descarado, el desbaratamiento de toda autoridad, la insurrección de crear un universo desobediente a las reglas de la sociedad y la razón impuestas como únicas posibles y el espíritu subversivo y alegre de las Saturnales, que alimenta desde siempre todo aquello que merece el nombre de inteligencia, de arte o de filosofía.

Llamada 1:«El discurso que narra la aventura es el protagonista de la aventura que narra. La forma es el contenido, el medio es el mensaje y el texto no comunica sino que comunica lo que es, está lleno de sí mismo, es vehículo de sí, el adentro es el afuera. Alicia es la botella de Klein y la cinta de Moebius de la literatura.»

Llamada 2:«Hay que señalar la riqueza del onírico misterio de los símbolos de Alicia: el lirón de la loca tertulia, morador de lo oculto a la consciencia vigil, el sombrerero pirado e inspirado, cabeza voladora, emblema del frenesí y del goce del delirio, el vuelo mental y físico y la asunción de la propia irrealidad del Gato de Cheshire, el peligro rojo sangre de la Reina…»

Llamada 3:«Del escape al País de las Maravillas hoy celebramos ante todo aquí el humor subversivo y descarado, el desbaratamiento de toda autoridad, la insurrección de crear un universo que desobedece las reglas de la sociedad y la razón impuestas como únicas posibles y el espíritu subversivo y alegre de las Saturnales»