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    Feminismos latinoamericanos:

    una mirada panormica*

    Dra. Mara Luisa Femenas**Universidad Nacional de La Plata

    *Este texto es una reelaboracin de la videoconferencia que gracias a la gentil iniciativa de Gabriela Castella-nos- realizamos el 22 de marzo de 2011, entre el Centro de Estudios de Gnero, Mujer y Sociedad-Doctorado enHumanidades, Universidad del Valle (como lugar de recepcin) y el Centro Interdisciplinario de Investigaciones enGnero (IDIHCS), FAHCE, Universidad Nacional de La Plata (La Plata, Argentina). Recibido el 1 de abril de 2011,aceptado el 22 de abril de 2011.

    **Profesora de Filosofa de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Doctora en Filosofa. Facultad deFilosofa, Universidad Complutense de Madrid. 20 de Enero de 1995. Co-fundadora del Centro Interdisciplinario de

    Investigaciones en Gnero (CINIG), Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin, UNLP. Entre sus publica-ciones encontramosEl gnero del multiculturalismo, Bernal, Universidad de Quilmes, Argentina, 2007,Judith Butler:

    Introduccin a su lectura, Buenos Aires, Catlogos, 2003; Sobre sujeto y gnero: Lecturas feministas desde Beauvoira. Butler. Buenos Aires. Catlogos, 2000. Direccin electrnica:[email protected]

    Resumen: Este trabajo recoge la charla de Mara

    Luisa Femenas, transcrita y re-elaborada por la autora,

    presentada por videoconferencia el 22 de marzo de 2011,

    en un evento pensado como preparacin para la cohorte

    en Estudios de Gnero del Doctorado de Humanidades

    de la Universidad del Valle. Femenas inicia su charla

    postulando tres niveles de feminismos, (a) un nivel terico

    , (b) un feminismo militante y, por ltimo, (c) el feminismo

    espontneo del movimiento de mujeres. En el nivel terico,

    la autora reconoce la necesidad de situar nuestros propios

    saberes y poder dinamizar las categoras que nos llegan

    de afuera, en funcin de nuestros propios problemas y

    experiencias, nuestras situaciones particulares histrico-

    sociales y geogrcas. La autora reconoce que la historia

    de nuestros movimientos muestra, no calcos de lo ajeno,

    sino respuestas a acontecimientos locales previos, que

    han dado lugar a movimientos de mujeres autnomos.

    En ese sentido, Femenas sostiene que el pensamiento

    feminista latinoamericano es original y es originario en la

    medida en que parte de su propia situacin y localizacin,

    y tiene caractersticas propias como la pluralidad tnico-

    cultural, lo cual hace an ms imperativo que se tome encuenta la interseccin gnero, clase y etnia. La autora

    retoma el concepto de subalternidad, pues las mujeres

    constituimos una minora, no numricamente, sino en

    relacin con nuestro escaso usufructo de los espacios de

    poder. Se examinan los modos en los cuales el problema

    de la violencia domstica se estructura como un eje que

    invisibiliza otras violencias, como por ejemplo la violencia

    de la exclusin por naturalizacin que sostiene la divisin

    sexual del trabajo y de los espacios asociados. Finalmente,

    se admite que la mayora de nuestras luchas han sido por

    la legalizacin de los derechos de las mujeres, lo cual nos

    vincula con el feminismo denominado de la igualdad,

    pero que este reclamo ha insuciente , lo cual, de un modo

    o de otro, ha conducido a la revisin situada de esos con-

    ceptos, en relacin con lo que se ha llamado la cultura

    femenina que remite a la preocupacin en red de que

    todos y todas puedan vivir una vida que merezca ser vivida.

    Palabras clave: feminismos, pensamiento feminista

    latinoamericano, subalternidad, gnero, clase, etnia

    Latin American Feminisms: An Overview

    Abstract: This paper corresponds to a talk given by

    Mara Luisa Femenas, transcribed and reworked by the

    author, which was a videoconference given on March 22,

    2011, in an event preparing for the Doctorate of Huma-

    nities, emphasis on Gender Studies. Femenas postulates

    three levels of feminism, (a) a theoretical level, (b) feminist

    militancy, and (c) spontaneous womens movements. On

    the theoretical level, the author recognizes the need to pla-

    ce our knowledge and retool foreign categories with regardto our own problems and experiences, our historical and

    social situations and geography. The author recognizes

    that the history of our movements has mostly responded

    to local events, giving rise to autonomous womens mo-

    vements. In this sense Latin American feminist thought is

    original, for it obeys our own characteristics, such as our

    ethnic and cultural plurality, which makes it imperative to

    take into account the intersections among gender, class and

    ethnicity. Femenas invokes the concept of subalternity,

    La manzana de la discordia, Enero - Junio, Ao 2011, Vol. 6, No. 1: 53-59

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    for women constitute a minority, not numerically, but in

    the sense of our low levels of access to power. The paper

    alludes to ways in which domestic violence becomes a

    screen making other forms of violence invisible, among

    them the sexual division of labor and its associated spaces.

    Finally, it is admitted that most of our struggles have been

    for legalization of womens rights, which ties us to equa-lity feminism, but this has been insufcient, which has

    led to the revision of concepts in relation to what has been

    called feminine culture, related in turn to the purpose of

    making it possible for everyone to lead a life worth living.

    Key Words: feminisms, Latina American feminist

    thought, subalternity, gender, class, ethnicity

    IntroduccinEl presente trabajo es producto de mi inters por

    contribuir con algunas ideas al Pensamiento Femi-nista de las mujeres de Latinoamrica. Me parece

    muy importante poder sentar una red que conecte lasteoras que estamos desarrollando porque, lamenta-blemente, como bien dijo Gabriela Castellanos ensu presentacin, es ms fcil encontrar en nuestraslibreras autoras angloparlantes o europeas que te-ricas latinoamericanas. Creo que una de las cosasque podemos hacer es por estos medios la tecno-loga viene en nuestra ayuda- tratar de proponery aanzar una red comunicacional entre nosotras,

    para poder seguir pensando teoras desde y en Am-

    rica Latina, a partir de nuestras propias experienciasy problemticas. Lo que sigue es simplemente unesbozo general; no pretende ser ni completo ni ex-haustivo, no puede serlo. Slo me interesa propo-ner algunos parmetros respecto de cuales son lasmodalidades del pensamiento latinoamericano demujeres y cules son, en estos momentos, nuestras

    propias urgencias y sus signicaciones.

    Breve esbozo del pensamiento feminista de Am-rica Latina

    Plasmar, en lneas generales, el pensamiento fe-minista de Amrica Latina no es tan sencillo; todassabemos que Amrica Latina tiene una diversidad

    poblacional econmica y geogrca que claramente

    hace muy difcil trazar lneas claras y casi imposibleque sean homogneas, precisamente, una de nues-tras caractersticas es la no-homogeneidad. En laspoblaciones, las geografas y, sobre todo, en las es-tructuras sociales, econmicas y demogrcas, esta

    no-homogeneidad es maniesta. Con esto presente,

    me permito hacer una sencilla clasicacin de los

    feminismos en Amrica Latina. Los menciono enplural, porque en principio no creo en un nico fe-minismo. Entre los feminismos, distingo un (a) ni-

    vel terico sobre el que me extender ms abajo-,un nivel que denomino (b) feminismo militante y,por ltimo, el que yo he llamado (c) el feminismoespontneo del movimiento de mujeres. En general,respecto de este ltimo, las mujeres que han actuadoen el espacio pblico eso lo vemos, por ejemplo,en Argentina, con los movimientos piqueteros ini-ciados por mujeres o las redes solidarias- alcanzanuna suerte de feminismo espontneo, en la medidaen que reivindican sus derechos, sin partir de teoraprevia, simplemente por situarse y ubicarse como

    mujeres sujetos de derechos y de derechos en pari-dad respecto de los derechos de los varones. Desdeesas prcticas como muchas mujeres guerrillerascentroamericanas- han llegado al feminismo enbsqueda de una comprensin ms profunda de susituacin.

    Respecto de algunas categoras introducidas msrecientemente, tengo cierta dicultad en evaluar su

    impacto. La categora de gnero es un buen ejemploy es preciso desmembrarla, dislocarla y separarla dela categora de estudios de las mujeres y de la ca-tegora de feminismo. En esto, creo que el estudiotericamente ms potente es el de Gabriela Castella-nos, que ustedes bien conocen (2010).

    Elementos tericos tercer mundistasRetomo, a continuacin, algunas distinciones

    importantes, que se han ido elaborando desde la pe-riferia. En ese sentido, voy a recoger algunos ele-mentos tericos de pensadoras no latinoamericanas,a veces llamadas del Tercer Mundo, como la India,

    o de pensadoras norteamericanas y europeas, perosiempre con la intencin de poner estas aportacio-nes y categoras en funcin de nuestros propios in-tereses, problemas, y necesidades en lo que se hadenominado los saberes situados (Haraway 1993;Femenas & Soza Rossi, 2011).1 Me parece funda-mental situar nuestros propios saberes y poder di-

    1 He decidido incluir algunas referencias bibliogrcas a los efectos

    de que quienes me lean puedan, si as lo desean, contrastar y ampliarfuentes.

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    namizar esas categoras apropiadas en funcin denuestros propios problemas y experiencias.

    En primer lugar, voy a rescatar la nocin deMujer del Tercer Mundo, nocin que ustedesconocen y que quiz ya est un poco pasada de

    moda. Se la debemos a Chandra Talpade Mohan-ty, a quin quiero sumarme en el sealamiento deque esa caracterizacin -Mujer del Tercer Mun-do- siempre ha sido esencializada o exotizada(Mohanty, 2007).

    Sea como fuere, se la ha cosicado o reicado.

    Por lo tanto, se ha considerado a La-Mujer-del-Tercer-Mundo como algo jo, determinado, r-gido, tanto en las estructuras sociales como en suspropios roles y manifestaciones. Esto contribuye agenerar, por ejemplo, cadenas conceptuales como

    mujer-del-tercer-mundo-tradicional versus mujer-del-primer-mundo-emancipada, lo que para amboscasos cae en falacia de distribucin: Ni todas lasmujeres del Tercer Mundo son tradicionales,ni todas las mujeres del Primero estn emanci-padas. En todos los casos, se obvia pensar en lamovilidad de las personas y de los pases. Se sumaen esta concepcin, mirar a las mujeres de los pa-ses perifricos, mayoritariamente, como lo otrodesde una posicin que la ve de afuera comoalgo extico. O sea, ser Mujer del Tercer Mun-do suele ser visto como un exotismo que raravez se plantea como una cuestin geopoltica, unalocalizacin desde la cual estas mujeres tenemosmucho que decir.

    Esto constituye una heterodesignacin. Es decir,se trata de una designacin que nos viene de afue-ra, de los lugares hegemnicos de conocimiento, yque -directa o indirectamente- tienden a generar ala vez mecanismos dobles: exclusin e inferioriza-cin. Muchas veces, la exclusin implica la exclu-

    sin de las corrientes hegemnicas de pensamiento,mientras que la inferiorizacin parte del supuesto deque siempre repetimos algo que ya fue dicho, o quelo tomamos y simplemente lo repetimos, sin inter-textualidad y sin resignicacin. Como consecuen-cia, lo nico que se supone que haramos es ir a lasaga de teoras que ya fueron creadas generadas-en otros contextos. Entonces, me parece importanterescatar la idea de situacin; de nuestras situacio-nes particulares histrico-sociales y, al mismo tiem-

    po, la idea de localizacin en una determinadageografa, en la que estamos enraizadas, y en la quecompartimos distintos ejes problemticos.

    Origen y originalidad del feminismo latinoame-

    ricanoEsto nos lleva a otro cuestionamiento al que losfeminismos de Amrica Latina deben responder.Desde ese punto de vista, hay dos cuestiones, dosproblemas que nos suelen interpelar: que el femi-nismo latinoamericano no tiene originalidad y queadems no es originario. Los dos conceptos -meinteresa sealarlo- tienen que ver con una cues-tin, bastante complicada, que tiene que ver conde dnde partimos para decir que algo es originaly de dnde partimos para decir que algo es origi-

    nario. Evidentemente las categorizaciones que vie-nen de los pases angloparlantes o que provienen deEuropa centran como punto de partida de sus con-sideraciones (o de sus olas) acontecimientos queles son relevantes. Por una cuestin de hegemonacultural, discursiva y econmica, pueden instalaresos puntos de partida como los ejes a partir de loscuales el resto de los pases son digmoslo de estemodo deudores tericos. Sin embargo, si nosotrosnos ponemos a rastrear nuestras propias historiasnos damos cuenta de que, en muchsimos de estoscasos, ha habido acontecimientos locales previos,que han dado lugar a movimientos de mujeres aut-nomos, que no son deudores del pensamiento euro-peo o del angloparlante. Y tienen no solamente unplanteo propio sino que tambin tienen una solucinpropia de esos problemas. Entonces, en ese sentido,podemos decir que el pensamiento feminista latino-americano es original y es originario en la medidaen que parte de su propia situacin y localizacin.(Femenas, 2006)2

    Obviamente si se pone como punto de partidadigamos simblicamente- a Beauvoir, nosotras ire-mos a la saga de Simone de Beauvoir. Si ponemoscomo punto de partida la primera democracia queen Amrica Latina dio el voto a las mujeres (que fueEcuador en 1932), a la saga vendra la obtencindel voto femenino en Francia y en todos los demspases europeos. Con esto, quiero sealar que hay

    2 Sucede otro tanto con las Agendas de cooperacin marcadas delos centros hegemnicos.

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    una cierta hegemona categorial en la interpretacinde la historia, que tambin tiene que ver con nuestracondicin de heterodesignadas por historias, con-ceptos, ideologas, hegemnicas, provenientes delos centros de produccin terica angloparlante o

    europea. Como bien advierte Celia Amors, no de-signa quin quiere sino quien puede, y eso hace elpoder hegemnico.

    Con ese trasfondo, entonces, me interesa sealarque algunas caractersticas son propias de nuestrosEstados; por ejemplo, la pluralidad tnico-cultural.Voy a reivindicar, primero, toda la lucha sufragistaen Amrica Latina, donde, por ejemplo, se hace elPrimer Congreso Feminista Internacional (BuenosAires 1910), de la mano del Centenario de la in-dependencia.(Barrancos, 2008, p. 506) Sus Actas

    muestran cmo mujeres provenientes de toda Am-rica Latina ya tenamos un conjunto de reivindica-ciones claramente elaboradas, enunciadas y articu-ladas. No solamente cabe mencionar ese Congreso,tambin en la literatura y an en tesis de doctora-do realizadas por mujeres. Pongo simplemente unejemplo, la tesis doctoral de Elvira Lpez (de 1901y publicada posteriormente), que se titula El mo-vimiento feminista. (Lpez, 2009) Es decir encon-tramos en las mujeres conciencia feminista, de susderechos, muy tempranamente en el nal del siglo

    XIX y principios del siglo XX en toda AmricaLatina de la misma manera que encontramos ple-na conciencia de que estbamos ocupando un lugarsubalterno.

    Subalternidad y minoraEsto nos lleva al complejo problema de cmo

    entender la subalternidad. Un modo posible (no elnico, por cierto) es vincularlo a la nocin de mi-nora. Este es un eje problemtico que tiene que

    ver con que el colectivo de mujeres siempre fun-ciona como una minora. No, por cierto, como unacategora numrica, que no es el caso. Por lo menosen Argentina el ltimo censo (2010) arroj como re-sultado un 53 % de mujeres y el 47 % de varones.

    No somos, por lo tanto, una minora numrica sinouna mayora. Pero, s somos una minora cuandoatravesamos la cifra del censo con la categora depoder. La sociloga espaola Raquel Osborne aquin ustedes deben conocer-, y antes que ella Co-

    lette Guillaumin, examinan esta cuestin (Osborne,R. 1996; Guillaumin, C. 1981).

    En interesantes artculos concluyen que somosuna minora en sentido del usufructo de los es-pacios de poder que ocupamos (aunque el pas est

    gobernado por una mujer como sucede ahora en Ar-gentina y en Brasil). An hoy, a pesar de los logrosalcanzados, seguimos funcionando como una mi-nora, incluso en aquellos estados donde hay cupode representacin parlamentaria femenina.

    En Argentina por ejemplo, tenemos una ley lla-mada de cuotas, cuyo nombre preciso es Ley deCupo Femenino, sancionada en 1991 e incorporadaluego a la Constitucin Nacional en la reforma de1994. Segn esta ley, el 30 % de una lista (o bo-leta) electoral para elegir senadores y/o diputados

    debe estar ocupada por mujeres en lugares de ele-gibilidad efectiva. Pero, an as, si somos el 53 %

    censario, estamos diciendo, simplemente, que haymengua del 23 % en la representacin proporcio-nal numrica de las mujeres. Otra cosa diferente, enla que no voy a entrar ahora, es discutir la nocinmisma de representacin (como hace Butler), queyo acabo de entender en su versin ms aceptada (Sierra y del Pino, 2007).

    En muchos pases, y ese es el caso de la mayorade los pases de Amrica Latina, no se ha debatidosiquiera el tema de las cuotas o del cupo de par-ticipacin femenina en la representacin parlamen-taria. Una consecuencia de ello es la mengua de po-der precisamente en los espacios donde el poder dedecisin se ejerce efectivamente. An otro asunto-no menor- es que en esos espacios -aunque se tengaun 30% de representacin femenina- esas mujeresestn volcadas a las reas de salud, infancia, educa-cin, familia, cultura. Es decir, a los ministerios, se-cretaras o comisiones vinculados tradicionalmente

    a lo que podramos llamar tareas de extensin y decuidados. Es decir, se sigue, en lneas generales, elestereotipo femenino tradicional. Hace muy poco,que en mi pas tenemos una Ministra de Defensa yeso ha sido literalmente- una conmocin. Indistin-tamente del modo en que ejerza su poder, en tantoMinistra de Defensa, se trata de una mujer en el msalto rango de la jerarqua militar, y esto ha constitui-do una revulsin general y un fuerte rechazo. Es de-cir, todava las mujeres seguimos ocupando mayori-

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    tariamente slo los lugares que se siguen pensandocomo propios o naturales del cuidado, connota-dos indirectamente como inferiores, como los espa-cios dedicados a asuntos domsticos, de cuidados,de salud, de voluntariado, etc.

    Las violenciasEstas formas de exclusin histrica llevan a otro

    eje problemtico, que compartimos, y que generauna jerarqua fundante y fundada a la vez. Fundanteporque sobre ella se asientan tantas otras y fundadaporque sus orgenes son claramente socio-histricosy culturales. Hasta cierto punto es, adems, una for-ma de violencia: la violencia de la exclusin pornaturalizacin que sostiene la divisin sexual deltrabajo y de los espacios asociados. Por lo general,

    precisamente, esta distincin as planteada- llevaa designar toda violencia contra las mujeres comoviolencia domstica. Todas sabemos que no esslo en el domus donde se ejerce ese tipo de vio-lencia; esto, lamentablemente, esta muy estudiadoen Amrica Latina porque hay casos muy relevantessobre los que despus brevemente voy a volver. Ladivisin sexual del trabajo, que es tambin divisinsexual del poder, se entrelazan con la distincin en-tre lo pblico y lo privado, donde lo privadoes, ante todo, privado de Ley. Por lo tanto, priva-do de injerencia estatal para marcar lmites, inter-venir y sancionar en los casos de la violencia malllamada domstica. (Femenas, 2010)

    Las recientes reformas constitucionales de nu-merosos pases de Amrica Latina siguiendo la

    Declaracin de las Naciones Unidas sobre la eli-

    minacin de la violencia contra la mujer(1993) yla Convencin de Belm do Par (1994)- son un es-fuerzo por generar en las mujeres conciencia de susderechos y en los varones, de su obligacin de res-

    petarlos. Si retomamos el eje transversal, que enun-ci ms arriba de las mujeres como una minora,vemos que el problema de la violencia domstica seestructura como un eje que invisibiliza otras violen-cias. Por ejemplo, no inscribir, sino muy tardamen-te, la violencia domstica en el marco general de losDerechos Humanos, donde todava hay que aclararde las mujeres, porque sin esa aclaracin parece-ra dadas las prcticas reinantes- que las mujeres

    quedan de suyo excluidas de tales derechos. EnAmrica Latina hay muchsimo material de estudiosobre ese tema, y por tanto de ejercicio y puesta enaccin de teoras, incluyendo las que tratan de ex-

    plicar las dicultades que enfrentamos para revertir

    la situacin general de indefensin de las mujeres,incluidas las violaciones masivas en guerras de todotipo, incluido el narcotrco(Segato, R. 2003).

    Ahora bien, me parece sumamente importantepensar todas las formas de violencia entrecruzadascon otras variables. Teniendo en cuenta la riquezade sus gentes, los pueblos y las culturas en AmricaLatina, la interseccin gnero, clase y etnia, revelaun panorama muy aleccionador, sobre el cual hay,adems, muchsimos trabajos muy importantes. Es-toy pensando en conceptos tales como el de pig-

    mentocracia, muy examinado por Marisol de laCadena, o los problemas de la esencializacin en elfeminismo negro de Ochy Curiel (Curiel (s. f.);Femenas, 2007).

    Los estudios de gneroEsta amplia produccin no ejerce an, sin em-

    bargo, suciente potencia intelectual para ubicarnos

    en el espacio terico. En todos nuestros pases, hahabido reinterpretaciones y desarrollos que me in-teresa sealar. En principio, quiero recordar a unaautora lsofa mexicana, sumamente conocida, que

    falleci en el ao 2003. Graciela Hierro fund, a -nales de la dcada de los 70, el PUEG, ProgramaUniversitario de Estudios de Gnero, radicado en laUniversidad Nacional Autnoma de Mxico, cons-tituyndose en un lugar pionero que irradi, desdeel feminismo terico, un fuerte impulso a distintosorganismos, institutos, agrupaciones o grupos deinvestigacin, que fueron desarrollando este tipode estudios y teoras en el resto de Amrica Latina.

    La tradicin del PUEG, entonces, es una tradicinque lleva ms de 40 aos, y que ha producido no

    solamente pensamiento propio, sino tambin tra-ducciones de textos anglfonos seeros y compila-ciones de estudios propios, imprimiendo un carcterinterdisciplinario a los estudios de las mujeres y alos estudios de gnero. Esto me parece sumamenterelevante porque creo que en Amrica Latina no hasido posible trabajar los estudios de las mujeres sin

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    pensar, al mismo tiempo, en una mirada interdisci-plinaria.

    Cuando digo interdisciplinario, por un lado, quie-ro rescatar las guras histricas de la tradicin femi-nista que historiadoras de mujeres latinoamericanas

    han llevado adelante. Por otro, el trabajo de las an-troplogas que al acercarse a nuestros pueblos origi-nario y nuestras sociedades, desaaron las categoras

    binarias excluyente (varn-mujer) naturalizadas. To-das las antroplogas que rastrearon pueblos origi-narios, ya sea en zonas amaznicas o en zonas sel-vticas, llegaron a la conclusin de que la dicotomamasculino / femenino era una dicotoma construida yque, en la medida en que estaba construida a la mane-ra de un molde, haba que romperla para poder acce-der a estilos sociales diversos y para poder interpretar

    las culturas de nuestros pueblos, incluidos los relatosde los colonizadores, que no acertaban a dar cuentade las estructuras socio-familiares de los pueblos quepretendan describir. Por lo tanto, la ruptura con elbinarismo varn/mujer es previo al impulso que dadespus la categora de gnero.

    La categora de gnero goza de la sancindel conocimiento hegemnico y su difusin, en losltimos 20 aos, contribuye a romper la clasica-cin binaria de los sexo-gneros, al poner al n en

    el tapete su insuciencia social e identitaria, tanto

    psicolgica individual como grupal. Es decir, las es-tructuras sociales a nivel poltico que se leen segnuna dimensin claramente diferente. En ese sentido,me parece importante aclarar el marco identitario ygenrico de las reivindicaciones de las denominadasminoras sexuales y generar (o ver las maneras degenerar) un proyecto intercultural, democrtico queprofundice las vas democrticas en las que nosotrashemos contribuido ha fortalecer sobre todo en lasultimas dcadas la visibilidad de todo este conjunto

    de diversidades.En esta lnea, otra de las preocupaciones clara-

    mente latinoamericanas ha sido, la vinculacin en-tre la teora y la prctica, mientras que en las uni-versidades europeas nos encontramos con una msclara dicotoma estanco entre ambas. En AmricaLatina preocupa, y muchsimo, esa relacin. Es de-cir, de la relacin que podemos establecer entre losaspectos formales y los aspectos materiales, porquelos aspectos formales quedan acuados en las dis-

    tintas instituciones y en las luchas de las mujerespor las reivindicaciones legales, que se escribenen las Constituciones, que se escriben en los dis-tintos pactos internacionales como reconocimientode derechos. Pero nos interesa fundamentalmente,

    que ese tipo de derechos se cumpla en las prcticasy en todos los niveles de nuestras sociedades. Alllas dicultades de acceso a la justicia son muchas

    y las distintas guerras padecidas dan buena cuentade ello. El padecimiento de las poblacionales ci-viles, en especial las mujeres, nos hizo detener enlas relaciones entre teoras y prcticas, para que laprctica no se torne meramente en un laboratoriode las teoras, sin modicar la vida misma como

    dice la feminista panamea Urania Ungo. Si no hayinteraccin, el cambio esta clausurado. Es decir, la

    participacin activa de las mujeres en las prcticastiene que generar modos de ida y vuelta en las teo-ras. Y esta bsqueda ha sido una constante prctica-mente en todos los feminismos de Amrica Latina.La terica que ms ha trabajado los modos posiblesde desarrollar y entender la teora en relacin conla prctica ha sido la mexicana Griselda Gutirrez(Schute y Femenas, 2010). Gutirrez, deende,

    dentro de la teora feminista, un enfoque plural parael anlisis e interpretacin de los movimientos so-ciales y su relacin con las teoras sosteniendo lapluralidad de corrientes del movimiento feminista.Segn su enfoque no reduccionista, ni de la teoray ni de las prcticas feministas, le permite dialogartanto dentro de la teora como de la prctica y cons-tatar, debatir y actualizar las diversas dinmicas quese generan entre ambas. Esta interpretacin permitesituar la historia de las mujeres siempre como unahistoria dinmica; una historia autodenida y autoa-signada. Entonces, no interesa solamente no gene-rar categoras tericas para encorsetar las prcticas,

    sino poder poner en las prcticas los logros legalesobtenidos.

    En efecto, casi todas las actividades que hemosllevado a cabo, por lo menos hasta los ltimos quin-ce aos, han estado centradas en la legalizacin delos derechos de las mujeres. Esto nos vincula conel feminismo denominado, histricamente en Euro-pa, de la igualdad. Esto ha sido as, sobre todo araz de la constitucin de los estados nacionales ysus sistemas legales. Sin embargo, la amplia plura-

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    lidad socio-tnica ha obligado a mirar ms all: alas prcticas, a las situaciones concretas, a la plu-ralidad de voces y de estilos. En Amrica Latina,ha sido necesario revisar y repensar el concepto deigualdad y de derecho a los efectos de repensar

    la ciudadana, y no slo de las mujeres sino tam-bin de todos sus pueblos. En consecuencia, si bienlas primeras luchas y los primeros ejercicios de lasmujeres han sido reivindicar derechos igualitarios

    respecto de sus pares varones, a poco de andar estereclamo fue insuciente y, de un modo o de otro,

    nos comprometimos con la revisin situada de esosconceptos. No obstante esa es una tarea que an in-conclusa sobre la que mucho debemos seguir traba-

    jando. Aquello que una vez se denomin culturafemenina remite, en ltima instancia, a la preocu-pacin en red de que todos y todas puedan viviruna vida que merezca ser vivida.

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