ficha subjetividad socio his´torica
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La Subjetividad socio histórica y cultural
El aprendizaje no se desarrolla en forma aislada y en soledad. Si aceptamos la
afirmación de Sara Paín sobre que el conocimiento es el conocimiento del otro, nos resulta
evidente que el aprendizaje se produce en una situación intersubjetiva. Resulta imprescindible,
entonces, hacer entrar en juego la variable socio-cultural. Sin embargo lo que no parece tan
sencillo es escaparse de la tentación de quedarse en la simple declamación sobre la necesidad de
lo social para encarar un análisis metódico de esta variable.
¿Qué se entiende por social al hablar de funciones mentales? ¿Cómo interviene lo
socio-cultural en las funciones psicológicas? ¿Cuáles son los mecanismos, y cómo operan esos
mecanismos, en la relación del individuo con lo social? ¿Qué grado de influencia existe de lo
social en lo individual y viceversa?
Estas son apenas algunas preguntas que deberían orientar las reflexiones sobre la
intervención de lo social en la actividad de aprendizaje. Por las limitaciones obvias de este curso
tomaremos como eje para pensar este tipo de subjetividad a la teoría socio histórica de
Vigotsky.
La teoría vigotskyana se presenta como una de las corrientes cognitivas que sentó las
bases para desarrollar la problemática del aprendizaje desde el punto de vista socio histórico.
La contextualización de la obra de Vigotsky
Sin lugar a dudas, la contextualización histórica de los momentos gestacionales de las
distintas disciplinas psicológicas es sumamente importante. Ya vimos, por ejemplo, cómo
resultaría incompleto el análisis del conductismo si no se lo relaciona con los momentos de
extrema confianza en el progreso y en los avances científicos, característicos de una sociedad
pragmática como lo fue la norteamericana de principios del siglo XX. También algunos datos
biográficos, como en el caso de Piaget sobre el origen de su interés sobre la construcción de una
epistemología con bases científicas y no especulativas, ayudan a comprender mejor el objetivo y
la dirección de los programas de investigación.
En el caso de Vigotsky adquiere una mayor relevancia por cuanto su teoría entiende que
el conocimiento es un producto histórico y cultural.
Conocer su biografía no es un simple dato anecdótico, sino que se constituye en una
herramienta imprescindible para discutir sus conceptos. Sobre todo porque gran parte de ellos
han sido solamente esbozados, ya que su muerte prematura impidió que los pudiera afianzar y
definir con mayor precisión.
“Muchas de la ideas de Vigotsky resultan más sugestivas que suficientes. Su temprana desaparición,
unida al largo silencio del organicismo, no sólo en la Unión Soviética sino también en la ‘psicología
burguesa’, dejó inconclusas muchas sugerencias prometedoras. Por ello, en muchos aspectos, la
aportación de Vigotsky sigue siendo más importante desde el punto de vista metateórico que desde el
estrictamente teórico” (POZO, 1994, p. 205).
A partir de este fragmento de Pozo vemos cómo un dato de su vida singular –su muerte
prematura– se articula con un elemento histórico social –sus diferentes censuras a su obra– para
condicionar el desarrollo y la posterior interpretación de su teoría.
Liev Semiónovich Vigotsky nació el 17 de noviembre de 1896 en Orsha, un pueblo
cercano a Minks, la capital de Bielorrusia, y muere a los 37 años en Moscú en 1934. Es decir
que su vida transcurre en un tiempo y en un lugar significativamente singulares: la Rusia
revolucionaria de principios del siglo XX.
Predominaba un ambiente intelectual con mucho movimiento y altamente
comprometido, primero con la destitución del régimen zarista y posteriormente, con la
revolución de Octubre, con un nuevo modelo social.
“Esta revolución cultural fue sin duda una de las más importantes del siglo. Es desconcertante cómo se pudo llevar a cabo en situaciones tan poco favorables para la vida espiritual: frío, hambre, enfermedades, guerra. Sus activistas no sólo producían en su área específica de creación cultural, sino también participaban institucionalmente. En una enumeración aparentemente extensa, pero que aun así no da cuenta de la magnitud de este movimiento, digamos que, a partir de Octubre, esta era la fisonomía cultural que presentó durante varios años la sociedad soviética. Telas futuristas y suprematistas, así como esculturas constructivistas, colgaban en las calles, trenes, camiones y barcos. En Petrogrado se celebró una “Semana de Serguei Prokófiev”. Kandinsky fue vicepresidente de la academia de ciencias y artes de Moscú. Malévich presidía la de Petrogrado, donde el arquitecto Tatlin, autor del famoso proyecto de monumento para Tercera Internacional, dirigía una sección. Chagall era comisario de Bellas Artes en Vitebsk. Shostakóvich representaba a su país en concursos internacionales. Méyerhold era director de la sección teatral del Comisariado del Pueblo para la educación y Stanislavski presidía del teatro del arte de Moscú. Maiakovski representaba al frente de izquierda de las artes –el LEF. Eisenstein, que por sus conocimientos de ingeniería organizaba la construcción de defensas durante la guerra civil, llegaría a ser el profesor de dirección del Instituto Cinematográfico Estatal. A estos nombres hay que agregar en distintos campos, a El Liesitski, Dziga Vértov, Gorki, Bulgákov y Shólojov –quien en esta época escribió la primera parte de El Don apacible, que le valdría un futuro premio Nóbel de literatura. La escuela formalista de Petrogrado revolucionaba la teoría literaria con sus investigaciones. Jakobson hacía lo propio en Moscú.” (SILVESTRE, A. Y BLANCK , G., 1993, p. 118)
Este compromiso de los intelectuales en la construcción de una nueva sociedad hizo
que, cada uno en su actividad, sintiera la obligación de transformar los conocimientos
adquiridos hasta el momento para adaptarlos a la nueva realidad. En este sentido no debían
solamente explicar los fenómenos sino convertirse en herramientas de transformación y cambio.
Esta sensación de estar protagonizando una torsión en el rumbo de la historia mundial generó un
gran optimismo en los pensadores y en los investigadores de ese momento sobre la dirección y
los resultados de las modificaciones que presenciaban. Este optimismo podemos verlo, como lo
haremos más adelante, en el interior mismo del marco conceptual vigotskyano.
Es por esta razón que hoy, a casi cien años de aquellos acontecimientos, al discutir los
conceptos de Vigotsky no se debería olvidar, y para ser consecuentes con su propio
pensamiento, ni el momento histórico ni la motivación en que fueron forjados. La vigencia de
un pensamiento transformador no se encuentra en su repetición automática, como son los ritmos
de la moda, sino en su capacidad de generar nuevos interrogantes que iluminen nuevas zonas de
la realidad aún inexploradas.
Esta advertencia toma mayor importancia en este caso, por cuanto la obra vigotskyana
al igual que la de muchos de sus contemporáneos rusos –como por ejemplo la de Mijaíl Bajtín–
no sólo es víctima de la censura estalinista sino también de cierta indiferencia de la
intelectualidad occidental. Si bien ya hacían algunos años, tanto Vigotsky como los integrantes
de su círculo (A. Luria y A. Leóntiev entre los más importantes) sufrían los ataques del poder
estalinista, acusándolos por ejemplo de no ser “verdaderos marxistas” o de “no citar al camarada
Stalin” en sus textos (BLANCK , 2000), recién dos años después de su muerte, en 1936 se prohibe
en su totalidad la obra de Vigotsky.
Luego de la muerte de Stalin e iniciado el proceso de deshielo que llevó a cabo Nikita
Jrushov, en 1956 comienza muy gradualmente a re-publicarse su obra. Sin embargo en
occidente recién en los años sesenta, pero especialmente los setenta y ochenta, comienza a
tomar un interés cada vez más importante, alcanzado su obra una importancia que llega, desde
luego, hasta nuestros días.
Las ideas principales de la teoría socio histórica
Los procesos psicológicos
Tal como vemos en el cuadro, la teoría socio histórica distingue dos tipos de
proceso psicológicos: Los llamados Procesos Psicológicos Elementales (PPE) y los
Procesos Psicológicos Superiores (PPS).
Los primeros son aquellas funciones que el hombre comparte con otras
especies superiores y abarcan, por ejemplo, las formas elementales de memorización,
la actividad senso-perceptiva, la motivación, etc.
Por el contrario, lo Procesos Psicológicos Superiores (PPS) son
específicamente humanos, se originan en la vida cultural y social y constituyen lo que
se entiende como conciencia. Estos últimos además se subdividen en Rudimentarios y
Avanzados. Los PPS Rudimentarios tienen su origen en la experiencia socio cultural
inmediata, como por ejemplo la capacidad de utilización del lenguaje oral, por cuanto
el sólo hecho de vivir en medio hablante es suficiente para su adquisición. Mientras
que los Avanzados requieren para su formación la intervención voluntaria de alguna
institución específica. En este último caso podemos tomar como ejemplo –para
contraponerlo con el uso de la lengua oral– la adquisición de la escritura, donde es
evidente que no basta la simple experiencia social para su correcto uso sino que el
sujeto necesita de alguien que se la enseñe.
El interés de esta escuela se dirigirá primordialmente a estás últimas funciones
psicológicas no sólo porque se evidencia aquí la preponderancia de los aspectos
sociales en el desarrollo individual, sino porque los PPS Avanzados se presentan como
la llave para construcción de la nueva subjetividad que el contexto histórico
vigotskyano requería.
Las líneas de desarrollo y los dominios genéticos
La distinción entre PPE y PPS se basa, a su vez, en la diferenciación de dos
Procesos Psicológicos Superiores (PPS)
Rudimentarios Avanzados
Procesos Psicológicos Elementales (PPE)
líneas de desarrollo: las llamadas línea natural de desarrollo y línea cultural de
desarrollo. Por línea natural de desarrollo se entiende las regulaciones cuasi biológicas
de los Procesos Psicológicos Elementales, mientras que la línea cultural de desarrollo
se refiere a los procesos que originan y se desenvuelven en la vida social del sujeto.
Por esta razón, constituyen los Procesos Psicológicos Superiores.
Es importante destacar que esta diferenciación no implica la continuidad de
una línea de desarrollo a la otra. Esto quiere decir que la generación del desarrollo
cultural no es la evolución del desarrollo natural, sino que son dos tipos de desarrollo
diferenciados y de alguna manera independientes.
Cada dominio genético (filogenético y ontogenético) se articulará en formas
distintas con las líneas de desarrollo. Desde el punto de vista ontogenético, esto es en
el desarrollo individual de cada sujeto, ambas líneas aparecen solidariamente juntas. Es
evidente que cada individuo necesita de dispositivos básicos generales de
características biológicas para dar inicio a la vida socio-cultural.
Por el contrario en el dominio filogenético, es decir, en el desarrollo de la
especie, se comprueba que ambas líneas están marcadamente separadas. La legalidad
del desarrollo histórico-cultural propios del medio humano tiene diferencias netas con
al desarrollo biológico.
La problemática de la conciencia
La significación del término conciencia generalmente hace referencia a un
saber o, más específicamente, a la intelección del saber. Sin embargo esta significación
tuvo variaciones según el momento histórico que se evalúe.
Por ejemplo, el pensamiento cristiano de la antigüedad y del medioevo asoció
a esa significación un sesgo ético y moral. En cambio para Descartes, inaugurando la
era racionalista del pensamiento moderno, será el punto clave para la conquista de
cualquier conocimiento verdadero. Para el idealismo hegeliano, a su vez, la conciencia
ocupa el lugar central en su metafísica.
Desde el punto de vista psicológico el término conciencia aludió
específicamente a una cualidad mental del individuo como son, por ejemplo, los
estados de conciencia.
Esta concepción parte del supuesto de la dualidad interior/exterior en relación
al individuo. Así la conciencia sería el reflejo interior de la realidad exterior.
La posición de Vigotsky, con relación a la conciencia, rompe con ese
dualismo. La conciencia no es una emanación del alma del individuo ni una secreción
del cerebro (SILVESTRE Y BLANCK, 1993, pp. 28-29). Si bien es fenómeno interior, se
construye desde el exterior por medio de los denominados procesos de interiorización.
Ahora bien, no hay que entender a esta exogénesis de la conciencia como producto de
cierto ambientalismo tal como lo comprendía el conductismo. La conciencia no es un
receptáculo vacío que se llena con la experiencia, sino que los mismos procesos de
interiorización generan conciencia. El sujeto no tiene una posición pasiva ante los
fenómenos exteriores, sino por el contrario, la conciencia, representada en los PPS, es
el resultado de la actividad del individuo con la realidad.
Aprendizaje y desarrollo
La consideración que la escuela socio histórica tiene de esta actividad
productora de conciencia, es decir de los procesos de interiorización, hace que lleve la
temática del aprendizaje a un lugar central.
A diferencia de la posición de la teoría psicogenética que considera que el
aprendizaje no condiciona el desarrollo espontáneo del sujeto, Vigotsky sostendrá que
es el aprendizaje, es decir aquel que se produce en la actividad de los PPS Avanzados,
el responsable del desarrollo cognitivo.
Es en este sentido que afirma Vigotsky que:
“el aprendizaje organizado se convierte en desarrollo mental y pone en marcha una serie de procesos
evolutivos que no podrían darse nunca al margen del aprendizaje” (en CASTORINA, 1997, p. 20)
Queda en evidencia la importancia que adquiere para la teoría socio histórica
las intervenciones voluntarias de las instituciones socio culturales, específicamente la
escuela, para el desarrollo del sujeto.
Hay que remarcar, sin embargo, que la significación de la palabra aprendizaje
no involucra solamente al sujeto que aprende. Tal como señala Kohl de Oliveira:
“el término ruso que Vigotsky utiliza para referirse a este proceso es obuchenie, que significa
aproximadamente ‘proceso de enseñanza-aprendizaje’ y siempre incluye al que aprende, el que enseña y
la relación entre ambos” (Castorina, 1997, p. 48).
La ley de doble formación
El papel determinante de los socio cultural sobre lo individual, la
consideración del aprendizaje como motor del desarrollo y la formulación de una
conciencia no preexistente a la actividad cognitiva del sujeto, sino generada por los
mismos procesos de interiorización, hacen que Vigotsky describa a estos últimos a
partir de la enunciación de una ley conocida como la “ley de doble formación” o ley
genética general del desarrollo”, que plantea:
“En el desarrollo cultural del niño, toda función aparece dos veces: primero a nivel social, y más tarde, a nivel individual; primero entre personas (interpsicológico), y después, en el interior del propio niño (intrapsicológico). Esto puede aplicarse igualmente a la atención voluntaria, a la memoria lógica y a la formación de conceptos. Todas las funciones lógicas se originan como relaciones humanas” (VIGOTSKY, 1979, en: BAQUERO, 2004, p. 42).
En definitiva, los proceso psicológicos concientes primero representan una
actividad externa para luego transformarse en una actividad interna. Lo que no hay que
olvidar que esa actividad no es una simple observación, sino que implica la
participación del sujeto en esa actividad. De ahí su denominación de intersubjetiva o
interpsicológica.
La Zona de Desarrollo Próximo
Se puede entender la importancia que la enunciación de esta ley de doble
formación tiene para el desenvolvimiento de la teoría socio histórica, por las
consecuencias que en ella produce. Una de esas consecuencias es dar origen a una de
las nociones más conocidas y trabajadas, sobre todo en el ámbito educativo, que se
conoce con el nombre de Zona de Desarrollo Próximo (ZDP).
Concebida inicialmente para discutir con los instrumentos que en su época se
usaban para la medición de las capacidades intelectuales de los niños, la ZDP se
transformó, en los últimos años, en una de las herramientas predilectas para el diseño
de programas pedagógicos y metodologías didácticas.
Vigotsky sostenía que los instrumentos de medición de los tests que calculan
los Cocientes Intelectuales (CI), al considerar exclusivamente las respuestas
individuales, sólo podían mostrar una parte de las posibilidades efectivas de un sujeto
pues resulta necesario, además, tomar en cuenta la cantidad de problemas que se
pueden resolver con la ayuda de otro y que en un tiempo se logrará solo. Podemos
afirmar, por lo tanto, que la ZDP es la puesta en práctica de la ley de doble formación.
Lo que se resuelve con otro, es decir intersubjetivamente, forma parte de las
capacidades intelectuales de un sujeto puesto que, próximamente, se internalizará
constituyendo una actividad intrasubjetiva
Vigotsky define la ZDP diciendo que es:
“la distancia entre el nivel real de desarrollo, determinado por la capacidad de resolver independientemente un problema, y el nivel de desarrollo potencial, determinado a través de la resolución de un problema bajo la guía de un adulto o en colaboración con otro compañero más capaz. (VIGOTSKY, 1979, en: BAQUERO, 2004, p. 137).
Al leer detenidamente esta definición podemos comprobar que la misma no
hace referencia solamente a una cuestión descriptiva, pues el carácter “próximo” que
tiene el nivel desarrollo potencial, orienta sobre el tipo de intervenciones necesarias
que deben hacerse –por ejemplo en la escuela– para generar conciencia.
En este sentido es necesario dejar claro que no todo aprendizaje produce
desarrollo. Así, el aprendizaje de habilidades simples o técnicas (por dar un caso) no
tiene gran incidencia sobre el desarrollo. En cambio el aprendizaje que se ubica en los
niveles más altos del desarrollo potencial son los generadores de conciencia.
Finalmente es importante destacar que no toda relación asimétrica, en el
proceso enseñanza/aprendizaje genera desarrollo.
La ZDP no sólo hace referencia al proceso enseñanza/aprendizaje, también
pueden señalarse otras actividades como el juego y el trabajo. El caso del juego es
sumamente interesante porque, a diferencia de la situación escolar, el desarrollo no se
provendría de una actividad exterior, sino más bien de una dinámica que podría
considerase intrasubjetiva. Sin embargo el juego, sobre todo el juego de simulación,
lleva al niño a representarse situaciones que exceden su nivel de desarrollo actual que,
obligado a sujetarse a las reglas del juego mismo, generan comportamientos
voluntarios y concientes en situaciones que aún no enfrenta en la vida diaria.
Los instrumentos de mediación
A partir de la aceptación de la teoría socio histórica de una conciencia
considerada no como un simple reflejo de la realidad, sino como producto de los
procesos de interiorización, es posible plantearse la siguiente pregunta: ¿qué es
finalmente lo que se interioriza?.
Ante este interrogante podemos responder que lo que se interioriza son los
instrumentos de mediación. Respuesta que nos lleva, ahora, a una nueva pregunta:
¿qué son los instrumentos de mediación?.
Antes de contestar a esto, primero hay que aclarar que, para esta escuela, los
humanos nos relacionamos con la realidad siempre en forma mediada. A diferencia de
los animales, que únicamente reaccionan en forma directa ante un estímulo de su
entorno, como por ejemplo remover la maleza que obstaculiza el acceso a la comida
(SILVESTRE Y BLANCK, 1993), el hombre podrá superar la dependencia del medio al
tener la capacidad de operar con herramientas. Las herramientas son instrumentos que
rompen con la inmediatez del entorno, es decir mediatizan la relación del hombre con
la naturaleza. El hecho mismo de fabricar una herramienta da cuenta de que hubo un
momento donde se desvió por un tiempo la atención del problema inmediato para
abordarlo, en mejores condiciones, en una segunda etapa. Con lo cual podemos
afirmar que el uso de herramientas es ya una actividad específicamente humana.
Pero el hombre también utiliza otros instrumentos de mediación además de las
herramientas: los signos. Los signos también son instrumentos al igual que las
herramientas, siendo su función principal la comunicación. Mientras las herramientas
se dirigen hacia el mundo físico, tratando de transformar la naturaleza, el signo se
orienta hacia el mundo social, hacia el otro.
Recurramos ahora a Adriana Silvestre (Silvestre A. y Blanck G 1993) para
explicar mejor las diferencias del signo con las herramientas:
“los signos tienen características que le son peculiares y no comparten con las herramientas. Los
instrumentos de producción no tienen significado, no expresan ni reflejan nada. Sólo tienen una tarea, y
un cuerpo físico técnicamente adaptado a la misma. El signo es también un objeto material, pero –a
diferencia de los demás instrumentos– vehiculiza un significado. Y nada hay en su configuración física
sonora que lo constriña a determinada tarea: la palabra es inespecífica en cuanto función. Puede
desempeñarse en cualquier campo, científico, ético, estético, religioso, etc.” (SILVESTRE Y BLANCK, 1993,
p. 34).
A su vez los signos, al interiorizarse se convierten en instrumentos de la
relación con uno mismo, autodirigiendo y regulando la propia conducta y el
pensamiento del sujeto. El paradigma de este tipo de instrumento de mediación es el
lenguaje y por eso le dedicaremos el sub-apartado siguiente a este punto.
Pensamiento y lenguaje
Precisamente fue este, Pensamiento y lenguaje, el título del último libro de
Vigotsky escrito, ya en su lecho de enfermo, en 1934. Allí estudiará las distintas
funciones del lenguaje y su relación con el desarrollo del sujeto. Podemos decir que la
posición socio histórica de este tema es la aplicación de la Ley de Doble formación en
la génesis del lenguaje. Recordemos que dicha ley enuncia que en la formación de
funciones psicológicas, las mismas aparecen dos veces: primero intersubjetivamente y
luego intrasubjetivamente. En este sentido podemos esquematizar la progresión
genética del lenguaje del siguiente modo:
Lenguaje social → Lenguaje egocéntrico → Lenguaje interior
La función principalmente comunicativa del lenguaje hace que el mismo sea
en primer término social para que, luego del proceso de interiorización, se constituya
en lenguaje interior.
Pozo (1994) nos comenta uno de los tantos ejemplo de esta escuela para
mostrar el pasaje del lenguaje social a su instancia interiorizada. En este caso se señala
el pasaje desde el movimiento de asir hasta el acto de señalar:
“Al principio el bebé intenta coger un objeto estirando su mano hacia él, pero no lo alcanza. Su madre,
que lo ve, interpreta sus deseos y le acerca el objeto. De esta forma, mediante su acción, el niño ha
provocado la intervención de una acción mediadora que le facilita el objeto. Poco a poco, esa mediación
se va interiorizando y el niño, al estirarse hacia el objeto, no dirigirá en realidad su acción a éste sino a su
madre. Ya no intentará coger directamente el objeto, sino que lo señalará para que su madre se lo acerque.
Ello producirá una transformación física en la propia acción que se simplificará y adquirirá un significado
que inicialmente no tenía. Ese significado hubiera sido imposible sin la intervención de otra persona
atribuyendo sentido e intenciones a la conducta del niño” (POZO, 1994).
Las transformaciones del habla exterior en habla interiorizada se dan en forma
gradual y creciente, constituyendo distintos hitos en ese proceso de transformación.
Uno de ellos, tal vez el más conocido por haber sido reconocido en diferentes
investigaciones psicológicas pero especialmente por haber sido teorizado por Piaget,
es el denominado lenguaje egocéntrico. En el recorrido de la interiorización del
lenguaje, el niño, sin perder aún su cualidad externa en la verbalización, comienza a
hacer un uso de tipo intelectual, es decir constituye un instrumento de dominio
voluntario de sí mismo y de sus acciones. Lo que advierte Vigotsky es que este
lenguaje egocéntrico, además de acompañar el actuar del niño, en un aparente acto sin
dirección y sin intención expresiva, comienza a cumplir la función de planificar la
resolución de alguna tarea surgida de su actividad.
“De las variadas investigaciones empíricas sobre este tema podemos mencionar aquella donde se observa la relación entre la cantidad de lenguaje egocéntrico y el nivel de dificultad que se presenta al niño en la relación de una tarea. Se propone a los niños diferentes tareas en las cuales se irá agregando gradualmente de determinadas complicaciones para su resolución (como no suministrar los elementos para elaboración de un dibujo libre) registrando las verbalizaciones producidas por el niño. Los resultados en los niños a los cuales se les agregó dificultad arrojaron que el coeficiente de lenguaje egocéntrico casi se duplica de los niños sin dificultad.” (BAQUERO, 2004)
Aquí se produce uno de los puntos centrales de la confrontación de Vigotsky
con la teoría piagetiana. Recordemos que la definición del lenguaje egocéntrico
realizada por Piaget se refiere a aquel lenguaje que aún no llega a ser social. Por el
contrario, la postura de Vigotsky es que en primer lugar es social y luego se convertirá
en interior, siendo el lenguaje egocéntrico la comprobación de ese pasaje.
En este caso podríamos tomar prestadas las palabras de Ferreiro y decir que “Piaget comienza a cumplir uno de los roles más contraproducentes, el rol, que el Piaget investigador no intentó jamás cumplir (ni en el terreno educativo ni en psicológico): el crear ‘prohibiciones’, el señalar ‘lo que un niño no puede hacer’. Es claro que Piaget analizó con el mayor detenimiento las limitaciones de cierto nivel de desarrollo, pero solamente después de haber indicado sus logros con respecto a un nivel precedente” (en CASTORINA, 1997, p. 122).
Finalmente nos resta comentar qué entiende por lenguaje interior la escuela
socio histórica. No está demás reiterar que el término interior, lejos de lo que puede
suponerse, no implica ninguna interioridad previa: no existe una separación básica
exterior/interior, sino que lo interior se produce a partir de lo exterior.
La característica fundamental del lenguaje interior es su predicatividad. Sin
embargo, en este caso, el término predicatividad no siempre hace referencia al
predicado gramatical. Tal como lo entiende Vigotsky, el predicado es el enunciado que
incluye una función nueva. Así por ejemplo, el enunciado “el reloj se rompió”, el
predicado puede ser tanto el reloj como el hecho de romperse. Todo depende de la
situación concreta que generó ese enunciado. Si el interlocutor ya había escuchado un
ruido, que algo se haya roto no configura una novedad, sino que lo nuevo es “el reloj”.
Pero si, a la inversa, es la ausencia del reloj lo que motiva la frase, que se haya roto se
constituye una noticia.
Si tomamos esta noción de predicatividad en una situación de diálogo,
comprobamos que cuanto mayor es el contexto de significación compartido y el
conocimiento del interlocutor, mayor será el grado de predicatividad. Por el contrario,
cuando el contexto compartido es más débil y el desconocimiento de nuestro
interlocutor es mayor (como ser la escritura de un artículo en un diario) la
predicatividad será menor por cuanto se deberá dedicar mayor espacio para establecer
esos nexos de significación compartido para que el aporte de la novedad sea entendido.
Es evidente que la situación de máximo contexto compartido será donde el
emisor y el receptor de la comunicación coinciden en una sola persona, es decir en el
lenguaje interior. De ahí que el lenguaje interior es centralmente predicativo.
Esto produce una de las características del lenguaje interior, que consiste en la
saturación de sentido de una palabra al absorber diferentes significados de otras
palabras. La palabra cita, por ejemplo, anotada en nuestra agenda, no agota su
significado en la definición del diccionario (acuerdo entre dos personas para
encontrarse), porque también hace referencia, entre otras cosas, a la persona con quien
nos encontraremos, el objetivo de ese encuentro, etc. Esta abreviación del lenguaje
interior deberá disolverse ni bien se quiera volcar esas ideas en el exterior por medio
de la comunicación, por cuanto se deberá hacer uso de muchas palabras para
establecer el campo compartido de significación.
Finalmente podemos decir que la palabra es la unidad de análisis para la teoría
socio histórica. Su significación no será simplemente un hecho lingüístico, sino
también, en tanto expresa una generalización o un concepto, un acto intelectual.
La relación Piaget – Vigotsky
Como podemos ver, las teorizaciones de Vigotsky establecen un diálogo
bastante fluido con los desarrollos piagetianos. En muchos puntos (como en la
concepción de lenguaje egocéntrico, por ejemplo) se visualiza una evidente
controversia. Esta situación no deja lugar a dudas de que muchas veces trabajan en
zonas compartidas. Esta constatación llevó a plantearles a muchos profesionales
comprometidos con la temática por alguna razón (educadores, investigadores,
psicólogos, psicopedagogos, para nombrar algunos) la aparente necesidad de tener que
elegir entre una u otra teoría. En los últimos años llegó a constituirse en tema de
grandes debates donde cada sector daba sus argumentos a favor. Sin embargo,
siguiendo la opinión de Castorina (1997), muchas veces tal oposición se basa “en
lecturas superficiales, en algunos casos dogmáticas y otras simplemente erróneas”.
Este tipo de lecturas que esclerosan las diferencias e impiden el diálogo
constituirá lo que este autor llama la “versión estándar” de la relación entre Piaget y
Vigotsky. Versión estándar que reconocerá algunos puntos de convergencia, pero
insistirá en señalar los puntos de confrontación.
Como lugares de confluencia generalmente se encuentran:
� El enfoque genético que ambas teorías adoptan.
� El uso de un estructuralismo débil.
� El énfasis puesto en la actividad del sujeto en la adquisición del
conocimiento.
Por el lado de las diferencias encontraremos un desarrollo mucho mayor:
“En Vigotsky, la interacción social y el instrumento lingüístico son decisivos para comprender el
desarrollo cognoscitivo, mientras en Piaget este último es interpretado a partir de la experiencia con el
medio físico, dejando a aquellos factores en un lugar subordinado. Además, el proceso de desarrollo
intelectual, explicado en Piaget por el mecanismo de equilibración de las acciones sobre el mundo,
precede y pone límites a los aprendizaje, sin que éstos puedan influir en aquel. Por el contrario, para
Vigotsky el aprendizaje interactúa con el desarrollo, produciendo su apertura en la zonas de desarrollo
próximo, en las que las interacciones sociales y el contexto sociocultural son centrales” (CASTORINA,
1997, p. 11).
En términos generales se vería la teoría piagetiana como endogenista, mientras
que el enfoque socio histórico sería exogenista.
Para refutar esta visión superficial, Castorina propone considerar que ambas
teorías responden a interrogaciones y motivaciones distintas. De esta manera, podemos
concluir que si se preguntan cosas distintas, necesariamente se responderán cosas
distintas.
De todos modos, esta idea no debe llevarnos al error de pensar que ambas
teorías son irreductibles y por lo tanto los desarrollos de una no provocarían impacto
alguno en los desarrollos de la otra: tal como lo dijimos antes, es evidente que en
muchas ocasiones han trabajado en zonas comunes. Por eso, una vez despejadas las
inquietudes que peculiarizan cada enfoque es posible y necesario construir un campo
de diálogo entre ambas teorías.
Ahora veamos cuáles son esos interrogantes diferenciadores.
Podemos sintetizar el interés de Vigotsky en la búsqueda de una psicología
que articule su posición materialista propia del marxismo con los desarrollos de los
sistemas culturales. Por esta razón dirige sus interrogaciones a las formaciones de las
funciones psíquicas superiores por cuanto están generados en la vida socio cultural.
Para el caso de Piaget, tal como lo estudiamos en la Unidad 3, el interés se
orienta sobre todo hacia la problemática epistemológica. Su pregunta central fue cómo
se pasa de un estado de menor conocimiento a otro de mayor conocimiento.
Podemos abordar ahora algunos temas en conflicto tratando de encuadrar sus
enfoques según los intereses de cada uno.
La relación entre aprendizaje y desarrollo es un tema recurrente al plantear las
diferencias entre Vigotsky y Piaget. La versión estándar dirá que para el primero el
papel del aprendizaje será determinante para el desarrollo de los procesos psíquicos
específicamente humanos, mientras que para Piaget se haría depender el aprendizaje
del desarrollo individual. Sin embargo, si tomamos en cuenta el interés y la motivación
de cada unos de los autores, verificamos que al diferir los planos de análisis, sus
afirmaciones requieren de las mediaciones necesarias para ser comparadas.
“Cuando Vigotsky postula el carácter orientador del aprendizaje respecto del desarrollo está formulando
la tesis crucial según la cual la adquisición de los instrumentos de mediación cultural, es decir de la
actividad educativa, es constitutiva del curso del desarrollo. Cuando Piaget postula la continuidad entre
desarrollo y aprendizaje está pensando en los mecanismos que dirigen el cambio del punto de vista del
sujeto. Es decir, que sea cual fuere el modo en que le son presentados los problemas o lo objetos a ser
conocidos, se pone en marcha un proceso de reinvención o re-descubrimiento debido a su actividad
estructurante.” (CASTORINA, 1997, pp. 19-20)
Asimismo la versión estándar ubica en lugares opuestos a estas teorías en
cuanto al énfasis puesto en el papel de la educación. Del lado piagetiano el papel de la
educación sería mínimo, ya que el desarrollo individual espontáneo bastaría para el
aprendizaje.
Por el lado de Vigotsky, la relevancia del papel educativo es central, en tanto
los PPS avanzados no se desarrollarían sin la intervención de la institución social
específica que en este caso es la escuela.
Sin embargo, si recordamos los perjuicios que causó el aplicacionismo de los
conceptos piagetianos al ámbito educativo, comienza a debilitarse aquellos
argumentos de la versión estándar. Recordemos en primer lugar que el origen de las
indagaciones piagetianas no fue la problemática educativa, sino un interés
epistemológico. Sin duda resulta lícito extender el programa de investigaciones hacia
otros horizontes, como por ejemplo el ámbito escolar, pero habría que hacerlo con los
cuidados metodológicos y epistemológicos necesarios.
En Vigotsky, en cambio, la ZDP parece configurar una herramienta de mucho
valor en la elaboración de estrategias para la transmisión de conocimientos
socialmente validados. Sin embargo, la ZDP no explica el funcionamiento de los
mecanismo cognitivos que para el aprendizaje mismo están fuera de ser concientes.
Para terminar podemos decir que la reinterpretación de las afirmaciones tanto
de Piaget como de Vigotsky, que se las consideró generalmente como insalvablemente
opuestas, abren el espacio para el intercambio y la generación de nuevos problemas.
Dicho de otro modo:
“El análisis comparativo propuesto nos lleva a defender una relación de compatibilidad entre las teorías,
en el sentido de que ninguna de ellas implica la aceptación de rechazo de la otra” (CASTORINA, 1997, p.
37).
Bibliografía
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CASTORINA, J. A. y otros (1984), Psicología genética, Ed. Miño y Dávila, Buenos Aires. –– (1997) Piaget-Vigotsky: contribuciones para replantear el debate, Paidós, México. COLL, C. (1983), Psicología y Aprendizajes Escolares, Siglo XXI Madrid. DUBROVSKY S. (2000), Vigotsky: Su proyección en el pensamiento actual, Novedades
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