Fernando Rosso. El Nuevo Poder de Los Trabajadores. El Dipló. Edición Nro 196. Octubre de 2015

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El Dipló: El nuevo poder de los trabajadores 1/5 2-10-2015 14:02:51 Por Fernando Rosso* - 1 - Edición Nro 196 - Octubre de 2015 Edición Nro 196 - Octubre de 2015 RECUPERACIóN Y LíMITES EN EL MUNDO LABORAL El nuevo poder de los trabajadores Por Fernando Rosso* Durante el kirchnerismo mejoró el empleo y hubo una recuperación del poder de las organizaciones sindicales. Pero la fragmentación de la clase trabajadora y la informalidad laboral son aún importantes, y su tradicional cohesión política se ha debilitado. altaba un mes para que comenzara el 2001, el año bisagra en la historia reciente en la Argentina contenciosa. El piquete sobre la Ruta Nacional 3, en el partido de La Matanza, reclamaba por nuevos Planes Trabajar. El protagonismo de mujeres y niños caracterizaba a las más de dos mil quinientas personas que sostenían el bloqueo. La Ruta 3 atraviesa en ese distrito representativo de la pobreza bonaerense a las localidades de Lomas del Mirador, San Justo, Isidro Casanova, Gregorio de Laferrere, González Catán y Virrey del Pino, y continúa hacia el sur cruzando la Patagonia hasta desembocar en Tierra del Fuego. El bloqueo se levantó un viernes y a contrarreloj, luego de varios días, con el compromiso del gobierno nacional de respetar los 6.400 planes existentes y sumar otros 2.000. Además, aportaría 1.250.000 kilos de alimentos secos durante los siguientes doce meses y la provincia de Buenos Aires otros 420 mil adicionales, mientras que el gobierno municipal aseguraba la provisión de 1.400.000 kilos de alimentos frescos. Las demandas hablaban del carácter del reclamo, las necesidades y aspiraciones de sus protagonistas. Era uno de los tantos cortes de ruta que se registraban en La Matanza, en la etapa más masiva y moderada de lo que se conoció como el movimiento piquetero, nacido a partir de las puebladas radicalizadas del interior del país durante los 90. Año 2014, el anteúltimo del ciclo kirchnerista, iniciado en enero con la devaluación más fuerte de la década. Los mamelucos de un celeste intenso llevan el ruido metálico de la fábrica hacia el asfalto gris de la autopista Panamericana, en la zona norte del Gran Buenos Aires. La autovía, también conocida como Acceso Norte, continúa en la Ruta 9 y culmina en la frontera con Bolivia. Los obreros de la autopartista norteamericana Lear Corporation reclaman contra los despidos masivos y la persecución sindical y empresarial que se desató contra los delegados de izquierda. Siguen el ejemplo de quienes, unos años antes, en 2007, habían inaugurado el piquete industrial sobre “la Pana”: los empleados de la alimenticia Kraft, cuya comisión interna era dirigida por la izquierda. Mutaciones Las dos escenas grafican las características de la conflictividad social y laboral en el final de ciclos políticos diferentes. En efecto, el desplazamiento del centro de gravedad de la protesta social desde la Ruta 3 (en el ocaso del gobierno de la Alianza) a la Panamericana (en el final de la etapa kirchnerista) refleja el entramado de contradicciones sociales y políticas que cruzan la Argentina del presente. Y también adelanta elementos de una posible dinámica que puede adoptar el conflicto de clases frente al gobierno que surja de las elecciones de octubre.

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Por Fernando Rosso* - 1 - Edición Nro 196 - Octubre de 2015

Edición Nro 196 - Octubre de 2015RECUPERACIóN Y LíMITES EN EL MUNDO LABORAL

El nuevo poder de los trabajadoresPor Fernando Rosso*

Durante el kirchnerismo mejoró el empleo y hubo una recuperación del poder de las organizaciones sindicales. Pero lafragmentación de la clase trabajadora y la informalidad laboral son aún importantes, y su tradicional cohesión política seha debilitado.

altaba un mes para que comenzara el 2001, el año bisagra en la historia reciente en la Argentina contenciosa. El piquetesobre la Ruta Nacional 3, en el partido de La Matanza, reclamaba por nuevos Planes Trabajar. El protagonismo demujeres y niños caracterizaba a las más de dos mil quinientas personas que sostenían el bloqueo. La Ruta 3 atraviesa enese distrito representativo de la pobreza bonaerense a las localidades de Lomas del Mirador, San Justo, Isidro Casanova,Gregorio de Laferrere, González Catán y Virrey del Pino, y continúa hacia el sur cruzando la Patagonia hastadesembocar en Tierra del Fuego.

El bloqueo se levantó un viernes y a contrarreloj, luego de varios días, con el compromiso del gobierno nacional derespetar los 6.400 planes existentes y sumar otros 2.000. Además, aportaría 1.250.000 kilos de alimentos secos durantelos siguientes doce meses y la provincia de Buenos Aires otros 420 mil adicionales, mientras que el gobierno municipalaseguraba la provisión de 1.400.000 kilos de alimentos frescos.

Las demandas hablaban del carácter del reclamo, las necesidades y aspiraciones de sus protagonistas. Era uno de lostantos cortes de ruta que se registraban en La Matanza, en la etapa más masiva y moderada de lo que se conoció comoel movimiento piquetero, nacido a partir de las puebladas radicalizadas del interior del país durante los 90.

Año 2014, el anteúltimo del ciclo kirchnerista, iniciado en enero con la devaluación más fuerte de la década. Losmamelucos de un celeste intenso llevan el ruido metálico de la fábrica hacia el asfalto gris de la autopistaPanamericana, en la zona norte del Gran Buenos Aires. La autovía, también conocida como Acceso Norte, continúa enla Ruta 9 y culmina en la frontera con Bolivia. Los obreros de la autopartista norteamericana Lear Corporationreclaman contra los despidos masivos y la persecución sindical y empresarial que se desató contra los delegados deizquierda. Siguen el ejemplo de quienes, unos años antes, en 2007, habían inaugurado el piquete industrial sobre “laPana”: los empleados de la alimenticia Kraft, cuya comisión interna era dirigida por la izquierda.

Mutaciones

Las dos escenas grafican las características de la conflictividad social y laboral en el final de ciclos políticos diferentes.En efecto, el desplazamiento del centro de gravedad de la protesta social desde la Ruta 3 (en el ocaso del gobierno de laAlianza) a la Panamericana (en el final de la etapa kirchnerista) refleja el entramado de contradicciones sociales ypolíticas que cruzan la Argentina del presente. Y también adelanta elementos de una posible dinámica que puedeadoptar el conflicto de clases frente al gobierno que surja de las elecciones de octubre.

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En primer lugar, esta metamorfosis es el producto de un evidente cambio en la composición social del mundo de lostrabajadores. Se pasó del protagonismo de los desocupados en los 90 (a quienes algunos análisis calificaban deexcluidos) al regreso de los trabajadores ocupados y por lo tanto a la centralidad de las organizaciones sindicales.

En un estudio elaborado en 2001, el economista Claudio Lozano describía la magnitud de la crisis provocada por losefectos del ciclo largo de neoliberalismo en Argentina. “Baste con señalar que este país tenía en 1975 unos 22 millonesde habitantes y 2 millones de pobres, mientras que hoy, con 37 millones de habitantes, se cuentan 14 millones depobres. Es decir que de los 15 millones que explican el incremento poblacional del último cuarto de siglo, 12 millonescayeron bajo la línea de la pobreza, dato que permite mensurar el carácter de la involución y regresividad socialvigente”.

Esta situación cambió en la última década. El empleo registrado del sector privado pasó de 3,5 millones de trabajadoresen 2002 (había alcanzado 4,1 millones en 1998, en el pico previo a la crisis), a 6,4 millones en 2014. La tasa dedesempleo, que en los momentos más críticos del 2002 llegó al 25%, se redujo hasta ubicarse por debajo del 7%. Estepiso no será perforado, evidenciando un límite estructural para la reducción del desempleo.

La recuperación fue consecuencia de las condiciones económicas creadas por la devaluación de inicios de siglo, queprodujo un derrumbe de los costos salariales, más aun en dólares, combinado con un ciclo favorable de la economíamundial por el boom de los commodities. En efecto, el crecimiento del empleo privado, significativo durante losprimeros años de la posconvertibilidad, se logró por el aprovechamiento de este abaratamiento del precio de la fuerzade trabajo. La elevada capacidad ociosa registrada en 2002 permitió un generoso usufructo de posibilidades paraincrementar los niveles de producción –y utilidades– sin tener que hacer fuertes inversiones. Todos estos factoresfueron aprovechados por el gobierno para administrar la crisis y estabilizar la convulsiva situación pos-2001.

Esta nueva realidad cambió el mapa social de la clase trabajadora. Básicamente, se produjo un aumento de lasindicalización en general. La cantidad de afiliados a la UOM, por ejemplo, pasó de 90 mil a 250 mil entre 2003 y laactualidad, mientras que los afiliados a SMATA pasaron de 50 a 100 mil en el mismo período.

¿Estamos ante el regreso del gigante? En los debates político-académicos, la figura del “gigante” remite a la metáforacon la que Juan Carlos Torre describió en uno de sus textos clásicos al movimiento obrero surgido en la posguerra. El“gigante”, para Torre, tenía esencialmente dos características: se desarrollaba en un mercado de trabajo equilibrado(con casi nula desocupación) y estaba unido o cohesionado políticamente bajo la dirección del peronismo (1).

Tomado estrictamente desde este punto de vista, el movimiento obrero actual carece de estos ragos. El mercado detrabajo posneoliberal se encuentra mucho más fragmentado, con divisiones internas en la clase obrera y entre ésta y losnuevos pobres urbanos, muchos de ellos parte del llamado “precariado”, un fenómeno social relativamente nuevo entérminos históricos. Los últimos datos, correspondientes al segundo trimestre de 2013, ubican la tasa de empleo noregistrado (“en negro”) en un considerable 34,5%, es decir que uno de cada tres trabajadores se desempeña en estascondiciones. Pero este porcentaje se amplía si se contempla la precariedad laboral en sentido más amplio: lainexistencia de contrato laboral, el contrato por tiempo determinado, la ausencia de aportes a la seguridad social y deotros componentes remunerativos (vacaciones, aguinaldo, asignaciones familiares), la existencia de múltiplesempleadores y la no afiliación sindical, entre otras dimensiones. Consideradas así las cosas, más del 50% de la fuerzalaboral está afectada por alguna de estas condiciones. Por otra parte, los trabajadores pobres conforman más de la mitadde los asalariados y en su mayoría son jóvenes (2).

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La segunda característica señalada por Torre tampoco se verifica en la actualidad. Si se evalúa la intensidad de laidentidad política, tampoco existe hoy una “cohesión” en torno al peronismo como ocurría en la posguerra.

Sin embargo, con estas importantes limitaciones, lo cierto es que la recuperación de la fuerza social de la clase obrerala ha transformado en uno de los principales actores de la realidad argentina. Desde el punto de vista de las identidadespolíticas, podríamos estar ante un proceso de cambios y redefiniciones que, con límites y potencialidades, impactasobre el conjunto de la política argentina.

El nuevo protagonismo sindical

Las contradicciones de este particular retorno del gigante se manifiestan superestructuralmente en la división inédita delas centrales sindicales nacionales (hoy existen cinco). En este contexto de fragmentación a nivel de las cúpulas, la“hegemonía” de la dirigencia sindical sobre la nueva clase obrera, especialmente en la industria, se apoya más en lasformas legadas por el peronismo histórico (la estatización y regimentación de los sindicatos) que en el contenido deuna cohesión política hoy mucho más débil.

Fue justamente en los intersticios de esa contradicción que comenzó a registrarse en la última década una incipientereorganización desde abajo, en las comisiones internas y cuerpos de delegados, ligada a otro regreso: el de la izquierdaradical o clasista a posiciones estratégicas del movimiento obrero industrial. Este resurgimiento se identificó primerocomo “sindicalismo de base” y luego se transformó a partir de la emergencia política del Frente de Izquierda y losTrabajadores, que registró un crecimiento electoral significativo en las últimas elecciones (3).

Fueron justamente las comisiones internas alineadas con la izquierda clasista las que protagonizaron los piquetes en laPanamericana, que apuntaron tanto a darle visibilidad política a los conflictos como a superar la regimentación sindicaltotalitaria dentro de las empresas y la persecución contra sus delegados. Esta estrategia se llevó adelante tomando encuenta también una paradoja estatal que dejó la crisis del 2001. Tulio Halperin Donghi había definido el escenario deaquellos días bajo la idea de que “Argentina vivía una situación inédita en que el Estado sólo retenía el monopolio de laviolencia a condición de renunciar a usarla” (4). Esta relación ambivalente del Estado consigo mismo se mantuvo enlíneas generales bajo el kirchnerismo, durante el cual se incrementaron los costos de cualquier represión, en particularcontra obreros industriales.

Esto no quiere decir que no haya habido episodios de represión. Durante el extenso conflicto de Lear se produjeroncinco de magnitud, con 22 detenidos y 80 heridos. Sin embargo, la represión de la Gendarmería el 23 de octubre de2014 derivó en que la justicia prohibiera al gobierno la utilización de esta fuerza en el desalojo de los cortes en laPanamericana con el argumento de que podía ocurrir un “desenlace no querido”.

En este escenario, la tendencia de la clase obrera a irrumpir o intervenir en la vida política nacional se expresó duranteestos años en grandes acciones aisladas desde el punto de vista masivo (cinco paros generales convocados por la CGTopositora) y en conflictos duros y emblemáticos en sectores puntuales, generalmente orientados por organizaciones deizquierda trotskista, en los casos de Kraft, Donnelley y Lear. Los paros generales tuvieron el mérito de introducir en laagenda pública la cuestión del impuesto a las ganancias aplicado sobre el salario; el límite de los convocantes fuesiempre reducir el pliego de reivindicaciones casi exclusivamente a esa cuestión.

Sin embargo, este proceso no puede entenderse sólo mirado desde la esfera gremial o corporativa. La intensidad de la

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“cohesión” política también juega un rol en este complejo retorno y sus posibles vías de desarrollo.

Peronismo e izquierda

La articulación entre peronismo y sindicatos está en la génesis de esa experiencia política que marcó la historianacional desde la segunda mitad del siglo XX. Si puede atribuirse algún aspecto de verdad al epigrama de JohnWilliam Cooke (el peronismo como “el hecho maldito del país burgués”) es precisamente porque hizo base en unmovimiento obrero frente a cuya organización y demandas los sectores dominantes profesaron un claro “odio declase”, incluso a pesar de que el peronismo diera la garantía de la regimentación estatal sobre los sindicatos.

Las mutaciones del peronismo no han sido solamente superestructurales, a nivel de la dirigencia, sino que han estadorelacionadas con cambios en su anclaje en la clase trabajadora organizada, en su momento definida como su columnavertebral. De conjunto, la experiencia del peronismo pos dictadura es la de un creciente debilitamiento de estos lazos yla simultánea búsqueda de diversas formas de intentar recrear una base en las capas medias. Y como consecuencia deesto, el debilitamiento de la identidad histórica del movimiento obrero y los sectores populares con el peronismo.

En un libro de reciente aparición que reúne ensayos de intelectuales liberales que intentan pensar (una vez más) alperonismo, Marcos Novaro, pese a que reconoce la longevidad y el profundo anclaje plebeyo del peronismo original,afirma: “Si algo ha tendido a debilitarse a lo largo de este periplo es el número de quienes podrían todavía considerarse‘antiperonistas’ por el hecho de que bajo ninguna circunstancia votarían a un candidato de esa procedencia, o toleraríanque sus partidos de preferencias hicieran una alianza con sectores peronistas para formar gobierno. El menemismo tuvoese efecto sobre los votantes y partidos del centro a la derecha, mientras que el kirchnerismo hizo lo propio en el otrocostado del espectro y amplió aun más el fenómeno. A consecuencia de lo cual en la última década pasó de alrededorde 60 a más del 70 el porcentaje de electores que optan más o menos regularmente por apoyar a algún sector ycandidato proveniente del peronismo” (5).

Esta afirmación puede leerse de dos maneras: como una demostración de la vitalidad obstinada del peronismo o comouna constatación de su “normalización” por vía de la no-oposición rabiosa del conjunto de los partidos y clases sociales.¿Cómo se manifiesta esto hoy? La evolución actual de la política de cara a las elecciones de octubre sugiere que elúltimo avatar del peronismo está intentando resolver “por derecha” la paradoja del bonapartismo, que históricamenteabordó el problema del control de las grandes organizaciones de masas haciéndoles más concesiones de las necesariasdesde el punto de vista corporativo y creando a su vez una cultura política verticalista pero plebeya, cuyos ribetes más“de izquierda” pueden permitir diálogos e hibridaciones entre un sindicalismo de base y un sindicalismo de izquierda.En otras palabras, la posibilidad de comenzar a cerrar la brecha de lo que algunos historiadores y estudiosos de lahistoria obrera llamaron la “doble conciencia”: una clase obrera con tradición combativa en lo sindical, peroconservadora en el terreno político (6).

Presente y futuro: una hipótesis

Con estos elementos, podemos afirmar que en los últimos años se produjo un contradictorio y desigual retorno del“gigante”, sensiblemente diferente al clásico, pero no menos gravitante. Desde el punto de vista del conflicto, semanifestó en masivas huelgas nacionales, el retorno del protagonismo sindical y una recuperación de la izquierdatrotskista en las organizaciones de base del movimiento obrero en general y del industrial en particular, con laPanamericana como epicentro. Pero el fenómeno no es independiente de lo que sucede con las reconfiguraciones en lasubjetividad y la identidad política, básicamente una larga crisis de identidad política del peronismo y una emergencia

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inicial de la izquierda clasista. La combinación de estos elementos permite pensar la hipótesis de que estamos ante unperiodo histórico que habilita una reconstrucción política del movimiento obrero.

1. Juan Carlos Torre, El gigante invertebrado. Los sindicatos en el gobierno, Argentina 1973-1976, Siglo XXIArgentina, 2004.

2. En el Nº 20 (digital) de la revista Ideas de Izquierda, se publicó un dossier sobre los cambios y continuidades en lascondiciones del movimiento obrero (http://www.laizquierdadiario.com/ideasdeizquierda/).

3. Martín Rodríguez, “Las izquierdas emergentes”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Nº 190, abril de 2015.

4. La Nación, 22-11-2008.

5. Marcos Novaro, “Historia y perspectiva de una relación difícil” en Peronismo y democracia, Edhasa, agosto de 2014.

6. Juan Dal Maso y Fernando Rosso, “Apuntes sobre la ‘doble conciencia’”, revista Ideas de Izquierda, Nº 5,noviembre de 2013.

* Periodista.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur