fgnhgm gh, h,

2
ABC SÁBADO 13-11-99 5 3 CULTURA EL HISTORIADOR EDITA UNA MONOGRAFÍA SOBRE EL PINTOR MALAGUEÑO Cinco historiadores desmontan los equívocos que oscurecen la obra del genial malagueño considerado por la crítica como francés a pesar de las influencias de El Greco Veláquez y Goya en el conjunto de su obra Jonathan Brown: «Pese al chovinismo francés Picasso fue un pintor de tradición española» Picasso y El Greco frente a frente:  «Muchacho conduciendo un caballo» y «San Martín y el mendigo» MADRID.  Tulio H Demicheli a editorial Nerea acaba de publi car «Picasso y la tradición espa ñola», un volvimen lujosamente ilustrado que reúne ensayos de los historiadores Susan Grace Galassi, Robert S. Lubar, Robert Rosenblum y Gertje Utley, coordinados p or Jona than Brown, para desmontar el mito que aprisiona al artista malagueño bajo la etiqueta de pintor francés». Un tópico no por extendido menos falso y «cuya naturaleza se aclara —en opinión de Jonath an Brown— a la luz del chovinismo galo, que ha conseguido colocar al artista en los manuales de historia entre pintores como Matisse o Cézanne», aunque Brown a dmite el diálogo que el mala gueño estableció, por ejemplo, con Braque, inspirador del cubismo, mo vimien to del que el artista fue cofun- dador. Sin embargo, «Picasso —declaraba ayer el hispanista a ABC— tenía ima posición al margen del arte francés. Y  n o sólo eso. En su situación de fo rastero, puede decirse que lo critica ba. Como hispanista y como amante de España trato  d e  reaccionar contra la indebida apropiación de un artis ta español por parte de la política cultural de los franceses». Decir que Picasso era español es ima verdad de PerogruUo en la que hay, por ello mismo, que insistir, y los autores del libro lo hacen desde diferentes atalayas: Brown lo imbri ca en la tradición pictórica nacional; Lub ar lo enfrenta a El Greco; Rosen blum habla de la españolidad de sus naturalezas muertas; Grace Galassi lo visita en el taller de Velázquez; y Utley discute su «nacionalidad» fran cesa enmarcándolo en la cultura de la posguerra. «En los ensayos que se publican en este libro —explica Brown— se ha tratado, en primer lu gar, de resumir una tradición pictóri ca para dilucidar de manera unifor me la trayectoria de un artista que vivió noventa años y que siempre estuvo cambiando».  Y  no solamente eso:  como expresaba Octavio Paz en su prólogo a la exposición «Los pi- cassos de Picasso», el malagueño fue el paradigma del artista de la moder nidad, cuya tradición es la «tradi ción de la ruptura», algo con lo que Brown está «completamente de acuerdo, es una gran verdad», por que el suyo fue «siempre un p roceso dinámico». Para advertir cuáles fueron las in fluencias que más lo marcaron no hay más que acudir a «su archivo personal, a partir del cual se puede trazar tma historia del artista». En este libro «hemos identificado un hi lo conductor que tiene mucho que ver con su vida emocional y que siempre revela su patriotismo cultu ral». Se han perseguido, asimismo, las influencias perceptibles de El Gre co Goya y Velázquez, pintores que «cuando los miras, te das cuenta de que no eran italianos, de que eran algo muy distinto» y con los que Pi casso «siempre tuvo una relación muy directa, aunque también muy cambiante». Y es que Picasso fre cuentó en su juventud el museo del Prado «donde figura en el libro de copistas» y visitó Toledo, donde se admiró ante «El entierro del conde de Orgaz». Luego, al tener que exüiarse al concluir la guerra civU, al no poder pisar el territorio patrio, «recuperó la España de su juventud, lo cual se manifiesta en sus naturalezas muer tas mientras que, al mismo tiempo, la extrema derecha cultural france sa no sólo lo veía como a un extranje ro peligroso, sino que lo considera ba como un corruptor de la identi dad francesa, junto con los judíos y con los orientales». Otro aspecto que destaca Jona than Brown es que Picasso, pese a su militancia política en el partido comunista, «se consideraba pintor y no político, por lo que se alejó de Par ís y de sus conflictos ideológicos. Se estableció en el sur de Francia y se rodeó de sus amigos españoles. A H Í  otra vez volvió a sus fuentes pic tóricas originales, y si en un princi pio su mayor adm iración la dedica ba a El Greco, luego la dirigiría a Velázquez, como así lo demuestran las versiones que hizo de Las Meni nas para interiorizarlas».  ABC (Madri d) - 13/11/ 1999, Pági na 53 Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.

Transcript of fgnhgm gh, h,

7/23/2019 fgnhgm gh, h,

http://slidepdf.com/reader/full/fgnhgm-gh-h 1/1

BC SÁBADO 13-11-99 53

C U LT U R A

EL HISTORIADOR EDITA UNA MONOGRAFÍA SOBRE EL PINTOR MALAGUEÑO

Cinco historiadores de smo ntan los equívocos que oscurecen la obra del genial malagueño considerado por la cr ít icafrancés a pesar de las influencias de El Greco Veláquez y Goya en el conjunto de su obra

J o n a t h a n B r o w n : « P e s e a l c h o v i n i s m oP ic a s s o fu e u n p in to r d e t r a d ic ió n e s p

casso y El Greco fren te a fr ente: «Muchacho conduciendo un caballo» y «San Martín y el mendigo»

ADRID. Tulio H Demichelia editorial Nerea acaba de publicar «Picasso y la tradición española», un volvimen lujosamentestrado que reúne ensayos de los

storiadores Susan Grace Galassi,bert S. Lubar, Robert Rosenblum

Gertje Utley, coordinados p or Jon aan Brown, para desmontar el mitoe aprisiona al artista malagueñojo la etiqueta de pintor francés».

n tópico no por extendido menos

so y «cuya naturaleza se aclaraen opinión de Jonath an Brown— aluz del chovinismo galo, que hanseguido colocar al artista en losanuales de historia entre pintores

como Matisse o Cézanne», aunqueBrown a dmite el diálogo que el malagueño estableció, por ejemplo, conBraque, inspirador del cubismo, movimien to del que el arti sta fue cofun-dador.

Sin embargo, «Picasso —declarabaayer el hispanista a ABC— tenía imaposición al margen del arte francés.Y n o sólo eso. En su situació n de forastero, puede decirse que lo criticaba. Como hispanista y como aman te

de España trato d e reaccionar contrala indebida apropiación de un artista español por parte de la políticacultural de los franceses».

Decir que Picasso era español es

ima verdad de PerogruUo en la quehay, por ello mismo, que insistir, ylos autores del l ibro lo hacen desdediferentes atalayas: Brown lo imbrica en la tradición p ictórica nacional;Lub ar lo enfrenta a El Greco; Rosenblum habla de la españolidad de susnaturalezas muertas; Grace Galassilo visita en el taller de Velázquez; yUtley discute su «nacionalidad» francesa enmarcándolo en la cultura dela posguerra. «En los ensayos que se

publican en este libro —explicaBrown— se ha tratado , en primer lugar, de resumir una tradición pictórica para dilucidar de manera uniforme la trayectoria de un artista que

vivió noventa años y que siempreestuvo cambiando». Y no solamentee s o : como expresab a Octavio Paz ensu prólogo a la exposición «Los pi-cassos de Picasso», el malagu eño fueel paradigma del artista de la modernidad, cuya tradición es la «tradición de la ruptura», algo con lo queBrown está «completamente deacuerdo, es una gran verdad», porque el suyo fue «siempre un p rocesodinámico».

Para advertir cuáles fueron las influencias que más lo marcaron nohay más que acudir a «su archivopersonal, a partir del cual se puedetrazar tma historia del artista». Eneste libro «hemos identificado un hilo conductor que tiene mucho quever con su vida emocional y quesiempre revela su patriotismo cultural».

Se han p erseguido, asimismo, las

influencias perceptibles de El Grec o Goya y Velázquez, pintores que«cuando los miras, te das cuenta deque no eran italianos, de que eranalgo muy distinto» y con los que Picasso «siempre tuvo una relaciónmuy directa, aunque también muycambiante». Y es que Picasso frecuentó en su juventud el museo delPrado «donde figura en el libro decopistas» y visitó Toledo, donde seadmiró an te «El entierro del condede Orgaz».

Luego, al tener que exüiarse alconcluir la guerra civU, al no poderpisar el territorio patri o, «recuperóla España de su juventud, lo cual semanifiesta en sus naturalezas muert a s mientra s que, al mismo tiempo,la extrema derecha cultural francesa no sólo lo veía como a un extranjero peligroso, sino que lo consideraba como un corruptor de la identidad francesa, junt o con los judío s ycon los orientales».

Otro aspecto que destaca Jonathan Brown es que Picasso, pese asu militancia polít ica en el partidocomunista, «se consideraba pintor yno político, por lo que se alejó dePar ís y de sus conflictos ideológicos.Se estableció en el sur de Francia yse rodeó de sus amigos españoles.A H Í otra vez volvió a sus fuentes pictóricas originales, y si en un princi

pio su mayor adm iración la dedicaba a El Greco, luego la dirigiría aVelázquez, como así lo demuestranlas versiones q ue hizo de Las Meninas para interiorizarlas».

adrid) - 13/11/1999, Página 53(c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de losde esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición

menes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de losque se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.