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Finanzas La crisis de la industria financiera está haciendo tambalear los cimientos de la economía internacional. El mercado financiero necesita de mecanismos de recapitalización de emer- gencia, y en este sentido el proyecto Basilea III representa un marco de mayores proporcio- nes que su antecesor en el proceso de reforma de la regulación financiera, aumentando de forma sustancial las reservas de capital que sostienen el sistema mundial Basilea III: respuestas y reformas tras la crisis financiera

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La crisis de la industria financiera está haciendo tambalear los cimientos de la economía internacional. El mercado financiero necesita de mecanismos de recapitalización de emer-

gencia, y en este sentido el proyecto Basilea III representa un marco de mayores proporcio-nes que su antecesor en el proceso de reforma de la regulación financiera, aumentando de

forma sustancial las reservas de capital que sostienen el sistema mundial

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financiera

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Cristina Gutiérrez LópezJosé Miguel Fernández Fernández

Universidad de León

El Acuerdo de Capitales, conocido co-mo Basilea II, marca las directrices de la supervisión del sector crediticio desde su publicación en 2004 y su

paulatina incorporación, en mayor o menor medida, en las normativas bancarias inter-nacionales. Los primeros años de su aplica-ción han coincidido con un momento clave para el sistema financiero, sacudido por la crisis, lo que ha acentuado la necesidad de su revisión.

De la reciente crisis financiera se han ex-traído valiosas lecciones que deben trasla-darse a los esquemas regulatorios del siste-ma financiero internacional. Así, en un con-texto de graves asimetrías de información, importantes innovaciones financieras e in-completos esquemas supervisores, se ha demostrado que la “auto-regulación” no fun-ciona, y que se precisan reformas a fin de reducir la probabilidad de crisis sistémicas.

Por ese motivo, desde 2009 se han su-cedido documentos que configuran el nuevo Acuerdo de Basilea III, que exigirá mayores niveles de capital para cubrir adecuada-mente ciertas operaciones de especial pro-

tagonismo reciente (titulizaciones) y riesgos inadecuadamente tratados (liquidez o mer-cado), buscando además prevenir que la normativa sea excesivamente procíclica y condicione la concesión de créditos por par-te del sector.

El artículo resume las principales debili-dades de Basilea II, con especial hincapié en su relación con la crisis financiera, justifi-

FICHA RESUMEN

Autores: Cristina Gutiérrez López/ José Miguel Fernández Fernández

Título: Basilea III: respuestas y reformas tras la crisis financiera

URL:http://partidadoble.wke.es/33c24ac

Resumen: La crisis financiera ha acelerado el proceso de reforma del Acuerdo de Basilea II, con importantes deficiencias en la cobertura de ciertos riesgos de crédito, la cartera de negociación y el riesgo de liquidez. Por ello ha sido preciso su modificación y la aprobación del nuevo Basilea III, que no sólo exigirá requisitos de capital más elevados y de mejor calidad, sino que intentará reducir el refuerzo del ciclo económico que provocaba su antecesor. El artículo resume el proceso de cambio en los Acuerdos de Basilea en el contexto de la crisis financiera.

Palabras clave: Finanzas. Banca. Basilea II

Abstract: Financial crisis has fostered the reform process in Basel II Accord, with important problems in credit risk treatment, trading book and liquidity risk. That explains the change and approval of the new Basel III Accord, which not only requires higher and best capital levels, but also tries to reduce pro-cyclical financial behaviour. The paper summarizes the change process in Basel Accords in the final crisis context.

Key words: Finances. Banking. Basel II

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cando así la necesidad de un cambio nor-mativo. A continuación se repasan las inter-venciones que se han sucedido para afron-tar los problemas en el sector. Para con-cluir, se describen las características princi-pales del nuevo Basilea III.

DEFICIENCIAS DE BASILEA II EN EL CONTEXTO DE CRISIS FINANCIERA

Los sucesivos Acuerdos de Capitales elaborados por el Comité de Basi lea (BCBS) han sido incorporados a la normati-va financiera mundial a fin de favorecer la supervisión prudencial y la homogeneiza-ción del control de la solvencia en las enti-dades financieras. En el caso europeo, el Acuerdo de Basilea II se tradujo en la Direc-tiva de Requerimientos de Capital de 2006 (2006/49/CE), reflejada en España en la cir-cular de solvencia de 2008 (CBE 3/2008).

Basilea II es un acuerdo dinámico y abierto en cuyo diseño se apreció un carác-ter evolutivo en todos los sentidos: el largo camino que conllevó su redacción estuvo rodeado de continuas consultas con la in-dustria bancaria y los supervisores, y sus modelos de gestión de riesgos permitían la progresiva evolución desde metodologías estándar a sistemas internos más avanza-dos. Por este motivo, desde el principio se pensó en la futura inclusión o modificación de aspectos diversos con posterioridad a la publicación del Acuerdo.

Basilea II ha fallado, entre otros aspec-tos, desde el punto de vista de la supervi-sión prudencial, que no ha identificado ade-cuadamente las fuentes de riesgo más rele-vantes (riesgo de liquidez), y de los requisi-tos de capital, basados en modelos que no han cubierto el riesgo de la titulización y de las operaciones fuera de mercado. La crisis

financiera ha demostrado que es preciso iniciar un proceso de reforma del sistema bancario que incluya una regulación donde se reduzca la prociclicidad, se mejore la transparencia de productos y procedimien-tos y se exijan adecuados requerimientos de recursos propios, así como una crecien-te cooperación en la supervisión internacio-nal y los procedimientos de rescate banca-rio, hasta ahora nacionales dado que ese es el carácter de la soberanía fiscal de los países.

Basilea II: necesidad de cambio

La crisis financiera actual presenta ca-racterísticas diferenciales, entre otros moti-vos, porque tiene lugar en un contexto de significativa supervisión sobre el riesgo fi-nanciero a nivel mundial. Los efectos de la crisis se venían gestando antes de la propia aplicación de Basilea II, que en muchos países, como es el caso español, no se ha producido hasta 2008, y es por ello que no puede afirmarse que esta crisis se deba a Basilea. Sin embargo, existe relación entre las normas de Basilea y la solidez bancaria y el riesgo sistémico, de modo que algunas de las regulaciones de Basilea II, así como la ausencia de otras, contribuyen a explicar los problemas iniciados a mediados de 2007.

En primer lugar, el pretendido equilibrio entre los tres pilares de Basilea no se ha producido: la exigencia de recursos propios con la posterior revisión supervisora y el fo-mento de la disciplina de mercado reflejan un esquema notablemente complejo con im-portantes deficiencias a valorar. Los efectos de Basilea II pueden analizarse en tres ver-tientes: las consecuencias para las propias entidades de crédito, la creciente relevancia del papel de la regulación supervisora, y su posible profundización del ciclo económico.

Basilea II ha exigido un esfuerzo de identificación, evaluación y gestión de ries-gos sin precedentes. Los modelos básicos o estándar requieren al menos una toma de conciencia sobre los riesgos asumidos y de-mandan recursos propios potencialmente más elevados, mientras que el desarrollo de modelos internos teóricamente refleja el verdadero perfil de riesgos de la entidad, buscando capital regulatorio y económico se aproximen lo máximo posible. No obs-

Basilea II ha fallado puesto que no ha

identificado las fuentes de riesgo más

relevantes, y los requisitos de capital no

han cubierto el riesgo de la titulización y

de operaciones fuera de mercado

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tante, Basilea no cubre todos los riesgos re-levantes, ni resuelve las debilidades de los modelos de riesgo existentes, afectados por el propio riesgo de modelo tanto por basar-se en datos históricos que no necesaria-mente anticipan el futuro como por depen-der de los parámetros incorporados y que condicionan su validez. Además, las nuevas técnicas de innovación financiera y los pro-ductos de alto riesgo no han sido adecua-damente tratados por el Acuerdo.

Por su parte, el papel supervisor, subra-yado a través del pilar dos, ha quedado en entredicho con la reciente crisis, lejos de la implantación de un sistema sólido, solvente y cooperativo de supervisión bancaria que pueda anticipar crisis sistémicas.

Por último, la relación entre Basilea II y el ciclo económico se concreta en la profun-dización que el Acuerdo causa sobre la pro-ciclicidad inherente al sistema financiero; si el capital exigido es sensible al riesgo (el ratio de solvencia exige recursos propios en función de los activos ponderados por ries-go), aumentará en la fase recesiva dado que es entonces cuando el riesgo tiende a sobreestimarse, imponiendo un coste que motivará la restricción del crédito por parte de los bancos, afectando así a la actividad empresarial y a los consumidores, incidien-do en la producción y el consumo y fomen-tando la fase del ciclo.

En Basilea II, los requerimientos de ca-pital por riesgo de crédito (categoría donde este fenómeno es más importante) depen-den de las evaluaciones crediticias de los prestatarios; si la evaluación empeora du-rante la fase bajista del ciclo, el capital a mantener aumentará. Por tanto, si el esque-ma de rating se condiciona a un momento concreto del ciclo, elevará la prociclicidad y, en consecuencia, ésta mitigarse si las pon-deraciones de riesgo se basan en periodos de observación suficientemente largos.

Además del aspecto anterior, para dise-ñar mecanismos contracíclicos en la regula-ción de capital bancario es preciso tener en cuenta un conjunto de factores: identificar el momento adecuado para la acumulación y emisión del nivel de capital, asegurar que ese nivel creado en la fase expansiva es suficientemente grande para absorber pér-didas sin desencadenar serias tensiones,

oponer resistencia al arbitraje regulador, di-señar medidas ejecutables internacional-mente, y trabajar con un esquema lo más simple y trasparente posible, perfectamente estructurado en reglas, actuando como un estabilizador automático, aliviando así la presión sobre las autoridades prudenciales para abstenerse de tomar medidas restricti-vas en fases de expansión (Andersen, 2010; Altunbas et al., 2010; Drehmann et al., 2010).

Crisis financiera e implicaciones para la regulación

Entender el significado y consecuencias de la crisis financiera exige comprender en primer lugar sus causas. Entre ellas, pue-den enumerarse los excesos de la fase de auge, (particularmente en EE.UU.), los des-equilibrios globales, el ahorro excesivo de China y otros países asiáticos, la compleji-dad de los productos estructurados, un mal funcionamiento de las agencias de rating, o los inadecuados esquemas de incentivos de los gestores bancarios. Además, el escena-rio se completa con una política monetaria donde los tipos de interés se reducen más allá del nivel acorde con las expectativas de inflación y crecimiento. Esta política mone-taria expansiva de EE.UU. alentó la burbuja inmobiliaria y los ciudadanos redujeron aún más su ahorro; los flujos de financiación se canalizaron hacia los segmentos más opa-cos y sobre los que se establece la regula-ción más laxa (shadow banking system). En este contexto de bajos tipos de interés, las instituciones financieras asumieron un cre-ciente riesgo en la búsqueda de mayor ren-tabilidad, particularmente donde los requisi-tos de solvencia eran menos estrictos, favo-reciendo un mayor apalancamiento a través de menores requisitos de capital (Fernán-dez de Lis et al., 2009).

En todo caso, la crisis ha puesto de ma-nifiesto que la regulación financiera es in-adecuada, debiendo afrontar problemas co-mo el crecimiento de un sistema financiero periférico, paquetes remunerativos cortopla-cistas a ejecutivos, la prociclicidad del siste-ma financiero, los conflictos de interés aso-ciados a las agencias de rating, y la disyun-tiva entre el alcance de la intermediación a través de la titulización y la transparencia en la valoración de activos (Cukierman, 2010). A ello se suma el problema de no

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permitir la quiebra de ciertas entidades, consideradas sistémicas (bien por su tama-ño o porque estar demasiado interrelaciona-das en el mercado financiero), como lo fue-ron AIG, Citibank o Lehman Brothers. Su particularidad es que su quiebra es más costosa que su rescate, por lo que cuentan con cierta garantía pública implícita, ya que tanto la propia entidad como los distintos agentes del mercado perciben que el Esta-do no permitirá que caigan (riesgo moral).

Su tratamiento específico da comienzo con la reunión del G20 en Londres (abril de 2009), donde se pide al FMI, BIS y FSB el desarrollo de guías de uso común para las autoridades nacionales a fin de evaluar la importancia sistémica de las instituciones fi-nancieras, mercados e instrumentos.

Los retos para la regulación bancaria in-ternacional incluyen además la revisión del esquema de recapitalización de emergencia y de los procedimientos de quiebra. Hasta ahora, las decisiones de rescate o liquida-ción de entidades han sido el resultado de largos procesos de negociación con los agentes de los bancos (Freixas, 2010). Sin embargo, si hablamos de bancos interna-cionales, su rescate o liquidación afecta no solo a la estabilidad financiera con carácter global, sino que supone costes y beneficios en varios países. Si la actitud de cada país tiende al oportunismo, los grandes bancos multinacionales no serían rescatados, de modo que el problema requiere el estableci-miento a priori de reglas claras. En cuanto al proceso de quiebra en bancos internacio-nales, la elección está entre criterios de te-rritorialidad o universalidad o, lo que es lo mismo, una opción económicamente inefi-ciente pero con la ventaja de definir clara-mente las reglas legales, o un esquema de negociación de los países y los agentes im-plicados. En el caso europeo, sobre todo con Fortis, se ha demostrado que estamos lejos de un mercado financiero completa-mente integrado, dada la clara contradic-ción entre las declaraciones de mutuo en-tendimiento entre agencias regulatorias eu-ropeas y las reglas nacionales de las autori-dades regulatorias.

En definitiva, la última crisis supone un cambio en el panorama financiero mundial ante el que cabe adoptar dos puntos de vis-ta que condicionarán la nueva regulación

bancaria: las crisis bancarias pueden evitar-se o, por el contrario, son inevitables, de manera que sólo quede reducir su impacto. La regulación prudencial tiene como objeti-vo limitar las externalidades originadas por un fallo bancario, dado que los costes so-ciales de una quiebra bancaria no son inter-nalizados por los gestores del banco. Dicha regulación puede articulase bien actuando sobre la probabilidad de fallido del banco – regulación de capital – o bien reduciendo su impacto – seguro de depósitos-. En la ma-yoría de países, el mecanismo consiste en la creación de una red de seguridad forma-da por la supervisión, el seguro de depósi-tos, los requisitos de capital, una política de prestamista de última instancia y procedi-mientos de liquidación o rescate. En la re-ciente crisis, el papel del prestamista de úl-tima instancia y el seguro de depósitos han actuado para prevenir su profundización, mientras que los tres restantes han fracasa-do. La regulación a partir de requisitos de capital debe pues ser modificada.

ACTUACIONES ANTE LA CRISIS: DEBILIDADES DEL SISTEMA

Con anterioridad a la crisis iniciada en 2007, en Europa ya se habían planteado dudas sobre la capacidad para gestionar posibles problemas tanto de liquidez (falta de líneas claras de actuación para implan-tar un mecanismo de prestamista de última instancia en situaciones problemáticas de bancos pan-europeos) como de solvencia (falta de acuerdos para resolver crisis ban-carias transfronterizas, particularmente por lo que respecta a mecanismos fiscales).

Estas dudas surgen por la peculiaridad de la gestión de crisis establecida en la Unión Europea, basada en la cooperación y caracterizada por un esquema donde la prestación de liquidez está descentralizada (es responsabilidad de los bancos centrales nacionales, y en caso de entidades banca-rias transfronterizas será el banco central del país de origen quien asuma la responsabili-dad, del mismo modo que la supervisión bancaria es nacional), la resolución de crisis es responsabilidad del tesoro nacional (la cooperación entre tesoros, y entre éstos y los bancos centrales se articula a nivel de ministros de finanzas y gobernadores de bancos centrales en las reuniones del ECO-FIN) y los esquemas de garantía de depósi-

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tos son nacionales (aunque desde 1994 es preciso que las entidades de crédito garanti-cen un mínimo a los depositantes, a partir de cifras que cada Estado puede aumentar).

Otra de las especificidades del caso euro-peo es la gestión de la política fiscal a nivel nacional y no comunitario. En ausencia de un cuerpo fiscal único, según el Informe Laro-sière (2009), por el momento, en caso de res-cate de una entidad, las responsabilidades fiscales siguen estando descentralizadas.

El riesgo de insolvencia y los problemas de liquidez del sector bancario han llevado a muchas autoridades europeas a ofrecer apoyo financiero a los bancos de sus res-pectivas jurisdicciones, interviniendo total o parcialmente en un proceso de restructura-ción o inyección financiera. De este modo, el Banco Central Europeo y otros bancos centrales han inyectado liquidez repetida-mente, uniendo esta medida a la progresiva reducción de los tipos de interés en lucha contra la restricción del crédito. Además, la

Comisión Europea decidía en octubre de 2008 proponer un aumento del seguro de depósitos hasta un mínimo de 50.000 € a fi-nales de 2009 y 100.000 € un año más tar-de.

Las primeras medidas (otoño de 2008) incluyeron las nacionalizaciones del grupo belga-holandés Fortis (por parte de Bélgica, Holanda y Luxemburgo) y el banco británico Bradford & Bingley, y ayudas públicas a otras entidades (el grupo franco-belga Dexia y el banco alemán Hypo Real Estate). Previamente, se había nacionalizado Nor-thern Rock, prestamista hipotecario británi-co, tras los graves problemas de liquidez que provocaron una masiva retirada de de-pósitos y grandes colas de los clientes a las puertas de sus oficinas.

Septiembre de 2008 fue un momento particularmente crítico. En Islandia caía el mayor banco comercial y, seguidamente, el sistema bancario. En el caso estadouniden-se, destacaba la decisión de la Reserva Fe-

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deral de no rescatar a Lehman Brothers, el cuarto banco de inversiones, curiosamente después de haber ayudado sólo una semana antes a dos empresas de inversión hipoteca-ria que fueron nacionalizadas (Fannie Mae y Freddie Mac). También durante ese mismo mes otros dos grandes de inversión se trans-formaban en conglomerados financieros y AIG era rescatada al borde del colapso. En-tre las medidas adoptadas con posterioridad, en EE.UU se diseñaba en junio de 2009 un plan de reforma regulatoria que incluye a la Reserva Federal como regulador de riesgo sistémico y supervisor de instituciones sisté-micas, así como la creación de un “Consejo de reguladores”, la primera regulación de los derivados financieros en el país, nuevos me-canismos para resolución de casos de quie-bra, y la creación de una agencia de protec-ción del consumidor

Por lo visto hasta ahora, los problemas de coordinación para la gestión de la crisis financiera se han resuelto con respuestas ad-hoc (Pisani-Ferry y Sapir, 2010). Eso ex-plica el creciente consenso general acerca de la necesidad de reforzar la regulación fi-nanciera y tensar la supervisión. Además, a las autoridades regulatorias micro ha de su-marse otra entidad de ámbito macro que pueda vigilar los riesgos sistémicos y tenga instrumentos para afrontarlos. Aunque la estructura regulatoria europea facilita mejor cobertura a las entidades financieras euro-peas que la Reserva Federal al caso esta-dounidense, está más fragmentada. Por eso, el informe Larosière recomienda el es-tablecimiento de un nuevo cuerpo (ESRC) encargado de los temas prudenciales de carácter sistémico a nivel macro, contando con el apoyo logístico del Banco Central Europeo. En paralelo, tres agencias super-visoras paneuropeas se encargarán de re-forzar un esquema común para banca, com-

pañías de seguros y mercados de valores; se trata de la EBA, EIA y ESA respectiva-mente.

La crisis ha minado claramente el lide-razgo europeo al predominar soluciones na-cionales frente al enfoque único. Después del rescate griego (mayo de 2010), Irlanda anunció en noviembre de 2010 que necesi-taba las ayudas europeas y del Fondo Mo-netario Internacional para reestructurar su sistema financiero, representando el último caso del deterioro de los presupuestos pú-blicos a causa del cuantioso tamaño de las ayudas oficiales. Otros países, entre ellos España, no escapan a las especulaciones sobre nuevos casos similares en la Unión Europea.

En julio de 2010, se publicaban los re-sultados de las pruebas de resistencia que el CEBS (en colaboración con el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y los supervisores nacionales) ha llevado a cabo en la banca de la Unión Europea para anali-zar niveles de capital y estimaciones de pérdidas ante escenarios adversos. Los re-sultados fueron moderadamente satisfacto-rios, aunque sí se advirtieron indicaciones de la necesidad de fortalecer las exigencias de capital; a modo de ejemplo, empleando el ratio de capital tier 1 como indicador de resistencia a shocks financieros, este des-cendería del 10.3% en 2009 al 9.2% a fina-les de 2011. El objetivo del CEBS es ahora continuar realizando ejercicios de estrés de forma periódica y facilitar los resultados pa-ra fortalecer la transparencia. Sin embargo, después de la intervención de ayuda públi-ca en los bancos irlandeses, que habían su-perado las pruebas, Bruselas ha reconocido posibles fallos en su diseño. Por este moti-vo, es previsible que la metodología se mo-difique para el año próximo, pudiendo espe-rarse resultados diversos.

HACIA BASILEA III: CAPITAL, LIQUIDEZ, PROCICLICIDAD

La construcción de un sistema financie-ro más seguro exige la combinación de una adecuada política prudencial garantizada con una eficaz disciplina de mercado, junto con el diseño de políticas macroeconómicas que favorezcan la estabilidad financiera. Basilea III y su paquete de reformas sobre capital y liquidez se convierten, en este

Basilea III y su paquete de reformas

sobre capital y liquidez se convierten en

pieza clave para la construcción de un

nuevo sistema financiero internacional

mucho más seguro

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contexto, en pieza clave del nuevo sistema financiero internacional.

El proceso de cambio hacia Basilea III se inicia, partiendo del Acuerdo anterior, con los documentos publicados por el Co-mité de Basilea en julio de 2009 (relativos a enmiendas al Acuerdo, revisiones en el es-quema del riesgo de mercado y guías para determinar el capital por riesgo incremental en la cartera de negociación) y llega hasta la definitiva respuesta a la crisis que el Co-mité presenta al G-20 el pasado mes de oc-tubre (BCBS, 2010e) y la publicación del texto final de Basilea III el pasado diciembre de 2010 (BCBS, 2010f; BCBS, 2010g).

En primer lugar, las enmiendas de 2009 al esquema de Basilea II incluyen revisio-nes en los tres pilares (BCBS, 2009a).

• En los requisitos mínimos de capital (pilar 1); los cambios se centran en aumentar las ponderaciones para las exposiciones a titulizaciones en entidades que apliquen modelos internos para riesgos de crédito, además de la exigencia de cumplir ciertos criterios para usar las ponderaciones de riesgo para dichas operaciones.

• Se incorporan especificaciones para com-plementar el pilar 2 de Basilea (proceso de revisión supervisora) respecto al riesgo de la entidad que pueda pasar desaperci-bido, así como a temas específicos de gestión de riesgos (concentración de ries-go, exposiciones fuera de balance –con especial atención a la titulización–, riesgo reputacional, riesgos de liquidación y valo-ración, sólidas prácticas de estrés -stress testing- y de compensación).

• En vista de las debilidades detectadas en la información revelada por las entidades, el pilar 3 se modifica en aspectos que in-cluyen las exposiciones a titulizaciones en la cartera de negociación, el enfoque de evaluación interno y otras facilidades de li-quidez, y las exposiciones a retitulizacio-nes y valoración de las mismas.

Por otro lado, la cartera de negociación centra gran parte de las pérdidas y de la acumulación de apalancamiento desde el comienzo de la crisis financiera, dado que la banca había acumulado productos es-tructurados de crédito muy ilíquidos para

los que no había mercado. Por eso, el Co-mité de Basilea decide ahora complementar el esquema de esta cartera medido median-te valor en riesgo (VaR) con una carga de capital adicional que incluye riesgo de im-pago y riesgo de migración para productos de crédito no asegurados (BCBS, 2009b). Es decir, la medición de riesgos se había centrado en modelizar la volatilidad de los resultados a muy corto plazo, generando unos requisitos de capital para posiciones de esta cartera que resultaban insuficientes en los periodos que siguen a los momentos de calma en los mercados financieros. Por eso ahora se propone una carga de riesgo incremental que los bancos deberán calcu-lar según sus propios modelos a partir de los principios indicados en el documento del Comité (BCBS, 2009c). Esto supone la in-corporación de un VaR estresado, que ac-tuará además como medida de reducción de prociclicidad por riesgos de mercado.

Siguiendo con las medidas contracícli-cas, la propuesta del Comité es usar un to-pe de capital para lograr el objetivo macro-prudencial de proteger al sector bancario de los períodos de excesivo crecimiento del crédito agregado que han sido asociados con la acumulación de riesgos sistémicos (BCBS, 2010b). El cálculo de esta cifra de capital debe reflejar la composición geográ-fica de las exposiciones crediticias de la cartera bancaria.

El tratamiento de la liquidez es otro de los puntos fuertes del cambio normativo. La crisis ha evidenciado la importancia del riesgo de liquidez y que la liquidez en sí conlleva riesgos. De hecho, una de las ca-racterísticas de la situación reciente es el brusco corte en el flujo de fondos en los mercados financieros; es preciso crear un colchón de liquidez mínimo para afrontar si-

En los requisitos mínimos de capital, los

cambios se centrarán en aumentar las

ponderaciones para las exposiciones a

titulizaciones en entidades con modelos

internos para riesgos de crédito

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tuaciones de estrés, ya que el capital ha de-mostrado no ser suficiente para cubrir este tipo de incertidumbres.

Las turbulencias financieras han motiva-do la creación de un grupo de trabajo sobre liquidez en el seno del Comité de Basilea, que ha resumido los retos de supervisión y gestión que se plantean en esta línea para el sector bancario (BCBS, 2008). De acuer-do a su análisis, los eventos que se han su-cedido desde mediados de 2007 resaltan la importancia de la liquidez de mercado, y muestran su relación con la financiación y con el riesgo de crédito, siendo pues la li-quidez un determinante clave para la sol-vencia del sector. Así, ya en 2008 este gru-po de trabajo extrajo valiosas lecciones de futuro sobre la supervisión y gestión del riesgo de liquidez. Entre ellas, la necesidad de definir niveles de estrés apropiados para supervisores y entidades, modificando y for-taleciendo los planes de financiación contin-gente. Además, hasta la fecha los análisis prospectivos han demostrado infravalorar los riesgos de ciertos instrumentos financie-ros, y los niveles de capital parecen esca-sos para afrontar problemas de liquidez in-cluso en entidades adecuadamente capitali-zadas. Por último, a nivel supervisor, las fa-cilidades ofrecidas por algunos Bancos Centrales han sido a veces interpretadas por el mercado como símbolo de debilidad y dificultades en el sistema, y la información

facilitada por las entidades no ha sido sufi-ciente para los mercados financieros.

Por todo ello, se hace preciso trabajar en la medición de toda una amplia variedad de riesgos de liquidez, enfatizar la necesi-dad de análisis de escenarios, mejorar la comunicación y cooperación entre supervi-sores, así como la gestión intradía de pa-gos y liquidaciones tanto en mercados do-mésticos como internacionales, y gestionar el riesgo en divisas. La nueva propuesta de Basilea en esta linea, a finales de 2009, es la primera definición de estándares cuanti-tativos para el tratamiento del riesgo de li-quidez, y puede originar un cambio del per-fil de riesgo en las entidades para reducir la necesidad de mantener un stock de activos muy líquidos (BCBS, 2009d). Además, es previsible que se produzca un recorte de fondos de la banca al sector real, dado que según la estructura de flujos una cantidad de fondos habrá de dirigirse obligatoriamen-te a cumplir con los estándares, dejando li-bres menos recursos para otras operacio-nes (Domingo Ortuño, 2010).

Por último, el Comité de Basilea publicó a comienzos de 2010 un documento consul-tivo sobre buenas prácticas en grupos de supervisores, de especial utilidad para ayu-dar a los supervisores de origen y destino a trabajar de forma eficiente, subrayando la necesidad de aumentar el intercambio de información y la cooperación entre ellos pa-ra apoyar una supervisión efectiva sobre grupos bancarios internacionales, y no olvi-dar que los supervisores y las estructuras definidas para la gestión de crisis son dis-t in tos pero complementar ios (BCBS, 2010a).

BASILEA III: LA REFORMA

Las nuevas normas implicarán mejorar notablemente la calidad del capital bancario, elevar el nivel de capital exigido y reducir el riesgo sistémico, concediendo tiempo sufi-ciente para facilitar la transición a la nueva normativa (BCBS, 2010d). Es decir, los acuerdos alcanzados por el Comité de Basi-lea el 12 de septiembre de 2010 y que perfi-lan el nuevo Basilea III, se centran en el for-talecimiento de los requerimientos de capital (BCBS, 2010c). Sin embargo, Basilea III no se limita sólo a esas medidas, sino que se diseña a través de un conjunto de documen-

TA B L A 1TA B L A 1

Antes 1/01/2013 1/01/2014 1/01/2015

Capital ordinario/Activos ponderados por riesgo

2% 3,5% 4% 4,5%

Capital tier 1/Activos ponderados por riesgo

4% 4,5% 4,5% 6%

Capital total/Activos ponderados por riesgo

8% 8% 8% 8%

Se hace preciso crear un colchón de

liquidez mínimo para afrontar situaciones

de estrés, ya que el capital ha

demostrado no ser suficiente para cubrir

este tipo de incertidumbres

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tos que incluyen Basilea II y otras publicacio-nes posteriores, la mayoría de las cuales se han resumido en el epígrafe anterior. El texto definitivo, publicado el 16 de diciembre de 2010, refrenda todos esos documentos y re-produce los acuerdos adoptados por el G-20 en la reunión de noviembre en Seúl.

El esfuerzo de la banca durante la crisis por elevar los niveles de capital ha sido reco-nocido por el Comité de Basilea pero ha de-mostrado ser insuficiente. Según Basilea III, las mayores exigencias de capital se produ-cirán de forma paulatina, vertebrándose a través de las siguientes medidas:

• Se mejora la calidad del capital. Por un lado, el capital ordinario o básico exigido aumentará, elevándose progresivamente desde el 2 al 4,5%, al igual que lo hará el tier 1, que pasará de suponer al menos la mitad del capital regulatorio a representar el 75% (del 4 al 6%). Por otro lado, la de-finición de capital ordinario o básico será más estricta, tal que las deducciones de activos de dudosa calidad sean más rigu-rosas.

• La mejora en la calidad del capital va uni-dad a un aumento en la cantidad del mis-mo. Así, el capital ordinario mínimo obli-gatorio se eleva hasta el 4,5%, logrando finalmente que el tier 1 alcance el 6% an-tes citado.

• Entre las medidas de lucha contra la pro-ciclicidad, se introduce un colchón de conservación de capital del 2,5% para afrontar períodos de tensión, formado por capital ordinario, a fin de garantizar que los bancos mantengan una partida de ca-pital específica con la que absorber pér-didas durante fases de tensión económi-ca y financiera. Este colchón impondrá lí-mites a la distribución de fondos discre-cionales (reparto de dividendos, recom-pra de acciones y pago de gratificacio-nes) cuando los niveles de capital se si-tuén dentro del colchón.

• Asimismo, se aplicará un colchón anticícli-co que oscilará entre el 0 y 2,5% del capi-tal ordinario, con el objetivo macropruden-cial de proteger al sistema bancario en periodos de crecimiento excesivo del cré-dito agregado, y que sólo se activará cuando exista una burbuja de crédito que eleve el riesgo sistémico.

• Como complemento de los requisitos ba-sados en riesgo y para mitigar el propio riesgo de modelo, se establece un coefi-ciente de apalancamiento mínimo, fijado inicialmente en el 3% del capital tier 1 (a modo de prueba desde enero de 2013 y que se incluiría el 1 de enero de 2018).

Además de las exigencias de capital, es reseñable la introducción de medidas para la

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finanzas nº 237 noviembre 2011

gestión de la liquidez. En concreto, el coefi-ciente de cobertura de liquidez (en vigor el 1 de enero de 2015) exigirá el mantenimiento de activos líquidos de alta calidad al menos por el importe total de las salidas netas de efectivo que podrían producirse en un agudo escenario de estrés a corto plazo fijado en 30 días, logrando así fomentar la resistencia de los bancos a corto plazo para afrontar po-sibles perturbaciones de liquidez. Adicional-mente, se introduce el coeficiente de finan-ciación estable neta (desde el 1 de enero de 2018) para evitar desajustes de financiación e incentivar a los bancos al uso de fuentes de financiación estables

En este contexto, cabe destacar la apli-cación progresiva de la nueva definición de capital a lo largo de cinco años, tal que los requerimientos comenzarán el 1 de enero de 2013, siendo su implementación definitiva a finales de 2017. En el caso de los instrumen-tos que ya no se consideren capital del tier 1 distinto del capital ordinario o capital de tier 2, dejarán de reconocerse paulatinamente desde enero de 2013 a lo largo de diez años.

Centrándose las normas a aspectos rela-tivos a la liquidez (BCBS, 2010f), el nivel de capital exigido (BCBS, 2010g) y las medidas contracíclicas, el Comité señala, en el último trimestre de 2010, que los trabajos se cen-tran ahora en valorar nuevas normas sobre el riesgo de contraparte y la mitigación del riesgo sistémico. Además, se prevé reforzar la divulgación de información sobre tituliza-ciones, endurecer la regulación de fondos de inversión en el mercado monetario y otros intermediarios no bancarios, y revisar los desajustes entre vencimientos y apalan-camiento implícitos en el sistema. Se está considerando también el tratamiento de las “entidades sistémicas”, valorando la combi-nación de recargos de capital, deuda que

asuma las pérdidas y capital contingente (instrumentos financieros que pueden can-celarse o convertirse en acciones ordinarias en determinadas circunstancias), para invo-lucrar así al sector privado en la resolución de futuras crisis bancarias.

CONCLUSIONES

La crisis ha cuestionado el papel de la re-gulación en términos de requisitos de capital, dejando claro que ésta subestima algunos riesgos (ya que dependen del ciclo de nego-cio y el buen funcionamiento del sistema fi-nanciero), que se precisan mecanismos de recapitalización de emergencia, y que el ries-go agregado de la industria financiera – no sólo bancaria – es determinante para la esta-bilidad. Además, se ha demostrado la conve-niencia de crear colchones de capital en las fases alcistas para disponer de ellos en fase de recesión. Por todo ello, el nuevo marco de-be representar una ampliación sustancial y significativa de las reservas de capital que sostienen el sistema financiero mundial.

El proyecto de Basilea III representa, en este punto, un marco de importantes dimen-siones en el proceso de reforma de la regu-lación financiera. El Acuerdo permitirá luchar contra la incertidumbre que protagoniza los periodos de difícil coyuntura económica y fi-nanciera, a través de un esquema más claro con mejoras a nivel macro y micro. El objeti-vo es elevar la calidad, coherencia y trans-parencia de la base de capital, al tiempo que se promueve la estabilidad del sistema financiero en su conjunto, diseñando esque-mas de lucha contra la prociclicidad y el riesgo sistémico a través de un colchón de capital anticíclico, e introduciendo nuevas normas de liquidez internacional.

Ante la importancia de los cambios, se prevé un período de transición relativamente largo para implantar progresivamente las nuevas medidas, llegando en algún caso hasta enero del 2018.

No cabe duda de que las demandas de Basilea III son notablemente exigentes y que es conveniente valorar sus implicaciones macroeconómicas. Así lo hace el estudio del Grupo de Evaluación Macroeconómica del Fondo de Estabilidad Financiera y el Comité de Basilea, de cuyos resultados se informó al G-20 el pasado octubre de 2010. Por un

Las demandas de Basilea III son

notablemente exigentes y es conveniente

valorar sus implicaciones

macroeconómicas, asumiendo que el

ajuste conllevará costes transitorios

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Basilea III: respuestas y reformas tras la crisis financiera

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lado, debemos asumir que el ajuste conlle-vará costes transitorios: en un horizonte de cuatro años, por cada punto porcentual que aumente el capital exigido, el PIB disminuirá un máximo del 0,19%. Si el período de im-plantación se redujera, el impacto sobre el PIB sería posiblemente mayor y su impacto se notaría antes. Sin embargo, a largo plazo, las nuevas normas motivarán claros benefi-cios económicos a través de la reducción de la probabilidad de que acontezca otra crisis financiera y las pérdidas de producción aso-ciadas a esta.

En definitiva, es preciso seguir avanzan-do hacia la integración financiera global, lo que requiere cooperación internacional en materia de regulación y supervisión, algo subyacente en los procesos del G-20 y Basi-lea, que caminan hacia un sistema financiero más seguro. ❚

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