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259 Filología y Lingüística en los primeros tiempos del Instituto Guiomar Elena Ciapuscio Universidad de Buenos Aires – CONICET 1. Introducción L a historia del Instituto de Filología ha sido tratada con disímil grado de detalle por distintos estudiosos, sobre la base de variadas fuentes institucionales y testimonios, entre ellos, por Weber de Kurlat (1975), Barre- nechea y Lois (1989) y Buchbinder (1997); últimamente, en el campo de la historiografía lingüística el tema se ha convertido en foco de distintos proyectos y ha dado lugar a varias publicaciones que profundizan en el contexto socio-político e historiográfico de los momentos iniciales de la conformación de esta –para el contexto argentino– ya longeva institución (me refiero específicamente a los trabajos de Toscano y García, 2009; Degio- vanni y Toscano y García, 2010 y Pedrazuela Fuentes, 2010, entre otros). Evidentemente, la historia del Instituto de Filología es un tema de interés para la historia cultural argentina y para la historia de las disciplinas dedi- cadas al estudio de la lengua española y sus manifestaciones literarias. En la década del 20 del siglo pasado, en el ámbito de la Universidad de Buenos Aires fueron fundados los institutos de la Facultad de Filosofía y Letras, los que, según sus promotores, vendrían a colaborar en la construcción de la cultura argentina y a superar las tendencias “profesionalistas” dominantes en esa Universidad. Recientemente, Toscano y García ha llamado la atención sobre las vici- situdes que sufrió el nombre del actual instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso”. 1 Aunque en el proyecto original se había propuesto para la nueva unidad académica el nombre de Instituto de Filo- logía, en la ordenanza de creación se consagra la denominación Instituto de Lingüística. A contramano de la ordenanza, como surge de la documentación del primer período, las referencias a la institución se realizaban mediante el sintagma Instituto de Filología, denominación que, finalmente, se convirtió en oficial por una gestión explícita de Amado Alonso en 1940 (Toscano y 1 Denominación vigente desde el 5/4/1963.

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Filología y Lingüística en los primeros tiempos del Instituto

Guiomar Elena CiapuscioUniversidad de Buenos Aires – CONICET

1. Introducción

La historia del Instituto de Filología ha sido tratada con disímil grado de detalle por distintos estudiosos, sobre la base de variadas fuentes

institucionales y testimonios, entre ellos, por Weber de Kurlat (1975), Barre-nechea y Lois (1989) y Buchbinder (1997); últimamente, en el campo de la historiografía lingüística el tema se ha convertido en foco de distintos proyectos y ha dado lugar a varias publicaciones que profundizan en el contexto socio-político e historiográfico de los momentos iniciales de la conformación de esta –para el contexto argentino– ya longeva institución (me refiero específicamente a los trabajos de Toscano y García, 2009; Degio-vanni y Toscano y García, 2010 y Pedrazuela Fuentes, 2010, entre otros). Evidentemente, la historia del Instituto de Filología es un tema de interés para la historia cultural argentina y para la historia de las disciplinas dedi-cadas al estudio de la lengua española y sus manifestaciones literarias. En la década del 20 del siglo pasado, en el ámbito de la Universidad de Buenos Aires fueron fundados los institutos de la Facultad de Filosofía y Letras, los que, según sus promotores, vendrían a colaborar en la construcción de la cultura argentina y a superar las tendencias “profesionalistas” dominantes en esa Universidad.

Recientemente, Toscano y García ha llamado la atención sobre las vici-situdes que sufrió el nombre del actual instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso”.1 Aunque en el proyecto original se había propuesto para la nueva unidad académica el nombre de Instituto de Filo-logía, en la ordenanza de creación se consagra la denominación Instituto de Lingüística. A contramano de la ordenanza, como surge de la documentación del primer período, las referencias a la institución se realizaban mediante el sintagma Instituto de Filología, denominación que, finalmente, se convirtió en oficial por una gestión explícita de Amado Alonso en 1940 (Toscano y

1 Denominaciónvigentedesdeel5/4/1963.

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García 2009, 118 y ss.). El Instituto de Lingüística/Filología fue una ini-ciativa de Coriolano Alberini y Ricardo Rojas, que tenía como propósito establecer una escuela filológica argentina, un centro de investigación y ense-ñanza, para paliar la inexistencia de la disciplina en el país (“una ciencia que aquí no se cultiva o se cultiva por métodos equivocados”, Rojas, 1924,75). En la visión de Rojas, en el instituto se debían estudiar especialmente las variedades americanas y argentinas del español, las lenguas indígenas de nuestro continente y, además, se debía realizar una labor decisiva para la modernización de la enseñanza de la lengua y la literatura en la escuela. Tal proyecto, como surge de la documentación, colisionó en parte con la perspectiva de la Escuela de Menéndez Pidal –y más específicamente con el perfil particular de algunos de los directores enviados por él. En el marco de esta situación de tensión política más o menos explícita según los dis-tintos actores y coyunturas, aparece en los textos del período fundacional un tema de interés para la perspectiva lingüística y también para la historia disciplinar: una perceptible oscilación formal y conceptual entre “filología” y “lingüística”, que no solo se explicita en la ya mencionada denominación del instituto, sino que también se evidencia en su producción académica. En ese tiempo de incipiente establecimiento de la moderna ciencia del lenguaje, cuyo estado puede caracterizarse siguiendo a Maas (1988) como de “semi-profesionalización”, no estaban delimitados de manera clara ni los campos de trabajo ni el oficio mismo de filólogos y lingüistas.

De acuerdo con G. Antos (1997), los textos no solo son recursos para representar y almacenar información, sino que son, esencialmente, instru-mentos de constitución individual y social de conocimiento. Los textos sirven para elaborar, diferenciar y estructurar el conocimiento, y también, para el control, la crítica y la modificación. Desde esta perspectiva, los textos no son solo “vestidos del pensamiento”, sino formas preacuñadas e ineludibles de selección, acumulación, estructuración y formulación de conocimiento (ibídem, 48): en este sentido, pueden mencionarse no solo aspectos formales relativamente conocidos como medio, género, tradiciones discursivas, variedad, estilo, sino también tradiciones sociales de tematiza-ción, intertextualidades y colocaciones. Por ello, me formulo las siguientes preguntas que, naturalmente, solo podré contestar de manera muy parcial en esta contribución: ¿En qué medida pueden encontrarse en los textos indicios y pistas de la inestabilidad terminológica y conceptual alrededor del par “lingüística-filología”? ¿Qué nos dicen los primeros textos del instituto acerca de la actividad investigativa, sus temas, sus preguntas, sus orientaciones? ¿Cuáles son las influencias teóricas presentes en ellos? ¿De qué manera la producción textual del centro establece vínculos explícitos o implícitos

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con las discusiones epistemológicas más generales de la disciplina en el escenario internacional?

Parto de la siguiente tesis: la etapa fundacional del Instituto de Filología/Lingüística que da lugar a los primeros textos del instituto coincide con un momento de cambio y transición de paradigmas y enfoques en los estudios literarios y lingüísticos de la época. Me refiero al proceso de lenta y traba-josa escisión de la literatura y la lingüística de los estudios filológicos, un proceso en desarrollo, que se había iniciado en Europa en la segunda mitad del siglo XIX pero que continuaba todavía en la década del 30 del siglo XX (Maas, 1988, 254). En tanto que la co-existencia de enfoques se manifiesta en la diversidad temática, teórica y textual de las producciones del instituto, las tensiones epistemológicas entre enfoques se constituyen y evidencian de manera ostensible en algunas producciones. El conjunto de estos factores –esencialmente, la situación disciplinar y la indeterminación del campo dis-ciplinar de la filología de la época– impacta en la etapa de conformación del instituto y en sus textos iniciales y explica también, al menos parcialmente, la inestabilidad formal de su denominación.

El corpus para el análisis es de carácter ejemplar y corresponde a los pri-meros años de actividad en el instituto; se trata del primer número del Boletín del Instituto de Filología (1926) y los siete Cuadernos del Instituto (1924-1926). A continuación presento una descripción mínima de los contenidos:

1. Boletín del Instituto de Filología - Tomo I (nros. 1 y 2), 1926

Presentación del boletín a cargo de A. J. BattistesaArtículos varios• El diccionario del castellano en América y la obra del Diccionario del

habla popular argentina (conferencia pronunciada el 3 de octubre de 1925 por Manuel de Montolíu).

• Meyer-Lübke y la obra del diccionario del habla popular argentina (carta de Meyer Lübke a Montolíu).

Notas lexicográficasMiscelánea• Discurso de Ricardo Rojas, decano de la Facultad. 1923.• Discurso de Américo Castro, primer director del Instituto.• Discurso de Ricardo Rojas para presentar a Agustín Millares (reempla-

zante de Castro), curso de 1924.• Discurso del decano, Dr. Alberini, para presentar a Don Manuel de Mon-

tolíu. 1925.• Conferencia del Profesor Montolíu.2. Los Cuadernos del Instituto de Filología

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• Cuaderno 1, 1924. Menéndez Pidal, Ramón: “La Lengua Española”.2 Navarro Tomás, Tomás: “Concepto de la Pronunciación Correcta” Wagner, Max: “El Español de América y el Latín vulgar”.3

• Cuaderno2, 1925. Henríquez Ureña, Pedro: “El supuesto andalucismo de América”.

• Cuaderno 3, 1925. Battistessa, Ángel: “La biblioteca de un jurisconsulto toledano del siglo XV”.

• Cuaderno 4, 1925. Darnet, Ana Julia: “Un diálogo de Luciano roman-ceado en el siglo XV”.

• Cuaderno 5, 1925. Schneider, Mauricio: “La colocación del pronombre”. • Cuaderno 6, 1925. Donghi de Halperín, Renata: “Contribución al estudio

del italianismo en la República Argentina”. • Cuaderno 7, 1926. De Montolíu, Manuel de: “El lenguaje como fenómeno

estético”.

En la primera parte de esta contribución me ocuparé del problema deno-minativo-conceptual subyacente al par Filología/Lingüística; en la segunda, analizaré de manera somera y parcial algunos aspectos de la producción académica de la fase inicial del instituto (1923-1926), poniendo el acento en trabajos de cuño más claramente lingüístico.

2. Lingüística y Filología

Como se ha mencionado en la introducción, el nombre oficial del instituto fundado en 1922 fue hasta 1940 el de Instituto de Lingüística; sin embargo, tanto en el discurso inaugural por parte de Ricardo Rojas, como en las menciones a la unidad académica en el corpus bajo análisis la denominación empleada es, exclusivamente, Instituto de Filología. ¿A qué atribuir tal discordancia sistemática en el nombre propio del Instituto? Si se examinan los discursos inaugurales y las presentaciones de los directores enviados por Menéndez Pidal,4 se advierte que si bien los autores emplean de manera absoluta la denominación de Instituto de Filología, en las menciones a la disciplina y a la profesión se presentan oscilaciones interesantes. A conti-nuación un cuadro con los datos cuantitativos:

2 AparecióoriginalmenteenlarevistaHispania(EEUU),1918.3 Publicadoen1920enlaZeitschrift für Romanische Philologie;latraducciónalcastellanofuerea-

lizadaporC.Grünberg,alumnodelInstitutodeFilología,yrevisadaporeldirector,AméricoCastro.4 Reunidosenlasección“Miscelánea”delBoletín del Instituto de Filología,tomoI,nros.1y2de

1926.

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Menciones Instituto Disciplina Profesión

Filología/filólogos 100% (9)5 52,1% (12) 61,53% (8)

Lingüística/Ciencia del lenguaje /lingüistas - 30,43% (7) 38,46% (5)

Otros (doctrina, ciencia del habla española) - 17,39 % (4) -

En la época la relación entre ambos términos era de parcial sinonimia, aunque la denominación Lingüística era más reciente: Corominas documenta el término Filología en 1679 y Lingüística en 1869. La disciplina Lingüís-tica adquiría singularidad, especialmente, por la orientación comparativa y filosófica. Así lo documentan los diccionarios generales de la época, por ejemplo, el Diccionario Enciclopédico Ilustrado de José Alemany (1918) provee las siguientes descripciones:

Filología: Estudio y conocimiento del lenguaje y de cuanto pertenece a la literatura o bellas letras.

Lingüística: Estudio comparativo y filosófico de las lenguas.

El diccionario de la RAE (1925, 15a. edición, Madrid):

Filología. (Del lat. philologia, y éste del gr. φιλολογία) f. Estudio cien-tífico de una lengua y de las manifestaciones del espíritu a que ella sirve de medio de expresión. //2. Particularmente, estudio científico de la parte gramatical y lexicográfica de una lengua.

Lingüística. (De lingüista) f. Estudio comparativo y filosófico de las lenguas; ciencia del lenguaje.6

En el ámbito especializado, el término lingüística general –derivado del alemán “allgemeine Sprachwissenschaft” –,7 si bien tenía un uso estaba bastante generalizado, no hacía referencia a un campo nocional unificado

5 Entreparéntesisfiguraelnúmerodemencionesenelcorpus.6 Unasdécadasantes,elDiccionario General Etimológico de la Lengua EspañoladeD.RoqueBarcia

(1881)muestraqueelsignificadodelostérminoshasufridomodificaciones.Enefecto,laentradaparaLingüísticaconsigna:“Femenino.Estudiodelosidiomas”.ParaFilología:“Femenino.Lasumadeconocimientosqueproporcionaelesmeradoestudiodelagramática,retórica,historia,poesía,antigüedades,crítica,interpretacióndeautores,connocionesgeneralesdelasdemásciencias(...)”.MaríaMoliner(1966)sostienetodavíaque“ladelimitacióndelcampoentrelafilologíaylalingüísticanoesclara(...).Desdeluego,noesaplicableeltérminofilologíaalestudiogeneraldellenguajearticulado,queesobjetodelalingüística”.

7 Encoexistenciaenestaépocacon“Linguistik”y“AllgemeineLinguistik”,estasúltimasdeusomuchomásreducido.

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(Auroux, 1988).8 Maas (1988) en su documentado y exhaustivo estudio sobre el desarrollo de la lingüística alemana durante el período 1900-1950 señala que “es muy difícil determinar quién era lingüista en la primera mitad del siglo XX” (256; mi traducción). En efecto, no existían aún puestos de pro-fesores regulares ni tampoco carreras universitarias de grado, aunque sí por cierto masa crítica, puesto que se contaba con un buen número de personas que habían hecho su doctorado o su habilitación en el campo de la ciencia del lenguaje. No había, sin embargo, un marco institucional específico en el que pudieran desempeñarse; todavía en los años 20 del siglo pasado eran impensables los llamados a concurso de profesores regulares para puestos de lingüística exclusivamente: “aquellos que en ese tiempo se ocupaban profesionalmente de la ciencia del lenguaje lo hacían en el marco de una tarea más amplia, mayormente de corte filológico, es decir, con inclusión de la literatura, del folklore o la cultura regional” (ibídem, 256). Si bien la separación de la lingüística de la literatura había sido motivo de declara-ciones programáticas desde mitad del siglo XIX (Schleicher 1850, apud Maas 1988), el proceso de autonomización de ambas disciplinas dentro de la filología fue un proceso complejo y prolongado.9

Un texto de Pedro Henríquez Ureña (1930)10 elabora y documenta la dife-renciación en marcha de estos dos términos. Obsérvese el siguiente pasaje: “Al estudio científico del lenguaje se le llama lingüística. En el período de constitución de la ciencia, el nombre de rigor fue filología: todavía se emplea como equivalente de lingüística” (108).

En este artículo, Henríquez Ureña deslinda el campo de lo científico, en el que incluye a la lingüística y a la filología, y del que excluye a la gramá-tica, que, como es usual en la época, entiende como normativa, y de la cual afirma: “no es ciencia; es un arte, útil, una técnica”. Y más adelante, explicita el momento de transición – vacilación - terminológica:

El vocablo lingüística empieza a usarse en el siglo XIX, hacia cuyo final se trata de asignarle sentido diverso del que correspondiese a filología: mientras que la lingüística debería estudiar las cuestiones generales del lenguaje, y

8 SylvainAuroux(1988),quiensobrelabasedeunestudiosobreobrasenalemán,francéseinglésescritasentre1870y1930concluyequeladenominaciónLingüísticageneralabarcabacincoobjetos,queenocasionessesolapaban:1)Presentacionesdelalingüísticaydesusresultados;2)tratadossobreellenguajeconmayoromenortendenciaaladivulgación;3)enciclopediasreferidasalconjuntodelaslenguas;4)discusionesmetodológicasparticulares;y5)monografíassobrecategoríasutilizadasenladisciplina.

9 Cabelareferenciaalasituaciónalemana,habidacuentadequelaescuelafilológicadeMadridyluego,ladeBuenosAiresdesarrolladaenelinstituto,eranherederasdirectasdelafilologíaalemana.

10 Elmaestrodominicanoserefiereaélcomo“Apuntacionesparalapreparacióndeunmanualfilológicoelemental,enquecolaboraréconDonAmadoAlonso”.

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sería la ciencia fundamental, la filología quedaría como el estudio, siempre con métodos rigurosamente científicos, del desenvolvimiento histórico de las lenguas y como sistema de interpretación de los textos literarios. La distinción no se ha impuesto definitivamente, pero es ya muy común. (ibídem; mi destacado)

Henríquez Ureña documenta su afirmación mediante abundantes citas a literatura en alemán, inglés, francés e italiano; señala que la distinción es muy común en los tratados generales en francés, alemán e italiano (en esta última lengua también se usa glottologia), mientras que en inglés predomina todavía philology. También menciona que la denominación Filología pre-valecía en las revistas y publicaciones periódicas, que, naturalmente, como la única revista en castellano de la época, la Revista de Filología Española, no se restringían al estudio del idioma, sino que albergaban trabajos sobre historia de la literatura, historia del arte y costumbres.

Considerada esta situación disciplinar, resulta evidente que la denomina-ción oficial Instituto de Lingüística puede considerarse muy moderna para la época y, mucho más aún, si se tiene en cuenta la reconocida marginalidad o inexistencia de tradición de investigación en el área en la Argentina de ese tiempo. Es altamente probable que los ideólogos y realizadores de la nueva unidad académica siguieran en el ímpetu fundador la terminología innovadora de Benedetto Croce, representante paradigmático de la escuela idealista, quien fue una de sus influencias filosóficas más importantes. Como se verá enseguida, el peso de esta escuela se evidencia también a los textos académicos sobresalientes del Instituto. Si bien se registra en el corpus bajo análisis alguna referencia al Curso de Lingüística General de F. De Saussure,11 publicado en 1916, son especialmente prominentes las referencias a la escuela idealista (en las figuras de B. Croce y K. Vossler, especialmente), en la que se empleaba casi exclusivamente el término moderno Lingüística.

3. Los textos iniciales del Instituto

Paso ahora a considerar la producción académica inicial del Instituto, a fin de analizar las tendencias y orientaciones teóricas más destacadas.

Una lectura y una revisión general del corpus evidencia un panorama de textos muy diverso, en cuanto a subcampos disciplinares y temáticas (filología clásica y medieval, filología histórica y comparativa, lingüística

11 Comoserecordará,Saussureemprendeunaperiodizaciónqueiniciaconlagramática–alaquedenosta,especialmenteensuconcepciónlogicistaynormativa–,continúaconlafilologíacreadaporF.Wolfen1777,prosigueconlafilologíacomparativaogramáticacomparada,quecriticaporacientífica,yvaloralosestudioshistórico-comparativosdelaRomanísticaylaGermanísticacomoeliniciodelanuevaciencialingüística,queéldelimitaydefine.

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descriptiva, lingüística teórica, geografía lingüística y la neo-lingüística); también una importante variedad de géneros y tradiciones discursivas: ensa-yos, notas, artículos de investigación, conferencias, cartas personales. Si se limita la atención a los géneros que presentan conocimiento novedoso u original, surge que coexisten el ensayo (género principal de la filología tradicional) y el artículo de investigación (con rasgos más modernos, que se impondrá como dominante en la lingüística posterior), lo cual coincide con el estudio realizado por Kaiser (2005) para diferentes revistas de este período.12 Por otro lado, se percibe en las contribuciones originales cierta hibridez descriptivo-normativa, especialmente en lo que se refiere a los trabajos dedicados a las variedades argentinas; por último, la heterogenei-dad se manifiesta también en el perfil de los autores: textos de expertos y textos de jóvenes filólogos y lingüistas. En efecto, los cuadernos 1, 2 y 7 incluyen trabajos de autores extranjeros de referencia (en dos casos se trata de reediciones y/o traducciones de obras ya publicadas); las jóvenes genera-ciones de investigadores argentinos están representadas en los trabajos de A. Battistessa, A. Darnet y R. Donghi de Halperín. La importancia de autores consagrados, en mayor medida extranjeros, refleja el carácter “importado” de la disciplina en el contexto argentino; la inclusión de textos ya publicados en revistas prestigiosas da cuenta de la necesidad de “ejemplaridad” en la constitución de la nueva filología y lingüística nacional (Ciapuscio 2006).

Para una consideración general de las referencias teóricas más impor-tantes de los protagonistas de esta primera etapa del instituto, obsérvese la siguiente tabla, en la que se consigna la siguiente lista de autores más citados (solo incluyo en orden decreciente los nombres de quienes alcanzan al menos cinco menciones en el corpus textual).

Autores Número de citas

Benedetto Croce (1866-1952) 23 (CA)(MM22 )12

Karl Vossler (1872-1949) 16 (CA2)(MM14)

Ramón Menéndez Pidal (1869-1968) 13(AJB) (AC,2), (CA2) (MS3) (RR5)

Wilhelm von Humboldt (1767 –1835) 12 (CA), (MM11)

Andrés Bello (1781-1865) 9 (MS)

Louis Gauchat (1866-1942) 8 (AJB)(MM7)

Emil Gessner (1851-1936) 6 (MS6)

Friedrich Hanssen (1857-1919) 5 (AC2) (MS3)

12 VertambiénCiapuscio(2006).13 AJB–ÁngelBattistessa;AC–AméricoCastro;CA–CoriolanoAlberini;MM–ManueldeMontilíu;

RR-RicardoRojas;HU–HenríquezUreña;MS–MauricioSchneider;AD–AnaDarnet.

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El valor indicativo de las referencias es relativo, debido a la hetero-geneidad genérica considerada y a la orientación disímil de los trabajos (teórico-descriptivo); así por ejemplo, el artículo más teórico de Manuel De Montolíu –El lenguaje como fenómeno estético– acumula una cantidad de referencias que obliga a tomar con pinzas el conjunto. Las citas de gramáticos (Bello, Gessner) proceden en su totalidad del trabajo de Schneider sobre los pronombres. De todos modos, las citas –especialmente, las que son realizadas por distintos estudiosos– explicitan cuáles son las orientaciones teóricas tematizadas: el idealismo alemán, y más específicamente, el modelado sobre la base de Croce y Karl Vossler e introducido por el trabajo de Montolíu es la orientación más importante, seguida de otros filólogos y lingüistas europeos, pero especialmente alemanes. Es de destacar también la importancia de la escuela de la geografía lingüística, representada especialmente por la figura de Louis Gauchat, autor del Glossaire de patois de la Suisseromande, que también Montolíu introduce como modelo para el proyectado Diccionario del Habla de los Argentinos.14 Las nuevas ideas sobre el cambio lingüístico, que se considera originado en el hablante individual, destacan en la conferencia de 1925 de Montolíu, en la cual defiende las variedades lingüísticas, la lengua viva, y acentúa el momento de intensa vitalidad lingüística y la necesidad de estudiar el léxico popular de la Argentina y América, cuyo castellano califica como una “selva virgen inexplorada”. En ese texto introduce las técnicas de la geografía lingüística y presenta el programa y la planificación de esa obra, que lamentablemente no superó más que la fase inicial (ver Battista, 2012).

En síntesis, los temas de los trabajos y las diferentes orientaciones teóricas dominantes en los primeros textos del instituto coinciden con la descripción de la situación intelectual de la lingüística europea y especialmente alemana. En lo temático, la tensión entre la consideración de la lingüística como una ciencia auxiliar para el análisis de textos (visión correspondiente a la posición más filológica) versus su autonomización como disciplina con un objeto y métodos de análisis propios (la lingüística moderna). Las referencias teóricas muestran una inclinación por posiciones idealistas y neo-idealistas, caracte-rizadas por la preocupación de incluir consideraciones sociales, históricas y culturales en el estudio de la praxis lingüística (Maas, 1988, 260 y ss.).

En relación con este último punto, para cerrar esta contribución quiero referirme en un plano más descriptivo a la sección “Notas lexicográficas” del Boletín del Instituto, que constituyen una valiosa muestra de la labor de los primeros investigadores del instituto y que, según mi conocimiento, no han sido estudiadas hasta ahora. Los autores de las notas son miembros jóvenes

14 MerecerecordarsequeMontolíuparticipódelostrabajosdelAtlaslingüísticodeCataluñabajoladireccióndeGriera,discípulodeGillieron.

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del instituto y, más allá de su carácter a veces impresionista y subjetivo, constituyen documentos de interés para la historia de la lexicografía nacional.

Los vocablos se documentan con muestras de variados géneros del espa-ñol de la Argentina, géneros populares (teatro contemporáneo, canciones) y literarios (revistas y libros). No hay en el Boletín una introducción o justificación que explique el procedimiento de elección de los lemas ni la razón de la organización (si se puede hablar de ella) de las Notas, que en rigor impresionan como una enumeración arbitraria de entradas, cuyas únicas señales de estructura son gráficas: negritas para el vocablo bajo análisis y la firma del autor o autora del conjunto de notas. No se sigue tampoco un orden alfabético. Los vocablos recogidos y descriptos son:

Extrañar, “echar de menos”; malevo; contralor; “fiscalización”; desde ya, “desde ahora”; propiciar, “favorecer”, al botón, al divino botón; seca, ceca; anchuy; chambacuses; chapino, chasca; chupina, cimarra; mucuna, ovantino, sunco, sunca; ¿vidala o vidalita?; rana; acemita, cemita; achatar, angurria, angurriento; arrebañar; desbarrancar; namboretá; Matete; mburucuyá, burucuá.

Veamos a continuación algunas entradas.

“Al botón, al divino botón”Esta expresión comunísima en el habla vulgar de Buenos Aires, aparece muy a menudo en las obras gauchescas, y equivale al “en balde” español. Junto con ella corren parejas otras muy semejantes; así: “al ñudo”, “al divino ñudo”, “al cohete” y otra más sucia que es tan común como aquéllas (Vide Ortega, pág. 6, Lucera, pág. 298).Ocurre con estos modos adverbiales, lo que con los substantivos de obje-tos despreciables, usados como términos comparativos para reforzar una negación. (...)Volví al cabo de tres añosDe tanto sufrir al ñudoDesertor, pobre y desnudo (Martín Fierro, pág. 57. Ed. La Cultura)

Como puede verse en el caso de esta locución coloquial, se adscribe su uso al habla “vulgar” de Buenos Aires e inmediatamente se brinda su equivalencia al español peninsular. Las variantes sinonímicas pertenecen al habla rural (ñudo) y coloquial (cohete); es pintoresca la alusión a la variante de esta última, la que pudorosamente solo se sugiere aludiendo a su carácter de palabra “sucia”. El vocablo se documenta con una cita procedente del Martín Fierro.

El procedimiento para la caracterización como argentinismo es, en gene-ral, el del contraste con el diccionario académico de 1925. En algunas oca-siones, no se trata de unidades ausentes en el diccionario académico sino

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de correcciones de la distribución geográfica. La profundidad del análisis lexicográfico difiere de autor en autor de manera considerable. Por ejem-plo, el caso de “malevo”, la descripción es realizada por Ángel Battistessa, y consiste de un pormenorizado y elaborado estudio léxico, etimológico, morfológico y funcional, que basa en diccionarios de argentinismos previos (como los de Garzón o Ciro Bayo), en muestras de distintas obras literarias, diarios y tangos de la época. Incluyo solo algunos pasajes:

“Malevo”Es uno de los tantos argentinismos usuales que no han encontrado cabida en la última edición del Diccionario académico. Junto a las acepciones de “malhechor” o “facineroso”, admite las más atenuadas de “pícaro”, “tahúr”, “pendenciero”, “hombre de mal vivir”, etc.“...el malevo atropelló a la puerta disparándome el segundo tiro...” (La Razón del 27 de abril de 1924).[...]Producida, pues, la habilitación substantiva del adjetivo malévolo, fácil es explicarse su cambio morfológico: se trata, sencillamente, de la simplifica-ción de dos sílabas consecutivas (vo, lo) más o menos semejantes. De este fenómeno que algunos lingüistas, ya se trate de apócope, ya de síncopa, llaman de haplología, hay claros ejemplos dentro del dominio románico, en la lengua literaria italiana de la Edad Media: bontade>bontà; virtude>virtù[...] AJB

Las Notas, germen de lo que debería haber sido el Diccionario del Habla de los argentinos, recogen vocablos empleados en las distintas provincias y localidades de la Argentina, por ejemplo:

“Angurria, angurriento”

En Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires es común el empleo familiar de angurria, angurriento con la significación de “glotonería” y “glotón” respec-tivamente. El Diccionario de la Academia dice que angurria significa sandía, y no trae angurriento. Se puede afirmar que el vocablo argentino angurria es la misma palabra española. El pueblo del litoral argentino ha trasladado su acepción material a algo que expresa un determinado defecto, cual es el que implica el vicio de la glotonería.

A la delimitación geográfica del vocablo le sigue la contraposición con el diccionario académico y la interpretación al menos peculiar –y escasamente fundada– del autor de la entrada. Como en el resto del corpus, en este género reducido, las Notas lexicográficas, se aprecia heterogeneidad textual, dife-rencias muy notorias en la profundidad analítica y metodológica, carácter científico vs. impresionista de las contribuciones. Estos rasgos evidencian

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cierta laxitud en el control de las publicaciones y, probablemente, el apremio por mostrar resultados.

4. Conclusión

Mi indagación no arriba a resultados concluyentes, sino apenas sugeren-tes. La variación e inestabilidad terminológica y conceptual que evidencian prístinamente las denominaciones del Instituto, pero también las referencias a la disciplina y a sus actores en la sección Miscelánea del Boletín apuntan a considerar como razones plausibles el clima intelectual de la época, las influencias predominantes en el campo disciplinar europeo y la formación y preferencias de sus mentores. Los textos iniciales del instituto reflejan los distintos intereses y perfiles de los directores y de los ideólogos del instituto y revelan la diversidad de perspectivas y temas focalizados en la época; en síntesis, brindan indicios claros de la bifurcación que está experimentando el campo filológico en al menos dos grandes líneas: la interpretación e historia de los textos literarios, por un lado, y los estudios estrictamente lingüísticos por el otro. Los primeros textos del instituto muestran la incipiente produc-ción de los primeros filólogos y lingüistas argentinos, que más allá de las diferencias de amplitud y profundidad conceptual y metodológica, exhiben, a mi juicio, interés historiográfico, teórico y también, descriptivo-empírico.

En 1937, Louis Hjelmslev, al asumir la cátedra de lingüística comparada de la Universidad de Copenhague, profundizó en los matices y especifici-dades de significado de los términos filología y lingüística (lo cual es otro testimonio relevante de la centralidad que tenía el asunto para la época). El célebre lingüista danés coincide con Henríquez Ureña en la necesidad de delimitación, pero al mismo tiempo argumenta convincentemente sobre la relación entre ambos campos conceptuales. En sus palabras:

De acuerdo con su propia naturaleza, la lingüística es objeto de estudio no solamente para los lingüistas profesionales, sino también para los filólogos, en cuya obra el estudio del lenguaje no constituye un fin en sí mismo, sino un medio de penetrar en la civilización humana. Ello es tan afortunado como necesario. La ciencia del lenguaje no puede ni debe avanzar sin contacto con el estudio de las otras esferas de la vida intelectual, al igual que la vida intelectual del hombre y la historia de la civilización no pueden estudiarse con provecho sin conocer la filología. Una lingüística sin filología es tan inconcebible como una filología sin lingüística (1972, 13; mi destacado).

Esta posición conciliatoria y positiva, tal vez, puede pensarse como una especie de cierre simbólico del largo y complejo proceso de escisión de la filología, iniciado a mitad del siglo XIX, y consumado muchas décadas

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después, en el que, como lo muestran los primeros textos, el Instituto de Lingüística/Filología participó de manera sensible. Por otra parte, la última oración de Hjelmslev: “Una lingüística sin filología es tan inconcebible como una filología sin lingüística”, a mi juicio, expresa certeramente el pasado, el presente y ojalá también el futuro de los trabajos del Instituto.

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