Ficha de lectura Un viejo que leía novelas de amor

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ANIMACIÓN A LA LECTURA “Un viejo que leía novelas de amor” de Luis Sepúlveda EL AUTOR Y SU OBRA 1. ARGUMENTO Luis Sepúlveda nació en Ovalle, Chile en 1949. Estudió producción teatral en la Universidad Nacional y tras obtener una beca, estudió también en la Universidad de Moscú.Ya en su juventud, Luis Sepúlveda se mostró políticamente activo como líder del movimiento estudiantil. En la administración Salvador Allende, estuvo al cargo del departamento de cultura. Después del golpe de estado de 1973, que llevó al General Augusto Pinochet al poder, fue encarcelado por dos años y medio. Más tarde, en la clandestinidad, formó una compañía de teatro que se convertiría en el primer foco de resistencia cultural.En 1977, Sepúlveda abandonó Chile para ir a Suecia donde se dedicó a enseñar literatura española. Desembocó más tarde en Ecuador donde dirigió el teatro de la Alianza Francesa. Luego, tomó parte en una expedición UNESCO para observar el impacto de la colonización en los indígenas shuar. En esta expedición, vivió con los shuar por siete meses y tras un intenso trabajo con las organizaciones indígenas, elaboró el borrador del primer plan para la alfabetización de la federación de los campesinos Ibambura, en los Andes.Además, ha trabajado como reportero, viajando por distintos países de América Latina y África. En su faceta de escritor, ha cultivado diversos perfiles de la narrativa, como el relato ecologista, el cuento infantil, la novela de intriga, la novela policíaca, la novela negra y la crónica de viajes. Entre sus títulos figuran: Un viejo que leía novelas de amor (1992), obra que transcurre en la selva ecuatoriana, en el mundo de los indios shuar o jíbaros, y que ha recibido el premio Tigre Juan y otras distinciones internacionales, además de haber sido traducida a catorce idiomas; Mundo del fin del mundo (1994), premio de novela corta Juan Chabás; Nombre de torero (1994); Patagonia Express (1995); Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar (1996); Desencuentros (1997), libro de cuentos; Diario de un killer sentimental (1998); Yacaré (1998); Historias marginales (2000); y Hot Line (2002), una novela negra protagonizada por un detective mapuche. Entre sus últimas obras cabe destacar La locura de Pinochet, 2002 Moleskine, apuntes y reflexiones, 2004 Los peores cuentos de los hermanos Grimm, 2004 El Poder de Los Sueños, 2004. También se ha dedicado al cine como guionista y director. He aquí sus trabajos: Vivir a los 17, 1986 (director y guión), Tierra del fuego, 2000 (guión), Nowhere, 2002 (director y guión) y Corazón verde, 2002 director y guión Fuentes: 1. http://es.wikipedia.org/ 2. http://www.bibliotecologia.cl/ 3. http://www.escritores.org/index.php/ LA OBRA Antonio José Bolivar Proaño vive en El Idilio, un pueblo remoto en la región amazónica de los indios shuar (mal llamados jíbaros), y con ellos ha aprendido a conocer la Selva y sus leyes, a respetar a los animales y los indígenas que la pueblan, pero también a cazar el temible tigrillo como ningún blanco jamás pudo hacerlo. Un buen día decidió leer con pasión las novelas de amor -"del verdadero, del que hace sufrir"- que dos veces al año le lleva el dentista Rubicundo Loachamín para distraer las solitarias noches ecuatoriales de su incipiente vejez. En ellas intenta alejarse un poco de la fanfarrona estupidez de esos codiciosos forasteros que creen dominar la Selva porque van armados hasta los dientes, pero que no saben cómo enfrentarse a una fiera enloquecida porque le han matado sus crías. Descritas en un lenguaje cristalino, escueto y preciso, las aventuras y las emociones del viejo Bolivar Proaño difícilmente abandonarán nuestra memoria. Un viejo que leía novelas de amor (Tusquets Editores, 1993, Barcelona)

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Ficha de lectura de la novela de Luis Sepúlveda Un viejo que leía novelas de amor elaborada para la Biblioteca Juan Leiva por Andrés Pulido.

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ANIMACIÓN A LA LECTURA “Un viejo que leía novelas de amor” de Luis Sepúlveda

EL AUTOR Y SU OBRA

1. ARGUMENTO

Luis Sepúlveda nació en Ovalle, Chile en 1949. Estudió producción teatral en la Universidad Nacional y tras obtener una beca, estudió también en la Universidad de Moscú.Ya en su juventud, Luis Sepúlveda se mostró políticamente activo como líder del movimiento estudiantil. En la administración Salvador Allende, estuvo al cargo del departamento de cultura. Después del golpe de estado de 1973, que llevó al General Augusto Pinochet al poder, fue encarcelado por dos años y medio. Más tarde, en la clandestinidad, formó una compañía de teatro que se convertiría en el primer foco de resistencia cultural.En 1977, Sepúlveda abandonó Chile para ir a Suecia donde se dedicó a enseñar literatura española. Desembocó más tarde en Ecuador donde dirigió el teatro de la Alianza Francesa. Luego, tomó parte en una expedición UNESCO para observar el impacto de la colonización en los indígenas shuar.

En esta expedición, vivió con los shuar por siete meses y tras un intenso trabajo con las organizaciones indígenas, elaboró el borrador del primer plan para la alfabetización de la federación de los campesinos Ibambura, en los Andes.Además, ha trabajado como reportero, viajando por distintos países de América Latina y África.

En su faceta de escritor, ha cultivado diversos perfiles de la narrativa, como el relato ecologista, el cuento infantil, la novela de intriga, la novela policíaca, la novela negra y la crónica de viajes. Entre sus títulos figuran: Un viejo que leía novelas de amor (1992), obra que transcurre en la selva ecuatoriana, en el mundo de los indios shuar o jíbaros, y que ha recibido el premio Tigre Juan y otras distinciones internacionales, además de haber sido traducida a catorce idiomas; Mundo del fin del mundo (1994), premio de novela corta Juan Chabás; Nombre de torero (1994); Patagonia Express (1995); Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar (1996); Desencuentros (1997), libro de cuentos; Diario de un killer sentimental (1998); Yacaré (1998); Historias marginales (2000); y Hot Line (2002), una novela negra protagonizada por un detective mapuche. Entre sus últimas obras cabe destacar La locura de Pinochet, 2002 Moleskine, apuntes y reflexiones, 2004 Los peores cuentos de los hermanos Grimm, 2004 El Poder de Los Sueños, 2004.

También se ha dedicado al cine como guionista y director. He aquí sus trabajos: Vivir a los 17, 1986 (director y guión), Tierra del fuego, 2000 (guión), Nowhere, 2002 (director y guión) y Corazón verde, 2002 director y guión

Fuentes: 1. http://es.wikipedia.org/ 2. http://www.bibliotecologia.cl/ 3. http://www.escritores.org/index.php/

LA OBRA

Antonio José Bolivar Proaño vive en El Idilio, un pueblo remoto en la región amazónica de los indios shuar (mal llamados jíbaros), y con ellos ha aprendido a conocer la Selva y sus leyes, a respetar a los animales y los indígenas que la pueblan, pero también a cazar el temible tigrillo como ningún blanco jamás pudo hacerlo. Un buen día decidió leer con pasión las novelas de amor -"del verdadero, del que hace sufrir"- que dos veces al año le lleva el dentista Rubicundo Loachamín para distraer las solitarias noches ecuatoriales de su incipiente vejez. En ellas intenta alejarse un poco de la fanfarrona estupidez de esos codiciosos forasteros que creen dominar la Selva porque van armados hasta los dientes, pero que no saben cómo enfrentarse a una fiera enloquecida porque le han matado sus crías. Descritas en un lenguaje cristalino, escueto y preciso, las aventuras y las emociones del viejo Bolivar Proaño difícilmente abandonarán nuestra memoria.

Un viejo que leía novelas de amor (Tusquets Editores, 1993, Barcelona)

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2. EL AUTOR HABLA DE SU NOVELA

El "viejo" que escribe novelas de amor

Entrevista realizada por Josefina Ribalta y Fernando Cross (http://ponce.inter.edu/vl/revistas/a_proposito/luis.htm)

¿Cuál fue la idea que generó esta novela que ha sido leída por todos nosotros,"Un viejo que leía novelas de amor"?

La verdad es que yo tuve la tremenda suerte de poder convivir, durante siete meses, con los indios shuar en la Amazonia ecuatoriana. Fue una convivencia muy intensa que significó una completa transformación de mi concepción del mundo. Hay un montón de esquemas que se fueron al carajo. Entendí, por ejemplo, que aquella frase que decía “el hombre es el supremo transformador de la naturaleza” allí no tenía validez plena. Entendí, incluso, que ciertos análisis respecto a la forma de vida “primitiva” eran absolutamente desacertados en su apreciación de cómo es la gente y por qué es de esa manera. Bueno, salí de allí con la idea de escribir un gran canto de amor a la Amazonia, pero un canto de amor a esa Amazonia trágica, y devastada, que se desarrollaría a través de las peripecias y vivencias de un personaje. Esa fue la idea central y durante casi diez años esa novela estuvo dando vueltas en mi cabeza, puesto que tenía mucho miedo de escribirla. Miedo no en el sentido de no ser fiel, sino que temía que el producto final resultara una suerte de invitación para que intrusos, que nada tienen que ir a buscar a la Amazonia, se fueran a meter allá. No quería ser una especie de agente de turismo que invitara a futuros depredadores a una zona que es tremendamente frágil. Realmente la fragilidad del entorno amazónico es increíble; basta, a veces, con un mínimo accidente o una intromisión de agentes externos para que todo el equilibrio ecológico se desmorone.

¿Qué tipo de relación recuerda haber establecido con los shuar. Por ejemplo, se proveía su comida; era un sujeto autónomo dentro de la selva, o no?

Para ellos fui primero un absoluto estorbo. Llegué como parte de una expedición de la UNESCO que tenía como fin “hipotético” determinar el impacto de los procesos de colonización en la población shuar. Pero en realidad era un miserable eufemismo, porque la expedición, si bien es cierto estaba patrocinada por este organismo, la financiaba TEXACO. Entonces, en el fondo era un miserable censo que había que hacer para determinar cuántos indios quedaban y cuál sería la mejor forma de expulsarles de allí, porque se suponía que en ese territorio había mucho petróleo. Pero la misma selva se encargó de defenderse; todos los miembros de la expedición sufrieron picaduras de insectos y enfermaron. Y no sé por qué, inexplicablemente, yo fui el único que se quedó allí sin sufrir daños de consideración; no sé por qué no me pasó nada. Pude haber regresado a Iquitos o a Guayaquil, pero pensé que tenía la única oportunidad de mi vida para conocer realmente ese mundo, pensé ¡qué diablos!, ya estaba ahí... Decidí, entonces, quedarme y las primera fases de la relación, te repito, fueron de una absoluta indiferencia respecto de los shuar hacia mí y de una dependencia total.

¿Lo ayudaban por algún tipo de conmiseración, de pena... ?

Exacto, un forma de caridad. "Si a este tipo no lo alimentamos se va a morir, porque no sabe cazar, no sabe pescar, no sabe seleccionar los frutos comestibles de los otros". Me dejaban de comer, me dejaban de beber... Y lentamente se fue dando una forma mínima de comunicación, hasta que finalmente me aceptaron, pero siempre como a un minusválido. Hubo un cambio real cuando ya empecé a aprender los rudimentos del idioma shuar y fui capaz de comunicarme en su propio idioma. Recuerdo que fue una experiencia inolvidable por su capacidad transformadora. Ellos son grandes contadores de historias. Todos los días, en las tardes, en torno al fogón, hay una rememoración de la historia y de las experiencias que va de generación en generación. Las mismas historias se vuelven a repetir, se van completando y ritualizando.

Como parte de la memoria del pueblo…

Como parte de la memoria colectiva. Llegó el momento en que fui capaz de decir en su idioma shuar: "yo también quiero decir algo". De ahí vino una aceptación más plena, me incorporaron al grupo social. Pero siempre dejándome muy claro que yo no era de ahí y que algún un día tenía que irme. Fue una experiencia muy rica y determinante en mi formación personal.

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¿ Su relación con Chico Mendes le ayudó, de alguna forma, a valorar la experiencia con los shuar y, en consecuencia, la posiblidad de escribir una novela como “Un viejo que leía novelas de amor”?

A Chico Mendes lo conocí circunstancialmente. Yo era el corresponsal de una revista alemana y un día me mandaron a cubrir un gran evento de sindicalistas que se realizaba en Brasil, después de largos años en los que el movimiento sindical estuvo prácticamente paralizado. A dicho encuentro llegó Chico Mendes. Congeniamos desde los primeros días; me interesó el trabajo que realizaba con los seringueiros (campesino dedicado a la extracción de látex del árbol de goma); intercambiamos muchas opiniones, me gustó su punto de vista: defendía la posibilidad de una convivencia entre indios y blancos en la selva, y hablaba de un frente común de los habitantes amazónicos contra las transnacionales. (Y entre los habitantes amazónicos él incluía a los indios y a los blancos que también eran capaces de vivir valiéndose armónicamente de los recursos que la selva podía entregar). Chico empezó también a levantar un proyecto que era muy político; que era incluso atentatorio contra los Estados existentes en América Latina y en la región, amazónica. El sostenía la necesidad de que la humanidad reconociera que los pueblos de esa zona debían ser considerados como preservadores de esa enorme riqueza natural y que como tal merecían un trato especial. Recuerdo acompañarle a Nueva York, sede de la famosa reunión del Banco Mundial, en donde un discurso muy improvisado de Chico logró torcerle la mano a los banqueros, a esa gran mafia y, por primera vez, condicionaron un préstamo al gobierno brasileño a que se detuviera la construcción de la Transamazónica, a que se detuviera, por lo menos parcialmente, el proceso de deforestación de la selva. Con Chico hablé mucho de esta novela; le contaba mis miedos. y del temor que tenía de que el producto final fuera como una postal...

¿A qué cree que se deba que, en diferentes mercados, con diferentes tradiciones literarias, con variadas visiones de lo que es Latinoamérica- la novela tenga ese impacto tan avasallador que arropa y crea continuamente nuevos lectores?

Creo que los lectores que no son de habla de hispana encontraron por fin una novela que les estaba hablando de una Latinoamérica que no es solamente papaya y salsa. Que estaba mostrando un entorno, no desde un punto de vista de la referencia histórica, sino que les contaba una historia de hoy y les estaba mostrando un ambiente amenazado, un mundo como es.

¿Y no habría también un poco de nostalgia de un mundo mucho más sencillo, mucho más vivo, mucho más real frente a unas culturas que son en muchos sentidos asfixiantes, limitantes...?

Indudablemente, en algunos lectores hay una búsqueda del “paraíso perdido”. En la novela se le permite acercarse a un paraíso perdido pero en peligro de extinción, le permite reencontrase con una forma muy simple de vivir que es la que tiene el personaje, quien basa su existir simplemente en una cosa que es fundamental: el respeto al otro. Me parece que es un personaje dotado de una gran tolerancia y muchos de los personajes que le rodean retribuyen aquella tolerancia que el viejo entiende que es un leit motiv para poder vivir ahí. No sé.., supongo que los que no son hispanohablantes encontraron todo aquello y comenzó a funcionar un poder de seducción.

Usted estuvo mucho tiempo en el exilio; cuando regresa a Chile por primera vez, ¿qué cambios encontró, aparte de la situación política inmediata?

Yo creo que fueron muchos los cambios. Estuve catorce años en el exilio y cuando regresé lo que más me asombraba era ver la existencia de otro Chile. Yo sabía que iba encontrar un país diferente, pero, por lo menos, deseaba encontrar una gran cantidad de detalles que retrataran ese país que se quedó viviendo en mi memoria. No esperaba encontrar a Chile enteramente cambiado; ya no tenía el hermosos tejido social que caracterizó a los chilenos. Se había transformado en un país individualista. Se había perdido la solidaridad. Se transformó en un país de “triunfadores”; en definitiva, en un país de “yuppies”, con un centralismo odioso. En realidad en Chile todo ocurre en Santiago. Las provincias simplemente dejaron de existir. Hay mucha gente con un desconocimiento espantoso respecto de lo que es su propia realidad. El chileno de la clase media para arriba -que hoy día está disfrutando de un situación económica más o menos boyante no se toma la molestia de ir al Norte chileno o al Sur; no, va a Miami. En definitiva, que lo que antes hacía grata las relaciones sociales - era un país de grandes conversadores, de gran tertulia- hoy se ha transformado en un centro de consumo. Hay un consumo exacerbado. El tema es: "¿cuándo vas a cambiar de marca de automóvil?"; el tema es: "¿cómo te las arreglaste para pasar las cosas que compraron en el último viaje a los Estados Unidos, sin pagar demasiado impuesto?"....

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Sabemos que usted participó por un número de años en las actividades de Greenpeace. ¿Cuáles fueron los momentos más importantes en ese período? ¿Esas actividades abonaron, de alguna manera, al campo literario, específicamente en su producción novelística?

Primero, yo participé como un militante de la organización. Tenía experiencia marinera. Fui tripulante durante casi cinco años de la mayoría de los barcos de la flota y me tocó participar en acciones en todos los mares. Caramba, creo que lo más significativo fue el hecho de encontrarme con un puñado de personas que estaban decididas a abordar de una manera muy militante y drástica el asunto de la preservación de ciertas especies y la posibilidad de salvar la vida en el planeta. Yo sí separo muy bien mi actividad como escritor, de lo que es mi actividad social. No intento moralizar a través de la literatura, pero esto me dio un tema. Llegó un momento que me dije: voy a contar una historia de nuestro tiempo y qué héroes más formidable que son los propios compañeros de una organización en la que yo he participado durante casi cinco años. Surgió entonces la idea de escribir Mundo del fin del mundo. Fue una novela que requería una técnica especial, casi de reportaje.

Y ese respeto por la naturaleza, por el equilibrio del medio ambiente, ¿lo tuvo siempre o surgió a medida que fue creciendo, "juntando experiencias", haciéndose "viejo"?

No, la verdad es que existió desde siempre. Tuve la fortuna de tener un abuelo maravilloso. El era un anarquista andaluz; fue en Chile uno de los precursores ambientalistas que se metió en un montón de causas perdidas para la preservación de ciertos espacios. El “viejo” hablaba de ese derecho que llamaba “la recuperación de la dignidad ecológica”, el derecho que los seres humanos tenemos para decidir sobre la posibilidad de una convivencia armónica con el medio que nos rodea que, trasladado a términos políticos, significaba: ¿qué hacemos con nuestras materias primas, sin tener que hipotecar el futuro? Y, luego el tiempo me fue dando una racionalización mas científica de los problemas del medioambiente y de las terribles consecuencias que tiene para toda la especie humana, la profunda crisis ecológica de nuestro tiempo.

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CINE Y LITERATURA: “El viejo que leía novelas de amor” (2001)

1. ¿CÓMO SURGE EL PROYECTO?

EL VIEJO QUE LEIA NOVELAS DE AMOR" era un proyecto que Jean-Jacques Annaud tenía que haber dirigido hace unos años pero antes tenía que ponerse tras la cámara y realizar otras películas. Como no pudo dirigirla, caducaron los derechos que había comprado de la célebre novela de Luis Sepúlveda, y fueron a pasar a Michelle de Broca. Iñaki Núñez conocía esta historia y después de una conversación telefónica con Annaud, contactó rápidamente con Michelle y de aquella charla surgió la producción entre ambos de este maravilloso relato.

2. LA LOCALIZACIÓN

Una vez puestos de acuerdo Iñaki y Michelle, y con el director y guionista ya contratados, había que buscar las localizaciones perfectas, y estas parecían estar en Venezuela . Pero poco tiempo después hubo que olvidarse de la selva venezolana, y cambiar por la Guayana Francesa, debido a la inseguridad que Venezuela ofrecía para actores y técnicos. La Guayana Francesa se encuentra en la zona ecuatorial de la costa Atlántica de Sudamérica, Entre Brasil y Suriname. El 90 por ciento de Guayana es selva, y por tanto uno de los parajes vírgenes que quedan en el mundo. Iñaki Núñez Contrata a Gil Parrondo para que se encargue de la decoración y ambientación del film. Gil es uno de los nombres más importantes de la industria, y como director artístico uno de los más destacados a nivel mundial.

3. LOS ACTORES

En Agosto de 1999 en Madrid se realiza la selección de los tres actores españoles. De 10 de la mañana a 10 de la noche, se examinan a más de cien aspirantes, hasta decidirse por Guillermo Toledo, Luis Hostalot y Federico Celada. Pero era muy importante desde el principio encontrar al actor perfecto para Antonio Bolívar, pues al tenerlo ya escogido el resto del reparto sería más sencillo. Richard Dreyfuss recibió el guión en Londres. "El guión me fascinó, era maravilloso: Destilaba serenidad y dulzura, y el personaje de Antonio estaba magníficamente escrito. Es una persona a la que se debe admirar, y yo nunca había dado vida a otra igual" declaraba Dreyfuss a la prensa poco antes de empezar la filmación. "Es una historia de supervivencia, pero ante todo es un maravillosa historia de amor". Para los personajes del Alcalde, el Dentista y Josefina se buscaron a tres nombres de gran relevancia en el cine y en el teatro de Inglaterra y Austria.

GRAN PREMIO DEL JURADO II FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE LAS PALMAS

Aprendió a conocer la selva y sus leyes…

Se enfrentó al hombre blanco en defensa de la selva amazónica…

Los indígenas los acogieron como a uno de los suyos…

Y al final leyó con pasión las novelas de amor "del verdadero, del

que hace sufrir"...

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4. COMIENZA EL RODAJE

Con este espléndido reparto, donde también se encuentran tres actores españoles, solo falta marcar la fecha de inicio del rodaje que será el 11 de Octubre de 1999 con diez semanas de filmación en plena selva, a bastante distancia de Cayenne, la capital de la Guayana Francesa. Allí se ponen en pie los decorados que Gil ha preparado en Madrid pudiendo utilizar algunas edificaciones ya existentes. Es un trabajo difícil, de muchas semanas, pero cuando se ve en la pantalla el resultado es maravilloso. Durante las semanas de rodaje, hubo que luchar contra el tiempo, las nubes, las lluvias, la falta de luz al nublarse el cielo, el calor, los insectos... Para una mejor fotografía se utilizó una lente de color azul verdoso, con objeto de poder reflejar mejor las muchas tonalidades que hay en la jungla, sin olvidar gigantescas baterías y luces fluorescentes. Para grabar todos los sonidos de la selva se utilizaron micrófonos de 360 grados, similares a los que los que llevaban los actores para así ir grabando los diálogos en directo sin necesidad de perchistas. También se trabajó con computadoras de imagen en la selva para los efectos especiales, algo que hasta ahora no se había hecho en ninguna otra producción. Merlín es el nombre del Jaguar que vemos en pantalla y su dueña, Deborah, lo encontró medio muerto al haber sido abandonado por su madre. Se lo llevó a vivir con ella y con su marido, y durante varias semanas lo cuidaron durante las 24 horas del día. Se recuperó plenamente, y hasta que cumplió los 18 meses vivía con ellos en casa, pues era uno más de la familia. Pero en la película hay otro Jaguar para así repartir el trabajo entre los ambos. Se llama Manoa, es hembra, y ha sido amaestrada por el marido de Deborah. Fuente: Web de la película (http://www.arabafilms.com/produccion/viejo/index.htm)